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Mostrando entradas de octubre, 2016

Targaryen

Jaime recibió el Impacto del pelaje cálido y oscuro del caballo sobre su mejilla: era una bestia inmensa, fuerte, puro músculo que le había derribado de una embestida. Había salido de la nada, de entre los arbustos, silencioso como un lobo y se había lanzado sobre él. No era demasiado hábil con la mano de oro, todavía, pero fue lo suficientemente ágil como para agarrar la bota del encapuchado jinete y bajarlo del caballo. El impulso del impacto le ayudó para lanzarlo contra el tronco de un grueso y viejo árbol a un lado del camino. El jinete gimió levemente cuando su cabeza impactó contra la madera, el corcel se alejó al galope y pronto lo perdió de vista. Ser Jaime se levantó del polvoriento suelo, veía borroso por la caída y por la suciedad que había levantado el caballo y expulsó mediante tosidos ásperos la arena que se le había colado en los pulmones. Desenvainó su espada, y en cuanto se le aclaró la vista se acercó tambaleante hacia el jinete derribado. La hermosa capa blanca de

Las Mujeres del Hierro

Naerys se casó de azul, ella misma elaboró su vestido. Lo normal era que vistiese con los colores de su casa, pero como Naerys no tenía casa, decidió casarse de azul. El azul era frío como el hielo, como las tierras que la habían visto crecer, pero también representaba el mar: esa enorme masa de agua, de la que entre afilados acantilados se encontraba su nuevo hogar: El vestido era largo hasta los tobillos, y caminaba descalza por la arena de la playa, acompañada de Asha. Las mangas y parte del escote era de tela transparente, igual que la capa, que llevaba bordados copos de nieve, como simbolismo de la tierra que la vio crecer. El cabello blanco le caía ondulado sobre los hombros, brillante, resplandeciente, iluminado por reflejos de plata. Una trenza le rozaba la mejilla izquierda y en toda la cabellera le habían colocado flores de cristal blanco y azul. Theon aguardaba junto a su tío Aeron, Asha lo observó, volvía a sonreír, por primera vez en muchos años, pero ya no esbozaba esa