Desde que había llegado a Browntown que no había requerido de las pastillas para dormir: el trabajo y el dinero siempre me mantenían despierta dando vueltas en la cama con los ojos como platos hasta que llegaba el amanecer. En Alaska no tenía esas preocupaciones, no había que discutir contratos ni cumplir los plazos, no había agendas ni presupuestos… Reconozco que los primeros días, dormir fue todo un reto: no solo estaba toda mi frustración por ser una inútil y una fracasada, la incomodidad del lecho de Matt, de la cabaña y los ruidos de la noche norteña me impedían que conciliase mejor el sueño. No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba allí, si habían sido días, semanas o meses… Pero cuando comencé a trabajar codo con codo con la familia Brown me sentía tan agotada al caer la noche que me dormía casi al instante de tumbarme en el lecho. La cabaña de Matt era pequeña pero acogedora, de neumáticos por fuera y de madera por dentro, siempre decía que la había hecho para impresionar a ...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.