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Capítulo VI: La Manada por Matt Brown

“Matt corrió todo lo deprisa que las piernas le permitieron, sentía que en cualquier momento iba a fallar y a caer. Los gritos se hacían cada vez más intensos y le llamaban por su nombre: eran gritos de mujer, mezclados con el llanto de un bebé, y pedían su ayuda. Se adentró en el bosque: iba a vomitar los pulmones en cualquier momento. Todo estaba helado, había perdido la sensibilidad en los dedos de las manos y sentía los labios húmedos como dos témpanos helados. Utilizó las manos como amplificador para llamarla y el hielo penetró en su garganta como un cuchillo recién afilado al fuego. -¡Matt! Estoy aquí…-la voz era débil y enfermiza por el frío y por el dolor. -No te preocupes, voy a buscarte-respondió él. Corrió todo lo que pudo mientras la oscuridad se cernía a su alrededor, intentaba avanzar más deprisa para no perder visibilidad, pero la noche era más rápida que sus piernas. Metió el pie hasta el tobillo en un charco de agua, pero cuando dirigió la vista hacia abajo, con

Capítulo V: Bear

-¡Hola! -Hola,-respondí utilizando la mano como visera para apreciar la forma humanoide que se balanceaba entre las hojas oscuras del inmenso árbol. El sol no me dejaba distinguir correctamente las facciones del muchacho, pero si para ver como la melena rubia le acariciaba las mejillas-¿Qué haces allá arriba?-le pregunté. -¿Qué haces tú allí abajo?-me respondió con su voz alegre y aguda. -He preguntado primero. -Soy más feliz aquí arriba. Me encanta trepar a los árboles, me hace sentir bien, guay ¿A ti te gusta trepar? -Lo hacía de pequeña, aunque mi abuelo siempre me regañaba. Solía decir que las “señoritas como yo no deben trepar a los árboles”. -¡Qué tontería! Las princesas también trepan a los árboles…-era como hablar con un niño grande, para él todo era tan sencillo. Es cierto que en Alaska no se crece nunca, pero me también me alegraba por ello. No existía esa presión social sobre caer bien a la gente, que siempre te viesen bien, podía ser yo misma, con mi carácter a