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Mostrando entradas de julio, 2016

El fin de los Adger (Parte I)

El hombre alto y joven de cabello largo y pequeños ojos azules, transportaba en brazos a una débil y herida Ayla hasta la sala de reuniones, donde aguardaban Ryden, Eloff, Tavi y algunos otros oficiales. En cuanto vieron entrar al jinete por el arco de piedra, manchado de sangre y con la princesa en brazos, saltaron las alarmas. Ryden y Eloff arrebataron a Ayla de los brazos del joven y la sentaron en una silla. Su primo comenzó a dar órdenes para que le trajesen agua y una manta. Ayla tenía los ojos abiertos, pero la mirada perdida en el suelo, estaba empapada, su piel era fría como el hielo y sus labios habían perdido todo rastro de color; pero no temblaba, se sujetaba el hombro izquierdo, casi como un acto reflejo más que por el dolor, le brotaba un líquido que con el contacto con el agua que envolvía su cuerpo se volvía de una tonalidad rosada. Su rostro estaba completamente pálido y los ojos vidriosos, le goteaban pequeñas gotas del cabello que resonaban al caer y rebotar con la m

Voluntad de Hierro

El repiqueteo de la lluvia contra el cristal disimuló el grito de Ayden al caer al suelo de rodillas, derrotada. La habitación del motel estaba casi sumida en la oscuridad, con la única iluminación de las farolas de la calle que entraban por la ventana. Ayden estaba arrodillada en el suelo, mordiéndose los labios hasta sangrar para ocultar el dolor. Un espeso líquido rojo manchó el suelo de madera. Le salía sangre por casi todos los agujeros de la cara. Chorreaba como una cascada desde su nariz, le caían gotas desde las orejas y lloraba oscuras lágrimas rojas. Cayó al suelo, ya no podía soportar el dolor y se echó a llorar desconsoladamente. Se hizo un ovillo ahí mismo y se quedó sollozando hasta tranquilizarse. Echaba de menos a Dean, desde lo de la caja, su hermano mayor temía perder al único miembro de su familia de sangre que le quedaba y prohibió a Ayden seguir cazando. La dejó en casa de Bobby y se marchó a vivir con Lisa y con Ben, la muchacha recordaba el frío tono de voz de su

Los Hijos de la Oscuridad II

El parto de Theon fue el más difícil de los tres,-pensaba mientras recorría su cámara a oscuras recogiendo sus cosas- a pesar de ser mi tercer hijo: A Robb, el primero, lo parí en un camastro de madera, ayudada por dos esclavas, una anciana que había dado a luz a siete retoños y una mujer, madre de dos criaturas. A penas un año después nació Jon, en la oscuridad de la habitación de un prostíbulo, mientras mi primogénito dormía a escasos metros de mi e intentaba mantener el máximo silencio posible para no despertarlo. Noah preparó con mucha antelación el nacimiento de su Theon (Art Parkinson), un muchacho rubio y rebelde con ganas de ver mundo vistiendo la capa roja pequeño, dispuso para mi una habitación luminosa, con una ventana que daba al jardín y por donde entraba la luz del sol. Justo debajo de la habitación, Noah mandó plantar todo tipo de flores dulzonas para que el aroma entrase por la ventana. Era verano y mi marido me compró túnica frescas, anchas del más suave lino y la

La caída del dragón

-¡Retirada!-gritó Ayla desde Acamar mientras veía como una lluvia de flechas se acercaba a sus naves. El sultán Aysel les había engañado, y había puesto sus tropas al servicio de la causa de Svend. Les habían cogido por sorpresa mientras intentaban tomar la playa oeste con las naves de Robbert Madden.-¡Retirada!-gritó de nuevo. Era una mañana demasiado bonita, soleada, sin una nube en el cielo, solo un poco de brisa que refrescaba el ambiente, parecía imposible que un día tan despejado pudiera salir algo mal. Algunos de sus hombres ya habían desembarcado en la arena, Robb entre ellos: -Que los dragones más grandes remolquen los barcos hasta el Peñón, el resto id a la playa a buscar a nuestros hombres. Con esas palabras, Ayla ya había encaminado a Acamar a toda prisa en busca de Robb. El joven príncipe, al ver a los dragones acercarse tan deprisa hacia ellos, se percató enseguida de que algo iba mal, vio como las flechas se dirigían directas hacia sus hombres, gritó un "A cub