Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de diciembre, 2015

Ayden II

La joven calentaba sus manos en la taza humenate que había sobre la mesa, estaba sentada frente a los Winchester, pero no les miraba a la cara... -Hace como un año- empezó a relatar sin levantar la mirada- mi madre y yo tuvimos un accidente de coche, ella salió ilesa, pero yo me di un golpe muy fuerte y caí en coma. Los médicos no se lo explicaron... Estaba muerta, era casi imposible que me recuperara, pero lo hice... Desde entonces que tengo amnesia retrógrada, no recuerdo nada de lo que sucedió antes del accidente. Ni mi nombre, ni que me gustaba hacer, nada. Mis padres y Zack me ayudaron a retomar mi vida, mis aficiones, mis estudios... Pero siento... siento que esa persona no soy yo. Mi padre dice que quería estudiar medicina como él, pero las ciencias no son lo mío... Mi madre me viste con vestidos, faldas y medias, y no me siento yo... Zack es mi amigo desde la infancia, estaba en el hospital el día que desperté del coma, y a raíz de eso empezamos a salir. Pero creo, siento, qu

Envejecer con Elegancia

Después de siglos y siglos de pruebas, experimentos e investigación, hemos descubierto la cura para uno de los problemas que más preocupa a la sociedad actual. Al año se deben invertir horas y horas de costosos tratamientos para lograr un objetivo casi antinatural... Pero hoy, hoy, hemos descubierto la cura que aliviará a millones de personas de todo el mundo. Se acabó gastarse fortunas en cremas y maquillajes, porque, hoy, por fin, ya tenemos la cura del envejecimiento... LA FUERZA Si, si, habéis leído bien, la fuerza es la cura del envejecimiento, porque aunque no proporcione la inmortalidad si que es cierto que envejece a las personas con clase y con elegancia... ¿No me creéis? ¡Entonces cual es la maldita que explicación de porqué Carrie Fisher está tan guapa a los 59 años! Acabo de ver el "Despertar de la Fuerza" (Abrams, 2015) y sinceramente me he quedado fascinada de como la General Organa está tan bella treinta años después... La General Leia Organa (Carrie Fish

Ayden

Dean recogió los dos vasos que la camarera le tendía y le sonrió como solo él sabía hacerlo. La joven se sonrojó. Dean se dio la vuelta y se dirigió a la mesa donde estaba Sam husmeando con su ordenador... Dean le tendió su vaso y Sam lo cogió sin apartar la mirada de la pantalla -¿Encuentras algo?-preguntó el hermano mayor -Nada, ni cortes de electricidad, ni luces muy fuertes, ni pitidos anómalos... Nada de nada, es como si los ángeles jamás hubiesen existido. Dean sorbió café y miró seriamente a Sam... -Pues mira, casi que lo prefiero. Si no hay ángeles podremos volver a nuestra "aburrida" vida de caza... Sam- Dean miró a lo lejos, perplejo, como si acabase de ver un espíritu, o algo peor... -¿Qué pasa? ¿Dean?... -se extrañó el pequeño al ver la cara desencajada de su hermano. Dean señaló con un dedo tembloroso a una mesa del fondo. -Mira esa chica, ¿no te recuerda a alguien? Sam observó a una muchacha rubia que esperaba sentada en una mesa, envuelta en un

La Primavera III: La Bailarina

El detective Howard Montana avanzó por el estrecho y oscuro pasillo lleno de fregonas, cubos y basura hasta llegar a una puerta de madera vieja, donde en una estrella de cartón y escrito con rotulado había escrito un nombre: Ayla Hurst. Entró sin llamar, la chica estaba frente al tocador, cepillándose el cabello rubio, ¿rubio? La peluca pelirroja descansaba en un maniquí sobre la mesa mientras la joven se peinaba una media melena rubia y sin ondas. Era una habitación pequeña, decorada con un papel de pared viejo y desgastado de color rosa con motivos florales morados. Había un diván junto a una pequeña mesa de café y un tocador con un espejo lleno de productos de belleza y maquillaje. En un rincón había una barra metálica llena de vestidos colgados. En el suelo había zapatos de tacón y sombreros y boas de plumas de diferentes colores colgados por el pequeño camerino Ayla vio a Montana a través del espejo y se sobresaltó dejando escapar un pequeño aullido. -Perdona, no preten

La Primavera II: The Wild Lemon

Esa misma noche, Ego llevó a Montana al The Wild Lemon. La noche en Nueva York es fría, Montana vagaba oculto bajo una larga gabardina y su inseparable sombrero. Ego vestía de traje, con un largo abrigo y también con sombrero, aunque no tan elegante como el atuendo de Howard Montana. Llegaron a un callejón oculto entre los rascacielos, el local estaba señalado con un pequeño y luminoso cartel junto a la silueta de una mujer con un traje de baño amarillo limón y con un león agarrándola por el abdomen. Había gente alrededor intentándose colar en el local, la mayoría hombres maduros de aspecto descuidado pero con ropa cara. En la entrada, un gorila trajeado les impedía el paso. Ego y Montana se abrieron paso entre la gente hasta llegar al guardaespaldas. El periodista susurró algo al oído del hombretón y éste le dejó pasar, pero le cerró el paso al detective. -Es un amigo- dijo Ego Alex. El guardaespaldas tendió la mano y Montana acarició en su bolsillo el fajo de billetes qu

El Profesor V

Me quedé mirándola perplejo, se puso muy seria, más de lo normal. Desapareció aquel misterio que la rodeaba, que la hacía tan irresistible a los ojos de tantos. Solo era una niña, una niña desnuda, apenas cubierta con una sábana, que me miraba con unos ojos grandes y verdes suplicándome. Suplicándome algo que aun no sabía... -¿Te sucede algo? ¿Te encuentras bien?-le pregunté mientras me ponía las gafas -Henry, esto tiene que acabar. Drew me ha hecho ver, me ha hecho ver cosas. No está bien acostarse con el primero que se te insinúa, y mucho menos con un profesor. Hacer el amor, tiene que ser algo muy especial entre dos personas, algo muy bonito... Y entre nosotros no sucede nada Henry, somos dos personas que se acuestan juntas, pero no hacemos el amor. No pienso en ti cuando estamos juntos, es solo sexo. Y me estoy dando cuenta de que no quiero eso, no, ya no... Quiero estar con alguien especial, tener por fin una relación de verdad. Salir a cenar, ir al cine... No se... Cosas así.

Sola...

Ayla avanza a través de la tormenta de nieve, con una mano agarra fuertemente las riendas de su caballo, mientras que con la otra sujeta a su hija, envuelta en una manta y sujeta sobre su cadera, arropándola con su capa. Ha metido a Iolaus dentro de uno de los cestos de carga del corcel, arropado con una manta y protegido del frío del viento, pero teme que el animal se asuste y eché a correr, lastimando al niño. Avanzan pesadamente por la nieve, que le cubre casi las rodillas, pronto no podrán avanzar y quedarán atrapados. Pero de repente, Ayla reconoce un paisaje familiar, aunque cubierto de blanco, es inolvidable... El castillo de piedra se alza delante de ella, hacía muchos años desde que lo pisó por última vez, y lo hizo con el mismo caballo y con un bebé en brazos... El lago estaba congelado y con la nieve lo cruzaron sin darse cuenta. Luces anaranjadas parpadean en el interior, Ayla recordaba el castillo de Loki como un lugar frío y solitario, pero no podía ser más frío que el

La Primavera

1953 CAPÍTULO I: LA VISITA Nueva York, 1952, un oscuro y pequeño despacho y un hombre oculto bajo un sombrero que lo inunda con el humo de cigarrillos baratos... una llamada telefónica y una menuda secretaria... -Su cliente ha llegado -Hágalo pasar... -murmura el hombre quitando los pies de encima de la mesa y recobrando la compostura. Un hombre entrado en los cuarenta, con una abrigo largo y negro y una oscura y espesa barba pasa al despacho y toma asiento delante del otro. Es un hombretón realmente grande, si ha venido a por algo más que negocios nuestro amigo tendrá problemas... -¿Detective Howard Montana?- pregunta el recién llegado con una voz muy grave que recuerda a la de los locutores de radio. -Depende, ¿Quién lo pregunta? El hombre metió la mano bajo el abrigo, pero Howard ya palpaba su 38 que tenía oculta bajo la mesa. El "cliente" sacó una botella de whisky escocés, de un dorado brillante, que resaltaba en la oscura habitación. Howar

El Profesor IV

La tomé sobre mi regazo y le bese el pecho, la apreté con fuerza hacia mi mientras me desacía en olas de placer. Le mordí el cuello para sofocar el potente gemido que su cuerpo me había provocad.  Apreté su torso blanco aún más contra mi pecho desnudo y moreno y estallé. Pero ella no, porque ella ya no estaba, la estaba perdiendo y tenía miedo, no, me aterrorizaba perderla. No volver a ver su cuerpo desnudo, acariciar sus pronunciadas curvas, sentir su respiración agitada cuando la tocaba, como se humedecía al contacto con mis dedos... Su sabor, mi lengua en su boca, explorando cada rincón, morder su cuello cuando me excitaba. Explorar sus secretos más íntimos, ese tesoro que ocultaba entre dos sensuales muslos. Había sido de otros antes, pero ahora era mía, y me la querían quitar. Ese chico... ¿qué tiene él que no tenga yo? Se que tiene 23 años menos. Pero yo tengo el don de la experiencia, conozco su cuerpo, se que hacer para contentarla, donde tocar, donde acariciar, donde lamer