La ola de placer se intensificó en cuanto noté los dientes de Matt pellizcarme suavemente. Arqueé la espalda y las piernas me temblaron, no contuve el gemido y dejé que mi voz deleitase los oídos de él. Apreté los muslos en torno a su rostro y sentí como sus labios devoraban los míos: primero lentamente, después aceleraba el ritmo y solo utilizaba la punta de su lengua. Luego despacio otra vez y utilizando toda su boca, en alguna ocasión se ayudó un poco de los dedos. Era curiosa la sensación que despertaban en mí el tacto de esos dedos tan ásperos en una zona tan fina. Los dientes otra vez: aplicando la fuerza justa para que no me hiciera daño, pero la suficiente como para activar todas mis terminaciones nerviosas. Su lengua giraba en diversas direcciones: en movimientos rápidos hacia arriba y abajo o en círculos más lentamente. Cuando volvió a utilizar todos los labios ya no le permití parar, empujé la cadera contra su rostro y agarré con fuerza la tela del saco de dormir para no so...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.