Ir al contenido principal

El Profesor V

Me quedé mirándola perplejo, se puso muy seria, más de lo normal. Desapareció aquel misterio que la rodeaba, que la hacía tan irresistible a los ojos de tantos. Solo era una niña, una niña desnuda, apenas cubierta con una sábana, que me miraba con unos ojos grandes y verdes suplicándome. Suplicándome algo que aun no sabía...

-¿Te sucede algo? ¿Te encuentras bien?-le pregunté mientras me ponía las gafas

-Henry, esto tiene que acabar. Drew me ha hecho ver, me ha hecho ver cosas. No está bien acostarse con el primero que se te insinúa, y mucho menos con un profesor. Hacer el amor, tiene que ser algo muy especial entre dos personas, algo muy bonito... Y entre nosotros no sucede nada Henry, somos dos personas que se acuestan juntas, pero no hacemos el amor. No pienso en ti cuando estamos juntos, es solo sexo. Y me estoy dando cuenta de que no quiero eso, no, ya no... Quiero estar con alguien especial, tener por fin una relación de verdad. Salir a cenar, ir al cine... No se... Cosas así. Pero no quiero estar escondiéndome en despachos ni que entres a escondidas a mi apartamento. No quiero tener solo sexo. Quiero tener una relación de verdad...

-Ayla, yo puedo darte todo eso. Si quieres tener una relación seria, yo soy el hombre adecuado. Iremos donde quieras, a cenar, al cine, a lo que sea... Y también haremos el amor. Ayla, yo puedo darte todo eso.

Colocó la palma de su mano en mi mejilla y me acarició suavemente. Sus palabras eran como agujas clavándose en los ojos y esa simple caricia no podía calmarme el dolor. ¿Pensaba en otros mientras me hacía el amor? No podía ser... Para mi ella era la única... Me quería morir...

-No Henry, dijo suavemente- tu no puedes darme nada de eso...

-¿Y Drew, si?

Forzó una sonrisa

-Drew no quiere dármelo. Pero no importa, encontraré a alguien con quien salir. Pero no eres tu Henry, lo siento mucho.

Ella se dio la vuelta, ocultando su desnudez bajo la sábana. De repente ya no quería que la viese desnuda, se avergonzaba, pero no de ella. ¡Se avergonzaba de mi! De Henry Landom. Yo iba a darlo todo por ella, todo lo que quisiese, sin embargo ella quería que se lo diese un niñato que ni siquiera era capaz de verla. ¿Por qué no la veía? Es una chica preciosa... Su cara se te queda gravada en la mente para siempre cuando la ves por primera vez... Pero Drew no la veía, no quería verla. No quería compartir el tesoro de Ayla Hurst. Su más íntimo y preciado tesoro. Pero es que ella no solo estaba dispuesta a entregarle eso. Sino que iba a entregárselo todo: Su corazón, su cariño, sus sonrisas... Sería todo para él, ¿y las rechazaba? No, no se lo iba a permitir, no iba a humillar a Ayla delante del profesor Henry Landom.

Tomé a Ayla por los hombros antes de que se levantara y la eché de nuevo en la cama, boca arriba, me coloqué sobre ella, y aunque se resistió al principio, le hice el amor, primero suave y después la embestí con fuerza, como a ella le gustaba. Apreté su cuerpo sinuosos contra el mio, y ella disfrutó como nunca. Me había dicho que no, pero ahora era yo quien la dominaba a ella. Por fin lo había conseguido, la estaba haciendo mía.

Pero mis fantasías con Ayla no terminaban allí, ahora que sabía que podía hacerla mía, me había vuelto ambicioso y egoísta, y quería ir más allá.Pero no, aun no, ahora el siguiente paso era hacer pagar al niñato que le había hecho daño...


Comentarios

Entradas populares de este blog

Alaskan Bush Cluedo: ¿Quién disparó al oso?

Buen fin de semanas a todos y a todas. Sé que se está haciendo larga la espera de la segunda parte de Nueva York, pero os aseguro que valdrá la pena. Una pista, ¿Recordáis el primer capítulo de Tierra Mojada? Pues la cosa va por ahí... Y hablando de pistas, he querido dedicar unos "minutitos" esta semana a intentar despejar otra de las grandes incógnitas de la novela, y así, que la espera para Nueva York parte II se haga más corta: ¿Quién disparó al oso que atacó a Matt y salvó su vida y la de Ayla? He recopilado todas las posibles pistas que nos dejan caer: Ayla, Matt, Alba, Gabe, Bam... a lo largo de los últimos capítulos. ¿Seréis capaces de descubrir quién fue el heroico tirador? La respuesta la tendréis en: Cartas desde Browntown, el capítulo que seguirá a Nueva York, parte II. ¡No olvidéis dejar vuestra respuesta en los comentarios y compartir el post en Redes Sociales! Comencemos: Estos son los personajes principales que han habitado Browntown hasta el capítulo X

La voz detrás de ZETA . Capítulo I y Capítulo II

CAPÍTULO I: EXTRAÑOS EN UN BAR —Siento molestarte, ¿pero tú eres Zeta, verdad? ¿El cantante de Mägo de Oz? Saco el dedo con el que removía la copa de balón de ginebra y alzo la vista hacia los brillantes ojos que se están fijando en mí. Son verdes, redondos, enmarcando un rostro ovalado de pómulos altos, nariz pequeña, rasgos delicados y mejillas sonrojadas. Apenas queda gente en el bar. El concierto ha sido un fracaso, he dado lo peor de mí. Estoy mal, estoy roto por dentro, estoy hecho una puta mierda. Me entran escalofríos al recordar la mirada que me ha echado Txus al bajar del escenario. ¿Cuántos gin—tonics llevaré ya? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Qué hora es? ¡Joder, las tres! Y mañana temprano cogemos el avión de vuelta a Madrid. Los demás se han ido hace rato al hotel. Están decepcionados conmigo, enfadados, furiosos… ¿Cómo he podido hacer un concierto tan malo, apenas unos meses antes de la salida del nuevo disco? No es un buen momento para mí, y ellos lo saben, pero a Txus so

TIERRA MOJADA PARTE 3: Cap I: Siempre seremos cientos y tú.

Es primavera en Alaska y me levanto con la primera luz del alba, un fino rayo de sol se filtra entre las cortinas. Suspiro, exhausta ¿cuándo fue la última vez que dormí ocho horas seguidas? Creo que fue antes de quedarme embarazada, y de eso hace ya más de tres años… Me froto los ojos cansada, la habitación en penumbra, a los pies de la cama, duermen mis dos gatos, en forma de pelotas de pelo. Una mano áspera se posa sobre mis hombros, cojo aire y trago una bola de saliva amarga: - ¿Otra noche de insomnio? -me pregunta una voz aguda pero masculina. Me froto el cuello, cansada. Las caricias en el brazo son reconfortantes, y los besos en el hombro desnudo son suaves y agradables. -Siempre va a peor durante esta época del año. -Lo sé. -me da un tierno beso en la frente. Cierro los ojos saboreándolo con dulzura. Una vocecita me llama desde la otra habitación. Cansada, hago el esfuerzo de levantarme. -Ya voy yo. Tú duérmete un ratito más. -No, -respondo desorien