Ir al contenido principal

El Profesor VI

Llevaba demasiado tiempo sin verla, y apenas podía concentrarme en dar la clase sin dirigir la vista a la tercera fila y encontrarme con esos curiosos ojos verdes y esos labios carnosos que iluminaban una media sonrisa.
Las vacaciones de Navidad se habían cruzado entre Ayla y yo, ella había ido a pasar las fiestas con su padre. No había sabido nada de ella desde entonces, desde que la vi salir de clase un jueves de diciembre, envuelta en un abrigo rosa y con una bufanda alrededor del cuello, cargando con su mochila. Habíamos acordado no comunicarnos durante las vacaciones para no levantar sospechas
La noche anterior nos habíamos despedido como a mi me gustaba: desnudos, entre gemidos y orgasmos y con mi boca entre sus piernas. Ahora dominaba yo, y le había dejado tal recuerdo que no se olvidaría de mi durante todas las fiestas.
Yo había pasado las Navidades solo, pero no necesitaba a nadie más. Utilicé mis dotes de escritor para escribir un diario sobre mis fantasías con la chica, fantasías que cada vez se alejaban más de la realidad y se sumergían en un perturbador sueño erótico. Gracias a ello, comencé a escribir un libro, más bien un diario, sobre las aventuras entre un rico sultán de Oriente Medio con una joven y bella esclava y regresé a mi mejor época como artista literario. Pero para hacer realidad mi libro, tenía que hacer realidad mis fantasías con Ayla...
Cuando acabó la clase la seguí con la mirada y vi como se detenía delante de la puerta. Iba vestida con un jersey verde con un generoso escote de pico y unos vaqueros ajustados. Yo recogía mis apuntes en mi cartera, y me puse nervioso al ver que me esperaba. Empecé a sudar, incluso me tuve que aflojar el botón de la camisa mientras acababa de recoger... De repente, alcé la vista y mis ojos se chocaron con una mirada gris y unos labios finos medio sonrientes.

-¿Puedo hablar con usted un momento señor Landom?- me preguntó la alumna

Miré a Ayla, que me esperaba en la puerta

-¿También necesita hablar conmigo, señorita Hurst?-ella asintió- Espere fuera a que termine su compañera, por favor.

Sin decir nada Ayla Hurst salió de la habitación dando un portazo tras de si.

La alumna, de nombre Haley Duncan (tuve que mirarlo en la ficha, porque el único nombre que me sabía era el de Ayla) me habló sobre sus aspiraciones de ser escritora y de que estaba escribiendo un libro que le gustaría que le revisase. No escuché ni siquiera el argumento de su historia, tenía curiosidad por saber que era lo que quería Ayla de mi... Por qué me esperaba... Al final terminé por decirle a la chica que cuando tuviese algún esbozo algo más elaborado me lo hiciese llegar. Ella se fue contenta y a mi me iban a alegrar el día en unos instantes.
Apenas un segundo después de que Haley abandonase el aula, Ayla entró sigilosamente y cerró la puerta tras de si mientras colocaba el pestillo disimuladamente... Antes de que pudiese decirle nada ella se abalanzó sobre mi, besándome desesperadamente, casi me tira las gafas y aunque sorprendido, reaccioné a sus efusivas muestras de cariño. Ella me empujaba hacia atrás mientras que con los dedos agarraba mi pantalón y desabrochaba los botones. Se quitó el jersey y me deleitó con una apretada camiseta de tirantes. Me besó el cuello, con besos rápidos y sensuales, y me mordió la oreja justo donde sabía que me encantaba. Me deshice en una ola de placer y la estreché con fuerza, mientras ella seguía con sus besos y con sus manos juguetonas me bajaban los pantalones y me desabrochaban la camisa. Entre beso y beso dejó escapar un "te he echado de menos, Henry" pero no me dejó responder nada, ya que cuando intenté hablar su boca se encontraba ocupada entre mis piernas y no pude pronunciar palabra. Le agarré el pelo y la empujé con fuerza hacia mi mientras me impulsaba con la pelvis para lograr llegar lo más profundo que podía.

-Joder Ayla, no recordaba que lo hicieses tan bien- fue lo único que fui capaz de pronunciar.

Seguía empujando su cabeza contra mi entrepierna, mientras estallaba en auténticos gemidos y me movía cada vez más rápido. Al final terminé estallando en un fantástico orgasmo sujetando con fuerza su pelo. El verla ahí, de rodillas, recibiendo con ansias mi esencia, mirándome con sus enromes ojos verdes, me hizo desearla aun más, pero me había dejado demasiado extasiado como para hacerle el amor de nuevo. Nos tumbamos detrás de la mesa, entre profundos suspiros y con la ropa a medio quitar. Nos mirábamos sonrientes.

-Temía que no volvieses a querer que hiciera esto. Haley Duncan tiene fama de ser muy puta, ¿no te has dado cuenta de que desde su escote podía leerse el numero de sus zapatos?-dijo divertida

-¿Muy puta? ¿Lo dice la alumna que acaba de hacerle una mamada a un profesor en un aula?

Ayla se rió y fingió indignarse. Luego se tumbó sobre mi y le acaricié la espalda con dulzura. Me gustaba verla así, sonriente y divertida, y lo mejor de todo... Muriéndose por mi. Pero ahora tenía una nueva meta, cumplir todas esas fantasías que había escrito durante las vacaciones en mi diario.

-Ayla... - ella apoyó la barbilla en mi pecho y me miró curiosa- ¿Podemos vernos esta noche?

-Está bien-dijo ella algo dubitativa- ¿En qué estás pensando, Henry?

-En nada... solo... ¿Confías en mi?

Ella asintió con la cabeza. La acurruqué de nuevo en mi pecho y le besé el cabello.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alaskan Bush Cluedo: ¿Quién disparó al oso?

Buen fin de semanas a todos y a todas. Sé que se está haciendo larga la espera de la segunda parte de Nueva York, pero os aseguro que valdrá la pena. Una pista, ¿Recordáis el primer capítulo de Tierra Mojada? Pues la cosa va por ahí... Y hablando de pistas, he querido dedicar unos "minutitos" esta semana a intentar despejar otra de las grandes incógnitas de la novela, y así, que la espera para Nueva York parte II se haga más corta: ¿Quién disparó al oso que atacó a Matt y salvó su vida y la de Ayla? He recopilado todas las posibles pistas que nos dejan caer: Ayla, Matt, Alba, Gabe, Bam... a lo largo de los últimos capítulos. ¿Seréis capaces de descubrir quién fue el heroico tirador? La respuesta la tendréis en: Cartas desde Browntown, el capítulo que seguirá a Nueva York, parte II. ¡No olvidéis dejar vuestra respuesta en los comentarios y compartir el post en Redes Sociales! Comencemos: Estos son los personajes principales que han habitado Browntown hasta el capítulo X

La voz detrás de ZETA . Capítulo I y Capítulo II

CAPÍTULO I: EXTRAÑOS EN UN BAR —Siento molestarte, ¿pero tú eres Zeta, verdad? ¿El cantante de Mägo de Oz? Saco el dedo con el que removía la copa de balón de ginebra y alzo la vista hacia los brillantes ojos que se están fijando en mí. Son verdes, redondos, enmarcando un rostro ovalado de pómulos altos, nariz pequeña, rasgos delicados y mejillas sonrojadas. Apenas queda gente en el bar. El concierto ha sido un fracaso, he dado lo peor de mí. Estoy mal, estoy roto por dentro, estoy hecho una puta mierda. Me entran escalofríos al recordar la mirada que me ha echado Txus al bajar del escenario. ¿Cuántos gin—tonics llevaré ya? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Qué hora es? ¡Joder, las tres! Y mañana temprano cogemos el avión de vuelta a Madrid. Los demás se han ido hace rato al hotel. Están decepcionados conmigo, enfadados, furiosos… ¿Cómo he podido hacer un concierto tan malo, apenas unos meses antes de la salida del nuevo disco? No es un buen momento para mí, y ellos lo saben, pero a Txus so

TIERRA MOJADA PARTE 3: Cap I: Siempre seremos cientos y tú.

Es primavera en Alaska y me levanto con la primera luz del alba, un fino rayo de sol se filtra entre las cortinas. Suspiro, exhausta ¿cuándo fue la última vez que dormí ocho horas seguidas? Creo que fue antes de quedarme embarazada, y de eso hace ya más de tres años… Me froto los ojos cansada, la habitación en penumbra, a los pies de la cama, duermen mis dos gatos, en forma de pelotas de pelo. Una mano áspera se posa sobre mis hombros, cojo aire y trago una bola de saliva amarga: - ¿Otra noche de insomnio? -me pregunta una voz aguda pero masculina. Me froto el cuello, cansada. Las caricias en el brazo son reconfortantes, y los besos en el hombro desnudo son suaves y agradables. -Siempre va a peor durante esta época del año. -Lo sé. -me da un tierno beso en la frente. Cierro los ojos saboreándolo con dulzura. Una vocecita me llama desde la otra habitación. Cansada, hago el esfuerzo de levantarme. -Ya voy yo. Tú duérmete un ratito más. -No, -respondo desorien