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Warwick: Escuela Internacional para Semidioses, Nephilim, Mestizos & otras criaturas

Buenas tardes familia, soy consciente de que he dejado el blog un poco de lado, pero tenía ganas de probar cosas nuevas y empezar otro tipo de proyectos.

Me he abierto un perfil en Wattpad donde he comenzado una nueva historia, una mezcla de literatura fantástica sin perder el erotismo que caracterizan mis escritos. Aquí os dejo el enlace donde iré subiendo los capítulos: https://www.wattpad.com/story/168344695-warwick

En Wattpad también encontraréis mi novela Tierra Mojada: una historia de Alaskan Bush People,
tanto la versión original como la traducida al inglés:

Mi perfil de Wattpad: https://www.wattpad.com/user/AylaHurst

Si queréis saber un poquito más de mí, aquí os dejo el primer capítulo de la nueva novela en la que estoy trabajando:



WARWICK: ESCUELA INTERNACIONAL PARA SEMIDIOSES, NEPHILIM, MESTIZOS & OTRAS CRIATURAS

Capítulo 1: El reloj que no marca la hora.


El banquete de despedida en el Gran Salón del Castillo de Warwick se alarga hasta la madrugada, cuando se desmadra y se convierte en una entretenida velada con música, cerveza y risas. Todos intentan aparentar que son felices y se divierten, cuando la oscura realidad es que esta improvisada fiesta es la calma anterior a la inminente tempestad que se avecina, y que cubrirá los tejados del castillo de oscuros nubarrones.
Yo, sola, sentada en uno de los bancos de las largas mesas, con restos de faisán en el plato y unas ojeras que me llegan a la barbilla, observo el panorama. La gente baila una alegre melodía que tocan unos violines que flotan en el aire. Al menos no es el tostón de música que nos obligaba a escuchar la profesora Elisif. No puedo evitar pensar en el Baile del Solsticio de Invierno. Las sombras de los bailarines se reflejan en las paredes de piedra gris como despertando a espectros y a fantasmas del pasado que deberían permanecer dormidos.
Busco a mis hermanos mayores entre la gente: James y Samuel, esos dos son incapaces de relajarse ni siquiera en una fiesta. Ambos están de pie, rígidos y tensos, de brazos cruzados y con la mandíbula contraída, observando con vista de halcón cada detalle, cada rincón, cada persona...
Los hermanos Lodbrok, como en cada celebración, son el centro de todas las miradas. Los cuatro beben cerveza como cosacos, sus ojos brillan y en sus mejillas se reflejan las llamas de las antorchas. Ivar, el menor de todos, salta sobre la mesa realizando una complicada pirueta gracias a su inusual elasticidad, agarra una jarra de cerveza y la vuelca entera en la boca de su hermano Hvitsärk mientras los otros dos Lodbrok ríen y se carcajean.
La música empieza a provocarme dolor de cabeza y las visiones me nublan la vista.
Busco a Jack con la mirada y lo localizo al otro lado del salón, apoyado contra la pared gris y con el rostro sombrío. Últimamente siempre está de morros y con un humor de perros, y lo peor de todo, como estamos vinculados, siento como la oscuridad recorre todo su cuerpo, lo tienta, lo engatusa. Le sonrío y desvía la vista bruscamente, incluso sus intensos ojos azul claro han perdido el color, y cada vez son más blancos y fantasmagóricos. Agacho la cabeza, humillada y triste, ¿después de todo lo que hemos pasado, va a ser así como acabaremos? Se supone que esta podría ser nuestra última noche en la tierra, con nuestros amigos y nuestra familia, si el idiota de Jack quiere pasarla solo y de mal humor es su problema, no el mío.



 Agacho la cabeza, humillada y triste, ¿después de todo lo que hemos pasado, va a ser así como acabaremos? Se supone que esta podría ser nuestra última noche en la tierra, con nuestros amigos y nuestra familia, si el idiota de Jack quiere pasarla ...     

La jaqueca incrementa. Tengo que salir de aquí. 
De un salto me levanto de la mesa y la aporreo, y decidida salgo del Gran Salón. Me detengo en la arcada, siento que estoy a punto de perder el conocimiento. Kevin lee mis intenciones y corre detrás de mí. Jack va a intentar seguirme, pero el pequeño y escuchimizado Kevin, que a duras penas consigue levantar su mochila cargada de libros, se interpone entre Jack y mi camino:
-Apártate, Kev.-le reprocha Jack violentamente.
-Esta vez no-Jack se sorprende ante la desafiante respuesta de Kevin-. Ya le has aguado suficiente la fiesta a Ayden, es su momento, déjala en paz.
-No consiento que un simple humano como tú me hable de esa manera-su mandíbula cruje y Kev traga saliva, asustado, pero se mantiene firme-. No te lo repetiré, apártate de mi camino.
Jack intenta levantar su mano que sujeta una bola de luz blanca y azul que brilla intensamente. Sus pupilas se dilatan y su ojo se tiñe de dorado, pero antes de que pueda realizar cualquier movimiento, Kevin susurra:
Desmayus
Y deja a Jack fuera de combate.

Corro escaleras arriba hasta el quinto piso. No consigo acostumbrarme a que este maldito castillo mágico no tenga ningún tipo de ascensor. Me detengo a recuperar el aliento un par de veces, en el segundo y en el tercer piso. Subo las toscas escaleras de tres en tres, con el corazón latiéndome a toda prisa. Creo que voy a vomitar los pulmones. Cuando llego a mi destino, recorro el oscuro pasillo de piedra gris hasta llegar a la habitación 525. No me detengo, no pienso, si lo hago, lo más probable es que me eche atrás. Me aparto el pelo de la cara y golpeo con los nudillos. Oigo pasos al otro lado del portón de madera, la garganta me sabe a sangre y tengo la frente perlada de sudor.
Abre la puerta, va vestido con un pantalón marrón claro, camisa blanca y chaleco de punto azul marino. Todavía no estaba acostado, deduzco que estaba leyendo por las mantas revueltas y el libro colocado boca abajo sobre la cama. Entreabre la boca y se humedece los labios, está sorprendido, no me esperaba allí. Sus ojos verdes con esas pupilas anormalmente grandes están fijas en mí.
-Ayden...-consigue susurrar.
-Neville-se me seca la boca. 
¿Cómo puedo ser tan idiota? ¡Neville! Solo soy capaz de decir su nombre. ¿He subido cinco pisos de escalones a toda prisa solo para decir su nombre? Ambos nos quedamos en silencio, evitando mirarnos a los ojos. Desvío la mirada hacia el suelo y doy golpecitos con los pies. Soy patética.
-¿Quieres pasar?-tartamudea Neville.
Suspiro aliviada y entro a la habitación. Neville cierra la puerta detrás de mí. Nerviosa me acaricio el pelo. Me encanta entrar en el dormitorio de Neville, como todos los dormitorios del castillo, es pequeño, oscuro y lúgubre. Amueblado solo con una cama con cortinaje, un baúl, un armario ropero, un pupitre y un pequeño brasero. Pero la habitación de Neville es distinta, huele a Neville, con ese aroma inglés-victoriano tan característico suyo. En su pupitre están sus libros sobre filosofía, herpetología y alquimia y sobre su silla su largo abrigo gris, su bufanda y su gorro de lana. Intento leer el título del volumen que está tirado sobre la cama, pero la tenue luz del candil de la mesita no permite distinguir las letras.



Neville, como todos los habitantes de Warwick ha acudido al banquete en el salón, pero tímido y discreto como solo él sabe serlo, se ha retirado nada más comenzar la fiesta

Neville, como todos los habitantes de Warwick ha acudido al banquete en el salón, pero tímido y discreto como solo él sabe serlo, se ha retirado nada más comenzar la fiesta. Es una actitud muy de Neville esa de aborrecer las aglomeraciones de gente, la música alta y el exceso de bebida.
-¿Ya ha terminado la fiesta?-me pregunta con las manos en los bolsillos intentando establecer conversación.
La respuesta es evidente. El eco de la música se escucha desde la habitación y desde la ventana pueden verse las antorchas encendidas del Gran Salón. Voy a decir algo, pero me detengo. Voy a dejarme de rodeos y voy a lanzarme, es ahora o nunca. Como si se tratase de un examen final, escupo lo que he repetido y memorizado en mi cabeza un millón de veces:
-Escúchame Neville, me gustas, me gustas mucho-parpadea incrédulo.
El corazón me va a reventar el pecho. Hemos tenido esta conversación un millón de veces.
- Y sé que querías que tu primera vez con una chica fuese perfecta: romántica, con velas y música y una gran bañera de espuma, después de una agradable cena y un paseo romántico por los jardines... pero la cosa está mal, de hecho, está muy mal. Me voy mañana al amanecer, quizá me enfrente a la mismísima Muerte mientras este castillo es sitiado por criaturas tan horribles que no me atrevo ni a pronunciar su nombre. No quiero marcharme sin haber pasado la noche contigo, Neville. Tú quieres acostarte conmigo y yo quiero acostarme contigo, ¿por qué demorarlo más? Es ahora o nunca, aquí y ahora.
Respiro hondo, siento las mejillas encendidas y las manos sudorosas. Me he quitado un enorme peso de encima, pero el silencio de Neville me inquieta, quizá haya sido demasiado brusca con él... Siempre olvido lo sensible y romántico que es. Me sofoco y me tiemblan las rodillas.
-¿Y bien?-me voy a morir de vergüenza. Quiero correr, huir, que me trague la tierra.
Neville da un paso hacia mí y con una decisión que me deja sin habla, agarra mis mejillas y me besa con pasión. Me estremezco ante el cosquilleo de su lengua dentro de mi boca. Mis manos recorren la cremallera de mi sudadera y de un golpe la escurro por mis brazos y la dejo caer al suelo. Agarro el chaleco de punto de Neville y se lo quito por encima de la cabeza, revolviendo su cabello castaño oscuro. Siento la fría pared de piedra contra mi espalda, esa faceta tan confiada y segura de Neville me está volviendo loca. Siento sus manos en mi cintura, me agarran con firmeza,  hace menos de un mes temblaba como un niño cuando le besé en los labios por primera vez.
Me separo de él y le obligo a mirarme a los ojos. Me mira sin comprender, ¡lo voy a echar tanto de menos!
-Perdóname si he sonado muy brusca,-confieso arrepentida con un hilo de voz- no quiero forzarte a hacer nada que no quieras. Por favor, no te sientas presionado a acostarte conmigo si ahora no es el momento.
-Ayden.
-¿Qué?
-Cállate.
Nos continuamos besando con pasión, con deseo. Me encanta ver como toma la iniciativa y pasea sus labios sobre mi cuello. Un cosquilleo me sacude el cuerpo, lo abrazo, le acaricio el pelo y siento su peso sobre mí, su calor, su aroma, me nublan los sentidos. Me separo de él y me quito la camiseta negra, tirándola al suelo. Neville vuelve a humedecerse los labios mientras sus enigmáticos ojos recorren mi torso. Se me eriza la piel y me siento tentada a ocultar mi desnudo con los brazos. Se queda quieto, paralizado, doy un paso hacia él y, con los dedos sudorosos, empiezo a desabrochar los botones de la camisa. Me siento torpe e insegura y me esfuerzo por no temblar. Las manos de Neville vuelven a mí y me recorren la espalda. Sus dedos son ásperos pero me acarician con cuidado. Nos miramos y nos besamos de nuevo, enrollo mis brazos entorno a su cuello mientras sus manos siguen acariciándome.
He abierto su camisa y su torso queda al descubierto. No es atlético ni musculoso y tiene cierta flacidez en el abdomen y sobre las caderas. Su piel es blanca, casi translúcida y apenas tiene vello corporal. Solo un insignificante mata de pelo negro entre los pectorales. En mi vida he deseado a nadie como deseo en este instante a Neville Lewis-Papadopoulous. Nos abrazamos y nuestras pieles se tocan por fin. Me estremezco, siento ganas de llorar. Apoyo mi cabeza sobre su pecho y siento como su corazón palpita a toda prisa. Sus manos me rodean y me mecen con cariño. Me siento a salvo, segura, en casa. Ojalá ese abrazo durase para siempre. Su aroma me embriaga y me eriza todo el vello de mi cuerpo, cierro los ojos y siento sus labios posarse sobre mi cabeza. Neville es tierno y dulce como solo él sabe serlo.
Nos besamos de nuevo y tiro de su labio inferior con los dientes. Neville me besa en la frente, en los párpados, en los labios y en la garganta, y su boca comienza a descender por mi cuerpo, mientras me arqueo para encontrarlo. Sus labios sobre mis pechos son una tentativa que estoy dispuesta a probar, aunque su timidez no le ha permitido quitarme el sujetador. Sigue bajando, se arrodilla y me besa el ombligo mientras me sujeta con fuerza las caderas. Un cosquilleo me recorre el cuerpo. Cierro los ojos y me muerdo el labio. Me desabrocha el botón de los vaqueros y los desliza con suavidad por las caderas y por las piernas. De un par de patadas me quito los zapatos y Neville termina de quitarme los pantalones. Siento su aliento sobre mi Monte de Venus. Me excito. Sus labios húmedos besan la cara interior de mis muslos. Suspiro profundamente y le acarició el cabello. Su boca se pasea sobre mi ropa interior, buscándome, tentándome. Instintivamente le aprieto contra mí, lo deseo, lo necesito, quiero sentirlo dentro y quiero hacerlo ahora. Sus dientes, con una sensualidad que me deja patidifusa, tiran del elástico de mis bragas. Gimo, enloquezco, me contraigo. Quiero retenerlo allí para siempre. Me arqueo imaginándome lo que podría hacer su lengua en esa zona. 
Neville se incorpora y devoro con deseo su boca. Sus besos me han puesto a mil. De un tirón le escurro la camisa de los hombros, la arrugo y la tiro. Me lanzo a sus pantalones, los desabrocho y se los bajo. Mis dedos rozan levemente su miembro, está duro y dispuesto y ha salpicado el calzoncillo. Del contacto, han saltado chispas. Le agarro de la mano y lo conduzco a la cama. Me tumbo boca arriba y le invito a acomodarse sobre mí. Con temor, Neville repta sobre mí. Su olor se ha intensificado y se ha vuelto más erótico y sensual. Se detiene un instante, coge el libro que antes de mi interrupción había dejado sobre la cama, le coloca un marcador y lo deposita con cariño sobre la mesita de noche. Ese es mi Neville. Sonrío. Le agarro de la nuca y lo acerco hacia mí.
-Ven, déjate llevar.-le animo entre beso y beso, mordisco y mordisco.
Le cuesta apoyar su cuerpo sobre el mío. Neville es alto y de hombros ancho, si no fuese por la ropa tan clásica que viste podría pasar por un jugador de rugby, pero es consciente de su tamaño y tiene miedo a hacerme daño o a aplastarme con el peso de su cuerpo. Tiembla, su frente esta perlada de sudor, despacio y sin dejar de besarlo, lo aliento a dejarse caer. Otra vez su piel contra la mía, es electrizante, estimulante, impresionante. Mis piernas rodean sus caderas. Siento su erección y como se restriega contra mi cuerpo. Me gusta, y a él también.
-¿Estás listo?
Me mira con la duda sembrada en sus ojos, pero asiente con la cabeza. Deslizo mi ropa interior por las caderas y él hace lo mismo con la suya. Sus mejillas se sonrojan, no le gusta que le vea totalmente desnudo, se siente vulnerable e indefenso.
Me muerdo el labio ansiosa: "buen tamaño y buena forma". 
No sabe qué hacer. Se sabe la teoría de memoria, pero aplicar la práctica es una cosa muy diferente. Está asustado.
-Déjame ayudarte.-le guiño un ojo.
Abro las piernas para él y me incorporo levemente. Mis dedos fríos en su miembro petrifican su cuerpo. Le acaricio, le beso y le invito a que se relaje. Introduzco la punta en mi hendidura, me recuesto sobre la cama y el repta sobre mí como una serpiente. Lo siento dentro de mí, cierro los ojos para disfrutar del momento. Mi vagina se contrae adaptándose a la nueva forma que acaba de invadirla. Neville se queda quieto, inmóvil, sus respiraciones son profundas y aceleradas. Me perturba que se quede así tanto rato, incapaz de moverse.
-¿Neville, estás bien?-le pregunto acariciándole la mejilla.
Me mira.
-No me puedo creer que esto esté pasando.
Me muerdo el labio inferior y le golpeo con la cadera. Neville gime, no sabe que ha pasado pero le ha gustado. Sus ojos brillan. Bajo su peso empiezo a marcar un débil compás, él hace lo mismo y empieza a mover las caderas lentamente. Me gusta, es suave, delicado y tierno, como es Neville. Nuestras respiraciones se aceleran a medida que incrementamos el ritmo. Gritamos, jadeamos. Con una decisión que me sorprende, sujeta con firmeza una de mis piernas sobre su cadera. El ángulo de penetración mejora, ahora es más intenso, más profundo. Grito. Nos besamos con pasión, veo como lucha por mantener el control de su cuerpo, instintos primitivos y animales despiertan en su interior. Le obligo a mirarme a los ojos, quiero recordar a la perfección y con todo lujo de detalles este instante: sus ojos asustadizos de grandes pupilas, el óvalo de su rostro, sus mejillas hinchadas y sus labios grisáceos. Aspiro su aroma masculino, el sabor de su boca y el tacto de su piel, sus gemidos en mi oído. No quiero olvidar nada, quiero disfrutarlo con los cinco sentidos.
Le mordisqueo el lóbulo:
-Te deseo Neville, te deseo muchísimo...
Escucharme hablar le excita. Sus brazos tiemblan y no puede retener el sonoro gemido que se escapa de su boca.
-¿Te gusta?-me pregunta.
-Me encanta.
Cierra los ojos y los impactos de sus caderas se vuelven más intensos y fluidos. Se esta aguantando, pero no quiero que lo haga, quiero que se deje llevar. Un espasmo me recorre la espina dorsal, grito con fuerza mientras sujeto su rostro por la nuca.
-Repítelo, por favor...-me suplica a punto de estallar-Dime que te gusta.
Verlo excitado me excita todavía más.
-Me gusta Neville, me encanta lo que me estás haciendo. No pares, por favor, no pares ahora...
Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás. No sé como lo está haciendo, pero ha llegado a un punto donde cada impacto me acerca de una manera vertiginosa al orgasmo. Jamás me había sentido así con nadie, ni siquiera con Cas y eso me asusta.
Acelera. Respiro muy deprisa, él también. Sudamos. Gimo, gime, grito, grita. Me contraigo, me arqueo, busco la profundidad.
Siento como se derrama en mi interior, provocándome espasmos de placer. Me encantan los gruñidos que emite cuando alcanza el orgasmo y se deja llevar. Se intenta apartar pero lo retengo, quiero sentirlo dentro un rato más, quiero que sea mío esta noche, igual que yo quiero ser toda suya. Se aparta y se tumba en la cama, boca arriba y busco refugio en su torso. Jadea exhausto,  su pecho se agita deprisa, aún así, se le ve feliz, satisfecho y relajado. Sonríe. Tiene una maravillosa sonrisa de dientes imperfectos. Sus labios se entreabren en esa expresión suya tan característica y el pelo se le pega a la frente por el sudor. Me rodea con un brazo y sus dedos ásperos me acarician la espalda. Cierro los ojos, su perfume británico se ha acentuado con un irresistible toque de almizcle, que ha otorgado a mi clásico greco-inglés un aire sensual, exótico e irresistible.
Acaricia con cariño los tatuajes y las cicatrices que cubren mi cuerpo: el ancla en la pelvis, los dragones del brazos, la marca de nacimiento en la mano izquierda y las runas grabadas en la nuca y en mi costado.
-Sé que no querías que fuese así, Neville...-le susurro hipnotizada por el calor y la comodidad de su cuerpo-Se supone que esta debía de ser tu noche, y creo que te la he estropeado.
-No digas eso, ha sido perfecto.
Mis mejillas se sonrojan, froto la mejilla contra su pecho.
-No debía preparar el momento perfecto para la primera vez, sino encontrar a la persona perfecta y dejar que todo sucediese... Estoy completamente loco por ti, Ayden Winchester.
Siento un nudo en la garganta. Sé lo complicado que ha debido ser para Neville decir esas palabras, para el tímido y retraído Neville. Es increíble como ha cambiado los últimos meses, desde que llegué a Warwick. No ha sido buena idea venir, ahora lo tengo claro, odio las despedidas, y cada vez me está resultando más difícil hacerme a la idea de que tengo que dejar a Neville.
-Encontrarás a un montón de chicas que te volverán loco, Neville, e incluso más loco de lo que te vuelvo yo.-respondo con un ápice de tristeza en la voz. 
Intento mantener el control, parecer segura de mi misma, pero siento que los nervios van a traicionarme de un momento a otro.
-No encontraré a nadie tan especial como tú, Ayden-se incorpora y agarra mi mano entre las suyas-. Déjame acompañarte mañana.
Desvío la mirada y Neville acaricia el óvalo de mi rostro.
-Ya hemos hablado de esto.
-Ayden, escúchame, no soy un guerrero, pero podría ser de utilidad. Soy un buen alquimista y domino el arte de las pociones, podría ayudaros si lastiman a alguno de vosotros o...
-Sabes que no puedo hacer eso,-le interrumpo antes de seguir escuchando sus argumentos- ya me desagrada la idea de que Kevin y Rafael nos acompañen. Esta misión es algo que solo nos concierne a Jack y a mí. Vamos a atravesar el mar, sin rumbo, porque hay una criatura, un ente oscuro que nos llama en sueños, y amenaza en hacer cosas malas a los que amamos si nos negamos a ir. 
Acaricio su cabello oscuro con el sentimiento de añoranza floreciendo en mi interior:
-Eres importante para mí, Neville, por eso quiero mantenerte sano y salvo. No hay sitio más seguro en el mundo que el castillo de Warwick, y especialmente si está protegido por una horda de Winchesters.
Apoyamos la frente la una contra la otra y cerramos los ojos. Su voz es un susurro embaucador:
-No puedes presentarte así en plena noche, acostarte conmigo, decirme que soy importante en tu vida y marcharte al día siguiente como si nada. No puedes hacerlo, Ayden, simplemente no puedes...
-Puedo, Neville-respondo tranquila-solo quería atar cabos antes de irme, si muer...
-No digas eso. Ni se te ocurra decirlo. No vas a morir, Ayla, no lo voy a permitir. ¿Te quiero, vale? ¡Te quiero! Y si te pasara algo yo, yo...
Lo miro anonadada, sin dar crédito a lo que me acaba de confesar. Neville acaba de caer en la cuenta de su confesión y comienza a tartamudear, como hace siempre que se pone nervioso, sus mejillas se oscurecen y se humedece los labios a modo de tic nervioso.
-Oh, Neville-enrollo mis brazos alrededor de su cuello, tengo ganas de llorar-no has debido decir eso.
Le beso con cariño, pero en seguida se convierte en pasión desenfrenada y siento como el fuego arde en mi interior. Deseosa, no solo del amor de Neville, sino también de su cuerpo y de su deseo. Lo empujo contra la cama y me tumbo sobre él:
-No me arrepiento de haberlo dicho, Ayden-susurra-. Es lo que siento de verdad. No quería dejar cabos sueltos antes de que te marchases.
Acaricio su rostro:
-Por favor, prométeme que te mantendrás a salvo, que seguirás al pie de la letra las instrucciones de Samuel y James y que no intentarás hacerte el valiente.
-Te lo prometo si tú me prometes que regresarás a Warwick.
-Volveré, Neville, y cuando lo haga, repetiremos esto.-le sonrío.
-También podríamos repetirlo ahora.
Le miro con los ojos abiertos como platos:
-¿Es que ya estás listo para un segundo asalto?
Asiente con timidez y le devuelvo una pícara sonrisa. Me incorporo, sentándome sobre su pelvis. Sí, definitivamente está listo para la segunda ronda. Me quito el sujetador y se lo tiro a la cara. Neville, con cara de bobalicón y la boca entreabierta lo aparta y observa mi cuerpo contonearse sobre él. Me salto los preliminares y busco con fervor que se introduzca dentro de mí. Neville respira hondo, coloca sus manos en mis caderas y me ayuda a encajarme completa y profundamente en él. Un gemido se escurre de mi boca mientras comienzo un sensual baile sobre él, provocando que los dos nos dejemos llevar por el placer. Neville se incorpora, le ofrezco mis pechos y le pido que me los muerda con suavidad, que tire de ellos. Enrollo mis brazos a su alrededor mientras con sus suaves mordiscos, sus caricias y sus besos incrementa mi placer, lo siento hinchado en mi interior, me contraigo y me arqueo, buscando que llegue a lo más hondo de mí, lo quiero más adentro, lo necesito más adentro. Grito, grita, gritamos.
 Nos abrazamos, la totalidad de nuestras pieles desnudas la una contra la otra. Calor, excitación, erotismo al mismo que tiempo dulzura, ternura, cariño, amor. Hogar, segura, a salvo. Nunca había experimentado una sensación como aquella. Es indescriptible. Devoro su boca mientras siento como mis pechos se aprietan contra él. Por favor, que este abrazo dure siempre...

El amanecer me sorprende dormitando sobre el pecho de Neville. Me agrada que sea su peculiar aroma masculino lo primero que siento al despertar. El sol apremia y la intensa luz naranja atraviesa el cristal y me daña los ojos. No, me niego, quiero alargar este momento un poco más. Me levanto, corro las cortinas y me vuelvo a recostar en la cama, con la barbilla apoyada en su cuerpo desnudo, con sumo cuidado de no perturbarlo. Lo observo dormir, parece tranquilo, su pecho se agita pausado y con calma y sus labios están ligeramente separados. Su cabello castaño oscuro revuelto, y las mejillas cubiertas por una juvenil barba que afeita cada mañana. Es tan hermoso que incluso duele, lo que estoy a punto de hacer va a dolerme más de lo que imaginaba. Sus palabras retumban en mi cabeza y temo que nublen mi juicio.
El sol insiste, ya atraviesa furioso las cortinas que cubren la ventana. Es la hora, debo marcharme. Busco mi ropa, que esta tirada por la habitación y me visto a toda prisa. Neville ni se ha inmutado, continua plácidamente dormido. Me acerco a él y agarro una almohada, absorbiendo su aroma con todas mis fuerzas, para que quede bien impregnado en mis pulmones. Neville arruga la nariz, el sol está a punto de despertarlo.
-Lo siento mucho, Neville.
Me inclino sobre él y colocando dos dedos en su frente, susurro un hechizo en enoquiano. Neville arruga la nariz y se frota el rostro con la mano, me quedo de piedra, aguantando la respiración y con el latido de mi corazón rebotándome en la cabeza. Vuelve a dormir.
Me levanto y busco los pantalones de Neville, que están tirados en el suelo y extraigo de ellos el antiguo reloj de bolsillo, la reliquia familiar que su abuela materna le legó y que significa muchísimo para él. El artefacto es conocido como el reloj que nunca marca la hora, ya que, desde que llegó a manos de la familia Berkeley las agujas no se han movido.
Vuelvo a Neville una última vez, le beso en la frente, apretando con fuerza el reloj entre mis manos y salgo corriendo hacia mi habitación. Subo las escaleras hasta el séptimo piso, tropiezo, me levanto y vuelvo a tropezar. Las lágrimas de los ojos no me permiten calcular la distancia entre los escalones. Llego a la puerta de mi habitación, la 711, pero cuando voy a abrirla, Rafael sale de ella:
-¿Ayden, estás bien?-me pregunta preocupado.
No puedo contenerme y me echo a llorar en sus brazos, mientras me mece y me consuela susurrándome palabras bonitas al oído.

Después de desahogarme y sin darle detalles a Rafael sobre lo ocurrido durante la noche anterior, me preparo para partir. Sobre mi cama está dispuesto mi equipaje, solo una pequeña mochila, y a su lado, Fenrir envainada, con sus ojos brillantes desafiándome. Un escalofrío me recorre la espina dorsal. 
Me meto en la ducha y dejo que el agua caliente borre de mí todos los rastros que Neville ha dejado en mí: sus labios, sus caricias, su olor... Los chorros de agua disimulan las lágrimas que me resbalan por las mejillas. Salgo de la ducha y me envuelvo con una toalla blanca. Con la mano, limpio el cristal empañado y me miro al espejo. Estoy hecha un desastre: mi piel es pálida y enfermiza, mis ojos acuosos y con dos grandes bolsas negras arropándolos.  Me cepillo el largo cabello rubio oscuro, estoy llena de enredos (tanto en sentido literal como metafórico). Un pelo así no es práctico para ir a enfrentarse al Mal. Desenvaino a Fenrir y lo transformo en daga en mi mano y cometo el crimen. Mi larga melena pierde su característico tono rubio oscuro y se vuelve color castaño, únicamente las puntas, que me rozan los hombros, siguen rubias, aunque ahora son muy claras, casi blancas.
Me pongo vaqueros, bien sujetos con un cinturón, una camiseta de manga corta negra y una sudadera verde oscura, me abrocho con fuerza las botas y me abrigo con un anorak blanco, una bufanda gris, gorros y guantes. Termino de empaquetar mis cosas y meto en la mochila el Diario de Caza de Henry & John Winchester, sea lo que sea a lo que nos enfrentemos, seguro que ese libro tiene la respuesta. También incluyo dentro del manual las anotaciones de Samuel, otro gran erudito en materia de criaturas sobrenaturales. Tampoco olvido mis amuletos protectores: la gargantilla con el dragón de cobre, no es ningún artilugio mágico, pero me gusta tenerlo cerca de mí. Antes de ocultarlo bajo mi ropa, observo el reloj que he robado a Neville: es una joya exquisita, fabricada en cobre, como mi dragón, pero con exquisitos dibujos tallados. En el reverso, rodeado de flores y enredaderas una estilográfica B mayúscula ,inicial de la familia Berkeley y alrededor de la esfera doce pequeñas estrellas. Lo abro, las agujas están paradas, según Neville, nunca han llegado a moverse. Marcan las tres y nueve minutos. Me lo cuelgo del cuello y lo oculto bajo la ropa, en contacto directo con mi piel. El frío metal me pone la piel de gallina. Neville, su piel contra la mía, calor, de nuevo sus labios sobre los míos, el aroma de su pelo.... Regresa el dolor de cabeza y se me nubla la vista. Otra vez esa horrible sensación de claustrofobia. La marca de mi mano me escuece como si me hubieran vertido ácido.
Salgo del castillo y paseo por los acantilados, aun queda un rato hasta que partamos y necesito despejarme. El viento es especialmente fuerte esta mañana. Las espumosas olas del mar impactan contra los acantilados violentamente, el ruido que provocan me recuerda al rugido de un dragón. Un pequeño desprendimiento, cuevas, grietas y agujeros excavadas en el acantilados aparecen y desaparecen entre el oleaje.
Me encuentro a Cas mirando el mar. Firme y soberbio, con el mentor elevado y las manos en los bolsillos. El viento le revuelve su cabello negro y agita una gabardina que no debe de abrigarle demasiado. Cas es un espectro, no siente hambre, ni frío ni calor, ni tampoco necesita dormir. Un espectro es como se llama a los ángeles que adquieren forma humana y pasean entre los mortales. Contra más tiempo permanezcan en la tierra, más se debilitarán sus poderes celestiales y más "humanos" se volverán. Desde la revuelta de Miguel, Cas forma parte de la Alta Comisión del Cielo, bajo las órdenes de Gabriel y junto con la implacable y severa Naomi La Inquisidora.
Me acerco a él en silencio, pero antes de llegar a su lado, ya ha percibido mi presencia:
-Has madrugado, Ayden.-me saluda con su voz fría e inexpresiva.
-Podría decir lo mismo.
-Los espectros no necesitamos dormir...
-Lo sé, era una ironía.-fuerzo una sonrisa.
-Me gusta tu pelo.-Cas no es un hombre de muchas palabras, pero me alegra que se haya fijado.
Me aparto un mechón de pelo rebelde de la cara.
-¿Qué haces aquí tan pronto, Ayden? Deberías estar preparándote para el viaje.
-Necesitaba estar sola un rato, Cas, para despejarme. Alejada de las miradas de Warwick, de los comentarios y de los susurros. De esas lenguas de víbora y falsas sonrisas de payaso.
Nos mantenemos en silencio un buen rato, observando el precioso paisaje que ofrece aquel rincón cerca de Escocia. El viento nos revuelve el pelo y sacude nuestras ropas. Siento la piel de gallina y como el frío se me cala en los huesos.
-Siento que algo te perturba-Cas habla sin apartar la mirada del mar, sus ojos son tan azules que incluso son capaces de eclipsarlo-y no estoy hablando del viaje que estás a punto de emprender, sino de algo mucho más profundo, algo mucho más "humano", y no lo digo porque percibo en ti la oscuridad, lo digo como una persona que te conoce desde hace muchos años y que sabe que algo te ronda por la cabeza-mis ojos se ensombrecen, Cas es lo suficiente locuaz como para saber de qué se trata-¿Dónde está tu amigo, Ayden? El muchacho con el chaleco de punto.



-Siento que algo te perturba-Cas habla sin apartar la mirada del mar, sus ojos son tan azules que incluso son capaces de eclipsarlo-y no estoy hablando del viaje que estás a punto de emprender, sino de algo mucho más profundo, algo mucho más "huma...

-¿Neville?-doy un paso hacia adelante-Probablemente buscando el reloj que le legó su abuela.
Le muestro el reloj a Cas, apenas lo mira:
-¿Se lo has robado?
-Como recuerdo, es muy probable que sea lo único que me quede de él-suspiro hondo y siento un nudo en la garganta-. Pasé la noche con él, Cas, estuvimos juntos-cojo aire, estoy a punto de desmoronarme-me dijo que me quería y esta mañana, antes de irme le he borrado la memoria con un hechizo enoquiano.
Cas me mira con compasión, a través de mis ojos puede leer mi dolor:
-Oh, Ayden, ¿por qué has hecho esto?
-Porque si Warwick cae, y caerá, porque así lo he visto en mis sueños. Las Criaturas, los Entes, esos que aún no he conseguido averiguar que son y que quieren de mí y de Jack, intentarán por todos los medios hacerme daño, y si descubren que Neville tiene sentimientos hacia mí, y lo peor de todo, que son correspondidos, le harán daño, lo torturarán y lo matarán. Lo único que quiero, Cas, es mantenerlo a salvo, Neville es demasiado bueno y tierno para enfrentarse al sitio de Warwick.
-El hechizo que has utilizado es muy peligroso e inestable.
Le miro sin comprender, le he visto utilizar ese hechizo miles de veces para borrar recuerdos de alguien que ha visto demasiado y le pido alguna explicación. Me pongo pálida solo de pensar que puedo haber dañado a Neville.
-¿Has borrado todo rastro de tu persona en el chico?
-No, solo he borrado hasta pocas semanas antes del Baile del Solsticio. Neville sabe quién soy y que soy compañera suya en Warwick, pero ha olvidado que fuimos amigos, que nos besamos mientras bailábamos, y por, supuesto, que anoche nos acostamos.
Cas me pone una mano en el hombro, fraternal.
-Ayden, el hechizo que has aplicado solo borra recuerdos, no sentimientos. Neville seguirá enamorado de ti, aunque el dolor y la frustración será mayor, porque no sabe de quién está enamorado. Añorará a alguien sin saber a quién y esperará el retorno de alguien que nunca llegará.
-Todo esto es mucho mejor que el hecho de que me haya escogido a mí para amarme.
No intento convencer a Cas de que he tomado la decisión correcta, me intento convencer a mí misma sobre borrar sus recuerdos.
-Y si pudiera borrar la mente de James, Samuel, Kevin, Rafael, Hannah.... lo haría sin pensarlo. Todos estarían mejor si no me hubiesen conocido. Estarían a salvo.
-Los recuerdos son algo muy frágil con lo que no se puede jugar, Ayden. Neville puede haber perdido una parte de si mismo: sentirá dolor, frustración y sufrimiento. Además de que el hechizo puede romperse con relativa facilidad con algún factor que os una: un lugar, un sonido, un olor...
-Pues encárgate de que eso no suceda, Cas-le sacudo por los hombros-. Sé que has prometido velar por todos los habitantes de Warwick, pero, por favor, te lo pido como amiga y te lo pido por el amor que nos unió años atrás. Cuida especialmente de Neville, mantenlo a salvo, no quiero que le pase nada. Es muy discreto y siempre permanecerá oculto en segunda fila, es callado, tímido y retraído, y si le preguntas es posible que respondo en susurros y tartamudeando. Pero es muy inteligente, Cas, conoce los secretos de la alquimia y la herbología, además de que es un gran estratega, por herencia familiar. Escúchale, pídele sus notas y sus apuntes, quizá sepa mejor que nadie como preparar el castillo para un sitio.
Cas, frío como el hielo, asiente.
-¿Alguien más a parte de Neville, con quien tenga que tener especial cuidado?
-Hannah. Es una chica rubia con el pelo muy largo, un par de años más joven que yo, la reconocerás enseguida porque tiene una permanente expresión de sorpresa en el rostro y suele leer libros al revés. Es amiga mía, prácticamente la única que tengo, y está colada por Neville, no estaría de más que acabasen juntos.
Le guiño un ojo y Cas fuerza una extraña mueca parecida a una sonrisa. El sol ya ha aparecido completamente por el horizonte del mar y la multitud empieza a congregarse en la entrada principal del Castillo. 
Ha llegado la hora de partir.

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