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Capítulo III: Gabe

El tiempo mejoraba por días, igual que mi estado de ánimo. Matt tenía esa capacidad de sacarme una sonrisa en cualquier momento del día. Él era la confianza y la seguridad en mi misma que me faltaba. Era mi autoestima, y poco a poco y sin darme cuenta se estaba convirtiendo en mi vida. Uno de los momentos que más me gustaban del día era la cena: nos sentábamos juntos y comentábamos lo que habíamos hecho aquel día. No había preocupaciones por el dinero, ni por los kilos de más, ni por lo mal que me había ido en el trabajo… Solo caza, construcción, tiros... Los poemas de Noah, la última trastada de Matt, la discusión entre los dos hermanos mayores sobre cómo hacer un proyecto, los aullidos de Bear y las imitaciones de Gabe… Me gustaba ver a Billy y a Ami, besándose, dándose la mano y abrazándose después de tantos años juntos. Empecé a verme así con Matt, casados y rodeados de niños en los bosques… Sin duda era la mayor tontería que se me podía ocurrir, pero en esos días me sentía tan feliz y tan despreocupada que no podía ni imaginarme lo que se me venía encima. Matt Brown era el primer hombre en la faz de la tierra que conseguía que desconectase de mi rutina, de mi trabajo, de la vida en general y disfrutase un poco, incluso empecé a valorarme un poco más cuando cacé un conejo por mi cuenta y Matt lo celebró como si se tratase del gran triunfo del verano, toda la familia lo celebró. Me sentía bien, me sentía en casa, y cada vez me sentía más valorada por el resto de los miembros de la familia: Mi segundo momento favorito del día era despertarme acurrucada junto a Matt, se estiraba perezoso y me atraía hacia él para que le calentase. Debo reconocer que a veces se me hacía un poco empalagoso, todo el día encima de mí, pero era un tipo listo, y enseguida se dio cuenta de que a veces era mejor dejarme sola un rato para que se pasase el enfado que atosigarme con preguntas y abrazos. Por las noches pasábamos largas horas conversando sobre cualquier tontería, como si fuese un juego, éramos como niños… Hacíamos el amor hasta quedarnos dormidos oyendo el crepitar del fuego. Matt Brown era el único hombre capaz de convencerme para acostarme con él cuando en realidad no quería, los trece años que me sacaba de más eran sin duda, un aliciente de experiencia. A pesar de vivir en el bosque, sabía lo que debía hacerle a una chica: “Ami a criado a un caballero, sin duda”. No era muy dada a las muestras de afecto en público, pero Matt decía que en Alaska no sabes si volverás a ver a esa persona, así que es muy importante que sepa cuanto la quieres y la valoras: se pasaba el día colmándome de besos y abrazos. Las palabras de Noah estaban gravadas a fuego en mi cabeza: cosas que no había querido hacer nunca con una pareja, que me desagradaban, con Matt Brown las hacía hasta con gusto, ¿sería verdad en qué sería mi alma gemela o solo era el entusiasmo inicial que se acabaría desvaneciendo con el tiempo? “Si no lo intentas nunca lo sabrás. Dios no nos pone obstáculos más fuertes que no podamos superar” me hubiese respondido Noah.
Al principio me mostré reacia a pasar tiempo con los Brown, intentaba ser lo más educada posible, pero sin que la confianza aflorase demasiado: no por el hecho de ser una inútil, que también, sino que por hacer caso al consejo de Naoh, estaba empezando a plantearme realmente a intentar algo serio con Matt, a dejarlo todo y vivir en el bosque, pero tenía miedo de que no funcionase, de que en un par de meses, en un par de años, o incluso en un par de décadas, el amor se terminase, o añorase demasiado mi antigua vida: “si, aquella sociedad que me había tratado tan mal”. Pero sobretodo, tenía miedo a quedarme, tenía miedo a encariñarme con esa gente, esa familia que me había tratado tan bien, y que me obligasen a quedarme…
Aunque adorase el carácter infantil de Matt, cuando necesitaba una conversación seria, Bam era mi refugio, me asombraba toda la cultura que tenía, su manera de hablar… Era serio y se preocupaba con facilidad, por eso me entendía tan bien con él y en seguida se convirtió en mi confidente. Con Noah pasábamos largas temporadas meditando, nos podíamos pasar horas sentados el uno al lado del otro, sin decir palabra, en silencio… deleitándonos con la compañía del otro. También hice muy buenas migas con las chicas, ambas estaban entusiasmadas por que hubiese otra chica en Browntown, al principio se peleaban por captar mi atención, pero finalmente llegamos a pasar buenos ratos las tres juntas haciendo cosas con Ami, incluso me enseñaron algunos de sus símbolos para comunicarse en secreto.
La matriarca del clan también me fascinó desde un primer momento, era tan cariñosa, tan dulce… Me trataba tan bien que desconfiaba de sus intenciones. Conocía perfectamente a cada uno de sus hijos, y los había educado para que fuesen unos perfectos caballeros, a pesar de vivir en el bosque, Ami me enseñaba muchas cosas, disfrutaba haciéndolo y a pesar de mi torpeza, no tenía más que palabras de elogios hacia mí, creo que intentaba por todos los medios que me quedase en Browntown y le diese esos ansiados nietos. Una vez, mientras curtíamos una piel comenzó a interrogarme sobre la vida que Matt y yo hacíamos en la cama, fue un momento realmente incómodo para mí. “Con la madre de tu chico es con la última persona en el mundo sobre la que hablarías sobre cuáles son las mejores posturas sexuales para concebir” Eso me hizo pensar que desde que había llegado al Bosque no había tomado ningún tipo de anticonceptivos, y sin calendario ni reloj era bastante complicado averiguar cuando fue la última vez que me vino la regla… Esa conversación la detuvo Birdie. Snowbird se convirtió en mi inseparable amiga y consejera, conocía a su hermano mejor que nadie, y cuando le pedí consejo sobre cómo impresionarlo, solo me dijo que fuese yo misma. Era una chica muy tímida, siempre oculta bajo el gorro de lana y aquellas gafas redondas, le costó mucho abrirse a mí, quizá al principio también desconfiaba de la chica que había traído Matt de la mano en su vuelta del centro de rehabilitación. Era una extraña, la primera “novia” que entraba en Browntown (no me gustaba decir que era su novia, tenía pánico a que si oficializábamos la relación se fuese todo el traste) así que no me sorprendió que me tratase distante, me esforcé para ganármela, y al final nos convertimos en la amiga de la infancia de la que habíamos carecido ambas. Bird me preguntaba sobre la vida en la gran ciudad, sobre moda y tendencia, sobre que hacían las chicas de nuestra edad para divertirse… Yo nunca he sido muy sociable, ni de seguir a la mayoría, pero intenté orientar a la chica lo mejor que pude para ganarme su amistad. Snowbird siempre decía que adoraba el bosque, personalmente, creo que lo decía para no decepcionar a su madre, quien estaba encantada de tenerlos a todos en Browntown y de fundar allí su colonia, pero sin duda, Birdy sentía mucha curiosidad sobre cómo sería vivir en la gran ciudad…
De los otros hermanos también estaba Bear, me llevaba estupendamente con él, incluso trepamos junto a árboles, pero esa es otra historia. De todos ellos, Billy era el que me trataba más distante, más frío. Al principio me daba miedo, era como un viejo oso gruñón al que acababan de despertar de la hibernación con un cubo de agua fría. Matt y Ami me dijeron que no me preocupase, que Billy Brown me adoraba, solo que le daba miedo perder su esencia de macho duro de Alaska ante la chica de su hijo. Pero yo ya le había visto llorar como un bebé y abrazar a Matt desesperadamente cuando volvimos. Ganarme el corazón de Billy Brown era una de las asignaturas que me quedaba pendiente en mi estancia en los bosques.
El que sorprendentemente apenas me dirigía la palabra era el simpatiquísimo y sociable Gabriel Brown. Todos sus conocidos no paraban de hablar de lo gracioso que era, y de lo genial que eran sus imitaciones. Era dulce, un amor… Pero cuando yo estaba cerca se ponía serio y volvía a su trabajo. Era un chico grande, y también bastante patoso, solía resbalar a menudo, y cuando yo estaba cerca se marchaba todo lo digno que podía. Matt también era torpón, y cuando se caía se levantaba entre risas, yo también aprendí a reírme de mi torpeza, pero Gabe no… Gabe parecía sentirse el chico más patoso del mundo y se maldecía por ello. Mi fascinación por mirar a los ojos de las personas me ayudó a llegar a la conclusión de que Gabe no me sostenía la mirada cuando no supe decir de qué color ni que forma eran sus ojos. Intenté tener una conversación con él, para demostrarle que no era tan mala como creía, que quería a su hermano y que estaba dispuesta a formar parte de su familia y de llevar su modo de vida. No iba ser la arpía que se lo llevase. Es extraño, porque las primeras veces que hablé con Gabe, antes de que empezase toda la historia con Matt, me hablaba con normalidad, era simpático y servicial conmigo, incluso me pareció que intentaba flirteae, pero he tenido la autoestima tan baja siempre que nunca he sabido captar cuando un chico intentaba ligar conmigo o simplemente ser amable.
Mi oportunidad para intentar ganarme a Gabe se presentó cuando la primavera comenzaba  despertar de verdad: una mañana en la que el bosque apareció bañado en rocío. La primera bocanada de aire de ese amanecer me supo a tierra mojada, adoraba ese aroma porque era el olor de Matt, y lo recordaba acurrucado durmiendo junto a mí. Desde entonces que no puedo oler a tierra húmeda sin acordarme de él… Billy había organizado una partida de caza para ese día, pero como pasa siempre con los Brown, las cosas se torcieron: Rainy se puso enferma y tuvieron que llevarla al médico: Bam llevaba el timón, y a parte de la enferma la acompañaron Ami, Snowbird y Noah. Pero no solo había que ir a por el último venado de la temporada, los osos empezaban acercarse y había que proteger la casa y el campamento contra ellos, no queríamos que se nos volviese a colar un oso en la cabaña. Mientras Billy intentaba organizar a sus hijos para que pudiésemos terminar las tareas previstas, Gabe se ofreció voluntario para ir a cazar venados.
-¡Yo iré con él!-me sorprendí con la espontaneidad con la que había respondido. Todo el campamento fijó la vista en mí. “Tierra, trágame por favor, ¿cuándo aprenderé a tener la boca cerrada cuando toca? Evitaría ponerme en ridículo en muchas situaciones…” Mi voz solía pasar desapercibida, pero el eco de la montaña se encargó de que hasta el último Brown me escuchase.
-Ni hablar…-respondió Gabe con la misma rapidez.
-¿Por qué no?-Matt saltó en mi defensa-Llevamos practicando con el rifle varias semanas-“¿ya hace semanas que estamos aquí?”-el otro día Ayla cazó un conejo por su cuenta. Yo creo que está lista para cazar venados, y además, no nos queda otra…
Bam levantó la mano:
-Sorprendentemente, estoy de acuerdo con Matt. He visto disparar a Ayla, le falta pulir un poco la técnica, pero no lo hace mal…
-Y es silenciosa…-“gracias por tu intervención, Noah” Esbozó aquella medio sonrisa tan desconcertante que tenía.
-¡No ha cazado venados en la vida!-sentía el tono de desprecio con el que Gabe hablaba sobre mí, como si no estuviera… Me dolía que me tratase así, era como volver al instituto, cuando me trataban de tonta y de inútil. Volvieron a aflorar esos sentimientos que intentaba por todos los medios dejar atrás. Sentí ganas de llorar, últimamente lloraba por cualquier tontería “En Alaska no se llora” me repetía una y otra vez a mí misma. Matt tenía un sexto sentido para averiguar cuando me sentía incómoda y me rodeó con su brazo protector. “Otra vez el aroma a tierra mojada”.
-Yo creo que debería ir-sentenció Bam.
-Y yo-respondieron Matt y Noah casi al unísono…
-No cazaremos nada…-argumentó Gabe-Volveremos con las manos vacías…
-Si vas con esos humos seguro que no…-Matt intentaba sacarle una sonrisa sin éxito alguno.
Billy interrogó con la mirada a sus dos hijos mayores, se fiaba del criterio de Matt y de Bam. Los dos muchachos respondieron asintiendo con la cabeza:
-Bam, mamá, Noah y las chicas al barco. Matt y Bear empezad a reparar el puesto de vigilancia. Gabe y Ayla a por el venado.-concluyó el patriarca muy solemne.
Me contuve para contener la emoción delante del viejo oso. Matt se alegró por ambos, me cogió en brazos y me dio vueltas a su alrededor.
-Ya verás. Seguro que se te da genial…-adoraba el optimismo de Matt y las fuerzas que me transmitía para hacer las cosas bien. Entre todo el alboroto distinguí la mirada de desprecio de Gabe sobre mí… tenía los ojos añiles.
Me vestí con un polar ancho de camuflaje y pantalones vaqueros (los únicos que tenía), me calcé las botas de montaña y me cubrí con los guantes grises. El gorro de lana violeta me calentaba la cabeza y de paso me servía para sujetarme el pelo. Matt me prestó su arma:
-Sé que lo vas a hacer muy bien. Confío en ti, toda la familia confía en ti…-me dijo sacudiéndome los hombros en los límites de su cabaña. “Eso Matt, tú méteme más presión…”-Esta noche cenaremos venado, ya lo verás… -me miró con sus preciosos ojos azules-Ven aquí… -me abrazó tiernamente, meciéndome entre sus brazos. Me dio un beso en la cabeza. Me sentía tan a salvo, tan a gusto cuando sentía el latido de su corazón y la respiración pausada de su pecho junto a mi rostro.
-Te prometo que lo haré lo mejor que pueda…-forcé una sonrisa al mirarle a los ojos. Brillaban de orgullo, me incomodaba que me mirase así, me sentía más presionada y con temor a defraudarle. Adoraba disparar pero aún no tenía la puntería muy afinada, y a parte estaba el tema de tener que tratar con Gabe…
-Sé que lo harás.-Matt me besó en los labios. “En Alaska no sabes cuándo volverás a ver a alguien…”-Te quiero.
Me quedé sin aliento y no supe que responder, me sonrojé como un tomate y un hormiguero entero comenzó a trepar por mi garganta. Sentí como mi corazón se aceleraba y se me calentaban las mejillas. Afortunadamente el capitán Bam llegó para salvarme. Solté los antebrazos de Matt rápidamente, como si estuviese mal que lo abrazase en público, pero ni Matt ni Bam parecieron molestarse:
-Gabe está esperando…-dijo con un tono de voz pasivo y descuidado.
Gabe ya se había puesto en marcha cuando llegamos:
-Si no te das prisa no vamos a cazar ni el año que viene…
Me despedí de Matt y del resto de la familia con un “Mas” y comencé a andar detrás de Gabe. Era tan alto y grande que una de sus zancadas eran tres de las mías, tuve que esforzarme para aguantar su ritmo con el peso de la arma sobre mi hombro. Billy le había dicho que cuidase de mí, pero Gabe parecía actuar como si yo no estuviese.
“No te lo tomes como algo personal-me había dicho Birdy unos días antes, mientras mascábamos corazones de ciervo sentadas cerca de la bahía-Matt y él siempre han estado muy unidos, eran compañeros de aventuras, de inventos y de trastadas, pero desde que llegaste tú, que Matt te presta más atención que a él y supongo que debe tenerte un poco de envidia. Pero no te preocupes, lo acabará entendiendo. Gabe tiene el corazón de oro…”
El plan era andar hasta las rocas de sal, entre las pendientes del bosque, para que no nos viesen, una vez allí aguardar al otro lado de la desembocadura del arroyo hasta que divisásemos algún ejemplar y entonces disparar. Era una cacería fácil, pero no muy segura, era temporada de alta de caza, si algún cazador había estado merodeando recientemente por la zona, los ciervos no bajarían a chupar la sal de las piedras. La cima de la montaña era un coto de caza seguro, pero la subida era muy escarpada y Billy no quería arriesgarse a que ninguno de los dos saliese herido. Si había problemas, teníamos que disparar tres veces al aire, ellos responderían con un tiro, y nosotros volveríamos a disparar otras tres balas.
Entre Gabe y yo apenas hubo comunicación el primer tramo del camino, él avanzaba decidido por los fangosos caminos de tierra húmeda, y yo pensaba en la despedida de Matt: “Me quiere, ha dicho que me quiere…” No podía parar de reír tontamente, como una adolescente después de la primera cita. Empecé a comerme la cabeza sobre cómo reaccionaría al encontrarme con él de nuevo: yo no le había dicho nada, no le había correspondido sus principescas palabras de cuento de hadas. “¡Dios mío! Pero que tonta he sido: Me he quedado callada, pensará que no lo quiero… ¿Pero en realidad lo quiero? Eso son palabras mayores. No hace mucho que nos conocemos ¿Oh si? No sé exactamente cuánto tiempo llevo aquí… ¡Y si se piensa que no le quiero! ¿Y si me echa de aquí? No quiero irme… no quiero volver a la horrible situación de Nueva York, ni volver a Barcelona. Quiero seguir viviendo mi cuento de hadas con Matt, con mi Tarzán de Alaska. Mi versión masculina de Ygritte… ¿Debería decirle que le quiero, aunque no esté segura de ello? Oh Dios mío… ¿por qué me vuelven todas estas inseguridades de golpe? No es mi primera pareja formal, ya he vivido esto antes… Y siempre termino igual…Esto es peor que el Diario de Bridget Jones”
Estaba tan enfrascada discutiendo conmigo misma que terminé resbalando y cayendo al suelo tontamente. Gabe se volvió y se llevó el dedo a los labios:
-Vas a espantar a los ciervos…
-Lo siento, a veces soy un poco patosa.-intenté hacerme la simpática, aunque creo que mi mirada de “Si, estoy bien, gracias por preocuparte” delató mis auténticos pensamientos.
La mañana no mejoró cuando llegamos a las rocas de sal. La regla general era quien ve el ciervo es el encargado de disparar. Nadie pensaría que yo, que me paso el día en las nubes y que no había cazado en la vida, divisase aquella colita blanca y marrón sacudiéndose entre las rocas grises. “La suerte del principiante”. Coloqué una mano en el hombro de Gabe y señalé hacia el lugar indicado. Asintió con la cabeza y se acercó unos pasos, cubierto por unos arbustos.
“Me toca disparar a mi” pensé en mi cabeza. Pero no era momento para discutir, además, que odiaba hacerlo. “Desde allí ya llegas, para de acercarte. Lo vas a asustar…”  Noté como se me aceleraba el corazón y se me hacía un nudo en el estómago. Si yo era torpe, Gabe lo era el doble, tropezó con una raíz que sobresalía del suelo y cayó estrepitosamente, se hizo sangre en la barbilla y la cierva salió corriendo. Tenía el arma cargada, apunté rápidamente pero fallé. Birdy o Bam quizá hubiesen acertado el blanco, pero la torpeza de Gabe y mi falta de experiencia nos hicieron fracasar la misión.
Aguardamos unas horas más con la esperanza de volver a ver algún ciervo, pero no hubo suerte, y para colmo se puso a llover. Finalmente volvimos a casa cabizbajos y empapados. Gabey se lamentaba en voz alta, yo intentaba animarle, pero seguía fingiendo que no estaba con él.
-Era un patoso Gabey, eres lo más patoso del mundo… Si hubiese sido un poco más ágil estaría trayendo la cena a casa. Odio volver con las manos vacías…
-Todo el mundo tiene un poco de mala suerte alguna vez. No tienes que lamentarte por eso…
-¿Qué sabrás tú de tener mala suerte?-su arrogancia me partió el corazón y sentí ganas de llorar, pero, como siempre, me reprimí.
-También tengo días malos…-me temblaba la voz, así que intenté mantener el tono todo lo firme que pude.
-Hiciste un blog, publicaste cuatro libros y te contrataron en Hollywood. Haces guiones, libros, series. Te haces fotos y firmas papeles. Ganas un montón de pasta… Todo te ha salido redondo…
Quise gritarle que no todo fue un camino de rosas, pero odiaba discutir. Era una de las cosas que más odiaba en el mundo, prefería aguantar los golpes a defenderme, dejaba que todo resbalase como las gotas de lluvia, y cuando estaba sola pataleaba y lloraba y maldecía e insultaba.
-Este es el problema de la gente de ciudad como tú-siguió refunfuñando-Os creéis que podéis conseguir todo lo que queráis sentados en vuestra cómoda silla de oficina, sin mover un músculo…
El chico estaba tan ocupado metiéndose con los cosmopolita que se olvidó de la primera regla del bosque: “Prestar atención donde pisas” Y Gabriel Brown volvió hacer gala de su talento para tropezar con cualquier cosa y cayó por una enfangada pendiente. Me deslicé tras él. Me he criado en la montaña, así que estaba más acostumbrada a andar por terreno pedregoso de lo que Gabey creía, y enseguida me arrodillé a su lado. Se sujetaba el tobillo con fuerza y se lamentaba de dolor. Se había arañado la cara y la brecha de la barbilla de antes aún le sangraba. Ya era pasado medio día, el sol no tardaría en empezar a descender.
-Déjame ver-dije apartándole las manos del tobillo. Se resistió, pero conseguí quitarle la bota. Se lo doble a ambos lados, se quejó un poco, pero no parecía roto, si no más una torcedura que se pasaría una vez superado el susto.-No parece grave, encenderemos un fuego y descansaremos un rato.
-No sabes encender un fuego…
-No,-rebusqué en mi mochila-pero tengo esto.-Saque un mechero de uno de los bolsillo. Excavé un pequeño agujero en el suelo, lo llene de hierba seca y ramitas y lo encendí con el mechero. Soplé hasta que se prendió y formó unas pequeñas llamas. Gabe se quedó asombrado:-No sabía si daría resultado, pero he visto a Bear hacerlo varias veces.
Me puse roja de nuevo e intenté ocultar mi mirada de orgullo ante mi pequeño triunfo. Había parado de llover, pero todo olía a tierra mojada: “Matt” los gruesos árboles verde oscuro nos cubrían la cabeza, dejándonos en penumbra. Apoyé el tobillo de Gabe sobre mí y comencé a hacerle un suave masaje para aliviar el dolor:
-Vaya… tienes más talento de lo que creía.-dijo sorprendido-Creo que te he desestimado. La manera en la que has sabido gestionar el problema y ¿dónde has aprendido a hacer esto?-su voz había recuperado la alegría que lo caracterizaba.
-Internet es muy útil y de algo me tenía que servir el máster en gestión de crisis…-bromeé.
Por primera vez le vi sonreírme. Tenía un diente partido, pero aun así su sonrisa era maravillosa: no me despertaba mariposas en el estómago, como la de Matt, ni me perturbaba como la de Noah. Me invitaba a reírme con él, a compartir un chiste, una broma, un rato… Ese era el Gabe que yo quería ver. Me sorprendió el gran cambio que dio desde la primera vez que hablé con él hasta el día que regresé de la mano de Matt. Me había parecido un chico divertido, agradable, algo tímido… Incluso parecía que intentaba flirtear conmigo, pero en esos momentos estaba tan sumergida en publicar el dichoso libro que apenas le había prestado atención. Después intentaba evitarme por todos los lados, me sentía mal conmigo misma, porque no sabía que había hecho mal, intentaba convencerme de que solo tenía celos porque Matt se había echado novia y él no, tal y como opinaba Birdy, pero el cargo de conciencia seguía ahí, en mi cabeza, y no sabía el por qué.
-Si sabes arreglar la situación cuando se tuercen las cosas, serás bienvenida en la familia Brown…-“Todo el mundo daba por hecho que me iba a quedar allí, lo cierto es que aún no había tomado ninguna decisión. Era mi sueño, estaba viviendo mi cuento de hadas, igual que en mis libros… Pero ahora, era real.”-Matt es un tipo con suerte.
Pareció que decir eso le costó un gran esfuerzo:
-Todos decís eso, pero no es verdad. No soy tan maravillosa como creéis. Siempre acabo estropeándolo todo… Tengo un carácter complicado… Mis cambios de humor no son muy “soportables” que digamos. -“Por no hablar de mis ataques depresivos y cuando me enfado pagarlo con todo el mundo”. Quería responder que la afortunada era yo, por haber conocido a Matt, pero preferí callarme.-No quiero ser una carga para a Matt, ni para tu familia… Soy débil y floja.-La mirada de Gabe sobre mí me incomodaba mucho, tenía los ojos añiles como el mar y esa media sonrisa pícara con el diente partido. Estábamos en primavera, pero para mi hacía mucho frío. Gabe parecía estar cómodo con su camiseta de tirantes y su camisa de cuadros. Las mejillas se le habían sonrojado por el fuego. Olía a serrín y a hierro, a construcción, a casa en obras. Su aliento era más fuerte que el de Matt y tenía que sostener la respiración si se acercaba mucho a mí.
-¿Puedo preguntarte algo un poco personal?-asentí con la cabeza. A lo mejor, si me abría a él conseguía ganarme su corazoncillo de hierro-¿Por qué te valoras tan poco a ti misma?
-¿Cómo?-había entendido perfectamente la pregunta, pero no quería responderle. Odiaba hablar de mi misma, porque eso siempre implicaba terminar llorando. Sentiría lástima por mí, y me negaba a que lo hiciese. Dar pena era mi arma más infalible para conseguir lo que quisiera, pero en Alaska quería que me quisiesen por ser yo misma. Era un alma en pena con una máscara de sonrisas y fama.
-Matt habla mucho de ti, me ha enseñado tus escritos… Son muy… tristes. Matt dice que es porque has sufrido mucho, porque no estás bien… Acabas de decirme que no crees que Matt te merezca ¿por qué no?
Mi defensa fue sacar mi mejor sonrisa:
-Edgar Allan Poe dijo una vez “Escribes muy bien, el interior de tu mente debe ser un lugar terrible”.-Gabe clavó sus ojos añiles en mí, esperando un poco más de explicación. Suspiré hondo.-Siempre he sido una chica muy tímida, nunca he tenido demasiados amigos porque soy incapaz de hablar con las personas. Me da pánico, terror… Pero cuando tenía unos catorce o quince años, me enamoré de un chico e increíblemente salió bien. ¡Salió bien! Salimos juntos y estuvimos bien durante unos meses. Soñaba con él cada noche… Era el amor de mi vida…
-Pero…-sus rizos me recordaban a Matt, pero la trencita, las patillas y la chaqueta de cuero le daban un aire de macho, de motero del desierto americano que contrastaba con la ternura que guardaba dentro.
Recordarlo me producía ganas de llorar. Me concentré en una brizna de hierba en el suelo para evitar mirar a Gabe a los ojos:
-Me dejó. Simplemente me dejó, se acabó… Terminé destrozada, quería morirme. No quise contárselo a mi familia, mi madre se hubiese enfadado mucho si me hubiese visto llorar por un hombre… Así que les confié lo destrozada que estaba a mis “amigas”. Su respuesta fue que era normal que me hubiese dejado: no era una chica guapa, ni femenina y estaba gorda. Es más se sorprendían de que me hubiese visto atractiva alguna vez… No me defendí, nunca he sabido hacerlo porque odio discutir, prefiero aguantar los golpes antes que devolverlos. Las palabras a veces hieren más que los puñetazos…
-Estás bromeando…-Gabe parecía verdaderamente asombrado-Eso te lo has sacado de algún libro. Los amigos no son así...
Una lágrima me resbaló por la mejilla.
-Ojala solo hubiese sido una pesadilla. A partir de ese día me obsesioné con la comida, tomé decisiones muy absurdas: como dejar de comer o vomitarlo todo. Nadie me creía, decían que solo era una manera de llamar la atención y de que se me pasaría… Me he pasado horas empapada en lágrimas y vómitos, encerrada en un baño. Sin que a nadie le importe, sin que nadie preguntase por mi o me viniese a buscar… -Gabe apoyó su mano sobre la mía. Parecía la de un gigante sujetando la de un gnomo. Tenía los dedos gruesos y cortos, y la palma destrozada por los duros trabajos de construcción-Yo creo que ahí empezó todo: empecé a menospreciarme porque no le importaba a nadie. El no comer y el estar débil pasó factura a mis estudios y mis notas empezaron a caer. Me cuesta mucho aprender y asumir conceptos nuevos, así que ya no solo era la que nadie importaba, la fea, la gorda, también era la tonta… Empecé a pensar que si no le importaba  a nadie, si nadie se había preocupado en buscarme cuando me pasaba horas encerrada en el baño del instituto, es que de verdad no valía nada de nada… Ahora, cada vez que tengo un problema prefiero guardármelo para mí, para no molestar al mundo con mis tonterías. No quiero ser una carga ni para Matt ni para la familia, Gabey…
-Pero no eres una carga…-era enorme, pero tenía la vocecilla de un chaval de quince años que aún no había hecho el cambio de voz-Eres… eres admirable: has conseguido muchas cosas a base de esfuerzo y de perseverar, después de todos esos palos…igual que Ayla Adger para conseguir el trono de Malmö.
Alcé la vista para observar a Gabe, se sonrojó exageradamente y fijo su vista en las briznas de hierba de delante de sus narices, mirándome de reojo de vez en cuando…
-¿Has leído la Guerra de los Dragones? Fue mi primer libro…
-Y el único que he leído en mi vida-confesó-Durante el año que pasamos en la ciudad, lo vi en un mercadillo de segunda mano y pensé: ¿una princesa que monta un dragón? No puede salir mal… Creo que lo he releído como cien veces.
-¿En serio?-me sentía alagada. Nadie de mi entorno solía leerse mis escritos, les bastaba con saber cuánto me pagaban por publicación o cuántos seguidores tenía en las redes. Si alguien se hubiese molestado en hacerlo, mi torturada alma quizá hubiese sufrido un poco menos…-¿Cuál es tu parte favorita?
Gabe se aclaró la voz para sonar como un apuesto príncipe de la edad media:
-“No me lo puedo creer, me he enamorado de la princesa de Malmö, estoy loca por la hija del mayor enemigo de mi padre, daría la vida por la jinete cuya familia expulsó a la mía de su isla.”-recitó de memoria y con orgullo como un niño que acaba de aprender las tablas de multiplicar.
-La confesión de amor de Robb, te la has aprendido de memoria…-susurré emocionada y con una sonrisa. Me sequé las lágrimas de los ojos con la manga. Que dulce era, sin duda la mujer que se lo llevase sería muy afortunada…
-Ya que nos estamos sincerando, debo admitir que me lo aprendí hace poco, cuando supe que venías… Quería impresionarte.-Gabey era muy tímido, hablaba en suspiros inaudibles y casi sin mirarme a los ojos. Me arrastré hasta él y le acaricié el muslo, como muestra de que podía confiar en mí, aunque seguía sin mirarme a la cara:
-Me gustó mucho La Guerra de los Dragones, así que les pedí al equipo de producción de la serie si me podían hablar sobre ti: me enseñaron las series donde participaste, tus libros, y algunas entrevistas donde hablabas sobre lo enferma que habías estado: Y pensé ¡Dios mío! Es la chica de mis sueños: lo sabía todo de ti, sé que tu poema favorito es: “La princesa está triste”, adoras Los Miserables y las frases de Víctor Hugo. Tienes una mancha en el ojo izquierdo, por eso los tienes de distinto color-de verdad que Gabe lo sabía todo, no sabía cómo reaccionar, “¿de verdad le gusto o tiene una obsesión conmigo?”. Debía admirarme de verdad y por un instante me planteé si había escogido al hermano correcto-… Y cuando me dijeron que vendrías aquí, yo solo… quería impresionarte…
Me asombró que pese a ser tan tímido intentase impresionarme, yo ni siquiera me habría atrevido a dirigirle la palabra.
-Pues creo que lo has conseguido, impresionada sí que estoy…-le sonreí alabada. Era el primero que no me hacía sentir inútil en Browntown, sino que valoraba mi talento escribiendo y se lo agradecía profundamente.
-No de la manera en la que yo pretendía…
Sus ojos añiles me miraban de reojo. Tenía tan poca seguridad en mi misma que no sabía a donde quería llegar Gabe:
-No sé qué quieres decir…-mi voz empezó a temblar, solía equivocarme en estas cosas, no leía bien entre líneas.
-Mi personaje favorito de la Guerra de los Dragones era Robb Madden: era guapo, fuerte, valiente, dispuesto a todo por la chica que amaba-no entendía ese drástico cambio de tema-pero ahora me siento más identificado con Axel Pendragon, a él también le quitaron la chica de sus sueños…
-Vaya… 
“¡Como había estado tan ciega! Estaba enamorado de mí, Gabe estaba enamorado de mí… Ya era bastante difícil que yo le gustase a un chico como para gustarle a dos. Por eso me trataba de esa manera, como cuando eres pequeño y chinchas al niño que te gusta para llamar su atención. Me quería tan poco a mí misma que en mi cabeza no cabía la idea de gustarle a un chico así porque sí. No sabía porque Matt me había dicho que me quería, pero mucho menos concebía la idea de que a Gabe también le gustase. No sabría decir si hubiese actuado diferente de saberlo o hubiese jugado con ambos, aprovechando el momento de sentirme querida de verdad. Pero Matt, era Matt y su olor a tierra húmeda, no el olor a construcción de Gabe, ni las manos quemadas de Noah. El olor de Matt,  sus inventos y sus ideas… Gabe era una auténtica dulzura, pero me gustaba Matt y su manera de ver la vida como un juego.” Inmediatamente aparté la mano de su enorme muslo:
-No te culpo a ti, ni a Matt, pero él sabía que te idolatraba… Me enfadé con él cuando os vi llegar de la mano. Hablaba maravillas de ti, de cómo le habías ayudado, y de lo buena y comprensiva que habías sido con él-“¿de verdad Matt tenía esa imagen de mí? Me sonrojé al oír como Matt hablaba sobre mí. “A lo mejor sí que me quería de verdad”- Era la primera vez que me rompían de esa manera el corazón. Pensarás que soy un estúpido… -se rascó la cabeza a modo de tick nervioso.
-No… yo también me he enamorado de alguien que no conocía. De hecho, aún tengo un poster de Misha Collins colgado en la habitación y en mis sueños sigue siendo mi futuro marido…-logré que riese un instante-Ahora en serio, puede que no sepa mucho sobre construir casas o cazar ciervos, pero hay una cosa en la que soy experta: en los desengaños amorosos. Al principio duele mucho, pero un sabio me dijo una vez: “Dios no nos pone obstáculos que no podamos superar”.
Ambos soltamos una carcajada:
-Pasas demasiado tiempo con Noah…
-Sí, lo cierto es que sí…
-Me cuesta creer que una chica como tú tenga desengaños amorosos. Mírate: eres guapa y simpática, e inteligente…
-A mí también me han hecho alguna que otra cobra…-Gabe estaba seguro de que había mil chicos detrás de mí por el mundo, pero yo me quería tampoco que mi cerebro no era capaz de procesar las indirectas. Disfrutaba mucho de la soledad, porque allí no había chicos que me ignorasen por fea, ni amigas que me llamasen gorda. Pero entonces Matt apareció en mi vida, y, aunque me costase admitirlo, aunque me negase a ello por perder mi identidad de mujer fuerte e independiente, deseaba estar con él en mi paraíso del bosque…-¿Lo sabe Matt?
-Creo que Matt está viviendo un romance adolescente a los treinta y tres años-admitió Gabe-No creo que sospeche nada. Sabe que te idolatraba, pero ya está.-“Por muy infantil que fuese, Matt Brown no tenía un pelo de tonto.-Creo que incluso: está madurando… Se toma las cosas más en serio e incluso ha leído tú libro. De verdad quiere que te quedes…
“Ya me parecía demasiado bonito que Matt se hubiese leído mi libro, sin duda Gabey había influido mucho en convencerlo para que dejase sus inventos un rato y lo dedicase a leer un libro”.
No quería hablar de ello, empezar a pensar en retomar mi antigua vida o plantearme seriamente quedarme en el bosque implicaría empezar a tomarme en serio las cosas, y no quería que mi cuento de hadas se terminase.
-Quizá lo de Matt no salga bien…-“no porque no le quiera, en realidad, creo que sí, que lo quiero, pero tengo miedo a estropearlo todo, a que termine mi cuento y volver a esa realidad que odio.”
-Dios no nos pone obstáculos…
-Vale, vale… lo pillo.-por fin conseguí que Gabe se riese conmigo.
Ahora haría como siempre, mantendría las distancias con Gabe durante unos días, y luego haría como si no pasase nada, como si nada hubiese pasado. La culpa me reconcomería por dentro… No quería iniciar mi nueva vida ocultándole cosas a Matt.
-¿Estarás bien?
-Lo superaré… Has traído de vuelta a mi hermano, no puedo odiarte. Él te quiere mucho, y le haces feliz. Cuando os veo juntos me recordáis a mis padres… y ellos han sido muy felices toda su vida, y han estado juntos muchos años…
-Eres un encanto Gabe, la chica que se case contigo será muy afortunada...
Su media sonrisa me decía que seguiría mi consejo, pero se me encogió el corazón ante su mirada de: "la chica que yo quería se está acostando con mi hermano".
Escribía un sinfín de historias de amor, las adoraba y soñaba vivirlas en primera persona. Pero nunca me había planteado tener una pareja de verdad. También había cometido el error de estar con una persona solo por rutina, por creer que no podía aspirar a nada más, aunque al final había preferido la soledad, mi adorada soledad. A lo mejor Noah tenía razón y el amor para toda la vida sí que existe, solo que hay que buscarlo bien…
-Deberíamos volver, se va a hacer de noche. ¿Cómo tienes el pie?
-Sobreviviré-dijo poniéndose en pie.-Espera...-Gabe se quedó quieto mirando a un punto fijo, miré hacia donde señalaba a mis espaldas. Un conejo. Me señaló el arma de Matt y se puso un dedo en los labios para que guardase silencio. Agarré el rifle y me arrastré por el suelo hasta tener al asustadizo conejo en el blanco: disparé. De la madriguera salió otro animal: doble. La suerte del principiante, probablemente, pero al menos no volveríamos a casa con las manos vacías.
Cuando aparecimos por el camino, ya era casi de noche, y los chicos ya se preparaban para salir a buscarnos, Matt fue el primero en venir a nuestro encuentro. Me abrazó efusivamente, le devolví el saludo pero sin tanto entusiasmo, estaba hecha polvo y me moría de hambre:
-Me alegro de veros chicos, ¿estáis bien?-nos saludó.
-Sí, respondió Gabe, ¿Cómo está Rainy?
-Está mejor… Veo que no ha habido mucha suerte con los ciervos…-Matt observó los dos conejos que llevaba Gabe en la mano. Poco a poco, el resto de muchachos se fueron reuniendo a nuestro alrededor. Gabe se puso rojo: tenía que contar que se había puesto demasiado nervioso por tener que cazar delante de la chica que le gustaba y que había fallado el tiro. Empezó a balbucear y a decir cosas sin sentido:
-Había rastros de cazadores recientes-otra de mis grandes habilidades era mentir-no hemos visto un solo ciervo en todo el día…
-Pero mira,-alzó las dos presas-tenemos conejos. Los ha cazado Ayla…
-Es una pena, me apetecía mucho comer venado…-se lamentó Billy.
Matt me alzó por los aires y me besó:
-¡Mi chica nos ha traído conejito para cenar! Estoy deseando ver como lo cocina mamá… Que hambre me ha entrado de golpe.
“Soy su chica” Miré a Gabe de reojo entre los brazos de Matt, intentaba forzar una sonrisa.
Durante la cena, Gabey explicó “mi gran hazaña” sobre cómo había curado su pie. Me sentí alagada y valorada por primera vez en mucho tiempo. No había necesitado salir en la tele ni publicar un libro para que alguien me dijese: “bien hecho”. No, solo había hecho un masaje a un pie. Y me sentía feliz, en paz conmigo misma. Y los ojos de Matt llenos de orgullo sobre mí, aunque también sentía las miradas tristes de Gabe, que intentaba disimular entre imitación e imitación.
Matt me regaló una noche de masajes y cuidados por mi “gran trabajo”. Me encantaba que me mimase de esa manera, aunque suene cursi, a veces me gustaba sentirme una princesa… Sus manos fuertes me quitaban los nudos de la espalda. Me hacía daño, pero reprimía el dolor mordiendo la almohada. Me dio un tierno beso en la espalda:
-Sé que duele, pero se tienen que quitar, sino irá a peor…
-Después me toca a mí cuidarte a ti.-estaba hecha polvo y solo quería dormir, pero no quería que Matt pensase que era una floja y que por una simple cacería había perdido el interés en él…
-A mí me puedes hacer otro tipo de favores.
Matt me incorporó y comenzó a besarme y a morderme la espalda mientras me apretaba los pechos y me acariciaba el cuerpo sobre la camiseta:
-Matt…Matt…A Gabe le gusto…
Paró de besarme y se colocó delante de mí. Sus ojos azules y sus labios finos brillaban con el resplandor de las llamas de la estufa. Me apartó un mechón de los ojos:
-Ya lo sé, y me sabe muy mal por él. Siempre he dicho que si uno de mis hermanos se encaprichaba mucho de una chica, me apartaría, pero no lo he hecho… -“somos personas Matt, somos egoístas. No tienes por qué sentirte mal por ello”-No lo pensé cuando estábamos en la cabaña, ni tan siquiera cuando te llevé a Browntown. Pero conozco a Gabey, y en seguida supe que había hecho mal. Para entonces ya era demasiado tarde y no me atrevía a decirte nada.
“Para Matt Brown tomarse algún asunto en serio era todo un reto, aunque se tratase del ofuscado corazón de su hermano menor”.
Nuestros dedos juguetearon entrelazándose. Matt me miró como solo él sabía hacerlo:
-Es un chico fuerte y la primera decepción amorosa siempre es dura. Pero lo superará…Es la vida…-le dije yo. “Las palabras de Noah seguían en mi cabeza”
Me empujó hacia atrás y nos tumbamos en la cama, aspiré el olor a tierra húmeda que desprendía su pecho desnudo y jugueteé con el colmillo que le colgaba del cuello. Él me acariciaba el hombro y de vez en cuando me besaba el pelo:
-¿Tú crees que debería haberme apartado?
-No lo sé… Nunca me había pasado algo así.-respondí sinceramente. Nunca me había planteado que hacer en el caso de que el chico que me gustase también le gustase a mi mejor amiga, especialmente porque nunca había tenido una mejor amiga y ni siquiera me atrevía a hablar con los chicos que me gustaban. Y si lo hacía solía acabar mal-Supongo que dejaría que todo fluyese, que siguiese su curso…
Matt se incorporó de golpe, entre risas:
-¿Qué todo siguiese su curso? ¿Qué clase de respuesta es esa?
-No lo sé…-me reí yo ante su cómica reacción.
-Tú nunca sabes nada… ¿Cómo es esa frase del libro que tanto te gusta? Ah sí, no sabes nada Ayla Hurst…-se burló de mí.
Acaricié su mejilla con delicadeza y continué con el diálogo prescrito ante la maravillosa sonrisa de Matt:
-Se algunas cosas: sé que te quiero y sé que me quieres.-ese abrazo de Matt fue el más tierno, cálido y sincero que recibí jamás. Sus manos ásperas me rodeaban la espalda y me besó en la sien. Pronuncié para mis adentros el resto del diálogo: “Sé que me tengo que ir a casa”.

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Comentarios

  1. Acabo de descubrir este blog y estoy completamente ensimismada. ¡Pero si hasta se me han saltado un par de lágrimas!
    Enhorabuena ;-)

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    1. ¡Y a mí me encanta que te entusiasme!
      Veo que aun estás por el principio, hasta la fecha he publicado 19 capítulos y estoy escribiendo el vigésimo, antes publicaba contenido casi semanalmente, pero ahora que estoy más liada con el trabajo y los estudios intento publicar un post cada 2-3 semanas.

      Un abrazo y gracias por tu comentario.

      Ayla.

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  2. vivo en españa. descubri la serie y me encanto. pero luego en septiembre cambiaron hora y canal, me fui de vacaciones y ya la perdi.no la dan mas y no la encuentro. ayer descubri tocando teclas algunos cap. de tu libro y me re enganche. pero son los cap de los personajes. no tengo hilacion. por favor dime como puedo conseguir leerlo desde el principio. gracias Elsa

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    1. dime q tengo q hacer para poder leer todo

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    2. ¡Hola Elsa! Encantada de conocerte, yo soy Ayla. Me alegra que te hayas enganchado a mi historia y es un fallo mío muy grande el que no hayas encontrado el listado entero de capítulos. Lo tendré en cuenta para cuando perfeccione el SEO del blog.

      Puedes encontrar todos los capítulos ordenados y con su correspondiente sinopsis aquí: http://aylahurst.blogspot.com.es/p/alaskan-bush-people.html
      Para acceder a cada capítulo tienes que clickar en el título y te llevará al post completo. Suelo publicar uno cada tres-cuatro semanas. Aunque intento actualizar el blog cada fin de semana.

      Si te gusta estar al día y eres aficionada a las RRSS, aquí puedes acceder a las mías: http://aylahurst.blogspot.com.es/p/mis-redes.html y enterarte cuando actualizo el blog.

      Un abrazo y gracias por leerme.

      Ayla.

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    3. ¡Ah! Y si quieres ver los capítulos on-line, prueba en Plusdede.com, yo he visto alguna temporada por allí.

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