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Capítulo I: Matt

Cuando abrí los ojos la mañana ya estaba bien avanzada. Me volví rápidamente para ver si Matt seguí a mi lado o simplemente había sido un sueño. No había nadie, la cama estaba fría, pero sin duda había señales de que alguien había estado allí: no podría afirmar con certeza si se pasó la noche entera a mi lado o si simplemente había estado un rato y había vuelto al sofá, la cuestión es que ya no estaba.
Un escalofrío me recorrió la espina dorsal al descubrir mi fino pijama de seda de entre las mantas, me cubrí con un jersey rosa y fui a buscar a Matt. En un primer momento pensé que se encontraría en el baño, pero el agua no corría, y él odiaba las duchas, prefería el agua fría del río a un relajante baño caliente. Bajé las escaleras desesperada, gritando su nombre. Las mantas del sofá estaban revueltas y las puertas del mini bar abiertas. “¡Mierda!” corrí para averiguar que faltaba: una botella de vodka y otra de whisky, ni siquiera había mirado las etiquetas, había cogido las dos primeras que había encontrado y se había marchado. Ya le estaba maldiciendo cuando lo descubrí detrás de la ventana: estaba de espaldas frente a la bahía, con el torso desnudo. El viento le alborotaba los rizos del pelo… No me lo pensé dos veces, agarré la manta del sofá y salí en su busca. El frío me cortó las piernas desnudas, ¡ni siquiera me había vestido! Mi pijama de seda rosa de tirantes y shorts era la mar de mono, pero no era el más adecuado para viajar por Alaska, y el delicado jersey a juego tampoco es que ayudase mucho. Había traído la mata para Matt, pero no pude evitar envolverme con ella mientras me acercaba a él. Tenía una botella en la mano y la otra junto a los pies descalzos. Ambas llenas hasta arriba y precintadas: me sentí muy orgullosa de él. No sabía que iba a decirle: un buenos días estaría bien… pero un: ¿por qué te metiste en mi cama anoche? Despejaría muchas dudas de mi cabeza. Él estaba mal y no quería presionarle, no quería que pensase que soy su enemiga… Pero ese gesto me había descolocado. Quizá debí decir algo en el momento en que noté como se tumbaba a mi lado, pero en lugar de eso decidí quedarme quieta y hacerme la dormida. Sentía su calor, aunque no me estuviese tocando y su respiración tranquila, pausada…
-Ya es primavera, pronto será la temporada de caza…-Matt ni siquiera apartó la vista del río. Observaba como el viento arrastraba grandes trozos de hielo por el agua negra. A lo lejos, la cola de una ballena rompió en espuma blanca las pequeñas olas de la bahía. Matt era un hombre de Alaska, criado y curtido en los bosques, mi olor cosmopolita reveló mi posición y enseguida supo que aguardaba tras él…-Mis hermanos comenzaran a cazar pronto…
-Y tú estarás con ellos para entonces…
Matt se volvió hacia mí. Tenía treinta y tres años pero parecía mucho mayor: el alcohol y la dura vida del bosque le habían arrugado la piel. Tenía el pelo muy rizado y el castaño claro empezaba a cubrirse por una capa gris. Lo que más me fascinaba de él eran sus ojos: perfectamente redondos, ovalados, con una gruesa línea negra envolviendo el iris azul claro y una enorme pupila brillante en el centro. Estaban llenos de vida o eso decían, porque yo solo podía verlos ensombrecidos por dos enormes bolsas negras… Su madre también decía que lo más bonito de Matt era su sonrisa, pero desde que lo conocía que no lo había visto sonreír…
-¿Qué te hace pensar que me aceptarán de nuevo en la manada? Después de como los traté…
Me coloqué a un palmo de él y le arrebaté la botella. No era un hombre alto, apenas me sacaba un palmo, pero tenía los hombros anchos y el cuerpo musculado. No pude evitar sonrojarme cuando me miró a los ojos: siempre había sido una persona tímida, especialmente con los hombres, y encontraba a Matt un hombre realmente atractivo:
-Lo harán. Son tu familia…
-¿Y si no lo hacen? ¿Qué será de mí? ¿A dónde iré?...
-Matt, discutamos esto dentro… Hace frío…
Me miró extrañado. Estaba semidesnudo y parecía no inmutarse. Tenía los pezones erizados y la piel de gallina, el viento le revolvía el pelo con fuerza… Pero parecía estar bien… A veces olvidaba lo duros que se hacen los hombres en Alaska.
-Prometí que te llevaría con ellos, y eso haré…-intenté cambiar de tema, no quería parecer débil delante de Matt-tu madre tiene muchas ganas de verte, y también tus hermanos y hermanas…
-¿Incluso Bam?
-Incluso Bam…
-¿Y qué hay de mi padre, te dijo algo?
Negué con la cabeza.
Billy no quiso hablar conmigo sobre el tema, estaba muy decepcionado con Matt. Había echado las culpas de su adicción a su modo de vida, aquel por el que su padre había estado tanto  tiempo luchando. Ami había dicho que a pesar de todo, Billy quería mantener unidos a la familia, y que sería el primero en darle un abrazo en cuanto le viese llegar…
-Pero estoy segura de que se alegrará de verte…-tenía que romper de alguna manera el silencio incómodo que se había formado entre nosotros.
-¿Eso quedaría genial en tu libro, no? Te haría muy buena prensa… “La famosa escritora Ayla Hurst logra la reconciliación entre Billy Brown, de Alaskan Bush People y su hijo Matt, un desagradecido alcohólico de mierda…”
Ya está. Apreté los puños y me obligué a ser fuerte. No iba a llorar delante de Matt. Odiaba cuando alguien criticaba mi forma de vivir… Si, era famosa y ganaba mucho dinero, pero todo había sido gracias a mis esfuerzos, a mis éxitos y a mis fracasos. No pretendía ganarme a la prensa ayudando a gente como Matt, es más, nadie sabía que estábamos allí…
-Sabes que eso no es así, Matt…-la voz me temblaba y se me hizo un nudo en la garganta-Eso sitio te estaba matando, debías estar en los bosques, con tu familia y no en ese centro de mierda haciendo terapias absurdas…
-No te hagas la comprensiva conmigo… Conozco a las celebrities de tu especie…
Me estaba tratando como a un animal.
-No soy ninguna celebrity, ni tampoco sabes nada de mi Matt. Decidí ayudarte porque tu madre me lo pidió de rodillas. Nadie me ayudó a mi cuando estaba en problemas, no tenía a nadie, tenía que arreglármelas sola… y si ahora  puedo ayudar a alguien que está en la misma situación que yo, pues lo hago, ya está…
-Viniste a Alaska para estudiarme a mí y a mi familia. Pero te encontraste con que yo estaba encerrado en ese manicomio y pensaste que sacándome y reuniéndome con ellos tendrías una buena historia para tu próximo libro…
-Eso no es así Matt…-mi tono de voz era tan débil para aguantarme el llanto que dudo que él pudiese oírme…
-¡Admítelo!-me gritó-Soy solo un objeto de estudio para ti. Una rana para diseccionar en el laboratorio…
Le arreé una bofetada en la cara. Matt se sostuvo la mejilla anonadado.
-Si no me crees, adelante, no lo hagas. Solo quiero ayudarte. Prometí que te llevaría a casa con tu familia y que les pedirías perdón por portarte como un idiota y cuando Ayla Hurst hace una promesa…
Matt agarró mi cara con ambas manos y me plantó un beso en los labios.
-¿Qué haces?-pregunté sorprendida apartándome inmediatamente.
-Era la única manera de que te callaras… - suspiró y casi esboza una sonrisa.
¿Sería cierto eso que dicen de que la vida en el bosque desarrolla el doble de los sentidos? ¿Habría sentido Matt lo atractivo que me parecía?
Subí las escaleras con las piernas envueltas en su cintura sin despegar mi boca de sus labios. Disfrutaba acariciándole el cuello robusto y agarrándome a sus firmes músculos. Llegamos a la habitación y me tumbó en la cama, las persianas estaban medio corridas, así que la penumbra inundaba la estancia y apenas podía distinguir el azul de sus irises del resto de los ojos. Se separó de mí. Contemplé su cuerpo robusto, forjado a partir de muchos años de duros trabajos en los bosques. Tenía los bíceps gruesos y los pectorales muy marcados. Una fina tira de vello gris y negro le recorría en vertical el torso, atravesándole el ombligo. Me sentí avergonzada y tímidamente cubrí mi vientre con el brazo. Nunca había sido demasiado aficionada a las dietas ni al ejercicio, estaba delgada, pero mi cuerpo era flácido y enclenque comparado con las fibras musculares de Matt. Se dirigió a mi escritorio y agarró un cuaderno y un lápiz y lo tiró sobre mí.
-¿Qué pretendes que haga con esto?
-¿No querías estudiarme? Pues adelante… Dibújame…
Me quedé verdaderamente sorprendida ante su propuesta. “¿En serio me vas a dejar con este calentón?” Matt se sentó en una silla, al revés, mirando hacia mí, dobló los brazos sobre el respaldo y apoyó el mentón. Iba en serio…
-¡Vamos! ¿A qué esperas?
Me temblaba todo el cuerpo cuando me levanté para encender la lamparita de mi escritorio. Así tenía a Matt iluminado parcialmente y podía apreciar mejor las facciones de su rostro. Él se percató de mi nerviosismo cuando mi mano vibrante le apartó un mechón de pelo rebelde de los ojos…
Me recogí el pelo y sentada en el borde de la cama comencé a dibujarlo. Al principio los trazos no me salían bien, la mano me temblaba y mi mente no lograba concentrarse. No podía mirarle más de dos segundos seguidos, porque entonces comenzaba a sonrojarme y a salirme la risita nerviosa de adolescente histérica.
-¿De qué te ríes?-preguntó divertido. Al parecer comenzaba a gustarle eso de dominar la situación ante mis reacciones de niña pequeña.
-Nada… Es solo… que me recuerda a una escena de una película: Titanic. ¿La has visto?
-No…
-Pues deberías… Es una historia muy romántica. Rose pide a Jack que la pinte solo vestida con un collar…
-Si quieres puedo hacer lo mismo…-me mostró el colmillo que llevaba atado al cuello con un trozo de cordón negro.
-No será necesario.-reí nerviosa.
Matt se levantó de un salto.
-Déjame verlo…-forcejeó con mi cuaderno.
-Aún no está acabado…-protesté yo tirando de él.
Obviamente él era más fuerte que yo así que en un par de forcejeos ya me había arrebatado el cuaderno. Contempló atónito su rostro semi iluminado, sus ojos azules y redondos, y los labios curvados y gruesos. No estaba demasiado orgullosa de mi retrato, pero él parecía fascinado. Se acarició los rizos del pelo y después tocó los del dibujo… No estaba demasiado habituado a ver su rostro reflejado, y menos aún dibujado.
-¿Y bien?-pregunté dubitativa.
-Es genial…-respondió al cabo de unos instantes sin apartar la vista de él. Después volvió a dejar el cuaderno sobre mi mesa y me devoró con la mirada.
-Vale, ya me has estudiado… Ahora me tienes que dejar estudiarte tú a mí.
-¿Cómo?-Matt no dejaba de sorprenderme a cada instante que pasaba. Su hermano Gabe, había hablado sobre sus descabellados inventos, sus locuras y sus extrañas ideas… Era el divertido de la familia y sin duda el más original y no me estaba defraudando como tal. Me agarró de la mano y me colocó de pie en el centro de la estancia. Soltó la goma que sujetaba mi pelo y dejó que los mechones rubios me acariciasen los hombros. Agarró el jersey y lo deslizó hacia abajo por los brazos: un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Andaba sigiloso dando vueltas a mí alrededor.
-Tú me has estudiado a tu manera, ahora yo voy a hacerlo a la mía… Como lo hacemos en Alaska…-sus ojos estaban frente a los míos, delicado como un príncipe colocó un mechón de pelo sobre mi oreja, apartó las manos tímidas que cubrían mi vientre y me alzó el mentón para examinarme mejor-En los bosques, cuando descubrimos algo nuevo, lo examinamos con los cinco sentidos para determinar si es una amenaza o no: Acabo de mirarte, ahora voy a oírte.- Se me tensaron los músculos cuando su oreja se posó sobre mi pecho y comenzó a escuchar los latidos de mi corazón y mi respiración agitada.-Perfecto, pasemos al olfato-Hizo un poco el tonto olfateando el aire como un perro. Giró a mí alrededor de nuevo y se llevó mi pelo a la nariz, olisqueándolo exageradamente. Le aparté bruscamente cuando me levantó el brazo para oler la axila, y casi me tira al suelo cuando hundió su rostro para olfatearme el cuello. Su aliento inundó mi nuca:-Hueles bien…-susurró.
Tenía las manos frías y ásperas cuando comenzó a tocarme la cara. Me sacudí en temblores cuando las colocó tras la nuca y resiguió la curva de mis hombros, cuando llegó a los tirantes los deslizó hacia abajo, dejando que la camiseta llegara a los pies. Tenía el pecho descubierto y sentí el impulso de taparme con los brazos. Él no me dejó, unió sus manos a las mías, alzándolas a la altura de los ojos, muy a lo Tarzan y Jane; examinando mis cinco dedos, más pequeños y delgados que los suyos, como si nunca hubiese visto la mano de una mujer. Su mirada era de absoluta fascinación… En ese preciso momento pareció darse cuenta de que estaba desnuda de cintura para arriba, soltó mi mano bruscamente y rodeó mi pecho con ella. Le sujeté la muñeca, nerviosa. Me miró: no confundido ni enfadado, simplemente me miró, y ese simple hecho bastó para que le dejase seguir “estudiándome”. Tenía miedo de sujetarlo con la mano, así que lo reseguía con los dedos, sentía sus ásperos dedos rozándome la punta del pezón. Se colocó de rodillas, sujetando con sus firmes manos mis caderas. Acarició el tatuaje que llevaba en el vientre, como comprobando si podía borrarse. Introdujo la lengua en mi ombligo, y me sacudí en carcajadas. Sonrió, Matt sonrió… Y si, era cierto, tenía la sonrisa más bonita que había visto jamás… Le acaricié el pelo mientras me dejaba llevar por sus caricias y sus besos: había pasado al quinto sentido, me estaba probando… Desató con manos hábiles el nudo de los shorts y me terminó de desnudar completamente. Apreté su cabello contra mí cuando noté sus labios sobre el vello de mi entrepierna. “El muy cabrón me está poniendo a cien…” Se puso de pie lentamente, no sin antes probar con los dientes mis pezones rosados, mi cuello… Finalmente hundió su lengua en mi boca: su aliente era fuerte, denso y su boca extremadamente caliente.
Rodeé su fuerte cuello con mis brazos y nos fundimos en un sinfín de besos pasionales en un nudo de brazos y piernas.
-A parte de usar los sentidos, hay otra cosa que utilizamos en Alaska: el instinto…-dijo mientras seguíamos abrazados el uno al otro.
-¿Y qué te dice tu instinto?-pregunté más relajada y más cómoda con su presencia después de romper mi espacio personal.
-Que hoy nos lo vamos a pasar muy bien…-no le permití terminar la frase, le mordí el labio inferior en mi desesperación por sentirlo dentro de una vez. Mis manos juguetearon con el botón de sus pantalones marrones y deslizaron la cremallera hacia abajo. Dejé al descubierto el visible bulto del calzoncillo y mi curiosidad por saber cómo sería mi nuevo objeto de deseo aumentaba por segundos. Estaba tan excitado como yo: en aquel momento no sabía si me deseaba por mí misma o porque llevaba demasiado tiempo sin tocar a una mujer, pero sin duda esa erección me dio la confianza que me faltaba para tomar las riendas de la situación. Lo guie hacia la cama y lo tumbé boca arriba, me acomodé sobre él y disfruté de su boca un poco más. Sus manos robustas acariciaban mi espalda y recorrían la curva de mi cintura, empapándose de mí: de mi piel, de mis formas. Comencé a juguetear con el bulto de su calzoncillo. Los gestos de su rostro me decían que le estaba gustando… Introduje la mano dentro y agarré su miembro con firmeza. Clavó las uñas en mi muslo y se mordió el labio de placer. No me dejó masturbarle demasiado tiempo, estaba demasiado excitado y conocía lo suficientemente bien su cuerpo para saber que no iba a explotar en cualquier momento, y prefería gozar de la situación de otro modo. Eso no me detuvo, jugué con la punta de su glande y la entrada de mis labios un rato más, mientras sus manos empujaban mis caderas hacia abajo, y su rostro se volvía rojo por el esfuerzo. Me introduje el miembro de golpe. Clavó las uñas de nuevo en mis muslos y soltó un suspiro ahogado. Casi se corre en la primera embestida, me pidió que se lo hiciese suave, quería disfrutar del momento… No puse objeción a ello y comencé a moverme lo más delicado que pude hacia delante y hacia atrás. La excitación que me había envuelto en un primer momento mientras me “estudiaba” había desaparecido. Mi hombre de los bosques se había convertido en un tierno adolescente en su primera vez. Quizá hubiese disfrutado más si Matt hubiese dejado salir el salvaje que llevaba dentro, pero no puedo negar que no me gustase tratarle con esa ternura. Sus manos recorrieron mi cuerpo a medida que aumenté el ritmo. Ambos gemimos de placer y cuando él se encontró con más control sobre su cuerpo comenzó a moverse también. Guie sus manos hacia mis pechos y los apretó con fuerza. Me agarró por la cintura y se incorporó para hacerme el amor sentado. Me sentí libre al poder moverme con tanta facilidad sobre él, agarrando su poderosa espalda, gimiendo sin temor a ser oída. Él también gritaba de placer, me mordía el cuello y me arañaba la espalda mientras yo apretaba sus rizos contra mí. Esa postura no duró demasiado puesto que Matt no pudo aguantarlo más y se corrió. La profundidad de su orgasmo, su aliento en mi cuello, los dientes y las uñas en mi piel también me humedecieron la entrepierna: me mordí el labio y cerré los ojos para sentir como me había llenado con su esencia…
Se dejó caer agotado, aguardé unos instantes más con él dentro de mí. No había llegado al orgasmo, pero eso no me había impedido disfrutar de cada segundo de aquel salvaje, y, sinceramente, adoraba sentir aquella bestia de Alaska en mi interior. Después me tumbé a su lado, instintivamente me acurruqué en su pecho donde fui bien recibida por un abrazo: olía a tierra mojada y a almizcle, a naturaleza, a bosque, a macho alpha… A mí, en cambio, me invadían los químicos de champús y cremas y el olor dulzón de la mascarilla para el cabello. No era un hombre velludo: apenas tenía pelo en los brazos y en el pecho: Aun así me permití el lujo de trenzar los rizos plateados de su torso. Jadeaba agotado, se había puesto rojo y poco a poco comenzaba a retomar el color normal de su piel.
-Te juro… que es la primera vez que me pasa…-expulsó entre jadeos.
-No te preocupes, me ha gustado…
-La próxima vez lo haré mejor.-“¿Así que habrá próxima vez?” –Hacía mucho que no estaba con una chica…
Me separé de él y me incorporé sobre el codo, Matt hizo lo mismo. Parecía sacado de una revista. Quizá lo estuviese idealizando demasiado en mi cabeza, pero me parecía el hombre más atractivo con el que había estado jamás.
-¿Por eso te metiste en mi cama anoche?
Se puso rojo como un tomate.
-Te diste cuenta… -esquivó mi mirada-Creí que estabas dormida. Solo quería verte dormir, sentirte respirar… He estado más de un mes solo, en esa horrible celda gris… Añoraba ver a otra persona… Siempre he disfrutado de la soledad, pero me estaba matando, necesitaba estar con otra persona, sentirla…
La realidad me golpeó en la cara como una jarra de agua fría. Solo quería estar con alguien, podría haber sido yo como podría haber sido cualquiera. Simplemente era el primer chochete que se le había puesto delante. Me daba asco de mi misma, me sentía sucia y utilizada. Por un momento había sentido compasión por ese salvaje alcohólico, incluso cariño… Y quién sabe si con el tiempo: Amor. Conociéndome me preguntaba cómo no me había enamorado ya de él.
-Creo que te debo una disculpa…-sus ojos azules me apuñalaron de nuevo. ¿Se disculparía por utilizarme?-No debí tratarte así a fuera, estaba enfadado, furioso. Tiendo a pagarlas con todo el mundo cuando me enfado…
-No te preocupes… -se me hizo un nudo en la garganta y tuve que sostener el llanto.
-¿Puedo hacerte una pregunta?-Matt era el más sociable y extrovertido de los hermanos y el más indiscreto. Su escaso conocimiento de la sociedad y las conductas sociales a veces provocaba que se metiese en situaciones incómodas con el resto de la gente.
-Adelante.-fue lo primero que se me ocurrió decir aunque temía que la respuesta a su pregunta fuese excesivamente personal.
-He leído sobre ti. Mi hermana menor te tiene como un ídolo… Una chica normal, salida de un pequeño pueblo que triunfó publicando historias en Internet, escribió para Hollywood, tuvo su propia serie, ayudas a gente que lo necesita… Mírate: eres preciosa, inteligente… -“¡piensa que soy preciosa!”-Conseguiste por ti misma, con tus esfuerzos, sin rendirte, llegar hasta donde estás. Cumplir un sueño, vivir una vida de película… Sin embargo…
-Sin embargo…-me tembló el labio, casi no podía hablar sin estallar a llorar.
-Pareces muy triste… Tú no has venido al bosque para estudiarnos. Has venido aquí para huir…-“Es más listo de lo que parece”-Y no puedo evitar preguntarme: ¿por qué?
Acaricié el duro rostro de Matt, su sonrisa me hacía sentir segura, confiada. No solía acostarme con chicos en la primera cita, sin embargo con él: Me decía a mí misma que Matt era diferente, quizá yo quería que fuese diferente. Quería vivir mi cuento de hadas con mi salvaje de Alaska, como los que suelo escribir: con apuestos príncipes de ojos claros, musculosos y comprensivos, y en mi mente: Matt se estaba convirtiendo en eso. Sin saber exactamente el motivo: le conté mi historia.
-Necesitaba un tiempo a solas, para pensar y hablar conmigo misma. Siempre he sido una chica solitaria: cuando era adolescente decía que me iba a marchar a Mongolia para dejar de ver a la gente. Nunca he tenido muchos amigos, ni parejas, ni siquiera el apoyo de mi familia… Pero jamás me había sentido tan sola como ahora: la gente se hace pasar por mi amiga o intenta ligar conmigo porque soy famosa, no por mí misma… Mi familia no hace más que preguntarme por el dinero pero en ningún momento han preguntado por mí: ni como estoy, ni si me encuentro bien, Nada. Personas que no me habían hablado en la vida, de repente querían ser mis mejores amigos… Me dieron la oportunidad de escribir un libro sobre vosotros, sobre la vida salvaje en Alaska. Y no me lo pensé dos veces antes de irme… Solo, quería que la gente me viese, que me viese y me quisiese tal y como soy: no porque soy famosa, sino por mí misma…
Matt apoyó su mejilla sobre la mía, como los gatos cuando llaman tu atención para que los acaricies:
-A mí me gustas tal y como eres…-su ataque de sinceridad me pilló por sorpresa, pero no era una chica que me dejase engatusar tan fácilmente:
Esquivé sus caricias. No me gustaba hablar de ello, me ponía a la defensiva y no dejaba que nadie penetrase mi escudo.
-¿Qué vas a saber tú? Apenas hace un par de semanas que me conoces…
-Sin embargo, estoy desnudo a tu lado…-sus movimientos con las cejas me sacaron una sonrisa. Matt se percató de que no me estaba sintiendo demasiado cómoda con sus preguntas y cambió de tema. Deslizó su dedo hacia mi estómago y lo posó sobre mi tatuaje.-Me gusta mucho ¿es un ancla?
Asentí con la cabeza:
-Me lo hice por mi padre, le gustaban mucho los barcos…-Su dedo recorrió mi estómago hasta llegar al costillar izquierdo y repasó con los dedos el otro tatuaje-¿Y este de aquí, por quién te lo hiciste?
Sí que me había estudiado bien para descubrir las cinco pequeñas palabras negras escondidas bajo mi pecho y ocultas tras mi brazo. Me di la vuelta para que Matt pudiese apreciar mejor el tatuaje. Se inclinó sobre mí y su olor a tierra húmeda me invadió de nuevo. Agarré su muñeca y señalé cada palabra con su dedo:
-“Fuerza”, “Coraje”, “Corazón” “Perseverancia” “Principios”. Me dan ánimos cuando me siento triste, me recuerdo a mí misma que si le pones ganas, te esfuerzas y eres valiente: los sueños pueden hacerse realidad…
Matt los acariciaba fascinado con la yema de los dedos.
-Me gustan mucho… ¿En qué idioma están? ¿Árabe?
-Élfico.-respondí con una sonrisa.
-¿Élfico? ¿De verdad?-cada vez que sonreía me quedaba sin aire. Abarcó el tatuaje con toda su mano y me acarició el costado, rozando la carne rosada de mi pecho desnudo-Pues me encanta.
Me agarró de la nuca y me besó de nuevo. La vergüenza me invadió de nuevo: y tapé mi cuerpo flácido con la manta. A Matt pareció molestarle, pero no podía compararme con ese torso escultural; era distinto a todos esos chulitos de gimnasio con sus abdominales marcadas. No, era puro, natural… Tenía miedo de que se diese cuenta de que solo había sido un mal polvo para desahogarse, y que enseguida encontraría a alguien mejor, pero yo no quería despertar de ese sueño con mi príncipe de los bosques de Alaska.
-Me gustaría tomarte algunas fotos… Ya sabes, para el estudio…-dije tímidamente.
-Por supuesto, sin problema, pero… estoy desnudo-miró dentro de las mantas para cerciorarse de su afirmación.
-Has dicho que no había problema...-ambos nos reímos.
Busqué desesperada mi ropa, pero estaba demasiado lejos para cogerla sin que Matt me viese. Me deslicé con la sábana pegada al pecho para recoger la cámara sobre mi mesilla. Me percaté de que todavía tenía los muslos pegajosos… “¡Mierda!” Estaba tan ansiosa por follarme a Matt que me había olvidado completamente de utilizar algún método anticonceptivo, y la farmacia más cercana no estaba lo suficientemente cerca para ser efectivo el método del “día después”. Nos lo estábamos pasando tan bien que no quería preocupar a Matt con eso ahora y no sabía cuándo fue la última vez que tuve el periodo para calcular si estaba o no en mis días fértiles… “Tengo tan mala suerte que soy capaz de quedarme embarazada por un polvo mal dado”
-¿Estás bien?-preguntó Matt al ver mi reacción.
-Sí, no ocurre nada…-cogí la cámara ocultándole mi rostro de preocupación.
-Entonces ¿por qué te cubres con esa sábana? ¿Te da vergüenza estar desnuda delante de mí?-Me puse roja como un tomate y no fui capaz de responder a su pregunta. Se quitó la sábana que le cubría la cintura-No pasa nada, yo también estoy desnudo ¡mira!-no me atreví a hacerlo.- Hice un par de fotos a Matt poniendo caras extrañas y luego un par como si fuese portada de alguna revista de moda.
Era tan natural, tan atractivo, tan sincero… Me gustaba como me hablaba, con cariño. Seguro que era así con todas, no conseguía quitarme de la cabeza la idea de que solo era un polvo pasajero. Él era trece años mayor que yo, pero siempre me habían gustado los hombres maduros, ¿pero cómo podía interesarle yo? No era más que una cría fea y gorda de la ciudad, en cambio él… Él era mi sueño:
-No suelo estar tanto tiempo desnudo en el bosque, hace demasiado frío, pero la verdad es que no se está nada mal…-
No aguanté más y me puse a llorar. Matt saltó de la cama, sin saber que pasaba, y me estrechó entre sus brazos.
-Ya está, no pasa nada… Ya pasó todo…-agradecía su abrazo cálido y sus manos sobre mi pelo. Me desahogué en sus brazos como una niña pequeña, llorando a moco tendido. Matt me mecía suavemente de un lado para otro mientras me susurraba al oído.-No te preocupes, ya pasó todo, ya está, tranquila. Estoy aquí…-“Lo sé, sé que estás aquí, y no quiero que te vayas.” No sabía bien que me pasaba, pero eso no importó a Matt para que intentase consolarme.
-¿Matt?
-¿Sí?
-¿Recuerdas cuándo te he dicho que nunca me había sentido tan sola como ahora?
-Sí.
-Pues te he mentido, llevo sintiéndome sola toda la vida.
“Siempre he sido una chica tímida, solitaria. No he tenido muchos amigos a lo largo de mi vida, y los pocos que he tenido los he terminado perdiendo. No confío en nadie porque los pocos amigos que he tenido me han acabado dando la espalda, me han abandonado… ¡Eran todos unos mentirosos y unos falsos! Cuando tenía la edad de Rain, decidí que era el momento de cambiar, e intenté caer bien a todo el mundo, olvidándome por completo de quién era, fue un craso error, porque no había día en que no me acostase llorando por sentirme tan sola…
-¿Sola? ¿Y qué hay de tu familia? ¿No se preocupaban por ti?
“A mi familia no le he importado nunca, siempre se han avergonzado de mi por ser diferente: por no querer vestir como el resto, ni maquillarme ni hacer las mismas cosas. No han sabido aceptarme, siempre se han reído de mí, criticando mis gustos. Nunca he sido una chica muy inteligente, es más, soy bastante torpe, me cuesta mucho hacer las cosas bien a la primera, aprender en general me cuesta. Y en lugar del apoyo que yo necesitaba no han hecho otra cosa que criticarme: reírse de mí, llamarme inútil… Me obligan a vestir de una determinada manera, y si no lo hacía me insultaban, tampoco dejaban que llevase el pelo a mi gusto, decían que era patético. Pero lo que más me dolía era que me considerasen una inútil…”
-No eres una inútil…-su rostro de volvió sombrío. Matt no sabía que decir, y era extraño porque no callaba nunca. Me sequé las lágrimas con el reverso de la manta.
“Ellos no lo comprendían Matt, siempre fui la hija torpe, la rarita, la gorda… Me duele mucho recordarlo. Como podía odiarme tanto a mí misma, odiar a la gente… Era una época en la que el simple hecho de mirarme al espejo me producía náuseas: no paraba de repetirme: ¡Eres un monstruo! Fea, inútil, rara… una puta foca. Así nadie te va a querer nunca… Y luego caí enferma: las chicas de mi escuela se pasaron un tiempo diciéndome que estaba gorda, que comía como un tío, y que de esa manera no iba a encontrar pareja nunca. Fui una imbécil por hacerles caso: pasé meses sin comer apenas, encerrada en el baño vomitando, llorando, queriendo morir… Y nadie se percató de mi ausencia, nadie se daba cuenta de que no estaba ni de que no comía. No le importaba a una mierda a nadie, Matt…
-¡No te creo! ¿Y tú familia? ¿No se dio cuenta de nada?
-Decían que ya se me pasaría. Que era una tontería de cría. Todos mis problemas son tonterías de crías. Todo lo hago mal y no sirvo para nada. Al final por supuesto que se me pasó: pero no fue gracias a nadie, fue gracias a mi misma. Comencé a escribir: creé a Ayden, a Ayla y a toda la tropa de mis libros. Ellos me ayudaron a salir del apuro. Eso provocó que me encerrase más en mi misma y que odiase más a la gente… Solo quería irme, huir de ese sitio… Y cuando todo empezaba a ir bien: cuando las clases me iban mejor, tenía pareja y amigos… Regresó ella, una de las chicas que me provocó la enfermedad y lo arruinó todo. Me quedé sin amigos, perdí el apoyo de mi pareja… todo. Volvía a estar sola en este mundo, volvía a querer morir. Quería huir, irme de ese lugar, venir aquí, al mundo salvaje. Sin nadie… Sin que a nadie le importe: sin redes sociales que te recuerden que no tienes amigos, sin Whatsapps vacíos, nadie. No quiero estar con nadie. No quiero volver a ese mundo donde las apariencias lo son todos, no quiero estar con una familia que solo le importa mi dinero ni con amigos que estén pendientes de mi fama. Me quiero quedar aquí…
-Pues hazlo…
-¿Cómo?
-No puedes volver a ese sitio que tanto odias. Te mataría, igual que me mataba a mí la clínica. Todo eso que has pasado te ha hecho más fuerte, por Dios, eres admirable. Jamás había conocido alguien con unos valores tan arraigados, alguien tan fuerte. Ahora entiendo tu obsesión por ayudar a la gente: no quieres que nadie se sienta tan solo, quieres ayudar a los que lo piden y no les escuchan…
-Pero en cambio soy una cabezota. Me las he tenido que apañar tanto tiempo sola que ahora no quiero que nadie me ayude, me siento inútil, siento que estoy molestando…
Matt me miró con esos preciosos ojos azules tan brillantes:
-No deberías volver con una familia que no se preocupa por ti y que solo hace que mermar tu amor propio…
-Matt olvídalo… No debería haberte dicho nada. No suelo hablar de esto con mucha gente… Temo que me ingresen en algún sitio y me inflen a pastillas por depresión. Y estamos aquí por ti, para ayudarte a ti…
-Ya me has ayudado. Me has ayudado a ver lo afortunado que soy de tener una familia como la que tengo. Que me quiere y que me apoya… Y ahora quiero ayudarte yo a ti.
Me sequé las lágrimas con la manga.
-¿Qué quieres decir?
-¿Cuándo volveremos a Browntown?
-Cuando estés listo. No quise llevarte directamente por si necesitabas un tiempo para pensar…
-Entonces… ¿Puedo quedarme aquí un par de días más? Y quién sabe, a lo mejor… ¿repetir lo que ha sucedido antes?
-Puedes quedarte el tiempo que quieras…-asentí con la cabeza aún con lágrimas en los ojos.
Puso una mano en mi hombro y con el pulgar de la otra me limpió las lágrimas:
-Nos vestiremos y bajaremos a desayunar… ¿Quizá pueda pescar algún que otro cangrejo?
-¿A lo mejor puedes conformarte hoy con beicon?-forcé una sonrisa. Le había contado todo a Matt, sin apenas conocerlo… Pero me transmitía tanta confianza, deseaba tanto perderme con él en Alaska. Tenía miedo, tenía mucho miedo de enamorarme de él, se estaba convirtiendo en mi príncipe, el héroe de mis cuentos. El que me entendía, me comprendía, me consolaba. Me animaba. Ya había escuchado antes las palabras de: “Estás bien”, “eres guapa” “no estás gorda”… Pero todo eran palabras vacías, sin sentimiento alguno, formaban parte de mi asquerosa y superficial sociedad. Nadie excepto Matt había apreciado antes mi carácter, fuerte, temperamental. A lo que ellos llamaban rara para él era única. Se había esforzado por escucharme, por leer mis libros. Nadie antes los había leído, nadie sabía cómo me sentía porque por mucho que suplicase que leyesen, nadie lo hacía. Eran demasiado vagos, demasiado egocéntricos para hacerlo. Matt, por favor, para ya, me estoy enamorando de ti, de tu sonrisa, de tu forma de hablar, de hacerme reír… De cómo me hablas, no me infravaloras, no me llamas inútil. Matt por favor no te vayas. Me estoy dando cuenta de cuanto te necesito. Necesito alguien como tú a mi lado, con palabras llenas de emociones, que me valore por como soy, que no merme mi autoestima ni que me diga que soy una torpe ni una inútil. Matt, por favor…
-Vale, por esta vez sales ganando tú. Comeremos beicon, nos acurrucaremos al lado del fuego. Pasearemos y nos leeremos el uno al otro. Hablaremos, lloraremos, haremos el payaso. Te reirás de mí y de mis ideas, y yo te escucharé fascinado cuando me cuentes alguna de tus historias. Repetiré lo de esta mañana una y mil veces hasta que me salga bien, y dormiré a tu lado durante toda la noche. Y después, dentro de dos días, cuando te hayas dado cuenta de que soy el hombre de tu vida y de que estás enamorada de Alaska, volveremos los dos juntos a Browntown, volveremos a casa… ¿Está bien?
-Está bien…
Tenía la sonrisa más bonita que había visto jamás.

TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN AQUÍ.

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