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La Primavera V: Se ha escrito un crimen

Montana fumaba frente a la ventana de su despacho, en un vano intento de mantener la calma y evitar pensar en el desastre en que se había metido. Reneé Le Renne, no había otro gángster en toda Nueva York que hubiese robado La Primavera... ¡Tenía que ser él! Él mismo Le Renne que había arruinado su carrera de policía, que le había llevado a caer en las sucias garras del alcohol. Reneé Le Renne, el hombre que le había arruinado la vida...
El detective asomó la cabeza desde su ventana en el octavo piso, una caída desde allí sería mortal. "Ojala pudiese tirar a ese maldito hijo de puta por aquí" pensó Howard al mismo tiempo que Álex entraba por la ventana echando humo a insistencias de la secretaria de Montana que le pedía que no entrase.
Ambos se miraron, hacía varias semanas que no se veían, desde que conocieron que Ayla Hurst era una de las chicas de Le Renne, Montana se había desentendido del caso, no contestaba las llamadas del periodista ni tampoco las de su cliente, alegando que estaba ocupado trabajando en otros asuntos. Álex llegaba sudado y jadeando, como si acabase de correr una gran maratón.

-La han matado Howard.- dijo entre suspiros

-¿Qué? ¿A quién han matado?

Alex tiró un periódico sobre la mesa y cogió la botella de whisky del detective.

-¿Recuerdas a Emily? ¿La joven que intentó seducirte en el Lemon?- Montana asintió levemente con la cabeza- La han encontrado degollada en un callejón cerca del club. Con una gran quemadura en la muñeca izquierda. La habían torturado y golpeado. He intentado acercarme a la escena del crimen, pero la policía no me ha dejado entrar.

-¿Sabes que inspector es el que llevaba el caso?- preguntó el detective mientras echaba un vistazo a la noticia del asesinato.

-Un tal Jiménez. ¿te suena?

-Jiménez...- suspiró Montana- un chulito latino que siempre quiere hacerlo todo solo y sin ayuda. Estaba en el cuerpo cuando yo aun pertenecía a él. ¿Crees que Le Renne ha sido el asesino? En fin, quemar la muñeca izquierda es su modus operandi. Les quema su marca a las chicas que se portan "mal".

-Parece que entiendes mucho del tema.

Montana lo miró de reojo y cuando iba a responderlo la voz aguda de su secretaría le interrumpió.

-El señor Montana está reunido con su socio. No puede pasar, me da igual lo importante y urgente que sea...

Los dos hombres se miraron y observaron como la secretaria y la otra persona forcejeaban para entrar al despacho. Montana ya palpaba su pistola oculta bajo la mesa cuando Ayla Hurst se coló por la puerta y cerró tras de si a la histérica secretaria.

-Ayla...- susurró- Está bien Marjorie, déjala pasar.

La secretaria protestó pero ni Howard ni Álex la escucharon, ambos se quedaron perplejos al ver entrar a la joven bailarina, despeinada y con un diminuto vestido negro y roto, descalza y sucia. La chica se sentó y rodeó sus rodillas con los brazos mientras le resbalaban las lágrimas por las mejillas.
Álex se acercó a ella para ayudarla, la envolvió con su abrigo y pidió que le preparasen una bebida caliente. Montana no se fiaba de ella, así que seguía cerca de su treinta y ocho.

-¿Qué ha sucedido Ayla? ¿Quién te ha hecho esto?

-La han matado- dijo entre lágrimas- Ella solo quería ser como nosotras y la han matado... - la joven se echó a llorar ocultando su rostro entre sus manos ante las miradas perplejas de los dos varones.

Una vez calmada, y con un te caliente entre sus brazos, Ayla contó lo que había sucedido: "Las chicas no elegimos ser mujeres de Le Renne, ella nos escoge a nosotras. Desde pequeñas, nos coge de hogares de acogida, de familias problemáticas, o nos compra a nuestros padres por mucho dinero. A mi me recogió de un centro de acogida a los ocho años. Normalmente recoge a niñas que nadie echará de menos... Después nos adiestra, nos enseña a ser las perfectas compañeras, hablar de negocios y de política, cantar, bailar y siempre estar perfectas para nuestros acompañantes. Cuando ya estamos listas los hombres nos contratan, son personas como Le Renne, de negocios de dudosa reputación, les acompañamos a los clubs, les servimos copas y les soplamos los dados. Si pagan bien también nos acostamos con ellos. ¿Lo estáis entendiendo?"

-Es complicado- afirmó Montana- Hasta ahora pensaba que las chicas de Le Renne eran solo un puñado de prostitutas que el... o ella protegían. Creí que se ocupaba de otro tipo de negocios. Cuando yo era policía e iba tras su pista, lo suyo eran las armas.

-Una tapadera, el verdadero negocio de Renée Le Renne es buscar niñas, adiestrarlas y usarlas como mercancías. Pero tiene que despistar a la pasma y a sus competidores y a veces realiza pequeños negocios como traficar con armas o con drogas...

-¿Y qué tiene que ver la muerte de Emily con todo este asunto?- preguntó Álex

-Las chicas de Le Renné están protegidas. Si llevas esta marca en la muñeca, nadie abusa de ti, ni te golpea, ni te hace daño, porque el castigo que recibirá por tocar la mercancía de Reneé Le Renne será mucho peor. Por ese motivo muchas chicas se tatúan el zorro en la muñeca, para estar protegidas en la selva de asfalto. Emily y yo estábamos en el mismo hogar cuando Le Renne apareció, nos seleccionó a las dos para formar parte de sus chicas, pero finalmente solo se quedó conmigo. Nos encontramos años después, su familia de acogida la había tratado mal y ahora era una vulgar prostituta mientras que yo tenía un zorro gravado en la muñeca. Conseguí un trabajo para Emily, pero jamás me perdonó que Le Renne me escogiese a mi en lugar de ella. Se tatuó una marca falsa. Hacerse eso es casi peor que dañar una de las chicas. Cuando sale una imitadora, Le Renne lo sabe, y manda a su gente a por ella. Les quema la marca, no merecen tenerla, y las tortura hasta la muerte...

-Le Renné ha matado a tu amiga, ¿no Ayla?- ella asintió débilmente- ¿Y a ti que te ha sucedido?

Ayla sacó una tarjeta de su escote. Era una de las tarjetas de Howard Montana, donde ponía su dirección. Por eso los había encontrado.

-Se te cayó esto cuando viniste a mi camerino. Lo encontró uno de los hombres de Le Renne, creen que colaboro contigo y han intentado matarme. Pero escapé.
Montana, con su habitual pericia, observó como habían intentado cortarle la marca a Ayla.

-Vale, no te preocupes, puedes quedarte aquí hasta que demos con Le Renne- dijo Álex sin consultarlo con Montana, algo que desconcertó totalmente al detective.

-Álex, ¿podemos hablar un momento a solas?

Álex se levantó y ambos salieron a la recepción.

-¿Tu estás loco? ¡La está buscando uno de los criminales más peligrosos de Nueva York! ¿Y tu le ofreces quedarse aquí?

-¡Es una cría! No podemos dejarla en la calle. Tu tienes muchas más ética que yo, deberías darte cuenta de esto...

-Eso no quita que no tema por mi vida

Unos portazos en la puerta de entrada interrumpieron la acalorada discusión. La secretaria se sobresaltó, Ayla asomó la cabeza por la puerta del despacho. Sin la seguridad de su pistola, Montana se sentía indefenso. Unos hombres entraron de golpe a la recepción. No eran hombres de Le Renne, eran policías. Encabezados por un hombre de unos treinta años, moreno de piel, musculoso y con un espeso bigote negro.

-Jiménez... - susurró Montana al verlo entrar.

-¡Ex-inspector Montana!- exclamó el otro- ¿Cuanto tiempo?

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