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Lo que pasa en París, se queda en París...

El joven reportero cayó exhausto sobre la cama, jadeante y satisfecho después de haber disfrutado de uno de los mejores polvos de su vida. A su lado se dejó caer una chica rubia, de cabello lacio como una cascada y casi blanco.

-Pues al final no ha estado tan mal...- dijo él- Deberíamos repetirlo...

Ella se levantó y comenzó a enfundarse en unos vaqueros y una camiseta blanca.

-No te emociones, solo has sido una aventura de una noche, una pequeña venganza. Te recuerdo que estoy casada- dijo ella mientras se sentaba en la cama recogiéndose el pelo en una cola alta. Luego se acercó a él y le besó en los labios- Hasta nunca.

Y se encaminó a la puerta...

-¿No me vas a decir tu nombre?

Ella se detuvo un instante antes de abandonar la habitación del hotel:

-Mya, me llamo Mya... - Y se marchó.

-Yo soy Eric...- respondió aunque ya estaba solo.

Rápidamente, el joven agarró su cuaderno de periodista e inmediatamente comenzó a anotar los rasgos de la muchacha con la que acababa de estar: pelo largo y rubio, muy rubio, casi blanco. Rasgos muy suaves sobre piel blanca, ojos almendrados, verdes o anaranjados, dependiendo de la luz. No muy alta, uno sesenta-sesenta y cinco más o menos, 22 años, pecho pequeño, pero firme, cintura estrecha y caderas voluptuosas. Un lunar en la espalda, y una mancha de nacimiento en el muslo derecho, bajo la nalga. Un tatuaje en el abdomen, también en el lado derecho, una frase escrita en francés: "Los grandes sueños empiezan con cosas pequeñas". Después anotó unos datos: "Mya, hotel Princesse Marie Antoinette, 19 de abril.

Cerró el cuaderno e intentó conciliar el sueño, miró el reloj, las cinco de la mañana, podría haberse quedado a pasar la noche. No se pudo dormir, miraba el despertador cada dos por tres, en apenas una hora debía levantarse e irse a trabajar, pero el polvazo que le había echado Mya hacia apenas un par de horas no le dejaba dormir. Pensó en como la había conocido, en el bar del hotel, aquella misma noche.

"Éric bebía una cerveza, su aspecto descuidado con la barba y los vaqueros desgastados no pegaban en el sofisticado ambiente de aquel hotel. En un primer momento pensó en encerrarse en su habitación a llorar mientras miraba fotos de Celia, pero su cuerpo le pedía alcohol, ¿y que mejor lugar para emborracharse que ese bonito hotel que sus jefes le habían pagado? Así que bajó, tal y como iba vestido, ¿para que arreglarse? Afeitarse está sobrevalorado... Pidió una cerveza, y otra, y cuando ya iba a pedir la tercera no pudo evitar escuchar una fluida conversación en inglés, música para sus oídos, llevaban demasiados días escuchando casi únicamente un estirado francés. Era Mya, el aspecto de la joven tampoco encajaba con el del bar, vestía cazadora y botas militares, y vaqueros rasgados. Hablaba por teléfono y no para de discutir e insultar al o a la que se encontraba en la otra línea. Colgó el teléfono y se sentó en la barra, al lado de Eric, y pidió una cerveza. Apenas lo miró.

-¿Un día duro?- le preguntó Eric en inglés, ella lo miró sorprendida.

-¿Te importa?- respondió ella de mala gana.

-Tranquila, solo intentaba ser amable. Los deprimidos debemos apoyarnos el uno al otro. Vamos ¿qué te pasa?

-Mi marido... -suspiró ella- Apenas nos vemos porque ambos tenemos trabajos muy duros, y la noche en la que podemos estar juntos en semanas, a ultima hora me dice que nos veremos en casa porque ha quedado con sus amigos para ver un partido de fútbol...

-Menudo cretino... Aunque depende de quién juegue, es lógico.

-Es que todos los hombres sois iguales, de verdad... -se resignó ella- ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?

-Llevaba dos años con una chica, Celia, vivíamos juntos, hacía apenas unos meses que nos habíamos instalado en nuestro nuevo apartamento. La semana pasada nos levantamos pronto y me llevó al aeropuerto, cuando iba a darle un beso de despedida me dejó. Así, sin más. Sin motivo aparente, simplemente se acabó. No me coge las llamadas y no me responde los mensajes.

-Que duro...

-Muy duro...-Ella se llevó el botellín a los labios y él la observó, era guapa, sin duda, una belleza nórdica- Por cierto, ¿Por qué hablas tan bien inglés? ¿Es que no eres de aquí?

Ella acabó de beber y sonrío.

-Soy francesa sí, de un pueblecito de Brest. Pero estuve un par de años de Erasmus en Bristol, y mi marido es de allí. En casa solemos hablar en inglés. Tu tampoco eres de aquí, ¿verdad?

-Neoyorquino, estoy en París por trabajo.

-Lo sospechaba, tu acento te delata.

Ambos rieron y bebieron. Eric la invitó a otra cerveza...

-Por nosotros y por nuestras perfectas vidas amorosas.

-Por nosotros- dijo Mya mientras bebían-¿Sabes lo peor de todo?

-¿Qué?

-Estaba convencida de que iba a pasar una apasionante noche de sexo salvaje. Y aquí estoy, bebiendo cerveza con un yankee desconocido.

-Estoy alojado en el piso veintitrés. Lo de la noche de sexo, es fácil de arreglar...

Se miraron. Y cuando se dieron cuenta estaban besándose y desnudándose en su habitación.

Sonó el despertado y Eric se levantó, se metió en la ducha, pero ni el agua fría recorriéndole el cuerpo logró despertarlo. Alguien picó a la puerta, era Chris, su compañero.

-Venga, un café rápido y nos vamos. Joder... ¿qué te ha pasado? Tienes un aspecto horrible... ¿Te has vuelto a pasar la noche en vela llorando por Celia?

-¿Celia? ¿Qué dices? Eso es el pasado. Está completamente superado...- respondió Eeric presumiendo de su triunfo- Anoche estuve con una chica, ¡pero no veas que chica! Rubia, un cuerpo impresionante y dios mío... No veas como se movía...

-¿En serio? ¿Has mojado esta noche?- se sorprendió el otro- ¡Ese es mi chico! Mi campeón ha vuelto a la carga y dime... ¿cómo era? ¿la llamarás?

-No me ha dejado su numero... Se llama Mya, y es de Brest y está casada con un inglés. Se acostó conmigo para vengarse de su marido, que la dejó plantada anoche en el bar. No se nada más de ella, ni su apellido, ni donde vive, ni a que se dedica... Fue algo esporádico, pero ha sido uno de los mejores polvos de mi vida. Será difícil de superar...

-Pues ya sabes lo que tienes que hacer, amigo. Buscar a una capaz de superarla.- le guiño el ojo y le dio una palmada en la espalda. Venga, bébete el café y coge tus cosas. Tenemos mucho trabajo por delante.

Eric y Chris eran enviados de un canal de televisión privado de Nueva York, para realizar un documental sobre el robo de arte y el mercado negro en la capital francesa. Un tema bastante aburrido para los dos reporteros, que no disfrutaban pasando el día visitando los museos, aunque al menos no desaprovechaban las ventajas de la noche parisina.

Ese mañana en concreto, los americanos visitaban una exposición en el Louvre, la colección privada de gemas de oriente medio de Marina Sokolov, una empresaria y amante del presidente ruso. Se sospechaba que Sokolov había adquirido la colección estafando a un jeke árabe y ahora se lucraba exponiéndola en los museos más prestigiosos del mundo. Chris y Eric estaban invitados a la inauguración, esa misma noche, pero su pase de prensa les permitía entrar por la mañana para hablar con el personal y documentar como se estaba organizando la exposición.

Con gorra, barba y vaqueros, los dos reporteros entraron a la sala de exposición, donde no se les dedicó ni una mirada amigable, ni por su aspecto ni por su nacionalidad. "¿Qué les pasa a estos franceses con los americanos? preguntó irónico Chris.

-¿Son los reporteros del New York International?- preguntó un hombre al verlos perdidos en medio de la sala...

-Si, somos nosotros.- respondió Eric mostrando su pase- Eric Collins y Christopher Worth.- le tendió la mano al hombre mayor y trajeado que hablaba con un sofisticado acento francés y andaba como si se hubiese tragado una escoba, pero éste se la quedó mirando, y Eric retiró el saludo...

-Síganme, la directora de la exposición les está esperando para hacerles un tour antes de la inauguración.

-Gracias, Alfred- respondió Chris irónicamente.

-No vuelva a llamarme así. Me debe un respeto, al fin y al cabo ustedes solo están aquí por la generosa aportación económica que realiza su jefe al museo.

La directora, una mujer con el cabello recogido en una cola y una americana gris, daba órdenes a gritos a unos hombres que colocaban torpemente un enorme cuadro en la pared.

-Tened cuidado, se trata de un retrato del zar Alejandro I jamás expuesto anteriormente. Vale millones de dólares, mucho más de los que ganareis vosotros en vuestra patética vida...

-Señorita Cachiatti-Cooper... los del International...

-Enseguida los atiendo...-respondió ella sin ni siquiera mirarlos...

-¿Mya?-preguntó Eric...

-¿Tú?-se giró ella sorprendida.

-¿Y ese apellido tan exótico?




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