-¿Pero cómo es posible?-aun no podía creerlo. ¿Se trataba de un sueño? Me sentía muy mareada y en lugar de ver a un Bam, veía a tres figuras borrosas con el pelo rizado y gafas. Me ayudó a incorporarme en la cama y me acarició las dos mejillas con sus largos y huesudos dedos: -¡Dios mío, Ayla!-apoyó sus labios en mi frente-Estás ardiendo. Apenas lo escuché hablar, estaba demasiado distraído absorbiendo aquel olor tan intenso que le caracterizaba: aquella pose erguida y esa mirada orgullosa que ocultaban aquel instinto felino sobreprotector. “Que suerte tienen Bird y Rain de tenerle como hermano mayor”. Bam me ayudó a ponerme la sudadera con la que Bear me había arropado. Ahora que lo mencionaba, sentía las mejillas ardiendo a la vez que unas agujas de hielo me cosían la columna vertebral. Bam, de pie junto a mí se llevó uno de mis mechones de pelo a la nariz: -¿Cuánto hace que no te lavas el pelo?-me encogí de hombros y al acariciarme las puntas color rubio oscuro las noté gr...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.