AVANCE S.2 CAPÍTULO IV (ALASKAN BUSH PEOPLE) DONDE EMPEZÓ TODO
-¿Hoy no desayunas en tu tipi indio?-me preguntó
Bear cuando entró en la cocina de la casa de Santa Mónica y me encontró
desayunando cereales.
-Me he quedado sin provisiones.-sonreí con la boca
llena de leche y bolas de miel.
-Creía que ya no querías volver a casa por tu
repentino odio hacia toda la humanidad.-respondió mi hermano pequeño mientras
se llenaba un bol y se sentaba a mi lado.
En la gran mesa donde antaño fuimos nueve, ahora
solo estábamos dos. Bam y Noah ya no vivían con nosotros y Gabe pasaba largas
temporadas fuera de casa. Así que prácticamente éramos cuatro hermanos Brown
los que quedábamos en lo que llamábamos Browntown: Bear, las chicas y yo.
Recientemente me había trasladado al patio trasero, que daba a un pequeño
bosque, donde había montado una tienda de campaña, decorada como un tipi indio
y había montado una cerca entrelazando ramas de madera. No era mi antigua choza
de neumáticos con su verja para zombis, pero era mucho mejor que aquella
pequeña y claustrofóbica casa donde no hacía otra cosa que esquivar al perro, a
los gatos y a mi hermanos a cada paso que daba.
La relación entre Bear y yo era más o menos cordial,
especialmente cuando nuestros padres se encontraban delante, sino, intentábamos
mantener las distancias por el bien de nuestra integridad física. La cicatriz
de la ceja derecha brillaba con la luz matutina que entraba por la ventana. Aun
recordaba aquel día, justo cuando volví de Hawái, y tuve que explicar a mi
familia que Ayla y yo ya no estábamos juntos… Atribuí la ruptura al nuevo
trabajo de Ayla, sin dar demasiados detalles, y pedí que respetaran mis
momentos de soledad, algo que, obviamente mi familia no obedeció.
Bear y Gabe vinieron a buscarme al jardín, yo estaba
entretenido montando unas flechas con ramas de naranjo, abalorios de Rainy y
algunas plumas que había encontrado en el patio y había pintado con colores
vivos. Las puntas de las flechas estaban talladas con una navaja.
-Sentimos mucho lo de Ayla, hermano. Sabemos que la
querías muchísimo, debe de ser algo muy difícil de superar-se excusó Gabe como
si fuera culpa suya, midiendo muy bien las palabras que empleaba-¿podemos hacer
algo para ayudarte?
Forcé una sonrisa, aunque mis esquivas miradas
delataban mis auténticos pensamientos:
-Estoy bien, gracias, solo quiero estar solo un
rato.
-¿Seguro?-insistió Gabe.
-Sí.
Me levanté de mi puesto indio y me apoyé sobre las
ramas del naranjo, dando la espalda a mis hermanos. No quería que me viesen
llorar. Suspiré hondo y me concentré para dejar de temblar. Ni siquiera podía
mirar a Bear a la cara, porque cuando lo hacía, me lo imaginaba con ella, y eso
me mataba por dentro. Apreté la mandíbula y los puños para contenerme. Bear me
puso una mano en el hombro, fraternal, pero aquello fue demasiado para mí:
-Matt, sabes que estamos aquí para cualquier cosa…
No lo pensé ni un momento, me giré violentamente y
le arreé a Bear un puñetazo en la ceja con todas mis fuerzas que lo hizo
tambalear y caer al suelo. Gabe corrió a su auxilio mientras Bear se
incorporaba desconcertado, asumiendo que le había dado un puñetazo. Estaba
pálido como un fantasma. Se tocó la herida y abrió los ojos como platos al ver
la sangre mientras sus labios balbuceaban.
-¿Es que has perdido la cabeza, Matt?-me regañó
Gabey saliendo de sus casillas.
Miré mi puño goteando sangre, mis anillos le habían
rasgado la piel a Bear y le habían abierto una herida sobre la ceja derecha
como si se tratase de un puño americano. En seguida me sentí culpable y empecé
a temblar anonadado, aun asumiendo lo que acababa de hacer. Había pegado a mi
hermano por una chica ¿cómo había podido? ¡No me lo perdonaría nunca! Sería
otra gran decepción para mis pobres padres, de nuevo, la oveja descarrilada de
la perfecta familia Brown.
Sin embargo, Bear me miró desafiante. La sangre le
corría por el rostro como una cascada de lágrimas rojas y le empapaba el pelo,
tiñéndolo de granate y pegándosele a la sien. Mi rabia y mi furia eran
incontenibles.
-¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Maldita sea!-le grité
apretando los puños hasta que se me marcaron las venas de los brazos-Sabías
cuanto la quería, sabías cuanto significaba ella para mí.
-¿De que estáis hablando?-preguntó Gabe, mirándonos el
uno al otro sucesivamente.
-Yo no la busqué Matt.-Bear se levantó y se limpió
el exceso de sangre con el reverso de la manga y escupiendo en el suelo-Ella
vino a mí.
* * *
-Chicos, lamento interrumpir,-Gabe asomó sus rizos
castaños por el marco de la puerta. Parecía preocupado-pero esta mañana me ha
llamado Alba.
Bear y yo casi nos atragantamos con los cereales.
-¿Alba? ¿Alba, Alba?-preguntó un atónito Bear.
-Sí, esa Alba. Me ha llamado desde Nueva York.
Chicos…-respiró profundamente, estaba buscando las palabras más adecuadas para
contar algo importante-se trata de Ayla.
El corazón se me aceleraba nada más escuchar su
nombre. Prometimos que no querríamos saber nada más de ella, que el contacto
entre Hurst y la familia Brown desaparecería para siempre, y eso incluía a
Bear, a Gabe y su constante tira y afloja con Alba. Si ella le había llamado,
es que algo malo ocurría. Inconscientemente, mis manos empezaron a temblar y
mis músculos se agarrotaron en una sensación similar a cuando estás en alta mar
y ves una tormenta que viene directa hacia ti. Se me secó la garganta y el aire
no me llegaba a los pulmones. Humedecí los labios, nervioso. Intenté que no se
viera reflejada mi preocupación, pero una negra corazonada me decía que tendría
motivos para ello.
-¿Qué le pasa a Ayla?-preguntó Bear que no parecía
tan alterado como yo.
-No sabemos dónde está…-murmuró Gabe con un hilo de
voz.
Me levanté de un salto y sacudí a Gabe por la solapa
de la camisa de cuadros. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Estaba
blanco y empapado en sudor frío:
-¿Cómo que no sabes dónde está?
Bear se levantó y me apartó de mi hermano. Gabe se
arregló la ropa.
-Ayla tuvo una cena en San Francisco, después
tendría que haber vuelto a Sonoma, pero no lo ha hecho. Teddy ha dicho a Alba
que Ayla lleva días sin aparecer por la oficina. Tampoco está en Nueva York, ni
en la casa que le prestaron en San Francisco…
-¿Cuándo fue eso?
-El viernes pasado.
-¿¡El viernes pasado?!-grité llevándome las manos a
la cabeza-¡Ha pasado más de una semana! ¿Habéis esperado tanto para daros
cuenta de que Ayla no está? Gabe, llama a Alba de inmediato, tenemos que encontrarla.
-¿Qué está pasando?-dijo Rainy entrando por la
puerta, alarmada al escuchar mis gritos, pero la ignoré, estaba demasiado
histérico ante la perspectiva de que nadie supiese nada de Ayla desde hacía más
de una semana. Su cabello castaño y corto la hacía parecer más mayor de lo que
en realidad era.
-Ayla tuvo una cita el viernes en San
Franciso-explicó pacientemente Gabe-Alba cree que salió mal y que por eso Ayla
no contestó sus llamadas ni sus correos durante los dos primeros días.
“Muy típico de Ayla, encerrarse en si misma cuando
no quiere hablar de algo que le preocupa”.
-Al tercer día empezó a preocuparse, entonces llamó
a Teddy y descubrió que Ayla no había vuelto a la editorial el fin de semana
después de la cena, y que, de hecho, llevaba varios días sin aparecer por la
oficina. Teddy está histérico, no sabe cómo reprogramar la agenda de la
editorial. Ayla tampoco le contesta los mensajes. Empiezan a estar preocupados…
“No es la primera vez que Ayla desaparece sin decir
nada, pero si es la primera vez que no le ha dicho a nadie donde va. Esto no me
gusta nada. Algo malo está pasando”.
-¿Y por qué te ha llamado a ti para preguntarte si
sabías algo?-le pregunté a Gabe conociendo su extenso historial con Alba.
-Porque la cita fue conmigo.-respondió solemne Bear,
sentado detrás de mí.
Rainy se llevó las manos a la boca, sorprendida.
Aquel instinto primitivo que dormía dentro de mí despertó hambriento y voraz,
me abalancé sobre Bear y lo tumbé sobre la mesa, agarrándolo por la solapa de
la camiseta. Mi hermano cerró los ojos y se cubrió el rostro para soportar el
golpe, Gabe y Birdy me agarraron de la camiseta y tiraron de mi con fuerza para
evitar que pegase se nuevo a Bear.
-¡Matt, relájate!-me ordenaba Gabe.
-Saca a las niñas de aquí, Gabey.-le repetía con los
ojos inyectados en sangre mientras Bear pataleaba insistente para alejarme de
él.
-¡Basta ya!-se interpuso la pequeña Rainy entre
nosotros alzando la voz y dejando al resto fríos como el hielo.
Rainy se había interpuesto entre nosotros, por ese
motivo, y como era la pequeña, todos nos detuvimos de golpe para evitar
dañarla. Lo cierto es que Rainy era más mayor y más madura de lo que nos
pensábamos.
-Ya está bien.-nos ordenó a todos sublime-Debemos concentrarnos,
a pesar de que Ayla y Matt ya no estén juntos, Ayla sigue siendo de la familia.
No sabemos nada de ella, podría haberle pasado algo, podría estar en peligro.
Debemos encontrarla.
Bear y yo nos separamos, no sin antes fulminarnos
con la mirada. Nadie, a excepción de nosotros dos había entendido mi arrebato
de furia contra él, pero, como siempre, nos mantuvimos en silencio. No era mi
primer ataque de rabia, y como toda mi familia sostenía que todavía sentía algo
por ella, nadie preguntó, puesto que dieron por supuesto que mi repentino
ataque de celos fue por la angustia de no saber dónde podría estar ella.
-¿Deberíamos llamar a la policía? ¿Y si la han
secuestrado?-preguntó Birdy angustiada mientras todos nos reuníamos alrededor
de la mesa.
-No, hubiesen pedido algún rescate por ella.-dije de
inmediato descartando la hipótesis-Escuchad,-alcé la mano-conozco a Ayla mejor
que a mí mismo, no es la primera vez que huye sin decir nada a nadie cuando
tiene un problema, si ni siquiera se lo ha contado a Alba es que está metida en
un buen lío. Hay que analizar sus movimientos desde el viernes por la noche e
intentar averiguar donde ha ido. Gabe, llama a Alba, y pon el manos libres.
Gabe obedeció y marcó el número de Alba. Una gota de
sudor frío me recorrió la frente. Sentía mi corazón palpitar a toda prisa
mientras el teléfono daba señal. Alguien descolgó y escuché la voz mecánica y
temblorosa de la amiga de Ayla al otro lado del teléfono:
-¿Gabe, sabes algo de Ayla?-preguntó ella con la voz
llorosa.
-Alba, soy Matt. Te escuchamos todos.-le informé.
-¡Matt! Gracias a Dios.-dijo entre llantos-Por
favor, dime que sabes algo de ella, por favor, dime que ha ido a buscarte.
Tragué saliva. El sudor me empapaba cada vez más la
frente y la vista se me nublaba.
“¿Dónde te has metido, Ayla?”-supliqué para mí
mismo.
-No, no sé nada de ella, pero escúchame atentamente.
La vamos a encontrar, de acuerdo. Te lo prometo.-le respondí para calmarla.
Alba gimió al otro lado de la línea, estaba preocupadísima-Vamos a ver: cuando
fue la última vez que vista a Ayla.
-El viernes pasado-se sorbió los mocos-por la mañana
cogió el tren hacia San Francisco, Teddy estuvo hablando con ella durante el
trayecto hasta la ciudad y desde entonces no sabemos nada. El sábado tendría
que haber vuelto a Sonoma, pero le perdimos la pista, no responde a mis emails
ni me contesta las llamadas… Sé que es normal que Ayla desaparezca sin avisar,
pero es raro que no me haya dicho dónde está. Estoy preocupada, Matt.
-Lo sé Alba. Yo también lo estoy.-admití para su
sorpresa y para la de sus hermanos-¿Has ido a su apartamento de Nueva York?
Quizá ahí hay alguna pista sobre su paradero.
-No, en seguida iré para allá.
-Bam y Allison están en Jersey.-añadió Rainy-Les voy
a enviar un mensaje para que se acerquen, quizá puedan ayudar.
Bam siempre había tenido una relación muy cercana y
fraternal con Ayla, seguramente se pondría tan histérico como él en cuanto se
enterase de que había desaparecido.
-Me parece una buena idea, Rainy. Alba, si vais al
apartamento de Nueva York aseguraos de revisar el cuartucho de arriba. El que
hay tras el cuarto de la lavadora.
-¿Conoces la habitación secreta de Ayla?-se
sorprendió Alba.
Mis mejillas enrojecieron pensando en lo que
habíamos hecho en aquella habitación, pero si Ayla planeaba algo, seguro que
allí habría alguna pista. Me aclaré la garganta y desvié la mirada:
-Parece ser que Bear fue el último que vio a Ayla.
¿Sobre qué hora os despedisteis?
-Antes de medianoche.-reflexionó Bear apartándose el
pelo de la cara-Estábamos en la casa que le habían dejado en San Francisco,
pero de repente, ella se marchó.-se encogió de hombros-Dijo que se marchaba a
casa. Supuse que se había regresado a Sonoma.
-Birdy, Bear y yo iremos a la editorial a ver si
encontramos alguna pista.-Rainy estaba demostrando una madurez impropia de su
edad.
-Está bien.-refunfuñé no demasiado convencido-Vamos
a pensar, Ayla dijo que se iba a casa, pero no está en Nueva York ni en la
editorial, ¿crees que podría haber regresado a España?-pregunté a Alba.
-Lo dudo, Ayla no visita España desde que murió su
madre.
“¿Su madre había muerto? Porque no me había dicho
nada”
Apreté con fuerza el puño y golpeé con fuerza la
mesa, intentando controlar la furia que cada vez crecía más en mí.
-¿Lía lo sabe?
-No he querido avisar a Lía hasta agotar las
posibilidades. No quería preocuparla-admitió Alba-Por eso quería hablar con
vosotros primero.
-De acuerdo, no le diremos nada a Lía. Vamos a ver,
¿dónde podría haberse marchado Ayla?
-Matt…-me interrumpió mi hermano menor.
-Ahora no, Bear.-le dije temblando de los nervios y
mascullando entre dientes.
Sentía el corazón latiéndome a toda prisa bajo mi
pecho, a punto de estallar en cualquier momento.
-Debes saber algo.
-Ahora no es el momento.
Pero mi hermano insistió:
-Ella me rechazó, ¿vale?
El resto de mis hermanos se miraron confundidos:
-¿De qué están hablando?-susurró Birdy.
Miré a Bear con la mirada repleta de ira.
-Sigue enamorada de ti.-agarré a Bear por el cuello
de la sudadera roja y lo arrastré al pasillo, lejos de las miradas indiscretas
y los cuchicheos entre mis hermanos.
-¿Qué quieres decir?-le pregunté mordiéndome los
labios.
-Ella seguía llevando el anillo que le regalaste.
Intenté besarla pero ella me rechazó, me dijo que lo nuestro era algo que tenía
que pasar una vez y ya está, y luego algo de unos caminos que se cruzaban pero
no se unían.-Bear sacudió la cabeza, nervioso, intentando recordar cualquier
detalle que desvelase su ubicación.
Solté a Bear y este se sacudió la sudadera mientras
me miraba feroz a través de sus mechones de pelo rubio oro.
-¿Dijo que estaba enamorada de mí?-pregunté
serenamente temiendo tanto que la respuesta fuera tanto sí como no.
Mi hermano tragó saliva, sentía su mirada almendrada
perforándome el alma, no dejaba de apartarse el pelo de la cara, estaba casi
más nervioso que yo por la desaparición de Ayla. Él había sido el último que la
había visto, y temía que algo que él hubiese dicho o hecho, que hubiese
desvelado sus intenciones respecto a ella habría sido el detonante para que
Ayla se marchase.
-No exactamente. Se culpabiliza por vuestra ruptura,
por haberte perdido, pero no por acostarse conmigo.-la saliva se acumulaba en
su garganta dificultándole el habla- Te perdió el día que decidió regresar a
Nueva York, el día que os separasteis.
Recordaba aquel amargo día como uno de los más duros
de mi vida. Desvié la mirada, me sentía humillado y avergonzado. ¿Ayla seguía
enamorado de mí y había rechazado a Bear? No entendía nada, mi cabeza estaba a
punto de explotar, pero si no lográbamos averiguar donde se encontraba Ayla,
nunca lograría saber cuáles eran sus auténticos sentimientos hacia mí, y cuáles
eran los míos hacia ella.
-¿Te dijo algo más?
Bear volvió a encogerse de hombros:
-Palabras y frases sin sentido que no llegué a
comprender. Hablaba más para sí misma que para mí. Solo dijo que se iba a casa,
a dónde empezó todo.
Mi cuerpo se tensó y el corazón de me detuvo durante
un instante que me pareció eterno. Abrí los ojos como platos y los clavé en mi
hermano:
-¿Eso te dijo?
-Sí, ¿por qué?
Intenté marcharme, pero Bear me sujetó por el
hombro:
-Matt,-dijo tragando saliva y apartándose el pelo-debes
saber que no era una cita, ella solo me hizo un favor acompañándome a una gala,
pero aun así, deberíamos hablar de lo que pasó entre Ayla y yo…
Me deshice de su brazo agitando mi cuerpo
bruscamente:
-Hablaremos cuando la encontremos,-le respondí
acuchillándolo con la mirada- y sepa que está bien, que está sana y salva.
Regresé de nuevo al comedor, dando grandes zancadas
y a paso firme y decidido, mis hermanos seguían reunidos alrededor del teléfono
con la voz de Alba sonando por el altavoz. Aparté a Gabey de un empujón:
-¿Alba?
-¿Qué pasa Matt?
-Seguiremos este plan: Tú, Bam y Allison registrad
la habitación secreta del apartamento de Nueva York, las chicas y Bear se
marcharán hacia la editorial. Gabe se quedará en Los Angeles y hará de enlace
entre todos nosotros.-agarré a Gabe por los hombros, autoritario y le señalé
con un dedo acusador que lo desconcertó- Mira revistas de prensa rosa, Internet…
algún paparazzi la habrá intentado cazar.
-Está bien.-respondió mi hermano alzando los brazos,
rindiéndose-¿Qué vas a hacer tú?
-Voy a buscar a Ayla.
AVANCE S.2 CAPÍTULO III (ALASKAN BUSH PEOPLE) INSACIABLE
Tomábamos el brunch en un pequeño y luminoso comedor
en los pisos superiores de la casa de campo: el comedor que tenía la mesa de
hierro forjado y cristal y la ventana daba a los viñedos. Unos pajaritos, creo
que eran gorriones, revoloteaban cerca de las cortinas blancas, tan blancas y
puras como el mantel de nuestra mesa. Era una mañana inusualmente fresca de
principios de verano en Sonoma, y el valle se había despertado empapado en
rocío, con una brisa fría que agitaba a los viñedos.
Alba y yo desayunábamos tortitas con sirope de
caramelo y trocitos de frutas. Mi amiga llevaba un veraniego vestido de flores
de colores y una cinta de azul sujetando su largo pelo negro. Al lado del plato
de tortitas tenía encendida la tableta electrónica con la agenda del día,
hablaba de cifras, ¿o era de marketing? Lo cierto es que no la estaba
escuchando, mi mente vagaba lejos, con aquellos pajaritos revoltosos. Yo no
tenía muchas ganas de vestirme esa mañana, y había obtado por pantalón corto
blanco y camiseta ancha gris.
-Alfie ha ido a promocionar su nueva película al
programa de Ellen, y cuando le han preguntado sobre su vida personal, ha dicho
que tenía el corazón roto y se ha hecho la víctima.-explicaba Alba con la boca
llena de trocitos de fresa-Tranquila, no ha dicho tu nombre directamente, pero
lo ha insinuado. Creo que estaría bien, ya sabes, para mejorar tu imagen que la
gente te viese haciendo algo bonito: en un refugio de animales o algo por
estilo.
-Me he acostado con Bear.
Alba se mordió la lengua y abrió los ojos como platos,
aunque no se limitó a articular palabra, simplemente, se levantó de su silla
con elegancia, cogió su delicada copa de vidrio tallado y me tiró el zumo de
naranja a la cara sin que se le revolviera un solo pelo de la cabeza.
La naranja me irritó los ojos mientras buscaba a
ciegas un pañuelo con el que limpiarme la cara, pañuelo que Alba no me
facilitó. Volvió a sentarse en su asiento y cruzó los brazos sobre el pecho,
indignada:
-¿Cuándo?-preguntó como si se tratase de un
interrogatorio de policía y sin perder la sobriedad.
-Hace unos meses, en Pascuas, el fin de semana que
vinieron aquí Bear y Gabe. Matt estaba con gripe.
-¿Lo sabe alguien más?
-A parte de ti, no.
-Bien. ¿Pero tú sabes en el pedazo de lío que te has
metido, Ayla Hurst?-me zarandeó histérica de los hombros-¿Qué pasa con Matt? ¿Y
con la boda? ¡Ah, ya lo entiendo todo! Por ese motivo has estado estos meses
tan concentrada en tu trabajo… Tenías miedo de enfrentarte a esto.
-Necesitaba contárselo a alguien. Admití. Estoy
confundida.
-¡Claro! Y tú genial idea es meterme a mí de por
medio, ¿no? Soy la subdirectora de una editorial, tengo mucho trabajo.
-Exacto, y también eres mi mejor amiga, y por tanto,
tienes que aguantar mis tonterías. Créeme, lo pone en el contrato.
Alba sonrió.
-Está bien. Si hay algo en lo que soy buena es
solucionando problemas, aunque no sé cómo vamos a salir de este lío. Primero de
todo, cuéntame cuándo fue.
-Después de la cena del viernes, aquella en la que
discutiste con Gabe y os mandé a hacer las paces.
-Recuerdo esa noche. Tienes razón, fue cuando Matt
estaba enfermo. Bebiste mucho vino, no sueles beber cuando Matt está contigo.
¡Eso es!-gritó en un entusiasmo un tanto extraño-Estabas borracha cuando te
acostaste con Bear.
-La primera vez sí.
-¿La primera vez?-los ojos de Alba irradiaban furia,
mientras yo me hacía pequeña como un garbanzo. Evité su mirada y comencé a
juguetear nerviosa con mi colgante-¿Es que pasó más de una vez?
-Dos, bueno, tres.-confesé llevándome el anillo de
oro con cristales verdes a la boca mientras lo mordisqueaba inquieta.
-¿Tres?-Alba se levantó e intentó agarrar mi copa de
zumo para lanzármela a la cara, pero conseguí arrebatársela a tiempo.
-Ni se te ocurra.-le escupí tensando la mandíbula.
-¿Por todos los santos, Ayla?-se exasperó
gesticulando exagerada en un gesto muy español-¿En que estabas pensando?
“Exactamente, no sé en lo que estaba pensando”
-No me seas melodramática, Alba.-forcé una sonrisa
para intentar quitarle hierro al asunto, aunque el ceño fruncido de mi amiga me
resultaba de lo más incómodo-Todos sabíamos que, tarde o temprano, esto iba a
suceder, entre Bear y yo había algo… asuntos que debíamos resolver.
“Un asunto llamado Tensión Sexual No Resuelta”.
-¡Tres veces, Ayla! ¡Tres jodidas veces! ¿Tantas
cosas teníais que resolver para que te lo tirarás tres veces?-me encogí de
hombros, sin saber bien qué decir-Creía que ya se te había pasado la tontería
con Bear…-su tono de voz de decepción no me gustaba nada. No me había sentido
mal, ni culpable en ningún momento desde que había sucedido aquello, no hasta
que Alba me había dado la charla-Estuviste varios meses sin hablar con Matt,
prácticamente os odiabais, no os podíais ni ver, entonces hubiese sido el
momento de resolver tus “asuntos” con Bear. Pero no después de que Matt se
plantase en tu casa en plena noche y al día siguiente cogieses un vuelo para ir
a Alaska con él y encima ¡volvisteis prometidos!
Incliné la cabeza hacia atrás, cansada mientras mi
pelo ondulado caía sobre la silla:
-Matt y yo no estamos prometidos. Nunca le llegué a
decir que sí. (Aunque tampoco le había dicho que no)
Se me encogía el corazón cada vez que escuchaba a
Matt hablar de la boda con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Tenía el
teléfono móvil sobre la mesa, lo miré de reojo, para asegurarme de que no
recibía una inesperada llamada del susodicho.
-¿Se puso de rodillas y te regaló un anillo, verdad?
Entonces estáis prometidos.
Cuando me despedí de Alaska, también me despedí de Bear,
pero no estaba preparada para renunciar a él. En realidad, tampoco estaba lista
para despedirme de Alaska, ¿por ese motivo me aferraba tanto a Bear? Porque era
lo único que me quedaba de Alaska, incluso Matt se había vuelto más cosmopolita,
había perdido su olor a tierra mojada, había perdido su esencia.
-Oye, a mí no me sermonees con eso, te recuerdo que
aquel fin de semana tú también te acostaste con Gabe.-le reproché a Alba en una
intentona de dejar de ser el centro de atención.
Incliné la ceja mientras las mejillas de Alba se
ruborizaban:
-Fue un polvo de despedida y además, ahora no
estamos hablando de mis errores, estamos hablando de los tuyos.
Me señaló el pecho con un dedo acusador decorado con
un anillo en forma de mariposa y las uñas pintadas de rosa.
-Ya, seguro.-le respondí incrédula-También teníais “asuntos
pendientes”, ¿verdad?-dije apartándole el dedo con brusquedad.
Pero Alba tenía razón. Ya habría tiempo para que la
sermonease yo a ella.
Mi amiga respiró hondo y se arregló el pelo con las
manos:
-¿Qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar a Matt?
-No, ni pensarlo. Es muy sensible, además, sabes que
le quiero. No se merece volver a pasarlo mal por mi culpa.
-¡Eso es genial!-Alba sacudió la cabeza en un gesto
desconcertante.
“¿Ah, sí?”
-Eso significa que no sientes nada por Bear, que fue
cosa de un fin de semana, para resolver “esos asuntos pendientes” pero que amas
a Matt y te vas a casar con él. Tienes razón, no tiene por qué enterarse.
Alba parecía aliviada al resolver aquel lío de una
manera tan rápida y sencilla: Callando como una puta, una parte de mí estaba de
acuerdo con ella. Solo había sucedido una vez, ¿para qué revolver el pasado? A
los muertos hay que dejarlos en paz. Pero, ¿qué pasaría cuando volviese a ver a
Bear? ¿Qué sucedería entre nosotros? ¿Cómo reaccionaríamos? Con discreción miré
la pantalla de la tableta electrónica de Alba, fijándome histérica en el
calendario.
-Sé que no debería preguntarte esto-dijo Alba
aclarándose la garganta después de servirse zumo de nuevo-pero, por curiosidad,
¿cómo es Bear en la cama?-esquivaba mi mirada y sus mejillas se sonrojaron.
Sonreí ante su inocencia-Ya sabes, él parece tan extremo…
Medité unos segundos, buscaba la palabra adecuada
para describir a Bear. Tenía clara que la palabra de Matt era “intenso”, pero,
¿cuál era la de Bear?
Me mordí el labio inferior mientras me apartaba un
mechón de pelo rebelde de la cara, rememorando con deleite los momentos íntimos
con él. Un hormigueo me recorría el cuerpo entero cuando pensaba en el roce de
sus caderas contra mis muslos. En sus caricias y en el tacto de su pelo liso, el
olor a almizcle de su cuerpo y la calidez de su boca. Sonreí picara. Si cerraba
los ojos, aún lo escuchaba gemir mientras sudaba contra mi pecho desnudo.
-Insaciable.-dije convencida-Bear es insaciable.
AVANCE SEASON 2: ALASKAN BUSH PEOPLE
Habían sido unas largas horas en autobús desde Los
Ángeles, pero a los hermanos Brown les produjo cierta sensación de alivio, el
hecho de salir de la metrópolis y encontrarse en una vasta extensión de campo:
no era la naturaleza salvaje a la que estaban acostumbrados, es más ni se le
parecía. No había montañas, ni nieve ni osos, ni siquiera árboles. Solo era un
gran terreno de viñedos que empezaban a echar hojas al inicio de la primavera.
Tampoco olía como Alaska, aun se notaban los carburantes de los vehículos en el
aire y los químicos que les echaban a las viñas. Gabe Brown asomaba la cabeza
por la ventana del autobús como un perrito al que sacan a pasear, a su lado,
Bear dormitaba utilizando su mochila a modo de cojín:
-¡Despierta hermano!-le sacudió Gabey por los
hombros-ya casi hemos llegado.
Desde que se habían instalado en California, que
Gabriel Brown se había vuelto más “cosmopolita” había dejado crecer su
alborotado pelo rizado, se había tatuado la cabeza de un lobo en una pierna y
se había hecho un piercing en la ceja. Bear, en cambio, mantenía su cabello
largo y liso y la frescura y el perfil animal que lo caracterizaba en su vida
salvaje.
Hacía rato que habían pasado el enorme cartel de
madera que daba la bienvenida al Valle de Sonoma, con letras enormes y un
racimo de uvas moradas. Ya habían pasado varias bodegas, lujosas casas antiguas
reformadas donde los turistas acudían a catar los famosos vinos y mostos del
valle.
La última parada del autobús destartalado lleno de
alemanes, holandeses y suecos fue en la entrada de la Bodega de Nuestra Señora
de Guadalupe, allí fue donde los dos hermanos Brown se separaron del grupo de
extranjeros en pantalón corto y prosiguieron su camino a pie, durante una milla
al norte. Cargados con sus mochilas y en camiseta de tirantes, el sol
californiano pegaba fuerte esa mañana de principio de marzo, y aunque Bear,
Gabe y toda su familia llevase casi un año viviendo en el sur, aún no habían
logrado adaptarse a ese horrible calor. Había sido un año de lo más intenso
para la familia Brown: Matt había vuelto de la rehabilitación y Ami estaba
respondiendo bien al tratamiento. Bam se había ido a vivir con Allison a la
Costa Este y Noah se había prometido y planeaba su boda para finales del verano
siguiente. Gabe había perdido la virginidad y Rainy se había hecho mayor, pero
una de las cosas que más había impactado a Bear Brown aquel último año (por
supuesto, no tanto como la enfermedad de su madre) era la aparición de Ayla
Hurst en su vida. Había sido una soleada mañana de principios de primavera,
justo como aquella, en la Isla de Chichagof, en el condado de Honnah-Angoon,
Alaska, cuando su hermano mayor había desembarcado en la playa de Browntown,
llevando a una chica tímida de la mano: una joven de cabello castaño rojizo,
ojos heterocrómicos y rasgos suaves y delicados. Una chica que cambiaría la
vida de toda la familia.
El camino de tierra polvorienta llevó a los dos
exhaustos y sudorosos hermanos Brown hasta una verja de hierro forjado,
decorada con espléndidos racimos de uvas y hojas de parra, con dos querubines
custodiando la entrada. Un cartel dorado en elegante caligrafía daba la
bienvenida a El Balcón del Mediterráneo.
Un guardia de seguridad les cortó el paso en la
entrada, pero Bear y Gabe sacaron unas tarjetas de sus bolsillos que les
abrieron las puertas de la finca de par en par. Penetraron por el camino de
adoquines que conducía al gran casoplón rodeado de viñedos. La casa era una
antigua bodega del siglo xix, pintada de blanco con pequeñas ventanitas
arqueadas y de unos cuatro pisos de altura. Un patio de arcos de medio punto en
la parte inferior y rojos tejados en las almenas. Los muchachos atravesaron el
patio interior deleitándose con la espectacular arquitectura del lugar: en el
centro había una fuente con esculturas mitológicas, tanto griegas como nórdicas
y alrededor alegres parterres de flores de brillantes colores que envolvían el
aire con un suave aroma y que complementaba la frescura del recién regado césped.
A ambos lados del patio había dos grandes puertas de roble y hierro forjado que
conducían a las bodegas donde se almacenaba el vino y los otros productos
vinícolas que allí se elaboraban. Por las paredes había pequeñas placas de
arcilla explicando los distintos tipos de uvas que allí se cultivaban, la
mayoría provenían del sur de Francia y del este de este de España, y por eso
daban ese nombre a las bodegas, además de recordar los orígenes de su
propietaria. Aunque lo que de verdad destacaba de ese lugar era la enorme
puerta de cristal al fondo del patio, y que rompía con el estilo rústico del
resto del complejo. Los muchachos se acercaron asombrados, en un lateral se
adivinaba una placa dorada con una inscripción en negro: Bodegas El Balcón del Mediterráneo. Editorial: La Chica del Continente.
Los hermanos intercambiaron una mirada y un
encogimiento de hombros y entraron a la ajetreada oficina. La tranquilidad que
se respiraba en el exterior de la casa no tenía nada que ver con el interior de
la editorial: el suelo estaba hecho de mármol blanco resplandeciente, tanto que
a ambos hermanos les dio miedo mancharlo con sus botas llenas de tierra. Había
gente andando por todas partes: mujeres y hombres trajeados con un montón de
papeles y hablando a gritos por el teléfono móvil. La sala era ancha y
alargada, con varios cubículos de cristal opalizado al final del pasillo y una
estatua de tres dragones de hierro azulado, peleándose entre ellos, decoraba el
centro de la estancia. Una inscripción se leía en una placa al pie de la
escultura: “para A. Hurst de parte de M.
Michaels”. Gabe se acercó para leer la inscripción detenidamente, pero Bear
le llamó la atención con temor a que su patoso hermano rompiera aquella valiosa
pieza.
Al ver a tanta gente arreglada, Bear y Gabe sintieron
vergüenza de sus brazos y sus hombros desnudos, se soltaron las mochilas y se
pusieron unas camisas sobre los tirantes, la de Gabe era de cuadros rojos y
negros, la de Bear de estampado de camuflaje. Disimuladamente y a espaldas de
su hermano, sacó un espejito del bolsillo de sus vaqueros y un peine plegable y
se arregló su pelo largo del color del oro fundido, como solía decir Ayla. Bear
sonrió al recordarlo, no había sentido miedo hasta ese instante, pero poco le
faltó para salir corriendo y regresar a Los Ángeles a pie, o mejor dicho, de
volver a Alaska a nado. En realidad, no hacía demasiado tiempo que no veía a
Ayla pero nunca sabía cómo reaccionaría cuando la viese la próxima vez. Seguía
guardando la carta que ella le había escrito, era un simple párrafo, pero para
él significaba tanto… Se limpió las manos sudorosas en sus viejos Levi’s Straus
y se enderezó para colocarse la camisa sobre los hombros. Estaba sudando a
mares y el corazón le palpitaba extremadamente rápido a la vez que un
cosquilleo le recorría el esófago. Cerró los ojos un instante para intentar
visualizar la última sonrisa que Ayla le había dedicado: le acariciaba la
mejilla y el pelo con ternura, y tenía los pómulos y la nariz enrojecida por el
frío, pero aquellos ojos vidriosos y verdes le miraban solo a él, no a Matt, no
a Bam, no Alba, a él.
“Si hubiese tenido corazón, podría haberte amado” su
voz le cortaba el rostro como la gélida brisa alaskeña.
-¿Cómo encontraremos a Ayla en un lugar tan grande y
con tanta gente?-preguntó Gabe anonadado aún por la elegante decoración del
lugar.
Bear miró a su alrededor, o bien podía encaramarse a
la gran lámpara colgante que iluminaba desde el techo, o bien podía acercarse
al mostrador a pedir información: Tras la barra semicircular, bajo el cartel de
“Recepción” había un joven ordenando papeles y atendiendo al teléfono. Tendría
unos veinticinco o veintiséis años, el cabello corto y alborotado de un extraño
color naranja, pequeños ojos azules ocultos tras unas gruesas gafas de pasta en
un rostro redondo y mal afeitado. Camisa azul marino, abrochada hasta el cuello
y con pequeños estampados en blanco.
-Disculpe señor,-pronunció todo lo educadamente que
pudo, aunque colocase sus manos sudorosas en la impecable y brillante mesa de
mármol- me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano Gabriel…
El recepcionista le hizo callar poniéndose un dedo en
los labios, cogió el teléfono y comenzó a hablar sobre un montón de temas
editoriales y literarios que Bear no logró entender, después de que les hiciese
esperar más de diez minutos, el joven les atendió por fin:
-Me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano
Gabe.-repitió Bear pacientemente-venimos a ver a Ayla.
-¿Tienen cita?-preguntó el muchacho pelirrojo sin
levantar la vista de su ordenador.
-No, venimos a darle una sorpresa.
-Me temo que la señorita Hurst está demasiado ocupada
para recibir alguna sorpresa.
-¡Venga hombre! No seas así…-se quejó Gabey poniendo
sus enormes puños sobre la mesa, algo que al recepcionista no le hizo demasiada
gracia-¿A quién no le gustan las sorpresas?
Bear, sin perder la calma, extrajo de su cartera la
tarjeta que Ayla había regalado a cada miembro de la familia Brown, y que les
proporcionaba el acceso libre a todas las instalaciones de La Chica del Continente, tanto en la Costa Este como en la Costa
Oeste. El joven se miró la tarjeta con resignación y durante un instante que a
Bear le pareció eterno:
-Lo lamento caballeros,-el chico tenía una voz dulce,
pero utilizaba un tono muy impertinente, o eso le parecía a Bear, quizá solo
fuese el estirado acento británico- pero la señorita Hurst tiene una agenda muy
ajetreada esta semana, y le será imposible atenderles por el momento, ¿qué les
parece si les apunto para el día doce de dentro de dos meses? ¿A las diez de la
mañana les viene bien?
-¿Estás de broma?-gritó Gabey golpeando de nuevo la
mesa, mostrándole al mundo que aún no controlaba del todo su fuerza, y
provocando que al recepcionista se le deslizasen las gafas nariz a bajo.
Bear y Gabe aún discutían con el muchacho cuando la
puerta de uno de los cubículos se abrió y de ella salieron dos personajes: uno
era un hombre muy alto, de rostro alargado y bien afeitado, pelo negro, con
pecas en la cara, labios gruesos y ojos oscuros y almendrados. Vestía con un
traje negro muy elegante, a la vez que informal con las mangas de la americana
arremangadas y el nudo de la corbata granate suelto. La otra era una mujer, era
Ayla, o al menos alguien que se le parecía: las hondas de su pelo habían
desaparecido, en su lugar una cascada de cabello liso con mechas rubias le
envolvía el rostro hasta la nuca, llevaba una camisa blanca arremangada, con un
generoso escote, una falda de tubo negro, medias a juego y zapatos de tacón.
Los labios rojos iluminaban su sonrisa a millas de distancia. Bear siempre
había pensado que le quedaba extremadamente bien el carmín rojo. Charlaba
amistosamente con el caballero alto, que debía tener más o menos la edad de
Matt, aunque era mucho más atractivo que su hermano mayor. Para el gusto de
Bear, charlaban demasiado amigablemente, el hombre en cuestión se tomó las
confianzas suficientes como para empujar a Ayla suavemente por la cintura
mientras cerraba la puerta de la habitación de cristal.
-¡No puede ser!-Bear se dio la vuelta y cerró los
ojos. La voz de Ayla le recordaba siempre al viento alaskeño-¿Gabey? ¿Bear?
¿Qué hacéis aquí? ¡Por Dios menuda sorpresa!
El tono de ella era jovial y entusiasta, sin duda se
alegraba de verles. Bear se dio la vuelta, pero Gabe ya había corrido hacia su
amiga para abrazarla.
-Señorita Hurst, ¿les digo a estos caballeros que está
muy ocupada para atenderlos?-se pronunció el recepcionista poniéndose en pie.
-Por favor Teddy, te he dicho mil veces que no seas
tan formal, y que me llames Ayla.-explicó ella con suavidad- Y ya sabes que
cualquier miembro de la familia Brown es bienvenido aquí, Bear y Gabe son de la
familia.
Gabe se despegó de Ayla para volver a encararse con el
recepcionista. Golpeó el mármol y se puso de puntillas, aunque su estatura
pasaba de sobras la del joven pelirrojo.
-Ya lo has oído, somos familia. Esa chica que ves ahí
va a casarse con mi hermano.-le escupió Gabey en un impulso que empapó las
gafas de Teddy e hizo trizas el corazón de Bear.
Se acercó a ella lentamente mientras intentaba por
todos los medios disimular como temblaba de miedo. Una gota de sudor le resbaló
por la sien.
-Parece que estás ocupada.-pronunció el caballero alto
con una voz muy grave cuando Bear se hubo plantado delante de ellos- Te dejo
con tus amigos, gracias por atenderme, Ayla. Nos vemos la semana que viene.
Y le dio un beso en la mejilla de despedida, que Ayla
le devolvió cariñosamente.
-¿Quién era él?-preguntó Bear antipático y sin
aguardar a que el caballero se hubiese alejado lo suficiente.
Estaba claro que la pregunta tan desconfiada había
ofendido a Ayla, pero decidió responder con cortesía antes de iniciar una
discusión. Ella aborrecía las discusiones:
-Se llama Adam Ford, su mujer nos está escribiendo un
recopilatorio de relatos eróticos. Adam ejerce como su agente y hemos tenido
una reunión de negocios.
Bear suspiró más tranquilo, porque mientras Ayla
hablaba, observó como su “anillo de compromiso” se balanceaba entre sus pechos,
agitándose con su respiración. Ayla llevaba colgado del cuello el anillo de
plata y brillantes verdes que Matt le había regalado cuando “se
comprometieron”. Estaba claro que le tenía mucho cariño, puesto que había
encargado una cadena y un broche especial para sujetarlo en torno a su cuello,
y del que en pocas ocasiones se desprendía.
-Me alegro de verte Bear.-dijo en un tono más sobrio
mientras sus brazos se enrollaban en torno a su cuello. Él retuvo un suspiro
cuando sujetó contra si el pequeño cuerpo de ella, y sus pechos se aplastaron
contra su corazón que palpitaba a velocidades vertiginosas. Una ola de calor le
recorrió el cuerpo, sentía las sienes empapadas al tiempo que estrechaba su
espalda contra sí y el olor dulzón de su pelo le inundaba los pulmones.
-Queríamos darte una sorpresa.-pronunció Gabey incorporándose
a la conversación y salvando a su hermano de sufrir un infarto-Como no pudiste
venir por San Valentín, hemos venido nosotros, casi con un mes de
retraso-sonrió mostrando su diente mellado-pero así somos los Brown. El
objetivo principal era que viniese Matt, pero está con gripe, y como ya
habíamos comprado los billetes de autobús y hacía mucho tiempo que no te
veíamos, decidimos venir igualmente.
-Y me alegra que lo hayáis hecho. Me encanta tener
siempre a algún Brown correteando por mi oficina. Venid, subid a mi despacho y
así nos ponemos al día. Teddy, cancela el brunch
de las doce, dile a Lourd que lo aplazamos para esta tarde, y despeja mi agenda
para esta noche.
-Que profesional has sonado. Miradme, soy Ayla Hurst,
soy empresaria y tomo brunch con
gente famosa. Por cierto, ¿qué es un brunch?-se
burló Gabey, a lo que Ayla respondió dándole un puñetazo en el brazo.
-Venga chicos, tenemos mucho de qué hablar. No nos
vemos desde ¿navidad? -Ayla comenzó a subir unas escaleras de caracol muy
modernas, con escalones de color azul transparente que conducían al segundo
piso de la editorial y que ocupada su despacho personal. Andaba contoneando las
caderas, con andares torpes y graciosos por su poca práctica con los tacones
altos. Gabe la siguió, Bear cerraba el grupo-Ah, y Gabey-dijo deteniéndose de
golpe y advirtiendo al muchacho con un dedo acusador. No vayas diciendo por ahí
que voy a casarme con tu hermano. Matt y yo no estamos prometidos. No le dije
que sí.
Gabe sonrió pícaro:
-Llevas un anillo y como él mismo dice, tampoco le
dijiste que no.
AVANCE CAPÍTULO XXII: REGRESO A ALASKA
-¿Es que no te alegras de volver?-Matt tuvo que alzar
la voz para que pudiese escucharlo entre el sonido de las olas chocando contra
el casco del esquife.
-La última vez que estuve aquí-le grité-casi mueres en
mis brazos.
El frío polar de Alaska me arrancaba lágrimas de los
ojos vidriosos. Estaba cubierta por un grueso anorak que casi no me permitía
moverme. Una braga me cubría el cuello y me ocultaba la boca y llevaba el gorro
de lana apretado hasta la nuca. Estaba hecha una bola en un rincón de la
pequeña lancha que nos había transportado desde el puerto de Hoonah a la Isla
de Chichagof. Alaska era todavía más bonita en invierno: las costas estaban
heladas, cubiertas por una capa de hielo gris, la nieve no había llegado a Browntown,
pero las cumbres nevadas se alzaban imponentes tras los pinos y los cedros, a
través de una fantasmagórica capa de niebla. El cielo era de color ceniza, con
unos finos copos de nieve danzando al ritmo frenético del barco. Avistamos la
isla a la hora de embarcar. Matt se puso de pie de un salto, tambaleándose para
mantener el equilibrio hasta que consiguió agarrarse de un cabo de proa.
Llevaba el abrigo abierto y la cremallera del cuello del forro polar desabrochada. El viento le
ondeaba los rizos plateados. Tenía los ojos vidriosos y los labios cortados.
Las mejillas y la nariz enrojecidas. Su mantenía muy erguido, con la espalda
recta y los hombros abiertos, parecía un jarl vikingo en la proa de su barco
preparándose para un saqueo. No podía descifrar en que estaba pensando: tenía
la mirada expectante y la boca entreabierta, pero no parecía mostrar una
emoción concreta. Matt se debió percatar de que le observaba, se volvió
levemente hacia mí y me tendió la mano. Como pude me puse de pie, intentando
mantener el equilibrio para no caer por la borda. Rodeé a Matt por la cintura y
apoyé mi cabeza en su pecho mientras un brazo protector me sujetaba por los
hombros. Llevaba tantas capas de ropa que apenas podía sentir su calor corporal
ni el latido de su corazón. Ya casi habíamos llegado, se avistaba el humo de la
casa principal, donde había estado habitando Noah desde la partida del resto de
la familia. Matt me besó en la frente con unos labios gélidos, después me frotó
los hombros en un intento vano de que entrase en calor.
-No te preocupes,-dijo con voz calmada-en pocos
minutos estaremos calentándonos frente a la estufa.
* * *
Aunque era feliz por estar de nuevo al lado de Matt,
no podía evitar añorar mi cálido y confortable apartamento de Nueva York.
Recordaba lo relajante que me había parecido el levantarme al lado de Matt
aquel 1 de diciembre: verlo dormir desnudo, con su pecho hinchándose en un
sinuoso movimiento al tiempo que de su boca entreabierta se escapaban
divertidos ronquidos. A pesar de la mierda que nos rodeaba, no podía evitar
sentirme increíblemente feliz, así que desperté a Matt con un sonoro beso en
los labios. Él se sobresaltó, pero el verme tan cerca de su cara, sonrió como
solo él sabía hacerlo y me devolvió el beso. Me sentía fresca, despierta,
incluso preciosa… sexy, segura de mi misma. ¡Había recorrido el país para estar
a mi lado! El sol mañanero se colaba por el ventanuco, arrancando chispas de
aquellos preciosos ojos azules. Sin decir palabra y sin parar de darle suaves
besos en el rostro me acomodé sobre sus caderas y aproveché lo mejor que pude
la erección mañanera. Una vez terminamos, nos besamos como un par de
adolescentes un rato más antes de correr a la ducha a tocarnos mutuamente. Si
hubiese podido detener el tiempo en aquel instante, lo habría hecho: No sabía
que desprendía más calor, si la boca de Matt o el agua caliente recorriendo mis
labios entreabiertos. Su piel resbalaba como las serpientes: la acariciaba
mientras deslizaba las manos por el cabello húmedo y rizado. Después tomó mi
rostro por la mandíbula, con aquellos brazos musculosos y me besó con furia
bajo la ducha.
Con el pelo chorreando y la piel húmeda dejé que Matt
se deleitase con mi cuerpo una vez más antes de empezar el día. El agua
caliente nos había enrojecido la piel y soltábamos vapor como locomotoras. El
cuarto de baño se escondía entre la niebla. Una toalla blanca me envolvía el
cuerpo cuando me recliné ante el espejo. Matt estaba detrás de mí, totalmente
desnudo. Me sujetó los brazos mientras me besaba la oreja y me devoraba el
cuello. Sus ojos azules se reflejaban fantasmagóricos entre el vaho del cristal.
Me apartó el pelo hacia el hombro derecho y acarició presionando levemente mi
hombro izquierdo.
-Esto no estaba aquí antes…-musitó mordiéndose los
labios mientras examinaba la tinta incrustada en mi piel que cubría mi hombro y
parte del brazo-¿Son dragones? ¿Cómo no pude verlos anoche?
-Tenías la cabeza en otra parte.-“literalmente
hablando”-¿Te gustan?
-Me encantan.-dijo antes de besar el que volaba sobre
mi hombro. Sus manos se deslizaron bajo mis brazos y me cubrieron los pechos.
Notaba su miembro hinchado presionando contra mí. Me quitó la
toalla.-Inclínate.-ordenó mientras empujaba mi espalda suavemente ante el frío
mármol de la pica del baño.
-¿Otra vez, Matt?-le pregunté con la mejilla clavada
en la piedra.- ¿No has tenido suficiente esta mañana?
-Tengo que compensar tres meses de celibato.-respondió
con toda naturalidad.
-No puedo más. Si lo haces me vas a hacer daño.-le
contradije con voz ronca.
-Estás húmeda.
-No es cierto.
Introdujo dos dedos dentro de mí y me estremecí, lo
que fue de su agrado.
-Sí, si lo estás. ¿Quieres hacerlo?-me susurró al oído
mientras sus dedos presionaban la carne blanda oculta entre mis piernas.
-Sí.-respondí aunque supiese que la rozadura de su
miembro hinchado me causaría un molesto dolor y sensación de incomodidad que
perduraría todo el viaje.
-Bien.-me contestó serio al tiempo que se agachaba
para preparar la zona con la lengua antes de penetrarme. Me quedé quieta como
una estatua mientras le dejaba hacer: Envistiéndome contra el mármol con
gruñidos torpes y dejando que el líquido blanquecino se escurriese entre mis
piernas. Su peso sobre mi espalda me aplastaba los pechos contra el frío mármol
de la pica del baño.
Si hubiese sabido que la libido de Matt se perdería
después de ese último polvo, me hubiese esforzado más en complacerle.
CARTAS DESDE BROWNTOWN: CARTAS 4 Y 5
Isla de Chichagof AK,
09/14/2017
Querida
Ayla,
Te escribo desde mi improvisado refugio
construido con una lona de plástico entre dos árboles. No sé qué hora debe ser,
pero te aseguro que es noche cerrada. Me encuentro a unas tres millas del
campamento, pero una tormenta me ha obligado a detenerme a pasar la noche fuera
de casa. He cazado un venado, un macho joven de unos 48 o 50 kilos, una buena
presa. Es la segunda noche que paso fuera de casa desde que atracamos en casa.
Discutí con Bam nada más llegar, se ha ido Ayla, se ha ido, nos ha abandonado
otra vez, bueno, como hiciste tú. Ha ido a buscar a Allison de nuevo, esta vez
al continente. Se ha ido a Washington, así que ahora él está más cerca de ti
que de mí. Le recriminé que no tenía que marcharse, que no podía abandonarme en
un momento así y me dijo que yo tendría que hacer como él, coger un avión a
Nueva York e ir a buscarte. Le tomé como idiota, le regañé y me marché solo de
caza. Ahora él está en Washington, durmiendo calentito junto a la mujer que ama
mientras yo estoy bajo un toldo, helado y empapado hasta los huesos. Oigo como
las widowmakers caen a mi alrededor,
en cualquier momento me cae una en la cabeza y dejo la carta a medias. Desde
que abatí mi venado, a primera hora de esta mañana, un joven oso ha venido
siguiendo mi rastro, temo que me alcance ahora que me he detenido. Espero que
la tormenta le haya empujado a guarecerse y a dejarme en paz por fin. Perdona
por la caligrafía, pero tengo los dedos tan entumecidos que casi no puedo
escribir. Tengo tanto sueño… pero temo cerrar los ojos y no volverlos a abrir
nunca más. Además, cada vez que cierro los ojos apareces tú: en ocasiones estás
hermosa, me sonríes, me coges de la mano y buscas el calor de mi cuerpo… Esos
son los sueños bonitos. En otros estás llorando, llevas un vestido azul y tienes
sangre en las manos, me recriminas haberte utilizado y te pierdo para siempre.
Esos son los sueños que no me gustan.
Me he encontrado pensando en ti estos
días que he estado solo más de lo que me hubiese gustado: necesito sentir el
calor de tus labios sobre los míos, tu mano suave agarrando la mía, destrozada.
Tu cuerpo pequeño y frágil y tu aliento tan cálido susurrándome al oído que
eres fuerte por los dos… Si estuvieses aquí conmigo no tendría miedo, porque
entonces mi único miedo sería volver a perderte. Esta tormenta sería el día más
soleado del verano. ¡Por Dios, que frío tengo! ME tiemblan tanto las manos que
no sé si voy a poder acabar esta carta, aún tengo que explicarte muchas cosas,
y no sé si me dará a tiempo a todo. He escuchado un crujido entre los arbustos,
creo que tengo visita y la última widowmaker ha caído más cerca de lo que
debería. La lluvia es cada vez más intensa, los truenos me retumban la cabeza y
los rayos me están dejando ciego…Tengo mucho miedo.
Te necesito tanto Ayla, que creo que
cuando regrese a Browntown (si regreso) voy a hacer caso a Bam y voy a coger un
avión a Nueva York. Siempre me quedará la duda de que me abras la puerta o me
mandes a la mierda. También temo presentarme allí y encontrarte con otro,
supongo que ese miedo es recíproco, y no te culpo por ello.
Sabes que te quiero, sé que me quieres,
y no quiero volver a escuchar la excusa de que no puedes protegerme. No
necesito protección, de lo único que tengo que protegerme es de mí mismo.
Eternamente tuyo,
Matt.
Browntown
ak, 09/16/2017
Querida ayla,
Te alegrara saber que matt ha vuelto de
su caceria. Ha venido hecho polvo, cansado, mojado y helado, pero ha traido
comida a casa. A pesar de desobeder la orden de papa de no ir nunca a cazar
solo, esta muy orgulloso de su triunfo. Despues del incidente del oso, creo que
matt necesitaba demostrarle al bosque quien es en realidad. Ha venido herido,
no te preocupes que no es nada grave: pero tenia sangre en los nudillos, como
si se hubiese estado pegando contra un arbol y una brecha en la cabeza… no se
que estuvo haciendo, no ha abierto la boca sobre el tema, pero ya sabes como es
matt, se lo guarda todo hasta que explota.
Mama tampoco ha mejorado, papa, Gabe, la
chicas y ella se van mañana al centro medico de hoonah para que le receten algo
para el dolor y para calmar esa tos tan fea.
Te mantendre informada,
Bear.
AVANCE CAPÍTULO XXI: CARTAS DESDE BROWNTOWN
JUNEAU
AK, 09/07/2017
ESTIMADA SRITA HURST,
ESPERO QUE HAYA DISFRUTADO DE SU
ESTANCIA EN ALASKA Y QUE HAYA OBTENIDO EL MATERIAL NECESARIO PARA SU LIBRO.
PARA RESOLVER CUALQUIER PREGUNTA QUE LE SURGA, NO DUDE EN CONTACTAR DE
INMEDIATO CON EL EQUIPO DE DISCOVERY.
SALUDOS CORDIALES,
MATTHEW
J. BROWN
Juneau
AK, 09/07/2017
Querida Ayla,
Apenas hace unas horas que te he dejado
en el aeropuerto y ya te echo de menos. Todos sabían en casa lo duro que era tu
partida para mí, así que cuando Gabe y yo hemos regresado al Integrity mi
familia me tenía preparada una bonita fiesta de cumpleaños sorpresa. Había
adornos en las ventanas y un pastel de chocolate con velas. Durante un largo
instante he pensado en guardarte un trozo, porque sé cuánto te encanta. Soñaba
en vértelo comer relamiéndote los dedos y en lo adorable que estarías con los
labios manchados de chocolate. ¡Dios mío! Lo que daría yo ahora por lamer esos
labios. Después he recordado que jamás volvería a besar esos labios y he
empapado mi trozo de tarta con lágrimas. No te mentiré, me había imaginado
celebrando mi cumpleaños a tu lado, incluso tenía ganas de abrir un regalo que
no me has hecho. Te veía a conmigo mientras me inclinaba a soplar las velas, tu
carita de entusiasmo cuando desenvolvía el papel de tu regalo, la magnífica
noche que pasaríamos después….
Te escribo esta carta desde mi litera
en el sótano del barco, todo está oscuro, a excepción de mi pequeña linterna
con la que escribo esta carta, Bam ya me ha advertido tres veces que o la apago
o me la rompe en la cabeza. Todo es silencio a mi alrededor, un silencio frío,
espectral. Las chicas se han retirado a su camarote y aquí solo se oyen los
molestos ronquidos de mis hermanos, acompañados del balanceo del barco y el
retumbar de las olas del mar. Se avecina una noche muy larga. Te imagino a mi
lado, con tu cuerpecito diminuto calentándome, haciendo el amor discretamente
bajo las sábanas, con la excitación de saber que en cualquier momento podemos
ser descubiertos. Te echo de menos Ayla, pero no me malinterpretes, no echo de
menos el sexo (bueno, un poco sí), pero si me diesen a elegir entre tenerte una
vez más en mis brazos y no volver a acostarme con nadie nunca más, ten por
seguro que te abrazaría hasta hacernos daño.
Siempre tuyo,
Matt.
GUSTAVUS
AK, 09/09/2017
ESTIMADA SEÑORITA HURST,
PERMÍTAME DECIRLE CON TODO EL RESPETO
QUE UNA EMINENCIA COMO USTED SE MERECE, QUE ES USTED UNA EGOISTA, UNA
EGOCÉNTRICA Y UNA MANIPULADORA.
ME HAS ESTADO UTILIZANDO TODO ESTE
TIEMPO SOLO PARA TU MALDITO LIBRO. YO NUNCA TE HE IMPORTADO, SI ASÍ HUBIERA
SIDO, NO ME HABRÍAS ABANDONADO EL DÍA DE MI CUMPLEAÑOS POR UN MALDITO TROZO DE PAPEL.
¡A NADIE LE IMPORTA TU ESTÚPIDA HISTORIA! ME IMPORTAN UNA MIERDA SI LOS CRÍOS
DE ESA LOBA BLANCA O COMO SE LLAME SE MUEREN, LOS MATES O SE LOS COMA UN OSO.
AUNQUE CREO QUE ES UNA BUENA DECISIÓN QUE EL CAZADOR ABANDONE A SU PRESA POR
LIRIO BLANCO, SI PUDIERA REGRESAR AL PASADO, YO TAMBIÉN LO HARÍA. NO SUELO
ARREPENTIRME DE LO QUE HAGO, PERO OJALÁ NO TE HUBIESE CONOCIDO, OJALÁ NUNCA ME
HUBIESES SACADO DE AQUEL CENTRO, SERÍA MÁS FELIZ SI ME HUBIESES DEJADO PUDRIRME
EN AQUELLA CELDA. ASÍ NUNCA ME HUBIESE ENAMORADO DE TI, Y NUNCA ME HUBIESES
ROTO EL CORAZÓN. TE ODIO. TE ODIO AYLA. TE ODIO, TE ODIO Y TE ODIO.
MATTHEW
BROWN
Browntown
AK, 09/14/2017
Querida ayla,
Ya ha pasado una semana desde que alba
y tu os marchasteis a casa y nosotros hemos vuelto a la normalidad, bueno, lo
estamos intentando, pero se nota demasiado que ya no estais aqui… parece que el
otoño ha esperado vuestra partida para llegar. Cuando nos fuimos de browntown
el sol brillaba y el bosque era verde, durante el viaje de vuelta vimos las
primeras manadas de ballenas migratorias y nos alcanzo una tormenta que nos
obligo a hacer escala de una noche en gustavus. El campamento se ha teñido de
marron, amarillo y naranja, esta precioso. Te encantaria verlo.
Llegamos a browntown tres dias despues
de que os marchaseis. los osos habian hecho de las suyas pero nada importante.
Papa ha comenzado un nuevo proyecto para el campamento, una turbina eolica para
que dejemos de depender tanto de la gasolina que compramos en el pueblo. Quiere
terminar el proyecto antes del invierno, la estructura ya esta montada, solo
faltan las piezas de la turbina… ya la tendríamos
si Gabe y yo no nos las hubiesemos cargado por no hacerle caso a noah. Hablando
de noah, ¿sabes que se ha echado novia? Si ya es un plasta romantico estando
soltero te puedes imaginar como se ha vuelto ahora que tiene novia. Birdy no le
aguanta. Trajo a la chica una vez al campamento, parece simpatica, pero no es
mi tipo…
Ya que he sacado el tema, sera mejor
que te cuente como esta llevando la familia vuestra marcha. Mama, se puso
enferma durante el viaje y lleva en cama desde que llegamos, ella lo achaca a
la edad, dice que ya no tiene la energia que tenia antaño para aguantar una
tormenta otoñal. Esta muy cansada y tiene una tos muy fea y mucho dolor en el
pecho, espero que se recupere pronto, ya sabes que mama es la piedra angular de
esta familia, y cuando ella esta mal, todos estamos mal. DE MIENTRAS, RAINY HA
ADOPTADO EL ROL DE “MAMI” Y CON LO ESTRICTA QUE ES, TENEMOS AUN MAS GANAS DE
QUE MAMA SE RECUPERE CUANTO ANTES. bam apenas ha estado en browntown, se marcho
nada mas llegar, Allison se ha ido a grabar un programa a Washington, y el ha
decidido acompañarla. Esto no ha sentado muy bien a la familia, especialmente a
matt, ya sabes lo unido que esta con bam, aunque no paren de pelearse, en
realidad son uña y carne. Discutieron mucho antes de marcharse, matt se ofendio
tanto que cogio un rifle y se marcho a cazar solo. Papa odia que vayamos solos
a cazar, pero cualquiera le replicaba algo a matt aquel dia. Matt estuvo fuera
tres dias, NOCHE CON TORMENTA INCLUIDA, regreso ANOCHE, con un venado si, pero
destrozado, hecho polvo y con los nudillos ensangrentados, como si le hubiese
dado una paliza a alguien. Birdy tuvo que vendarselos para que dejara de
tocarselos. Hablando de matt, te echa muchisimo de menos ayla, ya no hace
proyectos, ya no construye cosas, esta siempre muy triste y cabizbajo, da
largos paseos solo… ya casi no rie, y cuando va al pueblo, papa siempre incita
a alguno de nosotros a acompañarlo, en fin, supongo que ya te imaginas el por que…
he intentado hablar CON el sobre el tema, bueno, todos lo hemos intentado y lo
unico que hemos conseguido que diga es: “echo de menos a ayla, ya lo sabeis,
dadme tiempo para superarlo”. Al menos ha dicho algo, Gabe se ha encerrado en
su mundo y cuando alguien saca el tema de alba cambia en seguida la
conversacion.
Yo tambien te echo de menos, no
recordaba lo aburrido que es jugar en el rio solo, NI TREPAR ARBOLES SIN NADIE
QUE TE ESPERE A BAJO, ni correr SOLO por la pradera con mr. Cupcake, por
cierto, tambien te envía recuerdos.
Espero tener noticias tuyas y de tu
libro muy pronto. Mandanos una copia cuando lo publiquen (prometo que me lo
leere) mandale un beso a alba de mi parte.
Un abrazo extremadamente extremo,
Bear.
"FUERTE, FUERTE POR LAS DOS"
La luz era tan intensa que me dañaba la vista: manchas
blancas me nublaban la visión mientras un tintineo suave como una canción de
amor resonaba de fondo. El mundo giraba tan deprisa a íi alrededor que me
provocó una arcada y la boca se me inundó del amargo sabor a bilis. El aire
estaba extremadamente cargado aquella noche: olía a humanidad, a sudor, a
sábanas sucias y a desodorante barato. La sensación de asfixia crecía por
segundos y no sabía cuánto tiempo más podría aguantar. Me agarré desesperada a
un material blanco y suave que estaba bajo mi espalda, clavándole las uñas. La
luz seguía fija encima de mi cabeza, con aquel ojo acusador y desprendiendo
calor incriminatorio: a su alrededor giraban tablones de madera oscura aumentando
mi sensación de vértigo, sentí ganas de vomitar, de gritar, de huir, pero
cuando hinché los pulmones mi mundo se cubrió de negro.
Me incorporé de un salto y me aparté la mancha negra
de la cara: era un vestidito de seda fina, negro con flores rosas. De tirantes
y un pronunciado escote en forma de uve.
-Ayla, no me estabas escuchando…
Tardé varios segundos en procesar la información:
estábamos en mi habitación, en la cabaña de Hoonah. La ventana estaba abierta y
una suave brisa hacía tintinear las campanillas de mi atrapasueños. Ya era de
noche, el cielo se había teñido de añil, mientras que el océano se pintaba con
marcadas pinceladas negras. Estaba nublado y pocas estrellas iluminaban aquella
víspera que con toda probabilidad terminaría en tormenta. La luz blanquecina de
la lámpara del techo era verdaderamente incómoda, aunque no me había percatado
hasta el momento: “Tendré que cambiarla si quiero seguir trabajando a gusto.
También tengo que cambiar estas sábanas, apestan a humedad”. En realidad,
apestaban a Matt, pero no quería pronunciar aquel nombre ni en mi
subconsciente.
La cama, el suelo y mi escritorio estaban llenos de
trapitos que yo no recordaba haberme traído, volví a mirar el vestido
semitransparente que tenía en la mano: “¿Quién en su sano juicio se trae esto a
Alaska?”.
-Ayla, aun no has respondido a mi pregunta…-“¿Quién si
no se habría traído tanta ropa al lugar más inhóspito de la tierra?
Sonreí satisfecha:
-Perdona Alba, no te estaba escuchando, ¿qué
decías?-Alba estaba de pie enfrente de mí: con el ceño fruncido y los brazos
cruzados. Al menos llevaba zapatillas de lana y no escuchaba como su pie
golpeaba insistentemente la madera del suelo. Llevaba el pelo suelto: largo,
liso y oscuro, una sudadera roja y un pantalón de pijama a rayas. Yo, en
cambio, tenía las ondas del pelo revueltas, acariciándome las mejillas y la
espalda, vestía con una camiseta de tirantes blanca y un pantalón deportivo corto:
hacía frío, pero me gustaba sentir la piel de los brazos erizada y como les
escalofríos me recorrían la espalda.
-No, ya sé que no me estabas escuchando. Te preguntaba
que cuál te parece más bonito: ¿el rosa o el negro?
Me mostró dos sujetadores, uno en cada mano: el rosa
tenía un lacito en el centro y estaba cubierto por una tela semitransparente
con lunares. El negro tenía encaje en la parte superior y su forma dejaba menos
contenido para la imaginación.
-¿Me estás preguntando sobre qué sujetador es más
“bonito” para acostarte con Gabe?
Me eché a reír y Alba enrojeció de rabia. Me tiró un
almohadón a la cara.
-No te burles, es importante para mí… Es su primera
vez, después me marcharé de Alaska y a saber cuándo volveré, quiero que sea
especial.
-Es una chorrada, te aseguro que a Gabe no le importa
de qué color es tu ropa interior, estará más pendiente de otra cosa.
-Quizá a él no le importe, pero a mí sí. Dime, ¿el
rosa o el negro?
-¿Qué más da?-me exasperé alzando los brazos.
-Seguro que tú recuerdas que sujetador llevabas la
primera vez que te acostaste con Matt.
-Yo no me acuerdo de esas cosas…-“Fue en esta misma
cama y no llevaba sujetador”.
-Ayla, por favor….-me suplicó con ojitos de cachorro.
Suspiré desesperada:
-El rosa. Gabe es muy tímido, quizá el negro con ese
encaje tan provocativo le intimide un poco. El otro es un color divertido, se
sentirá más cómodo…
-El rosa no me pega con el top que había escogido.
Usaré el negro.
-¿Por qué me preguntas si vas a hacer lo que te da la
gana?
-Te he dicho que tu opinión era importante para mí, no
que vaya a hacerte caso.
Esta vez el almohadonazo se lo llevó ella, con tan
mala suerte que se tropezó con la maleta que estaba tirada en el suelo y se
cayó de culo. Ambas nos echamos a reír: iba a echar de menos esos momentos:
Alba se marcharía en dos días y la realidad se me había echado encima con un
jarro de agua fría. Ella tenía que volver al trabajo: su sueldo de camarera no
le daba para mucho, yo había insistido en que lo dejase y viniese a Nueva York conmigo.
Alba escribía canciones y tocaba la guitarra, tenía contactos en Brodway para
encontrarle un trabajo mejor, pero era demasiado orgullosa como para permitirme
intervenir y sus vacaciones estaban a punto de expirar. Me hubiese gustador
irme con ella, ya nada me unía a Browntown: Bam se había marchado, mi mejor
amigo, mi reflejo, estaba a miles de kilómetros luchando por un sueño. Matt me
evitaba a toda a costa y Bear me buscaba demasiado. Hacía ya algunos días que
había vuelto a Internet: había enviado una parte del manuscrito a la editorial
y había actualizado las redes sociales. Le envié un escueto mail a Frank con
datos sobre el libro, no me atreví a llamar a Alfie, pero le comenté unos
emoticonos con ojitos de corazón en una fotografía de Instagram, donde aparecía
él, sonriente, posando en el Puente Colgante de Capilano. “¿Qué estará haciendo
en Canadá? ¿Rodar alguna película, quizá? Sin duda, Vancouver está más cerca de
Alaska que Los Ángeles”. Tampoco contacté con mi familia, pero ingresé en su
cuenta a cantidad de dinero que me pedían. Había pensado en marcharme con Alba
y terminar el libro en la comodidad de mi estudio neoyorquino, o quizá podría
irme a Vancouver una temporada, hasta que Alfie terminase de trabajar… Pero la
editorial insistía en que quería paisajes más detallados, más reales, e
insistieron en que entrevistase a algún miembro de la escasa comunidad indígena
que quedaba en la zona. Ami conocía a una pareja de ancianos, establecida en
Príncipe de Gales, me dijo que no se opondrían a responderme algunas preguntas
ni a enseñarme su modo de vida, pero era época de tormentas y había que esperar
un par de semanas para poder cruzar el mar con el Integrity, por no mencionar
que lo que menos me apetecía en ese momento era estar clausurada en un barco
varias semanas con la familia Brown.
Para despedir a Alba, habíamos organizado una pequeña
fiesta en la casa principal de Browntown, los chicos estaban emocionados:
habían comprado globos y guirnaldas, Ami había hecho una tarta, Noah estaba
preparando la música y Rain nos había impuesto códigos de etiqueta para entrar.
A pesar de las múltiples oportunidades que había tenido Alba de acostarse con
Gabe, no habían aprovechado ninguna y lo habían dejado para el último momento:
el romántico acontecimiento tendría lugar en la choza de Bam, decorada con
velas y pétalos que una servidora había ayudado a preparar y, bueno, yo… Las
chicas habían accedido a dejarme un huequecito en su habitación para pasar la
noche, aunque rezaba para que alguien tuviese que ir al pueblo aquella tarde y
me devolviese a mi aislado refugio de madera en Hoonah.
-¿Y bien, qué te vas a poner?-preguntó Alba mientras
se recolocaba el pelo después de recibir el almohadonazo.
-Un jersey bien gordo y un impermeable.
-¡Ayla!-protestó-Rain y yo hemos acordado que hay que
ir de etiqueta. ¿Qué me dices de aquel vestido azul con el escote en forma de
corazón? Te quedaba monísimo, y creo haberlo visto en el armario del fondo.
Giré los ojos.
-No pienso ponerme un vestido.
-Si no te lo pones no te dejaremos entrar.
-Uiii, mira como tiemblo….-me burlé, aunque por la
cara de Alba supe que estaba a punto de explotar de los nervios.-Lo siento, sé
que es una noche importante para ti, quieres que salga todo perfecto, aunque
por experiencia te digo que los mejores planes salen sin planificar.
Ambas forzamos una sonrisa:
-¿Estarás bien?
-Me lo pasaré muy bien hablando con las chicas.-todos
mis esfuerzos para ocultar mi estado de ánimo no servían de nada delante de
Alba. Respiré hondo:-Noah me culpa de que haya separado a la familia, Bear no
deja de acosarme y Matt ni se digna a mirarme a los ojos…
Alba se mordió el labio inferior y tomó asiento a mi
lado:
-¿Hablarás con él?
-¿Con Matt?-asintió con la cabeza-¿Para decirle que?
-Todo lo que me has dicho a mí: que le echas de menos,
que le quieres, que lo de Bear no significó nada… Qué por qué te ha mentido.
Me mordí el labio inferior hasta casi hacerme sangre,
un rayo iluminó el mar y un trueno retumbó entre las montañas. No estaba segura
de que me hubiese mentido, pero habían sido tantas cosas…. Tantos “te quiero”
no podían significar “te necesito” todo el rato. Aparté la mano de Alba de mi
muslo, lo último que quería hoy era ponerme a llorar, y mucho menos delante de
ella:
-Es tu noche especial.-sentía la bilis en la
garganta-No te preocupes por mí.
-¿Cómo no voy a preocuparme por ti? ¡Eres mi mejor
amiga!
-Pues por ese motivo. Tú me ayudaste con Matt en su
tiempo, ahora te toca a ti…-le coloqué un mechón rebelde detrás de la oreja-Sé
que Gabe te gusta mucho, cuidaré de él hasta que me marche.
Alba forzó una sonrisa para evitar echarse a llorar,
cuando habló, le temblaba la voz:
-Ayla, yo no quiero irme de aquí, pero sé que tú sí,
necesitas volver a tu rutina para olvidarte de Matt, a tu trabajo, ¿por qué no
te vienes conmigo?
Me levanté de la cama sin decir palabra y me acerqué
al escritorio, aparté los trapos de Alba que habían cubierto todo mi espacio de
trabajo y cogí un montón de papeles mecanografiados repletos de apuntes en
rojo:
-Antes tengo que terminar esto: es parte del
manuscrito de El Cazador, la
editorial me lo envió hace dos días corregido.-Se le tendí a Alba.-Página 275.
Leyó en voz alta:
Loba
Blanca se había arrancado los cabellos de la larga cabellera pelirroja, en el
suelo yacían inmóviles y ensangrentados los cadáveres de sus tres niños: Bram,
el mayor, con aquella sonrisa suya. Durc con su cabello rubio y sus ojos
claros, tan parecido al hombre que lo engendró y Ona, la niña de sus ojos, su
bebé, su pequeña… Loba Blanca apretó su cuerpecito rígido contra su pecho, a su
lado, el Cazador la miraba pasivo, como si aquellos niños no fueran suyos, como
si no fueran humanos. Solo eran unas presas a medio comer que había dejado allí
algún depredador de los bosques. Para la muchacha, todo había acabado: su vida,
su sueño, su mundo… Todo había terminado, buscó con la mirada a Corazón de
Ciervo, para suplicarle algo de cariño, compasión, que la ayudase a mitigar ese
dolor que la estaba matando por dentro, pero el hombre se limitó a arquear las
cejas: “Eres una muchacha de las tierras de los señores, tu sangre es débil y
tus hijos no han sobrevivido, no son del clan. Esto no hubiera pasado si mis
hijos los hubiese dado a luz Lirio Blanco, estos niños, como nuestro hogar,
estaban destinados a morir”.
-Caramba Ayla,-Alba tragó saliva-es muy… muy…
-¿Salvaje? ¿Violento? Los editores han dicho cosas
peores, al parecer, el objetivo del libro es ver cómo vivían las tribus nómadas
del neolítico alaskeño, no cómo unos osos asesinan a niños inocentes.
-Pero es así cómo te sientes con Matt,-dedujo locuaz-
se ha terminado tu mundo, lo has perdido todo…
-Exacto.-su mirada se entristeció: por Gabe, por mí,
por alejarse de Alaska, por dejarme sola, por dejar a Gabe… “No, es su noche,
no puede estar triste, tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte por las dos”.
¿Cuántas veces me había dicho aquella misma frase cuando Matt estaba a punto de
caer? Forcé una sonrisa-Anda, vamos a ver qué tal me queda ese vestido azul.
BIENVENIDO A MI VIDA
Bienvenido a mi vida, pero pasa pasa, no te quedes ahí. Perdona por el desorden, pero no suelo tener muchas visitas. ¿Esto es para mí? Muchas gracias, no tendrías que haberme traído nada, bastaba con un surtido de paciencia y una botella de comprensión. Bienvenido a mi vida, es pequeña, humilde y es un poco caótica, pero es mía.
Ven, te enseñaré el resto: si te asomas por aquella ventana verás mi mundo, es oscuro, frío y solitario, y a veces incluso da miedo. No intentes apartarme de él para llevarme al tuyo, aunque pienses que sea mejor, intenta conocerlo, te sorprenderá lo maravilloso que puede llegar a ser. Si sigues por este pasillo te enseñaré mi corazón, es un poco frío, así que espero que te hayas traído besos y abrazos de sobra: perdona, el último que lo ocupó aun no ha terminado de hacer la mudanza y ha dejado las paredes llenas de recuerdos y sentimientos del pasado. Ten cuidado no pises ahí, no he barrido bien el sueño que rompí la semana pasada y no quiero que te cortes con una esquirla. Puedes traer lo que quieras aquí, puedes quitar todos esos recuerdos y colgar nuevos, pero procura no dejar demasiadas cosas, la gente no suele quedarse mucho tiempo aquí. ¿Qué por qué? Pues no sabría decirte, a veces me despierto por las mañanas y se han ido sin más, aunque la mayoría de las veces soy yo quien los echa a patadas. Alquilar un espacio en mi vida no sale barato, y el deshaucio por impago es inmediato.
Ven, te voy a enseñar mi sofá: está hecho 100% de confianza natural, al principio puede parecer un poquito duro, pero con el tiempo se va volviendo blando y confortable. Me gusta sentarme a beber aquí: suelo tomar muchas lágrimas de decepción, licor de impotencia y cóctel de baja autoestima, podemos acompañarlo con tu botella de comprensión y esos surtidos de paciencia tan apetecibles que has traído. Me gusta ver películas por la noche, leer o simplemente soñar, te invito a soñar conmigo, en las reformas que haremos en el futuro, los nuevos recuerdos que colgaremos en las paredes y las aventuras que montaremos.
Podemos repartirnos las tareas si quieres: yo respeto tu espacio mientras que tú respetas el mío: tú puedes poner la sonrisas de lunes a viernes y los fines de semana me encargo yo de las palabras bonitas. Cada quince días rotaremos el turno de consuelo y apoyo mutuo, y habrá que salir por condescendencia al menos una vez a la semana. Solo hay una norma básica que tiene que cumplirse: quererse cada día un poco más que el anterior. Mi trabajo no me deja mucho tiempo para besos, abrazos y caricias, espero que no te importe hacerte cargo de ello, te prometo que en cuanto pueda asumiré la tarea. No te apures si algún día no llegas a todo, no me importa ayudarte a sonreír algún lunes siempre y cuando me digas palabras bonitas el domingo por la tarde.
Verás que por muy tétrico y lúgubre que parezca al principio este lugar va mejorando con el tiempo.
Puedes marcharte cuando te plazca, aunque si no es mucha molestia me gustaría saber el motivo, no quiero levantarme de nuevo, ir corriendo a buscarte y encontrar un hueco en mi corazón lleno de tus recuerdos y tus vivencias, pero sin ti. Puedes pasar las noches que quieras fuera, pero está prohibido que conviertas esto en un refugio al que solo acudes cuando el resto de hoteles han cerrado. Puedes invitar a quien quieras, pero vigila que no rompa nada ni robe secretos que no le corresponden.
No te he comentado un aspecto muy importante: tengo dos niños pequeños, ambos son peludos y tienen cuatro patas, pero ocupan un espacio muy importante en mi vida que tienes que respetar y aceptar. También debo advertirte de que tengo un trabajo muy duro, a veces llego cansada e irritada y te gritaré que salgas de aquí. No me hagas caso, respétame diez minutos para que me calme, luego ven, abrázame y dime que estás orgulloso de mí. Cuando tú llegues exhausto explícame lo que debo hacer: pídeme que te consuele o que te deje a solas, pero dímelo y lo haré.
Espero que no te importe que no te de todavía la clave de mi caja de los secretos, pero no te preocupes, con el paso del tiempo te daré una copia para que tú también guardes los tuyos.
Muy bien, creo que ya te lo he explicado todo, el pago por entrar en mi vida se hace a diario a través de conversaciones y risas, de empatía mutua y "te quieros" sinceros. La fianza es un largo beso en los labios, una caricia y una sonrisa cálida, si no te va bien pagarlo todo de golpe puedes darme pequeños besos en los plazos que elijas. Ya te he dicho que el contrato es indefinido y puedes irte cuando quieras, pero entonces deja todo como lo encontraste: llévate tus recuerdos y tus vivencias, tus besos y tus palabras bonitas y ese cosquilleo que me haces sentir cuando me coges de la mano.
Si ya esta todo, podemos proceder a firmar el contrato. Bienvenido a mi vida.
UN PAR DE ARAÑAZOS
Ya es de día y no recuerdas haber dormido. Te
acostaste con la cabeza palpitando como un bombo, y la situación ocho horas
después no ha cambiado. Sientes los párpados increíblemente pesados y el
cerebro te suplica que le dejes descansar un ratito más. Miras el reloj, apenas
queda un cuarto de hora para que suene la alarma: quince largos minutos en los
que tendrás que luchar para no quedarte dormida. Te intentas levantar, pero es
cómo si tuvieses una enorme roca aplastándote el pecho, que te impide moverte,
que te impide respirar…
Todo es extremadamente difícil esta mañana: incluso
cepillarse el pelo resulta una misión imposible. La ducha caliente no te ha
despertado, sigues asustada por el ataque de anoche, cuando te descubriste, sin
querer, rasgándote la muñeca con la uña. Al menos el agua ha borrado gran parte
de la cicatriz que te dibujaste, aun así, frotas largo rato para asegurarte de
que no la vea nadie. Te miras al espejo después de recogerte el pelo cómo
puedes: tienes el rostro repleto de costras arrancadas que te quitas cuando
estás nerviosa y dos enormes bolsas negras bajo los ojos. Intentas recordar
cuando fue la última vez que dormiste una noche entera, pero los recuerdos son
lejanos y están borrosos. Sientes vergüenza y repulsión por lo que hiciste
ayer, ni siquiera te atreves a mirarlo. Estás muy asustada y no puedes volver a
mirarte en el espejo. Al final te sueltas el pelo, es mejor que el mundo no vea
esa cara de desgraciada que llevas hoy. Es la hora de vestirse: las camisas son
siempre una buena opción, son frescas y anchas, así disimularás las formas de
tu cuerpo que tanto te incomodan, y cómo son de manga larga taparán las heridas
de tu brazo.
Tienes hambre, apenas comiste ayer, pero sientes que
si pruebas un bocado lo terminarás vomitando. Tú única esperanza de meterte
algo en la barriga esta mañana es rezar en silencio para que el café te asiente
el estómago.
Atraviesas el pasillo, está lleno de gente: chicas
maquilladas con voz estridente, alumnos nerviosos por el próximo examen. Una
reconocida voz nasal se queja de que tiene mucho que estudiar. El chico alegre
comenta algo a tu lado… pero nadie te ve. Solo el chico de los ojos bonitos te
pregunta si te has cambiado el pelo. “Fue hace dos meses”, pero solo le dedicas
una sonrisa amigable y un asentimiento con la cabeza. Nadie ha visto a la
chiquilla arrinconada con el pelo tapándole la cara. Quieres pedirles ayuda,
quieres decirles que te vean, que tienes miedo, ayer tuviste un ataque y
estabas sola. Pero las palabras se te atascan en la garganta: son puntiagudas y
están afiladas, si las pronuncias te harán daño. Además, ¿qué les importa a
ellos que ayer te hirieras en un brazo? No es su problema y seguro que te lo
merecías.
Es imposible seguir las explicaciones del profesor
durante la clase: tu cerebro está demasiado cansado para seguir el hilo de la
conversación y no paras de pensar en todas las cosas horribles que te dijeron
anoche: Te llamaron inútil, ¿hace falta qué te recuerden cada día que no vales
para nada? También te llamaron tonta, quieres creer que lo dijeron de mentira,
pero después de ver tu progreso en clase empiezas a pensar que es verdad. “No
sirvo para estudiar ni tampoco para trabajar, ¿qué voy a hacer yo ahora?” De
repente la opción de anoche no parece tan mala, así no importunarías a nadie,
ni serías una carga. Haces una lista de las personas que te echarían de menos,
sientes unas enormes ganas de llorar por lo reducida que es, y más cuando te
das cuenta de que la mayoría lo superaría en seguida. El brazo te palpita
velozmente, parece que va a estallar en cualquier momento. Te cubres los
rasguños con la otra mano: está ardiendo y te duele, pero no tanto como te
duele el corazón. Por eso lo hiciste, porque cortarse con unas tijeras no duele
tanto como te duele el alma, cómo te duele no tener a nadie a tú lado. Algunos
han intentado comprenderte, pero han fracasado y se han terminado marchando, y
eso no hace más que incrementar tu impotencia. Luego están las constantes voces
que no paran de repetirte lo inútil y lo tonta que eres. Vuelves a tener ganas
de gritar: pierdes el control de tu cerebro, pesa mucho dentro de tu cabeza,
quiere descansar, pero no puede. Las palabras “inútil” y “tonta” no paran de
chocar contra ti. El latido del brazo es tan irritante que aprietas la carne
con todas tus fuerzas. Las espinas en la garganta vuelven a presenciarse, así
como las excusas que te han dado durante toda tu vida cuando has intentado
pedir ayuda.
Por fin reúnes el valor suficiente para mirarte la
herida del brazo, en realidad no son más que un par de arañazos, una costra,
una mancha de tinta lila y una cicatriz medio borrada. Entonces te percatas de
que en realidad no te duele el brazo, te duele el alma, el corazón. Te duele ser
tú. Ayer únicamente brotó un minúsculo puntito rojo de tu piel, pero sabes que
no va a ser el último.
AVANCE CAPÍTULO XV: AHOGADA.
Corrí tan veloz como las piernas me lo permitieron:
las ramas me arañaban la piel y se me enredaban en el pelo. “Tengo que seguir”.
Con cada paso me hundía en el barro hasta los tobillos, lo que dificultaba muchísimo
avanzar. Perdí una bota al pisar un charco demasiado profundo, pero ni siquiera
me volví para cogerla, me quité la otra de un saltó y continué corriendo. El
barro y la humedad se filtraron entre mis calcetines de lana y en seguida sentí
los pies helados, pero no me podía parar, tenía que seguir adelante. Al final
de todo, camuflada entre las ramas de los cedros amarillos, divisaba una luz
blanca: “mi objetivo, si llego a ella estaré a salvo, estaré lejos. Tengo que
irme, tengo que salir de aquí”. Pero al apartar la última rama me encontré con
la cruda realidad: la luz blanca y fantasmal se había difuminado, dejando a su
paso un inmenso mar de aguas espectrales que se extendía ante mí. “¡No, no, no
y no! Es una isla, una maldita isla. No puedo escapar, estoy atrapada”. Los
árboles me habían protegido del viento, pero ahora que me encontraba en la
playa, despejada de vegetación, sentía como las fuertes ráfagas tiraban de mí
violentamente. Me aparté el pelo de la cara: la tarde estaba ya muy avanzada,
pronto sería de noche y el cielo estaba cubierto por nubarrones tan grises como
los ojos de Noah. Un trueno resonó en la letanía. El Integrity se balanceaba
anclado en la bahía, luchando para hacer frente a las enormes crestas de espuma
blanca que lo sacudían con fuerza. “Me tengo que ir, tengo que salir de aquí.
No puedo quedarme”. Di grandes zancadas entre tramos de grava que se me
clavaban en los pies, charcos de lodo y agua salada y nidos de algas pringosos
y repugnantes. Me detuve a apenas un par de metros del agua, la marea estaba a
punto de subir y me quedaría atrapada en aquella maldita isla. Hasta ese
momento no me había dado cuenta de cómo me escocían los ojos de tanto llorar y
al doblar los dedos los noté rígidos de sangre seca. El pelo me revoloteaba
rebelde alrededor de la cabeza,, sacudido por el viento. Me miré las manos temblorosas
y llenas de heridas abiertas. “Las manos son una de las herramientas
principales de un escritor, y las mías están destrozadas, como yo. La otra gran
herramienta es el cerebro, y no para de decirme que tengo que salir de aquí”. Me
senté al lado del agua y me quité los calcetines de lana sucios y mojados, me
desprendí de la sudadera y la abandoné junto a los vaqueros. Tenía el frío tan
calado en los pies que ni siquiera lo percibí cuando los metí en el agua
salada. Avancé decidida, guiada por la locura y el dolor del momento, de vez en
cuando pisaba un nido de algas o un pez travieso me rozaba las piernas. El mar
era tan negro que apenas distinguía mis pies desplazarse por el fondo y en más
de una ocasión estuve a punto de tropezar con una piedra oculta entre el lodo
del fondo. Una fina lluvia comenzó a empaparme la cabeza y cuando el agua negra
me llegaba hasta el ombligo ya tenía la camiseta pegada al cuerpo y el cabello
chorreando. Me obligué a mí misma a no mirar a atrás, si lo hacía estaría
perdida. Ese no era mi hogar, tenía que volver a casa y si no podía hacerlo en
barco, llegaría a nado, aunque me costase la vida. Mil cuchillos me atravesaron
el cuerpo cuando me zambullí de cabeza y se me hizo un nudo en el estómago. La
sal me penetró en las heridas de las manos, causándome un dolor insoportable,
quería gritar, pero si abría la boca se me llenarían los pulmones de agua y me
ahogaría. Bajo el agua no veía nada, había demasiada sal para abrir los ojos y
la corriente me empujaba hacia el fondo. La bocanada de aire que tomé al salir
a la superficie fue escuálida y fría. El viento me congeló las encías y a duras
penas me llegó oxígeno a la caja torácica. Aun así, seguí adelante, brazada
tras brazada, intentando ver entre las crestas de las olas que me sumergían la
cabeza bajo el agua. Moví los pies nerviosa, en busca de un punto de apoyo para
descansar antes de seguir adelante, pero el fondo había desaparecido de mi
alcance, me puse aún más nerviosa cuando me empecé a dar cuenta de que las
piernas no respondían a las órdenes de mi cerebro. Estaba experimentando los
primeros síntomas de la hipotermia. “Sino salgo inmediatamente de aquí, me
ahogaré. ¿Pero qué diablos estoy haciendo? ¿En qué momento se me ha ocurrido
cruzar el mar para llegar a casa? ¿Y a qué casa voy a llegar? Matt no lo vale
tanto, no vale mi vida… ¿Pero qué puedo hacer? Si sigo adelante moriré…” Me di
la vuelta y entre ola y ola pude divisar las copas verdes de los árboles de
Chichagof. “Browntown, no es mi hogar, no debería regresar allí, pero si no lo
hago…”. Cuando di aquella primera brazada en dirección a la isla parecía que me
hubiesen atado una piedra al brazo. Tenía los músculos rígidos y a duras penas
se movían. “Se me está acabando el tiempo” Quise gritar de dolor cuando pegué
la segunda: alguien, el Dios de las Tormentas, Poseidón, el Leviatán, una
ballena, el destino… tiraba de mí para impedirme regresar a Browntown. El frío
se me calaba cada vez más en los huesos, tenía los músculos agarrotados y las
piernas y los brazos se negaban a obedecerme. Los pulmones me suplicaban aire
desesperadamente y el dolor abdominal era insoportable. La corriente iba en mi
contra, me arrastraba al fondo del océano para que Davy Jones cobrase mi alma.
“Otra brazada, y otra, y otra…” pero sentía tanto frío que mi cerebro comenzaba
a dormitarse y a perder el rumbo. Estaba tan cansada que no pude esquivar aquella
ola y me perforó la garganta con una espada de agua y sal. Sentí como se me
encharcaban los pulmones y pataleé histérica en busca de un apoyo para los pies
que nunca apareció. ¿Aún estaba tan lejos de tocar tierra? La ida de no me
había parecido tan larga. Estaba tan ocupada luchando por ponerme en pie que no
vi venir la segunda ola, ésta me cubrió entera y cuando intenté salir a la
superficie, mis extremidades se negaron a moverse. No podía gritar, ni luchar,
solo sentir como el peso del agua me aplastaba y la bruja del mar me arrastraba
al fondo. No podía ver casi nada en la oscuridad, solo un hilillo rojo que
brotaba de mi mano. Sangraba, las heridas de las manos me sangraban y me
escocían a horrores. Aún estaba viva, tenía que seguir adelante, tenía que
sobrevivir, me lo decía mi instinto. El latido de mi corazón me bombeaba en la
cabeza: lento, pero firme. Cerré la mano con toda la fuerza que pude y sentí dolor,
porque estaba viva. Apenas pasé unos segundos bajo el agua, pero me parecieron
siglos, encerrada en una oscura cámara de tortura repleta de afilados cuchillos
que me rasgaban los músculos. La línea de la superficie parecía un frágil panel
de cristal que se partiría en mil esquirlas cuando lo atravesase. Los cuchillos
de hielo se me clavaron en los pulmones cuando conseguí impulsarme y salir a
coger aire. El cielo lloraba porque le había vencido, había vencido a la
naturaleza. El rugido del mar furioso no me dejaba distinguir más sonido que
sus indomables olas, únicamente aquel lejano ladrido que se imaginaba mi
torturado cerebro. Alargué los brazos, a ciegas, con los ojos cubiertos de agua
y sal, en busca de otro apoyo que me ayudase a llegar a tierra. En un primer
instante no me planteé en deducir que era la extraña figura con la que me topé,
solo me aferré a ella con todas mis fuerzas, mientras me arrastraba hasta la
orilla. Mis piernas habían dejado de responder, pero en seguida noté como la
arena del fondo me rozaba los dedos de los pies. “Estaba más cerca de lo que
creía”. El ladrido se hizo más fuerte, pero en mi cabeza resonó como si una
orquestra de tambores me estuviese aporreando el cerebro. El sonido era
molesto, pero me hizo despertar, abrir los ojos y darme cuenta de que estaba
aferrada al cuello de una persona. Acariciar aquel cabello humano, con los
dedos arrugados y entumecidos fue una de las experiencias más gratificantes de
mi vida. Le palpé la nuca, como si no me lo creyese: “me había salvado la
vida”. Intentó dejarme en el suelo, pero las piernas no me respondían y me caí,
así que me arrastró hasta depositarme en un lugar seco. Desapareció un instante
de mi vista, lo supe porque escuché sus pasos alejarse, no lo había mirado a
los ojos. Tenía miedo de hacerlo y de encontrarme con los ojos azules de Matt
diciéndome que no me quería. Conseguí doblegar las rodillas y me hice un ovillo
como pude. El hielo avanzaba imparable por mis arterias, congelándolo todo a su
paso. El viento me arañaba las piernas desnudas, la camiseta desgarrada pesaba
una tonelada y la película de lluvia me confundía sobre si seguía o no metida
en el mar. Mi salvador regresó junto a mí y se agachó a mi lado. Temblaba de
frío y de miedo cuando me despegó los brazos del cuerpo, como si fuese un robot
oxidado y terminó de rasgarme la camiseta empapada para quitármela costosamente
por la espalda empapada. Una gruesa pieza de ropa se deslizó sobre mis hombros:
era mi sudadera, estaba ligeramente mojada por la lluvia, pero era mucho más
confortable que aquella camiseta empapada echa de acero. En ese momento no me
preocupaba mi desnudez, solo quería entrar en calor y volver a sentir los
miembros. Quería acurrucarme en un lecho seco y caliente, tomar una taza de
café, acariciar la piel de Matt, tan cálida con su olor a tierra mojada. Me
sorprendí pensando en él cuando el individuo me levantó la barbilla para que le
mirase a los ojos. No respetaba mi espacio personal, su cara estaba muy cerca
de la mía, tenía la piel blanca y los labios finos. El cabello lacio se le
pagaba a las mejillas e iba cubierto con una sudadera roja. Y aquellos ojos
profundos como pozos….
LA CHICA FRANCESA (Avance)
-¡Bam!-a pesar del estridente grito, Joshua Bam Bam
Brown fingió no sorprenderse y siguió con su tarea de despejar el claro de
hierbajos.
Ayla surgió de entre los matorrales con un aspecto
lamentable: tenía los vaqueros llenos de barro, el pelo sucio y enredado y la
sudadera salpicada de tierra y sangre. Apenas le dirigió una leve mirada a
través del cristal oscuro de las gafas de sol. Otro de los muchachos se hubiese
abalanzado sobre ella para preguntarle si estaba bien, pero no sería él, a él
le daba exactamente igual si la chica se hubiese despeñado por un acantilado y
se hubiese hecho algún que otro rasguño. Ayla se plantó entre trompicones a su
lado, pero Bam ni siquiera dejó el machete al lado para hacerle caso:
-¿Necesitas algo?-preguntó con su voz soberbia al ver
que la muchacha no iba a alejarse hasta que le prestase atención.
-Tengo que hablar contigo.
-Estoy trabajando.
-Es urgente.-respondió en un tono de autoridad que
sorprendió al mismísimo Bam.
-Puedo hablar mientras trabajo-cortó un matojo de
hierbas doradas de un tajo cual la mismísima muerte empuñando su guadaña. Ayla
se sobresaltó y retrocedió un paso. Él dejó escapar una risita. Un mechón de
pelo ondulado le cruzó el rostro pálido. La muchacha se lo apartó de la cara
tímidamente y miró a Bam con esos ojos multicolor tan extraordinarios.
A Bam le gustaba Ayla, especialmente por su carácter,
es ese aspecto se parecía a él: era perfeccionista y cuidadosa, extremadamente
detallista. Le asombrara su capacidad de observación, de memorizar hasta la
información más pequeña y relevante. Pero a pesar de todo era tímida e
insegura, algo con lo que a él le divertía jugar. Clavó el machete en el suelo
entre destellos plateados y aleteos ligeros. Se cambió las gafas de sol por las
de ver y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Contempló como
la chica se hacía cada vez más pequeñita ante su impresionante estatura.
-Tú dirás…-pronunció en lugar del “¿y a mí que más me
da?” que había pensado inicialmente. Se quitó la camiseta negra con la que
había estado trabajando. Largos ríos nacían de su nuca y le empapaban la
espalda fibrosa.
Ocultó su sonrisa traviesa mientras veía los ojos de
la muchacha moverse a toda prisa, buscando un lugar cómodo desde el cual poder
concentrarse. Ella era demasiado tímida y él tenía unos ojos extremadamente
orgullosos como para atreverse a mirarlos directamente, y tampoco se sentía a
gusto observando su torso desnudo, perlado de sudor. La situación de visible
incomodidad de la muchacha le divirtió.
-Se trata de Matt…-soltó en un susurro con la vista
fija en sus zapatos y las mejillas ruborizadas.
Bam se puso a trabajar de nuevo, no le importaba en
absoluto los líos amorosos de su hermano mayor ni quería que Ayla se los
contase, él también tenía problemas y no iba molestando a la gente mientras
trabajaba para comerles la oreja.
-Matt es mayorcito para para cuidarse solo.-las
briznas de hierba dorada le acariciaron la mejilla. Quizá había hablado en un
tomo demasiado brusco, pero ella estaba más que acostumbrada a su carácter, y
al parecer, no cogió la indirecta.
Ayla no se movió, permaneció ahí, aguardando expectante,
silenciosa como una gata. Bam le echó una rápida mirada: no tenía un cuerpo
espectacular, si es que tenía cuerpo, porque siempre ocultaba su forma bajo
amplias sudaderas. Pero sin duda tenía uno de los rostros más bellos que había
visto jamás. “Rosas, delicadas rosas blancas, rosas y rojas” eran las palabras
que se le venían a la mente cuando miraba a la chica. Cuando le dijeron que
vendría a conocerlos una escritora del sur de Europa, Bam se imaginó a una
chica de piel morena, voluptuosa, de cabello y ojos oscuros, pómulos altos y
labios carnosos. Ayla era completamente distinta: su piel era blanca, y se
sonrojaba con facilidad, tenía los rasgos finos y delicados como una princesa,
una exquisita dama francesa. El cabello le caía en largas hondas hasta la mitad
de la espalda, los mechones se entrelazaban entre ellos formando divertidos
tirabuzones. Cuando la conoció llevaba el pelo teñido de rubio, pero a medida
que pasó el tiempo y Ayla dejó de usar tinte, el cabello se le tornó castaño,
con reflejo de cobre y de bronce, ya únicamente quedaba un rubio blanquecino en
las puntas. El color castaño no hizo más que acentuar los rasgos de la
muchacha. Un hombre observador como Bam se fijaba en esos pequeños detalles, y
sin duda, lo que más destacaba de la novia de su hermano eran sus facciones:
tenía un ojo de cada color, el derecho marrón claro y el izquierdo verde
oscuro, apenas se notaba a simple vista, pero él era lo suficientemente atento
como para describir las pequeñas motas naranjas que surcaban sus irises. La
boca, la boca era otro aspecto fascinante de la joven escritora: pequeña, en
forma de pico de pato, pero de un color rosa muy intenso, que se curvaba
melancólicamente hacia abajo, destacando aún más la grosos de su labio
inferior. Bam pensaba en un palacio barroco en Francia, con la muchacha tímida
vestida de dorado entre los galantes invitados. “Es muy bonita-decidió por
fin-lástima que Matt no sepa apreciarlo”.
Aunque ahora le caía bien Ayla, no siempre había
sentido aprecio por ella. Él era así, desconfiado, escéptico y no pudo por más
que pensar mal el día que Matt la trajo a Browntown: con el pelo tapándole los
ojos y aferrándose con todas su fuerzas a la mano de su hermano mayor.
“Es una cría”-fue lo primero que pensó al darse cuenta
de la diferencia de edad entre la chica y Matt “se está aprovechando de ella”,
aunque tampoco hizo nada para evitarlo, con quien se acostase su hermano era
problema de él y de nadie más.
Pero, ¿a quién pretendía engañar? Le había tomado
cariño aquella chiquilla, aunque jamás se lo confesaría a nadie. Bam era
extremadamente protector, especialmente con sus hermanas, y había terminado
viendo a Ayla como una de ellas, quizá, aunque muy a su pesar, miraba a Ayla
con otros ojos: no como a una posible conquista, sino como a un reflejo. La
cría era su misma imagen: ambos tenían el mismo carácter temperamental,
ocultaban sus emociones al resto y cuando llegaban al límite, ¡pum! Explotaban
en gritos, reproches y llantos de los que más tarde se arrepentían. Él siempre
estaba pendiente de que nadie se hiciera daño, lo calculaba todo al milímetro
para que no hubiese imprevisto y todo saliese a la perfección. Ayla tenía un
tremendo terror al fracaso, a la desaprobación, por eso repasaba varias veces
todos sus movimientos antes de llevar a cabo cualquier acción. Siempre advertía
a los otros para que fuesen con cuidado, pero ponía especial atención en Matt.
Sus pupilas se movían inquietas allá donde estaba su hermano: siempre pendiente
de él, siempre atenta por si tenía que socorrer a ayudarle, siempre dispuesta…
ALFIE (1a parte)
Huía, no sabía de qué o de quién, pero yo huía. La niebla se cernía sobre los troncos retorcidos y negros del bosque. Se retorcían grotescos hacia el cielo y de sus ramas colgaban matojos de hojas podridas. Las siluetas se confundían entre las tinieblas que poco a poco iban cubriendo la arboleda. Una voz infantil me llamaba entre risas: “¡Estoy aquí! ¿Es qué no me ves? Venga, a ver si me pillas. Corre, que no me pillas” Una mancha amorfa y roja cruzó veloz entre los troncos oscuros. Intenté seguirla con la vista, pero había pasado tan rápido que no sabía ni por donde había venido ni hacia donde iba. El niño me seguía insistiendo en que le encontrase. Busqué el origen de la voz, pero no era más que un eco entre los árboles. Comencé a correr, buscando al chico, la forma roja, huyendo, pero cada vez que daba dos pasos me encontraba con un árbol retorcido, con una cara esculpida entre los nódulos: gritando, lamentándose, con la boca abierta y los ojos fuera de las órbitas. Cambiaba de dirección cada vez que me encontraba con una de ellas, pero estaban en todas partes. El corazón me latía a toda prisa y sentía que en cualquier momento se me iba a aflojar la vejiga. Finalmente terminé tropezando con una de las raíces que sobresalían y caí al suelo. Se me nubló la vista cuando intenté incorporarme, la cabeza me daba vueltas y no conseguía distinguir formas concretas. Me miré las manos, no eran más que dos muñones amorfos blanquecinos, apenas podía separar los dedos entre sí, se me habían pegado, pero ¿con qué? Una sustancia roja me cubría las palmas de las manos y se colaba entre las falanges. ¡Sangre! ¡Estaba sangrando! El líquido me caía por los brazos formando ríos granates en mis antebrazos desnudos. La vista se me nubló aún más, sentía que me iba a desmayar en cualquier momento. La voz infantil volvió a resonar entre los árboles, como una letanía: “¡Corre Ayla, tienes que correr, tienes que pillarme! Vamos, alcánzame, alcánzame, alcánzame.... La voz del niño se fue transformando a medida que se acercaba a mí: ahora era una voz adulta, de varón, pero no era un tono grave ¿un barítono que rozaba el tenor, quizá? La silueta roja cruzó de nuevo, veloz, venía desde mi espalda y se perdió en la luz blanca que asomaba al final de la arboleda. Me levanté a duras penas, la cabeza seguía dándome vueltas, pero conseguí avanzar, apoyando mis manos ensangrentadas en los rostros sufrientes esculpidos en los árboles ¿Por qué me resultaban tan familiares esas caras? Caminé tambaleándome hasta que la luz blanca me absorbió y me dejó ciega por un instante. Cuando mis pupilas se adaptaron a la nueva situación ya no estaba en el bosque oscuro y ya no era de noche. Estaba en un prado, amanecía y el sol lamía el cielo añil con lenguas amarillas brillantes. Soplaba una suave brisa y a lo lejos escuchaba el rumor del agua. Avancé entre grandes tallos de hierba dorada que me llegaban hasta el pecho, utilizando la mano como visor para distinguir que había más allá del sol. Mientras andaba me encontré un arroyuelo de aguas cristalinas, de apenas un pie de profundidad, lo crucé dando una gran zancada y seguí mi camino. Se respiraba calma y tranquilidad, el miedo había desaparecido y también los rostros grotescos y la sangre, sobretodo me aliviaba que hubiese desaparecido la sangre. Tenía las manos limpias y frescas, como si me las acabara de lavar y frotar con jabón: ya no tenía los dedos pegajosos ni me corrían ríos de vino por los brazos. Solo quedaba un hilillo costroso bajo el dedo anular de la mano izquierda. Intenté frotarlo con el pulgar. Apenas lo vi venir, pero el impacto fue tan brutal que volví a encontrarme en el suelo, forcejeando con mi agresor. Caímos por una pequeña pendiente accidentada en el terreno, no distinguía con claridad quien era el que me había atacado, solo podía distinguir manchas azules, doradas y rojas mientras caíamos rodando por el suelo. Al llegar al pie de la cuesta, conseguí derrotar a mi enemigo, lo estampé contra la tierra, sujetando sus muñecas mientras apretaba la cintura con mis rodillas para inmovilizarlo. Los mechones dorados me caían por ambos lados de la cara mientras yo me precipitaba de nuevo en el eco de aquellos dos profundos pozos.
“Bear…”-susurré en voz alta.
Allí estaba él, tumbado bocarriba bajo mi peso, con aquella sonrisa traviesa que mostraba unos dientes amarillentos. Las puntas del pelo chamuscadas, los hoyuelos en las mejillas y aquellos ojos, de aquel azul tan oscuro que casi podías oír como las aguas chocaban en los muros de piedra, a la espera de que un cubo las recogiese.
-Estoy encima de ti.-le dije señalando lo evidente.
-Pero no te apartas.
Sin saber el motivo aun, le solté las manos y sus dedos llenos de sabia dentro de unos guantes roídos se posaron en mis caderas. Me incitaron a moverme hacia delante y hacia atrás, a sentir el roce de su cuerpo a través de la tela de los vaqueros “Si, debería apartarme…” pensé mientras cerraba los ojos y me rendía a él.
Tuve que ahogar un gemido cuando desperté y me encontré en la penumbra, rodeada entre neumáticos y madera. La luz naranja del fuego brillaba acogedora al otro lado de la estancia, y se oía un clonc, clonc, clonc constante. Tenía la piel recubierta por una película de sudor frío y la cara interior de los muslos empapada. Estaba sola en la cama.
Por fin habíamos metido dentro de la choza de neumáticos la cama que nos había regalado Noah, y aunque ocupaba gran parte de la pequeña estancia, nuestra calidad de sueño había aumentado notablemente, al menos la mía… Cuando mis ojos se adaptaron a la penumbra conseguí distinguir la figura de Matt, acuclillado junto al fuego. “Es capaz de dormir en cualquier parte a excepción de una cama” Jugaba a tirar el cuchillo contra la madera del suelo. “Hay gente que para conciliar el sueño cuenta ovejas, Matt Brown cuenta las veces en la que tira el cuchillo al suelo”. Se había cubierto los hombros desnudos con una camisa de cuadros verdes y se había puesto el sombrero. Me incorporé para mirarlo, mientras me frotaba los ojos para quitarme las lagañas. Fuera era una noche tranquila, sin ruidos: no había viento, no había lluvia, ni tampoco gruñidos de osos… Solo se oía el grillado de algún que otro insecto. El sexto sentido de Matt le alertó de que algo pasaba y se volvió hacia mí. El clonc se detuvo. Me dedicó una sonrisa, se quitó el sombrero y guardó el cuchillo. El colmillo se balanceaba en su pecho mientras andaba hacia mí. Se sentó a mi lado y se llevó mis dedos a los labios.
-Perdóname, no podía dormir bien ¿te he despertado?-En la penumbra los ojos cóncavos de Matt brillaban como estrellas en el firmamento. Le acaricié el pelo, tenía los rizos plateados alborotados.-Ayla, ¿estás bien?-preguntó al darse cuenta de que no respondía.
Le puse la mano en la mejilla, se había vuelto a dejar crecer la barba, y lo acerqué a mi boca para saborear el interior de sus mejillas. Matt balbuceó algo, pero solo entendí sílabas sueltas de mi nombre. Me abalancé sobre él, rodeándole el cuello con los brazos, aferrándome a su nuca. El periodo no fue ningún impedimento para guiarlo a mi interior. Sus uñas me arañaron los muslos y me guiaban en los golpes de caderas. Matt gruñó de placer, yo cerré los ojos e intenté concentrarme en la persona que tenía entre los muslos.
50 SOMBRAS DE MATT (Avance)
Salí corriendo tras Matt por la puerta de madera, iba
en tirantes y el frío alaskeño me cortó el cuerpo como si en lugar de a la
calle estuviese recorriendo un pasillo de cuchillos afilados. Matt se paró en
seco, apenas podía distinguir su silueta, iluminada por las farolas de la pared
del bar.
-No me lo puedo creer-suspiraba pasándose las manos
por el cabello plateado repeinado-Ayla, es mi hermano…
-¡No pasó nada, Matt!
-¡Os bañasteis juntos!
-Estaba enfadada contigo, Matt. Fue hace meses, no
hemos vuelto a hablar desde entonces, tú me amenazaste con marcharte… ¡Estaba
furiosa!
-No, furioso estoy yo ahora.-golpeó un cubo de basura
con todas sus fuerzas. Me acerqué a él, pero con la oscuridad casi no podía
distinguir las facciones de su rostro, aunque podía imaginármelas casi a la
perfección: el rostro congestionado, la mandíbula contraída, los ojos vidriosos
y los puños apretados, dilatándole las venas de los brazos. Se acercó para
mirarme a los ojos, no era mucho más alto que yo, pero imponía como si fuese un
demonio.-Tú estabas…
-Caliente, dilo Matt, dilo…-le desafié.
Eso no le sentó demasiado bien y por un momento tuve
miedo, tuve mucho miedo. Deseaba con todas mis fuerzas que Bear se arrepintiese
de haberse marchado corriendo y volviera para apartar a Matt de mí.
Afortunadamente, consiguió calmarse, se dio la vuelta y pisoteó el suelo con
rabia.
-¿No puedes perdonarme y ya está?-pregunté con la voz
más suave. Quería acercarme hasta él y abrazarle, pero una parte de mi seguía
teniendo miedo. Matt se volvió levemente. Parecía decepcionado:
-No, no puedo Ayla.
-¿Por qué, no? Yo te he perdonado muchas cosas.-“y
Ayla abriendo el cajón de mierda”-Te perdoné cuando amenazaste con marcharte a
la clínica de nuevo, te perdoné cuando me pediste que cambiara. Matt, yo no te
pido nunca nada, lo sabes bien, por una vez, solo por una vez te ruego que
olvides esto… Estaba enfadada contigo, y Bear… él es muy dulce Matt. Yo no
quería, y no pasó nada, solo fue un baño. ¡Un estúpido baño!
Matt soltó una risita.
-Sí, Bear es muy dulce, y Bam muy guapo y Gabe es muy
simpático… -odiaba cuando se ponía a compararse con sus hermanos-y Matt, ¿qué
es Matt? Nada, solo es un idiota que hace daño a las personas que quiere…
El frío se me calaba cada vez más en los huesos y
empezaba a notar como la humedad se me colaba en las botas, pero no iba a dejar
a Matt allí, ni siquiera un momento para ponerme una chaqueta. Me acerqué a él
con los brazos alrededor de mi cuerpo. Matt iba en mangas de camisa, pero
estaba más que acostumbrado a ese clima y no parecía importarle el frio que
arreciaba. Le obligué a mirarme a los ojos, aunque en la noche, sus irises
azules apenas eran dos estrellas brillantes en el infinito.
-Tú no le haces daño a las personas que quieres.
-Sí lo hago, Ayla. Les hice daño a mis padres, a mis
hermanos, a mis amigos. A ti.
-A mí no me has hecho nunca daño, Matt.-mentí.
-Pero quiero hacértelo…
La respuesta me dejó más helada de lo que estaba. ”
¿Por qué Matt quería hacerme daño? Yo creía que me quería” Me interpuse entre
él y la puerta de madera, veía la intención en sus ojos, si le dejaba entrar lo
habría perdido, pero tenía miedo de quedarme allí, había dicho que quería
hacerme daño. ¿A qué tipo de daño se refiere? ¿Quiere pegarme o quiere romperme
el corazón? Instintivamente me froté los antebrazos, Matt se percató de ello,
pero no dijo nada. Él tenía mucha fuerza y a veces no la controlaba, una vez,
durante una discusión, me había sujetado tan fuerte por los antebrazos que me
había dejado las marcas.
-¿A qué te refieres con hacerme daño?-pronuncié con un
nudo en la garganta, demostrándole a Matt que no le tenía miedo.
“Bear, por favor, ¿dónde estás? Sácame de aquí”
Se acercó a mí con pasos firmes, me temblaron las
piernas y se me aceleró la respiración. Me obligué a mirarle a los ojos,
desafiante, mientras me hacía cada vez más y más pequeña. Matt tuvo intención
de agarrarme los antebrazos de nuevo, pero se controló. Se dio la vuelta y se
alejó unos pasos: quería hacerme daño, lo sabía, en ese momento quería hacerme
daño… ¿Por qué Matt? Tú me querías”.
-Me refiero a… a que quiero hacerte cosas que te
dolerán. Cuando estamos solos, tengo que controlarme, porque si no te haría daño,
Ayla. Siento ese impulso, de…-a Matt le temblaron las manos y su voz empezaba a
atragantarse con las lágrimas.
Empecé a sospechar a que se refería. Tenía arañazos en
los muslos y en la espalda cuando dábamos rienda suelta a nuestra pasión. La
manera en la que me sujetaba, apretando contra él… ¿Se refería a eso a hacerme
daño? ¿Se contenía cuándo hacíamos el amor? Se me vino a la memoria el día
después de la discusión que conllevó el baño con Bear: Matt se metió en la
cama, empezó a acariciarme y por mucho que le suplicase que parase, él
respondía que no podía. Casi había olvidado lo asustada que estaba mientras él
me tocaba. El polvo de después casi había borrado todo recuerdo de aquello,
pero seguía allí.
Matt volvió a pasarse una mano por el pelo:
-Necesito una copa.
El corazón se me rompió en mil pedazos. “No Matt, no
me hagas esto. No te hagas esto”. No iba
a permitir que entrase de nuevo a ese bar. Él me había advertido de que sería
difícil para él volver a estar tan cerca del alcohol y que probablemente
necesitase un respiro. Sus ojos me decían que se lo impidiese, pero él era más
fuerte que yo, y quería hacerme daño. “Prometí que te sacaría de eso, Matt, y
yo no falto a mis promesas.” Dio unos pasos hacia mí, que me interponía entre
su objetivo y él. Le agarré del brazo con todas mis fuerzas, pensé que
forcejearíamos, pero se detuvo al instante, “Él no quiere hacerlo”.
-¿Confías en mí?-asintió con la cabeza-Bien, espérame
aquí dos minutos. Y por mucho que digas que quieres hacerme daño, si una mínima
gota de tu cuerpo aún siente un mínimo aprecio por mí, no entres a ese bar.
No esperé a oír su respuesta, tenía demasiado miedo a
oírla y que no fuese de mi agrado. “Me quiere, sé que me quiere. Y yo le quiero
a él”. Me repetía a mí misma cuando el calor del bar me descongeló la sangre de
las venas. Entre empujones y disculpas llegué a la mesa donde estaban sentados
Bam y Noah, Gabe y Alba seguían sin aparecer por ningún lado, y Bear tampoco
había vuelto. No me gustaba pedir favores, ni mucho menos a tipos tan
orgullosos como Joshua Bam Bam Brown, pero era una emergencia, y solo él
entendería la situación. Y tenía que hacerlo cuanto antes, antes de que a Matt
se le volviese a pasar por la cabeza entrar en el bar. Puse una mano en el
hombro de Bam:
-Voy a pedirte un favor enorme.
Me retiré a un lado con él, mientras él escuchaba con
su pose soberbia y sus ojos verde oliva a través de los cristales de las gafas.
-Necesito estar a solas con Matt, no está bien Bam.
Tengo que sacarlo de aquí. Voy a llevarlo a mi casa, por favor, dile a Alba que
lo siento y espero que no le importe dormir en el Integrity-sabía que no le iba
a importar- Mañana por la mañana volveremos a tiempo para partir hacia
Browntown. Lo prometo. Y por favor, ve a buscar a Bear, habla con él, tú sabrás
que decir Bam.
Puso una mano en mi hombro, fraternal, y me habló en
susurros, casi parecía que con cariño:
-Márchate tranquila, yo me encargo de todo-que le
hiciera a él responsable era todo un alago para el Capitán Bam.
-Siento haberos estropeados la fiesta.
-No te preocupes, márchate ya…-“¿tenía intención de
darme un abrazo?”
-Gracias Bam.-le susurré entre lágrimas, si no tuviese
tanta prisa, yo misma se lo habría dado.
Empecé a alejarme, para recoger las llaves del bolso
de Alba y nuestras cosas, Bam me retuvo por la muñeca.
-¿Estás bien?-asentí con la cabeza mientras sorbía los
mocos. En su rostro pude leer claramente la respuesta: “No, no lo estás”.
EL CAZADOR
“El cazador estaba furioso, afilaba su rudimentaria
lanza junto al fuego de su pequeña choza. A sus pies descansaba su viejo lobo
gris, lleno de magulladuras, el lobo castaño de su hermano lo había atacado
para hacerse con el liderato de la manada. La bestia se lamía las heridas, el
cazador le acarició afectuosamente la cabeza, y el animal le devolvió la muestra
de cariño lamiéndole los dedos. Estaba enfadado con su hermano, con su padre,
con el mundo… La caza no había sido buena aquella temporada, ni tampoco la
cosecha, el cazador tenía a su cargo un buen grupo de gente al que alimentar y
el invierno estaba cerca… Pensó en las palabras desafiante que le había
dedicado su hermano y en la expresión de decepción en el rostro de su padre,
desde que había vuelto a la manada de su viaje en solitario, todo había
cambiado: su hermano se había hecho con el puesto que le correspondía como mano
derecha del líder, nadie lo miraba como antes, infundía respeto, orgullo… ahora
solo infundía pena, asco, compasión…
-¡Te marchaste!-le gritaba su hermano después de la
desafortunada caza y de que contradijera una orden suya delante del resto de
los cazadores-Ya no eres el líder aquí, desapareciste sin decir nada y
regresaste del mismo modo. No puedes pretender que te aceptemos como antes.
Encima vas y vuelves con la refinada esa de tirabuzones en el pelo… Tienes
veinte cabañas ahí, llenas de chicas de todas las edades y aspectos, no tenías
por qué traerte a esa mujeruca aquí… Nos hace quedar en ridículo delante de las
otras tribus. ¿Qué dirán si…?
El cazador no soportó escuchar más las palabras de su
hermano en su mente y pateó la olla de bronce, repleta de guiso que ardía sobre
el fuego. El caldo se desparramó por las alfombras de la cabaña y el lobo no
tardó ni dos segundos en olvidar sus magulladuras y correr a lamer la carne y
el caldo que se había derramado. El sonido de la olla impactando contra el
resto de cacerolas alertó a la muchacha, que apareció por la puerta alarmada:
-¿Estáis bien?-le preguntó con su refinado acento
señorial y esos ojos de cervatillo.
El cazador no respondió, se dedicó a observarla
detenidamente con sus ojos de lobo. Era una niña, apenas una muchacha, ella
afirmaba que tenía veinte años, pero por su aspecto no podía tener más de
dieciséis o diecisiete. Tenía el cabello rojo, besado por el fuego y muy
rizado, pero se aclaraba a medida que bajaba hacia las puntas hasta convertirse
en un dorado meloso. Llevaba los tirabuzones mal recogidos en un moño con una simple
cinta, sin embargo, se había envuelto en sedas y satenes, muy impropios para el
gélido viento de sus bosques. El vestido en cuestión tenía un generoso escote
en forma de V, era de color gris muy suave y llevaba perlas bordadas en el
corpiño. La falda le llegaba hasta los pies y tenían bordados motivos florales
en terciopelo. Las mangas anchas dejaban al descubierto unas delicadas manos
blancas de largos dedos. El borde estaba ribeteado en plata. El corpiño se
ajustaba por todo el torso: apretando la cintura para remarcar las caderas y el
pecho. No tenía el voluptuoso pecho de las mujeres de su zona, pero sus futuros
hijos no pasarían hambre, tenía la cinturita estrecha (quizá por la edad) y las
caderas torneadas: “no tendrá problemas para dar a luz” pensó el cazador. A
pesar de los rumores que se extendían por todo lo largo y ancho de su aldea y
de los poblados de las proximidades, el cazador no la había tocado jamás. ¡Era
una cría! Y además de alta cuna, y él no era más que un nómada de las tribus de
los bosques. Había encontrado a la chica en su viaje para conocerse a sí mismo,
la muchacha huía de los latigazos de su padre y de un matrimonio de conveniencia
con un viejo señor adinerado. No podía dejarla allí, su honor de cazador, de
hombre de los bosques se lo impedía, así que se la llevó a su tribu. La
muchacha en cuestión desató muchas críticas entre su familia: ¡el hijo del jefe
había traído a una mujeruca de un palacio! Las cazadoras empezaron a hacerle la
vida imposible, metiéndose con ella, gastándole bromas y humillándola en
público. ¡Hasta su hermano se había mofado de ella! Pero la chica no se rendía
y seguía adelante, aguantando el llanto ante las risas de su gente. Por
salvarle la vida, el código de su tribu dictaba que debía servir a su salvador
al menos durante dos inviernos, y la muchacha aceptó el encargo con gusto, todo
con total de no volver a ver a su padre ni al viejo verde. El cazador no podía
negar que había pensado en calentar su lecho con ella en alguna que otra
ocasión, pero lo había desestimado en seguida, el recuerdo de la chica que
había dejado atrás, hace un año, antes de marcharse a realizar su viaje, seguía
latente en su corazón, la misma mujer que ahora amamantaba al niño de su
hermano. Por otro lado, él no era el tipo de hombre que iba deshonrando
jovencitas por ahí.
Al ver que no respondía, la chica empezó a limpiar el
estropicio que había armado al derramar el caldo. Se arremangó la seda con
cuidado, dejando al descubierto sus pies descalzos y empezó a recoger el caldo
con un trapo, mientras el lobo jugueteaba a su alrededor. Cuando ya estaba por
terminar, el cazador por fin habló:
-¿Por qué te has puesto ese vestido?-un baúl lleno de
elaborados y caros vestidos era de las escasas pertenencias que había traído.
Su idea era venderlos en algún puerto comercial para sacar algo de dinero.
-Solo…-la chica se sonrojó y miró al suelo
avergonzada-Quería recordar como…. Me gustaban estas telas… yo solo…. Como vos
no me necesitabais… Creí que podría…-tartamudeó insegura.
-Quítatelo ahora mismo.
-Pero señor…
-¡No hay excusa que valga!-gritó furioso-He sido
extremadamente bueno contigo: te he dado comida y un techo, he permitido que te
sientes en el fuego del jefe de la manada… ¿Y así me lo pagas? Poniéndote
estúpidos vestidos para que la gente se ría más de mí por si no les ha quedado
claro que soy un completo inútil…
La chica se aguantó el llanto en esa mirada de
cervatillo. El labio le tembló levemente y el cazador se arrepintió al momento
de cómo le había hablado, pero no podía parecer débil ante su sirvienta, ya era
suficiente con parecerlo ante toda la aldea.
-Vete a cambiar inmediatamente.
El cazador apartó la mirada de la joven y siguió con
su tarea de afilar la lanza, pero la muchacha seguía allí, inmóvil delante de
él, con los ojos fijos en sus pies descalzos, los hombros encogidos y las manos
agarradas sobre sus muslos:
-¿Qué haces todavía ahí?
-No puedo quitármelo sola…-susurró tímidamente-la
lazada… se desabrocha por detrás…
Dio unos pasos hacia él y se dio la vuelta. El cazador
estaba sentado sobre su lecho, se puso de pie y contempló la prieta lazada que
se ajustaba a la espalda de la joven, se preguntó cómo había hecho para
ponérselo sola. Ella no era mucho más bajita que él, de manera que el olor de
su cabello quedaba justo sobre su nariz. Aspiró el aroma suave de la chiquilla
y se mordió el labio para reprimir sus impulsos animales. Temblaba ligeramente.
Unos dedos fríos guiaron sus manos curtidas por la caza hacia su cintura, donde
comenzaba el intrínseco sistema de abertura del vestido. Deshizo el lazo de
satén con los hábiles dedos con los que un pescador maneja el hilo de su caña y
comenzó a desabrochar la lazada que recorría su espalda, desde las caderas
hasta deshacerse en el cuello. El cazador, que solía destripar animales sin
ningún temor ni remordimiento, temblaba como un niñito ante su primer lobo
mientras sus dedos desgastados deshacían los lazos de satén de color perla. La
muchacha soltó un profundo suspiro cuando terminó de desabrocharle el corpiño.
Sus dedos recorrieron el borde del vestido y descubrieron los hombros:
estrechos y blancos, delicados, elegantes… Besó uno de ellos. Un escalofrío
recorrió la columna vertebral de la joven. Luego besó el cuello de cisne, la
oreja, el cuello de nuevo… Cerró los ojos y mordisqueó el lóbulo. Su cuerpo
acariciaba las caderas de ellas y empezó a sentir una molesta presión en las
ingles.
-¿Sabes lo que dicen de nosotros, verdad?-susurró sin
abrir los ojos ni despegar la nariz del aroma suave y femenino de su pelo.
-Si-asintió ella. Su cuerpo estaba rígido, pero
reaccionaba con pequeños espasmos ante sus besos.
-Si sigo contigo, al final van a ser ciertos…
-No me importa.-admitió ella.
-Bien.
Sus dedos, que ya habían desecho varias prendas de
mujer a lo largo de su vida, recorrieron el bordado del escote, hasta encontrar
el gancho que sujetaba todo el vestido sobre la cintura. La piel de ella se
erizaba al contacto con sus yemas. Se deshizo del pequeño cierre de oro y el
vestido se abrió, lo dejó caer hasta la cintura y lo empujó a través de las
caderas hasta que quedó en el suelo. Se deshizo de su camisa de piel de venado,
dejando al descubierto su torso lleno de cicatrices de guerra, con un colmillo
de lobo danzando sobre su pecho. Le quitó la cinta del pelo y dejó que los
rizos le cubriesen los hombros pálidos. La muchacha se estremeció al notar su
aliento sobre su cuello. La giró bruscamente hacia él y la obligó a mirarlo a
los ojos. La aurora boreal se había colado en esos dos ojos verdes, llenos de
destellos naranjas y azules, que lo miraban asustada, pero a la vez desafiante,
descarada. Tenía el rostro ovalado, la nariz pequeña y respingona y los labios
curvados hacia abajo, del color de la carne sanguinolenta del salmón recién
pescado. Los acarició con su dedo. Ella cerró los ojos y se deleitó con su olor
a bosque, a almizcle y a tierra húmeda. La agarró de su cintura y la atrajo
hacia él, explorando con su lengua todos los rincones de aquella boca pequeña,
cálida y acogedora, mientras ella desabrochaba el nudo que sujetaba sus
pantalones de piel de gamuza… Sus dedos se colaron entre ambos y comenzaron a
acariciar el espeso vello castaño que crecía entre sus muslos, introdujo dos
dentro de ella, y la joven se estremeció. No tardó en darse cuenta de que no
era doncella. Las manos de ella también empezaron a jugar con su miembro,
sentía la sangre latir dentro de él y como las mejillas se coloraban mientras
la chica seguía con sus juegos. La agarró por la cintura fuertemente y la tumbó
en la cama, bocabajo, alzó las caderas hacia él, palmeó las nalgas redondas y
blancas, apenas decoradas por pequeñas estrías blanquecinas a cada lado. Ella
se estremeció al notar como su palma golpeaba la nalga y como el cazador
empezaba a separarlas y a buscar una cueva donde poder descargar la semilla
apunto para germinar. El lobo lo observaba tumbado al otro lado de la estancia,
con sus ojos amarillentos brillantes de oro fundido, deseándole una buena caza.
El cazador introdujo su virilidad en el hueco húmedo que había explorado con
los dedos y comenzó a embestir con fuerza
a la chica, arañándole los muslos. Las caderas chocaban contra él en una
melodiosa percusión que marcaba el ritmo de la voz solista del tenor masculino
y su acompañante coral femenino…”
-Vale, ya sé cómo acaba esto y no quiero seguir
leyendo.-bromeó Alba lanzando mi diario contra mí.-Si quieres contarme detalles
sobre tu vida íntima no es necesario que me cueles una historia. Dámelos sin
más…
Le tiré una almohada y Alba estalló en carcajadas.
Hacía apenas un día que había llegado y aún tenía muchas cosas que contarle. La
lluvia caía intensa sobre mi bungalow, y no pude evitar acordarme de lo fría y
solitaria que sería la noche sin Matt. Recordaba lo nervioso que estaba él
cuando le presenté formalmente a Alba, le dio la mano, rígido como el palo de
una escoba, mientras que Gabe la abrazó amigablemente. Matt nunca había tenido
problemas para relacionarse con la gente, pero se le veía nervioso ante la
llegada de Alba. Intentaba ocultándomelo con una de sus sonrisas, pero le
conocía bastante bien como para saber que algo le inquietaba. Estaban siendo
demasiados cambios de golpe, y mi temor de que Matt volviese a frustrarse
consigo mismo y a meterse en algún lío empezó a aumentar. Para colmo, íbamos a
pasar las próximas tres semanas distanciados, nos veríamos por el día, pero no
gozaríamos de pequeños momentos de intimidad que necesitábamos para mantener
viva nuestra llama. Era la primera noche que pasaría sin dormir junto a Matt, y
ya le echaba de menos… La noche alaskeña cubría de negro el paisaje, impidiendo
que distinguiera las montañas del mar, pero tenía la certeza de que al otro
lado del estrecho, había una hoguera en una choza de neumáticos esperándome:
-No te estoy dando ningún detalle… Es solo la idea
para la próxima historia. Un cazador de la Alaska primitiva con una doncella de
alta cuna… Pinta bien, ¿verdad?
-Depende, ¿el cazador como se llama, Matt Brown?
Le volví a tirar una almohada. Estábamos sentadas en
la gran cama del piso de arriba, donde me había acostado la primera vez con
Matt, en pijama y comiendo pizza y bebíamos refrescos, nos contábamos nuestras
aventuras… Hacía tiempo que no me reía tanto, y aunque echaba de menos a Matt,
necesitaba esa charla con Alba. Intenté hacerla hablar, que me contase como le
iba la vida, cómo estaba todo en España, pero ella no paraba de insistir en que
le contase “detalles” sobre mi relación con Matt:
-Así que estás con Matt… -arqueó las cejas mientras
comía un trozo de pizza- ¿Cómo surgió todo? ¿Te pidió una cita? ¿Cómo fue?
¿Cómo se piden citas en el bosque?
-Simplemente surgió…-intenté hacerme la misteriosa con
ella, pero Alba me conocía lo bastante bien como para saber que ocultaba algo.
Y ¡qué diablos! Me estaba muriendo de ganas de contárselo…
-Nos acostamos, tuvimos una charla de almohadas muy
productiva y me sugirió que me fuese con él unos días a Brown town, no sé
porque acepté, desde el primer momento me pareció muy guapo y después de
acostarme con él…. Era como un sueño, Alba. Un sueño que se hacía realidad…
Después todo surgió, y cuando quise darme cuenta él estaba de rodillas,
abrazándome las piernas, suplicando que no me marchase… -solté una
risita-Entonces yo también advertí que no quería irme, que le quería…-pronuncié
esas palabras entre suspiros.
-¡No me tomes el pelo! Tú no te enamoras…
-De Matt sí.
BEAR (Avance)
-¡Hola!
-Hola,-respondí utilizando la mano como visera para
apreciar la forma humanoide que se balanceaba entre las hojas oscuras del
inmenso árbol. El sol no me dejaba distinguir correctamente las facciones del muchacho,
pero si para ver como la melena rubia le acariciaba las mejillas-¿Qué haces
allá arriba?-le pregunté.
-¿Qué haces tú allí abajo?-me respondió con su voz
alegre y aguda.
-He preguntado primero.
-Soy más feliz aquí arriba. Me encanta trepar a los árboles,
me hace sentir bien, guay ¿A ti te gusta trepar?
-Lo hacía de pequeña, aunque mi abuelo siempre me
regañaba. Solía decir que las “señoritas como yo no deben trepar a los
árboles”.
-¡Qué tontería! Las princesas también trepan a los
árboles…-era como hablar con un niño grande, para él todo era tan sencillo. Es
cierto que en Alaska no se crece nunca, pero me también me alegraba por ello.
No existía esa presión social sobre caer bien a la gente, que siempre te viesen
bien, podía ser yo misma, con mi carácter aniñado, mis estúpidos sueños, mis
historias románticas y mis ganas de vivir, sin la necesidad de pensar en el
protocolo o en lo políticamente correcto.
-Bear, ¿te importa si me subo contigo al árbol?
-No, claro que no. Adelante ¿sabes cómo hacerlo?
-No voy a negarte que no me vendría mal un poco de
ayuda…
Me aproximé tímidamente al árbol y esperé las
indicaciones de Bear. Centré mis ojos en el tronco del árbol y suspiré hondo:
“Puedes hacerlo”-me repetí a mí misma una y otra vez.
-Ves esas dos ramas de ahí-asentí con la cabeza hacia
las dos protuberancias de madera apagada que señalaba a través de su guante
roído. Estaban a un par de palmos por encima de mi cabeza y no sabía si
llegaría a alcanzarlas-Tienes que saltar hasta agarrarlas con fuerza, después,
con los pies busca apoyos donde sujetarte e impúlsate hacia arriba. No estaba
demasiado convencida acerca de poder lograrlo, no estaba demasiado en forma y
mis enclenques brazos no podrían soportar el peso de mi enorme trasero.
-No sé yo si lo voy a lograr…
-Venga, inténtalo, yo te ayudo…-Bear descendió unas
cuantas ramas, hasta colocarse justo encima de mis puntos de apoyo-¡Vamos!
Contó en voz alta hasta tres, cogí carrerilla y salté
pero no logré alcanzar las ramas.
-Está muy alto para mi…-intenté excusarme casi en
susurros, avergonzada.
-No lo está, es que has dudado. Si piensas que no lo
alcanzarás no la harás nunca… Venga, solo necesitas un poco más de impulso, a
la de tres.
Volví a intentarlo, rocé las ramas con la punta de los
dedos, rasgándome las palmas a través de los guantes de lana sin dedo. El roce
de la madera me dio la confianza que me faltaba y no esperé a que Bear contase
de nuevo para saltar. Agarré la rama con ambas manos usando todas mis fuerzas.
Mis pies se balancearon un rato en el abismo hasta que conseguí apoyarlos en
las protuberancias del ancho tronco. Me empezaron a doler los brazos por tener
que sujetar todo mi peso, cerré los ojos y contraje la mandíbula para intentar
subirme a la rama. Noté como el fuerte brazo de Bear me agarraba el hombro y
tiraba de mí hacia arriba, hasta conseguir sentarme en la gruesa rama. Suspiré
aliviada y contemplé el suelo de barro y hojas secas que se extendía bajo mis
botas húmedas impermeables. “Lo había conseguido, había trepado a un árbol”. Me
sentí muy orgullosa de mí y no pude evitar sonreír como una tonta. De reojo
pude ver como Bear también me observaba, con esa sonrisa tan adorable y
traviesa, sincera y esos ojos almendrados, pequeños y brillantes, llenos de
orgullo, complacidos. No pude evitar sonrojarme porque me mirase de una manera
tan descarada, pero así era Bear, sencillo y sincero. Un auténtico hombre del
bosque, no consideraba que tuviese que sentirme incómoda porque se me quedase
mirando fijamente, así que simplemente me miraba.
-A partir de aquí las ramas están más juntas y es más
sencillo subir ¿te atreves a trepar un poco más?-Bear tenía la manía de no
respetar el espacio personal, sus labios estaban tan cerca de los míos que
bastaría que me empujase una suave ráfaga de aire para besarlo. Olía a sudor
fuerte, mezclado con resina de pino y a perro mojado. Su aliento no era tan
intenso como el de Matt pero tenía los dientes ligeramente amarillentos.
-Sí, me atrevo…-respondí convencida.
Subí yo primero mientras Bear me guiaba desde abajo y
me ayudaba a impulsarme cuando carecía de la suficiente fuerza. Empezaba a
traspirar a través del anorak, pero no podía quitármelo en medio de la
escalada. Toda la ropa empezó a molestarme, el gorro me resbalaba por el sudor
y me impedía ver y los guantes se me llenaron de corteza y trocitos de madera.
“¿Nathan Drake también se sentiría así de incómodo cuando se pone a escalar
entre las ruinas?” Llegamos casi a la copa y sentía como las botas me pesaban
una tonelada cada una, quería quitarme el pelo de la cara pero tenía miedo a
soltarme de una de las ramas y caer al suelo. Estaba a unos nueve metros del
suelo, no me asustaba, nunca había tenido miedo a las alturas, lo que me
asombraba era haberlo conseguido por mi cuenta. Bear se acuclilló en una rama a
mi lado, con esa sonrisa bobalicona y encantadora y señaló a un punto entre las
frondosas hojas.
-¿Ves por qué soy más feliz aquí? Toma, prueba esto…-arrancó
un trozo de panal de abeja, estaba tan concentrada escalando que ni siquiera me
había percatado de que estaban allí. Cogió el trocito sin temor a que le
picasen, y eso que llevaba un chaleco sin mangas. Aunque estábamos casi en
verano, en contados ocasiones andaba sin anorak, y Bear trepaba árboles en
tirantes. Cogí el trocito que me tendía y le pegué un pequeño mordisco…
-Es muy dulce…-los dedos se me quedaron pegajosos,
pero me encantó sentir como aquella masa amarillenta despertaba mis papilas
gustativas con caricias melosas que despertaban en mi un extraño deseo de
excitación. Bear me miraba saborear mi trozo de panal con una sonrisa traviesa
dibujada en los labios.
La vista me dejó impresionada: el océano se extendía
ante nosotros, grande y azul, crestas blancas ondeaban a través de la bahía y
los rayos del sol le arrancaban lenguas de fuego. El Integrity se balanceaba
suavemente al compás de las olas. Era magnífico. Una ballena saltó a lo lejos.
No era la primera vez que las veía en Alaska, pero no dejaban de maravillarme,
no me cansaría nunca de ver sus enormes colas impactar contra el agua oscura y
los chorros de agua espumosa que lanzaban hacia el cielo y se perdían con el
viento.
-Es increíble…-le susurré mientras me relamía los
dedos.
-¿Sabes una cosa…? No hay muchas chicas que quieran
subirse a un árbol conmigo…-volvía a mirarme fijamente. Bear siempre flirteaba
con cualquier chica que considerase medianamente mona, en realidad, flirteaba
con cualquier chica que se cruzase en su camino, aunque esa chica llevase meses
saliendo con su hermano.
-No veo por qué no quieren hacerlo.-respondí-Si viesen
esto, se quedarían impresionadas…
-Es uno de los requisitos que debe cumplir la futura
madre de mis hijos: trepar a los árboles y que le guste hacer hogueras.
Estuve a punto de responder que a mí me gustaba hacer
hogueras y que había aprendido viéndolo a él hacerlas. Pero una parte de mi
temía que sucediese con Bear lo que había pasado con Gabe. Seguía sintiéndome
mal, cuando durante la cena Matt me rodeaba con el brazo o me besaba, porque
aunque él decía que no le importase, seguía percibiendo la incomodidad de Gabey
ante las muestras de afecto de su hermano hacia mí. Meses atrás no me hubiese
imaginado que tres chicos a la vez me considerasen bonita y que les gustase,
reflexioné sobre la charla con Gabe y en que si me hubiese querido un poco más
podría haberme dado cuento que, en realidad, sí que llamaba la atención de los
hombres. Temía acercarme demasiado a Bear y que confundiese mis intenciones de
ser amable con otro propósito, aunque descarté esa opción casi inmediatamente,
era demasiado listo, sabía que yo estaba con Matt, simplemente era su manera de
hablar con una chica. Me sentí tonta y humillada por haber considerado esa opción
aunque solo fuese por un instante… Quizá mi ego estaba tan hinchado desde que
había llegado que me parecía que le gustaba a cualquier hombre que me viese de
refilón.
El sol le arrancaba reflejos dorados al rostro pálido
de Bear: tenía unos arcos ciliares muy marcados y un mentón puntiagudo cubierto
por una barbita de chivo dorada y un perfectamente retocado bigote. Me
recordaba a un hombre de neandertal, con el pelo recogido y vestido con pieles
bien podría pasar por Jondalar, el personaje de Jean Auel. Sus ojos eran tan
diminutos que apenas podía distinguir e color de sus irises, pero brillaban
como dos estrellas en un mar de marfil. Junto con Matt eran de los más bajitos
de la manada, aunque era bastante más delgado que él, pero era ágil y rápido
como un lobo. George RR Martin podría haberse inspirado perfectamente en él
para crear al personaje de Bran Stark. Su manera de ver el mundo era sencilla,
como un niño, era impaciente e iba acelerado respecto al resto de la familia, si
viviese en mi ciudad le hubiesen dicho que sufría de un trastorno de
hiperactividad y lo hubiesen hinchado a pastillas, para mí, solo tenía unas
increíbles ganas de disfrutar su vida. En ese momento y con mi sonrisa de
triunfo decidí que Solomon Freedom Brown sería una buena inspiración para mi
próximo personaje.
-¡Ayla!-el inconfundible tono de voz de Matt me
hizo dejar de pensar en libros por un rato y volver a mi paraíso norteño.
LA CABEZA DEL REY
Naerys sintió como su cuerpo colisionaba contra el suelo, partiéndose el labio y varias costillas en el choque. Levantó el rostro del río mármol, pero le dolía tanto la cabeza que se le nubló la vista. Intentó levantarse, pero los brazos le temblaron y volvió a caer, esta vez sobre un líquido caliente y rojo como el vino. Se miró las manos, teñidas de escarlata, desprendían un olor fuerte, repugnante, como el aliento de un oso. Intentó levantarse de nuevo, pero la sangre la retenía. Buscó el origen de tanta muerte, pero no era suyo. Un regero de sangre chorreaba frente a ella, pero apenas podía ver más a allá de dos palmos. La oscuridad envolvía la sala, solo podía distinguir las columnas de piedra a ambos lados del pasillo y el suelo de mármol blanco y negro. Un lejano murmullo comenzó a tomar fuerza, Naerys conocía aquel sonido: el sonido del acero, los cuernos de guerra, los gritos ahogados... ¡Se estaba librando una batalla! Tenía que huir. Un golpe hizo temblar el suelo a su alrededor, la joven se volvió hacia el origen del sonido, ¡era un cadáver! era el cuerpo de un guerrero, llevaba escudo y lanza y cota de maya, y de su vientre no paraba de manar una sangre negra y putrefacta. No podía distinguir su blasón ni tampoco su rostro: una sombra negra lo ocultaba. De repente cayó otro cuerpo, y otro, y otro más. Estaba rodeada de cadáveres. Un olor a putrefacción le inundó los pulmones, sentía ganas de vomitar. La bilis le quemaba la garganta. La batalla se intensificaba, ya no estaba tras los muros, ¡estaba dentro! Tenía que huir, intentó liberarse desesperadamente pero la sangre la mantenía pegada al suelo. Sintió un gruñido canino y el disparo de mil ballestas, después un gemido y más olor a muerte. Después una hacha cortaba la carne y el aire se pringó de un olor a pelaje húmedo. El siguiente sonido fue más escalofriante, venía de delante suyo, como si le hablasen cara a cara, pero no podía ver absolutamente nada, solo oscuridad: negra oscuridad. Escuchaba las voces de una fiesta, conocía esa canción: Las Lluvias de Castamere... Un puñal se hundió en un corazón, sintió como dejaba de latir y como la sangre caliente le chorreaba por las manos y le empapaba las ropas. Otra vez las hachas y un objeto rodó hacia ella, no lo consiguió distinguir hasta que no se encontró a apenas unos centímetro de ella: tenía una espesa cabellera rojiza y estaba manchada de sangre. ¡Era una cabeza humana! Se volteó lentamente hacia ella...
-¡No!-el gritó despertó a Theon, que dormía plácidamente a su lado, y la abrazó con todas sus fuerzas.
"Está fría ¿por qué siempre está tan fría?"
Naerys jadeaba, el corazón le latía muy deprisa y tenía el rostro desencajado de terror. Theon la abrazó protector:
-Ya está, ya ha pasado todo... Solo ha sido una pesadilla-le susurró con ternura.
-¡Robb! ¡Robb! ¡Era Robb!
-¿Qué pasa con Robb, Naerys?
-Estaba... su cabeza... tenía los ojos vidriosos y la boca abierta. Llevaba una corona... una corona de plata en forma de cristal de nieve... Se dónde está Theon. ¡Se dónde está la cabeza de Robb! Tengo... tengo que ir a buscarla, si debo ir en su busca, y llevarla a Invernalia, para que le hagan una estatua, si, con una espada y un lobo huargo tumbado a sus pies... Igual que Viento Gris.
-Naerys...-Theon le colocó una mano en el hombro. Sus ojos tenían un brillo diferente-Robb murió hace años, lo decapitaron y pasearon su cuerpo con la cabeza. Después lo quemaron todo...
-No quemaron su cabeza Theon, se olvidaron de ella. Se donde ésta y debo ir a buscarla... Es la única manera para que se detengan las pesadillas...
Naerys llevaba tiempo durmiendo mal: tenía sueños horrendos, y en todas sucedía lo mismo: un rey con cabeza de lobo la perseguía, la intentaba cazar y se metía en unas cuevas buscando refugio. Él la derribaba y le gruñía en la cara. Su aliento apestaba como un ejército de muertos. En otro la arrastraba la corriente de un río de sangre, era tan fuerte que no podía nadar para escapar, intentaba agarrarse a las ramas de los árboles que colgaban sobre ella, pero en su lugar tiraba de los pelos de la cabeza de Robb Stark, que se giraba para mirarla, con esos escalofriantes ojos vidriados y los labios blancos.
¿Dónde se encuentran los escasos restos
humanos del difunto Robb Stark?
Pero había una cosa que todos los sueños tenían en común, en todos, escuchaba de lejos Las Lluvias de Castamare.
La doncella se levantó de la cama y comenzó a vestirse en la oscuridad.
-¿Pero dónde vas?
-A Aguasdulces, tengo un amigo allí, podrá guiarme hasta los Gemelos, y desde allí seguiré el curso del Forca Verde...
Naerys comenzó a preparar su zurrón y su arco, con mapas de las Tierras de los Ríos y el espejo dorado que le regaló Jaime Lannister. Su esposo saltó de la cama y la sujetó por los hombros, agitándola para hacerla entrar en razón...
-Naerys, hace años que Robb murió, si su cabeza cayó por el río, probablemente fue carnaza para los peces y si no, ya estará podrida y putrefacta en algún lugar de los Gemelos... Solo son sueños. se que apreciabas a Robb, pero está muerto, no podemos hacer nada para remediarlo...
La muchacha acarició la mejilla de Theon con ternura y apoyo su frente en la de él y ambos cerraron los ojos.
-Soy tu hermano-recitó ella. Greyjoy abrió los ojos como platos, sabía que venía a continuación. Su juramento, ¿pero cómo lo sabía ella? No estaba presente...-Ahora y siempre.
-Ahora y siempre-respondió él.
-Mi espada es la tuya, en la victoria y en la derrota. Desde hoy hasta el último de mis días...
-¿Cómo sabes eso?-preguntó atónito.
-Simplemente lo se, igual que se que la cabeza de Robb cayó por un río y que ahora está en un lugar oscuro donde hay mucha sangre y huele mal...
-Déjame acompañarte. Le juré lealtad a Robb hasta el final de mis días, y mis días aún no han terminado...
Se abrazaron con cariño. En su torso desnudo, Theon podía sentir los pezones erizados de su esposa a través de la fina seda que cubría su cuerpo.
-Tú debes quedarte aquí para apoyar a Asha como Reina de la Sal y de la Roca. Yo me encargaré de reunir a Robb con su padre. Tu ya has sufrido demasiado Theon...
Le tomó la mano, tenía dos dedos semi-amputados y el torso repleto de cicatrices, tampoco tenía nada bajo el pantalón, pero a ella parecía no importarle.
-Por mucho que dijesen que Robb se parecía a Lord Eddard, se equivocaban. No lo conocían como yo, era mi hermano. Ned habría renunciado al amor y habría cumplido con su deber, Robb era muy pasional, siempre interponiendo los sentimientos y la moral por encima de todo: se casó por amor y mira como terminó. No tuvo la suerte que tengo yo, acostándome cada noche con la mujer de mis sueños... Y ahora él quiere apartarla de mi lado. Ni hasta en la muerte va saber dejar de lado los sentimientos...-los ojos de Naerys brillaban más que nunca, la abrazó contra su pecho y suspiró hondo-Creí que no te importaba quién se sentase en el trono de los Stark, ni en el Trono de Hierro...
-Yo tampoco lo creía, hasta que empujé a la amante de un bastardo por las murallas y ayudé a escapar al último hijo superviviente de Balon Greyjoy y a la legítima heredera de Invernalia.
La miró lleno de orgullo mientras se mordía el labio inferior. Le dio un beso en la frente y luego la miró a los ojos, sus manos seguían unidas.
-Debes andarte con mucho cuidado, el Norte está muy agitado últimamente: Jon Snow está reuniendo un ejército para recuperar Invernalia de los Bolton, y si por casualidad te viese alguno de los espías de Lord Ramsay estarías muerta en menos de lo que canta un gallo...
-Se defenderme sola....-ella sonrío ligeramente. Él volvió a abrazarla. Le besó de nuevo en la frente y luego en los labios.
-Lo se...-una lágrima recorrió su mejilla-¿Recuerdas el colgante que te regale cuando nos casamos?-ella asintió-Llévatelo, para recordarte quien eres y dónde está tu hogar.-la agarró por los hombros y la sacudió para despertarla. La luz de la luna hacía brillar sus cabellos blancos-Eres Naerys Greyjoy, esposa de Theon Greyjoy de Pyke, el último hijo superviviente de Lord Balon Greyjoy y hermano de Asha Greyjoy, Reina de la Sal y de la Roca. Eres una hija del Hierro. ¡Nosotros no sembramos! Venga, repítelo conmigo.
-¡Nosotros no sembramos!
Eso es, muy bien.-un ápice de orgullo brotó de su voz temblorosa-No lo olvides, aquí está tu hogar, tu familia, las personas que amas, tu esposo...-ella asintió entre lágrimas y abrazó a Theon entre sollozos, el le devolvió el abrazo, intentando reprimir el llanto, no quería que su mujer lo viese llorar, pero aborrecía tanto la idea de tener que alejarse de ella-Y por favor, vuelve a casa lo antes posible, sana y salva...
Al día siguiente, Naerys partió hacia la Bahía del Hierro, a bordo de la Zorra Marina. Su potro Loron y sus perro lobos Aemon y Aegon iban con ella. Iba armada con su arco y con un puñal al que apodaba Pluma, porque era ligero y sigiloso como una pluma. El pequeño kraken de oro colgaba sobre su cuello y en su zurrón llevaba oculto el espejo que antaño perteneció a Myrcella Baratheon. El viento azotaba sus cabellos mientras contemplaba como los acantilados de Pyke se hacían cada vez más y más diminutos. Estaba tan distraída contemplándolos que apenas se percató del navío con el que se cruzaron. El Silencio de Euron Greyjoy, ponía rumbo a las Islas del Hierro.
VINCENT
El
ambiente gélido y la noche oscura invitaban al sueño, pero yo no podía dormir,
estaba inquieto, daba vueltas en la cama mientras unas gotas de sudor frío me
resbalaban por la frente. Agarré mi teléfono móvil, la luz blanca de la
pantalla me deslumbró, pero pude leer claramente el mensaje: “Espero que lo
estéis pasando bien, os echo de menos y espero que volváis pronto. Os quiero
E”. Lancé el aparato al suelo y busqué a tientas las gafas, y con los pies
descalzos, para no hacer ruido, bajé al primer piso atravesando el parket y las
crujientes escaleras de madera. Encendí la luz de la cocina y me preparé un
vaso de leche tibia.
Gracias
al espacio abierto que englobaba el comedor, el salón y la cocina, pude
contemplar el paisaje a través de la cristalera que cubría toda la pared. Me
acerqué a ella, con la esperanza de poder deleitarme con las vistas que ofrecía
el Pirineo Catalán, pero la oscuridad no dejaba distinguir nada: ni el bosque,
ni la nieve ni las pistas de esquí… Todo estaba sumergido en la más profunda negrura.
Miré mi reloj, pero por mucho que me lo acercase tampoco me permitía distinguir
nada. Una lucecita naranja parpadeó al otro lado de la habitación, me había
dejado el ordenador encendido sobre mi escritorio. Me acerqué a él para mirar
la hora, la fotografía del fondo me provoco náuseas. Las 3:17, hacía años que
no dormía tan mal, cuando estaba en la empresa, mis noches de insomnio eran
frecuentes, por eso compramos el apartamento de la montaña: era un lugar para
escaparse, para olvidarse de todo y aislarse del mundo. Elvira me lo regaló
hace ocho años, cuando nos casamos, al principio se convirtió en nuestro nidito
de amor: yo me sentaba en mi mesa a escribir, de vez en cuando me detenía y
observaba a los esquiadores deslizarse montaña a bajo, Elvira los miraba desde
el sofá, con una taza de chocolate caliente en la mano, en silencio, solo con
el eco del repiquetear de la leña al fuego y mis dedos al presionar las teclas.
A lo mejor era hora de retomar viejas costumbres, sin duda mi editor lo agradecería,
así que me senté en la silla y abrí una página nueva pero no se me ocurría
nada, porque solo pensaba en ella: “cabello castaño como el cobre y ojos
grises, no… cabello rubio, casi plateado y ojos caramelo, alta, no, más bien
baja, pequeña, sí, eso, era muy pequeña… y los labios… finos, elegantes… no,
mejor gruesos, no, finos… ¡No! ¡No y no!” golpeé el teclado furioso y borré
todo de nuevo. Intentaba describir a Elvira, pero era imposible, su imagen se
borraba de mi mente y la sustituía ella: Estaba tan involucrado en mi escritura
que no escuche el sonido de su mano al deslizarse por la baranda de la
escalera, ni los suaves crujidos que producían sus delicados pasos al avanzar:
No sé cuánto tiempo estuvo allí, apoyada en la pared, observándome en silencio,
pero cuando me fijé en el reloj de nuevo ya eran casi las cuatro:
-Héctor…-me
llamó suavemente con su voz grave. Me giré levemente para mirarla. Se había
vestido con una de mis viejas camisetas, le quedaba muy ancha, apenas le cubría
la mitad de los muslos y dejaba un hombro y parte del pecho al descubierto, la
melena ondulada caía desordenada por el lado derecho de su cara, y caía por el
cuello hasta cubrirle la carne del busto, dejando un poco de margen para la
imaginación.
-¿Dónde
está Vincent?-siempre preguntaba por él, era quién me ponía los pies en la
tierra, quién me despertaba de esta horrible pesadilla que estaba viviendo y me
devolvía a mi grisácea realidad.
-Duerme…
Asentí
con la cabeza y fingí que volvía a concentrarme en la escritura, quería cerrar
los ojos y cuando los abriese de nuevo ella no estaría, habría desaparecido y
solo quedaba el amargo recuerdo de una pesadilla que se acabaría esfumando con
los años. Pero no, porque cuando cerré los ojos, sus manos rodearon mis hombros
y los masajeó suavemente:
-He
visto el mensaje…-confesó con actitud seria. Su cabello me rozaba las mejillas
y desprendía un olor dulzón. No la escuchaba, su voz era como una nana, sin
letra, solo melodía.
-¿Y
qué piensas sobre ello?
-Pienso
que si de verdad lo quisieses ya me habrías echado de aquí, habrías cogido a
Vincent y habríais vuelto a Barcelona, sin embargo, sigues acostándote a mi
lado.
Ella
tenía razón. Había recibido mensajes de Elvira cada noche, le había respondido
un simple: “Yo también te echo de menos” con un par de emoticonos de corazón y
me había acostado de nuevo. Elvira representaba la seguridad, el cariño de
volver a casa por la noche y encontrarte la cena caliente. Leer juntos en la
cama, pasear en el parque los domingos, Vincent… Ella era todo lo contrario:
cada vez que me acostaba con ella no sabía si al día siguiente, al despertar,
seguiría a mi lado, me hacía sentir vivo, joven, ardiente de nuevo… Me excitaba
no saber que viviría mañana, no saber si la encontraría a mi lado, follándose a
otro hombre en mi baño o besando a una mujer en mi cocina. Se sentó sobre mis
rodillas y me besó apasionadamente, automáticamente mi mano recorrió su muslo
desnuda y avanzo hasta el pecho. Pero la aparté bruscamente de mí:
-¿Por
qué haces esto?-le pregunté confundido mientras sus redondos ojos me pedían una
explicación-Apenas hace un par de meses que nos conocemos, no sé nada de ti, ni
siquiera tu apellido, de dónde eres o si tienes familia… y, sin embargo, estás
aquí, en mi casa, con Vincent…
Su
mano se introdujo en el interior de mi pantalón del pijama y me agarró el
miembro descaradamente:
-No
necesitas saber nada de eso para practicar el sexo…-me mordió el labio. Mi
mente comenzaba a distraerse, iba a sucumbir en cualquier momento.
-Eres
joven, hermosa, joder eres la fantasía de cualquier hombre… y sin embargo estás
aquí, conmigo, por dios te saco casi treinta años. Podría ser tu padre…
-Puedo
asegurarte que con mi padre no llevaría a cabo estos juegos-dijo mientras se
introducía la
totalidad de mi miembro en su boca.
Me
hizo el amor en la silla de mi escritorio, alternando ritmos, primero suave,
después rápido, luego suave otra vez. Nos trasladamos al mármol de la cocina,
ella no paraba de gemir, controlándose por no gritar y despertar a Vincent. De
vez en cuando clavaba su mirada en mí y me susurraba lo que quería que le
hiciese, algunas frases eran dulces y simplemente me decía que me adoraba, en
otras se dejaba llevar y me gritaba que la follase más fuerte.
Terminé
corriéndome cuando estaba apoyada contra el cristal, ella no había terminado,
pero se agachó y lamió los restos de semen. Nos sentamos en el suelo, frente a
la cristalera, observando el amanecer. Mis dedos jugaron con sus labios húmedos
y gelatinosos. Cogió mi mano y succionó los dos dedos con ansia, aún no me
había recuperado y ya me estaba provocando de nuevo.
-Se
llama Álvaro,-dijo por fin.
-¿Cómo?-pregunté
sorprendido.
-Álvaro-repitió-llevamos
cinco años juntos, desde la universidad. Compartimos piso en Madrid, cree que
estoy en un viaje de empresa. Él no trabaja, así que él cuida de Leo…
-¿Quién
es Leo?
-Mi
Vincent.
MELISANDRE
Voy a hacer de tu sueño tu peor pesadilla, voy a seducirte con mis palabras y la elegancia de mi cuerpo. Clavaré en el fuego mis ojos rojos y dejaré que las llamas me susurren tu destino. Me voy a convertir en tu consejera, tu confidente, me voy a convertir en tu sacerdotisa roja, voy a ser tu Melisandre. No me temas, no todo va a ser perverso... Te voy a seducir como hizo con Stannis, acariciaré tus espaldas con mi piel suave y pegaré mi cuerpo al tuyo, para que me sientas a través de la túnica roja. Despertaré en ti las ansias de poder, de ambición... susurraré a tu oído con mis labios de caramelo, palabras de aliento, un impulso, una llama nacerá de ti, de lo más profundo de tu ser,
despertando a mil demonios, matando a dos mil septones, violando a quinientas septas y asesinando a un centenar de neonatos. Tómame sobre la mesa: tíralo todo y deja que tu semilla germine, inundame con tu esencia, trátame mal, golpeame las mejillas sonrojadas por el fuego, por tu presencia. Muérdeme los labios y embísteme con todas tus fuerzas, deja que el mal fluya e inunde mi interior, olvídate del resto, no existe, no importa, se interponen en tu camino, son un obstáculo para el poder. Eres el elegido, eres mi rey, puedes hacer lo que te plazca...
Seré tierna contigo, te trataré con delicadeza, te cubriré con ropas de seda y te llenaré la copa cuando lo demandes. Rociaré tu cuerpo con aceites, traeré para ti los más insólitos caprichos y saciaré tus mayores deseos. No te asustes cuando te ate a la cama y beba tu sangre, te gustará, ya lo verás... Te daré un montón de hijos, nacidos de la oscuridad, de piel negra y rostro sombrío, que te ayudarán a alcanzar la Gloria.
Cabalgaré a tu lado rumbo al Norte, con tu estandarte en mano, observando como el viento te corta los labios y te alborota el cabello. Tú no te inmutas, no sonríes, porque solo piensas en en el poder que puedo darte. Te obligaré a hacer cosas malas, cosas que no quieres: engañar a la familia, traicionar a los que amas... pero no hay victoria sin sacrificio, y tú eres el elegido.
Te seduciré con mi cuerpo como hizo con Jon: desearás acariciar mis pechos erguidos, la piel suave, la depresión de la cintura y perderte en la curva de las caderas... No soy una salvaje, pero se que ansías besarme como a Ygritte, en lo más profundo, en el interior de la cueva. Haremos el amor en el agua tibia, a la luz de las llamas, rodeados de pócimas y venenos. Durante un instante pensarás en ella, en que la amas, pero sabes que no puede darte lo que yo, y me poseerás como si no hubiese mañana, dejando surgir tu lado más fiero, más bestia, para engendrar más hijos, más sombras que te despejen el camino.
Y aunque no confías del todo en mi, sabes que en el peor momento allí estaré, porque eres el elegido, y el señor no dejará que dejes este mundo sin haberte sentado en un trono, conmigo a tu derecha, sin importar nadie más, sin que nadie más exista, solo tú y tu corona, y en las sombras, una mujer roja...
MI PRINCESA
Quiero que mires a través de mis ojos, que atravieses mi piel y mires más allá, en el fondo de mi alma, en lo más hondo de mi corazón, quiero que veas a la princesa que hay en mi:
Convierte mi pelo enmarañado en una cascada de cabellos de oro, mis ojos oscuros en el lucero del alba, mis labios agrietados en la fuente de tu felicidad. Olvida mi sonrisa de niña descuidada y conviértela en las más puras perlas blancas. Mi piel llena de marcas y cicatrices puede transformarse en una tez suave como las plumas. Olvida mis harapos y mis zapatos sucios y observa como se convierten en la más pura y delicada seda. Guíame en el salón de baile y convierte mi torpeza en un elegante baile, mis pasos torpes en ágiles piruetas. Mi acento vulgar transformalo en un poema de Béquer. Disculpa mis modales y mi timidez e imagina que hablo con voz alta, fina y elegante y que trato los temas más cultos y eruditos del salón. Todo el mundo aplaude, me admira y me regala palabras de cortesía, y tú me miras, orgulloso, radiante.
Conviérteme en una princesa , sonríe a mis defectos fingiendo que son dignos de una doncella. Por favor, deja de mirarme como a una triste moza, y mírame como a una princesa.
MI OBJETIVO EN LA VIDA
¿Qué cuál es mi objetivo en la vida? ¿Qué a qué quiero dedicarme? ¿Por qué motivo me levanto cada mañana? ¿Por qué me dejo el alma, la vida y todas mis ganas en esto? Pues por ti, mi objetivo en la vida eres tú. Lograr que de entre 10.000 likes, te fijes en mi nombre, que de los cientos de comentarios, respondas el mío. Quiero cruzar ese gran charco de agua que nos separa, plantarme delante de ti, cogerte de las manos, como tantas veces he soñado que hacía, mirarte a los ojos, esos ojos azules de cuento de hadas, que me dan la vida y decirte lo agradecida que estoy.
Gracias por darme fuerza, motivación, apoyo, gracias por dármelo todo. Tú no lo sabes, pero me has salvado la vida. Si, como lo oyes, le has dado todo a una niñita soñadora que no tenía nada, y aunque no pudiese tocarte, ni hablarte, ni siquiera sabes de mi existencia, para mi era real... Me diste la fuerza que me faltaba para reír: fuiste mi amigo, mi fiel compañero, mi primer amor, mi apoyo, mi confidente, mi protector... Pasan los años y, como diría Sansa Stark "solo soy una niña estúpida y soñadora que no aprende de sus errores" soy y seguiré siendo siempre esa niña tonta, me da igual que piensen de mi: de que soy una inmadura, una inútil y de que no voy a llegar a nada en la vida. Porque se equivocan, porque voy a llegar a ti y te diré todo esto a la cara.
Mi nombre resonará en las librearías y en las televisiones de todo el mundo, me criticarán, me dirán que está mal... pero me da igual, porque la niña torpe y tonta será por fin una mujer soñadora, el lucero de los ojos de papá se convertirá en una estrella fugaz y brillante, y cuando logre todo esto, cuando esté frente a tus ojos azules, observe de cerca tus labios agrietados y tu encantadora sonrisa me haga reír una vez más, te tenderé un libro donde podrás leer en la primera página:
"Gracias por hacer más amena la vida de una solitaria niña tonta y soñadora. Gracias por darme un motivo para sonreír, gracias por ser mi amigo, mi todo. Gracias por salvarme la vida."
Ayla
CHARLANDO CON EL REY DEL INFIERNO
Para Ayden todo sucedió muy deprisa: de repente se vio acorralada por la demonio de piel oscura, notó las afiladas puntas de las armas bíblicas clavándose en su espalda y la lanza de Lucifer a unos centímetros de su cara. Alguien tiró de su brazo hacia abajo y Ayden cayó tras la montaña de armas, notó como un brazo firme, cubierto por un abrigo de lana negro la apretaba contra su pecho. Cerró los ojos con fuerza y esperó el impacto. Cuando abrió los ojos, estaba lejos de la Corte del Infierno, estaba en Kansas, en un pequeño embarcadero abandonado, en un lago cubierto por la niebla matutina: conocía ese lugar, se volvió para observar el pequeño pueblo casi desértico, donde solo quedaba abierto una gasolinera y una pequeña tienda de ultramarinos. Un cartel de tráfico anunciaba: “Lebanon, 40 millas”.
-Es lo más cerca de casa que puedo dejarte…-Ayden se volvió de nuevo para observar a su interlocutor y a su inconfundible acento británico-No te ofendas, pero no me apetece volver a ser el húsped del Alce y la Ardilla.
Ayden le sonrió. Crowley estaba apenas a unos metros de ella, con su inconfundible traje negro de Versace y las manos en los bolsillos del abrigo de lana, a su espalda se extendía el lago, la niebla cubría el horizonte, otorgando la sensación de que esa charca de agua era interminable.
-Gracias por traerme. Y por salvarme la vida…
-Soy un hombre de negocios-dijo él acercándose-Tú me has sacado de las perreras de ese cabronazo, era lo mínimo que podía hacer por ti… Por cierto… ¿Cómo estás?
Crowley estaba justo a su lado, Ayden alzó el rostro para mirarlo a la cara, su media sonrisa y sus penetrantes ojos estaban fijos en los suyos: le sorprendía que el malvado ex-rey del Infierno se preocupase por ella.
-Ya lo sabes… Estoy preocupada por él, solo quiero sacar a ese asqueroso ser de su recipiente y devolverlo a la caja de donde salió, después le daré una paliza a Cas hasta que me diga por qué narices dijo ‘si’…
La mirada de orgullo del demonio la desconcertó aún más:
-Cada vez te pareces más a tu hermano…-Ayden lo miró, Dean siempre decía que Crowley no suponía un peligro ni para él ni para Sam, pero que ella debía tener mucho cuidado cuando estaba a su lado, porque no sabía exactamente cuales eran sus intenciones con la joven Winchester-¿Y con todo ese rollo del vínculo entre el ángel y tú, no tienes manera de comunicarte con él o algo por el estilo?
Inconscientemente Ayden palpó e collar de plata que le servía de amuleto protector.
-Siento cosas: al principio estaba consciente y se enteraba de todo lo que sucedía. Sufría mucho y el dolor era insoportable, incluso todavía me asombra como su recipiente puede resistir tanta energía…
-¿Y ahora…?
-Ahora Cas está cada vez más encerrado dentro de si… Es muy fuerte, a Lucifer no le interesa que esté despierto, porque podría echarlo en cualquier momento, así que lo mantiene ocupado… Pero sigue sufriendo. Lo noto-Ayden se llevó una mano al pecho-Noto como me arde el pecho, como me hierve la sangre cuando está cerca…. Y eso solo puede significar una cosa-la muchacha miró a Crowley con sus enormes ojos verdes, el demonio pensó que la chiquilla era una copia idéntica de su hermano Dean, no solo por el físico, sino por su carácter-Cas está sufriendo…
-No solo él…-mantuvieron un rato esa atmósfera de paz que les rodeaba, el agua golpeaba suavemente los cimientos del embarcadero, y las cigarras cantaban entre los juncos. Ayden jamás se había sentido tan a gusto con alguien, los ojos brillantes de él y su sonrisa sarcástica, no sabía porqué motivo pero la inundaban de calma. Crowley la invitó a sentarse en un tronco de madera y tomo asiento a su lado-¿Sabes por qué me fascinas tanto, Ayden Winchester?-ella negó con la cabeza-He vivido muchos años, pequeña, en la Tierra y en el Infierno, he visto sufrir a mucha gente y por muchos motivos, pero jamás, en todos mis años como rey de la tortura, he visto a nadie que sufriese tanto como tú, Ayden, tu dolor es tan grande, que incluso… sangras… Y no logro preguntarme por qué, entiendo que te preocupes por Sam y Dean, son tus hermanos… pero ¿el ángel? ¿qué tiene él que hace que deses con tanta ansia entregar su vida a cambio de la suya?
-Él no tiene a nadie que se preocupe por él…-dijo ella entre lágrimas pero sonriendo al recordar a Cas…
-Ajá…, ¿y ahora, el verdadero motivo es?
-Que lo amo con toda mi alma-respondió Ayden sin dudarlo ni un instante-Se que es imposible, antinatural, que yo algún día moriré mientras que él observará como se acaba el mundo… No se explicarlo, y no es por culpa de Vínculo, porque si me arrancaran esta cosa de la garganta seguiría queriéndole, y ofreciendo todo lo que tengo para traerle de vuelta y que esté sano y salvo…. aunque no sea a mi lado, aunque tenga que separarme de él, si es feliz y está a salvo, no me importa nada más… No se porque te estoy contando esto, Crowley, ¿qué va a saber un demonio de amar a alguien?
-Se más de lo que piensas… Porque antes de demonio, yo fui tan hombre como tú y como Sam y Dean, y también he amado…. Amé a mi madre, a mi esposa y a mi hijo con toda mi alma. Pero la bruja de mi madre me abandonó siendo un crío, mi mujer falleció y yo las pagué con Gavin, y el chico terminó odiándome. Comencé a beber y acabé vendiendo mi alma por un miembro más grande con el que no se me despegarían las mujeres de encima… Pensé que el Infierno no sería tan duro como lo que había vivido… ¡qué equivocado estaba!-suspiró-Pero en cambio, tú, chiquilla, el Averno sería un paseo comparado con lo que has sufrido… Y te digo una cosa, lo que más amo en el mundo actualmente es, a parte de mi mismo, mi Corte en el Infierno, y la entregaría por volver a oír la risa de mi querida María… Y además, estoy seguro de que ese ángel te ama tanto como tu a él, y por eso dijo “si” a Lucifer, para protegerte de la Oscuridad…
A Ayden le sorprendió la confesión de Crowley, quizá la sangre humana aún seguía pululando por su organismo, lo que estaba claro era que el temible monarca del Inframundo “se merecía ser amado”. “Yo me preocuparé por él”-se dijo a Ayden a si misma, incluso el Rey del Infierno necesitaba alguien que sintiese un mínimo afecto por él. La joven le besó en la mejilla y Crowley no pudo evitar sonrojarse. Ayden le recordaba a María, siempre preocupada por él, dándole ánimos, alentándolo, dedicándole cálidas sonrisas y miradas cómplices.
-Gracias Crowley, de verdad, muchas gracias…-Ayden sonrió. Crowley no sabía exactamente porque le agradecía la joven, pero tampoco le dio tiempo. El móvil de Ayden sonó, era su hermano-Hola, Dean. Si estoy bien, cálmate, no me ha ocurrido nada, Rudy me pidió ayuda con un caso, y como estabais tan ocupados decidí ir por mi cuenta. Si, tranquilo, no tengo ni un rasguño. Estoy en el pueblo donde sueles comprar las cervezas, ¿podrías pasar a recogerme? No, no estoy sol…-Ayden miró a su alrededor, Crowley se había esfumado.-Si, estoy sola…
Hasta que llegó Dean, Ayden pensó en lo que le había dicho Crowley: Castiel había aceptado ser poseído por ella, para salvarla, él siempre pensaba en ella, quería demostrárselo, quería ser útil en esta lucha, después de que ella le hubiese salvado el culo un millar de veces, quería protegerla, que supiese que también la amaba y que haría lo imposible por garantizar su seguridad, incluso decir “si”…. Ahora si que estaba realmente preocupada por él, tenía que salvarlo, sentía unas irremediables ganas de abrazarlo, besarlo, tomarle la mano, mecerlo entre sus abrazos mientras le apoyaba la cabeza en su pecho y le cantaba canciones de amor. Cogió el collar entre sus manos y miró al Cielo mientras le rezaba, no sabía si podía oírla, pero no le importaba, necesitaba decirlo:
-Te salvaré Cas, te lo juro, te lo juro por las personas que amo: te lo juro por Sam y por Dean, por Bobby, por papá y por mamá….-tomó aire-y por Crowley.
A OSCURAS
Hoy me he quedado sola en la oscuridad, aguardando ha que sucediese algo…
Me gusta estar a oscuras, así soy más invisible que de costumbre, nadie ve mis defectos y nadie puede criticarlos. Por eso me quedo quieta en la oscuridad, esperando a convertirme en parte del paisaje, en un objeto inanimado sin sentimientos ni emociones. Deseo que mi corazón se vuelva de piedra, se acabarían las preocupaciones y los remordimientos, no existe el sentimiento de culpa en un corazón duro y sólido como la roca.
Cierro los ojos, apenas diferencio nada, solo la oscuridad más absoluta, noto como mis pies crujen y comienzan a transformarse. Mis dedos se vuelven rígidos y duros como el mármol, empieza a subir por las piernas y la cintura. Tengo miedo, pero debo de ser valiente, pronto habrá pasado todo. Mi alma intenta huir, pero se lo impido y la encierro dentro. Mis brazos ya se han vuelto de piedra, noto como se solidifica mi garganta, “ya está” pienso, se terminó todo, se terminó el dolor…mis alas se han
convertido en piedra, ya no puedo volar, estoy atrapada. La piedra me ahoga cuando sube por mi boca, abro los ojos un último instante para disfrutar de la visión por última vez, pero todo está oscuro y me quedó ciega, sumisa en la más profunda oscuridad. Ya no tengo miedo, ya no sufro dolor, la culpa se ha terminado y a pesar de todo, me da igual sentirme sola, porque las estatuas no sienten soledad. Unos últimos latidos palpitan dentro, siento el crujir antes de volverse rígidos y fin. He muerto, he muerto sola, a oscuras, no he tenido miedo y no he sentido nada, sabía que esto acabaría con todo mi dolor. La gente es cruel, ya no tendría que avergonzarme de mi misma ni de mis defectos, ya no miraría a la gente a los ojos con la mirada empapada de lágrimas. Ahora cuando alguien me mirase a la cara, solo sentirá unos fríos y vacíos ojos de mármol. La gente me podrá criticar igual, pero me dará igual porque las estatuas no sientes, esperaré a que pasen de largo y se esfumen y yo seguiré con mi tarea: vigilando la noche, guardiana de la oscuridad, acompañada por los gritos desesperados de mi alma, que intenta liberarse de su prisión de piedra y que poco a poco se irán apagando con los años. Allí esperaré ciega, hasta el final de los tiempos, sin sentir nada, sin esperar nada y sin amar nada…
Esperaré a oscuras, convertida en un ángel de piedra con las alas hechas trizas, sin pensar en nadie, solo en mi, con el alma encerrada, esperando a que alguien llegue. y derrame una lágrima por mi.
MARCADA
Después de rezar al Primer Dragón, Ayla y Robb siguieron besándose y acariciándose, dejándose llevar por la pasión del momento, ya habían hecho el amor la noche anterior, en la tienda de él, pero el muchacho de Land había sido muy suaves y cuidadoso con ella, acababan de vivir un momento muy solemne con la Ceremonia de Purificación y temía romperlo dejando fluir el instinto salvaje que habitaba en él. Era un joven atractivo, alto y musculado, de espaldas anchas y torso firme. Sus enormes ojos azules como el océano, dominaban un rostro marcado por una mandíbula cuadrada y coronado por una graciosa mata de pelo oscura y rizada. En su tierra natal había tenido a todas las jovencitas que se le cruzasen por el camino, des de la alta cuna hasta las prostitutas más vulgares, pero ella era diferente, no había tenido que usar sus armas de seducción para conquistarla, ella lo había conquistado primero… En Malmö, Ayla era considerada una chica del montón, como todas, sin tener una belleza singular puesto que respondía a los cánones por excelencia de las Islas del Norte, pero, para Robb, no existía mujer más hermosa que la misteriosa extranjera…
Se quitó la capa de piel de oso que envolvía sus hombros y la estiró en el suelo, sobre el musgo que crecía bajo el sauce llorón. Invitó a Ayla a tumbarse y la siguió besando, tumbado sobre ella. Hasta hacía unos días, la princesa había mantenido las distancias con él, era tímida, fría, temía acercarse demasiado a Robb y confraternizar con el enemigo… Pero había caído en las garras del joven Madden y demostraba sus actitudes como líder y su decisión para llevar la batuta y guiar a su amante en esos momentos donde una buena guía es imprescindible. Las manos de ella comenzaron a desatar los cordones de la casaca de cuero de Robb, él se sorprendió ante la actitud decidida de ella y se dejó hacer. Ella le quitó la casaca y lo empujó hasta poder sentarse delante de él, acarició con la punta de las yemas las pequeñas cicatrices de su torso desnudo y jugueteó con el vello de su cuerpo. Luego se comenzó a desabrochar el corsé de piel que le servía para sujetar sus pechar y que no le molestasen cuando montaba. Ayla siempre vestía de manera masculina, con pantalones elásticos y votas, camisa ancha y esa especie de corpiño, aún así, su melena suelta cayendo por su espalda en marcadas ondas, y rozándole las mejillas la envolvían en una fuerte aura de feminidad y sensualidad guerrera, salvaje. Robbert terminó la tarea de desabrocharle la ajustada prenda de ropa y después le pasó la camisa por encima de la cabeza, dejando al descubierto sus pechos, firmes y altivos, luciendo la vitalidad de la juventud. Él no pudo resistirse y besó y mordisqueó ambos senos, mientras ella suspiraba de placer y le acariciaba la melena, atrayéndole hacia si. La noche anterior no se había dado cuenta, pero sobre el pecho izquierdo, Ayla tenía un tatuaje del color del vino, en forma de dragón serpenteado… Robb lo besó y lo acarició con la punta de los dedos…
-Bonito tatuaje…- dijo él- ¿Cuándo te lo hiciste?
-Es una marca de nacimiento…- respondió tímidamente, y la ocultó con su mano, como si se avergonzara de ella…
Ayla tomó la batuta después, y se tumbó sobre Robb, cubriéndole el cuerpo de besos y algún que otro mordisco, mientras él sentía como le invadía un primitivo deseo de hacerla suya, de poseerla, de hacerle el amor salvajemente como si no hubiese mañana. Le inmovilizó las muñecas con una mano para dominarlo aún más. Sonrió al sentir como la boca de ella se acercaba a su abdomen y le mordía con fuerza, y no podía hacer nada para evitarlo, causándole una mezcla de excitación y dolor que le estaba volviendo loco. La anoche anterior, él había sido la dulzura en persona, dándole besos suaves, y saboreando su interior recién salido del agua. Ella se deshizo de los pantalones de él y comenzó a jugar con su miembro, haciéndole sufrir, amagando con empezar a darle a placer o alargar su agonía y aumentar su deseo un rato más. Le besaba alrededor, lo lamía ligeramante y Robb se volvía loco. Se liberó de las manos de ella que le sujetaban, y empujó suavemente la cabeza de Ayla hacia su entrepierna, y gimió cuando ella metió su miembro en la boca. Intentó dominarla, y que siguiera allí largo rato, pero la joven jinete era indomable y al poco tiempo paró, se quitó toda la ropa y se sentó sobre él, controlando lentamente la penetración, se le escapó un gemido de placer que se fusionó con el de Robb… Movió las caderas hacia adelante y atrás, con cada vez más fuerza, él acompañaba sus movimientos con empujones de pelvis, sujetándola hacia él, jugando con sus pechos, levantándose para agarrarla contra él, gemir juntos, ella le mordía el labio y él apretaba sus pechos con ambas manos. Acarició su cuerpo, la redondez de las nalgas, la depresión de la cintura, los muslos firmes hasta que se deshizo en un placentero orgasmo y la inundó con su esencia masculina. Estaba claro que si Robb tenía experiencia, Ayla tenía el doble, y se preocupó por saber cuantos hombres habrían estado con ella antes que él.
Ella también estaba exhausta, y se quedó dormida enseguida, junto a Robb, con cuidado, él agarró su capa y se arroparon con ella. El muchacho estaba muy cansado, pero aun así, no conseguía conciliar el sueño, jamás le habían hecho el amor de esa manera, siempre dominaba él, pero la manera en la que ella lo controlaba, decidía que hacer, como ponerse… le había excitado de una manera indescriptible. Le acarició el cabello mientras estaba dormida, con ternura, mirándola enamorado: “Por favor, Primer Dragón, si de verdad existes, no la apartes de mi lado, por favor, no me la quites” suplicó para si, entonces fue cuando se dio cuenta de que Ayla seguía llevando esa misteriosa venda, según ella, de una herida que aun no estaba curada. Con suma delicadeza apartó la venda, y enseguida reconoció el tatuaje que la marcaba como hija de Malmö…
-No puede ser….- susurró él lo bastante fuerte como para que Ayla lo oyese, despertase, y cubriese su desnudez con su capa, apartándose del lado de Robbert. Él cogió su espada y se levantó, apuntándola con ella…
-Eres de Malmö… Eres una jinete de la isla de Halogala. ¡Una espía! Debería matarte aquí mismo…
-Robb, por favor-dijo ella asustada- déjame que te lo explique…
-¿Quién eres? ¿Cuál es tu verdadero nombre?- preguntó acusativo.
-Te lo explicaré todo Robb, pero por favor, baja la espada, estoy desarmada, y no voy a hacerte daño- el joven asintió y dejó de apuntarla con su arma. Ella suspiró y comenzó a hablar.-Me llamo Ayla… Ayla Adger-Robb abrió los ojos como platos, ese apellido era inconfundible- Soy la única hija de Haakon Adger, el cuarto en su nombre, rey de Malmö y guardián de Halogala y de sus dragones.
Ayla contó su historia sobre como Svend había tomada la isla, encerrado a su padre e hiriendo a ella, y de como habían escapado y acabado en cu campamento.
-Por favor Robb, déjanos quedarnos hasta que Lis y Zaniah se recuperen, después nos marcharemos por donde hemos venido y no os molestaremos más. Solo lo hice para proteger a mi equipo, jamás he querido espiarte, ni dañarte ni nada… He compartido una Ceremonia de la Purificación contigo, y eso es algo que nos tomamos muy en serio… Si lo deseas nos marcharemos, pero Robb, por favor… Di algo…
El muchacho le había dado la espalda, asimilando que la mujer con la que acababa de yacer, era la hija del enemigo numero uno de su padre y de su pueblo. No podía escuchar los motivos de Ayla, seguía en shock por el descubrimiento…
-No me lo puedo creer…- pronunció él en voz alta pero para si mismo más que para ambos. La miró a los ojos- Me he enamorado de la princesa de Malmö, estoy loco por la hija del mayor enemigo de mi padre, daría la vida por la jinete de dragón que no dejó que mis antepasados pisasen su isla…
-¿Robb, estás bien?-preguntó Ayla asustada…
Él se acercó a ella y la besó en los labios.
-No… Te amo Ayla Adger. ¡Te amo!
AVANCE S.2 CAPÍTULO IV (ALASKAN BUSH PEOPLE) DONDE EMPEZÓ TODO
-¿Hoy no desayunas en tu tipi indio?-me preguntó
Bear cuando entró en la cocina de la casa de Santa Mónica y me encontró
desayunando cereales.
-Me he quedado sin provisiones.-sonreí con la boca
llena de leche y bolas de miel.
-Creía que ya no querías volver a casa por tu
repentino odio hacia toda la humanidad.-respondió mi hermano pequeño mientras
se llenaba un bol y se sentaba a mi lado.
En la gran mesa donde antaño fuimos nueve, ahora
solo estábamos dos. Bam y Noah ya no vivían con nosotros y Gabe pasaba largas
temporadas fuera de casa. Así que prácticamente éramos cuatro hermanos Brown
los que quedábamos en lo que llamábamos Browntown: Bear, las chicas y yo.
Recientemente me había trasladado al patio trasero, que daba a un pequeño
bosque, donde había montado una tienda de campaña, decorada como un tipi indio
y había montado una cerca entrelazando ramas de madera. No era mi antigua choza
de neumáticos con su verja para zombis, pero era mucho mejor que aquella
pequeña y claustrofóbica casa donde no hacía otra cosa que esquivar al perro, a
los gatos y a mi hermanos a cada paso que daba.
La relación entre Bear y yo era más o menos cordial,
especialmente cuando nuestros padres se encontraban delante, sino, intentábamos
mantener las distancias por el bien de nuestra integridad física. La cicatriz
de la ceja derecha brillaba con la luz matutina que entraba por la ventana. Aun
recordaba aquel día, justo cuando volví de Hawái, y tuve que explicar a mi
familia que Ayla y yo ya no estábamos juntos… Atribuí la ruptura al nuevo
trabajo de Ayla, sin dar demasiados detalles, y pedí que respetaran mis
momentos de soledad, algo que, obviamente mi familia no obedeció.
Bear y Gabe vinieron a buscarme al jardín, yo estaba
entretenido montando unas flechas con ramas de naranjo, abalorios de Rainy y
algunas plumas que había encontrado en el patio y había pintado con colores
vivos. Las puntas de las flechas estaban talladas con una navaja.
-Sentimos mucho lo de Ayla, hermano. Sabemos que la
querías muchísimo, debe de ser algo muy difícil de superar-se excusó Gabe como
si fuera culpa suya, midiendo muy bien las palabras que empleaba-¿podemos hacer
algo para ayudarte?
Forcé una sonrisa, aunque mis esquivas miradas
delataban mis auténticos pensamientos:
-Estoy bien, gracias, solo quiero estar solo un
rato.
-¿Seguro?-insistió Gabe.
-Sí.
Me levanté de mi puesto indio y me apoyé sobre las
ramas del naranjo, dando la espalda a mis hermanos. No quería que me viesen
llorar. Suspiré hondo y me concentré para dejar de temblar. Ni siquiera podía
mirar a Bear a la cara, porque cuando lo hacía, me lo imaginaba con ella, y eso
me mataba por dentro. Apreté la mandíbula y los puños para contenerme. Bear me
puso una mano en el hombro, fraternal, pero aquello fue demasiado para mí:
-Matt, sabes que estamos aquí para cualquier cosa…
No lo pensé ni un momento, me giré violentamente y
le arreé a Bear un puñetazo en la ceja con todas mis fuerzas que lo hizo
tambalear y caer al suelo. Gabe corrió a su auxilio mientras Bear se
incorporaba desconcertado, asumiendo que le había dado un puñetazo. Estaba
pálido como un fantasma. Se tocó la herida y abrió los ojos como platos al ver
la sangre mientras sus labios balbuceaban.
-¿Es que has perdido la cabeza, Matt?-me regañó
Gabey saliendo de sus casillas.
Miré mi puño goteando sangre, mis anillos le habían
rasgado la piel a Bear y le habían abierto una herida sobre la ceja derecha
como si se tratase de un puño americano. En seguida me sentí culpable y empecé
a temblar anonadado, aun asumiendo lo que acababa de hacer. Había pegado a mi
hermano por una chica ¿cómo había podido? ¡No me lo perdonaría nunca! Sería
otra gran decepción para mis pobres padres, de nuevo, la oveja descarrilada de
la perfecta familia Brown.
Sin embargo, Bear me miró desafiante. La sangre le
corría por el rostro como una cascada de lágrimas rojas y le empapaba el pelo,
tiñéndolo de granate y pegándosele a la sien. Mi rabia y mi furia eran
incontenibles.
-¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Maldita sea!-le grité
apretando los puños hasta que se me marcaron las venas de los brazos-Sabías
cuanto la quería, sabías cuanto significaba ella para mí.
-¿De que estáis hablando?-preguntó Gabe, mirándonos el
uno al otro sucesivamente.
-Yo no la busqué Matt.-Bear se levantó y se limpió
el exceso de sangre con el reverso de la manga y escupiendo en el suelo-Ella
vino a mí.
* * *
-Chicos, lamento interrumpir,-Gabe asomó sus rizos
castaños por el marco de la puerta. Parecía preocupado-pero esta mañana me ha
llamado Alba.
Bear y yo casi nos atragantamos con los cereales.
-¿Alba? ¿Alba, Alba?-preguntó un atónito Bear.
-Sí, esa Alba. Me ha llamado desde Nueva York.
Chicos…-respiró profundamente, estaba buscando las palabras más adecuadas para
contar algo importante-se trata de Ayla.
El corazón se me aceleraba nada más escuchar su
nombre. Prometimos que no querríamos saber nada más de ella, que el contacto
entre Hurst y la familia Brown desaparecería para siempre, y eso incluía a
Bear, a Gabe y su constante tira y afloja con Alba. Si ella le había llamado,
es que algo malo ocurría. Inconscientemente, mis manos empezaron a temblar y
mis músculos se agarrotaron en una sensación similar a cuando estás en alta mar
y ves una tormenta que viene directa hacia ti. Se me secó la garganta y el aire
no me llegaba a los pulmones. Humedecí los labios, nervioso. Intenté que no se
viera reflejada mi preocupación, pero una negra corazonada me decía que tendría
motivos para ello.
-¿Qué le pasa a Ayla?-preguntó Bear que no parecía
tan alterado como yo.
-No sabemos dónde está…-murmuró Gabe con un hilo de
voz.
Me levanté de un salto y sacudí a Gabe por la solapa
de la camisa de cuadros. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Estaba
blanco y empapado en sudor frío:
-¿Cómo que no sabes dónde está?
Bear se levantó y me apartó de mi hermano. Gabe se
arregló la ropa.
-Ayla tuvo una cena en San Francisco, después
tendría que haber vuelto a Sonoma, pero no lo ha hecho. Teddy ha dicho a Alba
que Ayla lleva días sin aparecer por la oficina. Tampoco está en Nueva York, ni
en la casa que le prestaron en San Francisco…
-¿Cuándo fue eso?
-El viernes pasado.
-¿¡El viernes pasado?!-grité llevándome las manos a
la cabeza-¡Ha pasado más de una semana! ¿Habéis esperado tanto para daros
cuenta de que Ayla no está? Gabe, llama a Alba de inmediato, tenemos que encontrarla.
-¿Qué está pasando?-dijo Rainy entrando por la
puerta, alarmada al escuchar mis gritos, pero la ignoré, estaba demasiado
histérico ante la perspectiva de que nadie supiese nada de Ayla desde hacía más
de una semana. Su cabello castaño y corto la hacía parecer más mayor de lo que
en realidad era.
-Ayla tuvo una cita el viernes en San
Franciso-explicó pacientemente Gabe-Alba cree que salió mal y que por eso Ayla
no contestó sus llamadas ni sus correos durante los dos primeros días.
“Muy típico de Ayla, encerrarse en si misma cuando
no quiere hablar de algo que le preocupa”.
-Al tercer día empezó a preocuparse, entonces llamó
a Teddy y descubrió que Ayla no había vuelto a la editorial el fin de semana
después de la cena, y que, de hecho, llevaba varios días sin aparecer por la
oficina. Teddy está histérico, no sabe cómo reprogramar la agenda de la
editorial. Ayla tampoco le contesta los mensajes. Empiezan a estar preocupados…
“No es la primera vez que Ayla desaparece sin decir
nada, pero si es la primera vez que no le ha dicho a nadie donde va. Esto no me
gusta nada. Algo malo está pasando”.
-¿Y por qué te ha llamado a ti para preguntarte si
sabías algo?-le pregunté a Gabe conociendo su extenso historial con Alba.
-Porque la cita fue conmigo.-respondió solemne Bear,
sentado detrás de mí.
Rainy se llevó las manos a la boca, sorprendida.
Aquel instinto primitivo que dormía dentro de mí despertó hambriento y voraz,
me abalancé sobre Bear y lo tumbé sobre la mesa, agarrándolo por la solapa de
la camiseta. Mi hermano cerró los ojos y se cubrió el rostro para soportar el
golpe, Gabe y Birdy me agarraron de la camiseta y tiraron de mi con fuerza para
evitar que pegase se nuevo a Bear.
-¡Matt, relájate!-me ordenaba Gabe.
-Saca a las niñas de aquí, Gabey.-le repetía con los
ojos inyectados en sangre mientras Bear pataleaba insistente para alejarme de
él.
-¡Basta ya!-se interpuso la pequeña Rainy entre
nosotros alzando la voz y dejando al resto fríos como el hielo.
Rainy se había interpuesto entre nosotros, por ese
motivo, y como era la pequeña, todos nos detuvimos de golpe para evitar
dañarla. Lo cierto es que Rainy era más mayor y más madura de lo que nos
pensábamos.
-Ya está bien.-nos ordenó a todos sublime-Debemos concentrarnos,
a pesar de que Ayla y Matt ya no estén juntos, Ayla sigue siendo de la familia.
No sabemos nada de ella, podría haberle pasado algo, podría estar en peligro.
Debemos encontrarla.
Bear y yo nos separamos, no sin antes fulminarnos
con la mirada. Nadie, a excepción de nosotros dos había entendido mi arrebato
de furia contra él, pero, como siempre, nos mantuvimos en silencio. No era mi
primer ataque de rabia, y como toda mi familia sostenía que todavía sentía algo
por ella, nadie preguntó, puesto que dieron por supuesto que mi repentino
ataque de celos fue por la angustia de no saber dónde podría estar ella.
-¿Deberíamos llamar a la policía? ¿Y si la han
secuestrado?-preguntó Birdy angustiada mientras todos nos reuníamos alrededor
de la mesa.
-No, hubiesen pedido algún rescate por ella.-dije de
inmediato descartando la hipótesis-Escuchad,-alcé la mano-conozco a Ayla mejor
que a mí mismo, no es la primera vez que huye sin decir nada a nadie cuando
tiene un problema, si ni siquiera se lo ha contado a Alba es que está metida en
un buen lío. Hay que analizar sus movimientos desde el viernes por la noche e
intentar averiguar donde ha ido. Gabe, llama a Alba, y pon el manos libres.
Gabe obedeció y marcó el número de Alba. Una gota de
sudor frío me recorrió la frente. Sentía mi corazón palpitar a toda prisa
mientras el teléfono daba señal. Alguien descolgó y escuché la voz mecánica y
temblorosa de la amiga de Ayla al otro lado del teléfono:
-¿Gabe, sabes algo de Ayla?-preguntó ella con la voz
llorosa.
-Alba, soy Matt. Te escuchamos todos.-le informé.
-¡Matt! Gracias a Dios.-dijo entre llantos-Por
favor, dime que sabes algo de ella, por favor, dime que ha ido a buscarte.
Tragué saliva. El sudor me empapaba cada vez más la
frente y la vista se me nublaba.
“¿Dónde te has metido, Ayla?”-supliqué para mí
mismo.
-No, no sé nada de ella, pero escúchame atentamente.
La vamos a encontrar, de acuerdo. Te lo prometo.-le respondí para calmarla.
Alba gimió al otro lado de la línea, estaba preocupadísima-Vamos a ver: cuando
fue la última vez que vista a Ayla.
-El viernes pasado-se sorbió los mocos-por la mañana
cogió el tren hacia San Francisco, Teddy estuvo hablando con ella durante el
trayecto hasta la ciudad y desde entonces no sabemos nada. El sábado tendría
que haber vuelto a Sonoma, pero le perdimos la pista, no responde a mis emails
ni me contesta las llamadas… Sé que es normal que Ayla desaparezca sin avisar,
pero es raro que no me haya dicho dónde está. Estoy preocupada, Matt.
-Lo sé Alba. Yo también lo estoy.-admití para su
sorpresa y para la de sus hermanos-¿Has ido a su apartamento de Nueva York?
Quizá ahí hay alguna pista sobre su paradero.
-No, en seguida iré para allá.
-Bam y Allison están en Jersey.-añadió Rainy-Les voy
a enviar un mensaje para que se acerquen, quizá puedan ayudar.
Bam siempre había tenido una relación muy cercana y
fraternal con Ayla, seguramente se pondría tan histérico como él en cuanto se
enterase de que había desaparecido.
-Me parece una buena idea, Rainy. Alba, si vais al
apartamento de Nueva York aseguraos de revisar el cuartucho de arriba. El que
hay tras el cuarto de la lavadora.
-¿Conoces la habitación secreta de Ayla?-se
sorprendió Alba.
Mis mejillas enrojecieron pensando en lo que
habíamos hecho en aquella habitación, pero si Ayla planeaba algo, seguro que
allí habría alguna pista. Me aclaré la garganta y desvié la mirada:
-Parece ser que Bear fue el último que vio a Ayla.
¿Sobre qué hora os despedisteis?
-Antes de medianoche.-reflexionó Bear apartándose el
pelo de la cara-Estábamos en la casa que le habían dejado en San Francisco,
pero de repente, ella se marchó.-se encogió de hombros-Dijo que se marchaba a
casa. Supuse que se había regresado a Sonoma.
-Birdy, Bear y yo iremos a la editorial a ver si
encontramos alguna pista.-Rainy estaba demostrando una madurez impropia de su
edad.
-Está bien.-refunfuñé no demasiado convencido-Vamos
a pensar, Ayla dijo que se iba a casa, pero no está en Nueva York ni en la
editorial, ¿crees que podría haber regresado a España?-pregunté a Alba.
-Lo dudo, Ayla no visita España desde que murió su
madre.
“¿Su madre había muerto? Porque no me había dicho
nada”
Apreté con fuerza el puño y golpeé con fuerza la
mesa, intentando controlar la furia que cada vez crecía más en mí.
-¿Lía lo sabe?
-No he querido avisar a Lía hasta agotar las
posibilidades. No quería preocuparla-admitió Alba-Por eso quería hablar con
vosotros primero.
-De acuerdo, no le diremos nada a Lía. Vamos a ver,
¿dónde podría haberse marchado Ayla?
-Matt…-me interrumpió mi hermano menor.
-Ahora no, Bear.-le dije temblando de los nervios y
mascullando entre dientes.
Sentía el corazón latiéndome a toda prisa bajo mi
pecho, a punto de estallar en cualquier momento.
-Debes saber algo.
-Ahora no es el momento.
Pero mi hermano insistió:
-Ella me rechazó, ¿vale?
El resto de mis hermanos se miraron confundidos:
-¿De qué están hablando?-susurró Birdy.
Miré a Bear con la mirada repleta de ira.
-Sigue enamorada de ti.-agarré a Bear por el cuello
de la sudadera roja y lo arrastré al pasillo, lejos de las miradas indiscretas
y los cuchicheos entre mis hermanos.
-¿Qué quieres decir?-le pregunté mordiéndome los
labios.
-Ella seguía llevando el anillo que le regalaste.
Intenté besarla pero ella me rechazó, me dijo que lo nuestro era algo que tenía
que pasar una vez y ya está, y luego algo de unos caminos que se cruzaban pero
no se unían.-Bear sacudió la cabeza, nervioso, intentando recordar cualquier
detalle que desvelase su ubicación.
Solté a Bear y este se sacudió la sudadera mientras
me miraba feroz a través de sus mechones de pelo rubio oro.
-¿Dijo que estaba enamorada de mí?-pregunté
serenamente temiendo tanto que la respuesta fuera tanto sí como no.
Mi hermano tragó saliva, sentía su mirada almendrada
perforándome el alma, no dejaba de apartarse el pelo de la cara, estaba casi
más nervioso que yo por la desaparición de Ayla. Él había sido el último que la
había visto, y temía que algo que él hubiese dicho o hecho, que hubiese
desvelado sus intenciones respecto a ella habría sido el detonante para que
Ayla se marchase.
-No exactamente. Se culpabiliza por vuestra ruptura,
por haberte perdido, pero no por acostarse conmigo.-la saliva se acumulaba en
su garganta dificultándole el habla- Te perdió el día que decidió regresar a
Nueva York, el día que os separasteis.
Recordaba aquel amargo día como uno de los más duros
de mi vida. Desvié la mirada, me sentía humillado y avergonzado. ¿Ayla seguía
enamorado de mí y había rechazado a Bear? No entendía nada, mi cabeza estaba a
punto de explotar, pero si no lográbamos averiguar donde se encontraba Ayla,
nunca lograría saber cuáles eran sus auténticos sentimientos hacia mí, y cuáles
eran los míos hacia ella.
-¿Te dijo algo más?
Bear volvió a encogerse de hombros:
-Palabras y frases sin sentido que no llegué a
comprender. Hablaba más para sí misma que para mí. Solo dijo que se iba a casa,
a dónde empezó todo.
Mi cuerpo se tensó y el corazón de me detuvo durante
un instante que me pareció eterno. Abrí los ojos como platos y los clavé en mi
hermano:
-¿Eso te dijo?
-Sí, ¿por qué?
Intenté marcharme, pero Bear me sujetó por el
hombro:
-Matt,-dijo tragando saliva y apartándose el pelo-debes
saber que no era una cita, ella solo me hizo un favor acompañándome a una gala,
pero aun así, deberíamos hablar de lo que pasó entre Ayla y yo…
Me deshice de su brazo agitando mi cuerpo
bruscamente:
-Hablaremos cuando la encontremos,-le respondí
acuchillándolo con la mirada- y sepa que está bien, que está sana y salva.
Regresé de nuevo al comedor, dando grandes zancadas
y a paso firme y decidido, mis hermanos seguían reunidos alrededor del teléfono
con la voz de Alba sonando por el altavoz. Aparté a Gabey de un empujón:
-¿Alba?
-¿Qué pasa Matt?
-Seguiremos este plan: Tú, Bam y Allison registrad
la habitación secreta del apartamento de Nueva York, las chicas y Bear se
marcharán hacia la editorial. Gabe se quedará en Los Angeles y hará de enlace
entre todos nosotros.-agarré a Gabe por los hombros, autoritario y le señalé
con un dedo acusador que lo desconcertó- Mira revistas de prensa rosa, Internet…
algún paparazzi la habrá intentado cazar.
-Está bien.-respondió mi hermano alzando los brazos,
rindiéndose-¿Qué vas a hacer tú?
-Voy a buscar a Ayla.
AVANCE S.2 CAPÍTULO III (ALASKAN BUSH PEOPLE) INSACIABLE
Tomábamos el brunch en un pequeño y luminoso comedor
en los pisos superiores de la casa de campo: el comedor que tenía la mesa de
hierro forjado y cristal y la ventana daba a los viñedos. Unos pajaritos, creo
que eran gorriones, revoloteaban cerca de las cortinas blancas, tan blancas y
puras como el mantel de nuestra mesa. Era una mañana inusualmente fresca de
principios de verano en Sonoma, y el valle se había despertado empapado en
rocío, con una brisa fría que agitaba a los viñedos.
Alba y yo desayunábamos tortitas con sirope de
caramelo y trocitos de frutas. Mi amiga llevaba un veraniego vestido de flores
de colores y una cinta de azul sujetando su largo pelo negro. Al lado del plato
de tortitas tenía encendida la tableta electrónica con la agenda del día,
hablaba de cifras, ¿o era de marketing? Lo cierto es que no la estaba
escuchando, mi mente vagaba lejos, con aquellos pajaritos revoltosos. Yo no
tenía muchas ganas de vestirme esa mañana, y había obtado por pantalón corto
blanco y camiseta ancha gris.
-Alfie ha ido a promocionar su nueva película al
programa de Ellen, y cuando le han preguntado sobre su vida personal, ha dicho
que tenía el corazón roto y se ha hecho la víctima.-explicaba Alba con la boca
llena de trocitos de fresa-Tranquila, no ha dicho tu nombre directamente, pero
lo ha insinuado. Creo que estaría bien, ya sabes, para mejorar tu imagen que la
gente te viese haciendo algo bonito: en un refugio de animales o algo por
estilo.
-Me he acostado con Bear.
Alba se mordió la lengua y abrió los ojos como platos,
aunque no se limitó a articular palabra, simplemente, se levantó de su silla
con elegancia, cogió su delicada copa de vidrio tallado y me tiró el zumo de
naranja a la cara sin que se le revolviera un solo pelo de la cabeza.
La naranja me irritó los ojos mientras buscaba a
ciegas un pañuelo con el que limpiarme la cara, pañuelo que Alba no me
facilitó. Volvió a sentarse en su asiento y cruzó los brazos sobre el pecho,
indignada:
-¿Cuándo?-preguntó como si se tratase de un
interrogatorio de policía y sin perder la sobriedad.
-Hace unos meses, en Pascuas, el fin de semana que
vinieron aquí Bear y Gabe. Matt estaba con gripe.
-¿Lo sabe alguien más?
-A parte de ti, no.
-Bien. ¿Pero tú sabes en el pedazo de lío que te has
metido, Ayla Hurst?-me zarandeó histérica de los hombros-¿Qué pasa con Matt? ¿Y
con la boda? ¡Ah, ya lo entiendo todo! Por ese motivo has estado estos meses
tan concentrada en tu trabajo… Tenías miedo de enfrentarte a esto.
-Necesitaba contárselo a alguien. Admití. Estoy
confundida.
-¡Claro! Y tú genial idea es meterme a mí de por
medio, ¿no? Soy la subdirectora de una editorial, tengo mucho trabajo.
-Exacto, y también eres mi mejor amiga, y por tanto,
tienes que aguantar mis tonterías. Créeme, lo pone en el contrato.
Alba sonrió.
-Está bien. Si hay algo en lo que soy buena es
solucionando problemas, aunque no sé cómo vamos a salir de este lío. Primero de
todo, cuéntame cuándo fue.
-Después de la cena del viernes, aquella en la que
discutiste con Gabe y os mandé a hacer las paces.
-Recuerdo esa noche. Tienes razón, fue cuando Matt
estaba enfermo. Bebiste mucho vino, no sueles beber cuando Matt está contigo.
¡Eso es!-gritó en un entusiasmo un tanto extraño-Estabas borracha cuando te
acostaste con Bear.
-La primera vez sí.
-¿La primera vez?-los ojos de Alba irradiaban furia,
mientras yo me hacía pequeña como un garbanzo. Evité su mirada y comencé a
juguetear nerviosa con mi colgante-¿Es que pasó más de una vez?
-Dos, bueno, tres.-confesé llevándome el anillo de
oro con cristales verdes a la boca mientras lo mordisqueaba inquieta.
-¿Tres?-Alba se levantó e intentó agarrar mi copa de
zumo para lanzármela a la cara, pero conseguí arrebatársela a tiempo.
-Ni se te ocurra.-le escupí tensando la mandíbula.
-¿Por todos los santos, Ayla?-se exasperó
gesticulando exagerada en un gesto muy español-¿En que estabas pensando?
“Exactamente, no sé en lo que estaba pensando”
-No me seas melodramática, Alba.-forcé una sonrisa
para intentar quitarle hierro al asunto, aunque el ceño fruncido de mi amiga me
resultaba de lo más incómodo-Todos sabíamos que, tarde o temprano, esto iba a
suceder, entre Bear y yo había algo… asuntos que debíamos resolver.
“Un asunto llamado Tensión Sexual No Resuelta”.
-¡Tres veces, Ayla! ¡Tres jodidas veces! ¿Tantas
cosas teníais que resolver para que te lo tirarás tres veces?-me encogí de
hombros, sin saber bien qué decir-Creía que ya se te había pasado la tontería
con Bear…-su tono de voz de decepción no me gustaba nada. No me había sentido
mal, ni culpable en ningún momento desde que había sucedido aquello, no hasta
que Alba me había dado la charla-Estuviste varios meses sin hablar con Matt,
prácticamente os odiabais, no os podíais ni ver, entonces hubiese sido el
momento de resolver tus “asuntos” con Bear. Pero no después de que Matt se
plantase en tu casa en plena noche y al día siguiente cogieses un vuelo para ir
a Alaska con él y encima ¡volvisteis prometidos!
Incliné la cabeza hacia atrás, cansada mientras mi
pelo ondulado caía sobre la silla:
-Matt y yo no estamos prometidos. Nunca le llegué a
decir que sí. (Aunque tampoco le había dicho que no)
Se me encogía el corazón cada vez que escuchaba a
Matt hablar de la boda con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Tenía el
teléfono móvil sobre la mesa, lo miré de reojo, para asegurarme de que no
recibía una inesperada llamada del susodicho.
-¿Se puso de rodillas y te regaló un anillo, verdad?
Entonces estáis prometidos.
Cuando me despedí de Alaska, también me despedí de Bear,
pero no estaba preparada para renunciar a él. En realidad, tampoco estaba lista
para despedirme de Alaska, ¿por ese motivo me aferraba tanto a Bear? Porque era
lo único que me quedaba de Alaska, incluso Matt se había vuelto más cosmopolita,
había perdido su olor a tierra mojada, había perdido su esencia.
-Oye, a mí no me sermonees con eso, te recuerdo que
aquel fin de semana tú también te acostaste con Gabe.-le reproché a Alba en una
intentona de dejar de ser el centro de atención.
Incliné la ceja mientras las mejillas de Alba se
ruborizaban:
-Fue un polvo de despedida y además, ahora no
estamos hablando de mis errores, estamos hablando de los tuyos.
Me señaló el pecho con un dedo acusador decorado con
un anillo en forma de mariposa y las uñas pintadas de rosa.
-Ya, seguro.-le respondí incrédula-También teníais “asuntos
pendientes”, ¿verdad?-dije apartándole el dedo con brusquedad.
Pero Alba tenía razón. Ya habría tiempo para que la
sermonease yo a ella.
Mi amiga respiró hondo y se arregló el pelo con las
manos:
-¿Qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar a Matt?
-No, ni pensarlo. Es muy sensible, además, sabes que
le quiero. No se merece volver a pasarlo mal por mi culpa.
-¡Eso es genial!-Alba sacudió la cabeza en un gesto
desconcertante.
“¿Ah, sí?”
-Eso significa que no sientes nada por Bear, que fue
cosa de un fin de semana, para resolver “esos asuntos pendientes” pero que amas
a Matt y te vas a casar con él. Tienes razón, no tiene por qué enterarse.
Alba parecía aliviada al resolver aquel lío de una
manera tan rápida y sencilla: Callando como una puta, una parte de mí estaba de
acuerdo con ella. Solo había sucedido una vez, ¿para qué revolver el pasado? A
los muertos hay que dejarlos en paz. Pero, ¿qué pasaría cuando volviese a ver a
Bear? ¿Qué sucedería entre nosotros? ¿Cómo reaccionaríamos? Con discreción miré
la pantalla de la tableta electrónica de Alba, fijándome histérica en el
calendario.
-Sé que no debería preguntarte esto-dijo Alba
aclarándose la garganta después de servirse zumo de nuevo-pero, por curiosidad,
¿cómo es Bear en la cama?-esquivaba mi mirada y sus mejillas se sonrojaron.
Sonreí ante su inocencia-Ya sabes, él parece tan extremo…
Medité unos segundos, buscaba la palabra adecuada
para describir a Bear. Tenía clara que la palabra de Matt era “intenso”, pero,
¿cuál era la de Bear?
Me mordí el labio inferior mientras me apartaba un
mechón de pelo rebelde de la cara, rememorando con deleite los momentos íntimos
con él. Un hormigueo me recorría el cuerpo entero cuando pensaba en el roce de
sus caderas contra mis muslos. En sus caricias y en el tacto de su pelo liso, el
olor a almizcle de su cuerpo y la calidez de su boca. Sonreí picara. Si cerraba
los ojos, aún lo escuchaba gemir mientras sudaba contra mi pecho desnudo.
-Insaciable.-dije convencida-Bear es insaciable.
AVANCE SEASON 2: ALASKAN BUSH PEOPLE
Habían sido unas largas horas en autobús desde Los
Ángeles, pero a los hermanos Brown les produjo cierta sensación de alivio, el
hecho de salir de la metrópolis y encontrarse en una vasta extensión de campo:
no era la naturaleza salvaje a la que estaban acostumbrados, es más ni se le
parecía. No había montañas, ni nieve ni osos, ni siquiera árboles. Solo era un
gran terreno de viñedos que empezaban a echar hojas al inicio de la primavera.
Tampoco olía como Alaska, aun se notaban los carburantes de los vehículos en el
aire y los químicos que les echaban a las viñas. Gabe Brown asomaba la cabeza
por la ventana del autobús como un perrito al que sacan a pasear, a su lado,
Bear dormitaba utilizando su mochila a modo de cojín:
-¡Despierta hermano!-le sacudió Gabey por los
hombros-ya casi hemos llegado.
Desde que se habían instalado en California, que
Gabriel Brown se había vuelto más “cosmopolita” había dejado crecer su
alborotado pelo rizado, se había tatuado la cabeza de un lobo en una pierna y
se había hecho un piercing en la ceja. Bear, en cambio, mantenía su cabello
largo y liso y la frescura y el perfil animal que lo caracterizaba en su vida
salvaje.
Hacía rato que habían pasado el enorme cartel de
madera que daba la bienvenida al Valle de Sonoma, con letras enormes y un
racimo de uvas moradas. Ya habían pasado varias bodegas, lujosas casas antiguas
reformadas donde los turistas acudían a catar los famosos vinos y mostos del
valle.
La última parada del autobús destartalado lleno de
alemanes, holandeses y suecos fue en la entrada de la Bodega de Nuestra Señora
de Guadalupe, allí fue donde los dos hermanos Brown se separaron del grupo de
extranjeros en pantalón corto y prosiguieron su camino a pie, durante una milla
al norte. Cargados con sus mochilas y en camiseta de tirantes, el sol
californiano pegaba fuerte esa mañana de principio de marzo, y aunque Bear,
Gabe y toda su familia llevase casi un año viviendo en el sur, aún no habían
logrado adaptarse a ese horrible calor. Había sido un año de lo más intenso
para la familia Brown: Matt había vuelto de la rehabilitación y Ami estaba
respondiendo bien al tratamiento. Bam se había ido a vivir con Allison a la
Costa Este y Noah se había prometido y planeaba su boda para finales del verano
siguiente. Gabe había perdido la virginidad y Rainy se había hecho mayor, pero
una de las cosas que más había impactado a Bear Brown aquel último año (por
supuesto, no tanto como la enfermedad de su madre) era la aparición de Ayla
Hurst en su vida. Había sido una soleada mañana de principios de primavera,
justo como aquella, en la Isla de Chichagof, en el condado de Honnah-Angoon,
Alaska, cuando su hermano mayor había desembarcado en la playa de Browntown,
llevando a una chica tímida de la mano: una joven de cabello castaño rojizo,
ojos heterocrómicos y rasgos suaves y delicados. Una chica que cambiaría la
vida de toda la familia.
El camino de tierra polvorienta llevó a los dos
exhaustos y sudorosos hermanos Brown hasta una verja de hierro forjado,
decorada con espléndidos racimos de uvas y hojas de parra, con dos querubines
custodiando la entrada. Un cartel dorado en elegante caligrafía daba la
bienvenida a El Balcón del Mediterráneo.
Un guardia de seguridad les cortó el paso en la
entrada, pero Bear y Gabe sacaron unas tarjetas de sus bolsillos que les
abrieron las puertas de la finca de par en par. Penetraron por el camino de
adoquines que conducía al gran casoplón rodeado de viñedos. La casa era una
antigua bodega del siglo xix, pintada de blanco con pequeñas ventanitas
arqueadas y de unos cuatro pisos de altura. Un patio de arcos de medio punto en
la parte inferior y rojos tejados en las almenas. Los muchachos atravesaron el
patio interior deleitándose con la espectacular arquitectura del lugar: en el
centro había una fuente con esculturas mitológicas, tanto griegas como nórdicas
y alrededor alegres parterres de flores de brillantes colores que envolvían el
aire con un suave aroma y que complementaba la frescura del recién regado césped.
A ambos lados del patio había dos grandes puertas de roble y hierro forjado que
conducían a las bodegas donde se almacenaba el vino y los otros productos
vinícolas que allí se elaboraban. Por las paredes había pequeñas placas de
arcilla explicando los distintos tipos de uvas que allí se cultivaban, la
mayoría provenían del sur de Francia y del este de este de España, y por eso
daban ese nombre a las bodegas, además de recordar los orígenes de su
propietaria. Aunque lo que de verdad destacaba de ese lugar era la enorme
puerta de cristal al fondo del patio, y que rompía con el estilo rústico del
resto del complejo. Los muchachos se acercaron asombrados, en un lateral se
adivinaba una placa dorada con una inscripción en negro: Bodegas El Balcón del Mediterráneo. Editorial: La Chica del Continente.
Los hermanos intercambiaron una mirada y un
encogimiento de hombros y entraron a la ajetreada oficina. La tranquilidad que
se respiraba en el exterior de la casa no tenía nada que ver con el interior de
la editorial: el suelo estaba hecho de mármol blanco resplandeciente, tanto que
a ambos hermanos les dio miedo mancharlo con sus botas llenas de tierra. Había
gente andando por todas partes: mujeres y hombres trajeados con un montón de
papeles y hablando a gritos por el teléfono móvil. La sala era ancha y
alargada, con varios cubículos de cristal opalizado al final del pasillo y una
estatua de tres dragones de hierro azulado, peleándose entre ellos, decoraba el
centro de la estancia. Una inscripción se leía en una placa al pie de la
escultura: “para A. Hurst de parte de M.
Michaels”. Gabe se acercó para leer la inscripción detenidamente, pero Bear
le llamó la atención con temor a que su patoso hermano rompiera aquella valiosa
pieza.
Al ver a tanta gente arreglada, Bear y Gabe sintieron
vergüenza de sus brazos y sus hombros desnudos, se soltaron las mochilas y se
pusieron unas camisas sobre los tirantes, la de Gabe era de cuadros rojos y
negros, la de Bear de estampado de camuflaje. Disimuladamente y a espaldas de
su hermano, sacó un espejito del bolsillo de sus vaqueros y un peine plegable y
se arregló su pelo largo del color del oro fundido, como solía decir Ayla. Bear
sonrió al recordarlo, no había sentido miedo hasta ese instante, pero poco le
faltó para salir corriendo y regresar a Los Ángeles a pie, o mejor dicho, de
volver a Alaska a nado. En realidad, no hacía demasiado tiempo que no veía a
Ayla pero nunca sabía cómo reaccionaría cuando la viese la próxima vez. Seguía
guardando la carta que ella le había escrito, era un simple párrafo, pero para
él significaba tanto… Se limpió las manos sudorosas en sus viejos Levi’s Straus
y se enderezó para colocarse la camisa sobre los hombros. Estaba sudando a
mares y el corazón le palpitaba extremadamente rápido a la vez que un
cosquilleo le recorría el esófago. Cerró los ojos un instante para intentar
visualizar la última sonrisa que Ayla le había dedicado: le acariciaba la
mejilla y el pelo con ternura, y tenía los pómulos y la nariz enrojecida por el
frío, pero aquellos ojos vidriosos y verdes le miraban solo a él, no a Matt, no
a Bam, no Alba, a él.
“Si hubiese tenido corazón, podría haberte amado” su
voz le cortaba el rostro como la gélida brisa alaskeña.
-¿Cómo encontraremos a Ayla en un lugar tan grande y
con tanta gente?-preguntó Gabe anonadado aún por la elegante decoración del
lugar.
Bear miró a su alrededor, o bien podía encaramarse a
la gran lámpara colgante que iluminaba desde el techo, o bien podía acercarse
al mostrador a pedir información: Tras la barra semicircular, bajo el cartel de
“Recepción” había un joven ordenando papeles y atendiendo al teléfono. Tendría
unos veinticinco o veintiséis años, el cabello corto y alborotado de un extraño
color naranja, pequeños ojos azules ocultos tras unas gruesas gafas de pasta en
un rostro redondo y mal afeitado. Camisa azul marino, abrochada hasta el cuello
y con pequeños estampados en blanco.
-Disculpe señor,-pronunció todo lo educadamente que
pudo, aunque colocase sus manos sudorosas en la impecable y brillante mesa de
mármol- me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano Gabriel…
El recepcionista le hizo callar poniéndose un dedo en
los labios, cogió el teléfono y comenzó a hablar sobre un montón de temas
editoriales y literarios que Bear no logró entender, después de que les hiciese
esperar más de diez minutos, el joven les atendió por fin:
-Me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano
Gabe.-repitió Bear pacientemente-venimos a ver a Ayla.
-¿Tienen cita?-preguntó el muchacho pelirrojo sin
levantar la vista de su ordenador.
-No, venimos a darle una sorpresa.
-Me temo que la señorita Hurst está demasiado ocupada
para recibir alguna sorpresa.
-¡Venga hombre! No seas así…-se quejó Gabey poniendo
sus enormes puños sobre la mesa, algo que al recepcionista no le hizo demasiada
gracia-¿A quién no le gustan las sorpresas?
Bear, sin perder la calma, extrajo de su cartera la
tarjeta que Ayla había regalado a cada miembro de la familia Brown, y que les
proporcionaba el acceso libre a todas las instalaciones de La Chica del Continente, tanto en la Costa Este como en la Costa
Oeste. El joven se miró la tarjeta con resignación y durante un instante que a
Bear le pareció eterno:
-Lo lamento caballeros,-el chico tenía una voz dulce,
pero utilizaba un tono muy impertinente, o eso le parecía a Bear, quizá solo
fuese el estirado acento británico- pero la señorita Hurst tiene una agenda muy
ajetreada esta semana, y le será imposible atenderles por el momento, ¿qué les
parece si les apunto para el día doce de dentro de dos meses? ¿A las diez de la
mañana les viene bien?
-¿Estás de broma?-gritó Gabey golpeando de nuevo la
mesa, mostrándole al mundo que aún no controlaba del todo su fuerza, y
provocando que al recepcionista se le deslizasen las gafas nariz a bajo.
Bear y Gabe aún discutían con el muchacho cuando la
puerta de uno de los cubículos se abrió y de ella salieron dos personajes: uno
era un hombre muy alto, de rostro alargado y bien afeitado, pelo negro, con
pecas en la cara, labios gruesos y ojos oscuros y almendrados. Vestía con un
traje negro muy elegante, a la vez que informal con las mangas de la americana
arremangadas y el nudo de la corbata granate suelto. La otra era una mujer, era
Ayla, o al menos alguien que se le parecía: las hondas de su pelo habían
desaparecido, en su lugar una cascada de cabello liso con mechas rubias le
envolvía el rostro hasta la nuca, llevaba una camisa blanca arremangada, con un
generoso escote, una falda de tubo negro, medias a juego y zapatos de tacón.
Los labios rojos iluminaban su sonrisa a millas de distancia. Bear siempre
había pensado que le quedaba extremadamente bien el carmín rojo. Charlaba
amistosamente con el caballero alto, que debía tener más o menos la edad de
Matt, aunque era mucho más atractivo que su hermano mayor. Para el gusto de
Bear, charlaban demasiado amigablemente, el hombre en cuestión se tomó las
confianzas suficientes como para empujar a Ayla suavemente por la cintura
mientras cerraba la puerta de la habitación de cristal.
-¡No puede ser!-Bear se dio la vuelta y cerró los
ojos. La voz de Ayla le recordaba siempre al viento alaskeño-¿Gabey? ¿Bear?
¿Qué hacéis aquí? ¡Por Dios menuda sorpresa!
El tono de ella era jovial y entusiasta, sin duda se
alegraba de verles. Bear se dio la vuelta, pero Gabe ya había corrido hacia su
amiga para abrazarla.
-Señorita Hurst, ¿les digo a estos caballeros que está
muy ocupada para atenderlos?-se pronunció el recepcionista poniéndose en pie.
-Por favor Teddy, te he dicho mil veces que no seas
tan formal, y que me llames Ayla.-explicó ella con suavidad- Y ya sabes que
cualquier miembro de la familia Brown es bienvenido aquí, Bear y Gabe son de la
familia.
Gabe se despegó de Ayla para volver a encararse con el
recepcionista. Golpeó el mármol y se puso de puntillas, aunque su estatura
pasaba de sobras la del joven pelirrojo.
-Ya lo has oído, somos familia. Esa chica que ves ahí
va a casarse con mi hermano.-le escupió Gabey en un impulso que empapó las
gafas de Teddy e hizo trizas el corazón de Bear.
Se acercó a ella lentamente mientras intentaba por
todos los medios disimular como temblaba de miedo. Una gota de sudor le resbaló
por la sien.
-Parece que estás ocupada.-pronunció el caballero alto
con una voz muy grave cuando Bear se hubo plantado delante de ellos- Te dejo
con tus amigos, gracias por atenderme, Ayla. Nos vemos la semana que viene.
Y le dio un beso en la mejilla de despedida, que Ayla
le devolvió cariñosamente.
-¿Quién era él?-preguntó Bear antipático y sin
aguardar a que el caballero se hubiese alejado lo suficiente.
Estaba claro que la pregunta tan desconfiada había
ofendido a Ayla, pero decidió responder con cortesía antes de iniciar una
discusión. Ella aborrecía las discusiones:
-Se llama Adam Ford, su mujer nos está escribiendo un
recopilatorio de relatos eróticos. Adam ejerce como su agente y hemos tenido
una reunión de negocios.
Bear suspiró más tranquilo, porque mientras Ayla
hablaba, observó como su “anillo de compromiso” se balanceaba entre sus pechos,
agitándose con su respiración. Ayla llevaba colgado del cuello el anillo de
plata y brillantes verdes que Matt le había regalado cuando “se
comprometieron”. Estaba claro que le tenía mucho cariño, puesto que había
encargado una cadena y un broche especial para sujetarlo en torno a su cuello,
y del que en pocas ocasiones se desprendía.
-Me alegro de verte Bear.-dijo en un tono más sobrio
mientras sus brazos se enrollaban en torno a su cuello. Él retuvo un suspiro
cuando sujetó contra si el pequeño cuerpo de ella, y sus pechos se aplastaron
contra su corazón que palpitaba a velocidades vertiginosas. Una ola de calor le
recorrió el cuerpo, sentía las sienes empapadas al tiempo que estrechaba su
espalda contra sí y el olor dulzón de su pelo le inundaba los pulmones.
-Queríamos darte una sorpresa.-pronunció Gabey incorporándose
a la conversación y salvando a su hermano de sufrir un infarto-Como no pudiste
venir por San Valentín, hemos venido nosotros, casi con un mes de
retraso-sonrió mostrando su diente mellado-pero así somos los Brown. El
objetivo principal era que viniese Matt, pero está con gripe, y como ya
habíamos comprado los billetes de autobús y hacía mucho tiempo que no te
veíamos, decidimos venir igualmente.
-Y me alegra que lo hayáis hecho. Me encanta tener
siempre a algún Brown correteando por mi oficina. Venid, subid a mi despacho y
así nos ponemos al día. Teddy, cancela el brunch
de las doce, dile a Lourd que lo aplazamos para esta tarde, y despeja mi agenda
para esta noche.
-Que profesional has sonado. Miradme, soy Ayla Hurst,
soy empresaria y tomo brunch con
gente famosa. Por cierto, ¿qué es un brunch?-se
burló Gabey, a lo que Ayla respondió dándole un puñetazo en el brazo.
-Venga chicos, tenemos mucho de qué hablar. No nos
vemos desde ¿navidad? -Ayla comenzó a subir unas escaleras de caracol muy
modernas, con escalones de color azul transparente que conducían al segundo
piso de la editorial y que ocupada su despacho personal. Andaba contoneando las
caderas, con andares torpes y graciosos por su poca práctica con los tacones
altos. Gabe la siguió, Bear cerraba el grupo-Ah, y Gabey-dijo deteniéndose de
golpe y advirtiendo al muchacho con un dedo acusador. No vayas diciendo por ahí
que voy a casarme con tu hermano. Matt y yo no estamos prometidos. No le dije
que sí.
Gabe sonrió pícaro:
-Llevas un anillo y como él mismo dice, tampoco le
dijiste que no.
AVANCE CAPÍTULO XXII: REGRESO A ALASKA
-¿Es que no te alegras de volver?-Matt tuvo que alzar
la voz para que pudiese escucharlo entre el sonido de las olas chocando contra
el casco del esquife.
-La última vez que estuve aquí-le grité-casi mueres en
mis brazos.
El frío polar de Alaska me arrancaba lágrimas de los
ojos vidriosos. Estaba cubierta por un grueso anorak que casi no me permitía
moverme. Una braga me cubría el cuello y me ocultaba la boca y llevaba el gorro
de lana apretado hasta la nuca. Estaba hecha una bola en un rincón de la
pequeña lancha que nos había transportado desde el puerto de Hoonah a la Isla
de Chichagof. Alaska era todavía más bonita en invierno: las costas estaban
heladas, cubiertas por una capa de hielo gris, la nieve no había llegado a Browntown,
pero las cumbres nevadas se alzaban imponentes tras los pinos y los cedros, a
través de una fantasmagórica capa de niebla. El cielo era de color ceniza, con
unos finos copos de nieve danzando al ritmo frenético del barco. Avistamos la
isla a la hora de embarcar. Matt se puso de pie de un salto, tambaleándose para
mantener el equilibrio hasta que consiguió agarrarse de un cabo de proa.
Llevaba el abrigo abierto y la cremallera del cuello del forro polar desabrochada. El viento le
ondeaba los rizos plateados. Tenía los ojos vidriosos y los labios cortados.
Las mejillas y la nariz enrojecidas. Su mantenía muy erguido, con la espalda
recta y los hombros abiertos, parecía un jarl vikingo en la proa de su barco
preparándose para un saqueo. No podía descifrar en que estaba pensando: tenía
la mirada expectante y la boca entreabierta, pero no parecía mostrar una
emoción concreta. Matt se debió percatar de que le observaba, se volvió
levemente hacia mí y me tendió la mano. Como pude me puse de pie, intentando
mantener el equilibrio para no caer por la borda. Rodeé a Matt por la cintura y
apoyé mi cabeza en su pecho mientras un brazo protector me sujetaba por los
hombros. Llevaba tantas capas de ropa que apenas podía sentir su calor corporal
ni el latido de su corazón. Ya casi habíamos llegado, se avistaba el humo de la
casa principal, donde había estado habitando Noah desde la partida del resto de
la familia. Matt me besó en la frente con unos labios gélidos, después me frotó
los hombros en un intento vano de que entrase en calor.
-No te preocupes,-dijo con voz calmada-en pocos
minutos estaremos calentándonos frente a la estufa.
* * *
Aunque era feliz por estar de nuevo al lado de Matt,
no podía evitar añorar mi cálido y confortable apartamento de Nueva York.
Recordaba lo relajante que me había parecido el levantarme al lado de Matt
aquel 1 de diciembre: verlo dormir desnudo, con su pecho hinchándose en un
sinuoso movimiento al tiempo que de su boca entreabierta se escapaban
divertidos ronquidos. A pesar de la mierda que nos rodeaba, no podía evitar
sentirme increíblemente feliz, así que desperté a Matt con un sonoro beso en
los labios. Él se sobresaltó, pero el verme tan cerca de su cara, sonrió como
solo él sabía hacerlo y me devolvió el beso. Me sentía fresca, despierta,
incluso preciosa… sexy, segura de mi misma. ¡Había recorrido el país para estar
a mi lado! El sol mañanero se colaba por el ventanuco, arrancando chispas de
aquellos preciosos ojos azules. Sin decir palabra y sin parar de darle suaves
besos en el rostro me acomodé sobre sus caderas y aproveché lo mejor que pude
la erección mañanera. Una vez terminamos, nos besamos como un par de
adolescentes un rato más antes de correr a la ducha a tocarnos mutuamente. Si
hubiese podido detener el tiempo en aquel instante, lo habría hecho: No sabía
que desprendía más calor, si la boca de Matt o el agua caliente recorriendo mis
labios entreabiertos. Su piel resbalaba como las serpientes: la acariciaba
mientras deslizaba las manos por el cabello húmedo y rizado. Después tomó mi
rostro por la mandíbula, con aquellos brazos musculosos y me besó con furia
bajo la ducha.
Con el pelo chorreando y la piel húmeda dejé que Matt
se deleitase con mi cuerpo una vez más antes de empezar el día. El agua
caliente nos había enrojecido la piel y soltábamos vapor como locomotoras. El
cuarto de baño se escondía entre la niebla. Una toalla blanca me envolvía el
cuerpo cuando me recliné ante el espejo. Matt estaba detrás de mí, totalmente
desnudo. Me sujetó los brazos mientras me besaba la oreja y me devoraba el
cuello. Sus ojos azules se reflejaban fantasmagóricos entre el vaho del cristal.
Me apartó el pelo hacia el hombro derecho y acarició presionando levemente mi
hombro izquierdo.
-Esto no estaba aquí antes…-musitó mordiéndose los
labios mientras examinaba la tinta incrustada en mi piel que cubría mi hombro y
parte del brazo-¿Son dragones? ¿Cómo no pude verlos anoche?
-Tenías la cabeza en otra parte.-“literalmente
hablando”-¿Te gustan?
-Me encantan.-dijo antes de besar el que volaba sobre
mi hombro. Sus manos se deslizaron bajo mis brazos y me cubrieron los pechos.
Notaba su miembro hinchado presionando contra mí. Me quitó la
toalla.-Inclínate.-ordenó mientras empujaba mi espalda suavemente ante el frío
mármol de la pica del baño.
-¿Otra vez, Matt?-le pregunté con la mejilla clavada
en la piedra.- ¿No has tenido suficiente esta mañana?
-Tengo que compensar tres meses de celibato.-respondió
con toda naturalidad.
-No puedo más. Si lo haces me vas a hacer daño.-le
contradije con voz ronca.
-Estás húmeda.
-No es cierto.
Introdujo dos dedos dentro de mí y me estremecí, lo
que fue de su agrado.
-Sí, si lo estás. ¿Quieres hacerlo?-me susurró al oído
mientras sus dedos presionaban la carne blanda oculta entre mis piernas.
-Sí.-respondí aunque supiese que la rozadura de su
miembro hinchado me causaría un molesto dolor y sensación de incomodidad que
perduraría todo el viaje.
-Bien.-me contestó serio al tiempo que se agachaba
para preparar la zona con la lengua antes de penetrarme. Me quedé quieta como
una estatua mientras le dejaba hacer: Envistiéndome contra el mármol con
gruñidos torpes y dejando que el líquido blanquecino se escurriese entre mis
piernas. Su peso sobre mi espalda me aplastaba los pechos contra el frío mármol
de la pica del baño.
Si hubiese sabido que la libido de Matt se perdería
después de ese último polvo, me hubiese esforzado más en complacerle.
CARTAS DESDE BROWNTOWN: CARTAS 4 Y 5
Isla de Chichagof AK,
09/14/2017
Querida
Ayla,
Te escribo desde mi improvisado refugio
construido con una lona de plástico entre dos árboles. No sé qué hora debe ser,
pero te aseguro que es noche cerrada. Me encuentro a unas tres millas del
campamento, pero una tormenta me ha obligado a detenerme a pasar la noche fuera
de casa. He cazado un venado, un macho joven de unos 48 o 50 kilos, una buena
presa. Es la segunda noche que paso fuera de casa desde que atracamos en casa.
Discutí con Bam nada más llegar, se ha ido Ayla, se ha ido, nos ha abandonado
otra vez, bueno, como hiciste tú. Ha ido a buscar a Allison de nuevo, esta vez
al continente. Se ha ido a Washington, así que ahora él está más cerca de ti
que de mí. Le recriminé que no tenía que marcharse, que no podía abandonarme en
un momento así y me dijo que yo tendría que hacer como él, coger un avión a
Nueva York e ir a buscarte. Le tomé como idiota, le regañé y me marché solo de
caza. Ahora él está en Washington, durmiendo calentito junto a la mujer que ama
mientras yo estoy bajo un toldo, helado y empapado hasta los huesos. Oigo como
las widowmakers caen a mi alrededor,
en cualquier momento me cae una en la cabeza y dejo la carta a medias. Desde
que abatí mi venado, a primera hora de esta mañana, un joven oso ha venido
siguiendo mi rastro, temo que me alcance ahora que me he detenido. Espero que
la tormenta le haya empujado a guarecerse y a dejarme en paz por fin. Perdona
por la caligrafía, pero tengo los dedos tan entumecidos que casi no puedo
escribir. Tengo tanto sueño… pero temo cerrar los ojos y no volverlos a abrir
nunca más. Además, cada vez que cierro los ojos apareces tú: en ocasiones estás
hermosa, me sonríes, me coges de la mano y buscas el calor de mi cuerpo… Esos
son los sueños bonitos. En otros estás llorando, llevas un vestido azul y tienes
sangre en las manos, me recriminas haberte utilizado y te pierdo para siempre.
Esos son los sueños que no me gustan.
Me he encontrado pensando en ti estos
días que he estado solo más de lo que me hubiese gustado: necesito sentir el
calor de tus labios sobre los míos, tu mano suave agarrando la mía, destrozada.
Tu cuerpo pequeño y frágil y tu aliento tan cálido susurrándome al oído que
eres fuerte por los dos… Si estuvieses aquí conmigo no tendría miedo, porque
entonces mi único miedo sería volver a perderte. Esta tormenta sería el día más
soleado del verano. ¡Por Dios, que frío tengo! ME tiemblan tanto las manos que
no sé si voy a poder acabar esta carta, aún tengo que explicarte muchas cosas,
y no sé si me dará a tiempo a todo. He escuchado un crujido entre los arbustos,
creo que tengo visita y la última widowmaker ha caído más cerca de lo que
debería. La lluvia es cada vez más intensa, los truenos me retumban la cabeza y
los rayos me están dejando ciego…Tengo mucho miedo.
Te necesito tanto Ayla, que creo que
cuando regrese a Browntown (si regreso) voy a hacer caso a Bam y voy a coger un
avión a Nueva York. Siempre me quedará la duda de que me abras la puerta o me
mandes a la mierda. También temo presentarme allí y encontrarte con otro,
supongo que ese miedo es recíproco, y no te culpo por ello.
Sabes que te quiero, sé que me quieres,
y no quiero volver a escuchar la excusa de que no puedes protegerme. No
necesito protección, de lo único que tengo que protegerme es de mí mismo.
Eternamente tuyo,
Matt.
Browntown
ak, 09/16/2017
Querida ayla,
Te alegrara saber que matt ha vuelto de
su caceria. Ha venido hecho polvo, cansado, mojado y helado, pero ha traido
comida a casa. A pesar de desobeder la orden de papa de no ir nunca a cazar
solo, esta muy orgulloso de su triunfo. Despues del incidente del oso, creo que
matt necesitaba demostrarle al bosque quien es en realidad. Ha venido herido,
no te preocupes que no es nada grave: pero tenia sangre en los nudillos, como
si se hubiese estado pegando contra un arbol y una brecha en la cabeza… no se
que estuvo haciendo, no ha abierto la boca sobre el tema, pero ya sabes como es
matt, se lo guarda todo hasta que explota.
Mama tampoco ha mejorado, papa, Gabe, la
chicas y ella se van mañana al centro medico de hoonah para que le receten algo
para el dolor y para calmar esa tos tan fea.
Te mantendre informada,
Bear.
AVANCE CAPÍTULO XXI: CARTAS DESDE BROWNTOWN
JUNEAU
AK, 09/07/2017
ESTIMADA SRITA HURST,
ESPERO QUE HAYA DISFRUTADO DE SU
ESTANCIA EN ALASKA Y QUE HAYA OBTENIDO EL MATERIAL NECESARIO PARA SU LIBRO.
PARA RESOLVER CUALQUIER PREGUNTA QUE LE SURGA, NO DUDE EN CONTACTAR DE
INMEDIATO CON EL EQUIPO DE DISCOVERY.
SALUDOS CORDIALES,
MATTHEW
J. BROWN
Juneau
AK, 09/07/2017
Querida Ayla,
Apenas hace unas horas que te he dejado
en el aeropuerto y ya te echo de menos. Todos sabían en casa lo duro que era tu
partida para mí, así que cuando Gabe y yo hemos regresado al Integrity mi
familia me tenía preparada una bonita fiesta de cumpleaños sorpresa. Había
adornos en las ventanas y un pastel de chocolate con velas. Durante un largo
instante he pensado en guardarte un trozo, porque sé cuánto te encanta. Soñaba
en vértelo comer relamiéndote los dedos y en lo adorable que estarías con los
labios manchados de chocolate. ¡Dios mío! Lo que daría yo ahora por lamer esos
labios. Después he recordado que jamás volvería a besar esos labios y he
empapado mi trozo de tarta con lágrimas. No te mentiré, me había imaginado
celebrando mi cumpleaños a tu lado, incluso tenía ganas de abrir un regalo que
no me has hecho. Te veía a conmigo mientras me inclinaba a soplar las velas, tu
carita de entusiasmo cuando desenvolvía el papel de tu regalo, la magnífica
noche que pasaríamos después….
Te escribo esta carta desde mi litera
en el sótano del barco, todo está oscuro, a excepción de mi pequeña linterna
con la que escribo esta carta, Bam ya me ha advertido tres veces que o la apago
o me la rompe en la cabeza. Todo es silencio a mi alrededor, un silencio frío,
espectral. Las chicas se han retirado a su camarote y aquí solo se oyen los
molestos ronquidos de mis hermanos, acompañados del balanceo del barco y el
retumbar de las olas del mar. Se avecina una noche muy larga. Te imagino a mi
lado, con tu cuerpecito diminuto calentándome, haciendo el amor discretamente
bajo las sábanas, con la excitación de saber que en cualquier momento podemos
ser descubiertos. Te echo de menos Ayla, pero no me malinterpretes, no echo de
menos el sexo (bueno, un poco sí), pero si me diesen a elegir entre tenerte una
vez más en mis brazos y no volver a acostarme con nadie nunca más, ten por
seguro que te abrazaría hasta hacernos daño.
Siempre tuyo,
Matt.
GUSTAVUS
AK, 09/09/2017
ESTIMADA SEÑORITA HURST,
PERMÍTAME DECIRLE CON TODO EL RESPETO
QUE UNA EMINENCIA COMO USTED SE MERECE, QUE ES USTED UNA EGOISTA, UNA
EGOCÉNTRICA Y UNA MANIPULADORA.
ME HAS ESTADO UTILIZANDO TODO ESTE
TIEMPO SOLO PARA TU MALDITO LIBRO. YO NUNCA TE HE IMPORTADO, SI ASÍ HUBIERA
SIDO, NO ME HABRÍAS ABANDONADO EL DÍA DE MI CUMPLEAÑOS POR UN MALDITO TROZO DE PAPEL.
¡A NADIE LE IMPORTA TU ESTÚPIDA HISTORIA! ME IMPORTAN UNA MIERDA SI LOS CRÍOS
DE ESA LOBA BLANCA O COMO SE LLAME SE MUEREN, LOS MATES O SE LOS COMA UN OSO.
AUNQUE CREO QUE ES UNA BUENA DECISIÓN QUE EL CAZADOR ABANDONE A SU PRESA POR
LIRIO BLANCO, SI PUDIERA REGRESAR AL PASADO, YO TAMBIÉN LO HARÍA. NO SUELO
ARREPENTIRME DE LO QUE HAGO, PERO OJALÁ NO TE HUBIESE CONOCIDO, OJALÁ NUNCA ME
HUBIESES SACADO DE AQUEL CENTRO, SERÍA MÁS FELIZ SI ME HUBIESES DEJADO PUDRIRME
EN AQUELLA CELDA. ASÍ NUNCA ME HUBIESE ENAMORADO DE TI, Y NUNCA ME HUBIESES
ROTO EL CORAZÓN. TE ODIO. TE ODIO AYLA. TE ODIO, TE ODIO Y TE ODIO.
MATTHEW
BROWN
Browntown
AK, 09/14/2017
Querida ayla,
Ya ha pasado una semana desde que alba
y tu os marchasteis a casa y nosotros hemos vuelto a la normalidad, bueno, lo
estamos intentando, pero se nota demasiado que ya no estais aqui… parece que el
otoño ha esperado vuestra partida para llegar. Cuando nos fuimos de browntown
el sol brillaba y el bosque era verde, durante el viaje de vuelta vimos las
primeras manadas de ballenas migratorias y nos alcanzo una tormenta que nos
obligo a hacer escala de una noche en gustavus. El campamento se ha teñido de
marron, amarillo y naranja, esta precioso. Te encantaria verlo.
Llegamos a browntown tres dias despues
de que os marchaseis. los osos habian hecho de las suyas pero nada importante.
Papa ha comenzado un nuevo proyecto para el campamento, una turbina eolica para
que dejemos de depender tanto de la gasolina que compramos en el pueblo. Quiere
terminar el proyecto antes del invierno, la estructura ya esta montada, solo
faltan las piezas de la turbina… ya la tendríamos
si Gabe y yo no nos las hubiesemos cargado por no hacerle caso a noah. Hablando
de noah, ¿sabes que se ha echado novia? Si ya es un plasta romantico estando
soltero te puedes imaginar como se ha vuelto ahora que tiene novia. Birdy no le
aguanta. Trajo a la chica una vez al campamento, parece simpatica, pero no es
mi tipo…
Ya que he sacado el tema, sera mejor
que te cuente como esta llevando la familia vuestra marcha. Mama, se puso
enferma durante el viaje y lleva en cama desde que llegamos, ella lo achaca a
la edad, dice que ya no tiene la energia que tenia antaño para aguantar una
tormenta otoñal. Esta muy cansada y tiene una tos muy fea y mucho dolor en el
pecho, espero que se recupere pronto, ya sabes que mama es la piedra angular de
esta familia, y cuando ella esta mal, todos estamos mal. DE MIENTRAS, RAINY HA
ADOPTADO EL ROL DE “MAMI” Y CON LO ESTRICTA QUE ES, TENEMOS AUN MAS GANAS DE
QUE MAMA SE RECUPERE CUANTO ANTES. bam apenas ha estado en browntown, se marcho
nada mas llegar, Allison se ha ido a grabar un programa a Washington, y el ha
decidido acompañarla. Esto no ha sentado muy bien a la familia, especialmente a
matt, ya sabes lo unido que esta con bam, aunque no paren de pelearse, en
realidad son uña y carne. Discutieron mucho antes de marcharse, matt se ofendio
tanto que cogio un rifle y se marcho a cazar solo. Papa odia que vayamos solos
a cazar, pero cualquiera le replicaba algo a matt aquel dia. Matt estuvo fuera
tres dias, NOCHE CON TORMENTA INCLUIDA, regreso ANOCHE, con un venado si, pero
destrozado, hecho polvo y con los nudillos ensangrentados, como si le hubiese
dado una paliza a alguien. Birdy tuvo que vendarselos para que dejara de
tocarselos. Hablando de matt, te echa muchisimo de menos ayla, ya no hace
proyectos, ya no construye cosas, esta siempre muy triste y cabizbajo, da
largos paseos solo… ya casi no rie, y cuando va al pueblo, papa siempre incita
a alguno de nosotros a acompañarlo, en fin, supongo que ya te imaginas el por que…
he intentado hablar CON el sobre el tema, bueno, todos lo hemos intentado y lo
unico que hemos conseguido que diga es: “echo de menos a ayla, ya lo sabeis,
dadme tiempo para superarlo”. Al menos ha dicho algo, Gabe se ha encerrado en
su mundo y cuando alguien saca el tema de alba cambia en seguida la
conversacion.
Yo tambien te echo de menos, no
recordaba lo aburrido que es jugar en el rio solo, NI TREPAR ARBOLES SIN NADIE
QUE TE ESPERE A BAJO, ni correr SOLO por la pradera con mr. Cupcake, por
cierto, tambien te envía recuerdos.
Espero tener noticias tuyas y de tu
libro muy pronto. Mandanos una copia cuando lo publiquen (prometo que me lo
leere) mandale un beso a alba de mi parte.
Un abrazo extremadamente extremo,
Bear.
"FUERTE, FUERTE POR LAS DOS"
La luz era tan intensa que me dañaba la vista: manchas
blancas me nublaban la visión mientras un tintineo suave como una canción de
amor resonaba de fondo. El mundo giraba tan deprisa a íi alrededor que me
provocó una arcada y la boca se me inundó del amargo sabor a bilis. El aire
estaba extremadamente cargado aquella noche: olía a humanidad, a sudor, a
sábanas sucias y a desodorante barato. La sensación de asfixia crecía por
segundos y no sabía cuánto tiempo más podría aguantar. Me agarré desesperada a
un material blanco y suave que estaba bajo mi espalda, clavándole las uñas. La
luz seguía fija encima de mi cabeza, con aquel ojo acusador y desprendiendo
calor incriminatorio: a su alrededor giraban tablones de madera oscura aumentando
mi sensación de vértigo, sentí ganas de vomitar, de gritar, de huir, pero
cuando hinché los pulmones mi mundo se cubrió de negro.
Me incorporé de un salto y me aparté la mancha negra
de la cara: era un vestidito de seda fina, negro con flores rosas. De tirantes
y un pronunciado escote en forma de uve.
-Ayla, no me estabas escuchando…
Tardé varios segundos en procesar la información:
estábamos en mi habitación, en la cabaña de Hoonah. La ventana estaba abierta y
una suave brisa hacía tintinear las campanillas de mi atrapasueños. Ya era de
noche, el cielo se había teñido de añil, mientras que el océano se pintaba con
marcadas pinceladas negras. Estaba nublado y pocas estrellas iluminaban aquella
víspera que con toda probabilidad terminaría en tormenta. La luz blanquecina de
la lámpara del techo era verdaderamente incómoda, aunque no me había percatado
hasta el momento: “Tendré que cambiarla si quiero seguir trabajando a gusto.
También tengo que cambiar estas sábanas, apestan a humedad”. En realidad,
apestaban a Matt, pero no quería pronunciar aquel nombre ni en mi
subconsciente.
La cama, el suelo y mi escritorio estaban llenos de
trapitos que yo no recordaba haberme traído, volví a mirar el vestido
semitransparente que tenía en la mano: “¿Quién en su sano juicio se trae esto a
Alaska?”.
-Ayla, aun no has respondido a mi pregunta…-“¿Quién si
no se habría traído tanta ropa al lugar más inhóspito de la tierra?
Sonreí satisfecha:
-Perdona Alba, no te estaba escuchando, ¿qué
decías?-Alba estaba de pie enfrente de mí: con el ceño fruncido y los brazos
cruzados. Al menos llevaba zapatillas de lana y no escuchaba como su pie
golpeaba insistentemente la madera del suelo. Llevaba el pelo suelto: largo,
liso y oscuro, una sudadera roja y un pantalón de pijama a rayas. Yo, en
cambio, tenía las ondas del pelo revueltas, acariciándome las mejillas y la
espalda, vestía con una camiseta de tirantes blanca y un pantalón deportivo corto:
hacía frío, pero me gustaba sentir la piel de los brazos erizada y como les
escalofríos me recorrían la espalda.
-No, ya sé que no me estabas escuchando. Te preguntaba
que cuál te parece más bonito: ¿el rosa o el negro?
Me mostró dos sujetadores, uno en cada mano: el rosa
tenía un lacito en el centro y estaba cubierto por una tela semitransparente
con lunares. El negro tenía encaje en la parte superior y su forma dejaba menos
contenido para la imaginación.
-¿Me estás preguntando sobre qué sujetador es más
“bonito” para acostarte con Gabe?
Me eché a reír y Alba enrojeció de rabia. Me tiró un
almohadón a la cara.
-No te burles, es importante para mí… Es su primera
vez, después me marcharé de Alaska y a saber cuándo volveré, quiero que sea
especial.
-Es una chorrada, te aseguro que a Gabe no le importa
de qué color es tu ropa interior, estará más pendiente de otra cosa.
-Quizá a él no le importe, pero a mí sí. Dime, ¿el
rosa o el negro?
-¿Qué más da?-me exasperé alzando los brazos.
-Seguro que tú recuerdas que sujetador llevabas la
primera vez que te acostaste con Matt.
-Yo no me acuerdo de esas cosas…-“Fue en esta misma
cama y no llevaba sujetador”.
-Ayla, por favor….-me suplicó con ojitos de cachorro.
Suspiré desesperada:
-El rosa. Gabe es muy tímido, quizá el negro con ese
encaje tan provocativo le intimide un poco. El otro es un color divertido, se
sentirá más cómodo…
-El rosa no me pega con el top que había escogido.
Usaré el negro.
-¿Por qué me preguntas si vas a hacer lo que te da la
gana?
-Te he dicho que tu opinión era importante para mí, no
que vaya a hacerte caso.
Esta vez el almohadonazo se lo llevó ella, con tan
mala suerte que se tropezó con la maleta que estaba tirada en el suelo y se
cayó de culo. Ambas nos echamos a reír: iba a echar de menos esos momentos:
Alba se marcharía en dos días y la realidad se me había echado encima con un
jarro de agua fría. Ella tenía que volver al trabajo: su sueldo de camarera no
le daba para mucho, yo había insistido en que lo dejase y viniese a Nueva York conmigo.
Alba escribía canciones y tocaba la guitarra, tenía contactos en Brodway para
encontrarle un trabajo mejor, pero era demasiado orgullosa como para permitirme
intervenir y sus vacaciones estaban a punto de expirar. Me hubiese gustador
irme con ella, ya nada me unía a Browntown: Bam se había marchado, mi mejor
amigo, mi reflejo, estaba a miles de kilómetros luchando por un sueño. Matt me
evitaba a toda a costa y Bear me buscaba demasiado. Hacía ya algunos días que
había vuelto a Internet: había enviado una parte del manuscrito a la editorial
y había actualizado las redes sociales. Le envié un escueto mail a Frank con
datos sobre el libro, no me atreví a llamar a Alfie, pero le comenté unos
emoticonos con ojitos de corazón en una fotografía de Instagram, donde aparecía
él, sonriente, posando en el Puente Colgante de Capilano. “¿Qué estará haciendo
en Canadá? ¿Rodar alguna película, quizá? Sin duda, Vancouver está más cerca de
Alaska que Los Ángeles”. Tampoco contacté con mi familia, pero ingresé en su
cuenta a cantidad de dinero que me pedían. Había pensado en marcharme con Alba
y terminar el libro en la comodidad de mi estudio neoyorquino, o quizá podría
irme a Vancouver una temporada, hasta que Alfie terminase de trabajar… Pero la
editorial insistía en que quería paisajes más detallados, más reales, e
insistieron en que entrevistase a algún miembro de la escasa comunidad indígena
que quedaba en la zona. Ami conocía a una pareja de ancianos, establecida en
Príncipe de Gales, me dijo que no se opondrían a responderme algunas preguntas
ni a enseñarme su modo de vida, pero era época de tormentas y había que esperar
un par de semanas para poder cruzar el mar con el Integrity, por no mencionar
que lo que menos me apetecía en ese momento era estar clausurada en un barco
varias semanas con la familia Brown.
Para despedir a Alba, habíamos organizado una pequeña
fiesta en la casa principal de Browntown, los chicos estaban emocionados:
habían comprado globos y guirnaldas, Ami había hecho una tarta, Noah estaba
preparando la música y Rain nos había impuesto códigos de etiqueta para entrar.
A pesar de las múltiples oportunidades que había tenido Alba de acostarse con
Gabe, no habían aprovechado ninguna y lo habían dejado para el último momento:
el romántico acontecimiento tendría lugar en la choza de Bam, decorada con
velas y pétalos que una servidora había ayudado a preparar y, bueno, yo… Las
chicas habían accedido a dejarme un huequecito en su habitación para pasar la
noche, aunque rezaba para que alguien tuviese que ir al pueblo aquella tarde y
me devolviese a mi aislado refugio de madera en Hoonah.
-¿Y bien, qué te vas a poner?-preguntó Alba mientras
se recolocaba el pelo después de recibir el almohadonazo.
-Un jersey bien gordo y un impermeable.
-¡Ayla!-protestó-Rain y yo hemos acordado que hay que
ir de etiqueta. ¿Qué me dices de aquel vestido azul con el escote en forma de
corazón? Te quedaba monísimo, y creo haberlo visto en el armario del fondo.
Giré los ojos.
-No pienso ponerme un vestido.
-Si no te lo pones no te dejaremos entrar.
-Uiii, mira como tiemblo….-me burlé, aunque por la
cara de Alba supe que estaba a punto de explotar de los nervios.-Lo siento, sé
que es una noche importante para ti, quieres que salga todo perfecto, aunque
por experiencia te digo que los mejores planes salen sin planificar.
Ambas forzamos una sonrisa:
-¿Estarás bien?
-Me lo pasaré muy bien hablando con las chicas.-todos
mis esfuerzos para ocultar mi estado de ánimo no servían de nada delante de
Alba. Respiré hondo:-Noah me culpa de que haya separado a la familia, Bear no
deja de acosarme y Matt ni se digna a mirarme a los ojos…
Alba se mordió el labio inferior y tomó asiento a mi
lado:
-¿Hablarás con él?
-¿Con Matt?-asintió con la cabeza-¿Para decirle que?
-Todo lo que me has dicho a mí: que le echas de menos,
que le quieres, que lo de Bear no significó nada… Qué por qué te ha mentido.
Me mordí el labio inferior hasta casi hacerme sangre,
un rayo iluminó el mar y un trueno retumbó entre las montañas. No estaba segura
de que me hubiese mentido, pero habían sido tantas cosas…. Tantos “te quiero”
no podían significar “te necesito” todo el rato. Aparté la mano de Alba de mi
muslo, lo último que quería hoy era ponerme a llorar, y mucho menos delante de
ella:
-Es tu noche especial.-sentía la bilis en la
garganta-No te preocupes por mí.
-¿Cómo no voy a preocuparme por ti? ¡Eres mi mejor
amiga!
-Pues por ese motivo. Tú me ayudaste con Matt en su
tiempo, ahora te toca a ti…-le coloqué un mechón rebelde detrás de la oreja-Sé
que Gabe te gusta mucho, cuidaré de él hasta que me marche.
Alba forzó una sonrisa para evitar echarse a llorar,
cuando habló, le temblaba la voz:
-Ayla, yo no quiero irme de aquí, pero sé que tú sí,
necesitas volver a tu rutina para olvidarte de Matt, a tu trabajo, ¿por qué no
te vienes conmigo?
Me levanté de la cama sin decir palabra y me acerqué
al escritorio, aparté los trapos de Alba que habían cubierto todo mi espacio de
trabajo y cogí un montón de papeles mecanografiados repletos de apuntes en
rojo:
-Antes tengo que terminar esto: es parte del
manuscrito de El Cazador, la
editorial me lo envió hace dos días corregido.-Se le tendí a Alba.-Página 275.
Leyó en voz alta:
Loba
Blanca se había arrancado los cabellos de la larga cabellera pelirroja, en el
suelo yacían inmóviles y ensangrentados los cadáveres de sus tres niños: Bram,
el mayor, con aquella sonrisa suya. Durc con su cabello rubio y sus ojos
claros, tan parecido al hombre que lo engendró y Ona, la niña de sus ojos, su
bebé, su pequeña… Loba Blanca apretó su cuerpecito rígido contra su pecho, a su
lado, el Cazador la miraba pasivo, como si aquellos niños no fueran suyos, como
si no fueran humanos. Solo eran unas presas a medio comer que había dejado allí
algún depredador de los bosques. Para la muchacha, todo había acabado: su vida,
su sueño, su mundo… Todo había terminado, buscó con la mirada a Corazón de
Ciervo, para suplicarle algo de cariño, compasión, que la ayudase a mitigar ese
dolor que la estaba matando por dentro, pero el hombre se limitó a arquear las
cejas: “Eres una muchacha de las tierras de los señores, tu sangre es débil y
tus hijos no han sobrevivido, no son del clan. Esto no hubiera pasado si mis
hijos los hubiese dado a luz Lirio Blanco, estos niños, como nuestro hogar,
estaban destinados a morir”.
-Caramba Ayla,-Alba tragó saliva-es muy… muy…
-¿Salvaje? ¿Violento? Los editores han dicho cosas
peores, al parecer, el objetivo del libro es ver cómo vivían las tribus nómadas
del neolítico alaskeño, no cómo unos osos asesinan a niños inocentes.
-Pero es así cómo te sientes con Matt,-dedujo locuaz-
se ha terminado tu mundo, lo has perdido todo…
-Exacto.-su mirada se entristeció: por Gabe, por mí,
por alejarse de Alaska, por dejarme sola, por dejar a Gabe… “No, es su noche,
no puede estar triste, tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte por las dos”.
¿Cuántas veces me había dicho aquella misma frase cuando Matt estaba a punto de
caer? Forcé una sonrisa-Anda, vamos a ver qué tal me queda ese vestido azul.
BIENVENIDO A MI VIDA
Bienvenido a mi vida, pero pasa pasa, no te quedes ahí. Perdona por el desorden, pero no suelo tener muchas visitas. ¿Esto es para mí? Muchas gracias, no tendrías que haberme traído nada, bastaba con un surtido de paciencia y una botella de comprensión. Bienvenido a mi vida, es pequeña, humilde y es un poco caótica, pero es mía.
Ven, te enseñaré el resto: si te asomas por aquella ventana verás mi mundo, es oscuro, frío y solitario, y a veces incluso da miedo. No intentes apartarme de él para llevarme al tuyo, aunque pienses que sea mejor, intenta conocerlo, te sorprenderá lo maravilloso que puede llegar a ser. Si sigues por este pasillo te enseñaré mi corazón, es un poco frío, así que espero que te hayas traído besos y abrazos de sobra: perdona, el último que lo ocupó aun no ha terminado de hacer la mudanza y ha dejado las paredes llenas de recuerdos y sentimientos del pasado. Ten cuidado no pises ahí, no he barrido bien el sueño que rompí la semana pasada y no quiero que te cortes con una esquirla. Puedes traer lo que quieras aquí, puedes quitar todos esos recuerdos y colgar nuevos, pero procura no dejar demasiadas cosas, la gente no suele quedarse mucho tiempo aquí. ¿Qué por qué? Pues no sabría decirte, a veces me despierto por las mañanas y se han ido sin más, aunque la mayoría de las veces soy yo quien los echa a patadas. Alquilar un espacio en mi vida no sale barato, y el deshaucio por impago es inmediato.
Ven, te voy a enseñar mi sofá: está hecho 100% de confianza natural, al principio puede parecer un poquito duro, pero con el tiempo se va volviendo blando y confortable. Me gusta sentarme a beber aquí: suelo tomar muchas lágrimas de decepción, licor de impotencia y cóctel de baja autoestima, podemos acompañarlo con tu botella de comprensión y esos surtidos de paciencia tan apetecibles que has traído. Me gusta ver películas por la noche, leer o simplemente soñar, te invito a soñar conmigo, en las reformas que haremos en el futuro, los nuevos recuerdos que colgaremos en las paredes y las aventuras que montaremos.
Podemos repartirnos las tareas si quieres: yo respeto tu espacio mientras que tú respetas el mío: tú puedes poner la sonrisas de lunes a viernes y los fines de semana me encargo yo de las palabras bonitas. Cada quince días rotaremos el turno de consuelo y apoyo mutuo, y habrá que salir por condescendencia al menos una vez a la semana. Solo hay una norma básica que tiene que cumplirse: quererse cada día un poco más que el anterior. Mi trabajo no me deja mucho tiempo para besos, abrazos y caricias, espero que no te importe hacerte cargo de ello, te prometo que en cuanto pueda asumiré la tarea. No te apures si algún día no llegas a todo, no me importa ayudarte a sonreír algún lunes siempre y cuando me digas palabras bonitas el domingo por la tarde.
Verás que por muy tétrico y lúgubre que parezca al principio este lugar va mejorando con el tiempo.
Puedes marcharte cuando te plazca, aunque si no es mucha molestia me gustaría saber el motivo, no quiero levantarme de nuevo, ir corriendo a buscarte y encontrar un hueco en mi corazón lleno de tus recuerdos y tus vivencias, pero sin ti. Puedes pasar las noches que quieras fuera, pero está prohibido que conviertas esto en un refugio al que solo acudes cuando el resto de hoteles han cerrado. Puedes invitar a quien quieras, pero vigila que no rompa nada ni robe secretos que no le corresponden.
No te he comentado un aspecto muy importante: tengo dos niños pequeños, ambos son peludos y tienen cuatro patas, pero ocupan un espacio muy importante en mi vida que tienes que respetar y aceptar. También debo advertirte de que tengo un trabajo muy duro, a veces llego cansada e irritada y te gritaré que salgas de aquí. No me hagas caso, respétame diez minutos para que me calme, luego ven, abrázame y dime que estás orgulloso de mí. Cuando tú llegues exhausto explícame lo que debo hacer: pídeme que te consuele o que te deje a solas, pero dímelo y lo haré.
Espero que no te importe que no te de todavía la clave de mi caja de los secretos, pero no te preocupes, con el paso del tiempo te daré una copia para que tú también guardes los tuyos.
Muy bien, creo que ya te lo he explicado todo, el pago por entrar en mi vida se hace a diario a través de conversaciones y risas, de empatía mutua y "te quieros" sinceros. La fianza es un largo beso en los labios, una caricia y una sonrisa cálida, si no te va bien pagarlo todo de golpe puedes darme pequeños besos en los plazos que elijas. Ya te he dicho que el contrato es indefinido y puedes irte cuando quieras, pero entonces deja todo como lo encontraste: llévate tus recuerdos y tus vivencias, tus besos y tus palabras bonitas y ese cosquilleo que me haces sentir cuando me coges de la mano.
Si ya esta todo, podemos proceder a firmar el contrato. Bienvenido a mi vida.
UN PAR DE ARAÑAZOS
Ya es de día y no recuerdas haber dormido. Te
acostaste con la cabeza palpitando como un bombo, y la situación ocho horas
después no ha cambiado. Sientes los párpados increíblemente pesados y el
cerebro te suplica que le dejes descansar un ratito más. Miras el reloj, apenas
queda un cuarto de hora para que suene la alarma: quince largos minutos en los
que tendrás que luchar para no quedarte dormida. Te intentas levantar, pero es
cómo si tuvieses una enorme roca aplastándote el pecho, que te impide moverte,
que te impide respirar…
Todo es extremadamente difícil esta mañana: incluso
cepillarse el pelo resulta una misión imposible. La ducha caliente no te ha
despertado, sigues asustada por el ataque de anoche, cuando te descubriste, sin
querer, rasgándote la muñeca con la uña. Al menos el agua ha borrado gran parte
de la cicatriz que te dibujaste, aun así, frotas largo rato para asegurarte de
que no la vea nadie. Te miras al espejo después de recogerte el pelo cómo
puedes: tienes el rostro repleto de costras arrancadas que te quitas cuando
estás nerviosa y dos enormes bolsas negras bajo los ojos. Intentas recordar
cuando fue la última vez que dormiste una noche entera, pero los recuerdos son
lejanos y están borrosos. Sientes vergüenza y repulsión por lo que hiciste
ayer, ni siquiera te atreves a mirarlo. Estás muy asustada y no puedes volver a
mirarte en el espejo. Al final te sueltas el pelo, es mejor que el mundo no vea
esa cara de desgraciada que llevas hoy. Es la hora de vestirse: las camisas son
siempre una buena opción, son frescas y anchas, así disimularás las formas de
tu cuerpo que tanto te incomodan, y cómo son de manga larga taparán las heridas
de tu brazo.
Tienes hambre, apenas comiste ayer, pero sientes que
si pruebas un bocado lo terminarás vomitando. Tú única esperanza de meterte
algo en la barriga esta mañana es rezar en silencio para que el café te asiente
el estómago.
Atraviesas el pasillo, está lleno de gente: chicas
maquilladas con voz estridente, alumnos nerviosos por el próximo examen. Una
reconocida voz nasal se queja de que tiene mucho que estudiar. El chico alegre
comenta algo a tu lado… pero nadie te ve. Solo el chico de los ojos bonitos te
pregunta si te has cambiado el pelo. “Fue hace dos meses”, pero solo le dedicas
una sonrisa amigable y un asentimiento con la cabeza. Nadie ha visto a la
chiquilla arrinconada con el pelo tapándole la cara. Quieres pedirles ayuda,
quieres decirles que te vean, que tienes miedo, ayer tuviste un ataque y
estabas sola. Pero las palabras se te atascan en la garganta: son puntiagudas y
están afiladas, si las pronuncias te harán daño. Además, ¿qué les importa a
ellos que ayer te hirieras en un brazo? No es su problema y seguro que te lo
merecías.
Es imposible seguir las explicaciones del profesor
durante la clase: tu cerebro está demasiado cansado para seguir el hilo de la
conversación y no paras de pensar en todas las cosas horribles que te dijeron
anoche: Te llamaron inútil, ¿hace falta qué te recuerden cada día que no vales
para nada? También te llamaron tonta, quieres creer que lo dijeron de mentira,
pero después de ver tu progreso en clase empiezas a pensar que es verdad. “No
sirvo para estudiar ni tampoco para trabajar, ¿qué voy a hacer yo ahora?” De
repente la opción de anoche no parece tan mala, así no importunarías a nadie,
ni serías una carga. Haces una lista de las personas que te echarían de menos,
sientes unas enormes ganas de llorar por lo reducida que es, y más cuando te
das cuenta de que la mayoría lo superaría en seguida. El brazo te palpita
velozmente, parece que va a estallar en cualquier momento. Te cubres los
rasguños con la otra mano: está ardiendo y te duele, pero no tanto como te
duele el corazón. Por eso lo hiciste, porque cortarse con unas tijeras no duele
tanto como te duele el alma, cómo te duele no tener a nadie a tú lado. Algunos
han intentado comprenderte, pero han fracasado y se han terminado marchando, y
eso no hace más que incrementar tu impotencia. Luego están las constantes voces
que no paran de repetirte lo inútil y lo tonta que eres. Vuelves a tener ganas
de gritar: pierdes el control de tu cerebro, pesa mucho dentro de tu cabeza,
quiere descansar, pero no puede. Las palabras “inútil” y “tonta” no paran de
chocar contra ti. El latido del brazo es tan irritante que aprietas la carne
con todas tus fuerzas. Las espinas en la garganta vuelven a presenciarse, así
como las excusas que te han dado durante toda tu vida cuando has intentado
pedir ayuda.
Por fin reúnes el valor suficiente para mirarte la
herida del brazo, en realidad no son más que un par de arañazos, una costra,
una mancha de tinta lila y una cicatriz medio borrada. Entonces te percatas de
que en realidad no te duele el brazo, te duele el alma, el corazón. Te duele ser
tú. Ayer únicamente brotó un minúsculo puntito rojo de tu piel, pero sabes que
no va a ser el último.
AVANCE S.2 CAPÍTULO IV (ALASKAN BUSH PEOPLE) DONDE EMPEZÓ TODO
-¿Hoy no desayunas en tu tipi indio?-me preguntó
Bear cuando entró en la cocina de la casa de Santa Mónica y me encontró
desayunando cereales.
-Me he quedado sin provisiones.-sonreí con la boca
llena de leche y bolas de miel.
-Creía que ya no querías volver a casa por tu
repentino odio hacia toda la humanidad.-respondió mi hermano pequeño mientras
se llenaba un bol y se sentaba a mi lado.
En la gran mesa donde antaño fuimos nueve, ahora
solo estábamos dos. Bam y Noah ya no vivían con nosotros y Gabe pasaba largas
temporadas fuera de casa. Así que prácticamente éramos cuatro hermanos Brown
los que quedábamos en lo que llamábamos Browntown: Bear, las chicas y yo.
Recientemente me había trasladado al patio trasero, que daba a un pequeño
bosque, donde había montado una tienda de campaña, decorada como un tipi indio
y había montado una cerca entrelazando ramas de madera. No era mi antigua choza
de neumáticos con su verja para zombis, pero era mucho mejor que aquella
pequeña y claustrofóbica casa donde no hacía otra cosa que esquivar al perro, a
los gatos y a mi hermanos a cada paso que daba.
La relación entre Bear y yo era más o menos cordial,
especialmente cuando nuestros padres se encontraban delante, sino, intentábamos
mantener las distancias por el bien de nuestra integridad física. La cicatriz
de la ceja derecha brillaba con la luz matutina que entraba por la ventana. Aun
recordaba aquel día, justo cuando volví de Hawái, y tuve que explicar a mi
familia que Ayla y yo ya no estábamos juntos… Atribuí la ruptura al nuevo
trabajo de Ayla, sin dar demasiados detalles, y pedí que respetaran mis
momentos de soledad, algo que, obviamente mi familia no obedeció.
Bear y Gabe vinieron a buscarme al jardín, yo estaba
entretenido montando unas flechas con ramas de naranjo, abalorios de Rainy y
algunas plumas que había encontrado en el patio y había pintado con colores
vivos. Las puntas de las flechas estaban talladas con una navaja.
-Sentimos mucho lo de Ayla, hermano. Sabemos que la
querías muchísimo, debe de ser algo muy difícil de superar-se excusó Gabe como
si fuera culpa suya, midiendo muy bien las palabras que empleaba-¿podemos hacer
algo para ayudarte?
Forcé una sonrisa, aunque mis esquivas miradas
delataban mis auténticos pensamientos:
-Estoy bien, gracias, solo quiero estar solo un
rato.
-¿Seguro?-insistió Gabe.
-Sí.
Me levanté de mi puesto indio y me apoyé sobre las
ramas del naranjo, dando la espalda a mis hermanos. No quería que me viesen
llorar. Suspiré hondo y me concentré para dejar de temblar. Ni siquiera podía
mirar a Bear a la cara, porque cuando lo hacía, me lo imaginaba con ella, y eso
me mataba por dentro. Apreté la mandíbula y los puños para contenerme. Bear me
puso una mano en el hombro, fraternal, pero aquello fue demasiado para mí:
-Matt, sabes que estamos aquí para cualquier cosa…
No lo pensé ni un momento, me giré violentamente y
le arreé a Bear un puñetazo en la ceja con todas mis fuerzas que lo hizo
tambalear y caer al suelo. Gabe corrió a su auxilio mientras Bear se
incorporaba desconcertado, asumiendo que le había dado un puñetazo. Estaba
pálido como un fantasma. Se tocó la herida y abrió los ojos como platos al ver
la sangre mientras sus labios balbuceaban.
-¿Es que has perdido la cabeza, Matt?-me regañó
Gabey saliendo de sus casillas.
Miré mi puño goteando sangre, mis anillos le habían
rasgado la piel a Bear y le habían abierto una herida sobre la ceja derecha
como si se tratase de un puño americano. En seguida me sentí culpable y empecé
a temblar anonadado, aun asumiendo lo que acababa de hacer. Había pegado a mi
hermano por una chica ¿cómo había podido? ¡No me lo perdonaría nunca! Sería
otra gran decepción para mis pobres padres, de nuevo, la oveja descarrilada de
la perfecta familia Brown.
Sin embargo, Bear me miró desafiante. La sangre le
corría por el rostro como una cascada de lágrimas rojas y le empapaba el pelo,
tiñéndolo de granate y pegándosele a la sien. Mi rabia y mi furia eran
incontenibles.
-¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Maldita sea!-le grité
apretando los puños hasta que se me marcaron las venas de los brazos-Sabías
cuanto la quería, sabías cuanto significaba ella para mí.
-¿De que estáis hablando?-preguntó Gabe, mirándonos el
uno al otro sucesivamente.
-Yo no la busqué Matt.-Bear se levantó y se limpió
el exceso de sangre con el reverso de la manga y escupiendo en el suelo-Ella
vino a mí.
* * *
-Chicos, lamento interrumpir,-Gabe asomó sus rizos
castaños por el marco de la puerta. Parecía preocupado-pero esta mañana me ha
llamado Alba.
Bear y yo casi nos atragantamos con los cereales.
-¿Alba? ¿Alba, Alba?-preguntó un atónito Bear.
-Sí, esa Alba. Me ha llamado desde Nueva York.
Chicos…-respiró profundamente, estaba buscando las palabras más adecuadas para
contar algo importante-se trata de Ayla.
El corazón se me aceleraba nada más escuchar su
nombre. Prometimos que no querríamos saber nada más de ella, que el contacto
entre Hurst y la familia Brown desaparecería para siempre, y eso incluía a
Bear, a Gabe y su constante tira y afloja con Alba. Si ella le había llamado,
es que algo malo ocurría. Inconscientemente, mis manos empezaron a temblar y
mis músculos se agarrotaron en una sensación similar a cuando estás en alta mar
y ves una tormenta que viene directa hacia ti. Se me secó la garganta y el aire
no me llegaba a los pulmones. Humedecí los labios, nervioso. Intenté que no se
viera reflejada mi preocupación, pero una negra corazonada me decía que tendría
motivos para ello.
-¿Qué le pasa a Ayla?-preguntó Bear que no parecía
tan alterado como yo.
-No sabemos dónde está…-murmuró Gabe con un hilo de
voz.
Me levanté de un salto y sacudí a Gabe por la solapa
de la camisa de cuadros. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Estaba
blanco y empapado en sudor frío:
-¿Cómo que no sabes dónde está?
Bear se levantó y me apartó de mi hermano. Gabe se
arregló la ropa.
-Ayla tuvo una cena en San Francisco, después
tendría que haber vuelto a Sonoma, pero no lo ha hecho. Teddy ha dicho a Alba
que Ayla lleva días sin aparecer por la oficina. Tampoco está en Nueva York, ni
en la casa que le prestaron en San Francisco…
-¿Cuándo fue eso?
-El viernes pasado.
-¿¡El viernes pasado?!-grité llevándome las manos a
la cabeza-¡Ha pasado más de una semana! ¿Habéis esperado tanto para daros
cuenta de que Ayla no está? Gabe, llama a Alba de inmediato, tenemos que encontrarla.
-¿Qué está pasando?-dijo Rainy entrando por la
puerta, alarmada al escuchar mis gritos, pero la ignoré, estaba demasiado
histérico ante la perspectiva de que nadie supiese nada de Ayla desde hacía más
de una semana. Su cabello castaño y corto la hacía parecer más mayor de lo que
en realidad era.
-Ayla tuvo una cita el viernes en San
Franciso-explicó pacientemente Gabe-Alba cree que salió mal y que por eso Ayla
no contestó sus llamadas ni sus correos durante los dos primeros días.
“Muy típico de Ayla, encerrarse en si misma cuando
no quiere hablar de algo que le preocupa”.
-Al tercer día empezó a preocuparse, entonces llamó
a Teddy y descubrió que Ayla no había vuelto a la editorial el fin de semana
después de la cena, y que, de hecho, llevaba varios días sin aparecer por la
oficina. Teddy está histérico, no sabe cómo reprogramar la agenda de la
editorial. Ayla tampoco le contesta los mensajes. Empiezan a estar preocupados…
“No es la primera vez que Ayla desaparece sin decir
nada, pero si es la primera vez que no le ha dicho a nadie donde va. Esto no me
gusta nada. Algo malo está pasando”.
-¿Y por qué te ha llamado a ti para preguntarte si
sabías algo?-le pregunté a Gabe conociendo su extenso historial con Alba.
-Porque la cita fue conmigo.-respondió solemne Bear,
sentado detrás de mí.
Rainy se llevó las manos a la boca, sorprendida.
Aquel instinto primitivo que dormía dentro de mí despertó hambriento y voraz,
me abalancé sobre Bear y lo tumbé sobre la mesa, agarrándolo por la solapa de
la camiseta. Mi hermano cerró los ojos y se cubrió el rostro para soportar el
golpe, Gabe y Birdy me agarraron de la camiseta y tiraron de mi con fuerza para
evitar que pegase se nuevo a Bear.
-¡Matt, relájate!-me ordenaba Gabe.
-Saca a las niñas de aquí, Gabey.-le repetía con los
ojos inyectados en sangre mientras Bear pataleaba insistente para alejarme de
él.
-¡Basta ya!-se interpuso la pequeña Rainy entre
nosotros alzando la voz y dejando al resto fríos como el hielo.
Rainy se había interpuesto entre nosotros, por ese
motivo, y como era la pequeña, todos nos detuvimos de golpe para evitar
dañarla. Lo cierto es que Rainy era más mayor y más madura de lo que nos
pensábamos.
-Ya está bien.-nos ordenó a todos sublime-Debemos concentrarnos,
a pesar de que Ayla y Matt ya no estén juntos, Ayla sigue siendo de la familia.
No sabemos nada de ella, podría haberle pasado algo, podría estar en peligro.
Debemos encontrarla.
Bear y yo nos separamos, no sin antes fulminarnos
con la mirada. Nadie, a excepción de nosotros dos había entendido mi arrebato
de furia contra él, pero, como siempre, nos mantuvimos en silencio. No era mi
primer ataque de rabia, y como toda mi familia sostenía que todavía sentía algo
por ella, nadie preguntó, puesto que dieron por supuesto que mi repentino
ataque de celos fue por la angustia de no saber dónde podría estar ella.
-¿Deberíamos llamar a la policía? ¿Y si la han
secuestrado?-preguntó Birdy angustiada mientras todos nos reuníamos alrededor
de la mesa.
-No, hubiesen pedido algún rescate por ella.-dije de
inmediato descartando la hipótesis-Escuchad,-alcé la mano-conozco a Ayla mejor
que a mí mismo, no es la primera vez que huye sin decir nada a nadie cuando
tiene un problema, si ni siquiera se lo ha contado a Alba es que está metida en
un buen lío. Hay que analizar sus movimientos desde el viernes por la noche e
intentar averiguar donde ha ido. Gabe, llama a Alba, y pon el manos libres.
Gabe obedeció y marcó el número de Alba. Una gota de
sudor frío me recorrió la frente. Sentía mi corazón palpitar a toda prisa
mientras el teléfono daba señal. Alguien descolgó y escuché la voz mecánica y
temblorosa de la amiga de Ayla al otro lado del teléfono:
-¿Gabe, sabes algo de Ayla?-preguntó ella con la voz
llorosa.
-Alba, soy Matt. Te escuchamos todos.-le informé.
-¡Matt! Gracias a Dios.-dijo entre llantos-Por
favor, dime que sabes algo de ella, por favor, dime que ha ido a buscarte.
Tragué saliva. El sudor me empapaba cada vez más la
frente y la vista se me nublaba.
“¿Dónde te has metido, Ayla?”-supliqué para mí
mismo.
-No, no sé nada de ella, pero escúchame atentamente.
La vamos a encontrar, de acuerdo. Te lo prometo.-le respondí para calmarla.
Alba gimió al otro lado de la línea, estaba preocupadísima-Vamos a ver: cuando
fue la última vez que vista a Ayla.
-El viernes pasado-se sorbió los mocos-por la mañana
cogió el tren hacia San Francisco, Teddy estuvo hablando con ella durante el
trayecto hasta la ciudad y desde entonces no sabemos nada. El sábado tendría
que haber vuelto a Sonoma, pero le perdimos la pista, no responde a mis emails
ni me contesta las llamadas… Sé que es normal que Ayla desaparezca sin avisar,
pero es raro que no me haya dicho dónde está. Estoy preocupada, Matt.
-Lo sé Alba. Yo también lo estoy.-admití para su
sorpresa y para la de sus hermanos-¿Has ido a su apartamento de Nueva York?
Quizá ahí hay alguna pista sobre su paradero.
-No, en seguida iré para allá.
-Bam y Allison están en Jersey.-añadió Rainy-Les voy
a enviar un mensaje para que se acerquen, quizá puedan ayudar.
Bam siempre había tenido una relación muy cercana y
fraternal con Ayla, seguramente se pondría tan histérico como él en cuanto se
enterase de que había desaparecido.
-Me parece una buena idea, Rainy. Alba, si vais al
apartamento de Nueva York aseguraos de revisar el cuartucho de arriba. El que
hay tras el cuarto de la lavadora.
-¿Conoces la habitación secreta de Ayla?-se
sorprendió Alba.
Mis mejillas enrojecieron pensando en lo que
habíamos hecho en aquella habitación, pero si Ayla planeaba algo, seguro que
allí habría alguna pista. Me aclaré la garganta y desvié la mirada:
-Parece ser que Bear fue el último que vio a Ayla.
¿Sobre qué hora os despedisteis?
-Antes de medianoche.-reflexionó Bear apartándose el
pelo de la cara-Estábamos en la casa que le habían dejado en San Francisco,
pero de repente, ella se marchó.-se encogió de hombros-Dijo que se marchaba a
casa. Supuse que se había regresado a Sonoma.
-Birdy, Bear y yo iremos a la editorial a ver si
encontramos alguna pista.-Rainy estaba demostrando una madurez impropia de su
edad.
-Está bien.-refunfuñé no demasiado convencido-Vamos
a pensar, Ayla dijo que se iba a casa, pero no está en Nueva York ni en la
editorial, ¿crees que podría haber regresado a España?-pregunté a Alba.
-Lo dudo, Ayla no visita España desde que murió su
madre.
“¿Su madre había muerto? Porque no me había dicho
nada”
Apreté con fuerza el puño y golpeé con fuerza la
mesa, intentando controlar la furia que cada vez crecía más en mí.
-¿Lía lo sabe?
-No he querido avisar a Lía hasta agotar las
posibilidades. No quería preocuparla-admitió Alba-Por eso quería hablar con
vosotros primero.
-De acuerdo, no le diremos nada a Lía. Vamos a ver,
¿dónde podría haberse marchado Ayla?
-Matt…-me interrumpió mi hermano menor.
-Ahora no, Bear.-le dije temblando de los nervios y
mascullando entre dientes.
Sentía el corazón latiéndome a toda prisa bajo mi
pecho, a punto de estallar en cualquier momento.
-Debes saber algo.
-Ahora no es el momento.
Pero mi hermano insistió:
-Ella me rechazó, ¿vale?
El resto de mis hermanos se miraron confundidos:
-¿De qué están hablando?-susurró Birdy.
Miré a Bear con la mirada repleta de ira.
-Sigue enamorada de ti.-agarré a Bear por el cuello
de la sudadera roja y lo arrastré al pasillo, lejos de las miradas indiscretas
y los cuchicheos entre mis hermanos.
-¿Qué quieres decir?-le pregunté mordiéndome los
labios.
-Ella seguía llevando el anillo que le regalaste.
Intenté besarla pero ella me rechazó, me dijo que lo nuestro era algo que tenía
que pasar una vez y ya está, y luego algo de unos caminos que se cruzaban pero
no se unían.-Bear sacudió la cabeza, nervioso, intentando recordar cualquier
detalle que desvelase su ubicación.
Solté a Bear y este se sacudió la sudadera mientras
me miraba feroz a través de sus mechones de pelo rubio oro.
-¿Dijo que estaba enamorada de mí?-pregunté
serenamente temiendo tanto que la respuesta fuera tanto sí como no.
Mi hermano tragó saliva, sentía su mirada almendrada
perforándome el alma, no dejaba de apartarse el pelo de la cara, estaba casi
más nervioso que yo por la desaparición de Ayla. Él había sido el último que la
había visto, y temía que algo que él hubiese dicho o hecho, que hubiese
desvelado sus intenciones respecto a ella habría sido el detonante para que
Ayla se marchase.
-No exactamente. Se culpabiliza por vuestra ruptura,
por haberte perdido, pero no por acostarse conmigo.-la saliva se acumulaba en
su garganta dificultándole el habla- Te perdió el día que decidió regresar a
Nueva York, el día que os separasteis.
Recordaba aquel amargo día como uno de los más duros
de mi vida. Desvié la mirada, me sentía humillado y avergonzado. ¿Ayla seguía
enamorado de mí y había rechazado a Bear? No entendía nada, mi cabeza estaba a
punto de explotar, pero si no lográbamos averiguar donde se encontraba Ayla,
nunca lograría saber cuáles eran sus auténticos sentimientos hacia mí, y cuáles
eran los míos hacia ella.
-¿Te dijo algo más?
Bear volvió a encogerse de hombros:
-Palabras y frases sin sentido que no llegué a
comprender. Hablaba más para sí misma que para mí. Solo dijo que se iba a casa,
a dónde empezó todo.
Mi cuerpo se tensó y el corazón de me detuvo durante
un instante que me pareció eterno. Abrí los ojos como platos y los clavé en mi
hermano:
-¿Eso te dijo?
-Sí, ¿por qué?
Intenté marcharme, pero Bear me sujetó por el
hombro:
-Matt,-dijo tragando saliva y apartándose el pelo-debes
saber que no era una cita, ella solo me hizo un favor acompañándome a una gala,
pero aun así, deberíamos hablar de lo que pasó entre Ayla y yo…
Me deshice de su brazo agitando mi cuerpo
bruscamente:
-Hablaremos cuando la encontremos,-le respondí
acuchillándolo con la mirada- y sepa que está bien, que está sana y salva.
Regresé de nuevo al comedor, dando grandes zancadas
y a paso firme y decidido, mis hermanos seguían reunidos alrededor del teléfono
con la voz de Alba sonando por el altavoz. Aparté a Gabey de un empujón:
-¿Alba?
-¿Qué pasa Matt?
-Seguiremos este plan: Tú, Bam y Allison registrad
la habitación secreta del apartamento de Nueva York, las chicas y Bear se
marcharán hacia la editorial. Gabe se quedará en Los Angeles y hará de enlace
entre todos nosotros.-agarré a Gabe por los hombros, autoritario y le señalé
con un dedo acusador que lo desconcertó- Mira revistas de prensa rosa, Internet…
algún paparazzi la habrá intentado cazar.
-Está bien.-respondió mi hermano alzando los brazos,
rindiéndose-¿Qué vas a hacer tú?
-Voy a buscar a Ayla.
AVANCE S.2 CAPÍTULO III (ALASKAN BUSH PEOPLE) INSACIABLE
Tomábamos el brunch en un pequeño y luminoso comedor
en los pisos superiores de la casa de campo: el comedor que tenía la mesa de
hierro forjado y cristal y la ventana daba a los viñedos. Unos pajaritos, creo
que eran gorriones, revoloteaban cerca de las cortinas blancas, tan blancas y
puras como el mantel de nuestra mesa. Era una mañana inusualmente fresca de
principios de verano en Sonoma, y el valle se había despertado empapado en
rocío, con una brisa fría que agitaba a los viñedos.
Alba y yo desayunábamos tortitas con sirope de
caramelo y trocitos de frutas. Mi amiga llevaba un veraniego vestido de flores
de colores y una cinta de azul sujetando su largo pelo negro. Al lado del plato
de tortitas tenía encendida la tableta electrónica con la agenda del día,
hablaba de cifras, ¿o era de marketing? Lo cierto es que no la estaba
escuchando, mi mente vagaba lejos, con aquellos pajaritos revoltosos. Yo no
tenía muchas ganas de vestirme esa mañana, y había obtado por pantalón corto
blanco y camiseta ancha gris.
-Alfie ha ido a promocionar su nueva película al
programa de Ellen, y cuando le han preguntado sobre su vida personal, ha dicho
que tenía el corazón roto y se ha hecho la víctima.-explicaba Alba con la boca
llena de trocitos de fresa-Tranquila, no ha dicho tu nombre directamente, pero
lo ha insinuado. Creo que estaría bien, ya sabes, para mejorar tu imagen que la
gente te viese haciendo algo bonito: en un refugio de animales o algo por
estilo.
-Me he acostado con Bear.
Alba se mordió la lengua y abrió los ojos como platos,
aunque no se limitó a articular palabra, simplemente, se levantó de su silla
con elegancia, cogió su delicada copa de vidrio tallado y me tiró el zumo de
naranja a la cara sin que se le revolviera un solo pelo de la cabeza.
La naranja me irritó los ojos mientras buscaba a
ciegas un pañuelo con el que limpiarme la cara, pañuelo que Alba no me
facilitó. Volvió a sentarse en su asiento y cruzó los brazos sobre el pecho,
indignada:
-¿Cuándo?-preguntó como si se tratase de un
interrogatorio de policía y sin perder la sobriedad.
-Hace unos meses, en Pascuas, el fin de semana que
vinieron aquí Bear y Gabe. Matt estaba con gripe.
-¿Lo sabe alguien más?
-A parte de ti, no.
-Bien. ¿Pero tú sabes en el pedazo de lío que te has
metido, Ayla Hurst?-me zarandeó histérica de los hombros-¿Qué pasa con Matt? ¿Y
con la boda? ¡Ah, ya lo entiendo todo! Por ese motivo has estado estos meses
tan concentrada en tu trabajo… Tenías miedo de enfrentarte a esto.
-Necesitaba contárselo a alguien. Admití. Estoy
confundida.
-¡Claro! Y tú genial idea es meterme a mí de por
medio, ¿no? Soy la subdirectora de una editorial, tengo mucho trabajo.
-Exacto, y también eres mi mejor amiga, y por tanto,
tienes que aguantar mis tonterías. Créeme, lo pone en el contrato.
Alba sonrió.
-Está bien. Si hay algo en lo que soy buena es
solucionando problemas, aunque no sé cómo vamos a salir de este lío. Primero de
todo, cuéntame cuándo fue.
-Después de la cena del viernes, aquella en la que
discutiste con Gabe y os mandé a hacer las paces.
-Recuerdo esa noche. Tienes razón, fue cuando Matt
estaba enfermo. Bebiste mucho vino, no sueles beber cuando Matt está contigo.
¡Eso es!-gritó en un entusiasmo un tanto extraño-Estabas borracha cuando te
acostaste con Bear.
-La primera vez sí.
-¿La primera vez?-los ojos de Alba irradiaban furia,
mientras yo me hacía pequeña como un garbanzo. Evité su mirada y comencé a
juguetear nerviosa con mi colgante-¿Es que pasó más de una vez?
-Dos, bueno, tres.-confesé llevándome el anillo de
oro con cristales verdes a la boca mientras lo mordisqueaba inquieta.
-¿Tres?-Alba se levantó e intentó agarrar mi copa de
zumo para lanzármela a la cara, pero conseguí arrebatársela a tiempo.
-Ni se te ocurra.-le escupí tensando la mandíbula.
-¿Por todos los santos, Ayla?-se exasperó
gesticulando exagerada en un gesto muy español-¿En que estabas pensando?
“Exactamente, no sé en lo que estaba pensando”
-No me seas melodramática, Alba.-forcé una sonrisa
para intentar quitarle hierro al asunto, aunque el ceño fruncido de mi amiga me
resultaba de lo más incómodo-Todos sabíamos que, tarde o temprano, esto iba a
suceder, entre Bear y yo había algo… asuntos que debíamos resolver.
“Un asunto llamado Tensión Sexual No Resuelta”.
-¡Tres veces, Ayla! ¡Tres jodidas veces! ¿Tantas
cosas teníais que resolver para que te lo tirarás tres veces?-me encogí de
hombros, sin saber bien qué decir-Creía que ya se te había pasado la tontería
con Bear…-su tono de voz de decepción no me gustaba nada. No me había sentido
mal, ni culpable en ningún momento desde que había sucedido aquello, no hasta
que Alba me había dado la charla-Estuviste varios meses sin hablar con Matt,
prácticamente os odiabais, no os podíais ni ver, entonces hubiese sido el
momento de resolver tus “asuntos” con Bear. Pero no después de que Matt se
plantase en tu casa en plena noche y al día siguiente cogieses un vuelo para ir
a Alaska con él y encima ¡volvisteis prometidos!
Incliné la cabeza hacia atrás, cansada mientras mi
pelo ondulado caía sobre la silla:
-Matt y yo no estamos prometidos. Nunca le llegué a
decir que sí. (Aunque tampoco le había dicho que no)
Se me encogía el corazón cada vez que escuchaba a
Matt hablar de la boda con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Tenía el
teléfono móvil sobre la mesa, lo miré de reojo, para asegurarme de que no
recibía una inesperada llamada del susodicho.
-¿Se puso de rodillas y te regaló un anillo, verdad?
Entonces estáis prometidos.
Cuando me despedí de Alaska, también me despedí de Bear,
pero no estaba preparada para renunciar a él. En realidad, tampoco estaba lista
para despedirme de Alaska, ¿por ese motivo me aferraba tanto a Bear? Porque era
lo único que me quedaba de Alaska, incluso Matt se había vuelto más cosmopolita,
había perdido su olor a tierra mojada, había perdido su esencia.
-Oye, a mí no me sermonees con eso, te recuerdo que
aquel fin de semana tú también te acostaste con Gabe.-le reproché a Alba en una
intentona de dejar de ser el centro de atención.
Incliné la ceja mientras las mejillas de Alba se
ruborizaban:
-Fue un polvo de despedida y además, ahora no
estamos hablando de mis errores, estamos hablando de los tuyos.
Me señaló el pecho con un dedo acusador decorado con
un anillo en forma de mariposa y las uñas pintadas de rosa.
-Ya, seguro.-le respondí incrédula-También teníais “asuntos
pendientes”, ¿verdad?-dije apartándole el dedo con brusquedad.
Pero Alba tenía razón. Ya habría tiempo para que la
sermonease yo a ella.
Mi amiga respiró hondo y se arregló el pelo con las
manos:
-¿Qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar a Matt?
-No, ni pensarlo. Es muy sensible, además, sabes que
le quiero. No se merece volver a pasarlo mal por mi culpa.
-¡Eso es genial!-Alba sacudió la cabeza en un gesto
desconcertante.
“¿Ah, sí?”
-Eso significa que no sientes nada por Bear, que fue
cosa de un fin de semana, para resolver “esos asuntos pendientes” pero que amas
a Matt y te vas a casar con él. Tienes razón, no tiene por qué enterarse.
Alba parecía aliviada al resolver aquel lío de una
manera tan rápida y sencilla: Callando como una puta, una parte de mí estaba de
acuerdo con ella. Solo había sucedido una vez, ¿para qué revolver el pasado? A
los muertos hay que dejarlos en paz. Pero, ¿qué pasaría cuando volviese a ver a
Bear? ¿Qué sucedería entre nosotros? ¿Cómo reaccionaríamos? Con discreción miré
la pantalla de la tableta electrónica de Alba, fijándome histérica en el
calendario.
-Sé que no debería preguntarte esto-dijo Alba
aclarándose la garganta después de servirse zumo de nuevo-pero, por curiosidad,
¿cómo es Bear en la cama?-esquivaba mi mirada y sus mejillas se sonrojaron.
Sonreí ante su inocencia-Ya sabes, él parece tan extremo…
Medité unos segundos, buscaba la palabra adecuada
para describir a Bear. Tenía clara que la palabra de Matt era “intenso”, pero,
¿cuál era la de Bear?
Me mordí el labio inferior mientras me apartaba un
mechón de pelo rebelde de la cara, rememorando con deleite los momentos íntimos
con él. Un hormigueo me recorría el cuerpo entero cuando pensaba en el roce de
sus caderas contra mis muslos. En sus caricias y en el tacto de su pelo liso, el
olor a almizcle de su cuerpo y la calidez de su boca. Sonreí picara. Si cerraba
los ojos, aún lo escuchaba gemir mientras sudaba contra mi pecho desnudo.
-Insaciable.-dije convencida-Bear es insaciable.
AVANCE SEASON 2: ALASKAN BUSH PEOPLE
Habían sido unas largas horas en autobús desde Los
Ángeles, pero a los hermanos Brown les produjo cierta sensación de alivio, el
hecho de salir de la metrópolis y encontrarse en una vasta extensión de campo:
no era la naturaleza salvaje a la que estaban acostumbrados, es más ni se le
parecía. No había montañas, ni nieve ni osos, ni siquiera árboles. Solo era un
gran terreno de viñedos que empezaban a echar hojas al inicio de la primavera.
Tampoco olía como Alaska, aun se notaban los carburantes de los vehículos en el
aire y los químicos que les echaban a las viñas. Gabe Brown asomaba la cabeza
por la ventana del autobús como un perrito al que sacan a pasear, a su lado,
Bear dormitaba utilizando su mochila a modo de cojín:
-¡Despierta hermano!-le sacudió Gabey por los
hombros-ya casi hemos llegado.
Desde que se habían instalado en California, que
Gabriel Brown se había vuelto más “cosmopolita” había dejado crecer su
alborotado pelo rizado, se había tatuado la cabeza de un lobo en una pierna y
se había hecho un piercing en la ceja. Bear, en cambio, mantenía su cabello
largo y liso y la frescura y el perfil animal que lo caracterizaba en su vida
salvaje.
Hacía rato que habían pasado el enorme cartel de
madera que daba la bienvenida al Valle de Sonoma, con letras enormes y un
racimo de uvas moradas. Ya habían pasado varias bodegas, lujosas casas antiguas
reformadas donde los turistas acudían a catar los famosos vinos y mostos del
valle.
La última parada del autobús destartalado lleno de
alemanes, holandeses y suecos fue en la entrada de la Bodega de Nuestra Señora
de Guadalupe, allí fue donde los dos hermanos Brown se separaron del grupo de
extranjeros en pantalón corto y prosiguieron su camino a pie, durante una milla
al norte. Cargados con sus mochilas y en camiseta de tirantes, el sol
californiano pegaba fuerte esa mañana de principio de marzo, y aunque Bear,
Gabe y toda su familia llevase casi un año viviendo en el sur, aún no habían
logrado adaptarse a ese horrible calor. Había sido un año de lo más intenso
para la familia Brown: Matt había vuelto de la rehabilitación y Ami estaba
respondiendo bien al tratamiento. Bam se había ido a vivir con Allison a la
Costa Este y Noah se había prometido y planeaba su boda para finales del verano
siguiente. Gabe había perdido la virginidad y Rainy se había hecho mayor, pero
una de las cosas que más había impactado a Bear Brown aquel último año (por
supuesto, no tanto como la enfermedad de su madre) era la aparición de Ayla
Hurst en su vida. Había sido una soleada mañana de principios de primavera,
justo como aquella, en la Isla de Chichagof, en el condado de Honnah-Angoon,
Alaska, cuando su hermano mayor había desembarcado en la playa de Browntown,
llevando a una chica tímida de la mano: una joven de cabello castaño rojizo,
ojos heterocrómicos y rasgos suaves y delicados. Una chica que cambiaría la
vida de toda la familia.
El camino de tierra polvorienta llevó a los dos
exhaustos y sudorosos hermanos Brown hasta una verja de hierro forjado,
decorada con espléndidos racimos de uvas y hojas de parra, con dos querubines
custodiando la entrada. Un cartel dorado en elegante caligrafía daba la
bienvenida a El Balcón del Mediterráneo.
Un guardia de seguridad les cortó el paso en la
entrada, pero Bear y Gabe sacaron unas tarjetas de sus bolsillos que les
abrieron las puertas de la finca de par en par. Penetraron por el camino de
adoquines que conducía al gran casoplón rodeado de viñedos. La casa era una
antigua bodega del siglo xix, pintada de blanco con pequeñas ventanitas
arqueadas y de unos cuatro pisos de altura. Un patio de arcos de medio punto en
la parte inferior y rojos tejados en las almenas. Los muchachos atravesaron el
patio interior deleitándose con la espectacular arquitectura del lugar: en el
centro había una fuente con esculturas mitológicas, tanto griegas como nórdicas
y alrededor alegres parterres de flores de brillantes colores que envolvían el
aire con un suave aroma y que complementaba la frescura del recién regado césped.
A ambos lados del patio había dos grandes puertas de roble y hierro forjado que
conducían a las bodegas donde se almacenaba el vino y los otros productos
vinícolas que allí se elaboraban. Por las paredes había pequeñas placas de
arcilla explicando los distintos tipos de uvas que allí se cultivaban, la
mayoría provenían del sur de Francia y del este de este de España, y por eso
daban ese nombre a las bodegas, además de recordar los orígenes de su
propietaria. Aunque lo que de verdad destacaba de ese lugar era la enorme
puerta de cristal al fondo del patio, y que rompía con el estilo rústico del
resto del complejo. Los muchachos se acercaron asombrados, en un lateral se
adivinaba una placa dorada con una inscripción en negro: Bodegas El Balcón del Mediterráneo. Editorial: La Chica del Continente.
Los hermanos intercambiaron una mirada y un
encogimiento de hombros y entraron a la ajetreada oficina. La tranquilidad que
se respiraba en el exterior de la casa no tenía nada que ver con el interior de
la editorial: el suelo estaba hecho de mármol blanco resplandeciente, tanto que
a ambos hermanos les dio miedo mancharlo con sus botas llenas de tierra. Había
gente andando por todas partes: mujeres y hombres trajeados con un montón de
papeles y hablando a gritos por el teléfono móvil. La sala era ancha y
alargada, con varios cubículos de cristal opalizado al final del pasillo y una
estatua de tres dragones de hierro azulado, peleándose entre ellos, decoraba el
centro de la estancia. Una inscripción se leía en una placa al pie de la
escultura: “para A. Hurst de parte de M.
Michaels”. Gabe se acercó para leer la inscripción detenidamente, pero Bear
le llamó la atención con temor a que su patoso hermano rompiera aquella valiosa
pieza.
Al ver a tanta gente arreglada, Bear y Gabe sintieron
vergüenza de sus brazos y sus hombros desnudos, se soltaron las mochilas y se
pusieron unas camisas sobre los tirantes, la de Gabe era de cuadros rojos y
negros, la de Bear de estampado de camuflaje. Disimuladamente y a espaldas de
su hermano, sacó un espejito del bolsillo de sus vaqueros y un peine plegable y
se arregló su pelo largo del color del oro fundido, como solía decir Ayla. Bear
sonrió al recordarlo, no había sentido miedo hasta ese instante, pero poco le
faltó para salir corriendo y regresar a Los Ángeles a pie, o mejor dicho, de
volver a Alaska a nado. En realidad, no hacía demasiado tiempo que no veía a
Ayla pero nunca sabía cómo reaccionaría cuando la viese la próxima vez. Seguía
guardando la carta que ella le había escrito, era un simple párrafo, pero para
él significaba tanto… Se limpió las manos sudorosas en sus viejos Levi’s Straus
y se enderezó para colocarse la camisa sobre los hombros. Estaba sudando a
mares y el corazón le palpitaba extremadamente rápido a la vez que un
cosquilleo le recorría el esófago. Cerró los ojos un instante para intentar
visualizar la última sonrisa que Ayla le había dedicado: le acariciaba la
mejilla y el pelo con ternura, y tenía los pómulos y la nariz enrojecida por el
frío, pero aquellos ojos vidriosos y verdes le miraban solo a él, no a Matt, no
a Bam, no Alba, a él.
“Si hubiese tenido corazón, podría haberte amado” su
voz le cortaba el rostro como la gélida brisa alaskeña.
-¿Cómo encontraremos a Ayla en un lugar tan grande y
con tanta gente?-preguntó Gabe anonadado aún por la elegante decoración del
lugar.
Bear miró a su alrededor, o bien podía encaramarse a
la gran lámpara colgante que iluminaba desde el techo, o bien podía acercarse
al mostrador a pedir información: Tras la barra semicircular, bajo el cartel de
“Recepción” había un joven ordenando papeles y atendiendo al teléfono. Tendría
unos veinticinco o veintiséis años, el cabello corto y alborotado de un extraño
color naranja, pequeños ojos azules ocultos tras unas gruesas gafas de pasta en
un rostro redondo y mal afeitado. Camisa azul marino, abrochada hasta el cuello
y con pequeños estampados en blanco.
-Disculpe señor,-pronunció todo lo educadamente que
pudo, aunque colocase sus manos sudorosas en la impecable y brillante mesa de
mármol- me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano Gabriel…
El recepcionista le hizo callar poniéndose un dedo en
los labios, cogió el teléfono y comenzó a hablar sobre un montón de temas
editoriales y literarios que Bear no logró entender, después de que les hiciese
esperar más de diez minutos, el joven les atendió por fin:
-Me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano
Gabe.-repitió Bear pacientemente-venimos a ver a Ayla.
-¿Tienen cita?-preguntó el muchacho pelirrojo sin
levantar la vista de su ordenador.
-No, venimos a darle una sorpresa.
-Me temo que la señorita Hurst está demasiado ocupada
para recibir alguna sorpresa.
-¡Venga hombre! No seas así…-se quejó Gabey poniendo
sus enormes puños sobre la mesa, algo que al recepcionista no le hizo demasiada
gracia-¿A quién no le gustan las sorpresas?
Bear, sin perder la calma, extrajo de su cartera la
tarjeta que Ayla había regalado a cada miembro de la familia Brown, y que les
proporcionaba el acceso libre a todas las instalaciones de La Chica del Continente, tanto en la Costa Este como en la Costa
Oeste. El joven se miró la tarjeta con resignación y durante un instante que a
Bear le pareció eterno:
-Lo lamento caballeros,-el chico tenía una voz dulce,
pero utilizaba un tono muy impertinente, o eso le parecía a Bear, quizá solo
fuese el estirado acento británico- pero la señorita Hurst tiene una agenda muy
ajetreada esta semana, y le será imposible atenderles por el momento, ¿qué les
parece si les apunto para el día doce de dentro de dos meses? ¿A las diez de la
mañana les viene bien?
-¿Estás de broma?-gritó Gabey golpeando de nuevo la
mesa, mostrándole al mundo que aún no controlaba del todo su fuerza, y
provocando que al recepcionista se le deslizasen las gafas nariz a bajo.
Bear y Gabe aún discutían con el muchacho cuando la
puerta de uno de los cubículos se abrió y de ella salieron dos personajes: uno
era un hombre muy alto, de rostro alargado y bien afeitado, pelo negro, con
pecas en la cara, labios gruesos y ojos oscuros y almendrados. Vestía con un
traje negro muy elegante, a la vez que informal con las mangas de la americana
arremangadas y el nudo de la corbata granate suelto. La otra era una mujer, era
Ayla, o al menos alguien que se le parecía: las hondas de su pelo habían
desaparecido, en su lugar una cascada de cabello liso con mechas rubias le
envolvía el rostro hasta la nuca, llevaba una camisa blanca arremangada, con un
generoso escote, una falda de tubo negro, medias a juego y zapatos de tacón.
Los labios rojos iluminaban su sonrisa a millas de distancia. Bear siempre
había pensado que le quedaba extremadamente bien el carmín rojo. Charlaba
amistosamente con el caballero alto, que debía tener más o menos la edad de
Matt, aunque era mucho más atractivo que su hermano mayor. Para el gusto de
Bear, charlaban demasiado amigablemente, el hombre en cuestión se tomó las
confianzas suficientes como para empujar a Ayla suavemente por la cintura
mientras cerraba la puerta de la habitación de cristal.
-¡No puede ser!-Bear se dio la vuelta y cerró los
ojos. La voz de Ayla le recordaba siempre al viento alaskeño-¿Gabey? ¿Bear?
¿Qué hacéis aquí? ¡Por Dios menuda sorpresa!
El tono de ella era jovial y entusiasta, sin duda se
alegraba de verles. Bear se dio la vuelta, pero Gabe ya había corrido hacia su
amiga para abrazarla.
-Señorita Hurst, ¿les digo a estos caballeros que está
muy ocupada para atenderlos?-se pronunció el recepcionista poniéndose en pie.
-Por favor Teddy, te he dicho mil veces que no seas
tan formal, y que me llames Ayla.-explicó ella con suavidad- Y ya sabes que
cualquier miembro de la familia Brown es bienvenido aquí, Bear y Gabe son de la
familia.
Gabe se despegó de Ayla para volver a encararse con el
recepcionista. Golpeó el mármol y se puso de puntillas, aunque su estatura
pasaba de sobras la del joven pelirrojo.
-Ya lo has oído, somos familia. Esa chica que ves ahí
va a casarse con mi hermano.-le escupió Gabey en un impulso que empapó las
gafas de Teddy e hizo trizas el corazón de Bear.
Se acercó a ella lentamente mientras intentaba por
todos los medios disimular como temblaba de miedo. Una gota de sudor le resbaló
por la sien.
-Parece que estás ocupada.-pronunció el caballero alto
con una voz muy grave cuando Bear se hubo plantado delante de ellos- Te dejo
con tus amigos, gracias por atenderme, Ayla. Nos vemos la semana que viene.
Y le dio un beso en la mejilla de despedida, que Ayla
le devolvió cariñosamente.
-¿Quién era él?-preguntó Bear antipático y sin
aguardar a que el caballero se hubiese alejado lo suficiente.
Estaba claro que la pregunta tan desconfiada había
ofendido a Ayla, pero decidió responder con cortesía antes de iniciar una
discusión. Ella aborrecía las discusiones:
-Se llama Adam Ford, su mujer nos está escribiendo un
recopilatorio de relatos eróticos. Adam ejerce como su agente y hemos tenido
una reunión de negocios.
Bear suspiró más tranquilo, porque mientras Ayla
hablaba, observó como su “anillo de compromiso” se balanceaba entre sus pechos,
agitándose con su respiración. Ayla llevaba colgado del cuello el anillo de
plata y brillantes verdes que Matt le había regalado cuando “se
comprometieron”. Estaba claro que le tenía mucho cariño, puesto que había
encargado una cadena y un broche especial para sujetarlo en torno a su cuello,
y del que en pocas ocasiones se desprendía.
-Me alegro de verte Bear.-dijo en un tono más sobrio
mientras sus brazos se enrollaban en torno a su cuello. Él retuvo un suspiro
cuando sujetó contra si el pequeño cuerpo de ella, y sus pechos se aplastaron
contra su corazón que palpitaba a velocidades vertiginosas. Una ola de calor le
recorrió el cuerpo, sentía las sienes empapadas al tiempo que estrechaba su
espalda contra sí y el olor dulzón de su pelo le inundaba los pulmones.
-Queríamos darte una sorpresa.-pronunció Gabey incorporándose
a la conversación y salvando a su hermano de sufrir un infarto-Como no pudiste
venir por San Valentín, hemos venido nosotros, casi con un mes de
retraso-sonrió mostrando su diente mellado-pero así somos los Brown. El
objetivo principal era que viniese Matt, pero está con gripe, y como ya
habíamos comprado los billetes de autobús y hacía mucho tiempo que no te
veíamos, decidimos venir igualmente.
-Y me alegra que lo hayáis hecho. Me encanta tener
siempre a algún Brown correteando por mi oficina. Venid, subid a mi despacho y
así nos ponemos al día. Teddy, cancela el brunch
de las doce, dile a Lourd que lo aplazamos para esta tarde, y despeja mi agenda
para esta noche.
-Que profesional has sonado. Miradme, soy Ayla Hurst,
soy empresaria y tomo brunch con
gente famosa. Por cierto, ¿qué es un brunch?-se
burló Gabey, a lo que Ayla respondió dándole un puñetazo en el brazo.
-Venga chicos, tenemos mucho de qué hablar. No nos
vemos desde ¿navidad? -Ayla comenzó a subir unas escaleras de caracol muy
modernas, con escalones de color azul transparente que conducían al segundo
piso de la editorial y que ocupada su despacho personal. Andaba contoneando las
caderas, con andares torpes y graciosos por su poca práctica con los tacones
altos. Gabe la siguió, Bear cerraba el grupo-Ah, y Gabey-dijo deteniéndose de
golpe y advirtiendo al muchacho con un dedo acusador. No vayas diciendo por ahí
que voy a casarme con tu hermano. Matt y yo no estamos prometidos. No le dije
que sí.
Gabe sonrió pícaro:
-Llevas un anillo y como él mismo dice, tampoco le
dijiste que no.
AVANCE CAPÍTULO XXII: REGRESO A ALASKA
-¿Es que no te alegras de volver?-Matt tuvo que alzar
la voz para que pudiese escucharlo entre el sonido de las olas chocando contra
el casco del esquife.
-La última vez que estuve aquí-le grité-casi mueres en
mis brazos.
El frío polar de Alaska me arrancaba lágrimas de los
ojos vidriosos. Estaba cubierta por un grueso anorak que casi no me permitía
moverme. Una braga me cubría el cuello y me ocultaba la boca y llevaba el gorro
de lana apretado hasta la nuca. Estaba hecha una bola en un rincón de la
pequeña lancha que nos había transportado desde el puerto de Hoonah a la Isla
de Chichagof. Alaska era todavía más bonita en invierno: las costas estaban
heladas, cubiertas por una capa de hielo gris, la nieve no había llegado a Browntown,
pero las cumbres nevadas se alzaban imponentes tras los pinos y los cedros, a
través de una fantasmagórica capa de niebla. El cielo era de color ceniza, con
unos finos copos de nieve danzando al ritmo frenético del barco. Avistamos la
isla a la hora de embarcar. Matt se puso de pie de un salto, tambaleándose para
mantener el equilibrio hasta que consiguió agarrarse de un cabo de proa.
Llevaba el abrigo abierto y la cremallera del cuello del forro polar desabrochada. El viento le
ondeaba los rizos plateados. Tenía los ojos vidriosos y los labios cortados.
Las mejillas y la nariz enrojecidas. Su mantenía muy erguido, con la espalda
recta y los hombros abiertos, parecía un jarl vikingo en la proa de su barco
preparándose para un saqueo. No podía descifrar en que estaba pensando: tenía
la mirada expectante y la boca entreabierta, pero no parecía mostrar una
emoción concreta. Matt se debió percatar de que le observaba, se volvió
levemente hacia mí y me tendió la mano. Como pude me puse de pie, intentando
mantener el equilibrio para no caer por la borda. Rodeé a Matt por la cintura y
apoyé mi cabeza en su pecho mientras un brazo protector me sujetaba por los
hombros. Llevaba tantas capas de ropa que apenas podía sentir su calor corporal
ni el latido de su corazón. Ya casi habíamos llegado, se avistaba el humo de la
casa principal, donde había estado habitando Noah desde la partida del resto de
la familia. Matt me besó en la frente con unos labios gélidos, después me frotó
los hombros en un intento vano de que entrase en calor.
-No te preocupes,-dijo con voz calmada-en pocos
minutos estaremos calentándonos frente a la estufa.
* * *
Aunque era feliz por estar de nuevo al lado de Matt,
no podía evitar añorar mi cálido y confortable apartamento de Nueva York.
Recordaba lo relajante que me había parecido el levantarme al lado de Matt
aquel 1 de diciembre: verlo dormir desnudo, con su pecho hinchándose en un
sinuoso movimiento al tiempo que de su boca entreabierta se escapaban
divertidos ronquidos. A pesar de la mierda que nos rodeaba, no podía evitar
sentirme increíblemente feliz, así que desperté a Matt con un sonoro beso en
los labios. Él se sobresaltó, pero el verme tan cerca de su cara, sonrió como
solo él sabía hacerlo y me devolvió el beso. Me sentía fresca, despierta,
incluso preciosa… sexy, segura de mi misma. ¡Había recorrido el país para estar
a mi lado! El sol mañanero se colaba por el ventanuco, arrancando chispas de
aquellos preciosos ojos azules. Sin decir palabra y sin parar de darle suaves
besos en el rostro me acomodé sobre sus caderas y aproveché lo mejor que pude
la erección mañanera. Una vez terminamos, nos besamos como un par de
adolescentes un rato más antes de correr a la ducha a tocarnos mutuamente. Si
hubiese podido detener el tiempo en aquel instante, lo habría hecho: No sabía
que desprendía más calor, si la boca de Matt o el agua caliente recorriendo mis
labios entreabiertos. Su piel resbalaba como las serpientes: la acariciaba
mientras deslizaba las manos por el cabello húmedo y rizado. Después tomó mi
rostro por la mandíbula, con aquellos brazos musculosos y me besó con furia
bajo la ducha.
Con el pelo chorreando y la piel húmeda dejé que Matt
se deleitase con mi cuerpo una vez más antes de empezar el día. El agua
caliente nos había enrojecido la piel y soltábamos vapor como locomotoras. El
cuarto de baño se escondía entre la niebla. Una toalla blanca me envolvía el
cuerpo cuando me recliné ante el espejo. Matt estaba detrás de mí, totalmente
desnudo. Me sujetó los brazos mientras me besaba la oreja y me devoraba el
cuello. Sus ojos azules se reflejaban fantasmagóricos entre el vaho del cristal.
Me apartó el pelo hacia el hombro derecho y acarició presionando levemente mi
hombro izquierdo.
-Esto no estaba aquí antes…-musitó mordiéndose los
labios mientras examinaba la tinta incrustada en mi piel que cubría mi hombro y
parte del brazo-¿Son dragones? ¿Cómo no pude verlos anoche?
-Tenías la cabeza en otra parte.-“literalmente
hablando”-¿Te gustan?
-Me encantan.-dijo antes de besar el que volaba sobre
mi hombro. Sus manos se deslizaron bajo mis brazos y me cubrieron los pechos.
Notaba su miembro hinchado presionando contra mí. Me quitó la
toalla.-Inclínate.-ordenó mientras empujaba mi espalda suavemente ante el frío
mármol de la pica del baño.
-¿Otra vez, Matt?-le pregunté con la mejilla clavada
en la piedra.- ¿No has tenido suficiente esta mañana?
-Tengo que compensar tres meses de celibato.-respondió
con toda naturalidad.
-No puedo más. Si lo haces me vas a hacer daño.-le
contradije con voz ronca.
-Estás húmeda.
-No es cierto.
Introdujo dos dedos dentro de mí y me estremecí, lo
que fue de su agrado.
-Sí, si lo estás. ¿Quieres hacerlo?-me susurró al oído
mientras sus dedos presionaban la carne blanda oculta entre mis piernas.
-Sí.-respondí aunque supiese que la rozadura de su
miembro hinchado me causaría un molesto dolor y sensación de incomodidad que
perduraría todo el viaje.
-Bien.-me contestó serio al tiempo que se agachaba
para preparar la zona con la lengua antes de penetrarme. Me quedé quieta como
una estatua mientras le dejaba hacer: Envistiéndome contra el mármol con
gruñidos torpes y dejando que el líquido blanquecino se escurriese entre mis
piernas. Su peso sobre mi espalda me aplastaba los pechos contra el frío mármol
de la pica del baño.
Si hubiese sabido que la libido de Matt se perdería
después de ese último polvo, me hubiese esforzado más en complacerle.
CARTAS DESDE BROWNTOWN: CARTAS 4 Y 5
Isla de Chichagof AK,
09/14/2017
Querida
Ayla,
Te escribo desde mi improvisado refugio
construido con una lona de plástico entre dos árboles. No sé qué hora debe ser,
pero te aseguro que es noche cerrada. Me encuentro a unas tres millas del
campamento, pero una tormenta me ha obligado a detenerme a pasar la noche fuera
de casa. He cazado un venado, un macho joven de unos 48 o 50 kilos, una buena
presa. Es la segunda noche que paso fuera de casa desde que atracamos en casa.
Discutí con Bam nada más llegar, se ha ido Ayla, se ha ido, nos ha abandonado
otra vez, bueno, como hiciste tú. Ha ido a buscar a Allison de nuevo, esta vez
al continente. Se ha ido a Washington, así que ahora él está más cerca de ti
que de mí. Le recriminé que no tenía que marcharse, que no podía abandonarme en
un momento así y me dijo que yo tendría que hacer como él, coger un avión a
Nueva York e ir a buscarte. Le tomé como idiota, le regañé y me marché solo de
caza. Ahora él está en Washington, durmiendo calentito junto a la mujer que ama
mientras yo estoy bajo un toldo, helado y empapado hasta los huesos. Oigo como
las widowmakers caen a mi alrededor,
en cualquier momento me cae una en la cabeza y dejo la carta a medias. Desde
que abatí mi venado, a primera hora de esta mañana, un joven oso ha venido
siguiendo mi rastro, temo que me alcance ahora que me he detenido. Espero que
la tormenta le haya empujado a guarecerse y a dejarme en paz por fin. Perdona
por la caligrafía, pero tengo los dedos tan entumecidos que casi no puedo
escribir. Tengo tanto sueño… pero temo cerrar los ojos y no volverlos a abrir
nunca más. Además, cada vez que cierro los ojos apareces tú: en ocasiones estás
hermosa, me sonríes, me coges de la mano y buscas el calor de mi cuerpo… Esos
son los sueños bonitos. En otros estás llorando, llevas un vestido azul y tienes
sangre en las manos, me recriminas haberte utilizado y te pierdo para siempre.
Esos son los sueños que no me gustan.
Me he encontrado pensando en ti estos
días que he estado solo más de lo que me hubiese gustado: necesito sentir el
calor de tus labios sobre los míos, tu mano suave agarrando la mía, destrozada.
Tu cuerpo pequeño y frágil y tu aliento tan cálido susurrándome al oído que
eres fuerte por los dos… Si estuvieses aquí conmigo no tendría miedo, porque
entonces mi único miedo sería volver a perderte. Esta tormenta sería el día más
soleado del verano. ¡Por Dios, que frío tengo! ME tiemblan tanto las manos que
no sé si voy a poder acabar esta carta, aún tengo que explicarte muchas cosas,
y no sé si me dará a tiempo a todo. He escuchado un crujido entre los arbustos,
creo que tengo visita y la última widowmaker ha caído más cerca de lo que
debería. La lluvia es cada vez más intensa, los truenos me retumban la cabeza y
los rayos me están dejando ciego…Tengo mucho miedo.
Te necesito tanto Ayla, que creo que
cuando regrese a Browntown (si regreso) voy a hacer caso a Bam y voy a coger un
avión a Nueva York. Siempre me quedará la duda de que me abras la puerta o me
mandes a la mierda. También temo presentarme allí y encontrarte con otro,
supongo que ese miedo es recíproco, y no te culpo por ello.
Sabes que te quiero, sé que me quieres,
y no quiero volver a escuchar la excusa de que no puedes protegerme. No
necesito protección, de lo único que tengo que protegerme es de mí mismo.
Eternamente tuyo,
Matt.
Browntown
ak, 09/16/2017
Querida ayla,
Te alegrara saber que matt ha vuelto de
su caceria. Ha venido hecho polvo, cansado, mojado y helado, pero ha traido
comida a casa. A pesar de desobeder la orden de papa de no ir nunca a cazar
solo, esta muy orgulloso de su triunfo. Despues del incidente del oso, creo que
matt necesitaba demostrarle al bosque quien es en realidad. Ha venido herido,
no te preocupes que no es nada grave: pero tenia sangre en los nudillos, como
si se hubiese estado pegando contra un arbol y una brecha en la cabeza… no se
que estuvo haciendo, no ha abierto la boca sobre el tema, pero ya sabes como es
matt, se lo guarda todo hasta que explota.
Mama tampoco ha mejorado, papa, Gabe, la
chicas y ella se van mañana al centro medico de hoonah para que le receten algo
para el dolor y para calmar esa tos tan fea.
Te mantendre informada,
Bear.
-¿Hoy no desayunas en tu tipi indio?-me preguntó
Bear cuando entró en la cocina de la casa de Santa Mónica y me encontró
desayunando cereales.
-Me he quedado sin provisiones.-sonreí con la boca
llena de leche y bolas de miel.
-Creía que ya no querías volver a casa por tu
repentino odio hacia toda la humanidad.-respondió mi hermano pequeño mientras
se llenaba un bol y se sentaba a mi lado.
En la gran mesa donde antaño fuimos nueve, ahora
solo estábamos dos. Bam y Noah ya no vivían con nosotros y Gabe pasaba largas
temporadas fuera de casa. Así que prácticamente éramos cuatro hermanos Brown
los que quedábamos en lo que llamábamos Browntown: Bear, las chicas y yo.
Recientemente me había trasladado al patio trasero, que daba a un pequeño
bosque, donde había montado una tienda de campaña, decorada como un tipi indio
y había montado una cerca entrelazando ramas de madera. No era mi antigua choza
de neumáticos con su verja para zombis, pero era mucho mejor que aquella
pequeña y claustrofóbica casa donde no hacía otra cosa que esquivar al perro, a
los gatos y a mi hermanos a cada paso que daba.
La relación entre Bear y yo era más o menos cordial,
especialmente cuando nuestros padres se encontraban delante, sino, intentábamos
mantener las distancias por el bien de nuestra integridad física. La cicatriz
de la ceja derecha brillaba con la luz matutina que entraba por la ventana. Aun
recordaba aquel día, justo cuando volví de Hawái, y tuve que explicar a mi
familia que Ayla y yo ya no estábamos juntos… Atribuí la ruptura al nuevo
trabajo de Ayla, sin dar demasiados detalles, y pedí que respetaran mis
momentos de soledad, algo que, obviamente mi familia no obedeció.
Bear y Gabe vinieron a buscarme al jardín, yo estaba
entretenido montando unas flechas con ramas de naranjo, abalorios de Rainy y
algunas plumas que había encontrado en el patio y había pintado con colores
vivos. Las puntas de las flechas estaban talladas con una navaja.
-Sentimos mucho lo de Ayla, hermano. Sabemos que la
querías muchísimo, debe de ser algo muy difícil de superar-se excusó Gabe como
si fuera culpa suya, midiendo muy bien las palabras que empleaba-¿podemos hacer
algo para ayudarte?
Forcé una sonrisa, aunque mis esquivas miradas
delataban mis auténticos pensamientos:
-Estoy bien, gracias, solo quiero estar solo un
rato.
-¿Seguro?-insistió Gabe.
-Sí.
Me levanté de mi puesto indio y me apoyé sobre las
ramas del naranjo, dando la espalda a mis hermanos. No quería que me viesen
llorar. Suspiré hondo y me concentré para dejar de temblar. Ni siquiera podía
mirar a Bear a la cara, porque cuando lo hacía, me lo imaginaba con ella, y eso
me mataba por dentro. Apreté la mandíbula y los puños para contenerme. Bear me
puso una mano en el hombro, fraternal, pero aquello fue demasiado para mí:
-Matt, sabes que estamos aquí para cualquier cosa…
No lo pensé ni un momento, me giré violentamente y
le arreé a Bear un puñetazo en la ceja con todas mis fuerzas que lo hizo
tambalear y caer al suelo. Gabe corrió a su auxilio mientras Bear se
incorporaba desconcertado, asumiendo que le había dado un puñetazo. Estaba
pálido como un fantasma. Se tocó la herida y abrió los ojos como platos al ver
la sangre mientras sus labios balbuceaban.
-¿Es que has perdido la cabeza, Matt?-me regañó
Gabey saliendo de sus casillas.
Miré mi puño goteando sangre, mis anillos le habían
rasgado la piel a Bear y le habían abierto una herida sobre la ceja derecha
como si se tratase de un puño americano. En seguida me sentí culpable y empecé
a temblar anonadado, aun asumiendo lo que acababa de hacer. Había pegado a mi
hermano por una chica ¿cómo había podido? ¡No me lo perdonaría nunca! Sería
otra gran decepción para mis pobres padres, de nuevo, la oveja descarrilada de
la perfecta familia Brown.
Sin embargo, Bear me miró desafiante. La sangre le
corría por el rostro como una cascada de lágrimas rojas y le empapaba el pelo,
tiñéndolo de granate y pegándosele a la sien. Mi rabia y mi furia eran
incontenibles.
-¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Maldita sea!-le grité
apretando los puños hasta que se me marcaron las venas de los brazos-Sabías
cuanto la quería, sabías cuanto significaba ella para mí.
-¿De que estáis hablando?-preguntó Gabe, mirándonos el
uno al otro sucesivamente.
-Yo no la busqué Matt.-Bear se levantó y se limpió
el exceso de sangre con el reverso de la manga y escupiendo en el suelo-Ella
vino a mí.
* * *
-Chicos, lamento interrumpir,-Gabe asomó sus rizos
castaños por el marco de la puerta. Parecía preocupado-pero esta mañana me ha
llamado Alba.
Bear y yo casi nos atragantamos con los cereales.
-¿Alba? ¿Alba, Alba?-preguntó un atónito Bear.
-Sí, esa Alba. Me ha llamado desde Nueva York.
Chicos…-respiró profundamente, estaba buscando las palabras más adecuadas para
contar algo importante-se trata de Ayla.
El corazón se me aceleraba nada más escuchar su
nombre. Prometimos que no querríamos saber nada más de ella, que el contacto
entre Hurst y la familia Brown desaparecería para siempre, y eso incluía a
Bear, a Gabe y su constante tira y afloja con Alba. Si ella le había llamado,
es que algo malo ocurría. Inconscientemente, mis manos empezaron a temblar y
mis músculos se agarrotaron en una sensación similar a cuando estás en alta mar
y ves una tormenta que viene directa hacia ti. Se me secó la garganta y el aire
no me llegaba a los pulmones. Humedecí los labios, nervioso. Intenté que no se
viera reflejada mi preocupación, pero una negra corazonada me decía que tendría
motivos para ello.
-¿Qué le pasa a Ayla?-preguntó Bear que no parecía
tan alterado como yo.
-No sabemos dónde está…-murmuró Gabe con un hilo de
voz.
Me levanté de un salto y sacudí a Gabe por la solapa
de la camisa de cuadros. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Estaba
blanco y empapado en sudor frío:
-¿Cómo que no sabes dónde está?
Bear se levantó y me apartó de mi hermano. Gabe se
arregló la ropa.
-Ayla tuvo una cena en San Francisco, después
tendría que haber vuelto a Sonoma, pero no lo ha hecho. Teddy ha dicho a Alba
que Ayla lleva días sin aparecer por la oficina. Tampoco está en Nueva York, ni
en la casa que le prestaron en San Francisco…
-¿Cuándo fue eso?
-El viernes pasado.
-¿¡El viernes pasado?!-grité llevándome las manos a
la cabeza-¡Ha pasado más de una semana! ¿Habéis esperado tanto para daros
cuenta de que Ayla no está? Gabe, llama a Alba de inmediato, tenemos que encontrarla.
-¿Qué está pasando?-dijo Rainy entrando por la
puerta, alarmada al escuchar mis gritos, pero la ignoré, estaba demasiado
histérico ante la perspectiva de que nadie supiese nada de Ayla desde hacía más
de una semana. Su cabello castaño y corto la hacía parecer más mayor de lo que
en realidad era.
-Ayla tuvo una cita el viernes en San
Franciso-explicó pacientemente Gabe-Alba cree que salió mal y que por eso Ayla
no contestó sus llamadas ni sus correos durante los dos primeros días.
“Muy típico de Ayla, encerrarse en si misma cuando
no quiere hablar de algo que le preocupa”.
-Al tercer día empezó a preocuparse, entonces llamó
a Teddy y descubrió que Ayla no había vuelto a la editorial el fin de semana
después de la cena, y que, de hecho, llevaba varios días sin aparecer por la
oficina. Teddy está histérico, no sabe cómo reprogramar la agenda de la
editorial. Ayla tampoco le contesta los mensajes. Empiezan a estar preocupados…
“No es la primera vez que Ayla desaparece sin decir
nada, pero si es la primera vez que no le ha dicho a nadie donde va. Esto no me
gusta nada. Algo malo está pasando”.
-¿Y por qué te ha llamado a ti para preguntarte si
sabías algo?-le pregunté a Gabe conociendo su extenso historial con Alba.
-Porque la cita fue conmigo.-respondió solemne Bear,
sentado detrás de mí.
Rainy se llevó las manos a la boca, sorprendida.
Aquel instinto primitivo que dormía dentro de mí despertó hambriento y voraz,
me abalancé sobre Bear y lo tumbé sobre la mesa, agarrándolo por la solapa de
la camiseta. Mi hermano cerró los ojos y se cubrió el rostro para soportar el
golpe, Gabe y Birdy me agarraron de la camiseta y tiraron de mi con fuerza para
evitar que pegase se nuevo a Bear.
-¡Matt, relájate!-me ordenaba Gabe.
-Saca a las niñas de aquí, Gabey.-le repetía con los
ojos inyectados en sangre mientras Bear pataleaba insistente para alejarme de
él.
-¡Basta ya!-se interpuso la pequeña Rainy entre
nosotros alzando la voz y dejando al resto fríos como el hielo.
Rainy se había interpuesto entre nosotros, por ese
motivo, y como era la pequeña, todos nos detuvimos de golpe para evitar
dañarla. Lo cierto es que Rainy era más mayor y más madura de lo que nos
pensábamos.
-Ya está bien.-nos ordenó a todos sublime-Debemos concentrarnos,
a pesar de que Ayla y Matt ya no estén juntos, Ayla sigue siendo de la familia.
No sabemos nada de ella, podría haberle pasado algo, podría estar en peligro.
Debemos encontrarla.
Bear y yo nos separamos, no sin antes fulminarnos
con la mirada. Nadie, a excepción de nosotros dos había entendido mi arrebato
de furia contra él, pero, como siempre, nos mantuvimos en silencio. No era mi
primer ataque de rabia, y como toda mi familia sostenía que todavía sentía algo
por ella, nadie preguntó, puesto que dieron por supuesto que mi repentino
ataque de celos fue por la angustia de no saber dónde podría estar ella.
-¿Deberíamos llamar a la policía? ¿Y si la han
secuestrado?-preguntó Birdy angustiada mientras todos nos reuníamos alrededor
de la mesa.
-No, hubiesen pedido algún rescate por ella.-dije de
inmediato descartando la hipótesis-Escuchad,-alcé la mano-conozco a Ayla mejor
que a mí mismo, no es la primera vez que huye sin decir nada a nadie cuando
tiene un problema, si ni siquiera se lo ha contado a Alba es que está metida en
un buen lío. Hay que analizar sus movimientos desde el viernes por la noche e
intentar averiguar donde ha ido. Gabe, llama a Alba, y pon el manos libres.
Gabe obedeció y marcó el número de Alba. Una gota de
sudor frío me recorrió la frente. Sentía mi corazón palpitar a toda prisa
mientras el teléfono daba señal. Alguien descolgó y escuché la voz mecánica y
temblorosa de la amiga de Ayla al otro lado del teléfono:
-¿Gabe, sabes algo de Ayla?-preguntó ella con la voz
llorosa.
-Alba, soy Matt. Te escuchamos todos.-le informé.
-¡Matt! Gracias a Dios.-dijo entre llantos-Por
favor, dime que sabes algo de ella, por favor, dime que ha ido a buscarte.
Tragué saliva. El sudor me empapaba cada vez más la
frente y la vista se me nublaba.
“¿Dónde te has metido, Ayla?”-supliqué para mí
mismo.
-No, no sé nada de ella, pero escúchame atentamente.
La vamos a encontrar, de acuerdo. Te lo prometo.-le respondí para calmarla.
Alba gimió al otro lado de la línea, estaba preocupadísima-Vamos a ver: cuando
fue la última vez que vista a Ayla.
-El viernes pasado-se sorbió los mocos-por la mañana
cogió el tren hacia San Francisco, Teddy estuvo hablando con ella durante el
trayecto hasta la ciudad y desde entonces no sabemos nada. El sábado tendría
que haber vuelto a Sonoma, pero le perdimos la pista, no responde a mis emails
ni me contesta las llamadas… Sé que es normal que Ayla desaparezca sin avisar,
pero es raro que no me haya dicho dónde está. Estoy preocupada, Matt.
-Lo sé Alba. Yo también lo estoy.-admití para su
sorpresa y para la de sus hermanos-¿Has ido a su apartamento de Nueva York?
Quizá ahí hay alguna pista sobre su paradero.
-No, en seguida iré para allá.
-Bam y Allison están en Jersey.-añadió Rainy-Les voy
a enviar un mensaje para que se acerquen, quizá puedan ayudar.
Bam siempre había tenido una relación muy cercana y
fraternal con Ayla, seguramente se pondría tan histérico como él en cuanto se
enterase de que había desaparecido.
-Me parece una buena idea, Rainy. Alba, si vais al
apartamento de Nueva York aseguraos de revisar el cuartucho de arriba. El que
hay tras el cuarto de la lavadora.
-¿Conoces la habitación secreta de Ayla?-se
sorprendió Alba.
Mis mejillas enrojecieron pensando en lo que
habíamos hecho en aquella habitación, pero si Ayla planeaba algo, seguro que
allí habría alguna pista. Me aclaré la garganta y desvié la mirada:
-Parece ser que Bear fue el último que vio a Ayla.
¿Sobre qué hora os despedisteis?
-Antes de medianoche.-reflexionó Bear apartándose el
pelo de la cara-Estábamos en la casa que le habían dejado en San Francisco,
pero de repente, ella se marchó.-se encogió de hombros-Dijo que se marchaba a
casa. Supuse que se había regresado a Sonoma.
-Birdy, Bear y yo iremos a la editorial a ver si
encontramos alguna pista.-Rainy estaba demostrando una madurez impropia de su
edad.
-Está bien.-refunfuñé no demasiado convencido-Vamos
a pensar, Ayla dijo que se iba a casa, pero no está en Nueva York ni en la
editorial, ¿crees que podría haber regresado a España?-pregunté a Alba.
-Lo dudo, Ayla no visita España desde que murió su
madre.
“¿Su madre había muerto? Porque no me había dicho
nada”
Apreté con fuerza el puño y golpeé con fuerza la
mesa, intentando controlar la furia que cada vez crecía más en mí.
-¿Lía lo sabe?
-No he querido avisar a Lía hasta agotar las
posibilidades. No quería preocuparla-admitió Alba-Por eso quería hablar con
vosotros primero.
-De acuerdo, no le diremos nada a Lía. Vamos a ver,
¿dónde podría haberse marchado Ayla?
-Matt…-me interrumpió mi hermano menor.
-Ahora no, Bear.-le dije temblando de los nervios y
mascullando entre dientes.
Sentía el corazón latiéndome a toda prisa bajo mi
pecho, a punto de estallar en cualquier momento.
-Debes saber algo.
-Ahora no es el momento.
Pero mi hermano insistió:
-Ella me rechazó, ¿vale?
El resto de mis hermanos se miraron confundidos:
-¿De qué están hablando?-susurró Birdy.
Miré a Bear con la mirada repleta de ira.
-Sigue enamorada de ti.-agarré a Bear por el cuello
de la sudadera roja y lo arrastré al pasillo, lejos de las miradas indiscretas
y los cuchicheos entre mis hermanos.
-¿Qué quieres decir?-le pregunté mordiéndome los
labios.
-Ella seguía llevando el anillo que le regalaste.
Intenté besarla pero ella me rechazó, me dijo que lo nuestro era algo que tenía
que pasar una vez y ya está, y luego algo de unos caminos que se cruzaban pero
no se unían.-Bear sacudió la cabeza, nervioso, intentando recordar cualquier
detalle que desvelase su ubicación.
Solté a Bear y este se sacudió la sudadera mientras
me miraba feroz a través de sus mechones de pelo rubio oro.
-¿Dijo que estaba enamorada de mí?-pregunté
serenamente temiendo tanto que la respuesta fuera tanto sí como no.
Mi hermano tragó saliva, sentía su mirada almendrada
perforándome el alma, no dejaba de apartarse el pelo de la cara, estaba casi
más nervioso que yo por la desaparición de Ayla. Él había sido el último que la
había visto, y temía que algo que él hubiese dicho o hecho, que hubiese
desvelado sus intenciones respecto a ella habría sido el detonante para que
Ayla se marchase.
-No exactamente. Se culpabiliza por vuestra ruptura,
por haberte perdido, pero no por acostarse conmigo.-la saliva se acumulaba en
su garganta dificultándole el habla- Te perdió el día que decidió regresar a
Nueva York, el día que os separasteis.
Recordaba aquel amargo día como uno de los más duros
de mi vida. Desvié la mirada, me sentía humillado y avergonzado. ¿Ayla seguía
enamorado de mí y había rechazado a Bear? No entendía nada, mi cabeza estaba a
punto de explotar, pero si no lográbamos averiguar donde se encontraba Ayla,
nunca lograría saber cuáles eran sus auténticos sentimientos hacia mí, y cuáles
eran los míos hacia ella.
-¿Te dijo algo más?
Bear volvió a encogerse de hombros:
-Palabras y frases sin sentido que no llegué a
comprender. Hablaba más para sí misma que para mí. Solo dijo que se iba a casa,
a dónde empezó todo.
Mi cuerpo se tensó y el corazón de me detuvo durante
un instante que me pareció eterno. Abrí los ojos como platos y los clavé en mi
hermano:
-¿Eso te dijo?
-Sí, ¿por qué?
Intenté marcharme, pero Bear me sujetó por el
hombro:
-Matt,-dijo tragando saliva y apartándose el pelo-debes
saber que no era una cita, ella solo me hizo un favor acompañándome a una gala,
pero aun así, deberíamos hablar de lo que pasó entre Ayla y yo…
Me deshice de su brazo agitando mi cuerpo
bruscamente:
-Hablaremos cuando la encontremos,-le respondí
acuchillándolo con la mirada- y sepa que está bien, que está sana y salva.
Regresé de nuevo al comedor, dando grandes zancadas
y a paso firme y decidido, mis hermanos seguían reunidos alrededor del teléfono
con la voz de Alba sonando por el altavoz. Aparté a Gabey de un empujón:
-¿Alba?
-¿Qué pasa Matt?
-Seguiremos este plan: Tú, Bam y Allison registrad
la habitación secreta del apartamento de Nueva York, las chicas y Bear se
marcharán hacia la editorial. Gabe se quedará en Los Angeles y hará de enlace
entre todos nosotros.-agarré a Gabe por los hombros, autoritario y le señalé
con un dedo acusador que lo desconcertó- Mira revistas de prensa rosa, Internet…
algún paparazzi la habrá intentado cazar.
-Está bien.-respondió mi hermano alzando los brazos,
rindiéndose-¿Qué vas a hacer tú?
-Voy a buscar a Ayla.
Tomábamos el brunch en un pequeño y luminoso comedor
en los pisos superiores de la casa de campo: el comedor que tenía la mesa de
hierro forjado y cristal y la ventana daba a los viñedos. Unos pajaritos, creo
que eran gorriones, revoloteaban cerca de las cortinas blancas, tan blancas y
puras como el mantel de nuestra mesa. Era una mañana inusualmente fresca de
principios de verano en Sonoma, y el valle se había despertado empapado en
rocío, con una brisa fría que agitaba a los viñedos.
Alba y yo desayunábamos tortitas con sirope de
caramelo y trocitos de frutas. Mi amiga llevaba un veraniego vestido de flores
de colores y una cinta de azul sujetando su largo pelo negro. Al lado del plato
de tortitas tenía encendida la tableta electrónica con la agenda del día,
hablaba de cifras, ¿o era de marketing? Lo cierto es que no la estaba
escuchando, mi mente vagaba lejos, con aquellos pajaritos revoltosos. Yo no
tenía muchas ganas de vestirme esa mañana, y había obtado por pantalón corto
blanco y camiseta ancha gris.
-Alfie ha ido a promocionar su nueva película al
programa de Ellen, y cuando le han preguntado sobre su vida personal, ha dicho
que tenía el corazón roto y se ha hecho la víctima.-explicaba Alba con la boca
llena de trocitos de fresa-Tranquila, no ha dicho tu nombre directamente, pero
lo ha insinuado. Creo que estaría bien, ya sabes, para mejorar tu imagen que la
gente te viese haciendo algo bonito: en un refugio de animales o algo por
estilo.
-Me he acostado con Bear.
Alba se mordió la lengua y abrió los ojos como platos,
aunque no se limitó a articular palabra, simplemente, se levantó de su silla
con elegancia, cogió su delicada copa de vidrio tallado y me tiró el zumo de
naranja a la cara sin que se le revolviera un solo pelo de la cabeza.
La naranja me irritó los ojos mientras buscaba a
ciegas un pañuelo con el que limpiarme la cara, pañuelo que Alba no me
facilitó. Volvió a sentarse en su asiento y cruzó los brazos sobre el pecho,
indignada:
-¿Cuándo?-preguntó como si se tratase de un
interrogatorio de policía y sin perder la sobriedad.
-Hace unos meses, en Pascuas, el fin de semana que
vinieron aquí Bear y Gabe. Matt estaba con gripe.
-¿Lo sabe alguien más?
-A parte de ti, no.
-Bien. ¿Pero tú sabes en el pedazo de lío que te has
metido, Ayla Hurst?-me zarandeó histérica de los hombros-¿Qué pasa con Matt? ¿Y
con la boda? ¡Ah, ya lo entiendo todo! Por ese motivo has estado estos meses
tan concentrada en tu trabajo… Tenías miedo de enfrentarte a esto.
-Necesitaba contárselo a alguien. Admití. Estoy
confundida.
-¡Claro! Y tú genial idea es meterme a mí de por
medio, ¿no? Soy la subdirectora de una editorial, tengo mucho trabajo.
-Exacto, y también eres mi mejor amiga, y por tanto,
tienes que aguantar mis tonterías. Créeme, lo pone en el contrato.
Alba sonrió.
-Está bien. Si hay algo en lo que soy buena es
solucionando problemas, aunque no sé cómo vamos a salir de este lío. Primero de
todo, cuéntame cuándo fue.
-Después de la cena del viernes, aquella en la que
discutiste con Gabe y os mandé a hacer las paces.
-Recuerdo esa noche. Tienes razón, fue cuando Matt
estaba enfermo. Bebiste mucho vino, no sueles beber cuando Matt está contigo.
¡Eso es!-gritó en un entusiasmo un tanto extraño-Estabas borracha cuando te
acostaste con Bear.
-La primera vez sí.
-¿La primera vez?-los ojos de Alba irradiaban furia,
mientras yo me hacía pequeña como un garbanzo. Evité su mirada y comencé a
juguetear nerviosa con mi colgante-¿Es que pasó más de una vez?
-Dos, bueno, tres.-confesé llevándome el anillo de
oro con cristales verdes a la boca mientras lo mordisqueaba inquieta.
-¿Tres?-Alba se levantó e intentó agarrar mi copa de
zumo para lanzármela a la cara, pero conseguí arrebatársela a tiempo.
-Ni se te ocurra.-le escupí tensando la mandíbula.
-¿Por todos los santos, Ayla?-se exasperó
gesticulando exagerada en un gesto muy español-¿En que estabas pensando?
“Exactamente, no sé en lo que estaba pensando”
-No me seas melodramática, Alba.-forcé una sonrisa
para intentar quitarle hierro al asunto, aunque el ceño fruncido de mi amiga me
resultaba de lo más incómodo-Todos sabíamos que, tarde o temprano, esto iba a
suceder, entre Bear y yo había algo… asuntos que debíamos resolver.
“Un asunto llamado Tensión Sexual No Resuelta”.
-¡Tres veces, Ayla! ¡Tres jodidas veces! ¿Tantas
cosas teníais que resolver para que te lo tirarás tres veces?-me encogí de
hombros, sin saber bien qué decir-Creía que ya se te había pasado la tontería
con Bear…-su tono de voz de decepción no me gustaba nada. No me había sentido
mal, ni culpable en ningún momento desde que había sucedido aquello, no hasta
que Alba me había dado la charla-Estuviste varios meses sin hablar con Matt,
prácticamente os odiabais, no os podíais ni ver, entonces hubiese sido el
momento de resolver tus “asuntos” con Bear. Pero no después de que Matt se
plantase en tu casa en plena noche y al día siguiente cogieses un vuelo para ir
a Alaska con él y encima ¡volvisteis prometidos!
Incliné la cabeza hacia atrás, cansada mientras mi
pelo ondulado caía sobre la silla:
-Matt y yo no estamos prometidos. Nunca le llegué a
decir que sí. (Aunque tampoco le había dicho que no)
Se me encogía el corazón cada vez que escuchaba a
Matt hablar de la boda con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Tenía el
teléfono móvil sobre la mesa, lo miré de reojo, para asegurarme de que no
recibía una inesperada llamada del susodicho.
-¿Se puso de rodillas y te regaló un anillo, verdad?
Entonces estáis prometidos.
Cuando me despedí de Alaska, también me despedí de Bear,
pero no estaba preparada para renunciar a él. En realidad, tampoco estaba lista
para despedirme de Alaska, ¿por ese motivo me aferraba tanto a Bear? Porque era
lo único que me quedaba de Alaska, incluso Matt se había vuelto más cosmopolita,
había perdido su olor a tierra mojada, había perdido su esencia.
-Oye, a mí no me sermonees con eso, te recuerdo que
aquel fin de semana tú también te acostaste con Gabe.-le reproché a Alba en una
intentona de dejar de ser el centro de atención.
Incliné la ceja mientras las mejillas de Alba se
ruborizaban:
-Fue un polvo de despedida y además, ahora no
estamos hablando de mis errores, estamos hablando de los tuyos.
Me señaló el pecho con un dedo acusador decorado con
un anillo en forma de mariposa y las uñas pintadas de rosa.
-Ya, seguro.-le respondí incrédula-También teníais “asuntos
pendientes”, ¿verdad?-dije apartándole el dedo con brusquedad.
Pero Alba tenía razón. Ya habría tiempo para que la
sermonease yo a ella.
Mi amiga respiró hondo y se arregló el pelo con las
manos:
-¿Qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar a Matt?
-No, ni pensarlo. Es muy sensible, además, sabes que
le quiero. No se merece volver a pasarlo mal por mi culpa.
-¡Eso es genial!-Alba sacudió la cabeza en un gesto
desconcertante.
“¿Ah, sí?”
-Eso significa que no sientes nada por Bear, que fue
cosa de un fin de semana, para resolver “esos asuntos pendientes” pero que amas
a Matt y te vas a casar con él. Tienes razón, no tiene por qué enterarse.
Alba parecía aliviada al resolver aquel lío de una
manera tan rápida y sencilla: Callando como una puta, una parte de mí estaba de
acuerdo con ella. Solo había sucedido una vez, ¿para qué revolver el pasado? A
los muertos hay que dejarlos en paz. Pero, ¿qué pasaría cuando volviese a ver a
Bear? ¿Qué sucedería entre nosotros? ¿Cómo reaccionaríamos? Con discreción miré
la pantalla de la tableta electrónica de Alba, fijándome histérica en el
calendario.
-Sé que no debería preguntarte esto-dijo Alba
aclarándose la garganta después de servirse zumo de nuevo-pero, por curiosidad,
¿cómo es Bear en la cama?-esquivaba mi mirada y sus mejillas se sonrojaron.
Sonreí ante su inocencia-Ya sabes, él parece tan extremo…
Medité unos segundos, buscaba la palabra adecuada
para describir a Bear. Tenía clara que la palabra de Matt era “intenso”, pero,
¿cuál era la de Bear?
Me mordí el labio inferior mientras me apartaba un
mechón de pelo rebelde de la cara, rememorando con deleite los momentos íntimos
con él. Un hormigueo me recorría el cuerpo entero cuando pensaba en el roce de
sus caderas contra mis muslos. En sus caricias y en el tacto de su pelo liso, el
olor a almizcle de su cuerpo y la calidez de su boca. Sonreí picara. Si cerraba
los ojos, aún lo escuchaba gemir mientras sudaba contra mi pecho desnudo.
-Insaciable.-dije convencida-Bear es insaciable.
Habían sido unas largas horas en autobús desde Los
Ángeles, pero a los hermanos Brown les produjo cierta sensación de alivio, el
hecho de salir de la metrópolis y encontrarse en una vasta extensión de campo:
no era la naturaleza salvaje a la que estaban acostumbrados, es más ni se le
parecía. No había montañas, ni nieve ni osos, ni siquiera árboles. Solo era un
gran terreno de viñedos que empezaban a echar hojas al inicio de la primavera.
Tampoco olía como Alaska, aun se notaban los carburantes de los vehículos en el
aire y los químicos que les echaban a las viñas. Gabe Brown asomaba la cabeza
por la ventana del autobús como un perrito al que sacan a pasear, a su lado,
Bear dormitaba utilizando su mochila a modo de cojín:
-¡Despierta hermano!-le sacudió Gabey por los
hombros-ya casi hemos llegado.
Desde que se habían instalado en California, que
Gabriel Brown se había vuelto más “cosmopolita” había dejado crecer su
alborotado pelo rizado, se había tatuado la cabeza de un lobo en una pierna y
se había hecho un piercing en la ceja. Bear, en cambio, mantenía su cabello
largo y liso y la frescura y el perfil animal que lo caracterizaba en su vida
salvaje.
Hacía rato que habían pasado el enorme cartel de
madera que daba la bienvenida al Valle de Sonoma, con letras enormes y un
racimo de uvas moradas. Ya habían pasado varias bodegas, lujosas casas antiguas
reformadas donde los turistas acudían a catar los famosos vinos y mostos del
valle.
La última parada del autobús destartalado lleno de
alemanes, holandeses y suecos fue en la entrada de la Bodega de Nuestra Señora
de Guadalupe, allí fue donde los dos hermanos Brown se separaron del grupo de
extranjeros en pantalón corto y prosiguieron su camino a pie, durante una milla
al norte. Cargados con sus mochilas y en camiseta de tirantes, el sol
californiano pegaba fuerte esa mañana de principio de marzo, y aunque Bear,
Gabe y toda su familia llevase casi un año viviendo en el sur, aún no habían
logrado adaptarse a ese horrible calor. Había sido un año de lo más intenso
para la familia Brown: Matt había vuelto de la rehabilitación y Ami estaba
respondiendo bien al tratamiento. Bam se había ido a vivir con Allison a la
Costa Este y Noah se había prometido y planeaba su boda para finales del verano
siguiente. Gabe había perdido la virginidad y Rainy se había hecho mayor, pero
una de las cosas que más había impactado a Bear Brown aquel último año (por
supuesto, no tanto como la enfermedad de su madre) era la aparición de Ayla
Hurst en su vida. Había sido una soleada mañana de principios de primavera,
justo como aquella, en la Isla de Chichagof, en el condado de Honnah-Angoon,
Alaska, cuando su hermano mayor había desembarcado en la playa de Browntown,
llevando a una chica tímida de la mano: una joven de cabello castaño rojizo,
ojos heterocrómicos y rasgos suaves y delicados. Una chica que cambiaría la
vida de toda la familia.
El camino de tierra polvorienta llevó a los dos
exhaustos y sudorosos hermanos Brown hasta una verja de hierro forjado,
decorada con espléndidos racimos de uvas y hojas de parra, con dos querubines
custodiando la entrada. Un cartel dorado en elegante caligrafía daba la
bienvenida a El Balcón del Mediterráneo.
Un guardia de seguridad les cortó el paso en la
entrada, pero Bear y Gabe sacaron unas tarjetas de sus bolsillos que les
abrieron las puertas de la finca de par en par. Penetraron por el camino de
adoquines que conducía al gran casoplón rodeado de viñedos. La casa era una
antigua bodega del siglo xix, pintada de blanco con pequeñas ventanitas
arqueadas y de unos cuatro pisos de altura. Un patio de arcos de medio punto en
la parte inferior y rojos tejados en las almenas. Los muchachos atravesaron el
patio interior deleitándose con la espectacular arquitectura del lugar: en el
centro había una fuente con esculturas mitológicas, tanto griegas como nórdicas
y alrededor alegres parterres de flores de brillantes colores que envolvían el
aire con un suave aroma y que complementaba la frescura del recién regado césped.
A ambos lados del patio había dos grandes puertas de roble y hierro forjado que
conducían a las bodegas donde se almacenaba el vino y los otros productos
vinícolas que allí se elaboraban. Por las paredes había pequeñas placas de
arcilla explicando los distintos tipos de uvas que allí se cultivaban, la
mayoría provenían del sur de Francia y del este de este de España, y por eso
daban ese nombre a las bodegas, además de recordar los orígenes de su
propietaria. Aunque lo que de verdad destacaba de ese lugar era la enorme
puerta de cristal al fondo del patio, y que rompía con el estilo rústico del
resto del complejo. Los muchachos se acercaron asombrados, en un lateral se
adivinaba una placa dorada con una inscripción en negro: Bodegas El Balcón del Mediterráneo. Editorial: La Chica del Continente.
Los hermanos intercambiaron una mirada y un
encogimiento de hombros y entraron a la ajetreada oficina. La tranquilidad que
se respiraba en el exterior de la casa no tenía nada que ver con el interior de
la editorial: el suelo estaba hecho de mármol blanco resplandeciente, tanto que
a ambos hermanos les dio miedo mancharlo con sus botas llenas de tierra. Había
gente andando por todas partes: mujeres y hombres trajeados con un montón de
papeles y hablando a gritos por el teléfono móvil. La sala era ancha y
alargada, con varios cubículos de cristal opalizado al final del pasillo y una
estatua de tres dragones de hierro azulado, peleándose entre ellos, decoraba el
centro de la estancia. Una inscripción se leía en una placa al pie de la
escultura: “para A. Hurst de parte de M.
Michaels”. Gabe se acercó para leer la inscripción detenidamente, pero Bear
le llamó la atención con temor a que su patoso hermano rompiera aquella valiosa
pieza.
Al ver a tanta gente arreglada, Bear y Gabe sintieron
vergüenza de sus brazos y sus hombros desnudos, se soltaron las mochilas y se
pusieron unas camisas sobre los tirantes, la de Gabe era de cuadros rojos y
negros, la de Bear de estampado de camuflaje. Disimuladamente y a espaldas de
su hermano, sacó un espejito del bolsillo de sus vaqueros y un peine plegable y
se arregló su pelo largo del color del oro fundido, como solía decir Ayla. Bear
sonrió al recordarlo, no había sentido miedo hasta ese instante, pero poco le
faltó para salir corriendo y regresar a Los Ángeles a pie, o mejor dicho, de
volver a Alaska a nado. En realidad, no hacía demasiado tiempo que no veía a
Ayla pero nunca sabía cómo reaccionaría cuando la viese la próxima vez. Seguía
guardando la carta que ella le había escrito, era un simple párrafo, pero para
él significaba tanto… Se limpió las manos sudorosas en sus viejos Levi’s Straus
y se enderezó para colocarse la camisa sobre los hombros. Estaba sudando a
mares y el corazón le palpitaba extremadamente rápido a la vez que un
cosquilleo le recorría el esófago. Cerró los ojos un instante para intentar
visualizar la última sonrisa que Ayla le había dedicado: le acariciaba la
mejilla y el pelo con ternura, y tenía los pómulos y la nariz enrojecida por el
frío, pero aquellos ojos vidriosos y verdes le miraban solo a él, no a Matt, no
a Bam, no Alba, a él.
“Si hubiese tenido corazón, podría haberte amado” su
voz le cortaba el rostro como la gélida brisa alaskeña.
-¿Cómo encontraremos a Ayla en un lugar tan grande y
con tanta gente?-preguntó Gabe anonadado aún por la elegante decoración del
lugar.
Bear miró a su alrededor, o bien podía encaramarse a
la gran lámpara colgante que iluminaba desde el techo, o bien podía acercarse
al mostrador a pedir información: Tras la barra semicircular, bajo el cartel de
“Recepción” había un joven ordenando papeles y atendiendo al teléfono. Tendría
unos veinticinco o veintiséis años, el cabello corto y alborotado de un extraño
color naranja, pequeños ojos azules ocultos tras unas gruesas gafas de pasta en
un rostro redondo y mal afeitado. Camisa azul marino, abrochada hasta el cuello
y con pequeños estampados en blanco.
-Disculpe señor,-pronunció todo lo educadamente que
pudo, aunque colocase sus manos sudorosas en la impecable y brillante mesa de
mármol- me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano Gabriel…
El recepcionista le hizo callar poniéndose un dedo en
los labios, cogió el teléfono y comenzó a hablar sobre un montón de temas
editoriales y literarios que Bear no logró entender, después de que les hiciese
esperar más de diez minutos, el joven les atendió por fin:
-Me llamo Solomon Brown, y este es mi hermano
Gabe.-repitió Bear pacientemente-venimos a ver a Ayla.
-¿Tienen cita?-preguntó el muchacho pelirrojo sin
levantar la vista de su ordenador.
-No, venimos a darle una sorpresa.
-Me temo que la señorita Hurst está demasiado ocupada
para recibir alguna sorpresa.
-¡Venga hombre! No seas así…-se quejó Gabey poniendo
sus enormes puños sobre la mesa, algo que al recepcionista no le hizo demasiada
gracia-¿A quién no le gustan las sorpresas?
Bear, sin perder la calma, extrajo de su cartera la
tarjeta que Ayla había regalado a cada miembro de la familia Brown, y que les
proporcionaba el acceso libre a todas las instalaciones de La Chica del Continente, tanto en la Costa Este como en la Costa
Oeste. El joven se miró la tarjeta con resignación y durante un instante que a
Bear le pareció eterno:
-Lo lamento caballeros,-el chico tenía una voz dulce,
pero utilizaba un tono muy impertinente, o eso le parecía a Bear, quizá solo
fuese el estirado acento británico- pero la señorita Hurst tiene una agenda muy
ajetreada esta semana, y le será imposible atenderles por el momento, ¿qué les
parece si les apunto para el día doce de dentro de dos meses? ¿A las diez de la
mañana les viene bien?
-¿Estás de broma?-gritó Gabey golpeando de nuevo la
mesa, mostrándole al mundo que aún no controlaba del todo su fuerza, y
provocando que al recepcionista se le deslizasen las gafas nariz a bajo.
Bear y Gabe aún discutían con el muchacho cuando la
puerta de uno de los cubículos se abrió y de ella salieron dos personajes: uno
era un hombre muy alto, de rostro alargado y bien afeitado, pelo negro, con
pecas en la cara, labios gruesos y ojos oscuros y almendrados. Vestía con un
traje negro muy elegante, a la vez que informal con las mangas de la americana
arremangadas y el nudo de la corbata granate suelto. La otra era una mujer, era
Ayla, o al menos alguien que se le parecía: las hondas de su pelo habían
desaparecido, en su lugar una cascada de cabello liso con mechas rubias le
envolvía el rostro hasta la nuca, llevaba una camisa blanca arremangada, con un
generoso escote, una falda de tubo negro, medias a juego y zapatos de tacón.
Los labios rojos iluminaban su sonrisa a millas de distancia. Bear siempre
había pensado que le quedaba extremadamente bien el carmín rojo. Charlaba
amistosamente con el caballero alto, que debía tener más o menos la edad de
Matt, aunque era mucho más atractivo que su hermano mayor. Para el gusto de
Bear, charlaban demasiado amigablemente, el hombre en cuestión se tomó las
confianzas suficientes como para empujar a Ayla suavemente por la cintura
mientras cerraba la puerta de la habitación de cristal.
-¡No puede ser!-Bear se dio la vuelta y cerró los
ojos. La voz de Ayla le recordaba siempre al viento alaskeño-¿Gabey? ¿Bear?
¿Qué hacéis aquí? ¡Por Dios menuda sorpresa!
El tono de ella era jovial y entusiasta, sin duda se
alegraba de verles. Bear se dio la vuelta, pero Gabe ya había corrido hacia su
amiga para abrazarla.
-Señorita Hurst, ¿les digo a estos caballeros que está
muy ocupada para atenderlos?-se pronunció el recepcionista poniéndose en pie.
-Por favor Teddy, te he dicho mil veces que no seas
tan formal, y que me llames Ayla.-explicó ella con suavidad- Y ya sabes que
cualquier miembro de la familia Brown es bienvenido aquí, Bear y Gabe son de la
familia.
Gabe se despegó de Ayla para volver a encararse con el
recepcionista. Golpeó el mármol y se puso de puntillas, aunque su estatura
pasaba de sobras la del joven pelirrojo.
-Ya lo has oído, somos familia. Esa chica que ves ahí
va a casarse con mi hermano.-le escupió Gabey en un impulso que empapó las
gafas de Teddy e hizo trizas el corazón de Bear.
Se acercó a ella lentamente mientras intentaba por
todos los medios disimular como temblaba de miedo. Una gota de sudor le resbaló
por la sien.
-Parece que estás ocupada.-pronunció el caballero alto
con una voz muy grave cuando Bear se hubo plantado delante de ellos- Te dejo
con tus amigos, gracias por atenderme, Ayla. Nos vemos la semana que viene.
Y le dio un beso en la mejilla de despedida, que Ayla
le devolvió cariñosamente.
-¿Quién era él?-preguntó Bear antipático y sin
aguardar a que el caballero se hubiese alejado lo suficiente.
Estaba claro que la pregunta tan desconfiada había
ofendido a Ayla, pero decidió responder con cortesía antes de iniciar una
discusión. Ella aborrecía las discusiones:
-Se llama Adam Ford, su mujer nos está escribiendo un
recopilatorio de relatos eróticos. Adam ejerce como su agente y hemos tenido
una reunión de negocios.
Bear suspiró más tranquilo, porque mientras Ayla
hablaba, observó como su “anillo de compromiso” se balanceaba entre sus pechos,
agitándose con su respiración. Ayla llevaba colgado del cuello el anillo de
plata y brillantes verdes que Matt le había regalado cuando “se
comprometieron”. Estaba claro que le tenía mucho cariño, puesto que había
encargado una cadena y un broche especial para sujetarlo en torno a su cuello,
y del que en pocas ocasiones se desprendía.
-Me alegro de verte Bear.-dijo en un tono más sobrio
mientras sus brazos se enrollaban en torno a su cuello. Él retuvo un suspiro
cuando sujetó contra si el pequeño cuerpo de ella, y sus pechos se aplastaron
contra su corazón que palpitaba a velocidades vertiginosas. Una ola de calor le
recorrió el cuerpo, sentía las sienes empapadas al tiempo que estrechaba su
espalda contra sí y el olor dulzón de su pelo le inundaba los pulmones.
-Queríamos darte una sorpresa.-pronunció Gabey incorporándose
a la conversación y salvando a su hermano de sufrir un infarto-Como no pudiste
venir por San Valentín, hemos venido nosotros, casi con un mes de
retraso-sonrió mostrando su diente mellado-pero así somos los Brown. El
objetivo principal era que viniese Matt, pero está con gripe, y como ya
habíamos comprado los billetes de autobús y hacía mucho tiempo que no te
veíamos, decidimos venir igualmente.
-Y me alegra que lo hayáis hecho. Me encanta tener
siempre a algún Brown correteando por mi oficina. Venid, subid a mi despacho y
así nos ponemos al día. Teddy, cancela el brunch
de las doce, dile a Lourd que lo aplazamos para esta tarde, y despeja mi agenda
para esta noche.
-Que profesional has sonado. Miradme, soy Ayla Hurst,
soy empresaria y tomo brunch con
gente famosa. Por cierto, ¿qué es un brunch?-se
burló Gabey, a lo que Ayla respondió dándole un puñetazo en el brazo.
-Venga chicos, tenemos mucho de qué hablar. No nos
vemos desde ¿navidad? -Ayla comenzó a subir unas escaleras de caracol muy
modernas, con escalones de color azul transparente que conducían al segundo
piso de la editorial y que ocupada su despacho personal. Andaba contoneando las
caderas, con andares torpes y graciosos por su poca práctica con los tacones
altos. Gabe la siguió, Bear cerraba el grupo-Ah, y Gabey-dijo deteniéndose de
golpe y advirtiendo al muchacho con un dedo acusador. No vayas diciendo por ahí
que voy a casarme con tu hermano. Matt y yo no estamos prometidos. No le dije
que sí.
Gabe sonrió pícaro:
-Llevas un anillo y como él mismo dice, tampoco le
dijiste que no.
-¿Es que no te alegras de volver?-Matt tuvo que alzar
la voz para que pudiese escucharlo entre el sonido de las olas chocando contra
el casco del esquife.
-La última vez que estuve aquí-le grité-casi mueres en
mis brazos.
El frío polar de Alaska me arrancaba lágrimas de los
ojos vidriosos. Estaba cubierta por un grueso anorak que casi no me permitía
moverme. Una braga me cubría el cuello y me ocultaba la boca y llevaba el gorro
de lana apretado hasta la nuca. Estaba hecha una bola en un rincón de la
pequeña lancha que nos había transportado desde el puerto de Hoonah a la Isla
de Chichagof. Alaska era todavía más bonita en invierno: las costas estaban
heladas, cubiertas por una capa de hielo gris, la nieve no había llegado a Browntown,
pero las cumbres nevadas se alzaban imponentes tras los pinos y los cedros, a
través de una fantasmagórica capa de niebla. El cielo era de color ceniza, con
unos finos copos de nieve danzando al ritmo frenético del barco. Avistamos la
isla a la hora de embarcar. Matt se puso de pie de un salto, tambaleándose para
mantener el equilibrio hasta que consiguió agarrarse de un cabo de proa.
Llevaba el abrigo abierto y la cremallera del cuello del forro polar desabrochada. El viento le
ondeaba los rizos plateados. Tenía los ojos vidriosos y los labios cortados.
Las mejillas y la nariz enrojecidas. Su mantenía muy erguido, con la espalda
recta y los hombros abiertos, parecía un jarl vikingo en la proa de su barco
preparándose para un saqueo. No podía descifrar en que estaba pensando: tenía
la mirada expectante y la boca entreabierta, pero no parecía mostrar una
emoción concreta. Matt se debió percatar de que le observaba, se volvió
levemente hacia mí y me tendió la mano. Como pude me puse de pie, intentando
mantener el equilibrio para no caer por la borda. Rodeé a Matt por la cintura y
apoyé mi cabeza en su pecho mientras un brazo protector me sujetaba por los
hombros. Llevaba tantas capas de ropa que apenas podía sentir su calor corporal
ni el latido de su corazón. Ya casi habíamos llegado, se avistaba el humo de la
casa principal, donde había estado habitando Noah desde la partida del resto de
la familia. Matt me besó en la frente con unos labios gélidos, después me frotó
los hombros en un intento vano de que entrase en calor.
-No te preocupes,-dijo con voz calmada-en pocos
minutos estaremos calentándonos frente a la estufa.
* * *
Aunque era feliz por estar de nuevo al lado de Matt,
no podía evitar añorar mi cálido y confortable apartamento de Nueva York.
Recordaba lo relajante que me había parecido el levantarme al lado de Matt
aquel 1 de diciembre: verlo dormir desnudo, con su pecho hinchándose en un
sinuoso movimiento al tiempo que de su boca entreabierta se escapaban
divertidos ronquidos. A pesar de la mierda que nos rodeaba, no podía evitar
sentirme increíblemente feliz, así que desperté a Matt con un sonoro beso en
los labios. Él se sobresaltó, pero el verme tan cerca de su cara, sonrió como
solo él sabía hacerlo y me devolvió el beso. Me sentía fresca, despierta,
incluso preciosa… sexy, segura de mi misma. ¡Había recorrido el país para estar
a mi lado! El sol mañanero se colaba por el ventanuco, arrancando chispas de
aquellos preciosos ojos azules. Sin decir palabra y sin parar de darle suaves
besos en el rostro me acomodé sobre sus caderas y aproveché lo mejor que pude
la erección mañanera. Una vez terminamos, nos besamos como un par de
adolescentes un rato más antes de correr a la ducha a tocarnos mutuamente. Si
hubiese podido detener el tiempo en aquel instante, lo habría hecho: No sabía
que desprendía más calor, si la boca de Matt o el agua caliente recorriendo mis
labios entreabiertos. Su piel resbalaba como las serpientes: la acariciaba
mientras deslizaba las manos por el cabello húmedo y rizado. Después tomó mi
rostro por la mandíbula, con aquellos brazos musculosos y me besó con furia
bajo la ducha.
Con el pelo chorreando y la piel húmeda dejé que Matt
se deleitase con mi cuerpo una vez más antes de empezar el día. El agua
caliente nos había enrojecido la piel y soltábamos vapor como locomotoras. El
cuarto de baño se escondía entre la niebla. Una toalla blanca me envolvía el
cuerpo cuando me recliné ante el espejo. Matt estaba detrás de mí, totalmente
desnudo. Me sujetó los brazos mientras me besaba la oreja y me devoraba el
cuello. Sus ojos azules se reflejaban fantasmagóricos entre el vaho del cristal.
Me apartó el pelo hacia el hombro derecho y acarició presionando levemente mi
hombro izquierdo.
-Esto no estaba aquí antes…-musitó mordiéndose los
labios mientras examinaba la tinta incrustada en mi piel que cubría mi hombro y
parte del brazo-¿Son dragones? ¿Cómo no pude verlos anoche?
-Tenías la cabeza en otra parte.-“literalmente
hablando”-¿Te gustan?
-Me encantan.-dijo antes de besar el que volaba sobre
mi hombro. Sus manos se deslizaron bajo mis brazos y me cubrieron los pechos.
Notaba su miembro hinchado presionando contra mí. Me quitó la
toalla.-Inclínate.-ordenó mientras empujaba mi espalda suavemente ante el frío
mármol de la pica del baño.
-¿Otra vez, Matt?-le pregunté con la mejilla clavada
en la piedra.- ¿No has tenido suficiente esta mañana?
-Tengo que compensar tres meses de celibato.-respondió
con toda naturalidad.
-No puedo más. Si lo haces me vas a hacer daño.-le
contradije con voz ronca.
-Estás húmeda.
-No es cierto.
Introdujo dos dedos dentro de mí y me estremecí, lo
que fue de su agrado.
-Sí, si lo estás. ¿Quieres hacerlo?-me susurró al oído
mientras sus dedos presionaban la carne blanda oculta entre mis piernas.
-Sí.-respondí aunque supiese que la rozadura de su
miembro hinchado me causaría un molesto dolor y sensación de incomodidad que
perduraría todo el viaje.
-Bien.-me contestó serio al tiempo que se agachaba
para preparar la zona con la lengua antes de penetrarme. Me quedé quieta como
una estatua mientras le dejaba hacer: Envistiéndome contra el mármol con
gruñidos torpes y dejando que el líquido blanquecino se escurriese entre mis
piernas. Su peso sobre mi espalda me aplastaba los pechos contra el frío mármol
de la pica del baño.
Si hubiese sabido que la libido de Matt se perdería
después de ese último polvo, me hubiese esforzado más en complacerle.
AVANCE CAPÍTULO XXI: CARTAS DESDE BROWNTOWN
JUNEAU
AK, 09/07/2017
ESTIMADA SRITA HURST,
ESPERO QUE HAYA DISFRUTADO DE SU
ESTANCIA EN ALASKA Y QUE HAYA OBTENIDO EL MATERIAL NECESARIO PARA SU LIBRO.
PARA RESOLVER CUALQUIER PREGUNTA QUE LE SURGA, NO DUDE EN CONTACTAR DE
INMEDIATO CON EL EQUIPO DE DISCOVERY.
SALUDOS CORDIALES,
MATTHEW
J. BROWN
Juneau
AK, 09/07/2017
Querida Ayla,
Apenas hace unas horas que te he dejado
en el aeropuerto y ya te echo de menos. Todos sabían en casa lo duro que era tu
partida para mí, así que cuando Gabe y yo hemos regresado al Integrity mi
familia me tenía preparada una bonita fiesta de cumpleaños sorpresa. Había
adornos en las ventanas y un pastel de chocolate con velas. Durante un largo
instante he pensado en guardarte un trozo, porque sé cuánto te encanta. Soñaba
en vértelo comer relamiéndote los dedos y en lo adorable que estarías con los
labios manchados de chocolate. ¡Dios mío! Lo que daría yo ahora por lamer esos
labios. Después he recordado que jamás volvería a besar esos labios y he
empapado mi trozo de tarta con lágrimas. No te mentiré, me había imaginado
celebrando mi cumpleaños a tu lado, incluso tenía ganas de abrir un regalo que
no me has hecho. Te veía a conmigo mientras me inclinaba a soplar las velas, tu
carita de entusiasmo cuando desenvolvía el papel de tu regalo, la magnífica
noche que pasaríamos después….
Te escribo esta carta desde mi litera
en el sótano del barco, todo está oscuro, a excepción de mi pequeña linterna
con la que escribo esta carta, Bam ya me ha advertido tres veces que o la apago
o me la rompe en la cabeza. Todo es silencio a mi alrededor, un silencio frío,
espectral. Las chicas se han retirado a su camarote y aquí solo se oyen los
molestos ronquidos de mis hermanos, acompañados del balanceo del barco y el
retumbar de las olas del mar. Se avecina una noche muy larga. Te imagino a mi
lado, con tu cuerpecito diminuto calentándome, haciendo el amor discretamente
bajo las sábanas, con la excitación de saber que en cualquier momento podemos
ser descubiertos. Te echo de menos Ayla, pero no me malinterpretes, no echo de
menos el sexo (bueno, un poco sí), pero si me diesen a elegir entre tenerte una
vez más en mis brazos y no volver a acostarme con nadie nunca más, ten por
seguro que te abrazaría hasta hacernos daño.
Siempre tuyo,
Matt.
GUSTAVUS
AK, 09/09/2017
ESTIMADA SEÑORITA HURST,
PERMÍTAME DECIRLE CON TODO EL RESPETO
QUE UNA EMINENCIA COMO USTED SE MERECE, QUE ES USTED UNA EGOISTA, UNA
EGOCÉNTRICA Y UNA MANIPULADORA.
ME HAS ESTADO UTILIZANDO TODO ESTE
TIEMPO SOLO PARA TU MALDITO LIBRO. YO NUNCA TE HE IMPORTADO, SI ASÍ HUBIERA
SIDO, NO ME HABRÍAS ABANDONADO EL DÍA DE MI CUMPLEAÑOS POR UN MALDITO TROZO DE PAPEL.
¡A NADIE LE IMPORTA TU ESTÚPIDA HISTORIA! ME IMPORTAN UNA MIERDA SI LOS CRÍOS
DE ESA LOBA BLANCA O COMO SE LLAME SE MUEREN, LOS MATES O SE LOS COMA UN OSO.
AUNQUE CREO QUE ES UNA BUENA DECISIÓN QUE EL CAZADOR ABANDONE A SU PRESA POR
LIRIO BLANCO, SI PUDIERA REGRESAR AL PASADO, YO TAMBIÉN LO HARÍA. NO SUELO
ARREPENTIRME DE LO QUE HAGO, PERO OJALÁ NO TE HUBIESE CONOCIDO, OJALÁ NUNCA ME
HUBIESES SACADO DE AQUEL CENTRO, SERÍA MÁS FELIZ SI ME HUBIESES DEJADO PUDRIRME
EN AQUELLA CELDA. ASÍ NUNCA ME HUBIESE ENAMORADO DE TI, Y NUNCA ME HUBIESES
ROTO EL CORAZÓN. TE ODIO. TE ODIO AYLA. TE ODIO, TE ODIO Y TE ODIO.
MATTHEW
BROWN
Browntown
AK, 09/14/2017
Querida ayla,
Ya ha pasado una semana desde que alba
y tu os marchasteis a casa y nosotros hemos vuelto a la normalidad, bueno, lo
estamos intentando, pero se nota demasiado que ya no estais aqui… parece que el
otoño ha esperado vuestra partida para llegar. Cuando nos fuimos de browntown
el sol brillaba y el bosque era verde, durante el viaje de vuelta vimos las
primeras manadas de ballenas migratorias y nos alcanzo una tormenta que nos
obligo a hacer escala de una noche en gustavus. El campamento se ha teñido de
marron, amarillo y naranja, esta precioso. Te encantaria verlo.
Llegamos a browntown tres dias despues
de que os marchaseis. los osos habian hecho de las suyas pero nada importante.
Papa ha comenzado un nuevo proyecto para el campamento, una turbina eolica para
que dejemos de depender tanto de la gasolina que compramos en el pueblo. Quiere
terminar el proyecto antes del invierno, la estructura ya esta montada, solo
faltan las piezas de la turbina… ya la tendríamos
si Gabe y yo no nos las hubiesemos cargado por no hacerle caso a noah. Hablando
de noah, ¿sabes que se ha echado novia? Si ya es un plasta romantico estando
soltero te puedes imaginar como se ha vuelto ahora que tiene novia. Birdy no le
aguanta. Trajo a la chica una vez al campamento, parece simpatica, pero no es
mi tipo…
Ya que he sacado el tema, sera mejor
que te cuente como esta llevando la familia vuestra marcha. Mama, se puso
enferma durante el viaje y lleva en cama desde que llegamos, ella lo achaca a
la edad, dice que ya no tiene la energia que tenia antaño para aguantar una
tormenta otoñal. Esta muy cansada y tiene una tos muy fea y mucho dolor en el
pecho, espero que se recupere pronto, ya sabes que mama es la piedra angular de
esta familia, y cuando ella esta mal, todos estamos mal. DE MIENTRAS, RAINY HA
ADOPTADO EL ROL DE “MAMI” Y CON LO ESTRICTA QUE ES, TENEMOS AUN MAS GANAS DE
QUE MAMA SE RECUPERE CUANTO ANTES. bam apenas ha estado en browntown, se marcho
nada mas llegar, Allison se ha ido a grabar un programa a Washington, y el ha
decidido acompañarla. Esto no ha sentado muy bien a la familia, especialmente a
matt, ya sabes lo unido que esta con bam, aunque no paren de pelearse, en
realidad son uña y carne. Discutieron mucho antes de marcharse, matt se ofendio
tanto que cogio un rifle y se marcho a cazar solo. Papa odia que vayamos solos
a cazar, pero cualquiera le replicaba algo a matt aquel dia. Matt estuvo fuera
tres dias, NOCHE CON TORMENTA INCLUIDA, regreso ANOCHE, con un venado si, pero
destrozado, hecho polvo y con los nudillos ensangrentados, como si le hubiese
dado una paliza a alguien. Birdy tuvo que vendarselos para que dejara de
tocarselos. Hablando de matt, te echa muchisimo de menos ayla, ya no hace
proyectos, ya no construye cosas, esta siempre muy triste y cabizbajo, da
largos paseos solo… ya casi no rie, y cuando va al pueblo, papa siempre incita
a alguno de nosotros a acompañarlo, en fin, supongo que ya te imaginas el por que…
he intentado hablar CON el sobre el tema, bueno, todos lo hemos intentado y lo
unico que hemos conseguido que diga es: “echo de menos a ayla, ya lo sabeis,
dadme tiempo para superarlo”. Al menos ha dicho algo, Gabe se ha encerrado en
su mundo y cuando alguien saca el tema de alba cambia en seguida la
conversacion.
Yo tambien te echo de menos, no
recordaba lo aburrido que es jugar en el rio solo, NI TREPAR ARBOLES SIN NADIE
QUE TE ESPERE A BAJO, ni correr SOLO por la pradera con mr. Cupcake, por
cierto, tambien te envía recuerdos.
Espero tener noticias tuyas y de tu
libro muy pronto. Mandanos una copia cuando lo publiquen (prometo que me lo
leere) mandale un beso a alba de mi parte.
Un abrazo extremadamente extremo,
Bear.
"FUERTE, FUERTE POR LAS DOS"
La luz era tan intensa que me dañaba la vista: manchas
blancas me nublaban la visión mientras un tintineo suave como una canción de
amor resonaba de fondo. El mundo giraba tan deprisa a íi alrededor que me
provocó una arcada y la boca se me inundó del amargo sabor a bilis. El aire
estaba extremadamente cargado aquella noche: olía a humanidad, a sudor, a
sábanas sucias y a desodorante barato. La sensación de asfixia crecía por
segundos y no sabía cuánto tiempo más podría aguantar. Me agarré desesperada a
un material blanco y suave que estaba bajo mi espalda, clavándole las uñas. La
luz seguía fija encima de mi cabeza, con aquel ojo acusador y desprendiendo
calor incriminatorio: a su alrededor giraban tablones de madera oscura aumentando
mi sensación de vértigo, sentí ganas de vomitar, de gritar, de huir, pero
cuando hinché los pulmones mi mundo se cubrió de negro.
Me incorporé de un salto y me aparté la mancha negra
de la cara: era un vestidito de seda fina, negro con flores rosas. De tirantes
y un pronunciado escote en forma de uve.
-Ayla, no me estabas escuchando…
Tardé varios segundos en procesar la información:
estábamos en mi habitación, en la cabaña de Hoonah. La ventana estaba abierta y
una suave brisa hacía tintinear las campanillas de mi atrapasueños. Ya era de
noche, el cielo se había teñido de añil, mientras que el océano se pintaba con
marcadas pinceladas negras. Estaba nublado y pocas estrellas iluminaban aquella
víspera que con toda probabilidad terminaría en tormenta. La luz blanquecina de
la lámpara del techo era verdaderamente incómoda, aunque no me había percatado
hasta el momento: “Tendré que cambiarla si quiero seguir trabajando a gusto.
También tengo que cambiar estas sábanas, apestan a humedad”. En realidad,
apestaban a Matt, pero no quería pronunciar aquel nombre ni en mi
subconsciente.
La cama, el suelo y mi escritorio estaban llenos de
trapitos que yo no recordaba haberme traído, volví a mirar el vestido
semitransparente que tenía en la mano: “¿Quién en su sano juicio se trae esto a
Alaska?”.
-Ayla, aun no has respondido a mi pregunta…-“¿Quién si
no se habría traído tanta ropa al lugar más inhóspito de la tierra?
Sonreí satisfecha:
-Perdona Alba, no te estaba escuchando, ¿qué
decías?-Alba estaba de pie enfrente de mí: con el ceño fruncido y los brazos
cruzados. Al menos llevaba zapatillas de lana y no escuchaba como su pie
golpeaba insistentemente la madera del suelo. Llevaba el pelo suelto: largo,
liso y oscuro, una sudadera roja y un pantalón de pijama a rayas. Yo, en
cambio, tenía las ondas del pelo revueltas, acariciándome las mejillas y la
espalda, vestía con una camiseta de tirantes blanca y un pantalón deportivo corto:
hacía frío, pero me gustaba sentir la piel de los brazos erizada y como les
escalofríos me recorrían la espalda.
-No, ya sé que no me estabas escuchando. Te preguntaba
que cuál te parece más bonito: ¿el rosa o el negro?
Me mostró dos sujetadores, uno en cada mano: el rosa
tenía un lacito en el centro y estaba cubierto por una tela semitransparente
con lunares. El negro tenía encaje en la parte superior y su forma dejaba menos
contenido para la imaginación.
-¿Me estás preguntando sobre qué sujetador es más
“bonito” para acostarte con Gabe?
Me eché a reír y Alba enrojeció de rabia. Me tiró un
almohadón a la cara.
-No te burles, es importante para mí… Es su primera
vez, después me marcharé de Alaska y a saber cuándo volveré, quiero que sea
especial.
-Es una chorrada, te aseguro que a Gabe no le importa
de qué color es tu ropa interior, estará más pendiente de otra cosa.
-Quizá a él no le importe, pero a mí sí. Dime, ¿el
rosa o el negro?
-¿Qué más da?-me exasperé alzando los brazos.
-Seguro que tú recuerdas que sujetador llevabas la
primera vez que te acostaste con Matt.
-Yo no me acuerdo de esas cosas…-“Fue en esta misma
cama y no llevaba sujetador”.
-Ayla, por favor….-me suplicó con ojitos de cachorro.
Suspiré desesperada:
-El rosa. Gabe es muy tímido, quizá el negro con ese
encaje tan provocativo le intimide un poco. El otro es un color divertido, se
sentirá más cómodo…
-El rosa no me pega con el top que había escogido.
Usaré el negro.
-¿Por qué me preguntas si vas a hacer lo que te da la
gana?
-Te he dicho que tu opinión era importante para mí, no
que vaya a hacerte caso.
Esta vez el almohadonazo se lo llevó ella, con tan
mala suerte que se tropezó con la maleta que estaba tirada en el suelo y se
cayó de culo. Ambas nos echamos a reír: iba a echar de menos esos momentos:
Alba se marcharía en dos días y la realidad se me había echado encima con un
jarro de agua fría. Ella tenía que volver al trabajo: su sueldo de camarera no
le daba para mucho, yo había insistido en que lo dejase y viniese a Nueva York conmigo.
Alba escribía canciones y tocaba la guitarra, tenía contactos en Brodway para
encontrarle un trabajo mejor, pero era demasiado orgullosa como para permitirme
intervenir y sus vacaciones estaban a punto de expirar. Me hubiese gustador
irme con ella, ya nada me unía a Browntown: Bam se había marchado, mi mejor
amigo, mi reflejo, estaba a miles de kilómetros luchando por un sueño. Matt me
evitaba a toda a costa y Bear me buscaba demasiado. Hacía ya algunos días que
había vuelto a Internet: había enviado una parte del manuscrito a la editorial
y había actualizado las redes sociales. Le envié un escueto mail a Frank con
datos sobre el libro, no me atreví a llamar a Alfie, pero le comenté unos
emoticonos con ojitos de corazón en una fotografía de Instagram, donde aparecía
él, sonriente, posando en el Puente Colgante de Capilano. “¿Qué estará haciendo
en Canadá? ¿Rodar alguna película, quizá? Sin duda, Vancouver está más cerca de
Alaska que Los Ángeles”. Tampoco contacté con mi familia, pero ingresé en su
cuenta a cantidad de dinero que me pedían. Había pensado en marcharme con Alba
y terminar el libro en la comodidad de mi estudio neoyorquino, o quizá podría
irme a Vancouver una temporada, hasta que Alfie terminase de trabajar… Pero la
editorial insistía en que quería paisajes más detallados, más reales, e
insistieron en que entrevistase a algún miembro de la escasa comunidad indígena
que quedaba en la zona. Ami conocía a una pareja de ancianos, establecida en
Príncipe de Gales, me dijo que no se opondrían a responderme algunas preguntas
ni a enseñarme su modo de vida, pero era época de tormentas y había que esperar
un par de semanas para poder cruzar el mar con el Integrity, por no mencionar
que lo que menos me apetecía en ese momento era estar clausurada en un barco
varias semanas con la familia Brown.
Para despedir a Alba, habíamos organizado una pequeña
fiesta en la casa principal de Browntown, los chicos estaban emocionados:
habían comprado globos y guirnaldas, Ami había hecho una tarta, Noah estaba
preparando la música y Rain nos había impuesto códigos de etiqueta para entrar.
A pesar de las múltiples oportunidades que había tenido Alba de acostarse con
Gabe, no habían aprovechado ninguna y lo habían dejado para el último momento:
el romántico acontecimiento tendría lugar en la choza de Bam, decorada con
velas y pétalos que una servidora había ayudado a preparar y, bueno, yo… Las
chicas habían accedido a dejarme un huequecito en su habitación para pasar la
noche, aunque rezaba para que alguien tuviese que ir al pueblo aquella tarde y
me devolviese a mi aislado refugio de madera en Hoonah.
-¿Y bien, qué te vas a poner?-preguntó Alba mientras
se recolocaba el pelo después de recibir el almohadonazo.
-Un jersey bien gordo y un impermeable.
-¡Ayla!-protestó-Rain y yo hemos acordado que hay que
ir de etiqueta. ¿Qué me dices de aquel vestido azul con el escote en forma de
corazón? Te quedaba monísimo, y creo haberlo visto en el armario del fondo.
Giré los ojos.
-No pienso ponerme un vestido.
-Si no te lo pones no te dejaremos entrar.
-Uiii, mira como tiemblo….-me burlé, aunque por la
cara de Alba supe que estaba a punto de explotar de los nervios.-Lo siento, sé
que es una noche importante para ti, quieres que salga todo perfecto, aunque
por experiencia te digo que los mejores planes salen sin planificar.
Ambas forzamos una sonrisa:
-¿Estarás bien?
-Me lo pasaré muy bien hablando con las chicas.-todos
mis esfuerzos para ocultar mi estado de ánimo no servían de nada delante de
Alba. Respiré hondo:-Noah me culpa de que haya separado a la familia, Bear no
deja de acosarme y Matt ni se digna a mirarme a los ojos…
Alba se mordió el labio inferior y tomó asiento a mi
lado:
-¿Hablarás con él?
-¿Con Matt?-asintió con la cabeza-¿Para decirle que?
-Todo lo que me has dicho a mí: que le echas de menos,
que le quieres, que lo de Bear no significó nada… Qué por qué te ha mentido.
Me mordí el labio inferior hasta casi hacerme sangre,
un rayo iluminó el mar y un trueno retumbó entre las montañas. No estaba segura
de que me hubiese mentido, pero habían sido tantas cosas…. Tantos “te quiero”
no podían significar “te necesito” todo el rato. Aparté la mano de Alba de mi
muslo, lo último que quería hoy era ponerme a llorar, y mucho menos delante de
ella:
-Es tu noche especial.-sentía la bilis en la
garganta-No te preocupes por mí.
-¿Cómo no voy a preocuparme por ti? ¡Eres mi mejor
amiga!
-Pues por ese motivo. Tú me ayudaste con Matt en su
tiempo, ahora te toca a ti…-le coloqué un mechón rebelde detrás de la oreja-Sé
que Gabe te gusta mucho, cuidaré de él hasta que me marche.
Alba forzó una sonrisa para evitar echarse a llorar,
cuando habló, le temblaba la voz:
-Ayla, yo no quiero irme de aquí, pero sé que tú sí,
necesitas volver a tu rutina para olvidarte de Matt, a tu trabajo, ¿por qué no
te vienes conmigo?
Me levanté de la cama sin decir palabra y me acerqué
al escritorio, aparté los trapos de Alba que habían cubierto todo mi espacio de
trabajo y cogí un montón de papeles mecanografiados repletos de apuntes en
rojo:
-Antes tengo que terminar esto: es parte del
manuscrito de El Cazador, la
editorial me lo envió hace dos días corregido.-Se le tendí a Alba.-Página 275.
Leyó en voz alta:
Loba
Blanca se había arrancado los cabellos de la larga cabellera pelirroja, en el
suelo yacían inmóviles y ensangrentados los cadáveres de sus tres niños: Bram,
el mayor, con aquella sonrisa suya. Durc con su cabello rubio y sus ojos
claros, tan parecido al hombre que lo engendró y Ona, la niña de sus ojos, su
bebé, su pequeña… Loba Blanca apretó su cuerpecito rígido contra su pecho, a su
lado, el Cazador la miraba pasivo, como si aquellos niños no fueran suyos, como
si no fueran humanos. Solo eran unas presas a medio comer que había dejado allí
algún depredador de los bosques. Para la muchacha, todo había acabado: su vida,
su sueño, su mundo… Todo había terminado, buscó con la mirada a Corazón de
Ciervo, para suplicarle algo de cariño, compasión, que la ayudase a mitigar ese
dolor que la estaba matando por dentro, pero el hombre se limitó a arquear las
cejas: “Eres una muchacha de las tierras de los señores, tu sangre es débil y
tus hijos no han sobrevivido, no son del clan. Esto no hubiera pasado si mis
hijos los hubiese dado a luz Lirio Blanco, estos niños, como nuestro hogar,
estaban destinados a morir”.
-Caramba Ayla,-Alba tragó saliva-es muy… muy…
-¿Salvaje? ¿Violento? Los editores han dicho cosas
peores, al parecer, el objetivo del libro es ver cómo vivían las tribus nómadas
del neolítico alaskeño, no cómo unos osos asesinan a niños inocentes.
-Pero es así cómo te sientes con Matt,-dedujo locuaz-
se ha terminado tu mundo, lo has perdido todo…
-Exacto.-su mirada se entristeció: por Gabe, por mí,
por alejarse de Alaska, por dejarme sola, por dejar a Gabe… “No, es su noche,
no puede estar triste, tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte por las dos”.
¿Cuántas veces me había dicho aquella misma frase cuando Matt estaba a punto de
caer? Forcé una sonrisa-Anda, vamos a ver qué tal me queda ese vestido azul.
BIENVENIDO A MI VIDA
Bienvenido a mi vida, pero pasa pasa, no te quedes ahí. Perdona por el desorden, pero no suelo tener muchas visitas. ¿Esto es para mí? Muchas gracias, no tendrías que haberme traído nada, bastaba con un surtido de paciencia y una botella de comprensión. Bienvenido a mi vida, es pequeña, humilde y es un poco caótica, pero es mía.
Ven, te enseñaré el resto: si te asomas por aquella ventana verás mi mundo, es oscuro, frío y solitario, y a veces incluso da miedo. No intentes apartarme de él para llevarme al tuyo, aunque pienses que sea mejor, intenta conocerlo, te sorprenderá lo maravilloso que puede llegar a ser. Si sigues por este pasillo te enseñaré mi corazón, es un poco frío, así que espero que te hayas traído besos y abrazos de sobra: perdona, el último que lo ocupó aun no ha terminado de hacer la mudanza y ha dejado las paredes llenas de recuerdos y sentimientos del pasado. Ten cuidado no pises ahí, no he barrido bien el sueño que rompí la semana pasada y no quiero que te cortes con una esquirla. Puedes traer lo que quieras aquí, puedes quitar todos esos recuerdos y colgar nuevos, pero procura no dejar demasiadas cosas, la gente no suele quedarse mucho tiempo aquí. ¿Qué por qué? Pues no sabría decirte, a veces me despierto por las mañanas y se han ido sin más, aunque la mayoría de las veces soy yo quien los echa a patadas. Alquilar un espacio en mi vida no sale barato, y el deshaucio por impago es inmediato.
Ven, te voy a enseñar mi sofá: está hecho 100% de confianza natural, al principio puede parecer un poquito duro, pero con el tiempo se va volviendo blando y confortable. Me gusta sentarme a beber aquí: suelo tomar muchas lágrimas de decepción, licor de impotencia y cóctel de baja autoestima, podemos acompañarlo con tu botella de comprensión y esos surtidos de paciencia tan apetecibles que has traído. Me gusta ver películas por la noche, leer o simplemente soñar, te invito a soñar conmigo, en las reformas que haremos en el futuro, los nuevos recuerdos que colgaremos en las paredes y las aventuras que montaremos.
Podemos repartirnos las tareas si quieres: yo respeto tu espacio mientras que tú respetas el mío: tú puedes poner la sonrisas de lunes a viernes y los fines de semana me encargo yo de las palabras bonitas. Cada quince días rotaremos el turno de consuelo y apoyo mutuo, y habrá que salir por condescendencia al menos una vez a la semana. Solo hay una norma básica que tiene que cumplirse: quererse cada día un poco más que el anterior. Mi trabajo no me deja mucho tiempo para besos, abrazos y caricias, espero que no te importe hacerte cargo de ello, te prometo que en cuanto pueda asumiré la tarea. No te apures si algún día no llegas a todo, no me importa ayudarte a sonreír algún lunes siempre y cuando me digas palabras bonitas el domingo por la tarde.
Verás que por muy tétrico y lúgubre que parezca al principio este lugar va mejorando con el tiempo.
Puedes marcharte cuando te plazca, aunque si no es mucha molestia me gustaría saber el motivo, no quiero levantarme de nuevo, ir corriendo a buscarte y encontrar un hueco en mi corazón lleno de tus recuerdos y tus vivencias, pero sin ti. Puedes pasar las noches que quieras fuera, pero está prohibido que conviertas esto en un refugio al que solo acudes cuando el resto de hoteles han cerrado. Puedes invitar a quien quieras, pero vigila que no rompa nada ni robe secretos que no le corresponden.
No te he comentado un aspecto muy importante: tengo dos niños pequeños, ambos son peludos y tienen cuatro patas, pero ocupan un espacio muy importante en mi vida que tienes que respetar y aceptar. También debo advertirte de que tengo un trabajo muy duro, a veces llego cansada e irritada y te gritaré que salgas de aquí. No me hagas caso, respétame diez minutos para que me calme, luego ven, abrázame y dime que estás orgulloso de mí. Cuando tú llegues exhausto explícame lo que debo hacer: pídeme que te consuele o que te deje a solas, pero dímelo y lo haré.
Espero que no te importe que no te de todavía la clave de mi caja de los secretos, pero no te preocupes, con el paso del tiempo te daré una copia para que tú también guardes los tuyos.
Espero que no te importe que no te de todavía la clave de mi caja de los secretos, pero no te preocupes, con el paso del tiempo te daré una copia para que tú también guardes los tuyos.
Muy bien, creo que ya te lo he explicado todo, el pago por entrar en mi vida se hace a diario a través de conversaciones y risas, de empatía mutua y "te quieros" sinceros. La fianza es un largo beso en los labios, una caricia y una sonrisa cálida, si no te va bien pagarlo todo de golpe puedes darme pequeños besos en los plazos que elijas. Ya te he dicho que el contrato es indefinido y puedes irte cuando quieras, pero entonces deja todo como lo encontraste: llévate tus recuerdos y tus vivencias, tus besos y tus palabras bonitas y ese cosquilleo que me haces sentir cuando me coges de la mano.
Si ya esta todo, podemos proceder a firmar el contrato. Bienvenido a mi vida.
UN PAR DE ARAÑAZOS
AVANCE CAPÍTULO XV: AHOGADA.
Corrí tan veloz como las piernas me lo permitieron:
las ramas me arañaban la piel y se me enredaban en el pelo. “Tengo que seguir”.
Con cada paso me hundía en el barro hasta los tobillos, lo que dificultaba muchísimo
avanzar. Perdí una bota al pisar un charco demasiado profundo, pero ni siquiera
me volví para cogerla, me quité la otra de un saltó y continué corriendo. El
barro y la humedad se filtraron entre mis calcetines de lana y en seguida sentí
los pies helados, pero no me podía parar, tenía que seguir adelante. Al final
de todo, camuflada entre las ramas de los cedros amarillos, divisaba una luz
blanca: “mi objetivo, si llego a ella estaré a salvo, estaré lejos. Tengo que
irme, tengo que salir de aquí”. Pero al apartar la última rama me encontré con
la cruda realidad: la luz blanca y fantasmal se había difuminado, dejando a su
paso un inmenso mar de aguas espectrales que se extendía ante mí. “¡No, no, no
y no! Es una isla, una maldita isla. No puedo escapar, estoy atrapada”. Los
árboles me habían protegido del viento, pero ahora que me encontraba en la
playa, despejada de vegetación, sentía como las fuertes ráfagas tiraban de mí
violentamente. Me aparté el pelo de la cara: la tarde estaba ya muy avanzada,
pronto sería de noche y el cielo estaba cubierto por nubarrones tan grises como
los ojos de Noah. Un trueno resonó en la letanía. El Integrity se balanceaba
anclado en la bahía, luchando para hacer frente a las enormes crestas de espuma
blanca que lo sacudían con fuerza. “Me tengo que ir, tengo que salir de aquí.
No puedo quedarme”. Di grandes zancadas entre tramos de grava que se me
clavaban en los pies, charcos de lodo y agua salada y nidos de algas pringosos
y repugnantes. Me detuve a apenas un par de metros del agua, la marea estaba a
punto de subir y me quedaría atrapada en aquella maldita isla. Hasta ese
momento no me había dado cuenta de cómo me escocían los ojos de tanto llorar y
al doblar los dedos los noté rígidos de sangre seca. El pelo me revoloteaba
rebelde alrededor de la cabeza,, sacudido por el viento. Me miré las manos temblorosas
y llenas de heridas abiertas. “Las manos son una de las herramientas
principales de un escritor, y las mías están destrozadas, como yo. La otra gran
herramienta es el cerebro, y no para de decirme que tengo que salir de aquí”. Me
senté al lado del agua y me quité los calcetines de lana sucios y mojados, me
desprendí de la sudadera y la abandoné junto a los vaqueros. Tenía el frío tan
calado en los pies que ni siquiera lo percibí cuando los metí en el agua
salada. Avancé decidida, guiada por la locura y el dolor del momento, de vez en
cuando pisaba un nido de algas o un pez travieso me rozaba las piernas. El mar
era tan negro que apenas distinguía mis pies desplazarse por el fondo y en más
de una ocasión estuve a punto de tropezar con una piedra oculta entre el lodo
del fondo. Una fina lluvia comenzó a empaparme la cabeza y cuando el agua negra
me llegaba hasta el ombligo ya tenía la camiseta pegada al cuerpo y el cabello
chorreando. Me obligué a mí misma a no mirar a atrás, si lo hacía estaría
perdida. Ese no era mi hogar, tenía que volver a casa y si no podía hacerlo en
barco, llegaría a nado, aunque me costase la vida. Mil cuchillos me atravesaron
el cuerpo cuando me zambullí de cabeza y se me hizo un nudo en el estómago. La
sal me penetró en las heridas de las manos, causándome un dolor insoportable,
quería gritar, pero si abría la boca se me llenarían los pulmones de agua y me
ahogaría. Bajo el agua no veía nada, había demasiada sal para abrir los ojos y
la corriente me empujaba hacia el fondo. La bocanada de aire que tomé al salir
a la superficie fue escuálida y fría. El viento me congeló las encías y a duras
penas me llegó oxígeno a la caja torácica. Aun así, seguí adelante, brazada
tras brazada, intentando ver entre las crestas de las olas que me sumergían la
cabeza bajo el agua. Moví los pies nerviosa, en busca de un punto de apoyo para
descansar antes de seguir adelante, pero el fondo había desaparecido de mi
alcance, me puse aún más nerviosa cuando me empecé a dar cuenta de que las
piernas no respondían a las órdenes de mi cerebro. Estaba experimentando los
primeros síntomas de la hipotermia. “Sino salgo inmediatamente de aquí, me
ahogaré. ¿Pero qué diablos estoy haciendo? ¿En qué momento se me ha ocurrido
cruzar el mar para llegar a casa? ¿Y a qué casa voy a llegar? Matt no lo vale
tanto, no vale mi vida… ¿Pero qué puedo hacer? Si sigo adelante moriré…” Me di
la vuelta y entre ola y ola pude divisar las copas verdes de los árboles de
Chichagof. “Browntown, no es mi hogar, no debería regresar allí, pero si no lo
hago…”. Cuando di aquella primera brazada en dirección a la isla parecía que me
hubiesen atado una piedra al brazo. Tenía los músculos rígidos y a duras penas
se movían. “Se me está acabando el tiempo” Quise gritar de dolor cuando pegué
la segunda: alguien, el Dios de las Tormentas, Poseidón, el Leviatán, una
ballena, el destino… tiraba de mí para impedirme regresar a Browntown. El frío
se me calaba cada vez más en los huesos, tenía los músculos agarrotados y las
piernas y los brazos se negaban a obedecerme. Los pulmones me suplicaban aire
desesperadamente y el dolor abdominal era insoportable. La corriente iba en mi
contra, me arrastraba al fondo del océano para que Davy Jones cobrase mi alma.
“Otra brazada, y otra, y otra…” pero sentía tanto frío que mi cerebro comenzaba
a dormitarse y a perder el rumbo. Estaba tan cansada que no pude esquivar aquella
ola y me perforó la garganta con una espada de agua y sal. Sentí como se me
encharcaban los pulmones y pataleé histérica en busca de un apoyo para los pies
que nunca apareció. ¿Aún estaba tan lejos de tocar tierra? La ida de no me
había parecido tan larga. Estaba tan ocupada luchando por ponerme en pie que no
vi venir la segunda ola, ésta me cubrió entera y cuando intenté salir a la
superficie, mis extremidades se negaron a moverse. No podía gritar, ni luchar,
solo sentir como el peso del agua me aplastaba y la bruja del mar me arrastraba
al fondo. No podía ver casi nada en la oscuridad, solo un hilillo rojo que
brotaba de mi mano. Sangraba, las heridas de las manos me sangraban y me
escocían a horrores. Aún estaba viva, tenía que seguir adelante, tenía que
sobrevivir, me lo decía mi instinto. El latido de mi corazón me bombeaba en la
cabeza: lento, pero firme. Cerré la mano con toda la fuerza que pude y sentí dolor,
porque estaba viva. Apenas pasé unos segundos bajo el agua, pero me parecieron
siglos, encerrada en una oscura cámara de tortura repleta de afilados cuchillos
que me rasgaban los músculos. La línea de la superficie parecía un frágil panel
de cristal que se partiría en mil esquirlas cuando lo atravesase. Los cuchillos
de hielo se me clavaron en los pulmones cuando conseguí impulsarme y salir a
coger aire. El cielo lloraba porque le había vencido, había vencido a la
naturaleza. El rugido del mar furioso no me dejaba distinguir más sonido que
sus indomables olas, únicamente aquel lejano ladrido que se imaginaba mi
torturado cerebro. Alargué los brazos, a ciegas, con los ojos cubiertos de agua
y sal, en busca de otro apoyo que me ayudase a llegar a tierra. En un primer
instante no me planteé en deducir que era la extraña figura con la que me topé,
solo me aferré a ella con todas mis fuerzas, mientras me arrastraba hasta la
orilla. Mis piernas habían dejado de responder, pero en seguida noté como la
arena del fondo me rozaba los dedos de los pies. “Estaba más cerca de lo que
creía”. El ladrido se hizo más fuerte, pero en mi cabeza resonó como si una
orquestra de tambores me estuviese aporreando el cerebro. El sonido era
molesto, pero me hizo despertar, abrir los ojos y darme cuenta de que estaba
aferrada al cuello de una persona. Acariciar aquel cabello humano, con los
dedos arrugados y entumecidos fue una de las experiencias más gratificantes de
mi vida. Le palpé la nuca, como si no me lo creyese: “me había salvado la
vida”. Intentó dejarme en el suelo, pero las piernas no me respondían y me caí,
así que me arrastró hasta depositarme en un lugar seco. Desapareció un instante
de mi vista, lo supe porque escuché sus pasos alejarse, no lo había mirado a
los ojos. Tenía miedo de hacerlo y de encontrarme con los ojos azules de Matt
diciéndome que no me quería. Conseguí doblegar las rodillas y me hice un ovillo
como pude. El hielo avanzaba imparable por mis arterias, congelándolo todo a su
paso. El viento me arañaba las piernas desnudas, la camiseta desgarrada pesaba
una tonelada y la película de lluvia me confundía sobre si seguía o no metida
en el mar. Mi salvador regresó junto a mí y se agachó a mi lado. Temblaba de
frío y de miedo cuando me despegó los brazos del cuerpo, como si fuese un robot
oxidado y terminó de rasgarme la camiseta empapada para quitármela costosamente
por la espalda empapada. Una gruesa pieza de ropa se deslizó sobre mis hombros:
era mi sudadera, estaba ligeramente mojada por la lluvia, pero era mucho más
confortable que aquella camiseta empapada echa de acero. En ese momento no me
preocupaba mi desnudez, solo quería entrar en calor y volver a sentir los
miembros. Quería acurrucarme en un lecho seco y caliente, tomar una taza de
café, acariciar la piel de Matt, tan cálida con su olor a tierra mojada. Me
sorprendí pensando en él cuando el individuo me levantó la barbilla para que le
mirase a los ojos. No respetaba mi espacio personal, su cara estaba muy cerca
de la mía, tenía la piel blanca y los labios finos. El cabello lacio se le
pagaba a las mejillas e iba cubierto con una sudadera roja. Y aquellos ojos
profundos como pozos….
LA CHICA FRANCESA (Avance)
-¡Bam!-a pesar del estridente grito, Joshua Bam Bam
Brown fingió no sorprenderse y siguió con su tarea de despejar el claro de
hierbajos.
Ayla surgió de entre los matorrales con un aspecto
lamentable: tenía los vaqueros llenos de barro, el pelo sucio y enredado y la
sudadera salpicada de tierra y sangre. Apenas le dirigió una leve mirada a
través del cristal oscuro de las gafas de sol. Otro de los muchachos se hubiese
abalanzado sobre ella para preguntarle si estaba bien, pero no sería él, a él
le daba exactamente igual si la chica se hubiese despeñado por un acantilado y
se hubiese hecho algún que otro rasguño. Ayla se plantó entre trompicones a su
lado, pero Bam ni siquiera dejó el machete al lado para hacerle caso:
-¿Necesitas algo?-preguntó con su voz soberbia al ver
que la muchacha no iba a alejarse hasta que le prestase atención.
-Tengo que hablar contigo.
-Estoy trabajando.
-Es urgente.-respondió en un tono de autoridad que
sorprendió al mismísimo Bam.
-Puedo hablar mientras trabajo-cortó un matojo de
hierbas doradas de un tajo cual la mismísima muerte empuñando su guadaña. Ayla
se sobresaltó y retrocedió un paso. Él dejó escapar una risita. Un mechón de
pelo ondulado le cruzó el rostro pálido. La muchacha se lo apartó de la cara
tímidamente y miró a Bam con esos ojos multicolor tan extraordinarios.
A Bam le gustaba Ayla, especialmente por su carácter,
es ese aspecto se parecía a él: era perfeccionista y cuidadosa, extremadamente
detallista. Le asombrara su capacidad de observación, de memorizar hasta la
información más pequeña y relevante. Pero a pesar de todo era tímida e
insegura, algo con lo que a él le divertía jugar. Clavó el machete en el suelo
entre destellos plateados y aleteos ligeros. Se cambió las gafas de sol por las
de ver y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Contempló como
la chica se hacía cada vez más pequeñita ante su impresionante estatura.
-Tú dirás…-pronunció en lugar del “¿y a mí que más me
da?” que había pensado inicialmente. Se quitó la camiseta negra con la que
había estado trabajando. Largos ríos nacían de su nuca y le empapaban la
espalda fibrosa.
Ocultó su sonrisa traviesa mientras veía los ojos de
la muchacha moverse a toda prisa, buscando un lugar cómodo desde el cual poder
concentrarse. Ella era demasiado tímida y él tenía unos ojos extremadamente
orgullosos como para atreverse a mirarlos directamente, y tampoco se sentía a
gusto observando su torso desnudo, perlado de sudor. La situación de visible
incomodidad de la muchacha le divirtió.
-Se trata de Matt…-soltó en un susurro con la vista
fija en sus zapatos y las mejillas ruborizadas.
Bam se puso a trabajar de nuevo, no le importaba en
absoluto los líos amorosos de su hermano mayor ni quería que Ayla se los
contase, él también tenía problemas y no iba molestando a la gente mientras
trabajaba para comerles la oreja.
-Matt es mayorcito para para cuidarse solo.-las
briznas de hierba dorada le acariciaron la mejilla. Quizá había hablado en un
tomo demasiado brusco, pero ella estaba más que acostumbrada a su carácter, y
al parecer, no cogió la indirecta.
Ayla no se movió, permaneció ahí, aguardando expectante,
silenciosa como una gata. Bam le echó una rápida mirada: no tenía un cuerpo
espectacular, si es que tenía cuerpo, porque siempre ocultaba su forma bajo
amplias sudaderas. Pero sin duda tenía uno de los rostros más bellos que había
visto jamás. “Rosas, delicadas rosas blancas, rosas y rojas” eran las palabras
que se le venían a la mente cuando miraba a la chica. Cuando le dijeron que
vendría a conocerlos una escritora del sur de Europa, Bam se imaginó a una
chica de piel morena, voluptuosa, de cabello y ojos oscuros, pómulos altos y
labios carnosos. Ayla era completamente distinta: su piel era blanca, y se
sonrojaba con facilidad, tenía los rasgos finos y delicados como una princesa,
una exquisita dama francesa. El cabello le caía en largas hondas hasta la mitad
de la espalda, los mechones se entrelazaban entre ellos formando divertidos
tirabuzones. Cuando la conoció llevaba el pelo teñido de rubio, pero a medida
que pasó el tiempo y Ayla dejó de usar tinte, el cabello se le tornó castaño,
con reflejo de cobre y de bronce, ya únicamente quedaba un rubio blanquecino en
las puntas. El color castaño no hizo más que acentuar los rasgos de la
muchacha. Un hombre observador como Bam se fijaba en esos pequeños detalles, y
sin duda, lo que más destacaba de la novia de su hermano eran sus facciones:
tenía un ojo de cada color, el derecho marrón claro y el izquierdo verde
oscuro, apenas se notaba a simple vista, pero él era lo suficientemente atento
como para describir las pequeñas motas naranjas que surcaban sus irises. La
boca, la boca era otro aspecto fascinante de la joven escritora: pequeña, en
forma de pico de pato, pero de un color rosa muy intenso, que se curvaba
melancólicamente hacia abajo, destacando aún más la grosos de su labio
inferior. Bam pensaba en un palacio barroco en Francia, con la muchacha tímida
vestida de dorado entre los galantes invitados. “Es muy bonita-decidió por
fin-lástima que Matt no sepa apreciarlo”.
Aunque ahora le caía bien Ayla, no siempre había
sentido aprecio por ella. Él era así, desconfiado, escéptico y no pudo por más
que pensar mal el día que Matt la trajo a Browntown: con el pelo tapándole los
ojos y aferrándose con todas su fuerzas a la mano de su hermano mayor.
“Es una cría”-fue lo primero que pensó al darse cuenta
de la diferencia de edad entre la chica y Matt “se está aprovechando de ella”,
aunque tampoco hizo nada para evitarlo, con quien se acostase su hermano era
problema de él y de nadie más.
Pero, ¿a quién pretendía engañar? Le había tomado
cariño aquella chiquilla, aunque jamás se lo confesaría a nadie. Bam era
extremadamente protector, especialmente con sus hermanas, y había terminado
viendo a Ayla como una de ellas, quizá, aunque muy a su pesar, miraba a Ayla
con otros ojos: no como a una posible conquista, sino como a un reflejo. La
cría era su misma imagen: ambos tenían el mismo carácter temperamental,
ocultaban sus emociones al resto y cuando llegaban al límite, ¡pum! Explotaban
en gritos, reproches y llantos de los que más tarde se arrepentían. Él siempre
estaba pendiente de que nadie se hiciera daño, lo calculaba todo al milímetro
para que no hubiese imprevisto y todo saliese a la perfección. Ayla tenía un
tremendo terror al fracaso, a la desaprobación, por eso repasaba varias veces
todos sus movimientos antes de llevar a cabo cualquier acción. Siempre advertía
a los otros para que fuesen con cuidado, pero ponía especial atención en Matt.
Sus pupilas se movían inquietas allá donde estaba su hermano: siempre pendiente
de él, siempre atenta por si tenía que socorrer a ayudarle, siempre dispuesta…
ALFIE (1a parte)
Huía, no sabía de qué o de quién, pero yo huía. La niebla se cernía sobre los troncos retorcidos y negros del bosque. Se retorcían grotescos hacia el cielo y de sus ramas colgaban matojos de hojas podridas. Las siluetas se confundían entre las tinieblas que poco a poco iban cubriendo la arboleda. Una voz infantil me llamaba entre risas: “¡Estoy aquí! ¿Es qué no me ves? Venga, a ver si me pillas. Corre, que no me pillas” Una mancha amorfa y roja cruzó veloz entre los troncos oscuros. Intenté seguirla con la vista, pero había pasado tan rápido que no sabía ni por donde había venido ni hacia donde iba. El niño me seguía insistiendo en que le encontrase. Busqué el origen de la voz, pero no era más que un eco entre los árboles. Comencé a correr, buscando al chico, la forma roja, huyendo, pero cada vez que daba dos pasos me encontraba con un árbol retorcido, con una cara esculpida entre los nódulos: gritando, lamentándose, con la boca abierta y los ojos fuera de las órbitas. Cambiaba de dirección cada vez que me encontraba con una de ellas, pero estaban en todas partes. El corazón me latía a toda prisa y sentía que en cualquier momento se me iba a aflojar la vejiga. Finalmente terminé tropezando con una de las raíces que sobresalían y caí al suelo. Se me nubló la vista cuando intenté incorporarme, la cabeza me daba vueltas y no conseguía distinguir formas concretas. Me miré las manos, no eran más que dos muñones amorfos blanquecinos, apenas podía separar los dedos entre sí, se me habían pegado, pero ¿con qué? Una sustancia roja me cubría las palmas de las manos y se colaba entre las falanges. ¡Sangre! ¡Estaba sangrando! El líquido me caía por los brazos formando ríos granates en mis antebrazos desnudos. La vista se me nubló aún más, sentía que me iba a desmayar en cualquier momento. La voz infantil volvió a resonar entre los árboles, como una letanía: “¡Corre Ayla, tienes que correr, tienes que pillarme! Vamos, alcánzame, alcánzame, alcánzame.... La voz del niño se fue transformando a medida que se acercaba a mí: ahora era una voz adulta, de varón, pero no era un tono grave ¿un barítono que rozaba el tenor, quizá? La silueta roja cruzó de nuevo, veloz, venía desde mi espalda y se perdió en la luz blanca que asomaba al final de la arboleda. Me levanté a duras penas, la cabeza seguía dándome vueltas, pero conseguí avanzar, apoyando mis manos ensangrentadas en los rostros sufrientes esculpidos en los árboles ¿Por qué me resultaban tan familiares esas caras? Caminé tambaleándome hasta que la luz blanca me absorbió y me dejó ciega por un instante. Cuando mis pupilas se adaptaron a la nueva situación ya no estaba en el bosque oscuro y ya no era de noche. Estaba en un prado, amanecía y el sol lamía el cielo añil con lenguas amarillas brillantes. Soplaba una suave brisa y a lo lejos escuchaba el rumor del agua. Avancé entre grandes tallos de hierba dorada que me llegaban hasta el pecho, utilizando la mano como visor para distinguir que había más allá del sol. Mientras andaba me encontré un arroyuelo de aguas cristalinas, de apenas un pie de profundidad, lo crucé dando una gran zancada y seguí mi camino. Se respiraba calma y tranquilidad, el miedo había desaparecido y también los rostros grotescos y la sangre, sobretodo me aliviaba que hubiese desaparecido la sangre. Tenía las manos limpias y frescas, como si me las acabara de lavar y frotar con jabón: ya no tenía los dedos pegajosos ni me corrían ríos de vino por los brazos. Solo quedaba un hilillo costroso bajo el dedo anular de la mano izquierda. Intenté frotarlo con el pulgar. Apenas lo vi venir, pero el impacto fue tan brutal que volví a encontrarme en el suelo, forcejeando con mi agresor. Caímos por una pequeña pendiente accidentada en el terreno, no distinguía con claridad quien era el que me había atacado, solo podía distinguir manchas azules, doradas y rojas mientras caíamos rodando por el suelo. Al llegar al pie de la cuesta, conseguí derrotar a mi enemigo, lo estampé contra la tierra, sujetando sus muñecas mientras apretaba la cintura con mis rodillas para inmovilizarlo. Los mechones dorados me caían por ambos lados de la cara mientras yo me precipitaba de nuevo en el eco de aquellos dos profundos pozos.
“Bear…”-susurré en voz alta.
Allí estaba él, tumbado bocarriba bajo mi peso, con aquella sonrisa traviesa que mostraba unos dientes amarillentos. Las puntas del pelo chamuscadas, los hoyuelos en las mejillas y aquellos ojos, de aquel azul tan oscuro que casi podías oír como las aguas chocaban en los muros de piedra, a la espera de que un cubo las recogiese.
-Estoy encima de ti.-le dije señalando lo evidente.
-Pero no te apartas.
Sin saber el motivo aun, le solté las manos y sus dedos llenos de sabia dentro de unos guantes roídos se posaron en mis caderas. Me incitaron a moverme hacia delante y hacia atrás, a sentir el roce de su cuerpo a través de la tela de los vaqueros “Si, debería apartarme…” pensé mientras cerraba los ojos y me rendía a él.
Tuve que ahogar un gemido cuando desperté y me encontré en la penumbra, rodeada entre neumáticos y madera. La luz naranja del fuego brillaba acogedora al otro lado de la estancia, y se oía un clonc, clonc, clonc constante. Tenía la piel recubierta por una película de sudor frío y la cara interior de los muslos empapada. Estaba sola en la cama.
Por fin habíamos metido dentro de la choza de neumáticos la cama que nos había regalado Noah, y aunque ocupaba gran parte de la pequeña estancia, nuestra calidad de sueño había aumentado notablemente, al menos la mía… Cuando mis ojos se adaptaron a la penumbra conseguí distinguir la figura de Matt, acuclillado junto al fuego. “Es capaz de dormir en cualquier parte a excepción de una cama” Jugaba a tirar el cuchillo contra la madera del suelo. “Hay gente que para conciliar el sueño cuenta ovejas, Matt Brown cuenta las veces en la que tira el cuchillo al suelo”. Se había cubierto los hombros desnudos con una camisa de cuadros verdes y se había puesto el sombrero. Me incorporé para mirarlo, mientras me frotaba los ojos para quitarme las lagañas. Fuera era una noche tranquila, sin ruidos: no había viento, no había lluvia, ni tampoco gruñidos de osos… Solo se oía el grillado de algún que otro insecto. El sexto sentido de Matt le alertó de que algo pasaba y se volvió hacia mí. El clonc se detuvo. Me dedicó una sonrisa, se quitó el sombrero y guardó el cuchillo. El colmillo se balanceaba en su pecho mientras andaba hacia mí. Se sentó a mi lado y se llevó mis dedos a los labios.
-Perdóname, no podía dormir bien ¿te he despertado?-En la penumbra los ojos cóncavos de Matt brillaban como estrellas en el firmamento. Le acaricié el pelo, tenía los rizos plateados alborotados.-Ayla, ¿estás bien?-preguntó al darse cuenta de que no respondía.
Le puse la mano en la mejilla, se había vuelto a dejar crecer la barba, y lo acerqué a mi boca para saborear el interior de sus mejillas. Matt balbuceó algo, pero solo entendí sílabas sueltas de mi nombre. Me abalancé sobre él, rodeándole el cuello con los brazos, aferrándome a su nuca. El periodo no fue ningún impedimento para guiarlo a mi interior. Sus uñas me arañaron los muslos y me guiaban en los golpes de caderas. Matt gruñó de placer, yo cerré los ojos e intenté concentrarme en la persona que tenía entre los muslos.
50 SOMBRAS DE MATT (Avance)
Salí corriendo tras Matt por la puerta de madera, iba
en tirantes y el frío alaskeño me cortó el cuerpo como si en lugar de a la
calle estuviese recorriendo un pasillo de cuchillos afilados. Matt se paró en
seco, apenas podía distinguir su silueta, iluminada por las farolas de la pared
del bar.
-No me lo puedo creer-suspiraba pasándose las manos
por el cabello plateado repeinado-Ayla, es mi hermano…
-¡No pasó nada, Matt!
-¡Os bañasteis juntos!
-Estaba enfadada contigo, Matt. Fue hace meses, no
hemos vuelto a hablar desde entonces, tú me amenazaste con marcharte… ¡Estaba
furiosa!
-No, furioso estoy yo ahora.-golpeó un cubo de basura
con todas sus fuerzas. Me acerqué a él, pero con la oscuridad casi no podía
distinguir las facciones de su rostro, aunque podía imaginármelas casi a la
perfección: el rostro congestionado, la mandíbula contraída, los ojos vidriosos
y los puños apretados, dilatándole las venas de los brazos. Se acercó para
mirarme a los ojos, no era mucho más alto que yo, pero imponía como si fuese un
demonio.-Tú estabas…
-Caliente, dilo Matt, dilo…-le desafié.
Eso no le sentó demasiado bien y por un momento tuve
miedo, tuve mucho miedo. Deseaba con todas mis fuerzas que Bear se arrepintiese
de haberse marchado corriendo y volviera para apartar a Matt de mí.
Afortunadamente, consiguió calmarse, se dio la vuelta y pisoteó el suelo con
rabia.
-¿No puedes perdonarme y ya está?-pregunté con la voz
más suave. Quería acercarme hasta él y abrazarle, pero una parte de mi seguía
teniendo miedo. Matt se volvió levemente. Parecía decepcionado:
-No, no puedo Ayla.
-¿Por qué, no? Yo te he perdonado muchas cosas.-“y
Ayla abriendo el cajón de mierda”-Te perdoné cuando amenazaste con marcharte a
la clínica de nuevo, te perdoné cuando me pediste que cambiara. Matt, yo no te
pido nunca nada, lo sabes bien, por una vez, solo por una vez te ruego que
olvides esto… Estaba enfadada contigo, y Bear… él es muy dulce Matt. Yo no
quería, y no pasó nada, solo fue un baño. ¡Un estúpido baño!
Matt soltó una risita.
-Sí, Bear es muy dulce, y Bam muy guapo y Gabe es muy
simpático… -odiaba cuando se ponía a compararse con sus hermanos-y Matt, ¿qué
es Matt? Nada, solo es un idiota que hace daño a las personas que quiere…
El frío se me calaba cada vez más en los huesos y
empezaba a notar como la humedad se me colaba en las botas, pero no iba a dejar
a Matt allí, ni siquiera un momento para ponerme una chaqueta. Me acerqué a él
con los brazos alrededor de mi cuerpo. Matt iba en mangas de camisa, pero
estaba más que acostumbrado a ese clima y no parecía importarle el frio que
arreciaba. Le obligué a mirarme a los ojos, aunque en la noche, sus irises
azules apenas eran dos estrellas brillantes en el infinito.
-Tú no le haces daño a las personas que quieres.
-Sí lo hago, Ayla. Les hice daño a mis padres, a mis
hermanos, a mis amigos. A ti.
-A mí no me has hecho nunca daño, Matt.-mentí.
-Pero quiero hacértelo…
La respuesta me dejó más helada de lo que estaba. ”
¿Por qué Matt quería hacerme daño? Yo creía que me quería” Me interpuse entre
él y la puerta de madera, veía la intención en sus ojos, si le dejaba entrar lo
habría perdido, pero tenía miedo de quedarme allí, había dicho que quería
hacerme daño. ¿A qué tipo de daño se refiere? ¿Quiere pegarme o quiere romperme
el corazón? Instintivamente me froté los antebrazos, Matt se percató de ello,
pero no dijo nada. Él tenía mucha fuerza y a veces no la controlaba, una vez,
durante una discusión, me había sujetado tan fuerte por los antebrazos que me
había dejado las marcas.
-¿A qué te refieres con hacerme daño?-pronuncié con un
nudo en la garganta, demostrándole a Matt que no le tenía miedo.
“Bear, por favor, ¿dónde estás? Sácame de aquí”
Se acercó a mí con pasos firmes, me temblaron las
piernas y se me aceleró la respiración. Me obligué a mirarle a los ojos,
desafiante, mientras me hacía cada vez más y más pequeña. Matt tuvo intención
de agarrarme los antebrazos de nuevo, pero se controló. Se dio la vuelta y se
alejó unos pasos: quería hacerme daño, lo sabía, en ese momento quería hacerme
daño… ¿Por qué Matt? Tú me querías”.
-Me refiero a… a que quiero hacerte cosas que te
dolerán. Cuando estamos solos, tengo que controlarme, porque si no te haría daño,
Ayla. Siento ese impulso, de…-a Matt le temblaron las manos y su voz empezaba a
atragantarse con las lágrimas.
Empecé a sospechar a que se refería. Tenía arañazos en
los muslos y en la espalda cuando dábamos rienda suelta a nuestra pasión. La
manera en la que me sujetaba, apretando contra él… ¿Se refería a eso a hacerme
daño? ¿Se contenía cuándo hacíamos el amor? Se me vino a la memoria el día
después de la discusión que conllevó el baño con Bear: Matt se metió en la
cama, empezó a acariciarme y por mucho que le suplicase que parase, él
respondía que no podía. Casi había olvidado lo asustada que estaba mientras él
me tocaba. El polvo de después casi había borrado todo recuerdo de aquello,
pero seguía allí.
Matt volvió a pasarse una mano por el pelo:
-Necesito una copa.
El corazón se me rompió en mil pedazos. “No Matt, no
me hagas esto. No te hagas esto”. No iba
a permitir que entrase de nuevo a ese bar. Él me había advertido de que sería
difícil para él volver a estar tan cerca del alcohol y que probablemente
necesitase un respiro. Sus ojos me decían que se lo impidiese, pero él era más
fuerte que yo, y quería hacerme daño. “Prometí que te sacaría de eso, Matt, y
yo no falto a mis promesas.” Dio unos pasos hacia mí, que me interponía entre
su objetivo y él. Le agarré del brazo con todas mis fuerzas, pensé que
forcejearíamos, pero se detuvo al instante, “Él no quiere hacerlo”.
-¿Confías en mí?-asintió con la cabeza-Bien, espérame
aquí dos minutos. Y por mucho que digas que quieres hacerme daño, si una mínima
gota de tu cuerpo aún siente un mínimo aprecio por mí, no entres a ese bar.
No esperé a oír su respuesta, tenía demasiado miedo a
oírla y que no fuese de mi agrado. “Me quiere, sé que me quiere. Y yo le quiero
a él”. Me repetía a mí misma cuando el calor del bar me descongeló la sangre de
las venas. Entre empujones y disculpas llegué a la mesa donde estaban sentados
Bam y Noah, Gabe y Alba seguían sin aparecer por ningún lado, y Bear tampoco
había vuelto. No me gustaba pedir favores, ni mucho menos a tipos tan
orgullosos como Joshua Bam Bam Brown, pero era una emergencia, y solo él
entendería la situación. Y tenía que hacerlo cuanto antes, antes de que a Matt
se le volviese a pasar por la cabeza entrar en el bar. Puse una mano en el
hombro de Bam:
-Voy a pedirte un favor enorme.
Me retiré a un lado con él, mientras él escuchaba con
su pose soberbia y sus ojos verde oliva a través de los cristales de las gafas.
-Necesito estar a solas con Matt, no está bien Bam.
Tengo que sacarlo de aquí. Voy a llevarlo a mi casa, por favor, dile a Alba que
lo siento y espero que no le importe dormir en el Integrity-sabía que no le iba
a importar- Mañana por la mañana volveremos a tiempo para partir hacia
Browntown. Lo prometo. Y por favor, ve a buscar a Bear, habla con él, tú sabrás
que decir Bam.
Puso una mano en mi hombro, fraternal, y me habló en
susurros, casi parecía que con cariño:
-Márchate tranquila, yo me encargo de todo-que le
hiciera a él responsable era todo un alago para el Capitán Bam.
-Siento haberos estropeados la fiesta.
-No te preocupes, márchate ya…-“¿tenía intención de
darme un abrazo?”
-Gracias Bam.-le susurré entre lágrimas, si no tuviese
tanta prisa, yo misma se lo habría dado.
Empecé a alejarme, para recoger las llaves del bolso
de Alba y nuestras cosas, Bam me retuvo por la muñeca.
-¿Estás bien?-asentí con la cabeza mientras sorbía los
mocos. En su rostro pude leer claramente la respuesta: “No, no lo estás”.
EL CAZADOR
“El cazador estaba furioso, afilaba su rudimentaria
lanza junto al fuego de su pequeña choza. A sus pies descansaba su viejo lobo
gris, lleno de magulladuras, el lobo castaño de su hermano lo había atacado
para hacerse con el liderato de la manada. La bestia se lamía las heridas, el
cazador le acarició afectuosamente la cabeza, y el animal le devolvió la muestra
de cariño lamiéndole los dedos. Estaba enfadado con su hermano, con su padre,
con el mundo… La caza no había sido buena aquella temporada, ni tampoco la
cosecha, el cazador tenía a su cargo un buen grupo de gente al que alimentar y
el invierno estaba cerca… Pensó en las palabras desafiante que le había
dedicado su hermano y en la expresión de decepción en el rostro de su padre,
desde que había vuelto a la manada de su viaje en solitario, todo había
cambiado: su hermano se había hecho con el puesto que le correspondía como mano
derecha del líder, nadie lo miraba como antes, infundía respeto, orgullo… ahora
solo infundía pena, asco, compasión…
-¡Te marchaste!-le gritaba su hermano después de la
desafortunada caza y de que contradijera una orden suya delante del resto de
los cazadores-Ya no eres el líder aquí, desapareciste sin decir nada y
regresaste del mismo modo. No puedes pretender que te aceptemos como antes.
Encima vas y vuelves con la refinada esa de tirabuzones en el pelo… Tienes
veinte cabañas ahí, llenas de chicas de todas las edades y aspectos, no tenías
por qué traerte a esa mujeruca aquí… Nos hace quedar en ridículo delante de las
otras tribus. ¿Qué dirán si…?
El cazador no soportó escuchar más las palabras de su
hermano en su mente y pateó la olla de bronce, repleta de guiso que ardía sobre
el fuego. El caldo se desparramó por las alfombras de la cabaña y el lobo no
tardó ni dos segundos en olvidar sus magulladuras y correr a lamer la carne y
el caldo que se había derramado. El sonido de la olla impactando contra el
resto de cacerolas alertó a la muchacha, que apareció por la puerta alarmada:
-¿Estáis bien?-le preguntó con su refinado acento
señorial y esos ojos de cervatillo.
El cazador no respondió, se dedicó a observarla
detenidamente con sus ojos de lobo. Era una niña, apenas una muchacha, ella
afirmaba que tenía veinte años, pero por su aspecto no podía tener más de
dieciséis o diecisiete. Tenía el cabello rojo, besado por el fuego y muy
rizado, pero se aclaraba a medida que bajaba hacia las puntas hasta convertirse
en un dorado meloso. Llevaba los tirabuzones mal recogidos en un moño con una simple
cinta, sin embargo, se había envuelto en sedas y satenes, muy impropios para el
gélido viento de sus bosques. El vestido en cuestión tenía un generoso escote
en forma de V, era de color gris muy suave y llevaba perlas bordadas en el
corpiño. La falda le llegaba hasta los pies y tenían bordados motivos florales
en terciopelo. Las mangas anchas dejaban al descubierto unas delicadas manos
blancas de largos dedos. El borde estaba ribeteado en plata. El corpiño se
ajustaba por todo el torso: apretando la cintura para remarcar las caderas y el
pecho. No tenía el voluptuoso pecho de las mujeres de su zona, pero sus futuros
hijos no pasarían hambre, tenía la cinturita estrecha (quizá por la edad) y las
caderas torneadas: “no tendrá problemas para dar a luz” pensó el cazador. A
pesar de los rumores que se extendían por todo lo largo y ancho de su aldea y
de los poblados de las proximidades, el cazador no la había tocado jamás. ¡Era
una cría! Y además de alta cuna, y él no era más que un nómada de las tribus de
los bosques. Había encontrado a la chica en su viaje para conocerse a sí mismo,
la muchacha huía de los latigazos de su padre y de un matrimonio de conveniencia
con un viejo señor adinerado. No podía dejarla allí, su honor de cazador, de
hombre de los bosques se lo impedía, así que se la llevó a su tribu. La
muchacha en cuestión desató muchas críticas entre su familia: ¡el hijo del jefe
había traído a una mujeruca de un palacio! Las cazadoras empezaron a hacerle la
vida imposible, metiéndose con ella, gastándole bromas y humillándola en
público. ¡Hasta su hermano se había mofado de ella! Pero la chica no se rendía
y seguía adelante, aguantando el llanto ante las risas de su gente. Por
salvarle la vida, el código de su tribu dictaba que debía servir a su salvador
al menos durante dos inviernos, y la muchacha aceptó el encargo con gusto, todo
con total de no volver a ver a su padre ni al viejo verde. El cazador no podía
negar que había pensado en calentar su lecho con ella en alguna que otra
ocasión, pero lo había desestimado en seguida, el recuerdo de la chica que
había dejado atrás, hace un año, antes de marcharse a realizar su viaje, seguía
latente en su corazón, la misma mujer que ahora amamantaba al niño de su
hermano. Por otro lado, él no era el tipo de hombre que iba deshonrando
jovencitas por ahí.
Al ver que no respondía, la chica empezó a limpiar el
estropicio que había armado al derramar el caldo. Se arremangó la seda con
cuidado, dejando al descubierto sus pies descalzos y empezó a recoger el caldo
con un trapo, mientras el lobo jugueteaba a su alrededor. Cuando ya estaba por
terminar, el cazador por fin habló:
-¿Por qué te has puesto ese vestido?-un baúl lleno de
elaborados y caros vestidos era de las escasas pertenencias que había traído.
Su idea era venderlos en algún puerto comercial para sacar algo de dinero.
-Solo…-la chica se sonrojó y miró al suelo
avergonzada-Quería recordar como…. Me gustaban estas telas… yo solo…. Como vos
no me necesitabais… Creí que podría…-tartamudeó insegura.
-Quítatelo ahora mismo.
-Pero señor…
-¡No hay excusa que valga!-gritó furioso-He sido
extremadamente bueno contigo: te he dado comida y un techo, he permitido que te
sientes en el fuego del jefe de la manada… ¿Y así me lo pagas? Poniéndote
estúpidos vestidos para que la gente se ría más de mí por si no les ha quedado
claro que soy un completo inútil…
La chica se aguantó el llanto en esa mirada de
cervatillo. El labio le tembló levemente y el cazador se arrepintió al momento
de cómo le había hablado, pero no podía parecer débil ante su sirvienta, ya era
suficiente con parecerlo ante toda la aldea.
-Vete a cambiar inmediatamente.
El cazador apartó la mirada de la joven y siguió con
su tarea de afilar la lanza, pero la muchacha seguía allí, inmóvil delante de
él, con los ojos fijos en sus pies descalzos, los hombros encogidos y las manos
agarradas sobre sus muslos:
-¿Qué haces todavía ahí?
-No puedo quitármelo sola…-susurró tímidamente-la
lazada… se desabrocha por detrás…
Dio unos pasos hacia él y se dio la vuelta. El cazador
estaba sentado sobre su lecho, se puso de pie y contempló la prieta lazada que
se ajustaba a la espalda de la joven, se preguntó cómo había hecho para
ponérselo sola. Ella no era mucho más bajita que él, de manera que el olor de
su cabello quedaba justo sobre su nariz. Aspiró el aroma suave de la chiquilla
y se mordió el labio para reprimir sus impulsos animales. Temblaba ligeramente.
Unos dedos fríos guiaron sus manos curtidas por la caza hacia su cintura, donde
comenzaba el intrínseco sistema de abertura del vestido. Deshizo el lazo de
satén con los hábiles dedos con los que un pescador maneja el hilo de su caña y
comenzó a desabrochar la lazada que recorría su espalda, desde las caderas
hasta deshacerse en el cuello. El cazador, que solía destripar animales sin
ningún temor ni remordimiento, temblaba como un niñito ante su primer lobo
mientras sus dedos desgastados deshacían los lazos de satén de color perla. La
muchacha soltó un profundo suspiro cuando terminó de desabrocharle el corpiño.
Sus dedos recorrieron el borde del vestido y descubrieron los hombros:
estrechos y blancos, delicados, elegantes… Besó uno de ellos. Un escalofrío
recorrió la columna vertebral de la joven. Luego besó el cuello de cisne, la
oreja, el cuello de nuevo… Cerró los ojos y mordisqueó el lóbulo. Su cuerpo
acariciaba las caderas de ellas y empezó a sentir una molesta presión en las
ingles.
-¿Sabes lo que dicen de nosotros, verdad?-susurró sin
abrir los ojos ni despegar la nariz del aroma suave y femenino de su pelo.
-Si-asintió ella. Su cuerpo estaba rígido, pero
reaccionaba con pequeños espasmos ante sus besos.
-Si sigo contigo, al final van a ser ciertos…
-No me importa.-admitió ella.
-Bien.
Sus dedos, que ya habían desecho varias prendas de
mujer a lo largo de su vida, recorrieron el bordado del escote, hasta encontrar
el gancho que sujetaba todo el vestido sobre la cintura. La piel de ella se
erizaba al contacto con sus yemas. Se deshizo del pequeño cierre de oro y el
vestido se abrió, lo dejó caer hasta la cintura y lo empujó a través de las
caderas hasta que quedó en el suelo. Se deshizo de su camisa de piel de venado,
dejando al descubierto su torso lleno de cicatrices de guerra, con un colmillo
de lobo danzando sobre su pecho. Le quitó la cinta del pelo y dejó que los
rizos le cubriesen los hombros pálidos. La muchacha se estremeció al notar su
aliento sobre su cuello. La giró bruscamente hacia él y la obligó a mirarlo a
los ojos. La aurora boreal se había colado en esos dos ojos verdes, llenos de
destellos naranjas y azules, que lo miraban asustada, pero a la vez desafiante,
descarada. Tenía el rostro ovalado, la nariz pequeña y respingona y los labios
curvados hacia abajo, del color de la carne sanguinolenta del salmón recién
pescado. Los acarició con su dedo. Ella cerró los ojos y se deleitó con su olor
a bosque, a almizcle y a tierra húmeda. La agarró de su cintura y la atrajo
hacia él, explorando con su lengua todos los rincones de aquella boca pequeña,
cálida y acogedora, mientras ella desabrochaba el nudo que sujetaba sus
pantalones de piel de gamuza… Sus dedos se colaron entre ambos y comenzaron a
acariciar el espeso vello castaño que crecía entre sus muslos, introdujo dos
dentro de ella, y la joven se estremeció. No tardó en darse cuenta de que no
era doncella. Las manos de ella también empezaron a jugar con su miembro,
sentía la sangre latir dentro de él y como las mejillas se coloraban mientras
la chica seguía con sus juegos. La agarró por la cintura fuertemente y la tumbó
en la cama, bocabajo, alzó las caderas hacia él, palmeó las nalgas redondas y
blancas, apenas decoradas por pequeñas estrías blanquecinas a cada lado. Ella
se estremeció al notar como su palma golpeaba la nalga y como el cazador
empezaba a separarlas y a buscar una cueva donde poder descargar la semilla
apunto para germinar. El lobo lo observaba tumbado al otro lado de la estancia,
con sus ojos amarillentos brillantes de oro fundido, deseándole una buena caza.
El cazador introdujo su virilidad en el hueco húmedo que había explorado con
los dedos y comenzó a embestir con fuerza
a la chica, arañándole los muslos. Las caderas chocaban contra él en una
melodiosa percusión que marcaba el ritmo de la voz solista del tenor masculino
y su acompañante coral femenino…”
-Vale, ya sé cómo acaba esto y no quiero seguir
leyendo.-bromeó Alba lanzando mi diario contra mí.-Si quieres contarme detalles
sobre tu vida íntima no es necesario que me cueles una historia. Dámelos sin
más…
Le tiré una almohada y Alba estalló en carcajadas.
Hacía apenas un día que había llegado y aún tenía muchas cosas que contarle. La
lluvia caía intensa sobre mi bungalow, y no pude evitar acordarme de lo fría y
solitaria que sería la noche sin Matt. Recordaba lo nervioso que estaba él
cuando le presenté formalmente a Alba, le dio la mano, rígido como el palo de
una escoba, mientras que Gabe la abrazó amigablemente. Matt nunca había tenido
problemas para relacionarse con la gente, pero se le veía nervioso ante la
llegada de Alba. Intentaba ocultándomelo con una de sus sonrisas, pero le
conocía bastante bien como para saber que algo le inquietaba. Estaban siendo
demasiados cambios de golpe, y mi temor de que Matt volviese a frustrarse
consigo mismo y a meterse en algún lío empezó a aumentar. Para colmo, íbamos a
pasar las próximas tres semanas distanciados, nos veríamos por el día, pero no
gozaríamos de pequeños momentos de intimidad que necesitábamos para mantener
viva nuestra llama. Era la primera noche que pasaría sin dormir junto a Matt, y
ya le echaba de menos… La noche alaskeña cubría de negro el paisaje, impidiendo
que distinguiera las montañas del mar, pero tenía la certeza de que al otro
lado del estrecho, había una hoguera en una choza de neumáticos esperándome:
-No te estoy dando ningún detalle… Es solo la idea
para la próxima historia. Un cazador de la Alaska primitiva con una doncella de
alta cuna… Pinta bien, ¿verdad?
-Depende, ¿el cazador como se llama, Matt Brown?
Le volví a tirar una almohada. Estábamos sentadas en
la gran cama del piso de arriba, donde me había acostado la primera vez con
Matt, en pijama y comiendo pizza y bebíamos refrescos, nos contábamos nuestras
aventuras… Hacía tiempo que no me reía tanto, y aunque echaba de menos a Matt,
necesitaba esa charla con Alba. Intenté hacerla hablar, que me contase como le
iba la vida, cómo estaba todo en España, pero ella no paraba de insistir en que
le contase “detalles” sobre mi relación con Matt:
-Así que estás con Matt… -arqueó las cejas mientras
comía un trozo de pizza- ¿Cómo surgió todo? ¿Te pidió una cita? ¿Cómo fue?
¿Cómo se piden citas en el bosque?
-Simplemente surgió…-intenté hacerme la misteriosa con
ella, pero Alba me conocía lo bastante bien como para saber que ocultaba algo.
Y ¡qué diablos! Me estaba muriendo de ganas de contárselo…
-Nos acostamos, tuvimos una charla de almohadas muy
productiva y me sugirió que me fuese con él unos días a Brown town, no sé
porque acepté, desde el primer momento me pareció muy guapo y después de
acostarme con él…. Era como un sueño, Alba. Un sueño que se hacía realidad…
Después todo surgió, y cuando quise darme cuenta él estaba de rodillas,
abrazándome las piernas, suplicando que no me marchase… -solté una
risita-Entonces yo también advertí que no quería irme, que le quería…-pronuncié
esas palabras entre suspiros.
-¡No me tomes el pelo! Tú no te enamoras…
-De Matt sí.
BEAR (Avance)
-¡Hola!
-Hola,-respondí utilizando la mano como visera para
apreciar la forma humanoide que se balanceaba entre las hojas oscuras del
inmenso árbol. El sol no me dejaba distinguir correctamente las facciones del muchacho,
pero si para ver como la melena rubia le acariciaba las mejillas-¿Qué haces
allá arriba?-le pregunté.
-¿Qué haces tú allí abajo?-me respondió con su voz
alegre y aguda.
-He preguntado primero.
-Soy más feliz aquí arriba. Me encanta trepar a los árboles,
me hace sentir bien, guay ¿A ti te gusta trepar?
-Lo hacía de pequeña, aunque mi abuelo siempre me
regañaba. Solía decir que las “señoritas como yo no deben trepar a los
árboles”.
-¡Qué tontería! Las princesas también trepan a los
árboles…-era como hablar con un niño grande, para él todo era tan sencillo. Es
cierto que en Alaska no se crece nunca, pero me también me alegraba por ello.
No existía esa presión social sobre caer bien a la gente, que siempre te viesen
bien, podía ser yo misma, con mi carácter aniñado, mis estúpidos sueños, mis
historias románticas y mis ganas de vivir, sin la necesidad de pensar en el
protocolo o en lo políticamente correcto.
-Bear, ¿te importa si me subo contigo al árbol?
-No, claro que no. Adelante ¿sabes cómo hacerlo?
-No voy a negarte que no me vendría mal un poco de
ayuda…
Me aproximé tímidamente al árbol y esperé las
indicaciones de Bear. Centré mis ojos en el tronco del árbol y suspiré hondo:
“Puedes hacerlo”-me repetí a mí misma una y otra vez.
-Ves esas dos ramas de ahí-asentí con la cabeza hacia
las dos protuberancias de madera apagada que señalaba a través de su guante
roído. Estaban a un par de palmos por encima de mi cabeza y no sabía si
llegaría a alcanzarlas-Tienes que saltar hasta agarrarlas con fuerza, después,
con los pies busca apoyos donde sujetarte e impúlsate hacia arriba. No estaba
demasiado convencida acerca de poder lograrlo, no estaba demasiado en forma y
mis enclenques brazos no podrían soportar el peso de mi enorme trasero.
-No sé yo si lo voy a lograr…
-Venga, inténtalo, yo te ayudo…-Bear descendió unas
cuantas ramas, hasta colocarse justo encima de mis puntos de apoyo-¡Vamos!
Contó en voz alta hasta tres, cogí carrerilla y salté
pero no logré alcanzar las ramas.
-Está muy alto para mi…-intenté excusarme casi en
susurros, avergonzada.
-No lo está, es que has dudado. Si piensas que no lo
alcanzarás no la harás nunca… Venga, solo necesitas un poco más de impulso, a
la de tres.
Volví a intentarlo, rocé las ramas con la punta de los
dedos, rasgándome las palmas a través de los guantes de lana sin dedo. El roce
de la madera me dio la confianza que me faltaba y no esperé a que Bear contase
de nuevo para saltar. Agarré la rama con ambas manos usando todas mis fuerzas.
Mis pies se balancearon un rato en el abismo hasta que conseguí apoyarlos en
las protuberancias del ancho tronco. Me empezaron a doler los brazos por tener
que sujetar todo mi peso, cerré los ojos y contraje la mandíbula para intentar
subirme a la rama. Noté como el fuerte brazo de Bear me agarraba el hombro y
tiraba de mí hacia arriba, hasta conseguir sentarme en la gruesa rama. Suspiré
aliviada y contemplé el suelo de barro y hojas secas que se extendía bajo mis
botas húmedas impermeables. “Lo había conseguido, había trepado a un árbol”. Me
sentí muy orgullosa de mí y no pude evitar sonreír como una tonta. De reojo
pude ver como Bear también me observaba, con esa sonrisa tan adorable y
traviesa, sincera y esos ojos almendrados, pequeños y brillantes, llenos de
orgullo, complacidos. No pude evitar sonrojarme porque me mirase de una manera
tan descarada, pero así era Bear, sencillo y sincero. Un auténtico hombre del
bosque, no consideraba que tuviese que sentirme incómoda porque se me quedase
mirando fijamente, así que simplemente me miraba.
-A partir de aquí las ramas están más juntas y es más
sencillo subir ¿te atreves a trepar un poco más?-Bear tenía la manía de no
respetar el espacio personal, sus labios estaban tan cerca de los míos que
bastaría que me empujase una suave ráfaga de aire para besarlo. Olía a sudor
fuerte, mezclado con resina de pino y a perro mojado. Su aliento no era tan
intenso como el de Matt pero tenía los dientes ligeramente amarillentos.
-Sí, me atrevo…-respondí convencida.
Subí yo primero mientras Bear me guiaba desde abajo y
me ayudaba a impulsarme cuando carecía de la suficiente fuerza. Empezaba a
traspirar a través del anorak, pero no podía quitármelo en medio de la
escalada. Toda la ropa empezó a molestarme, el gorro me resbalaba por el sudor
y me impedía ver y los guantes se me llenaron de corteza y trocitos de madera.
“¿Nathan Drake también se sentiría así de incómodo cuando se pone a escalar
entre las ruinas?” Llegamos casi a la copa y sentía como las botas me pesaban
una tonelada cada una, quería quitarme el pelo de la cara pero tenía miedo a
soltarme de una de las ramas y caer al suelo. Estaba a unos nueve metros del
suelo, no me asustaba, nunca había tenido miedo a las alturas, lo que me
asombraba era haberlo conseguido por mi cuenta. Bear se acuclilló en una rama a
mi lado, con esa sonrisa bobalicona y encantadora y señaló a un punto entre las
frondosas hojas.
-¿Ves por qué soy más feliz aquí? Toma, prueba esto…-arrancó
un trozo de panal de abeja, estaba tan concentrada escalando que ni siquiera me
había percatado de que estaban allí. Cogió el trocito sin temor a que le
picasen, y eso que llevaba un chaleco sin mangas. Aunque estábamos casi en
verano, en contados ocasiones andaba sin anorak, y Bear trepaba árboles en
tirantes. Cogí el trocito que me tendía y le pegué un pequeño mordisco…
-Es muy dulce…-los dedos se me quedaron pegajosos,
pero me encantó sentir como aquella masa amarillenta despertaba mis papilas
gustativas con caricias melosas que despertaban en mi un extraño deseo de
excitación. Bear me miraba saborear mi trozo de panal con una sonrisa traviesa
dibujada en los labios.
La vista me dejó impresionada: el océano se extendía
ante nosotros, grande y azul, crestas blancas ondeaban a través de la bahía y
los rayos del sol le arrancaban lenguas de fuego. El Integrity se balanceaba
suavemente al compás de las olas. Era magnífico. Una ballena saltó a lo lejos.
No era la primera vez que las veía en Alaska, pero no dejaban de maravillarme,
no me cansaría nunca de ver sus enormes colas impactar contra el agua oscura y
los chorros de agua espumosa que lanzaban hacia el cielo y se perdían con el
viento.
-Es increíble…-le susurré mientras me relamía los
dedos.
-¿Sabes una cosa…? No hay muchas chicas que quieran
subirse a un árbol conmigo…-volvía a mirarme fijamente. Bear siempre flirteaba
con cualquier chica que considerase medianamente mona, en realidad, flirteaba
con cualquier chica que se cruzase en su camino, aunque esa chica llevase meses
saliendo con su hermano.
-No veo por qué no quieren hacerlo.-respondí-Si viesen
esto, se quedarían impresionadas…
-Es uno de los requisitos que debe cumplir la futura
madre de mis hijos: trepar a los árboles y que le guste hacer hogueras.
Estuve a punto de responder que a mí me gustaba hacer
hogueras y que había aprendido viéndolo a él hacerlas. Pero una parte de mi
temía que sucediese con Bear lo que había pasado con Gabe. Seguía sintiéndome
mal, cuando durante la cena Matt me rodeaba con el brazo o me besaba, porque
aunque él decía que no le importase, seguía percibiendo la incomodidad de Gabey
ante las muestras de afecto de su hermano hacia mí. Meses atrás no me hubiese
imaginado que tres chicos a la vez me considerasen bonita y que les gustase,
reflexioné sobre la charla con Gabe y en que si me hubiese querido un poco más
podría haberme dado cuento que, en realidad, sí que llamaba la atención de los
hombres. Temía acercarme demasiado a Bear y que confundiese mis intenciones de
ser amable con otro propósito, aunque descarté esa opción casi inmediatamente,
era demasiado listo, sabía que yo estaba con Matt, simplemente era su manera de
hablar con una chica. Me sentí tonta y humillada por haber considerado esa opción
aunque solo fuese por un instante… Quizá mi ego estaba tan hinchado desde que
había llegado que me parecía que le gustaba a cualquier hombre que me viese de
refilón.
El sol le arrancaba reflejos dorados al rostro pálido
de Bear: tenía unos arcos ciliares muy marcados y un mentón puntiagudo cubierto
por una barbita de chivo dorada y un perfectamente retocado bigote. Me
recordaba a un hombre de neandertal, con el pelo recogido y vestido con pieles
bien podría pasar por Jondalar, el personaje de Jean Auel. Sus ojos eran tan
diminutos que apenas podía distinguir e color de sus irises, pero brillaban
como dos estrellas en un mar de marfil. Junto con Matt eran de los más bajitos
de la manada, aunque era bastante más delgado que él, pero era ágil y rápido
como un lobo. George RR Martin podría haberse inspirado perfectamente en él
para crear al personaje de Bran Stark. Su manera de ver el mundo era sencilla,
como un niño, era impaciente e iba acelerado respecto al resto de la familia, si
viviese en mi ciudad le hubiesen dicho que sufría de un trastorno de
hiperactividad y lo hubiesen hinchado a pastillas, para mí, solo tenía unas
increíbles ganas de disfrutar su vida. En ese momento y con mi sonrisa de
triunfo decidí que Solomon Freedom Brown sería una buena inspiración para mi
próximo personaje.
-¡Ayla!-el inconfundible tono de voz de Matt me
hizo dejar de pensar en libros por un rato y volver a mi paraíso norteño.
LA CABEZA DEL REY
Naerys sintió como su cuerpo colisionaba contra el suelo, partiéndose el labio y varias costillas en el choque. Levantó el rostro del río mármol, pero le dolía tanto la cabeza que se le nubló la vista. Intentó levantarse, pero los brazos le temblaron y volvió a caer, esta vez sobre un líquido caliente y rojo como el vino. Se miró las manos, teñidas de escarlata, desprendían un olor fuerte, repugnante, como el aliento de un oso. Intentó levantarse de nuevo, pero la sangre la retenía. Buscó el origen de tanta muerte, pero no era suyo. Un regero de sangre chorreaba frente a ella, pero apenas podía ver más a allá de dos palmos. La oscuridad envolvía la sala, solo podía distinguir las columnas de piedra a ambos lados del pasillo y el suelo de mármol blanco y negro. Un lejano murmullo comenzó a tomar fuerza, Naerys conocía aquel sonido: el sonido del acero, los cuernos de guerra, los gritos ahogados... ¡Se estaba librando una batalla! Tenía que huir. Un golpe hizo temblar el suelo a su alrededor, la joven se volvió hacia el origen del sonido, ¡era un cadáver! era el cuerpo de un guerrero, llevaba escudo y lanza y cota de maya, y de su vientre no paraba de manar una sangre negra y putrefacta. No podía distinguir su blasón ni tampoco su rostro: una sombra negra lo ocultaba. De repente cayó otro cuerpo, y otro, y otro más. Estaba rodeada de cadáveres. Un olor a putrefacción le inundó los pulmones, sentía ganas de vomitar. La bilis le quemaba la garganta. La batalla se intensificaba, ya no estaba tras los muros, ¡estaba dentro! Tenía que huir, intentó liberarse desesperadamente pero la sangre la mantenía pegada al suelo. Sintió un gruñido canino y el disparo de mil ballestas, después un gemido y más olor a muerte. Después una hacha cortaba la carne y el aire se pringó de un olor a pelaje húmedo. El siguiente sonido fue más escalofriante, venía de delante suyo, como si le hablasen cara a cara, pero no podía ver absolutamente nada, solo oscuridad: negra oscuridad. Escuchaba las voces de una fiesta, conocía esa canción: Las Lluvias de Castamere... Un puñal se hundió en un corazón, sintió como dejaba de latir y como la sangre caliente le chorreaba por las manos y le empapaba las ropas. Otra vez las hachas y un objeto rodó hacia ella, no lo consiguió distinguir hasta que no se encontró a apenas unos centímetro de ella: tenía una espesa cabellera rojiza y estaba manchada de sangre. ¡Era una cabeza humana! Se volteó lentamente hacia ella...
-¡No!-el gritó despertó a Theon, que dormía plácidamente a su lado, y la abrazó con todas sus fuerzas.
"Está fría ¿por qué siempre está tan fría?"
Naerys jadeaba, el corazón le latía muy deprisa y tenía el rostro desencajado de terror. Theon la abrazó protector:
-Ya está, ya ha pasado todo... Solo ha sido una pesadilla-le susurró con ternura.
-¡Robb! ¡Robb! ¡Era Robb!
-¿Qué pasa con Robb, Naerys?
-Estaba... su cabeza... tenía los ojos vidriosos y la boca abierta. Llevaba una corona... una corona de plata en forma de cristal de nieve... Se dónde está Theon. ¡Se dónde está la cabeza de Robb! Tengo... tengo que ir a buscarla, si debo ir en su busca, y llevarla a Invernalia, para que le hagan una estatua, si, con una espada y un lobo huargo tumbado a sus pies... Igual que Viento Gris.
-Naerys...-Theon le colocó una mano en el hombro. Sus ojos tenían un brillo diferente-Robb murió hace años, lo decapitaron y pasearon su cuerpo con la cabeza. Después lo quemaron todo...
-No quemaron su cabeza Theon, se olvidaron de ella. Se donde ésta y debo ir a buscarla... Es la única manera para que se detengan las pesadillas...
Naerys llevaba tiempo durmiendo mal: tenía sueños horrendos, y en todas sucedía lo mismo: un rey con cabeza de lobo la perseguía, la intentaba cazar y se metía en unas cuevas buscando refugio. Él la derribaba y le gruñía en la cara. Su aliento apestaba como un ejército de muertos. En otro la arrastraba la corriente de un río de sangre, era tan fuerte que no podía nadar para escapar, intentaba agarrarse a las ramas de los árboles que colgaban sobre ella, pero en su lugar tiraba de los pelos de la cabeza de Robb Stark, que se giraba para mirarla, con esos escalofriantes ojos vidriados y los labios blancos.
Pero había una cosa que todos los sueños tenían en común, en todos, escuchaba de lejos Las Lluvias de Castamare.
¿Dónde se encuentran los escasos restos humanos del difunto Robb Stark? |
La doncella se levantó de la cama y comenzó a vestirse en la oscuridad.
-¿Pero dónde vas?
-A Aguasdulces, tengo un amigo allí, podrá guiarme hasta los Gemelos, y desde allí seguiré el curso del Forca Verde...
Naerys comenzó a preparar su zurrón y su arco, con mapas de las Tierras de los Ríos y el espejo dorado que le regaló Jaime Lannister. Su esposo saltó de la cama y la sujetó por los hombros, agitándola para hacerla entrar en razón...
-Naerys, hace años que Robb murió, si su cabeza cayó por el río, probablemente fue carnaza para los peces y si no, ya estará podrida y putrefacta en algún lugar de los Gemelos... Solo son sueños. se que apreciabas a Robb, pero está muerto, no podemos hacer nada para remediarlo...
La muchacha acarició la mejilla de Theon con ternura y apoyo su frente en la de él y ambos cerraron los ojos.
-Soy tu hermano-recitó ella. Greyjoy abrió los ojos como platos, sabía que venía a continuación. Su juramento, ¿pero cómo lo sabía ella? No estaba presente...-Ahora y siempre.
-Ahora y siempre-respondió él.
-Mi espada es la tuya, en la victoria y en la derrota. Desde hoy hasta el último de mis días...
-¿Cómo sabes eso?-preguntó atónito.
-Simplemente lo se, igual que se que la cabeza de Robb cayó por un río y que ahora está en un lugar oscuro donde hay mucha sangre y huele mal...
-Déjame acompañarte. Le juré lealtad a Robb hasta el final de mis días, y mis días aún no han terminado...
Se abrazaron con cariño. En su torso desnudo, Theon podía sentir los pezones erizados de su esposa a través de la fina seda que cubría su cuerpo.
-Tú debes quedarte aquí para apoyar a Asha como Reina de la Sal y de la Roca. Yo me encargaré de reunir a Robb con su padre. Tu ya has sufrido demasiado Theon...
Le tomó la mano, tenía dos dedos semi-amputados y el torso repleto de cicatrices, tampoco tenía nada bajo el pantalón, pero a ella parecía no importarle.
-Por mucho que dijesen que Robb se parecía a Lord Eddard, se equivocaban. No lo conocían como yo, era mi hermano. Ned habría renunciado al amor y habría cumplido con su deber, Robb era muy pasional, siempre interponiendo los sentimientos y la moral por encima de todo: se casó por amor y mira como terminó. No tuvo la suerte que tengo yo, acostándome cada noche con la mujer de mis sueños... Y ahora él quiere apartarla de mi lado. Ni hasta en la muerte va saber dejar de lado los sentimientos...-los ojos de Naerys brillaban más que nunca, la abrazó contra su pecho y suspiró hondo-Creí que no te importaba quién se sentase en el trono de los Stark, ni en el Trono de Hierro...
-Yo tampoco lo creía, hasta que empujé a la amante de un bastardo por las murallas y ayudé a escapar al último hijo superviviente de Balon Greyjoy y a la legítima heredera de Invernalia.
La miró lleno de orgullo mientras se mordía el labio inferior. Le dio un beso en la frente y luego la miró a los ojos, sus manos seguían unidas.
-Debes andarte con mucho cuidado, el Norte está muy agitado últimamente: Jon Snow está reuniendo un ejército para recuperar Invernalia de los Bolton, y si por casualidad te viese alguno de los espías de Lord Ramsay estarías muerta en menos de lo que canta un gallo...
-Se defenderme sola....-ella sonrío ligeramente. Él volvió a abrazarla. Le besó de nuevo en la frente y luego en los labios.
-Lo se...-una lágrima recorrió su mejilla-¿Recuerdas el colgante que te regale cuando nos casamos?-ella asintió-Llévatelo, para recordarte quien eres y dónde está tu hogar.-la agarró por los hombros y la sacudió para despertarla. La luz de la luna hacía brillar sus cabellos blancos-Eres Naerys Greyjoy, esposa de Theon Greyjoy de Pyke, el último hijo superviviente de Lord Balon Greyjoy y hermano de Asha Greyjoy, Reina de la Sal y de la Roca. Eres una hija del Hierro. ¡Nosotros no sembramos! Venga, repítelo conmigo.
-¡Nosotros no sembramos!
Eso es, muy bien.-un ápice de orgullo brotó de su voz temblorosa-No lo olvides, aquí está tu hogar, tu familia, las personas que amas, tu esposo...-ella asintió entre lágrimas y abrazó a Theon entre sollozos, el le devolvió el abrazo, intentando reprimir el llanto, no quería que su mujer lo viese llorar, pero aborrecía tanto la idea de tener que alejarse de ella-Y por favor, vuelve a casa lo antes posible, sana y salva...
Al día siguiente, Naerys partió hacia la Bahía del Hierro, a bordo de la Zorra Marina. Su potro Loron y sus perro lobos Aemon y Aegon iban con ella. Iba armada con su arco y con un puñal al que apodaba Pluma, porque era ligero y sigiloso como una pluma. El pequeño kraken de oro colgaba sobre su cuello y en su zurrón llevaba oculto el espejo que antaño perteneció a Myrcella Baratheon. El viento azotaba sus cabellos mientras contemplaba como los acantilados de Pyke se hacían cada vez más y más diminutos. Estaba tan distraída contemplándolos que apenas se percató del navío con el que se cruzaron. El Silencio de Euron Greyjoy, ponía rumbo a las Islas del Hierro.
VINCENT
El
ambiente gélido y la noche oscura invitaban al sueño, pero yo no podía dormir,
estaba inquieto, daba vueltas en la cama mientras unas gotas de sudor frío me
resbalaban por la frente. Agarré mi teléfono móvil, la luz blanca de la
pantalla me deslumbró, pero pude leer claramente el mensaje: “Espero que lo
estéis pasando bien, os echo de menos y espero que volváis pronto. Os quiero
E”. Lancé el aparato al suelo y busqué a tientas las gafas, y con los pies
descalzos, para no hacer ruido, bajé al primer piso atravesando el parket y las
crujientes escaleras de madera. Encendí la luz de la cocina y me preparé un
vaso de leche tibia.
Gracias
al espacio abierto que englobaba el comedor, el salón y la cocina, pude
contemplar el paisaje a través de la cristalera que cubría toda la pared. Me
acerqué a ella, con la esperanza de poder deleitarme con las vistas que ofrecía
el Pirineo Catalán, pero la oscuridad no dejaba distinguir nada: ni el bosque,
ni la nieve ni las pistas de esquí… Todo estaba sumergido en la más profunda negrura.
Miré mi reloj, pero por mucho que me lo acercase tampoco me permitía distinguir
nada. Una lucecita naranja parpadeó al otro lado de la habitación, me había
dejado el ordenador encendido sobre mi escritorio. Me acerqué a él para mirar
la hora, la fotografía del fondo me provoco náuseas. Las 3:17, hacía años que
no dormía tan mal, cuando estaba en la empresa, mis noches de insomnio eran
frecuentes, por eso compramos el apartamento de la montaña: era un lugar para
escaparse, para olvidarse de todo y aislarse del mundo. Elvira me lo regaló
hace ocho años, cuando nos casamos, al principio se convirtió en nuestro nidito
de amor: yo me sentaba en mi mesa a escribir, de vez en cuando me detenía y
observaba a los esquiadores deslizarse montaña a bajo, Elvira los miraba desde
el sofá, con una taza de chocolate caliente en la mano, en silencio, solo con
el eco del repiquetear de la leña al fuego y mis dedos al presionar las teclas.
A lo mejor era hora de retomar viejas costumbres, sin duda mi editor lo agradecería,
así que me senté en la silla y abrí una página nueva pero no se me ocurría
nada, porque solo pensaba en ella: “cabello castaño como el cobre y ojos
grises, no… cabello rubio, casi plateado y ojos caramelo, alta, no, más bien
baja, pequeña, sí, eso, era muy pequeña… y los labios… finos, elegantes… no,
mejor gruesos, no, finos… ¡No! ¡No y no!” golpeé el teclado furioso y borré
todo de nuevo. Intentaba describir a Elvira, pero era imposible, su imagen se
borraba de mi mente y la sustituía ella: Estaba tan involucrado en mi escritura
que no escuche el sonido de su mano al deslizarse por la baranda de la
escalera, ni los suaves crujidos que producían sus delicados pasos al avanzar:
No sé cuánto tiempo estuvo allí, apoyada en la pared, observándome en silencio,
pero cuando me fijé en el reloj de nuevo ya eran casi las cuatro:
-Héctor…-me
llamó suavemente con su voz grave. Me giré levemente para mirarla. Se había
vestido con una de mis viejas camisetas, le quedaba muy ancha, apenas le cubría
la mitad de los muslos y dejaba un hombro y parte del pecho al descubierto, la
melena ondulada caía desordenada por el lado derecho de su cara, y caía por el
cuello hasta cubrirle la carne del busto, dejando un poco de margen para la
imaginación.
-¿Dónde
está Vincent?-siempre preguntaba por él, era quién me ponía los pies en la
tierra, quién me despertaba de esta horrible pesadilla que estaba viviendo y me
devolvía a mi grisácea realidad.
-Duerme…
Asentí
con la cabeza y fingí que volvía a concentrarme en la escritura, quería cerrar
los ojos y cuando los abriese de nuevo ella no estaría, habría desaparecido y
solo quedaba el amargo recuerdo de una pesadilla que se acabaría esfumando con
los años. Pero no, porque cuando cerré los ojos, sus manos rodearon mis hombros
y los masajeó suavemente:
-He
visto el mensaje…-confesó con actitud seria. Su cabello me rozaba las mejillas
y desprendía un olor dulzón. No la escuchaba, su voz era como una nana, sin
letra, solo melodía.
-¿Y
qué piensas sobre ello?
-Pienso
que si de verdad lo quisieses ya me habrías echado de aquí, habrías cogido a
Vincent y habríais vuelto a Barcelona, sin embargo, sigues acostándote a mi
lado.
Ella
tenía razón. Había recibido mensajes de Elvira cada noche, le había respondido
un simple: “Yo también te echo de menos” con un par de emoticonos de corazón y
me había acostado de nuevo. Elvira representaba la seguridad, el cariño de
volver a casa por la noche y encontrarte la cena caliente. Leer juntos en la
cama, pasear en el parque los domingos, Vincent… Ella era todo lo contrario:
cada vez que me acostaba con ella no sabía si al día siguiente, al despertar,
seguiría a mi lado, me hacía sentir vivo, joven, ardiente de nuevo… Me excitaba
no saber que viviría mañana, no saber si la encontraría a mi lado, follándose a
otro hombre en mi baño o besando a una mujer en mi cocina. Se sentó sobre mis
rodillas y me besó apasionadamente, automáticamente mi mano recorrió su muslo
desnuda y avanzo hasta el pecho. Pero la aparté bruscamente de mí:
-¿Por
qué haces esto?-le pregunté confundido mientras sus redondos ojos me pedían una
explicación-Apenas hace un par de meses que nos conocemos, no sé nada de ti, ni
siquiera tu apellido, de dónde eres o si tienes familia… y, sin embargo, estás
aquí, en mi casa, con Vincent…
Su
mano se introdujo en el interior de mi pantalón del pijama y me agarró el
miembro descaradamente:
-No
necesitas saber nada de eso para practicar el sexo…-me mordió el labio. Mi
mente comenzaba a distraerse, iba a sucumbir en cualquier momento.
-Eres
joven, hermosa, joder eres la fantasía de cualquier hombre… y sin embargo estás
aquí, conmigo, por dios te saco casi treinta años. Podría ser tu padre…
-Puedo
asegurarte que con mi padre no llevaría a cabo estos juegos-dijo mientras se
introducía la
totalidad de mi miembro en su boca.
Me
hizo el amor en la silla de mi escritorio, alternando ritmos, primero suave,
después rápido, luego suave otra vez. Nos trasladamos al mármol de la cocina,
ella no paraba de gemir, controlándose por no gritar y despertar a Vincent. De
vez en cuando clavaba su mirada en mí y me susurraba lo que quería que le
hiciese, algunas frases eran dulces y simplemente me decía que me adoraba, en
otras se dejaba llevar y me gritaba que la follase más fuerte.
Terminé
corriéndome cuando estaba apoyada contra el cristal, ella no había terminado,
pero se agachó y lamió los restos de semen. Nos sentamos en el suelo, frente a
la cristalera, observando el amanecer. Mis dedos jugaron con sus labios húmedos
y gelatinosos. Cogió mi mano y succionó los dos dedos con ansia, aún no me
había recuperado y ya me estaba provocando de nuevo.
-Se
llama Álvaro,-dijo por fin.
-¿Cómo?-pregunté
sorprendido.
-Álvaro-repitió-llevamos
cinco años juntos, desde la universidad. Compartimos piso en Madrid, cree que
estoy en un viaje de empresa. Él no trabaja, así que él cuida de Leo…
-¿Quién
es Leo?
-Mi
Vincent.
MELISANDRE
Voy a hacer de tu sueño tu peor pesadilla, voy a seducirte con mis palabras y la elegancia de mi cuerpo. Clavaré en el fuego mis ojos rojos y dejaré que las llamas me susurren tu destino. Me voy a convertir en tu consejera, tu confidente, me voy a convertir en tu sacerdotisa roja, voy a ser tu Melisandre. No me temas, no todo va a ser perverso... Te voy a seducir como hizo con Stannis, acariciaré tus espaldas con mi piel suave y pegaré mi cuerpo al tuyo, para que me sientas a través de la túnica roja. Despertaré en ti las ansias de poder, de ambición... susurraré a tu oído con mis labios de caramelo, palabras de aliento, un impulso, una llama nacerá de ti, de lo más profundo de tu ser,
despertando a mil demonios, matando a dos mil septones, violando a quinientas septas y asesinando a un centenar de neonatos. Tómame sobre la mesa: tíralo todo y deja que tu semilla germine, inundame con tu esencia, trátame mal, golpeame las mejillas sonrojadas por el fuego, por tu presencia. Muérdeme los labios y embísteme con todas tus fuerzas, deja que el mal fluya e inunde mi interior, olvídate del resto, no existe, no importa, se interponen en tu camino, son un obstáculo para el poder. Eres el elegido, eres mi rey, puedes hacer lo que te plazca...
despertando a mil demonios, matando a dos mil septones, violando a quinientas septas y asesinando a un centenar de neonatos. Tómame sobre la mesa: tíralo todo y deja que tu semilla germine, inundame con tu esencia, trátame mal, golpeame las mejillas sonrojadas por el fuego, por tu presencia. Muérdeme los labios y embísteme con todas tus fuerzas, deja que el mal fluya e inunde mi interior, olvídate del resto, no existe, no importa, se interponen en tu camino, son un obstáculo para el poder. Eres el elegido, eres mi rey, puedes hacer lo que te plazca...
Seré tierna contigo, te trataré con delicadeza, te cubriré con ropas de seda y te llenaré la copa cuando lo demandes. Rociaré tu cuerpo con aceites, traeré para ti los más insólitos caprichos y saciaré tus mayores deseos. No te asustes cuando te ate a la cama y beba tu sangre, te gustará, ya lo verás... Te daré un montón de hijos, nacidos de la oscuridad, de piel negra y rostro sombrío, que te ayudarán a alcanzar la Gloria.
Cabalgaré a tu lado rumbo al Norte, con tu estandarte en mano, observando como el viento te corta los labios y te alborota el cabello. Tú no te inmutas, no sonríes, porque solo piensas en en el poder que puedo darte. Te obligaré a hacer cosas malas, cosas que no quieres: engañar a la familia, traicionar a los que amas... pero no hay victoria sin sacrificio, y tú eres el elegido.
Te seduciré con mi cuerpo como hizo con Jon: desearás acariciar mis pechos erguidos, la piel suave, la depresión de la cintura y perderte en la curva de las caderas... No soy una salvaje, pero se que ansías besarme como a Ygritte, en lo más profundo, en el interior de la cueva. Haremos el amor en el agua tibia, a la luz de las llamas, rodeados de pócimas y venenos. Durante un instante pensarás en ella, en que la amas, pero sabes que no puede darte lo que yo, y me poseerás como si no hubiese mañana, dejando surgir tu lado más fiero, más bestia, para engendrar más hijos, más sombras que te despejen el camino.
Y aunque no confías del todo en mi, sabes que en el peor momento allí estaré, porque eres el elegido, y el señor no dejará que dejes este mundo sin haberte sentado en un trono, conmigo a tu derecha, sin importar nadie más, sin que nadie más exista, solo tú y tu corona, y en las sombras, una mujer roja...
MI PRINCESA
Quiero que mires a través de mis ojos, que atravieses mi piel y mires más allá, en el fondo de mi alma, en lo más hondo de mi corazón, quiero que veas a la princesa que hay en mi:
Convierte mi pelo enmarañado en una cascada de cabellos de oro, mis ojos oscuros en el lucero del alba, mis labios agrietados en la fuente de tu felicidad. Olvida mi sonrisa de niña descuidada y conviértela en las más puras perlas blancas. Mi piel llena de marcas y cicatrices puede transformarse en una tez suave como las plumas. Olvida mis harapos y mis zapatos sucios y observa como se convierten en la más pura y delicada seda. Guíame en el salón de baile y convierte mi torpeza en un elegante baile, mis pasos torpes en ágiles piruetas. Mi acento vulgar transformalo en un poema de Béquer. Disculpa mis modales y mi timidez e imagina que hablo con voz alta, fina y elegante y que trato los temas más cultos y eruditos del salón. Todo el mundo aplaude, me admira y me regala palabras de cortesía, y tú me miras, orgulloso, radiante.
Conviérteme en una princesa , sonríe a mis defectos fingiendo que son dignos de una doncella. Por favor, deja de mirarme como a una triste moza, y mírame como a una princesa.
MI OBJETIVO EN LA VIDA
¿Qué cuál es mi objetivo en la vida? ¿Qué a qué quiero dedicarme? ¿Por qué motivo me levanto cada mañana? ¿Por qué me dejo el alma, la vida y todas mis ganas en esto? Pues por ti, mi objetivo en la vida eres tú. Lograr que de entre 10.000 likes, te fijes en mi nombre, que de los cientos de comentarios, respondas el mío. Quiero cruzar ese gran charco de agua que nos separa, plantarme delante de ti, cogerte de las manos, como tantas veces he soñado que hacía, mirarte a los ojos, esos ojos azules de cuento de hadas, que me dan la vida y decirte lo agradecida que estoy.
Gracias por darme fuerza, motivación, apoyo, gracias por dármelo todo. Tú no lo sabes, pero me has salvado la vida. Si, como lo oyes, le has dado todo a una niñita soñadora que no tenía nada, y aunque no pudiese tocarte, ni hablarte, ni siquiera sabes de mi existencia, para mi era real... Me diste la fuerza que me faltaba para reír: fuiste mi amigo, mi fiel compañero, mi primer amor, mi apoyo, mi confidente, mi protector... Pasan los años y, como diría Sansa Stark "solo soy una niña estúpida y soñadora que no aprende de sus errores" soy y seguiré siendo siempre esa niña tonta, me da igual que piensen de mi: de que soy una inmadura, una inútil y de que no voy a llegar a nada en la vida. Porque se equivocan, porque voy a llegar a ti y te diré todo esto a la cara.
Mi nombre resonará en las librearías y en las televisiones de todo el mundo, me criticarán, me dirán que está mal... pero me da igual, porque la niña torpe y tonta será por fin una mujer soñadora, el lucero de los ojos de papá se convertirá en una estrella fugaz y brillante, y cuando logre todo esto, cuando esté frente a tus ojos azules, observe de cerca tus labios agrietados y tu encantadora sonrisa me haga reír una vez más, te tenderé un libro donde podrás leer en la primera página:
"Gracias por hacer más amena la vida de una solitaria niña tonta y soñadora. Gracias por darme un motivo para sonreír, gracias por ser mi amigo, mi todo. Gracias por salvarme la vida."
Ayla
CHARLANDO CON EL REY DEL INFIERNO
Para Ayden todo sucedió muy deprisa: de repente se vio acorralada por la demonio de piel oscura, notó las afiladas puntas de las armas bíblicas clavándose en su espalda y la lanza de Lucifer a unos centímetros de su cara. Alguien tiró de su brazo hacia abajo y Ayden cayó tras la montaña de armas, notó como un brazo firme, cubierto por un abrigo de lana negro la apretaba contra su pecho. Cerró los ojos con fuerza y esperó el impacto. Cuando abrió los ojos, estaba lejos de la Corte del Infierno, estaba en Kansas, en un pequeño embarcadero abandonado, en un lago cubierto por la niebla matutina: conocía ese lugar, se volvió para observar el pequeño pueblo casi desértico, donde solo quedaba abierto una gasolinera y una pequeña tienda de ultramarinos. Un cartel de tráfico anunciaba: “Lebanon, 40 millas”.
-Es lo más cerca de casa que puedo dejarte…-Ayden se volvió de nuevo para observar a su interlocutor y a su inconfundible acento británico-No te ofendas, pero no me apetece volver a ser el húsped del Alce y la Ardilla.
Ayden le sonrió. Crowley estaba apenas a unos metros de ella, con su inconfundible traje negro de Versace y las manos en los bolsillos del abrigo de lana, a su espalda se extendía el lago, la niebla cubría el horizonte, otorgando la sensación de que esa charca de agua era interminable.
-Gracias por traerme. Y por salvarme la vida…
-Soy un hombre de negocios-dijo él acercándose-Tú me has sacado de las perreras de ese cabronazo, era lo mínimo que podía hacer por ti… Por cierto… ¿Cómo estás?
Crowley estaba justo a su lado, Ayden alzó el rostro para mirarlo a la cara, su media sonrisa y sus penetrantes ojos estaban fijos en los suyos: le sorprendía que el malvado ex-rey del Infierno se preocupase por ella.
-Ya lo sabes… Estoy preocupada por él, solo quiero sacar a ese asqueroso ser de su recipiente y devolverlo a la caja de donde salió, después le daré una paliza a Cas hasta que me diga por qué narices dijo ‘si’…
La mirada de orgullo del demonio la desconcertó aún más:
-Cada vez te pareces más a tu hermano…-Ayden lo miró, Dean siempre decía que Crowley no suponía un peligro ni para él ni para Sam, pero que ella debía tener mucho cuidado cuando estaba a su lado, porque no sabía exactamente cuales eran sus intenciones con la joven Winchester-¿Y con todo ese rollo del vínculo entre el ángel y tú, no tienes manera de comunicarte con él o algo por el estilo?
Inconscientemente Ayden palpó e collar de plata que le servía de amuleto protector.
-Siento cosas: al principio estaba consciente y se enteraba de todo lo que sucedía. Sufría mucho y el dolor era insoportable, incluso todavía me asombra como su recipiente puede resistir tanta energía…
-¿Y ahora…?
-Ahora Cas está cada vez más encerrado dentro de si… Es muy fuerte, a Lucifer no le interesa que esté despierto, porque podría echarlo en cualquier momento, así que lo mantiene ocupado… Pero sigue sufriendo. Lo noto-Ayden se llevó una mano al pecho-Noto como me arde el pecho, como me hierve la sangre cuando está cerca…. Y eso solo puede significar una cosa-la muchacha miró a Crowley con sus enormes ojos verdes, el demonio pensó que la chiquilla era una copia idéntica de su hermano Dean, no solo por el físico, sino por su carácter-Cas está sufriendo…
-No solo él…-mantuvieron un rato esa atmósfera de paz que les rodeaba, el agua golpeaba suavemente los cimientos del embarcadero, y las cigarras cantaban entre los juncos. Ayden jamás se había sentido tan a gusto con alguien, los ojos brillantes de él y su sonrisa sarcástica, no sabía porqué motivo pero la inundaban de calma. Crowley la invitó a sentarse en un tronco de madera y tomo asiento a su lado-¿Sabes por qué me fascinas tanto, Ayden Winchester?-ella negó con la cabeza-He vivido muchos años, pequeña, en la Tierra y en el Infierno, he visto sufrir a mucha gente y por muchos motivos, pero jamás, en todos mis años como rey de la tortura, he visto a nadie que sufriese tanto como tú, Ayden, tu dolor es tan grande, que incluso… sangras… Y no logro preguntarme por qué, entiendo que te preocupes por Sam y Dean, son tus hermanos… pero ¿el ángel? ¿qué tiene él que hace que deses con tanta ansia entregar su vida a cambio de la suya?
-Él no tiene a nadie que se preocupe por él…-dijo ella entre lágrimas pero sonriendo al recordar a Cas…
-Ajá…, ¿y ahora, el verdadero motivo es?
-Que lo amo con toda mi alma-respondió Ayden sin dudarlo ni un instante-Se que es imposible, antinatural, que yo algún día moriré mientras que él observará como se acaba el mundo… No se explicarlo, y no es por culpa de Vínculo, porque si me arrancaran esta cosa de la garganta seguiría queriéndole, y ofreciendo todo lo que tengo para traerle de vuelta y que esté sano y salvo…. aunque no sea a mi lado, aunque tenga que separarme de él, si es feliz y está a salvo, no me importa nada más… No se porque te estoy contando esto, Crowley, ¿qué va a saber un demonio de amar a alguien?
-Se más de lo que piensas… Porque antes de demonio, yo fui tan hombre como tú y como Sam y Dean, y también he amado…. Amé a mi madre, a mi esposa y a mi hijo con toda mi alma. Pero la bruja de mi madre me abandonó siendo un crío, mi mujer falleció y yo las pagué con Gavin, y el chico terminó odiándome. Comencé a beber y acabé vendiendo mi alma por un miembro más grande con el que no se me despegarían las mujeres de encima… Pensé que el Infierno no sería tan duro como lo que había vivido… ¡qué equivocado estaba!-suspiró-Pero en cambio, tú, chiquilla, el Averno sería un paseo comparado con lo que has sufrido… Y te digo una cosa, lo que más amo en el mundo actualmente es, a parte de mi mismo, mi Corte en el Infierno, y la entregaría por volver a oír la risa de mi querida María… Y además, estoy seguro de que ese ángel te ama tanto como tu a él, y por eso dijo “si” a Lucifer, para protegerte de la Oscuridad…
A Ayden le sorprendió la confesión de Crowley, quizá la sangre humana aún seguía pululando por su organismo, lo que estaba claro era que el temible monarca del Inframundo “se merecía ser amado”. “Yo me preocuparé por él”-se dijo a Ayden a si misma, incluso el Rey del Infierno necesitaba alguien que sintiese un mínimo afecto por él. La joven le besó en la mejilla y Crowley no pudo evitar sonrojarse. Ayden le recordaba a María, siempre preocupada por él, dándole ánimos, alentándolo, dedicándole cálidas sonrisas y miradas cómplices.
-Gracias Crowley, de verdad, muchas gracias…-Ayden sonrió. Crowley no sabía exactamente porque le agradecía la joven, pero tampoco le dio tiempo. El móvil de Ayden sonó, era su hermano-Hola, Dean. Si estoy bien, cálmate, no me ha ocurrido nada, Rudy me pidió ayuda con un caso, y como estabais tan ocupados decidí ir por mi cuenta. Si, tranquilo, no tengo ni un rasguño. Estoy en el pueblo donde sueles comprar las cervezas, ¿podrías pasar a recogerme? No, no estoy sol…-Ayden miró a su alrededor, Crowley se había esfumado.-Si, estoy sola…
Hasta que llegó Dean, Ayden pensó en lo que le había dicho Crowley: Castiel había aceptado ser poseído por ella, para salvarla, él siempre pensaba en ella, quería demostrárselo, quería ser útil en esta lucha, después de que ella le hubiese salvado el culo un millar de veces, quería protegerla, que supiese que también la amaba y que haría lo imposible por garantizar su seguridad, incluso decir “si”…. Ahora si que estaba realmente preocupada por él, tenía que salvarlo, sentía unas irremediables ganas de abrazarlo, besarlo, tomarle la mano, mecerlo entre sus abrazos mientras le apoyaba la cabeza en su pecho y le cantaba canciones de amor. Cogió el collar entre sus manos y miró al Cielo mientras le rezaba, no sabía si podía oírla, pero no le importaba, necesitaba decirlo:
-Te salvaré Cas, te lo juro, te lo juro por las personas que amo: te lo juro por Sam y por Dean, por Bobby, por papá y por mamá….-tomó aire-y por Crowley.
A OSCURAS
Hoy me he quedado sola en la oscuridad, aguardando ha que sucediese algo…
Me gusta estar a oscuras, así soy más invisible que de costumbre, nadie ve mis defectos y nadie puede criticarlos. Por eso me quedo quieta en la oscuridad, esperando a convertirme en parte del paisaje, en un objeto inanimado sin sentimientos ni emociones. Deseo que mi corazón se vuelva de piedra, se acabarían las preocupaciones y los remordimientos, no existe el sentimiento de culpa en un corazón duro y sólido como la roca.
Cierro los ojos, apenas diferencio nada, solo la oscuridad más absoluta, noto como mis pies crujen y comienzan a transformarse. Mis dedos se vuelven rígidos y duros como el mármol, empieza a subir por las piernas y la cintura. Tengo miedo, pero debo de ser valiente, pronto habrá pasado todo. Mi alma intenta huir, pero se lo impido y la encierro dentro. Mis brazos ya se han vuelto de piedra, noto como se solidifica mi garganta, “ya está” pienso, se terminó todo, se terminó el dolor…mis alas se han
convertido en piedra, ya no puedo volar, estoy atrapada. La piedra me ahoga cuando sube por mi boca, abro los ojos un último instante para disfrutar de la visión por última vez, pero todo está oscuro y me quedó ciega, sumisa en la más profunda oscuridad. Ya no tengo miedo, ya no sufro dolor, la culpa se ha terminado y a pesar de todo, me da igual sentirme sola, porque las estatuas no sienten soledad. Unos últimos latidos palpitan dentro, siento el crujir antes de volverse rígidos y fin. He muerto, he muerto sola, a oscuras, no he tenido miedo y no he sentido nada, sabía que esto acabaría con todo mi dolor. La gente es cruel, ya no tendría que avergonzarme de mi misma ni de mis defectos, ya no miraría a la gente a los ojos con la mirada empapada de lágrimas. Ahora cuando alguien me mirase a la cara, solo sentirá unos fríos y vacíos ojos de mármol. La gente me podrá criticar igual, pero me dará igual porque las estatuas no sientes, esperaré a que pasen de largo y se esfumen y yo seguiré con mi tarea: vigilando la noche, guardiana de la oscuridad, acompañada por los gritos desesperados de mi alma, que intenta liberarse de su prisión de piedra y que poco a poco se irán apagando con los años. Allí esperaré ciega, hasta el final de los tiempos, sin sentir nada, sin esperar nada y sin amar nada…
Esperaré a oscuras, convertida en un ángel de piedra con las alas hechas trizas, sin pensar en nadie, solo en mi, con el alma encerrada, esperando a que alguien llegue. y derrame una lágrima por mi.
El Lobo, el Oso y el Caballo
Mi maldición comenzó cuando yo tenía unos siete u ocho años, mi ama me obligó a acompañarla al bosque que había frente al castillo de su padre, donde según decían, vivía una vieja bruja capaz de leer el futuro a la gente con solo mirarlas a los ojos, mi ama: Lady Evelyn, era la hija de un poderoso señor, y estaba comprometida con el príncipe heredero, la muchacha era apenas un par de años mayor que yo, era presumida, testaruda y cruel, pero yo era su esclava y tenía que obedecer en todo lo que me ordenaba, y me había ordenado acompañarla al bosque a por la bruja. Encontramos a la vieja, lavándose los cabellos plateados en el estanque, cuando nos vio, cubrió su desnudez con un manto viejo y nos pidió que nos fuéramos. Lady Evelyn se negó y le ordenó con repelencia que le leyera el futuro. La bruja le aseguró que jamás sería reina y que para desgracia de su pobre esposo, no le daría ningún heredero varón.
-En cambio tú..., pequeña niña de ojos heterocrómicos...- me dijo la bruja- darás a luz a un príncipe.Tendrás tres hijos varones, tres niños de pelo rizado, fuertes y grandes guerreros: uno tendrá los ojos añiles y el cabello castaño, y será valiente y noble como un lobo. El otro será de rasgos negros como la noche más oscura, y su piel blanca como la nieve... pero tendrá la astucia y el respeto que infunden los osos. El tercero tendrá el pelo del color del fuego, y los ojos grises como el cielo en días nublados, será veloz e indomable como un caballo salvaje... Y aunque uno será príncipe algún día, otro será un traidor cruel y despiadado que se alzará contra el reino y traerá la oscuridad, la destrucción y la maldad al mundo, y acabará con la vida de su tercer hermano
El primer niño llegó cuando yo tenía quince años, fruto de una visita inesperada del marido de mi ama a mi pequeña cámara. Lady Evelyn me echó de palacio al descubrir a mi pequeño Robb, de características tal y como predijo la bruja. Ella estaba embarazada de su tercera niña.
Apenas un año después llegó Jon, nada más nacer ya se distinguía claramente su espesa mata de pelo negra y los ojos oscuros como el carbón. Yo trabajaba en un prostíbulo, así que no recuerdo quien era el padre de mi pequeño. Era madre de dos niños de pecho, que morirían de hambre si no buscaba un trabajo que me permitiera alimentarlos.
Mi tercer bebé fue fruto de un amor de verdad, me casé con un soldado que adoptó a mis chicos mayores y me bendijo con otro varón, al que llamamos Theon. Veía a mis hijos crecer cada día sanos y felices, Robb era un líder nato, Jon era fuerte como un oso y el menor rápido como un caballo... Pero las palabras de la bruja inundaban mi mente cada noche, el príncipe había muerto sin heredero varón, tal y como predijo, y el mundo estaba en guerra por el trono. Era consciente de que uno de mis hijos traería el caos al mundo, pero el otro estaba destinado a ser un príncipe, y el tercero moriría a manos de su hermano... Tenía que tomar una decisión, no quería matar a mis hijos, no iba a matar a mis hijos... Pero sabía que nuestros reinos estaban en peligro, y solo yo tenía la clave para detener esa guerra...
Un momento...
Y semioculta tras mi máscara de que no me importas, cubriéndome el rostro con los cabellos, evitando mirarte a los ojos, por temor, por miedo a que veas lo que hay detrás de mi mirada... Las piernas me tiemblan cuando estás cerca de mi, se me eriza la piel y no me salen las palabras... Creo que no podré aguantar mucho más, tarde o temprano se acabará descubriendo. Tengo que encontrar el momento antes de que ocurra, antes de que te des cuenta...
No se como decírtelo, ¿a solas? ¿con público? ¿cómo si fuera de broma? ¿Me lanzo directamente? Se que tu no lo harás, ¿para qué? ¿por qué yo? Hay miles de chicas muriendo por ti, más guapas, inteligentes, más simpáticas que yo... ¿Serán tan cobardes como yo? Que vivo en la sombra por miedo al rechazo, por terror al que ocurra, al ridículo y a la vergüenza. Pero ¿y si no? ¿Y si estoy equivocada? ¿Y si ocurre lo contrario? Ojala mi escasa autoestima y mi poca seguridad en mi misma me dejaran ver más allá, me dejaran ver los indicios de que por alguna vez me sucederá algo bueno. Ojala mi escasa confianza me dejase encontrar el momento para decirte todo esto en persona y no a través de melancólicas palabras escritas con la respiración entre cortada y un nudo en la garganta.
Ruego a mi pequeña autoestima que se engrandezca, que se haga mayor, que me deje hacerme valiente y no temer al rechazo, y si el resultado es un "no", levantar la cabeza y mirarte a los ojos, acercarme todo lo que puedo, que notes mis labios casi sobre los tuyos y decirte: "no sabes lo que te pierdes".
Quiero dejar de pensar en lo poco que valgo, quiero creer que soy mejor: mejor persona de lo que pienso, que soy bonita, a lo mejor no soy la chica más guapa del mundo, pero me gustaría pensar que soy bonita. Trabajadora, a lo mejor no soy muy inteligente, pero me esfuerzo mucho por intentarlo. Quiero ser simpática, pero a la vez quiero aprender a aceptar que soy una persona solitaria. Quiero mirar a las otras chicas a la cara, alzar la voz y dejar de considerarme un 0 a la izquierda. Quiero gritar: ¡No soy la mejor persona del mundo, pero soy mejor que tu! Y me lo merezco, me merezco a él. No, mejor, él tiene que ser merecido por mi... Quiero ser valiente por ti, por no temer al rechazo, por quererme un poco más y mirar a la gente a la cara, orgullosa, con la cabeza bien alta.
Quiero encontrar un momento, como este, en la que mi autoestima, mi seguridad y mi confianza se pongan de acuerdo para dejarme ver más allá. Acercarme a ti, besarte en los labios y decirte: "Me gustas, me gustas desde hace mucho, si yo también te gusto dímelo, porque lo dejaré todo por ti". Bien, ahora que ya lo tengo todo listo solo me quedan dos cosas: encontrar ese esperado momento y tú.
su cuerpo
La curiosidad que sentía Castiel por su joven amante era mayor que el deseo carnal por hacerla suya. Habían aprovechado aquel momento de intimidad para repetir lo que había sucedido semanas atrás en el asiento trasero del Impala. Se habían devorado a besos el uno al otro y ahora que ella estaba tumbada boca arriba en la cama, de aquella oscura habitación de motel barato, esperándole, él se había detenido. Miró el pequeño cuerpo de la muchacha, cubierto apenas por una fina camiseta de tirantes, tan blanca y pura como ella. El torso de él estaba completamente desnudo y sus firmes músculos y su perfecto cuerpo provocaban que la joven lo desease todavía más.
-¿Todo bien?- preguntó Ayden al ver que Castiel se detenía y se queda observando su cuerpo semicubierto por una sábana.
-Sí, tranquila-respondió él con un hilo de voz- Es solo que me llama la atención como Dios pudo crear unos seres físicamente tan hermosos, es decir, mírate, me siento muy atraído por ti. Tu cuerpo, es perfecto… Ahora mismo solo deseo tocarlo y explorarlo…
-Adelante- dijo ella segura de si misma y aún más enamorada porque Castiel hubiese alagado de tal forma su físico- Explora lo que quieras.
Él la incorporó y le quitó la camiseta, rodeó con sus firmes brazos su estrecha cintura y le besó el cuello, saboreándola, aspirando su aroma. Era dulce, muy dulce y olía bien, al contrario que él que había experimentado como su perfume se transformaba en almizcle al contacto con la piel desnuda de ella. La piel de Ayden se había erizado y estaba caliente, y la respiración acelerada. La volvió a tumbar en la cama y le besó el cuerpo, ella arqueaba la espalda en señal de placer. Se detuvo en el pecho y observó ambos senos, curiosos, le llamaban la atención. Su mano fue instintivamente a agarrarlo y mientras lo hacía la besó con pasión. Se dio cuenta de que a ella le había gustado porque gimió levemente. Exploró bajo el sujetador donde notó como el pezón se endurecía bajo sus dedos. Su lengua exploraba la boca de ella, cálida y húmeda mientras su mano jugueteaba con esa protuberancia que tanto le había gustado tocar. Ella lo apartó suavemente y se quitó el sujetador. Él la contempló desnuda, era todavía más bella, más sensual… Se colocó bien el pantalón, discretamente, aunque ya era casi imposible ocultar lo excitado que estaba. Sus labios exploraron con delicadeza la aureola rosad, mordió y lamió la punta, endurecida por el calor del momento. Sus labios y su lengua siguieron explorando el cuerpo de Ayden mientras él analizaba como reaccionaba: sus gemidos, como arqueaba la espalda, como le clavaba las uñas aguantando no gritar de placer y como controlaba sus impulsos para que no la hiciese suya. Descendió por el abdomen, suave y plano, sintió la respiración acelerada por los movimientos de su estómago y como su corazón latía con más fuerza. Finalmente sus besos llegaron aquel lugar tan íntimo y deseado, sin pensárselo dos veces le quitó la ropa interior y comenzó a explorar con los dedos: acariciando el vello oscuro y rizado, separando los labios. Ese lugar desprendía calor y humedad, quiso probar a que sabía, averiguar porque esa zona le atraía tanto. Se agachó despacio y separó un poco los labios con los dedos, poco a poco comenzó a lamer la delicada zona rosada. Un sabor a sal le inundó la boca, ella comenzó a respirar todavía más rápido y a gemir de placer. Él aceleró el ritmo y Ayden comenzó a gritar de placer mientras movía las cadera. Él se excitó todavía más si eso era posible hasta que no pudo controlarse. Se enderezó y se quitó el pantalón, observando a Ayden con ojos de lobo hambriento. En segundos se desnudó entero, agarró a la joven en brazos y le introdujo la totalidad de su miembro de una sola embestida. Ambos gritaron de placer. Ella se agarró a su cuello mientras él se movía rápidamente penetrándola con ansias, agarrando sus firmes nalgas y sujetando los provocativos y redondeados muslos. Se besaron apasionadamente, jugando con la integridad de sus lenguas. Él le mordió el labio inferior y la miró con ternura, pues a pesar del momento de sexo salvaje del que estaban disfrutando, estaba enamorado de ella. sujetándola se percató de como le excitaban sus preciosas caderas. La apartó de su lado y la obligó a colocarse a cuatro patas. A ambos le sorprendió la facilidad con la que ella se dejaba dominar por el atractivo ángel. La penetró, sujetando los firmes muslos y disfrutó de las vistas que le proporcionaban la espalda arqueada y los redondos glúteos. Jadeaban, gemían y respiraban muy rápido. Sus cuerpos comenzaron a sudar y se sintieron cada vez más acalorados, pero no querían que ese momento terminase. Probaron más posturas, ella se sentó sobre su miembro y le complació con sus ágiles movimientos de cadera. Él se incorporó e hicieron el amor abrazados, terminando esos últimos instantes antes del orgasmo muy suavemente, como enamorados. Finalmente, él no consiguió aguantarse más, apretó el cuerpo de la joven contra su miembro y estalló en un potente pero placentero orgasmo, inundándola con su esencia. No se había dado cuenta, pero la humedad en la entrepierna de ella había aumentado gracias al exhausto clímax al que había llegado cuando él se había corrido en su interior.
La empujó suavemente sobre la cama y se tumbó sobre ella. Ayden agarró la sábana y lo arropó. Castiel, jadeante y exhausto se durmió sobre su pecho y con su delicada voz aclamó:
- Doy gracias a Dios, por haber creado esta perfecta obra de arte conocida como cuerpo femenino.
MI PEQUEÑA OBSESIÓN
Como era de costumbre, Dean Winchester y sus traumas no le dejaban pegar ojo por las noches, pero aquel día, era distinto, estaba más preocupado por sus dos hermanos que de costumbre. Se paseó hasta la cocina del búnker para beberse una cerveza y a la vuelta se plantó frente a la habitación de Sam, la puerta estaba entreabierta, echó un vistazo, Sammy dormía plácidamente acurrucado en su cama. Dean le dejó descansar y fue a ver a Ayden, la más joven de los hermanos Winchester también parecía estar soñando tranquilamente. De repente se revolvió en la cama, y Dean corrió dentro de la habitación para socorrer a su hermana, pero Castiel le detuvo agarrándole por el hombro...
-Está bien,- dijo el ángel- Solo ha tenido una pesadilla. Déjala dormir...
-Lo siento Cas, pero últimamente Ayden me tiene muy preocupado, más de lo habitual.
-¿Es por Crowley?
Dean asintió: "Tengo miedo de que se meta en los sueños de Ayden y la torture como Lucifer hizo con Sam".
-No te preocupes- afirmó el otro- En este búnker está protegida de los demonios. Pero tienes razón, también me he percatado de la fijación que tiene Crowley por Ayden... ¿Será por el poder que guarda en su interior?
-No lo se,- dijo Dean- mi intuición de cazador me dice que no le haría daño. Pero que Sir Crowley, el Rey del Infierno, el que adora su carísimo traje, se agachase para recoger a Ayden del suelo y la mantuviese a su lado hasta que le entregamos ese demonio. Y no fue solo eso, noto como la mira, su simple presencia lo tranquiliza, es como si quisiera protegerla, que no le hicieran daño.
-¿Crees que está enamorado?
-Cas, es un demonio. Los demonios no sienten amor por nadie. Pero si deseo, conozco a Crowley, y es un obseso del sexo. Me aterra que se haya fijado en Ayden e intente seducirla metiéndose en sus sueños y lavándola el cerebro.
-Debes confiar más en tus hermanos, Dean. Ayden es una chica lista, no caerá en sus sucios trucos de encrucijada.
-Ojala tengas razón Cas. Pero aun así, sigo sin fiarme de Crowley... Y creo que no podré dormir en paz hasta que averigua porque tiene esa obsesión con Ayden.
-Dean, no puedes pasarte las noches en vela vigilando la habitación de Ayden. Tienes que dormir.
-Cas, yo...- antes de que pudiese terminar la frase, Castiel colocó dos dedos sobre la frente de Dean y esta cayó al suelo, profundamente dormido. El ángel cogió una manta de la habitación de Ayden y se la puso encima.
-No te preocupes Dean, tu no puedes pasarte las noches sin dormir, pero yo si. Cuidaré de Ayden en tu lugar, mientras descansas. Se que tampoco te fías de mi, no te fías de nadie cuando se trata de tus chicos. Pero tienes que confiar en mi cuando te digo que mientras yo vele por ella no le va suceder nada.- Castiel se acercó a la joven dormida y se sentó en el borde de la cama, le acarició el pelo con ternura y ella se revolvió suavemente en la cama, pero no se despertó. Estaba agotada- Es posible que Dean tenga razón y Crowley tenga una pequeña obsesión contigo, en fin, mírate Ayden, eres preciosa... Pero no debes preocuparte por ello, porque por muy grande que sea la obsesión que tiene Crowley por ti, en nada se compara a la gran obsesión que tengo por protegerte Ayden, porque estés a salvo.
MI VIDA
Hoy me he planteado mi vida... Soy una broma, un ridículo constante. Solo hago que soñar en tonterías y cursiladas, en deseos que jamás se harán realidad. Vivo en un puto cuento lleno de fantasías que me quitan el sueño cuando vuelvo a la vida real. Paso demasiado tiempo siendo Ayla, tanto que ya no me acepto como yo... Me miro al espejo y me aveguenzo de mi misma, de mi cara, mi pelo, mi cuerpo excesivamente ancho, sin pecho... ¡Y en mis sueños me los llevo a todos! Qué asco de vida... Ni siquiera me están saliendo bien está mierda de palabras... Hoy es uno de esos días en que siento que mi vida se derrumba, mi solitaria existencia vuelve a apoderarse de mi, vuelvo a encerrarme en mi asqueroso mundo donde lo puedo todo. Ojala no tuviese tanta imaginación, entonces todo sería más fácil... No existiría Ayla, ni Ayden, ni nadie... sería solo yo y me aceptaría tal y como soy, porque no tendría otra. Ahora solo pienso en ser como Ayla, guapísima, inteligente, valiente. Me gustaría ser valiente, tener el coraje del que carezco para hacer algunas cosas, atreverme, perder ese terror que tengo a equivocarme. No callarme las cosas, ser una líder... Dejar que todo fluya, pero aquí estoy, en mi odioso universo, siendo una princesa hermosa, una guerrera valiente y perspicaz. No una broma como soy ahora. SOY UNA PATÉTICA Y ABSURDA BROMA
¿Y SI HACEMOS EL AMOR?
¿Y si hacemos el amor? ¿Y si nos dejamos llevar? ¿Y di dejamos que esta chispa que ambos sabemos que existe fluya de una vez? No sabemos si está mal, no puede ser malo algo que te hace disfrutar tanto, pero hay una pared entre nosotros, un muro, un aura que no deja que nos acerquemos el uno al otro…
Deseo acariciarte el cuello como aquella vez, que me tomes de la cintura y me acerques a ti. Quiero desnudarte, sentir como nuestras pieles se rozan, que tu olor de almizcle me invada los pulmones, que notes como mi respiración se acelera cada vez que estás cerca de mi, quiero que pongas tu mano sobre mi pecho y sientas como mi corazón late por ti, por tu cuerpo, por comerte a besos.
No me mal interpretes, no te quiero, ni a tu mi, pero admítelo, no puedes dejar de pensar en esa energía que fluye cuando estamos cerca el uno del otro. Esa atracción por sentirnos desnudos, fundidos en un abrazo de placer. Tú piénsalo, tú, yo, unos gemidos por aquí, unas sábanas por allá y un rato de diversión inolvidable…
Déjame hacerte el amor como te mereces
Tienes miedo, tienes miedo de enamorarte de mi, también lo tengo yo, eso no lo dudes, pero me tiembla el cuerpo entero y me muerdo los labios cada vez que me imagino haciendo el amor entre tus brazos, pecho con pecho, dos voces fundiéndose en una sola, en la intimidad de tu habitación, con una tenue luz que nos permita mirarnos a los ojos sin perder la magia del momento. Nuestras manos entrelazadas, nuestros cuerpos juntos, yo sobre ti, rozándote los labios, mordiéndotelos de placer, estallando en un gran clímax y después jadear, descansando el uno al lado del otro, sintiendo el peso de tu cuerpo exhausto sobre mi y riéndonos, riéndonos sobre la ironía del momento ¿Tú, yo? ¿juntos? ¿Desde cuando?
Debemos romper ese muro, dejar los temores atrás y hacer el amor, aunque te advierto, una vez que lo hayas probado, tendrás unas infinitas ganas de repetir.
AYDEN Y KEVIN
-Sabes, esto no está del todo mal... - dijo Ayden mientras sorbía de su refresco e intentaba evitar la mirada de Kevin.
-¿el que?-preguntó él, feliz y relajado por primera vez en meses
-Ya sabes... esto. Salir con alguien normal...
-Si llamas normal al profeta que debe custodiar la palabra de dios... -dijo Kev divertido
-El último chico con el que salí era un ángel caído atormentado por la masacre que cometió en el pasado, que estuvo encerrado en el Purgatorio y al que le lavaron el cerebro... Créeme, esta es la cita más normal que he tenido en la vida.
Ella se rodeó con los brazos y le entró un escalofrío, Kevin se quitó la chaqueta y se la colocó sobre los hombros... Ella le miró y le dedicó una sonrisa.
-Creía que esto solo pasaba en las comedias románticas adolescentes.
-Los chicos normales somos una caja de sorpresas.- Ambos se quedaron en silencio un rato, de pie, quietos, mirando las estrellas. Kevin intentó agarrarle la mano, ella al principio se estremeció al notar como sus dedos jugaban con los suyos, al final dejó que se la agarrara.- Entonces... a parte de Cas... ¿Soy el único chico con el que has salido?- ella asintió sin prestarle mucha antención-¿Cómo era él, Ayden? Me refiero a ¿cómo era tener una relación con un ángel?
Ella le miró sonriente, con los ojos brillantes, siempre se le iluminaba la mirada al pensar en Castiel.
-No podíamos hacer estas cosas. No teníamos citas, ni íbamos al cine, ni a pasear, ni siquiera podíamos sentarnos a ver una película en casa. El era un ángel, no entendía como funcionaban las cosas en la Tierra, pero era consciente del vínculo que existía entre nosotros, e intentó arrastrarme hacia su bando...
-¿Cómo?
-Con un conjuro... Hizo que me tragase una gota de su Gracia, y comenzó a entrenarme. Luego, cuando él estaba en peligro, luché con Gabriel para vencer a Lucifer, él cayó, y realicé el mismo hechizo para tragarme parte de su esencia. Pero la Gracia de un Arcángel es mucho más poderosa, y mi cuerpo no podía sostenerla. Iba a matarme. Entonces Castiel me dio este amuleto- Ayden sostuvo el collar entre sus dedos para mostrárselo a Kevin- mantiene los poderes de Gabriel a raya, no puedo usarlos a no ser que me lo quite, pero puedo transmitir su energía.
-¿Cómo?
-Con un beso...
-Por eso te besó aquel ángel vestido de vendedor de perritos calientes en aquella subasta.
-¿Samandriel?-le recordó con mucha pena- Era un buen chico, el ángel más dulce que he conocido. Pero sí, él notó mi fuerza y le transmití mi energía.
-¿Y cómo se tomaron Sam y Dean que te enamorarás de un ángel? Bueno... Ya sabes como son.
-Sam se dio cuenta antes que yo, como le miraba, como él me protegía... Entendía que le quería, pero me advirtió que fuese con cuidado. Sam es muy desconfiado, y más si se trata de los ángeles... Pero sabe lo que es amar a otra persona...
- Y ¿Dean?...
Ayden rió
-Para Dean siempre he sido y siempre seré su hermanita pequeña. Cuando ya era evidente que entre Cas y yo había algo... él se resistía a verlo...
-¿Cómo lo averiguó?
-Nos pilló besándonos. Creo que nunca lo he visto tan enfadado, al final no le ha quedado más remedio que asumirlo. Aunque siempre ha intentado alejarme de él, pero él también le aprecia mucho. Sabes, siempre he sido consciente de que es imposible, es Castiel... es un ángel. Algún día yo moriré, y él no, junto a él solo me espera una vida de caza, huyendo, persiguiendo criaturas... No podríamos formar una familia. Está prohibido.- una sombra cruzó ocultó su hermosa sonrisa y se le llenaron los ojos de lágrimas- Pero ahora ya todo da igual. No se donde está Cas, ni siquiera se si está vivo, si lo estuviera no estoy segura de que viniera a buscarme. Siempre he tenido fe en él, cuando empezó a trabajar con Crowley, estaba segura que lo hacía para protegernos, lo mismo pensé en cuanto nos abandonó a Dean y a mi en el Purgatorio.... Incluso cuando su cuerpo explotó dejando libres a los Leviatanes, estaba segura de que no había muerto. Casi me cuesta la vida encontrarlo, casi muero de pena al perder al único hombre al que amado. Siempre he tenido fe en él, pero esta vez es distinto, porque empiezo a pensar que él solo me ha utilizado, y que jamás le he importado de verdad...
-Kevin tomó sus manos entre las suyas.
-A mi me importas Ayden, yo jamás podría hacerte daño, ni utilizarte. Me gustas mucho, y me gustas de verdad.
Él le acarició la mejilla y acercó su rostro hacia el de ella. Pero Ayden giró la cabeza sutilmente y él le besó la mejilla.
-Tu me gustas a mi Kevin, pero amo a Cas... Y por muchas veces que me haya fallado, no puedo fallarle yo a él. - sostuvo el amuleto entre sus dedos y ambos se miraron a los ojos-Tengo que encontrarlo.
AYLA HA VUELTO
A pesar de que Ayden ha intentado retenerla, al final y como siempre, Ayla ha vencido. No se donde está Ayden ahora mismo, temo de que haya vuelto a esconderse y de que me haya dejado sola con Ayla de nuevo.
Lloro, no puedo controlara, siempre hace lo que le da la gana, y siempre está mal. No me deja pensar por mi misma, es una egoísta, quiere que yo sea suya, suya y de nadie más. Me coloca su fría mano sobre el hombro.
-Se que ahora es duro,-me dice- pero tu deber es estar sola. Las personas, tus amigos, tu familia, te distraen y no rindes al 100%. Bloquean tu poderosa mente con pensamientos felices y recuerdos agradables. Necesito que dejes fluir la oscuridad que hay en tu interior. Inténtalo, déjala escapar. Te gustará, ya lo verás, te hará más fuerte, más inteligente, más fría. Llenará tu cabeza con hermosas palabras de odio, de ira y de tristeza. ¿Qué hay más bello que unas tristes frases escritas con lágrimas de tinta? Ya has estado sola antes, sabes a lo que te enfrentas. Es tu oportunidad en la vida, sabes que sin esos ruines pensamientos no vales nada, no eres nada, no sirves para nada. Haz el favor de olvidarte de esa chorrada de los sentimientos y ponte a escribir de una vez, o tendré que seguir trabajando.
Aunque me duele asumirlo, Ayla tiene razón, mi alma torturada es mi única vía de escape. Duras palabras, pensamientos oscuros, soledad. No empatices, no tengas compasión, no sientas. Es tu única solución. Lo único para lo que sirves. Escribir sobre mi misma desde las tinieblas de la soledad.
Ayla ha apartado a Ayden porque me ayudaba a combatir la soledad en los momentos más duros, ella me enseñó a amar. Ayla no quiere que ame, amar está mal, sentir está mal. Ella solo quiere que escriba, que desate la oscuridad de mi interior. Si la dejo fluir Ayla será más fuerte, y me ayudará a llegar lejos. Pero estaré sola, como siempre lo he estado, como siempre lo estaré.
EL VÍNCULO
Ayden observó al hombre junto a las escaleras, no podía ser, no se lo creía… Susurró el nombre de Dean, y él la agarró por los hombros. Tuvo que contenerse para no correr hacie ál y abrazarlo, decirle que lo había echado mucho de menos, que le quería y que le perdonaba.
Dean aún no se fiaba de él, los había engañado y traicionado a todos. Sam se moría por su culpa. Pero estaba ahí, vivo, sano y salvo. Ayden lo sabía desde un principio, lo percibía, era su ángel de la guarda y estaban unidos por un poder celestial , un poderosos y mágico vínculo. Algo muy fuerte, que ni Sam, ni Dean, ni nadie más comprendía.
Emmanuel se sentó en la parte de atrás del coche, Dean al volante y Ayden a su lado. El mayor de los Winchester intentaba conversar con el sanador, intentando averiguar si se acordaba de algo de su vida anterior y de cómo curaría a Sam.
-No solo se curar dolencias físicas, sino también espirituales- afirmó el curandero.- Y percibo que tu alma sufre mucho, ¿Ayden, no?- ella asintió- ¿Puedo preguntar qué te sucede?
-Nada importante- dijo ella sosteniendo las lágrimas, algo de que Dean se dio cuenta y le agarró la mano- Es solo que han sido unos meses muy difíciles: el hombre que me crió como un padre ha fallecido hace poco, mi hermano Sam está muy enfermo, y no hace mucho que también perdí a alguien muy importante para mi.
-Ayden, te utilizó, como a todos- murmuró Dean.
-Eso no significa nada. Lo hizo por nosotros, por protegernos.
-Tienes mucha fe en él- concluyó Emmanuel mientras observaba como la joven acariciaba un amuleto que prendía de su cuello y que le resultaba extrañamente familiar.
-No te imaginas cuanta.
Cuando se encontraron con Meg en la gasolinera, Ayden y ella se encararon. Tuvieron que ser separadas por Dean, quien obligó a la chica a aceptar al demonio en el grupo. La joven Winchester tenía cruzada a esa mujer desde que la vio besándo a Cas. No se fiaba de ella, de hecho, en otras circunstancias, la habría delatado a Crowley, o directamente hubiese hundido su cuchillo en su corazón y la hubiese mandado de vuelta al agujero de donde venía. Pero su hermano le suplicó que se contuviera.
Meg, Dean y Ayden se acercaron al coche donde esperaba el inocente y amnésico Emmanuel. En cuanto vio el auténtico rostro de Meg se asustó y se puso muy nervioso, temblaba de miedo y no le salían apenas las palabras. Ayden corrió hacia él para calmarlo y le tomó las manos, entonces, aquel que era conocido como Castiel notó la presencia celestial dentro de Ayden, un poder se canalizaba dentro de ella y recorría su cuerpo hasta él. La soltó de golpe al percatarse del subidón de energía que se transmitía de un ser a otro.
-Tus… tus manos…- ella se las miró extrañada- Tienes algo dentro, algo muy poderoso. Algo que me atrae hacia a ti.
Dean y Meg intercambiaron una mirada. Dean temía que el vínculo entre Ayden y él le devolviera los recuerdos y le impidiesen tener una nueva oportunidad con su amigo, o peor, que decidiera desaparecer y no curar a Sam.
-¿Yo soy Cas?- dijo Emmanuel cuando Meg le reveló que era un ángel.-¿Yo soy el que te traicioné? ¡No puedo hacerlo Dean, no puedo curar a tu hermano! Soy un monstruo…
Emmanuel intentó huir, pero Ayden se lo impidió.
-Cas no era malo, al contrario, es la persona, o ángel, más fiel, buena y luchadora que conozco, y con suficiente poder como para derrotar a todos esos demonios sin apenas esfuerzo.
-Ayden, yo… yo, no puedo hacer eso. No se como.
-Déjame ayudarte. ¿Ves esto?- ella le mostró el colgante- Sin él soy una bomba de relojería. Me lo diste tu para evitar que usase mis poderes que me otorgó tu fragmento de Gracia y la de Gabriel. Sin él podría morir. Pero si me lo quito, y te doy la mano, o te beso, te transmito esa fuerza a ti. Lo hemos hecho antes. Funcionará.- él la miró asustado. Ella se quitó el collar y se lo entregó a Dean- Yo siempre he tenido fe en ti, Cas, ¿la tendrás ahora tu en mi?.
Ayden le tendió la mano y él la agarró.
Juntos vencieron al grupo de demonios y Castiel recordó todo. Miró a Ayden apenado y la estrechó contra su pecho.
-Vamos a salvar a Sam.
Castiel se percató de que el muro de la cabeza de Sam estaba totalmente destruido y que era imposible recomponerlo de nuevo. Miró a Dean y a Ayden. No podía curarlo pero si transmitirlo. Conocía los riesgos, las alucinaciones, pero serviría para compensar el mal que le había hecho a los hermanos Winchester. Pero para realizar la transferencia, necesitaba ayuda extra.
-Ayden, ven aquí. Te necesito.
Castiel se sentó en la cama y colocó su mano en la frente de Sam. Ayden se acercó y él la juntó contra su cuerpo cariñosamente. La besó en los labios y dejó que su poder y la enfermedad de Sam lo inundasen. Por el esfuerzo empujó a Ayden y Dean la levantó tras de si. Cuando terminó, Castiel se derrumbó y cayó al suelo. Ayden corrió hacia él y trato de incorporarlo. El ángel distinguió por un momento su rostro antes de empezar a alucinar.
-Gracias Ayden, gracias- le susurró antes de empezar a agonizar.
VIDAS CRUZADAS
¿Te has preguntado alguna vez que hubiese sucedido si nuestras vidas se hubiesen cruzado? A veces sueño con ello… ¿Quién se sacrificaría más? ¿Tú? Lo dudo, eres demasiado independiente ¿Yo? Al principio sí, pero me acabaría cansando y tarde o temprano acabaría todo.
¿Qué pasaría si tu te hubieses enamorado de mi en lugar de yo de ti? Yo mantengo una lucha silenciosa, discreta, vivo en un segundo plano en tu vida. ¿Qué harías tu en mi lugar? ¿Serías también un segundo plano en mi día a día? ¿Intentarías sutilmente llamar mi atención? ¿Serías valiente buscarías el momento y me besarías?
Una vez escuche: “Nuestros destinos se han entrelazado, pero nunca se han unido”… ¿Es eso lo que sucede entre tu y yo? Tu formas parte de mi vida, y yo de la tuya y fin. Estamos presentes en los pensamientos del otro, pero de maneras distintas. Soy tu amiga, tu fiel compañera, a la que acudes en busca de consejo, de apoyo. Tu eres mi sueño, mi ilusión, mi inspiración. Aunque formamos parte de la vida del otro, y tengamos metas y objetivos en común, nuestro destino nos guarda caminos diferentes, separados el uno del otro. Permaneceremos juntos, luchando el uno al lado del otro, durante un breve tiempo y después silencio y cada uno por su cuenta.
Durante este tiempo seguiré siendo tu apoyo y tu consejera, tu mano derecha. Permaneceré entre las sombras, con mi cobardía y mi secreto. Con la esperanza de que por fin me veas en un primer plano, que me des una señal, de que llegue el momento.
SU ESPALDA
Ella estaba tumbada, a mi lado, de espaldas, su cabello esparcido por la almohada le ocultaba el rostro. Dormía plácidamente. Le aparté el pelo del rostro, y se lo coloqué detrás de la oreja. Ella se revolvió suavemente, no pude evitar sonreír ante sus simpáticos gestos. Le descubrí la espalda, desnuda, era una de las partes que mas gustaban de ella. Tan natural, suave, me llenaba los labios de toda clase de sabores. Me perdía en esa sensual curva, en los divertidos lunares, la depresión de la cintura. Le besé la nuca y los hombros, y ella se despertó. Se frotó los ojos y se revolvió perezosa…
-Sabes que odio que me despierten- dijo con una media sonrisa.
-No he podido resistirme.- Le acaricié el pelo de nuevo. Ella me apartó la mano- ¿También odias que te toquen el pelo?- sonrió-¿Hay algo en este mundo que te guste?
-Tú no estás mal.
Me abalancé sobre ella y la besé en los labios mientras abrazaba su estrecha cintura entre mis brazos.
-¿Por qué hemos tardado tanto en hacer esto?
-Porque somos unos cobardes.- Me acarició el pelo- ¿Sabes que esto no será para siempre, no? Ya sabes, somos demasiado distintos, tenemos vidas demasiado diferentes.
Me aparté de ella y me senté en la cama, ella se incorporó, me rodeó los hombros y me besó el cuello. Después apoyó su barbilla sobre mi espalda. Se había cubierto con una sábana, pero sentía su desnudez pegada a mi cuerpo.
-Ni siquiera se porque hemos hecho esto. Estaba enfadada, y bebí demasiado anoche….
-No me digas que fue un error, por favor. He soñado demasiado con este momento…
-Tienes pareja.
-Y tu también. Y eso no significa que no me muera por ti. Que no lleve deseando este momento desde que te conozco. No me mires así, yo se que también querías esto.
-No lo quería, pero sabía que tarde o temprano sucedería. Hay algo entre tu y yo, más que una amistad. Era inevitable… Pero no volverá a pasar.
Ella se apartó de mi lado y yo me llevé las manos a la cabeza. Se empezó a vestir. Pude contemplar su espalda de nuevo, su sensual espalda. Me acerqué por detrás y la volví a besar ante se que se pusiera la camiseta.
-No volverá a pasar, lo prometo. Pero no dejes que acabe de pasar hoy. Una vez más.
Le besé la espalda, los hombros, los labios y nos fundimos en un abrazo. Un eterno y sincero abrazo.
ME VUELVES LOCA
Antes me gustabas, me sonrojaba cuando me mirabas, te sonreía tímidamente, me mordía el labio cuando me hablabas…..
Ahora ya no no me gustas, ahora me vuelves loca. Tu forma de andar, tu manera de hablar, esa postura tuya apoyándote en la pared, mirando el móvil, como si yo no existiera. Me pongo celosa cuando hablas con otras, ¿me estás provocando? ¿No te importo de verdad? ¿No te das cuenta de nada?
Me estás volviendo loca, las señales son confusas, no se que quieres de mi. Dímelo por favor. Yo lo quiero todo de ti, quiero sentir tu piel desnuda sobre la mía, el latido de tu corazón en mi oído, nuestras respiraciones acompasadas, tu olor, tus brazos sobre mis hombros, tus labios sobre los míos. Quiero jugar con tu lengua, o que tu juegues con la mía. Quiero que ambos juguemos, exploremos, experimentemos… Quiero que me vuelvas loca con tus insinuaciones, que tus caricias me hagan perder la cabeza, que tu cuerpo haga maravillas conmigo.
Vuélveme loca con tus besos en el cuello, muérdeme, excítame. Conviérteme en tu súbdito, haz que te adore como un dios, que grite tu nombre, se mi objeto de deseo, se mi obsesión, que yo seré lo único en lo que pienses cuando salga el sol.
Me vuelves loca, todo tu ser me hace perder la cabeza, y tu solo juegas conmigo, mi frágil cerebro está a punto de romperse con tus “técnicas”. No se que quieres de mi, ¿lo quieres todo? ¿no quieres nada? ¿solo quieres algo? Sea lo que sea dímelo ya, necesito saber si puedo corresponderte o olvidarte para siempre. Pero por favor, dímelo, o acabarás volviéndome loca de verdad.
ME GUSTAS
Me gusta levantarme tarde, palpar las sábanas y darme cuenta de que ya te has levantado. La cama sigue caliente, me acerco la almohada a la cara y aspiro tu fuerte aroma. Me gusta tu olor, ese almizcle tan varonil que te vuelve aún más irresistible, que me enciende por dentro, que despierta en mi ese instinto animal incontrolable, esa fiera loca por hacerte suyo.
Me levanto de la cama, despeinada y con tu camiseta cubriéndome el cuerpo. Me gusto, me siento más guapa, más segura de mi misma. Estás en la cocina, oigo la máquina de café. No me ves, estás de espaldas, con el torso desnudo, tarareando una alegre canción. Me siento en la silla y te observó, te sobresaltas cuando me ves, pero me sonríes y me sirves una taza. Me gusta ver como lees el periódico, como te inmersas en la lectura, ¿es una provocación? ¿quieres que me haga la interesante? Lo estás consiguiendo, quiero que me hagas caso… Así que me siento en tu regazo y te acaricio el pelo, te muerdo la oreja y hago mil tonterías para que me prestes atención. Eróticos besos en los labios, tu boca jugando con mi piel, mi dedo enredado en tu pecho… Y una magnífica ducha juntos.
El agua cae sobre nuestras cabezas, jugamos el uno con el otro, largos besos bajo el agua, tus manos sobre mis caderas, mis uñas en tu espalda. Tu lengua traviesa, una risa, dos cuerpos desnudos. Me gusta ducharme contigo.
Acabamos en la cama, siempre acabamos en la cama, da igual si encima o debajo de las sábanas. Esa habitación es testigo de un millón de posturas, gemidos de placer, orgasmos interminables. Tu cuerpo exhausto cae sobre el mio, sonríes y cierras los ojos. Te acaricio la espalda con la yema de los dedos y contenta, pienso en todo lo que me gusta: me gusta levantarme tarde, me gusta tu olor varonil, me gusta vestirme con tu ropa y que me veas preciosa, me gusta observarte cuando lees el periódico, me gusta cuando te haces el interesante, me gusta ducharme contigo y hacerte el amor. Pero sobretodo, me gustas tu.
TE ECHO DE MENOS
Te echo de menos, te echo mucho de menos, y aunque hayan pasado diez años este dolor, este hueco que dejaste en mi corazón, esta herida abierta aun no se ha cerrado. Tengo miedo de olvidar tu cara, tu voz, la manera que me hacías sentir que era “la niña de tus ojos”.
Cuando pienso en ti, no puedo evitar pensar en si estarías orgullosos de mi, en fin, fíjate: soy incapaz de sacarme el permiso de conducir, de hablar bien un idioma, estoy en una carrera en la que no tengo futuro. Soy tan friki que hasta me avergüenzo de mi misma. Tu irías por la oficina, diciendo: “mirad a mi hija, le gustan las series y el merchandaising” Seguro que no…
Quizá, si no te hubieras ido, ahora estaría estudiando una carrera de “prestigio”, podría ser bióloga, economista… O lo que fuese.
Estuviste conmigo tan solo nueve años, pero eres mi padre y jamás te olvidaré. A mis casi dos décadas de vida te necesito más que nunca. Necesito que formes parte de mi vida, que me guíes, yo sola no puedo… Necesito saber que estás orgulloso de mi, necesito saberlo, sino no creo que pueda seguir adelante. Necesito saber si mi padre estaría satisfecho con la vida que he elegido.
No puedo hacerte un gran homenaje, por eso te escribo, es lo único que se hacer y de lo único que yo misma me enorgullezco. Entre lágrimas suplico a quién sea que esté allá arriba contigo, que te haga llegar esta carta, que sepas que te quiero y que te echo mucho de menos.
Por favor, dame fuerzas, dame fuerzas para superar este amargo día en el que perdí a una de las personas más importantes de mi vida, dame fuerzas para seguir con el resto de mi vida.
Y por favor, dime que te enorgulleces de mi…
DESNUDÉMONOS
Desnudémonos, que no nos avergüence vernos desnudos.Desnudémonos, que nuestros cuerpos se junten y nuestras pieles se toquenJuguemos con nuestros defectos: que tus manos exploren las curvas de mi cuerpo: el pecho abultado, la depresión de la cintura, la firmeza de las caderas….Explora, investiga, conoce la pureza de mi ser, yo te rodearé con los brazos mientras tus labios vagan por mi cuello, mis hombros…La lengua ávida déjala libre, que explore el interior de mi boca, que juegue con la mía… Que se conozcan, que no se avergüencen de estar unidas.Después bajarás las manos, y recorrerán el interior de mis muslos, acariciando con delicadeza el vello oculto. Entonces te miraré a los ojos y te diré que no tengo miedo. Y eso te gustará…No me avergonzaré de mi cuerpo desnudo, no te avergonzarás de tu cuerpo desnudo y no nos avergonzaremos de nuestros cuerpos desnudos….Empezarás a explorar y yo cerraré los ojos, te haré saber que me gusta, clavaré mis uñas en tu espalda y gemiré en tu oído mientras te muerdo sutilmente la oreja.Luego empezaré yo, mis labios recorreran tu cuerpo, te haré sufrir…. Jugaré contigo y te excitarás aún más. Empujarás mi cabeza suavemente hacia tu cintura y estallarás de placer cuando empiece a usar la magia de mi boca….Finalmente haremos el amor, dirigirás la danza, solo por esta vez… Me alzarás en brazos y me penetrarás. Los dos gritaremos de placer. Los cuerpos juntos, mis uñas en tu espalda, los gemidos y el balanceo…. Será mágico, apretarás mis nalgas con fuerza y te dejarás llevar por ese orgasmo tan placentero que te voy a proporcionar. Que solo yo voy a ser capaz de proporcionarte...Pero todo este sueño no se va a hacer realidad, porque primero de todo debes ser valiente, perder la vergüenza: me tienes que desnudar…
QUERIDA AYDEN
Querida Ayden,
no sobran palabras para darte las gracias por todo lo que has hecho por mi. En aquellos años difíciles, que son la adolescencia, tu fuiste mi mentora de la vida, recluida en aquella cárcel, tu me mostraste como es el mundo exterior, y aunque aun lo temo, fue gracias a ti a que me volví un poquito más valiente para enfrentarme al oscuro mañana.
Me enseñaste a amar Ayden, a querer, me diste una familia, me enseñastes lo que es tener una familia que se preocupa por ti, que te quiere…
También me enseñaste a que las personas solitarias pueden ser felices, tú me hacías feliz, a tu manera, con tus viajes, tus aventuras, los chicos y el ángel de la guarda vestido con gabardina.
Me empujaste a buscar un apoyo, como tú, a buscar esa persona especial que a ti te hacía sentir tan bien cuando estabais juntos. Me dijiste: “vas a sufrir, os haréis daño mutuamente, ¿pero sabes que? Valdrá la pena…. Porque os amáis”.
Me instruiste para ser una persona seria, madura y responsable. Nunca sonrío, porque Ayden tampoco sonríe, es demasiado seria y consciente como para sonreír. La cuestión es que Ayla es mala, y Ayla no es seria, ni madura, ni responsable… Ella solo quiere divertirse, a costa de hacer daño a los demás, y eso no está bien. Me está costando mucho retenerla Ayden, por eso te escribo, necesito tu ayuda, se que te he tenido algo abandonada estos últimos años, pero en el fondo, ambas sabemos que siempre has estado ahí, en algún lugar de mi corazón para recordarme lo que me habías enseñado.
Por favor Ayden, ayúdame, te lo suplico, ayúdame a detener a Ayla, enséñame a controlarla, a retener sus impulsos, a detener este torbellino de emociones que resopla en mi interior. Por favor Ayden, ayúdame…
atentamente:
Yo
07/02/2016
DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA
El otro día, mientras miraba el mar fusionarse con el cielo en el horizonte, me puse a pensar en dos temas que me obsesionan desde niña: el mar, azul, profundo, cambiante… y los ángeles, esas preciosas criaturas aladas con las que sueño desde mi mas tierna infancia. En ese momento, y delante de mi, se habían convertido en una, en una sola cosa. En las dos caras de una misma moneda.
Ese mismo día, sentí un ímpetu en mi ser, una extraña fuerza sobrenatural que me movió a recorrer media ciudad solo para que mis pies tocasen el agua salada. Lo necesitaba, algo dentro de mi me obligaba a tocar el mar. En seguida, supe que esa fuerza en realidad era Ayla, haciendo de las suyas. Últimamente ha estado muy tranquila, ya no quiere hacer tanto el mal, bueno, en realidad si quiere, pero alguien la detiene. Ayden, mi otro yo, el lado bueno y bondadoso que merodea dentro de mi.
En realidad, Ayden nació antes que Ayla, Ayden estaba conmigo en los peores momentos, cuando estaba sola, Ayden me consolaba y me ayudaba a que los largos días en soledad fuesen más breves, más dulces… Ayden me dio hermanos con los que jugar, me enseñó lo que era amar a alguien. Eso es Ayden, Ayden es amor, es todo lo contrario a Ayla.
Ayla nació de la maldad, cuando llegó Ayla no estaba sola, pero estaba mal acompañada. Y esas horribles compañías sembraron un odio en mi del cual germinó Ayla. Con su llegada, con sus ganas de gritar lo que de verdad sentía, de pelear, de hacer daño… Encerré a Ayden dentro de mi, para que no pudiese cuestionar las decisiones que tomaba a Ayla, sin duda fue un gran error. Es cierto que necesito los impulsos de Ayla, sus ganas de luchar, pero necesito el amor de Ayden para regularlo, para que me calme y derrote a los demonios de la soledad.
Ahora mismo están las dos sueltas, gracias a un ángel, Ayden ha despertado y está luchando con Ayla, las necesito a amabas, pero las dos quieren ser las únicas. Necesito crear un ser que tenga las virtudes de las dos, que se fusionen como el mar y el cielo en el horizonte.
Parece una misión casi imposible, aunque las dos formen parte de mi, nacieron por causas diferentes, tienen retos diferentes: Ayden es amor, me ayuda a combatir la soledad con palabras dulces y tiernas. Ayla es una guerrera, ella solo quiere que las personas que me han dañado en el pasado paguen por ello.
Sin duda, Ayla y Ayden son dos caras de una misma moneda…
ESCRIBIR
No se hacer nada bien, soy una inútil. No se me da bien hablar con las personas, los estudios no son lo mio, ni el deporte, ni tampoco el arte…
No soy una rompecorazones, ni las más popular de la clase. No se cantar, ni bailar, ni actuar. Tampoco soy empática, ni amable, ni divertida… No tengo un cuerpo 10 ni una memoria prodigiosa. Soy torpe, patosa y antipática…
No soy nada
Lo único que se hacer es pensar, pienso, pienso demasiado, y lo que pienso lo plasmo en un papel con tinta. Nadie me conoce, porque no me dejo conocer, no me gusta que la gente entre dentro de mi. A nadie le interesan mis problemas, porque son tonterías… Es mejor que sigan donde están, dentro de mi, ocultos. Hay veces que no puedo retenerlos y exploto y lloro, estallo en lágrimas y rompo en llantos. Eso si que lo hago bien, llorar.
Me siento sola, porque no tengo a nadie quien lea mis textos, que me comprenda o que quiera hacerlo. A lo mejor soy demasiado egocéntrica, o el resto es demasiado egoísta. Gente en la que confiaba me ha apuñalado por la espalda, me ha roto el corazón y he tenido que levantarme sola y lamerme las heridas, porque no había nadie que me ayudase a vendarlas.
Escribo, escribo para desahogarme, con la esperanza de que alguien lea esto y mis otros escritos y me diga: “todo está bien, no estás sola. Cuéntame, ¿qué significa esto que has escrito aquí? ¿Puedo ayudar a resolverlo?
En fin, de momento lo único que puedo hacer es escribir…
TENGO QUE DETENER A AYLA
A veces considero a Ayla una persona completamente distinta a mi, que vive dentro, escondida, que conoce mis deseos más íntimos, mis fantasías más ocultas y que es capaz de ver ese otro lado a través de mis ojos. Es mala, Ayla es mala, no es buena persona, a veces intenta hacer daño a los demás, e intento ocultarla, pero ella es más fuerte y no puedo remediar que en ocasiones saque a la luz secretos que no me gusta revelar.
Ella tiene un don, y es que ve a las personas de una forma diferente que yo. Me asusta, me da miedo, me aterroriza que Ayla esté tomando posesión de mi cuerpo y me haga cometer errores, hacer daño a la gente…
Tengo que resistir, tengo que ser más fuerte que ella. Me grita que la deje ir, que es mi yo de verdad, que lo desea, y no lo cumple porque soy una cobarde. ¿Por qué no me dejo llevar por Ayla? ¿Abandono mi consciencia y que pase lo que tenga que pasar?… No, no quiero hacer daño a nadie, pero me lo estoy haciendo a mi misma reteniendo los impulsos de Ayla dentro de mi.
Mi mente es una eterna batalla entre lo que quiere hacer Ayla, y lo que quiero ser yo… Es demasiado, ella es valiente, orgullosa, no tiene miedo a equivocarse y sabe cuidar de si misma… Pero quiere hacer daño a la gente, y eso no está bien. Tengo que averiguar la forma de pararla, de retenerla, de ocultarla de nuevo y que dejé de provocar esos pensamientos tan oscuros en mi cabeza. Tengo que detener a Ayla.
DOS VELAS
Dos velas, dos frágiles velitas de cera… Debo cuidaros, porque una ráfaga de viento puede mataros. Es muy duro cuidarlas a ambas. Solo tengo dos manos, insuficientes para cobijaros a las dos. Pero tampoco puedo elegir a cual de las dos proteger, las dos me habéis dado mucho…
Una me ha iluminado y me ha dado calor en el pasado, la otra es la luz que ilumina mi futuro. Uno solo me calienta a mi, mientras que la otra apenas me alcanza con sus llamitas. Pero debo cuidarla, es mi obligación. Tengo que protegerlas a ambas…
Pero… ¿y si protejo a la equivocada? Una me comporta la seguridad del paso, la luz que me ha iluminado, la que siempre ha estado. La otra es la aventura del futuro, adentrarse en la oscuridad, dejarse llevar por el juego mágico de luces y sombras, no saber si en el momento más inoportuno, me dejará a oscuras.
Hoy me he planteado mi vida... Soy una broma, un ridículo constante. Solo hago que soñar en tonterías y cursiladas, en deseos que jamás se harán realidad. Vivo en un puto cuento lleno de fantasías que me quitan el sueño cuando vuelvo a la vida real. Paso demasiado tiempo siendo Ayla, tanto que ya no me acepto como yo... Me miro al espejo y me aveguenzo de mi misma, de mi cara, mi pelo, mi cuerpo excesivamente ancho, sin pecho... ¡Y en mis sueños me los llevo a todos! Qué asco de vida... Ni siquiera me están saliendo bien está mierda de palabras... Hoy es uno de esos días en que siento que mi vida se derrumba, mi solitaria existencia vuelve a apoderarse de mi, vuelvo a encerrarme en mi asqueroso mundo donde lo puedo todo. Ojala no tuviese tanta imaginación, entonces todo sería más fácil... No existiría Ayla, ni Ayden, ni nadie... sería solo yo y me aceptaría tal y como soy, porque no tendría otra. Ahora solo pienso en ser como Ayla, guapísima, inteligente, valiente. Me gustaría ser valiente, tener el coraje del que carezco para hacer algunas cosas, atreverme, perder ese terror que tengo a equivocarme. No callarme las cosas, ser una líder... Dejar que todo fluya, pero aquí estoy, en mi odioso universo, siendo una princesa hermosa, una guerrera valiente y perspicaz. No una broma como soy ahora. SOY UNA PATÉTICA Y ABSURDA BROMA
¿Y SI HACEMOS EL AMOR?
¿Y si hacemos el amor? ¿Y si nos dejamos llevar? ¿Y di dejamos que esta chispa que ambos sabemos que existe fluya de una vez? No sabemos si está mal, no puede ser malo algo que te hace disfrutar tanto, pero hay una pared entre nosotros, un muro, un aura que no deja que nos acerquemos el uno al otro…
Deseo acariciarte el cuello como aquella vez, que me tomes de la cintura y me acerques a ti. Quiero desnudarte, sentir como nuestras pieles se rozan, que tu olor de almizcle me invada los pulmones, que notes como mi respiración se acelera cada vez que estás cerca de mi, quiero que pongas tu mano sobre mi pecho y sientas como mi corazón late por ti, por tu cuerpo, por comerte a besos.
No me mal interpretes, no te quiero, ni a tu mi, pero admítelo, no puedes dejar de pensar en esa energía que fluye cuando estamos cerca el uno del otro. Esa atracción por sentirnos desnudos, fundidos en un abrazo de placer. Tú piénsalo, tú, yo, unos gemidos por aquí, unas sábanas por allá y un rato de diversión inolvidable…
Tienes miedo, tienes miedo de enamorarte de mi, también lo tengo yo, eso no lo dudes, pero me tiembla el cuerpo entero y me muerdo los labios cada vez que me imagino haciendo el amor entre tus brazos, pecho con pecho, dos voces fundiéndose en una sola, en la intimidad de tu habitación, con una tenue luz que nos permita mirarnos a los ojos sin perder la magia del momento. Nuestras manos entrelazadas, nuestros cuerpos juntos, yo sobre ti, rozándote los labios, mordiéndotelos de placer, estallando en un gran clímax y después jadear, descansando el uno al lado del otro, sintiendo el peso de tu cuerpo exhausto sobre mi y riéndonos, riéndonos sobre la ironía del momento ¿Tú, yo? ¿juntos? ¿Desde cuando?
Debemos romper ese muro, dejar los temores atrás y hacer el amor, aunque te advierto, una vez que lo hayas probado, tendrás unas infinitas ganas de repetir.
No me mal interpretes, no te quiero, ni a tu mi, pero admítelo, no puedes dejar de pensar en esa energía que fluye cuando estamos cerca el uno del otro. Esa atracción por sentirnos desnudos, fundidos en un abrazo de placer. Tú piénsalo, tú, yo, unos gemidos por aquí, unas sábanas por allá y un rato de diversión inolvidable…
Déjame hacerte el amor como te mereces |
Debemos romper ese muro, dejar los temores atrás y hacer el amor, aunque te advierto, una vez que lo hayas probado, tendrás unas infinitas ganas de repetir.
AYDEN Y KEVIN
-Sabes, esto no está del todo mal... - dijo Ayden mientras sorbía de su refresco e intentaba evitar la mirada de Kevin.
-¿el que?-preguntó él, feliz y relajado por primera vez en meses
-Ya sabes... esto. Salir con alguien normal...
-Si llamas normal al profeta que debe custodiar la palabra de dios... -dijo Kev divertido
-El último chico con el que salí era un ángel caído atormentado por la masacre que cometió en el pasado, que estuvo encerrado en el Purgatorio y al que le lavaron el cerebro... Créeme, esta es la cita más normal que he tenido en la vida.
Ella se rodeó con los brazos y le entró un escalofrío, Kevin se quitó la chaqueta y se la colocó sobre los hombros... Ella le miró y le dedicó una sonrisa.
-Creía que esto solo pasaba en las comedias románticas adolescentes.
-Los chicos normales somos una caja de sorpresas.- Ambos se quedaron en silencio un rato, de pie, quietos, mirando las estrellas. Kevin intentó agarrarle la mano, ella al principio se estremeció al notar como sus dedos jugaban con los suyos, al final dejó que se la agarrara.- Entonces... a parte de Cas... ¿Soy el único chico con el que has salido?- ella asintió sin prestarle mucha antención-¿Cómo era él, Ayden? Me refiero a ¿cómo era tener una relación con un ángel?
Ella le miró sonriente, con los ojos brillantes, siempre se le iluminaba la mirada al pensar en Castiel.
-No podíamos hacer estas cosas. No teníamos citas, ni íbamos al cine, ni a pasear, ni siquiera podíamos sentarnos a ver una película en casa. El era un ángel, no entendía como funcionaban las cosas en la Tierra, pero era consciente del vínculo que existía entre nosotros, e intentó arrastrarme hacia su bando...
-¿Cómo?
-Con un conjuro... Hizo que me tragase una gota de su Gracia, y comenzó a entrenarme. Luego, cuando él estaba en peligro, luché con Gabriel para vencer a Lucifer, él cayó, y realicé el mismo hechizo para tragarme parte de su esencia. Pero la Gracia de un Arcángel es mucho más poderosa, y mi cuerpo no podía sostenerla. Iba a matarme. Entonces Castiel me dio este amuleto- Ayden sostuvo el collar entre sus dedos para mostrárselo a Kevin- mantiene los poderes de Gabriel a raya, no puedo usarlos a no ser que me lo quite, pero puedo transmitir su energía.
-¿Cómo?
-Con un beso...
-Por eso te besó aquel ángel vestido de vendedor de perritos calientes en aquella subasta.
-¿Samandriel?-le recordó con mucha pena- Era un buen chico, el ángel más dulce que he conocido. Pero sí, él notó mi fuerza y le transmití mi energía.
-¿Y cómo se tomaron Sam y Dean que te enamorarás de un ángel? Bueno... Ya sabes como son.
-Sam se dio cuenta antes que yo, como le miraba, como él me protegía... Entendía que le quería, pero me advirtió que fuese con cuidado. Sam es muy desconfiado, y más si se trata de los ángeles... Pero sabe lo que es amar a otra persona...
- Y ¿Dean?...
Ayden rió
-Para Dean siempre he sido y siempre seré su hermanita pequeña. Cuando ya era evidente que entre Cas y yo había algo... él se resistía a verlo...
-¿Cómo lo averiguó?
-Nos pilló besándonos. Creo que nunca lo he visto tan enfadado, al final no le ha quedado más remedio que asumirlo. Aunque siempre ha intentado alejarme de él, pero él también le aprecia mucho. Sabes, siempre he sido consciente de que es imposible, es Castiel... es un ángel. Algún día yo moriré, y él no, junto a él solo me espera una vida de caza, huyendo, persiguiendo criaturas... No podríamos formar una familia. Está prohibido.- una sombra cruzó ocultó su hermosa sonrisa y se le llenaron los ojos de lágrimas- Pero ahora ya todo da igual. No se donde está Cas, ni siquiera se si está vivo, si lo estuviera no estoy segura de que viniera a buscarme. Siempre he tenido fe en él, cuando empezó a trabajar con Crowley, estaba segura que lo hacía para protegernos, lo mismo pensé en cuanto nos abandonó a Dean y a mi en el Purgatorio.... Incluso cuando su cuerpo explotó dejando libres a los Leviatanes, estaba segura de que no había muerto. Casi me cuesta la vida encontrarlo, casi muero de pena al perder al único hombre al que amado. Siempre he tenido fe en él, pero esta vez es distinto, porque empiezo a pensar que él solo me ha utilizado, y que jamás le he importado de verdad...
-Kevin tomó sus manos entre las suyas.
-A mi me importas Ayden, yo jamás podría hacerte daño, ni utilizarte. Me gustas mucho, y me gustas de verdad.
Él le acarició la mejilla y acercó su rostro hacia el de ella. Pero Ayden giró la cabeza sutilmente y él le besó la mejilla.
-Tu me gustas a mi Kevin, pero amo a Cas... Y por muchas veces que me haya fallado, no puedo fallarle yo a él. - sostuvo el amuleto entre sus dedos y ambos se miraron a los ojos-Tengo que encontrarlo.
AYLA HA VUELTO
A pesar de que Ayden ha intentado retenerla, al final y como siempre, Ayla ha vencido. No se donde está Ayden ahora mismo, temo de que haya vuelto a esconderse y de que me haya dejado sola con Ayla de nuevo.
Lloro, no puedo controlara, siempre hace lo que le da la gana, y siempre está mal. No me deja pensar por mi misma, es una egoísta, quiere que yo sea suya, suya y de nadie más. Me coloca su fría mano sobre el hombro.
-Se que ahora es duro,-me dice- pero tu deber es estar sola. Las personas, tus amigos, tu familia, te distraen y no rindes al 100%. Bloquean tu poderosa mente con pensamientos felices y recuerdos agradables. Necesito que dejes fluir la oscuridad que hay en tu interior. Inténtalo, déjala escapar. Te gustará, ya lo verás, te hará más fuerte, más inteligente, más fría. Llenará tu cabeza con hermosas palabras de odio, de ira y de tristeza. ¿Qué hay más bello que unas tristes frases escritas con lágrimas de tinta? Ya has estado sola antes, sabes a lo que te enfrentas. Es tu oportunidad en la vida, sabes que sin esos ruines pensamientos no vales nada, no eres nada, no sirves para nada. Haz el favor de olvidarte de esa chorrada de los sentimientos y ponte a escribir de una vez, o tendré que seguir trabajando.
Aunque me duele asumirlo, Ayla tiene razón, mi alma torturada es mi única vía de escape. Duras palabras, pensamientos oscuros, soledad. No empatices, no tengas compasión, no sientas. Es tu única solución. Lo único para lo que sirves. Escribir sobre mi misma desde las tinieblas de la soledad.
Ayla ha apartado a Ayden porque me ayudaba a combatir la soledad en los momentos más duros, ella me enseñó a amar. Ayla no quiere que ame, amar está mal, sentir está mal. Ella solo quiere que escriba, que desate la oscuridad de mi interior. Si la dejo fluir Ayla será más fuerte, y me ayudará a llegar lejos. Pero estaré sola, como siempre lo he estado, como siempre lo estaré.
EL VÍNCULO
Ayden observó al hombre junto a las escaleras, no podía ser, no se lo creía… Susurró el nombre de Dean, y él la agarró por los hombros. Tuvo que contenerse para no correr hacie ál y abrazarlo, decirle que lo había echado mucho de menos, que le quería y que le perdonaba.
Dean aún no se fiaba de él, los había engañado y traicionado a todos. Sam se moría por su culpa. Pero estaba ahí, vivo, sano y salvo. Ayden lo sabía desde un principio, lo percibía, era su ángel de la guarda y estaban unidos por un poder celestial , un poderosos y mágico vínculo. Algo muy fuerte, que ni Sam, ni Dean, ni nadie más comprendía.
Emmanuel se sentó en la parte de atrás del coche, Dean al volante y Ayden a su lado. El mayor de los Winchester intentaba conversar con el sanador, intentando averiguar si se acordaba de algo de su vida anterior y de cómo curaría a Sam.
-No solo se curar dolencias físicas, sino también espirituales- afirmó el curandero.- Y percibo que tu alma sufre mucho, ¿Ayden, no?- ella asintió- ¿Puedo preguntar qué te sucede?
-Nada importante- dijo ella sosteniendo las lágrimas, algo de que Dean se dio cuenta y le agarró la mano- Es solo que han sido unos meses muy difíciles: el hombre que me crió como un padre ha fallecido hace poco, mi hermano Sam está muy enfermo, y no hace mucho que también perdí a alguien muy importante para mi.
-Ayden, te utilizó, como a todos- murmuró Dean.
-Eso no significa nada. Lo hizo por nosotros, por protegernos.
-Tienes mucha fe en él- concluyó Emmanuel mientras observaba como la joven acariciaba un amuleto que prendía de su cuello y que le resultaba extrañamente familiar.
-No te imaginas cuanta.
Cuando se encontraron con Meg en la gasolinera, Ayden y ella se encararon. Tuvieron que ser separadas por Dean, quien obligó a la chica a aceptar al demonio en el grupo. La joven Winchester tenía cruzada a esa mujer desde que la vio besándo a Cas. No se fiaba de ella, de hecho, en otras circunstancias, la habría delatado a Crowley, o directamente hubiese hundido su cuchillo en su corazón y la hubiese mandado de vuelta al agujero de donde venía. Pero su hermano le suplicó que se contuviera.
Meg, Dean y Ayden se acercaron al coche donde esperaba el inocente y amnésico Emmanuel. En cuanto vio el auténtico rostro de Meg se asustó y se puso muy nervioso, temblaba de miedo y no le salían apenas las palabras. Ayden corrió hacia él para calmarlo y le tomó las manos, entonces, aquel que era conocido como Castiel notó la presencia celestial dentro de Ayden, un poder se canalizaba dentro de ella y recorría su cuerpo hasta él. La soltó de golpe al percatarse del subidón de energía que se transmitía de un ser a otro.
-Tus… tus manos…- ella se las miró extrañada- Tienes algo dentro, algo muy poderoso. Algo que me atrae hacia a ti.
Dean y Meg intercambiaron una mirada. Dean temía que el vínculo entre Ayden y él le devolviera los recuerdos y le impidiesen tener una nueva oportunidad con su amigo, o peor, que decidiera desaparecer y no curar a Sam.
-¿Yo soy Cas?- dijo Emmanuel cuando Meg le reveló que era un ángel.-¿Yo soy el que te traicioné? ¡No puedo hacerlo Dean, no puedo curar a tu hermano! Soy un monstruo…
Emmanuel intentó huir, pero Ayden se lo impidió.
-Cas no era malo, al contrario, es la persona, o ángel, más fiel, buena y luchadora que conozco, y con suficiente poder como para derrotar a todos esos demonios sin apenas esfuerzo.
-Ayden, yo… yo, no puedo hacer eso. No se como.
-Déjame ayudarte. ¿Ves esto?- ella le mostró el colgante- Sin él soy una bomba de relojería. Me lo diste tu para evitar que usase mis poderes que me otorgó tu fragmento de Gracia y la de Gabriel. Sin él podría morir. Pero si me lo quito, y te doy la mano, o te beso, te transmito esa fuerza a ti. Lo hemos hecho antes. Funcionará.- él la miró asustado. Ella se quitó el collar y se lo entregó a Dean- Yo siempre he tenido fe en ti, Cas, ¿la tendrás ahora tu en mi?.
Ayden le tendió la mano y él la agarró.
Juntos vencieron al grupo de demonios y Castiel recordó todo. Miró a Ayden apenado y la estrechó contra su pecho.
-Vamos a salvar a Sam.
Castiel se percató de que el muro de la cabeza de Sam estaba totalmente destruido y que era imposible recomponerlo de nuevo. Miró a Dean y a Ayden. No podía curarlo pero si transmitirlo. Conocía los riesgos, las alucinaciones, pero serviría para compensar el mal que le había hecho a los hermanos Winchester. Pero para realizar la transferencia, necesitaba ayuda extra.
-Ayden, ven aquí. Te necesito.
Castiel se sentó en la cama y colocó su mano en la frente de Sam. Ayden se acercó y él la juntó contra su cuerpo cariñosamente. La besó en los labios y dejó que su poder y la enfermedad de Sam lo inundasen. Por el esfuerzo empujó a Ayden y Dean la levantó tras de si. Cuando terminó, Castiel se derrumbó y cayó al suelo. Ayden corrió hacia él y trato de incorporarlo. El ángel distinguió por un momento su rostro antes de empezar a alucinar.
-Gracias Ayden, gracias- le susurró antes de empezar a agonizar.
VIDAS CRUZADAS
¿Te has preguntado alguna vez que hubiese sucedido si nuestras vidas se hubiesen cruzado? A veces sueño con ello… ¿Quién se sacrificaría más? ¿Tú? Lo dudo, eres demasiado independiente ¿Yo? Al principio sí, pero me acabaría cansando y tarde o temprano acabaría todo.
¿Qué pasaría si tu te hubieses enamorado de mi en lugar de yo de ti? Yo mantengo una lucha silenciosa, discreta, vivo en un segundo plano en tu vida. ¿Qué harías tu en mi lugar? ¿Serías también un segundo plano en mi día a día? ¿Intentarías sutilmente llamar mi atención? ¿Serías valiente buscarías el momento y me besarías?
Una vez escuche: “Nuestros destinos se han entrelazado, pero nunca se han unido”… ¿Es eso lo que sucede entre tu y yo? Tu formas parte de mi vida, y yo de la tuya y fin. Estamos presentes en los pensamientos del otro, pero de maneras distintas. Soy tu amiga, tu fiel compañera, a la que acudes en busca de consejo, de apoyo. Tu eres mi sueño, mi ilusión, mi inspiración. Aunque formamos parte de la vida del otro, y tengamos metas y objetivos en común, nuestro destino nos guarda caminos diferentes, separados el uno del otro. Permaneceremos juntos, luchando el uno al lado del otro, durante un breve tiempo y después silencio y cada uno por su cuenta.
Durante este tiempo seguiré siendo tu apoyo y tu consejera, tu mano derecha. Permaneceré entre las sombras, con mi cobardía y mi secreto. Con la esperanza de que por fin me veas en un primer plano, que me des una señal, de que llegue el momento.
¿Qué pasaría si tu te hubieses enamorado de mi en lugar de yo de ti? Yo mantengo una lucha silenciosa, discreta, vivo en un segundo plano en tu vida. ¿Qué harías tu en mi lugar? ¿Serías también un segundo plano en mi día a día? ¿Intentarías sutilmente llamar mi atención? ¿Serías valiente buscarías el momento y me besarías?
Una vez escuche: “Nuestros destinos se han entrelazado, pero nunca se han unido”… ¿Es eso lo que sucede entre tu y yo? Tu formas parte de mi vida, y yo de la tuya y fin. Estamos presentes en los pensamientos del otro, pero de maneras distintas. Soy tu amiga, tu fiel compañera, a la que acudes en busca de consejo, de apoyo. Tu eres mi sueño, mi ilusión, mi inspiración. Aunque formamos parte de la vida del otro, y tengamos metas y objetivos en común, nuestro destino nos guarda caminos diferentes, separados el uno del otro. Permaneceremos juntos, luchando el uno al lado del otro, durante un breve tiempo y después silencio y cada uno por su cuenta.
Durante este tiempo seguiré siendo tu apoyo y tu consejera, tu mano derecha. Permaneceré entre las sombras, con mi cobardía y mi secreto. Con la esperanza de que por fin me veas en un primer plano, que me des una señal, de que llegue el momento.
SU ESPALDA
Ella estaba tumbada, a mi lado, de espaldas, su cabello esparcido por la almohada le ocultaba el rostro. Dormía plácidamente. Le aparté el pelo del rostro, y se lo coloqué detrás de la oreja. Ella se revolvió suavemente, no pude evitar sonreír ante sus simpáticos gestos. Le descubrí la espalda, desnuda, era una de las partes que mas gustaban de ella. Tan natural, suave, me llenaba los labios de toda clase de sabores. Me perdía en esa sensual curva, en los divertidos lunares, la depresión de la cintura. Le besé la nuca y los hombros, y ella se despertó. Se frotó los ojos y se revolvió perezosa…
-Sabes que odio que me despierten- dijo con una media sonrisa.
-No he podido resistirme.- Le acaricié el pelo de nuevo. Ella me apartó la mano- ¿También odias que te toquen el pelo?- sonrió-¿Hay algo en este mundo que te guste?
-Tú no estás mal.
Me abalancé sobre ella y la besé en los labios mientras abrazaba su estrecha cintura entre mis brazos.
-¿Por qué hemos tardado tanto en hacer esto?
-Porque somos unos cobardes.- Me acarició el pelo- ¿Sabes que esto no será para siempre, no? Ya sabes, somos demasiado distintos, tenemos vidas demasiado diferentes.
Me aparté de ella y me senté en la cama, ella se incorporó, me rodeó los hombros y me besó el cuello. Después apoyó su barbilla sobre mi espalda. Se había cubierto con una sábana, pero sentía su desnudez pegada a mi cuerpo.
-Ni siquiera se porque hemos hecho esto. Estaba enfadada, y bebí demasiado anoche….
-No me digas que fue un error, por favor. He soñado demasiado con este momento…
-Tienes pareja.
-Y tu también. Y eso no significa que no me muera por ti. Que no lleve deseando este momento desde que te conozco. No me mires así, yo se que también querías esto.
-No lo quería, pero sabía que tarde o temprano sucedería. Hay algo entre tu y yo, más que una amistad. Era inevitable… Pero no volverá a pasar.
Ella se apartó de mi lado y yo me llevé las manos a la cabeza. Se empezó a vestir. Pude contemplar su espalda de nuevo, su sensual espalda. Me acerqué por detrás y la volví a besar ante se que se pusiera la camiseta.
-No volverá a pasar, lo prometo. Pero no dejes que acabe de pasar hoy. Una vez más.
Le besé la espalda, los hombros, los labios y nos fundimos en un abrazo. Un eterno y sincero abrazo.
ME VUELVES LOCA
Antes me gustabas, me sonrojaba cuando me mirabas, te sonreía tímidamente, me mordía el labio cuando me hablabas…..
Ahora ya no no me gustas, ahora me vuelves loca. Tu forma de andar, tu manera de hablar, esa postura tuya apoyándote en la pared, mirando el móvil, como si yo no existiera. Me pongo celosa cuando hablas con otras, ¿me estás provocando? ¿No te importo de verdad? ¿No te das cuenta de nada?
Me estás volviendo loca, las señales son confusas, no se que quieres de mi. Dímelo por favor. Yo lo quiero todo de ti, quiero sentir tu piel desnuda sobre la mía, el latido de tu corazón en mi oído, nuestras respiraciones acompasadas, tu olor, tus brazos sobre mis hombros, tus labios sobre los míos. Quiero jugar con tu lengua, o que tu juegues con la mía. Quiero que ambos juguemos, exploremos, experimentemos… Quiero que me vuelvas loca con tus insinuaciones, que tus caricias me hagan perder la cabeza, que tu cuerpo haga maravillas conmigo.
Vuélveme loca con tus besos en el cuello, muérdeme, excítame. Conviérteme en tu súbdito, haz que te adore como un dios, que grite tu nombre, se mi objeto de deseo, se mi obsesión, que yo seré lo único en lo que pienses cuando salga el sol.
Me vuelves loca, todo tu ser me hace perder la cabeza, y tu solo juegas conmigo, mi frágil cerebro está a punto de romperse con tus “técnicas”. No se que quieres de mi, ¿lo quieres todo? ¿no quieres nada? ¿solo quieres algo? Sea lo que sea dímelo ya, necesito saber si puedo corresponderte o olvidarte para siempre. Pero por favor, dímelo, o acabarás volviéndome loca de verdad.
ME GUSTAS
Me gusta levantarme tarde, palpar las sábanas y darme cuenta de que ya te has levantado. La cama sigue caliente, me acerco la almohada a la cara y aspiro tu fuerte aroma. Me gusta tu olor, ese almizcle tan varonil que te vuelve aún más irresistible, que me enciende por dentro, que despierta en mi ese instinto animal incontrolable, esa fiera loca por hacerte suyo.
Me levanto de la cama, despeinada y con tu camiseta cubriéndome el cuerpo. Me gusto, me siento más guapa, más segura de mi misma. Estás en la cocina, oigo la máquina de café. No me ves, estás de espaldas, con el torso desnudo, tarareando una alegre canción. Me siento en la silla y te observó, te sobresaltas cuando me ves, pero me sonríes y me sirves una taza. Me gusta ver como lees el periódico, como te inmersas en la lectura, ¿es una provocación? ¿quieres que me haga la interesante? Lo estás consiguiendo, quiero que me hagas caso… Así que me siento en tu regazo y te acaricio el pelo, te muerdo la oreja y hago mil tonterías para que me prestes atención. Eróticos besos en los labios, tu boca jugando con mi piel, mi dedo enredado en tu pecho… Y una magnífica ducha juntos.
El agua cae sobre nuestras cabezas, jugamos el uno con el otro, largos besos bajo el agua, tus manos sobre mis caderas, mis uñas en tu espalda. Tu lengua traviesa, una risa, dos cuerpos desnudos. Me gusta ducharme contigo.
Acabamos en la cama, siempre acabamos en la cama, da igual si encima o debajo de las sábanas. Esa habitación es testigo de un millón de posturas, gemidos de placer, orgasmos interminables. Tu cuerpo exhausto cae sobre el mio, sonríes y cierras los ojos. Te acaricio la espalda con la yema de los dedos y contenta, pienso en todo lo que me gusta: me gusta levantarme tarde, me gusta tu olor varonil, me gusta vestirme con tu ropa y que me veas preciosa, me gusta observarte cuando lees el periódico, me gusta cuando te haces el interesante, me gusta ducharme contigo y hacerte el amor. Pero sobretodo, me gustas tu.
TE ECHO DE MENOS
Te echo de menos, te echo mucho de menos, y aunque hayan pasado diez años este dolor, este hueco que dejaste en mi corazón, esta herida abierta aun no se ha cerrado. Tengo miedo de olvidar tu cara, tu voz, la manera que me hacías sentir que era “la niña de tus ojos”.
Cuando pienso en ti, no puedo evitar pensar en si estarías orgullosos de mi, en fin, fíjate: soy incapaz de sacarme el permiso de conducir, de hablar bien un idioma, estoy en una carrera en la que no tengo futuro. Soy tan friki que hasta me avergüenzo de mi misma. Tu irías por la oficina, diciendo: “mirad a mi hija, le gustan las series y el merchandaising” Seguro que no…
Quizá, si no te hubieras ido, ahora estaría estudiando una carrera de “prestigio”, podría ser bióloga, economista… O lo que fuese.
Estuviste conmigo tan solo nueve años, pero eres mi padre y jamás te olvidaré. A mis casi dos décadas de vida te necesito más que nunca. Necesito que formes parte de mi vida, que me guíes, yo sola no puedo… Necesito saber que estás orgulloso de mi, necesito saberlo, sino no creo que pueda seguir adelante. Necesito saber si mi padre estaría satisfecho con la vida que he elegido.
No puedo hacerte un gran homenaje, por eso te escribo, es lo único que se hacer y de lo único que yo misma me enorgullezco. Entre lágrimas suplico a quién sea que esté allá arriba contigo, que te haga llegar esta carta, que sepas que te quiero y que te echo mucho de menos.
Por favor, dame fuerzas, dame fuerzas para superar este amargo día en el que perdí a una de las personas más importantes de mi vida, dame fuerzas para seguir con el resto de mi vida.
Y por favor, dime que te enorgulleces de mi…
DESNUDÉMONOS
Desnudémonos, que no nos avergüence vernos desnudos.Desnudémonos, que nuestros cuerpos se junten y nuestras pieles se toquenJuguemos con nuestros defectos: que tus manos exploren las curvas de mi cuerpo: el pecho abultado, la depresión de la cintura, la firmeza de las caderas….Explora, investiga, conoce la pureza de mi ser, yo te rodearé con los brazos mientras tus labios vagan por mi cuello, mis hombros…La lengua ávida déjala libre, que explore el interior de mi boca, que juegue con la mía… Que se conozcan, que no se avergüencen de estar unidas.Después bajarás las manos, y recorrerán el interior de mis muslos, acariciando con delicadeza el vello oculto. Entonces te miraré a los ojos y te diré que no tengo miedo. Y eso te gustará…No me avergonzaré de mi cuerpo desnudo, no te avergonzarás de tu cuerpo desnudo y no nos avergonzaremos de nuestros cuerpos desnudos….Empezarás a explorar y yo cerraré los ojos, te haré saber que me gusta, clavaré mis uñas en tu espalda y gemiré en tu oído mientras te muerdo sutilmente la oreja.Luego empezaré yo, mis labios recorreran tu cuerpo, te haré sufrir…. Jugaré contigo y te excitarás aún más. Empujarás mi cabeza suavemente hacia tu cintura y estallarás de placer cuando empiece a usar la magia de mi boca….Finalmente haremos el amor, dirigirás la danza, solo por esta vez… Me alzarás en brazos y me penetrarás. Los dos gritaremos de placer. Los cuerpos juntos, mis uñas en tu espalda, los gemidos y el balanceo…. Será mágico, apretarás mis nalgas con fuerza y te dejarás llevar por ese orgasmo tan placentero que te voy a proporcionar. Que solo yo voy a ser capaz de proporcionarte...Pero todo este sueño no se va a hacer realidad, porque primero de todo debes ser valiente, perder la vergüenza: me tienes que desnudar…
QUERIDA AYDEN
Querida Ayden,
no sobran palabras para darte las gracias por todo lo que has hecho por mi. En aquellos años difíciles, que son la adolescencia, tu fuiste mi mentora de la vida, recluida en aquella cárcel, tu me mostraste como es el mundo exterior, y aunque aun lo temo, fue gracias a ti a que me volví un poquito más valiente para enfrentarme al oscuro mañana.
Me enseñaste a amar Ayden, a querer, me diste una familia, me enseñastes lo que es tener una familia que se preocupa por ti, que te quiere…
También me enseñaste a que las personas solitarias pueden ser felices, tú me hacías feliz, a tu manera, con tus viajes, tus aventuras, los chicos y el ángel de la guarda vestido con gabardina.
Me empujaste a buscar un apoyo, como tú, a buscar esa persona especial que a ti te hacía sentir tan bien cuando estabais juntos. Me dijiste: “vas a sufrir, os haréis daño mutuamente, ¿pero sabes que? Valdrá la pena…. Porque os amáis”.
Me instruiste para ser una persona seria, madura y responsable. Nunca sonrío, porque Ayden tampoco sonríe, es demasiado seria y consciente como para sonreír. La cuestión es que Ayla es mala, y Ayla no es seria, ni madura, ni responsable… Ella solo quiere divertirse, a costa de hacer daño a los demás, y eso no está bien. Me está costando mucho retenerla Ayden, por eso te escribo, necesito tu ayuda, se que te he tenido algo abandonada estos últimos años, pero en el fondo, ambas sabemos que siempre has estado ahí, en algún lugar de mi corazón para recordarme lo que me habías enseñado.
Por favor Ayden, ayúdame, te lo suplico, ayúdame a detener a Ayla, enséñame a controlarla, a retener sus impulsos, a detener este torbellino de emociones que resopla en mi interior. Por favor Ayden, ayúdame…
atentamente:
Yo
07/02/2016
DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA
El otro día, mientras miraba el mar fusionarse con el cielo en el horizonte, me puse a pensar en dos temas que me obsesionan desde niña: el mar, azul, profundo, cambiante… y los ángeles, esas preciosas criaturas aladas con las que sueño desde mi mas tierna infancia. En ese momento, y delante de mi, se habían convertido en una, en una sola cosa. En las dos caras de una misma moneda.
Ese mismo día, sentí un ímpetu en mi ser, una extraña fuerza sobrenatural que me movió a recorrer media ciudad solo para que mis pies tocasen el agua salada. Lo necesitaba, algo dentro de mi me obligaba a tocar el mar. En seguida, supe que esa fuerza en realidad era Ayla, haciendo de las suyas. Últimamente ha estado muy tranquila, ya no quiere hacer tanto el mal, bueno, en realidad si quiere, pero alguien la detiene. Ayden, mi otro yo, el lado bueno y bondadoso que merodea dentro de mi.
En realidad, Ayden nació antes que Ayla, Ayden estaba conmigo en los peores momentos, cuando estaba sola, Ayden me consolaba y me ayudaba a que los largos días en soledad fuesen más breves, más dulces… Ayden me dio hermanos con los que jugar, me enseñó lo que era amar a alguien. Eso es Ayden, Ayden es amor, es todo lo contrario a Ayla.
Ayla nació de la maldad, cuando llegó Ayla no estaba sola, pero estaba mal acompañada. Y esas horribles compañías sembraron un odio en mi del cual germinó Ayla. Con su llegada, con sus ganas de gritar lo que de verdad sentía, de pelear, de hacer daño… Encerré a Ayden dentro de mi, para que no pudiese cuestionar las decisiones que tomaba a Ayla, sin duda fue un gran error. Es cierto que necesito los impulsos de Ayla, sus ganas de luchar, pero necesito el amor de Ayden para regularlo, para que me calme y derrote a los demonios de la soledad.
Ahora mismo están las dos sueltas, gracias a un ángel, Ayden ha despertado y está luchando con Ayla, las necesito a amabas, pero las dos quieren ser las únicas. Necesito crear un ser que tenga las virtudes de las dos, que se fusionen como el mar y el cielo en el horizonte.
Parece una misión casi imposible, aunque las dos formen parte de mi, nacieron por causas diferentes, tienen retos diferentes: Ayden es amor, me ayuda a combatir la soledad con palabras dulces y tiernas. Ayla es una guerrera, ella solo quiere que las personas que me han dañado en el pasado paguen por ello.
Sin duda, Ayla y Ayden son dos caras de una misma moneda…
ESCRIBIR
No se hacer nada bien, soy una inútil. No se me da bien hablar con las personas, los estudios no son lo mio, ni el deporte, ni tampoco el arte…
No soy una rompecorazones, ni las más popular de la clase. No se cantar, ni bailar, ni actuar. Tampoco soy empática, ni amable, ni divertida… No tengo un cuerpo 10 ni una memoria prodigiosa. Soy torpe, patosa y antipática…
No soy nada
Lo único que se hacer es pensar, pienso, pienso demasiado, y lo que pienso lo plasmo en un papel con tinta. Nadie me conoce, porque no me dejo conocer, no me gusta que la gente entre dentro de mi. A nadie le interesan mis problemas, porque son tonterías… Es mejor que sigan donde están, dentro de mi, ocultos. Hay veces que no puedo retenerlos y exploto y lloro, estallo en lágrimas y rompo en llantos. Eso si que lo hago bien, llorar.
Me siento sola, porque no tengo a nadie quien lea mis textos, que me comprenda o que quiera hacerlo. A lo mejor soy demasiado egocéntrica, o el resto es demasiado egoísta. Gente en la que confiaba me ha apuñalado por la espalda, me ha roto el corazón y he tenido que levantarme sola y lamerme las heridas, porque no había nadie que me ayudase a vendarlas.
Escribo, escribo para desahogarme, con la esperanza de que alguien lea esto y mis otros escritos y me diga: “todo está bien, no estás sola. Cuéntame, ¿qué significa esto que has escrito aquí? ¿Puedo ayudar a resolverlo?
En fin, de momento lo único que puedo hacer es escribir…
No soy una rompecorazones, ni las más popular de la clase. No se cantar, ni bailar, ni actuar. Tampoco soy empática, ni amable, ni divertida… No tengo un cuerpo 10 ni una memoria prodigiosa. Soy torpe, patosa y antipática…
No soy nada
Lo único que se hacer es pensar, pienso, pienso demasiado, y lo que pienso lo plasmo en un papel con tinta. Nadie me conoce, porque no me dejo conocer, no me gusta que la gente entre dentro de mi. A nadie le interesan mis problemas, porque son tonterías… Es mejor que sigan donde están, dentro de mi, ocultos. Hay veces que no puedo retenerlos y exploto y lloro, estallo en lágrimas y rompo en llantos. Eso si que lo hago bien, llorar.
Me siento sola, porque no tengo a nadie quien lea mis textos, que me comprenda o que quiera hacerlo. A lo mejor soy demasiado egocéntrica, o el resto es demasiado egoísta. Gente en la que confiaba me ha apuñalado por la espalda, me ha roto el corazón y he tenido que levantarme sola y lamerme las heridas, porque no había nadie que me ayudase a vendarlas.
Escribo, escribo para desahogarme, con la esperanza de que alguien lea esto y mis otros escritos y me diga: “todo está bien, no estás sola. Cuéntame, ¿qué significa esto que has escrito aquí? ¿Puedo ayudar a resolverlo?
En fin, de momento lo único que puedo hacer es escribir…
TENGO QUE DETENER A AYLA
A veces considero a Ayla una persona completamente distinta a mi, que vive dentro, escondida, que conoce mis deseos más íntimos, mis fantasías más ocultas y que es capaz de ver ese otro lado a través de mis ojos. Es mala, Ayla es mala, no es buena persona, a veces intenta hacer daño a los demás, e intento ocultarla, pero ella es más fuerte y no puedo remediar que en ocasiones saque a la luz secretos que no me gusta revelar.
Ella tiene un don, y es que ve a las personas de una forma diferente que yo. Me asusta, me da miedo, me aterroriza que Ayla esté tomando posesión de mi cuerpo y me haga cometer errores, hacer daño a la gente…
Tengo que resistir, tengo que ser más fuerte que ella. Me grita que la deje ir, que es mi yo de verdad, que lo desea, y no lo cumple porque soy una cobarde. ¿Por qué no me dejo llevar por Ayla? ¿Abandono mi consciencia y que pase lo que tenga que pasar?… No, no quiero hacer daño a nadie, pero me lo estoy haciendo a mi misma reteniendo los impulsos de Ayla dentro de mi.
Mi mente es una eterna batalla entre lo que quiere hacer Ayla, y lo que quiero ser yo… Es demasiado, ella es valiente, orgullosa, no tiene miedo a equivocarse y sabe cuidar de si misma… Pero quiere hacer daño a la gente, y eso no está bien. Tengo que averiguar la forma de pararla, de retenerla, de ocultarla de nuevo y que dejé de provocar esos pensamientos tan oscuros en mi cabeza. Tengo que detener a Ayla.
Ella tiene un don, y es que ve a las personas de una forma diferente que yo. Me asusta, me da miedo, me aterroriza que Ayla esté tomando posesión de mi cuerpo y me haga cometer errores, hacer daño a la gente…
Tengo que resistir, tengo que ser más fuerte que ella. Me grita que la deje ir, que es mi yo de verdad, que lo desea, y no lo cumple porque soy una cobarde. ¿Por qué no me dejo llevar por Ayla? ¿Abandono mi consciencia y que pase lo que tenga que pasar?… No, no quiero hacer daño a nadie, pero me lo estoy haciendo a mi misma reteniendo los impulsos de Ayla dentro de mi.
Mi mente es una eterna batalla entre lo que quiere hacer Ayla, y lo que quiero ser yo… Es demasiado, ella es valiente, orgullosa, no tiene miedo a equivocarse y sabe cuidar de si misma… Pero quiere hacer daño a la gente, y eso no está bien. Tengo que averiguar la forma de pararla, de retenerla, de ocultarla de nuevo y que dejé de provocar esos pensamientos tan oscuros en mi cabeza. Tengo que detener a Ayla.
SUSPIROS
suspirar, aquella gran sensación en que llenas los pulmones de aire y lo sueltas dejándote llevar por las sensaciones…
Yo suspiraba por ti, soñaba con que cada golpe de aire, cada pequeño suspiro, cada ola de placer me lo provocabas tu. Pero me he dado cuenta a tiempo, somos demasiado parecidos, podríamos ser hermanos. Ni tu eres para mí ni yo soy para ti.Por ti he estado a punto de dejarlo todo, y rápidamente y apenas sin darme cuenta he llegado a la conclusión de que no eres para mi, sin embargo, ahora dudo, no por mí, sino por ti. Tenía asumido de que tu no pensabas en mi, no pensabas de esa manera tan especial en la que yo pensaba, suspiraba, por ti. Ahora creo que si que piensas en mi, no estoy segura pero lo creo, me lo dicen tus miradas, tus gestos, tus palabras… tan amargas a veces que hacen daño.Olvidémonos, ambos, de estos pensamientos, dejemos de suspirar por un destino que jamás se cruzará. Dejemos que fluya, y que surja lo que tenga que surgir… Pero siempre seremos Tu & Yo, jamás un Nosotros.Suspira una última vez por mi, que sea un suspiro de despedida, que yo lo haré por ti
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