Habían sido unas largas horas en autobús desde Los Ángeles, pero a los hermanos Brown les produjo cierta sensación de alivio, el hecho de salir de la metrópolis y encontrarse en una vasta extensión de campo: no era la naturaleza salvaje a la que estaban acostumbrados, es más ni se le parecía. No había montañas, ni nieve ni osos, ni siquiera árboles. Solo era un gran terreno de viñedos que empezaban a echar hojas al inicio de la primavera. Tampoco olía como Alaska, aun se notaban los carburantes de los vehículos en el aire y los químicos que les echaban a las viñas. Gabe Brown asomaba la cabeza por la ventana del autobús como un perrito al que sacan a pasear, a su lado, Bear dormitaba utilizando su mochila a modo de cojín: -¡Despierta hermano!-le sacudió Gabey por los hombros-ya casi hemos llegado. Desde que se habían instalado en California, que Gabriel Brown se había vuelto más “cosmopolita” había dejado crecer su alborotado pelo rizado, se había tatuado la cabeza de un lobo en ...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.