El barón Pontmercy leía y firmaba documentos en su despacho, tranquilamente, como si nada hubiese pasado, como si no hubiesen encontrado el cuerpo sin vida de su adorado hijo con un tiro en el estómago y como si no hubiese perdido la batalla legal para recuperar los restos mortales de Enjolras y enterrarlos en el mausoleo familiar, junto a su esposa. El cadáver de su joven retoño había aparecido en el Puente de Marie hacía dos días, lo encontraron unos niños que correteaban de camino al colegio, con la camisa blanca ensangrentada, los ojos abiertos como platos, la dentadura teñida de rojo y una pistola en la mano. Estaba solo, totalmente solo. A primera vista, el juez declaró que se trataba de un suicidio, probablemente llevado a cabo por la frustración y la deshonra de ser perseguido por la ley. El cuerpo enseguida fue reconocido por su padre como, quien lo reclamó para enterrarlo en el mausoleo de la familia Pontmercy, pero el jurado conservador no permitió que el barón enterrase el...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.