“Matt corrió todo lo deprisa que las piernas le permitieron, sentía que en cualquier momento iba a fallar y a caer. Los gritos se hacían cada vez más intensos y le llamaban por su nombre: eran gritos de mujer, mezclados con el llanto de un bebé, y pedían su ayuda. Se adentró en el bosque: iba a vomitar los pulmones en cualquier momento. Todo estaba helado, había perdido la sensibilidad en los dedos de las manos y sentía los labios húmedos como dos témpanos helados. Utilizó las manos como amplificador para llamarla y el hielo penetró en su garganta como un cuchillo recién afilado al fuego. -¡Matt! Estoy aquí…-la voz era débil y enfermiza por el frío y por el dolor. -No te preocupes, voy a buscarte-respondió él. Corrió todo lo que pudo mientras la oscuridad se cernía a su alrededor, intentaba avanzar más deprisa para no perder visibilidad, pero la noche era más rápida que sus piernas. Metió el pie hasta el tobillo en un charco de agua, pero cuando dirigió la vista hacia abajo, con...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.