-¡Hola!
-Hola,-respondí utilizando la mano como visera para
apreciar la forma humanoide que se balanceaba entre las hojas oscuras del
inmenso árbol. El sol no me dejaba distinguir correctamente las facciones del
muchacho, pero si para ver como la melena rubia le acariciaba las mejillas-¿Qué
haces allá arriba?-le pregunté.
-¿Qué haces tú allí abajo?-me respondió con su voz
alegre y aguda.
-He preguntado primero.
-Soy más feliz aquí arriba. Me encanta trepar a los
árboles, me hace sentir bien, guay ¿A ti te gusta trepar?
-Lo hacía de pequeña, aunque mi abuelo siempre me regañaba.
Solía decir que las “señoritas como yo no deben trepar a los árboles”.
-¡Qué tontería! Las princesas también trepan a los
árboles…-era como hablar con un niño grande, para él todo era tan sencillo. Es
cierto que en Alaska no se crece nunca, pero me también me alegraba por ello.
No existía esa presión social sobre caer bien a la gente, que siempre te viesen
bien, podía ser yo misma, con mi carácter aniñado, mis estúpidos sueños, mis
historias románticas y mis ganas de vivir, sin la necesidad de pensar en el
protocolo o en lo políticamente correcto.
-Bear, ¿te importa si me subo contigo al árbol?
-No, claro que no. Adelante ¿sabes cómo hacerlo?
-No voy a negarte que no me vendría mal un poco de
ayuda…
Me aproximé tímidamente al árbol y esperé las indicaciones
de Bear. Centré mis ojos en el tronco del árbol y suspiré hondo: “Puedes
hacerlo”-me repetí a mí misma una y otra vez.
-Ves esas dos ramas de ahí-asentí con la cabeza hacia
las dos protuberancias de madera apagada que señalaba a través de su guante
roído. Estaban a un par de palmos por encima de mi cabeza y no sabía si
llegaría a alcanzarlas-Tienes que saltar hasta agarrarlas con fuerza, después,
con los pies busca apoyos donde sujetarte e impúlsate hacia arriba. No estaba
demasiado convencida acerca de poder lograrlo, no estaba demasiado en forma y
mis enclenques brazos no podrían soportar el peso de mi enorme trasero.
-No sé yo si lo voy a lograr…
-Venga, inténtalo, yo te ayudo…-Bear descendió unas
cuantas ramas, hasta colocarse justo encima de mis puntos de apoyo-¡Vamos!
Contó en voz alta hasta tres, cogí carrerilla y salté
pero no logré alcanzar las ramas.
-Está muy alto para mi…-intenté excusarme casi en
susurros, avergonzada.
-No lo está, es que has dudado. Si piensas que no lo
alcanzarás no la harás nunca… Venga, solo necesitas un poco más de impulso, a
la de tres.
Volví a intentarlo, rocé las ramas con la punta de los
dedos, rasgándome las palmas a través de los guantes de lana sin dedo. El roce
de la madera me dio la confianza que me faltaba y no esperé a que Bear contase
de nuevo para saltar. Agarré la rama con ambas manos usando todas mis fuerzas.
Mis pies se balancearon un rato en el abismo hasta que conseguí apoyarlos en
las protuberancias del ancho tronco. Me empezaron a doler los brazos por tener
que sujetar todo mi peso, cerré los ojos y contraje la mandíbula para intentar
subirme a la rama. Noté como el fuerte brazo de Bear me agarraba el hombro y
tiraba de mí hacia arriba, hasta conseguir sentarme en la gruesa rama. Suspiré
aliviada y contemplé el suelo de barro y hojas secas que se extendía bajo mis
botas húmedas impermeables. “Lo había conseguido, había trepado a un árbol”. Me
sentí muy orgullosa de mí y no pude evitar sonreír como una tonta. De reojo
pude ver como Bear también me observaba, con esa sonrisa tan adorable y
traviesa, sincera y esos ojos almendrados, pequeños y brillantes, llenos de
orgullo, complacidos. No pude evitar sonrojarme porque me mirase de una manera
tan descarada, pero así era Bear, sencillo y sincero. Un auténtico hombre del
bosque, no consideraba que tuviese que sentirme incómoda porque se me quedase
mirando fijamente, así que simplemente me miraba.
-A partir de aquí las ramas están más juntas y es más
sencillo subir ¿te atreves a trepar un poco más?-Bear tenía la manía de no
respetar el espacio personal, sus labios estaban tan cerca de los míos que
bastaría que me empujase una suave ráfaga de aire para besarlo. Olía a sudor
fuerte, mezclado con resina de pino y a perro mojado. Su aliento no era tan
intenso como el de Matt pero tenía los dientes ligeramente amarillentos.
-Sí, me atrevo…-respondí convencida.
Subí yo primero mientras Bear me guiaba desde abajo y
me ayudaba a impulsarme cuando carecía de la suficiente fuerza. Empezaba a
traspirar a través del anorak, pero no podía quitármelo en medio de la
escalada. Toda la ropa empezó a molestarme, el gorro me resbalaba por el sudor
y me impedía ver y los guantes se me llenaron de corteza y trocitos de madera.
“¿Nathan Drake también se sentiría así de incómodo cuando se pone a escalar
entre las ruinas?” Llegamos casi a la copa y sentía como las botas me pesaban
una tonelada cada una, quería quitarme el pelo de la cara pero tenía miedo a
soltarme de una de las ramas y caer al suelo. Estaba a unos nueve metros del
suelo, no me asustaba, nunca había tenido miedo a las alturas, lo que me
asombraba era haberlo conseguido por mi cuenta. Bear se acuclilló en una rama a
mi lado, con esa sonrisa bobalicona y encantadora y señaló a un punto entre las
frondosas hojas.
-¿Ves por qué soy más feliz aquí? Toma, prueba
esto…-arrancó un trozo de panal de abeja, estaba tan concentrada escalando que
ni siquiera me había percatado de que estaban allí. Cogió el trocito sin temor
a que le picasen, y eso que llevaba un chaleco sin mangas. Aunque estábamos
casi en verano, en contados ocasiones andaba sin anorak, y Bear trepaba árboles
en tirantes. Cogí el trocito que me tendía y le pegué un pequeño mordisco…
-Es muy dulce…-los dedos se me quedaron pegajosos,
pero me encantó sentir como aquella masa amarillenta despertaba mis papilas
gustativas con caricias melosas que despertaban en mi un extraño deseo de
excitación. Bear me miraba saborear mi trozo de panal con una sonrisa traviesa
dibujada en los labios.
La vista me dejó impresionada: el océano se extendía
ante nosotros, grande y azul, crestas blancas ondeaban a través de la bahía y
los rayos del sol le arrancaban lenguas de fuego. El Integrity se balanceaba
suavemente al compás de las olas. Era magnífico. Una ballena saltó a lo lejos.
No era la primera vez que las veía en Alaska, pero no dejaban de maravillarme,
no me cansaría nunca de ver sus enormes colas impactar contra el agua oscura y
los chorros de agua espumosa que lanzaban hacia el cielo y se perdían con el
viento.
-Es increíble…-le susurré mientras me relamía los
dedos.
-¿Sabes una cosa…? No hay muchas chicas que quieran
subirse a un árbol conmigo…-volvía a mirarme fijamente. Bear siempre flirteaba
con cualquier chica que considerase medianamente mona, en realidad, flirteaba
con cualquier chica que se cruzase en su camino, aunque esa chica llevase meses
saliendo con su hermano.
-No veo por qué no quieren hacerlo.-respondí-Si viesen
esto, se quedarían impresionadas…
-Es uno de los requisitos que debe cumplir la futura
madre de mis hijos: trepar a los árboles y que le guste hacer hogueras.
Estuve a punto de responder que a mí me gustaba hacer
hogueras y que había aprendido viéndolo a él hacerlas. Pero una parte de mi
temía que sucediese con Bear lo que había pasado con Gabe. Seguía sintiéndome
mal, cuando durante la cena Matt me rodeaba con el brazo o me besaba, porque
aunque él decía que no le importase, seguía percibiendo la incomodidad de Gabey
ante las muestras de afecto de su hermano hacia mí. Meses atrás no me hubiese
imaginado que tres chicos a la vez me considerasen bonita y que les gustase,
reflexioné sobre la charla con Gabe y en que si me hubiese querido un poco más
podría haberme dado cuento que, en realidad, sí que llamaba la atención de los
hombres. Temía acercarme demasiado a Bear y que confundiese mis intenciones de
ser amable con otro propósito, aunque descarté esa opción casi inmediatamente,
era demasiado listo, sabía que yo estaba con Matt, simplemente era su manera de
hablar con una chica. Me sentí tonta y humillada por haber considerado esa
opción aunque solo fuese por un instante… Quizá mi ego estaba tan hinchado
desde que había llegado que me parecía que le gustaba a cualquier hombre que me
viese de refilón.
El sol le arrancaba reflejos dorados al rostro pálido
de Bear: tenía unos arcos ciliares muy marcados y un mentón puntiagudo cubierto
por una barbita de chivo dorada y un perfectamente retocado bigote. Me
recordaba a un hombre de neandertal, con el pelo recogido y vestido con pieles
bien podría pasar por Jondalar, el personaje de Jean Auel. Sus ojos eran tan
diminutos que apenas podía distinguir e color de sus irises, pero brillaban
como dos estrellas en un mar de marfil. Junto con Matt eran de los más bajitos
de la manada, aunque era bastante más delgado que él, pero era ágil y rápido
como un lobo. George RR Martin podría haberse inspirado perfectamente en él
para crear a Bran Stark. Su manera de ver el mundo era sencilla, como un niño,
era impaciente e iba acelerado respecto al resto de la familia, si viviese en
mi ciudad le hubiesen dicho que sufría de un trastorno de hiperactividad y lo
hubiesen hinchado a pastillas, para mí, solo tenía unas increíbles ganas de
disfrutar su vida. En ese momento y con mi sonrisa de triunfo decidí que
Solomon Freedom Brown sería una buena inspiración para mi próximo personaje.
-¡Ayla!-el inconfundible tono de voz de Matt me hizo
dejar de pensar en libros por un rato y volver a mi paraíso norteño. Desde mi
perspectiva pude ver como el inconfundible y viejo sombrero marrón de Matt se
acercaba gritando mi nombre. Me quité el gorro, sin pensar, y cuando estuvo
bajo el árbol de Bear lo tiré al suelo. Matt, extrañado, lo recogió y miró
hacia arriba. Le pasó lo mismo que a mí, el sol no le dejaba ver con claridad y
ponía una mueca extraña al dirigir su mirada hacia nosotros.
-¡Hola Matt!-le saludé agitando el brazo.
-¿Ayla? ¿Qué haces allí arriba?
-Sinceramente, no lo sé…-le respondí entre carcajadas.
-Iba a pedirte un favor, pero si estás ocupada ya me
avisarás cuando termines de trepar…
-¡No, no!-enseguida bajo.
Bajar fue más sencillo que subir, miraba de vez en
cuando donde ponía los pies, aunque Bear insistía en que me dejase llevar por
la intuición, resbalé en alguna ocasión cuando no clavé el pie donde debía y
las ramas eran resbaladizas y pegajosas por la lluvia y la resina. No debía
confiarme, debía estar concentrada todo el tiempo, lo que supuso un gran
esfuerzo para mí, que ya estaba empezando a diseñar el personaje inspirado en
Bear en mi cabeza. Me arañé con una rama afilada mientras descendía, pero no me
quejé por no preocupar a los chicos, aguanté el dolor como una campeona, aunque
notaba como me escocía a horrores. Llegó el salto final, me colgué rígida como
una piedra, con temor a caer, no me mataría, pero estaba a dos metros de altura
y podía hacerme mucho daño. No quería mirar al suelo, me pondría más nerviosa,
así que busqué entre las hojas de la copa la figura distorsionada de Bear. Se
me tensaron todos los músculos del cuerpo cuando empecé a apoyar todo el peso
sobre mis brazos, un escalofrío me recorrió la columna vertebral cuando las
ásperas pero firmes manos de Matt agarraron mi cintura y me ayudaron a tocar el
suelo. Tenía arañazos por todo el cuerpo, la herida de la mano me escocía a
horrores y tenía las rodillas magulladas. Los guantes habían quedado
destrozados: llenos de restos de panal, resina y trocitos de madera. Me di la
vuelta feliz por haber conseguido descender sola del árbol cuando me encontré a
escasos centímetros de los finos labios de Matt, que bonito estaba cuando
sonreía y como hacía para que me sonrojase tan de repente:
-Hola…-le susurré sin saber bien que decir, ocultando
mi rojez y mi sonrisa de orgullo.
-Buenos días ardillita…-me respondió mientras limpiaba
un trozo de miel de la comisura de mi boca. Matt se había levantado muy
temprano esa mañana, llevaba días haciéndolo, por lo que me contaba estaba
enfrascado en un proyecto “sorpresa” con Noah. Una pequeña marca rosada le
había aparecido en la mejilla, parecía una quemadura, probablemente por
acercarse demasiado al soplete de su hermano aunque este insistiese que se
alejara.
-¿Qué te ha pasado aquí?-le respondí acariciándole la
pequeña cicatriz sobre el pómulo izquierdo.
-Oh, no es nada… solo una marca de guerra. ¿Puedo
enseñarte algo?-asentí con la cabeza y me tiró insistente de la manga-Pues
vamos, ven conmigo…-tiró tan fuerte de mí que apenas me dio tiempo de
despedirme de Bear, que seguía subido en su árbol.
Cruzamos a paso ligero todo el campamento, Matt estaba
muy excitado, como cuando un niño pequeño consigue hacer algo solo por primera
vez y quiere mostrárselo orgulloso a todo el mundo. Me gustaba verlo así porque
no paraba de reír, y adoraba verlo reír, provocaba que yo también me riese.
Después de cruzar el puente de madera sobre el arroyo, nos encontramos con Bam
y Gabe que cargaban un pesado tronco. Gabey iba delante y nos saludó haciendo
una graciosa imitación de James Bond. Bam hizo una mueca de desesperación ante
el mal chiste de su hermano y Matt sonrió mostrando todos los dientes.
-No tiene remedio…-suspiró Bam sin detenerse-Por
cierto Ayla, Paul ha preguntado hoy por ti… Parecía satisfecho con tu
trabajo.-me guiñó un ojo y le respondí con una sonrisa tímida. Matt y yo
seguimos andando:
-Así que el trabajo con Paul, ¿ha ido bien?-preguntó
interesado mientras descargaba el brazo sobre mis hombros. Le acaricié los
dedos.
-Ese hombre tiene el despacho peor que tú tu cabaña…
-¿En serio?-fingió sorprenderse exageradamente.
-Como lo oyes.-respondí en el mismo tono.
-Eso es imposible. Nadie tiene algo más desordenado
que la cabaña de Matthew Jeremiah Brown. Tendré que desordenarla más para que
no me robe el puesto…
Ambos reímos y sin darnos cuenta ya estábamos en el
núcleo central de Browntown. Billy se asomó por una ventana de la casa
principal.
-¿Matt? ¿Ayla?-nos llamó y nos detuvimos para
escucharle-Ya me había parecido que erais vosotros. Ayla, ¿estás muy ocupada
ahora mismo?
-Bueno…-tartamudeé-acabo de decirle a Matt que le
ayudaría con un proyecto…
Me sentía muy alagada de que el patriarca de los Brown
reclamase mi ayuda y aunque adorase pasar ratos en familia (algo que no hacía
habitualmente en la ciudad) me apetecía estar un rato a solas con Matt, aunque
si me pedía ayuda, no tenía opción de negarme…
-Me han llegado no sé qué papeles del barco, tienes
términos muy complicados y no se me da muy bien el tema de papeleo… ¿Te
importaría echarles un vistazo y explicarme de que tratan?
Matt se adelantó a mi respuesta.
-Déjamela esta mañana papá, quiero enseñarle algo…
Esta tarde es toda tuya.-me sacudió el brazo pegándome a su pecho. “su aroma…
su olor…”
-Vale, está bien chicos. Divertíos…-Billy no saludó
con la mano y volvió a meterse en su casa. Matt y yo avanzamos hasta llegar al
“Jardín Trasero de Noah”, o lo que es lo mismo: a la parte de atrás de su
tienda de lona verde.
-Parece que alguien se está convirtiendo en el ojito
derecho de Billy Brown.
Le di un empujón a modo de burla.
-Cállate…-le dije poniéndome colorada de nuevo-Solo me
gusta ser útil, y no parecer una vaga…
Matt soltó otro par de sus carcajadas y me dedicó
algunas bromas más antes de llegar donde estaba Noah. El hermano más joven
terminaba de arreglar las juntas de lo que parecía una estructura de madera de
una cama de matrimonio. Saludé a Noah, éste se incorporó y se secó el sudor de la
frente. Tenía las mejillas enrojecidas por el esfuerzo y esbozaba esa media
sonrisa tan desconcertante.
-Buenos días Noah, ¿qué diablos es esto?
Matt se colocó entre la estructura y yo y abrió los
brazos al viento mientras mostraba todos los dientes y sus ojos azules
brillaban de orgullo.
-Nuestra nueva cama.-proclamó.
-¿Estás de broma?-no me lo podía creer-¿La has hecho
tú?
-De nada…-Noah Brown no iba a permitir que otro se
llevase el mérito de sus inventos.
-¡Muchas gracias Noah!-me lancé a abrazarlo, pero él
intentó escabullirse.
-¡No! Sabes que odio los abrazos…
-Venga no seas así…
Suspiró resignado y dejó que le abrazase, aunque no me
correspondiese rodeándome con sus brazos:
-Considéralo un regalo de bienvenida…-sonreía,
intentaba disimularlo pero sonreía, y eso me hizo sonreír a mí también. “Al
parecer alguien no ha podido callárselo”. Miré a Matt de reojo, aún no se lo
había agradecido.
-¿Te gusta?-me preguntó Noah.
-Me encanta, pero vamos a necesitar una cabaña más
grande… ¿Y cómo narices vamos a meterla? Y tendremos que ir a Hoonah a por un
colchón y mantas…
-¡Empiezas a hablar como Bam!-se quejó Matt mientras
daba grandes zancadas hacia mí y me rodeaba con los brazos.
-¿Así que es esto lo que hacías de buena mañana?
-Quería que fuese una sorpresa…-me susurró
tímidamente-¿Estás contenta?
-Muchísimo…
Le acaricié el mentón y lo besé suavemente en los
labios. Él me correspondió con más besos. Me sentía un poco incómoda porque
Noah nos estaba mirando, pero en seguida nos lo hizo saber:
-¡Oye! Iros a besuquearos a otra parte…. Os recuerdo
que esto es una propiedad privada…-atizó a Matt en las piernas con su bastón y
éste dio un salto hacia atrás…
-Ya nos vamos a otros sitio, tranquilo… Luego
vendremos a por la cama.
-Daos prisa, me está ocupando espacio de trabajo.
Caminé junto a Matt, entre juegos y risas hasta un
lugar apartado sobre una pendiente. Desde allí podíamos ver el campamento,
incluida parte de la playa y de la bahía, hasta el arroyo donde solíamos
recoger el agua: Bam y Gabe seguían cortando leña cerca de la choza del mayor.
Noah terminaba de dar los últimos ajustes a nuestra nueva cama en su patio
trasero. Rainy, Bird y Ami trabajaban el huerto y Bear, en fin, Bear debía de
seguir subido en su árbol… Agarré a Matt por la solapa de la chaqueta y me lo
comí a besos. Apoyé su espalda contra el tronco de un árbol y le mordisqueé el
cuello mientras le apartaba el sombrero y nos deshacíamos mutuamente del anorak
del otro. Mis manos le recorrieron el torso entero, palpando cada parte de su
cuerpo, él intentaba lo mismo conmigo, pero cada vez que movía las manos se
las sujetaba bruscamente contra el
árbol. A Matt le gustaba que jugase con él y aunque fingía oponer resistencia
sabía cómo deseaba que siguiese con mis prácticas. No disfruté la última vez
que hicimos el amor en el bosque, hacía frío y era incómodo, pero Matt en
contadas ocasiones rechazaba la oportunidad de tener sexo conmigo y le conocía
lo suficiente como para saber cuánto le excitaba hacerlo al aire libre. Mis
manos fueron directas a su cinturón y me dejé caer de rodillas. Le arremangué
todas las capas de ropa que llevaba metidas por dentro del pantalón y le
acaricié el pecho, se sobresaltó al sentir el contacto de mis manos frías sobre
su piel caliente. Noté como hacía fuerza contra el tronco para contenerse. Le
sujeté por las caderas con cuidado y besé su ombligo y la línea de vello
plateado que le atravesaba todo el torso. El bulto de su pantalón quedaba a muy
corta distancia de mi boca. Decidida y con un solo movimiento me deshice del
botón de los vaqueros y le bajé la cremallera. Lo miré a la cara con ojos
golosos, mientras me mordía el labio inferior. Matt pegó su espalda contra el
árbol y dejó escapar un profundo suspiro. Sus manos comenzaron a juguetear con
mi pelo para que no me molestase en la tarea que estaba a punto de emprender.
-Si me vuelves a mirar así no respondo de mis
actos…-bromeó con el rostro rojo de excitación.
Desde el susto de hacía unas semanas, Matt y yo
habíamos usado los preservativos en contadas ocasiones: ninguno de los dos era
partidario del látex, de hecho, Matt miraba el plastiquito rosa con expresión
intranscendente cuando le pedí que se lo pusiera por primera vez, una noche
como otra cualquiera, en la intimidad de nuestra cabaña. Estaba tumbado sobre
mí, distraído, mordiéndome y palpando mis pechos, dispuesto a todo, cuando le
detuve:
-Espera un momento Matt…-la saliva se me volvió amarga
de repente.
-¿Qué pasa? ¿Es que he hecho algo mal?-preguntó con
destellos anaranjados por el fuego brillando en sus irises azules.
-No, no… tranquilo… es solo… que deberías ponerte un condón…
-Sí, claro…-dijo mientras se retiraba y cogía el
plástico cuadrado de la caja de cartón-¿Estás segura de que quieres usarlo?
“En realidad no lo estaba, los odiaba, pero no quería
volver a pasar por el mal trago del otro día”
-Sí, claro… Ya lo verás, nos lo pasaremos muy
bien.-mostré mi sonrisa más encantadora. Cogí el plástico de sus manos, lo
rasgué y me encargué yo misma de ponérselo. Me olían las manos a látex y a
polvos de talco, y la vaselina me había dejado los dedos pringosos. Tenía ganas
de lavarme, me sentía muy sucia, contaminada… Vi el rostro de incertidumbre de
Matt, le acaricié la mejilla para tranquilizarle y lo besé en los labios,
invitándolo a retomar la postura sobre mí. Sus gestos fueron torpes e
inseguros, parecía que fuese su primera vez: el látex no le transmitía la
confianza de la que solía gozar, lo hacía sentirse preso de su propio cuerpo.
Se introdujo lentamente dentro de mí, intenté disimular mi gemido de dolor con
uno de placer, pero ese asqueroso trozo de látex me rozaba y me desgarraba por
dentro. Mis músculos se tensaron bajo la piel, todos y cada uno de ellos, Matt
estaba en contacto directo y en seguida se percató de lo rígida que me había
puesto. Se retiró en seguida, sin decir nada, se quitó el condón y lo tiró a un
lado y me volvió a penetrar, con toda la delicadeza del mundo. Nunca me habían
hecho el amor de esa manera, era todo tan lento y dulce… sentía como las
mariposas revoloteaban en mi estómago en cada movimiento. Obligué a Matt a
mirarme a los ojos, los tenía abiertos, redondos y azules. De vez en cuando
apretaba los labios para aguantarse un gemido, y cuando intentaba acelerarse le
calmaba con susurros y caricias para que mantuviese el ritmo pausado que había
mantenido hasta ahora. Sin saber cómo ni porqué sentí qen medio de esos suaves
movimientos de cadera una ola de placer estalló desde dentro, mordí a Matt para
reprimir el orgasmo y sentí como la humedad entre mis piernas se acentuaba
mientras arqueaba la espalda. Mi explosión repercutió en Matt, que en seguida
sacó su miembro de mí y esparció su semilla sobre mi vientre. Pude ver en sus
ojos su decepción, no había disfrutado como siempre, no había gozado del placer
de sostenerme contra él y dejar que su esencia me inundase. También había
añorado sentir ese líquido caliente dentro de mí y el rostro de satisfacción de
Matt. El orgullo de sus orgasmos, rasgándose los labios finos con los dientes y
arañándome para llegar a lo más profundo de mí. Intentó disimularlo con una
sonrisa. Lo atraje hacia mi cara y deposité un ligero beso en su naricita.
Cogió la caja de condones y la tiró bruscamente:
-Ambos odiamos esto, no pienso volver a usarlos: son
asquerosos, son antinaturales y muy
incómodos-“no había nada como sentir el roce de la piel de Matt en mis
carnes”
-Matt…
-No, te pones rígida y te hacen daño… No quiero oír ni
una palabra más. Encontraremos otras formas…
A partir de ese día, buscamos otras maneras de
disfrutar de nuestros cuerpos sin que corriésemos el riesgo de un embarazo. Sin
darnos cuenta encontramos prácticas muy placenteras y divertidas tanto para uno
como para el otro, pero ninguna nos proporcionaba mayor satisfacción como el
simple hecho de follar a pelo hasta reventar.
Unos gritos desde Browntown nos interrumpieron en el
mejor momento. Me levanté de un salto y me asomé por el barranco para ver que
estaba sucediendo mientras Matt se colocaba correctamente los pantalones.
Distinguí los saltos de Bear y su sudadera roja agitándose por todo el
campamento:
-¡La policía! ¡Viene la policía! ¡La policía!
Matt se colocó el sombrero y nos miramos mutuamente
con el rostro pálido. Desde nuestra posición se veía claramente como un buque
de la policía federal de Alaska estaba atracando en nuestra bahía. No sabíamos
de lo que se trataba, podían ser muchas cosas: otro vez los dividendos, la
familia de Ami, algún problema de Matt… Estaba tan cerca de mí que pude ver
como apretaba los puños y contraía la mandíbula por el terror. A todos en
Browntown le tenían espacial miedo a la policía, y aunque no lo admitiese, y
después de su estancia en la clínica, Matt era el que más los temía… Le obligué
a abrir el puño que apretaba con fuerza para agarrar mi mano. La apretó
desesperado.
-No te preocupes, sea lo que sea, lo solucionaremos…
Estoy aquí.-intenté que en mi voz no se notase que también estaba asustada.
Pude ver el miedo en la mirada cristalina que Matt me
dedicó, asintió con la cabeza porque no era capaz de articular palabras en esos
momentos, pero era lo único que se me ocurrió en aquel instante.
Nos reunimos con Ami, las chicas y Noah en el
campamento. Billy y los muchachos ya se habían encaminado a la playa para
recibir a los policías. El resto del grupo también partimos hacia allí, pero si
tenía algo que ver con Matt necesitaba saberlo la primera. Empecé a correr
dejándolos atrás hasta que me encontré con Billy y tres de sus hijos mayores en
la playa: el buque había anclado cerca del Integrity y se dirigían hacia la
playa en lancha. Era un día soleado y alegre, aunque soplase algo de viento
entre las montañas, no tenían por qué venir a estropearlo. Bear se había
adelantado unos pasos y observaba a través de los prismáticos:
-Son tres hombres: dos policías y un señor que no
lleva uniforme…
Billy me miró cuando me vio llegar, la preocupación
también se había adueñado de su rostro. Aguardamos en silencio hasta que
desembarcaron, nadie movió un músculo para ayudarlos a arrastrar el bote. Matt
y el resto estaban tardando mucho, temí que le hubiese dado un ataque de pánico
y que estuviese hiperventilando en el camino mientras yo estaba allí, quieta y
sin hacer nada. Estaba escondida entre Bam y Gabe así que apenas pude
distinguir el rostro de los policías, ocultos bajo los abrigos fosforescentes y
unas gafas de sol de colores. Uno alzó un papel en una mano tiesa y enguantada:
-Estoy buscando a la señorita Ayla Hurst, ¿está aquí?
Todos de voltearon hacia mí, perplejos, aunque yo era
la más sorprendida de todos. Tardé un rato en reaccionar, asustada, no sabía
porque lo estaba si no había hecho nada. El policía ya me había visto, así que
no volvió a llamarme por mi nombre. Fue necesario un empujón de Bam Bam para
que me atreviese a dar un pase adelante:
-Yo soy Ayla…-mi voz vibrante denotaba nerviosismo e
inseguridad. Escuché como Bam susurraba a Gabe:
-Ve a buscar a Matt.
-¿Hay algún problema, agente?-preguntó Billy
preocupado, aunque no hubiese pronunciado su nombre ni el de ninguno de sus
hijos.
-¿Ayla?
El que había pronunciado mi nombre era el hombre que
no vestía de policía. Era pequeño y regordete y llevaba tantas capas de ropa
que se balanceaba para bajarse del bote:
-¿Frank?-“¡No me lo podía creer era Frank! Mi editor y
mi representante. Habían pasado semanas desde la última vez que hablé con él.
Fue antes de conocer a Matt, después eran todo mensajes que ni me molestaba en
responder, y después rompí mi teléfono… Llevaba tantas capas de ropa y la cara
cubierta con gorro, gafas y bufanda que me había costado reconocerlo, aunque
seguía sin afeitarse ese bigote azabache tan feo… ¿Qué diablos estaba haciendo
en Browntown?” Después de sus peleas para bajarse del bote caminó tontamente
hasta mí y me abrazó con fuerza.
-Menos mal que estás bien. Como me alegro de verte…
Creí que te había pasado algo-“creías que no ibas a cobrar más, desgraciado”.-No
me cogías el móvil, ni me respondías a los mails… Me tenías muy preocupado
jovencita…
Frank O’Brien era el encargado de firmas mis contratos
con editoriales, productoras, buscarme patrocinadores, oportunidades y todo ese
rollo burocrático que había hecho por mi cuenta hasta mi primer Best Seller. Le
odiaba, era repelente, borde conmigo y me trataba como si fuese idiota y no
entendiese nada. Solo era una cara bonita a la que sacar dinero, pero,
desgraciadamente, hacía especialmente bien su trabajo.
-Señorita Hurst, ¿le importaría que le hiciese unas
preguntas a solas?-“¿por qué me lo preguntaba? No iba a decirle que no a un
agente de la ley…”
En ese momento vi aparecer a Matt en el camino. Su
mirado de asombro y de preocupación lo decían todo. Se acercó a nosotros a
grandes zancadas… Quise gritarle que todo estaba bien y que no debía
preocuparse, pero Bam, como siempre, se encargó de retenerlo, aunque requiso de
la ayuda de Gabe y las palabras de Ami para no venir corriendo hacia mí. “Le
prometí que afrontaríamos los problemas juntos, pero conocía a Frank y sabía de
lo que iba esto. Si Matt se metía por medio podía salir perjudicado” Creo que
Bam pensó lo mismo que yo y por eso corrió a retenerlo.
-¿Hay algún lugar en el que podamos hablar a solas?
-Podéis usar el salón de nuestra casa…-se adelantó
Billy. El agente se lo agradeció con un gesto de la cabeza.
A Frank le molestó que no le dejasen entrar en la
cabaña con el policía. El otro agente se dedicó a tomar declaración a toda la
familia e incluso al mismísimo Frank, otra cosa que le molestó muchísimo. Me
sentía como una mierda por preocupar así a los Brown, ya habían tenido
suficientes problemas con la ley para ahora tenerlos conmigo. Suspiré hondo y
me obligué a ser fuerte y a mantener la calma, no había hecho nada malo, todo
era un error, me limitaría a responder con sinceridad y sin irme por las nubes,
pensando bien en lo que iba a decir para no perjudicar a Matt, ni a Noah, ni a
Gabe, ni a Bam, ni a Bear, ni a Birdy y Rainy y tampoco a Billy ni a Ami, para
no perjudicar a mi familia. Desde mi banco observaba a mi interlocutor, oculto
bajo un anorak de cuello alto y gafas de sol, al otro lado de la mesa.
-No se preocupe señorita Hurst, no ha hecho nada malo…
Solo queremos hacerle algunas preguntas sobre su estancia en Alaska y
asegurarnos de que está usted bien. Al parecer su familia y el señor O’Brien
llevan semanas intentando contactar con usted y al no encontrarla en la casa
que tiene en su propiedad nos preocupamos. Por suerte, no es difícil localizar
a una celebrity y los vecinos de Hoonah se mostraron muy colaborativos, fueron
ellos los que nos comunicaron que la habían visto con la familia Brown… Dígame
¿por qué no responde al teléfono ni a los mails que le mandaron?
-Se me rompió el móvil y me dejé el portátil en la
cabaña de Hoonah. He estado muy ocupada trabajando y no he podido ir a
recogerlo, tampoco he podido ir a comprar otro teléfono…-ese hombre me había
interrumpido mi momentazo con Matt, y no estaba de humor para responderle
cordialmente. Olvidé todos mis modales y mi buena educación en Nueva York, y lo
que estaba insinuando no me gustaba para nada. Puede que en el bosque me
moviese torpemente, pero no iba a vencerme en mi propio terreno:
-¿Y no pensó en ningún momento que sus familiares
podrían estar preocupados?
-No.-respondí fría como un témpano- Apenas tengo
relación con mi familia…
-¿Y con el señor O’Brien?
-Nuestra relación es estrictamente profesional.
-¿Me recuerda los motivos por los cuales se vino a
vivir a Alaska?
-Por trabajo, soy escritora. Me dieron permiso para
escribir un libro sobre la familia Brown…
-¿Cómo puede escribir si no tiene ordenador?
-Estoy un poco chapada a la antigua, señor agente…
Escribo a lápiz en un cuaderno. Frank no estará muy de acuerdo, pero puedo
enseñárselo si quiere… Hay notas y dibujos sobre los Brown. También puedo
enseñarle los documentos que me dan permiso para escribir el libro y residir
aquí.
-Señorita Hurst… Está sola, no nos oye nadie, no tiene
por qué ocultarnos información…-se acercó a mi rostro, hablándome entre
susurros.
Me erguí en mi asiento y aspiré una buena bocanada de
aire:
-¿Qué quiere decir con eso?
-Mire, le seré franco… estos hombres ya han recibido
algún tipo de sospecha por mantener a mujeres en contra de su voluntad: dos de
ellos han estado en la cárcel y otro ha tenido problemas con el…
Di un puñetazo sobre la mesa:
-¡Estoy aquí por propia voluntad! Puedo irme cuando
quiera-“aunque en realidad era Matt el que me retenía allí”-Nadie me obliga a
estar aquí…
-Es extraño que alguien como usted deje un ático en
Nueva York por esto…
Me crucé de brazos y me apoyé en el respaldo del
banco:
-La gente cambia.
-Ya…-el agente no parecía muy convencido.
-Oiga, yo solo quiero vivir en paz, trabajar en mi
libro… Investigue lo que quiera, investígueles lo que quiera. Están limpios.
O’Brien solo teme por su salario…
“Ese maldito hijo de perra. Debería vivir aquí una
temporada y darse cuenta de que el dinero no lo es todo. Como le pase algo a
Matt por su avaricia… Lo mato”.
Contesté a un par de preguntas más al agente, que no
pareció estar demasiado convencido de mi situación en Browntown. Aunque me
había prometido no ocultarle nada a la policía, los nervios del momento me
delataron y omití decir que mantenía una relación con Matt “Al fin y al cabo no
mentía, sino preguntaba no tenía por qué responderle”. Tenía miedo de que lo
investigaran, o que lo acusaran por secuestro y maltrato. La herida de la mano
aún me escocía, apreté con fuerza el puño mientras sentía como la sangre me
chorreaba entre los dedos. El policía me dijo que iba a recoger un par de
pruebas más y que volvería otro día a hacerme más preguntas. Le sugerí
desplazarme a Hoonah, donde sería más cómodo para ambos, pero insistió en
venir.
-Piense que una vez que nos hayamos ido se quedará
sola e incomunicada con los Brown… Puede venir con nosotros, no la encontraran,
estará a salvo, se lo aseguro…
-Lárguese de aquí inmediatamente-dije señalándole la
puerta con la mirada ofuscada.
El hombretón, que parecía un armario con patas y
chaqueta fosforescente, se marchó todo lo digno que pudo, no se había quitado
las gafas de sol en todo el rato, así que no había podido examinar su rostro ni
sus gestos. Su voz dura y autoritaria, mostrando una falsa compasión, me hacían
odiarle con toda mi alma, pero sobretodo, odiaba a O’Brien.
Esperé diez segundos a calmarme y salí escopeteada de
la casa. Frank estaba sentado en los bancos junto al fuego, jugueteando con un
palo y las brasas de la hoguera. Bam estaba apoyado en un árbol cercano, de
brazos cruzados, observándole descaradamente con esos ojos verdes tan
orgullosos. Me acerqué a él antes de encararme a Frank:
-¿Dónde está Matt?-le susurré sin mirarlo
directamente. Yo tampoco podía apartar la vista de ese maldito bastardo.
-Gabe se lo ha llevado lejos. Teníamos miedo de que se
alterase y se metiese en algún lío…
-Has hecho bien,-le coloqué una mano en el hombro,
agradecida-A lo mejor es mucho pedir… pero tengo que hablar con Frank a solas
un momento, ¿podrías mantener a Matt al margen hasta que terminemos?
-Cuenta con ello…-asintió convencido mientras se
alejaba unos pasos para adquirir la perspectiva suficiente para vigilar a Frank
y ver si Matt se acercaba… Se lo agradecí asintiendo con la cabeza y con una
cariñosa palmadita en el hombro. Ese lado protector de Bam me encantaba, aunque
a veces se pusiese excesivamente nervioso. Me senté al lado de O’Brien.
-¡Ya era hora de que se fuese tu chulo! Me tenía
acojonado… Dime, ¿cuánto le has pagado a ese John Lennon para que me vigile?
-No hables así de Bam. Es un buen chico y estaba
preocupado por mí de verdad, no cómo tú. ¿Cómo te atreves a acusar así a los
Brown, ya han sufrido demasiado como para que tú ahora les metas en más líos? ¿Qué
coño quieres Frank? ¿O debería decir: Cuanto?
Me hizo un gesto de calma con las manos y me habló con
su voz aguda e insoportable. Sus pequeños e insolentes ojos oscuros no paraban
de analizar mi lenguaje corporal, “el cabrón era muy bueno”. Yo intentaba
mantenerme firme, segura de mi misma, confiada…
-No quiero nada, solo estoy preocupado por ti… No me
respondes al móvil, tampoco a los mails. Los plazos se acaban, la editorial
quiere algo…
-Te pueden dar por culo a ti y a tu maldita editorial.
-¿Qué narices te pasa, Ayla? ¿Por qué me respondes
así? ¿Dónde se ha quedado la tímida niñita que no levantaba la voz, que siempre
obedecía a la primera?
-Esa niña murió el día que aterricé en Alaska…-le
contesté apretando los dientes.
-¿Y cuándo volverá?
-Nunca.
-¿Cómo que nunca? Ayla, ¿tú te estás oyendo? Pasas demasiado
tiempo metida en tu mundo de fantasía que empiezas a confundirlo con la
realidad…-“ya empieza a tacharme de inútil soñadora. Me gustaría enseñarle lo
que he aprendido a hacer con un rifle y demostrarle que no soy tan tonta al fin
y al cabo”.
-Soy feliz aquí, Frank. Esta gente me aprecia, me
valora por lo que soy…
-¡Yo también te valoro por lo que eres!-se señaló
asimismo y exageró su irritante tono de voz, haciéndose la víctima. “No, tú
solo valoras mis ingresos…”
-No de esa manera…-esbocé una sonrisa tonta pensando
en la risa de Matt, en como mis pequeños triunfos eran grandes victorias para
él…
-Anda ¿Así que es eso?-exclamó mirándome de arriba a
abajo. Mi sonrisa de bobalicona me había delatado. “¿Cómo había podido
descuidarme de esa manera? O’Brien era un experto del lenguaje corporal, por mi
trabajo tendría que haber sabido mantener mi cara de póker hasta el final”. –Ya
entiendo… ¿Y me vas a decir cuál de los cinco hermanos “te valora” más?-realizó
el gesto de comillas con los dedos-¿O es que ahora te gusta que “te valore” el
padre?
-¡Se lo que quieres decir, degenerado! Y no, no me
“está valorando ninguno”-ese hombre bajito y fofo me estaba revolviendo el
estómago y sentía ganas de vomitar y darle un puñetazo a la vez, sobretodo de
darle un puñetazo.
-Cuando lo vi en la prensa no me lo podía creer, pensé
que sería parte de tu libro… Pero ahora… ¡Ja! Y eso que parecías una mosquita
muerta…
El corazón empezó a latirme muy deprisa. O’Brien sacó
su teléfono móvil y empezó a cotillear entre sus capturas de pantalla.
-Ahora entiendo por qué ese oso con gafas retro
ochenteras me vigilaba tan de cerca…
Me enseñó la fotografía, fruto de sus búsquedas de
clipping, acerca de sus clientes. Leí el titular para mí: “Ayla Hurst (21) y
Joshua Brown (31) de Alaskan Bush People, pasean muy acaramelados por el puerto
de Hoonah”.
-¡Por Dios! Paseamos el uno al lado del otro, ni
siquiera nos miramos…-exclamé desesperada y a punto de comenzar a tirarme del
pelo.
-Ya conoces a la prensa… Les encanta manipularlo
todo.-“no pensé que en un pueblecito como Hoonah hubiesen seguidores de Ayla
Hurst, ni mucho menos que se dedicasen a chivarle a la prensa que estaba allí.
El mundo fuera de esta isla sigue siendo un lugar asqueroso”.
-Oye, no tengo nada con Bam, puedo asegurártelo.-respiré
hondo y me obligué a tranquilizarme. Tenía que convencer a Frank.
-¿Ah no? Ya decía yo que no me parecía tu tipo ¿Y
entonces a cuál te estás tirando? ¿Al medio lobo? No… demasiado salvaje para
ti. ¿Al de las patillas? No, tampoco… ¡Ya está! Al rarito del bastón-chasqueó
los dedos como si hubiese acertado la pregunta del millón. Apreté los puños
para evitar darle una buena bofetada, aunque se la mereciese…
-Ayla…-una voz firme me llamó desde lo alto de la
colina. Matt estaba allí, rifle en mano, junto con Bam y Gabe. Sus caras me
decían que habían hecho todo lo posible para mantenerlo alejado de allí, pero
los tres sabíamos lo cabezota que podía llegar a ser Matt Brown. Cargó el
rifle, descaradamente. No me sorprendía que lo llevase, siempre lo llevaba
cuando se alejaba un poco de Browntown, pero que lo hiciese sonar de esa manera
ante Frank, aunque estuviese a unos cuantos metros me hizo temer que cometiese
alguna locura. Me puse de pie frente a Frank, mirando hacia Matt. No veía bien
su rostro, pero estaba segura de que, bajo ese viejo sombrero, ocultaba esa
mirada fría y distante que ya había visto el día que lo encontré con las
botellas precintadas, mirando el mar.- ¿Está todo bien?
-¿No intentará dispararme, verdad?-Frank estaba
acojonado, pálido como la nieve, no pude evitar esbozar una sonrisa de triunfo.
-Te aseguro que sí, que si se lo permito, lo hará…
-Está todo bien Matt, voy en seguida…
-¿Estás segura?
-Sí, no te preocupes por mí… Después hablamos.
-Ayla, prometiste que cuando tuvieses un problema…
-¡Matt ahora no! Te juro que estoy bien, hablaremos
luego…
Pude sentir la mirada de desprecio que Matt me lanzó,
pero me volteé para evitarla. Me haría llorar, y no pensaba hacerlo delante de
Frank. Probablemente Gabe también me lanzó esa misma mirada, Bam no, Bam Bam
entendía mi situación. Hubiese sido una buena estrategia tenerlo a mi lado,
pero lo necesitaba para que cuidase de Matt. Mi expresión facial fue mi soplón
de nuevo, y mi “ex-representante” volvió a gritarme con su voz aguda e impertinente
y su mirada sarcástica:
-Así que se trata de él ¿eh? El hijo pródigo, el
alcohólico, el pobrecito de Matthie… Y la bondadosa Ayla, su salvadora, su
mesías…-su tono irónico me estaba poniendo de los nervios y sentí unas
tremendas ganas de abofetearle. Si contraía un poco más la mandíbula acabaría
por descolocármela-Una trágica historia de amor… entre el borracho del bosque y
la escritora depresiva… Precioso. ¿Sabes cuánto te va a durar la tontería? Es
para ir comprando los billetes de vuelta…
-¡Cállate! No voy a tolerar que hables así de Matt.-mi
dedo índice le golpeaba el pecho, acusador, deseando que tuviese una cuchilla
para clavársela en el corazón-Yo le he ayudado a él, y él me ha ayudado a mi…
-¿A caso crees que una depresiva crónica como tú puede
ayudar a un alcohólico como él?-no iba a dejar que sus palabras me hiriesen. No
iba a dejar que me infravalorase, no, ni hablar. Valía más de lo que él me
quería hacer creer. Frank decía que no era nada sin él, quizá sin sus consejos
y sus gestiones no hubiese obtenido tan buenos contratos, pero me degradaba
como persona, me hacía sentir mal, inútil. Y no iba a tolerar eso… Sin embargo
no me atreví a gritarle todo eso, cerré la boca, como siempre y solo me atreví
a emitir un débil sonido:
-Le quiero Frank…
-¡Ja!-se buró-¿Quererle? Tú no quieres a nadie Ayla,
solo a ti misma, tu dinero, tu fama. Tus personajes… He visto un millón de
hombres pasar por tu cama y echarlos a patadas, en cualquier momento, cuando te
canses, te meterás en la cueva del siguiente salvaje que te diga que “eres
especial”.
O’Brien no se esperaba recibir ese tremendo empujón en
el vientre que lo tiró del banco, pero Bam Bam tenía esa tendencia de saltar en
seguida cuando se enfadaba. Se interpuso entre ambos y lo miró con su mirada
engreída:
-¡Se acabó!-le gritó-Me tienes hasta los huevos. No
voy a tolerar que sigas hablando de mi hermana de ese modo. –“ni siquiera me
percaté de que se había referido a mi como su ‘hermana’-Lárgate ahora mismo si
no quieres que tu pellejo cuelgue de las paredes de mi cabaña. -El brazo
protector de Matt me acercó a su pecho, Gabe también estaba cerca, de brazos
cruzados y con las piernas separadas: en actitud firme y agresiva.
-¡Ayla dile algo!-pero no respondí. Crucé los brazos y
lo miré desde arriba: humillado, cubierto de barro, creía haber sido capaz de
llevar la situación yo sola, pero las palabras de Frank habían sido como
flechas en mi corazón. “El capitán Bam al rescate”.
-Te esperan para llevarte a Hoonah, y espero que no
vuelvas…
-¡Ayla!-repitió suplicando
-Ojala Bam te despelleje, maldito hijo de puta-me
acerqué a él y me agaché, aunque seguía mirándolo desde arriba-Nadie se mete
con mi familia…-el escupitajo que le lancé a las gafas me salió de dentro, y no
me arrepentí de hacerlo. Me di la vuelta, dispuesta a volver a junto a Matt, a
llorar un poco en su hombro, a sentir su calor reconfortante y sus caricias
ásperas…
-¿Tú familia?-Frank escupía barro mientras se
incorporaba torpemente-Ellos no son tu familia… Tu familia está en España,
esperando a que les traiga noticias de ti… Dentro de poco cobrarán la universidad
de tu hermanita y tu madre no tiene lo suficiente para abarcarlo…
Me negué a mirarle a los ojos, aunque me detuve, lejos
de Matt… Apreté los puños con fuerza. Mi voz era grave y albergaba la furia de
un volcán a punto de estallar:
-A mi familia solo le importa el dinero… Nunca me han
apoyado, ni se han leído uno de mis libros. ¡Jamás!
“Recordaba claramente los duros momentos en los que mi
madre decía que si pudiese elegir otra vez optaría por no tener hijos, aunque
ahora viviese a cuenta de los ingresos de su hija. Me había dicho que me
centrase en mi carrera y que me olvidase de esas idioteces de los hijos, que
solo eran una pérdida de dinero y un sinvivir. Pero yo ya me había visto con el
bebé de Matt, dándole todo ese amor que a mí se me había negado.”
-¿Eso crees?
-¿Y quién te pagó la carrera? ¿Quién hizo un sinfín de
esfuerzos para que pudieses estudiar lo que querías? ¿Vas a dejar que por un
tío que acabas de conocer el sueño de tu hermanita, de ser médico y salvar
vidas… se vaya a la mierda? ¿Recuerdas cuando murió tu padre, quién te crío,
quien ejerció de ambos?
“El mal método que mi madre utilizó para que superase
la repentina muerte de mi padre, su intento de hacerme fuerte, de ignorar mis
sentimientos, de quitarme la tristeza a base de palo… Fue un duro golpe para mí
que hoy aún me duele rememorar… Fue el inicio de un sinfín de depresiones que
se llevan alargando más de una década después. ¿Será mi dolor mi fuente de
inspiración? ¿Merece la pena sufrir y llorar mientras tecleo aunque en realidad
esté muriendo un poco cada vez que escribo una palabra?
-Conoces mis cuentas,-las lágrimas empezaban a
chorrearme por las mejillas-ingrésale lo que quiera…
-Te quieren a ti…-la voz de Frank sonaba casi
sincera-Quieren que vuelvas, que retomes tu carrera y te sientes con ellos a
cenar en Navidad…
“Intentaba autoconvencerme de que solo se trataba de
otro de sus estúpidos trucos para que volviera, pero en el fondo sabía que una
parte de él tenía razón. No me había dado cuenta, pero echaba de menos a mi
familia.”
Mis ojos no eran los únicos que lloraban, el rostro de
preocupación de Matt me encogía aún más el corazón.
-La policía te está esperando en la bahía, vete de
aquí antes de que Bam te eche a patadas.
-Como quieras…-me respondió pasivamente O’Brien. Se
acercó hasta mí con sus pasos en forma de paréntesis y colocó sus dedos
regordetes sobre mi hombro. No le miré a la cara, pero si al aparato telefónico
gris metálico que me tendía.-Es un móvil por satélite-sabía perfectamente que
era-tiene gravado mi número y el de tu madre. Llámala, aunque sea solo para
decirle que estás bien-odiaba llamar por teléfono y me iba a costar horas
decidirme por marcar los números. Frank tenía el teléfono preparado, ya sabía
que el hijo de puta iba a engatusarme con la baza de la familia y todo lo que
habían hecho por mí. Quise destrozarlo hasta que no quedasen más que chips y
cables rotos, pero no me atreví a hacerlo. Lo cogí con ambas manos y lo apreté
para disimular mi rabia, mis mejillas parecían dos ríos en época de lluvia y la
mirada de Matt, ¡Dios mío! Esa puñetera mirada me estaba matando.
O’Brien se alejó por el camino. Deseaba no haberlo
conocido jamás, no haber trabajado con él… Deseaba que de vuelta a Nueva York
su avión se estrellase y que jamás encontrasen su cuerpo. Le odiaba, le odiaba
todo lo que se puede odiar a alguien, pero sobretodo, me odiaba a mí por dejar que
sus mentiras me afectasen. “¿Qué voy a decirle a mi madre? Hola mamá, llevo más
de tres meses en Alaska. He conocido a alguien, me saca trece años y vive en el
bosque, pero le quiero con locura. Voy a quedarme a vivir aquí con él para
formar una familia y tener esos nietos que tanto odias. No voy a poder venir
para Navidad, lo siento”. No les importo, solo me quieren por el dinero, ellos
no, ellos me quieren por lo que valgo. Matt, Matt me quiere, quiere tener hijos
conmigo, y yo con él, quiero criarlos a la orilla del mar, mientras unas
marsopas cruzan la bahía, quiero escribir cerca de ellos y cantarles canciones
españolas para dormir. Quiero enseñarles como lo dejé todo para venir aquí,
como aprendí a querer… Pero mi familia no estaba allí: mi madre, había estado
enferma y existía la posibilidad de que recayera, necesitaría mucho dinero para
el tratamiento, y solo yo se lo podía dar, si seguía escribiendo, por supuesto,
y mi hermanita… Me gustaría tener con ella la relación que tienen Bird y Rainy,
quizá aún estaba a tiempo de tenerla, pero esa implicaba marcharme, y dejar a
Matt y no quería despertar sola, sin él a mi lado. Me sentía más miserable que
Fantine mientras vendía su pelo.
Matt esperó unos instantes para reunirse conmigo,
hasta asegurarse de que Frank se había ido, quería que me meciese entre sus
brazos y me dijese que estaba allí, conmigo, que ya había pasado todo, pero en
lugar de eso, me regañó:
-No debiste enfrentarte a él sola, estaba claro que
iba a intentar que te marchases con él… ¡mira cómo has acabado!-sus pulgares me
apretaban fuerte los antebrazos. No me esperaba esa reacción por su parte, los
“te lo dije” eran más propios de Bam, quizá alguna vez de Gabe, pero no de
Matt… Me gritaba tanto que sacudía mi cuerpo y me escupía al hablar. Me sonrojé
al ver que Bam y Gabe estaban mirando:
-No podemos hablar de esto luego…-le susurré aún entre
lágrimas.
-¡No! Siempre evitas los problemas o finges que no han
sucedido nunca. ¿De qué hablamos el otro día Ayla? Tienes esa horrible manía de
guardártelo todo para ti, pero olvidas que yo también sufro cuando te veo así…
Eres una egoísta, sino cambias eso, yo…
-¿Cambiar?-Matt se estremeció al verme saltar de ese
modo-¿Tú me estás pidiendo a mí que cambie? ¿Es que no ves dónde estamos? Todo
lo que he dejado atrás… ¡Todo Matt! He renunciado a todo por ti. Porque te
pusiste de rodillas y me suplicaste que me quedara… Y yo accedí, en lugar de
pedir que cambie prueba un poco más en entenderme… Necesito ser fuerte, aquí
debo ser más fuerte que antes, demostrar de lo que soy capaz, esforzarme el
doble para no quedarme atrás. Si me guardo las cosas para mi es porque no son
incumbencia de nadie más. Deberías respetarme Matt Brown en lugar de pedirme
que cambie, porque si me pides eso… Es que en realidad no me quieres tanto como
sueles decir.
No me arrepentí al momento de decir esas palabras y me
mantuve firme ante la expresión de Matt, parecía que le acabasen de clavar un
puñal por la espalda. Se formó un silencio incómodo entre nosotros que rompí en
apenas unos segundos. Salí de allí corriendo para no derrumbarme, para no
ponerme de rodillas a suplicar perdón a Matt, después de la charla que le había
dado sobre ser fuerte y demostrar lo que valgo no podía humillarme de esa
manera. Corrí a la choza de neumáticos, pero no pude permanecer allí largo
rato, todo me recordaba a él y alguien me encontraría allí en seguida.
Necesitaba estar sola, pensar en la de barbaridades que le había dicho. Estaba
enfadada, O’Brien siempre sacaba la peor parte de mí y yo las había pagado con Matt. No estaba
preparada para pedirle disculpas todavía, ni siquiera sabía si bastaría con una
simple disculpa. Matt decía que los problemas y las preocupaciones le
resbalaban, pero mis palabras le habían herido en lo más profundo. Debía
analizar si una parte de mí en realidad pensaba eso, pensaba lo mismo que al
principio: “Solo soy un cuerpo para él, el primer polvo fácil que se le ha
puesto por delante. Me pide cambio en lugar de respeto”. Cogí mi mochila y lo
primero que hice fue encaminarme hacia el arroyo, pero luego me acordé de que,
probablemente, Noah iría en seguida a buscarme allí, y no me apetecía tener
otra charla sobre los obstáculos de Dios, así que en lugar de llegar hasta el
rio lo bordeé por la orilla hasta alcanzar
un pequeña estanque bajo una cascada.
Había corrido tanto que me notaba empapada de sudor y
el pelo se me pegaba a la frente, tenía la boca seca y el sonido del agua
cayendo me provocaba unas irremediables ganas de zambullirme en sus aguas
cristalinas. Hacía muy buen día, el sol brillaba y en mi tierra estaríamos
hablando de un día de principios de otoño, aunque allí estuviésemos al final de
la primavera. Me quité el anorak, el gorro y los guantes y los colgué al pie de
un árbol, me acerqué hasta la orilla del estanque, me acuclillé y me arremangué
las mangas del suéter calabaza. Volvía a tener los dedos de Matt marcados en
los antebrazos, intenté ignorarlos un poco frotándolos enérgicamente con la
mano, pero seguían ahí, palpitando, recordándome a Matt. No era la primera vez
que me dejaba marcas en la piel: había amanecido en más de una ocasión con algún
mordisco o algún arañazo en el cuerpo, pero no era en el mismo contexto. Me
quité las botas y los calcetines y dejé que el agua me congelase los dedos de
los pies. El agua estaba fría, muy fría, pero siempre había tolerado bastante
bien las bajas temperaturas. Utilicé las manos como cuenco para beber y mojarme
la cara y la nuca. Eché un vistazo a la pequeña cascada, algunos salmones
rezagados por el desové saltaban rio a bajo en un espectáculo natural único.
Ver a los peces me hizo acordarme de los osos y de lo poco preparada que iba.
“Si me come un oso se acabarían todos mis problemas”. Normalmente hubiese
salido corriendo de allí, con el corazón en un puño, suplicando por no tener
que encontrarme ninguna bestia por el camino, pero estaba tan furiosa y temía
tanto la reacción de Matt que preferí quedarme un ratito más a la merced de los
osos. Estaba sola, por fin estaba sola… Unas ardillas jugueteaban entre los
árboles, y alguna rapaz planeaba en busca de su cena. Estaba sola, acompañada
del relajante sonido del agua al caer por la cascada y el chasquido de los
salmones al zambullirse en el agua. Respiré profundamente, dejando que el olor
puro de Alaska me inundase, había llovido mucho los últimos días, el suelo
estaba balando y cubierto de barro, pero últimamente estaba adquiriendo una
gran admiración por el aroma de la tierra húmeda, y a pesar de que me costase
mantener el equilibrio entre tanto barro, me deleité con sus sonidos y olores.
El agua estaba congelada, una gota gélida me resbaló
por la nuca y me provocó un escalofrío que me recorrió todas las vértebras. Los
labios se me habían quedado paralizados, rígidos, pero aun así sorbí más de
aquella agua tan pura y natural, tan rica. Me paré un momento a pensar en
cuanto tiempo hacía que no nadaba. Adoraba nadar en el mar, pero odiaba los
químicos y el cloro de las piscinas. Sentir la sal hirviéndome en las heridas
abiertas, la fuerza de las olas impulsándome y yo misma, sintiéndome más fuerte
con cada brazada. Me sentía bien, limpia, segura y satisfactoriamente agotada.
Estaba muy cerca del mar, pero si me metía en esas aguas moriría de hipotermia
a los diez minutos. “No era una mala opción, en lugar de morir devorada por un
oso, moriría adormilada por el frío, con los músculos rígidos después de un buen
baño”. Escuché como los arbustos se movían al otro lado del estanque, me
incorporé despacio y en silencio como un gato, mi pesadilla se había hecho
realidad. Me mordí el labio inquieta y me retiré despacio hacia el árbol para
intentar camuflarme. Los arbustos del otro lado eran muy altos, así que no
podía distinguir con precisión la silueta del oso. El cuerpo dio un salto de
entre las hierbas y fue a caer al pie de la cascada:
“¿Bear? ¿Qué diablos está haciendo aquí? Creí que
después del revuelo con la policía habría vuelto a su árbol”
El hermano menor de Matt parecía no haberme visto,
semi-oculta tras el árbol. Estaba demasiado concentrado siguiendo algún rastro.
No llevaba camisa y tenía el torso y la cara cubierto de barro negro, una cinta
le impedía que su larga melena rubia le tapase el campo de visión. Se
arrastraba por el suelo, con la nariz pegada a la tierra como un sabueso bien
entrenado en busca de narcóticos en una aduana. De repente, y sin venir a
cuento, se quitó las botas y se arremangó los pantalones para meterse en el
espacio donde el estanque volvía a convertirse en río. Metió las manos en el
agua y aguardó, silencioso y quieto como una estatua hasta que uno de los
salmones que saltaban por la catarata se situó entre sus manos. Con un movimiento
rápido sacó al pez del agua, pero éste fue más rápido y se escurrió entre las
manos de Bear, le dio un coletazo en la cara y se zambulló de nuevo en el agua.
No pude evitar esbozar una sonrisa. El chico miró a ambos lados para cerciorase
de que no lo había visto nadie y fue entonces cuando me descubrió, semioculta
tras el árbol:
-¡Hola!-me saludó con la mano. Tímidamente salí de mi
escondite y le devolví el saludo-Hace un buen día para pescar, ¿no crees?
-Probablemente, pero la verdad es que no he pescado en
mi vida…
-¿Quieres que te enseñe?
-Quizá en otro momento. Ahora prefiero quedarme aquí y
dibujar un rato…-me desplace rodeando el árbol, con la espalda pegada en el
tronco y me senté en la cara que daba al agua. Saqué mi cuaderno y mis lápices
y me puse a dibujar:
-Está bien-respondió alegremente-yo estaré aquí,
pescando algunos salmones.
Dibujar a Bear era mucho más sencillo que dibujar a
Matt. Matt me ponía caras extrañas, me sonreía o yo me distraía observando sus
preciosos ojos azules. Bear estaba distraído con sus peces, y así podía
trabajar en paz. Con trazos sorprendentemente firmes dibujé una especie de
superhéroe y hombre de las cavernas: andaba como un gorila, con los nudillos y
llevaba una capucha hecha con piel de lobo. Los arcos ciliares eran
extrañamente grandes y apenas esbocé las dos canicas negras que representaban
los ojos. Tenía una expresión de curiosidad gravada en el rostro. De vez en
cuando alzaba la cara del papel para observar a mi modelo: Bear saltaba tras
los peces, empapándose la ropa, cuando cazaba uno lo llevaba a la orilla y le
golpeaba la cabeza hasta matarlo. “Tendría que haber llamado a Bear para
deshacerme de O’Brien”. También le hice una cola peluda y el hocico achatado.
Me gustaba como me estaba quedando y sonreí satisfecha mientras alzaba el
cuaderno para contemplar mi obra. No estaba segura de sí usaría aquel personaje
para alguna de mis historias, pero el trabajo me distrajo de la discusión con
Matt, al menos durante un instante.
Los pasos de Bear al salir del agua me recordaban a
Jean Valjean arrastrando sus cadenas por las galeras. Bajé el cuaderno y me
topé con su cara de orgullo, sujetando un salmón en cada mano.
-¿Alguna vez has comido pescado fresco de
verdad?-negué con la cabeza.
Le insistí en que podíamos encender la hoguera con mi
mechero, que sería mucho más rápido, pero Bear era tan cabezota como Matt. “Quizá
era algo que todos los Brown llevaban de serie”. Le dejé ocupado cavando un
hoyo y rascando piedras mientras terminaba de retocar mi dibujo. Me distraje
tanto que ni siquiera me di cuenta que el pescado ya estaba limpiado y puesto
en un palo para cocinar. “¡Increíble!, este chico parece sacado de una película
de naufragios. ¿Quizá pueda incluir a Wolf
en una historia sobre naufragios?” Mientras el pescado se cocinaba, Bear
sintió curiosidad por ver lo que hacía, y con sus modales del bosque de meter
literalmente las narices en todo, metió la cabeza entre mi cuaderno y yo. Su
olor a perro húmedo había adquirido matices a pescado y pelo quemado.
-¡Hala!-exclamó-¿Este soy yo?
Metió su sucio dedo de cenizas en mi papel. Lo aparté
bruscamente y le limpié la suciedad, aunque me dejase algunas marcas grisáceas
sobre el lápiz plateado:
-Así es-respondí orgullosa-¿te gusta?
-Es muy chulo, ¿pero sabes cómo estaría mejor?
-Sorpréndeme-Bear me había puesto de buen humor.
-Con un montón de cuchillas en los brazos-gesticulaba
exageradamente al hablar, y en cualquier momento sentía que me iba a dar un
manotazo-montones y montones de cuchillas, para cortar cualquier cosa.
Se puso en pie de un saltó y comenzó a saltar y a
moverse como si en realidad tuviese cuchillas en los brazos. Después de un par
de saltos volvió a acuclillarse a mi lado, su rostro volvía a estar
exageradamente cerca del mío, y me aparté bruscamente para que no me echara el
aliento.
-Y también tiene que ser súper rápido y ágil, para
trepar a los árboles…
Mientras hablaba me recordaba a un niño pequeño
entusiasmado por la llegada de la Navidad. Tenía esa manera tan peculiar de ver
el mundo: de verlo desde nueve metros de altura. Sus ojos pequeños irradiaban
felicidad, entusiasmo, emoción… Quise sentirme así, volver a ser una niña, sin
pensar demasiado en las consecuencias. Pero ni en mi inocente infancia fui una
chiquilla normal: tímida, callada, siempre con sus estúpidos cuentos… Mis
únicos momentos de felicidad me los daban mis queridas películas de dibujos,
que seguía disfrutando a solas cuando tenía un rato, y las princesas, como
soñaba ser una princesa… y de todas ellas, Ariel era mi favorita: “Ariel también
lo dejó todo para ir con el hombre al que amaba, ¿le costaría tanto como a mi
hacerse a su nuevo mundo? ¿Pensaría alguna vez en volver a ser sirena?
-Bear.-le corté secamente. Me miró confuso por mi tono
autoritario-¿Recuerdas cuando está mañana me has dicho que eras más feliz
cuando estabas trepando a un árbol?-no sabía porque le estaba contando aquello,
su voz, su manera de ver el mundo tan simple, sencilla, despreocupada… Me
inspiraba una anormal confianza en aquel muchachito de cabellos dorados y
sonrisa traviesa. Seguía enfadada con Matt por cómo me había gritado y como me
había pedido que cambiase, sin valorar como había cambiado mi vida por él. “Ni
siquiera he dejado que se explique. Pero estaba tan enfadada por la charla con
Frank que probablemente le hubiese arrancado la cabeza”. Necesitaba distraerme,
pasármelo bien hasta estar lista para pedirle disculpas, aunque prefería que
fuese él que me pidiese perdón a mi… ¿Y qué mejor manera de distraerse que
“estudiando” a Bear Brown? Asintió con la cabeza a mi pregunta anterior-Bien,
cuando era niña, me gustaban mucho unas películas de una Sirena que deseaba ser
humana… Solía jugar a que era ella cuando estaba en el agua y que nadaba entre
delfines y todo tipo de peces…-Bear me escuchaba fascinado-Son de los mejores
recuerdos que tengo de mi infancia, donde de verdad soy feliz-señalé con el
dedo el estanque…-En el agua, donde todo los problemas resbalan y solo piensas
en respirar…
La sonrisa que esbozó Bear fue más traviesa que lo
habitual.
-¿Te gustaría probar el agua?-“¿De qué está hablando?
¿Cómo nos vamos a bañar a aquí? ¡Nos congelaríamos!” Bear no me dejó preguntar
nada. Me agarró de ambas manos y tiró de mí. Corría tanto que casi me descoloca
un brazo. Bear iba el doble de rápido que el resto del mundo y yo intentaba
mantener su ritmo, sin pensar, sin detenerme. Solo pensaba en alcanzarlo. Se
detuvo al pie de la cascada. Dio un pequeño salto, se agarró a las piedras de
la pared de tierra y lo vi desaparecer tras la cascada, a unos dos metros sobre
mí. Asomó la cabeza y la gravilla corrió pared a bajo. Alargó los brazos hacia
mí.- ¡Venga, sube!
No me lo pensé demasiado y agarré las callosas y
pequeñas manos de Bear. Estaban sucias y llenas de carboncillo y astillas de
sus intentos de hacer una hoguera. Escalé la pequeña pared apoyando los pies en
los salientes de piedra mientras pequeños suspiros de gravilla caían en cada
paso mientras Bear tiraba de mí. El lugar me dejó impresionada, una gruta abovedada
oculta tras la cascada, muy pequeña, apenas tenía un metro y medio de ancho,
una pared abovedada y apenas era lo suficientemente alta como para andar de
pie. La pared de agua corría a unos palmos de nosotros, el eco de la cueva me
recordaba al rugido de un enorme león, con una voluminosa cabellera dorada,
enorme y con los músculos tensos, a punto de saltar sobre una preciosa hembra
en celo. Bear estaba sentado en el borde, con las piernas colgando al vacío,
dejando que la corriente de agua blanquecina le empapase los muslos. Metió el
pelo dentro y sacudió la cabeza como un perro, se pasó los dedos por la espesa
melena rubia y se la peinó hacia atrás. Sentí un creciente hormigueo dentro de
mí y me mordí el labio inferior sin percatarme mientras reprimía un suspiro
“¿Qué coño estaba pasando?”
-Ven.- su voz era ligera como una hoja cayendo en
otoño, crujiente, pero a la vez suave como una caricia. Golpeó la piedra
grisácea y erosionada a su lado-Siéntate aquí.
Obedecí sin pensármelo, era mi problema, siempre
obedecía a la primera. Me senté con las piernas hacia atrás, para no mojarme,
aunque la cascada me cubriese el rostro con una fina película de gotas de
rocío. Una parte de mi sabía que no estaba bien coquetear con él, pero Matt se
había comportado como un idiota conmigo, me había gritado y me había humillado
delante de su familia. Bear estaba siendo muy tierno conmigo, me hacía sentir
especial, hermosa… Agarró mi mano temblorosa y la acercó para acariciar el agua
helada. Una cortina se abría con el paso de mis dedos en la cascada, jugueteé
con ella maravillada, sin apenas percatarme de que Bear volvía tener la mirada
fija en mí y de cómo invadía mi espacio personal. Un salmón saltó por la
cascada, asustándome, retiré la mano de un salto. Bear soltó una risita. Sentía
su intenso aliento golpeándome la mejilla. Mi cuerpo se puso rígido cuando su
dedo me apartó un mechón de la cara y lo colocó tras mi oreja. “Me ponía tensa
cuando alguien me tocaba, a veces incluso cuando lo hacía el propio Matt, el
tacto de Bear en mi rostro me paralizó por completo”.
-¿Te gustaría bañarte?-preguntó con esa voz dulce y
penetrante como el chocolate.
-¿Estás de broma? ¡El agua está helada!
-¡Venga! No está tan fría. Deberías ver la capa de
hielo que se forma en invierno, podemos hasta patinar sobre el río…
-No sé yo Bear…-de un salto se puso en cuclillas a mi
lado, me aparté del sobresalto. Me animaba a meterme en el estanque con él y
una parte de mí no sabía exactamente el por qué deseaba meterse en esa agua y
no salir jamás-Además, no tengo bañador…
-No lo necesitas-se puso en pie de un salto y se bajó
los pantalones. Aparté la cabeza sonrojada. Un instante y un chapoteo. A través
de la cascada observé los círculos de espuma blanca que Bear había formado al
saltar. El estanque era más profundo de lo que parecía, eso, o se había partido
la cabeza contra una piedra porque tardó en salir a tomar una bocanada de aire.
Salió del agua cual sirena del mar, el pelo rubio se agitó alrededor de su
rostro e hinchó el pecho para que los pulmones se le llenaran de oxígeno. Se
rio a carcajadas como el chiquillo que por primera vez va en bicicleta sin
ruedecitas y alzó los ojos brillantes hacia mí.- ¡Vamos! Tienes que saltar en
medio del anillo de rocas, como los salmones, el estanque es lo bastante
profundo aquí para que hagas un buen salto. Venga, te estoy esperando.
No lo dudé ni un minuto. Tenía que alcanzar a Bear, su
manera de recorrer el mundo… En ese momento no pensaba en Matt, solo en mí y en
las grandes ganas que tenía de meterme en el agua. A Bear no le importaba verme
en ropa interior, ni que saliese con su hermano, él solo quería divertirse y
correr, correr a toda velocidad y yo tenía que alcanzarlo y limpiarme en esa
agua las palabras hirientes de Matt. Me deshice de los vaqueros y del jersey
calabaza, quedándome únicamente con una camiseta de tirantes interior de color
oscuro y mi ropa interior del mismo color. Asomé la cabeza y el agua helada me
salpicó el rostro, un escalofrío me recorrió la espina dorsal y me quedé sin
aliento. Bear jugueteaba en el agua, “¡Qué bien que se lo estaba pasando!” Y
que ganas tenía de pasármelo bien yo también.
El agua helada me paralizó el cuerpo, el agua olía a
pescado, pero no me había sentido tan limpia en la vida. Sentía la lucha
interna que estaban viviendo mis músculos rígidos para seguir moviéndose. Apuré
al máximo el oxígeno que había en mis pulmones mientras seguía buceando cada
vez más cerca del fondo verdoso y de la tierra oscura y fangosa, hasta sentir
como mi mente comenzaba a desvanecerse. El tirón de Bear fue más intenso bajo
el agua “no te preocupes por mi Bear, los árboles son tu territorio, pero yo
aprendí a nadar antes que andar”. Cerré los ojos y dejé que el aire puro de
Alaska inundase mis pulmones. Agité los pies desesperadas en busca de un apoyo
para ellos, pero la charca era muy profunda. Encontré apoyo en los estrechos
pero firmes hombros del muchacho, me aparté el pelo de la cara y me froté los
ojos para eliminar el agua acumulada. Estaba congelada, pero incluso en el agua
sentía el calor de la piel pálida de Bear. Su boca estaba muy cerca, me mordí
el labio, fijando la vista en el colmillo que colgaba de su cuello “igual que
el de Matt” y le sumergí la cabeza bajo el agua mientras reía como una
colegiala.
Salió del agua y me salpicó en la cara, le devolví la
jugarreta y se lanzó a perseguirme entre risas. Me escabullí buceando de entre
su piel resbaladiza, pero tiró de mi pie, me agarró firmemente por las caderas
y me lanzó al agua de nuevo. Agité los pies nerviosa y casi a ciegas en la
profundidad de la charca, un pez me rozó la pierna y braceé hasta Bear. Nos
sumergimos juntos, nadando en círculos, aguantándonos la risa ante el pelo del
otro esparcido por el agua. Con un par de empujones nadó hasta mí y salimos a
la vez a la superficie, tanto rato zambullidos empezaba a pasarnos factura,
cada vez notaba los músculos más tensos y Bear tenía los labios blancos y
cortados. Me agarró descaradamente por los muslos y me sentó sobre sus caderas
mientras yo me sacudía el agua de la cara y me colocaba bien el pelo… A Bear no
le gustaba que le tocasen el pelo, pero dejó que le apartase algunos mechones
húmedos de la frente.
-¿No ha estado mal, no?-me sonrió travieso de nuevo,
invadiendo mi espacio personal. Quizá si estuviese en Nueva York, de fiesta y
con un par de copas de más le hubiese besado, o peor, me lo hubiese tirado allí
mismo. No solía haber demasiados hombres interesados por mí, así que aunque
estuviese acompañada, no hubiese desaprovechado la oportunidad, pero estaba en
Alaska, forjando un futuro con Matt Brown, que debía estar atormentándose por
lo que me había dicho mientras yo estaba jugando con su hermano. Quería
abrazarlo, pedirle perdón, yo tampoco debería haberle gritado… Mi Pepito Grillo
debía estar gritándome al oído “¿Qué es esa vocecilla que resuena dentro de mi
cabeza? ¿A caso es la conciencia? ¿Yo tengo de eso?” Sea lo que fuese me aparté
de Bear inmediatamente y salí del agua. Fuera se estaba peor que dentro, el
frío me degolló el cuerpo como cuando Ramsay Bolton degollaba a sus víctimas.
“Así debió de sentirse el pobre Theon, no sé yo, pero ahora mismo me siento tan
hedionda como él”. El pescado se había carbonizado, pero las llamas aún ardían
y me hice una bola a su lado para que me calentara. Me escurrí el agua del
cuello y acerqué las manos para poder recuperar la sensibilidad en los dedos.
Estaba tan cerca que las brasas empezaron a saltarme en los dedos de los pies.
Escuché como Bear salía del agua, arrastrando sus cadenas, descolgó el anorak
de la rama del árbol y me lo echó sobre los hombros, después regresó a la cueva
a por nuestra ropa. En ningún momento aparté la vista de las bailarinas
naranjas que danzaban al compás de las llamas. “¿En qué diablos estaba
pensando? ¡Dios mío se trata de Matt! ¿Es que siempre tengo que echarlo todo a
perder? Si, se ha comportado como un idiota, pero eso no implica que haya
dejado de quererlo ¡No por Dios! Ni mucho menos… Pero ambos estábamos muy
exaltados por la visita de Frank y de la policía. Recordé las palabras de ese imbécil:
“En cuánto te canses te meterás en la cueva del próximo salvaje que te diga que
eres especial” Y me odié por haber estado a punto de darle la razón. Si quiero
que esto salga bien, debería tragarme el orgullo por una vez y pedirle disculpas
por gritarle, y después, con más tranquilidad, hablar sobre todo eso de
cambiar…” Solo hay una cosa que se, y es que esta noche quiero acurrucarme a su
lado y dormir abrazándolo hasta el amanecer, ya es casi mediodía, se me acaba
el tiempo”. Pensé en Matt y en lo bien que quedaría su risa en aquel lugar, me
imaginé a ambos haciendo el amor en la orilla, u ocultos en la gruta. Ansiaba
sentir los mordiscos de Matt en mis muslos, su aliento intenso en la
entrepierna y la manera en la que se arqueaba mi espalda mientras exploraba con
su lengua ávida. Su cuerpo húmedo y resbaladizo, helado, sobre el mío. Y sus
besos… sus profundos besos después de haber indagado hasta el último centímetro
de mi cuerpo.
Bear se sentó delante de mí, dejando mi ropa a mi
lado. No entendía mi repentino cambio de humor, y me miraba confuso “no has
hecho nada malo, cariño, soy yo, que vuelvo malas a todas las personas que
conozco”. Dejé que jugase en silencio con sus ramitas y sus brasas, me levanté
y colgué el jersey naranja de la rama de un árbol. Me di la vuelta para que
Bear no me prestase atención: me quité la camiseta negra de tirantes y me
desabroché el sujetador.
-Me gusta la mancha de nacimiento en forma de
murciélago que tienes en el muslo.-gritó en voz alta.-“A Matt también le gusta”
Apreté los puños y no respondí nada, simplemente me dediqué a ponerme el jersey
y a colgar la ropa húmeda de las ramas del árbol. Después me volví a sentar
junto al fuego, evitando el cruce de mis ojos con la mirada brillante de Bear-y
el tatuaje de un estómago… Es muy guay ¿has visto los míos? El alambre de
espinos y la cruz.
Se señaló ambos tatuajes. Me hablaba como si nada
hubiese ocurrido, como si no hubiéramos estado abrazados bañándonos
semidesnudos hacía apenas unos minutos. Así era Bear Brown, siempre corriendo
el doble que el resto del mundo, siempre diciendo lo que pensaba, coqueto con
él mismo y con toda doncella en apuros que se cruzase en su camino. Sin preocupaciones
sobre como quedar bien delante de la gente. Él era así, y a quién no le gustase
conocía el camino de vuelta. Adoraba ese aspecto de Bear, la manera de ser él
mismo y de ver el mundo. Me recordaba a como Matt actuaba según su instinto, el
cual también me encantaba, así como me encantaba la manera en la que Noah se
mantenía firme a sus principios, el carácter protector de Bam y la siempre disposición
de Gabe para ayudar. Decidí seguir hablando con Bear y su mundo un rato más,
antes de enfrentarme a la realidad y disculparme con Matt:
-Me gustaba más la camiseta que llevabas el otro día,
ya sabes, cuando saliste vomitando de la cabaña.-le solté un gruñido de
indignación. “La finísima camisetita rosa fue todo un espectáculo ese día”.
Cogí la camiseta negra, empapada y se la tiré a la cara.
-Está en mi lista de cosas pendientes irme a comprar
un pijama más decente para Alaska-le regañé mientras él reía. Bear se levantó
para colgar otra vez la camiseta y pude contemplar su torso lleno de cicatrices
y heridad. A pesar de estar tan cerca de él en el agua, sus ojos pequeños y
vibrantes me hipnotizaban de tal manera que no me permitieron distinguir la
infinidad de marcas que decoraban su cuerpo.
-¿Cómo te hiciste eso? Señalé una enorme cicatriz
rosada bajo su pectoral izquierdo.
-¿Esto?-Bear se tocó la marca-Cuando éramos pequeños
estábamos jugando a las espadas con unos palos afilados al fuego, y a Gabe se
le fue de las manos…-“El patoso de Gabey”-¡Pero mira esta!-se puso en pie de un
salto y señaló la cicatriz de su espalda, justo en la raya de los riñones-Ni
siquiera recuerdo como me la hice…
-Debió de dolerte mucho.
-Quizá, no me acuerdo, pero me da un aspecto de tipo
duro… ¿verdad?-cuando Bear hablaba sobre sus hazañas como caballero andante de
los bosques se venía arriba e hinchaba el pecho como un gallito. Arqueó las
cejas y solté una pequeña carcajada. Volvió a sentarse a mi lado:
-¿Tú tienes cicatrices?-el fuego entre ambos impedía
que invadiese mi espacio personal, pero acercó tanto el rostro a la hoguera que
creí que se le iba a quemar el pelo.
-Me temo que no como esas…
-Mi padre dice que no todas las cicatrices se ven por
fuera, pero que duelen lo mismo. “O incluso más”.-bajé la mirada para que mis
ojos no delatasen lo triste y mal que me sentía-¿Por eso has salido del agua
tan enfadada? ¿Te ha molestado una cicatriz que tienes dentro?
“Más bien una herida abierta”.
Tragué saliva y le dediqué una ligerísima mirada el
suficiente tiempo para percibir su rostro de preocupación.
-No te preocupes, es solo que…he discutido con Matt
esta mañana, y aún no lo hemos arreglado.
-¿Por qué no?
Suspiré resignada:
-Porque no.-“Porque soy demasiado estúpida y demasiado
orgullosa como para pedirle disculpas”.
-No lo entiendo… ¿Sigues enfadada con él?-lo cierto es
que seguía algo molesta, pero una vez superado el calentón inicial entendía el
motivo de sus palabras.
-Un poco, pero reconozco que yo tampoco me porté
demasiado bien…
-¿Entonces por qué no le pides perdón?-Bear tenía esa
manera tan sencilla de ver el mundo, para él era muy fácil: discutíamos, pero
una vez se pasaba el enfado solo había que pedir perdón y ya está. No había que
tragarse el orgullo ni arrastrarse, solo arrepentirse y disculparse. Y todos
tan felices.
Me quedé en blanco, no supe que responderle.
-Ese hombre…-dijo él para romper de nuevo el silencio
incómodo que se había formado entre ambos.
-Frank.
-Sí, Frank… ¿es un amigo tuyo?
-No, solo trabajábamos juntos…-evitaba mirarle a los
ojos, siempre evitaba mirar a los ojos cuando estaba triste. Sabía que mis ojos
me traicionarían.
-Parecía empeñado en que te marchases con él…-empecé a
notar el eco de temor en la voz de Bear. Tenía miedo.- ¿Por eso has discutido
con Matt, te vas a marchar?
“¡Dios mío! ¿Cómo he estado tan ciega? Por eso Matt me
había hablado así… Tenía miedo de que me marchase. Igual que el día en el que
fui a Hoonah con Bam sin decirle nada. ¡Pobrecito! ¿Cómo he podido ser tan
idiota? Solo estaba preocupado por mi… Estaba asustado. ¡Soy la peor persona
del mundo!”
Me arrastré por el suelo hasta sentarme al lado de
Bear. Él tampoco me miraba a la cara, estaba triste, dibujando garabatos con un
palo en la tierra. Le arrebaté el palo y le obligué a sostenerme la mirada.
-No quiero que te vayas Ayla…-parecía un angelito
recitando sus plegarias de súplica-Eres mi amiga, y te portas bien conmigo.
Eres la única persona que no me ha dicho que me detenga, sino que ha intentado
alcanzarme.-No pensaba que Bear se hubiese fijado en ello, era más despierto de
lo que parecía. Sin duda, el más claro ejemplo de que no hay que juzgar un
libro por su portada. El asalvajado de Bear Brown era más profundo de lo que me
pensaba. Cada minuto que pasaba con él aprendía algo nuevo. No me había dado
cuenta de que ambos estuviésemos viviendo la misma situación: dos almas
solitarias que no parecían encajar en ningún lado: él era más feliz trepando a
un árbol y yo disfrutaba con los momentos de soledad en la naturaleza. Bichos
raros, frikis, todo el mundo insistiendo en que cambiemos, hasta que habíamos
encontrado a alguien que en su lugar, nos comprendiese: Yo tenía a Matt, a él
no le molestaba que necesitase un rato a solas, y aunque los disfrutase, me
sentía acompañada, arropada… Bear acababa de encontrar a una chica que se había
subido con él a un árbol y se había metido en el agua helado. No, no estaba
enamorado de mí, solo buscaba a alguien que al menos intentase seguirle el ritmo,
y esa persona, aunque a mí misma me sorprendiese, era yo.-Te he oído discutir
con Matt, creía que lo habíais dejado y de que te ibas a marchar, y estaba
intentando evitarlo…
“Por eso ha hecho toda esta parafernalia del baño. A
veces soy tan tonta… ¡Dios mío! ¿Habré hecho un amigo por fín? ¿Por primera vez
en la vida? Ahora entiendo porque Anna se sentía tan entusiasmada cuando
abrieron por primera vez los portones de Arendelle”.
-Cielo…-le dije con la voz más melosa que me salió
mientras le acariciaba el hombro-Que haya discutido una vez con Matt no
significa que vayamos a dejarlo. A veces las parejas se enfadan, pero eso no
significa que haya dejado de quererlo, ni mucho menos de vaya a marcharme…
Por fin pude distinguir los claros irises de Bear
sobre esa media sonrisa traviesa, esa maldita sonrisa traviesa:
-Entonces… ¿Matt y tú vais a arreglar las cosas?
Sonreí dulcemente:
-Sí.
-¿Cuándo?
-Pues no lo sé…-su pregunta me dejó descolocada.
-¿Por qué no ahora?-se puso de pie de un salto y me
tiró mis vaqueros a la cara.
-¿Cómo?
-¡Sí! Venga, ahora mismo… Corre, ve a buscarlo…
¡Corre! ¡Corre! ¡Corre!
Sin saber porque me levanté como un rayo y me puse los
vaqueros. Agarré a Bear por el cuello y le di un fuerte beso de agradecimiento
en la mejilla. No me dio tiempo a ver su reacción puesto que salí corriendo a
buscar a Matt. Me había olvidado la ropa mojada, pero ya iría a buscarla
después “los osos se deleitarán con mi sujetador colgado en la rama”. Llegué a
Browntown acelerada y con el corazón que se me salía del pecho. La rutina había
vuelto después de la partida del policía. Bam trabajaba en su choza. Le agarré
por el hombro y le pregunté histérica dónde estaba Matt. Mi rostro desencajado
debió asustarlo, puesto que casi tropieza con un tocón y le salían las palabras
a trozos:
-Está en la bahía, con Gabe…
No le di ni las gracias y salí corriendo tras él, se me
caían los vaqueros y las botas se me resbalaban. El pelo húmedo se me pegaba en
la frente. Me detuve en la última línea de árboles antes de la playa para
recuperar el aliento. Junto al esquife, dos figuras erguidas observaban el mar:
el alto con la cazadora de cuero negra era Gabe sin duda, y a su lado estaba el
inconfundible sombrero de Matt. Aspiré todo el aire que mis malgastados pulmones
me dejaron para gritar su nombre, y como haría el mismísimo Bear, salí
corriendo a su encuentro:
-¡Matt! ¡Matt!
Ambos chicos me oyeron y se volvieron hacia mí. El
corazón casi me da un vuelco cuando Matt empezó a correr hacia mí. Gabey lo
seguía con la mirada. El latido de mi corazón iba en aumento contra más cerca
estaba de él. Nos fundimos el uno en el cuerpo del otro. Pegué mi nariz a su
cuello para embriagarme con su aroma. A través de mi hombro pude ver la mirada
de Gabe mientras chutaba una piedra con rabia. “¿Me había parecido ver una
pizca de maldad en esos redondos ojos añiles?”
Fuera lo que fuera no le di mayor importancia y me
centré en sentir como los fuertes brazos de Matt me atraían hacia él. “Esa
clase de dolor era el que me gustaba sentir”. Le sujeté las mejillas con las
yemas de los dedos congeladas y pude ver claramente sus ojos azules vidriosos,
llenos de tristeza, y su rostro congestionado por la preocupación. Empecé a
besar sus labios finos repetidas veces. Soltando “te quieros” entre beso y
beso. Él no decía nada, no sabía si era por qué no podía o por qué no quería.
Acaricié sus mejillas, sentía el latido acelerado de su pecho sobre el mío. Sus
besos empezaron a devorarme, mientras sus manos me recorrían la espalda.
Adoraba cuando me besaba así, deseé que Gabe no estuviese allí para poder
hacerle el amor a la orilla del mar. Obligué a Matt a mirarme a los ojos:
-Lo siento pequeño, lo siento mucho… -iba a irme por
las ramas diciéndole que entendía sus miedos y que Frank me había puesto muy
nerviosa, pero decidí ir al grano, como hubiese hecho Bear, ya habría tiempo de
eso después.-lo siento Matt. Te quiero, te quiero muchísimo….
Sus ojos azules, sus convexos y maravillosos ojos
azules provocaron que empezase a llorar mientras me disculpaba. Me abrazaba,
pero no sonreía. La brisa de mediodía que corría entre las montañas le alborotaba
los rizos del pelo.
-Te quiero, Ayla. Te quiero más que a nada en este
mundo-se atrevió a pronunciar por fin con un nudo en la garganta y entre lágrimas.
Intercambió una mirada de apoyo con
Gabe.-pero tengo que volver a la clínica.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA DE "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN AQUÍ.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA DE "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN AQUÍ.
NOTA: Después de haber trabajado durante más de un mes en estas 110 páginas que conforman "cinco maneras de ver el mundo" totalmente diferentes, voy a tomarme un descanso navideño para trabajar en otros proyectos que hace tiempo que tengo abandonados y personajes con los que me gustaría trabajar un poco más. Eso no significa que vaya a dejar esta historia así (creo que más de uno me mataría si lo hiciera... jajajaj) es solo que quiero que vosotros ¡Sí vosotros! me ayudéis a terminarla. Dejad en los comentarios o compartid en vuestras redes como os gustaría que siguiese la historia: de momento me han dado varias ideas, como hacer un capítulo especial tratando la relación de Billy con Ayla, ¿a vosotros que os parece? ¿o un capítulo de las chicas? ¿Será Matt la alma gemela de Ayla o se marchará para siempre de Alaska? ¿Y si su alma gemela es en realidad otro de los chicos? Txan txan txaaaaaaaan (música dramática). Sea lo que sea quiero que me expliquéis VOSOTROS que os gustaría que sucediese... Y ya sabéis, compartid, retwittead, reblogead, etiquetad a vuestros amigos y sobretodo sed buenos que la Navidad ¡ya está aquí!
Felices Fiestas
Ayla
Madre mía Ayla, consigues que me meta tanto en la historia que casi puedo olerles y sentirles, pocas lecturas han conseguido esto en mi, es muy excitante leer tus historias, me tienes totalmente enganchada y enamorada. Gracias, eres muy grande 🤗
ResponderEliminar¡Tú sí que eres grande! Muchísimas gracias por leerme
EliminarEsta historia con los Brown es real?
ResponderEliminarSon historias reales o ficticias?
ResponderEliminar