-Tu turno.
Los ojos del color de las nubes de tormenta de Noah
Brown no podían apartarse de la cuadrícula blanca y negra que se extendía ante
él, los de Rain, en cambio volaban lejos, con el revoloteo de aquel mosquito
que se había cruzado ante ellos. Noah apenas había arrugado la nariz ante el
molesto sonido, la muchacha, en cambio, había sacudido la cabeza exageradamente
y abofeteado el aire para apartarlo. A continuación, se había distraído
mirándose las uñas.
-¡Rain!-la llamó Noah de nuevo. La chica se sobresaltó
y se apartó un mechón de pelo rebelde de la frente.-Tu turno.
-No quiero hacer esto, es muy aburrido.-se
lamentó-Preferiría irme a jugar con Bear y con Gabe.
-El ajedrez también es un juego.-le explicó paciente y
después de suspirar hondo-Te enseña a ser paciente, a ser estratega, a
concentr… ¡Rain! ¿Quieres dejar de mirarte las uñas y mover pieza?
-Está bien, está bien. Ya voy.-Rainy asomó unos
deditos largos y pálidos de la manga de la sudadera rosa, y sin prestar
demasiada atención movió un caballo blanco una casilla hacia delante.
-¡No!-le gritó Noah. La muchacha se sobresaltó tanto
que casi tira el tablero de madera, que estaba apoyado en un viejo tocón-El
caballo se mueve en forma de ele.
-Vale, vale -Rain desplazó la pieza otra casilla hacia
delante y otra a la derecha-¿contento?
-No, si hubieses prestado atención a mis consejos, no
te habría matado al caballo y no estarías en jaque.
Rainy resopló y el cabello de su flequillo se revolvió
como las alas de una mariposa.
-Estoy cansada de este juego. Me voy.-la chiquilla se
puso de pie, pero su hermano le cortó el paso.
-No puedes irte.
-Ya verás como sí.
-Tenemos que acabar la partida.
-¡Odio este juego! ¿Por qué no te buscas a otra
persona con quién jugar?
Noah se ruborizó:
-Nadie quiere jugar conmigo al ajedrez-¿Con quién iba
a hacerlo? Bear no podía estarse sentado ni cinco minutos, Gabe acabaría
rompiendo algo, Birdy aceptaría por pena, pero le pondría mala cara y Matt, en
fin, no creía ni que Matt fuese capaz de distinguir el alfil del peón. El único
que de vez en cuando echaba una partida con él era Bam, pero Bam no estaba.
-Yo creo que sí.
Rainy señaló hacia la otra punta del campamento, hacia
el viejo cedro que marcaba el inicio del camino del río. Noah se sonrojó de
nuevo y apartó sus ojos grises de la mirada felina y desafiante de su
hermanita:
-No quiero jugar con ella.-en su mente había sonado
una protesta repelente e infantil de la que se avergonzaba.
-Me apuesto lo que quieras a que es la única en toda
la isla que sabe cómo se mueve un caballo, un alfil y una torre.
-Probablemente, pero está trabajando en un libro, no quiero
molestarla.-mintió.-Y ahora que me acuerdo, tengo un montón de cosas que hacer,
proyectos que terminar…
-Noah.-a pesar de tener solo catorce años, la voz de
Rain no admitía ningún tipo de réplica. Cada vez le recordaba más a su madre:
la autoridad irrefutable de Browntown-Se lo prometiste a Bam.
-Lo sé, pero…-Rain se cruzó de brazos y empezó a dar
pataditas impertinentes al suelo. Tenía los labios apretados y la línea negra
con la que se reseguía los ojos difuminaba las tonalidades azules que había
heredado de sus padres.-Está bien, tú ganas…-admitió muy su pesar.
La chiquilla aguardó paciente, con la espalda erguida
y el mentón alzado, a que Noah recogiese las piezas, las guardase en una cajita
de madera y se la colocase bajo el brazo, junto al tablero. Cogió su bastón y
realizó una exagerada reverencia, los mechones rubios de su coleta se le cruzaron
sobre los pómulos altos y colorados. Avanzó pesadamente por el camino del río,
sintiendo la mirada gatuna de Rain atravesándole la nuca. Estuvo a punto de
tropezar con una piedra que había ocultado el barro y tirar el tablero y las
piezas al lodo, volvía a tener el pelo en la cara, pero no tenía manos libres
para apartárselo. Se sopló la nariz en un vano intento de apartárselo, y al no
conseguirlo sacudió la cabeza entre maldiciones. Había llovido mucho durante
los últimos días, pero por primera vez la mañana se presentaba despejada: la
luz del sol se filtraba blanca entre las copas de los árboles, atravesando los
escasos nubarrones que quedaban y tiñendo el paisaje de color gris perla, un
color excesivamente claro que contrastaba con las tonalidades oscuras de la
vegetación y la tierra . El aire era húmedo como un beso y aunque el cielo
había dejado de llorar, toda la isla de Chichagof estaba cubierta por una
película de rocío.
Ayla estaba sentada donde siempre: entre las raíces
sobresalientes del viejo cedro que crecía junto al riachuelo: allí le había
confesado lo que supuso para él la ruptura con Christie y donde le había
aconsejado que le diese una oportunidad a Matt, en la vida se había arrepentido
tanto de algo. Parecía que hubiesen pasado siglos desde aquella charla. La
chica estaba acurrucada entre dos grandes y grotescas raíces, con la espalda apoyada
en el tronco: estaba envuelta en un anorak negro con la capucha levantada:
callada e inmóvil. A medida que se acercaba se dio cuenta de que sostenía un
libro en las manos: siempre estaba con un libro en las manos. El de esa mañana
era amarillo y viejo, con unas letras rojas, muy elegantes, bordadas en seda en
la portada. Su mente inquieta intentó descifrar el entramado de grafías del
tomo, pero en seguida se dio cuenta de que estaba escrito en español y
desistió. Nunca se le habían dado bien los idiomas, se avergonzaba
profundamente de ello: él era Noah “el ingeniero”, el más inteligente de los
hermanos Brown, pero en materia lingüística debía limitarse a su acento
“australiano” y a sus dialectos vecinos. En ese aspecto, Matt era mejor que él,
pero jamás lo admitiría, podría manchar su reputación, y a su hermano mayor no
le importaba asumir el rol de “cabeza de chorlito” de la familia. También era
mejor carpintero, pero en su bando jugaba Gabe y podía neutralizarlo en materia
de construcciones. En idiomas, estaba solo: Matt era como una esponja, Ayla
dominaba perfectamente el inglés, aunque en ocasiones escupiese accidentalmente
algún vocablo hispano, en ese momento, Matt preguntaba el significado de la
palabra y lo memorizaba al instante, el cerebro de Noah, en cambio, impedía que
retuviese la información. “Tengo mejores cosas que hacer que ponerme a aprender
español” se decía a sí mismo como excusa aunque se avergonzase de que Matt
fuese superior en algún aprendizaje mental.
Afortunadamente, cuando llegó arrastrando los pies
hasta ella, la muchacha ocultó el libro de su vista, dando a entender que no
quería comentar su lectura con él. Los ojos de cervatillo le interrogaron con
temor. Los bucles castaños le acariciaban las mejillas sonrojadas por el frío y
sus ojos tenían un brillo melancólico. Estaba hecha un ovillo, acurrucada, con
las rodillas rozándole la cara. Si alguien hubiese pasado por el camino
probablemente no la hubiesen descubierto. “Quiere esconderse, quiere pasar
desapercibida” comprendió en seguida Noah. Le mostró el tablero de cuadros a
Ayla:
-¿Quieres jugar al ajedrez?-intentó adoptar la misma
expresión soberbia y autoritaria de Bam Bam, pero un gallo le vibró en las
cuerdas vocales y sonó como un contrabajo desafinado en la Filarmónica de
Viena.
La muchacha cerró el libro:
-No tienes que jugar conmigo por pena. Sabes que me
gusta pasar tiempo a solas.
“Se lo prometí a Bam”.
-Ya he ganado a todos mis hermanos mil veces. Necesito
un contrincante digno.
-¿Qué te hace pensar que se jugar?-era una chica
inteligente, no tanto como él, pero no tenía un pelo de tonta. Le bastó con
arquear una ceja para darle a entender su respuesta.-Está bien, me pido las
negras.
“Yo siempre soy las negras”.
-Como quieras, entonces empiezo yo.
Ayla deshizo su ovillo humano, se bajó la capucha y se
sacudió enérgicamente la melena. Se quitó el anorak mientras Noah colocaba el
tablero y las piezas en el suelo. Le dedicó una escueta mirada y decidió que
sería mejor no desviar los ojos ni la mente de su tarea. Bajo el abrigo negro,
la muchacha llevaba una camisa de cuadros azul, abierta, sobre una camiseta de
tirantes gris que definía provocativas las siluetas de su feminidad. Quiso
agarrar su bastón y darse en la cabeza, abochornado por fijarse durante un
instante en el anillo de hierro forjado que se columpiaba entre sus pechos. A
Noah no le gustaba nada como Ayla lucía sus formas femeninas, estaba seguro que
ese había sido el motivo por el que Matt se había acostado con ella, y seguro
que había utilizado el mismo método para persuadir a Bam y que se marchase. Se
distrajo pensando en ello un momento, y colocó un alfil en el lugar de la
torre, Ayla alargó la mano y corrigió la posición de las piezas.
-¿Ves cómo sí que sabes jugar?-anunció presuntuoso,
aunque ella solo se limitó a encogerse de hombros.
La coleta se le volvió a escurrir por los hombros y a
nublarle la vista. Los mechones rubios acariciaron las piezas del tablero sobre
el que estaba inclinado. Noah se lo apartó violentamente, no sabía por qué,
justo ese día, su pelo se había vuelto en contra él. Ayla había intentado
retirárselo del rostro, pero al ver su reacción había apartado la mano de
inmediato.
-¿Quieres que te haga una trenza?-sugirió ella en un
intento de entablar conversación.
-Me gusta así.
-Si te hicieras una trenza no se te metería tanto el
pelo en la cara.
-Me gusta así.-estuvo a punto de recoger el tablero y
marcharse, pero se lo había prometido a Bam.-Empiezo.
Noah cogió un peón y lo hizo avanzar dos escaques.
Ayla hizo lo mismo y él repitió el movimiento con otra pieza.
-Mi padrastro me enseñó a jugar cuando tenía unos once
años…-Noah no había preguntado, pero la dejó seguir, su voz era grave y
pausada, así que no le distraía demasiado para no poder emprender su
jugada-Creo que era una manera de intentar acercarse a mí, aunque siempre ganaba
Lía, ella siempre ha sido más inteligente que yo.
Noah se preguntó cuánto tiempo habría pasado sin
hablar con alguien: su amiga Alba parecía estar demasiado ocupada con Gabe, la
tensión con Bear era más que palpable y cada vez que se cruzaba con Matt
saltaban chispas a su alrededor. Las chicas habían intentado animarla,
llevándola al campo de tiro, al huerto o proponiéndole actividades que hacer.
Ayla aceptaba en alguna ocasión, aunque se veía a las leguas que no quería
estar allí. Solo quedaba Bam, pero Bam se había marchado, se había marchado por
su culpa. Él lo negaba, ¿cómo no iba a hacerlo? Tenían esa conexión tan extraña
que incluso al mismísimo Matt le había dado miedo. Él no se daba cuenta, pero
no tenía nada que temer: Bam no miraba a Ayla de la misma forma que miraba a
Allison, sino que lo hacía como si se estuviese viendo reflejado en un espejo:
-Escúchame bien-le había advertido con una mano en el
hombro y un dedo acusador revoloteando sobre la nariz-ella está sola aquí, no
tiene a nadie. Tengo que irme, no puedo cuidar de ella…
-No.-se había negado profundamente, pero fue incapaz
de articular más palabras mientras Bam Bam le sacudía por los hombros.
-Tienes que hacerlo Noah, prométemelo.
-Si no hubiera…
-¡Qué me lo prometas!
-Está bien Bam, te lo prometo. Cuidaré de ella…
Sumergido en sus pensamientos y en la despedida de su
hermano no pensó en aquel olvidado alfil negro que acababa de capturarle un
caballo. Carraspeó los dientes pero no dijo nada, simplemente se limitó a
observar como los dedos llenos de cicatrices de Ayla le robaban el alfil.
-Tus manos…
Ayla se las miró: las heridas habían empezado a sanar
y en lugar de las repulsivas costras sanguinolentas y llenas de pus nacían
cicatrices rosadas en las palmas y en los dedos.
-El tiempo lo cura todo.-forzó una sonrisa.
-¿Cuánto tiempo ha pasado ya?-su rostro se ensombreció
como si acabase de sellar un pacto con el diablo.
-Tres semanas.-le faltó añadir “y duele tanto como el
primer día” y no precisamente hablaba de las heridas.
-¿Quieres hablar de ello?
-Sabía que solo querías jugar conmigo porque te doy
pena.-aun así movió ficha.-Noah no respondió: se le daba fatal mentir y tampoco
quería contarle la promesa que le había hecho a Bam. Ayla se derrumbó cuando
Noah le capturó la dama. Que espantoso era escuchar como el corazón se le
rompía en mil pedazos.-Me ha tratado como un arlequín-soltó con un acento que
casi sonaba al Renacimiento italiano-ha jugado conmigo: me dijo que me quería,
que tendríamos una vida juntos… y la realidad es que en ningún momento estuvo
enamorado de mí.-Noah intentaba concentrarse en la jugada y no prestar excesiva
atención a las palabras de Ayla, pero entonces advirtió que uno de los hombros
de la chica estaba al descubierto: la camisa de cuadros se había deslizado
brazo abajo, dejando a la vista una piel erizada por el frío, blanca y
probablemente muy suave. Noah sintió ganas de besar esa piel, pero
inmediatamente rechazó la idea y pidió perdón por haber tenido aquel pensamiento
tan indecente. “Está jugando contigo, como hizo con Matt y con Bam”.-Hubiese
sido más fácil-prosiguió Ayla-que se hubiese acostado conmigo una sola vez para
desahogarse y que cada uno hubiese seguido su camino…
Noah le atrapó otro peón, la partida empezaba a
decantarse a su favor, en realidad, Ayla no estaba resultando un contrincante
más complicado que Rain, pero al menos sabía distinguir las piezas por su
nombre. Usando los dedos como pinzas y tocándola lo mínimo, el chico le subió
la camisa:
-Quizá ese ha sido tu principal problema.-las palabras
le salieron por la boca sin pensar, pero no se arrepintió de ello. Le había
prometido a Bam que cuidaría de ella y le estaba mostrando que había hecho mal.
-¿Qué quieres decir con eso?-ya no podía parar.
-Quiero decir que no tendrías que haber…-no encontraba
la palabra adecuada-“estado” con Matt si no estabas segura de que era tu alma
gemela. Es como si le hubieses engañado desde el primer momento-en su
pragmática mente no paraban de aparecer argumentos desordenados que Ayla podría
derrocar con relativa facilidad.-Lo que quiero decir, es que mi hermano es un
cabeza de chorlito, no es complicado tomarle el pelo, y tú… y tu… feminidad… le
has hecho caer en tu juego.
-¿Insinúas que me merezco lo que ha hecho conmigo solo
por qué me acosté con él?-Ayla arañó un puñado de tierra del suelo y lo lanzó
violentamente. Después agarró un peón y con un fuerte golpe le capturó una
pieza homóloga a Noah. Observó con ojos llenos de rabia el peón blanco entre
sus manos cicatrizadas, el muchacho había pasado tanto tiempo meditando que por
fuera podía controlar casi a la perfección sus emociones, pero por dentro:
estaba aterrado.-Te diré una cosa Noah Brown, el 90% de las veces en las que me
follé a tu hermano no fui yo la que insistió en hacerlo.-Ayla no solía decir
tacos, debía de estar muy furiosa con él para soltar una cosa así. Sus ojos
verdes ardían como un círculo de mil hogueras, aunque esquivaban veloces
encontrarse con los suyos. “Oculta algo”.
-A Matt le han enseñado a ser un caballero.-intentó
excusarse él- Dudo mucho que hiciera algo así si no fuiste tú quien le
provocaste.
-¿Qué yo le qué?-Ayla se llevó las manos a la cabeza y
se estiró de los largos mechones castaños. La luz del sol que se filtraba entre
las ramas del cedro le arrancaba reflejos de bronce a su melena.- ¿Sabes lo que
hacían los caballeros después de saquear una ciudad? Violaban a las mujeres.
-Conozco a mi hermano.
-Y yo también, y sé que hay tres cosas que le vuelven
loco:-alzó un dedo por cada “cosa”- el alcohol, la caza y las tetas.- se cruzó
de brazos-Tu turno.
Los ojos tormentosos de Noah se alternaron entre el
tablero y el rostro de Ayla: se mordía el labio inferior para sostener la
rabia. El joven Brown inició su estrategia y empezó a disponer las piezas para
rodear al rey.
-En realidad hay cuatro cosas:-admitió en un estado
mucho más relajado que su interlocutora. Alzó los ojos para que se cruzaran con
los suyos-tú le volvías loco.
-No era yo, era Allison. Debía de ser una chica
estupenda… para que Matt y Bam se peleasen por ella.-los ojos se le
humedecieron ligeramente, y un cuchillo de hielo le recorrió la espalda, Ayla
se mantuvo todo lo firme que su corazón le permitía, sosteniéndole
incómodamente la mirada, incluso así, Noah no se dejó intimidar:
-Parece que no le guardas rencor. Es un gesto muy
maduro por tu parte…
-Ella no me ha hecho nada, es más, ni siquiera la
conozco. Ha sido Matt, ha fingido que estaba enamorado de mí cuando en realidad
lo estaba de otra… Y yo, yo como una idiota-se frotó la cara con la manga de la
camisa para enjugarse las lágrimas-yo le correspondí.
-Hasta la flor más bonita se marchita y el corazón más
duro se enamora.
-Pues Matt debía ser la flor más hermosa del jardín.
Jugaron en silencio un rato más, hasta que Noah, por
fin, se atrevió a hablar, no para romper el incómodo momento, más bien para
reparar su honor de caballero: había ofendido a una dama y como galán que era
debía reparar el daño causado:
-Siento lo que te he dicho antes, no era mi intención ofenderte.
-Respeto tu punto de vista, Noah.-señaló ella mientras
él se hacía con otra de sus piezas-Me parece genial que quieras reservarte para
esa chica especial, “para tu alma gemela”, pero debes respetar mi decisión, y
la de Matt.
-Me cuesta creer que Matt y Bam se dejen llevar por
esas cosas…-admitió de mala gana y con una expresión de amargura dibujada en el
rostro.
-¿Qué tiene que ver Bam en todo esto?-solo hizo falta
una mirada para que Ayla lo comprendiera. Se apartó un mechón rebelde de la
cara y la luz del sol en sus ojos acentuó más la pequeña heterocromía que los
caracterizaba-Estás triste por qué Bam se ha ido…
-Le echo de menos.
-Yo también.
-Creía que tú le habías convencido para marcharte,
para que se fuese con Allison y tú pudieras estar con Matt.-Ayla hizo ademán de
acariciarle el rostro para consolarlo, pero el ceño fruncido de Noah le
advirtió que no se acercara más.
-Bam se fue porque quiso, porque quiso luchar por
ella. No te mentiré, es cierto que le dije que lo hiciera, que si de verdad la
quiere, vaya tras ella. Matt intentó retenerme en lugar de seguirme… Es a él al
que de verdad odio.
-No le odias,-si en algo era experto Noah Brown aparte
de la ingeniería eran los asuntos del corazón.
-Quiero odiarle, pero no puedo.
-¿Por qué no?
-Porque una parte de mí se niega a creer que sea
verdad todo lo que me dijo. Es cierto que quiso a Allison, y que al principio
puede que se acostase conmigo pensando en ella, pero llegó a amarme, lo sé… Lo
veía en su manera de hablar de nosotros, de un futuro juntos, de cómo le
brillaban los ojos cuando me decía que me quería.-el rostro de ella sí que
relucía de pena: tenía las mejillas y la nariz sonrojada, y los ojos
resplandecían tanto como dos diamantes recién tallados.
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