-Tu turno.
Los ojos del color de las nubes de tormenta de Noah
Brown no podían apartarse de la cuadrícula blanca y negra que se extendía ante
él, los de Rain, en cambio volaban lejos, con el revoloteo de aquel mosquito
que se había cruzado ante ellos. Noah apenas había arrugado la nariz ante el
molesto sonido, la muchacha, en cambio, había sacudido la cabeza exageradamente
y abofeteado el aire para apartarlo. A continuación, se había distraído
mirándose las uñas.
-¡Rain!-la llamó Noah de nuevo. La chica se sobresaltó
y se apartó un mechón de pelo rebelde de la frente.-Tu turno.
-No quiero hacer esto, es muy aburrido.-se
lamentó-Preferiría irme a jugar con Bear y con Gabe.
-El ajedrez también es un juego.-le explicó paciente y
después de suspirar hondo-Te enseña a ser paciente, a ser estratega, a
concentr… ¡Rain! ¿Quieres dejar de mirarte las uñas y mover pieza?
-Está bien, está bien. Ya voy.-Rainy asomó unos deditos
largos y pálidos de la manga de la sudadera rosa, y sin prestar demasiada
atención movió un caballo blanco una casilla hacia delante.
-¡No!-le gritó Noah. La muchacha se sobresaltó tanto
que casi tira el tablero de madera, que estaba apoyado en un viejo tocón-El
caballo se mueve en forma de ele.
-Vale, vale -Rain desplazó la pieza otra casilla hacia
delante y otra a la derecha-¿contento?
-No, si hubieses prestado atención a mis consejos, no
te habría matado al caballo y no estarías en jaque.
Rainy resopló y el cabello de su flequillo se revolvió
como las alas de una mariposa.
-Estoy cansada de este juego. Me voy.-la chiquilla se
puso de pie, pero su hermano le cortó el paso.
-No puedes irte.
-Ya verás como sí.
-Tenemos que acabar la partida.
-¡Odio este juego! ¿Por qué no te buscas a otra
persona con quién jugar?
Noah se ruborizó:
-Nadie quiere jugar conmigo al ajedrez-¿Con quién iba
a hacerlo? Bear no podía estarse sentado ni cinco minutos, Gabe acabaría
rompiendo algo, Birdy aceptaría por pena, pero le pondría mala cara y Matt, en
fin, no creía ni que Matt fuese capaz de distinguir el alfil del peón. El único
que de vez en cuando echaba una partida con él era Bam, pero Bam no estaba.
-Yo creo que sí.
Rainy señaló hacia la otra punta del campamento, hacia
el viejo cedro que marcaba el inicio del camino del río. Noah se sonrojó de
nuevo y apartó sus ojos grises de la mirada felina y desafiante de su
hermanita:
-No quiero jugar con ella.-en su mente había sonado
una protesta repelente e infantil de la que se avergonzaba.
-Me apuesto lo que quieras a que es la única en toda
la isla que sabe cómo se mueve un caballo, un alfil y una torre.
Se trataba de un tablero viejo, de desgastadas piezas estilizadas inspiradas en estilos otomanos que imitaban hojas de palmera y pequeñas bolas brillantes en la punta de los peones.
-Probablemente, pero está trabajando en un libro, no quiero
molestarla.-mintió.-Y ahora que me acuerdo, tengo un montón de cosas que hacer,
proyectos que terminar…
-Noah.-a pesar de tener solo catorce años, la voz de
Rain no admitía ningún tipo de réplica. Cada vez le recordaba más a su madre:
la autoridad irrefutable de Browntown-Se lo prometiste a Bam.
-Lo sé, pero…-Rain se cruzó de brazos y empezó a dar
pataditas impertinentes al suelo. Tenía los labios apretados y la línea negra
con la que se reseguía los ojos difuminaba las tonalidades azules que había
heredado de sus padres.-Está bien, tú ganas…-admitió muy su pesar.
La chiquilla aguardó paciente, con la espalda erguida
y el mentón alzado, a que Noah recogiese las piezas, las guardase en una cajita
de madera y se la colocase bajo el brazo, junto al tablero. Cogió su bastón y
realizó una exagerada reverencia, los mechones rubios de su coleta se le cruzaron
sobre los pómulos altos y colorados. Avanzó pesadamente por el camino del río,
sintiendo la mirada gatuna de Rain atravesándole la nuca. Estuvo a punto de
tropezar con una piedra que había ocultado el barro y tirar el tablero y las
piezas al lodo, volvía a tener el pelo en la cara, pero no tenía manos libres
para apartárselo. Se sopló la nariz en un vano intento de apartárselo, y al no
conseguirlo sacudió la cabeza entre maldiciones. Había llovido mucho durante
los últimos días, pero por primera vez la mañana se presentaba despejada: la
luz del sol se filtraba blanca entre las copas de los árboles, atravesando los
escasos nubarrones que quedaban y tiñendo el paisaje de color gris perla, un
color excesivamente claro que contrastaba con las tonalidades oscuras de la
vegetación y la tierra . El aire era húmedo como un beso y aunque el cielo
había dejado de llorar, toda la isla de Chichagof estaba cubierta por una
película de rocío.
Ayla estaba sentada donde siempre: entre las raíces
sobresalientes del viejo cedro que crecía junto al riachuelo: allí le había
confesado lo que supuso para él la ruptura con Christie y donde le había
aconsejado que le diese una oportunidad a Matt, en la vida se había arrepentido
tanto de algo. Parecía que hubiesen pasado siglos desde aquella charla. La
chica estaba acurrucada entre dos grandes y grotescas raíces, con la espalda
apoyada en el tronco: estaba envuelta en un anorak negro con la capucha
levantada: callada e inmóvil. A medida que se acercaba se dio cuenta de que
sostenía un libro en las manos: siempre estaba con un libro en las manos. El de
esa mañana era amarillo y viejo, con unas letras rojas, muy elegantes, bordadas
en seda en la portada. Su mente inquieta intentó descifrar el entramado de
grafías del tomo, pero en seguida se dio cuenta de que estaba escrito en
español y desistió. Nunca se le habían dado bien los idiomas, se avergonzaba
profundamente de ello: él era Noah “el ingeniero”, el más inteligente de los
hermanos Brown, pero en materia lingüística debía limitarse a su acento
“australiano” y a sus dialectos vecinos. En ese aspecto, Matt era mejor que él,
pero jamás lo admitiría, podría manchar su reputación, y a su hermano mayor no
le importaba asumir el rol de “cabeza de chorlito” de la familia. También era
mejor carpintero, pero en su bando jugaba Gabe y podía neutralizarlo en materia
de construcciones. En idiomas, estaba solo: Matt era como una esponja, Ayla
dominaba perfectamente el inglés, aunque en ocasiones escupiese accidentalmente
algún vocablo hispano, en ese momento, Matt preguntaba el significado de la
palabra y lo memorizaba al instante, el cerebro de Noah, en cambio, impedía que
retuviese la información. “Tengo mejores cosas que hacer que ponerme a aprender
español” se decía a sí mismo como excusa aunque se avergonzase de que Matt
fuese superior en algún aprendizaje mental.
Afortunadamente, cuando llegó arrastrando los pies
hasta ella, la muchacha ocultó el libro de su vista, dando a entender que no
quería comentar su lectura con él. Los ojos de cervatillo le interrogaron con
temor. Los bucles castaños le acariciaban las mejillas sonrojadas por el frío y
sus ojos tenían un brillo melancólico. Estaba hecha un ovillo, acurrucada, con
las rodillas rozándole la cara. Si alguien hubiese pasado por el camino
probablemente no la hubiesen descubierto. “Quiere esconderse, quiere pasar
desapercibida” comprendió en seguida Noah. Le mostró el tablero de cuadros a
Ayla:
-¿Quieres jugar al ajedrez?-intentó adoptar la misma
expresión soberbia y autoritaria de Bam Bam, pero un gallo le vibró en las
cuerdas vocales y sonó como un contrabajo desafinado en la Filarmónica de
Viena.
La muchacha cerró el libro:
-No tienes que jugar conmigo por pena. Sabes que me
gusta pasar tiempo a solas.
“Se lo prometí a Bam”.
-Ya he ganado a todos mis hermanos mil veces. Necesito
un contrincante digno.
-¿Qué te hace pensar que se jugar?-era una chica
inteligente, no tanto como él, pero no tenía un pelo de tonta. Le bastó con
arquear una ceja para darle a entender su respuesta.-Que piezas más curiosas,-susurró contemplando a la luz de la mañana una de las esbeltas torres azuladas.-Está bien, me pido las
negras.
“Yo siempre soy las negras”.
-Como quieras, entonces empiezo yo.
Ayla deshizo su ovillo humano, se bajó la capucha y se
sacudió enérgicamente la melena. Se quitó el anorak mientras Noah colocaba el
tablero y las piezas en el suelo. Le dedicó una escueta mirada y decidió que
sería mejor no desviar los ojos ni la mente de su tarea. Bajo el abrigo negro,
la muchacha llevaba una camisa de cuadros azul, abierta, sobre una camiseta de
tirantes gris que definía provocativas las siluetas de su feminidad. Quiso
agarrar su bastón y darse en la cabeza, abochornado por fijarse durante un
instante en el anillo de hierro forjado que se columpiaba entre sus pechos. A
Noah no le gustaba nada como Ayla lucía sus formas femeninas, estaba seguro que
ese había sido el motivo por el que Matt se había acostado con ella, y seguro
que había utilizado el mismo método para persuadir a Bam y que se marchase. Se
distrajo pensando en ello un momento, y colocó un alfil en el lugar de la
torre, Ayla alargó la mano y corrigió la posición de las piezas.
-¿Ves cómo sí que sabes jugar?-anunció presuntuoso,
aunque ella solo se limitó a encogerse de hombros.
La coleta se le volvió a escurrir por los hombros y a
nublarle la vista. Los mechones rubios acariciaron las piezas del tablero sobre
el que estaba inclinado. Noah se lo apartó violentamente, no sabía por qué,
justo ese día, su pelo se había vuelto en contra él. Ayla había intentado
retirárselo del rostro, pero al ver su reacción había apartado la mano de
inmediato.
-¿Quieres que te haga una trenza?-sugirió ella en un
intento de entablar conversación.
-Me gusta así.
-Si te hicieras una trenza no se te metería tanto el
pelo en la cara.
-Me gusta así.-estuvo a punto de recoger el tablero y
marcharse, pero se lo había prometido a Bam.-Empiezo.
Noah cogió un peón y lo hizo avanzar dos escaques.
Ayla hizo lo mismo y él repitió el movimiento con otra pieza.
-Mi padrastro me enseñó a jugar cuando tenía unos once
años…-Noah no había preguntado, pero la dejó seguir, su voz era grave y
pausada, así que no le distraía demasiado para no poder emprender su
jugada-Creo que era una manera de intentar acercarse a mí, aunque siempre ganaba
Lía, ella siempre ha sido más inteligente que yo.
Noah se preguntó cuánto tiempo habría pasado sin
hablar con alguien: su amiga Alba parecía estar demasiado ocupada con Gabe, la
tensión con Bear era más que palpable y cada vez que se cruzaba con Matt
saltaban chispas a su alrededor. Las chicas habían intentado animarla, llevándola
al campo de tiro, al huerto o proponiéndole actividades que hacer. Ayla
aceptaba en alguna ocasión, aunque se veía a las leguas que no quería estar
allí. Solo quedaba Bam, pero Bam se había marchado, se había marchado por su
culpa. Él lo negaba, ¿cómo no iba a hacerlo? Tenían esa conexión tan extraña
que incluso al mismísimo Matt le había dado miedo. Él no se daba cuenta, pero
no tenía nada que temer: Bam no miraba a Ayla de la misma forma que miraba a
Allison, sino que lo hacía como si se estuviese viendo reflejado en un espejo:
-Escúchame bien-le había advertido con una mano en el
hombro y un dedo acusador revoloteando sobre la nariz-ella está sola aquí, no
tiene a nadie. Tengo que irme, no puedo cuidar de ella…
-No.-se había negado profundamente, pero fue incapaz
de articular más palabras mientras Bam Bam le sacudía por los hombros.
-Tienes que hacerlo Noah, prométemelo.
-Si no hubiera…
-¡Qué me lo prometas!
-Está bien Bam, te lo prometo. Cuidaré de ella…
Sumergido en sus pensamientos y en la despedida de su
hermano no pensó en aquel olvidado alfil negro que acababa de capturarle un
caballo. Carraspeó los dientes pero no dijo nada, simplemente se limitó a
observar como los dedos llenos de cicatrices de Ayla le robaban el alfil.
-Tus manos…
Ayla se las miró: las heridas habían empezado a sanar
y en lugar de las repulsivas costras sanguinolentas y llenas de pus nacían
cicatrices rosadas en las palmas y en los dedos.
-El tiempo lo cura todo.-forzó una sonrisa.
-¿Cuánto tiempo ha pasado ya?-su rostro se ensombreció
como si acabase de sellar un pacto con el diablo.
-Tres semanas.-le faltó añadir “y duele tanto como el
primer día” y no precisamente hablaba de las heridas.
-¿Quieres hablar de ello?
-Sabía que solo querías jugar conmigo porque te doy
pena.-aun así movió ficha.-Noah no respondió: se le daba fatal mentir y tampoco
quería contarle la promesa que le había hecho a Bam. Ayla se derrumbó cuando
Noah le capturó la dama. Que espantoso era escuchar como el corazón se le
rompía en mil pedazos.-Me ha tratado como un arlequín-soltó con un acento que
casi sonaba al Renacimiento italiano-ha jugado conmigo: me dijo que me quería,
que tendríamos una vida juntos… y la realidad es que en ningún momento estuvo
enamorado de mí.-Noah intentaba concentrarse en la jugada y no prestar excesiva
atención a las palabras de Ayla, pero entonces advirtió que uno de los hombros
de la chica estaba al descubierto: la camisa de cuadros se había deslizado
brazo abajo, dejando a la vista una piel erizada por el frío, blanca y probablemente
muy suave. Noah sintió ganas de besar esa piel, pero inmediatamente rechazó la
idea y pidió perdón por haber tenido aquel pensamiento tan indecente. “Está
jugando contigo, como hizo con Matt y con Bam”.-Hubiese sido más
fácil-prosiguió Ayla-que se hubiese acostado conmigo una sola vez para
desahogarse y que cada uno hubiese seguido su camino…
Noah le atrapó otro peón, la partida empezaba a
decantarse a su favor, en realidad, Ayla no estaba resultando un contrincante
más complicado que Rain, pero al menos sabía distinguir las piezas por su
nombre. Usando los dedos como pinzas y tocándola lo mínimo, el chico le subió
la camisa:
-Quizá ese ha sido tu principal problema.-las palabras
le salieron por la boca sin pensar, pero no se arrepintió de ello. Le había
prometido a Bam que cuidaría de ella y le estaba mostrando que había hecho mal.
-¿Qué quieres decir con eso?-ya no podía parar.
-Quiero decir que no tendrías que haber…-no encontraba
la palabra adecuada-“estado” con Matt si no estabas segura de que era tu alma
gemela. Es como si le hubieses engañado desde el primer momento-en su
pragmática mente no paraban de aparecer argumentos desordenados que Ayla podría
derrocar con relativa facilidad.-Lo que quiero decir, es que mi hermano es un
cabeza de chorlito, no es complicado tomarle el pelo, y tú… y tu… feminidad… le
has hecho caer en tu juego.
-¿Insinúas que me merezco lo que ha hecho conmigo solo
por qué me acosté con él?-Ayla arañó un puñado de tierra del suelo y lo lanzó
violentamente. Después agarró un peón y con un fuerte golpe le capturó una
pieza homóloga a Noah. Observó con ojos llenos de rabia el peón blanco entre
sus manos cicatrizadas, el muchacho había pasado tanto tiempo meditando que por
fuera podía controlar casi a la perfección sus emociones, pero por dentro:
estaba aterrado.-Te diré una cosa Noah Brown, el 90% de las veces en las que me
follé a tu hermano no fui yo la que insistió en hacerlo.-Ayla no solía decir
tacos, debía de estar muy furiosa con él para soltar una cosa así. Sus ojos verdes
ardían como un círculo de mil hogueras, aunque esquivaban veloces encontrarse
con los suyos. “Oculta algo”.
-A Matt le han enseñado a ser un caballero.-intentó
excusarse él- Dudo mucho que hiciera algo así si no fuiste tú quien le
provocaste.
-¿Qué yo le qué?-Ayla se llevó las manos a la cabeza y
se estiró de los largos mechones castaños. La luz del sol que se filtraba entre
las ramas del cedro le arrancaba reflejos de bronce a su melena.- ¿Sabes lo que
hacían los caballeros después de saquear una ciudad? Violaban a las mujeres.
-Conozco a mi hermano.
-Y yo también, y sé que hay tres cosas que le vuelven
loco:-alzó un dedo por cada “cosa”- el alcohol, la caza y las tetas.- se cruzó
de brazos-Tu turno.
Los ojos tormentosos de Noah se alternaron entre el tablero
y el rostro de Ayla: se mordía el labio inferior para sostener la rabia. ¿Cómo
una boca tan pequeña y unos labios tan jugosos podían soltar palabras tan
brutas?
El joven Brown inició su estrategia y empezó a
disponer las piezas para rodear al rey.
-En realidad hay cuatro cosas:-admitió en un estado
mucho más relajado que su interlocutora. Alzó los ojos para que se cruzaran con
los suyos-tú le volvías loco.
-No era yo, era Allison. Debía de ser una chica
estupenda… para que Matt y Bam se peleasen por ella.-los ojos se le
humedecieron ligeramente, y un cuchillo de hielo le recorrió la espalda, Ayla
se mantuvo todo lo firme que su corazón le permitía, sosteniéndole
incómodamente la mirada, incluso así, Noah no se dejó intimidar:
-Parece que no le guardas rencor. Es un gesto muy
maduro por tu parte…
-Ella no me ha hecho nada, es más, ni siquiera la
conozco. Ha sido Matt, ha fingido que estaba enamorado de mí cuando en realidad
lo estaba de otra… Y yo, yo como una idiota-se frotó la cara con la manga de la
camisa para enjugarse las lágrimas-yo le correspondí.
-Hasta la flor más bonita se marchita y el corazón más
duro se enamora.
-Pues Matt debía ser la flor más hermosa del jardín.
Jugaron en silencio un rato más, hasta que Noah, por
fin, se atrevió a hablar, no para romper el incómodo momento, más bien para
reparar su honor de caballero: había ofendido a una dama y como galán que era
debía reparar el daño causado:
-Siento lo que te he dicho antes, no era mi intención
ofenderte.
-Respeto tu punto de vista, Noah.-señaló ella mientras
él se hacía con otra de sus piezas-Me parece genial que quieras reservarte para
esa chica especial, “para tu alma gemela”, pero debes respetar mi decisión, y
la de Matt.
-Me cuesta creer que Matt y Bam se dejen llevar por
esas cosas…-admitió de mala gana y con una expresión de amargura dibujada en el
rostro.
-¿Qué tiene que ver Bam en todo esto?-solo hizo falta
una mirada para que Ayla lo comprendiera. Se apartó un mechón rebelde de la
cara y la luz del sol en sus ojos acentuó más la pequeña heterocromía que los
caracterizaba-Estás triste por qué Bam se ha ido…
-Le echo de menos.
-Yo también.
-Creía que tú le habías convencido para marcharte,
para que se fuese con Allison y tú pudieras estar con Matt.-Ayla hizo ademán de
acariciarle el rostro para consolarlo, pero el ceño fruncido de Noah le
advirtió que no se acercara más.
-Bam se fue porque quiso, porque quiso luchar por
ella. No te mentiré, es cierto que le dije que lo hiciera, que si de verdad la
quiere, vaya tras ella. Matt intentó retenerme en lugar de seguirme… Es a él al
que de verdad odio.
-No le odias,-si en algo era experto Noah Brown,
aparte de en ingeniería, eran los asuntos del corazón.
-Quiero odiarle, pero no puedo.
-¿Por qué no?
-Porque una parte de mí se niega a creer que sea
verdad todo lo que me dijo. Es cierto que quiso a Allison, y que al principio
puede que se acostase conmigo pensando en ella, pero llegó a amarme, lo sé… Lo
veía en su manera de hablar de nosotros, de un futuro juntos, de cómo le
brillaban los ojos cuando me decía que me quería.-el rostro de ella sí que
relucía de pena: tenía las mejillas y la nariz sonrojada, y los ojos
resplandecían tanto como dos diamantes recién tallados.-cogió un peón entre sus
manos y lo examinó con detalle. Recorrió la pequeña pieza con las manos
repletas de bregaduras-Aunque por otra parte, no dejo de sentirme como el
triste peón que ha utilizado para reemplazar a la dama.
-A veces un peón puede salvar una partida y ganar la
guerra.-afirmó el muchacho con esa sonrisa suya esbozada en los pómulos
altos-Solo tiene que ponerle empeño y pensar bien sus movimientos.
-Yo no creo que sea ese peón…-sin duda, desde que Ayla
se había hecho amiga de Bam su carácter había evolucionado: era más atrevida,
más decidida, incluso miraba a los ojos con descaro. Pero después de la ruptura
con Matt, había vuelto a convertirse en la niñita asustada e infravalorada que
Noah había conocido sentada en un cedro en el camino del río.
-Sigues aquí, ¿no?
-Tengo trabajo.
-Eres malísima poniendo excusas, Ayla.
-Y tú jugando al ajedrez.-rechistó la muchacha
mostrándole el segundo caballo que le había capturado. Ágil como un felino, el
cerebro de Noah se las ingenió para capturarle el alfil. El rostro de Ayla era
un poema y la partida ya casi era suya: sus fichas comenzaban a rodear al rey
negro, ella había perdido la dama y casi todas sus piezas, solo le quedaba un
pequeño peón deambulando sin rumbo por el tablero, mientras que su rey estaba a
salvo en sus líneas.
-Sigues aquí porque no crees que sea verdad lo que te
dijo Matt, porque le amas… Dices que él no estaba dispuesto a seguirte, pero en
cambio, tú estabas dispuesta a quedarte. Una burbuja silenciosa los envolvió y
los aisló del mundo. Uno de los largos dedos de Ayla comenzó a dibujar líneas
sin rumbo en el fango.
-¿Conoces esa historia sobre el amor entre la vida y
la muerte?-Noah negó con la cabeza-Verás, la Vida y la Muerte han estado
enamoradas por más tiempo del que las palabras puedan describir: la Vida le
envía incontables regalos a la muerte, y ella los guarda para siempre. Yo soy
la Muerte, Noah, y todos esos regalos que me ha dado Matt mientras lo he amado
los voy a guardar para siempre, pero no va a enviarme ningún regalo más.-la
firmeza de su voz le daba miedo.
-¿Sobre la Vida y la Muerte? Sobre eso leías antes…
Ayla enrojeció y negó con la cabeza. Había ocultado el
volumen amarillo bajo su anorak. Un mechón de pelo rebelde se columpió desde su
hombro y le ocultó el rostro. Noah aprovechó para sacarse el molesto cabello de
la cara. La humedad de la mañana le había empapado la nuca y las sienes, y los
molestos pelos rubios se le pegaban por doquier. Sentía como le ardían las
mejillas y el corazón le latía a toda prisa, traducido en unas ganas
incontrolables de fulminar la partida. Ayla se incorporó de nuevo y le tendió
el libro a Noah:
-Se llama Cartas a Diego Rivera, de Frida
Khalo.-aunque no entendiese nada, Noah examinó con atención las letras de seda
roja de la portada.
-Bam dice que te gusta mucho Frida.
-Eligió vivir como le diese la gana, sin importarle la
opinión del resto.
-Tú también haces lo que te da la gana.-le dedicó una
sonrisa tímida. Iba a replicarle que no era así, pero la muchacha no quería
entablar otra discusión sobre posturas morales y éticas con Noah.
-Tuvo un romance muy tormentoso. Su esposo, Diego
Rivera le fue infiel con su hermana y con un sinfín de mujeres más, aun así,
ella lo amaba con toda su alma. Y en el momento de la verdad, cuando Frida
murió, Diego se dio cuenta de todo lo que la quería. Mira, atiende a esto: “si
yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a
ti mismo como te veo yo. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres
para mí”.
-Es muy bonito.-fueron las únicas palabras que Noah
fue capaz de pronunciar. La voz de Ayla emergía de las profundidades de su ser
y brotaban de sus labios como grandes rosas fragantes de primavera. Sin
embargo, al pronunciar cada sílaba, una espina se le clavaba en la garganta.
Noah fue capaz de sentir el dolor de ella a través de los mil cuchillos de
hielo que le atravesaron la espalda. La humedad se había convertido en un
nauseabundo sudor frío. Ella debería verse a través de los ojos de Matt, debe
saber cuánto la adora, a pesar de ser un cabeza de chorlito. ¿Pero cómo iba a
hacer eso? Ayla mancillaba a su hermano con su brujería femenina: si Matt había
caído una vez podía volver a hacerlo ¿Sería un buen hermano si permitiera que
estuviesen juntos de nuevo? ¿O debía alentar a Ayla para dejar Alaska? Bam le
había asegurado que se querían, pero no podía verificarlo por sus propios
medios, Matt nunca le contaba nada, aunque, él tampoco hacía lo mismo por él.
-No todos son así, escucha este: “A Diego: yo sufrí
dos accidentes graves en mi vida, uno fue el tranvía, el otro fuiste tú. Tú
eres de lejos el peor”.
“¿Así se sentía ella? ¿Matt había sido un accidente en
su vida? No, no lo cree así,-hasta ese momento no se había dado cuenta de que
no le había sostenido la mirada en toda la partida- ella ha sido el accidente
en la vida de Matt. Hubiese sido todo más sencillo si no se hubiesen acostado.”
Noah le devolvió el libro:
-La primera vez que hablé contigo estabas intentando
huir, pero como no podías te marchaste a Poniente, siempre recurres a esos
libros cuando quieres huir. Se ve en tu manera de actuar, de meter la nariz
entre las páginas, sin embargo hoy…-Noah alargó la mano hacia ella y la alzó
por el mentón para mirarla a los ojos una segunda vez. La mandíbula vibraba
bajo la fuerza de su mano-Hoy no estás en Poniente. No quieres huir…
Ella lo apartó bruscamente:
-Antes de venir aquí, cuando estaba sola, Martin y sus
entramados políticos entre casas de Poniente eran mi refugio: allí no me sentía
nunca sola, ni aislada, allí estaba bien… Incluso llegué a pasar más tiempo en
Poniente que en el mundo real… Tienes razón, no quiero huir de aquí.-se
atragantó al hablar. Una de aquellas gruesas espinas se debía de haber atascado
en su garganta.-Le quiero a recuperar…
“Le ama”.
-Pues hazlo. Mírale a los ojos y dile que le amas.
-Cómo si fuese tan sencillo hacer eso.
-Lo es.-Noah volvió a sujetarle la mandíbula para que
alzara el mentón.-Solo tienes que decirle lo que me has dicho aquí hoy, pero
esta vez, espera un poco más a la hora de “intimar”.
-Ya estamos otra vez con lo mismo. No voy a humillarme
delante de él, Noah. Es él el que ha jugado conmigo, no yo. No voy a
arrastrarme como un gusano para que me perdone… Y en lo que se refiere a sexo,
pienso acostarme con quién me dé la gana. Soy mayorcita para saber qué hacer
con mi cuerpo.
Intentó aparentar que se lo tomaba en serio, pero en
aquellos ojos verdes podía sentir el miedo de la muchacha: el terror a que esas
palabras que le había confesado le alejasen de Matt. “Lo va a perder, es
demasiado orgullosa para decirle lo que cree, para decirle que miente”. Sin
duda, pasar tanto tiempo con Bam había impactado en el orgullo de la muchacha.
“Son como dos gotas de agua, incluso tienen los mismos ojos”. Noah empezaba a
perder la paciencia, quería terminar la partida de una vez: él solo intentaba
ayudar, cumplir con aquella promesa que le había hecho a Bam, pero esa chica no
escuchaba: “Si todos hicieran caso a mis consejos la vida aquí sería mucho más
sencilla: cómo cuando le dije a Rain que no moviese aquella ficha”.
-Sé que eres lo suficiente adulta para tomar ese tipo
de decisiones.-Noah volvía a tener el pelo pegajoso sobre los ojos, pero no
encontró modo de quitárselo con dignidad sin hacer el ridículo delante de Ayla,
y sin darle la razón por sugerirle que se hiciera una trenza-Pero ya conoces el
dicho: el hombre es el único ser que tropieza con la misma piedra dos veces.
Ayla alzó la mirada mientras desplazaba el peón negro
que le quedaba una casilla hacia delante:
-¿Me estás llamando tonta, Noah?-tenía una boca
pequeña y los labios bulbosos, pero la expresión de lobo feroz de su rostro le
hizo pensar que le arrancaría una oreja de un bocado. Aun así, respondió con
toda la insolencia que le caracterizaba:
-Solo digo que si salió mal una vez, ¿por qué no una
segunda?
-¿Sabes una cosa? Fuiste tú el que me dijiste que me
arriesgara con Matt, yo estaba dispuesta a que todo se quedase en un polvo de
una noche. Si no querías que me acostase con tu hermano no tendrías que haberme
animado a “arriesgarlo” todo con él.
-Dije A-RRIES-GAR, no A-COS-TAR.-pronunció él golpeando
con todas sus fuerzas el tablero.
-Asúmelo de una vez. Matt se acuesta con chicas, le
gusta acostarse con chicas. Si no hubiese sido yo, hubiese sido otra.-no la
creía.
-Le hiciste algo…
-Sí,-respondió ella insolente comiéndoselo con ojos de
lobo-le lancé un hechizo. Deja de decir chorradas Noah.
-Mi madre crío a un caballero.
-Y la mía a una princesa con tules y tacones, y en su
lugar tiene a una salvaje con camisa de franela y las uñas mordidas.-empezaba a
perder el control de su cuerpo, los ojos dispares de Ayla le incomodaban
notoriamente.-Las cosas no siempre salen como se planean…
“¿Y Bam quería que la cuidase? Con esa lengua de
víbora me está diciendo todo lo contrario”.
-No, salen mejor.-él había movido los labios, pero las
palabras que habían salido eran de Bear. Ayla lo notó. La humedad era sofocante
aquella mañana, Noah sentía el cuero de su ropa pegándose a su piel. El cabello
castaño de ella se le pegaba a la frente mientras jugueteaba con una de las
piezas que le había capturado, los ojos de lobos se convirtieron de nuevo en
los de un indefenso cervatillo: “¿Sucedía algo con Bear?” No se atrevió a
preguntar.
-Planes.-Ayla soltó una risita, probablemente para no
echarse a llorar-Matt y yo teníamos planes, planes de futuro-se tocó el
estómago. Mil cuchillos se le clavaban en la oscuridad de su alma cada vez que
recordaba a Matt. El dolor punzante atravesaba el aire y se colaba en las venas
de Noah.-pero en realidad él estaba haciendo planes con otra…
Alargó el brazo hacia ella y en un acto del que él
mismo se sorprendió entrelazaron sus dedos. La muchacha soltó la pieza de
repente, anonadada ante la reacción del joven. “Ella se niega aceptarlo, no le
cree, tiene que decírselo. ¿Pero qué puedo hacer? No sería ético por mi parte
dejarlos estar juntos, se acostarían. Son felices haciéndolo… Oh, señor,
ayúdame, ¿qué hago con esta chica?” Ella le estaba mirando descaradamente a los
ojos, Noah enrojeció:
-Lo siento,-se disculpó ella cubriéndose la mirada con
el cabello-es que resulta fácil mirarte a los ojos-no era la primera vez que se
lo decían-es mucho más sencillo que mirar a tus hermanos: Gabe es tan tímido
que es incapaz de sostenerme la mirada, ya sabes lo que implica mirar la
orgullosa mirar a Bam, y luego Bear,-suspiró profundamente- cada vez que le
miro a los ojos siento que me ahogo en dos oscuros e interminables pozos-otra
de las espinas se le clavó en la garganta. Algo ocurría con Bear, pero no era
el momento de averiguarlo todavía, conociendo a su hermano, no tardaría en
gritarlo a los cuatro vientos-y Matt, Matt en cambio es tan…. Tan… intenso.
“Intenso… Sí, esa era la palabra. Matt era intenso,
pero ¿qué era ella? Y ¿qué sentía cuando al miraba a los ojos? ¿Cuándo se
miraban? Cuándo miraba a Matt y se ponía de aquel rosa tan tierno…. ¿Cómo era
ella? ¿Una niña asustada, una aprovechada, una bala perdida? ¿Un desastre?...”
Ayla alargó la mano y Noah se puso tenso, pero no le
tocó, solo desplazó un peón hasta el final del tablero: “No”. La muchacha
intercambió el peón por su dama y mostró una sonrisa avinagrada al tiempo que formulaba
aquella maldita palabra:
-Jaque.
El cerebro de Noah empezó a temblar y un regusto a
vino amargo le recorrió la boca. Sintió ganas de escupir pero se avergonzó al
instante. ¿Cómo lo había hecho? Esa
chiquilla le había engañado, tenía la partida perdida. Sus piezas estaban
demasiado lejos cómo para derrotar a su dama y tampoco podía atacar a su rey.
Empezó a suda, nunca había sentido el cuero tan pegajoso y sucio. Hubiese dado todas sus cosas por
darse una ducha de agua fría en ese instante. ¡Lo había engañado! ¿Pero cómo?
¡A Noah Brown! Al más inteligente de la familia, ¿Qué dirían sus hermanos
ahora? Sentía su cerebro sumergido en vinagre agrio: la risa burlona de Bear
resonaba entre las burbujas y la mirada de Bam y su sonrisa irónica nublaron
sus ojos gris tormenta y Matt…. Matt se sentiría orgulloso, no de él, sino de
ella: y reiría, y reirían juntos… Hacía demasiado que no resonaba la risa de
Matt por el campamento. No reía desde que no estaba con ella, ninguno reía
desde que no estaban juntos: desde que no se miraban, no se abrazaban, no se
sentían de aquella manera tan…
“Intensa, sí, ella también es intensa… Ambos lo son…”
Noah movió una pieza al azar, ante la atónita mirada
de Ayla. Ella dudó un momento ante sus intenciones, no lograba entender el porqué
de su absurdo movimiento, aun así, fulminó la partida:
-Jaque Mate.
“A veces un peón puede ganar una partida, un pequeño
peón blanco que no necesita de caballeros que la cuiden ni astutos reyes que la
guíen, ni que la engañen. Un indefenso peón al que no le interesa ganar la
guerra; y que está dispuesto a recorrer un campo de batalla para recuperar a su
reina”.
Noah sonrió: ahora sí que había llegado su turno.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "MI FAMILIA VIVE EN ALASKA" ESTÁN AQUÍ.
Noah sonrió: ahora sí que había llegado su turno.
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Massss x favor!!
ResponderEliminarEstoy en ello!!! jajajaj
EliminarTermine recien de leer y me gusto mucho este capitulo..rs como una droga no puedo dejar de leer..asi que voy a empezar altiro con la otra historia..besos desde CHILE..
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