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Capítulo XVI: Jaque Mate por Noah Brown

-Tu turno.
Los ojos del color de las nubes de tormenta de Noah Brown no podían apartarse de la cuadrícula blanca y negra que se extendía ante él, los de Rain, en cambio volaban lejos, con el revoloteo de aquel mosquito que se había cruzado ante ellos. Noah apenas había arrugado la nariz ante el molesto sonido, la muchacha, en cambio, había sacudido la cabeza exageradamente y abofeteado el aire para apartarlo. A continuación, se había distraído mirándose las uñas.
-¡Rain!-la llamó Noah de nuevo. La chica se sobresaltó y se apartó un mechón de pelo rebelde de la frente.-Tu turno.
-No quiero hacer esto, es muy aburrido.-se lamentó-Preferiría irme a jugar con Bear y con Gabe.
-El ajedrez también es un juego.-le explicó paciente y después de suspirar hondo-Te enseña a ser paciente, a ser estratega, a concentr… ¡Rain! ¿Quieres dejar de mirarte las uñas y mover pieza?
-Está bien, está bien. Ya voy.-Rainy asomó unos deditos largos y pálidos de la manga de la sudadera rosa, y sin prestar demasiada atención movió un caballo blanco una casilla hacia delante.
-¡No!-le gritó Noah. La muchacha se sobresaltó tanto que casi tira el tablero de madera, que estaba apoyado en un viejo tocón-El caballo se mueve en forma de ele.
-Vale, vale -Rain desplazó la pieza otra casilla hacia delante y otra a la derecha-¿contento?
-No, si hubieses prestado atención a mis consejos, no te habría matado al caballo y no estarías en jaque.
Rainy resopló y el cabello de su flequillo se revolvió como las alas de una mariposa.
-Estoy cansada de este juego. Me voy.-la chiquilla se puso de pie, pero su hermano le cortó el paso.
-No puedes irte.
-Ya verás como sí.
-Tenemos que acabar la partida.
-¡Odio este juego! ¿Por qué no te buscas a otra persona con quién jugar?
Noah se ruborizó:
-Nadie quiere jugar conmigo al ajedrez-¿Con quién iba a hacerlo? Bear no podía estarse sentado ni cinco minutos, Gabe acabaría rompiendo algo, Birdy aceptaría por pena, pero le pondría mala cara y Matt, en fin, no creía ni que Matt fuese capaz de distinguir el alfil del peón. El único que de vez en cuando echaba una partida con él era Bam, pero Bam no estaba.
-Yo creo que sí.
Rainy señaló hacia la otra punta del campamento, hacia el viejo cedro que marcaba el inicio del camino del río. Noah se sonrojó de nuevo y apartó sus ojos grises de la mirada felina y desafiante de su hermanita:
-No quiero jugar con ella.-en su mente había sonado una protesta repelente e infantil de la que se avergonzaba.
-Me apuesto lo que quieras a que es la única en toda la isla que sabe cómo se mueve un caballo, un alfil y una torre.
Se trataba de un tablero viejo, de desgastadas piezas estilizadas inspiradas en estilos otomanos que imitaban hojas de palmera y pequeñas bolas brillantes en la punta de los peones. 

-Probablemente, pero está trabajando en un libro, no quiero molestarla.-mintió.-Y ahora que me acuerdo, tengo un montón de cosas que hacer, proyectos que terminar…
-Noah.-a pesar de tener solo catorce años, la voz de Rain no admitía ningún tipo de réplica. Cada vez le recordaba más a su madre: la autoridad irrefutable de Browntown-Se lo prometiste a Bam.
-Lo sé, pero…-Rain se cruzó de brazos y empezó a dar pataditas impertinentes al suelo. Tenía los labios apretados y la línea negra con la que se reseguía los ojos difuminaba las tonalidades azules que había heredado de sus padres.-Está bien, tú ganas…-admitió muy  su pesar.
La chiquilla aguardó paciente, con la espalda erguida y el mentón alzado, a que Noah recogiese las piezas, las guardase en una cajita de madera y se la colocase bajo el brazo, junto al tablero. Cogió su bastón y realizó una exagerada reverencia, los mechones rubios de su coleta se le cruzaron sobre los pómulos altos y colorados. Avanzó pesadamente por el camino del río, sintiendo la mirada gatuna de Rain atravesándole la nuca. Estuvo a punto de tropezar con una piedra que había ocultado el barro y tirar el tablero y las piezas al lodo, volvía a tener el pelo en la cara, pero no tenía manos libres para apartárselo. Se sopló la nariz en un vano intento de apartárselo, y al no conseguirlo sacudió la cabeza entre maldiciones. Había llovido mucho durante los últimos días, pero por primera vez la mañana se presentaba despejada: la luz del sol se filtraba blanca entre las copas de los árboles, atravesando los escasos nubarrones que quedaban y tiñendo el paisaje de color gris perla, un color excesivamente claro que contrastaba con las tonalidades oscuras de la vegetación y la tierra . El aire era húmedo como un beso y aunque el cielo había dejado de llorar, toda la isla de Chichagof estaba cubierta por una película de rocío.
Ayla estaba sentada donde siempre: entre las raíces sobresalientes del viejo cedro que crecía junto al riachuelo: allí le había confesado lo que supuso para él la ruptura con Christie y donde le había aconsejado que le diese una oportunidad a Matt, en la vida se había arrepentido tanto de algo. Parecía que hubiesen pasado siglos desde aquella charla. La chica estaba acurrucada entre dos grandes y grotescas raíces, con la espalda apoyada en el tronco: estaba envuelta en un anorak negro con la capucha levantada: callada e inmóvil. A medida que se acercaba se dio cuenta de que sostenía un libro en las manos: siempre estaba con un libro en las manos. El de esa mañana era amarillo y viejo, con unas letras rojas, muy elegantes, bordadas en seda en la portada. Su mente inquieta intentó descifrar el entramado de grafías del tomo, pero en seguida se dio cuenta de que estaba escrito en español y desistió. Nunca se le habían dado bien los idiomas, se avergonzaba profundamente de ello: él era Noah “el ingeniero”, el más inteligente de los hermanos Brown, pero en materia lingüística debía limitarse a su acento “australiano” y a sus dialectos vecinos. En ese aspecto, Matt era mejor que él, pero jamás lo admitiría, podría manchar su reputación, y a su hermano mayor no le importaba asumir el rol de “cabeza de chorlito” de la familia. También era mejor carpintero, pero en su bando jugaba Gabe y podía neutralizarlo en materia de construcciones. En idiomas, estaba solo: Matt era como una esponja, Ayla dominaba perfectamente el inglés, aunque en ocasiones escupiese accidentalmente algún vocablo hispano, en ese momento, Matt preguntaba el significado de la palabra y lo memorizaba al instante, el cerebro de Noah, en cambio, impedía que retuviese la información. “Tengo mejores cosas que hacer que ponerme a aprender español” se decía a sí mismo como excusa aunque se avergonzase de que Matt fuese superior en algún aprendizaje mental.
Afortunadamente, cuando llegó arrastrando los pies hasta ella, la muchacha ocultó el libro de su vista, dando a entender que no quería comentar su lectura con él. Los ojos de cervatillo le interrogaron con temor. Los bucles castaños le acariciaban las mejillas sonrojadas por el frío y sus ojos tenían un brillo melancólico. Estaba hecha un ovillo, acurrucada, con las rodillas rozándole la cara. Si alguien hubiese pasado por el camino probablemente no la hubiesen descubierto. “Quiere esconderse, quiere pasar desapercibida” comprendió en seguida Noah. Le mostró el tablero de cuadros a Ayla:
-¿Quieres jugar al ajedrez?-intentó adoptar la misma expresión soberbia y autoritaria de Bam Bam, pero un gallo le vibró en las cuerdas vocales y sonó como un contrabajo desafinado en la Filarmónica de Viena.
La muchacha cerró el libro:
-No tienes que jugar conmigo por pena. Sabes que me gusta pasar tiempo a solas.
“Se lo prometí a Bam”.
-Ya he ganado a todos mis hermanos mil veces. Necesito un contrincante digno.
-¿Qué te hace pensar que se jugar?-era una chica inteligente, no tanto como él, pero no tenía un pelo de tonta. Le bastó con arquear una ceja para darle a entender su respuesta.-Que piezas más curiosas,-susurró contemplando a la luz de la mañana una de las esbeltas torres azuladas.-Está bien, me pido las negras.
“Yo siempre soy las negras”.  
-Como quieras, entonces empiezo yo.
Ayla deshizo su ovillo humano, se bajó la capucha y se sacudió enérgicamente la melena. Se quitó el anorak mientras Noah colocaba el tablero y las piezas en el suelo. Le dedicó una escueta mirada y decidió que sería mejor no desviar los ojos ni la mente de su tarea. Bajo el abrigo negro, la muchacha llevaba una camisa de cuadros azul, abierta, sobre una camiseta de tirantes gris que definía provocativas las siluetas de su feminidad. Quiso agarrar su bastón y darse en la cabeza, abochornado por fijarse durante un instante en el anillo de hierro forjado que se columpiaba entre sus pechos. A Noah no le gustaba nada como Ayla lucía sus formas femeninas, estaba seguro que ese había sido el motivo por el que Matt se había acostado con ella, y seguro que había utilizado el mismo método para persuadir a Bam y que se marchase. Se distrajo pensando en ello un momento, y colocó un alfil en el lugar de la torre, Ayla alargó la mano y corrigió la posición de las piezas.
-¿Ves cómo sí que sabes jugar?-anunció presuntuoso, aunque ella solo se limitó a encogerse de hombros.
La coleta se le volvió a escurrir por los hombros y a nublarle la vista. Los mechones rubios acariciaron las piezas del tablero sobre el que estaba inclinado. Noah se lo apartó violentamente, no sabía por qué, justo ese día, su pelo se había vuelto en contra él. Ayla había intentado retirárselo del rostro, pero al ver su reacción había apartado la mano de inmediato.
-¿Quieres que te haga una trenza?-sugirió ella en un intento de entablar conversación.
-Me gusta así.
-Si te hicieras una trenza no se te metería tanto el pelo en la cara.
-Me gusta así.-estuvo a punto de recoger el tablero y marcharse, pero se lo había prometido a Bam.-Empiezo.
Noah cogió un peón y lo hizo avanzar dos escaques. Ayla hizo lo mismo y él repitió el movimiento con otra pieza.
-Mi padrastro me enseñó a jugar cuando tenía unos once años…-Noah no había preguntado, pero la dejó seguir, su voz era grave y pausada, así que no le distraía demasiado para no poder emprender su jugada-Creo que era una manera de intentar acercarse a mí, aunque siempre ganaba Lía, ella siempre ha sido más inteligente que yo.
Noah se preguntó cuánto tiempo habría pasado sin hablar con alguien: su amiga Alba parecía estar demasiado ocupada con Gabe, la tensión con Bear era más que palpable y cada vez que se cruzaba con Matt saltaban chispas a su alrededor. Las chicas habían intentado animarla, llevándola al campo de tiro, al huerto o proponiéndole actividades que hacer. Ayla aceptaba en alguna ocasión, aunque se veía a las leguas que no quería estar allí. Solo quedaba Bam, pero Bam se había marchado, se había marchado por su culpa. Él lo negaba, ¿cómo no iba a hacerlo? Tenían esa conexión tan extraña que incluso al mismísimo Matt le había dado miedo. Él no se daba cuenta, pero no tenía nada que temer: Bam no miraba a Ayla de la misma forma que miraba a Allison, sino que lo hacía como si se estuviese viendo reflejado en un espejo:
-Escúchame bien-le había advertido con una mano en el hombro y un dedo acusador revoloteando sobre la nariz-ella está sola aquí, no tiene a nadie. Tengo que irme, no puedo cuidar de ella…
-No.-se había negado profundamente, pero fue incapaz de articular más palabras mientras Bam Bam le sacudía por los hombros.
-Tienes que hacerlo Noah, prométemelo.
-Si no hubiera…
-¡Qué me lo prometas!
-Está bien Bam, te lo prometo. Cuidaré de ella…
Sumergido en sus pensamientos y en la despedida de su hermano no pensó en aquel olvidado alfil negro que acababa de capturarle un caballo. Carraspeó los dientes pero no dijo nada, simplemente se limitó a observar como los dedos llenos de cicatrices de Ayla le robaban el alfil.
-Tus manos…
Ayla se las miró: las heridas habían empezado a sanar y en lugar de las repulsivas costras sanguinolentas y llenas de pus nacían cicatrices rosadas en las palmas y en los dedos.
-El tiempo lo cura todo.-forzó una sonrisa.
-¿Cuánto tiempo ha pasado ya?-su rostro se ensombreció como si acabase de sellar un pacto con el diablo.
-Tres semanas.-le faltó añadir “y duele tanto como el primer día” y no precisamente hablaba de las heridas.
-¿Quieres hablar de ello?
-Sabía que solo querías jugar conmigo porque te doy pena.-aun así movió ficha.-Noah no respondió: se le daba fatal mentir y tampoco quería contarle la promesa que le había hecho a Bam. Ayla se derrumbó cuando Noah le capturó la dama. Que espantoso era escuchar como el corazón se le rompía en mil pedazos.-Me ha tratado como un arlequín-soltó con un acento que casi sonaba al Renacimiento italiano-ha jugado conmigo: me dijo que me quería, que tendríamos una vida juntos… y la realidad es que en ningún momento estuvo enamorado de mí.-Noah intentaba concentrarse en la jugada y no prestar excesiva atención a las palabras de Ayla, pero entonces advirtió que uno de los hombros de la chica estaba al descubierto: la camisa de cuadros se había deslizado brazo abajo, dejando a la vista una piel erizada por el frío, blanca y probablemente muy suave. Noah sintió ganas de besar esa piel, pero inmediatamente rechazó la idea y pidió perdón por haber tenido aquel pensamiento tan indecente. “Está jugando contigo, como hizo con Matt y con Bam”.-Hubiese sido más fácil-prosiguió Ayla-que se hubiese acostado conmigo una sola vez para desahogarse y que cada uno hubiese seguido su camino…
Noah le atrapó otro peón, la partida empezaba a decantarse a su favor, en realidad, Ayla no estaba resultando un contrincante más complicado que Rain, pero al menos sabía distinguir las piezas por su nombre. Usando los dedos como pinzas y tocándola lo mínimo, el chico le subió la camisa:
-Quizá ese ha sido tu principal problema.-las palabras le salieron por la boca sin pensar, pero no se arrepintió de ello. Le había prometido a Bam que cuidaría de ella y le estaba mostrando que había hecho mal.
-¿Qué quieres decir con eso?-ya no podía parar.
-Quiero decir que no tendrías que haber…-no encontraba la palabra adecuada-“estado” con Matt si no estabas segura de que era tu alma gemela. Es como si le hubieses engañado desde el primer momento-en su pragmática mente no paraban de aparecer argumentos desordenados que Ayla podría derrocar con relativa facilidad.-Lo que quiero decir, es que mi hermano es un cabeza de chorlito, no es complicado tomarle el pelo, y tú… y tu… feminidad… le has hecho caer en tu juego.
-¿Insinúas que me merezco lo que ha hecho conmigo solo por qué me acosté con él?-Ayla arañó un puñado de tierra del suelo y lo lanzó violentamente. Después agarró un peón y con un fuerte golpe le capturó una pieza homóloga a Noah. Observó con ojos llenos de rabia el peón blanco entre sus manos cicatrizadas, el muchacho había pasado tanto tiempo meditando que por fuera podía controlar casi a la perfección sus emociones, pero por dentro: estaba aterrado.-Te diré una cosa Noah Brown, el 90% de las veces en las que me follé a tu hermano no fui yo la que insistió en hacerlo.-Ayla no solía decir tacos, debía de estar muy furiosa con él para soltar una cosa así. Sus ojos verdes ardían como un círculo de mil hogueras, aunque esquivaban veloces encontrarse con los suyos. “Oculta algo”.
-A Matt le han enseñado a ser un caballero.-intentó excusarse él- Dudo mucho que hiciera algo así si no fuiste tú quien le provocaste.
-¿Qué yo le qué?-Ayla se llevó las manos a la cabeza y se estiró de los largos mechones castaños. La luz del sol que se filtraba entre las ramas del cedro le arrancaba reflejos de bronce a su melena.- ¿Sabes lo que hacían los caballeros después de saquear una ciudad? Violaban a las mujeres.
-Conozco a mi hermano.
-Y yo también, y sé que hay tres cosas que le vuelven loco:-alzó un dedo por cada “cosa”- el alcohol, la caza y las tetas.- se cruzó de brazos-Tu turno.
Los ojos tormentosos de Noah se alternaron entre el tablero y el rostro de Ayla: se mordía el labio inferior para sostener la rabia. ¿Cómo una boca tan pequeña y unos labios tan jugosos podían soltar palabras tan brutas?
El joven Brown inició su estrategia y empezó a disponer las piezas para rodear al rey.
-En realidad hay cuatro cosas:-admitió en un estado mucho más relajado que su interlocutora. Alzó los ojos para que se cruzaran con los suyos-tú le volvías loco.
-No era yo, era Allison. Debía de ser una chica estupenda… para que Matt y Bam se peleasen por ella.-los ojos se le humedecieron ligeramente, y un cuchillo de hielo le recorrió la espalda, Ayla se mantuvo todo lo firme que su corazón le permitía, sosteniéndole incómodamente la mirada, incluso así, Noah no se dejó intimidar:
-Parece que no le guardas rencor. Es un gesto muy maduro por tu parte…
-Ella no me ha hecho nada, es más, ni siquiera la conozco. Ha sido Matt, ha fingido que estaba enamorado de mí cuando en realidad lo estaba de otra… Y yo, yo como una idiota-se frotó la cara con la manga de la camisa para enjugarse las lágrimas-yo le correspondí.
-Hasta la flor más bonita se marchita y el corazón más duro se enamora.
-Pues Matt debía ser la flor más hermosa del jardín.
Jugaron en silencio un rato más, hasta que Noah, por fin, se atrevió a hablar, no para romper el incómodo momento, más bien para reparar su honor de caballero: había ofendido a una dama y como galán que era debía reparar el daño causado:
-Siento lo que te he dicho antes, no era mi intención ofenderte.
-Respeto tu punto de vista, Noah.-señaló ella mientras él se hacía con otra de sus piezas-Me parece genial que quieras reservarte para esa chica especial, “para tu alma gemela”, pero debes respetar mi decisión, y la de Matt.
-Me cuesta creer que Matt y Bam se dejen llevar por esas cosas…-admitió de mala gana y con una expresión de amargura dibujada en el rostro.
-¿Qué tiene que ver Bam en todo esto?-solo hizo falta una mirada para que Ayla lo comprendiera. Se apartó un mechón rebelde de la cara y la luz del sol en sus ojos acentuó más la pequeña heterocromía que los caracterizaba-Estás triste por qué Bam se ha ido…
-Le echo de menos.
-Yo también.
-Creía que tú le habías convencido para marcharte, para que se fuese con Allison y tú pudieras estar con Matt.-Ayla hizo ademán de acariciarle el rostro para consolarlo, pero el ceño fruncido de Noah le advirtió que no se acercara más.
-Bam se fue porque quiso, porque quiso luchar por ella. No te mentiré, es cierto que le dije que lo hiciera, que si de verdad la quiere, vaya tras ella. Matt intentó retenerme en lugar de seguirme… Es a él al que de verdad odio.
-No le odias,-si en algo era experto Noah Brown, aparte de en ingeniería, eran los asuntos del corazón.
-Quiero odiarle, pero no puedo.
-¿Por qué no?
-Porque una parte de mí se niega a creer que sea verdad todo lo que me dijo. Es cierto que quiso a Allison, y que al principio puede que se acostase conmigo pensando en ella, pero llegó a amarme, lo sé… Lo veía en su manera de hablar de nosotros, de un futuro juntos, de cómo le brillaban los ojos cuando me decía que me quería.-el rostro de ella sí que relucía de pena: tenía las mejillas y la nariz sonrojada, y los ojos resplandecían tanto como dos diamantes recién tallados.-cogió un peón entre sus manos y lo examinó con detalle. Recorrió la pequeña pieza con las manos repletas de bregaduras-Aunque por otra parte, no dejo de sentirme como el triste peón que ha utilizado para reemplazar a la dama.
-A veces un peón puede salvar una partida y ganar la guerra.-afirmó el muchacho con esa sonrisa suya esbozada en los pómulos altos-Solo tiene que ponerle empeño y pensar bien sus movimientos.
-Yo no creo que sea ese peón…-sin duda, desde que Ayla se había hecho amiga de Bam su carácter había evolucionado: era más atrevida, más decidida, incluso miraba a los ojos con descaro. Pero después de la ruptura con Matt, había vuelto a convertirse en la niñita asustada e infravalorada que Noah había conocido sentada en un cedro en el camino del río.
-Sigues aquí, ¿no?
-Tengo trabajo.
-Eres malísima poniendo excusas, Ayla.
-Y tú jugando al ajedrez.-rechistó la muchacha mostrándole el segundo caballo que le había capturado. Ágil como un felino, el cerebro de Noah se las ingenió para capturarle el alfil. El rostro de Ayla era un poema y la partida ya casi era suya: sus fichas comenzaban a rodear al rey negro, ella había perdido la dama y casi todas sus piezas, solo le quedaba un pequeño peón deambulando sin rumbo por el tablero, mientras que su rey estaba a salvo en sus líneas.
-Sigues aquí porque no crees que sea verdad lo que te dijo Matt, porque le amas… Dices que él no estaba dispuesto a seguirte, pero en cambio, tú estabas dispuesta a quedarte. Una burbuja silenciosa los envolvió y los aisló del mundo. Uno de los largos dedos de Ayla comenzó a dibujar líneas sin rumbo en el fango.
-¿Conoces esa historia sobre el amor entre la vida y la muerte?-Noah negó con la cabeza-Verás, la Vida y la Muerte han estado enamoradas por más tiempo del que las palabras puedan describir: la Vida le envía incontables regalos a la muerte, y ella los guarda para siempre. Yo soy la Muerte, Noah, y todos esos regalos que me ha dado Matt mientras lo he amado los voy a guardar para siempre, pero no va a enviarme ningún regalo más.-la firmeza de su voz le daba miedo.
-¿Sobre la Vida y la Muerte? Sobre eso leías antes…
Ayla enrojeció y negó con la cabeza. Había ocultado el volumen amarillo bajo su anorak. Un mechón de pelo rebelde se columpió desde su hombro y le ocultó el rostro. Noah aprovechó para sacarse el molesto cabello de la cara. La humedad de la mañana le había empapado la nuca y las sienes, y los molestos pelos rubios se le pegaban por doquier. Sentía como le ardían las mejillas y el corazón le latía a toda prisa, traducido en unas ganas incontrolables de fulminar la partida. Ayla se incorporó de nuevo y le tendió el libro a Noah:
-Se llama Cartas a Diego Rivera, de Frida Khalo.-aunque no entendiese nada, Noah examinó con atención las letras de seda roja de la portada.
-Bam dice que te gusta mucho Frida.
-Eligió vivir como le diese la gana, sin importarle la opinión del resto.
-Tú también haces lo que te da la gana.-le dedicó una sonrisa tímida. Iba a replicarle que no era así, pero la muchacha no quería entablar otra discusión sobre posturas morales y éticas con Noah.
-Tuvo un romance muy tormentoso. Su esposo, Diego Rivera le fue infiel con su hermana y con un sinfín de mujeres más, aun así, ella lo amaba con toda su alma. Y en el momento de la verdad, cuando Frida murió, Diego se dio cuenta de todo lo que la quería. Mira, atiende a esto: “si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo como te veo yo. Sólo entonces te darás cuenta de lo especial que eres para mí”.
-Es muy bonito.-fueron las únicas palabras que Noah fue capaz de pronunciar. La voz de Ayla emergía de las profundidades de su ser y brotaban de sus labios como grandes rosas fragantes de primavera. Sin embargo, al pronunciar cada sílaba, una espina se le clavaba en la garganta. Noah fue capaz de sentir el dolor de ella a través de los mil cuchillos de hielo que le atravesaron la espalda. La humedad se había convertido en un nauseabundo sudor frío. Ella debería verse a través de los ojos de Matt, debe saber cuánto la adora, a pesar de ser un cabeza de chorlito. ¿Pero cómo iba a hacer eso? Ayla mancillaba a su hermano con su brujería femenina: si Matt había caído una vez podía volver a hacerlo ¿Sería un buen hermano si permitiera que estuviesen juntos de nuevo? ¿O debía alentar a Ayla para dejar Alaska? Bam le había asegurado que se querían, pero no podía verificarlo por sus propios medios, Matt nunca le contaba nada, aunque, él tampoco hacía lo mismo por él.
-No todos son así, escucha este: “A Diego: yo sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno fue el tranvía, el otro fuiste tú. Tú eres de lejos el peor”.
“¿Así se sentía ella? ¿Matt había sido un accidente en su vida? No, no lo cree así,-hasta ese momento no se había dado cuenta de que no le había sostenido la mirada en toda la partida- ella ha sido el accidente en la vida de Matt. Hubiese sido todo más sencillo si no se hubiesen acostado.” Noah le devolvió el libro:
-La primera vez que hablé contigo estabas intentando huir, pero como no podías te marchaste a Poniente, siempre recurres a esos libros cuando quieres huir. Se ve en tu manera de actuar, de meter la nariz entre las páginas, sin embargo hoy…-Noah alargó la mano hacia ella y la alzó por el mentón para mirarla a los ojos una segunda vez. La mandíbula vibraba bajo la fuerza de su mano-Hoy no estás en Poniente. No quieres huir…
Ella lo apartó bruscamente:
-Antes de venir aquí, cuando estaba sola, Martin y sus entramados políticos entre casas de Poniente eran mi refugio: allí no me sentía nunca sola, ni aislada, allí estaba bien… Incluso llegué a pasar más tiempo en Poniente que en el mundo real… Tienes razón, no quiero huir de aquí.-se atragantó al hablar. Una de aquellas gruesas espinas se debía de haber atascado en su garganta.-Le quiero a recuperar…
“Le ama”.
-Pues hazlo. Mírale a los ojos y dile que le amas.
-Cómo si fuese tan sencillo hacer eso.
-Lo es.-Noah volvió a sujetarle la mandíbula para que alzara el mentón.-Solo tienes que decirle lo que me has dicho aquí hoy, pero esta vez, espera un poco más a la hora de “intimar”.
-Ya estamos otra vez con lo mismo. No voy a humillarme delante de él, Noah. Es él el que ha jugado conmigo, no yo. No voy a arrastrarme como un gusano para que me perdone… Y en lo que se refiere a sexo, pienso acostarme con quién me dé la gana. Soy mayorcita para saber qué hacer con mi cuerpo.
Intentó aparentar que se lo tomaba en serio, pero en aquellos ojos verdes podía sentir el miedo de la muchacha: el terror a que esas palabras que le había confesado le alejasen de Matt. “Lo va a perder, es demasiado orgullosa para decirle lo que cree, para decirle que miente”. Sin duda, pasar tanto tiempo con Bam había impactado en el orgullo de la muchacha. “Son como dos gotas de agua, incluso tienen los mismos ojos”. Noah empezaba a perder la paciencia, quería terminar la partida de una vez: él solo intentaba ayudar, cumplir con aquella promesa que le había hecho a Bam, pero esa chica no escuchaba: “Si todos hicieran caso a mis consejos la vida aquí sería mucho más sencilla: cómo cuando le dije a Rain que no moviese aquella ficha”.
-Sé que eres lo suficiente adulta para tomar ese tipo de decisiones.-Noah volvía a tener el pelo pegajoso sobre los ojos, pero no encontró modo de quitárselo con dignidad sin hacer el ridículo delante de Ayla, y sin darle la razón por sugerirle que se hiciera una trenza-Pero ya conoces el dicho: el hombre es el único ser que tropieza con la misma piedra dos veces.
Ayla alzó la mirada mientras desplazaba el peón negro que le quedaba una casilla hacia delante:
-¿Me estás llamando tonta, Noah?-tenía una boca pequeña y los labios bulbosos, pero la expresión de lobo feroz de su rostro le hizo pensar que le arrancaría una oreja de un bocado. Aun así, respondió con toda la insolencia que le caracterizaba:
-Solo digo que si salió mal una vez, ¿por qué no una segunda?
-¿Sabes una cosa? Fuiste tú el que me dijiste que me arriesgara con Matt, yo estaba dispuesta a que todo se quedase en un polvo de una noche. Si no querías que me acostase con tu hermano no tendrías que haberme animado a “arriesgarlo” todo con él.
-Dije A-RRIES-GAR, no A-COS-TAR.-pronunció él golpeando con todas sus fuerzas el tablero.
-Asúmelo de una vez. Matt se acuesta con chicas, le gusta acostarse con chicas. Si no hubiese sido yo, hubiese sido otra.-no la creía.
-Le hiciste algo…
-Sí,-respondió ella insolente comiéndoselo con ojos de lobo-le lancé un hechizo. Deja de decir chorradas Noah.
-Mi madre crío a un caballero.
-Y la mía a una princesa con tules y tacones, y en su lugar tiene a una salvaje con camisa de franela y las uñas mordidas.-empezaba a perder el control de su cuerpo, los ojos dispares de Ayla le incomodaban notoriamente.-Las cosas no siempre salen como se planean…
“¿Y Bam quería que la cuidase? Con esa lengua de víbora me está diciendo todo lo contrario”.
-No, salen mejor.-él había movido los labios, pero las palabras que habían salido eran de Bear. Ayla lo notó. La humedad era sofocante aquella mañana, Noah sentía el cuero de su ropa pegándose a su piel. El cabello castaño de ella se le pegaba a la frente mientras jugueteaba con una de las piezas que le había capturado, los ojos de lobos se convirtieron de nuevo en los de un indefenso cervatillo: “¿Sucedía algo con Bear?” No se atrevió a preguntar.
-Planes.-Ayla soltó una risita, probablemente para no echarse a llorar-Matt y yo teníamos planes, planes de futuro-se tocó el estómago. Mil cuchillos se le clavaban en la oscuridad de su alma cada vez que recordaba a Matt. El dolor punzante atravesaba el aire y se colaba en las venas de Noah.-pero en realidad él estaba haciendo planes con otra…
Alargó el brazo hacia ella y en un acto del que él mismo se sorprendió entrelazaron sus dedos. La muchacha soltó la pieza de repente, anonadada ante la reacción del joven. “Ella se niega aceptarlo, no le cree, tiene que decírselo. ¿Pero qué puedo hacer? No sería ético por mi parte dejarlos estar juntos, se acostarían. Son felices haciéndolo… Oh, señor, ayúdame, ¿qué hago con esta chica?” Ella le estaba mirando descaradamente a los ojos, Noah enrojeció:
-Lo siento,-se disculpó ella cubriéndose la mirada con el cabello-es que resulta fácil mirarte a los ojos-no era la primera vez que se lo decían-es mucho más sencillo que mirar a tus hermanos: Gabe es tan tímido que es incapaz de sostenerme la mirada, ya sabes lo que implica mirar la orgullosa mirar a Bam, y luego Bear,-suspiró profundamente- cada vez que le miro a los ojos siento que me ahogo en dos oscuros e interminables pozos-otra de las espinas se le clavó en la garganta. Algo ocurría con Bear, pero no era el momento de averiguarlo todavía, conociendo a su hermano, no tardaría en gritarlo a los cuatro vientos-y Matt, Matt en cambio es tan…. Tan… intenso.
“Intenso… Sí, esa era la palabra. Matt era intenso, pero ¿qué era ella? Y ¿qué sentía cuando al miraba a los ojos? ¿Cuándo se miraban? Cuándo miraba a Matt y se ponía de aquel rosa tan tierno…. ¿Cómo era ella? ¿Una niña asustada, una aprovechada, una bala perdida? ¿Un desastre?...”
Ayla alargó la mano y Noah se puso tenso, pero no le tocó, solo desplazó un peón hasta el final del tablero: “No”. La muchacha intercambió el peón por su dama y mostró una sonrisa avinagrada al tiempo que formulaba aquella maldita palabra:
-Jaque.
El cerebro de Noah empezó a temblar y un regusto a vino amargo le recorrió la boca. Sintió ganas de escupir pero se avergonzó al instante. ¿Cómo lo había hecho?  Esa chiquilla le había engañado, tenía la partida perdida. Sus piezas estaban demasiado lejos cómo para derrotar a su dama y tampoco podía atacar a su rey. Empezó a suda, nunca había sentido el cuero tan pegajoso y sucio. Hubiese dado todas sus cosas por darse una ducha de agua fría en ese instante. ¡Lo había engañado! ¿Pero cómo? ¡A Noah Brown! Al más inteligente de la familia, ¿Qué dirían sus hermanos ahora? Sentía su cerebro sumergido en vinagre agrio: la risa burlona de Bear resonaba entre las burbujas y la mirada de Bam y su sonrisa irónica nublaron sus ojos gris tormenta y Matt…. Matt se sentiría orgulloso, no de él, sino de ella: y reiría, y reirían juntos… Hacía demasiado que no resonaba la risa de Matt por el campamento. No reía desde que no estaba con ella, ninguno reía desde que no estaban juntos: desde que no se miraban, no se abrazaban, no se sentían de aquella manera tan…
“Intensa, sí, ella también es intensa… Ambos lo son…”
Noah movió una pieza al azar, ante la atónita mirada de Ayla. Ella dudó un momento ante sus intenciones, no lograba entender el porqué de su absurdo movimiento, aun así, fulminó la partida:
-Jaque Mate.
“A veces un peón puede ganar una partida, un pequeño peón blanco que no necesita de caballeros que la cuiden ni astutos reyes que la guíen, ni que la engañen. Un indefenso peón al que no le interesa ganar la guerra; y que está dispuesto a recorrer un campo de batalla para recuperar a su reina”.
Noah sonrió: ahora sí que había llegado su turno.

TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "MI FAMILIA VIVE EN ALASKA" ESTÁN AQUÍ.

Comentarios

  1. Termine recien de leer y me gusto mucho este capitulo..rs como una droga no puedo dejar de leer..asi que voy a empezar altiro con la otra historia..besos desde CHILE..

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