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Capítulo XVII: El ridículo vestido azul.

La luz era tan intensa que me dañaba la vista: manchas blancas me nublaban la visión mientras un tintineo suave como una canción de amor resonaba de fondo. El mundo giraba tan deprisa a íi alrededor que me provocó una arcada y la boca se me inundó del amargo sabor a bilis. El aire estaba extremadamente cargado aquella noche: olía a humanidad, a sudor, a sábanas sucias y a desodorante barato. La sensación de asfixia crecía por segundos y no sabía cuánto tiempo más podría aguantar. Me agarré desesperada a un material blanco y suave que estaba bajo mi espalda, clavándole las uñas. La luz seguía fija encima de mi cabeza, con aquel ojo acusador y desprendiendo calor incriminatorio: a su alrededor giraban tablones de madera oscura aumentando mi sensación de vértigo, sentí ganas de vomitar, de gritar, de huir, pero cuando hinché los pulmones mi mundo se cubrió de negro.
Me incorporé de un salto y me aparté la mancha negra de la cara: era un vestidito de seda fina, negro con flores rosas. De tirantes y un pronunciado escote en forma de uve.
-Ayla, no me estabas escuchando…
Tardé varios segundos en procesar la información: estábamos en mi habitación, en la cabaña de Hoonah. La ventana estaba abierta y una suave brisa hacía tintinear las campanillas de mi atrapasueños. Ya era de noche, el cielo se había teñido de añil, mientras que el océano se pintaba con marcadas pinceladas negras. Estaba nublado y pocas estrellas iluminaban aquella víspera que con toda probabilidad terminaría en tormenta. La luz blanquecina de la lámpara del techo era verdaderamente incómoda, aunque no me había percatado hasta el momento: “Tendré que cambiarla si quiero seguir trabajando a gusto. También tengo que cambiar estas sábanas, apestan a humedad”. En realidad, apestaban a Matt, pero no quería pronunciar aquel nombre ni en mi subconsciente.
La cama, el suelo y mi escritorio estaban llenos de trapitos que yo no recordaba haberme traído, volví a mirar el vestido semitransparente que tenía en la mano: “¿Quién en su sano juicio se trae esto a Alaska?”.
-Ayla, aun no has respondido a mi pregunta…-“¿Quién si no se habría traído tanta ropa al lugar más inhóspito de la tierra?
Sonreí satisfecha:
-Perdona Alba, no te estaba escuchando, ¿qué decías?-Alba estaba de pie enfrente de mí: con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Al menos llevaba zapatillas de lana y no escuchaba como su pie golpeaba insistentemente la madera del suelo. Llevaba el pelo suelto: largo, liso y oscuro, una sudadera roja y un pantalón de pijama a rayas. Yo, en cambio, tenía las ondas del pelo revueltas, acariciándome las mejillas y la espalda, vestía con una camiseta de tirantes blanca y un pantalón deportivo corto: hacía frío, pero me gustaba sentir la piel de los brazos erizada y como les escalofríos me recorrían la espalda.
-No, ya sé que no me estabas escuchando. Te preguntaba que cuál te parece más bonito: ¿el rosa o el negro?
Me mostró dos sujetadores, uno en cada mano: el rosa tenía un lacito en el centro y estaba cubierto por una tela semitransparente con lunares. El negro tenía encaje en la parte superior y su forma dejaba menos contenido para la imaginación.
-¿Me estás preguntando sobre qué sujetador es más “bonito” para acostarte con Gabe?
Me eché a reír y Alba enrojeció de rabia. Me tiró un almohadón a la cara.
-No te burles, es importante para mí… Es su primera vez, después me marcharé de Alaska y a saber cuándo volveré, quiero que sea especial.
-Es una chorrada, te aseguro que a Gabe no le importa de qué color es tu ropa interior, estará más pendiente de otra cosa.
-Quizá a él no le importe, pero a mí sí. Dime, ¿el rosa o el negro?
-¿Qué más da?-me exasperé alzando los brazos.
-Seguro que tú recuerdas que sujetador llevabas la primera vez que te acostaste con Matt.
-Yo no me acuerdo de esas cosas…-“Fue en esta misma cama y no llevaba sujetador”.
-Ayla, por favor….-me suplicó con ojitos de cachorro.
Suspiré desesperada:
-El rosa. Gabe es muy tímido, quizá el negro con ese encaje tan provocativo le intimide un poco. El otro es un color divertido, se sentirá más cómodo…
-El rosa no me pega con el top que había escogido. Usaré el negro.
-¿Por qué me preguntas si vas a hacer lo que te da la gana?
-Te he dicho que tu opinión era importante para mí, no que vaya a hacerte caso.
Esta vez el almohadonazo se lo llevó ella, con tan mala suerte que se tropezó con la maleta que estaba tirada en el suelo y se cayó de culo. Ambas nos echamos a reír: iba a echar de menos esos momentos: Alba se marcharía en dos días y la realidad se me había echado encima con un jarro de agua fría. Ella tenía que volver al trabajo: su sueldo de camarera no le daba para mucho, yo había insistido en que lo dejase y viniese a Nueva York conmigo. Alba escribía canciones y tocaba la guitarra, tenía contactos en Brodway para encontrarle un trabajo mejor, pero era demasiado orgullosa como para permitirme intervenir y sus vacaciones estaban a punto de expirar. Me hubiese gustador irme con ella, ya nada me unía a Browntown: Bam se había marchado, mi mejor amigo, mi reflejo, estaba a miles de kilómetros luchando por un sueño. Matt me evitaba a toda a costa y Bear me buscaba demasiado. Hacía ya algunos días que había vuelto a Internet: había enviado una parte del manuscrito a la editorial y había actualizado las redes sociales. Le envié un escueto mail a Frank con datos sobre el libro, no me atreví a llamar a Alfie, pero le comenté unos emoticonos con ojitos de corazón en una fotografía de Instagram, donde aparecía él, sonriente, posando en el Puente Colgante de Capilano. “¿Qué estará haciendo en Canadá? ¿Rodar alguna película, quizá? Sin duda, Vancouver está más cerca de Alaska que Los Ángeles”. Tampoco contacté con mi familia, pero ingresé en su cuenta a cantidad de dinero que me pedían. Había pensado en marcharme con Alba y terminar el libro en la comodidad de mi estudio neoyorquino, o quizá podría irme a Vancouver una temporada, hasta que Alfie terminase de trabajar… Pero la editorial insistía en que quería paisajes más detallados, más reales, e insistieron en que entrevistase a algún miembro de la escasa comunidad indígena que quedaba en la zona. Ami conocía a una pareja de ancianos, establecida en Príncipe de Gales, me dijo que no se opondrían a responderme algunas preguntas ni a enseñarme su modo de vida, pero era época de tormentas y había que esperar un par de semanas para poder cruzar el mar con el Integrity, por no mencionar que lo que menos me apetecía en ese momento era estar clausurada en un barco varias semanas con la familia Brown.
Para despedir a Alba, habíamos organizado una pequeña fiesta en la casa principal de Browntown, los chicos estaban emocionados: habían comprado globos y guirnaldas, Ami había hecho una tarta, Noah estaba preparando la música y Rain nos había impuesto códigos de etiqueta para entrar. A pesar de las múltiples oportunidades que había tenido Alba de acostarse con Gabe, no habían aprovechado ninguna y lo habían dejado para el último momento: el romántico acontecimiento tendría lugar en la choza de Bam, decorada con velas y pétalos que una servidora había ayudado a preparar y, bueno, yo… Las chicas habían accedido a dejarme un huequecito en su habitación para pasar la noche, aunque rezaba para que alguien tuviese que ir al pueblo aquella tarde y me devolviese a mi aislado refugio de madera en Hoonah.
-¿Y bien, qué te vas a poner?-preguntó Alba mientras se recolocaba el pelo después de recibir el almohadonazo.
-Un jersey bien gordo y un impermeable.
-¡Ayla!-protestó-Rain y yo hemos acordado que hay que ir de etiqueta. ¿Qué me dices de aquel vestido azul con el escote en forma de corazón? Te quedaba monísimo, y creo haberlo visto en el armario del fondo.
Giré los ojos.
-No pienso ponerme un vestido.
-Si no te lo pones no te dejaremos entrar.
-Uiii, mira como tiemblo….-me burlé, aunque por la cara de Alba supe que estaba a punto de explotar de los nervios.-Lo siento, sé que es una noche importante para ti, quieres que salga todo perfecto, aunque por experiencia te digo que los mejores planes salen sin planificar.
Ambas forzamos una sonrisa:
-¿Estarás bien?
-Me lo pasaré muy bien hablando con las chicas.-todos mis esfuerzos para ocultar mi estado de ánimo no servían de nada delante de Alba. Respiré hondo:-Noah me culpa de que haya separado a la familia, Bear no deja de acosarme y Matt ni se digna a mirarme a los ojos…
Alba se mordió el labio inferior y tomó asiento a mi lado:
-¿Hablarás con él?
-¿Con Matt?-asintió con la cabeza-¿Para decirle que?
-Todo lo que me has dicho a mí: que le echas de menos, que le quieres, que lo de Bear no significó nada… Qué por qué te ha mentido.
Me mordí el labio inferior hasta casi hacerme sangre, un rayo iluminó el mar y un trueno retumbó entre las montañas. No estaba segura de que me hubiese mentido, pero habían sido tantas cosas…. Tantos “te quiero” no podían significar “te necesito” todo el rato. Aparté la mano de Alba de mi muslo, lo último que quería hoy era ponerme a llorar, y mucho menos delante de ella:
-Es tu noche especial.-sentía la bilis en la garganta-No te preocupes por mí.
-¿Cómo no voy a preocuparme por ti? ¡Eres mi mejor amiga!
-Pues por ese motivo. Tú me ayudaste con Matt en su tiempo, ahora te toca a ti…-le coloqué un mechón rebelde detrás de la oreja-Sé que Gabe te gusta mucho, cuidaré de él hasta que me marche.
Alba forzó una sonrisa para evitar echarse a llorar, cuando habló, le temblaba la voz:
-Ayla, yo no quiero irme de aquí, pero sé que tú sí, necesitas volver a tu rutina para olvidarte de Matt, a tu trabajo, ¿por qué no te vienes conmigo?
Me levanté de la cama sin decir palabra y me acerqué al escritorio, aparté los trapos de Alba que habían cubierto todo mi espacio de trabajo y cogí un montón de papeles mecanografiados repletos de apuntes en rojo:
-Antes tengo que terminar esto: es parte del manuscrito de El Cazador, la editorial me lo envió hace dos días corregido.-Se le tendí a Alba.-Página 275.
Leyó en voz alta:
Loba Blanca se había arrancado los cabellos de la larga cabellera pelirroja, en el suelo yacían inmóviles y ensangrentados los cadáveres de sus tres niños: Bram, el mayor, con aquella sonrisa suya. Durc con su cabello rubio y sus ojos claros, tan parecido al hombre que lo engendró y Ona, la niña de sus ojos, su bebé, su pequeña… Loba Blanca apretó su cuerpecito rígido contra su pecho, a su lado, el Cazador la miraba pasivo, como si aquellos niños no fueran suyos, como si no fueran humanos. Solo eran unas presas a medio comer que había dejado allí algún depredador de los bosques. Para la muchacha, todo había acabado: su vida, su sueño, su mundo… Todo había terminado, buscó con la mirada a Corazón de Ciervo, para suplicarle algo de cariño, compasión, que la ayudase a mitigar ese dolor que la estaba matando por dentro, pero el hombre se limitó a arquear las cejas: “Eres una muchacha de las tierras de los señores, tu sangre es débil y tus hijos no han sobrevivido, no son del clan. Esto no hubiera pasado si mis hijos los hubiese dado a luz Lirio Blanco, estos niños, como nuestro hogar, estaban destinados a morir”.
-Caramba Ayla,-Alba tragó saliva-es muy… muy…
-¿Salvaje? ¿Violento? Los editores han dicho cosas peores, al parecer, el objetivo del libro es ver cómo vivían las tribus nómadas del neolítico alaskeño, no cómo unos osos asesinan a niños inocentes.
-Pero es así cómo te sientes con Matt,-dedujo locuaz- se ha terminado tu mundo, lo has perdido todo…
-Exacto.-su mirada se entristeció: por Gabe, por mí, por alejarse de Alaska, por dejarme sola, por dejar a Gabe… “No, es su noche, no puede estar triste, tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte por las dos”. ¿Cuántas veces me había dicho aquella misma frase cuando Matt estaba a punto de caer? Forcé una sonrisa-Anda, vamos a ver qué tal me queda ese vestido azul.  
*      *       *
No podía creer que Alba me hubiese convencido para ponerme aquel ridículo vestido azul: ¡Rain me había inspeccionado al entrar para asegurarse que cumplía las normas de etiqueta! ¡Pero si estábamos en medio del bosque! ¿Quién narices iba de etiqueta? Los chicos habían interpretado las normas de vestir a su manera: el único que cumplía mínimamente el código establecido por las señoritas era Noah: que con sombrero, abrigo largo, chaleco y bastón parecía todo un caballero de la Inglaterra victoriana, aunque esa fuese su vestimenta habitual. Bear y Gabe llevaban camisas: el primero de camuflaje arremangada sobre una camiseta roja, el segundo, unos cuadros de franela, según afirmaban: llevar mangas ya era vestir de etiqueta. Las que más se habías esmerado sus conjuntitos habían sido las dos hermanas Brown: Rain, que se había cortado el pelo y le había dado una forma voluminosa muy moderna, llevaba un jersey rosa con los hombros al descubierto y una falda negra. Snowbird, que se había recogido dos mechones de pelo y los había unido en la parte de atrás de su cabeza, llevaba un vestido blanco, largo hasta los tobillos y encima un chaleco vaquero con flores bordadas. Y Matt… Matt estaba radiante, ¡era tan guapo! Parecía que en las últimas semanas había perdido algo de peso, aunque seguía tan atractivo como siempre: llevaba vaqueros y una camisa azul cielo, abrochada y metida por dentro de los pantalones, parecía un ranger de Texas de los años ochenta, si no fuese por el pelo alborotado y los aros de plata que le brillaban en una oreja y le otorgaba aquel irresistible aire pirata. Me sorprendí mirándole con la boca abierta y prácticamente la baba colgando, como la chica fea del instituto observa al chico guapo y popular que no sabe ni que existe durante el baile de fin de curso. Matt charlaba con su padre en la mesa del comedor, que estaba repleta de comida: costillas de ciervo en salsa barbacoa, cangrejos a la brasa, galletas con pepitas de chocolate, tostaditas con mantequilla, tortillitas francesas y con queso y un pastel de gelatina de limón. Para beber y celebrar que era una ocasión especial, habíamos comprado soda de naranja y gaseosa, que era lo que bebía Matt mientras asentía con la cabeza a la última anécdota de su padre luchando contra el Dios del mar. Yo me había pasado toda la tarde con la espalda pegada a la pared, no muy lejos de la estufa, para evitar que las personas allí congregadas viesen el enorme trasero que me hacía aquel ridículo vestido azul: sentía los pechos como bandejas en mi torso y mantenía el abdomen contraído para evitar que se me marcase en la falda. El vestido era de tirantes finos, se ajustaba bajo el pecho y caía suelto hasta quedar por encima de la rodilla, aun así, sentía como la tela me rozaba las caderas y eso no hacía más que aumentar mis complejos de anchura. Miré a Matt de reojo un instante: reía con aquella risa tan suya… ¡Qué atractivo era! No sabía cómo era Allison, pero estaba segura de que era más alta y más guapa que yo, y seguro que estaba mucho más delgada, era totalmente comprensible que Matt me hubiese cambiado por ella, “yo tampoco me hubiese preferido a mí”. Se me hizo un nudo en la garganta y fijé la vista en el suelo por si se me escapaba una lágrima. No advertí que Alba se acercaba a mí y me tocaba el hombro para llamar mi atención:
-¿Te diviertes?-tragué saliva para que no notase que me temblaba la voz.
-Mucho.-respondí con una sonrisa amarga dibujada en los labios.
Alba se había tejido, junto con la ayuda de Ami, una delicada corona de ramas y florecitas de colores, que combinada con el vestido veraniego de estampado floral y de escote en uve que finalmente había optado (y que conjuntaba con el sujetador rosa). El pelo largo y negro le caía sobre los hombros hasta la altura del pecho, creando una armoniosa atmósfera de contrastes entre la oscuridad de su cabello y el fondo blanco de la pieza de ropa.
-Gabe está siendo sumamente caballeroso hoy: me ha ofrecido una silla, me ha ido a buscar una bebida… -suspiró enamoradiza. Gabe estaba sentado frente a la estufa, hablando con sus hermanos Bear y Noah, miró hacia nosotras y saludó con la mano mientras mostraba una gran sonrisa repleta de dientes torcidos y desgastados. Apoyó la mano en un tubo de metal del armatoste y lo retiró rápidamente, le dio un golpe a Noah en la cara, mientras se soplaba desesperado sin dejar de sonreír. Alba soltó una delicada risa, como si Gabe, en lugar de quemarse por su torpeza hubiese explicado una divertida anécdota que le sucedió el otro día en el club de campo. Solo le faltaba ponerse unos guantes blancos y una pamela y taparse la boca con un pañuelo de seda al sonreír. Giré los ojos abochornada y decidí que era un buen momento para cargarme el momento:
-¿Has traído condones?
-¡Ayla!-protestó abochornada. De repente llevaba un vestido blanco, el pelo negro y la cara roja como un tomate. Al darse cuenta que había gritado más de la cuenta, su gama de rojos aumentó todavía más y no pude evitar soltar una risa burlona-¿A qué viene esto, ahora?
-¿Podemos hablar de sujetadores pero no de condones?
-No, es que… yo….-No sabía que una persona podía adquirir esa tonalidad de rojo, ¿si continuaba hablando terminaría explotándole el cerebro como una olla exprés? No creo que me dejase averiguarlo.
-Lo siento, pero yo he tenido dos sustos, no quiero que tengas que pasar tú también por ese mal trago.
-¿Dos veces?-arqueó una ceja, incrédula.
-Dos veces con Matt…-esta vez la sonrojada era yo. Habíamos hablado varias veces sobre aquello.
-Hablando del rey de Roma, ¿No vas a hablar con él?
-No tenemos nada de qué hablar.-respondí molesta y cansada de que Alba no hiciese más que repetir aquello.
-Yo creo que sí.
Fue entonces cuando Noah, el ingeniero, consiguió arreglar aquel viejo cacharro de música y la melodía empezó a rebotar en las paredes de madera: era una canción conocida, no era actual, pero yo prefería esas animadas canciones ochenteras a las de ahora, así que la elección del chico no me disgustó, incluso me sacó una sonrisa:
Harry Truman, Doris Day, Red China, Johnnie Ray, South Pacific, Walter Winchell, Joe DiMaggio…
Gabe se acercó tímidamente, hacienda gala de su torpeza, y rascándose la nuca le pidió a Alba que bailase con él. Ella aceptó sin pensárselo dos veces, luego recordó que yo estaba a su lado:
-¿Estarás bien?
Escondí las manos en la espalda:
-Lo estaré.-y Alba se marchó de la mano de Gabe, la llamé antes de que se alejara demasiado para no escucharme. Se volvió hacia mí:-No te olvides de los condones.
Me dedicó una mueca de burla, pero estaba tan entusiasmada que ni se molestó en reprochármelo.
El ambiente era asfixiante: escuchaba como en el exterior el viento soplaba con fuerza, las ramas golpeaban contra la casa de madera y la lluvia caía violentamente contra el techo. Era como si estuviésemos en un mundo aparte, sentía la frente pegajosa de sudor y las axilas comenzaban a humedecerse, me sentía terriblemente incómoda. Deseaba con todas mis fuerzas salir fuera, descalza, dejar que la lluvia empapase el ridículo vestido, el barro se me colase por los dedos de los pies y el olor a tierra mojada me hinchase los pulmones. Intenté cerrar los ojos para escabullirme de la fiesta, pero el ambiente estaba tan cargado que me resultó imposible. Las costuras del vestido empezaron a rasgarme la espalda y uno de los bultos que ejercía de sujetador se había movido ligeramente. Eché un vistazo a mí alrededor para ver si podía recolocármelo discretamente: a la pista de baile se habían añadido Rain, que bailaba con su padre, mientras que Noah ejercía de caballero con su madre. Matt seguía cerca de la mesa, observando el panorama junto con Birdy, me sonrojé cuando me pareció que me miraba de reojo. En ese momento añoré muchísimo a Bam Bam: él estaría conmigo, apoyado en la pared con su pose soberbia y riéndose de la patosería de Gabe y sacándole pegas a los estudiados bailes de salón de Noah, pero Bam no estaba, estaba muy lejos, millas y millas al norte, cumpliendo un sueño, yo, en cambio, tenía al mío mucho más cerca, y era incapaz de alcanzarlo. Entonces me di cuenta de que Bear no había salido a bailar, continuaba cerca de la estufa, observándome indiscreto con su sonrisa traviesa, intenté mirar hacia otro lado, pero no tenía escapatoria: no podía añadirme a la conversación de Matt y tampoco quería pasar por la humillación de bailar sola: “Bam, ¿dónde estás?”. Bear se acercó dando saltitos, apartándose los mechones rebeldes que le cubrían la cara con el dorso de la mano:
-Llevas un vestido muy bonito.-se sonrojó al pronunciarlo en un tono de voz extrañamente suave. Parecía un niño asustado, casi sentía lástima por él.
-Eres muy amable.-respondí con una sonrisa de desdén.
-¿Qué tal estás, Ayla?-preguntó tan tranquilo e indiferente como era habitual en él.- ¿Te lo pasas bien?
-Sí, por supuesto-oculté el rostro tras el pelo para evitar caer en sus ojos.
-Para mi gusto, la música que ha elegido Noah no es lo suficientemente extrema.
“Seguro que le gustaría que sonase un The Final Countodown o un Eye of the tiger
-Yo creo que es perfecta.-empezó a sonar I will survive, de Gloria Gaynor y no pude evitar pensar cómo se adecuaba aquella canción a mi situación.
-¿Quieres que le pregunte a Noah si tiene en ese cacharro suyo Lovebug?
Me sonrojé avergonzada al recordar aquel incómodo momento:
-No, me gusta esta canción.
-Como quieras.-mi escaso diálogo no daba a entender a Bear que quería que se marchase, aunque él no es de los que se dan por vencidos tan fácilmente, así que siguió intentándolo:-¿Has probado el pastel de gelatina? Lo ha hecho mi madre esta tarde. Birdy tiene la manía de echarle picante a la gelatina, pero yo la prefiero así. Me encanta como tiembla cuando la coges y…
Perdí el hilo de la conversación cuando vi a Matt ponerse el abrigo y el sombrero y salir a la tormenta con un rifle en la mano. ¿Iría algo mal? ¿Y si le pasaba algo? A lo mejor solo era una tontería…
-Bear, ¿A dónde va Matt?-le corté bruscamente su monólogo sobre la gelatina, gesto que le desconcertó notablemente.
-No lo sé.-dijo una vez logró procesar la información-Quizá se haya cansado ya de la fiesta, o puede que vaya a comprobar que la lluvia no ha desmontado el sistema de aviso contra osos. Hemos tenido problemas con una osa estos últimos días, tiene gemelos y se pone muy agresiva cuando…
-Tengo que irme.-interrumpí de nuevo su discurso y movida por un instinto casi primitivo fui en busca de Matt.
Me cubrí con un chubasquero violeta, abrochado hasta el cuello y con la capucha subida, aunque abrigaba, seguía teniendo las piernas desnudas, únicamente cubiertas hasta la rodilla por la fina falda del vestido. Sustituí las ridículas sandalias plateadas por mis botas de agua marrones, sucias y enfangadas y salí al porche. Matt acababa de bajar las escaleras de acceso a la casa, iba con la cabeza gacha, vigilando para saber dónde pisaba y con el rifle apoyado en el hombro. Una capa blanca de agua le recorría la silueta, concediéndole un aspecto casi espectral. Hinché los pulmones y le llamé por su nombre con tanta fuerza que las gotas de lluvia de mí alrededor se dispersaron. La tormenta caía intensamente sobre nosotros, de manera que aunque Matt estuviese a pocos metros de mí, me escuchó como si estuviese montaña abajo. Se giró consternado, sorprendido de que le estuviese llamando, aunque de esa manera había logrado captar su atención:
-¿A dónde vas?-tuve que repetir la pregunta varias veces hasta que logró entenderme.
-A comprobar que el perímetro anti osos sigue en su lugar.-gritó con el mismo volumen con el que yo lo había hecho.
-¿Necesitas que te acompañe?-bajo el sombrero, aparecieron dos grandes ópalos azules.

-Estaré bien.-respondió sombrío.
-No deberías ir solo por el bosque habiendo osos cerca.
-Voy armado. Tú quédate aquí, Ayla.
Y a pesar de sus advertencias, corrí tras sus huellas. Bosque adentro la lluvia no incordiaba tanto como en el claro aunque seguirle el paso a Matt fue una tarea realmente difícil: La capucha limitaba mi campo de visión y la falda del vestido se me pegaba a las piernas provocando que tropezara en más de una ocasión. Resbalé por una pequeña pendiente y me llené de barro, me había rascado las rodillas pero no tenía tiempo para lamentarme, tenía que alcanzar a Matt.
Le seguí a una distancia prudencial hasta casi el límite del campamento. Mi torpeza me traicionó de nuevo y resbalé con un montón de hojas, afortunadamente conseguí mantener el equilibrio y esconderme tras un grueso cedro amarillo, pero ya era tarde: había delatado mi posición. Su desarrollado sentido del oído me sorprendió una vez más, cuando, estando todavía a varios metros de él llamó mi atención:
-Te he dicho que te quedes en la casa, si los osos han roto el perímetro es peligroso que andes por ahí sola y desarmada.-me reprochó sin volverse.
-Puedo quedarme contigo.
-Es peligroso.
-Me da igual.-de repente la capucha me asfixiaba y el chubasquero me oprimía el cuello: a pesar de la fría lluvia, sentía un intenso calor en el cuerpo. Deslicé la capucha y me bajé la cremallera hasta el pecho mientras sacudía la cabeza. Las gotas empezaron a escurrirse por mis mejillas, como si llorase mientras que el rocío que caía de las puntas de mi pelo se me colaba entre los pechos. Matt, por fin se dio la vuelta para dignarse a mirarme mientras yo me deslizaba por la pequeña pendiente que nos separaba:
-¿A qué estás jugando? ¿Qué es lo que quieres, Ayla?-me preguntó enfadado.
“¿Que qué quiero?” Ni yo misma podía responder aquella pregunta. Ni siquiera sabía qué hacía allí: empapándome bajo la lluvia, embarrada hasta las trancas y temblando de frío por culpa de aquel ridículo vestido. Tampoco podía responder a la pregunta de “¿Por qué le había seguido?” Tan solo lo había hecho, para estar con él, para sentir su voz decir mi nombre, para que me acariciase con sus dedos de herrero y me besase con aquellos labios rasgados y su lengua ávida recorriese mi boca. “¿Que qué quería?” Quería que me preparase café por las mañanas, que escuchase mis relatos por las noches, sus palabras de consuelo, las miradas de afecto con aquellos cóncavos ojos azules. Escuchar su risa mientras trabajaba y sus largos e interminables monólogos. Quería librar con él todas las batallas, enorgullecerme en cada victoria y afrontar juntos cada derrota. A él, le quería a él.
-Quiero que me des lo que es mío.-respondí con toda la autoridad que podía aunque la voz me tembló como un flan.-me detuve a varios metros de él, aterrorizada. La lluvia surcaba mi cara creando dos inmensas cataratas que resbalaban por mis pómulos.
Matt me miró extrañado:
-¿De qué estás hablando? ¿Te dejaste algo en casa antes de marcharte?
Negué con la cabeza y señalé su pecho, el dedo me temblaba tanto como la voz:
-Una vez me dijiste que querías que fuera tuya.-la nuez de su garganta se movió inquieta. Recordaba aquella noche con más detalle del que deseaba-Yo no soy tuya, Matt Brown, yo no soy de nadie, pero una parte de ti, una parte de tu corazón, me pertenece, es mía y la quiero.-Matt iba a interrumpirme pero alcé más la voz para impedírselo, el labio inferior le vibraba nervioso y sus ojos azules habían adquirido un brillo melancólico-Sí, sé que una parte es de Allison, y seguro que también hay un pedacito de Helen y otro de Gina o de cómo se llamen todas aquellas chicas que has amado alguna vez, pero hay una parte que es mía, y quiero que me la devuelvas.  
-Ayla…-“A él también le tiembla la voz. Está asustado”.-No te hagas pasar por esto otra vez, ya fue lo suficiente difícil explicártelo la primera…
-¿Explicarme que, Matt? ¿Qué “te quiero” no es lo mismo que “te necesito”? No voy a discutírtelo: Nos necesitamos mutuamente, tú necesitabas la seguridad y la estabilidad que te transmitía cada mañana, cuando te levantabas a mi lado y cada noche cuando te acostabas junto a mí. Y yo, necesitaba tu apoyo, la confianza que depositabas en mí, tu compañía.
-Estamos de acuerdo, ¿Por qué quieres seguir con esto?-tenía la sensación de que Matt iba a arrancarse los pelos de los nervios, no le gustaba nada hablar de ese tema.
-Porque no solo me necesitas,-tragué saliva y apreté los puños con fuerza-sino que también me quieres.-los ojos de Matt se humedecieron, no sé si a consecuencia de la lluvia o porque de verdad estaba llorando.
-Ayla…
-Hicimos planes juntos, Matt. Planes de futuro.-le grité alzando la voz-No haces planes de futuro con una persona a la que no quieres. ¿Lo recuerdas, Matt? Lo hablábamos por la noche, cuando no podíamos dormir: una cabaña de dos pisos, con un porche en la entrada y un balancín para leer. Una habitación para los niños y una pequeña biblioteca en el piso superior. ¿Te acuerdas, verdad? Hablamos de formar una familia-Matt entreabrió la boca y un hilillo de saliva le separó los labios-Yo quería tener tres niños,-no pude evitar sonreír. Se me hizo un nudo en la garganta y tragué una bola de bilis amarga-pero tú querías tener cinco. ¿Cómo era aquello que decías? “Pues te haré el amor tan bien y las veces…
-que haga falta hasta que me des los niños que me faltan.-Se acercó a mí dando grandes zancadas y a una velocidad vertiginosa, se quitó el sombrero y arrojó el rifle al suelo-Malditas sea, Ayla Hurst, no sabes cuánto te he echado de menos… -blasfemó mientras sus frías manos de herrero me rodeaban la nuca y sus labios se encontraban con los míos.
Sentía el corazón a punto de estallarme dentro del pecho, sin pensarlo dos veces le rodeé con mis brazos mientras me alzaba por la cintura: acaricié los rizos de la nuca, tan familiares. La lengua le sabía a lluvia y del pecho desprendía un fuerte aroma a tierra húmeda. Sus manos callosas pero delicadas como un tejedor de seda, encontraron rápidamente el final de la falda y se deslizaron por la cara interior del muslo. De repente, mi espalda impactó contra la corteza de un árbol y me dejó en el suelo mientras sus dedos buscaban la manera de quitarme el abrigo. Intentaba decirle algo, pero sus besos asfixiantes no me dejaban casi respirar, finalmente y clavándole las uñas en los hombros conseguí captar su atención: los rizos plateados le caían empapados por las sienes y entrecerraba los ojos para protegerlos de la lluvia. En mi cabeza, sonaba la voz de Noah:
-Creía que había sido demasiado fácil, pero tus intenciones me dicen otra cosa…-susurré con el temor de que Matt se largara y volver a mi amargada pesadilla.
-Lo siento,-se disculpó mientras me besaba la frente con ternura y su brazo me rodeaba protector-a veces soy un poco...
-Impulsivo.-lo sabía de sobras, peor al parecer la charla del otro día con Noah me había afectado más de lo que creía.
-¿Me creerías si te digo que llevo preparando dos tazas de café las últimas tres semanas?
Una sonrisa tonta iluminó mi rostro: ¿Por qué no? ¿Por qué no podíamos escabullirnos cómo lo habíamos hecho tantas otras veces? Hacer el amor en el bosque, en la cabaña, desnudarnos mutuamente entre risas y sonrisas de bochorno. Que Matt se dejase llevar… ¡Cómo deseaba que Matt se dejase llevar! Y cómo odiaba a Noah en aquel momento por sus estúpidos consejos de moral.
-Te creo, pero creo que me merezco una explicación. ¿Por qué Matt? ¿Por qué dijiste todo aquello delante de Bam? ¿Por qué ahora te arrepientes así tan de repente? No me culpes si desconfío de ti, pero todo esto me huele un poco raro.
-Tengo que confesarte algo.-admitió abatido.
-¿Aquí?-hacía frío y estábamos empapados.
-No hay otro sitio mejor.-tragué saliva y asentí con la cabeza mientras maldecía a Alba por haberme hecho poner aquel ridículo vestido azul. Me rodeé el cuerpo con los brazos y contraje la mandíbula para evitar que me castañeteasen los dientes. “Una situación muy similar al día que nos acostamos por primera vez”-pensé-“Ojalá esta tarde termine como aquel día”. Si la lluvia lo hubiese permitido mis mejillas se habrían encendido como bombillas. Matt, sin embargo, estaba tan acostumbrado a aquellas tormentas inesperadas que su actitud bien podría ser la de un hombre que toma desayuna tranquilamente en una cafetería. Un rayo le iluminó el rostro, seguido de un trueno que hizo eco entre las montañas, me sobresalté ligeramente y me mordí los labios para reprimir el susto. Matt me apartó el pelo de la cara y continuó hablando.-Hace unos días fui a Hoonah con Gabe, a comprar los adornos de la fiesta y me encontré con Kenny. Me habló de un nuevo local en el puerto: La Perla Negra, un garito donde las chicas van vestidas de piratas y está decorado como un viejo navío.
No me gustaba por donde estaba hiendo aquella conversación:
-Matt en esos lugares degradan a las chicas y tú y el alcohol ¿cómo pudiste ir a un sitio así?-mil puñales se me clavaron en el estómago al sentir tremenda decepción hacia él.
-Por favor Ayla, déjame acabar-sus pulgares se me clavaron en los antebrazos, cómo solía hacer cuando estaba nervioso-No sé cuáles son tus maneras de afrontar el duelo, pero sabes de sobra que yo no soy tan fuerte como tú.-no sabía si sus ojos estaban llenos de lágrimas o si estaban húmedos por la lluvia. Con delicadeza conseguí que me soltara los antebrazos y le acaricié la mejilla. “Fuerte por los dos”-Pensé que una copa y una chica me ayudarían a olvidarte, a superar el aguijonazo de dolor que me estaba devorando por dentro…
-¿Y bien?
-Me pasé casi toda la noche llorando delante de un chupito de ron.-ya no se atragantaba al hablar-No entendía que me pasaba. Cada vez que se me acercaba una mujer e intercambiaba dos frases con ella la despechaba de inmediato. Veía tu cara en todas ellas: tu carita de inocencia, tus palabras sacadas de los libros… ¡Quería golpearme la cabeza contra la barra del bar! No te quería querer, te echaba de menos pero no quería admitirlo. No entendía porque me dolía tanto…
-A veces los sentimientos son como puñales, Mattie.
-Ya lo estás haciendo otra vez.-y entre las lágrimas y las mejillas empapadas logró esbozar una media sonrisa, mostrando sus dientes torcidos y amarillentos, aquella sonrisa tan suya sobre los labios abultados y rasgados. Me puse de puntillas y logré besarle de nuevo.-Tengo miedo-confesó-miedo de darme cuenta de que en realidad te quería y de haberte perdido. Quería hablar contigo, pero parecías tan feliz, Ayla… Jugando con Noah al ajedrez y riendo con Alba y Bear siempre te rondaba y te hacía reír. He cometido un error, y tenía miedo de no poder arreglar este lío en el que te había metido…
-Matt,-le rodeé el cuello con los brazos y oculté la nariz en su cuello-¿Crees que yo no lo he pasado mal?-me despegué para mirarle-Tú dices que soy fuerte, pero me conoces lo suficiente como para saber cómo me he estado reprimiendo estas semanas. He estado muy perdido, deambulando por una noche oscura, buscando una estrella que me guiase, que me indicase el camino, pero que ya no brillaba para mí. Por favor, estaba tan perdida que incluso tuve la estúpida idea de intentar llegar a Hoonah a nado.
-¿Qué hiciste qué?-los ojos de Matt se abrieron como platos y me estrechó con fuerza contra su pecho.
-No quiero hablar de eso ahora…-susurré de mal humor y avergonzada por recordar aquella absurda decisión, pero Matt pareció no oírme: estaba entablado en uno de sus eternos monólogos:
-Oh Dios mío, si te llega a pasar algo… Yo…-me separé de él. Por un instante pensé que su respuesta continuaría con un: “me hubiese encargado yo de ahogarte”.
-¿Tú qué, Matt?-pregunté con los ojos brillantes de expectación. Se estaba dando cuenta, lo sabía… Se mordió el labio nervioso, juntó mis manos y las besó:
-Es tuyo, Ayla, tienes razón. Mi corazón es tuyo, ten cuidado con lo que haces con él.-tenía aquella voz aguda tan única, que en aquel momento sonaba como la de un cantautor llorando en la tumba de su prometida.
Le agarré por las solapas de la chaqueta apreté sus labios contra los míos hasta que logré introducir mi lengua dentro de él. Él río ante mi reacción, aquel gesto que era tan nuestro: dejarnos llevar por la pasión y el deseo, dejar de lado las palabras y comenzar a hablar con besos y caricias, suspiros y respiraciones aceleradas, mordiscos maliciosos y gruñidos placenteros. De repente rodábamos colina abajo, empapados y llenos de barro hasta las trancas. Me senté sobre su regazo e intenté desabrocharle la camisa, pero los dedos me resbalaban y terminé arrancándosela a tirones entre las risas de Matt:
-Aún tenemos mucho de qué hablar.-con cada beso extendía más las alas y cobraba fuerzas para volar.
-Ya hemos hablado bastante hoy.-volví a besar a Matt y me recosté sobre él.
-Tienes razón.-dijo separándome de él un momento-Solo quiero saber, solo quiero saber una cosa, aún no sé si te quiero o quiero matarte, pero sé que quiero despertarme mañana y verte leyendo desnuda en la cama mientras preparo dos tazas de cafés.-agarré sus manos tan fuerte hasta que sus dedos se tornaron blanquecinos y se confundieron con los míos. Después le acaricié la cara y los labios empapados:
-Aún quiero saber por qué me dijiste todo aquello sobre Allison.
-Y yo quiero que me expliques por qué Bear.
Tragué saliva y le besé de nuevo. No tenía una explicación para aquello: la vida, los errores humanos, los deseos primarios… Carne caliente para calentar un corazón helado.
-Tienes razón, tenemos mucho de qué hablar.-le quité la camisa a Matt y continué besándolo.
“Cuidaré sus sueños esta noche, y cuando esté despierto le ayudaré a reconstruir todos aquellos que rompió en aquel bar”.
Matt rodó sobre mí: sus dientes ya escarbaban en mi cuello y descendían ansiosos por el pecho mientras sus manos exploraban los secretos que ocultaba el ridículo vestido azul. Mis suspiros se aceleraron hasta el punto de querer gritar de placer, pero entonces, me tapó la boca con la mano: motas de barro se colaron en mi garganta, y cuando intenté escupirlas, Matt me volvió a poner la mano sobre los labios.
-Nos ha olido.-susurró mientras su peso me aplastaba las costillas.
-¿Dé qué estás hablando?-pregunté en el mismo tono. La pregunta se respondió por si sola cuando escuché aquel gruñido.
Ya no sentía frío, ni la lluvia me mojaba, ni siquiera sentía el cosquilleo que los besos de Matt me provocaban entre las piernas y que ascendía hasta la garganta. Estaba tumbada en el suelo, con Matt sobre mí: la hierba y su cuerpo, junto con la lluvia me limitaba el campo de visión, aunque entre las briznas altas lograba distinguir aquella enorme bola de pelo marrón  que se movía perezosamente y se acerba hacia nosotros.
-El viento ha tenido que romper la alarma antiosos y se han colado en Browntown-tras la gran masa parda, brincaban otras dos bolitas de pelo marrón. Estaba aterrorizada y tenía unas ganas enormes de orinarme encima. Intenté incorporarme pero Matt no me dejó, su peso, que utilizaba para ocultarme de la vista de la bestia me estaba cortando la respiración: la sensación de claustrofobia era casi inaguantable. Él buscaba algo con la mirada, pero ¿qué era? ¡El rifle! Lo había arrojado cuando había corrido hacia mí para besarme. “Si este bicho nos mata será por mi culpa, por ser tan inoportuna”. Pero Matt localizó el arma entre las hierbas, no muy lejos de donde jugueteaban los dos oseznos.
-Escúchame bien, Ayla.-asentí con la cabeza pero me costaba un esfuerzo sobrehumano seguir sus instrucciones-Esta osa es muy agresiva, ha intentado atacar a Cupcake y hemos visto machos jóvenes heridos, probablemente por ella. Voy a intentar espantarla con un tiro, para eso voy a tener que rodar hasta el rifle.
-No…-giré la cabeza nerviosa. Si la osa lo veía acercarse a sus crías lo mataría.
-Shhh, tranquila-me puso un dedo en los labios.-Llamaré su atención dando voces, en cuanto se fije en mí echa a correr a buscar ayuda. ¿Está bien?-asentí con la cabeza.
-Esa es mi chica, tienes que ser muy valiente, Ayla.-“fuerte, fuerte por los dos”-y recuerda, oigas lo que oigas, sigue corriendo hacia la casa y no mires atrás. ¿De acuerdo?
Matt no me dejó responder, la osa se había alejado lo suficiente de los gemelos, era el momento perfecto. Se levantó de un salto y empezó a gritar. Por un momento dejé de sentir como la sangre circulaba por mis piernas y tuve miedo de no poder correr para socorrer a Matt. Conseguí levantarme entre tembleques y resbalones.
-¡Corre Ayla, corre!
Casi como un autómata seguí las órdenes de Matt, lo último que ví antes de echarme a correr fue a él: corriendo semidesnudos, empapado, con la camisa hecha trizas en la mano. La osa rugía y corría hacia sus crías, ya no podía verlos, solo podía correr. Un fuerte rugido y un resbalón. “Se había caído, Matt se había caído”. A pesar de sus advertencias, me di la vuelta justo para ver como la bestia se lanzaba sobre él y levantaba la garra.
*      *       *
De repente, todo se había esfumado, había desaparecido, mi sueño, mi vida… Matt. Mi mundo se había teñido de rojo: el bosque ya no estaba, ni su olor a cedro, ni la espalda desnuda de Matt sobre la tierra húmeda. Sus rizos ya no chorreaban agua, las gotas de lluvia ya no se deslizaban por su rostro para empaparme los labios con el sabor dulce del rocío, ahora la boca me sabía a sangre. Sangre, sangre y sangre la había por todas partes. La voz de Matt resonaba en mi cabeza, al principio eran frases completas, con sentido, después eran gritos desgarradores, lamentos, rugidos y después: silencio, silencio y sangre. El pelo plateado chorreaba vino, mis manos se cubrieron de rojo mientras le sujetaba la cara. La lluvia nos empapaba, yo lloraba y temblaba, estrechando a Matt contra mi pecho, tenía el vestido destrozado: mojado, ensangrentado y embarrado, pero no olía bien, no olía a tierra húmeda como Matt, olía mal: a pelo mojado, a saliva agria y a carne podrida.

Un zarpazo le atravesaba la cara y le cubría los ojos de sangre, pero eso no era lo peor: lo que daba más miedo era la cantidad de sangre negra que le manaba por la cabeza: La lluvia caía con furia y se mezclaba con mis lágrimas saladas, el barro negro nos empapaba y se mezclaba con la sangre, los balbuceos de Matt se mezclaban con mis alaridos de desesperación…. Después, los recuerdos eran borrosos: había tanta sangre que cuando llegó el resto me preguntaron si yo también estaba herida. Una bala perdida resonaba entre los árboles y espantaba las aves. Las aspas del helicóptero agitaban los cedros, alguien corría hacia nosotros, Billy daba órdenes, Ami gritó y Rain se echó a llorar… Unos desconocidos se llevaron a Matt y lo apartaron de mi lado. Yo gritaba que era mío, que me lo devolviesen. Unos brazos firmes me impedían ir con él, luché para liberarme de ellos. Me tiré al suelo desesperada, el barro me salpicó hasta la cintura y la lluvia… la maldita lluvia, me golpeaba la cabeza como un bate de béisbol, aun así, no era suficiente para quitarme la sangre y el barro del cuerpo. Bear luchó para levantarme y estuvo a punto de caer conmigo, me abracé a él. No sé en qué momento apareció Alba y también me abrazó. Después, todo se volvió aún más negro, lo último que recuerdo es mirarme las manos y verlas cubiertas de lluvia, barro y sangre y el rugido… el lejano y espantoso rugido.
Desperté de repente cuando alguien me sacudió el hombro: ya no llovía, ni olía a cedro ni a tierra mojada y el ambiente estaba saturado de un olor a enfermedad nauseabundo. Lo peor era el pitido, el insoportable y constante pitido que no me dejaba escuchar como latía débilmente el corazón de Matt bajo mi pecho. La habitación era pequeña y estrecha, blanca y azul con un minúsculo ventanuco abierto: las cortinas se agitaban, pero la brisa no llegaba jamás a acariciarme el rostro. Me froté los ojos, somnolienta y me aparté el pelo de la cara, alguien me había cubierto con una sudadera roja, me la llevé a la cara y aspiré el inconfundible olor a Bear, logré esbozar una media sonrisa. Me sentía más cansada que cuando me había tendido, pero cada vez que intentaba cerrar los ojos escuchaba los gritos de Matt y todo se cubría de barro, lluvia y sangre. ¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir? ¿Cuánto tiempo había pasado desde el ataque? Bostecé y eché un rápido vistazo a mí alrededor: me había arrebujado en la cama de Matt, junto a él, en un vano intento de calentar su cuerpo helado. Tenía los ojos cerrados y la cara cubierta de puntos negros. La osa le había arañado la cara y de milagro que no le hubiese arrancado un ojo, aunque había perdido su característico color azul para dejar paso a un globo ocular rojo inyectado en sangre y supurante pus amarillo, con una pupila apagada y sin vida, aunque lo peor era la herida de cabeza: se había golpeado con una piedra al caer con la embestida de la bestia: perdía la consciencia a menudo, tenía lagunas en la memoria y en las pocas ocasiones que estaba despierto, solía quedarse mirando a la nada, sin apenas pronunciar palabra. Los médicos le tenían en observación para descartar una posible secuela neuronal que cada día se hacía más probable. Le acaricié el pelo suavemente, ni siquiera podía besarlo, tenía un respirador conectado en la boca que me impedía acercarme a él. Entonces caí en la cuenta de algo: alguien me había despertado. En medio del olor a hospital florecía un fuerte aroma a café de máquina servido en un vaso de papel y removido con un palito de PVC. Unos ojos verdes me observaban desde arriba, me resultaban extrañamente familiares, ¿Acaso me estaba viendo en un espejo? ¿Tenía tanto sueño que era incapaz de distinguir mi propio reflejo? Los largos dedos blancos me sacudieron de nuevo el hombro.
-Ayla.-por primera vez no distinguía soberbia en aquellos ojos color aceituna.
“No puede ser, esto no puede estar pasando. ¡Está aquí! Ha vuelto”. La acaricié la mano para cerciorarme de que era real. Él repitió mi nombre y yo me lancé a sus brazos sin pensarlo, donde fui acogida con añoranza.
-¡Estás aquí!
-Sí, Ayla. Estoy aquí, estoy aquí contigo, estoy aquí…-me susurró como a una niña pequeña.
-Estás aquí Bam, estás aquí.

TODOS LOS CAPÍTULOS DISPONIBLES AQUÍ.

Comentarios

  1. Nooo porqeee!! Un oso...como tan descuidado..cuando vas a escribir mas voy a estar atenta..besoss desde CHILE..

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    1. Hola!! Muchas gracias por todos tus comentarios, me han alegrado el día. Suelo publicar capítulos sobre HOMBRES PRIMITIVOS cada dos o tres semanas. Si estás en Redes Sociales te animo a que me sigas: @aaylahurst (en Twitter e Instagram) y Ayla Hurst (en páginas de Facebook, Tumblr y Pinterest), ahí encontrarás información actualizada sobre los capítulos, así como avances u otros datos e historias que suelo colgar. Muchas gracias por tu atención y besos desde ¡ESPAÑA!

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  2. Increíble! Te superas en cada uno!sigue por favor..no nos dejes así:(

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    1. En dos o tres semanas intentaré tenerlo, y colgar un pequeño avance en cuanto el capítulo empiece a tomar forma. :)

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  3. Guau!! Espectacular, de verdad!! Felicidades porque en cada capitulo no sólo consigues que me "meta" de lleno en la historia,cómo si estuviese viviendola en primera persona, sinó que consigues superarte en cada uno de ellos!!

    Esperando el siguiente, mordiéndome las uñas jajajaja!! Un saludo

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    1. ¡Me alegra que te haya gustado!Intento subir un capítulo cada dos-tres semanas, porque soy un desastre organizándome y quiero abarcar demasiado para el tiempo en el que dispongo... jajajaj
      De todos modos, en mis redes intento subir algún tipo de contenido relacionado semanalmente: vídeos, avance, mini posts...

      ¡Muchas gracias por el comentario! Me dais la vida, y si tienes alguna pregunta no dudes en hacérmelo saber.

      Un beso enorme.

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  4. Espectacular, me ha encantado. Esperando el siguiente.

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    1. ¡Gracias! Que te haya gustado es mi mayor recompensa.

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  5. Enhorabuena he descubierto recientemente este blog y soy una fan,excelentes relatos,escritos de una manera que se viven. Deseando leer el nuevo. Un saludo.

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    1. ¡Muchas gracias! Por vuestros comentarios. No sabéis lo contenta que me ponéis. Os quiero un montón.

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  6. Estoy totalmente enganchada!

    Me gusta mucho tu forma de escribir, seguiré leyendo los capítulos, enhorabuena por tu trabajo!

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    1. jooo, me alegra que te guste. ¡Gracias por tu comentario!

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