La luz era tan intensa que me dañaba la vista: manchas
blancas me nublaban la visión mientras un tintineo suave como una canción de
amor resonaba de fondo. El mundo giraba tan deprisa a íi alrededor que me
provocó una arcada y la boca se me inundó del amargo sabor a bilis. El aire
estaba extremadamente cargado aquella noche: olía a humanidad, a sudor, a
sábanas sucias y a desodorante barato. La sensación de asfixia crecía por
segundos y no sabía cuánto tiempo más podría aguantar. Me agarré desesperada a
un material blanco y suave que estaba bajo mi espalda, clavándole las uñas. La
luz seguía fija encima de mi cabeza, con aquel ojo acusador y desprendiendo
calor incriminatorio: a su alrededor giraban tablones de madera oscura aumentando
mi sensación de vértigo, sentí ganas de vomitar, de gritar, de huir, pero
cuando hinché los pulmones mi mundo se cubrió de negro.
Me incorporé de un salto y me aparté la mancha negra
de la cara: era un vestidito de seda fina, negro con flores rosas. De tirantes
y un pronunciado escote en forma de uve.
-Ayla, no me estabas escuchando…
Tardé varios segundos en procesar la información:
estábamos en mi habitación, en la cabaña de Hoonah. La ventana estaba abierta y
una suave brisa hacía tintinear las campanillas de mi atrapasueños. Ya era de
noche, el cielo se había teñido de añil, mientras que el océano se pintaba con
marcadas pinceladas negras. Estaba nublado y pocas estrellas iluminaban aquella
víspera que con toda probabilidad terminaría en tormenta. La luz blanquecina de
la lámpara del techo era verdaderamente incómoda, aunque no me había percatado
hasta el momento: “Tendré que cambiarla si quiero seguir trabajando a gusto.
También tengo que cambiar estas sábanas, apestan a humedad”. En realidad,
apestaban a Matt, pero no quería pronunciar aquel nombre ni en mi
subconsciente.
La cama, el suelo y mi escritorio estaban llenos de
trapitos que yo no recordaba haberme traído, volví a mirar el vestido
semitransparente que tenía en la mano: “¿Quién en su sano juicio se trae esto a
Alaska?”.
-Ayla, aun no has respondido a mi pregunta…-“¿Quién si
no se habría traído tanta ropa al lugar más inhóspito de la tierra?
Sonreí satisfecha:
-Perdona Alba, no te estaba escuchando, ¿qué
decías?-Alba estaba de pie enfrente de mí: con el ceño fruncido y los brazos
cruzados. Al menos llevaba zapatillas de lana y no escuchaba como su pie
golpeaba insistentemente la madera del suelo. Llevaba el pelo suelto: largo,
liso y oscuro, una sudadera roja y un pantalón de pijama a rayas. Yo, en
cambio, tenía las ondas del pelo revueltas, acariciándome las mejillas y la
espalda, vestía con una camiseta de tirantes blanca y un pantalón deportivo
corto: hacía frío, pero me gustaba sentir la piel de los brazos erizada y como
les escalofríos me recorrían la espalda.
-No, ya sé que no me estabas escuchando. Te preguntaba
que cuál te parece más bonito: ¿el rosa o el negro?
Me mostró dos sujetadores, uno en cada mano: el rosa
tenía un lacito en el centro y estaba cubierto por una tela semitransparente
con lunares. El negro tenía encaje en la parte superior y su forma dejaba menos
contenido para la imaginación.
-¿Me estás preguntando sobre qué sujetador es más
“bonito” para acostarte con Gabe?
Me eché a reír y Alba enrojeció de rabia. Me tiró un
almohadón a la cara.
-No te burles, es importante para mí… Es su primera
vez, después me marcharé de Alaska y a saber cuándo volveré, quiero que sea
especial.
-Es una chorrada, te aseguro que a Gabe no le importa
de qué color es tu ropa interior, estará más pendiente de otra cosa.
-Quizá a él no le importe, pero a mí sí. Dime, ¿el
rosa o el negro?
-¿Qué más da?-me exasperé alzando los brazos.
-Seguro que tú recuerdas que sujetador llevabas la
primera vez que te acostaste con Matt.
-Yo no me acuerdo de esas cosas…-“Fue en esta misma
cama y no llevaba sujetador”.
-Ayla, por favor….-me suplicó con ojitos de cachorro.
Suspiré desesperada:
-El rosa. Gabe es muy tímido, quizá el negro con ese
encaje tan provocativo le intimide un poco. El otro es un color divertido, se
sentirá más cómodo…
-El rosa no me pega con el top que había escogido.
Usaré el negro.
-¿Por qué me preguntas si vas a hacer lo que te da la
gana?
-Te he dicho que tu opinión era importante para mí, no
que vaya a hacerte caso.
Esta vez el almohadonazo se lo llevó ella, con tan
mala suerte que se tropezó con la maleta que estaba tirada en el suelo y se
cayó de culo. Ambas nos echamos a reír: iba a echar de menos esos momentos:
Alba se marcharía en dos días y la realidad se me había echado encima con un
jarro de agua fría. Ella tenía que volver al trabajo: su sueldo de camarera no
le daba para mucho, yo había insistido en que lo dejase y viniese a Nueva York
conmigo. Alba escribía canciones y tocaba la guitarra, tenía contactos en
Brodway para encontrarle un trabajo mejor, pero era demasiado orgullosa como
para permitirme intervenir y sus vacaciones estaban a punto de expirar. Me
hubiese gustador irme con ella, ya nada me unía a Browntown: Bam se había
marchado, mi mejor amigo, mi reflejo, estaba a miles de kilómetros luchando por
un sueño. Matt me evitaba a toda a costa y Bear me buscaba demasiado. Hacía ya
algunos días que había vuelto a Internet: había enviado una parte del
manuscrito a la editorial y había actualizado las redes sociales. Le envié un
escueto mail a Frank con datos sobre el libro, no me atreví a llamar a Alfie,
pero le comenté unos emoticonos con ojitos de corazón en una fotografía de
Instagram, donde aparecía él, sonriente, posando en el Puente Colgante de
Capilano. “¿Qué estará haciendo en Canadá? ¿Rodar alguna película, quizá? Sin
duda, Vancouver está más cerca de Alaska que Los Ángeles”. Tampoco contacté con
mi familia, pero ingresé en su cuenta a cantidad de dinero que me pedían. Había
pensado en marcharme con Alba y terminar el libro en la comodidad de mi estudio
neoyorquino, o quizá podría irme a Vancouver una temporada, hasta que Alfie
terminase de trabajar… Pero la editorial insistía en que quería paisajes más
detallados, más reales, e insistieron en que entrevistase a algún miembro de la
escasa comunidad indígena que quedaba en la zona. Ami conocía a una pareja de
ancianos, establecida en Príncipe de Gales, me dijo que no se opondrían a
responderme algunas preguntas ni a enseñarme su modo de vida, pero era época de
tormentas y había que esperar un par de semanas para poder cruzar el mar con el
Integrity, por no mencionar que lo que menos me apetecía en ese momento era
estar clausurada en un barco varias semanas con la familia Brown.
Para despedir a Alba, habíamos organizado una pequeña
fiesta en la casa principal de Browntown, los chicos estaban emocionados:
habían comprado globos y guirnaldas, Ami había hecho una tarta, Noah estaba
preparando la música y Rain nos había impuesto códigos de etiqueta para entrar.
A pesar de las múltiples oportunidades que había tenido Alba de acostarse con
Gabe, no habían aprovechado ninguna y lo habían dejado para el último momento:
el romántico acontecimiento tendría lugar en la choza de Bam, decorada con
velas y pétalos que una servidora había ayudado a preparar y, bueno, yo… Las
chicas habían accedido a dejarme un huequecito en su habitación para pasar la
noche, aunque rezaba para que alguien tuviese que ir al pueblo aquella tarde y
me devolviese a mi aislado refugio de madera en Hoonah.
-¿Y bien, qué te vas a poner?-preguntó Alba mientras
se recolocaba el pelo después de recibir el almohadonazo.
-Un jersey bien gordo y un impermeable.
-¡Ayla!-protestó-Rain y yo hemos acordado que hay que
ir de etiqueta. ¿Qué me dices de aquel vestido azul con el escote en forma de
corazón? Te quedaba monísimo, y creo haberlo visto en el armario del fondo.
Giré los ojos.
-No pienso ponerme un vestido.
-Si no te lo pones no te dejaremos entrar.
-Uiii, mira como tiemblo….-me burlé, aunque por la
cara de Alba supe que estaba a punto de explotar de los nervios.-Lo siento, sé
que es una noche importante para ti, quieres que salga todo perfecto, aunque
por experiencia te digo que los mejores planes salen sin planificar.
Ambas forzamos una sonrisa:
-¿Estarás bien?
-Me lo pasaré muy bien hablando con las chicas.-todos
mis esfuerzos para ocultar mi estado de ánimo no servían de nada delante de
Alba. Respiré hondo:-Noah me culpa de que haya separado a la familia, Bear no
deja de acosarme y Matt ni se digna a mirarme a los ojos…
Alba se mordió el labio inferior y tomó asiento a mi
lado:
-¿Hablarás con él?
-¿Con Matt?-asintió con la cabeza-¿Para decirle que?
-Todo lo que me has dicho a mí: que le echas de menos,
que le quieres, que lo de Bear no significó nada… Qué por qué te ha mentido.
Me mordí el labio inferior hasta casi hacerme sangre,
un rayo iluminó el mar y un trueno retumbó entre las montañas. No estaba segura
de que me hubiese mentido, pero habían sido tantas cosas…. Tantos “te quiero”
no podían significar “te necesito” todo el rato. Aparté la mano de Alba de mi
muslo, lo último que quería hoy era ponerme a llorar, y mucho menos delante de
ella:
-Es tu noche especial.-sentía la bilis en la
garganta-No te preocupes por mí.
-¿Cómo no voy a preocuparme por ti? ¡Eres mi mejor
amiga!
-Pues por ese motivo. Tú me ayudaste con Matt en su
tiempo, ahora te toca a ti…-le coloqué un mechón rebelde detrás de la oreja-Sé
que Gabe te gusta mucho, cuidaré de él hasta que me marche.
Alba forzó una sonrisa para evitar echarse a llorar,
cuando habló, le temblaba la voz:
-Ayla, yo no quiero irme de aquí, pero sé que tú sí,
necesitas volver a tu rutina para olvidarte de Matt, a tu trabajo, ¿por qué no
te vienes conmigo?
Me levanté de la cama sin decir palabra y me acerqué
al escritorio, aparté los trapos de Alba que habían cubierto todo mi espacio de
trabajo y cogí un montón de papeles mecanografiados repletos de apuntes en
rojo:
-Antes tengo que terminar esto: es parte del
manuscrito de El Cazador, la
editorial me lo envió hace dos días corregido.-Se le tendí a Alba.-Página 275.
Leyó en voz alta:
Loba
Blanca se había arrancado los cabellos de la larga cabellera pelirroja, en el
suelo yacían inmóviles y ensangrentados los cadáveres de sus tres niños: Bram,
el mayor, con aquella sonrisa suya. Durc con su cabello rubio y sus ojos
claros, tan parecido al hombre que lo engendró y Ona, la niña de sus ojos, su
bebé, su pequeña… Loba Blanca apretó su cuerpecito rígido contra su pecho, a su
lado, el Cazador la miraba pasivo, como si aquellos niños no fueran suyos, como
si no fueran humanos. Solo eran unas presas a medio comer que había dejado allí
algún depredador de los bosques. Para la muchacha, todo había acabado: su vida,
su sueño, su mundo… Todo había terminado, buscó con la mirada a Corazón de
Ciervo, para suplicarle algo de cariño, compasión, que la ayudase a mitigar ese
dolor que la estaba matando por dentro, pero el hombre se limitó a arquear las
cejas: “Eres una muchacha de las tierras de los señores, tu sangre es débil y
tus hijos no han sobrevivido, no son del clan. Esto no hubiera pasado si mis
hijos los hubiese dado a luz Lirio Blanco, estos niños, como nuestro hogar,
estaban destinados a morir”.
-Caramba Ayla,-Alba tragó saliva-es muy… muy…
-¿Salvaje? ¿Violento? Los editores han dicho cosas
peores, al parecer, el objetivo del libro es ver cómo vivían las tribus nómadas
del neolítico alaskeño, no cómo unos osos asesinan a niños inocentes.
-Pero es así cómo te sientes con Matt,-dedujo locuaz-
se ha terminado tu mundo, lo has perdido todo…
-Exacto.-su mirada se entristeció: por Gabe, por mí,
por alejarse de Alaska, por dejarme sola, por dejar a Gabe… “No, es su noche,
no puede estar triste, tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte por las dos”.
¿Cuántas veces me había dicho aquella misma frase cuando Matt estaba a punto de
caer? Forcé una sonrisa-Anda, vamos a ver qué tal me queda ese vestido azul.
* * *
No podía creer que Alba me hubiese convencido para
ponerme aquel ridículo vestido azul: ¡Rain me había inspeccionado al entrar
para asegurarse que cumplía las normas de etiqueta! ¡Pero si estábamos en medio
del bosque! ¿Quién narices iba de etiqueta? Los chicos habían interpretado las
normas de vestir a su manera: el único que cumplía mínimamente el código
establecido por las señoritas era Noah: que con sombrero, abrigo largo, chaleco
y bastón parecía todo un caballero de la Inglaterra victoriana, aunque esa
fuese su vestimenta habitual. Bear y Gabe llevaban camisas: el primero de
camuflaje arremangada sobre una camiseta roja, el segundo, unos cuadros de
franela, según afirmaban: llevar mangas ya era vestir de etiqueta. Las que más
se habías esmerado sus conjuntitos habían sido las dos hermanas Brown: Rain,
que se había cortado el pelo y le había dado una forma voluminosa muy moderna,
llevaba un jersey rosa con los hombros al descubierto y una falda negra.
Snowbird, que se había recogido dos mechones de pelo y los había unido en la
parte de atrás de su cabeza, llevaba un vestido blanco, largo hasta los
tobillos y encima un chaleco vaquero con flores bordadas. Y Matt… Matt estaba
radiante, ¡era tan guapo! Parecía que en las últimas semanas había perdido algo
de peso, aunque seguía tan atractivo como siempre: llevaba vaqueros y una
camisa azul cielo, abrochada y metida por dentro de los pantalones, parecía un
ranger de Texas de los años ochenta, si no fuese por el pelo alborotado y los
aros de plata que le brillaban en una oreja y le otorgaba aquel irresistible
aire pirata. Me sorprendí mirándole con la boca abierta y prácticamente la baba
colgando, como la chica fea del instituto observa al chico guapo y popular que
no sabe ni que existe durante el baile de fin de curso. Matt charlaba con su
padre en la mesa del comedor, que estaba repleta de comida: costillas de ciervo
en salsa barbacoa, cangrejos a la brasa, galletas con pepitas de chocolate,
tostaditas con mantequilla, tortillitas francesas y con queso y un pastel de
gelatina de limón. Para beber y celebrar que era una ocasión especial, habíamos
comprado soda de naranja y gaseosa, que era lo que bebía Matt mientras asentía
con la cabeza a la última anécdota de su padre luchando contra el Dios del mar.
Yo me había pasado toda la tarde con la espalda pegada a la pared, no muy lejos
de la estufa, para evitar que las personas allí congregadas viesen el enorme
trasero que me hacía aquel ridículo vestido azul: sentía los pechos como
bandejas en mi torso y mantenía el abdomen contraído para evitar que se me
marcase en la falda. El vestido era de tirantes finos, se ajustaba bajo el
pecho y caía suelto hasta quedar por encima de la rodilla, aun así, sentía como
la tela me rozaba las caderas y eso no hacía más que aumentar mis complejos de
anchura. Miré a Matt de reojo un instante: reía con aquella risa tan suya… ¡Qué
atractivo era! No sabía cómo era Allison, pero estaba segura de que era más
alta y más guapa que yo, y seguro que estaba mucho más delgada, era totalmente
comprensible que Matt me hubiese cambiado por ella, “yo tampoco me hubiese
preferido a mí”. Se me hizo un nudo en la garganta y fijé la vista en el suelo
por si se me escapaba una lágrima. No advertí que Alba se acercaba a mí y me
tocaba el hombro para llamar mi atención:
-¿Te diviertes?-tragué saliva para que no notase que
me temblaba la voz.
-Mucho.-respondí con una sonrisa amarga dibujada en
los labios.
Alba se había tejido, junto con la ayuda de Ami, una
delicada corona de ramas y florecitas de colores, que combinada con el vestido
veraniego de estampado floral y de escote en uve que finalmente había optado (y
que conjuntaba con el sujetador rosa). El pelo largo y negro le caía sobre los
hombros hasta la altura del pecho, creando una armoniosa atmósfera de
contrastes entre la oscuridad de su cabello y el fondo blanco de la pieza de
ropa.
-Gabe está siendo sumamente caballeroso hoy: me ha
ofrecido una silla, me ha ido a buscar una bebida… -suspiró enamoradiza. Gabe
estaba sentado frente a la estufa, hablando con sus hermanos Bear y Noah, miró
hacia nosotras y saludó con la mano mientras mostraba una gran sonrisa repleta
de dientes torcidos y desgastados. Apoyó la mano en un tubo de metal del
armatoste y lo retiró rápidamente, le dio un golpe a Noah en la cara, mientras
se soplaba desesperado sin dejar de sonreír. Alba soltó una delicada risa, como
si Gabe, en lugar de quemarse por su torpeza hubiese explicado una divertida
anécdota que le sucedió el otro día en el club de campo. Solo le faltaba
ponerse unos guantes blancos y una pamela y taparse la boca con un pañuelo de
seda al sonreír. Giré los ojos abochornada y decidí que era un buen momento
para cargarme el momento:
-¿Has traído condones?
-¡Ayla!-protestó abochornada. De repente llevaba un
vestido blanco, el pelo negro y la cara roja como un tomate. Al darse cuenta
que había gritado más de la cuenta, su gama de rojos aumentó todavía más y no
pude evitar soltar una risa burlona-¿A qué viene esto, ahora?
-¿Podemos hablar de sujetadores pero no de condones?
-No, es que… yo….-No sabía que una persona podía
adquirir esa tonalidad de rojo, ¿si continuaba hablando terminaría explotándole
el cerebro como una olla exprés? No creo que me dejase averiguarlo.
-Lo siento, pero yo he tenido dos sustos, no quiero
que tengas que pasar tú también por ese mal trago.
-¿Dos veces?-arqueó una ceja, incrédula.
-Dos veces con Matt…-esta vez la sonrojada era yo. Habíamos
hablado varias veces sobre aquello.
-Hablando del rey de Roma, ¿No vas a hablar con él?
-No tenemos nada de qué hablar.-respondí molesta y
cansada de que Alba no hiciese más que repetir aquello.
-Yo creo que sí.
Fue entonces cuando Noah, el ingeniero, consiguió
arreglar aquel viejo cacharro de música y la melodía empezó a rebotar en las
paredes de madera: era una canción conocida, no era actual, pero yo prefería
esas animadas canciones ochenteras a las de ahora, así que la elección del
chico no me disgustó, incluso me sacó una sonrisa:
Harry Truman, Doris Day, Red China, Johnnie Ray, South
Pacific, Walter Winchell, Joe DiMaggio…
Gabe se acercó tímidamente, hacienda gala de su
torpeza, y rascándose la nuca le pidió a Alba que bailase con él. Ella aceptó
sin pensárselo dos veces, luego recordó que yo estaba a su lado:
-¿Estarás bien?
Escondí las manos en la espalda:
-Lo estaré.-y Alba se marchó de la mano de Gabe, la
llamé antes de que se alejara demasiado para no escucharme. Se volvió hacia
mí:-No te olvides de los condones.
Me dedicó una mueca de burla, pero estaba tan
entusiasmada que ni se molestó en reprochármelo.
El ambiente era asfixiante: escuchaba como en el
exterior el viento soplaba con fuerza, las ramas golpeaban contra la casa de
madera y la lluvia caía violentamente contra el techo. Era como si estuviésemos
en un mundo aparte, sentía la frente pegajosa de sudor y las axilas comenzaban
a humedecerse, me sentía terriblemente incómoda. Deseaba con todas mis fuerzas
salir fuera, descalza, dejar que la lluvia empapase el ridículo vestido, el
barro se me colase por los dedos de los pies y el olor a tierra mojada me
hinchase los pulmones. Intenté cerrar los ojos para escabullirme de la fiesta,
pero el ambiente estaba tan cargado que me resultó imposible. Las costuras del
vestido empezaron a rasgarme la espalda y uno de los bultos que ejercía de sujetador
se había movido ligeramente. Eché un vistazo a mí alrededor para ver si podía
recolocármelo discretamente: a la pista de baile se habían añadido Rain, que
bailaba con su padre, mientras que Noah ejercía de caballero con su madre. Matt
seguía cerca de la mesa, observando el panorama junto con Birdy, me sonrojé
cuando me pareció que me miraba de reojo. En ese momento añoré muchísimo a Bam
Bam: él estaría conmigo, apoyado en la pared con su pose soberbia y riéndose de
la patosería de Gabe y sacándole pegas a los estudiados bailes de salón de
Noah, pero Bam no estaba, estaba muy lejos, millas y millas al norte,
cumpliendo un sueño, yo, en cambio, tenía al mío mucho más cerca, y era incapaz
de alcanzarlo. Entonces me di cuenta de que Bear no había salido a bailar,
continuaba cerca de la estufa, observándome indiscreto con su sonrisa traviesa,
intenté mirar hacia otro lado, pero no tenía escapatoria: no podía añadirme a
la conversación de Matt y tampoco quería pasar por la humillación de bailar
sola: “Bam, ¿dónde estás?”. Bear se acercó dando saltitos, apartándose los
mechones rebeldes que le cubrían la cara con el dorso de la mano:
-Llevas un vestido muy bonito.-se sonrojó al
pronunciarlo en un tono de voz extrañamente suave. Parecía un niño asustado,
casi sentía lástima por él.
-Eres muy amable.-respondí con una sonrisa de desdén.
-¿Qué tal estás, Ayla?-preguntó tan tranquilo e
indiferente como era habitual en él.- ¿Te lo pasas bien?
-Sí, por supuesto-oculté el rostro tras el pelo para
evitar caer en sus ojos.
-Para mi gusto, la música que ha elegido Noah no es lo
suficientemente extrema.
“Seguro que le gustaría que sonase un The Final Countodown o un Eye of the tiger”
-Yo creo que es perfecta.-empezó a sonar I will survive, de Gloria Gaynor y no
pude evitar pensar cómo se adecuaba aquella canción a mi situación.
-¿Quieres que le pregunte a Noah si tiene en ese
cacharro suyo Lovebug?
Me sonrojé avergonzada al recordar aquel incómodo
momento:
-No, me gusta esta canción.
-Como quieras.-mi escaso diálogo no daba a entender a
Bear que quería que se marchase, aunque él no es de los que se dan por vencidos
tan fácilmente, así que siguió intentándolo:-¿Has probado el pastel de
gelatina? Lo ha hecho mi madre esta tarde. Birdy tiene la manía de echarle
picante a la gelatina, pero yo la prefiero así. Me encanta como tiembla cuando
la coges y…
Perdí el hilo de la conversación cuando vi a Matt
ponerse el abrigo y el sombrero y salir a la tormenta con un rifle en la mano.
¿Iría algo mal? ¿Y si le pasaba algo? A lo mejor solo era una tontería…
-Bear, ¿A dónde va Matt?-le corté bruscamente su
monólogo sobre la gelatina, gesto que le desconcertó notablemente.
-No lo sé.-dijo una vez logró procesar la
información-Quizá se haya cansado ya de la fiesta, o puede que vaya a comprobar
que la lluvia no ha desmontado el sistema de aviso contra osos. Hemos tenido
problemas con una osa estos últimos días, tiene gemelos y se pone muy agresiva
cuando…
-Tengo que irme.-interrumpí de nuevo su discurso y
movida por un instinto casi primitivo fui en busca de Matt.
Me cubrí con un chubasquero violeta, abrochado hasta
el cuello y con la capucha subida, aunque abrigaba, seguía teniendo las piernas
desnudas, únicamente cubiertas hasta la rodilla por la fina falda del vestido.
Sustituí las ridículas sandalias plateadas por mis botas de agua marrones,
sucias y enfangadas y salí al porche. Matt acababa de bajar las escaleras de
acceso a la casa, iba con la cabeza gacha, vigilando para saber dónde pisaba y
con el rifle apoyado en el hombro. Una capa blanca de agua le recorría la
silueta, concediéndole un aspecto casi espectral. Hinché los pulmones y le
llamé por su nombre con tanta fuerza que las gotas de lluvia de mí alrededor se
dispersaron. La tormenta caía intensamente sobre nosotros, de manera que aunque
Matt estuviese a pocos metros de mí, me escuchó como si estuviese montaña
abajo. Se giró consternado, sorprendido de que le estuviese llamando, aunque de
esa manera había logrado captar su atención:
-¿A dónde vas?-tuve que repetir la pregunta varias
veces hasta que logró entenderme.
-A comprobar que el perímetro anti osos sigue en su
lugar.-gritó con el mismo volumen con el que yo lo había hecho.
-¿Necesitas que te acompañe?-bajo el sombrero,
aparecieron dos grandes ópalos azules.
-Estaré bien.-respondió sombrío.
-No deberías ir solo por el bosque habiendo osos
cerca.
-Voy armado. Tú quédate aquí, Ayla.
Y a pesar de sus advertencias, corrí tras sus huellas.
Bosque adentro la lluvia no incordiaba tanto como en el claro aunque seguirle
el paso a Matt fue una tarea realmente difícil: La capucha limitaba mi campo de
visión y la falda del vestido se me pegaba a las piernas provocando que
tropezara en más de una ocasión. Resbalé por una pequeña pendiente y me llené
de barro, me había rascado las rodillas pero no tenía tiempo para lamentarme,
tenía que alcanzar a Matt.
Le seguí a una distancia prudencial hasta casi el
límite del campamento. Mi torpeza me traicionó de nuevo y resbalé con un montón
de hojas, afortunadamente conseguí mantener el equilibrio y esconderme tras un
grueso cedro amarillo, pero ya era tarde: había delatado mi posición. Su
desarrollado sentido del oído me sorprendió una vez más, cuando, estando
todavía a varios metros de él llamó mi atención:
-Te he dicho que te quedes en la casa, si los osos han
roto el perímetro es peligroso que andes por ahí sola y desarmada.-me reprochó
sin volverse.
-Puedo quedarme contigo.
-Es peligroso.
-Me da igual.-de repente la capucha me asfixiaba y el
chubasquero me oprimía el cuello: a pesar de la fría lluvia, sentía un intenso
calor en el cuerpo. Deslicé la capucha y me bajé la cremallera hasta el pecho
mientras sacudía la cabeza. Las gotas empezaron a escurrirse por mis mejillas,
como si llorase mientras que el rocío que caía de las puntas de mi pelo se me colaba
entre los pechos. Matt, por fin se dio la vuelta para dignarse a mirarme
mientras yo me deslizaba por la pequeña pendiente que nos separaba:
-¿A qué estás jugando? ¿Qué es lo que quieres,
Ayla?-me preguntó enfadado.
“¿Que qué quiero?” Ni yo misma podía responder aquella
pregunta. Ni siquiera sabía qué hacía allí: empapándome bajo la lluvia,
embarrada hasta las trancas y temblando de frío por culpa de aquel ridículo
vestido. Tampoco podía responder a la pregunta de “¿Por qué le había seguido?”
Tan solo lo había hecho, para estar con él, para sentir su voz decir mi nombre,
para que me acariciase con sus dedos de herrero y me besase con aquellos labios
rasgados y su lengua ávida recorriese mi boca. “¿Que qué quería?” Quería que me
preparase café por las mañanas, que escuchase mis relatos por las noches, sus
palabras de consuelo, las miradas de afecto con aquellos cóncavos ojos azules.
Escuchar su risa mientras trabajaba y sus largos e interminables monólogos.
Quería librar con él todas las batallas, enorgullecerme en cada victoria y
afrontar juntos cada derrota. A él, le quería a él.
-Quiero que me des lo que es mío.-respondí con toda la
autoridad que podía aunque la voz me tembló como un flan.-me detuve a varios
metros de él, aterrorizada. La lluvia surcaba mi cara creando dos inmensas
cataratas que resbalaban por mis pómulos.
Matt me miró extrañado:
-¿De qué estás hablando? ¿Te dejaste algo en casa
antes de marcharte?
Negué con la cabeza y señalé su pecho, el dedo me
temblaba tanto como la voz:
-Una vez me dijiste que querías que fuera tuya.-la
nuez de su garganta se movió inquieta. Recordaba aquella noche con más detalle
del que deseaba-Yo no soy tuya, Matt Brown, yo no soy de nadie, pero una parte
de ti, una parte de tu corazón, me pertenece, es mía y la quiero.-Matt iba a
interrumpirme pero alcé más la voz para impedírselo, el labio inferior le
vibraba nervioso y sus ojos azules habían adquirido un brillo melancólico-Sí,
sé que una parte es de Allison, y seguro que también hay un pedacito de Helen y
otro de Gina o de cómo se llamen todas aquellas chicas que has amado alguna
vez, pero hay una parte que es mía, y quiero que me la devuelvas.
-Ayla…-“A él también le tiembla la voz. Está
asustado”.-No te hagas pasar por esto otra vez, ya fue lo suficiente difícil
explicártelo la primera…
-¿Explicarme que, Matt? ¿Qué “te quiero” no es lo
mismo que “te necesito”? No voy a discutírtelo: Nos necesitamos mutuamente, tú
necesitabas la seguridad y la estabilidad que te transmitía cada mañana, cuando
te levantabas a mi lado y cada noche cuando te acostabas junto a mí. Y yo,
necesitaba tu apoyo, la confianza que depositabas en mí, tu compañía.
-Estamos de acuerdo, ¿Por qué quieres seguir con
esto?-tenía la sensación de que Matt iba a arrancarse los pelos de los nervios,
no le gustaba nada hablar de ese tema.
-Porque no solo me necesitas,-tragué saliva y apreté
los puños con fuerza-sino que también me quieres.-los ojos de Matt se
humedecieron, no sé si a consecuencia de la lluvia o porque de verdad estaba
llorando.
-Ayla…
-Hicimos planes juntos, Matt. Planes de futuro.-le
grité alzando la voz-No haces planes de futuro con una persona a la que no
quieres. ¿Lo recuerdas, Matt? Lo hablábamos por la noche, cuando no podíamos
dormir: una cabaña de dos pisos, con un porche en la entrada y un balancín para
leer. Una habitación para los niños y una pequeña biblioteca en el piso
superior. ¿Te acuerdas, verdad? Hablamos de formar una familia-Matt entreabrió
la boca y un hilillo de saliva le separó los labios-Yo quería tener tres niños,-no
pude evitar sonreír. Se me hizo un nudo en la garganta y tragué una bola de
bilis amarga-pero tú querías tener cinco. ¿Cómo era aquello que decías? “Pues
te haré el amor tan bien y las veces…
-que haga falta hasta que me des los niños que me
faltan.-Se acercó a mí dando grandes zancadas y a una velocidad vertiginosa, se
quitó el sombrero y arrojó el rifle al suelo-Malditas sea, Ayla Hurst, no sabes
cuánto te he echado de menos… -blasfemó mientras sus frías manos de herrero me
rodeaban la nuca y sus labios se encontraban con los míos.
Sentía el corazón a punto de estallarme dentro del
pecho, sin pensarlo dos veces le rodeé con mis brazos mientras me alzaba por la
cintura: acaricié los rizos de la nuca, tan familiares. La lengua le sabía a
lluvia y del pecho desprendía un fuerte aroma a tierra húmeda. Sus manos
callosas pero delicadas como un tejedor de seda, encontraron rápidamente el
final de la falda y se deslizaron por la cara interior del muslo. De repente,
mi espalda impactó contra la corteza de un árbol y me dejó en el suelo mientras
sus dedos buscaban la manera de quitarme el abrigo. Intentaba decirle algo,
pero sus besos asfixiantes no me dejaban casi respirar, finalmente y clavándole
las uñas en los hombros conseguí captar su atención: los rizos plateados le
caían empapados por las sienes y entrecerraba los ojos para protegerlos de la
lluvia. En mi cabeza, sonaba la voz de Noah:
-Creía que había sido demasiado fácil, pero tus
intenciones me dicen otra cosa…-susurré con el temor de que Matt se largara y
volver a mi amargada pesadilla.
-Lo siento,-se disculpó mientras me besaba la frente
con ternura y su brazo me rodeaba protector-a veces soy un poco...
-Impulsivo.-lo sabía de sobras, peor al parecer la
charla del otro día con Noah me había afectado más de lo que creía.
-¿Me creerías si te digo que llevo preparando dos
tazas de café las últimas tres semanas?
Una sonrisa tonta iluminó mi rostro: ¿Por qué no? ¿Por
qué no podíamos escabullirnos cómo lo habíamos hecho tantas otras veces? Hacer
el amor en el bosque, en la cabaña, desnudarnos mutuamente entre risas y
sonrisas de bochorno. Que Matt se dejase llevar… ¡Cómo deseaba que Matt se
dejase llevar! Y cómo odiaba a Noah en aquel momento por sus estúpidos consejos
de moral.
-Te creo, pero creo que me merezco una explicación.
¿Por qué Matt? ¿Por qué dijiste todo aquello delante de Bam? ¿Por qué ahora te arrepientes
así tan de repente? No me culpes si desconfío de ti, pero todo esto me huele un
poco raro.
-Tengo que confesarte algo.-admitió abatido.
-¿Aquí?-hacía frío y estábamos empapados.
-No hay otro sitio mejor.-tragué saliva y asentí con
la cabeza mientras maldecía a Alba por haberme hecho poner aquel ridículo
vestido azul. Me rodeé el cuerpo con los brazos y contraje la mandíbula para
evitar que me castañeteasen los dientes. “Una situación muy similar al día que
nos acostamos por primera vez”-pensé-“Ojalá esta tarde termine como aquel día”.
Si la lluvia lo hubiese permitido mis mejillas se habrían encendido como
bombillas. Matt, sin embargo, estaba tan acostumbrado a aquellas tormentas
inesperadas que su actitud bien podría ser la de un hombre que toma desayuna
tranquilamente en una cafetería. Un rayo le iluminó el rostro, seguido de un
trueno que hizo eco entre las montañas, me sobresalté ligeramente y me mordí
los labios para reprimir el susto. Matt me apartó el pelo de la cara y continuó
hablando.-Hace unos días fui a Hoonah con Gabe, a comprar los adornos de la
fiesta y me encontré con Kenny. Me habló de un nuevo local en el puerto: La
Perla Negra, un garito donde las chicas van vestidas de piratas y está decorado
como un viejo navío.
No me gustaba por donde estaba hiendo aquella
conversación:
-Matt en esos lugares degradan a las chicas y tú y el
alcohol ¿cómo pudiste ir a un sitio así?-mil puñales se me clavaron en el
estómago al sentir tremenda decepción hacia él.
-Por favor Ayla, déjame acabar-sus pulgares se me
clavaron en los antebrazos, cómo solía hacer cuando estaba nervioso-No sé cuáles
son tus maneras de afrontar el duelo, pero sabes de sobra que yo no soy tan
fuerte como tú.-no sabía si sus ojos estaban llenos de lágrimas o si estaban
húmedos por la lluvia. Con delicadeza conseguí que me soltara los antebrazos y
le acaricié la mejilla. “Fuerte por los dos”-Pensé que una copa y una chica me
ayudarían a olvidarte, a superar el aguijonazo de dolor que me estaba devorando
por dentro…
-¿Y bien?
-Me pasé casi toda la noche llorando delante de un
chupito de ron.-ya no se atragantaba al hablar-No entendía que me pasaba. Cada
vez que se me acercaba una mujer e intercambiaba dos frases con ella la
despechaba de inmediato. Veía tu cara en todas ellas: tu carita de inocencia,
tus palabras sacadas de los libros… ¡Quería golpearme la cabeza contra la barra
del bar! No te quería querer, te echaba de menos pero no quería admitirlo. No
entendía porque me dolía tanto…
-A veces los sentimientos son como puñales, Mattie.
-Ya lo estás haciendo otra vez.-y entre las lágrimas y
las mejillas empapadas logró esbozar una media sonrisa, mostrando sus dientes
torcidos y amarillentos, aquella sonrisa tan suya sobre los labios abultados y
rasgados. Me puse de puntillas y logré besarle de nuevo.-Tengo
miedo-confesó-miedo de darme cuenta de que en realidad te quería y de haberte
perdido. Quería hablar contigo, pero parecías tan feliz, Ayla… Jugando con Noah
al ajedrez y riendo con Alba y Bear siempre te rondaba y te hacía reír. He
cometido un error, y tenía miedo de no poder arreglar este lío en el que te
había metido…
-Matt,-le rodeé el cuello con los brazos y oculté la
nariz en su cuello-¿Crees que yo no lo he pasado mal?-me despegué para mirarle-Tú
dices que soy fuerte, pero me conoces lo suficiente como para saber cómo me he
estado reprimiendo estas semanas. He estado muy perdido, deambulando por una
noche oscura, buscando una estrella que me guiase, que me indicase el camino,
pero que ya no brillaba para mí. Por favor, estaba tan perdida que incluso tuve
la estúpida idea de intentar llegar a Hoonah a nado.
-¿Qué hiciste qué?-los ojos de Matt se abrieron como
platos y me estrechó con fuerza contra su pecho.
-No quiero hablar de eso ahora…-susurré de mal humor y
avergonzada por recordar aquella absurda decisión, pero Matt pareció no oírme:
estaba entablado en uno de sus eternos monólogos:
-Oh Dios mío, si te llega a pasar algo… Yo…-me separé
de él. Por un instante pensé que su respuesta continuaría con un: “me hubiese
encargado yo de ahogarte”.
-¿Tú qué, Matt?-pregunté con los ojos brillantes de
expectación. Se estaba dando cuenta, lo sabía… Se mordió el labio nervioso,
juntó mis manos y las besó:
-Es tuyo, Ayla, tienes razón. Mi corazón es tuyo, ten
cuidado con lo que haces con él.-tenía aquella voz aguda tan única, que en
aquel momento sonaba como la de un cantautor llorando en la tumba de su
prometida.
Le agarré por las solapas de la chaqueta apreté sus
labios contra los míos hasta que logré introducir mi lengua dentro de él. Él
río ante mi reacción, aquel gesto que era tan nuestro: dejarnos llevar por la
pasión y el deseo, dejar de lado las palabras y comenzar a hablar con besos y
caricias, suspiros y respiraciones aceleradas, mordiscos maliciosos y gruñidos
placenteros. De repente rodábamos colina abajo, empapados y llenos de barro
hasta las trancas. Me senté sobre su regazo e intenté desabrocharle la camisa,
pero los dedos me resbalaban y terminé arrancándosela a tirones entre las risas
de Matt:
-Aún tenemos mucho de qué hablar.-con cada beso
extendía más las alas y cobraba fuerzas para volar.
-Ya hemos hablado bastante hoy.-volví a besar a Matt y
me recosté sobre él.
-Tienes razón.-dijo separándome de él un momento-Solo
quiero saber, solo quiero saber una cosa, aún no sé si te quiero o quiero
matarte, pero sé que quiero despertarme mañana y verte leyendo desnuda en la
cama mientras preparo dos tazas de cafés.-agarré sus manos tan fuerte hasta que
sus dedos se tornaron blanquecinos y se confundieron con los míos. Después le
acaricié la cara y los labios empapados:
-Aún quiero saber por qué me dijiste todo aquello
sobre Allison.
-Y yo quiero que me expliques por qué Bear.
Tragué saliva y le besé de nuevo. No tenía una
explicación para aquello: la vida, los errores humanos, los deseos primarios… Carne
caliente para calentar un corazón helado.
-Tienes razón, tenemos mucho de qué hablar.-le quité la
camisa a Matt y continué besándolo.
“Cuidaré sus sueños esta noche, y cuando esté
despierto le ayudaré a reconstruir todos aquellos que rompió en aquel bar”.
Matt rodó sobre mí: sus dientes ya escarbaban en mi
cuello y descendían ansiosos por el pecho mientras sus manos exploraban los
secretos que ocultaba el ridículo vestido azul. Mis suspiros se aceleraron
hasta el punto de querer gritar de placer, pero entonces, me tapó la boca con
la mano: motas de barro se colaron en mi garganta, y cuando intenté escupirlas,
Matt me volvió a poner la mano sobre los labios.
-Nos ha olido.-susurró mientras su peso me aplastaba
las costillas.
-¿Dé qué estás hablando?-pregunté en el mismo tono. La
pregunta se respondió por si sola cuando escuché aquel gruñido.
Ya no sentía frío, ni la lluvia me mojaba, ni siquiera
sentía el cosquilleo que los besos de Matt me provocaban entre las piernas y
que ascendía hasta la garganta. Estaba tumbada en el suelo, con Matt sobre mí:
la hierba y su cuerpo, junto con la lluvia me limitaba el campo de visión,
aunque entre las briznas altas lograba distinguir aquella enorme bola de pelo
marrón que se movía perezosamente y se
acerba hacia nosotros.
-El viento ha tenido que romper la alarma antiosos y
se han colado en Browntown-tras la gran masa parda, brincaban otras dos bolitas
de pelo marrón. Estaba aterrorizada y tenía unas ganas enormes de orinarme
encima. Intenté incorporarme pero Matt no me dejó, su peso, que utilizaba para
ocultarme de la vista de la bestia me estaba cortando la respiración: la sensación
de claustrofobia era casi inaguantable. Él buscaba algo con la mirada, pero
¿qué era? ¡El rifle! Lo había arrojado cuando había corrido hacia mí para
besarme. “Si este bicho nos mata será por mi culpa, por ser tan inoportuna”.
Pero Matt localizó el arma entre las hierbas, no muy lejos de donde jugueteaban
los dos oseznos.
-Escúchame bien, Ayla.-asentí con la cabeza pero me
costaba un esfuerzo sobrehumano seguir sus instrucciones-Esta osa es muy
agresiva, ha intentado atacar a Cupcake y hemos visto machos jóvenes heridos,
probablemente por ella. Voy a intentar espantarla con un tiro, para eso voy a
tener que rodar hasta el rifle.
-No…-giré la cabeza nerviosa. Si la osa lo veía
acercarse a sus crías lo mataría.
-Shhh, tranquila-me puso un dedo en los labios.-Llamaré
su atención dando voces, en cuanto se fije en mí echa a correr a buscar ayuda.
¿Está bien?-asentí con la cabeza.
-Esa es mi chica, tienes que ser muy valiente, Ayla.-“fuerte,
fuerte por los dos”-y recuerda, oigas lo que oigas, sigue corriendo hacia la
casa y no mires atrás. ¿De acuerdo?
Matt no me dejó responder, la osa se había alejado lo
suficiente de los gemelos, era el momento perfecto. Se levantó de un salto y
empezó a gritar. Por un momento dejé de sentir como la sangre circulaba por mis
piernas y tuve miedo de no poder correr para socorrer a Matt. Conseguí
levantarme entre tembleques y resbalones.
-¡Corre Ayla, corre!
Casi como un autómata seguí las órdenes de Matt, lo
último que ví antes de echarme a correr fue a él: corriendo semidesnudos,
empapado, con la camisa hecha trizas en la mano. La osa rugía y corría hacia
sus crías, ya no podía verlos, solo podía correr. Un fuerte rugido y un
resbalón. “Se había caído, Matt se había caído”. A pesar de sus advertencias,
me di la vuelta justo para ver como la bestia se lanzaba sobre él y levantaba
la garra.
* * *
De repente, todo se había esfumado, había
desaparecido, mi sueño, mi vida… Matt. Mi mundo se había teñido de rojo: el
bosque ya no estaba, ni su olor a cedro, ni la espalda desnuda de Matt sobre la
tierra húmeda. Sus rizos ya no chorreaban agua, las gotas de lluvia ya no se
deslizaban por su rostro para empaparme los labios con el sabor dulce del
rocío, ahora la boca me sabía a sangre. Sangre, sangre y sangre la había por
todas partes. La voz de Matt resonaba en mi cabeza, al principio eran frases
completas, con sentido, después eran gritos desgarradores, lamentos, rugidos y
después: silencio, silencio y sangre. El pelo plateado chorreaba vino, mis
manos se cubrieron de rojo mientras le sujetaba la cara. La lluvia nos
empapaba, yo lloraba y temblaba, estrechando a Matt contra mi pecho, tenía el
vestido destrozado: mojado, ensangrentado y embarrado, pero no olía bien, no
olía a tierra húmeda como Matt, olía mal: a pelo mojado, a saliva agria y a
carne podrida.
Un zarpazo le atravesaba la cara y le cubría los ojos
de sangre, pero eso no era lo peor: lo que daba más miedo era la cantidad de
sangre negra que le manaba por la cabeza: La lluvia caía con furia y se
mezclaba con mis lágrimas saladas, el barro negro nos empapaba y se mezclaba
con la sangre, los balbuceos de Matt se mezclaban con mis alaridos de
desesperación…. Después, los recuerdos eran borrosos: había tanta sangre que
cuando llegó el resto me preguntaron si yo también estaba herida. Una bala
perdida resonaba entre los árboles y espantaba las aves. Las aspas del
helicóptero agitaban los cedros, alguien corría hacia nosotros, Billy daba
órdenes, Ami gritó y Rain se echó a llorar… Unos desconocidos se llevaron a
Matt y lo apartaron de mi lado. Yo gritaba que era mío, que me lo devolviesen.
Unos brazos firmes me impedían ir con él, luché para liberarme de ellos. Me tiré
al suelo desesperada, el barro me salpicó hasta la cintura y la lluvia… la
maldita lluvia, me golpeaba la cabeza como un bate de béisbol, aun así, no era
suficiente para quitarme la sangre y el barro del cuerpo. Bear luchó para
levantarme y estuvo a punto de caer conmigo, me abracé a él. No sé en qué
momento apareció Alba y también me abrazó. Después, todo se volvió aún más
negro, lo último que recuerdo es mirarme las manos y verlas cubiertas de
lluvia, barro y sangre y el rugido… el lejano y espantoso rugido.
Desperté de repente cuando alguien me sacudió el
hombro: ya no llovía, ni olía a cedro ni a tierra mojada y el ambiente estaba
saturado de un olor a enfermedad nauseabundo. Lo peor era el pitido, el
insoportable y constante pitido que no me dejaba escuchar como latía débilmente
el corazón de Matt bajo mi pecho. La habitación era pequeña y estrecha, blanca
y azul con un minúsculo ventanuco abierto: las cortinas se agitaban, pero la
brisa no llegaba jamás a acariciarme el rostro. Me froté los ojos, somnolienta
y me aparté el pelo de la cara, alguien me había cubierto con una sudadera
roja, me la llevé a la cara y aspiré el inconfundible olor a Bear, logré
esbozar una media sonrisa. Me sentía más cansada que cuando me había tendido,
pero cada vez que intentaba cerrar los ojos escuchaba los gritos de Matt y todo
se cubría de barro, lluvia y sangre. ¿Cuánto tiempo llevaba sin dormir? ¿Cuánto
tiempo había pasado desde el ataque? Bostecé y eché un rápido vistazo a mí
alrededor: me había arrebujado en la cama de Matt, junto a él, en un vano
intento de calentar su cuerpo helado. Tenía los ojos cerrados y la cara
cubierta de puntos negros. La osa le había arañado la cara y de milagro que no
le hubiese arrancado un ojo, aunque había perdido su característico color azul
para dejar paso a un globo ocular rojo inyectado en sangre y supurante pus
amarillo, con una pupila apagada y sin vida, aunque lo peor era la herida de
cabeza: se había golpeado con una piedra al caer con la embestida de la bestia:
perdía la consciencia a menudo, tenía lagunas en la memoria y en las pocas
ocasiones que estaba despierto, solía quedarse mirando a la nada, sin apenas
pronunciar palabra. Los médicos le tenían en observación para descartar una
posible secuela neuronal que cada día se hacía más probable. Le acaricié el
pelo suavemente, ni siquiera podía besarlo, tenía un respirador conectado en la
boca que me impedía acercarme a él. Entonces caí en la cuenta de algo: alguien
me había despertado. En medio del olor a hospital florecía un fuerte aroma a
café de máquina servido en un vaso de papel y removido con un palito de PVC.
Unos ojos verdes me observaban desde arriba, me resultaban extrañamente
familiares, ¿Acaso me estaba viendo en un espejo? ¿Tenía tanto sueño que era
incapaz de distinguir mi propio reflejo? Los largos dedos blancos me sacudieron
de nuevo el hombro.
-Ayla.-por primera vez no distinguía soberbia en
aquellos ojos color aceituna.
“No puede ser, esto no puede estar pasando. ¡Está
aquí! Ha vuelto”. La acaricié la mano para cerciorarme de que era real. Él
repitió mi nombre y yo me lancé a sus brazos sin pensarlo, donde fui acogida
con añoranza.
-¡Estás aquí!
-Sí, Ayla. Estoy aquí, estoy aquí contigo, estoy
aquí…-me susurró como a una niña pequeña.
-Estás aquí Bam, estás aquí.TODOS LOS CAPÍTULOS DISPONIBLES AQUÍ.
Nooo porqeee!! Un oso...como tan descuidado..cuando vas a escribir mas voy a estar atenta..besoss desde CHILE..
ResponderEliminarHola!! Muchas gracias por todos tus comentarios, me han alegrado el día. Suelo publicar capítulos sobre HOMBRES PRIMITIVOS cada dos o tres semanas. Si estás en Redes Sociales te animo a que me sigas: @aaylahurst (en Twitter e Instagram) y Ayla Hurst (en páginas de Facebook, Tumblr y Pinterest), ahí encontrarás información actualizada sobre los capítulos, así como avances u otros datos e historias que suelo colgar. Muchas gracias por tu atención y besos desde ¡ESPAÑA!
EliminarIncreíble! Te superas en cada uno!sigue por favor..no nos dejes así:(
ResponderEliminarEn dos o tres semanas intentaré tenerlo, y colgar un pequeño avance en cuanto el capítulo empiece a tomar forma. :)
EliminarGuau!! Espectacular, de verdad!! Felicidades porque en cada capitulo no sólo consigues que me "meta" de lleno en la historia,cómo si estuviese viviendola en primera persona, sinó que consigues superarte en cada uno de ellos!!
ResponderEliminarEsperando el siguiente, mordiéndome las uñas jajajaja!! Un saludo
¡Me alegra que te haya gustado!Intento subir un capítulo cada dos-tres semanas, porque soy un desastre organizándome y quiero abarcar demasiado para el tiempo en el que dispongo... jajajaj
EliminarDe todos modos, en mis redes intento subir algún tipo de contenido relacionado semanalmente: vídeos, avance, mini posts...
¡Muchas gracias por el comentario! Me dais la vida, y si tienes alguna pregunta no dudes en hacérmelo saber.
Un beso enorme.
Espectacular, me ha encantado. Esperando el siguiente.
ResponderEliminar¡Gracias! Que te haya gustado es mi mayor recompensa.
EliminarEnhorabuena he descubierto recientemente este blog y soy una fan,excelentes relatos,escritos de una manera que se viven. Deseando leer el nuevo. Un saludo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Por vuestros comentarios. No sabéis lo contenta que me ponéis. Os quiero un montón.
EliminarEstoy totalmente enganchada!
ResponderEliminarMe gusta mucho tu forma de escribir, seguiré leyendo los capítulos, enhorabuena por tu trabajo!
jooo, me alegra que te guste. ¡Gracias por tu comentario!
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