ESCENA I: “I WRITE SINS NOT TRAGEDYS”
La espada llameante de Ayden resplandecía a la luz de media
mañana: lenguas rojas resplandecían de la afilada hoja plateada. La muchacha
jadeaba a un ritmo frenético. Miró a su alrededor, era una mañana de finales de
invierno, tranquila, las primeras golondrinas ya habían empezado a hacer sus
nidos y la hierba que crujía bajo sus pies empezaba a teñirse de verde. Una
brisa fresca le alborotó el cabello e hizo chirriar los oxidados columpios de
aquel parque infantil en perdido en un pequeño pueblo del centro de Estados
Unidos.
El adversario de Ayden estaba tirado en el suelo, agachado a
cuatro patas, luchando para incorporarse. Su pecho se agitaba nervioso, nunca
lo había visto así: la muchacha dio un par de pasos hacia él, girando la espada
sobre sí misma en un elegante gesto de muñeca. Estaba rodeada: ocho ángeles (en
sus recipientes de ejecutivos) la envolvían a ella y a su contrincante, con sus
espadas listas para atacar: su presencia ejercía de ring de combate mediante un
hechizo enoquiano. La única que permanecía fuera del círculo era Anael, alta y
esbelta, con la melena pelirroja semi recogida, descendiendo como una cascada
sobre su blusa del mismo color rojizo que su cabellera. Estaba cruzada de
brazos, observando con detalle hasta el más mínimo movimiento de los
luchadores, atenta, por si tenía que enviar a sus soldados a intervenir.
Jack Kline (Alexander Calvert) |
Ayden sabía que no iba a salir de esa: era imposible. No
podía matar a Jack. No podía hacerlo por dos motivos: el primero, no sabía si
Fenrir (su legendaria espada nórdica que perteneció a Sigurd el Matadragones)
Jack era inmune a las espadas de los ángeles, y aunque Fenrir ya le había
herido, Ayden no sabía si tendría el suficiente poder para acabar con él. Y el
segundo, y en un hipotético e improbable caso en el que ella lograse vencerlo,
no estaba segura de que llegado el momento, reuniría el suficiente valor como
para clavar su espada en su pecho. Y eso que no había mencionado a los ángeles
que los rodeaban, y que esperaban ansiosos a que, si lograba vencer a su
campeón, Anael diese la orden para que la matasen. Aunque, pensándolo mejor,
ella había venido ahí para eso: desafiando a Dean, a Sam e incluso a Cas,
entrenando y manipulando a Jack, para que el inocente muchacho estrechase su
Vínculo con ella hasta hacer zumo con sus entrañas, hasta ser uno, y es que si
Ayden moría, los poderes de Jack desaparecerían con él, y entonces tendrían vía
libre para acabar con Lucifer, quien era el auténtico problema.
Ayden se plantó frente a Jack, desafiante:
-Entonces, todo esto ha sido una mentira…-pronunció
el nephilim con un nudo en la garganta y sin atreverse a alzar la vista del
suelo-Nunca has sido mi amiga, nunca me has querido, solo me has utilizado para
llegar hasta mi padre.
-Así es.-respondió ella todo lo seria que aquella mentira le
permitía sin que el labio le temblase demasiado. Era la única forma de hacer
enfadar lo suficiente a Jack como para que la matase de un solo golpe, y le
ahorrase las largas horas de dolorosa tortura que Anael y sus ángeles tenían
pensado.
-¡Mentirosa!-gritó Jack proyectando la voz de aquella manera
suya que podía tumbar hasta un elefante.
Ayden cayó al suelo, se le había metido polvo en los ojos, y
cuando consiguió ver de nuevo, los ojos dorados y brillantes de Jack la
amenazaban desde lo alto. Él alargó la mano hacia ella, pero Ayden fue más
rápido y le lanzó un espadazo que le hirió el brazo. Jack se miró la mano
herida y se detuvo a analizar como su mitad humana procesaba aquello a lo que
llamaban dolor.
-¡La espada!-gritó Anael-¡Quítale la espada!
-¿Por qué no te callas un ratito y te vas a jugar con los
peces un rato?-le reprochó Ayden en una frase que bien podría haber salido de
los labios de su hermano mayor.
Aun así, Jack obedeció las órdenes de Anel, y utilizó sus
poderes psíquicos para arrebatar a Fenrir de la mano de Ayden, pero como la
espada estaba unida a la muchacha (de la misma manera en la que la Primera Arma
lo estaba a la Marca de Caín), el forcejeo por la espada llameante se produjo
en el aire, con los brazos de ambos señalando el cielo y las venas de sus
torturados cerebros a punto de reventarles en la frente. Ayden ganaba, la
conexión entre su marca y la espada era más potente que los poderes angelicales
de Jack, o eso creía ella, porque cuando el puño de Fenrir estaba a punto de
acariciar sus dedos, Jack dio un último tirón, la muchacha cayó al suelo y se
separó de la espada, la buscó rápido con la mirada, pero cuando intentó alzar
la mano para llamarla de nuevo, Jack se abalanzó sobre ella y la inmovilizó en
el suelo.
-¡Es mentira!- Le gritó Jack zarandeándola por las
muñecas- Me quieres, sé que me quieres, hemos forjado un Vínculo.
A Ayden le costaba
respirar por el peso de Jack sobre su pecho, y tuvo que realizar un gran
esfuerzo para continuar hablando, continuar mintiendo.
-Solo lo hice para que
tu padre abandonase su sucio escondite de chucho apestoso. ¿Por qué no vienes a
luchar tú contra mí, Lucifer?-dijo gritando al Cielo-¿Por qué no vienes a ver
lo orgulloso que estás de tu chico?
-¡Cállate!-Jack le
proporcionó un cabezazo a Ayden. Ella tosió por la falta de aire y escupió una
flema sanguinolenta. Hizo un esfuerzo para no ahogarse con su propio vómito.
Fue entonces cuando él aprovechó para arrancarle de cuajo la gargantilla de
dragón que rodeaba su cuello.
-Nunca he sentido nada
por ti, Jack.-Sonrió. Fenrir apareció en su mano de nuevo y golpeó con la nuca
al muchacho.
Ayden se sentía
cansada y conmocionada, la cabeza le daba vueltas por el fuerte golpe que le
había proporcionado Jack. Deslizó una pierna y se colocó en posición de ataque con
la espada en alto. Entones Anael dio una orden, y los ocho ángeles ahí reunidos
sintonizaron a la vez su emisora de emergencia, aquella que también estaba en
la mente de Ayden, pero no en la de Jack. Empezaron a gritar a la vez dentro
del cerebro de la joven. Cayó de rodillas conmocionada, agarrándose la cabeza
desesperada y con los ojos fuera de las órbitas. Un río de sangre le resbaló de
la nariz y de las orejas. Un grito desgarrador salió aullando de la boca de
Ayden. Al nephilim se le puso la carne de gallina. Se tiró al suelo, su cuerpo
tenía espasmos y una espuma blanca empezó a salirse de su boca.
-¡Basta!-gritó Jack-La
vais a matar. No quiero que muera.
A la señal de Anael,
que mostraba una sonrisa perturbadora en los labios de su recipiente, los
ángeles pararon de gritar dentro de la mente de Ayden, y el cuerpo de la chica
dejó de convulsionar. Jack se arrodilló a su lado, susurrando su nombre con
palabras de seda. Su sorpresa fue mayor, cuando la chica le proporcionó un
fuerte puñetazo en la mandíbula. Jack respondió casi por auto reflejo, y arañó
el rostro de Ayden con toda la furia que hervía en sus entrañas. Un dolor agudo
la penetró hasta la última célula de su cuerpo, sentía la sangre caliente
chorrear por su rostro, quemándole el ojo izquierdo, y deslizándose cuello
abajo. Aun así, no dejó de luchar: Jack y Ayden se pelearon con garras, puños y
dientes en el suelo del parque infantil: rodando sobre sus cuerpos, tirándose
del pelo, golpeándose con los nudillos y desgarrándose con los dientes. De una
patada y realizando un esfuerzo sobrenatural, Ayden le partió la mandíbula a
Jack, volvió a llamar a Fenrir a su mano y con el puño de la espada terminó de
descolocarle la parte inferior del rostro. Jack estaba como al principio, a
cuatro patas, jadeando y babeando sangre, con el cabello castaño claro
despeinado y el flequillo ocultando su mirada de oro. Intentó incorporarse ante
la soberbia mirada de Anael, su sorpresa fue que, después de dos intentos, Jack
cayó de nuevo. El ángel pelirrojo rompió el círculo protector y se agachó a su
lado. Los ojos de Jack se apagaron y recuperaron el azul celeste que había
heredado de Kelly Kline. En su mano derecha, apretaba con todas su fuerzas el
collar que le había arrancado a Ayden. Él estaba tan sorprendido por su
agotamiento como Anael. Ayden sonrió satisfecha mientras dedicaba un último
esfuerzo a separarse del círculo enoquiano: sentía los pulmones a punto de
salirse de su boca y estaba recubierta por una película de sangre, sudor y
polvo a partes iguales. “sin mis
poderes, carece de la suficiente energía como para seguir luchando”. Y entonces, se dejó caer al suelo,
hecha una bola, a la espera de recibir
su sentencia.
-¡Matadla!-ordenó
Anael al tiempo que Ayden cerraba los ojos y dedicaba un último pensamiento a
sus seres queridos.
-¡Alto!-conocía de
sobra aquel tono, tan familiar, tan conciliador. No tuvo la suficiente fuerza
como para mirar el rostro de su salvador, pero a través de los rayos de sol
deslumbrantes, consiguió distinguir la silueta de una gabardina que se
balanceaba con la brisa. A lo lejos, el reconfortante ronroneo del Impala y el
chasquido de un arma cargada.
-¡A quién se le ocurra
moverse lo frío con balas de aceite!-amenazó Dean con su voz gruñona apuntando
a sus enemigos con una escopeta trucada. Ayden sonrió.
Ayden tiró de los
bajos del pantalón de Castiel para intentar incorporarse a su lado, pero no
tenía suficiente fuerza para alzarse por sí misma.
-¿Por qué no paramos
esto, Anael?-preguntó Castiel-Si les dejamos seguir, acabaran matándose el uno
al otro. Tenéis al chico, es lo que queríais, nosotros la queremos a ella.
Una punzada de dolor
se apoderó del rostro de Jack al sentirse rechazado por los que consideraba su
familia, pero no consiguió decir nada. Un aguijonazo de dolor le recorrió el
estómago y provocó que volviese a caer de nuevo y tuvo que ser sujetado por Anael.
Fue entonces cuando el ángel se dio cuenta de que las palabras de Castiel eran
ciertas: las órdenes del jefe eran traer a los dos con vida, si seguían con
esto no le traería a ninguno. Volvería después a por la chica, primero Jack
debía recuperarse, aunque empezaba a preocuparle la idea de tener que
arrancarle las alas de ese serafín y deshacerse de sus patéticos perros
guardianes.
Anael asintió y seis
de los ocho ángeles guardianes se colocaron en fila delante de Jack mientras
los otros dos intentaban alzarlo. Dean y Sam hicieron lo mismo y se colocaron
de manera que cubrían a Ayden y a Cas. El menor de los hermanos, llevaba
consigo una espada angelical, atento por si tenía que atacar en cualquier
momento. Castiel se agachó hasta Ayden, mientras ella intentaba trepar por la
gabardina, manchándolo todo de sangre. Cas la recogió con cuidado y la apoyó
sobre su pecho mientras ella rodeaba su cuello con sus brazos exhaustos. Anael
y los suyos ya casi estaban en la Puerta: Los dos ángeles intercambiaron un saludo
y la tropa, junto con Jack, ascendió al Cielo.
Los hermanos
Winchester respiraron tranquilos y corrieron a ver como estaba Ayden, oculta
entre los brazos de Cas.
-Está muy mal herida.
Hay que llevarla al bunker cuanto antes.-explicó Cas sin despegarla de su
cuerpo mientras unas lágrimas saladas recorrían las mejillas ensangrentadas de
Ayden.
-Tiene mucha sangre en
la cara.-dijo Sam al tiempo que Dean se deshacía de su cazadora y de su camisa
para que Ayden pudiese taparse la herida del rostro con ella.
-Sam,-logró pronunciar
ella. Los dos hermanos se miraron estupefactos- Quiero estar con Sam.
Cas y Sam asintieron
con la cabeza mientras el frágil cuerpecito de Ayden pasaba de uno a los del
otro. Dean contempló la escena boqui abierto. A pesar de haber superado la
veintena, Ayden seguía conservando el cuerpo joven y pequeño de una
adolescente, así que no supuso ningún problema para Sam, que medía casi dos
metros, llevarla a cuestas.
La sentaron en el
asiento de atrás del Impala, junto con su hermano Sam, arropada con la
gabardina de Cas y con la camisa de Dean cubriéndole gran parte de su rostro.
Castiel, en el asiento del copiloto, se volvía para mirarla cada dos minutos.
Sam, la envolvía con su cuerpo protector, le agarraba con fuerza la mano y le
acariciaba el cabello ondulado y rubio:
-Estoy aquí Ayden,
estoy aquí. No te preocupes, estás en casa. Estoy aquí…-le susurraba.
ESCENA II: “THE BALLAD OF MONA LISA”
Cuando
amaneció, Jack todavía sentía aquel intenso cosquilleo en el estómago. Algo
había cambiado en él. Se sentía mayor, más adulto. Había disfrutado del placer
carnal únicamente reservado a los humanos y aunque por un lado se sentía
extremadamente satisfecho, su mitad sobrenatural no paraba de analizar las
conexiones neuronales y los síntomas que aquello había despertado en el joven
nephilim. Aun se encontraba digiriendo todo aquello, cuando se percató de que
su acompañante había dejado la cama hacía ya un buen rato.
Visualizó
la silueta de Ayden, sentada en la repisa de la ventana, observando el
aparcamiento del motel. Como iluminado por los ángeles, resplandecía el viejo
Lincoln Continental del 78, con su dorado retro y sus faros desplegables.
Apenas lograba ver a la chica dibujada frente a la ventana, únicamente una
sombra negra contra los rayos del sol matutino. Pasaron unos largos instantes
de incómodo silencio hasta que consiguió distinguir el pelo de la muchacha: la
media melena rubia y los ojos verdes que se reflejaban contra el cristal.
Vestía únicamente la camiseta de Jack, él, inocentemente, se preguntaba el por
qué.
-Ayden...-la
llamó sin saber que más decir. ¿Qué se hacía en esos casos? En las películas
que le gustaban siempre amanecían los dos amantes juntos, felices y abrazados.
Pero como bien estaba aprendiendo Jack, la vida nunca es tan idílica como en
las películas.
-Tengo
sentimientos encontrados hacia ti, Jack.-pronunció con su voz grave y pausada,
similar al tono serio que solía usar Sam Winchester.
-¿Qué
quieres decir? ¿Es por lo de anoche?
-Es
por todo, Jack.-le reprochó ella como si hubiese hecho algo muy malo-Hace seis
meses quería matarte, destruirte. Te odiaba. Por tu culpa perdí a Cas, mataron
a Crowley y mi madre desapareció. Quise matarte desde el primer momento de tu
concepción. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Entré en tu cuarto nada más ver
tus huellas húmedas deslizarse por el pasillo. Tienes suerte de que Sam me
detuviese, porque no me faltaron ganas de matarte. Apenas segundos antes había
estado sosteniendo el cadáver del único hombre al que he amado, muerto por tu
culpa. No sabes lo que te llegué a odiar, Jack, no lo sabes tú bien. También
odiaba a Kelly, la odiaba incluso más que a Meg, la hubiese matado si hubiese
tenido ocasión, pero de eso ya te encargaste tú...
Jack
no entendía nada de aquel monólogo que Ayden le había escupido, pero se sentía
mal por ello, como si hubiese hecho algo muy pero que muy malo. Y el pequeño
Jack odiaba hacer cosas malas. Ella estaba dolida por algún motivo
aparentemente por su culpa, y no sabía qué hacer para arreglarlo. Se quedó en
la cama, quieto, inmóvil, con aquel horrible sentimiento recomiéndole las
entrañas. En su mente, aún perduraban los sucesos del día anterior:
Jack
y Ayden llegaron a aquel motel perdido en la nada aquella misma noche, después
de una huida precipitada que comenzó en Lebanon, Kansas y que les había llevado
un largo día en la carretera. El motel se encontraba cerca de la frontera con
Colorado, y aunque fuese uno de los lugares más cutres y horteras que Ayden
había visitado, tuvo que admitir para sí misma que había conocido de peores.
Pidieron una habitación con dos camas, las colchas eran verdes y amarillo limón
con estampados psicodélicos, la bombilla que colgaba entre ambas no daba
demasiada luz, es más, alumbraban más las farolas del aparcamiento de asfalto
que esa chapuza de lámpara. Había una gran ventana en la pared que daba al
mencionado aparcamiento, Ayden se pidió esa cama y dejó sus cosas allí. Las
paredes estaban pintadas de gris claro, y había una cortina de lentejuelas
plateadas que separada las camas de la escacharrada cocina. Junto a la ventana
había una mesita redonda de madera, desgastada, pintada de verde claro y dos
sillas blancas. Frente a la cama de Jack, la puerta de madera “blanca” (si se
podía llamar blanco a ese color sucio y desgastado) que conducía al baño.
Nada
más entrar, Ayden cerró la puerta con cerrojo, extrajo un espray de pintura
roja de su mochila y se dispuso a pintar un símbolo enoquiano en la puerta.
Jack aprovechó el momento de confusión para cotillear los objetos que Ayden
llevaba en su inseparable mochila gris con plumas pintadas:
Su
obsesión por el azúcar era más que evidente, Jack observó varias barritas de
chocolate de distintos sabores; blanco, con lecho, con caramelo, con frutos
secos…
y varios envoltorios vacíos de dichas golosinas. Y es que cuando Ayden
utilizaba sus poderes consumía mucha energía, y el azúcar la ayudaba a
recuperarse más deprisa. También encontró un cuaderno de color verde con
corazones rosas, a Jack le sorprendió, puesto que no era el estilo de Ayden, en
realidad, comparada con las chicas que había conocido en las películas y con
las que había hablado en sus casos con Dean y Sam, eran mucho más femeninas,
elegantes y delicadas que Ayden Winchester. Jack se sentó en la cama y se puso
a ojear el cuaderno, pero la muchacha lo detuvo cerrándolo bruscamente. Estaba
tan cerca de ella que su cabello rubio le hizo cosquillas en la nariz. Jack la
arrugó como un conejito:
-Es
mi Cuaderno de Cazadores.-dijo ella sonrojada-Todos los cazadores tienen uno,
anotan sus casos, los monstruos que cazan… Yo escribo especialmente sobre ángeles y
demonios, porque hasta la fecha ningún cazador había tenido la oportunidad de
estudiarlos como nosotros.
-¿Puedo
verlo?
Ayden
no se podía resistir aquella sonrisa de cachorrito de Jack, y le permitió
hojear su preciado Cuaderno de Cazadores. Ambos se sentaron en el suelo,
acurrucados el uno al lado del otro en el hueco que quedaba entre ambas camas.
Ayden
tenía una caligrafía muy bonita, inclinada hacia la derecha, larga y estrecha y
con volutas. Entre sus notas en tinta azul, negra y roja había algún dibujo, una
larga lista sobre como torturar a un demonio, los distintos tipos de ángeles, el
complicado organigrama del Infierno, que iba desde Lucifer, Lilith, Crowley,
los Príncipes del Infierno y los Caballeros y los demonios de las encrucijadas.
Con cierta pesadumbre en la mirada contempló como su nombre aparecía en aquella
lista, justo debajo del de su padre. Ayden no tenía tan claro como funcionaba
el esquema de los ángeles, y eso que eran unos soldados de lo más
disciplinados, Jack consiguió descifrar algunos de los nombres que se
encontraban tachados a bolígrafo: Anna, Uriel, Naomi, Virgilio, Balthasar,
Hannah, Metatron, Joshua, Zacariah… Los nombres de los Arcángeles se encontraban
escritos en mayúscula junto con algunas anotaciones:
-Miguel: atrapado en La
Jaula. Recipiente de Adam Milligan.
-Lucifer: liberado por Lilith,
Ruby y Sam Winchester mediante la rotura de los 66 Sellos, posteriormente
capturado de nuevo por Sam Winchester mediante los Anillos de los Cuatro
Jinetes. Liberado por Castiel ayudado de la bruja Rowena.
-Raphael: protector del
profeta Chuch Shurely. Asesinado por Dick Roman.
-Gabriel: durante largo
tiempo haciéndose pasar por un bromista o por deidades paganas. Asesinado por
Lucifer.
-¿Por
qué escribes todo esto?-preguntó Jack al detenerse en el inacabado capítulo de El Vínculo, algo que ni él mismo, ni
Ayden, ni Castiel lograban comprender del todo su funcionaminto.
-Ya
sabes, para la posteridad.-dijo encogiéndose de hombros con sus ojos verdes
resplandecientes a la luz de la frágil bombilla incandescente-Algún día yo ya
no estaré-esbozó una sonrisa triste-y quiero que mis descendientes sepan cómo
actuar si se encuentran cara a cara con un demonio de la encrucijada.
Jack
se preguntó si algún día moriría, hasta la fecha, no había encontrado nada
capaz de matarle, prácticamente ni de herirle. También reflexionó sobre si
algún día tendría hijos, y con quién los tendría. No pudo evitar mirar a Ayden
por el rabillo del ojo mientras suspiraba nostálgico, añorando algo que jamás
podría suceder.
Ante
el incómodo silencio que se formó ante ambos, Jack tomó el otro libro que había
en la mochila de su amiga: era un volumen no muy grueso, de color amarillo
apagado, con las puntas chamuscadas y las tripas ennegrecidas. En la portada,
unas letras góticas enunciaban el nombre de alguien que en el pasado debió de
ser muy importante, una especie de rey legendario o un valiente caballero:
-¿Y
este libro, que es? ¿También es un manual sobre como matar monstruos?
-No,-rio
Ayden divertida-es un cuento. Mi tío Bobby me lo leía cuando era niña. Fue lo
único que salvé de su casa cuando se incendió, estaba oculto bajo una de sus
viejas gorras. Aquello lo salvó del fuego-sus ojos se humedecieron recordando
el trágico momento en el que vio arder el único lugar que había considerado un
hogar, y al hombre que había ejercido más de padre con ella que el propio John
Winchester. Jack sintió unas inaguantables ganas de mecerla entre sus brazos y
se mordió el labio inferior para reprimir dicho impulso-Bobby murió poco
después del incendio. Yo le estaba leyendo el cuento sucedió…
-¿Qué
es un cuento?-preguntó Jack interviniendo para que Ayden no tuviese que
recordar el horripilante momento en el que murió Bobby.
Jack
recordó brevemente el día en que nació, que coincidió con el momento en el que
quemaron el cuerpo de Castiel. Recordaba vagamente la fría mirada y el gesto de
rabia contenida en el rostro de Ayden, una expresión que no se repetía en
cuanto rememoraba otras muertes traumáticas que había sufrido en su vida; y es
que prácticamente no podía pronunciar los nombres de Bobby Singer o Kevin Tran
sin atragantarse con las lágrimas.
-Un
cuento es algo que se les lee a los niños para que se vayan a dormir.
Normalmente son historias bonitas y de fantasía, para que los pequeños sueñen
con cosas bonitas, y puedan alejarse durante un tiempo de lo cruda que es la
realidad.
-¿Y
de qué trata este cuento?-Jack recordaba lo que su madre le había dicho antes
de nacer: que este mundo era demasiado cruel para un niño, y por eso él decidió
crecer tan deprisa.
-Es
una historia de amor.-aunque físicamente se pareciese más a Dean, Jack
distinguía claramente las melancólicas expresiones faciales de Sam dibujadas en
el rostro de Ayden-Verás, había una vez en un muy lejano reino, un joven rey:
apuesto, rico, inteligente… únicamente tenía un defecto, le habían quitado la
capacidad de amar.
-¿Y
quién se la había quitado?-preguntó Jack visiblemente curioso.
-El
Trasgo del Sur.-respondió Ayden como si se tratase de la respuesta más
evidente.
-¿Qué
es un trasgo?
-Es
un pequeño ser mágico, con orejas puntiagudas y muchas verrugas, y a los que
les encanta beber vino.-Jack tenía aún muchas preguntas sobre los trasgos, pero
intuyó que no eran imprescindibles para la historia-Sigamos, la cuestión es,
que como el Rey no podía amar, se volvió codicioso y cruel y quiso conquistar
más allá de las fronteras de su padre, así que armó un ejército y se fue a la
guerra. Pero entonces, llegó a su reino una hermosa princesa dispuesta a
casarse con él. El Rey, que aunque no podía amar sabía que debía esposarse por
cuestiones sucesorias, envió a su hermano bastardo a contraer nupcias en su
nombre, para que él no tuviese que abandonar la guerra…-Jack
tampoco sabía que era un “bastardo” o un “hermano bastardo” pero no
quería interrumpir el relato de Ayden y provocar que esos ojos brillantes de
emoción se apagasen de nuevo- Así que cuando el Príncipe fue a casarse con la
princesa en nombre de su hermano el Rey… se enamoró. Se enamoró tanto de ella que
incluso llegó a sangrar.
-¿Y
qué pasó? ¿Cómo reaccionó el rey?
Jack
no cabía en sí de asombro: Ayden rio divertida al fijarse en la expresión del
muchacho, con los ojos salidos de las cuencas y los labios entreabiertos que
iba humedeciendo con la lengua. Nunca un hueco entre los incisivos le había
parecido tan adorable. Abrió el libro y rebuscó con calma hasta dar con un
párrafo que pudiese encandilar aún más la inocente mente de Jack.
Ayden M. Winchester (Chloe Grace Moretz) |
Ayden
cogió una gran bocanada de aire y adquirió un tono lento pero con ritmo, con
marcadas cadencias en las frases, emulando el mismo tono de voz que usaría si
estuviese leyéndole el cuento a un niño pequeño.
“Mirándole, se dijo que, pasara lo que pasara-
y aunque sus encontrados sentimientos le habían abierto los ojos hacia el mundo
y los hombres, y aun hallándose muy lejos de sentir las mismas inquietudes que
el Rey-, seguiría fiel, dispuesto a defenderle y ayudarle, tal y como había
prometido a la Reina. Y que su lealtad no sería jamás empañada por sentimiento
personal alguno…”1
Ana María Matute (1996) Olvidado Rey Gudú. (pp.420) Ed. Planeta Deagostini.
Barcelona.
La
muchacha se detuvo de repente ante un gesto de dolor y soltó bruscamente le
libro, que cayó al suelo boca abajo.
-¿Qué
pasa? ¿Estás bien?-Jack la sacudió bruscamente por los hombros, presa del
pánico.
-Sí,
tranquilo.-respondió ella apartándose de él bruscamente-Solo me he cortado con
el papel, ¿ves?
Un
diminuto hilillo de sangre nacía de un pequeño corte en el dedo anular izquierdo
de Ayden. Ella se metió el dedo en la boca para detener la hemorragia.
-¿Quieres
que te lo sane?-preguntó Jack quien ya dominaba sus poderes de curación.
-Solo
es un corte, Jack. Es diminuto e inofensivo, no tienes por qué preocuparte. Un
poco de saliva y como nuevo.
Jack
realizó lo mismo que Ayden, y se cortó a si mismo con una de las hojas del
libro, para ver, como casi al minuto su piel se regeneraba y el hilo rojo del
destino desaparecía ante su vista. Casi movido por un auto reflejo más que por
una idea, tomó la muñeca de Ayden y extrajo su dedo de su boca. Lo examinó con
ojos curiosos, la sangre escarlata lanzaba destellos rojizos. Dudó un instante
antes de metérselo en la boca. Era un sabor extraño: fuerte, amargo, que se
mezclaba con el aroma suave de la piel de Ayden.
Ella
contempló la escena encandilada: no hacía demasiado tiempo que habían estado en
esa misma postura, acuclillados en un rincón, escondidos como dos niños
traviesos que acaban de robar el último tarro de helado de la nevera. Entonces
estaban en el búnker, y Jack había intentado besarla. Ella tuvo una reacción
muy violenta en aquel momento, y es que sentía terror ante la idea de besar a
alguien que no fuese aquel al que había amado hacía tanto tiempo. Se descubrió
entonces mirando la boca de Jack, sus labios gruesos y rosados, succionando la
sangre de sus dedo y aquellos ojos azul claro… nunca
había visto ese color azul. Se parecían a los de Kelly, su madre, pero en
realidad, eran muy distintos. Ayden se asustó de nuevo y dio un salto para
apartarse de Jack. Él la miró sin comprender que sucedía, pero la descubrió con
la mirada nerviosa y las mejillas encendidas.
-Voy
a darme una ducha.-tartamudeó ante un desconcertado Jack.
Ayden
salió de la ducha una vez estuvieron instalados en la habitación del hotel. Se
habían registrado con nombres falsos, como solían hacer los Winchester cuando
estaban de caza. A Jack le parecieron pseudónimos muy evidentes si estaban
siendo rastrados por Sam y Dean, pero prefirió no comentárselo a Ayden. Todo
estaba sucediendo muy deprisa aquel extraño día, y ella parecía de lo más
nerviosa, algo totalmente lógico si se tiene en cuenta que estaba huyendo de su
propia familia para "vender" a Jack al enemigo. Ayden dio su portátil
a Jack, le puso una película y se escapó a la ducha. Salió envuelta en una nube
de vapor, él apenas se dio cuenta, estaba demasiado cautivado por esa película
de espadas láser y naves espaciales que tanto le gustaban. Las ondas del
cabello se habían convertido en rizos oscuros que se aplastaban contra su
espalda, y su pecho y su espalda estaban cubiertos por unas gotas de rocío que
tentaban más que un manantial en un desierto. Iba cubierta únicamente por una
toalla blanca, que se sujetaba sobre el pecho joven de la muchacha.
-Los
chicos ya se habrán dado cuenta de que no estamos. Llegarán por la mañana.
Jack
se quitó los auriculares y dejó el portátil a un lado.
-Si
sabes que nos atraparán, ¿por qué nos hemos detenido aquí?
Ella
tomó asiento en la cama junto a él y le acarició tiernamente el cabello color
café dejando tras su caricia una estela húmeda. Jack cerró los ojos,
empapándose de aquel agradable placer que suponía el contacto humano.
-Ese
es el plan.-respondió ella-solo que cuando ellos lleguen, nosotros ya estaremos
muy muy lejos. Estaremos en casa, y ellos no tendrán forma de atraparnos.
-¿Cómo
estás tan segura de eso?
-Tú
solo confía en mí.-le tomó de la mano-Ahora voy a besarte.
A
Jack se le paró el corazón y de repente notó como sus pulmones se quedaban sin
oxígeno. ¿Besarle? ¿A él? Solo los enamorados se daban besos... o al menos eso
mostraban las películas. Y por lo que tenía entendido, Ayden llevaba años
enamorada de Castiel. Tampoco olvidaba que él ya había intentado besarla en
otra ocasión, cuando aún no tenía muy claro cómo funcionaban las relaciones
amorosas entre humanos (en realidad, tampoco lograba entender su total
complejidad en aquel momento) y ella había girado la cara. Siempre podría
negarse, si no quería besarla, solo tenía que decírselo, pero en realidad...
Quería hacerlo.
-Está
bien...-susurró con la voz temblorosa-pero sabes que nunca he besado a nadie.
¿Cómo
iba a besar a alguien si apenas hacía seis meses que conocía este mundo? Pero
mientras pensaba en ello, las manos de Ayden ya le sujetaban la mandíbula y su
boca se acercaba a la suya. Fue un beso torpe, sus narices chocaron y un exceso
de saliva se interpuso entre ambos. Jack se puso nervioso y sus mejillas se
encendieron como las luces de un árbol de navidad. Intentó disculparse, pero de
su boca solo salían palabras sin sentido.
-Déjame
hacer a mí.-respondió Ayden en tono suave pero autoritario, y con una extraña
mueca de pesadumbre dibujada en su rostro.
Jack
asintió con la cabeza.
Los
labios de ella se posaron sobre los de él y le acariciaron como las alas de una
mariposa. Le besó con ternura en la boca, colmándole de caricias en el pelo y
las mejillas. Tenía un rostro suave y juvenil, muy distinto a la barba de sus
hermanos, sus mejillas ásperas a la que Ayden estaba más que acostumbrada de
cuando los abrazaba. Jack sentía un cosquilleo en todo el cuerpo con cada beso,
mientras sus labios le pedían otro y otro y otro. La piel de sus brazos
comenzaba a erizarse al contacto con la piel cálida de ella y un fuego
comenzaba a arder en su interior. Ayden se arrastró hacia él y se sentó sobre
su regazo. Agarró el rostro de Jack con ambas manos y entreabrió su boca con la
lengua. Le lamió los dientes y se hundió en su garganta, explorando, buscando,
hasta hallar lo que era la lengua de él, entonces se enredaron, juguetearon y
se besaron. El fuego de él crecía por momentos, haciéndose cada vez más mortal,
más intenso. Agarró a Ayden de la nuca y la inclinó hacia atrás para buscar el
interior de la boca de ella, pero la muchacha lo apartó con suavidad.
-Jack,
más despacio.-le suplicó suavemente-Quítate la camiseta.
Pero
los nervios le jugaron una mala pasada y no consiguió deshacerse de la prenda
de algodón blanco hasta que Ayden lo ayudó y se la quitó por encima de la
cabeza. La muchacha se quedó un instante contemplando aquel cuerpo musculado y
escultural, casi sacado de una película de adolescentes, que complementaba
aquel rostro angelical de piel clara y gruesos labios rosas. Sonrisa inocente y
ojos azules y redondos, como de dibujos animados. Una peca traviesa en una
mejilla y un rostro medio alargado tan blanco y puro que parecía estar
esculpido en mármol. Ayden se sintió mal: se sintió fea y avergonzada. Era el
mismo sentimiento que la invadía cuando estaba con Castiel, un ser tan hermoso
revolcándose con ella parecía algo inimaginable. Carecía del atractivo carisma
de Dean y del aura de misterio de Sam. Ella solo era una joven tímida que había
vivido a la sombra de sus protectores hermanos toda su vida, y que nada tenía
que hacer frente a aquellas chicas de portada de revistas. Sin contar que a sus
casi veintidós años, su experiencia sexual se basaba en una larga e
intermitente relación con un ángel caído y un par de puntuales encuentros con el
príncipe del Infierno. Acarició con curiosidad y gesto amargado el pectoral de
Jack y lo arañó con rabia solo para ver cómo se regeneraba al instante:
-¿Por
qué has hecho eso?-exclamó Jack desconcertado.
Ayden
no respondió con palabras. Rodeó el cuello con sus brazos y volvió a besarle
con pasión. Tímidamente, las manos de él se habían posado sobre sus caderas,
aún envueltas en la toalla. La muchacha, observó de nuevo el tierno rostro del
nephilim, tenía los incisivos superiores ligeramente separados. Mordió durante
largo rato y con absoluta precisión el labio inferior de Jack. Ayden agarró sus
manos y las colocó en sus muslos, aún húmedos por el agua de la ducha, y dejó
que las inexpertas manos de él los escalasen hasta la cintura, clavándole las
uñas levemente. Se había prometido que no disfrutaría de aquello, pero no pudo
evitar que se le escapase un suspiro de entre los labios al sentir el contacto
de la piel cálida de Jack acariciando su cuerpo. Con temor a ser juzgada, y
esquivando los ojos azul claro de él, dejó caer la toalla. Su cuerpo,
totalmente desnudo, apenas estaba adornada por una cadena de plata que le caía
entre los pechos y varios tatuajes que adornaban su cuerpo: la marca de Sigurd
en brillantes tonos rojos, dorados y plateados cubría parte de su hombre y su
brazo izquierdo. La estrella de cinco puntas de los Winchester sobre su
pectoral izquierdo y un hechizo de protección enoquiano que ocupaba un
sugerente puesto sobre el lado derecho de la pelvis. También tenía cicatrices y
marcas por todo el cuerpo, le llamó la atención una cicatriz rosa en el
costillar izquierdo que acarició con los dedos. Sobre ella una simpática y
oculta peca. Ayden cubrió su desnudez con los brazos.
-Como
ves, no soy una princesa Leia...-sonrió ella medio bromeando.
-No quiero a una princesa
Leia...-respondió Jack dejando que el instinto hablase por él mientras se
abalanzaba sobre la chica y ambos rodaban desnudos por la habitación.
-¿Estás cómodo?-Jack
asintió convencido, aunque el cuerpo le temblaba más que un pavo en Acción de
Gracias. Ayden río divertida sentada sobre él, y se apartó sugerente el cabello
húmedo de la cara- Está bien, tú solo relájate.
Un hilo de viento
atravesó la abertura entre los incisivos de Jack cuando sintió a la muchacha
tan unida a él. Y creía que el Vínculo los unía a niveles subatómicos, estaba,
literalmente dentro de ella. Entonces ella se inclinó sobre él y torpemente le
buscó los labios. Debía hacer demasiadas cosas a la vez, le iba a estallar el
cerebro: por un lado, la intentaba besar lo mejor que podía, no sabía qué hacer
con sus brazos: ¿la abrazaba? ¿La acariciaba? ¿O mejor se quedaba quieto y
dejaba que Ayden liderase la situación? Ella parecía tenerlo todo bajo control… Jack luchaba para controlar los
espasmos de su cuerpo y esa bola de fuego que quería salir ardiendo de su
garganta.
-Ve más
despacio.-suplicó entre jadeaos dándose cuenta de que estaba comenzando a
perder el control de su cuerpo y de que su mente se alejaba hasta perderse en
lugares del subconsciente que nunca había explorado- Espera, inténtalo otra
vez, estoy fuera…
Les costó algo más de
lo previsto que sus cuerpos encajasen tan bien como lo habían hecho sus almas.
No se encontraban del todo cómodos y cambiaron de posturas en varias ocasiones.
Los besos de Jack eran torpes y se ponía nervioso cada vez que notaba que su
mente desconectaba, aparte de no ver una sola muestra de placer (ni de
desagrado) en el rostro de su acompañante. Por su parte, Ayden le guiaba lo
mejor que podía: intentando desviar sus pensamientos hacia otra persona e
intentando hacer suyo aquel cuerpo tan desconocido.
Finalmente, y después
de unos veinte minutos de parar para volver a intentarlo, Jack, permaneció semi
incorporado en la cama del motel, con Ayden sobre él, con sus largas piernas
envolviéndole la cintura y sus labios carnosos sobre los suyos. Fue entonces
cuando descubrió el único gesto en el rostro de Ayden que le chivó si ella, en
todo este asunto, había sentido algo. Y es que cerró los ojos, echó la cabeza
hacia atrás y dejó que un largo gemido se escapase de su boca al mismo tiempo
que clavaba sus uñas en el pecho de Jack. La respiración de él se aceleraba por
segundos y el corazón le iba a explotar en cualquier momento:
-Ve más rápido Ayden…-le suplicó al tiempo que se dejaba
caer completamente sobre el colchón, agarraba las caderas de la joven, le
clavaba las uñas y guiaba la velocidad con la que terminaba ese encuentro-
Bésame, por favor.
Ella se inclinó para
comérselo con los labios al tiempo que los ojos de Jack se tornaban dorado
brillante y la pupila se dilataba. El Vínculo hizo su efecto, Jack, en aquel
momento tan íntimo y confidencial, absorbió toda la energía que canalizaba el
cuerpo de Ayden y estalló en un grito que casi revienta las paredes. Ayden se
hizo a un lado, hecha una bola, con las manos cubriéndose las orejas. Las luces
empezaron a parpadear y una tormenta eléctrica que había aparecido de la nada
empezó a repartir sus rayos sobre el viejo motel construido en mitad de la
nada. Entre la intensa lluvia que caía con furia, se entre escuchaban los
jadeos exhaustos de Jack. Se encontraba satisfecho y extrañamente feliz:
soberbiamente relajado. Su cuerpo estaba sumido en estado de cansancio muy
placentero, y mente vagaba libre en un mundo muy alejado del suyo. Entonces se
percató de que Ayden yacía a su lado, ella también estaba muy cansada, pero de
una manera muy distinta: su rostro mostraba síntomas de agotamiento y una
película de sudor le cubría la frente y la sien. Y es que cada vez que Ayden
utilizaba su poder para alimentar la magia de un ángel, su cuerpo quedaba
sumido en un estado catatónico que apenas la dejaba moverse durante las horas
posteriores. Por eso siempre llevaba chocolatinas a mano, el azúcar la ayudaba
a recobrar las fuerzas más deprisa. Jack intentó incorporarse para ir en busca
del preciado dulce, pero Ayden le detuvo sujetándole por el brazo y atrayéndolo
hacia ella.
-Quédate aquí, no te
muevas.-le suplicó con una voz irresistiblemente melosa. No ocultaba la
desnudez de su pecho, su pelo se revolvía rebelde sobre su rostro y sus
hombros. Se mordió el labio inferior mientras lo contemplaba con aquellos ojos
verdes tan únicos de los genes Winchester.
Jack volvió a la cama,
Ayden utilizó sus últimos esfuerzos para arrastrarse sobre el pecho de él y
apoyar su mejilla sobre su torso desnudo, no sin antes detenerse para acariciar
sus labios otra vez.
-La próxima vez lo
haré mejor.-dijo Jack rodeando con su brazo el cuerpo frágil y esbelto de Ayden
mientras sus mejillas se sonrojaban y su voz se convertía en un leve susurro
que se lo llevaba el viento.
-Ha sido
genial.-respondió Ayden antes de que la venciera el sueño.
* *
*
-Pero por otro lado…-Ayden dio un salto de la repisa de la
ventana y se acercó a Jack. Las caderas se movían grácilmente entre las
volandas de la camiseta de ella. Se acercó a él, tan cerca, que podía respirar
su aliento mañanero, y le colocó una mano en la mejilla- Eres tan dulce, tan
puro… ¡No sé qué quiero de ti, Jack! Me haces
sentir tan bien, me recuerdas a Kevin…-pronunció
cariñosa y con un nudo en la garganta. Recordar a Kevin siempre le llenaba los
ojos de tristeza-pero no exactamente de la misma manera.
-Creo que yo sí que sé
lo que siento por ti…-advirtió
Jack en un tono que no denotaba mucha seguridad-Estoy perdido, no sé quién soy,
no sé por qué estoy en este mundo, ni tan siquiera sé si soy bueno o malo. Pero
cuando estás tú, estoy un poco menos perdido, siento que soy alguien.
-¿Y quién eres?-era
imposible no ver a Dean Winchester en el reflejo de los ojos verdes de Ayden.
Jack tenía claro que la muchacha era parte Dean y parte Sam, parte Winchester y
parte Campbell, aunque la parte de Dean era mucho más influyente que la de Sam.
-Soy tu amigo. No soy
Jack, el nephilim, ni Jack, el hijo de Lucifer. Soy Jack, el amigo de Ayden. Aunque me gustaría ser más que solo el
amigo de Ayden…-pronunció
mientras sus mejillas adquirían un meloso tono rosado.
-¿Qué quieres decir
con eso?-ella dio un paso hacia atrás.
-Que me gustaría ser
tu novio.-Jack se acercó de nuevo a ella.
-¿Pero qué tonterías
dices?-respondió Ayden cruzándose de brazos y entornando los ojos-Cielo, solo
nos hemos acostado una noche. No ha sido más que sexo, a veces los amigos
tienen sexo para desahogarse, pero eso no significa que sean pareja, o que estén
enamorados el uno del otro.
-Pero en las películas…
-¡La vida no es una de
tus estúpidas películas, Jack!-gritó Ayden exasperada-Tú no eres un héroe ni yo
una princesa en una torre.
Ayden se dio la vuelta
para evitar que Jack viese como se enjuagaba la lágrima rebelde que le surcaba
la mejilla. Él le envolvió la cintura con sus brazos fuertes y la meció con
suavidad. Un
temblor le recorrió todo el cuerpo al notar el corazón de Jack palpitar contra
su espalda.
-Pero yo sí que estoy
enamorado de ti.-su voz en el oído le erizó los pelos de la nuca. A Ayden se le
iba a salir el corazón del pecho en cualquier momento.
-Crees que te has
enamorado de mí porque no has conocido a otra chica, pero créeme. Nadie quiere
estar conmigo. Soy maleducada, manipuladora, cruel, insensible y asquerosamente
celosa.-se separó de Jack bruscamente y extendió los brazos para que la viera
en su plenitud-Soy una maldita Winchester. ¡Mírame!
-Ya lo hago. De hecho
no puedo dejar de hacerlo.
Veo
a una chica muy inteligente, brillante, alguien que ama a su familia con
locura. Alguien que me hace reír, que me comprende.
-Jack, pareces una
maldita estrella de cine, ¿por qué te ibas a fijas en mí?
-Porque no me tratas como el monstruo que soy.
-Jack, tú no eres un
monstruo.-respondió Ayden molesta, sabiendo que si había un monstruo real en
esa habitación, era ella.
Ayden suspiró
resignada y se marchó dispuesta a vestirse y a largarse de aquel motel en
cuanto antes: antes de desprenderse de la prenda de algodón de Jack, se la
acercó a la boca, y aspiró ese suave aroma a colonia infantil que caracterizaba
al muchacho, a la vez que sentía como un nudo se le enredaba en el
estómago.
Se puso unos vaqueros
rotos, zapatillas de tela negra, una camiseta gris con las mangas granate y una
sudadera de cuadros rojos con la cremallera abierta.
Jack la retuvo por el
brazo.
-Bésame otra vez.
-Vístete y espérame en
el coche, Jack.
ESCENA 3: “DEATH OF A BACHELOR”
Dean Winchester
conducía el Impala a tanta velocidad que más de una vez le faltó poco para
salirse de una de esas curvas tan traicioneras de las carreteras secundarias de
Kansas. Estaba lleno de ira, apretaba el volante con tanta fuerza que el sudor
le resbalaba por el cuero. Fruncía el ceño y contraía la mandíbula de una forma
tan brusca que casi estaba a punto de desencajarse. Sus ojos verdes salpicaban
chispas de furia y rabia. Odiaba a Jack, odiaba a Jack con toda su alma, odiaba
a Sam y a Cas por convencerle para que creyera que era bueno, pero no podía
odiar a Ayden… No, eso
nunca, era su hermanita predilecta: podía enfadarse con ella, sentirse
decepcionado y estar sin hablarle más de una semana, pero no podía odiarla.
A su derecha, Sam
tenía el portátil apoyado en la falda y el móvil sobre el salpicadero a modo de
rúter. Hacía lo imposible con tal de mantener el equilibrio y poder rastrear a
los chicos. Se apartaba constantemente el largo pelo castaño del rostro
mientras una película de sudor le cubría la sien. Estaba igual de preocupado
por Jack y por Ayden que Dean, pero a diferencia de su hermano, tenía mayor
capacidad para mantener la calma.
En el asiento de atrás
Cas, con su rostro inexpresivo y los grandes ojos azules fijos en el paisaje.
Aparentaba tranquilidad, calma, serenidad. Todo lo contrario a los hermanos
Winchester. Parecía estar disfrutando de un relajante paseo en coche, en lugar
de estar buscando a la criatura más poderosa del mundo y a una chica con la
capacidad de aumentar el poder de los ángeles.
-Cas, ¿seguro que es
por aquí?-preguntó Dean con la voz ronca.
-Eso dice el hechizo.
-¡Eso es imposible! Llevamos horas conduciendo, no pueden
haberse ido tan lejos. Son solo dos críos.
-Ayden tiene veintiún
años, Dean.-le regañó Sam sabiendo como su hermana odiaba que Dean la tratase
como una niña- Es inteligente y tiene un coche con el depósito lleno de
gasolina. Créeme que sí, pueden estar tan lejos. Además, no sabemos cuánto
tiempo que hace que se marcharon. Lo más probable es que ya estén en otro
estado…
Castiel prefirió no
responder a esa pregunta, puesto que cuando Sam y Dean se dieron cuenta de que
los chicos habían desaparecido del búnker, ya era de noche. Es más, fue para la
hora de la cena, cuando descubrieron que ni Jack ni Ayden estaban en sus
cuartos. Lo cierto, es que llevaban desaparecidos desde prácticamente primera
hora de la mañana. Cas aun sentía el cosquilleo en su mejilla que producían los
dedos de Ayden al friccionar con la barba de su recipiente humano:
Sam Winchester (Jared Padalecki) & Castiel (Misha Collins) |
-¿Por qué haces
esto?-le había preguntado él en tono triste.
Estaban en el cuarto
de Ayden, él había ido a buscarla, y la había encontrado haciendo el equipaje.
Jack la aguardaba sentado en un rincón, con un móvil en la mano y los
auriculares puestos, como un niño pequeño que aguarda a que su madre salga del
trabajo.
-Tengo que hacer lo
que es mejor para mí. Y para él.-señaló a Jack con la mirada-No pertenecemos a
este lugar. Estarás bien. Estaréis bien-Ayden tenía aquella misma expresión de
Sam Winchester, aparentemente tan tranquila, a la vez que en su rostro se veía
reflejada la mandíbula cuadrada y el ceño fruncido de Dean.
Ahora sabía lo que
había sentido Ayden, la noche que lo vio partir, de la mano de Kelly Kline,
dispuesto a proteger a un bebé engendrado por una semilla maldita. Jamás
olvidaría esa expresión reflejada en su rostro: el dolor en sus ojos le rasgó
el alma y sintió un punzante dolor en el pecho, equiparable solo a cuando uno
de sus cuchillos angelicales le atravesaba la piel. Ayden sintió tanto dolor
que cayó de rodillas, devastada y con los ojos empapados en lágrimas, incapaz
de articular palabra, incapaz casi de respirar…
En aquel momento algo se rompió entre ellos:
aquel Vínculo que los había unido y los había conectado hacía años, cuando ella
no era más que una niña que rezaba por la salvación de su hermano. Aquella
conexión había sobrevivido a los leviatanes, a Meg Masters, al control mental
de Naomi, a Metatron e incluso al mismísimo Lucifer, pero se había roto en
cuanto Ayden creyó de verdad que su corazón pertenecía a otra persona.
-¿Qué se supone que
tengo que hacer?-le gritó Castiel en un último intento de retenerla, cuando
ambos muchachos estaban a punto de subir al coche y salir del búnker.
Ayden se acercó a él,
intentando aparentar madurez, cuando en realidad no era más que una niña
asustada. Le acarició la mejilla con dulzura.
-Encuentra tu lugar en
el mundo.
Y la vio alejarse en su
viejo coche dorado: vestida con pantalones anchos, camiseta blanca y cazadora
gris. Unas viejas zapatillas de tela negra y un collar de plata balanceándose
sobre su pecho. Cargaba con su mochila y una bolsa de mano. La melena rubia se
balanceaba con la brisa. No fue hasta ese momento en que Cas no se había
percatado de la presencia de Jack, que no había pronunciado una sola palabra y
parecía dispuesto a seguir a Ayden hasta el final del mundo.
Si Cas hubiese sido
más agudo, se habría dado cuenta de la ironía del asunto: había perdido lo que
más amaba por proteger al muchacho con el que ahora ella se fugaba. Y es que
Ayden tenía esa capacidad: permanecía callada, en silencio, observando… Era increíblemente inteligente, aunque
a veces se dejaba llevar por los impulsos (pero eso era muy propio de los
hermanos Winchester) y cuando te conocía y te tenía calado hasta los huesos,
¡PUM! Te hacía suyo. Eso había hecho con él y eso había hecho con Jack.
No sabía cuáles eran
las intenciones de Ayden, ni porque incluían al joven nephilim. Podría haberlos
detenido en aquel instante, llamar a Dean y a Sam y encerrar a los muchachos en
lados opuestos del búnker entre gritos, patadas y protestas, pero en su lugar
decidió sentarse en la biblioteca y fingir que buscaba una manera de encontrar
al esquivo Lucifer hasta que el mayor de los hermanos regresó con la cena y se
dio cuenta de que Ayden y Jack ya no estaban.
* *
*
-¡Cállate y sigue
buscando, Sam!
-No entiendo que
quieres que busque, Cas ya los ha localizado, solo es cuestión de tiempo que
los alcancemos.-el mediano de los hermanos alzó la voz.
-Quizá así los
encontremos más rápido, busca augurios angelicales: apagones, tormentas
eléctricas, vidrios que explosionan solos… Ya te
sabes el catálogo, Sam.
-¡Creo que tengo algo!-Cas
agudizó el oído-Anoche, en un pequeño pueblo al oeste de aquí una tormenta
eléctrica salió de la nada. Rompió torres de teléfono, de Internet, incluso un
rayo causó un pequeño incendio en un campo de cultivo… y lo peor es que ningún meteorólogo la
había previsto.
-¿Pueden ser
ellos?-preguntó Dean a Cas.
-¿Pueden Ayden y Jack
lanzar rayos como Thor?-preguntó sarcástico Sam ante la (acorde con él) sobre
exagerada preocupación por los chicos de Dean.
-Quizá ellos no, pero
si Jack ha sido localizado pueden haberlo provocado los ángeles o los demonios
de Asmodeo.-respondió Cas.
Dean pisó el
acelerador.
-¿Hay algún motel en
la zona? ¿Un bar? ¿Algún lugar dónde haya podido esconderse Ayden?
-Hay un motel en las
afueras.-dijo Sam poniéndose cada vez más nervioso ante los gritos de Dean.
-¿Tienen los archivos
digitalizados? ¿Podemos saber si se han escondido allí? ¡Vamos Sam!
Dean sacudió a su
hermano por la solapa de la chaqueta y Cas tuvo que interponerse entre ellos.
-Hackeo lo más rápido
que puedo, pero la conexión aquí no es muy buena, ¡Estamos en medio de la nada!
-¡Cas! ¿No puedes
redirigir Radio Ángel para amplificar la señal de Sam?
-Dean, la emisora de
los ángeles…-intentó
explicar el aludido en su habitual tono sereno y ronco mientras un hormigueo de
terror le subía por el estómago.
-¡Ya lo sé, pedazo de
idiota! Era una pregunta
sarcástica.
-Tranquilizaos los
dos, creo que los tengo.-interrumpió Sam quitándose el pelo de la cara-Anoche
se inscribieron dos personas en el motel: Taylor Swift y Ed Sheeran…
-Son ellos.-afirmó
Dean sobre explotando la velocidad del Impala- Son los cantantes favoritos de
Ayden, yo le he enseñado ese truco.
-No sé Dean… parece muy evidente.-dudó Sam-Creo que
Ayden es más inteligente que eso. La hemos enseñado nosotros. Piénsalo, ¿por
qué iba a registrarse en un motel que digitaliza los datos? Sabe que la
podríamos rastrear. Ya podría estar a millas de distancia, y ni siquiera ha
salido del estado. Algo me huele raro.
-Tiene
razón,-coincidió Cas-además, esos no son los cantes favoritos de Ayden. A ella
le gusta un tal Brendon Urie, lo sé porque solía poner su música cuando nos
acos…
-¡No quiero
saberlo!-protestó Dean-No quiero saber lo que hacías con mi hermana y ese tal
Brandon o como se llame.-aquella imprevisible curva casi los hace salir de la
carretera, pero Dean siguió hablando como si nada- Escuchadme, conozco a Ayden,
yo la he entrenado, yo le he enseñado todos los trucos de cazadores. Sé que
está en ese motel, y además, el hechizo rastreador nos lleva hasta ella, ¿no es
así, Cas?-Castiel asintió con la cabeza-Pues venga bonita,-dijo dirigiéndose al
Impala-vamos a coger a ese par de monstruitos.
Si Dean no hubiese estado
cegado por la obsesión de encontrar a Ayden y a Jack, quizá hubiese prestado
algo más de atención a las advertencias de sus compañeros. Pero el mayor de los
Winchester ya había escogido una postura, y si había algo complicado en el
mundo eso era hacer cambiar de opinión a Dean Winchester. El resto del viaje se
lo pasaron en silencio.
Sin saber aún el
motivo, el rostro de Ayden se aparecía sin parar en el cerebro de Cas, y no era
aquella sonrisa melancólica suya, o sus tímidas mejillas sonrosadas. No, eran
muecas de dolor, de pánico, de decepción… y en
todas ellas, él era el motivo de esa expresión. Había sido el mismo día, con
apenas segundos de diferencia en el que él la había visto mostrar ambas caras
de la moneda. Y es que recién que acababa de regresar de El Vacío, gracias a
Jack, y había sido recogido por Dean y Sam. No habían llamado a Ayden para
decirle que Cas estaba vivo y estaba bien, simplemente, ambos pensaron que los
mejor para ella (y para Jack) sería que lo viesen con sus propios ojos. Eso, o
que temían cual fuese la reacción de ambos al enterarse de la noticia.
Nada más entrar en el
búnker, resonaba por todos los túneles la discreta risa de Ayden, acompañada
por las animadas risotadas de Jack. El trío se asomó por el balcón para
encontrarse a Jack y Ayden, siendo verdaderamente Jack y Ayden, siendo ellos
mismos, siendo niños. Habían puesto música, una canción lenta de un cantante
británico y ambos bailaban torpemente por la estancia. Iban en pijama,
despeinados. Todo estaba recubierto de envoltorios de comida basura y latas de
refresco vacías.
-Ya habéis
vuelto.-gritó Jack entusiasmado con el sudoroso flequillo despeinado. Vestía
una camiseta de algodón blanca y un pantalón corto azul. Ayden llevaba también
camiseta blanca y un pantalón largo de cuadros de colores. Llevaba el pelo
recogido en un moño medio desecho, con mechones rubios que salpicaban su
rostro, empapado en sudor. Ambos iban descalzos.
La respiración de ella
era agitada, sus hombros y su pecho se movían rápidamente, aunque tenía las
mejillas iluminadas con un bonito color rosa y los ojos brillantes. El rostro
de Jack también desprendía alegría e inocencia. Su cuerpo no estaba tan
exhausto como el de Ayden, pero tenía dos ronchas de sudor bajo las axilas y
una sonrisa de oreja a oreja que mostraba el pequeño defecto de sus incisivos.
Castiel no pudo evitar sonreír al ver a esa Ayden, esa niña que en pocas
ocasiones había dejado escapar de sus más profundas entrañas, y que al parecer,
Jack, su pequeño y protegido Jack, había logrado despertar. Estaba ansioso por
ver a ambos, por ver cómo era el hijo de Kelly, si era bueno, si era tan
poderoso como su madre afirmaba. Cuáles eran sus inquietudes, qué le gustaba
hacer… También se moría de
ganas de ver a Ayden, no sabía que le diría ni qué explicaciones darle, pero le
alegraba verla bien, verla feliz, a pesar de toda la mierda que la rodeaba.
Aquella figura con
gabardina (su antigua gabardina) surgió de entre los dos hermanos, y bajó las
escaleras con paso lento y firme, resiguiendo la barandilla con la mano,
mientras esta emitía un casi insonoro zumbido.
-¿Castiel?-preguntó
Jack sin entender demasiado lo que estaba sucediendo.
El rostro de Ayden sí
que era un poema en ese instante: sus ojos se salían de las órbitas y el
corazón le latía tan deprisa que Cas, prácticamente podía oírlo palpitar. Un
temblor se apoderó de todo su cuerpo e incluso las rodillas le fallaron de tal
manera que tuvo que sujetarse a un estante para no caerse.
-¿Castiel? ¡Estás
aquí, estás vivo!-prosiguió Jack, pero entonces Dean Winchester le había puesto
una mano en el hombro, paternal:
-Colega, déjalos un
momento.
Castiel había ignorado
completamente al nephilim para fijar su atención en la muchacha y en su
escalofriante gesto de dolor.
-Ayden…
A medida que avanzaba
hacia ella, la muchacha iba retrocediendo, asustada. Tropezó con un mueble
repleto de libros, figuritas y otros extraños objetos de los Hombres de Letras
y lo lanzó al suelo. Un gran estruendo resonó en el eco del búnker y el sonido
de libros cayendo y chocando entre sí, cristales rompiéndose y madera y piedra
golpeándose les reventó los tímpanos.
-Ayden, soy yo de
verdad.
-Aléjate de mí,
monstruo. ¿Qué eres? ¿Un metamórfico? ¿Un ghoul? ¡Acabaré contigo!
La muchacha estaba tirada
en el suelo, arrastrando su patético cuerpo entre los libros que había tirado.
Al verse acorralada, empezó a lanzarle con furia todos los objetos que se iba
encontrando en el suelo: gruesos volúmenes antiguos, una figura maya, una
estaca de sauce de Babilonia y un cuenco que contenía polvo de huesos de recién
nacido. En su intento de huida, se cortó el pie con un trozo de cristal de una
copa de Bohemia que se había roto durante el “forcejeo”. Cas observó como la sangre le
chorreaba por los dedos, pero la muchacha estaba tan concentrada en acabar con
él que ni siquiera se dio cuenta.
-Yo vi morir a Cas.
Incineramos su cuerpo. ¡Embustero! ¡Mentiroso! -gritaba apretando los dientes
mientras Castiel hacía lo imposible para esquivar los proyectiles que le lanzaba.
A Sam estaba a punto
de darle un infarto, viendo como sus preciados libros y sus extraños objetos
eran hechos añicos. Jack intentó intervenir, pero Dean se lo impidió.
En un momento
desesperado, Ayden logró agarrar un arma, un pequeño cuchillo de plata que
también estaba en el estante. La hoja brilló a la luz de los fluorescentes
cuando la desenvainó. Apuñaló a Cas en el pecho y le dejó allí clavado el
cuchillo. Él ni se inmutó, simplemente se agachó a la altura de la muchacha y
se quitó la hoja del pecho, dejándola caer al suelo.
-Ayden, soy yo.
La joven miró a sus
hermanos dubitativa, presa del pánico y el desconcierto. Ellos asintieron con
la cabeza. Aquello bastó, en parte, para que Ayden alargase una mano temblorosa
hacia el cuerpo de Cas y le acariciase el rostro, el cuello y el pecho.
Localizó las cicatrices que solo ella podía distinguir. Sintió su aroma, tan
único, su particular olor fuerte e intenso: como a ropa nueva que lleva años
sin salir de un armario. Distinguió con claridad aquellos enigmáticos Ojos
Azules y los labios cortados que no paraba de humedecerse con la lengua. Las
arrugas de su rostro, tan familiares y el pelo negro siempre alborotado. La
mandíbula cuadrada y cubierta por una fina capa de áspero pelo oscuro. Sacudió
sus hombros con fuerza y recorrió los brazos hasta cogerle de las manos:
grandes, con la piel curtida y las uñas descuidadas.
-Eres tú…-murmuró en un susurro casi
inaudible-¿Cómo puede ser? Te vi morir, Lucifer te mató…-Castiel se volvió levemente hacia
Jack. El muchacho no parecía comprender lo que sucedía a su alrededor y miraba
a todos desconcertado con su mirada de cachorrito-¿Jack? ¿Pero cómo…?
Castiel se encogió de
hombros. Ayden saltó hacia él y rodeó su cuello con los brazos. Él la recibió
con aprecio y la meció suavemente. Apoyó la barbilla sobre su cabeza, para
distinguir el inconfundible olor de Ayden: un aroma excesivamente fuerte para
una mujer, dulce y exótico, pero no por ello menos atractivo.
-Se ha roto. Lo he
roto.-le susurró ella al oído de una manera que solo él fue capaz de oírlo.
-Tengo que explicarte
muchas cosas.-él la apartó de su pecho para perderse en sus ojos color
esmeralda, cubiertos ahora, por una capa de hielo líquido que se derretía en
sus mejillas.
Ella negó con la
cabeza:
-Se acabó. Se ha roto.
La volvió a abrazar,
dolido por no ser capaz de haberlo visto. Cuando el Vínculo se rompió entre
ellos, Cas sintió como si una vela se apagara dentro de él. El dolor que debió
de sentir Ayden no se lo quería ni imaginar. La había perdido. La había perdido
para siempre.
* *
*
Dean, Sam y Cas,
armados con cuchillos y pistolas, entraron dando patadas a la habitación donde
la noche anterior se habían hospedado un tal “Ed Sheeran” y la señorita “Taylor Swift”, aunque lo único que encontraron fue
un cuarto de motel cutre, que olía excesivamente a lejía, con colchas de color
verde y amarillo y una cortina de lentejuelas plateadas. No había rastro de
Jack, ni de Ayden, ni de demonios ni de ángeles. Dean, cabreado pateó la mesa
redonda y la tiró al suelo junto con ambas sillas. Mientras maldecía a todo ser
viviente por su error, Castiel y Sam examinaban con otros ojos el cuarto. ¿Qué
se les escapaba? Si en realidad no eran Ayden y Jack los que habían estado allí
la noche anterior, ¿por qué hubo todos aquellos augurios?
Sam, divisó entonces
un trozo de papel sobre una de las camas.
-¿Qué es eso?-preguntó
Cas.
Dean dejó de romper
cosas para prestar atención a su hermano.
-Solo hay dos palabras
escritas: “Brendon Urie”.
Los ojos de Cas
revolotearon como mariposas y arrancó bruscamente el trozo de papel de las
manos de Sam.
-Es una trampa.-anunció
alarmado.
El ángel cayó al
suelo, arrastrando con él a Sam, Dean corrió en su ayuda. Cas se sujetaba la
barriga con ambas manos. Se puso a toser con mucha fuerza, le faltaba el aire,
e incluso llegó a escupir sangre, manchándose la ropa y manchando a Sam con sus
flemas:
-¿Qué le está
pasando?-preguntó Dean alarmado.
-Es una trampa.-logró
pronunciar Cas entre tosido y tosido-Sabe lo del hechizo, sabía que la seguíamos.
Nos ha tendido una trampa. Ha usado un hechizo. Buscad un símbolo enoquiando,
Ayden debe haberlo escondido para retenerme aquí.
-Sin él no podemos
rastrearla.-concluyó Sam.
-Debemos encontrar ese
símbolo que retiene aquí a Cas y destruirlo. Contra más tardemos, más lejos
estarán ella y Jack.
Dean y Sam empezaron a
revolver la habitación como estrellas de rock en la suite de un hotel,
mientras, tumbado en el suelo, Cas luchaba por mantener dentro las flemas
sanguinolentas.
-Sigue habiendo una
cosa que no entiendo.-dijo Sam mientras alzaba uno de los colchones para mirar
debajo.
-Tío, ahora no es el
momento.
Sam prosiguió de todos
modos:
-Si esto era una
trampa para encerrarnos aquí, ¿por qué había tantos augurios en esta zona?
-Y yo que sé. Habría
una fiesta de demonios en la fábrica abandonada del pueblo.-respondió el mayor
irónico.
-Lo digo en serio
Dean, quizá Asmodeo y los suyos nos estén pisando los talones. Aunque parecían
augurios demasiado poderosos para un grupito de demonios de encrucijada.
-Ayden es la que sabe
estás cosas. Voy a preguntarle, ¡Ah no! que se ha fugado de casa sin motivo con
un Justin Bieber demoníaco capaz de abrir grietas entre distintas dimensiones.
¿Quieres hacer el favor de centrarte, Sam?
-Tío, ¿Te crees que no
temo por Ayden? ¡Claro que estoy preocupado! Pero es adulta y tiene capacidad
para tomar sus propias decisiones, si se ha marchado con Jack, sus motivos
tendrá. Quizá se haya ido por tu culpa, porque las sigues tratando como una
niña pequeña…
-¿Ahora todo esto es
culpa mía?-respondió Dean abriendo los brazos de par en par-Pues permíteme
decirte que si aquí el Romeo Alado no la hubiese engañado con El Diablo viste
de Prada, Ayden quizá no se habría marchado. ¿Y quién la convenció para que se
guiase por su corazón?
-¿En serio, Dean?
¿Ahora sales con eso?-el mayor forzó una sonrisa irónica.
Dean colocó un dedo
acusador en el pecho de Sam. Este se lo apartó dándole golpecitos mientras Dean
seguía insistiendo en acusar a su hermano menor.
-Chicos, chicos…-les llamó Cas intentando recobrar sus
fuerzas, pero los hermanos estaban tan ocupados echándose la bronca mutuamente
que no lograban oír las súplicas del ángel-¡Chicos!
Sam y Dean se
volvieron atónitos ante el grito de Cas y lo miraron estupefactos. Castiel
estaba al borde de perder la conciencia: se le iba la cabeza y sentía una gran
necesidad de cerrar los ojos. Luchaba para mantenerse despierto. El constante
vómito de sangre lo estaba dejando casi sin fuerzas
-Yo puedo explicar lo
de los augurios.-los chicos escucharon atentos-Me temo, que Jack y Ayden…Jack y Ayden…-hizo un sobre esfuerzo para recuperar
el aliento-han formado un Vínculo.
ESCENA IV: “VICTORIOUS”
Ayden apenas pronunció
palabra durante todo el día, condujeron de vuelta al este, y de allí partieron
hacia el norte. Jack, incómodo con la situación, se puso los cascos y pasó la
mayor parte del día mirando videos en el teléfono móvil hasta que se le acabó
la batería. No hablaron de lo sucedido la noche anterior, ni de aquella charla
matutina, ni de por qué Ayden no había querido besar a Jack otra vez. El
cerebro de él era un remolino de sentimientos y confusión que le golpeaban las
sienes y le hacía polvo la materia gris. Su lado humano y su lado sobrenatural
estaban entablados en una épica batalla en torno a las sensaciones y a los
sentimientos que aquella joven despertaba en él. Aquel rostro que fue el
primero en ver cuando llegó a la tierra una, no tan lejana, noche de mayo.
Apenas se detuvieron a
descansar un par de veces para llenar el depósito, ir al baño o comprar
chocolatinas. Su parada de mayor duración fue
a la hora de la comida, cuando aparcaron en un restaurante de comida
rápida (un lugar cutre, con mesas de aluminio, empleados con ridículos gorros y
un irritante color rojo y amarillo decorando las paredes). Ambos se deleitaron
con una hamburguesa (con doble de beicon y huevo en el caso de Ayden) patatas
fritas y un refresco. Mientras la muchacha iba en busca de su comida, Jack,
sentadito en la mesa como un niño bueno, se fijó en la adolescente rubia que se
encontraba en la mesa de al lado: tenía el pelo largo y de color claro, que
caía en graciosas hondas sobre su espalda. Los ojos azul celeste, redondos,
pómulos altos, nariz pequeña y respingona y labios gruesos y rosados. Era
bajita, pero esbelta, de piernas delgadas y sin apenas cintura, solo el pecho
resaltaba en su figura. Llevaba una falda blanca a la altura de la rodilla, un
jersey rosa y una camisa blanca. Dos pendientes dorados se balanceaban
divertidos desde sus orejas, arrancando fulgurantes destellos a los ojos. Sus
bailarinas, negras, se movían inquietas a la espera de que sus padres
regresasen con la comida. Llevaba los auriculares puestos y no separaba la
vista de la pantalla del teléfono móvil. La joven, que tendría unos pocos años
menos que Ayden, se dio cuenta de que Jack la estaba mirando, y le dedicó una
sonrisa mientras sus mejillas se sonrojaban. Jack le devolvió el saludo.
-¿Es guapa,
verdad?-Ayden había depositado la bandeja sobre la mesa. Desenvolvió la
hamburguesa y se la llevó a la boca.
-No, verás, yo solo…-respondió él atragantándose con la
lengua.
-No tienes que
disculparte. Tienes ojos en la cara, es una chica guapa, femenina… Es normal que te fijes en ella. Es
normal que te fijes en ella más que en mí.-el tono de voz de Ayden denotaba una
anormal indiferencia ante la situación que alarmaba los instintos de Jack,
aunque sus ojos se veían tristes y esquivos ante los suyos.
No entendía el por qué
Ayden había dicho aquello sobre sí misma. ¿Por qué había de fijarse en aquella
chica antes que en ella? ¿Qué tendría aquella chica que no tenía Ayden y que se
le escapaba a primera vista?
Y entonces comparó como
ambas chicas hincaban los dientes en sus respectivas comidas: el cabello de
Ayden se precipitaba hacia delante cuando inclinaba la cabeza para meterse la
hamburguesa en lo más profundo de la boca (al más puro estilo Dean Winchester).
La chica de rosa, cogía las patatas una por una, mordisqueaba la punta y se
secaba la boca con una servilleta. A la tercera patata, dijo que ya no quería
más. Ayden, en cambio, se comió su menú entero y la mitad de las patatas fritas
de Jack.
“¿A caso tiene un problema con la comida
que se va a simple vista?” pensó el
nephilim al ver el poco apetito que había mostrado la rubia desconocida en
comparación con la voraz hambre que caracterizaba a varios miembros de la
familia Winchester.
Fuera como fuera, Jack
volvía a tener el móvil cargado cuando se pusieron en marcha de nuevo, y como
el día anterior, no se detuvieron hasta que el día hubo llegado a su fin y una
noche estrellada del medio oeste de Estados Unidos arropó con su manto negro el
desierto de Kansas. Esta vez, escogieron para pasar la noche un motel situado
en una pequeña ciudad llamada “Forgotten
Valley”. Población: unos 5.000
habitantes.
La confusión de Jack
seguía en aumento por los nombres que utilizó Ayden para registrarse, pero como
hasta ahora, ni Dean, ni Sam ni siquiera Castiel los habían localizado, Jack
continuó confiando ciegamente en aquella muchacha a la que sentía tan cerca, y
que, como su hermano mayor, toda decisión que tomaba era irrefutable por
cualquier medio.
La habitación que
escogió Ayden, esta vez, solo contaba con una cama de matrimonio. Era pequeña y
oscura, con las paredes pintadas de gris y las cortinas y la colcha de la cama
de color negro. ¿Cuáles eran sus intenciones esta vez? ¿Qué estaba haciendo
Ayden con él? Y lo que más le inquietaba ¿Por qué él no se atrevía a cuestionar
ninguna de sus decisiones? Sentía su presencia muy cerca de él, muy adentro,
como si ella formase parte de él, pero a la vez, estaba lejos. Sin decir nada y
movida por una especie de ritual, Ayden Winchester trazó los mismos sellos
enoquianos que había dibujado en la otra habitación y se encerró en el baño.
Jack estaba agotado, no físicamente, era casi imposible que se agotase
físicamente, pero aun así, se sentía exhausto. Se sentó en la cama y se frotó
el rostro para aliviar el dolor. Su mitad humana estaba realizando un
sobreesfuerzo para intentar adivinar cuál sería el siguiente movimiento de
Ayden. ¿Le besaría de nuevo o seguiría tan distante como había estado durante
todo el día? La realidad, es que Jack no se imaginaba para nada lo que
sucedería después…
La joven salió del
baño dando un portazo, Jack sentía que el corazón estaba a punto de explotarle
en el pecho: Ayden se había puesto un vestido negro: un corsé prieto hasta la
cintura y una falda que caía sobre la altura de la rodilla. Una sensual lazada
le envolvía el cuerpo para formar un lazo al final de la espalda. Llevaba el
cabello suelto, con sus rizos rebeldes de color rubio oscuro, únicamente
decorado con una cinta de color negro que se ocultaba en la nuca y caía por el
lado derecho del cuello. Llevaba una gargantilla con un broche de dragón dorado
y una cadena de plata con una placa y una estrella. Los ojos pintados con una
línea negra y cubiertos por una máscara de pestañas, que acentuaba el verde de
su mirada y resaltaba los pómulos suaves. Se había pintado los labios de rojo
oscuro y en los pies, llevaba sus inseparables y destrozadas zapatillas de tela
y cordones.
-¿Qué estás haciendo,
Ayden?-pronunció él casi sin caber en sí de asombro:
-Esta noche, nos toca
divertirnos.-sonrió ella pícara.
Gracias a Internet, Ayden
arrastró a Jack hacia donde la gente joven se divertía por aquellos lares: Una
discoteca de dos pisos situada en un viejo edificio de fachada amarillenta con
humedades bajo las ventanas. Estaba abarrotado y desde una larga distancia ya
se escuchaba la música electrónica a todo volumen y deslumbraban multitud de
luces de colores. Se presentaba una noche nublada a pesar de las estrellas que
se divisaban cuando llegaron. Un relámpago iluminó el desierto. Ayden ni
siquiera había dejado que Jack se cambiase de ropa, llevaba unos vaqueros
claros, una camiseta blanca y una chaqueta marrón claro, de un tono similar al
de su cabello, que siempre llevaba bien repeinado en una graciosa onda que la
acariciaba la gruesa ceja izquierda. Tenía un rostro infantil y tierno, el
mentón afilado y los labios gruesos y apetecibles. Sin mencionar sus hermosos
ojos azules y su cuerpo digno de una escultura de Miguel Ángel. Ayden pensaba
de verdad que se trataba de un chico muy apuesto, y casi se avergonzó de su
ridículo vestido al llegar a aquel concurrido lugar junto a aquel muchacho
digno de la portada de una revista. Tiró de su falda hacia abajo para intentar
cubrir sus muslos todo lo posible. Había intentado parecer más femenina para
atraer a Jack, parecerse a la chica que se habían encontrado en el restaurante,
pero únicamente se sentía ridícula y avergonzada.
La discoteca se
encontraba en una calle oscura y estrecha, a poca distancia de motel donde
estaban alojados: entre casas viejas y asfalto desgastado se hallaba agrupado
una multitud de gente con vasos de plástico en la mano y botellas ocultas en
bolsas de papel.
A Jack casi le
revienta la cabeza cuando entró en aquel lugar plagado de gente, faldas cortas
y tacones altos, que olía a alcohol y a humo. El desfile de luces de colores le
desorientó y la música electrónica rebotaba en su cabeza como un potente
tambor. Una baranda de hierro separaba los dos pisos de la discoteca: había una
barra de bar y una pista de baile en el piso inferior, y un escenario en el
superior, que se divisaba desde su posición. Ayden tuvo que sujetar a Jack para
que no se cayera por el mareo. Entró en pánico un instante, en cuanto vio cómo
se iluminaban los ojos de Jack, pero el nephilim consiguió estabilizarse al
instante.
-¿Estás bien, Jack?
¿Quieres que nos vayamos a otro sitio?
-No, no. Quiero estar
aquí.-mintió él al ver las molestias que se había tomado Ayden para traerlo
allí.
-Te traeré algo de
beber, ¿qué sueles tomar?-preguntó tontamente ella.
-¿Qué es lo que bebe
Dean?
-Cerveza.
-Pues tráeme una
cerveza.
-Está bien, no te
muevas de aquí.
Jack permaneció ocultó
en su rincón cercano a la puerta, donde la música era menos estruendosa y las
luces no le deslumbraban. Observó como Ayden se alejaba hacia la barra del bar,
con esos andares suyos contoneando las caderas de manera no demasiado
estilizada. Se abrió paso entre la multitud que allí se acumulaba y entabló
conversación con un chico alto y delgado, con traje negro, pelo oscuro y
engominado hacia atrás. Jack observó con cierto desprecio como el desconocido
con el que había topado Ayden, la desvestía con la mirada y repasaba con descaro
cada una de las provocativas curvas de su cuerpo:
-Perdona, no te había
visto.-se disculpó ella.
-Ni yo a ti. ¿Eres
nueva en la ciudad?-preguntó el desconocido, coqueto.
Sin duda era unos años
mayor que Ayden. Rostro perfectamente afeitado, nariz y cejas grandes y ojos tan negros como su
traje. Tenía la voz aguda y olía a una fuerte colonia masculina.
-Estoy de
paso.-prosiguió ella siguiéndole el juego.
-¿Has venido sola?
-No, estoy con un
amigo.
-¿Un amigo, o un “amigo”?-bromeó con una perturbadora sonrisa.
-Sinceramente, aún no
lo tengo claro.
El chico rio
exagerado:
-Me gusta tu estilo,
te invito a una copa, ¿qué te apetece?
-Gin, y una
cerveza.-respondió ella serena.
-Una chica con clase…-asintió él mientras daba la orden al
camarero-Me gusta. Me llamo Brendon, por cierto.
-Que coincidencia,
como mi cantante favorito. Yo soy Ayden.
-¡Qué casualidad, como
mi actriz porno favorita!
-¿Hay una actriz porno
con mi nombre?-se extrañó ella siguiendo el con tono bobalicón e ingenuo.
-Sí, y además es especialista
en tríos. No sé si me entiendes.-le guiñó el ojo.
-Lo siento, pero no
conozco demasiadas actrices americanas, aunque tengo una larga lista de “Bellezas asiáticas”.
El tal Brendon volvió
a estallar en carcajadas mientras a Ayden le servían las copas que había
pedido.
-¿Sabes qué? Me has
gustado. Unos colegas y yo hemos alquilado una mesa vip en el piso de arriba.
Hoy hay karaoke, sé que suena a muermo, pero a la tercera copa te parece que
cantes como el propio Sinatra. ¿Te apetece subir con nosotros?
-No, gracias, prefiero
quedarme con mi amigo.
Ayden regresó junto a
Jack y le tendió su cerveza:
-¿Por qué no te has
quedado con él? Parece que le gustas…-susurró
Jack por lo bajo.
-¿Gustarle?-se burló
Ayden sorbiendo de su copa de ginebra-Ese tío solo buscaba un polvo fácil y me
ha visto sola y con pocas posibilidades.
-No entiendo porque
dices eso…
-Jack,-suspiró
exasperada- mírame por favor y mira al resto de chicas que hay en este local.
Soy un desastre.
-Yo creo que estás
preciosa…
-Has conocido a muy
pocas chicas, Jack. Venga, vamos a bailar.
Y tiró de la manga de
él para arrastrarlo hasta la pista de baile donde se fundieron con la multitud.
A pesar de la timidez de Jack, consiguió soltarse gracias a los divertidos
pasos de baile de Ayden. Brillaba como una estrella en la noche, con la
brillantina resplandeciendo en sus mejillas y con una sonrisa de oreja a oreja
que mostraba sus dientecitos pequeños y blancos. El pelo danzaba rebelde sobre
sus hombros y sus ojos lanzaban chispas color esmeralda. Los ojos de él también
brillaban de júbilo, y su flequillo, siempre bien peinado, se revolvía rebelde
sobre sus sienes. Jack estaba tan encandilado que su botellín de cerveza
resbaló de su mano y se partió en mil pedazos, cortándole los dedos y empapando
el pantalón negro de uno de los bailarines:
-Lo siento, ha sido
sin querer…-murmuró Jack
asustado.
Ayden se interpuso de
inmediato entre ambos, atenta por si Jack perdía los nervios y sus ojos se
iluminaban de dorado:
-¡Anda tú otra vez!
Parece que el destino está empeñado en juntarnos.-dijo Brendon.
-Oye, ha sido un
accidente, no queremos problemas. Ya nos vamos.-se excusó Ayden.
-Demasiado tarde, tu
amigo ya me ha jodido el traje.-respondió apretando la mandíbula mientras otros
tres chicos se incorporaban a la conversación.
-Sí, me voy contigo.
-¿Cómo dices?-Brendon
arqueó las cejas. Era mucho más alto que Jack, y aunque desconociera los
infinitos poderes del nephilim, le intimidó lo suficiente como para ocultarse
tras Ayden como un niñito asustado.
-Me has invitado a ir
a tu mesa con tus amigos, ¿a qué estás esperando? Venga, vamos.
-Ayden, ¿qué estás
haciendo?-preguntó Jack oculto tras el cuerpo de ella, pero no le respondió.
La muchacha se marchó
con Brendon.
-Enseguida vuelvo.-le
susurró a Jack antes de perderse en la multitud.
Regresó a su rincón,
observando como las heridas que le habían hecho los cristales en la mano
sanaban en cuestión de segundos. Vio a Brendon y a Ayden, agarrados por la
cintura, junto con otros tres chicos trajeados y de cabellos largos, subir las escaleras
hacia el escenario y la zona VIP. Una chispa dorada se encendió en sus ojos.
Pasaron un par de horas, o quizá más, en las que Jack observó a un séquito de
cantantes ebrios, mujeres y hombres, cantar en el escenario: algunos iban con
una copa en la mano, otros con corbatas en la cabeza y otros no se aguantan de
pie.
Quería ir a encontrar
a Ayden, estaba solo y asustado y preocupado por las intenciones de Brendon con
ella, “Cómo si Ayden no
supiese defenderse sola”, además,
ella le había dicho que volvería en seguida. Una voz familiar sonó en el
micrófono del escenario. Jack abrió los ojos como platos y entreabrió los
labios, alzó la cabeza hacia el balcón del segundo piso:
-Quisiera dedicar esta
canción a mi amigo Jack, que ha venido conmigo esta noche.-un cierto temblor se
percibía en la voz de Ayden, que estaba sola en aquel escenario, con su vestido
negro y sus deportivas, y con un micrófono en la mano. El mundo se detuvo para
Jack, y dejó de escuchar la estruendosa música electrónica, y las luces cesaron
y la gente desapareció, solo estaba ella, ella y su preciosa voz, cantándole a
él. Solo a él:
“This ain't for the best. My reputation's never been
worse, so. You must like me for me. We can't make. Any promises now, can we,
babe? But you can make me a drink”.
Ayden siguió cantando,
y con cada palabra, Jack se sentía más cerca de ella. Se metió entre la
multitud, con el objetivo de alcanzarla:
“Dive bar on the East Side, where you at? Phone lights
up my nightstand in the black. Come here, you can meet me in the back. Dark
jeans and your Nikes, look at you. Oh damn, never seen that colour blue. Just
think of the fun things we could do. 'Cause I like you”.
Taylor Swift (2017) Delicate Reputation, Big Machine Records. EEUU
Entonces el tan
Brendon apareció en el escenario, iba borracho, tambaleándose de un lado para
el otro. Tomó a Ayden del brazo y se la intentó llevar del escenario, pero ella
se resistió, le quitó la copa que llevaba en la mano y se la vertió por la
cabeza. La gente empezó a reiré y las mejillas de Brendon se volvieron de color
rojo, de sus ojos saltaban chispas. Jack estaba que
no cabía en sí.
“Is it cool that I said all that? Is it chill that you’re in my head? ‘Cause I know that is delicate”.
La voz de ella seguía
sonando, al menos en su cabeza, pero lo cierto es que después de tirarle la
copa por encima, Ayden se había escabullido a toda prisa entre la multitud y
había descendido las escaleras a toda prisa entre tropezones y empujones.
De repente, Ayden
había desaparecido de su vista, pero la deliciosa canción que había estado
cantando seguía resonando en su cabeza. Ahora se mezclaba con la música
electrónica que volvía a resonar por todo el local. Jack cerró los ojos y se
agarró la sien para intentar concentrarse en la voz de Ayden, todo le daba
vueltas. La veía escabullirse entre la gente, con el pelo balanceándose rebelde
sobre sus hombros, pero no lograba alcanzarla. Una arcada le subió por el
estómago y tuvo que aguantarse las ganas de vomitar. Sudaba a chorros y se
frotaba el rostro y el pelo desesperado hasta que una mano le acarició el
hombro. Jack se volvió atónico para encontrarse con la sonrisa divertida de
Ayden.
-Aquí estás, te he
estado buscando.-susurró
mientras se colgaba de su cuello con sus largos y delgados brazos y sus labios
buscaban con fervor los de Jack.
El mundo se detuvo
durante un instante: la estruendosa música electrónica cesó, pero la suave voz
de Ayden seguía danzando en el aire.
“Sometimes I wonder when you sleep. Are you ever
dreaming of me? Sometimes when I look into your eyes. I pretend you’re mine, all the damn time”.
Su boca era cálida,
pero había adquirido un nuevo retrogusto amargo como consecuencia de la ginebra
que había bebido. Sus brazos alrededor de su cuello hacían brotar en su
estómago aquel cosquilleo tan extraño. Su fuerza interior brotaba de nuevo y
sentía una llama arder en su pecho. Jack la tomó por la cintura y la acercó a
él. Sentía el palpitar de su corazón tan cerca, que incluso parecía que se
fusionara con el suyo. Ninguno de los dos podría decir si ese beso duró un
segundo o duró horas, pero cuando se separaron, ambos tenían las mejillas
sonrojadas y les faltaba aire en los pulmones. Ayden abrió la boca con intención
de decir algo, pero las palabras no salían articuladas de sus labios:
-Ahí están.
Brendon, empapado en alcohol,
y sus amigos se acercaban a ellos a empujones y muy enfadados. Ayden agarró a
Jack de la manga y se escabulleron entre la gente.
Salieron a la calle,
donde una intensa lluvia estaba empapando Forgotten
Valley. Ambos corrían como niños, Ayden tiraba de Jack, la música cada vez
estaba más lejos, aunque en la mente de Jack seguía sonando aquella delicada
canción:
“Is it cool that I said all that? Is it chill that you’re in my head? ‘Cause I know that is delicate”.
La divertida risa de
Ayden eclipsaba el sonido de la lluvia al chocar contra el asfalto. El aire
estaba impregnado de un fuerte olor a humedad que se les calaba en lo más hondo
de los pulmones y les hacía expulsar vapor por la boca. El pelo de Ayden caía
rebelde por su espalda, empapado. La cinta que lo sujetaba había desaparecido y
corría descalza con los zapatos en la mano. Se detuvieron a saltar en un charco
y se salpicaron mutuamente. Jack también reía, siempre que estaba con Ayden se
reía, se divertía. Ella lograba que se olvidase de toda la mierda que le
rodeaba y no sintiese que era, en fin, un monstruo. Tomó a Ayden por la cintura
y dio vueltas sobre sí mismo mientras la lluvia enmarcaba en lágrimas aquel
beso. El maquillaje le corría por la
cara mientras sujetaba las mejillas de Jack contra su boca. La piel de ella
estaba fría y erizada, Jack se ofreció para darle su chaqueta, pero solo logró
que Ayden se riese en su cara, lo que provocó un adorable sonrojo en las
mejillas del muchacho. Llegaron al motel empapados y enrollados el uno en el
cuerpo del otro. Jack intentó abrir la puerta de la habitación, pero las manos
de Ayden en sus mejillas y su lengua en su boca se lo impidieron.
Cuando lograron
entrar, ambos comenzaron a desvestirse mutuamente con desesperación y
prácticamente con un hambre voraz mientras se empotraban en todos los muebles,
huecos y paredes que permitía aquel diminuto habitáculo. Jack intentó encender
la luz, pero ella insistió en que solo encendiera la lámpara de la mesita de
noche. Ayden le arrancó de un tirón la cazadora y le quitó la camiseta por
encima de la cabeza. Su cuerpo, a pesar de estar expuesto bajo la lluvia,
estaba caliente. Sintió ese calor cuando acarició su pecho desnudo, cubierto de
graciosas pecas y esculpido en el más puro mármol. Mientras, el cerebro de Jack
se debatía en analizar todos los sucesos que estaban ocurriendo aquel día,
todos los repentinos cambios de humor de Ayden y sus respectivas y
descabelladas acciones. Su mitad humana estaba eufórica: le ardía la sangre a
través de las venas y su respiración agitada era puro fuego. Se bloqueó tanto,
que incluso no lograba bajar la cremallera del vestido de Ayden, así que usó
sus poderes y se la arrancó de un tirón: un temblor le recorrió el cuerpo ante
aquella imprevisible reacción mientras sus ojos volvían adquirir el tono azul
usual, en lugar del dorado brillante.
-Eso ha sido
perturbador y muy sexy a la vez.-pronunció ella quitándole hierro al asunto y
dejando que el vestido descendiera hasta los tobillos, deslizándolo torpemente
por las caderas de manera que casi pierde el equilibrio. Jack observó con
deleite el conjunto de encaje negro y rosa que ocultaba aquel vestido,
únicamente se balanceaba sobre su pecho aquella placa de plata que nunca se
quitaba. Ayden carecía de la musculatura trabajada de sus hermanos, tampoco
tenía la altura y la complexión atlética, era más bien menuda y de espaldas
estrechas. Un busto altivo y juvenil, verdaderamente atractivo, aunque no
abundante. Una cintura marcada y las caderas anchas y torneadas. Cierta
flacidez se acumulaba en su estómago y en sus caderas. Tras las nalgas, tampoco
endurecidas, la piel era dúctil y un bosque de árboles blanquecinos cubría sus
caderas hasta la cintura. Su juventud aun delataba algún punto de acné en la
barbilla o en la sien. Como el único modelo en quién fijarse durante toda su
vida habían sido hombres: Ayden carecía de la feminidad (o al menos eso opinaba
ella, aunque no concorde con el criterio de Jack) y había aprendido los trucos
de belleza por su cuenta: como el aún por pulir arte de depilarse, maquillarse
o andar con tacones.
Mientras tanto, ella
desabrochaba, con una seguridad que incluso llegó a sorprenderla, el botón de
sus pantalones oscuros, rozándole en la intimidad con los dedos fríos y húmedos.
Jack no se lo pensó varias veces antes de empujarla contra la cama y tumbarse
sobre ella: las piernas le rodearon la cintura y sus bocas estaban más juntas
que nunca. El poder de El Vínculo comenzó a hacer su efecto y un ligero brillo
dorado empezó a resplandecer en los irises verdes Winchester de Ayden. Besó su
cuerpo en su plenitud: comenzó por las mejillas y mordió los labios, descendió por
el cuello y continuó por el busto y el pecho, dejando a su paso, una estela
cálida de saliva sobre aquella piel húmeda y fría. Ayden se mordió el labio
inferior y clavó las uñas con fuerza en el colchón ante el contacto de aquellos
labios gruesos que recorrían su cuerpo. No pudo evitar arquear la espalda y
escupir un débil suspiro cuando él comenzó a besarle el abdomen, ligeramente
flácido. Descendió hasta más allá e incluso llegó a morderle con deseo la carne
sobrante de la cara interior del muslo, algo que a Ayden agradó especialmente. Se
inclinó sobre ella y ambos terminaron de desvestirse.
-Anoche no parecías
tan seguro de ti mismo.-bromeó Ayden ocultando su desnudez con los brazos
cruzados sobre el pecho.
-Internet.-respondió
él con las mejillas sonrojadas mientras acariciaba con sensualidad la pierna de
ella y la enroscaba en torno a su cadera.
Ayden sintió como
volvían a unirse, y no solo a nivel físico. Esta vez en movimientos
tremendamente suaves y muy delicados. Sentía el cuerpo de Jack sobre el suyo:
tenía la piel muy suave y la musculatura dura y trabajada, al contrario que la
flacidez que envolvía el cuerpo de ella y de la que no podía evitar
avergonzarse. Su peso le oprimía el pecho, pero sentir su corazón latir le
provocaba una sensación indescriptible de calma y tranquilidad. La boca de Jack
era tan inocente como su dueño: curiosa a la vez que prudente, cálida y
acogedora, aún sin explorar, aún sin descubrir. Ayden la probó toda: desde
morder los suculentos labios, lamer los dientes e inspeccionar con la lengua
hasta el último rincón.
Se estaba distrayendo
de su objetivo: a pesar de la oscuridad, cerró los ojos e intentó imaginarse a
la figura a la que había amado anteriormente a Jack, pero todos sus esfuerzos
eran en vano. El cabello negro y grueso que había acariciado con anterioridad,
se convertía en seda color café que se deshilaba entre sus dedos. La mandíbula
cuadrada y cubierta por una áspera barba, ahora era suave y puntiaguda. Y el
cuerpo rudo y cubierto de cicatrices ahora era liso y raso. Los labios que
antaño la besaban eran finos y estaban llenos de cortes y pieles. Estos eran
gruesos, bulbosos y apetecibles. “Céntrate
en sus ojos, Ayden. Solo en sus ojos”. Se
repetía la muchacha en su interior para evitar seguir pensando en aquello.
-Jack, bésame el
cuello.-le suplicó en un último intento de dejar de visualizar al nephilim cara
a cara y centrar sus pensamientos en otra persona-Me gusta que me besen el
cuello.-prosiguió ante la desconcertante mirada de Jack.
El chico obedeció,
aunque aquello no impidió que Ayden se concentrara, los besos y los mordiscos
de Jack en el cuello despertaban pasiones dormidas en ella: y aunque luchó para
mantener los ojos abiertos y su cerebro concentrado, terminó cediendo a los encantos
de Jack. Rodeó su cuerpo con los brazos y lo atrajo con fuerza hacia sí,
agarrándole el pelo y susurrándole al oído lo mucho que le estaba gustando. Su
cuerpo empezó moverse al compás del suyo. Ayden arqueó la espalda con
brusquedad y clavó las uñas en los hombros de Jack, arañándole con fuerza del
cuello hasta los omoplatos. Los ojos de ambos brillaban con aquel inusual
dorado resplandeciente. Jack incorporó a la muchacha haciendo gala de toda su extraordinaria
fuerza, ella rodeó el cuello de Jack con sus brazos y apoyó sus labios en su
oreja para dejar escapar un largo suspiro que recorrió en forma de escalofrío
el cuerpo entero del muchacho. Jack se deleitó con aquel aroma femenino, a la
vez que intenso y excitante. Ayden quedó exhausta, abrazado a Jack, con el
rostro apoyado sobre sus hombros. Él la meció con suavidad: sentía su
respiración agitada y una película de sudor recubriéndole el cuerpo. El corazón
le latía a una velocidad vertiginosa. Jack volvió a tumbar a Ayden sobre el
colchón y le acarició con suavidad el pelo, mientras la última gota de oro se
disolvía en sus ojos verdes:
Jack Kline (Alexander Calvert) |
-¿Necesitas
azúcar?-preguntó él.
Ayden sacudió la
cabeza:
-Estoy bien. Solo
quiero que te tumbes a mi lado.
A Jack le desconcertó
la propuesta, pero pensó que aquel no era el momento más acertado para discutir
las locas decisiones de Ayden ni del torbellino de sentimientos que discurrían
entre su cabeza, su corazón y entre su mitad ángel y su mitad humana. De todos
modos, y como hacía siempre, obedeció, y así permanecieron en silencio un largo
rato, el suficiente hasta que ella recuperase el aliento. Jack no sabía cómo
hacer para dejar de chupar la energía cuando estaba con ella. Pero se sentía
tremendamente culpable, al verla tan débil y fatigada por culpa de aquel
Vínculo que habían forjado sin quererlo, pero que ahora les unía a niveles que
ninguno de los dos lograba entender.
-¿Qué es
esto?-preguntó Jack para romper el incómodo silencio que se había formado entre
ambos.
Ayden jugueteaba con
la pequeña placa de plata que colgaba de su cuello: tenía forma rectangular y
de ella colgaba una estrella de cinco puntas. Nunca se lo quitaba.
-¿Esto? Fue un regalo
de Dean, me lo regaló cuando cumplí dieciocho años. Es la matrícula de su
coche-KANSAS KAZ 2Y5 leyó Jack-Verás, cuando Sam cumplió los
dieciocho, decidió que no quería seguir con esta vida de cazadores, así que se
marchó a estudiar a Stanford. Dean sabía que él y papá se equivocaron al
presionar a Sammy para que se quedara con nosotros y no quería cometer el mismo
error conmigo, y que me alejara. Así que me regaló esto, y me dijo que eligiera
el camino que eligiera: Cazadora, Mujer de Letras o “persona normal” siempre tendría un hogar al que
regresar…-a Ayden se le
atragantaba la voz al hablar y un deje de nostalgia se escapaba de sus labios
mientras sujetaba la pequeña pieza con dulzura entre sus dedos.
-Es un detalle muy
bonito…
-Es una falsa.-escupió
ella-Dean le pidió a Cas que pusiera un hechizo de rastreo en el collar, para
saber en todo momento donde estoy. Dean nunca se fiará de mí como se fía de
Sam. Para él siempre seré su frágil e indefensa hermana pequeña.
Ayden se arrancó el
collar de un tirón y lo dejó caer entre las sábanas.
-Entonces, ¿Sam, Dean
y Cas han sabido dónde estamos en todo momento?
-No te preocupes por
eso ahora, ¿vale?-le sonrió Ayden acariciándole el pelo con dulzura-Si no en lo
genial que ha sido lo que hemos hecho antes.
Las mejillas de Jack
se tiñeron de un color rosa muy bonito:
- ¿Puedo hacerte una
pregunta?-ella asintió con la cabeza-¿Por qué mientras yo estaba haciendo
aquello, no parabas de rezar?
-¿Qué yo hacía
que?-esta vez fue a Ayden a la que se le subieron los colores como las luces de
un árbol de navidad.
-No parabas de llamar
a Dios mientras lo hacíamos…
-Oh no, no llamaba a
Dios.-Ayden no sabía dónde
meterse para explicar aquello a Jack-Es solo una forma de hablar, a veces, los
humanos, cuando algo nos gusta mucho…”llamamos a
Dios”, no sé si me
entiendes…-susurró ella
sonrojada.
-Entonces, cuando
llamabas a Dios de esa manera, ¿significa que te ha gustado lo que estaba
haciendo?
Jack rio con las
mejillas iluminadas, Ayden le devolvió la sonrisa, encandilada por aquella
infinita ternura y esa bendita inocencia.
-Tienes motivos para
estar orgulloso, ¡Anda! Estás teniendo tu primera charla de almohada.-la voz de ella era despreocupada,
jovial y divertida.
Jack estaba tumbado a
su lado, ambos desnudos, cubriéndose con las estrambóticas sábanas negras del
motel.
-¿Qué es una charla de
almohada?-preguntó él, incorporándose sobre el codo para poder contemplar mejor
a Ayden.
-Es algo que hacen las
parejas después de hacer el amor: ya sabes, hablan sobre sus cosas, sobre la
vida, normalmente sobre temas sin importancia.
-¿Parejas?
Ayden enmudeció de
repente y su piel se tornó pálida como un fantasma. Jack quiso que lo tragase
la tierra, ¿por qué había tenido que romper aquel momento tan íntimo y
agradable con Ayden? Ya era la segunda vez que lo hacía… ¿Por qué no podía mantenerse callado y
dejarla que ella hiciera?
-Ayden, sé que
probablemente no quieras oír esto.-Jack se incorporó, y junto a él, Ayden, que
seguía sujetándose las sábanas contra el pecho desnudo-Pero estoy enamorado de
ti, lo estoy desde hace mucho tiempo: eres la única que, desde que llegué aquí,
me has hecho sentir que no soy un monstruo. Eres la primera persona a la que vi
al llegar y con la que quiero estar siempre.
Ayden recordaba con
claridad cómo había entrado a aquella habitación infantil, con la espada en
alto, per se había detenido en seco al percibir aquella sombra gris, tamaño
adulto, con dorados ojos brillantes, como se había agachado junto a él y le
había animado, con palabras tiernas, a ponerse de pie. Y como él le había
acariciado el rostro y los brazos, preguntándose quién era aquel personaje,
cuya voz le resultaba tan familiar (junto con el nombre de Castiel).
-Jack…-suplicó ella.
-No, déjame acabar.
Quiero estar contigo, me siento a salvo cuando tú estás a mi lado. Siento que
estoy con quien debo estar, y no me siento solo. Sé lo que me vas a decir, pero
te diré que no tienes razón, porque he visto como son las otras chicas, y no me
gustan, a mí me gustas tú. Me da igual que lleves un vestido o unos vaqueros, o
maquillaje en la cara. Te quiero a ti, y sí, lo que hemos hecho ha sido
alucinante, pero me daría igual no poder repetirlo si eso te mantiene feliz y a
salvo. Aunque me gustaría que estuvieses feliz y a salvo a mi lado. Fugarnos,
como hacen las parejas de las películas, aunque arriesgado y una maldita
locura, ha sido lo mejor que me ha pasado, porque confío en ti y sé que quieres
lo mejor para mí… -Jack
empezaba a ponerse nervioso, la voz le temblaba y no le salían las palabras-
Quiero decir, que te seguiría hasta el final del mundo, hasta lo más profundo
de la oscuridad…
-Jack.-le susurró
Ayden al oído apoyando su pecho desnudo y gélido contra su espalda cálida
mientras le rodeaba el cuerpo con brazos serpenteantes-lo cierto, es que yo
también siento algo muy fuerte por ti. Algo tan fuerte, que me asusta-Jack
también estaba asustado, pero la voz grave de Ayden tenía ese efecto narcótico
en él-He sentido algo desde el primer momento, pero se ha ido intensificando a
medida que te conocía, que te acercabas a mí… No sé lo que es,-le obligó a mirarle a
los ojos-solo sé que ha llegado un punto en el que tú debes estar a mi lado, y
yo debo estar al tuyo. Y ni Dean, ni Sam ni Cas pertenecen a este Vínculo, a
este mundo. A nuestro mundo.
Volvió a besarlo con
pasión y ambos se tumbaron uno encima del otro, entre caricias, abrazos y
deseos aún del todo no cumplidos:
-¿Estás segura de qué
quieres volver a hacerlo? Tu energía, podría agotarse…
-Cállate Jack.-murmuró
ella agarrándole el rostro y besándolo con furia.
Aunque el nephilim no
estaba del todo errado, porque Ayden cayó dormida, exhausta y débil en seguida.
Su piel se había tornado de un blanco gris, y sus mejillas habían perdido el color,
al mismo tiempo que dos bolsas negras aparecían bajo sus ojos. Jack sabía que
eso no debía ser bueno para ella, cada vez que él hacía uso de ese maldito
Vínculo que los unía, aunque él se sentía más fuerte y poderoso, ella
enfermaba, e incluso alguna vez había llegado a perder la conciencia. ¿Pero
cómo se suponía que debía de dejar de hacer eso? ¿Llegaría a controlarlo algún
día? ¿O terminaría matando a Ayden en uno de sus apasionados revolcones?
La observó dormir,
incluso en la oscuridad podía distinguir el cabello aún medio empapado,
esparcido rebelde por su rostro, desnuda, encogida en posición fetal y con una
raya roja de sangre cayéndole por la nariz. Temblaba, y aunque tenía la piel
gélida, no era por el frío. Gemidos de terror se escapaban de su boca. Jack
pensó en despertarla, pero probablemente Ayden estaría tan agotada que no
lograría que se pusiera en pie. En su lugar, colocó una mano sobre su cabeza y
sus ojos se iluminaron: estaba dentro de su mente, en ella veía a Dean, a Sam y
Castiel, no paraban de morir una y otra vez. A Dean le desgarraba las tripas un
sabueso infernal, después un ángel lo apuñalaba y renacía convertido en un
demonio de ojos negros. A Sam le disparaban por la espalda, después caía en un
agujero, junto con otro chico, tan profundo que no llegaba a ver el final.
Despertaba poseído por un ángel que acababa con la vida de un chico llamado
Kevin Tran (un nombre que atormentaba a Ayden). Castiel explotaba delante de
sus narices, después se zambullía en un río y su cadáver se lo llevaba la
corriente ante los gritos desesperados de Ayden. Ella también moría, apuñalada en
el pecho por un Castiel de lágrimas rojas, cuando se interponía entre él y un
hombre con traje negro y ojos rojos… Pero de
todos aquellos recuerdos, el que más dolía a la joven Ayden, era cuando Castiel
la dejó tirada en el suelo, malherida y destrozada en una fría noche, para
marcharse con Kelly Kline. Aquella sensación era peor que la de recibir una
puñalada.
Jack retiró veloz la
mano del cerebro de Ayden, sentía como los pulmones se le iban a salir del
pecho, asustado por ver todas aquellas pesadillas que la joven tenía que
revivir cada vez que cerraba los ojos, y que le impedían descansar.
-Ya no tienes que
cargar con eso tú sola.-le prometió Jack en susurros al oído, mientras volvía a
colocar la mano sobre la cabeza de Ayden. Unas venas doradas brillantes
aparecieron desde su brazo hasta el cerebro, al mismo tiempo que sus ojos se
volvían a iluminar y transmitía parte de aquellos recuerdos a su propia mente.
La muchacha dejó de temblar y su respiración se volvió tranquila y regular.
Jack la besó en la sien y le deseó buenas noches antes de acurrucarse a su
lado.
NOTA: Todos los títulos son canciones del grupo musical: Panic! at the Disco.
NOTA: Todos los títulos son canciones del grupo musical: Panic! at the Disco.
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