-Inclínate Ayla, eso es…-la voz de Matt era profunda
y grave. Su pecho desnudo estaba perlado de sudor.
Dejé que me colocase como él quería. Tumbada sobre
la cama, con las caderas hacia arriba y las piernas separadas. Intenté levantar
el rostro, pero, con extraño cuidado, me agarró del pelo y me empujó contra el
colchón, dándome un desagradable tirón en el cuello.
-No te muevas, estás perfecta.-susurró mientras me
miraba con sus enormes ojos azules.
Tragué saliva. No podía ver lo que había enfrente de
mí, pero podía escuchar las olas del mar y el olor a sal, y las partículas de
arena blanca que arrastraba el viento y depositaba en mi pelo. El sol de mediodía me acariciaba cálido el rostro.
Le sentí empujarme para penetrarme mientras yo me
estremecía. No era agradable, lo notaba más hinchado de lo normal. Yo estaba
tensa, humillada en una incómoda postura que estaba empezando a pasar factura a
mis lumbares. No le importó que yo no estuviese lo suficientemente húmeda para
recibirle, simplemente empujó. Empujó dos veces. A la tercera, se humedeció dos
dedos con saliva, los introdujo dentro de mí y lo volvió a intentar hasta que
lo consiguió.
Empezó deprisa, empezó demasiado deprisa. Yo cerré
los ojos, notaba como desgarraba ligeramente y solo deseaba que terminase lo
antes posible. Sus manos pequeñas pero fuertes me agarraban con firmeza las
caderas y sus uñas se clavaban en mi carne. Tenía la mejilla pegada al colchón,
afortunadamente, no lo veía a él, solo una cortina blanca que se agitaba con la
brisa marina, la arena blanca y el océano de fondo.
Me azotó una nalga y yo contuve un gemido mordiéndome
la lengua y cerrando los ojos con fuerza.
“Por favor, termina ya…”
En realidad, no sé cuánto tiempo estuvo penetrándome
pero me resultó interminable. Cuando lo sentí derramarse en mi interior, la
presión disminuyo y mis músculos se destensaron y empezaron a adaptarse al
órgano que aun yacía en mi cuerpo, expulsando semen dentro de mí.
Matt se tumbó a mi lado, cansado pero feliz. Estaba
totalmente desnudo, a excepción de los collares de abalorios que llevaba
colgando de su cuello, y que se agitaban al ritmo de su respiración exhausta.
La piel se le erizaba con la brisa del mar que le revolvía los rizos plateados.
A finales de verano cumpliría treinta y seis, ya estaba más cerca de los
cuarenta que de los treinta, y eso me asustaba, pero aquel atractivo suyo
eclipsaba a cualquier veinteañero.
Yo, avergonzada de mi cuerpo, me cubrí con la sábana
blanca que se agitaba por la fuerte brisa. Nos encontrábamos de viaje en una
pequeña islita de Hawái. Alejados de la prensa, de las miradas indiscretas y,
sobretodo, alejados de la familia. Necesitábamos estar a solas, los últimos
meses habían sido caóticos en la vida de ambos, era hora de poner los puntos
sobre las íes.
La cabaña de tropical que habíamos alquilado se
encontraba en una cala escondida en un islote llamado Vaiana. En el porche,
aparte de hamacas, sillas y otro mobiliario de exterior, se encontraba aquella
especie de cama, fabricada con madera de cañas y envuelta en cortinas blancas
donde Matt había descubierto un excepcional lugar para hacer el amor.
Hawái no era ni por asomo el destino predilecto del
indómito Matthew Brown, pero tampoco había puesto muchas objeciones en cuanto
le propuse que nos escapásemos una semana a aquel paraíso tropical. Creo que
Matt hubiese dicho que sí incluso a ir al mismísimo infierno con tal de salir
de Los Ángeles una temporada.
Lo cierto, es que era un día precioso, a excepción
de las fuertes ráfagas de viento marino, las olas chocaban contra los acantilados que rodeaban la pequeña cala. Las gaviotas piaban, el sol brillaba, las nubles blancas danzaban en el cielo azul al compás de una suave melodía, mientras que las palmeras se agitaban siguiendo su canción. Tras la pequeña choza clavada enfrente de la playa de arena blanca, se abrías kilómetros de selva virgen. Parecía que nada ni nadie
podría nunca estropear ese día tan maravilloso.
Matt respiró hondo, empapándose de la tranquilidad y
la privacidad de la que disponíamos en aquella isla. Intentó abrazarme, pero me
desprendí de él con gesto afligido, perdiéndome por un eterno instante en la
profundidad de sus ojos azules y en la sensualidad de la curvatura de sus
labios:
-Ayla…-susurró con voz dulce-¿Estás bien? ¿He hecho
algo mal?-se llevó las manos a la cabeza-¡Pero qué idiota he sido! No te ha
gustado mucho lo que acabo de hacer, pero ¿por qué siempre me lo permites? No
quiero disfrutar de esto yo solo, esto es cosa de dos… ¿Ayla? ¿Ayla, qué pasa?
Mirarle a los ojos fue peor de lo que me pensaba.
Mil cuchillos se me clavaron en el alma y una lágrima me recorrió la mejilla.
Estreché con fuerza mi “anillo de prometida” entre mis manos. Matt me miraba
desconcertado, sin entender exactamente que sucedía, temblaba de miedo y el
gesto de preocupación e impotencia de su rostro me estaba volviendo loca. Con
una mano temblorosa, me apartó un mechón de pelo de la cara, lo colocó tras la
oreja y me acarició con cuidado.
-Me he acostado con tu hermano Bear.-escupí como si
se tratase del vómito resacoso de la fiesta de la noche anterior.
Matt tragó saliva, se incorporó, y su mirada se
perdió en el infinito. No sabría decir cuánto tiempo pasó, si segundas o quizá
horas, sumido en aquel estado catatónico. Sus fuertes brazos estaban en
tensión, incluso podía ver sus venas marcadas por la fuerza, como si estuviese
sujetando una carga muy pesada.
-¿Matt? Matt, por favor, di algo… Lo que sea, pero
por favor, di algo.-le supliqué temiendo haber desconectado un cable importante
de su cerebro.
-¿Qué quieres que diga?-dijo saliendo del trance y
encogiéndose de hombros con una tranquilidad impresionante-No podía evitar lo inevitable.
-Entonces, ¿lo sabías?-ahora era yo la que estaba
entrando en estado de shock.
-Lo intuía.-intentaba por todos los medios que Matt
me mirase a los ojos, pero él no había reunido la suficiente fuerza como para
enfrentarse a mí-Conozco a mi hermano, y lo peor de todo, te conozco a ti y se
cómo te comportas cuando no quieres enfrentarte a algo.
Me mordí el labio impotente, instintivamente hice
ademán de abrazar a Matt, apoyar mi cabeza en su hombro y mecerlo con cariño,
pero aparté la mano nada más rozar con mis dedos su piel curtida, que,
extrañamente, estaba fría, muerta.
-Solo dime una cosa: lo que hay entre vosotros, ¿fue
algo esporádico o es habitual?
-Esporádico. Solo pasó una vez.
“Bueno, tres”
-¿Y cuándo sucedió?
-Matt, deja de hacerte esto…-le imploré.
-¡Merezco saberlo! ¡Merezco saber la verdad!-gritó
con los ojos llenos de cólera. Un escalofrío de terror me recorrió el cuerpo.
Matt bajó la mirada, humillado.
Estaba enfadado, pero estaba reprimiendo sus
impulsos, una parte de él aún me respetaba y no quería hacerme daño, si se
dejaba llevar, volvería a mostrarme sus sombras oscuras. El cuerpo me temblaba
solamente en pensar que tendría que volver a pasar una noche con el lado oscuro
de Matt.
-Fue en primavera, un fin de semana que Bear y Gabe
vinieron a pasar a Sonoma.
-Lo recuerdo, yo estaba con gripe. ¿Y cómo pasó?
-Simplemente sucedió. Tenía que pasar.-me encogí de
hombros.
-¿Y crees que el mejor momento para contármelo es
después de hacer el amor?
-¿Acaso hay un buen momento para contar algo así?
-¿Disfrutaste?
-¡Matt!-su pasividad y sus preguntas empezaban a
enfurecerme.
-¿Disfrutaste o no, Ayla? ¿Fue extremadamente
maravilloso? Mejor que acostarse con un alcohólico, ¿verdad?
“Deja de victimizarte, Matt. Nadie tiene la culpa de
esto”
Me crucé de brazos, indignada:
-¡Sí, disfruté! ¿Vale?-la forma en la que Matt
contraía los puños de rabia y furia me asustaba cada vez más, pero ya no podía
parar-No disfruto cuando me tratas como lo has hecho hace un rato:
humillándome. Cuando estás a punto de perder el control me tratas como un
objeto, temes dañarme y no eres capaz ni de mirarme a los ojos mientras me
follas.
Matt iba a decir algo, a responderme del mismo mal
humor con el que yo lo había hecho, pero no quería volverme a soltar el mismo
discurso de siempre: su obsesión posesiva conmigo, el quererme aferrar tan
fuerte que me hacía daño, las horrendas pesadillas… Ahora que hacía semanas que
parecía que se habían desvanecido.
Me agarró del brazo, me asusté tanto que casi me
provoca un corte de digestión, de un tirón me tumbó sobre él, sujetó mi rostro
con ambas manos y me besó en la boca con pasión, por un momento, caí en su
juego, y mis dedos se enredaron en sus rizos plateados. Su boca tenía un sabor
amargo, me recordaba a la ginebra, pero Matt no bebía. Me aparté de él de un
empujón, me miraba altivo, en una postura que más atribuía a Bam que a él. El
roce de su piel desnuda contra la mía saltaba chispas. ¿Qué diablos estaba
haciendo?
-No me has dicho que lo sientes, ni que te
arrepientes de lo que pasó.-su boca estaba peligrosamente cerca de la mía.
-Porque no lo siento, ni tampoco me arrepiento.
Me levanté de la cama y me tapé con la sábana
blanca, me aparté un mechón de pelo de los ojos. Matt, sentado y desnudo me
miraba con los ojos brillantes:
-¿Fue solo sexo, o hubo algo más?
No entendía la obsesión de Matt por martirizarse de
aquella manera: estaba hecho, el pasado no podía cambiarse, pero ¿por qué
atormentar al futuro con preguntas y detalles absurdos? Me tenía acorralada, el
silencio me delataría, hinché el pecho y me hice la valiente:
-Hubo algo más.
La voz tranquila y la pasividad de Matt seguían
sorprendiéndome:
-¿Y qué pasa con nosotros? Creía que estábamos bien.
No más mentiras, no más secretos. Quería casarme contigo.
“¿Querías? ¿En pasado?”
-Eres impredecible, Ayla Hurst, nunca sé por dónde
me vas a salir. No sé qué piensas, no sé qué sientes. Un día puedes estar a mi
lado, feliz y al día siguiente desaparecer y aparecer en la otra punta del
mundo y estar con otra persona. Dices que me quieres, pero te acuestas con mi
hermano. Con la angustia y la preocupación de no saber qué harás al día
siguiente, con el miedo a que me abandones. ¿Cómo se supone que voy a vivir con
eso?
-No puedes.-dije intentando parecer firme ante los
ojos tristes de Matt.
Me quité del cuello la cadena que sujetaba el anillo
que Matt me había regalado en nuestro último viaje a Alaska. Era el anillo
favorito de Matt, el de plata con las dos filas de brillantes verdes, que yo
había colgado de mi cuello para no desprenderme nunca de él, y que mordisqueaba
cuando me sentía incómoda.
-Esto te pertenece.-me lamenté depositando la joya
en su mano.
Entré dentro de la cabaña y busqué algo con lo que
cubrirme: un pantalón de playa de estampado tropical y una camiseta corta con
un atrapa sueños y unas plumas indas sobre el pecho.
* * *
Unas semanas
antes…
Tomábamos el brunch
en un pequeño y luminoso comedor en los pisos superiores de la casa de campo:
el comedor que tenía la mesa de hierro forjado y cristal y la ventana daba a
los viñedos. Unos pajaritos, creo que eran gorriones, revoloteaban cerca de las
cortinas blancas, tan blancas y puras como el mantel de nuestra mesa. Era una
mañana inusualmente fresca de principios de verano en Sonoma, y el valle se
había despertado empapado en rocío, con una brisa fría que agitaba a los
viñedos.
Alba y yo desayunábamos tortitas con sirope de
caramelo y trocitos de frutas. Mi amiga llevaba un veraniego vestido de flores
de colores y una cinta de azul sujetando su largo pelo negro. Al lado del plato
de tortitas tenía encendida la tableta electrónica con la agenda del día,
hablaba de cifras, ¿o era de marketing? Lo cierto es que no la estaba
escuchando, mi mente vagaba lejos, con aquellos pajaritos revoltosos. Yo no
tenía muchas ganas de vestirme esa mañana, y había obtado por pantalón corto
blanco y camiseta ancha gris.
-Alfie ha ido a promocionar su nueva película al
programa de Ellen, y cuando le han preguntado sobre su vida personal, ha dicho
que tenía el corazón roto y se ha hecho la víctima.-explicaba Alba con la boca
llena de trocitos de fresa-Tranquila, no ha dicho tu nombre directamente, pero
lo ha insinuado. Creo que estaría bien, ya sabes, para mejorar tu imagen que la
gente te viese haciendo algo bonito: en un refugio de animales o algo por
estilo.
-Me he acostado con Bear.
Alba se mordió la lengua y abrió los ojos como
platos, aunque no se limitó a articular palabra, simplemente, se levantó de su
silla con elegancia, cogió su delicada copa de vidrio tallado y me tiró el zumo
de naranja a la cara sin revolvérsele un solo pelo de la cabeza.
La naranja me irritó los ojos mientras buscaba a
ciegas un pañuelo con el que limpiarme la cara, pañuelo que Alba no me
facilitó. Volvió a sentarse en su asiento y cruzó los brazos sobre el pecho,
indignada:
-¿Cuándo?-preguntó como si se tratase de un interrogatorio
de policía y sin perder la sobriedad.
-Hace unos meses, en Pascuas, el fin de semana que
vinieron aquí Bear y Gabe. Matt estaba con gripe.
-¿Lo sabe alguien más?
-A parte de ti, no.
-Bien. ¿Pero tú sabes en el pedazo de lío que te has
metido, Ayla Hurst?-me zarandeó histérica de los hombros-¿Qué pasa con Matt? ¿Y
con la boda? ¡Ah, ya lo entiendo todo! Por ese motivo has estado estos meses
tan concentrada en tu trabajo… Tenías miedo de enfrentarte a esto.
-Necesitaba contárselo a alguien. Admití. Estoy
confundida.
-¡Claro! Y tú genial idea es meterme a mí de por
medio, ¿no? Soy la subdirectora de una editorial, tengo mucho trabajo.
-Exacto, y también eres mi mejor amiga, y por tanto,
tienes que aguantar mis tonterías. Créeme, lo pone en el contrato.
Alba sonrió.
-Está bien. Si hay algo en lo que soy buena es
solucionando problemas, aunque no sé cómo vamos a salir de este lío. Primero de
todo, cuéntame cuándo fue.
-Después de la cena del viernes, aquella en la que
discutiste con Gabe y os mandé a hacer las paces.
-Recuerdo esa noche. Tienes razón, fue cuando Matt
estaba enfermo. Bebiste mucho vino, no sueles beber cuando Matt está contigo.
¡Eso es!-gritó en un entusiasmo un tanto extraño-Estabas borracha cuando te
acostaste con Bear.
-La primera vez sí.
-¿La primera vez?-los ojos de Alba irradiaban furia,
mientras yo me hacía pequeña como un garbanzo. Evité su mirada y comencé a
juguetear nerviosa con mi colgante-¿Es que pasó más de una vez?
-Dos, bueno, tres.-confesé llevándome el anillo de
oro con cristales verdes a la boca mientras lo mordisqueaba inquieta.
-¿Tres?-Alba se levantó e intentó agarrar mi copa de
zumo para lanzármela a la cara, pero conseguí arrebatársela a tiempo.
-Ni se te ocurra.-le escupí tensando la mandíbula.
-¿Por todos los santos, Ayla?-se exasperó
gesticulando exagerada en un gesto muy español-¿En que estabas pensando?
“Exactamente, no sé en lo que estaba pensando”
-No me seas melodramática, Alba.-forcé una sonrisa
para intentar quitarle hierro al asunto, aunque el ceño fruncido de mi amiga me
resultaba de lo más incómodo-Todos sabíamos que, tarde o temprano, esto iba a
suceder, entre Bear y yo había algo… asuntos que debíamos resolver.
“Un asunto llamado Tensión Sexual No Resuelta”.
-¡Tres veces, Ayla! ¡Tres jodidas veces! ¿Tantas cosas
teníais que resolver para que te lo tirarás tres veces?-me encogí de hombros,
sin saber bien qué decir-Creía que ya se te había pasado la tontería con
Bear…-su tono de voz de decepción no me gustaba nada. No me había sentido mal,
ni culpable en ningún momento desde que había sucedido aquello, no hasta que
Alba me había dado la charla-Estuviste varios meses sin hablar con Matt,
prácticamente os odiabais, no os podíais ni ver, entonces hubiese sido el
momento de resolver tus “asuntos” con Bear. Pero no después de que Matt se
plantase en tu casa en plena noche y al día siguiente cogieses un vuelo para ir
a Alaska con él y encima ¡volvisteis prometidos!
Incliné la cabeza hacia atrás, cansada mientras mi
pelo ondulado caía sobre la silla:
-Matt y yo no estamos prometidos. Nunca le llegué a
decir que sí. (Aunque tampoco le había dicho que no)
Se me encogía el corazón cada vez que escuchaba a
Matt hablar de la boda con la ilusión de un niño con zapatos nuevos. Tenía el
teléfono móvil sobre la mesa, lo miré de reojo, para asegurarme de que no
recibía una inesperada llamada del susodicho.
-¿Se puso de rodillas y te regaló un anillo, verdad?
Entonces estáis prometidos.
Cuando me despedí de Alaska, también me despedí de
Bear, pero no estaba preparada para renunciar a él. En realidad, tampoco estaba
lista para despedirme de Alaska, ¿por ese motivo me aferraba tanto a Bear?
Porque era lo único que me quedaba de Alaska, incluso Matt se había vuelto más
cosmopolita, había perdido su olor a tierra mojada, había perdido su esencia.
-Oye, a mí no me sermonees con eso, te recuerdo que
aquel fin de semana tú también te acostaste con Gabe.-le reproché a Alba en una
intentona de dejar de ser el centro de atención.
Incliné la ceja mientras las mejillas de Alba se
ruborizaban:
-¿Y tú cómo sabes eso?-hablaba deprisa, nerviosa
ante mi sonrisa perversa-Fue un polvo de despedida y además, ahora no estamos
hablando de mis errores, estamos hablando de los tuyos.
Me señaló el pecho con un dedo acusador decorado con
un anillo en forma de mariposa y las uñas pintadas de rosa.
-Ya, seguro.-le respondí incrédula-También teníais
“asuntos pendientes”, ¿verdad?-dije apartándole el dedo con brusquedad.
Pero Alba tenía razón. Ya habría tiempo para que la
sermonease yo a ella.
Mi amiga respiró hondo y se arregló el pelo con las
manos:
-¿Qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar a Matt?
-No, ni pensarlo. Es muy sensible, además, sabes que
le quiero. No se merece volver a pasarlo mal por mi culpa.
-¡Eso es genial!-Alba sacudió la cabeza en un gesto
desconcertante.
“¿Ah, sí?”
-Eso significa que no sientes nada por Bear, que fue
cosa de un fin de semana, para resolver “esos asuntos pendientes” pero que amas
a Matt y te vas a casar con él. Tienes razón, no tiene por qué enterarse.
Alba parecía aliviada al resolver aquel lío de una
manera tan rápida y sencilla: Callando como una puta, una parte de mí estaba de
acuerdo con ella. Solo había sucedido una vez, ¿para qué revolver el pasado? A
los muertos hay que dejarlos en paz. Pero, ¿qué pasaría cuando volviese a ver a
Bear? ¿Qué sucedería entre nosotros? ¿Cómo reaccionaríamos? Con discreción miré
la pantalla de la tableta electrónica de Alba, fijándome histérica en el
calendario.
-Sé que no debería preguntarte esto-dijo Alba
aclarándose la garganta después de servirse zumo de nuevo-pero, por curiosidad,
¿cómo es Bear en la cama?-esquivaba mi mirada y sus mejillas se sonrojaron.
Sonreí ante su inocencia-Ya sabes, él parece tan extremo…
Medité unos segundos, buscaba la palabra adecuada
para describir a Bear. Tenía clara que la palabra de Matt era “intenso”, pero,
¿cuál era la de Bear?
Me mordí el labio inferior mientras me apartaba un
mechón de pelo rebelde de la cara, rememorando con deleite los momentos íntimos
con él. Un hormigueo me recorría el cuerpo entero cuando pensaba en el roce de
sus caderas contra mis muslos. En sus caricias y en el tacto de su pelo liso, el
olor a almizcle de su cuerpo y la calidez de su boca. Sonreí picara. Si cerraba
los ojos, aún lo escuchaba gemir mientras sudaba contra mi pecho desnudo.
-Insaciable.-dije convencida-Bear es insaciable.
* * *
Sonoma, abril de
2018
-¿Se puede?-Bear asomó su cabecita por la puerta de
la oficina. Estaba radiante con su melena rubia rozándole las mejillas.
Me quité las gafas al verlo entrar y dejé sobre el
escritorio los papeles que estaba leyendo.
-¿Trabajando un domingo?
Me encogí de hombros.
-Emergencia en la sede de Nueva York.-le respondí no
demasiado preocupada por el asunto-Al parecer uno de los libros que queríamos
publicar es una obra copiada. Alba acaba de coger un avión a toda prisa para
resolverlo con el autor lo antes posible-le mostré el fajo de papeles-A mí me
toca leerme el manuscrito original para verificar si se trata de una copia o de
una “inspiración”.
-Entiendo. Solo quería despedirme.
-¿Ya os marcháis?-dije apenada.
-Tenemos que andar un buen rato antes de coger el
autobús que nos lleve a la estación de tren.
-Tonterías.-sacudí la cabeza-Ahora mismo le digo a
Teddy que llame a un taxi para que os deje en la estación.
-No es necesario, Ayla-respondió agitando las
manos-ya has hecho suficiente por nosotros este fin de semana: nos has dado de
comer, alojamiento…
Pero yo ya había avisado a Teddy por el interfono y
el secretario ya estaba manos a la obra.
-El taxi llegará en cuarenta y cinco
minutos.-respondió la voz robótica de Teddy a través del altavoz del teléfono.
¿Necesita algo más?
-No, gracias por todo Teddy, no tendrías ni que
haber venido un domingo. Ya puedes irte a casa.
-¿Está segura, señorita Hurst? De verdad que no me
importa quedarme, en casa solo me esperan mis gatos.
Bear y yo reímos.
-Venga Teddy, a casa. Nos vemos mañana.-y colgué el
teléfono-¿Por dónde anda Gabe?-pregunté a Bear como si nada.
Se había plantado en medio de la habitación, con las
manos en los bolsillos de los tejanos. Llevaba una camiseta roja de manga corta
y botas militares. Yo seguía con mis labores mientras charlábamos: archivando
papeles, recolocando libros en las estanterías y organizando la agenda.
Cuando me acerqué a la puerta, observé desde la
cristalera del piso superior del módulo suspendido, como Teddy, en recepción,
recogía sus cosas para marcharse a casa. La editorial estaba vacía.
Discretamente, giré el pestillo de la puerta.
-Sigue intentando hacerse amigo de los caballos que
montamos ayer. Gabey y los animales no se llevan muy bien, aunque no se dé por
vencido. Por cierto, hablando de Gabe…-Bear hurgó en su bolsillo hasta sacar un
arrugado billete verde-te debo diez dólares.
Me acerqué a grandes pasos hacia él y le quité el
billete de las manos. Tenía los ojos casi fuera de las órbitas y la boca
abierta de par en par:
-Entonces…
-Sí.-asintió Bear riendo.
-¡Se acostaron! Lo sabía y Alba se lo ha callado. Maldita
zorra.-le dije con cariño antes de volver a mirar a Bear a los ojos y caer otra
vez en la amarga profundidad de estos. Nos quedamos en silencio un buen rato,
parados el uno frente al otro, sin saber bien qué decir, sin saber qué hacer.
Una gota de sudor le resbaló de la frente.
Instintivamente, mis dedos empezaron a juguetear con el límite de su pantalón,
rozándole con cuidado la cintura. Me mordisqueé el labio.
-¿Y mientras esperas el taxi, qué tenías pensado
hacer?
Bear tragó saliva y sonrió malicioso:
-Esperaba que tú me propusieras algún plan.
No necesitó decir nada más. Me impulsé de puntillas
para tomar su boca con mis labios y en seguida sus manos rodearon mi cuerpo, me
subió la estrecha falda de tubo hasta la cintura y me alzó para que me enredase
en torno a sus caderas. Me quité los tacones con dos punta pie, mientras mis
manos acariciaban su rostro y su pelo liso y rubio como el oro líquido.
-En el escritorio.-le susurré mordisqueándole el
lóbulo de la oreja.
Bear obedeció y me sentó sobre la mesa, miles de
papeles, bolígrafos y libros cayeron al suelo y revolotearon a nuestro
alrededor. Ninguno de los dos se anduvo con rodeos: ataqué directamente contra
su cinturón mientras él rebuscaba bajo la falda de tubo negra. Mi ropa interior
cayó al suelo, arqueé la espalda hacia atrás, buscando un ángulo óptimo para
que acomodase sus caderas entre mis muslos. Haciendo gala de su carácter
salvaje, empezó a morderme el cuello con voracidad, mientras su mano se
introducía dentro de mi camisa blanca y reventaba un botón. Me acarició un
pecho, lo besó y lo mordió con deseo lupino, haciendo que mi cuerpo vibrase y
lo anhelase. Sentía el frío anillo de metal sobre mi piel, interponiéndose
entre los besos de Bear, detrás de mí, una foto con mi “prometido” juzgaba mi
comportamiento como una parca silenciosa.
Se separó de mí para bajarse los pantalones, pero le
detuve:
-No te olvides del condón.
-No, tranquila.
Sacó su cartera del bolsillo trasero del vaquero y
extrajo un plastiquito rosa. Se lo quité de las manos y lo desgarré con los
dientes, escupiendo el trozo que se había quedado en mi boca. Lo abrí y se lo
coloqué. Él cerró los ojos y se humedeció los labios, saboreando aquel momento
tan íntimo, sensual y excitante. Lo tomé por la nuca y besé con fervor su boca
cálida y húmeda, mientras él, con firmeza, se introducía en mi interior.
Un suspiró se me escapó de la boca al sentirlo
dentro de mí: hinchado y palpitante, mis músculos se contrajeron para adaptarse
al objeto extraño que acaba de penetrarme. Sus movimientos eran firmes y
pausados, y a cada embestida gruñía de placer. Me incorporé para aferrarme a su
cuello y poder gemir a su oído. Bear se inclinó sobre mí, sentía su peso
presionándome el tórax, el sudor de su frente caía sobre el escote que había
abierto en mi camisa. El almizcle de su cuerpo me invadía los pulmones: me
recordaba al fuerte perfume de Alaska, al olor que desprendía Matt cuando
llegaba de cortar leña: madera de cedro y agujas de pino, agua salada y tierra
mojada. Aquel pensamiento me alejó de mi propósito, y cuando me quise dar
cuenta, Bear había terminado, y jadeaba cansado apoyado sobre mí.
Bear era extremo en todos los aspectos de la vida a
excepción de uno: el final. Era una película de acción, que te engancha desde
el primer momento, de esas que lo tienen todo: personajes trepidantes, una
trama psicológica hipnótica, escenas de lucha brutales, efectos especiales pero
luego el final te deja un mal sabor de boca. Pues así era Bear en la cama.
Aunque a los pocos minutos estaba listo para una segunda ronda: no se saciaba
nunca.
Me bajé de la mesa, y como pude me arreglé la falda
arrugada y me coloqué la camisa con los botones rotos. En el reflejo del
cristal me arreglé el pelo y me volví a poner las gafas de ver de cerca. Bear,
aún exhausto, se intentaba vestir entre jadeo y jadeo. Después deslizó los
dedos por la melena rubia para desenredarse el pelo y se enjuagó la frente con
el reverso de la mano. Mientras, yo recogía los papeles, carpetas y libros que
habíamos desperdigado.
-Creo que es el momento de que volvamos a la
realidad.
Bear sonrió con tristeza y se acercó peligrosamente
a mí. Se había dado cuenta, sabía que no podía mirarle a los ojos sin “caer”.
Sabía que me perdía y que entonces, en aquellos instantes era suya. Giré el
rostro discretamente.
-Tienes razón.-sonrió-Gracias Ayla, ha sido un gran
fin de semana. No lo olvidaré jamás.
Mi teléfono móvil empezó a vibrar sobre la mesa y un
inoportuno nombre apareció grabado en la pantalla: “MATT”.
Me encogí de hombros:
-Hora de volver a la realidad.-abracé a Bear una
última vez embriagándome con su aroma-Qué tengáis un buen viaje, dile a Gabe
que siento no poderme despedir de él.
-Tranquila.-me acarició el brazo con ternura. Tenía
aquella sonrisa traviesa tan atractiva-Adiós.
Acercó sus labios a mí y me besó tiernamente en la
sien, como un hermano besa a una hermana. No contesté al teléfono, sino que me
quedé mirando desde el cristal como Bear y Gabe salían por la puerta, guiados
por Teddy.
Salí corriendo, descalza, pero no hacia la salida,
por donde se habían marchado los chicos, sino que subí los escalones de dos en
dos para llegar al piso superior, a mi apartamento. Encontré la puerta abierta,
¿los domingos se pasaban los chicos de la limpieza? Llegué jadeante, sudorosa y
despeinada. Me tiré a la cama desesperada y tapé mi rostro con las sábanas. No,
no las habían cambiado, seguían oliendo a él, a su perfume, seguían oliendo a
Alaska, esa fragancia tan embriagadora y que tanto añoraba, y que cada vez más
se transformaba en un vago recuerdo, en un pensamiento efímero. Lo único que me
quedaba de ella era… Matt.
Miré el teléfono móvil y con una decisión que a mí
misma me sorprendió, llamé a Matt. Respiré profundamente aliviada al escuchar
su voz congestionada al otro lado del teléfono:
-Hola,-lo saludé con alegría sincera-perdona no
haberte cogido el teléfono antes, tenía algo entre manos.
“Sí, las partes íntimas de tu hermano”
-No te preocupes, me alegra oír tu voz. Te echo de
menos, ¿se han portado bien los chicos?
-Como dos angelitos, en realidad me ha venido bien
su visita. Me han hecho mucha compañía-volví a olfatear la sábana perfumada con
los ojos cerrados-¿Cómo estás tú, te encuentras mejor? Estaba pensando, ¿qué te
parece si nos escapamos unos días este verano? Ya sabes, para desconectar y estar
los dos a solas…
* * *
El interior de la choza de cañas era fresco y
luminoso. El aire corría por el piso de abajo, que no tenía paredes, y un
ventilador de techo removía el aire desde arriba, generando un molesto zumbido.
Las burbujas del jacuzzi burbujeaban insistentes. Estaba decorada con muebles
de caña y bambú, flores de colores y plantas y temática de espíritus antiguos
hawaianos. Había ropa tirada por todas partes y restos de comida basura.
Llevábamos cuatro días en la isla y apenas habíamos salido de ese círculo tan
íntimo.
El aliento intenso y cálido de Matt me erizó la
nuca. Mi cuerpo se estremeció al sentirlo tan cerca. Un escalofrío me recorrió
la espina dorsal. Dejó caer el anillo con el colgante en frente de mis narices.
Lo miraba balancearse, hipnotizada.
-Fue un regalo. No quiero que me lo devuelvas.
-Deberías dárselo a la mujer con la quieres pasar el
resto de tu vida.-le escupí con desprecio.
¿Por qué no me gritaba? ¿Por qué no se enfadaba
conmigo? ¿Por qué no me llamaba zorra, puta o desgraciada? ¡Humíllame, escúpeme
y dame largas! Me lo merezco.
Se puso unos pantalones elásticos blancos y un sombrero.
De su escultural pecho colgaba con elegancia el collar de abalorios indios y su
inseparable colmillo de lobo. Indiferente, caminó relajado hasta la cocina
americana, se sentó en un taburete frente a la barra y cogió un gajo de naranja
de un cuenco con trozos de frutas frescas, mientras apoyaba los codos sobre la
barra.
-Ya lo hice.-se metió el gajo en la boca-En su día
se lo di a la persona con la que quería formar una familia, y construir una
cabaña en el bosque.
-Ese es el asunto, Matt.-dije exagerando los
movimientos de mis brazos-Que queremos cosas diferentes. Somos de mundos
diferentes.-me senté en el taburete contiguo a él. Matt no me miraba a la cara,
el gajo de naranja era más interesante que mi conversación-Yo tengo una
empresa, un negocio, no puedo dejarlo así como si nada e irme a vivir al bosque
contigo. Hay mucha gente que depende de mí, quizá a ti no te importe y pienses
que mi trabajo es una tontería, pero en realidad, ayudo a personas. Ayudo a
gente que quiere ser escritor, les ayudo y les asesoro para salir al mercado. La Chica del Continente no es una
empresa rentable, tiene pérdidas. Pero brindo a jóvenes escritores la ayuda que
yo no tuve cuando salí del cascarón. Matt, ¿me estás escuchando? No quiero
pasarme el resto de mi vida encerrada en una cabaña pariendo niños, cocinando y
limpiando, esperando a que traigas madera a casa, un venado o que construyas un
techo para que no nos muramos de frío en invierno. Sé que es tu sueño, y sé que
es lo que hicieron tus padres y lo respeto mucho, pero Matt, yo no soy así. Yo
no quiero eso, si de verdad quieres vivir así, yo no soy la persona idónea con
la que debas compartir tu vida.
-Cuando te conocí eras una escritora que solamente
buscaba la paz de vivir una vida tranquila, ¿qué ha cambiado, Ayla?
-Tú, Matt. Tú me has cambiado.-suspiré hondo-Estoy
cansada. Cansada de tener que ser yo la que es fuerte por los dos. De pasarme
noches en vela, vigilando tu sueño, con temor a que vuelvas a tener pesadillas,
a que entres en aquel trance oscuro y te encierres en tu mundo al que no me
dejas entrar. Sufro porque te escucho gritar por las noches y no puedo hacer
nada para evitarlo, más que mirarte y apretarte la mano hasta que te
despiertas. A veces necesito volver a ser una niña, Matt. Necesito que alguien
se preocupe por mí, que cuide de mí. Estoy cansada de luchar, solo quiero
cerrar los ojos y descansar.
-¿Te crees que yo no lo he pasado mal?-me escupió
salpicándome de saliva la piel-Tengo a miedo a dormirme porque no sé si estarás
al amanecer. Miedo a que de la noche a la mañana aparezcas al otro lado del
mundo. Sí, tienes razón, yo no quiere que entres en mis pesadillas, pero tú
tampoco me dejas entrar en tu mundo: no sé lo que piensas, no sé lo que
sientes... ¡Ayla, yo no puedo vivir así! ¿Y ahora me sales con esto? Te
acostaste con mi hermano, no con cualquiera, sino con mi propio hermano y me
dices qué no te arrepientes de ello. ¿Cómo se supone que tengo que asumir eso?
“Ni siquiera lo tengo yo claro, Matt, mi pequeño
Matt. A veces el corazón y la mente discuten, y no hay un vencedor claro. Ahora
mismo, deseo seguir con mi empresa, a la vez que me gustaría retirarme a una
cabaña aislada a escribir”.
-Yo te quería.-continuó apartándose de la mesa y
abriendo los brazos para dejar a la vista su pecho altivo y fuerte, mostrándome
que no escondía nada-Yo te quería más que a nada en el mundo.
“Por favor, deja de hablar en pasado. Me estás
matando, Matt”.
-Me han apartado de mi familia, de mi hogar y de mi
mundo. Tú eras lo único que me quedaba. ¿Lo recuerdas, Ayla? Una vez fuimos
felices… Parece que hayan pasado décadas desde eso, pero apenas ha pasado un
año. Soy un hombre de bosque, en esa maldita ciudad me siento atrapado, me
invade la claustrofobia, ¡me está volviendo loco! Tú, Ayla, eras lo único que
me mantenía medianamente cuerdo, porque cuando estaba contigo, todo lo demás
dejaba de importar, contigo me sentía en casa.
Tenía razón, que lejos quedaban aquellos paseos por
la playa y las largas tardes en la cabaña junto al fuego: leyendo un libro, con
Matt jugando alrededor. El aroma de café matutino y Matt desnudo, recién
levantado, bañado en el rocío de Alaska. El sol arrancándole reflejos de sus
rizos plateados y el mar embravecido, furioso por no poder competir con el azul
de aquellos ojos. Y su risa, aquella risa tan maravillosa que hacía siglos que
no escuchaba y que entonaba tan bien con los sonidos del bosque de Alaska.
-¿Eres un hombre de bosque? Yo no te he visto poner
demasiadas pegas a la langosta que cenamos ayer ni a hacerme el amor en el
jacuzzi con burbujas.
-Te haría el amor en cualquier sitio.-confesó sin
pensar mientras sus mejillas enrojecían y apartaba la mirada de mí.
Suspiré hondo y exhausta me senté en el suelo de la
cabaña, con la espalda apoyada en la barra de la cocina. Mi pelo rubio y
castaño me rozaba los hombros y los pómulos. Matt se sentó a mi lado, por
primera vez desde la confesión podía apreciar loa afectado que estaba. El
cuerpo le temblaba y las lágrimas corrían por sus mejillas. Estaba destrozado.
-Mi hermano, Ayla, no era un cualquiera… Se trata de
mi hermano.-dijo limpiándose las lágrimas con la mano.
-Nunca deberíamos haber dejado Alaska, Matt. Allí
fuimos felices, deberíamos haber vuelto en cuanto tuvimos ocasión, pero fuimos
idiotas y no regresamos. Ahora lo hemos echado todo a perder.
-Tienes razón.-suspiró agotado. Había envejecido
mucho, nunca me había importado la franja de edad que nos separaba, pero se le
veía muy mayor: con arrugas de expresión en el rostro y el pelo canoso y sin
brillo. Tenía los ojos cansados y los labios cortados-¿Qué va a ser de nosotros
ahora?
Apoyé la cabeza en su hombro. Matt no me apartó. Le
sentía temblar, sentía su dolor, su pena y su aflicción, y me martirizaba ser
la causante de ello.
-Supongo que habrá que decirle a tu madre que se
cancela la boda.
-Le hacía mucha ilusión…-suspiró nostálgico-Aunque
nunca llegaste a decirme que sí.
No pude evitar esbozar una media sonrisa. El mundo
era muy diferente desde el hombro de Matt Brown.
-Mañana regresaremos a Los Ángeles y cada uno
seguirá su camino, esta vez de verdad. Nada de cartas, ni de llamadas, ni de
visitas inesperadas en plena noche. Seremos dos desconocidos.-Matt asintió
convencido-Y no seas muy duro con Bear cuando os reencontréis, no es culpa
suya. Siempre hemos sido tres en esta relación, pero él no era la tercera pata.
Y por favor, hagas lo que hagas…
-No me acercaré a ningún bar, tranquila. ¿Quién más
sabe lo de Bear?
-Alba, pero mantendrá la boca cerrada.
-Bien, no me gustaría que se supiese. No por mí,
sino por mis padres, es la segunda vez que me enfrento a un hermano por una
chica, no quiero darles más disgustos de los que ya les he dado.
-Lo comprendo.-agarré su mano y permanecimos en
silencio un largo rato- ¿Entonces, está todo hablado?-Matt asintió con la
cabeza, entristecido. Me levanté de un salto y le tendí la mano-Ha sido un
placer conocerle, señor Brown.
-Lo mismo digo, señorita Hurst.-respondió solemne.
A paso lento, subí las escaleras hacia el piso
superior de la choza, donde se encontraba el dormitorio. Miré a Matt desde la
altura. Había tirado el sombrero al suelo y se rascaba el pelo, ofuscado. Se
sentó en el sofá y se echó a llorar, aun procesando lo que estaba sucediendo.
No podía creer que se hubiese acabado, así tan de
repente. Todo lo había echado por la borda, yo solita, y no había sido
precisamente por acostarme con Bear.
Me eché sobre las sábanas blancas y dormité
observando como el ventilador giraba sobre mí. El calor era sofocante y la ropa
se me pegaba a la piel, pero la discusión con Matt, y el hecho de tener que procesar
el nuevo cambio en mi vida había sido agotador, y mi maltratado cerebro
necesitaba descansar. Cerré los ojos.
Desperté un buen rato después, cuando sentí un peso
sobre el cuerpo y unos labios y una lengua que recorrían mis muslos, mientras
unas manos ásperas pero expertas, recorrían las formas de mi cuerpo con cariño
y pasión:
-Matt.-susurré desconcertada parpadeando muy deprisa
para salir de mi asombro mientras sentía su boca succionar mi cuello-Matt, ¿qué
estás haciendo?
-Sé mía Ayla, se mía un día más y yo seré tuyo hasta
que salga el sol.
-Matt, no estoy entendiendo nada.
-Prolonguemos esto un día más.-se inclinó sobre mí y
su olor corporal me invadió los pulmones y viajó por mi sangre hasta producir
un cosquilleo en mis zonas más íntimas. No era precisamente olor a cedro, a
pino o a tierra mojada. Pero era el olor de Matt, y aquello era suficiente para
mí.-sus labios estaban muy cerca de los míos, y los acaricié con ternura-Tienes
razón, debemos acabar con esta mentira: no más cartas, ni más visitas
inesperadas, pero ya lo haremos mañana. Disfrutemos de esto un día más…
Me besó en los labios con pasión, mi espalda se
arqueó involuntariamente, anhelándolo. Me quitó la camiseta y me besó y me
mordisqueó los pechos. Mis pezones se erizaban al contacto con su boca. Mi
pierna se enredó en su cintura, atrapándolo. Cerré los ojos, dejándome llevar
por el placer.
-No creo que esto sea una buena idea.-dije mientras
un gemido se escapaba de mi boca-Deberíamos cortar por lo sano.
Mi cuerpo convulsionó cuando su lengua empezó a
juguetear con mi ombligo.
-Seguramente sería lo más sensato. Lo más probable
es que esto sea una gran tontería.-respondió Matt antes de que su rostro se
hundiera entre mis muslos y su lengua explorase mi intimidad.
Me mordió la cara interior del muslo, separó los
pliegues y hundió la boca entre ellos. Su lengua experta buscó el nódulo que
era la fuente de mi placer, lo lamió haciendo círculos, lo succionó y lo
mordió. No pude reprimir el placer que sus besos despertaban en mí. Mi cuerpo
convulsionaba y de mi garganta estallaban gemidos, jadeos y palabras sin
sentido. Una de mis manos le acariciaba el pelo, guiando el ritmo de sus
movimientos bucales. Mi abdomen y mi pecho se contraían a un ritmo incontrolable.
Cada vez estaba más húmeda. Agarré a Matt de la
garganta y le obligué a besarme en los labios, su barba gris de dos días estaba
pegajosa. Le sujeté el rostro mientras exploraba mi boca, donde se juntaba mi
sabor con el suyo. Mis piernas se enroscaron alrededor de su cintura mientras
comenzaba a penetrarme: me abracé a él mientras me embestía con un fluido
movimiento de caderas. Mis manos se deleitaron por última vez en acariciar las
siluetas y las formas de ese cuerpo tan familiar, tan conocido. Descendí hasta
las nalgas, duras y ascendí por la columna vertebral dibujando con los dedos la
fuerte espalda. Suspiraba profundo para no perder el control de su cuerpo. Me
encantaba escucharlo gemir levemente, verlo disfrutar y que me hiciera el amor
de aquella manera tan suya: intensa a la vez que delicada, pasional y con
cariño. Ese era Matt, mi Matt, todo contrastes.
Me gustaba sentirle dentro, nuestros cuerpo
encajaban perfectamente el uno con el otro, no era un objeto extraño dentro de
mí, era una prolongación de mi propio ser, que habitaba en otro cuerpo. Empapé
la cama cuando lo sentí correrse dentro de mí: su esencia cálida inundándome,
mis músculos contrayéndose, agotadas. Mientras le gritaba al oído que no quería
que se detuviese. Matt reposó su rostro sobre mi pecho, había estallado en un
profundo orgasmo que había amortizado apoyando su rostro contra mi cuello. Estaba
sudado, relajado y cansado. Lo dejé respirar sobre mi pecho, jadeaba, aún
estaba dentro de mí. Lo abracé con cariño y le acaricié el cabello, como solía
hacer después de que se derramase. Yo estaba tan agotada como él, mi corazón
latía muy deprisa bajo el pecho de Matt. Un único latido entre dos corazones.
Ninguno de los dos dijo nada, ninguno se atrevió a decir nada.
Aquella tarde, Matt preparó café desnudo. Volvimos a
hacer el amor en playa, bañados por las olas. Leí un libro en el porche,
balanceándome en una hamaca mientras él intentaba fabricar un colega de arena
con palos y otros objetos que había encontrado en la arena. Tuvo pesadillas por
noche que no me dejaron dormir, y yo me planteé marcharme sin decir nada en más
de una ocasión pero permanecí a su lado una noche más.
Al día siguiente cogimos un avión de vuelta al
continente y nuestros destinos se separaron para siempre.
* * *
Algunas semanas
más tarde…
-Lo he pasado muy bien esta noche.
Bear entró delante de mí a la casa que nos habían
prestado para pasar la noche en San Francisco. Se trataba de una casa, aunque
pequeña, muy elegante, especialmente me gustaba la cascada de cristal y piedras
de río que te recibía al entrar. No nos molestamos en encender la luz, la
iluminación ambiente de la luna a través de los cristales ya creaba una atmósfera
idónea para la ocasión.
-Gracias a ti por invitarme. Estoy muy orgullosa de
ti. ¿Te apetece que brindemos? Hay sidra sin alcohol en la nevera.
Desde la aventura en Hawái que no había tenido
noticia alguna de ningún Brown, por eso me sorprendió el email de Bear y su
invitación para asistir a la Shark’s Week
de San Francisco. Obviamente que no le conté nada a Matt, pero no podía
declinar su oferta. Me había sentido muy mal durante las últimas semanas, y
salir una noche a cenar no vendría nada mal.
-Me parece una buena idea.
Bear Brown parecía una persona totalmente distinta
al muchacho intrépido y salvaje que había conocida hacía ya casi dos años.
Vestía un elegante traje negro con corbata y zapatos ingleses. El pelo, aunque
suelto, lucía liso, rubio y brillante. La barba perfectamente recortada y un
perfume italiano camuflando su peculiar aroma masculino.
Yo había optado por un vestido negro muy sencillo,
de tirantes delicados y escote en forma de uve. Zapatos deportivos de tela, el
pelo suelto peinado hacia un lado, un poco de máscara de pestañas y carmín
rojo.
Caminé con pies de plomo sobre el suelo de parqué
hasta la cocina, dejé la americana de Bear, que llevaba sobre mis hombros sobre
una silla. Él me siguió. Observó con sus profundos ojos oscuros como sacaba dos
copas del armario y abría la nevera para sacar la botella de sidra sin abrir.
El tapón explotó cuando la abrí y la botella burbujeó.
-Gracias por prestarme la americana, pero no es
necesario.-le dije con voz cariñosa- Soy lo suficientemente madura como para
saber que por la noche refresca, y por ese motivo dejé una chaqueta en el
coche.
-Me temo que es una convención social no obligatoria
escrita y clasificada debidamente en el Código de Caballería.
-¿Pero qué estás diciendo?
-Tonterías de Noah.-escupió-Además, si mi madre se
llega a enterar de que no te he ofrecido mi chaqueta me hubiese matado. Ami
Brown…
-Ha criado a caballeros. Sí, lo sé.-hice una mueca
que le sacó una sonrisa a Bear.
Con mis pasos torpes, le acerqué la copa, Bear se
puso recto, la cogió y entrecruzamos los brazos.
-Por ti.-le sonreí.
-Por nosotros. Gracias por acompañarme hoy.
-Ha sido un honor.- apenas me había fijado en la
nueva cicatriz de Bear, sobre la ceja derecha, ¿se la habría hecho durante el
viaje?
Bear había pasado todo el verano realizando un curso
de fotografía y video en Los Ángeles, especializándose en fotografiar a la
fauna y a la flora. El curso terminaba con una semana en alta mar en aguas
mejicanas, fotografiando y grabando tiburones para un especial de una conocida
cadena de televisión. Apenas unos días después de volver, se celebrara una cena
en honor a los graduados donde se premiaban las mejores fotos: Bear ganó en la
categoría medio ambiental, donde consiguió fotografiar a un ejemplar joven de
tiburón galápago rodeado de bolsas de plástico y latas de bebidas. La
fotografía sería portada de revista, en un número dedicado a la basura en los
océanos.
La experiencia, fue definida por Bear como “La más
maravillosamente extremo que he hecho en la vida”.
Me sentía feliz por Bear, estaba orgullosa de él, de
cómo había avanzado. Tenía mis dudas sobre si sería capaz de adaptarse a la
vida en la ciudad, debido a su fuerte conexión con la naturaleza, con el bosque
y con Alaska. ¿Dónde había quedado aquel joven valiente que me enseñó una cueva
tras una cascada? ¿Qué construyó una cabaña en un árbol? ¿O que se enfrentó a
un oso para salvarme la vida? Aquel chico permanecía en Alaska, lejos de mí,
lejos de todos. Se había convertido en un hombre cosmopolita: guapo, atractivo
y culto, con un oficio que le exigía responsabilidades, deberes. ¿Cuándo habría
sido la última vez que encendió una hoguera? Ya ni siquiera tenía las puntas
del pelo quemadas, ni tampoco olía a almizcle. Ni llevaba un cuchillo enfundado
en la cintura. Bear había muerto, y con él, la esencia de Browntown. Noah, Bam,
Rainy, Gabe… todos y cada uno de ellos habían rehecho sus vidas en la gran
ciudad, olvidándose de todo, olvidándose de quiénes eran. Olvidándose de
aquello que les había hecho tan especial y que a mí me había cautivado
completamente. Billy, Ami, Snowbird y Matt eran los que más se aferraban a la
idea de regresar al bosque, pero ahora, por primera vez en más de treinta años,
la familia estaba dividida.
Bear me había dicho una vez que Browntown no era un
lugar físico, era algo que se llevaba dentro: en el alma y en el corazón. Qué
lástima me daba que él hubiese olvidado sus propios principios, que todos lo
hubiesen hecho.
Instintivamente, acaricié mi pecho, donde reposaba
el anillo que me había regalado Matt, a pesar de que nuestro compromiso ya no
era oficial, no podía desprenderme de él, como tampoco podía desprenderme del
todo de Matt, ni de Alaska.
Sacudí la cabeza para regresar al presente, a San
Francisco y a la magnífica compañía que me brindaba Bear. Le miré de reojo,
tenía las mejillas sonrojadas, era muy bonito.
-¿Aquella chica con la que hablabas, quién es? La
rubia de ojos azules que llevaba un vestido turquesa. Parecía muy agradable…
-¿Christina?-el rubor le iluminó el rostro, bajó la
mirada y se rascó el pelo, incómodo-Sí, es una buena amiga, hemos quedado un
par de veces… Le encanta hacer surf e ir de acampada. Es una chica muy extrema.
-Parece tu tipo. Por cómo te miraba, apostaría todo
a que le gustas.
-¿Tú crees?-dijo fingiendo humildad.
¡Estaba claro que le gustaba! Y Bear lo sabía
perfectamente. Se tocaba el pelo insistentemente cuando hablaban, sus ojos
curiosos no paraban quietos, y se reía de cualquier cosa que escupía Bear con
su voz aguda y su acento norteño inentendible.
-Deberías haberla invitado a ella a ir contigo a la
cena, en lugar de venir conmigo.
-¿Estás de broma? He aparecido ante todos mis
compañeros del brazo de Ayla Hurst. Ni siquiera se creían que te conocía.
Además, tenía ganas de estar contigo, de que pasásemos un rato juntos,
prácticamente no nos vemos desde…
-Lo sé. Sé desde cuándo.-le interrumpí bruscamente
para que no pronunciase aquello que no deseaba escuchar-¿Cómo está
Matt?-pregunté a un temiendo la respuesta.
Bear esbozó una media sonrisa:
-Está bien. Ahora quiere vivir como los indios, ha
construido un tipi con telas entre unos árboles y ha encendido un fuego. Dice
que se va a trasladar a vivir allí. Ahora al menos vuelve a hablarme, aunque
insiste en vivir solo.
Aquello me alivió: Matt estaba en un bosque viviendo
como los indios, eso significaba que no estaba cerca de ningún bar ni de
ninguna botella de alcohol, y por tanto, estaba a salvo.
“Así nadie puede herirle de nuevo. Ya no se puede
fiar ni de su propia familia”.
Me daba miedo preguntar cuál había sido la actitud
de Matt con Bear desde que le confesé lo que pasó. Irse a vivir solo al bosque
era una actitud típica de Matt, estuviese enfadado con el mundo, o no. Y
después de la inesperada reacción que tuvo conmigo, ya no sabía que pasaba por
el inescrutable cerebro de Matthew Jeremiah Brown.
-Al menos esta vez ha utilizado tela y no papel de
plástico.-sonreí imaginando lo radiante que luciría su rostro cuando mostrase
orgulloso su nueva obra de ingeniería. Inconscientemente me mordí el labio.
-Te importa.-dedujo Bear con el rostro sombrío.
-Me importáis todos.-respondí saliendo del paso-¿Por
cierto, cómo estáis?
Bear tragó saliva:
-Papá y mamá están bien. Ahora que mi madre está
mucho mejor, su relación es más fuerte que nunca. Están deseando volver al
bosque, pero los constantes exámenes médicos de mi madre no lo permiten. Mis hermanos,
en cambio, se están desmoronando: Noah está preparando su boda en Oregón. Se avergüenza
de nosotros, no va invitarnos, su novia se siente incómoda con tanto Brown
andando suelto por ahí. Bam y Allison
ahora viven en la Costa Este, apenas vienen a vernos, ni siquiera llaman por
teléfono. No quiero ni mencionar a Gabe y la pequeña Rainy… bueno, digamos que
ya no es tan pequeña como antes. Pero no hablemos de ellos ahora, hace una
noche muy bonita.
"Ten cuidado con la oscuridad, Bear Brown, por la noche no todo es real".
Esquivé la penetrante mirada de Bear mientras mis
mejillas se ruborizaban, pero sabía exactamente lo que me quería decir: “Él te
importa más que nadie. Te importa más que yo”.
-Creo que me voy a ir a la cama. Ha sido un día muy
largo y estoy agotada.-me desperecé fingiendo cansancio.
-Tienes razón, ¿me ayudas con esto? Esto de los
nudos de las corbatas no se me dan demasiado bien.
Sonreí y exhausta me encaré a él para deshacerle el
nudo de la corbata negra. Sentía su respiración agitada y su corazón palpitante
bajo la camisa de seda. Dos ronchas de sudor habían florecido bajo sus brazos.
Después de la corbata, me encargué de los puños de la camisa y del botón del
cuello. Un cosquilleo se apoderó de mí ante la presencia tan cercana de Bear,
más bien, de aquel individuo que se parecía a Bear. No había estado con nadie
desde Matt, y sinceramente, no me apetecía estar con otra persona que no fuese
Matt.
Me cogió con delicadeza de las muñecas.
-Por favor, no pares ahora.
Tragué saliva mientras el cuerpo me temblaba y la
boca se me secaba. “No, por Dios, otra vez no. Otra vez, no”. Desbroché con
lentitud los botones de su camisa, hasta que de un golpe de hombros la deslizó
hasta que cayó al suelo. Sentí un cosquilleo cuando sin querer rocé el límite
de su pantalón. Coloqué las palmas de mis manos sobre su pecho pálido, delgado
pero firme. Lo sentí respirar, nervioso, lo sentí vivir. La piel se le erizaba
por el repentino cambio de temperatura. Nuestros cuerpos no se atraían como
antes. Añoré el olor a almizcle, el olor del bosque, de Alaska y la tristeza de
un lejano recuerdo que cada vez se desvanecía más se apoderó de mí.
-Estás preciosa esta noche. Ese vestido es
impresionante-con sus dedos callosos rozó la tela del vestido desde la cadera
hasta la cintura-y el carmín rojo… te queda tan bien.
Forcé una sonrisa. Matt nunca me habría dicho algo
así.
Con cuidado, Bear me alzó el mentón para obligar a
mirarle y me acarició el pelo con delicadeza. Intentó que cayese de nuevo en su
trampa, en la profundidad del pozo que eran sus ojos, pero el pozo se había
secado y lo habían cimentado para que nadie más volviese a caer nunca jamás en
aquella trampa:
-Eres como un sueño…-susurró Bear con las pupilas
resplandecientes mientras apoyaba su frente en la mía.
-Y los sueños, sueños son.-le respondí medio
sonriendo y apartando su mano de mí.
-¿Qué quieres decir con eso?
Tragué saliva y se me hizo un nudo en la garganta:
-Ya sabes lo que quiere decir, Bear.-intenté
aparentar solemnidad, aunque lo cierto es que estaba temblando por dentro.
-Ayla, entre tú y yo hay algo. Lo sabes, no puedes
negarlo…
-Tienes toda la razón. Entre nosotros hay una gran y
fuerte amistad, que no se romperá nunca.
-Creía que yo te gustaba.
-Y no te confundes, me gustaba un muchacho al que
llamaban Bear. Era de Alaska y era el hermano pequeño del chico con el que
salía. Le gustaba trepar a los árboles y correr libre, cazar y encender
hogueras y aullar a la luna. No veas como aullaba a la luna.-el pobre empalidecía cada vez más a medida que yo seguía hablando-Era
un chico genial: alegre, despreocupado y extremo. Ese chico me gustaba, pero tú
no.
“En algún momento de mi desordenada vida, mi querido
Bear, mi cerebro añoró algo, y tú eras lo más parecido que podía encontrar de
ese recuerdo. Te quiero pequeño, pero no de la manera que a ti te gustaría”.
Bear me miraba desconcertado:
-¿Pero lo que pasó en Sonoma…?
-No te equivoques, no quiero decir que me arrepienta
de ello. Tú tampoco deberías arrepentirte, pero lo que pasó, pasó, y es hora de
salir a fuera y empezar a recorrer un nuevo camino. Las sendas de nuestra vida,
Bear Brown se han entrelazado, pero nunca llegarán a unirse.
Me separé de él, si seguía mirándolo de aquella
manera me acabaría arrepintiendo de todo lo que le estaba diciendo. Estaba
siendo valiente por una vez en mi vida, y no podía flaquear, no, ahora no.
Bear me agarró del brazo y me obligó a fijar la
vista de nuevo en sus ojos pardos:
-Sigues enamorada de él. No entiendo el por qué, y
creo que nunca lo llegaré a comprender, pero le sigues amando, y nunca dejarás
de hacerlo.-susurró en un tono de voz sombrío mientras su cerebro procesaba
toda aquella información que le golpeaba la conciencia como un cubo de agua
helada.
-Le he perdido, le he perdido por mi culpa Bear.-los
ojos empezaban a chorrear- Y no por acostarme contigo, lo perdí el día que me
marché de Alaska. El día que todos nos marchamos. Dices que Browntown no es un lugar
físico, pero te equivocas, Browntown está en Alaska. Esa tierra te cambia: te
vuelve distinto, más puro, te hace ver que hay más cosas en la vida que el
dinero y la fama. El objetivo es sobrevivir cada día, querer a los tuyos y
hacérselo saber, porque nunca sabes si los volverás a ver. Quizá lo mate un oso
malhumorado, o una tormenta se trague su barco, o una rama se le caiga en la
cabeza mientras pasea. Eso es Alaska, el ser humano en su máxima pureza, amando
y siendo amado, pero tú, yo y toda la familia lo ha olvidado y nos hemos vuelto
personas “normales”: infelices ratas de ciudad que viven su vida pegada a una
pantalla aparentando una felicidad irreal solo para que el resto nos envidie.
-Ayla, cálmate. No estoy entendiendo nada de lo que
me estás explicando-Bear alzó las manos en posición de rendición, intentó
tocarme, pero me aparté bruscamente de él. Yo respiraba muy fuerte, estaba muy
alterada, pero un flujo místico en mi cerebro me decía que me calmase, que todo
iba a ir bien. “¿Por qué la voz de mi cerebro sonaba como Matt?
-Lo sé, sé que nada de esto tiene sentido para ti-me
limpié los mocos y las lágrimas con el reverso de la mano. El carmín y la
máscara de pestañas se esparcieron por mi rostro-Pero para mí sí que lo
tiene.-me acerqué a él y deposité un suave beso en su mejilla-Me tengo que ir:
Y salí corriendo hacia la sala de estar, seguida por
un anonadado Bear. Me gritó antes de que alcanzara la puerta y me detuve en
seco. Un inoportuno relámpago iluminó la negra noche, seguido por un
estruendoso trueno y la lluvia empezó a caer sobre San Francisco.
-¿Pero a dónde vas, Ayla?-me gritó entre desesperado
y desconcertado.
-Me voy donde empezó todo, Bear. Me voy a casa.
COSITAS A COMENTAR
-Primero de todo, agradeceros a todos aquellos que me habéis insistido para que volviese a escribir Tierra Mojada. Estaba un poco triste, porque ya no tenía tantas visitas ni tantos comentarios como antes, y había olvidado lo más importante: que escribo para mí. Prácticamente he escrito el capítulo en tres días, porque la conexión entre Ayla y Matt es tan profunda que prácticamente el diálogo entre ellos sale solo y es muy sencillo crear una historia entre estos personajes. En ninguna otra historia he conseguido un diálogo tan fluido y una química entre dos personajes como la que tienen Ayla y Matt (crucemos los dedos para que esta química se traslade a la vida real jeje) y me siento muy orgullosa de ello.
-Como me sentía atascada en el tema del blog, intenté abrirme paso por otros caminos: estoy intentando publicar un libro. Prácticamente es el sueño de mi vida, pero es algo muy complicado que me está dando muchos dolores de cabeza y muchas frustraciones. Por ese motivo agradezco esa pequeña ayudita que me dais cada vez que comentáis un post o lo compartís. Al blog le dedico mucho tiempo, y tengo que combinarlo con mi trabajo y mis estudios, por tanto, que no se algo que de verdad valga la pena me entristece mucho y me hace pensar que en realidad estoy perdiendo el tiempo.
-También comunicaros que en septiembre saldrá a la venta un libro de ilustraciones de Juego de Tronos titulado: Retratos de Hielo y Fuego, del ilustrador Kike Payá. Cada ilustración va acompañada de un relato, entre ellos Del Hierro a la Pluma, un relato escrito por mí que trata sobre Theon Greyjoy. Seguidme en las Redes Sociales para enteraros de más novedades.
-Como sabéis, podéis hacer una donación para tirar adelante e blog mediante PayPal: https://www.paypal.me/aaylahurst
-Recordaros que también tenéis disponibles todos los capítulos de Tierra Mojada en el blog y en mi página de Wattpad:
Blog: http://aylahurst.blogspot.com/p/alaskan-bush-people.html
Watpad: https://www.wattpad.com/myworks
Por cierto, el 19 de agosto se estrena en Discovery (USA) la nueva temporada de Alaskan Bush People.
¡Gracias a todos!
Dadle mucho amor a este post si queréis que en breve publique la siguiente parte, donde tendremos el esperado enfrentamiento entre Bear y Matt.
Que ganas tenia de que llegara un nuevo capítulo!!!! Pero me he quedado tan triste de que Matt y Ayla no sigan juntos....... por favor necesito reconciliación ��������. Me encanta como escribes. Sigue así! !!!!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegra de que te haya buscado. Si todo va bien en breves publico el desenlace. ;)
EliminarNoooooooo!! No puede ser! Esto no puede terminar!soy una persona a la que no le gusta leer y ayer estuve hasta las 2 de la mañana para terminar el capítulo. Matt y ayla... No puede quedar así y repito, no me dejes sin lo único que me gusta leer! Jajajjaa, entiendo que las cosas llegan a su fin, pero jamás pensé que no estuvieran juntos. Te doy las gracias, porque ya creía que nos ibas a dejar en ascuas y me estaba haciendo yo mi propio final. Espero que, si puedes, no dejes esta maravillosa historia. Gracias de nuevo.
ResponderEliminar¡Me encanta cuando la gente escribe sus propios finales! Yo lo hago mucho cuando una peli/serie acaba mal... Soy de finales felices jejeje. Con eso ya te digo todo ;)
EliminarMe alegra de que te gustara el capítulo y que haya empujado a alguien a leer es todo un orgullo para mí.
¡Un abrazo!
Ay por la diosa, no nos puedes hacer esto jajaja. Yo soy de las que prefiere la pareja Ayla-Matt.
ResponderEliminar¡Maravilloso como siempre!
Por las respuestas que he recibido en Facebook... Todo el mundo prefiere Matt-Ayla... jejejeej. Ojalá en la vida real también fuese así. ¡Gracias por el comentario! Un abrazo.
EliminarMe ha encantado el capitulo. Creo que Ayla no quiere ni a Bear ni a Matt, sino ser libre y vivir tranquila lejos de todo haciendo lo que la gusta. Y sentirse arropada por una familia.
ResponderEliminarYo creo que Ayla está un poco perdida (¿quién no lo está, en realidad?) se debate entre el amor y el deseo, siente una fuerte atracción por ambos, quiere a Matt, pero recuerda que en Alaska era feliz, y lo más cerca que le queda de Alaska es Bear. ¡Gracias por el comentario! Un abrazo.
EliminarMuchas gracias por el relato! Cómo siempre me gustó muchísimo�� También gracias por compartir con nosotros todo lo que escribas! Matt y Ayla...hmm ya me imaginaba que pasaría esto��, pero no lo de Bear! Estoy inquieta por el próximo episodio! Ànims i petons des de Reus!
ResponderEliminar¡Gracias por el comentario! Un abrazo enorme.
Eliminar¡Camino por las paredes! Ya quiero leer el siguiente capítulo, no puedo creer el lío que armo Ayla por una calentura. Lloró tanto :'( ver la resignación de Matt... a que ella no quiera lo mismo que el duele. Ella piensa en ella y no en Matt? Ahora mismo enoja con ayla no se compromete con nada...
ResponderEliminar*Me gustaría mucho que ayla quede embarazada de MATT obviamente y poder leer todo el proceso y nacimiento! Si en el transcurso de la historia pasara esto sugiero que el bebé se llame TYLER amo ese nombre* no tenia nada que ver pero quería decírtelo. Lol
También ver más interacción entre ayla y las chicas!
No sabes lo feliz que me pone recibir estos comentarios. Paso mucho tiempo pensando y escribiendo, pero por esto vale la pena todo el esfuerzo. La verdad es que la idea del embarazo se me ha pasado por la mente un par de veces, pero no sé como enfocarla. Los veo demasiado inmaduros, ya les cuesta cuidar de si mismos imagínate de un bebé. Jajajajaja
Eliminar¡Gracias por todo y un abrazo enorme!
Por eso mismo me gustaría leer como se las arreglan para cuida de un bebé jaja ayla se volvería loca si queda embarazada, ya que no quiere saber nadaaa...
EliminarNo quiero imaginarme a Ayla con un bebé... qué desastre por favor jajajajajaj
Eliminar¡¡¡Continúa pronto porfa!!!! Amo demasiado como escribes... Compraría tu libro sin dudas, acá tenes a una seguidora! Saludos desde Argentina ��
ResponderEliminarPor que soy un lobo viejo y el olfato no me falla y olía a traición.
ResponderEliminar¡¡¡sigue!!! xoxo
¡Gracias! xoxoxoxo
EliminarPero que capitulo más loco! Creó que pase x todos los estados de animó...
ResponderEliminarMe a gustado mucho, pensé que no seguías y entre y me llevé la sorpresa de que as subido uno nuevo!! Te adorooo muchas gracias x está escapada del mundo. Esperaré con ansias el desenlace..
(Me gustaría mucho que está historia sea infinita y no terminarla de leer nunca.. Que continue y continue... siempre quiero leer más... Es una adicción! Enhorabuena!!
No me digáis esas cosas que luego me las creo ajjajajaja. Me encanta ver a gente disfrutando con mis historias, y, ojalá que pudiese dedicarle más tiempo, pero, como se suele decir, tengo que vivir y entre el trabajo y los estudios me lo combino como puedo. ¡Muchas gracias por el comentario, de verdad, me hace mucha ilusión! Si no quieres perderte ningún capítulo te recomiendo que me sigas en alguna red social y así podrás estar al día sobre las actualizaciones del blog. Un abrazo.
EliminarDile a los lindos gatitos que continúen! gran trabajo chicos! XD
ResponderEliminarYa no puedo esperar ¡¡Quiero leer el siguiente capítulo!! Cuando públicas el próximo? Quiero decir tienes una fecha o un día en específico... saludos.
¡Hola! No, en realidad no tengo fecha de publicación exacta... Cuando tengo un rato libre (desgraciadamente ocurre menos de lo que me gustaría) lo escribo y lo publico. Espero poder publicar el próximo pronto.
EliminarHola soy de Puerto rico la isla del encanto se parece mucho a la familia brown,estoy contenta por ver y leer tu historia muy verdadera para muchos y para mí,ya que amo esa tierra y gracias por compartirla con tus seguidores. Excelente trabajo y sigue hacia adelante siempre con Dios todo lo puedes.
ResponderEliminar¡Me alegra que te haya gustado! un abrazo
EliminarHola Ayla !!
ResponderEliminarA ver, yo acabo de entrar aqui de rebote mientras buscaba informacion sobre la family alaskeña y me has dejado con el cucu torzío con todo esto ...
¿Esto qué es?
Algo que has escrito por gusto y ya o tiene algo de cierto?
Es decir...¿Has conocido y has tenido realmente relación con los Brown?
Como digo, menos me enteré cuanto mas te leí y por si esto solo algo que escribes por gusto, prefiero preguntártelo directamente si no es molestia...
Siempre estoy diciendo que me voy para Alaska a vivir con esta familia y ahora que estaba flipando con este post, que una chica de España pudiera estar viviendo esto con los Brown...creí que podría ser cierto si se trataba de la nueva temporada, pero veo datos que me.descolocan y me recolocan no se donde... vamos, que nomancuentro.
Si eres tan amable y me ayudas a encontrarme, al menos con simple respuesta, te lo agradezco por adelantado.
Me gusta ver esta serie como "terapia" cuando deseo sentirme lejos de este primer mundo enfermo... así que, como en realidad conozcas a los Brown, ya te veo presentándome a la family este verano por dios te lo pido.
En fin, me ha llamado mucho la atención todo esto que cuentas, aunque me queda bastante por leer y escribirte desde el teléfono es tortuoso ,jodío cómo para de seguir escribiendo mas ahora mismo...
Pero si me respondes, en base a tu respuesta,me gustaría comentar sobre ti respecto a lo que cuentas sobre tu relación con esta familia.
Estaré atento por si contestas, saludos !!!
¡Hola! No te imaginas la de veces que me han preguntado esto... Siento decepcionarte, pero esto es solo una novela ficticia que escribí hace un par de años por X motivos. Dejé de escribirla hace como un año pero la gente sigue dándole caña.
ResponderEliminarSiento no poder ayudarte, espero al menos que te haga pasar un ratito agradable de lectura y que disfrutes mucho de mi novela.
Un abrazo. :)