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Capítulo II: Noah

Desde que había llegado a Brown cogida de la mano de Matt no había noche que no me acostase entre lágrimas. Llegamos a principios de primavera, una mañana llena de niebla, y toda la familia vino a recibirnos a la playa. Yo me mantuve al margen mientras Matt se reunía con sus padres y les pedía disculpas por su comportamiento. Ami lloró, y su padre también en cuanto pudo volver a abrazar a su hijo mayor. Rainy se echó sobre sus brazos, y el resto de hermanos se hicieron los duros para no derramar una lágrima. Todos estaban contentos de tenerlo de vuelta, pero yo me sentía una intrusa. Matt fue el encargado de acercarme a su familia, rodeándome con un brazo la cintura:
-Ya conocéis a Ayla, es una buena amiga… Espero que no os importe que se quede unos días con nosotros en Browntown.
Ami me cogió las manos entre lágrimas. Eran ásperas y esqueléticas, me clavaba los anillos y me apretaba con fuerza. Tenía el rostro enrojecido por el llanto.
-Bienvenida Ayla.
Y me abrazó, dándome las gracias por traer a su hijo de vuelta a casa. Yo era bastante reacia a las muestras de afecto en público y estaba visiblemente incómoda ante la muestra de afecto de la desconocida.
Los siguientes días fueron de los peores de mi vida. Estaba mojada y enfangada la mayor parte del día y el frío se me había calado hasta los huesos. Me sentía una inútil y un estorbo. No sabía disparar, no construir una casa, ni pescar, ni navegar… La poca autoestima que me quedaba se la estaba llevando la lluvia montaña a bajo. Pensé seriamente en regresar a la civilización: seguir con mis libros y mis editores, escribiendo guiones y de vez en cuando haciendo algún cameo en televisión. Me olvidaría de Matt, le dejaría ser feliz en sus bosques, con su barco y sus inventos… Tenía que tomar la decisión pronto, porque cada vez me estaba enamorando más de él. Había pasado una semana fantástica en mi cabaña, con él. Poco a poco fue soltándose conmigo: tenía una risa maravillosa y unas ideas descabelladas. No paraba de hablar, le encantaba hablar sobre cualquier tema; podía pasarse horas enteras sin callar, y yo adoraba escucharlo. A pesar de que la semana en la que nos conocíamos nos la habíamos pasado casi totalmente desnudos, no habíamos intimado desde que habíamos llegado a Browntown. Dormía a su lado, en su cabaña de neumáticos, su cuerpo cálido acurrucado a mi espalda y el rifle siempre a mano. Matt tenía problemas de insomnio, así que se pasaba la noche despierto hasta las tantas, yo me hacía la dormida y lloraba en silencio, no quería hacerle daño, y él parecía estar encantado conmigo. “Le gusto porque cree que no puede aspirar a más… No sabe lo equivocado que está…” me decía a mí misma cuando sentía como se acomodaba junto a mí y me daba un beso de buenas noches en el pelo. Por supuesto que él intentaba algo, se pasaba largos ratos acariciándome y besándome para hacerme entrar en calor, pero yo no tenía el ánimo suficiente para ello. Lo intentamos una vez, pero Matt se dio cuenta de que no me sentía cómoda con esa situación y paró. Estaba claro que no le sentó demasiado bien que no quisiese hacer el amor son él, se hizo una bola y me dedicó un frío: “Buenas noches”. Sin duda, otro hubiese seguido igual, creí haberlo perdido aquella noche, pero al día siguiente Matt reía y bromeaba igual que siempre. A ninguno de los dos le gustaba hablar de cosas serias, así que jamás hablamos del tema.
Todo el mundo quería enseñarme a hacer algo en Browntown: Gabe insistía en que aprendiese a manejar herramientas, Bear quería que escalase con él a la cima de un árbol. Bam y Bird me perseguían para que empuñase un rifle… Hasta Ami y la pequeña Rain me buscaban para que cocinase con ellas, curtiese pieles o hiciese no sé qué narices… Intentaba escaquearme siempre que podía, pero a veces era inevitable, me sentía inútil y un estorbo por no poder hacer lo mismo que ellos. La madre insistía diciéndome que nadie nace aprendido, y que lo conseguiría la próxima vez. Pero yo no quería ser una carga ni para Matt ni para la familia.
Una mañana en la que caía una fina lluvia, Matt se levantó temprano, yo me incorporé con él, pero me dijo que se iba a buscar leña con Billy, Bam y Gabe, y que durmiese un poco más…Lo último que oí antes de que partieran fue la inconfundible risa de Matt. Cuando me levanté era ya muy tarde, nadie me había despertado y todos parecían haber encontrado algo que hacer. No me dejaban alejarme mucho del campamento por el temor a los osos y que no supiera disparar, pero necesitaba pasar un tiempo a solas. Metí en la mochila mi cuaderno de notas y un estuche de lápices, y un libro de George RR Martin. Me envolví en una sudadera de cuadros y me recogí el pelo en una coleta cuando comencé a avanzar discretamente hacia el arroyo. Debía andar con pies de plomo, era tan patosa que ya me había resbalado más de una vez delante de la familia y me había muerto de vergüenza. Perdí el equilibrio un par de ocasiones, pero conseguí mantenerme en pie: “Si Matt me hubiese visto ahora…” El arroyo no estaba lejos del campamento, podía ver si un oso se aproximaba con tiempo y huir a un lugar seguro, y por fin, podía estar sola… Respiré profundamente el olor a Alaska, adoraba escuchar el agua correr… Metí los dedos y se me congelaron al instante, pero me encantó sentir esa sensación. Me manché aún más los vaqueros al sentarme en el suelo, apoyada en un árbol, pero no pensé en ello. Soplaba una suave brisa y el sol de primavera me calentaba las mejillas. Estaba sola… por fin, estaba sola. Intenté ponerme a leer, pero los horribles días que había pasado no me dejaban concentrarme. “¿Lo pasaría tan mal Arya cuando empezó a empuñar a Aguja? Finalmente, cogí el cuaderno y me puse a dibujar el paisaje: pero entre las plantas acuáticas y las rocas del riachuelo dibujé un ojo, redondo y con una gruesa línea negra. Los trazos del ojo eran más firmes y marcados que los del paisaje, que apenas se percibían en el papel blanco, pero el ojo… enorme, en el centro, mirando a la nada… A veces me desconcertaba mucho lo que intentaba decirme mi subconsciente. “Matt…” era lo único que se pasaba por mi cabeza. La impotencia de ser una inútil, una carga, de no ser lo suficiente buena para él… Me odiaba a mí misma por enamorarme de esa criatura. Después de lo mal que me había ido con los hombres durante toda mi vida, e iba yo y me volvía a enamorar… Lo había escrito un sinfín de veces en mi cuaderno: “No te enamores de Matt Brown, no te enamores de Matt Brown…” pero lo único que había logrado era estar cada vez más colgada por él… Reseguí con fuerza el ojo y sentí el impulso de garabatearlo todo y lanzarlo todo al mar: los dibujos, las cartas, el libro, e incluso a mí misma…Esos papeles estaban llenos de palabras de despedida y de cariño, de rabia, de frustración. El dibujo de Matt semidesnudo en la cabaña, y algún que otro garabato que le había hecho durante aquella semana. No quería recordarlo. Estaba a punto de echarlo todo a perder cuando una voz me susurró al oído:
-Es muy bonito ¿me dejas verlo?...
Me sobresalté. No lo había oído llegar, a pesar de andar con bastón y de llevar un largo abrigo negro visible a kilómetros, Noah Brown era sigiloso como un gato. Cerré el cuaderno de golpe.
-Noah…-dije sin saber muy bien cómo seguir-Es solo, dibujaba chorradas… Debería estar trabajando lo sé… pero…-no sabía que decirle y me estaba poniendo histérica.
-No te preocupes, yo también suelo venir aquí  a meditar cuando necesito estar solo…
Se sentó a mi lado y cruzó las piernas mientras suspiraba hondo.
Comencé a recoger mis cosas:
-Lo siento, no lo sabía… Me iré a otro sitio…
-Puedes quedarte, no me molestas…-Noah tenía un tono de voz melancólico, suave como una pluma pero profundo como un pozo. Su manera de hablar parecía sacada de un libro de Miguel de Cervantes-No eres como Matt, sabes estar en silencio…
“¿Cuánto tiempo llevaría observándome para saber que había estado callada todo el rato?”. Acepté su invitación para hacerle compañía y me quedé sentada, observando el arroyo mientras Noah cerraba los ojos y meditaba.
Noah Dark Cloud Brown era el menor de los varones Brown, pero a la vez era el más adulto. Siempre serio, vestido con sus camisas negras y sus crucifijos por todos los lados. Siempre con sus inventos y sus códigos de etiqueta. Frío como un témpano. Era fácil mirarlo a los ojos, pero complicado adivinar en que estaba pensando en esos momentos. Estaba envuelto en una especie de aire mágico, un aura azul brillante que lo envolvía en un ambiente misterioso… No me atreví a mirarlo mucho rato por temor a que descubriese que lo estaba observando. Decidí fingir que seguía dibujando, pero la presencia de Noah me descolocaba completamente.
-¿No te viene la inspiración?
-No, es que, no sé muy bien que hacer…
Quise que se me tragara la tierra, sabía perfectamente que lo estaba mirando. “Madre mía, qué vergüenza” Hice ademán de levantarme para irme, pero Noah me detuvo:
-Sabes, yo soy aficionado a la escritura… Quizá podría echarte una mano…
“Hasta en lo que me dedico profesionalmente soy mala haciéndolo aquí”.
-Solo es un dibujo… No estoy escribiendo nada.
-Parece un dibujo, pero en realidad no lo es… Hacemos un trato, si me dejas verlo, te dejo leer alguno de mis poemas, es todo un honor, no se los dejo ver a mucha gente…
No estaba de muy buen humor de ese día, pero Noah estaba haciendo un esfuerzo para ser amable conmigo. Tenía un nudo en el estómago y sentía que podría ponerme a llorar en cualquier momento… Aparenté fortaleza y le tendí el diario a Noah, examinó el dibujo con aires de caballero:
-¿Es el ojo de Matt?-asentí con la cabeza. Un hormiguero entero se estaba paseando por mi interior-Por los trazos tan marcados y tan cuidados me da la sensación de que piensas mucho en él, sin embargo, no te está mirando a ti, sino que mira al infinito, a la nada, al futuro… ¿Qué quieres decir con eso? ¿Por qué tienes miedo de qué te mire a la cara? ¿Por qué te asusta pertenecer a su mundo? ¿A su futuro?
Noah y mi subconsciente me estaban llevando a un terreno peligroso. La verdadera respuesta era: “porque cada vez que me mira con esos preciosos ojos azules me muero un poquito por dentro” pero mentí:
-No lo sé, simplemente lo he dibujado así…
Por su mirada, el hermano menor de Matt no me creyó y se puso a ojear el cuaderno. Se lo arrebaté con fuerza como si fuese una niña pequeña. No paraba de meter la pata una vez tras otra. Dios mío, me quería morir. La cara de sorpresa de Noah era un poema. Toda la vida intentando que la gente leyese lo que escribo, y cuando alguien quería hacerlo, voy yo y le quito el cuaderno:
-Es personal…-dije como un robot de respuesta automática.
Noah no dijo nada, simplemente sacó un cuaderno negro y estropeado de su abrigo y me lo tendió:
-El poema de Christie.
Busqué entre las páginas del cuaderno el poema que me había dicho y lo leí para mí: tenía la letra de un niño de seis años pero escribía como un caballero del Renacimiento. Le habían roto el corazón, el pobrecito había sufrido mucho… Creía que esa chica era el amor de su vida, su alma gemela, pero ella había decidido irse a la universidad.
Me gustaba que Noah creyese tanto en sus principios y en sus códigos, pero por un momento me alegré de que Matt no fuese como él. Matthie era alegría, tenía ese ápice de locura del que yo carecía, Noah, en cambio, parecía una canción triste de Los Miserables, pero no sé porque motivo, me entendía con él. Le tendí mi cuaderno y lo dejé cotillear:
-“Matt tenía la sonrisa más bonita que había visto jamás. Era capaz de derretir el invierno con su risa…”-siguió rebuscando entre las hojas y leyendo versos en voz alta, dejando salir a la luz la cursilería que intentaba ocultar:-“Cada vez que me mira con esos enormes ojos azules creo que me muero un poquito” “No quiero marcharme, adoro esto. Pero no quiero ser una carga para Matt ni para su familia…” “Aquí puedo ser yo, con Matt puedo ser yo” “No quiero hacerle daño…” “No te enamores de Matt Brown, no te enamores de Matt Brown… Enhorabuena Ayla, te has enamorado de Matt Brown…”
Noah esbozó media sonrisa sarcástica. Ninguno de los hermanos tenía la misma sonrisa maravillosa de Matt. Pero me hizo sentir incómoda…
-Matt es un tipo con suerte…-dijo finalmente.
-¿Por qué dices eso?-hablaba en susurros, avergonzada. Normalmente cuando enseñaba algo así a alguien se reía de mí, pero Noah no, no lo hizo, no se rio de mí, tampoco lo hubiese hecho ninguno de los Brown. Mis “amigos” se hubiesen estado descojonando de mi durante semanas:
-¿Estás de broma? Es el primero que ha conseguido traer una chica guapa a Browntown. Te gusta el bosque, los animales y  para colmo escribes muy bien. Gabey está verde de envidia. Deberías enseñarle estas cosas a mi madre, le encantaría leerlas…
-Las relaciones no son lo mío Noah, tiendo a meter la pata siempre. O termino desenamorándome sin motivo aparente, o no puede soportar mi carácter y se acaba marchando o simplemente no soy lo suficientemente buena… Tengo miedo de que me suceda alguna de esas cosas con Matt. Sí, es cierto, me he enamorado de él, casi desde el primer momento en que lo miré a los ojos…-Noah no se burló de mi historia de princesas, al contrario, parecía entenderme muy bien, eso me animó a seguir hablando-¿Pero, y si no soy lo suficientemente buena para él? De momento soy solo una carga… No sé hacer nada, me siento humillada cada vez que intento hacer algo y no me sale bien. No quiero ser una inútil en la vida de Matt. Quiero pasear con él por el bosque, salir de caza o navegar. Que sea el que me pida ayuda para hacer alguna cosa y no al contrario… No quiero que se avergüence de mí…
-Y no lo hace…-le miré a los ojos inexpresivos pidiéndole una explicación. Tenía un gracioso lunar junto al lagrimar-Desde que volvió no hace otra cosa que hablar de lo maravillosa que es Ayla… Que si es la chica más guapa que he visto jamás, que si es muy inteligente, que si adora el bosque…
-Estás bromeando…-me sonrojé exageradamente y sonreí como una tonta.
-Lo digo en serio, últimamente Matt solo sabe hablar sobre Ayla Hurst… Y eso que Matt se pasa el día hablando… Al final, acabaré odiándote.-Noah esbozó lo que parecía ser una media sonrisa. Al fin y al cabo, también tenía su particular sentido del humor. -Dejando al lado las bromas… ¿Crees en las almas gemelas?
-No.-ni siquiera me detuve a pensarlo. Había tenido tan mala suerte en el amor durante toda mi vida que ya casi me había dado por vencida.
-Pues yo si…-sus ojos se posaron en el cielo azul de primavera y una brisa le revoleteó algunos rebeldes mechones rubios-Creo que hay una mujer perfecta para mí en algún lado… Y que tarde o temprano llegará a mis brazos.
-¿Y cómo sabrás quién es?-me gustaba la manera tan principesca que tenía de ver el mundo. Se parecía mucho a mis ficticias historias de amor, solo que para él era todo real, y no tenía miedo a decirlo. Ojala fuese como él y pudiese decir lo que pienso sin temor a que se rían de mi…
-Lo sabré…
-El amor a primera vista no existe, Noah…-mentí, puesto que yo me había enamorado de los ojos de Matt casi al instante de conocerlo, y a la semana ya me había imaginado con él criando a un pequeño Matthie en los bosques, y eso que no me gustaban los niños. Si le contaba eso a Noah saldría ganando, tenía que olvidarme de Matt y marcharme de ese lugar lo antes posible.
-Eso es porque no has oído hablar a Matt Brown sobre “la primera vez que la vi supe que era la mujer de mi vida…”-estaba claro que Noah exageraba, no me imaginaba a Matt diciendo esas palabras, pero una parte de mi quería creerlo.
Algo vibró en mi bolsillo, mi teléfono móvil, era increíble como los mensajes me seguían llegando perdida en el culo del mundo. Era un mensaje de mi editor: “¿Dónde coño te has metido y por qué no me coges el teléfono? Tenemos que hablar Ayla, la editorial quiere los primeros capítulos del libro de los salvajes para esta semana, sino, nos retirarán los fondos. Haz el favor de coger el puto teléfono.”
Tiré el móvil al suelo con rabia. Noah se percató de ello y volvió a sonreír:
-En tu cuaderno hay notas de despedida para Matt, diciéndole que no puedes dejar tu antigua vida así como así, y que se merece algo mejor que tú… Pero lo cierto es que tú no quieres marcharte, ya te has imaginado tú vida aquí. Y es lo que de verdad quieres…
Cogí una piedra redonda más grande que mi puño y golpeé el móvil con rabia hasta que quedó hecho añicos. Me sentí liberada por dentro y suspiré profundamente: “Adiós editor, adiós redes sociales, adiós odiosas fotografías…”
Noah tenía razón, a pesar de lo inútil que me sentía, los Brown me habían acogido con los brazos abiertos. Eran una familia y me trataban como una más. Tenía miedo de entrar a formar parte de una comunidad tan cerrada, pero lo cierto es que me sentía como en casa… Adoraba el bosque, adoraba Browntown y sobre todo, adoraba a Matt. Su carácter infantil, su sentido del humor complementaban mi madurez y mi seriedad. Él me ayudaba a relajarme un poco, y yo le ponía los pies en la tierra cuando era necesario. Siempre era capaz de sacarme una sonrisa, era lo que necesitaba. No me infravaloraba, no me trataba de tonta ni se reía de mí… Y eso me volvía loca, eso y su sonrisa… Me encantaba hablar con Noah porque compartía la misma forma de ver el mundo que yo, y adoraba que defendiese de una manera tan firme sus principios, pero no sería un buen compañero para mí:
-No quiero hacer daño a Matt… Salí de una relación tormentosa no hace mucho tiempo. No me siento preparada para iniciar otra.-“¿Por qué narices le estoy contando todo esto a Noah?”-De verdad que se merece alguien mejor, alguien más alegre, que no se pase las noches llorando, que no sea una inútil…
-Pero él te ha elegido a ti…-hablaba de una forma tan suave y sutil que parecía que me estuviese acariciando una pluma. Una lágrima me corrió por la mejilla. “Tienes que ser fuerte. En el bosque no se llora”.
-¿Y si no sale bien? ¿Y si el bosque no es para mí? ¿Y si….?-Noah me tiró una piedra para que me callase. Me tapé la cara con las manos y casi me da en la mejilla.
-No lo sabrás nunca si no lo intentas…
Noah tenía razón, siempre había sido una cobarde… Me daba miedo probar cosas nuevas. Ese chico me gustaba de verdad, me hacía sentir bien, me animaba cuando estaba triste y a pesar de mi torpeza no me infravaloraba como habían hecho otros hombres años atrás. No me trataba como si fuese tonta. Me enjuagué la cara con la manga y sonreí recordando la risa de Matt:
-Con Matt… con Matt-no me salían las palabras. No necesitaba estar sola, necesitaba hablar con alguien, y ese alguien era Noah Brown-con Matt puedo ser yo misma. Le da igual como vista, ni de qué color lleve el pelo ni que le cuente mis historias… Él siempre…, aunque haga las cosas mal, me anima, me hace sentir mejor… Quiero estar con él, Noah, de verdad que si… Pero tengo miedo. No quiero volver a estropear una relación y que los dos salgamos heridos. Matt ya ha sufrido demasiado-Y yo era una experta haciendo daño a las personas que amaba.
-Te entiendo, yo me sentía así de mal cuando Christie cortó conmigo. Quería meter mi corazón en un frasco de vidrio y guardarlo en una estantería… -“Yo también había asumido que iba a morir sola”-Pero Dios me dio la fuerza que me faltaba para seguir adelante, y hacerme ver que solo era una prueba y que la definitiva llegaría tarde o temprano. Dios no nos pone obstáculos que no podamos superar… Y por lo que dice Matt de ti, debes de ser una chica muy fuerte.
La verdad es que hasta la fecha yo no era muy religiosa, aun así, las palabras de Noah se me quedaron clavadas en la mente: “No hay nada que no puedas superar.” Era mi lema: Fuerza, Perseverancia, Corazón, Coraje y Principios.
-Si no lo intentas, no sabrás nunca si Matt es otra prueba, o de verdad es el definitivo.
Extendí los brazos hacia él:
-Sé que no eres muy dado a las muestras de afecto, yo tampoco lo soy, pero me atrevería a pedirte que me dieses un abrazo.
La cara de satisfacción de Noah me rebeló que aceptaba mi propuesta y me rodeó los hombros con sus fuertes brazos. Olía a after shave de persona mayor. Fuerte pero elegante, distinto al olor a tierra húmeda de Matt. Tenía los brazos gruesos, pero no tan musculosos como su hermano mayor y su pelo largo se me metía en la cara.
-Gracias Noah…-me costaba mucho reconocer que alguien me había ayudado, así que darle las gracias al muchacho fue para mí todo un reto. Noah se puso rojo y me respondió con un gesto de asentimiento. Alargó la mano hacia mí y me quitó la goma del pelo. Hacía tiempo que no me lavaba el pelo en condiciones, así que estaba enmarañado y el color rubio platino de peluquería estaba dejando paso a un pelirrojo salpicado por mechones dorados. Noah me arregló el pelo con sus manos destrozadas por sus múltiples inventos.
-Se valiente, quiérete un poquito más y confía en Dios… Tienes que saber si Matt es tú ansiada alma gemela…
Asentí con la cabeza. No sabía si iba a seguir su consejo, pero sin duda hablar con él me había aliviado mucho. No añoraba las charlas con el psicólogo, ni con el psiquiatra que me había diagnosticado la depresión y pretendía hincharme a pastillas. No las necesitaba, solo una dosis de la fe y las creencias de Noah Brown.
-A propósito… ¿Qué estás leyendo?-el muchacho se propuso romper ese silencio incómodo que se había formado entre ambos. Noah estaba sonrojado, quizá fue culpa mía que me quede mirando esos ojos tan misteriosos de una forma tan descarada…
Ambos comentamos el libro de Martin unos instantes hasta que oí una voz que me llamaba a lo lejos.
-¡Ayla! ¡Ayla!
Matt, su destrozado abrigo marrón y su inseparable sombrero resbalaron con el barro de la orilla y cayeron al suelo. Se levantó rápidamente, quizá se había hecho daño, pero no pude evitar soltar una risita ante su torpeza. De todos modos, estaba tan nervioso que no me dejó preguntarle si estaba bien.
-¡Estás aquí!-exclamó entusiasmado-Ven conmigo, quiero enseñarte algo…-me tendió la mano con la que no sujetaba el rifle.
Intercambié una mirada de complicidad con Noah y su extraña manera de sonreír y tomé la mano de Matt:
Nos alejamos un poco del campamento, subiendo por una pequeña pendiente de tierra resbaladiza, rodeados por el sonido de la brisa chocando entre las hojas. Casi resbalé con el barro, pero conseguí mantenerme en equilibrio. Los pájaros y las ardillas jugueteaban sobre nuestras cabezas. “El bosque es grande” solía decir Ami Brown… Matt sonrió:
-Ya casi hemos llegado…
No era un espacio muy grande, tenía una forma circular casi perfecta, la hierba me llegaba hasta los gemelos y la tierra bajo mis pies era oscura y sólida. Los gruesos y viejos árboles nos encerraban en ese lugar tan encantador. La luz del sol se filtraba amarillenta entre las hojas claras, iluminando las tres dianas de madera que Matt había instalado en la otra punta del claro. A lo lejos y por el camino se veían otras dianas colgadas de los árboles o sujetas en los troncos.
-Esto es increíble…-me atreví a susurrar maravillada.
Matt cargó el rifle a mis espaldas.
-Solemos practicar con el arco y el rifle en la playa, pero he penado que aquí estarás más tranquila…
“Gracias Matt, por hacer esto por mi… Gracias por no hacerme sentir tonta, que solo necesito algo de práctica”
-¿Mi campo de tiro particular?
Matt asintió. Se colocó a mis espaldas y me ayudó a colocar correctamente el rifle. Llevaba tantas capas de ropa que apenas podía sentir el roce de su cuerpo, pero un hormigueo me recorría el estómago por el simple hecho de tenerlo tan cerca.
-No lo dudes, tú solo… dispara.-su denso aliento me inundaba el oído.
Mi hombro y el cuerpo de Matt recibieron el golpe. El impacto resonó por todo el bosque, y una bandada de pájaros alzó el vuelo de entre las ramas. La bala había impactado en la parte más alejada de la diana. Pero le había dado.
Matt se entusiasmó como un niño. Me cogió por la cintura y me alzó por los aires, dándome vueltas a su alrededor.
-¡Si, lo has hecho! ¡Lo has hecho! ¡Le has dado! Dentro de nada estaremos hiendo de caza juntos…
“Yo también me quiero ir de caza contigo Matt, quiero formar parte de este mundo, de tu mundo… Lástima que no me atreva a decírtelo para no hacerte daño.”
Su rostro se volvió serio de golpe, estaba rojo de tanto reír y el azul de sus ojos brillaba más que nunca. Se dirigió hacia un árbol y de detrás extrajo un arco de madera, exquisitamente decorado con tallas y con dos volutas en las puntas. La cuerda estaba dura y bien tensada. Pero era demasiado pequeño para él…
-He hecho esto para ti… Sé que te gustan los arcos, me he fijado en como miras a Noah y a Rainy cuando practican, y en uno de tus libros hablabas sobre una princesa que tenía un arco…-se estaba sonrojando, y me parecía adorable que se pusiese tan nervioso al hacerme un regalo. Acaricié el arco con la yema de los dedos, todo lo que el frío me permitió sentirlo:
-Gracias…-no sabía que más decir. ¡Había leído mis historias! Nadie de mi entorno solía hacerlo, pero él lo había hecho… Le importaba. No sabía si abrazarlo, besarlo o decirle que lo quería  y que iba a formar una familia con él en ese mismo instante.-No sé cómo agradecerte que hagas tanto por mi…
Sentirme inútil era lo que más odiaba en el mundo. Pedir ayuda y ser tratada como tonta, por eso no me había atrevido a hacer nada con Matt. Cuando pedía ayuda en mi entorno natural, solían tratarme como inútil o como tonta, Matt me ayudaba a aprender para que dejase de sentirlo… “Todos los hombres del mundo deberían haberse criado en el bosque”-No sé cómo darte las gracias por todo lo que estás haciendo por mí, Matt Brown…-“otra vez la sonrisa tonta”.
-Yo si…

Su mano con los guantes desgastados se posó en mi hombro. Se balanceó suavemente hacia mí, pero dudaba… “Me besaste con tanta facilidad la primera vez, Matt… No dudes ahora.” El temor a ser rechazada de nuevo me impedía atreverme a  corresponderle, pero me había quedado allí quieta, aguardando y rezando para que me besase de nuevo… ¿Por qué le estaba costando tanto esta vez? Cerró los ojos, suspiró profundamente y me plantó un suave beso en los labios. “¿Tan difícil ha sido?” Se sintió orgullosos al hacerlo, pero se le notaba inquieto, algo le sucedía… Estaba callado, algo extrañamente anormal en Matt Brown…
-Deberíamos seguir practicando…-susurró con la vista fija en el suelo muerto de vergüenza.
Me acerqué a él y dejé el rifle en el suelo. Le obligué a mirarme a los ojos…
-Sí, deberíamos…
Le besé. Era la primera vez que lo besaba yo, que me decidía a hacerlo y lo hice con todas las ganas que me había estado reservando. Tiré su sombrero al suelo y le acaricié los rizos casi plateados. Apoyé mi espalda contra un grueso árbol y comencé a hurgar bajo sus prendas, la piel se le erizó al sentir el contacto de mis manos gélidas. Estaba lanzada, le deseaba, “no tengas miedo al fracaso, ni a equivocarte… Dios no nos pone ningún obstáculo que no podamos superar.” Las palabras de Noah resonaban en mi cabeza cuando comencé a desabrocharle el cinturón. “Si Matt iba a ser un error, iba a disfrutarlo al máximo”.
-¿Qué haces?-miró asustado a su alrededor con temor a que alguien nos viese, pero no había nada, ni nadie en trescientos metros a la redonda. “El bosque es grande”. Mis dedos ya rozaban el vello del final del abdomen.
-¿Estás segura de esto?-asentí con una sonrisa. Matt volvió a mirar a su entorno, dudoso. Nadie.- ¡Qué diablos!
Se moría por hacerlo. Hacía años que un hombre no me deseaba tanto y ese control sobre él me excitaba aún más. El frío me penetró cuando se deshizo de la parte de debajo de mis prendas. Me sorprendió como podía estar tan excitado con esas temperaturas. Sería verdad eso de que en Alaska los hombres tienen la sangre más espesa. No suele gustarme el sexo de improvisto, me gusta que tenga sus preliminares: con sus correspondientes caricias y sus besos. Desnudarnos el uno al otro, jugar… No disfruté en la primera envestida, el tronco me arañó la espalda y me hizo daño al penetrarme. Solté un gemido de dolor pero no le permití parar. Una fina película de lluvia comenzó a cubrir el claro. Sentía una sensación extraña: no me gustaba esa postura ni esa forma tan brusca de hacer el amor, pero me gustaba Matt y el simple hecho de verlo disfrutar tanto hacía que todo valiese la pena. Me empujaba con fuerza contra el tronco viejo, en embestidas lentas pero en las que se aseguraba de llegar lo más profundo que podía. Me acabó gustando, y me sentí plenamente satisfecha cuando espiró tan profundamente en mi oreja y se dejó caer sobre mí. Tenía la espalda desgarrada, los muslos empapados y escocidos. El peso de Matt me impedía respirar y la sensación de sofoco me estaba matando. Estaba empapada y la tierra y las piedrecitas se me metieron entre la ropa y comenzaron a picarme. La cabeza de Matt estaba sobre mi pecho, mientras le acariciaba los rizos. Estaba rojo, siempre se ponía rojo cuando hacía el amor, y tenía un brillo especial en los ojos.
-Creo que la práctica de hoy ha sido muy productiva…-dijo entre risas mientras se colocaba correctamente el pantalón.
-Deberíamos repetirla más a menudo.-le gustó que yo también bromease sobre eso.
“Voy a intentarlo contigo Matt, me gustas demasiado y adoro tanto a este sitio que no voy a poder dejarlo. Me estoy emocionando al imaginarme una vida aquí contigo, y seguramente acabe llevándome un fiasco. Pero quiero intentarlo Matt, de verdad que quiero…”
Aquella noche hicimos el amor de verdad en la cabaña. Completamente desnudos y calentados por una pequeña estufa de leña. Por fin pude tener un orgasmo, y Matt sonrió satisfecho mientras asomaba la cabeza de entre mis muslos.

“Se valiente, quiérete un poquito más y confía en Dios” pensaba mientras Matt me sonreía, y eso iba a hacer. Había sido valiente al atreverme a provocar a Matt en el bosque, ahora solo me faltaba valorarme un poco más y quién sabe si al final de todo también acabaría confiando en Dios tal y como decía Noah.

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CAPÍTULO I: EXTRAÑOS EN UN BAR —Siento molestarte, ¿pero tú eres Zeta, verdad? ¿El cantante de Mägo de Oz? Saco el dedo con el que removía la copa de balón de ginebra y alzo la vista hacia los brillantes ojos que se están fijando en mí. Son verdes, redondos, enmarcando un rostro ovalado de pómulos altos, nariz pequeña, rasgos delicados y mejillas sonrojadas. Apenas queda gente en el bar. El concierto ha sido un fracaso, he dado lo peor de mí. Estoy mal, estoy roto por dentro, estoy hecho una puta mierda. Me entran escalofríos al recordar la mirada que me ha echado Txus al bajar del escenario. ¿Cuántos gin—tonics llevaré ya? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Qué hora es? ¡Joder, las tres! Y mañana temprano cogemos el avión de vuelta a Madrid. Los demás se han ido hace rato al hotel. Están decepcionados conmigo, enfadados, furiosos… ¿Cómo he podido hacer un concierto tan malo, apenas unos meses antes de la salida del nuevo disco? No es un buen momento para mí, y ellos lo saben, pero a Txus so...

Capítulo XX: Nueva York (Parte II)

-Será mejor que subamos arriba. Estás empapado, vas a coger un resfriado…-eso fue lo que pronunciaron mis labios, pasivos y calmados, tragándose entre la saliva la vibración de mis cuerdas vocales. En realidad, quería decir algo muy diferente: “Te echo de menos, fui una idiota, tenemos que volver. Vamos a cuidar a tu madre, te necesito, te quiero, te quiero, te quiero…” La reacción por parte de Matt a mi inesperada propuesta era más que evidente en su rostro. -Está bien, tú mandas…-dijo aun saliendo de su asombro. -Yo cogeré tu maleta. Sube las escaleras, voy detrás de ti. Matt desapareció con paso inseguro hacia el piso de arriba. Las lágrimas corrían como cascadas por mis mejillas. Era él, era distinto pero era él. Cerré la puerta con llave y me aseguré que la habitación que se encontraba al final del pasillo estaba cerrada. Le dije a Esteban que todo estaba bien y colgué el telefonillo que había ocultado en el bolsillo de mi bata. Me planté en las escaleras, una llama se ...