Huía, no sabía de qué o de quién, pero yo huía. La
niebla se cernía sobre los troncos retorcidos y negros del bosque. Se retorcían
grotescos hacia el cielo y de sus ramas colgaban matojos de hojas podridas. Las
siluetas se confundían entre las tinieblas que poco a poco iban cubriendo la
arboleda. Una voz infantil me llamaba entre risas: “¡Estoy aquí! ¿Es qué no me
ves? Venga, a ver si me pillas. Corre, que no me pillas” Una mancha amorfa y
roja cruzó veloz entre los troncos oscuros. Intenté seguirla con la vista, pero
había pasado tan rápido que no sabía ni por donde había venido ni hacia donde
iba. El niño me seguía insistiendo en que le encontrase. Busqué el origen de la
voz, pero no era más que un eco entre los árboles. Comencé a correr, buscando
al chico, la forma roja, huyendo, pero cada vez que daba dos pasos me
encontraba con un árbol retorcido, con una cara esculpida entre los nódulos:
gritando, lamentándose, con la boca abierta y los ojos fuera de las órbitas.
Cambiaba de dirección cada vez que me encontraba con una de ellas, pero estaban
en todas partes. El corazón me latía a toda prisa y sentía que en cualquier
momento se me iba a aflojar la vejiga. Finalmente terminé tropezando con una de
las raíces que sobresalían y caí al suelo. Se me nubló la vista cuando intenté
incorporarme, la cabeza me daba vueltas y no conseguía distinguir formas
concretas. Me miré las manos, no eran más que dos muñones amorfos blanquecinos,
apenas podía separar los dedos entre sí, se me habían pegado, pero ¿con qué?
Una sustancia roja me cubría las palmas de las manos y se colaba entre las
falanges. ¡Sangre! ¡Estaba sangrando! El líquido me caía por los brazos
formando ríos granates en mis antebrazos desnudos. La vista se me nubló aún
más, sentía que me iba a desmayar en cualquier momento. La voz infantil volvió
a resonar entre los árboles, como una letanía: “¡Corre Ayla, tienes que correr,
tienes que pillarme! Vamos, alcánzame, alcánzame, alcánzame.... La voz del niño
se fue transformando a medida que se acercaba a mí: ahora era una voz adulta,
de varón, pero no era un tono grave ¿un barítono que rozaba el tenor, quizá? La
silueta roja cruzó de nuevo, veloz, venía desde mi espalda y se perdió en la
luz blanca que asomaba al final de la arboleda. Me levanté a duras penas, la
cabeza seguía dándome vueltas, pero conseguí avanzar, apoyando mis manos
ensangrentadas en los rostros sufrientes esculpidos en los árboles ¿Por qué me
resultaban tan familiares esas caras? Caminé tambaleándome hasta que la luz
blanca me absorbió y me dejó ciega por un instante. Cuando mis pupilas se
adaptaron a la nueva situación ya no estaba en el bosque oscuro y ya no era de
noche. Estaba en un prado, amanecía y el sol lamía el cielo añil con lenguas
amarillas brillantes. Soplaba una suave brisa y a lo lejos escuchaba el rumor
del agua. Avancé entre grandes tallos de hierba dorada que me llegaban hasta el
pecho, utilizando la mano como visor para distinguir que había más allá del
sol. Mientras andaba me encontré un arroyuelo de aguas cristalinas, de apenas
un pie de profundidad, lo crucé dando una gran zancada y seguí mi camino. Se
respiraba calma y tranquilidad, el miedo había desaparecido y también los
rostros grotescos y la sangre, sobretodo me aliviaba que hubiese desaparecido
la sangre. Tenía las manos limpias y frescas, como si me las acabara de lavar y
frotar con jabón: ya no tenía los dedos pegajosos ni me corrían ríos de vino
por los brazos. Solo quedaba un hilillo costroso bajo el dedo anular de la mano
izquierda. Intenté frotarlo con el pulgar. Apenas lo vi venir, pero el impacto
fue tan brutal que volví a encontrarme en el suelo, forcejeando con mi agresor.
Caímos por una pequeña pendiente accidentada en el terreno, no distinguía con
claridad quien era el que me había atacado, solo podía distinguir manchas
azules, doradas y rojas mientras caíamos rodando por el suelo. Al llegar al pie
de la cuesta, conseguí derrotar a mi enemigo, lo estampé contra la tierra,
sujetando sus muñecas mientras apretaba la cintura con mis rodillas para
inmovilizarlo. Los mechones dorados me caían por ambos lados de la cara
mientras yo me precipitaba de nuevo en el eco de aquellos dos profundos pozos.
“Bear…”-susurré en voz alta.
Allí estaba él, tumbado bocarriba bajo mi peso, con
aquella sonrisa traviesa que mostraba unos dientes amarillentos. Las puntas del
pelo chamuscadas, los hoyuelos en las mejillas y aquellos ojos, de aquel azul
tan oscuro que casi podías oír como las aguas chocaban en los muros de piedra,
a la espera de que un cubo las recogiese.
-Estoy encima de ti.-le dije señalando lo evidente.
-Pero no te apartas.
Sin saber el motivo aun, le solté las manos y sus
dedos llenos de sabia dentro de unos guantes roídos se posaron en mis caderas.
Me incitaron a moverme hacia delante y hacia atrás, a sentir el roce de su cuerpo
a través de la tela de los vaqueros “Si, debería apartarme…” pensé mientras
cerraba los ojos y me rendía a él.
Tuve que ahogar un gemido cuando desperté y me
encontré en la penumbra, rodeada entre neumáticos y madera. La luz naranja del
fuego brillaba acogedora al otro lado de la estancia, y se oía un clonc,
clonc, clonc constante. Tenía la piel recubierta por una película de
sudor frío y la cara interior de los muslos empapada. Estaba sola en la cama.
Por fin habíamos metido dentro de la choza de neumáticos
la cama que nos había regalado Noah, y aunque ocupaba gran parte de la pequeña
estancia, nuestra calidad de sueño había aumentado notablemente, al menos la
mía… Cuando mis ojos se adaptaron a la penumbra conseguí distinguir la figura
de Matt, acuclillado junto al fuego. “Es capaz de dormir en cualquier parte a
excepción de una cama” Jugaba a tirar el cuchillo contra la madera del suelo.
“Hay gente que para conciliar el sueño cuenta ovejas, Matt Brown cuenta las
veces en la que tira el cuchillo al suelo”. Se había cubierto los
hombros desnudos con una camisa de cuadros verdes y se había puesto el
sombrero. Me incorporé para mirarlo, mientras me frotaba los ojos para quitarme
las lagañas. Fuera era una noche tranquila, sin ruidos: no había viento, no había
lluvia, ni tampoco gruñidos de osos… Solo se oía el grillado de algún que otro
insecto. El sexto sentido de Matt le alertó de que algo pasaba y se volvió
hacia mí. El clonc se detuvo. Me dedicó una sonrisa, se quitó
el sombrero y guardó el cuchillo. El colmillo se balanceaba en su pecho
mientras andaba hacia mí. Se sentó a mi lado y se llevó mis dedos a los labios.
-Perdóname, no podía dormir bien ¿te he despertado?-En
la penumbra los ojos cóncavos de Matt brillaban como estrellas en el
firmamento. Le acaricié el pelo, tenía los rizos plateados alborotados.-Ayla,
¿estás bien?-preguntó al darse cuenta de que no respondía.
Le puse la mano en la mejilla, se había vuelto a dejar
crecer la barba, y lo acerqué a mi boca para saborear el interior de sus
mejillas. Matt balbuceó algo, pero solo entendí sílabas sueltas de mi nombre.
Me abalancé sobre él, rodeándole el cuello con los brazos, aferrándome a su
nuca. El periodo no fue ningún impedimento para guiarlo a mi interior. Sus uñas
me arañaron los muslos y me guiaban en los golpes de caderas. Matt gruñó de
placer, yo cerré los ojos e intenté concentrarme en la persona que tenía entre
los muslos.
La mañana siguiente transcurrió entre los monólogos de
Matt Brown. Todo había vuelto a la normalidad en la isla de Chichagof: todo el
mundo se había olvidado de la osa asesinada y sus oseznos a la fuga, de la
desaparición de Birdy y de la tormenta que arrasó con todo. El sol brillaba
entre las copas de los árboles y las gotas de rocío se deslizaban entre las
hojas. El verano casi había llegado, pero el aire matutino era frío y olía a
nieve. Matt y yo desayunábamos pan con mantequilla en los bancos cerca de la
tienda de lona verde, que ejercía como laboratorio de Noah. Como era costumbre,
Matt hablaba solo, o quizá estuviese mantuviese una interesante conversación
con la tostada que estaba a punto de devorar. No le escuchaba, mi cerebro había
desconectado completamente y la voz de Matt era un lejano eco en mis oídos. A
nuestro alrededor, Browntown ya había despertado y el campamento estaba casi
vacío. Me imaginé que las chicas estaban cuidando a Sabrina, la vaca de la
familia y a nuestra espalda, Noah ya se había encerrado en su laboratorio. Bam
pasó por delante, sin camisa y con gafas de sol y un hacha apoyada sobre el hombro,
con sus pasos soberbios y sin apenas dirigirnos un cordial “Buenos días”. Matt
se lo recriminó pero tampoco escuché sus palabras exactas. Tenía la vista fija
en la puerta de coche roja que asomaba entre las copas de los árboles. Bear
empezó a descender por los escalones de madera de su árbol, desvié la vista
exageradamente y me centré en mi plato. Notaba como las mejillas me ardían. A
diferencia de su hermano mayor, Bear no pasó de largo y se detuvo a hablar con
nosotros. Me sentía incapaz de dirigirle la palabra, de mirarlo a los ojos. La
mano me empezó a temblar y sujeté el plato con tanta fuerza que creía que se me
iba a partir.
-¿Qué planes tenéis para hoy, chicos?-Bear ponía toda
la emoción del mundo en cualquier palabra que surgiese de su boca.
-Vamos a ir a Hoonah, a recoger a Gabe. Ayer los vino
a buscar Kenny, pero hoy no puede devolverlos. Aprovecharemos para ir a recoger
el correo y hacer algunas compras.-respondió Matt.
-Alba se irá pronto, habíamos pensado en organizarle
una especie de fiesta de despedida, así que contra más rato la tengáis
entretenida en el pueblo mejor.
“Alba se iría pronto”-las palabras me retumbaban en el
cerebro alertándome de que algo iba a cambiar. “¡Oh Dios mío! Alba se iría
pronto!” Alba se marchaba, mi consejera, mi compañera… y yo me quedaría sola de
nuevo en mi idílico paraíso donde me tambaleaba entre caerme en un pozo o
ahogarme en el mar. “¿Qué narices te pasa, Ayla? No dudes de eso, no, ni
hablar. Te ahogas en el mar, sí, eso, en el mar. Nada de pozos, te quedas con
el mar”.
Afortunadamente, Matt seguía tan absorto en sus
monólogos que no se dio cuenta hasta bien avanzado el trayecto en esquife de
que prácticamente no había abierto la boca desde la noche anterior.
-¿Estás bien, Ayla?-Matt estaba sentado en la popa del
barco, dirigiendo la pequeña embarcación. Iba envuelto en una cazadora marrón,
vieja y desgastada y el sombrero le aleteaba veloz como las alas de un colibrí
mientras danzaba con el viento.
Yo iba en la proa con la vista perdida en el
horizonte, sumida en mis pensamientos. Me sentía extrañamente culpable por
haber soñado con el hermano que no me correspondía, por haberle hecho el amor
pensando en otra persona. ¿Por qué me sentía tan mal? No era la primera vez que
lo hacía, ¿Quién no ha soñado que se acuesta con Orlando Bloom mientras se está
tirando al crío precoz y torpón de la clase de al lado? “Quizá porque nunca lo
había hecho pensando en el hermano de la persona con la que me estaba
acostando. Pero… ¿Bear? ¿Qué tenía Bear que no tuviese Matt? Matt era mucho más
atractivo, tenía esos cinco años de más de experiencia… Éramos dos almas
atormentadas que habíamos encontrado consuelo en los brazos del otro. Me hacía
reír, Matt me hacía reír, pero luego estaba lo de las cincuenta sombras… Y
Bear, con Bear había sentido la adrenalina de escalar un árbol o de bañarme en
un estanque helado. Había despertado esas extrañas sensaciones de aventura en
mí, ese deseo que había ocultado durante mucho tiempo en los escritos de mi
ordenador. Deseos de correr libre, de vivir aventuras intrépidas. “No soy Val,
Bear, no soy tu princesa salvaje, lo siento mucho”. Miré a Matt. “Soy Calipso,
la diosa del mar y él es el capitán del Holandés Errante”. Forcé una sonrisa
mientras me apartaba el pelo de la cara.
-Sí, estoy bien, simplemente estaba pensando.
-¿En qué pensabas?
-En mis cosas, Matt.
-¿Qué cosas?-giré los ojos-¿En lo que te pasó anoche,
por ejemplo?-Solté una risita nerviosa y miré al suelo, sonrojada-No es que me
queje, la verdad es que estuvo bien, estuvo muy bien…-sonrió como solo él sabía
hacerlo-pero me sorprendió que te despertaras en plena noche con esas ganas de
succionarme hasta la medula…
-¡Quieres saberlo todo!-bromeé.
-¡Sí! Quiero saberlo todo Ayla. Todo, quiero saber qué
se te pasó por la cabeza anoche, quiero saber…
-¿Quieres saber que tu hermano es virgen?
-¿Cómo?-“Así se mantendría distraído un rato y no me
agobiaría con preguntas que no quiero responder. Tiene razón, huyo de los
problemas como una cobarde”-Tengo cuatro hermanos, Ayla, o especificas más o…-arqueé
las cejas-Vamos a ver: lo de Noah lo sabemos todo y está claro que Bam no es,
hemos hablado de eso. Bear tampoco, la primera vez que se acostó con una chica
cuando era adolescente lo estuvo anunciando a los cuatro vientos. Entonces solo
nos queda:-se llevó las manos a la cabeza-¡Oh no!
-¡Oh sí! ¿No querías saber que pasó aquella noche en
el Integrity? Pues ya lo sabes, nada, no pasó nada. Gabe se acobardó.
-¿Qué se acobardó? Gabriel Brown, el buldócer, el gran
cazador, ¿se acobardó?-Matt se echó a reír. Metí la mano en el agua y le
salpiqué la cara.
-¡No te rías! Ya me gustaría verte a ti la primera vez
que te quedaste a solas con una chica.
Matt se sonrojó, aunque seguía sonriendo:
-Fue un desastre.
Lo sabía, cuando Matt pasaba demasiado tiempo sin
estar con una chica, su cuerpo reaccionaba impulsivamente. Casi podía verlo,
con diecisiete o dieciocho años, pidiendo disculpas abochornado. La imagen en
mi cabeza me avergonzaba pero me divertía a la vez.
-Hay mucha presión para que la primera vez sea perfecta
y Gabe es muy tímido. Tiene veintisiete años, es normal que sienta algo de
vergüenza y tema no cumplir las expectativas. No es tan bonito como lo pintan…
-¿Y Alba que opina sobre ello?
-Ya te he contado demasiado Matt. Ya te daré más
detalles después.-señalé a la lejanía la silueta cada vez más definida del
muelle de Hoonah.
Asintió decepcionado:
-¿Y tu primera vez, Ayla, cómo fue?
Le dediqué otra sonrisa.
-¿No vas a parar hasta saberlo todo, verdad?-Matt
asintió de nuevo, los labios gruesos le cubrían la dentadura desgastada.
Suspiré resignada-Fue como la de cualquier chica de diecisiete años: incómoda,
vergonzosa, dolorosa…
-¿Y ya está? ¿Ni siquiera vas a decirme su nombre? ¿O
dónde fue?
-El único nombre que te debe interesar de los que han
pasado entre mis piernas es el tuyo.
-¡Lo estás haciendo otra vez! Te pones a la defensiva
y huyes de tus problemas. Levantas ese impenetrable escudo de roble a tu
alrededor.-“y por mucho que intentas arañarlo con la lanza no consigues
romperlo”-¿Qué hay en tu pasado que no quieres contarme, Ayla? ¿Tan oscuro y
terrible es?
“Si los piratas se reúnen, yo pongo rumbo hacia el
otro lado” había citado el capitán Jack Sparrow, pues Ayla Hurst hace lo mismo
con los problemas.
-Sabes más de mí que la mayoría de las personas que me
rodean, ¿no te basta con eso, Matt?-solté con una voz extrañamente tranquila.
“Tú también me ocultas cosas, por qué comenzaste a beber, por ejemplo, y jamás
te lo he echado en cara” Podría haberlo hecho en ese momento, pero era
demasiado pronto.
Matt viró el esquife para echar el amarre. Di un saltó
al muelle y comencé a anudar el cabo.
-Ni siquiera sé cómo se llama tu hermana…-dejó
entrever un deje de impotencia en la voz ronca.
Le observé un instante, sentado en la popa, con la
mano áspera sobre el motor. Su cuerpo se balanceaba suavemente al compás del
agua. Bajo el sombrero se entreveían dos charcos de turmalinas azules donde
flotaban dos brillantes ónices negros recién pulidos.
-Lía. La llamamos Lía-respondí.
Para que Matt Brown estuviese callado tenía que estar
muy pero que muy enfadado, afortunadamente, se le pasaba en cuanto encontraba
otra cosa con la que distraerse y la larga visita al vertedero sirvió para que
sacase al niño que llevaba en su interior y se olvidase de todo lo que habíamos
hablado en el camino de ida. Le observaba de brazos cruzados, mientras tenía
medio cuerpo dentro de un todoterreno abandonado que antes de que lo cubriesen
de barro debía haber sido de color blanco.
-¿Te he dicho que se hacer malabares con cualquier
cosa?-entre los chirridos que emitía la chatarra apenas podía oír su voz. Sacó
del interior del coche unas gafas de sol con un solo cristal, una pelota de
tenis negra y una botella de plástico aplastada rellena con un líquido dorado
que deseé que fuera gasolina. Comenzó a lanzarlos al aire uno tras otro, entre
risas de victoria.
-Me lo has dicho un millón de veces. Venga, dile a
Kenny que te guarde lo que te quieras llevar y vámonos, tenemos muchas cosas
que hacer.-enumeré con los dedos-Tenemos que ir a comprar, a hablar con Paul,
pasar por mi casa…
-¡Correos!-Matt lanzó sus improvisadas pelotas de
malabares al suelo-¡Tenemos que ir a correos! Mi padre espera noticias sobre
unos conocidos de Príncipe de Gales. Corre, vamos.
“Es increíble lo rápido que llega a distraerse con
cualquier chorrada” Sonreí admirada por ese entusiasmo infantil que lo
caracterizaba. Me cogió de la mano y tiró hacia mí. Noté entre mis dedos las
manos ásperas y destrozadas de trabajar madera, forjar hierro y destripar
ciervos. “Si, estas son las manos que quiero sentir, no unos dedos pegajosos de
sabia y sucios de barro, no, son estos.”
El alcalde de la pequeña villa de Hoonah era el
mismísimo encargado de hacer llegar el correo a los habitantes del pueblo, como
los Brown no tenían dirección, se acercaban de vez en cuando a la oficina de
correos y recogían sacos de sobres y de notificaciones. Yo aguardaba oculta
tras Matt mientras él intercambiaba unas simpáticas palabras con el alcalde.
“Es tan extrovertido… Me gustaría ser tan simpática como él, tener siempre esa
sonrisa en los labios” Aunque conocía los miedos y las inseguridades que
ocultaban esa maravillosa risa. La oficina de correos no era más
grande que el bastión de neumáticos de Matt, solo tenía dos estancias: una
diminuta salita de espera con un corcho lleno de antiguos anuncios de compra
venta y de trabajos temporales, una máquina de agua y tres sillas de plástico.
El despacho tenía un ventanal por donde se veía la carretera, una gran mesa de
roble oscuro y diplomas y certificados colgados por las paredes de pladur junto
con un gran mapa de la zona. Detrás de la enorme mesa se sentaba Mike: un tipo
de unos cincuenta años, con el pelo corto, rubio platino que disimulaba las
canas, de rasgos agresivos y ojos claros. Intercambió algunas palabras
cordiales con Matt, preguntó por su familia y sus proyectos y después le tendió
un manojo de sobres:
-Creo que este es el sobre que esperaba tu padre-dijo
con voz ronca y con un marcado acento del norte-también hay un montón de cartas
para Noah, y creo que la mayoría son de chicas.
Ambos rieron. Yo guardaba silencio, oculta tras el
hombro de Matt. Jugueteé con mi colgante para aliviar mi nerviosismo ante
aquella situación social. Me sobresalté y tuve que preguntar varias veces
cuando el alcalde Mike me llamó por mi nombre:
-También hay algo para ti, Ayla.
-¿Para mí?-me puse la mano en el pecho.
Mike asintió e intercambié una mirada intranquila con
Matt.
-¿Tú eres Ayla, no? La escritora que vive con los
Brown…-asentí con la cabeza y avancé hacia la mesa. Cogí el papelito que me
tendía Mike mientras ambos lo inspeccionábamos: era un número de teléfono:
-¿Tú familia?-preguntó Matt.
Negué con la cabeza.
-El prefijo telefónico de España tiene dos cifras,
este es estadounidense.
-¿Quizá Frank?
Negué de nuevo.
-No es un código de Nueva York…
-¿Entonces de quién narices es?-me encogí de hombros.
-Te ha llamado un hombre varias veces. Dice que es
urgente y que en cuanto puedas te pongas en contacto con él.-“odio llamar por
teléfono. Menos mal que no tengo ninguno aquí”-Puedes usar la línea de la
oficina.-Mike me tendió un teléfono inalámbrico, de color blanco viejo, pero
que aún cumplía todas sus funciones-Puedes hablar en la salita.
Me quedé sentada largo rato en una de las sillas de
plástico de la salita, con el teléfono en una mano y el papelito en la otra.
Temblaba, Matt estaba a mi lado y por primera vez en todo el día, en silencio.
-Solo es una llamada de teléfono Ayla. ¿De qué tienes
miedo?
Me notaba los ojos húmedos. Matt se había quitado el
sombrero y le había aplastado los rizos, repeinados hacia atrás. La barba le
sumaba años, pero tenía ese carácter jovial y juvenil que a veces se me
olvidaba de que nos llevábamos catorce años.
-De oír algo que no quiero…
-¿Tenemos que sacar otra vez lo de huir de tus
problemas?-me negué a sostenerle la mirada. Me rodeó con un brazo
protector-Estoy aquí, Ayla, a tu lado. Si no quieres oír lo que te tengan que
decir solo tienes que colgar el teléfono.
Matt tenía más curiosidad que yo por saber quién me
llamaba, ¿Los Angeles? ¿A quién conocía de Los Ángeles? ¿Algún guionista o
algún productor con el que había trabajado? Pero nadie, aparte de mi editor y
mi familia sabía que estaba en Hoonah, y ellos ya habían sido descartados como
posibles interlocutores. “Esto huele de lejos a Frank, seguro que ha contado a
alguna productora que estoy aquí escribiendo un libro y sin haberlo terminado
ya ha vendido los derechos de autor para hacer una horrible adaptación”. Marqué
el número y me llevé el teléfono a la oreja, cerré los ojos y una lágrima me
resbaló por la mejilla. No estaba preparada para abrir el odioso cajón del
pasado. Busqué a tientas la mano de Matt y la apreté con fuerza, tenía los
cortes de las zarzas en carne viva, envueltos en vendas caseras, pero sentir el
dolor ayudaba a relajarme. El tono de llamada sonaba en mi oído y me retumbaba
por el cerebro. Los labios de Matt estaban secos y desgarrados, pero fue todo
un alivio sentirlos en mis dedos. “Si él está aquí, es que todo está bien” me
repetía mientras deseaba que nadie respondiera a la llamada.
-¿Diga?-se me paró el corazón y me quedé en blanco,
tentada de pulsar el botón para colgar.- ¿Oiga? ¿Hay alguien ahí?
Me crujió la mandíbula. La distorsión que provocaban
las ondas telefónicas me impidió reconocer la voz en un primer momento.
-So…soy… Ayla, Ayla Hurst… Tengo varias llamadas
tuyas…-balbuceé sintiéndome ridícula al lado de Matt.
-¿Ayla? ¿Eres tú? Por fin te has dignado a
llamarme…-conocía aquel acento británico.
-¿Alfie?
-Él mismo.
En un primer momento me alegré de oír una voz
conocida. Lo cierto es que tenía bastantes buenos recuerdos de Alfie y me
lamentaba no haberle dedicado ni un solo pensamiento desde que llegué a Alaska.
-¡No me puedo creer que seas tú! Pero ¿cómo has sabido
que estoy aquí? ¿Y qué haces en Los Angeles? Creí que después de todo… habrías
vuelto a Londres.-susurré esto último en un silbido inconsciente, como si no
quisiese que Matt me escuchase.
-¿Quién es Alfie?-preguntó, pero fingí no haberle
escuchado.
-Ese era el plan inicial, pero me han contratado para
una película sobre alienígenas. Saldrá el año que viene, espero verte en el
estreno.
-No me lo perdería por nada.-mentí-Oye, me han dicho
que te han matado en la serie.
-No veas la paliza que me pegó Kit, fue monumental,
uno de los episodios más twitteados en la historia de la HBO. ¿Lo has visto?
-Aún no he tenido ocasión pero estoy deseando ver como
Kit te da lo tuyo.-ambos soltamos una carcajada que terminó en un suspiro de
añoranza.
-Por cierto, ¿cómo te va en Alaska? ¿Hace mucho frío?
-No tanto como el que me imaginaba, aunque llueve
mucho y el tiempo cambia de una manera increíblemente rápida…
-Me han dicho….-Alfie se aclaró la garganta-Me han
dicho que estás saliendo con alguien…
Dediqué una corta mirada a Matt. Seguía teniendo sus dedos
entrelazados a los míos, y una mueca de preocupación se plasmaba en los labios
pálidos.
-Así es, él… es genial. Es estupendo, un gran chico…
-Suena a qué está a tu lado y no te deja decirme toda
la verdad.
Chasqueé de nuevo la mandíbula y noté como se me ponía
rígida la columna vertebral.
-¿Tú estás saliendo con alguien?-pregunté indiscreta.
-No.-escuché una especie de suspiro, como si escupiese
el humo de un cigarro y se formó un largo silencio –Ya sabes que mi único amor
es el Arsenal… Frank dice que ese chico es, en fin, especial. Ves con cuidado
Ayla.
-¿A qué te refieres con eso? ¿Y qué dices de Frank?
Sabía que ese idiota estaba metido en esto.
-Frank me llamó hace unas semanas-otra vez la
calada-preguntaba por el guion adaptado de El Arquero del Alba. Ha
vendido los derechos a Universal para la adaptación cinematográfica…
-¡Será malnacido!-me levanté de un bote, soltando con
violencia la mano de Matt y comencé a andar nerviosa por toda la habitación.
Las largas zancadas resonaban por el parqué. Matt me miraba
desconcertado.-Acordamos que era imposible adaptar El Arquero a
una película, es demasiado complejo, no daría tiempo a mostrar el reino de
Alannys como es en realidad. Queríamos esperar a que nos ofrecieran para hacer
una serie.
-Pues Frank no ha esperado demasiado…
-¡Maldito bastardo! Lo ha hecho para cabrearme. Sabe
que no quería que se hiciese una película sobre El Arquero del Alba.
¿Y por qué narices te ha pedido a ti el guion adaptado?
-Universal solo acepta el trato si el guion es
adaptado por la misma autora. Hay muchos seguidores de la princesa Naerys por
el mundo, Ayla. Si no adaptas tú misma el producto y difiere con las
expectativas de los lectores, en taquilla será un fracaso.
-Entiendo.
-¿Recuerdas que adaptamos el primer libro? Frank no
encontró el manuscrito en tu estudio y pensó que lo tenía yo.-otra calada-No
sabes la de chantaje que me hizo para que se lo diera…-“Le ha contado lo de
Matt”-Me costó convencerle de que no lo tenía yo, pero tranquila, ni que lo
hubiese tenido no se lo habría dado, por mucho chantaje emocional que me
hiciese.-una calada más.
-Alfie,-le pregunté muy seria-¿has vuelto a fumar
hierba?
Al otro lado del teléfono escuché como respiraba el
humo del canuto.
-Las noches posteriores a que marchases fueron muy duras…
No podía dormir. Estabas lejos, muy lejos y no sabía dónde. Te busqué en
España, en Londres y fue entonces cuando me di cuenta de que no querías que te
encontrara. Me costó asumir que no querías saber nada de mí. Tenía muchos
dolores de cabeza y el insomnio comenzaba a pasarme factura, la hierba me
alivia las jaquecas y me ayuda a pasar la noche… Y luego vino el tema del
jet-lag y el nuevo horario de trabajo y ya no pude dejarlo.
-¡Alfie me prometiste que lo dejarías!
-Mientras estuviese contigo…-me reprochó-pero tú ya no
estás-sorbió otra calada. Me sentía decepcionada con él y defraudada conmigo
misma. “Le dijiste que estarías a su lado para ayudar a superarlo, y le he
abandonado” Dirigí una mirada a Matt, seguía con el rostro congestionado de
preocupación y de repente me sentí la peor persona del mundo: deseaba que me
devorasen los perros, que me lanzasen por una ventana o que me hiciesen
explotar entre llamas verdes.-El chico, ese con el que estás-suspiró Alfie con
la voz más calmada-Frank dice que ha tenido problemas con el alcohol.
-Así es, pero ya los ha superado.-solté casi
automáticamente y no demasiado segura.
Alfie soltó una risita al otro lado de la línea.
-Un alcohólico, un fumeta… ¿Te van los chicos
problemáticos, verdad?-“quizá por qué me hacían sentir que mi depresión crónica
no era un problema tan grave”. Dime, a él también le recitas historias, ¿cómo
era aquella? “De pie junto al puente, el poeta observaba a la joven que se
acercaba. El mundo se detuvo al ver sus ojos, grandes y oscuros, y su pelo
castaño, peinado formando elegantes ondas. Al principio no la reconoció. Era
tan hermosa que cortaba el aliento con sus movimientos gráciles y seguros…”
“Florencia, 1283”
-Aunque tu favorito siempre fue el de aquel poeta
chileno, ¿o era argentino?-“nicaragüense”- Aún recuerdo las noches que pasé en
vela, aprendiendo a recitarlo en español, solo para complacerte: “Y están
tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los
nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur”. ¿También se
lo recitas a él, Ayla? ¿Y le cuentas la misma historia de cómo tu padre te lo
cantaba cuando eras pequeña?
-Tú no lo entiendes Alfie, él es diferente…
-Yo también lo era.
Una lágrima se me escurrió por la mejilla. Matt se dio
cuenta, se levantó y se acercó a mí. Su mano protectora me sujetó el hombro.
-Ayla, cuelga el teléfono.
Le acaricié la barba mientras gotas saladas me
surcaban las mejillas.
-Gracias por avisarme, Alfie. Pondré el manuscrito a
buen recaudo.
-Produces un efecto narcótico Ayla Hurst-“¿tan
complicado era decir ‘de nada’ y terminar la llamada?”-y un síndrome de
abstinencia que solo puede curarse combatiéndose con otra droga.
-No seas exagerado…
-Espero que seas feliz Ayla, de verdad que te deseo lo
mejor. Espero que ese chico te haga todo lo feliz que yo no pude, a pesar de
que lo di todo por ti.
-Alfie por favor…
-Lo sigo en serio-sorbió otra calada. Casi podía
imaginármelo, paseando por Los Angeles en pantalón corto, con el pelo castaño
claro, revuelto, acariciándole las sienes y esos ojos azul verdoso tan grandes
y expresivos y con el porro, con aquel puñetero porro en los labios, en aquella
sonrisa suya-pero ¿sabes lo malo de las drogas?-hizo una pausa dramática- Que
es muy sencillo recaer. Así que si algún día te cansas de follarte al salvaje
ese, yo seguiré aquí, esperándote como un idiota. “Maldita seas Frank, esto es
cosa tuya: te consentí el chantaje hacia mi persona, hacia mi familia e incluso
me callé cuando metiste a Matt por medio, pero ¿Alfie? Tú le conocías, habíamos
cenado juntos varias veces, erais amigos, sabías lo de los porros. Te juro que
si te vuelvo a ver por aquí pienso ahogarte en el mar, Frank O’Brien”-Adiós
Ayla.
Y colgó el teléfono, dejándome con la palabra en la
boca.
* * *
-¿Me vas a decir que está pasando?-la irritante voz de
Matt me retumbaba en el cerebro mezclado con el tintineo de las llaves que
rebuscaba entre los bolsillos de la chaqueta.
-Te he dicho que en cuanto llegásemos aquí lo
entenderías todo.
Escuchaba risas dentro de mi casita de Hoonah, pero,
aunque me supiese especialmente mal interrumpir, era necesario que lo hiciese.
Entreabrí la puerta, pero Matt me impidió el paso utilizando su cuerpo como
obstáculo.
-¿Quién es Alfie? ¿Y por qué has salido corriendo de
esa forma de la oficina del alcalde?
-No tienes que saber quién es Alfie, solamente lo que
estaba buscando.
Conseguí pasar entre el hueco de la puerta, Matt me
siguió dando un portazo.
-Has hablado con él delante de mío y ni siquiera te
dignas a decirme qué relación tiene contigo.-Matt me agarró del brazo y me
obligó a mirarle. “los pulgares, me está clavando los pulgares. Quiero hacerte
daño, quiero hacerte mía” Revolví la cabeza para alejar aquellos malditos
recuerdos de mi. Matt tenía los ojos vidriosos y el rostro congestionado-¿Es tú
pareja?
Soltó aquella frase sin titubear, como si ya se lo
esperase. Me deshice de él de una sacudida, entonces caí en la cuenta de la
pareja que había en el sofá. Gabe estaba descamisado, abrochándose el cinturón
desesperadamente, Alba se había cubierto con una manta hasta la barbilla, y no
sabía si echarse a reír o a llorar.
-No eres el primer hombre que veo en calzoncillos,
Gabe, relájate.-le dije en un tono entre sarcástico y despectivo.
-No sabíamos que llegaríais tan pronto…-se excusó Alba
ruborizada.
-Es igual. Ya hablaremos luego.
-Quiero detalles Gabey.-bromeó Matt apuntándole con un
dedo acusador mientras ambos se encendían como bombillas. “Hasta en momentos
así es capaz de bromear”. Cogí a Matt por la barbilla y le obligué a mirarme a
los ojos.
-Alfie no es mi novio, nunca lo ha sido exactamente,
pero tuvimos algo…
Cogí la mano de Matt y lo guie escaleras arriba. La
ventana del loft estaba abierta y las cortinas blancas se mecían con la brisa.
La luz era tan blanca que a simple vista no dejaba ver que había más allá del
exterior de la casa. Todo estaba rodeado por una extraña calma, parecía la
estancia de una casa encantada. La madera del suelo crujía en cada paso y un
escalofrío me recorrió la columna vertebral en cuanto rocé sin querer la gran
cama de hierro forjado. Los músculos de la mano de Matt también se
estremecieron al pasar cerca de aquel contradictorio mueble: donde habíamos
disfrutado del calor de nuestros cuerpos la primera vez y el dolor y el terror
de nuestras almas se había transformado en una tortura física. Le invité a
sentarse en el diván de la biblioteca contigua a la cama, mientras rebuscaba
entre los libros que había traído. Hacía tiempo que utilizaba mis libros
favoritos como álbumes de fotos, ocultaba fotografías impresas entre las
páginas y las utilizaba como marcadores. Cuenta la leyenda, que en el siglo XIX
se creía que en cada fotografía se te quedaba atrapado un pedacito de alma.
Siguiendo la tradición prefería conservar mis recuerdos visuales en papel en
lugar de en un teléfono móvil, de ese modo, sentía más cerca a mis escasos
allegados. El
libro donde guardé un par de fotografías de Alfie era un viejo volumen de los noventa, con las páginas amarillas y las tapas desgastadas, donde aún se intuía la silueta de una puesta de sol africana. Era de un escritor español, uno de los primeros que leí: se titulaba Ébano e iba sobre una mujer marfileña, secuestrada en su país por unos traficantes de esclavos, durante su luna de miel, su marido, un periodista francés, movió cielo y tierra para encontrarla. Las fotos de mi madre estaban guardadas en Palmira, con sus tapas de cartón de color rosa, mientras que conservaba los escasos recuerdos de mi padre en El Médico, donde ya casi se había borrado la imagen de Isphahan de la tapa. Las pocas fotos de mi hermana y yo en la infancia estaban a buen recaudo en El Clan del Oso Cavernario, de Jean M. Auel.
libro donde guardé un par de fotografías de Alfie era un viejo volumen de los noventa, con las páginas amarillas y las tapas desgastadas, donde aún se intuía la silueta de una puesta de sol africana. Era de un escritor español, uno de los primeros que leí: se titulaba Ébano e iba sobre una mujer marfileña, secuestrada en su país por unos traficantes de esclavos, durante su luna de miel, su marido, un periodista francés, movió cielo y tierra para encontrarla. Las fotos de mi madre estaban guardadas en Palmira, con sus tapas de cartón de color rosa, mientras que conservaba los escasos recuerdos de mi padre en El Médico, donde ya casi se había borrado la imagen de Isphahan de la tapa. Las pocas fotos de mi hermana y yo en la infancia estaban a buen recaudo en El Clan del Oso Cavernario, de Jean M. Auel.
Abrí el libro por donde había uno de los marcadores y
le mostré a Matt el selfie que nos habíamos hecho: Alfie tenía
una sonrisa muy cálida, y unos ojos azul verdosos grandes y expresivos. Llevaba
una gorra cubriéndole el cabello castaño claro. Me rodeaba con un brazo
mientras yo forzaba una sonrisa tímida envuelta en capas de ropa. Se asomaban
siluetas humanas brincando a nuestro lado, y al fondo se entreveía, una mancha
verde brillante. Matt tomó la fotografía con dedos temblorosos.
-Conocí a Alfie en Londres, hace como un par de años.
Era mi primer rodaje importante como guionista, y estaba en el plató
supervisando a los actores. Me daba muchísima vergüenza, yo era una cría, y no
sabía cómo decirles a unos actores veteranos que no estaban interpretando bien
lo que decían sus líneas. Me pasaba los descansos sola, sin dirigir la palabra
a nadie, con ganas de llorar. Era la primera vez que estaba tan lejos de casa,
sin nadie, ni siquiera hablaba bien el inglés. No fue hasta pasada una semana
más o menos que Alfie se acercó a la mesa donde yo desayunaba, llevaba un libro
en la mano. ¡Mi libro! El Arquero del Alba. Alfie era uno de los
actores que participaba en la serie, lo admiraba muchísimo, era increíble
tenerlo cerca y ni siquiera me había atrevido a pedirle una foto. En fin, Alfie
dejó caer el libro delante de mí y me dijo: “Cuando adapten esto a la tele
quiero interpretar a Cyon”. Nos hicimos amigos después de ese día, era
prácticamente mi único apoyo en la húmeda Londres, el resto de actores se
creían demasiado fantásticos para hablar conmigo. Alfie era encantador,
simpático, dulce siempre con aquella sonrisa suya. Me enseñó la ciudad, esta
foto es cuando me llevó a ver el Arsenal-Chelsea.-solté un suspiro de
añoranza-Le encanta el futbol, pero sobretodo le encanta el Arsenal. Fue a una
de las personas que más añoré en cuanto me marché a Nueva York a seguir mi
carrera como escritora. Perdimos el contacto un tiempo, pero en pocos meses a
Alfie lo contrataron para hacer una obra en Broadway y le dejé quedarse en mi
apartamento...
-Y os acostasteis.-pude ver esmeraldas verdes flotando
entre los charcos de turmalina que eran los ojos de Matt.
“Se está dando cuenta de que es la misma historia que
sucedió con él, y el final no le va a gustar nada”.
-Al principio solo fue una vez, yo estaba enfadada con
Frank y Alfie me consoló y también el vodka y terminamos acostándonos. Fue un error,
soy consciente y me arrepiento muchísimo, sobretodo porque después de
hacerlo-suspiré hondo-Alfie me confesó que estaba enamorado de mí.
-Entonces, solo fue una vez…
Cogí su mano y me mordí el labio inferior:
-Eso hubiese sido lo correcto, pero Alfie insistió
tanto y yo me sentía tan sola y abandonada en esa ciudad tan grande. Éramos
amigos, hacíamos cosas juntos, incluso llegamos a escribir un guion para
adaptar El Arquero del Alba a serie de televisión. Asistíamos
a premios y a horribles cenas de gala juntos solo para no tener que soportar
las insoportables preguntas de la prensa.-le enseñé a Matt un par de fotos
donde ambos aparecíamos vestidos elegantemente, posando en un photocall, entre
miradas cómplices e inocentes besos en la mejilla.
Matt acarició mi imagen en la fotografía, con la
áspera yema de sus dedos. “Si hubiese tocado esa seda con esas manos la habría
destrozado nada más rozarla”.
-Él es muy guapo-dijo finalmente resignado-y a ti se
te ve feliz. A ambos se os ve felices. ¿Qué pasó Ayla? Él es un actor famoso,
rico, y pareces estar disfrutando rodeada de cámaras y con esa ropa tan
elegante -“pero él no eres tú”-¿Él te quería?
Ni el policía más agresivo podría interrogarte de la
misma manera que lo hacían los ojos de Matt Brown.
-Como el caballero blanco a la princesa
dorniense.-Posiblemente Matt no entendió esa referencia, pero debió suponer que
eso significaba que me amaba con locura.-Él me quería mucho, Matt, pero para mí
no era más que un amigo, un compañero. Renunció a su adorada Londres y a su
querido Arsenal para cruzar el océano y poder estar a mi lado, trabajando en
una obra de pacotilla en lugar de estar en Hollywood actuando para los grandes.
Dejó la hierba solo porque a mí me molestaba, estaba dispuesto a todo. Y yo
solo, en fin, yo solo le echaba un par de polvos cuando me apetecía y le
dedicaba alguna que otra palabra bonita de vez en cuando.
-¿Y qué pasó al final, Ayla? ¿Él se dio cuenta de que
no le querías? ¿Qué solo estabas con él porque te daba pena y te sentías
sola?-Matt no hablaba con malicia, pero sus palabras eran como dagas en mi
corazón-Si era tu amigo no debiste hacer eso, él estaba enamorado de ti,
acostándote con él solo le dabas falsas esperanzas y le hacías más daño del que
sufría…
-Soy consciente de ello Matt, pero ya sabes como soy.
-Cuando tienes un problema levantas tu escudo y huyes.
-Exacto-asentí con la cabeza- y eso fue efectivamente
lo que hice.-fue extremadamente difícil contarle a Matt esa horrible faceta de
mi vida-Alfie alternaba los meses de rodaje en Europa con sus obras de teatro
en Nueva York, él se marchó a Irlanda a grabar su serie y cuando volvió…
-Te habías marchado sin decir nada. Aquí, habías
venido aquí y no te despediste de Alfie.-La voz de Matt sonaba triste y
decepcionada no sabía exactamente con quien, si conmigo, con Alfie y con él
mismo.-Y él se enteró por Frank que estabas conmigo…
“Cree que voy a hacer con él lo mismo que con Alfie.
Con el terror que él siente a que me vaya. ¿Por qué narices he tenido que
contarle todo esto? ¿Y por qué ha tenido que llamarme Alfie? ¿Por qué Frank ha
tenido que abrir su bocaza? Todo es por culpa de Frank, siempre la misma
historia”.
Cogí la mano de Matt y se me paró el corazón cuando la
apartó discretamente de mí…
-Matt...-se levantó angustiado y se pasó las manos por
los cabellos plateados. Corrí tras él y le abracé por la espalda-Te juro que si
estoy contigo es porque te quiero Matt, tú eres distinto…
Él suspiró hondo y me obligó a soltarle con toda la
delicadeza que pudo. Evitaba mirarme a los ojos, sabía que si me miraba
acabaría sucumbiendo a mis lágrimas. Yo le perseguía para que lo hiciese.
-¿Por qué te ha llamado Alfie, qué quería?
-Volver conmigo no, desde luego, jamás llegamos a
salir formalmente.
Matt me cogió por los antebrazos y me clavó los pulgares.
La sangre me palpitaba y se me tensaba el cuerpo nada más recordar sus
palabras. “Quiero hacerte daño”. Él se dio cuenta de mi reacción y me soltó de
inmediato.
-Es inútil que sigas protegiéndote con ese escudo,
Ayla, ¿por qué te ha llamado Alfie?
-Te lo diré con una condición.-me crucé en su camino y
le puse las manos en el pecho. Notaba como se aceleraba su corazón al contacto
con mi cuerpo. “Quiere enfadarse conmigo, pero no puede”.
-¿Cuál?
-Hagamos el amor.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo y tuvo que
pensárselo dos veces para rechazarme. Comenzó a andar por la estancia a grandes
zancadas, como un desesperado. Mi cuerpo le bloqueó de nuevo.
-¿Por qué no?
-Porque hay gente en el piso de abajo y estoy
intentando enfadarme contigo,-aunque estaba más enfadado con él mismo por ser
incapaz de hacerlo-porque no es el momento, tienes que enfrentarte a tus
problemas, porque te aprovechas de los hombres y eso no está bien… porque,
porque… -Le temblaron las piernas cuando mi boca comenzó a jugar con su cuello.
Nuestras bocas se unieron y mis manos comenzaban a acariciar la piel curtida
que ocultaba la camisa azul.-Ayla, no, por favor… Ayla.
Me alzó por las caderas y rodeé su pelvis con las
piernas. ”No puede resistirse a acostarse conmigo, a lo mejor Alfie tiene razón
y soy como una droga, a quién quiero engañar, pero al menos con Matt funciona.
El día que me rechace lo habré perdido para siempre”. Cuando quise
darme cuenta, le clavaba las uñas en la espalda y el escritorio donde solía
trabajar estaba siendo víctima de sus sacudidas. Gemía en su oreja mientras le
sostenía el pelo contra mí. No podía mirarlo a la cara, tenía miedo de mirarlo,
de hacerlo y no verlo a él, ver a Alfie, o a Bear, pero no verlo a él. Se
avergonzó cuando derramó su esencia sobre la mesa y se dejó caer sobre la cama.
“No quería hacerlo, y se avergüenza de haberlo disfrutado” Me acerqué a él, con
la camiseta desgarrada por un hombro, obra de la brutalidad de Matt y su
obsesión por llegar a mí. Me tumbé a su lado, rodeándolo con el brazo. Me
acogió en su pecho y se llevó mis dedos a los labios y me besó las heridas de
las manos.
-Haces conmigo lo que quieres.-estaba avergonzado, con
la vista fija en las vigas del techo.- Júrame que me quieres y que no volverás
a hacer esto conmigo.
Me sentía fatal por haber jugado así con Matt, por
haber aprovechado su debilidad por el sexo para hacerle callar, bueno, una
parte de mí se sentía mal, la otra, mi parte femenina, salvaje, oscura… se
sentía fuerte, poderosa… “Puedo hacer lo que quiera con él, solo tengo que
acaramelarlo un poco y es todo mío”
“Las lágrimas no son la única arma de una mujer. La
mejor está entre sus piernas, aprende como usarlo”- había recitado Cersei
Lannister, y que razón tenía.
-Te lo juro…-mi respuesta se disolvió como el viento,
no me gustaba prometer cosas, y mucho menos jurar, pero no me quedó más remedio
que acceder a su petición.
-¿Cómo voy a confiar en ti si te escondes tras ese
escudo, Ayla? Fíjate, cuando he intentado hablar contigo sobre tu pasado me has
soltado lo de Gabe, y ahora, que consigo penetrar un poco esa barrera que te
cubre te acuestas conmigo para hacerme callar. ¿Así como voy a lograr superar
ese miedo que tengo sobre que te marches? Mira lo que hiciste con el pobre
Alfie…
“No puedes Matt, jamás superarás ese miedo”.
-Porque a ti te quiero.-Matt se incorporó, se negaba
de nuevo a mirarme a los ojos-le abracé por los hombros y le di un par de besos
en el pelo y en la nuca-Escúchame Matt, Alfie solo quería advertirme de que
Frank ha vuelto a hacer de las suyas: ha vendido uno de mis libros a una
productora para hacer una película. Pero le piden el manuscrito original y lo
está buscando como loco, sino perderá el negocio. Chantajeó a Alfie creyendo
que lo tenía él, cuando en realidad está a salvo aquí, en Alaska.
Matt se dio la vuelta y me acomodó sobre su falda.
Rodeé su cuello con mis brazos mientras le rozaba el pelo de la nuca con los
dedos. Sus manos se deslizaron por mis costillas hasta mi cintura. Suspiró
hondo.
-Me alegra que tu libro esté a salvo, pero Ayla…
-“Esos ojos, me mira con esos ojos… Mi cuerpo es su infierno, pero esa mirada
es el mío”- Después de todo lo que me has contado, después de todo lo que hemos
vivido, sigues escondiéndote en ese escudo, huyendo de tus problemas… Quiero
creerte, quiero creer que estás tan loca por mí como yo lo estoy por ti, y que
no huirás si se tuercen las cosas, pero ¿cómo? ¿Cómo voy a poder creerte?
-Déjame demostrarte que he madurado Matt, que puedo
enfrentarme a mis problemas, que ya no huyo.
-¿Cómo vas a demostrármelo?
-Esta tarde hablaré con Bear.
* * *
Caminaba entre las hojas caídas de Browntown,
alejándome del campamento en dirección a la cabaña más lejana y más alta de la
villa. Alba caminaba a mi lado, con la vista fija en el suelo para no caerse.
-¿Estás segura de qué quieres hacer esto?-me preguntó
mientras se apartaba un mechón de cabello oscuro de la cara.
-No, pero le prometí a Matt que lo haría…
Deseaba que Bear se hubiese olvidado de todo, que nos
distrajéramos y terminásemos hablando de cualquier otra tontería que no fuera
lo que sucedió en el estanque, ni en aquella fiesta en Hoonah…
-¿Es que a quién se le ocurre? Contarle a Matt lo que
hiciste con Alfie… Incluso a mí me supo mal lo que le hiciste al pobre
chiquillo.
“Lo sé, todos me decís que lo hice tremendamente mal,
soy consciente, dejad de atormentarme”.
-¿Te has acostado ya con Gabe?
Alba se paró de repente y se le subieron los colores.
“Yo también se incomodar a la gente”.
-Iba a hacerlo, pero alguien nos interrumpió…-me dio
un empujón.
-Oye, tú hiciste lo mismo. Se llama Karma.
-¿Pero qué Karma ni que nada? Con lo que me había
costado convencer a Gabe, además, yo te arruiné un polvo con Matt, vale, lo
admito-“un polvo no, un estupendísimo polvo”-pero podría haber sido mi última
oportunidad con Gabe, él no está muy convencido y mucho menos lo estará ahora,
que tu novio es un bocazas y Bam y él lo están “aconsejando” para cuando lo
vaya a hacer. ¡Lo van a traumatizar!
Me imaginaba al pobre y bueno de Gabe, arrinconado
contra la pared por sus dos hermanos mayores, peleándose entre ellos a ver cuál
aconsejaba mejor sobre cómo perder la virginidad. “Si, sin duda lo van a
traumatizar”
-¿Así que te quedaste otra noche con el calentón?
Durmiendo abrazaditos…
Me dio otro empujón.
-No te burles Ayla. Voy a marcharme en pocos días, y
no podré volver hasta el verano que viene. Y Gabe me gusta muchísimo, y yo a él
¿no puedes hablar con él, por favor? Por mi…-me suplicó poniéndome ojitos.
-¡No, ni hablar!-estuve a punto de sucumbir a las
lagrimitas de cachorrito-Ya tengo bastante con lo mío como para hacer de
celestina entre vosotros dos.
-Por favor…-yo he venido hasta aquí para ayudarte con
lo de Bear.
-Solo me has acompañado hasta la puerta.
Ante mí se alzaba el robusto árbol sobre el que Bear
había construido su cabaña: era pequeña, de madera blanca y como punto de
acceso tenía una puerta de coche roja. Estaba situada como a unos diez metros
del suelo, pero en ese instante me parecía que llegaba hasta las nubes.
"Mirando estos árboles te das cuenta de lo pequeño que eres en este
mundo”.
-¡Por favor, Ayla!-seguía suplicando Alba- Y te
prometo que no te pediré nunca nada más en la vida. Solo habla con Gabey,
explícale que no es para tanto. Además, tú tienes más experiencia que yo en ese
tema, ¿cuántas veces te habrás acostado con Matt?-“demasiadas”- Venga, por
favor…
-Está bien, está bien. Hablaré con Gabe, pero me debes
una muy grande.
Alba me abrazó, pero no le devolví el gesto.
-¡Eres la mejor, Ayla!
Y se marchó dejándome sola ante el peligro. Ya era media
tarde cuando llegamos a Browntown después de hacer los últimos recados en
Hoonah. El cielo brillaba en tonos blancos y grisáceos, dejando que algunos
cálidos rayos de sol se filtrasen entre las copas de los árboles. Nada más
poner un pie fuera de la barca, me había encaminado hacia la casa de Bear, para
demostrarle a Matt lo convencida que estaba con cumplir mi promesa. Alba me
había acompañado, mientras el hermano mayor se quedaba en la playa interrogando
al menor. La tarde de principios de verano era fresca, soplaba una suave brisa
de las montañas que eclipsaba la calidez que emanaba del mar. Pronto
comenzarían a subir las temperaturas y empezarían a verse un desfile de torsos
desnudos desfilando por el campamento. De todas formas, yo iba envuelta en una
sudadera gris, que aparte de protegerme del frío cubría la camiseta que me
había desgarrado Matt. Suspiré hondo y miré a mí alrededor, no había nadie
cerca. Utilicé las manos como amplificador para llamar a Bear. “No quiero hacer
esto. Ojalá no esté en casa y pueda posponer esto todo el tiempo que sea
posible, aunque decepcione a Matt”.
Una cabeza rubia se asomó por la ventana.
-¡Ayla!-exclamó con todo el entusiasmo que le
caracterizaba-¡Me alegro de verte! ¿Necesitas algo?
-Hablar contigo. ¿Puedo subir?
-Adelante.-dijo haciendo un gesto con la mano
invitándome a subir.
Ascender por la tosca escalera de madera, que había
construido Gabe hacía ya tiempo, me hizo recordar el día en que Bear me enseñó
a subir por el tronco de un árbol, ese recuerdo me condujo a la cueva y al
sueño de aquella misma noche. La madera astillada se me clavaba en las heridas
de las manos, aún en carne vive. “No debería haber tirado mis guantes”.
Si comparábamos el interior de la choza de Matt con la
cabaña de Bear: la decoración del fuerte de neumáticos de Matt era
la de un loco bien previsto para la Guerra Fría, la de Bear, bien podía pasar
por La Fábrica de Warhol. Una de las paredes estaba totalmente pintada de rojo,
con pinceladas agresivas y llenas de energía. La garganta me sabía a bilis.
Jackson Pollock lo habría llamado: Número 1, yo lo había bautizado
como Tripas de ciervo sobre campo de gules. En el reducido espacio
no había más mobiliario que un colchón de espuma sin cobertor, una cocina de
camping y un montón de ropa, sacos de dormir y mantas apilados en un rincón.
Bear se desplazaba cual chimpancé por el suelo, cubierto por una vieja alfombra
granate, polvorienta y agujereada, que imitaba los estampados turcos. Se sentó
junto a la pequeña cocina de gas y partió dos huevos con la mano, el líquido
acuoso le resbaló por los brazos. Me deslicé con la espalda pegada a la pared,
lo más lejos que pude de la angustiosa pared roja, la sabía del árbol se me
pegó a la ropa y el pelo. Me senté delante de Bear.
-No sabía que estabas comiendo…
-No te preocupes, prefiero comer en compañía, y
especialmente si es una compañía tan grata como la tuya.-me sonrió.
Oculté mi rostro ruborizado bajo un mechón de pelo.
-¿Qué estás cocinando?
-Huevos EXTREMOS.-tenía un entusiasmo épico en la voz.
Todo lo que decía parecía estar sacado de un episodio de El Último
Superviviente.
-¿huevos extremos? ¿Y en qué se diferencian de los
huevos normales?
-En que están hechos por alguien tan extremo como
yo.-me puso frente a los ojos los dedos pringados de yema amarillenta.-Bueno,
eso y que tienen trocitos de cáscara…-dijo tímidamente.- ¿Quieres que prepare
alguno para ti?
-No gracias, he comido en Hoonah antes de volver.
“Y creo que si pruebo un solo bocado delante de ese
lienzo voy a convertir Tripas de ciervo sobre campo de gules en Tripas
de ciervo sobre campo de sinople”.
-Tú te lo pierdes… -cogió un puñado de huevos
revueltos y se lo metió en la boca. Las migajas me salpicaron los labios. “No
respeta mi espacio personal”-Y bien, ¿qué es eso de lo que querías hablarme?
Me quedé en blanco. El cuadro de tripas de ciervo
giraba en círculos distorsionados en mi cabeza y la vista se me tornó borrosa.
Una ola de calor me recorrió el cuerpo, me deslicé el pelo pegajoso por el lado
derecho y me desabroché la sudadera. Bear alargó la mano hacia mí y de repente
el sudor ardiente se volvió gélido, ¿por qué tenía tanto miedo a qué me tocase?
Deslizó la chaqueta por el brazo, dejando al descubierto la camiseta desgarrada
y el hombro desnudo.
-¿Qué te ha pasado aquí?-instintivamente me llevé la
mano al antebrazo, Bear se dio cuenta.
-A veces Matt tiene formas peculiares de demostrar que
me quiere…
Su rostro estudiaba el desgarrón con ojitos curiosos,
me volví a cubrir el hombro.
-¿Te ha hecho daño?
-No.-mentí-es solo que a veces Matt no controla su
fuerza, pero nunca me hace daño. “A pesar de tener arañazos en los muslos y
algún moratón en los brazos, sin olvidar aquel maldito: ‘Quiero hacerte daño’”.
-Es cierto ese que dice Noah, eso que el amor
duele.-afirmó con tristeza en su voz aguda. -Aunque no siempre duele por fuera,
a veces también duele aquí.-se señaló el pectoral izquierdo.
-¿Eso te pasa a ti?-me caí de nuevo en sus profundos
ojos. El pelo oro líquido le cubría el rostro blanquecino, tenía las puntas chamuscadas.-Bear,-
le acaricié la barba áspera para que me mirase a la cara, a pesar de
correr el riesgo de resbalar y caer de nuevo entre los ecos oscuros que
producía su mirada-¿Eso te sucede a ti?-repetí-¿Te duele el corazón?
Se levantó de un salto y reculé hacia atrás. Era
bajito, pero su estatura me impresionaba en aquel momento. Se había pintado
llamas en las botas negras y llevaba un chaleco sobre la camiseta de tirantes.
Los vaqueros le quedaban grandes, llevaba el cinturón muy apretado y le hacía
bolsas de tela alrededor de la cintura. Veía sus puños apretados y se le
hincharon las venas de los brazos. Salió por la ventana de un brinco, tardé
unos segundos a reaccionar ante aquella situación. “Hasta sus dramas tienen que
ser extremos”. Asomé la cabeza por la ventana, estaba sentado en la misma rama
en la que se sustentaba, su cabaña, erguido como el vigía de un castillo, con
la vista fija en el infinito.
-Bear, ¿podemos hablar esto como personas adultas?
“No me puedo creer que vaya a hacer esto”. Coloqué un
pie en la repisa de la ventana, me sujeté en el marco y me coloqué de pie sobre
la rama. Volví a llamar a Bear, pero me ignoró. Avancé tambaleándome, por el
brazo del árbol, a pesar de mi torpeza, sujetándome en las ramas más finas que
se encontraban sobre mi cabeza. La sabia me traicionó y cedió resbaladiza bajo
mis pies, aleteé en un desesperado intento por no caer al vacío, cuando noté la
fuerza de la mano de Bear en torno a mi muñeca, me empujó bruscamente y de
repente estaba entre el tronco pegajoso y el fuerte aliento de Bear. Sus manos
ejercían de barandilla en torno a mi rostro. Estaba muy cerca de mí, demasiado
cerca, notaba su fuerte aliento sobre mi boca, aún tenía rastro de huevos entre
la dentadura amarillenta. Era el ser más vanidoso que había conocido jamás,
pero nadie le había enseñado que era un desodorante. La presencia de Bear me
incomodaba mucho más que la de Bam: su hermano mayor era puro orgullo, sus ojos
te hacían sentir pequeño e insignificante, frágil como un insecto, pero no era
difícil hinchar el pecho y desafiarle como la pequeña araña cuando invades su
territorio. En cambio, no podía hacer nada, estaba prisionera entre un tronco y
los brazos de Bear, a diez metros de altura, si intentaba cualquier movimiento
podría caer al vacío, o peor, podría acercarse más de lo que estaba. Un mechón
de su pelo liso color oro líquido se enredó con uno de los míos: ondulado,
castaño rojizo con la punta blanca y manchado de sabia. El contraste era
impresionante. “Jane no parecía sentirse tan incómoda cuando conoció a Tarzán”.
-Tú no me dices que me detenga, sino que intentas
alcanzarme.
“No se refería a lo de la charca, no se refería al
baño cuando me dijo que no lo había olvidado, se refería a que corrí tras él en
lugar de decirle que se detuviera. De eso iba mi sueño, intentaba alcanzarlo… A
veces me doy miedo a mí misma”
-Bear… Matt.-fue lo único que conseguí balbucear como
una idiota.
-Matt te hace daño. Matt puede sentarse en un banco,
esperar diez minutos y tendrá a tres chicas preciosas sentadas a su lado.-“no
es necesario que me des ese tipo de detalles, vi como se lo comía con los ojos
la rubia anoréxica en Hoonah”-Pero cuando estoy con una chica e intento ser yo
mismo, siempre acaba diciendo que me detenga, que baje el ritmo… Tú fuiste la
primera que intentaste seguirme.
“Solo quería parecer fuerte delante de él, ser amable,
no pretendía que sucediese nada de esto”
Entendía como se sentía perfectamente, toda mi vida
había estado rodeada de: “Deja de ser tan friki” “No te vistas así” “Tendrías
que relacionarte más con la gente” “Pierdes el tiempo escribiendo, deberías
dedicarte a arruinar la vida al resto y conseguir millones de dólares”. Nadie
se había detenido a pensar por qué yo era así, si tenía algún problema o si
podían ayudarme. Siendo así escribía grandes obras, yo solo tenía que
presentarlas en una librería, firmar cuatro ejemplares y sonreír. Nadie había
intentado entenderme, nadie a excepción de…
-Bear, si intentara seguirte siempre, acabaría
quedándome atrás…-intenté explicarle de una manera que él pudiese entenderme.
-¡Pero es la norma!-golpeó con el puño el tronco del
árbol y levantando trocitos de corteza por el golpe-La norma no escrita de los
Brown. Si a un hermano le gusta más una chica, él otro se retira…
Ya había oído esa norma antes, de los labios de Gabe,
afortunadamente, el asunto con Gabey se había solucionado en seguida. Era solo
un amor pasajero, infantil, inmaduro… Dos noches de pajas y otras dos de
lágrimas habían sido suficiente para superarlo, en cambio Bear, él era tan diferente
al resto de sus hermanos, al resto del mundo… Y luego estaba aquel sueño, aquel
maldito sueño.
-Esa norma es estúpida.-le recriminé en tono débil.
Carraspeó la mandíbula-No tenéis en cuenta la opinión de ella. Está bien, quizá
tú estés “más enamorado” que Matt, pero ¿y mi opinión? ¿No cuenta para nada de
quién esté yo enamorada?
-¡Él te hace daño!-me estremecí al notar otra vez su
puño estampándose contra la madera. Mi pie cedió levemente por la resbaladiza
sabia y por un momento pude ver como el suelo de barro y hierba daba vueltas y
más vueltas. Agarré los antebrazos de Bear por inercia, con fuerza, para no
caer al vacío. Rápido y ágil como un gato, su mano me rodeó la cintura y dio un
salto, por un momento vi como mis pies se zarandeaban sobre cl vacío. Cerré los
ojos abrazada a su cuerpo. Dio un ágil giro en el aire. De repente él estaba
sentado con el tronco a su espalda, yo estaba sentada sobre él, aferrada con
todas mis fuerzas a su chaleco y la cabeza apoyada sobre su pecho. Sus firmes
brazos se cerraron en torno a mí, invadiéndome con ese aroma tan característico
suyo. “Me está protegiendo”. Me incorporé ligeramente entre temblores, el mundo
aun daba vueltas vertiginosas a mi alrededor y el corazón me latía velozmente.
Tenía la garganta seca y sentía el mismo terror que hubiese experimentado
después de una larga persecución durante Los Juegos del Hambre. El
suelo amenazaba bajo mis pies, pero no tenía miedo, estaba a salvo, Bear me
mantenía a salvo. Alcé el rostro para volver a caer en sus ojos, profundos y
sinceros, que gritaban entre el eco de las paredes que corriese tras él, que le
alcanzase. Mi pelvis cedió levemente sobre la de él y por un instante se cruzó
por mi mente la idea de vivir la placentera experiencia del sexo, en la copa de
un árbol, sabía que era lo de haberlo hecho en la sombra, pero no tenía ni idea
de lo que era vivirlo en las alturas, allí arriba. Me pregunté qué rostro vería
la siguiente vez que me acostara con alguien: sería Bear otra vez, o solo había
sido un caso aislado. ¿Vería a Matt y las tan asimiladas formas de su cuerpo?
¿O vería a Alfie en un recuerdo de mi vida pasada? Alfie… Solo hacía unos meses
que no lo veía, pero me habían parecido siglos. Si me concentraba, aún podía sentir sus dedos
venenosos como víboras jugando entre mis piernas.
-Tienes razón-consiguió murmurar después del susto-esa
norma es idiota… pero cuando Bam la rompió y Matt… Prometimos no volverla a
incumplirla jamás.
-¿Qué pasó con Matt?-los pozos de sus ojos se cerraron
al instante-Bear, ¿qué pasó con Matt?
Bear comenzó a balbucear estupideces. Le aparté un
mechón de oro de los ojos y se lo situé detrás de la oreja “Odia que le toquen
el pelo, pero ni siquiera ha protestado”. Mis labios se posaron sobre los
suyos, un instante, un diminuto instante. Cerré los ojos, y encontré brillantes
turmalinas azules en las profundidades del pozo. Bear tardó en darse cuenta de
lo que estaba sucediendo y me apartó tan bruscamente que tuve miedo a volver a
caer:
-Ayla, esto… esto no está bien.
-Lo sé, considéralo un regalo. Algo que no volver a
suceder nunca más, pero a cambio, quiero que me cuentes eso de que Bam rompió
la norma.
-Esto está mal… Matt, tú… él y Bam, tú y yo.
Le sacudí por los hombros:
-¡Deja de decir tonterías y dime que pasó!
-Si se entera Matt…
-¡Matt no tiene por qué enterarse!
-Sí, Matt no tiene por qué enterarse, pero lo ha
hecho…-una letanía que sonó como un cuerno de guerra en mi oído.
El corazón se me congeló al instante cuando lo vi ahí
de pie, bajo el árbol, con el sombrero en una mano y el rifle en la otra,
cubierto por su desgastado abrigo marrón. Casi me parto la cabeza en tres
ocasiones mientras descendía del árbol: la primera cuando intenté desmontar
aquella comprometida posición, la segunda cuando intenté entrar por la ventana
y la tercera vez cuando mi pie cedió bajando la escalera. Tenía las manos en
carne viva de tanto escalar, el palo y la ropa llenos de sabia y trocitos de
madera en lugares donde jamás podría haberme imaginado que los tendría. Corrí
entre tropezones en pos de Matt, intentando explicarle que ese beso no había
significado nada, que estaba enamorada de él, pero se negaba a escucharme.
Forcé unos brincos que mis rodillas lamentaron, me planté frente a Matt y
comencé a golpearle el pecho con los puños, entre lágrimas.
-¡Escúchame Matt! ¡Te ruego que me escuches! No
significó nada, lo juro. Solo fue un beso, ya está.
Matt dejó caer el rifle al suelo. Tenía el rostro
ruborizado y los ojos congestionados, su voz sonaba ronca y era incapaz de
pronunciar más de dos palabras seguidas sin atragantarse:
-Te creí, te creí como un idiota-se lamentó-creí que
habías madurado, que ya no huías de tus problemas, te enfrentabas a ellos y que
ya no necesitarías usar tu escudo. Mi intención era sacarte de allí, ya me
habías demostrado lo que valías, no tenías que sufrir más de la cuenta… Y te
encuentro ahí, con tu escudo de roble levantado, besando a mi hermano.- Me
apartó bruscamente y siguió su camino, tropecé con una raíz y caí al suelo de
culo. Las piedrecitas de la tierra me abrieron las heridas de las manos, ahogué
un gemido y cerré los puños. La sangre corría entre mis dedos, pero me negué a
mirarle. Me enjuagué las lágrimas con el dorso de la mano.
-Sí, le he besado Matt, le he besado por ti. Le he
utilizado para que me contase algo, como he hecho contigo esta mañana.
Matt se detuvo en seco y apretó los puños, tenía miedo
de ver sus ojos: azules con las cóncavas pupilas negras recubiertas por una
película de agua y sangre. Las fosas natales aleteando y la mandíbula
contraída. “Si se controlaba para no hacerme daño, ahora le he dado una buena
excusa para dar rienda suelta a su instinto”.
-Las lágrimas y el sexo no te van a servir de nada
ahora, Ayla. ¡Por dios, es mi hermano!
-Lo sé, y no lo he hecho por gusto Matt, te lo
aseguro…
Me levanté a duras penas. Tenía las manos destrozadas
y el rostro enrojecido. Notaba los ojos húmedos, pero no lloraba, no, no iba a
llorar más delante de Matt. Me encaré a él: a sus ojos, a su envergadura, a sus
lágrimas…
-Esta mañana Alfie, ahora Bear…-murmuró culpándose más
a él por amarme que no a mí por traicionarlo. No pudo evitar dirigir la mirada
al hombro que me había desgarrado, me di cuenta y me abroché la cremallera de
la sudadera. “Tiene miedo, tiene miedo a que lo haya traicionado porque me ha
hecho daño”. Intenté tomarle la mano, pero me la apartó entre temblores. Sentí
un nudo en la garganta:
-Alfie es el pasado, tú eres el presente.
-¿Y el futuro?-dirigió la vista hacia las copas verdes
de los árboles. Ardillas y pájaros cruzaron sobre nuestras cabezas, agitando
las hojas y cantando entre las ramas-¿Quién es tu futuro?
-Creía que tú Matt, de veras lo creía.-una sombra
nubló su mirada-pero si quieres ser mi futuro, tienes que dejar de ocultarme tu
pasado…
Me miró asustado y se mordió el labio inferior:
grueso, pálido y desgarrado. Los músculos de su cuerpo se tensaron y una vena
apareció en su brazo.
-¿Mi pasado?-preguntó con voz temblorosa.
-Tu pasado-“después de insistir tanto en que te
desvelara el mío, has resultado ser tú el que me oculta cosas, Matt Brown-¿Por
qué empezaste a beber? ¿Qué pasó con Bam y con la ruptura de la norma de los
Brown?
Sus ojos me decían que quería huir, no sabía de qué o
de quién, pero quería huir. La niebla se cernía sobre los troncos retorcidos y
negros del bosque.TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN AQUÍ.
"He basado el personaje de Alfie en un actor de una serie muy conocida, ¿adivináis de quién se trata? Pista: su hermana es una famosa cantante británica y él está relacionado con los krakens ;)"
Theon Greyjoy (juegos de tronos).
ResponderEliminarPor cierto sigo impactada con el capitulo 😮
Efectivamente, Theon es mi Matt de Juego de Tronos (no se que tiene que me parece irresistible jajaja). Espero que ese impactada haya sido en el buen sentido y que tengas ganas de leer más y no en el sentido de: "voy a matar a Ayla por esto" jajaja un beso!
EliminarJajajaja...siempre con ganas de mas 😘
EliminarMe encanta como escribes, no conocía tu trabajo pero ahora estoy impaciente por leer mas sobre tus personajes. Me parece mentira que siendo española te conozca por tratar de saciar mi curiosidad sobre esa familia que me causa tanta curiosidad que conocí a través de un programa de televisión. Gracias por mostrarme que no me he equivocado con la impresión de la personalidad de cada uno de sus miembros, me encanta algo de cada uno, así haría a mi hombre perfecto jajaja. Con ganas de leer mas, y en mi imaginación de estar ahí. Saludos
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por el comentario! Estoy intentando hacerme un huequecito en el mundo del blogging y parece que esta historia está funcionando muy bien. Me alegra que te haya gustado, si tienes cualquier duda estaré encantada de ayudarte. ¡Un abrazo!
EliminarUuuyyy escribes muy bien ya he leido casi todos los capitulos y me encanta como describes a todos los personajes y todos esos detalles,es como estar viendolos a ellos..soy de CHILE y aca cuesta mucho ver capitulos de los HOMBRES PRIMITIVOS y todo lo que he encontrado sobre ellos esta en ingles y hablan de puras cosas malas de la familia brown..y tus historias me alegraron mis dias y ahora no puedo dejar d3 leer..gracias gracias!!
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