Brandon y Rose llegaron a la pequeña cabaña de madera al anochecer. Se trataba de un pequeño refugio en medio del bosque, a penas a unos kilómetros del pueblo donde Brandon trabajaría los próximos meses. La cabaña tenía dos habitaciones, un comedor-cocina y un baño. Suficiente para los dos hermanos.
Brandon entró por la puerta, suspirando profundamente con una sonrisa en el rostro y soltando sus bolsas sonoramente en el suelo.
-Hogar, dulce hogar.
-¿No te encanta esto, Rose?- comentó a su hermana menor, que entraba detrás de él, tímidamente y con una mochila a cuestas...
-Me gustaba más el apartamento de Nuevo York, ahí podía salir a la calle, ver gente... Ahora estamos en medio de la nada.
Brandon se descalzó y se tiró al pequeño sofá de la casa
-No digas tonterías. ¡Esto es vida! Aire puro, el sonido de la naturaleza, no hay pitidos de coches... Y no tenemos que pagar alquiler. Ronald nos presta la cabaña durante los meses que estemos aquí. ¡Es genial!
-Si tanto te gusta, ¿por qué no nos quedamos aquí?
-Acabas de decir que odias este lugar y ahora ¿te quieres quedar? Jamás entenderé a las adolescentes..- Brandon cerró los ojos y estiró su cuerpo para intentar echar una cabezada. Rose se aceró a él molesta y le pellizcó la cara para despertarlo.
-No se trata de vivir aquí o en Nueva York o donde sea. Se trata de vivir por fin en un sitio fijo. Estoy harta de cambiar de casa cada dos por tres! Quiero tener una vida: amigos, trabajo estable, una casa en condiciones. ¡Por favor Brandon! Jamás he ido a un baile de instituto, ni he tenido amigas con las que hacer fiestas de pijama, ir de compras... O lo que sea que hagan las chicas de mi edad.
Brandon se levantó molesto, y se encaró a Rose, su metro ochenta, sus veintiséis años y sus desarrollados músculos de años de trabajo duro eran armas poderosas contra le pequeña Rose y sus diecinueve primaveras.
-Hemos hablado de esto miles de veces Rose, yo soy el que trae el pan a casa, y mientras esto siga aquí vas a seguir mis normas. Viajaremos porque lo digo yo, y mientras seas incapaz de encontrar un trabajo que te mantenga vas a acatar mis normas. ¿Qué harías allí sola? No tienes a nadie más que a mi. La vida es muy dura Rose, y más para una niña como tu, que apenas ha conseguido sacarse el graduado escolar.
-Ya no soy una niña, Brandon- dijo ella entre dientes.
-Mientras vivas bajo mi techo y comas de la comida que te traigo, serás mi niña.
Brandon cogió su chaqueta y se encaminó hacia la puerta.
-¿A dónde vas ahora?
-¡Al bar! A ver si te parece tan divertido quedarte sola en una cabaña perdida en medio de la nada.
Rose observó como Brandon cogía el coche y se largaba al pueblo, dejándola a ella sola, asustada, en esa pequeña y solitaria cabaña. Rose cerró la puerta inmediatamente y se metió en la cama, tapándose entera, llorando. No le gustaba discutir con Brandon, era su hermano, su única familia, él la mantenía, era su apoyo. Cuando no había nadie que se quería hacer cargo de ella, él estaba allí, dispuesto a acoger a esa pequeña en su casa, más bien en su coche. Y desde entonces habían pasado diez años. No podía apañárselas sola, le necesitaba, pero su estilo de vida era demasiado nómada para una joven que solo quería tener una vida normal.
Rose dejó de llorar de repente, había escuchado un crujido, como si hubiesen metido un palito en la cerradura para abrirla. Asomó ligeramente la cabeza de entre las sábanas y escuchó pasos, abrió los ojos como platos, no se lo podía creer. Entre la oscuridad de la sala y la puerta de la habitación entre abierta pudo ver como se movían unas sombras y una luz azul que se hacía cada vez más intensa.
Todo sucedió muy rápido. Alguien saltó sobre ella y atravesaron el ventanal que había detrás de la cama, rasgándose la piel de todo el cuerpo con los trozos de cristal. De repente estaban forcejeando en medio del bosque, Rose le sujetaba las manos al hombre que intentaba atacarla, tumbada sobre ella. La joven sacudía su cuerpo y gritaba aterrorizada. No pudo ver bien el rostro de su atacante, la oscuridad y las lágrimas no le permitían ver con claridad, aunque juraría que ese "hombre" tenía la cabeza de un perro negro con los ojos inyectados en sangre. El atacante llevaba un collar que brillaba intensamente entre ellos. El hombre le arañó el brazo derecho y ella aulló de dolor. Otro hombre saltó encima del que forcejeaba con Rose y sacó una espada que asustó al hombre, otros tres le rodearon, como una manada, pero el hombre trajeado que había "salvado" a Rose pudo con ellos. Mató a una mujer y hirió gravemente a otro, los otros dos, entre ellos el que había placado a la chica huyeron. Rose había observado la escena apoyada en un árbol, sujetándose el brazo herido. Entonces pudo ver claramente las cabezas cánidas de sus atacantes. Por si no había sido lo suficiente traumática la experiencia de ser atacada, ahora veía que lo había sido por monstruos.
El hombre del traje, con la espada en la mano, se acercó a ella. La joven se arrinconó frente al árbol, no lo distinguía bien en la oscuridad, solo un destello azulado en su mirada y una sombra de alas negras que se recogían en su espalda. Rose pensaba que se había dado un golpe en la cabeza y estaba empezando a alucinar.
-¿Estás bien?- dijo él, aunque el miedo que ella sentía no la dejaba pronunciar palabra- ¿Te han herido? Déjamelo ver...- dijo agarrándole el brazo, a lo que ella se negó.
-¿Quién eres y qué eran esos monstruos?
-Si te lo dijera, no me creerías.
-Pruébalo.
-Está bien- dijo el hombre suspirando- Has sido atacada por demonios, ellos quieren algo que tu tienes y mi misión en la Tierra es obtener eso que custodias para mi señor.
-¿Tu misión?
-Me llamo Asaliah, y soy un ángel del Señor.
-Tenías razón, estás loco.- susurró ella y de repente se vio de nuevo en la cabaña, con el cristal reparado, como si nada hubiese pasado.- Vale, esto es muy raro. Pero yo no tengo nada que puedan querer esos "demonios" si es que son demonios de verdad.
Asaliah ignoró el comentario de la joven y le agarró el brazo para verle la herida, con un conjuro podría sanarla con facilidad, las uñas y la saliba de un demonio contienen un veneno muy potente. si la herida era muy grave la mataría en minutos, por suerte no era difícil de sanar. Asaliah cogió su brazo y le subió la manga de la camisa, descubriendo una especie de tatuaje en forma de rosa en el antebrazo izquierdo.
-¿Qué es esto?- preguntó él extrañado y recordando como la gracia brillaba cuando se acercó a la joven.
Ella se lo tapó instintivamente. Pero Asaliah volvió a coger el brazo entre sus manos y la examinó largo rato.
-Es una marca de nacimiento, la vieron las enfermeras del hospital el mismo día que nací, por eso me pusieron este nombre.
-¿Cómo te llamas?- dijo él, dejando de observar la marca y centrándose en los ojos verdes de la joven.
-Me llamo Rose, Rose Taylor.
Brandon entró por la puerta, suspirando profundamente con una sonrisa en el rostro y soltando sus bolsas sonoramente en el suelo.
-Hogar, dulce hogar.
-¿No te encanta esto, Rose?- comentó a su hermana menor, que entraba detrás de él, tímidamente y con una mochila a cuestas...
-Me gustaba más el apartamento de Nuevo York, ahí podía salir a la calle, ver gente... Ahora estamos en medio de la nada.
Brandon se descalzó y se tiró al pequeño sofá de la casa
-No digas tonterías. ¡Esto es vida! Aire puro, el sonido de la naturaleza, no hay pitidos de coches... Y no tenemos que pagar alquiler. Ronald nos presta la cabaña durante los meses que estemos aquí. ¡Es genial!
-Si tanto te gusta, ¿por qué no nos quedamos aquí?
-Acabas de decir que odias este lugar y ahora ¿te quieres quedar? Jamás entenderé a las adolescentes..- Brandon cerró los ojos y estiró su cuerpo para intentar echar una cabezada. Rose se aceró a él molesta y le pellizcó la cara para despertarlo.
-No se trata de vivir aquí o en Nueva York o donde sea. Se trata de vivir por fin en un sitio fijo. Estoy harta de cambiar de casa cada dos por tres! Quiero tener una vida: amigos, trabajo estable, una casa en condiciones. ¡Por favor Brandon! Jamás he ido a un baile de instituto, ni he tenido amigas con las que hacer fiestas de pijama, ir de compras... O lo que sea que hagan las chicas de mi edad.
Brandon se levantó molesto, y se encaró a Rose, su metro ochenta, sus veintiséis años y sus desarrollados músculos de años de trabajo duro eran armas poderosas contra le pequeña Rose y sus diecinueve primaveras.
-Hemos hablado de esto miles de veces Rose, yo soy el que trae el pan a casa, y mientras esto siga aquí vas a seguir mis normas. Viajaremos porque lo digo yo, y mientras seas incapaz de encontrar un trabajo que te mantenga vas a acatar mis normas. ¿Qué harías allí sola? No tienes a nadie más que a mi. La vida es muy dura Rose, y más para una niña como tu, que apenas ha conseguido sacarse el graduado escolar.
-Ya no soy una niña, Brandon- dijo ella entre dientes.
-Mientras vivas bajo mi techo y comas de la comida que te traigo, serás mi niña.
Brandon cogió su chaqueta y se encaminó hacia la puerta.
-¿A dónde vas ahora?
-¡Al bar! A ver si te parece tan divertido quedarte sola en una cabaña perdida en medio de la nada.
Rose observó como Brandon cogía el coche y se largaba al pueblo, dejándola a ella sola, asustada, en esa pequeña y solitaria cabaña. Rose cerró la puerta inmediatamente y se metió en la cama, tapándose entera, llorando. No le gustaba discutir con Brandon, era su hermano, su única familia, él la mantenía, era su apoyo. Cuando no había nadie que se quería hacer cargo de ella, él estaba allí, dispuesto a acoger a esa pequeña en su casa, más bien en su coche. Y desde entonces habían pasado diez años. No podía apañárselas sola, le necesitaba, pero su estilo de vida era demasiado nómada para una joven que solo quería tener una vida normal.
Rose dejó de llorar de repente, había escuchado un crujido, como si hubiesen metido un palito en la cerradura para abrirla. Asomó ligeramente la cabeza de entre las sábanas y escuchó pasos, abrió los ojos como platos, no se lo podía creer. Entre la oscuridad de la sala y la puerta de la habitación entre abierta pudo ver como se movían unas sombras y una luz azul que se hacía cada vez más intensa.
Todo sucedió muy rápido. Alguien saltó sobre ella y atravesaron el ventanal que había detrás de la cama, rasgándose la piel de todo el cuerpo con los trozos de cristal. De repente estaban forcejeando en medio del bosque, Rose le sujetaba las manos al hombre que intentaba atacarla, tumbada sobre ella. La joven sacudía su cuerpo y gritaba aterrorizada. No pudo ver bien el rostro de su atacante, la oscuridad y las lágrimas no le permitían ver con claridad, aunque juraría que ese "hombre" tenía la cabeza de un perro negro con los ojos inyectados en sangre. El atacante llevaba un collar que brillaba intensamente entre ellos. El hombre le arañó el brazo derecho y ella aulló de dolor. Otro hombre saltó encima del que forcejeaba con Rose y sacó una espada que asustó al hombre, otros tres le rodearon, como una manada, pero el hombre trajeado que había "salvado" a Rose pudo con ellos. Mató a una mujer y hirió gravemente a otro, los otros dos, entre ellos el que había placado a la chica huyeron. Rose había observado la escena apoyada en un árbol, sujetándose el brazo herido. Entonces pudo ver claramente las cabezas cánidas de sus atacantes. Por si no había sido lo suficiente traumática la experiencia de ser atacada, ahora veía que lo había sido por monstruos.
El hombre del traje, con la espada en la mano, se acercó a ella. La joven se arrinconó frente al árbol, no lo distinguía bien en la oscuridad, solo un destello azulado en su mirada y una sombra de alas negras que se recogían en su espalda. Rose pensaba que se había dado un golpe en la cabeza y estaba empezando a alucinar.
-¿Estás bien?- dijo él, aunque el miedo que ella sentía no la dejaba pronunciar palabra- ¿Te han herido? Déjamelo ver...- dijo agarrándole el brazo, a lo que ella se negó.
-¿Quién eres y qué eran esos monstruos?
-Si te lo dijera, no me creerías.
-Pruébalo.
-Está bien- dijo el hombre suspirando- Has sido atacada por demonios, ellos quieren algo que tu tienes y mi misión en la Tierra es obtener eso que custodias para mi señor.
-¿Tu misión?
-Me llamo Asaliah, y soy un ángel del Señor.
-Tenías razón, estás loco.- susurró ella y de repente se vio de nuevo en la cabaña, con el cristal reparado, como si nada hubiese pasado.- Vale, esto es muy raro. Pero yo no tengo nada que puedan querer esos "demonios" si es que son demonios de verdad.
Asaliah ignoró el comentario de la joven y le agarró el brazo para verle la herida, con un conjuro podría sanarla con facilidad, las uñas y la saliba de un demonio contienen un veneno muy potente. si la herida era muy grave la mataría en minutos, por suerte no era difícil de sanar. Asaliah cogió su brazo y le subió la manga de la camisa, descubriendo una especie de tatuaje en forma de rosa en el antebrazo izquierdo.
-¿Qué es esto?- preguntó él extrañado y recordando como la gracia brillaba cuando se acercó a la joven.
Ella se lo tapó instintivamente. Pero Asaliah volvió a coger el brazo entre sus manos y la examinó largo rato.
-Es una marca de nacimiento, la vieron las enfermeras del hospital el mismo día que nací, por eso me pusieron este nombre.
-¿Cómo te llamas?- dijo él, dejando de observar la marca y centrándose en los ojos verdes de la joven.
-Me llamo Rose, Rose Taylor.
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