La joven traumatizada entró llorando en la enorme casa blanca en la que vivía con sus padres en aquel barrio de ricos y burócratas. Dio un portazo al entrar por la puerta principal y sobresaltó a su madre, que se encontraba en el salón cuidando de sus orquídeas...
-¿Ayla? ¿Ayla, cielo, qué pasa?- preguntó la mujer asustada al ver a su hija entrar de esa manera en la casa.- ¡Oh dios mio! ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué llevas la ropa tan sucia? ¿Ayla?
La muchacha apenas le dirigió una mirada de lástima mientras subía las escaleras a toda prisa y se encerraba en su habitación con cerrojo. Su madre picó a la puerta insistiendo que la dejara entrar, pero la chica se negó.
-Estoy bien mamá, de verdad. Pero por favor, necesito estar sola...
-Está bien, pero ya hablaremos de este comportamiento tan inmaduro durante la cena, con tu padre. Una futura doctora no puede tener este tipo de rabietas.
La escuchó descender por las escaleras, y Ayla (o Ayden) suspiró profundamente mientras abrazaba un cojín escondida detrás de la cama. Se levantó y se miró al espejo, estaba sucia y manchada de sangre, con el pelo hecho un asco... Si sus padres la veían así durante la cena se enfadarían. Fue al armario y observó su ropa: faldas, jerseys de punto, bailarinas... No se sentía cómoda con nada de todo ese absurdo montón de ropa, ¿de dónde podría sacar unos vaqueros y una camisa? ¿y unas zapatillas de verdad? ¿Cómo iba a cazar con esos zapatitos tan incómodos?
Aunque solo hubiese sido un pensamiento se tapo la boca como si lo hubiese gritado a los cuatro vientos... ¿cazar? ¿Cómo se le ocurría? Inmediatamente después y muy a su pesar cogió una falda negra y un jersey de lana blanco y empezó a cepillarse el pelo frente al espejo y mientras se trenzaba el cabello rubio miró su habitación en el reflejo del cristal: Se trataba de una habitación enorme, con una cama enorme, pintada de rosa y con los muebles blancos. En el tocador había un montón de perfumes, productos de belleza y maquillaje que hasta hacía unos meses apenas conocía de su existencia. Revolvió entre los cajones y encontró un álbum de fotos que le habían regalado sus amigas cuando cumplió dieciséis años, empezó a hojearlo y a mirarse en el espejo mientras comparaba sus rasgos con los de la joven de la fotografía...
-No sois la misma, ¿verdad?- la muchacha se dio la vuelta sorprendida al ver aparecer al ángel en el reflejo del espejo. Se encontraron cara a cara
-Castiel...- susurró
-Tu alma es muy fuerte Ayden Winchester, tienes una esencia poderosa. La alma de Ayla ya no habita ese cuerpo, se marchó mucho antes de que tu lo ocuparas. Tu alma lo siente como suyo, y adapta sus rasgos a los de su cuerpo anterior.
-Eso es imposible...
-¿De veras?- Castiel cogió el álbum que la chica había dejado en el suelo y tomó una de las fotografías, después agarró a Ayla por los hombros y la obligó a mirarse al espejo.- En esta foto veo a una joven rubia, con el pelo liso y los ojos marrones, muy oscuros. Sin embargo, te miró a ti- con toda la delicadeza del mundo le soltó la trenza que se había hecho y dejó que su cabello cayera sobre sus hombros- y veo ondas en tu pelo, rubio, pero con las raíces cada vez más oscuras... Y dos preciosos ojos verdes, capaces de seducir al corazón más frío del Infierno...
Se miraron a los ojos durante un instante, él intentó besarla pero ella apartó la cara.
-Por favor, vete de aquí...
-No entiendo por qué Ayden... ¿Por qué no quieres recordar quién eres?
La joven no pudo más, apretó los puños y estalló en lágrimas...
-¡Porque soy la puñetera Ayden Winchester! Lo recuerdo todo, todo Castiel. Crowley, el ritual para invadir el Cielo, el suicidio, como luchaste contra la parca que quería llevarse mi alma. Lo recuerdo todo. Recuerdo que he visto morir a toda la gente que quiero. He visto a mi hermano volverse adicto con sangre de demonio, caer al Infierno, estar sin alma... Pasar unas pruebas que casi lo matan... He visto a Dean, a mi querido hermano Dean volverse un puñetero demonio, una máquina de matar en el Purgatorio, renunciar a su familia por volver con Sam y conmigo.- entre lágrimas observó el pecho de Castiel, le acarició suavemente y le desabrochó la camisa dejando a la vista sus cicatrices- Te he visto estallar, Cas, te he visto sufrir mucho, renunciar al Cielo, tragarte esos asquerosos leviatanes, casi me matas cuando estabas bajo el control de Naomi. Me diste una paliza increíble, me rompiste todos los huesos del cuerpo- apenas se la entendía porque ya casi no podía soportar el llanto- Recuerdo, con mucho dolor, cuando te vi avanzar hacia ese río, cubierto por barro negro, y perderte en las profundidades. Me metí en el agua hasta la cintura, Dean me retuvo. Quería morirme Cas... No soportaba la idea de perderte, quería morirme.
Se produjo un silencio entre ambos, ahora si que Cas entendía por qué Ayden prefería seguir siendo Ayla. A Ayla Hurst lo peor que le había sucedido en la vida era suspender un examen de matemáticas, Ayden lo había perdido todo: sus padres, Bobby, Kevin, Jo, Ellen... Los había visto morir a todos y a cada uno de ellos.
-¿Lo entiendes ahora?- dijo ella enjuagándose las lágrimas.
-Si- dijo él muy a su pesar- Aún así, no quiero que te quedes con todas las cosas malas que le han sucedido a Ayden... Si quieres seguir siendo Ayla Hurst, adelante, pero Ayden no se merece que la recuerdes así. Ella era alegría pura, amor, vida... siempre dispuesta a ayudar, a hacer lo que hiciera falta para ayudar a los suyos.- Castiel le entregó a la joven la inseparable mochila gris de Ayden, donde llevaba su diario y algunos objetos que habían sido importante en su vida.
Ayden la abrió y empezó a hojear los dos diarios que había dentro: uno era de cuero, de tapas oscuras y viejas, y con las iniciales HW (Henry Winchester) bordadas en una esquina. Era su diario de caza, donde apuntaba todos los detalles de sus cacerías, lo había empezado su padre tiempo atrás y ella lo continuaba siguiendo los pasos de su progenitor, y añadiendo un capítulo muy importante, el de los ángeles. El otro diario era personal, tenía las tapas azules y se lo había regalado Sam por su cumpleaños numero doce, cuando él ya estaba en Stanford. Estaba lleno de fotografías: de niña con sus padres y sus hermanos, con Bobby, en su adolescencia con Sam y Dean, también había alguna foto con el mismo Castiel, serio mientras ellas sonreía a la cámara. Arrancó esa fotografía del diario y la miró más detenidamente. Miró a Castiel a los ojos y él le tomó la mano.
-Antes has dicho que Ayden era vida, sin embargo, todos los que están a su alrededor mueren. No logro entenderlo... ¿De dónde saca tanta fuerza?
Ayden notó el frío contacte del metal en la mano que Castiel le sujetaba, y enseguida reconoció la forma del colgante que le había regalado hacia años para mantener la Gracis que había absorbido bajo control.
- Del mismo lugar de donde la sacan Dean, Sam y yo mismo... De la familia.- le dedicó la mirada de amor más profunda que un ángel jamás había dedicado- Quizá debería haber matizado más, cuando he dicho que Ayden era vida, me refería a que en realidad, ella es mi vida.
Y Castiel se esfumó...
-¿Ayla? ¿Ayla, cielo, qué pasa?- preguntó la mujer asustada al ver a su hija entrar de esa manera en la casa.- ¡Oh dios mio! ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué llevas la ropa tan sucia? ¿Ayla?
La muchacha apenas le dirigió una mirada de lástima mientras subía las escaleras a toda prisa y se encerraba en su habitación con cerrojo. Su madre picó a la puerta insistiendo que la dejara entrar, pero la chica se negó.
-Estoy bien mamá, de verdad. Pero por favor, necesito estar sola...
-Está bien, pero ya hablaremos de este comportamiento tan inmaduro durante la cena, con tu padre. Una futura doctora no puede tener este tipo de rabietas.
La escuchó descender por las escaleras, y Ayla (o Ayden) suspiró profundamente mientras abrazaba un cojín escondida detrás de la cama. Se levantó y se miró al espejo, estaba sucia y manchada de sangre, con el pelo hecho un asco... Si sus padres la veían así durante la cena se enfadarían. Fue al armario y observó su ropa: faldas, jerseys de punto, bailarinas... No se sentía cómoda con nada de todo ese absurdo montón de ropa, ¿de dónde podría sacar unos vaqueros y una camisa? ¿y unas zapatillas de verdad? ¿Cómo iba a cazar con esos zapatitos tan incómodos?
Aunque solo hubiese sido un pensamiento se tapo la boca como si lo hubiese gritado a los cuatro vientos... ¿cazar? ¿Cómo se le ocurría? Inmediatamente después y muy a su pesar cogió una falda negra y un jersey de lana blanco y empezó a cepillarse el pelo frente al espejo y mientras se trenzaba el cabello rubio miró su habitación en el reflejo del cristal: Se trataba de una habitación enorme, con una cama enorme, pintada de rosa y con los muebles blancos. En el tocador había un montón de perfumes, productos de belleza y maquillaje que hasta hacía unos meses apenas conocía de su existencia. Revolvió entre los cajones y encontró un álbum de fotos que le habían regalado sus amigas cuando cumplió dieciséis años, empezó a hojearlo y a mirarse en el espejo mientras comparaba sus rasgos con los de la joven de la fotografía...
-No sois la misma, ¿verdad?- la muchacha se dio la vuelta sorprendida al ver aparecer al ángel en el reflejo del espejo. Se encontraron cara a cara
-Castiel...- susurró
-Tu alma es muy fuerte Ayden Winchester, tienes una esencia poderosa. La alma de Ayla ya no habita ese cuerpo, se marchó mucho antes de que tu lo ocuparas. Tu alma lo siente como suyo, y adapta sus rasgos a los de su cuerpo anterior.
-Eso es imposible...
-¿De veras?- Castiel cogió el álbum que la chica había dejado en el suelo y tomó una de las fotografías, después agarró a Ayla por los hombros y la obligó a mirarse al espejo.- En esta foto veo a una joven rubia, con el pelo liso y los ojos marrones, muy oscuros. Sin embargo, te miró a ti- con toda la delicadeza del mundo le soltó la trenza que se había hecho y dejó que su cabello cayera sobre sus hombros- y veo ondas en tu pelo, rubio, pero con las raíces cada vez más oscuras... Y dos preciosos ojos verdes, capaces de seducir al corazón más frío del Infierno...
Se miraron a los ojos durante un instante, él intentó besarla pero ella apartó la cara.
-Por favor, vete de aquí...
-No entiendo por qué Ayden... ¿Por qué no quieres recordar quién eres?
La joven no pudo más, apretó los puños y estalló en lágrimas...
-¡Porque soy la puñetera Ayden Winchester! Lo recuerdo todo, todo Castiel. Crowley, el ritual para invadir el Cielo, el suicidio, como luchaste contra la parca que quería llevarse mi alma. Lo recuerdo todo. Recuerdo que he visto morir a toda la gente que quiero. He visto a mi hermano volverse adicto con sangre de demonio, caer al Infierno, estar sin alma... Pasar unas pruebas que casi lo matan... He visto a Dean, a mi querido hermano Dean volverse un puñetero demonio, una máquina de matar en el Purgatorio, renunciar a su familia por volver con Sam y conmigo.- entre lágrimas observó el pecho de Castiel, le acarició suavemente y le desabrochó la camisa dejando a la vista sus cicatrices- Te he visto estallar, Cas, te he visto sufrir mucho, renunciar al Cielo, tragarte esos asquerosos leviatanes, casi me matas cuando estabas bajo el control de Naomi. Me diste una paliza increíble, me rompiste todos los huesos del cuerpo- apenas se la entendía porque ya casi no podía soportar el llanto- Recuerdo, con mucho dolor, cuando te vi avanzar hacia ese río, cubierto por barro negro, y perderte en las profundidades. Me metí en el agua hasta la cintura, Dean me retuvo. Quería morirme Cas... No soportaba la idea de perderte, quería morirme.
Se produjo un silencio entre ambos, ahora si que Cas entendía por qué Ayden prefería seguir siendo Ayla. A Ayla Hurst lo peor que le había sucedido en la vida era suspender un examen de matemáticas, Ayden lo había perdido todo: sus padres, Bobby, Kevin, Jo, Ellen... Los había visto morir a todos y a cada uno de ellos.
-¿Lo entiendes ahora?- dijo ella enjuagándose las lágrimas.
-Si- dijo él muy a su pesar- Aún así, no quiero que te quedes con todas las cosas malas que le han sucedido a Ayden... Si quieres seguir siendo Ayla Hurst, adelante, pero Ayden no se merece que la recuerdes así. Ella era alegría pura, amor, vida... siempre dispuesta a ayudar, a hacer lo que hiciera falta para ayudar a los suyos.- Castiel le entregó a la joven la inseparable mochila gris de Ayden, donde llevaba su diario y algunos objetos que habían sido importante en su vida.
Ayden la abrió y empezó a hojear los dos diarios que había dentro: uno era de cuero, de tapas oscuras y viejas, y con las iniciales HW (Henry Winchester) bordadas en una esquina. Era su diario de caza, donde apuntaba todos los detalles de sus cacerías, lo había empezado su padre tiempo atrás y ella lo continuaba siguiendo los pasos de su progenitor, y añadiendo un capítulo muy importante, el de los ángeles. El otro diario era personal, tenía las tapas azules y se lo había regalado Sam por su cumpleaños numero doce, cuando él ya estaba en Stanford. Estaba lleno de fotografías: de niña con sus padres y sus hermanos, con Bobby, en su adolescencia con Sam y Dean, también había alguna foto con el mismo Castiel, serio mientras ellas sonreía a la cámara. Arrancó esa fotografía del diario y la miró más detenidamente. Miró a Castiel a los ojos y él le tomó la mano.
-Antes has dicho que Ayden era vida, sin embargo, todos los que están a su alrededor mueren. No logro entenderlo... ¿De dónde saca tanta fuerza?
Ayden notó el frío contacte del metal en la mano que Castiel le sujetaba, y enseguida reconoció la forma del colgante que le había regalado hacia años para mantener la Gracis que había absorbido bajo control.
- Del mismo lugar de donde la sacan Dean, Sam y yo mismo... De la familia.- le dedicó la mirada de amor más profunda que un ángel jamás había dedicado- Quizá debería haber matizado más, cuando he dicho que Ayden era vida, me refería a que en realidad, ella es mi vida.
Y Castiel se esfumó...
Comentarios
Publicar un comentario