-¿Podemos hablar?- Dean salió al porche de la casa de Bobby, donde Ayden miraba las estrellas apoyada en la vieja baranda de madera- Escucha Ayden, se que estás enfadada, pero Cas, ya no es Cas... Nos ha traicionado, por eso le encerramos en el círculo de fuego. A mi también me ha sentado mal, joder, era mi amigo. Y ahora es un monstruo.- Ayden no desviaba la mirada del cielo, como si Dean no existiese- Debes olvidarte de él, Ayden. Se que sientes algo muy especial por él. Pero ya lo hemos hablado... Sam no está bien, debemos centrarnos en cuidar de él y que se recupere lo antes posible. Y Cas... Cas es un ángel, sabes desde hace tiempo que no podía ser. Él es inmortal, tu no. Por mucha gracia de arcángel que te hayas tragado, algún día morirás y Cas, no... Ayden... ¿Me estás escuchando?- la joven desvió la mirada, una sólida y cristalina lágrima recorrió su mejilla, a Dean se le partió el alma- Lo siento mucho Ayden, eres aún muy joven... Algún día lo entenderás.
-Eres tú el que no lo entiende Dean. No es lo que siento por él, ni lo que siente él por mi. Es más que eso... Estamos unidos por algo más, un vínculo muy fuerte, algo sobrenatural... Yo puedo ver su auténtico rostro, oír su verdadera voz. Le vi cuando nos espiaba...
-Ayden... ¿Estás diciendo que sabías que Cas nos estaba espiando y no nos dijiste nada?- dijo Dean cabreado. Ella asintió con lágrimas en los ojos. ¿Pero por qué Ayden, por qué coño hiciste eso?
-Porque se trata de Cas, Dean. Le quiero, le quiero más que a nada en este mundo. Desde la primera vez que lo vi ya lo sabía todo...
-¿Qué sabías Ayden?
Ayden y Dean se miraron a los ojos, de la manera más sincera y fraternal que existe en el universo.
-Que daría la vida por él.
Ayden se despertó de repente y miró a su alrededor. No estaba en el búnker, no estaba en casa de Bobby, y tampoco estaba en ningún motel de carretera barato. Estaba en casa del doctor Hurst, en la habitación de Ayla, su fallecida hijita, que perdió la vida en un accidente de tráfico hace seis meses. y que su cuerpo sirvió de recipiente para la alma de Ayden. Desde entonces, la joven cazadora había intentado llevar la supuesta vida de Ayla Hurst, hasta que Dean, Sam y Cas volvieron a aparecer en su vida. Desde entonces que no podía pensar en otra cosa. No quería retomar la antigua y dura vida de Ayden, pero tampoco seguía querer manteniendo esa mentira. Echaba de menos a sus hermanos y a su adorado ángel. Quería cazar, pero tenía miedo de volver a meterse en líos y ver sufrir a los que amaba, a la poca familia que le quedaba.
Se levantó de la cama y observó su cuerpo, cada vez se parecía más a Ayden, la pronunciada curva de sus caderas, el pecho firme bajo los tirantes negros. Observó su cabello, las raíces se estaban volviendo cada vez más oscuras, como el auténtico cabello de Ayden. Se vistió con vaqueros, casi nos los recordaba y con un jersey negro, pasó del maquillaje. Bajó las escaleras y observó a la familia de Ayla desayunar: el doctor Michael Hurst, un hombre recién entrado en los cincuenta, bajito, rubio, ojos azules y nariz aguileña, tomaba café mientras leía el periódico. Siempre iba bien peinado, y con la camisa bien planchada y bien puesta por dentro de los pantalones. Ann Hurst, su esposa, hacia el desayuno. Ann era ama de casa, siempre iba bien vestida, estupendamente peinada y perfectamente maquillada. A Ayden le parecía algo estirada, pero se desvivía por mantener unida a su familia. Eran buenas personas, si se enteraban de que Ayla, su única y preciosa hija, había muerto acabarían destrozados.
-Buenos días princesa...- dijo el buen doctor cuando escuchó bajar las escaleras. Ayden le dio un beso en la mejilla, como cada mañana, aunque su rostro sombrío y las ojeras delataban sus pensamientos. - ¿Te encuentras bien, hija? Te noto mala cara...
-Estoy bien, solo que he dormido un poco mal.- respondió ella secamente con un hilo de voz.
Ann se dio la vuelta para servir el desayuno y se escandalizó al ver el aspecto de la joven.
-¡Ayla!- exclamó- Pero... ¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué vas así vestida? ¿Y esa falda tan bonita que te compraste el otro día, por qué no te la pones hoy?
-Supongo que estará en el armario, mamá.- le costó pronunciar esa palabra- Pero es que hoy me apetecía probar algo nuevo...
-Está bien, está muy bien que quieras experimentar con tu estilo, pero ¿esto hija?
-Ann, deja a la chica que vista como quiera.- dijo Hurst sin apartar la vista de su periódico- Vete preparando Ayla, te acerco al instituto.
-No es necesario papá, prefiero ir andando.
-¿Estás segura hija?
-Si, si, nos vemos luego. Adiós chicos, que tengáis un buen día.- dijo Ayden muy seriamente mientras besaba a "sus padres" y salía de casa con sus cosas.
-¿Últimamente, no notas muy rara a Ayla, Michael?- preguntó la señora Hurst, preocupada.
- Es adolescente Ann, lo extraño sería que se comportase de una manera normal.
Ayden caminó hacia el instituo, meditando, pensaba en abrazar a Dean, a su adorado hermano mayor, su protector, su héroe. Quería tumbarse junto a Sam, su compañero, su confidente, su mejor amigo, pero sobretodo quería ver a Cas, besarle, decirle que le quería, que daría su vida por él... Se le saltó una lágrima y se frotó el rostro con la manga.
-¿Pensando en tu angelito, Ayden?
-Crowley- la joven se sobresaltó al ver al Rey del Infierno delante de ella, al que la había secuestrado y torturado hasta que recuperó la memoria.
-No te asustes pequeña, aquí no puedo hacerte nada, tu amigo alado ha colocado sellos por toda la ciudad. Aquí soy más inútil que un nadador profesional en el Sahara.
-Entonces... ¿Por qué estás aquí?
-Vengo a sugerirte un trato
-Corta el rollo Crowley, recuerdo todo. No voy a negociar nada contigo. Es más, agradece que no tenga aquí el cuchillo de Ruby para clavártelo en el corazón.
-Fíjate, si ya hablas como un auténtica Winchester. Lo que vengo a ofrecerte no podrás rechazarlo mi pequeña flor.
-No quiero escucharte...- Ayden siguió su camino
-La seguridad de Castiel.-Ayden se detuvo- El ángel estará a salvo, no intentaré matarlo ni ninguno de mis chicos. Dejare a tu amiguito en paz.
-¿Y que quieres a cambio? ¿Mi alma? ¿Mi sangre?
-Más simple que eso mi tesorito. Tu te quedas aquí, vives como Ayla, acabas el instituto, vas al baile de fin de curso, la universidad... Pero no volverás a cazar jamás. Te alejarás de los ángeles, de los demonios y de los Winchester y jamás volverás a verlos. Si permaneces alejada de ellos, Castiel estará bien, a salvo, haciendo las cosas que hagan los ángeles. Pero si te veo merodeando con el alce y la ardilla... Mis chicos irán a por tu querido y adorado Cas... ¿Me has entendido?
-Eso no es un trato Crowley, es una amenaza...
-Llámalo como quieras cariñito. ¿Lo hacemos por las buenas o por las malas?
-Eres tú el que no lo entiende Dean. No es lo que siento por él, ni lo que siente él por mi. Es más que eso... Estamos unidos por algo más, un vínculo muy fuerte, algo sobrenatural... Yo puedo ver su auténtico rostro, oír su verdadera voz. Le vi cuando nos espiaba...
-Ayden... ¿Estás diciendo que sabías que Cas nos estaba espiando y no nos dijiste nada?- dijo Dean cabreado. Ella asintió con lágrimas en los ojos. ¿Pero por qué Ayden, por qué coño hiciste eso?
-Porque se trata de Cas, Dean. Le quiero, le quiero más que a nada en este mundo. Desde la primera vez que lo vi ya lo sabía todo...
-¿Qué sabías Ayden?
Ayden y Dean se miraron a los ojos, de la manera más sincera y fraternal que existe en el universo.
-Que daría la vida por él.
Ayden se despertó de repente y miró a su alrededor. No estaba en el búnker, no estaba en casa de Bobby, y tampoco estaba en ningún motel de carretera barato. Estaba en casa del doctor Hurst, en la habitación de Ayla, su fallecida hijita, que perdió la vida en un accidente de tráfico hace seis meses. y que su cuerpo sirvió de recipiente para la alma de Ayden. Desde entonces, la joven cazadora había intentado llevar la supuesta vida de Ayla Hurst, hasta que Dean, Sam y Cas volvieron a aparecer en su vida. Desde entonces que no podía pensar en otra cosa. No quería retomar la antigua y dura vida de Ayden, pero tampoco seguía querer manteniendo esa mentira. Echaba de menos a sus hermanos y a su adorado ángel. Quería cazar, pero tenía miedo de volver a meterse en líos y ver sufrir a los que amaba, a la poca familia que le quedaba.
Se levantó de la cama y observó su cuerpo, cada vez se parecía más a Ayden, la pronunciada curva de sus caderas, el pecho firme bajo los tirantes negros. Observó su cabello, las raíces se estaban volviendo cada vez más oscuras, como el auténtico cabello de Ayden. Se vistió con vaqueros, casi nos los recordaba y con un jersey negro, pasó del maquillaje. Bajó las escaleras y observó a la familia de Ayla desayunar: el doctor Michael Hurst, un hombre recién entrado en los cincuenta, bajito, rubio, ojos azules y nariz aguileña, tomaba café mientras leía el periódico. Siempre iba bien peinado, y con la camisa bien planchada y bien puesta por dentro de los pantalones. Ann Hurst, su esposa, hacia el desayuno. Ann era ama de casa, siempre iba bien vestida, estupendamente peinada y perfectamente maquillada. A Ayden le parecía algo estirada, pero se desvivía por mantener unida a su familia. Eran buenas personas, si se enteraban de que Ayla, su única y preciosa hija, había muerto acabarían destrozados.
-Buenos días princesa...- dijo el buen doctor cuando escuchó bajar las escaleras. Ayden le dio un beso en la mejilla, como cada mañana, aunque su rostro sombrío y las ojeras delataban sus pensamientos. - ¿Te encuentras bien, hija? Te noto mala cara...
-Estoy bien, solo que he dormido un poco mal.- respondió ella secamente con un hilo de voz.
Ann se dio la vuelta para servir el desayuno y se escandalizó al ver el aspecto de la joven.
-¡Ayla!- exclamó- Pero... ¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué vas así vestida? ¿Y esa falda tan bonita que te compraste el otro día, por qué no te la pones hoy?
-Supongo que estará en el armario, mamá.- le costó pronunciar esa palabra- Pero es que hoy me apetecía probar algo nuevo...
-Está bien, está muy bien que quieras experimentar con tu estilo, pero ¿esto hija?
-Ann, deja a la chica que vista como quiera.- dijo Hurst sin apartar la vista de su periódico- Vete preparando Ayla, te acerco al instituto.
-No es necesario papá, prefiero ir andando.
-¿Estás segura hija?
-Si, si, nos vemos luego. Adiós chicos, que tengáis un buen día.- dijo Ayden muy seriamente mientras besaba a "sus padres" y salía de casa con sus cosas.
-¿Últimamente, no notas muy rara a Ayla, Michael?- preguntó la señora Hurst, preocupada.
- Es adolescente Ann, lo extraño sería que se comportase de una manera normal.
Ayden caminó hacia el instituo, meditando, pensaba en abrazar a Dean, a su adorado hermano mayor, su protector, su héroe. Quería tumbarse junto a Sam, su compañero, su confidente, su mejor amigo, pero sobretodo quería ver a Cas, besarle, decirle que le quería, que daría su vida por él... Se le saltó una lágrima y se frotó el rostro con la manga.
-¿Pensando en tu angelito, Ayden?
-Crowley- la joven se sobresaltó al ver al Rey del Infierno delante de ella, al que la había secuestrado y torturado hasta que recuperó la memoria.
-No te asustes pequeña, aquí no puedo hacerte nada, tu amigo alado ha colocado sellos por toda la ciudad. Aquí soy más inútil que un nadador profesional en el Sahara.
-Entonces... ¿Por qué estás aquí?
-Vengo a sugerirte un trato
-Corta el rollo Crowley, recuerdo todo. No voy a negociar nada contigo. Es más, agradece que no tenga aquí el cuchillo de Ruby para clavártelo en el corazón.
-Fíjate, si ya hablas como un auténtica Winchester. Lo que vengo a ofrecerte no podrás rechazarlo mi pequeña flor.
-No quiero escucharte...- Ayden siguió su camino
-La seguridad de Castiel.-Ayden se detuvo- El ángel estará a salvo, no intentaré matarlo ni ninguno de mis chicos. Dejare a tu amiguito en paz.
-¿Y que quieres a cambio? ¿Mi alma? ¿Mi sangre?
-Más simple que eso mi tesorito. Tu te quedas aquí, vives como Ayla, acabas el instituto, vas al baile de fin de curso, la universidad... Pero no volverás a cazar jamás. Te alejarás de los ángeles, de los demonios y de los Winchester y jamás volverás a verlos. Si permaneces alejada de ellos, Castiel estará bien, a salvo, haciendo las cosas que hagan los ángeles. Pero si te veo merodeando con el alce y la ardilla... Mis chicos irán a por tu querido y adorado Cas... ¿Me has entendido?
-Eso no es un trato Crowley, es una amenaza...
-Llámalo como quieras cariñito. ¿Lo hacemos por las buenas o por las malas?
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