Un fuerte golpe de viente le arrancó la capucha de la cabeza y le alborotó el cabello, pero parecía que no se había dado cuenta. Ayla estaba demasiado asombrada por la fuerza del mar, que impactaba bruscamente contra las afiladas costas de Malmö. No recordaba que los acantilados fueran tan altos: las dos últimas veces que había abandonado la isla lo había hecho a lomos de un dragón y no había podido apreciar la magnitud de la isla. El barco se balanceaba bajo sus pies acompañado por el débil crujido de la marea. Ya divisaban el puerto: Ayla jamás lo había visto tan lleno de vida, más de una docena de barcos atracaban o se acercaban a la isla. La joven no tenía demasiado conocimiento sobre náutica, pero reconocía algunos cascos: los barcos que venían del este tenían la proa afilada y las velas en forma de triángulo, normalmente pintadas con los más vivos colores, mientras que las naves del continente tenían forma de cáscara de nuez y las velas en forma de rectángulo. El puerto de Malmö era más bien pequeño, y es que el relieve de la isla no había permitido que fuera de otra forma. Halogala estaba cubierta casi por completo por un desfiladero de escarpados acantilados, solo se libraba de las afiladas puntas la pequeña playa del oeste. La aldea se alzaba sobre los picos del este, así que, según le habían enseñado, hacía muchos, muchos años, antes de la Gran Guerra, los jinetes de Malmö y sus dragones derritieron un trozo de los acantilados frente a la aldea para poder construir un puerto. Durante el reinado de su padre, la acrividad portuaria había sido más bien escasa, apenas usada por los mercaderes del este y en alguna ocasión por la pequeña flota mercante de los Pendragon y algún que otro barco pesquero. Svend había abierto Malmö al comercio, y el puerto comenzaba a quedarse pequeño, a medida que se acercaban, Ayla contempló el bullicio de personas que estaban trabajando: atendiendo a los recién llegados, limpiando las naves o subiendo mercancías a la aldea mediante poleas. Una escarpada escalera tallada en la roca servía para unir el puerto con el resto de la aldea, parecía interminable, y el vacío apenas estaba protegido con una baranda de madera... Temía el momento de escalarla, no porque le diesen miedo las alturas, sino por el hecho de ver Malmö otra vez, después de tanto tiempo y que no fuese como lo recordaba... Un grupo de dragones sobrevoló sobre su cabeza, no eran de Malmö, seguramente viniesen de otra isla importante, al fin y al cabo, la ocasión lo merecía... Ayla volvió a ponerse la capucha sobre la cabeza para ocultar su rostro, la madera crujió tras de si:
-Ayla...-la joven se volvió para encontrarse con el rostro melancólico de Lady Margaret- es la hora...
La princesa y la dama bajaron a los camarotes donde Lady Margaret vistió a Ayla con un vestido rosa y bordado en dorado, y ornamentó sus manos, cuello y orejas con exquisitas joyas de piedras preciosas en tonos a juego con el traje. El traje era holgado y largo hasta los tobillos, de anchas mangas que le cubrían las manos y se aferrado con una cinta dorada bajo los pechos, visiblemente descubiertos por el escote en forma de corazón. Maggie le había cortado el pelo antes de partir,
durante los últimos cinco años se lo había estado dejando largo y teñido de oscuro. La mayor parte del tinte había desaparecido, pero no había podido recuperar su natural rubio platino: la raíz se le había oscurecido y mechones de distintos tonos de rubio le caían hasta el pecho. Lady Margaret le cubrió el cabello con una peluca de rizos rojos, recogiendo el flequillo a los lados para darle un toque más sofisticado y maquilló su cuerpo con polvos de distintos tonos, asegurándose que la marca de su pecho y la del hombro quedaban bien cubiertas. Por último, se acercó a Ayla con una cajita hecha con dos grandes conchas marinas, la abrió delante de ella y descubrió dos pequeños cristales ovalados, extremadamente finos y sumergidos en agua salada.
-Te colocaré estos cristales en los ojos, para que se te tornen azules...-le explicó.
Ayla la miró con desconfianza.
-¿Es totalmente necesario?
-Es muy difícil que alguien olvide esos ojos, Ayla Adger.
El proceso de colocación de las lentes fue largo y costoso, a Ayla no paraban de llorarle los ojos y parecía que no conseguía acostumbrarse a ellos, pero cuando su vista comenzó a aclararse y se miró al espejo, comprobó que era una mujer completamente diferente. Alguien llamó a la puerta, lady Margaret no le permitió el paso así que el marinero habló desde el otro lado de la puerta de madera:
-El bullicio del puerto no nos permite atracar por el momento, mi señora. Un grupo ha ido a informar de vuestra llegada y en breves vendrá alguien a buscaros-informó el marinero.
Maggie se lo agradeció y le despidió. Colocó una capa verde claro sobre los hombros. Se encontraban en el inicio de la primavera, pero la temperatura aún no había descendido suficiente como para abandonar las capas, así Ayla podría ocultar su rostro disimuladamente ante las multitudes. Subieron a cubierta, el viento le alborotaba los mechones de pelo rebeldes y le acariciaban las mejillas y la nariz. Dos dragones comenzaron a sobrevolarlas, el capitán dispuso a los marineros para que pudiesen aterrizar. Ayla miró a Maggie, la mujer tenía los ojos añiles perdidos entre las nubes. Llevaba un vestido azul marino decorado con adornos plateados y el cabello recogido en una larga trenza que caía sobre su espalda. Ceñida sobre la frente lucía una tiara de oro con piedras incrustadas. Desde que Magnus había enfermado, el aspecto de Margaret se había ido degradando, su cabello rojizo cada vez lucía más gris y las arrugas se habían apoderado de su rostro, pero a pesar de todo, era una reina, y se comportaba con toda la dignidad y el orgullo que le correspondía. Los dos dragones descendieron: uno tenía las escamas rojas, escarlatas, ardientes como el fuego, mientras que el otro brillaban como el dorado de la arena. Ambos jinetes vestían cotas de malla negras, con un dragón rojo bordado en el pecho. El del dragón rojo llevaba un arco, el otro, una espada. Ayla enseguida reconoció al esbelto jinete que se había detenido a pocos metros de ella: era Knight Kobu, el instructor de la Academia y del Equipo Rojo, él los había asesinado y había matado a Gavin, sintió ganas de estrangularlo allí mismo y de lanzar su cuerpo al mar para ser pasto de los dragones de agua, apretó los puños y la mandíbula con fuerza: "traidor" le susurró antes que se dirigiera a ella y besara la mano de Lady Margaret:
-La reina del Valle,-saludó con una sonrisa de lo más forzada y una voz excesivamente suave-es un honor conocerla en persona. Mi nombre es Knight Kobu, de la sangre del León de los Antiguos Clanes, patriarca del Consejo de Ancianos, comandante de la Academia del Dragón y el primer jinete de la guardia del rey.
"¿guardia del rey?" se preguntó Ayla para si misma "¿Des de cuando un rey de Malmö necesita guardia? ¿A caso no sabe defenderse solo?
-El honor es mío, mi señor, porque tan honorable persona venga a darnos la bienvenida.-respondió cordial Maggie. Lamento las tardanzas, pero el mar es imprevisible.
-Soy yo quien debe pedir disculpas, su alteza, por no disponer de un amarre para su nave, como compensación déjenos que mi compañero y yo las escoltemos hasta la Fortaleza de las Escamas, la recepción del rey está a punto de comenzar...-Lady Margaret le respondió con una sonrisa-Es una pena que el rey Magnus no pueda asistir al casamiento de su primogénito-dijo Knight después de un silencio-¿Cómo se encuentra su majestad?
-Mejor, gracias a los dioses, aunque aún no lo suficiente fuerte para viajar, me temo.
-Aún así, veo que no ha venido sola...-Knight dedicó una mirada a Ayla. Si hubiese sido alguien importante ya estaría arrodillado lamiéndole los pies, pero solo parecía una doncella de la reina, hasta que Knight se fijó en las joyas que lucía
-Señor Kobu, esta es mi hija Abril, condesa de Kiruna, viene en representación de su esposo y su condado a mostrar sus bendiciones y respetos a los novios, al rey y a Malmö.
Knight le besó la mano mientras devoraba con los ojos las gemas de sus orejas.
-¡Que honor recibir a damas de tan alta cuna!-su timbre era tan exagerado que a Ayla le daban náuseas-el rey estará encantado de tenerlas a ambas en su recepción. Allí aguardan los señores y reyes más prestigiosos de los cuatro puntos cardinales, incluida la novia: sinceramente, ninguno pensábamos que la sacerdotisa Ingrid fuera a contraer matrimonio con el príncipe Robbert, un amor surgido entre las cenizas de una guerra ¿no es precioso?
-¿Estará el príncipe Robbert en la recepción?-preguntó Ayla descarada agudizando el tono de voz para evitar ser reconocida. Knight pareció molesto porque interrumpiese su discurso:
-Disculpe a mi hija-dijo Margaret agarrando a Ayla por los hombros-está impaciente por ver a su hermano, llevan años sin verse y de niños estaban muy unidos...
-El príncipe Robbert ha ordenado que no se le moleste hasta el inicio de la ceremonia. Hasta entonces, permanece recluido en su residencia.-respondió con un tono más serio.
-¿Y cuál es su residencia?-sin dragón, Ayla se sentía desprotegida, atrapada sin poder despegar los pies de la tierra.
-El príncipe no dejó jamás el Peñón del Diablo.
A la joven le brillaron los ojos... Aún la amaba, no sabía porque motivo se casaba, ni porque no había vuelto a Land, pero si seguía allí es que aún la amaba, aún había esperanza de recuperar lo... Ya no quería su trono, ni matar a Svend, a Knight, a Aysel o a Dante... los guerreros de Malmö no matan por venganza... y ella era una jinete de sangre. Solo quería recuperar a Robb y comenzar su nueva vida en Land, con su familia...
-¿Puedo ir a verle?
Knight se extrañó ante la petición de la joven:
-¿Y qué hay de la recepción?
-Yo iré en su nombre, señor Kobu-salió en su defensa Lady Margaret-así, mientras yo hablo con el rey, Abril puede saludar a mi hijo de mi parte...
-Tenemos que escoltarlas a la Fortaleza...-escupió Knight cruzándose de brazos-Son órdenes.
-¿Qué inconveniente va a ver en escoltar a una chiquilla para que vea a su hermano?-el tono de Lady Margaret era irreprochable, sin duda, era una auténtica reina. Si algún día llegaba a reinar, Ayla quería ser como ella.
Knight Kobu intercambió una mirada con su compañero.
-Yo la llevaré-dijo el jinete del dragón dorado- y cuando terminé la traeré de vuelta a la Fortaleza, no creo que haya ningún problema...
Ayla agradeció que el joven jinete del dragón dorado la llevase a dar un paseo por la isla antes de llevarla ante Robb. En Malmö era todo un bullicio, todas las chimeneas echaban humo, y la gente correteaba de un lado para otro, las calles estaban abarrotadas, todo el mundo estaba preparándose para el gran acontecimiento. Las piedras negras y brillantes de la Fortaleza de las Escamas relucían al
sol, igual que la piel de un dragón. Las murallas estaban decoradas con banderas de distintos lugares, y los guardias, sobre las torres lucían vistosas armaduras negras y plateadas. "No podrán montar bien con eso, pensó Ayla". Durante el reinado de Haakon, la Fortaleza había estado deshabitada, el rey quería que su hija se criase cerca de la gente, sin ningún tipo de lujo, pero Svend la había reformado y se había establecido allí con su Corte. Se acercaron a la Montaña de Fuego, sobrevolando las mansiones de los más ricos de Malmö, entre ellas vislumbró la mansión de mármol rosa de Kristian Pendragon, al pie de la montaña se encontraban las Cavernas, los lugares sagrados donde veneraban al Primer Dragón, a Ayla le hubiese gustado poder ir allí a rezar, hacía mucho que no lo hacía... La Montaña dejaba que un humo gris brotase de su interior, a su alrededor, los dragones salvajes buscaban el calor de su creador. Atravesaron las Puertas del Cielo, dejando atrás el Bosque del Consejo y sobrevolando el Bosque de las Bestias, a lo lejos, en los acantilados, un grupo de dragones acuáticos chapoteaban entre las rocas. Ayla sonrió al ver a una cría juguetear con la espuma de las olas. Y por último dejaron atrás la playa del oeste, donde años atrás habían incinerado a Axel, no pudo evitar sentirse culpable, en los últimos cinco años apenas había dedicado un pensamiento a su amigo fallecido, ni a Ryden, ni a Lis, ni siquiera a Robb... Dejaron la playa y se adentraron en el mar, el sol comenzaba a descender y sus rallos chocaban contra la piedra oscura del Peñón del Diablo. La isla negra se alzaba sobre ellos, desde lejos, ya se escuchaba como las rocas chocaban contra los muros, tenía forma de cráneo humano, pero con un cuerno en la parte superior, en forma de aguijón, y con las fauces abiertas, lamentándose de dolor.
-El Peñón del Diablo es una fortaleza insular,-explicó el jinete, haciéndose el interesante-la construyó Edmure Maggen, mucho antes de la Gran Guerra. El rey Svend no pensó que aún sería útil, pero durante la Guerra de los Dragones, la princesa Ayla la utilizó como bastión, ocultando un sinfín de dragones desertores y una flota que trajo del continente, por mucho que intentó tomarlo, la muchacha sabía proteger lo que era suyo...
-¿Por qué se rindió?-Ayla quería saber que pensaban de ella las gentes de Malmö, y el jinete parecía encantado con que le preguntasen-¿Si no pudo tomar la Fortaleza, por qué se rindió la princesa?-volvió a preguntar.
-Hay varias versiones sobre lo que sucedió: unos dicen que fue el príncipe Robbert quien la convenció para que lo hiciera, otros dicen que la muerte de su amante le provocó la locura, pero la versión más extendida es que lo hizo por sensatez: tarde o temprano se les acabarían las provisiones, era una guerra perdida, y Ayla decidió rendirse antes de que fuera tarde. De todos modos, unos meses después de firmar la paz, la princesa se quitó la vida...
-¿Y por qué haría tal cosa?-preguntó ella fingiendo asombro.
-Desesperación, soledad, impotencia... ¿quién sabe? Muchos dicen que el Viserión con el que la casaron abusaba de ella, y que optó por quitarse la vida antes que pasarla a su lado. Prendió fuego a su cuerpo y se tiró por un torreón, se calcinó tanto que apenas reconocieron su cuerpo... ¿La llegasteis a conocer?
-No tuve ese honor, fui enviada a Kiruna mucho antes que estallase la guerra.
-Yo si, la vi una vez, en la Roca, justo antes de rendirse. Montaba un precioso dragón negro, de escamas brillantes y ojos rojos. Jamás olvidaré esa mirada, el atardecer entero se había colado en sus ojos. Altiva, imponente, con el porte orgullosos de los Adger pero con el porte elegante de los Niara. Un espectáculo. Llevaba a su primo, el Príncipe Esclavo, atado, y a su lado caminaba vuestro hermano. Jamás olvidaré cuando se colocó el cuchillo en la garganta y dejó que manase la sangre... La verdad, desde que nació, muy pocos pensaban que iba a llegar al trono, la mayoría la veía casándose con el chico Pendragón y uniendo por fin a los Antiguos y a los Nuevos Clanes. Pasarán muchos años hasta que Malmö vuelva a ver a una princesa de su talla, y probablemente no sea Adger...
-¿Qué queréis decir con eso?
-El único hijo del rey Svend es el Príncipe Esclavo, su primera mujer solo fue capaz de concebir una vez, la segunda abortó tres veces antes de morir de parto, el niño tampoco sobrevivió.-"No todas las mujeres están capacitadas para parir a un Adger" había dicho su padre en numerosas ocasiones.- Desde la muerte de Ayla, el rey mantiene con vida a su hijo, por temor a no tener otro y poner fin a otra de las familias de los Antiguos Clanes. Las sacerdotisas creen que es un castigo que el Primer Dragón puso a Svend por causar la guerra y matar a tanta gente. Los ilustrados en materia de dragones también temen esa extinción: la sangre de los Antiguos Clanes, junto con la Montaña de Fuego, atraen a los dragones a Halogala, hacen sus nidos aquí, crían y se convierten en monturas. Sin su sangre, Malmö podría perder el dominio como jinetes de dragón que ha ostentado durante tantos años...-permanecieron en silencio un rato, las fauces del Diablo estaban cada vez más cerca- En fín, la Gran Sacerdotisa está convencida que su matrimonio con el príncipe, siguiendo las costumbres de los Antiguos Clanes traerá por fin la paz con el continente y será de agrado a los ojos del Primer Dragón...
-¿Disculpad por la indiscreción, pero, en sus cartas mi hermano no era demasiado claro sobre cómo surgió el amor entre él y la sacerdotisa... Mis padre me contaron que estaba realmente enamorado de la princesa Ayla...
-Y lo estaba, su muerte le enloqueció y buscó consuelo en la fe, peros sus dioses parecían no escucharlo, y decidió abrazar al Primer Dragón, Ingrid le hizo comprender que su muerte no había sido en vano, que había traído la paz, no solo en Halogala, sino con el continente, después de años de enfrentamientos... Las malas lenguas, dicen que el príncipe Robbert ya estaba con Ingrid durante la Guerra, acudió a ella buscando consejo después de pillar a Ayla con Axel Pendragon, incluso hay quien afirma que ella misma disparó la flecha que acabó con la vida del jinete para hacer enloquecer a Ayla...
"solo son rumores, Robb jamás haría eso" se intentó autoconvencer Ayla, aún sabiendo que en todas las leyendas, hay algo de verdad... El viento le golpeó en la cara y casi le arranca la peluca al descender, parecía que se los iba a tragar el Diablo, pero la joven conocía demasiado bien ese paisaje como para saber que en el último momento ascendería y se posaría en la frente del demonio. Varios guardias del Valle vigilaban la fortaleza desde arriba, cuando vieron descender al dragón, dos de ellos se acercaron a saludar. El jinete descendió de un salto y ayudó a bajar a Ayla, que con el largo vestido apenas podía moverse.
-Vengo de Malmö a traer a la condesa Abril de Kiruna, hermana del príncipe.
-No nos han informado de vuestra visita. El príncipe Robbert no quiere que se le moleste antes de la ceremonia.-dijo uno de los guardias, muy serio.
-Es tradición en el Valle de Land que el novio permanezca a solas la noche antes de la ceremonia, solo se le permite la visita de un miembro femenino de su familia, que le aclarará las dudas acerca de sus nupcias. Yo me casé hace pocos años, y mi madre me ha mandado para aconsejar a mi hermano...
Los guardias la miraron con desconfianza, pero era difícil discutir la palabra de una dama tan bien vestida.
-Iré a avisar al príncipe...
-No es necesario, prefiero yo misma darle la sorpresa.-Ayla interrogó a su jinete con la mirada y éste la guió por el interior de las fauces del Diablo, hasta la cámara principal de la fortaleza. Robb no había cambiado sus estancias de lugar... A medida que se acercaba recorriendo los estrechos y oscuros pasillos, se le iba secando la garganta y se le hizo un nudo en el estómago. ¡No había pensado en que le diría! Había estado tan ocupada intentando aparentar ser otra persona y en cómo vería Malmö que apenas había pensado en que le diría a Robb. Llegaron a la puerta de madera:
-Cuando terminéis, buscadme en las cuadras. Estaré cuidando a mi dragón.-Y el jinete se perdió por os oscuros pasillos de piedra negra.
Se mantuvo allí, quieta, en silencio, sin hacer nada un buen rato, sin saber que le iba a decir, o en cómo iba a reaccionar. Si sería cierto los rumores acerca de Ingrid, o si en realidad era todo un montaje y aún seguía pensando en ella... Miró a su alrededor, no había nadie, la noche casi había caído y el pasillo apenas estaba iluminado por un par de pequeñas antorchas. Con mucho dolor se quitó las lentes de contacto, se desabrochó la capa y se quitó la peluca. Se sacudió los brazos y el pecho para dejar ver sus marcas y llamó a la puerta:
-Adelante.
Y Ayla entró. Robb estaba mirando a través del agujero que servía de ventana y no se había dado cuenta de su presencia. Cerró la puerta chirriante tras de si con sumo silencio. Vestía únicamente una bata de dormir y apenas podía distinguirle el cabello rojizo con la tenue luz de las lámparas de aceite. Pero era él, con su porte, sus espaldas anchas, los brazos musculados y las piernas arqueadas, podía distinguir la mandíbula cuadrada y la barba color bronce. Había perdido peso, y en su cabellera brillaban algunos hilos de plata. "Solo tiene treinta años", pensó ella, "es demasiado joven". Apenas había cambiado la decoración de la cámara, todo estaba igual que hacía cinco años, a excepción del tapiz que colgaba sobre el lecho, donde aparecían un dragón rojo y un oso, protegidos por las alas de un enorme dragón blanco. La ropa de la boda también estaba preparada, colgada en el biombo de madera: una túnica de terciopelo gris, con ribetes en negro y en plata, pantalón oscuro y botas de cuero. Del cinturón colgaba una daga, también de plata, que tenía la empuñadura en forma de oso, probablemente un regalo de boda, no servía como arma, pero quedaba realmente bien adornando una chimenea.
-Me gustaría tomar un baño caliente antes de dormir, y mañana aseguraos de levantarme nada más salir el sol, me gustaría ir a rezar antes de...
-Robb...-hacía años que no oía ese nombre. Él siempre era el príncipe Madden, o el príncipe Robbert, o como mucho, el chico del continente. Solo su familia lo llamaba Robb, ellos y...
-Ayla...-se giró de golpe, sin creerlo, los ojos añiles se le salían de las órbitas-No puede ser, estás muerta... moriste por mi culpa ¡Yo te maté!
Robb tiró al suelo una mesita, derramando unas tazas y una jarra de vino de cobre que había en ella, y se arrinconó en un rincón, llorando como un niño pequeño mientras el líquido rojo le empapaba los pies. Ayla se arrodilló a su lado e intentó cogerle las manos, tensas y temblantes.
-Robb, soy yo, soy Ayla, de verdad que soy yo...
-Deja de atormentarme, Ayla murió, yo la maté, solo vives en mi cabeza, ya voy a cumplir mi penitencia, por favor, déjame vivir en paz...
Ella arrastró sus manos hasta su pecho, para que acariciase su marca:
-Robb, soy yo, estoy viva... Todo fue un montaje, pero estoy aquí, de verdad que estoy aquí...
Dos bolsas negras habían aparecido bajo sus ojos y pelos blancos le habían aparecido en la barba. Había envejecido mucho, y estaba demacrado. Le acarició la marca con sumo cuidado, boquiabierto, con los ojos enrojecidos y empapados en lágrimas. Desplazó su mano hasta la mejilla y se la acarició con sumo cuidado:
-Eres tú...-dijo atónito-¡Ayla eres tú! ¡Estás viva! Ha pasado demasiado tiempo... -Robb empujó a la joven contra él, sujetándola por el cuello y comenzó a besarla, sin dejarla casi respirar. Ella intentó resistirse, pero él no la dejó- Ha pasado demasiado tiempo, Ayla, demasiado tiempo...-no dejaba de repetir.
Le mordió el cuello con pasión y le arrancó el vestido de un tirón, mordisqueó sus pezones con rabia, sin dejarla moverse, sujetándola con fuerza. Ella intentó gritar pero él se lo impidió besándola y mordiéndole los labios. Se deshizo de la bata y le abrió las piernas con violencia. La penetró hasta saciarse. Ella lloraba y el corazón le palpitaba muy rápido, quería morir, la había violado. Después de tantos años sin verla y la había violado. Siempre le había gustado el sexo salvaje, pero siempre consentido. Él actuó como si nada, se volvió a poner los calzones y la bata y se acercó a la ventana. Ayla intentó recomponerse, pero el cuerpo le dolía demasiado, tapó su desnudez, avergonzada, el líquido pegajoso aún le corría entre los muslos y un hilillo de sangre le recorrió el labio. Robb parecía no entender lo que sucedía, y se puso a meditar, mirando como las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo norteño.
-Robb...-pronunció con temor en un llanto...
-Ha pasado mucho tiempo Ayla-repitió-demasiado tiempo, o lo hubiese pasado, pero tú no eres Ayla, eres una impostora. Ayla murió, ¡yo la maté! Murió por mi culpa, tú solo quieres hacerme sufrir, eres una miserable impostora...-¡Guardias! ¡Guardias!-comenzó a gritar desesperado.
Ayla intentó detenerlo, pero no podía levantarse del suelo. Los pasos rápidos se acercaban a ella, abrieron la puerta de una patada. Arrastró su cuerpo y se aferró a la pierna de Robb, suplicándole que era ella de verdad, pero el príncipe no atendía a razones. Algo le ocurría, no era él, aquel no era su Robbert, lo vio en sus ojos, enfermizos, cristalinos...
-¿Oh dios mío? ¿Qué te han hecho?-murmuró antes de que dos guardias la apresasen.
-Ayla...-la joven se volvió para encontrarse con el rostro melancólico de Lady Margaret- es la hora...
La princesa y la dama bajaron a los camarotes donde Lady Margaret vistió a Ayla con un vestido rosa y bordado en dorado, y ornamentó sus manos, cuello y orejas con exquisitas joyas de piedras preciosas en tonos a juego con el traje. El traje era holgado y largo hasta los tobillos, de anchas mangas que le cubrían las manos y se aferrado con una cinta dorada bajo los pechos, visiblemente descubiertos por el escote en forma de corazón. Maggie le había cortado el pelo antes de partir,
Lady Margaret, por fin ayuda a Ayla para que Robb regrese al Valle. |
-Te colocaré estos cristales en los ojos, para que se te tornen azules...-le explicó.
Ayla la miró con desconfianza.
-¿Es totalmente necesario?
-Es muy difícil que alguien olvide esos ojos, Ayla Adger.
El proceso de colocación de las lentes fue largo y costoso, a Ayla no paraban de llorarle los ojos y parecía que no conseguía acostumbrarse a ellos, pero cuando su vista comenzó a aclararse y se miró al espejo, comprobó que era una mujer completamente diferente. Alguien llamó a la puerta, lady Margaret no le permitió el paso así que el marinero habló desde el otro lado de la puerta de madera:
-El bullicio del puerto no nos permite atracar por el momento, mi señora. Un grupo ha ido a informar de vuestra llegada y en breves vendrá alguien a buscaros-informó el marinero.
Maggie se lo agradeció y le despidió. Colocó una capa verde claro sobre los hombros. Se encontraban en el inicio de la primavera, pero la temperatura aún no había descendido suficiente como para abandonar las capas, así Ayla podría ocultar su rostro disimuladamente ante las multitudes. Subieron a cubierta, el viento le alborotaba los mechones de pelo rebeldes y le acariciaban las mejillas y la nariz. Dos dragones comenzaron a sobrevolarlas, el capitán dispuso a los marineros para que pudiesen aterrizar. Ayla miró a Maggie, la mujer tenía los ojos añiles perdidos entre las nubes. Llevaba un vestido azul marino decorado con adornos plateados y el cabello recogido en una larga trenza que caía sobre su espalda. Ceñida sobre la frente lucía una tiara de oro con piedras incrustadas. Desde que Magnus había enfermado, el aspecto de Margaret se había ido degradando, su cabello rojizo cada vez lucía más gris y las arrugas se habían apoderado de su rostro, pero a pesar de todo, era una reina, y se comportaba con toda la dignidad y el orgullo que le correspondía. Los dos dragones descendieron: uno tenía las escamas rojas, escarlatas, ardientes como el fuego, mientras que el otro brillaban como el dorado de la arena. Ambos jinetes vestían cotas de malla negras, con un dragón rojo bordado en el pecho. El del dragón rojo llevaba un arco, el otro, una espada. Ayla enseguida reconoció al esbelto jinete que se había detenido a pocos metros de ella: era Knight Kobu, el instructor de la Academia y del Equipo Rojo, él los había asesinado y había matado a Gavin, sintió ganas de estrangularlo allí mismo y de lanzar su cuerpo al mar para ser pasto de los dragones de agua, apretó los puños y la mandíbula con fuerza: "traidor" le susurró antes que se dirigiera a ella y besara la mano de Lady Margaret:
-La reina del Valle,-saludó con una sonrisa de lo más forzada y una voz excesivamente suave-es un honor conocerla en persona. Mi nombre es Knight Kobu, de la sangre del León de los Antiguos Clanes, patriarca del Consejo de Ancianos, comandante de la Academia del Dragón y el primer jinete de la guardia del rey.
"¿guardia del rey?" se preguntó Ayla para si misma "¿Des de cuando un rey de Malmö necesita guardia? ¿A caso no sabe defenderse solo?
-El honor es mío, mi señor, porque tan honorable persona venga a darnos la bienvenida.-respondió cordial Maggie. Lamento las tardanzas, pero el mar es imprevisible.
-Soy yo quien debe pedir disculpas, su alteza, por no disponer de un amarre para su nave, como compensación déjenos que mi compañero y yo las escoltemos hasta la Fortaleza de las Escamas, la recepción del rey está a punto de comenzar...-Lady Margaret le respondió con una sonrisa-Es una pena que el rey Magnus no pueda asistir al casamiento de su primogénito-dijo Knight después de un silencio-¿Cómo se encuentra su majestad?
-Mejor, gracias a los dioses, aunque aún no lo suficiente fuerte para viajar, me temo.
-Aún así, veo que no ha venido sola...-Knight dedicó una mirada a Ayla. Si hubiese sido alguien importante ya estaría arrodillado lamiéndole los pies, pero solo parecía una doncella de la reina, hasta que Knight se fijó en las joyas que lucía
-Señor Kobu, esta es mi hija Abril, condesa de Kiruna, viene en representación de su esposo y su condado a mostrar sus bendiciones y respetos a los novios, al rey y a Malmö.
Knight le besó la mano mientras devoraba con los ojos las gemas de sus orejas.
-¡Que honor recibir a damas de tan alta cuna!-su timbre era tan exagerado que a Ayla le daban náuseas-el rey estará encantado de tenerlas a ambas en su recepción. Allí aguardan los señores y reyes más prestigiosos de los cuatro puntos cardinales, incluida la novia: sinceramente, ninguno pensábamos que la sacerdotisa Ingrid fuera a contraer matrimonio con el príncipe Robbert, un amor surgido entre las cenizas de una guerra ¿no es precioso?
-¿Estará el príncipe Robbert en la recepción?-preguntó Ayla descarada agudizando el tono de voz para evitar ser reconocida. Knight pareció molesto porque interrumpiese su discurso:
-Disculpe a mi hija-dijo Margaret agarrando a Ayla por los hombros-está impaciente por ver a su hermano, llevan años sin verse y de niños estaban muy unidos...
-El príncipe Robbert ha ordenado que no se le moleste hasta el inicio de la ceremonia. Hasta entonces, permanece recluido en su residencia.-respondió con un tono más serio.
-¿Y cuál es su residencia?-sin dragón, Ayla se sentía desprotegida, atrapada sin poder despegar los pies de la tierra.
-El príncipe no dejó jamás el Peñón del Diablo.
A la joven le brillaron los ojos... Aún la amaba, no sabía porque motivo se casaba, ni porque no había vuelto a Land, pero si seguía allí es que aún la amaba, aún había esperanza de recuperar lo... Ya no quería su trono, ni matar a Svend, a Knight, a Aysel o a Dante... los guerreros de Malmö no matan por venganza... y ella era una jinete de sangre. Solo quería recuperar a Robb y comenzar su nueva vida en Land, con su familia...
-¿Puedo ir a verle?
Knight se extrañó ante la petición de la joven:
-¿Y qué hay de la recepción?
-Yo iré en su nombre, señor Kobu-salió en su defensa Lady Margaret-así, mientras yo hablo con el rey, Abril puede saludar a mi hijo de mi parte...
-Tenemos que escoltarlas a la Fortaleza...-escupió Knight cruzándose de brazos-Son órdenes.
-¿Qué inconveniente va a ver en escoltar a una chiquilla para que vea a su hermano?-el tono de Lady Margaret era irreprochable, sin duda, era una auténtica reina. Si algún día llegaba a reinar, Ayla quería ser como ella.
Knight Kobu intercambió una mirada con su compañero.
-Yo la llevaré-dijo el jinete del dragón dorado- y cuando terminé la traeré de vuelta a la Fortaleza, no creo que haya ningún problema...
Ayla agradeció que el joven jinete del dragón dorado la llevase a dar un paseo por la isla antes de llevarla ante Robb. En Malmö era todo un bullicio, todas las chimeneas echaban humo, y la gente correteaba de un lado para otro, las calles estaban abarrotadas, todo el mundo estaba preparándose para el gran acontecimiento. Las piedras negras y brillantes de la Fortaleza de las Escamas relucían al
Ayla regresa a Malmö bajo la apariencia de Abril, la hermana de Robb |
-El Peñón del Diablo es una fortaleza insular,-explicó el jinete, haciéndose el interesante-la construyó Edmure Maggen, mucho antes de la Gran Guerra. El rey Svend no pensó que aún sería útil, pero durante la Guerra de los Dragones, la princesa Ayla la utilizó como bastión, ocultando un sinfín de dragones desertores y una flota que trajo del continente, por mucho que intentó tomarlo, la muchacha sabía proteger lo que era suyo...
-¿Por qué se rindió?-Ayla quería saber que pensaban de ella las gentes de Malmö, y el jinete parecía encantado con que le preguntasen-¿Si no pudo tomar la Fortaleza, por qué se rindió la princesa?-volvió a preguntar.
-Hay varias versiones sobre lo que sucedió: unos dicen que fue el príncipe Robbert quien la convenció para que lo hiciera, otros dicen que la muerte de su amante le provocó la locura, pero la versión más extendida es que lo hizo por sensatez: tarde o temprano se les acabarían las provisiones, era una guerra perdida, y Ayla decidió rendirse antes de que fuera tarde. De todos modos, unos meses después de firmar la paz, la princesa se quitó la vida...
-¿Y por qué haría tal cosa?-preguntó ella fingiendo asombro.
-Desesperación, soledad, impotencia... ¿quién sabe? Muchos dicen que el Viserión con el que la casaron abusaba de ella, y que optó por quitarse la vida antes que pasarla a su lado. Prendió fuego a su cuerpo y se tiró por un torreón, se calcinó tanto que apenas reconocieron su cuerpo... ¿La llegasteis a conocer?
-No tuve ese honor, fui enviada a Kiruna mucho antes que estallase la guerra.
-Yo si, la vi una vez, en la Roca, justo antes de rendirse. Montaba un precioso dragón negro, de escamas brillantes y ojos rojos. Jamás olvidaré esa mirada, el atardecer entero se había colado en sus ojos. Altiva, imponente, con el porte orgullosos de los Adger pero con el porte elegante de los Niara. Un espectáculo. Llevaba a su primo, el Príncipe Esclavo, atado, y a su lado caminaba vuestro hermano. Jamás olvidaré cuando se colocó el cuchillo en la garganta y dejó que manase la sangre... La verdad, desde que nació, muy pocos pensaban que iba a llegar al trono, la mayoría la veía casándose con el chico Pendragón y uniendo por fin a los Antiguos y a los Nuevos Clanes. Pasarán muchos años hasta que Malmö vuelva a ver a una princesa de su talla, y probablemente no sea Adger...
-¿Qué queréis decir con eso?
-El único hijo del rey Svend es el Príncipe Esclavo, su primera mujer solo fue capaz de concebir una vez, la segunda abortó tres veces antes de morir de parto, el niño tampoco sobrevivió.-"No todas las mujeres están capacitadas para parir a un Adger" había dicho su padre en numerosas ocasiones.- Desde la muerte de Ayla, el rey mantiene con vida a su hijo, por temor a no tener otro y poner fin a otra de las familias de los Antiguos Clanes. Las sacerdotisas creen que es un castigo que el Primer Dragón puso a Svend por causar la guerra y matar a tanta gente. Los ilustrados en materia de dragones también temen esa extinción: la sangre de los Antiguos Clanes, junto con la Montaña de Fuego, atraen a los dragones a Halogala, hacen sus nidos aquí, crían y se convierten en monturas. Sin su sangre, Malmö podría perder el dominio como jinetes de dragón que ha ostentado durante tantos años...-permanecieron en silencio un rato, las fauces del Diablo estaban cada vez más cerca- En fín, la Gran Sacerdotisa está convencida que su matrimonio con el príncipe, siguiendo las costumbres de los Antiguos Clanes traerá por fin la paz con el continente y será de agrado a los ojos del Primer Dragón...
-¿Disculpad por la indiscreción, pero, en sus cartas mi hermano no era demasiado claro sobre cómo surgió el amor entre él y la sacerdotisa... Mis padre me contaron que estaba realmente enamorado de la princesa Ayla...
-Y lo estaba, su muerte le enloqueció y buscó consuelo en la fe, peros sus dioses parecían no escucharlo, y decidió abrazar al Primer Dragón, Ingrid le hizo comprender que su muerte no había sido en vano, que había traído la paz, no solo en Halogala, sino con el continente, después de años de enfrentamientos... Las malas lenguas, dicen que el príncipe Robbert ya estaba con Ingrid durante la Guerra, acudió a ella buscando consejo después de pillar a Ayla con Axel Pendragon, incluso hay quien afirma que ella misma disparó la flecha que acabó con la vida del jinete para hacer enloquecer a Ayla...
"solo son rumores, Robb jamás haría eso" se intentó autoconvencer Ayla, aún sabiendo que en todas las leyendas, hay algo de verdad... El viento le golpeó en la cara y casi le arranca la peluca al descender, parecía que se los iba a tragar el Diablo, pero la joven conocía demasiado bien ese paisaje como para saber que en el último momento ascendería y se posaría en la frente del demonio. Varios guardias del Valle vigilaban la fortaleza desde arriba, cuando vieron descender al dragón, dos de ellos se acercaron a saludar. El jinete descendió de un salto y ayudó a bajar a Ayla, que con el largo vestido apenas podía moverse.
Robb va a casarse con Ingrid, la sacerdotisa que en el pasado intentó asesinar a Ayla |
-Vengo de Malmö a traer a la condesa Abril de Kiruna, hermana del príncipe.
-No nos han informado de vuestra visita. El príncipe Robbert no quiere que se le moleste antes de la ceremonia.-dijo uno de los guardias, muy serio.
-Es tradición en el Valle de Land que el novio permanezca a solas la noche antes de la ceremonia, solo se le permite la visita de un miembro femenino de su familia, que le aclarará las dudas acerca de sus nupcias. Yo me casé hace pocos años, y mi madre me ha mandado para aconsejar a mi hermano...
Los guardias la miraron con desconfianza, pero era difícil discutir la palabra de una dama tan bien vestida.
-Iré a avisar al príncipe...
-No es necesario, prefiero yo misma darle la sorpresa.-Ayla interrogó a su jinete con la mirada y éste la guió por el interior de las fauces del Diablo, hasta la cámara principal de la fortaleza. Robb no había cambiado sus estancias de lugar... A medida que se acercaba recorriendo los estrechos y oscuros pasillos, se le iba secando la garganta y se le hizo un nudo en el estómago. ¡No había pensado en que le diría! Había estado tan ocupada intentando aparentar ser otra persona y en cómo vería Malmö que apenas había pensado en que le diría a Robb. Llegaron a la puerta de madera:
-Cuando terminéis, buscadme en las cuadras. Estaré cuidando a mi dragón.-Y el jinete se perdió por os oscuros pasillos de piedra negra.
Se mantuvo allí, quieta, en silencio, sin hacer nada un buen rato, sin saber que le iba a decir, o en cómo iba a reaccionar. Si sería cierto los rumores acerca de Ingrid, o si en realidad era todo un montaje y aún seguía pensando en ella... Miró a su alrededor, no había nadie, la noche casi había caído y el pasillo apenas estaba iluminado por un par de pequeñas antorchas. Con mucho dolor se quitó las lentes de contacto, se desabrochó la capa y se quitó la peluca. Se sacudió los brazos y el pecho para dejar ver sus marcas y llamó a la puerta:
-Adelante.
Y Ayla entró. Robb estaba mirando a través del agujero que servía de ventana y no se había dado cuenta de su presencia. Cerró la puerta chirriante tras de si con sumo silencio. Vestía únicamente una bata de dormir y apenas podía distinguirle el cabello rojizo con la tenue luz de las lámparas de aceite. Pero era él, con su porte, sus espaldas anchas, los brazos musculados y las piernas arqueadas, podía distinguir la mandíbula cuadrada y la barba color bronce. Había perdido peso, y en su cabellera brillaban algunos hilos de plata. "Solo tiene treinta años", pensó ella, "es demasiado joven". Apenas había cambiado la decoración de la cámara, todo estaba igual que hacía cinco años, a excepción del tapiz que colgaba sobre el lecho, donde aparecían un dragón rojo y un oso, protegidos por las alas de un enorme dragón blanco. La ropa de la boda también estaba preparada, colgada en el biombo de madera: una túnica de terciopelo gris, con ribetes en negro y en plata, pantalón oscuro y botas de cuero. Del cinturón colgaba una daga, también de plata, que tenía la empuñadura en forma de oso, probablemente un regalo de boda, no servía como arma, pero quedaba realmente bien adornando una chimenea.
-Me gustaría tomar un baño caliente antes de dormir, y mañana aseguraos de levantarme nada más salir el sol, me gustaría ir a rezar antes de...
-Robb...-hacía años que no oía ese nombre. Él siempre era el príncipe Madden, o el príncipe Robbert, o como mucho, el chico del continente. Solo su familia lo llamaba Robb, ellos y...
-Ayla...-se giró de golpe, sin creerlo, los ojos añiles se le salían de las órbitas-No puede ser, estás muerta... moriste por mi culpa ¡Yo te maté!
Robb tiró al suelo una mesita, derramando unas tazas y una jarra de vino de cobre que había en ella, y se arrinconó en un rincón, llorando como un niño pequeño mientras el líquido rojo le empapaba los pies. Ayla se arrodilló a su lado e intentó cogerle las manos, tensas y temblantes.
-Robb, soy yo, soy Ayla, de verdad que soy yo...
-Deja de atormentarme, Ayla murió, yo la maté, solo vives en mi cabeza, ya voy a cumplir mi penitencia, por favor, déjame vivir en paz...
Ella arrastró sus manos hasta su pecho, para que acariciase su marca:
-Robb, soy yo, estoy viva... Todo fue un montaje, pero estoy aquí, de verdad que estoy aquí...
Dos bolsas negras habían aparecido bajo sus ojos y pelos blancos le habían aparecido en la barba. Había envejecido mucho, y estaba demacrado. Le acarició la marca con sumo cuidado, boquiabierto, con los ojos enrojecidos y empapados en lágrimas. Desplazó su mano hasta la mejilla y se la acarició con sumo cuidado:
-Eres tú...-dijo atónito-¡Ayla eres tú! ¡Estás viva! Ha pasado demasiado tiempo... -Robb empujó a la joven contra él, sujetándola por el cuello y comenzó a besarla, sin dejarla casi respirar. Ella intentó resistirse, pero él no la dejó- Ha pasado demasiado tiempo, Ayla, demasiado tiempo...-no dejaba de repetir.
Le mordió el cuello con pasión y le arrancó el vestido de un tirón, mordisqueó sus pezones con rabia, sin dejarla moverse, sujetándola con fuerza. Ella intentó gritar pero él se lo impidió besándola y mordiéndole los labios. Se deshizo de la bata y le abrió las piernas con violencia. La penetró hasta saciarse. Ella lloraba y el corazón le palpitaba muy rápido, quería morir, la había violado. Después de tantos años sin verla y la había violado. Siempre le había gustado el sexo salvaje, pero siempre consentido. Él actuó como si nada, se volvió a poner los calzones y la bata y se acercó a la ventana. Ayla intentó recomponerse, pero el cuerpo le dolía demasiado, tapó su desnudez, avergonzada, el líquido pegajoso aún le corría entre los muslos y un hilillo de sangre le recorrió el labio. Robb parecía no entender lo que sucedía, y se puso a meditar, mirando como las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo norteño.
-Robb...-pronunció con temor en un llanto...
-Ha pasado mucho tiempo Ayla-repitió-demasiado tiempo, o lo hubiese pasado, pero tú no eres Ayla, eres una impostora. Ayla murió, ¡yo la maté! Murió por mi culpa, tú solo quieres hacerme sufrir, eres una miserable impostora...-¡Guardias! ¡Guardias!-comenzó a gritar desesperado.
Ayla intentó detenerlo, pero no podía levantarse del suelo. Los pasos rápidos se acercaban a ella, abrieron la puerta de una patada. Arrastró su cuerpo y se aferró a la pierna de Robb, suplicándole que era ella de verdad, pero el príncipe no atendía a razones. Algo le ocurría, no era él, aquel no era su Robbert, lo vio en sus ojos, enfermizos, cristalinos...
-¿Oh dios mío? ¿Qué te han hecho?-murmuró antes de que dos guardias la apresasen.
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