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El Viserión

A pesar de ir en dragón, la escolta de Ayla y el Viserión Dante tardó más en llegar al Bosque de lo que estaba previsto: la ruta más breve era atravesando el Valle de Land, pero las rivalidades entre los 'elfos' y el país comandado por Magnus Madden obligó a la comitiva a dar un rodeo por el este. El camino por el oeste hubiese sido más sencillo, pero las tóxicas minas de Kiruna impregnaban el aire y podían enfermar a los dragones y empeorar el delicado estado de salud del Viserión. El peligro del este venía de los hombres, tuvieron que atravesar la Bahía Usher, también aliado de los Madden (por el matrimonio del rey del Valle con una de las hijas del señor de los constructores de barcos), afortunadamente, no se produjo el ataque, las gentes de la Bahía eran tímidos pescadores, constructores y marineros y no querían enfrentarse a las flechas negras de los 'elfos'. Una vez dejada atrás la Bahía Usher tuvieron que adentrarse en la península de las tierras de Vero para dar un rodeo: el invierno se les había echado encima y los fuertes vientos que rebotaban entre las afiladas montañas que rodeaban Land no permitían que los dragones volasen bien.
Ayla pisó por primera vez el Bosque en la segunda luna del invierno, casi dos meses después de dejar Halogala. Una tormenta de nieve les había sorprendido en el último momento, y la princesa entró entre los espesos árboles montada sobre su dragón y envuelta en una gruesa capa de lana. Llevaba el cabello recogido en una trenza, y tenía el rostro pálido, la nariz y las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos. Sam y Violetta montaban a su lado, rompiendo ramas y levantando matojos a su paso por los caminos musgosos. El muchacho también tenía frío y una gruesa capa cubría sus hombros, pero el aspecto de Ayla era lamentable, enfermizo... el chico sintió pena por el destino de la valiente princesa.
El Bosque es un lugar mágico, escalofriante que a
Ayla le pone los pelos de punta.

El Bosque era un lugar sombrío, no había fortalezas, ni ciudades, no había nada... solo una frondosa capa de árboles gruesos y viejos que no dejaban pasar la luz del sol. Ahora entendía porque eran tan pálidos los arqueros de Dante. el Bosque se extendía cientos de leguas al sur, de echo era tan extenso que en sus fronteras norte y sur se hablaban lenguas diferentes. El Bosque estaba dividido por regiones, cada una de ellas comandas por un príncipe, llamado Viserión (vigilante). Dante era el vigilante de la región norte, frontera con la sierra del Valle de Land, y por eso hablaba su idioma, aunque solamente lo usase con Ayla, ya que el resto de la corte prefería hablar en el oscuro y complejo lenguaje de los arqueros. Nada más pisar sus suelos musgosos, la joven tuvo la sensación de que la observaban: escuchaba el crujir de las ramas, las hojas moverse, pero no veía nada... lo achacaba al cansancio del viaje, hasta que sorprendió a su doncel mirando al cielo buscando el origen de los sonidos.

-¿Habéis visto eso, su alteza?-preguntó Sam señalando hacia arriba.

Ayla no se había percatado, pero entre las gruesas ramas de los árboles se ocultaban un sinfín de cabañas recubiertas de musgo y de puentes colgantes. Llevaban varios días allí y todavía no habían visto a ningún habitante del Bosque. Cuando llegó a Land, a medida que avanzaban hacia el castillo de Magnus, ante ella aparecieron pequeñas aldeas, granjas, tabernas... pero no se veía ni un alma. Y de repente, estaba allí, con sus ojos violáceos clavados en ella y el cabello plateado cayéndole sobre los hombros, se colgaba desde una rama como un murciélago. Solo su pelo había provocado el descubrimiento, sus ropas eran de los mismos colores que el entorno y se movía ágil y silencioso entre los árboles. Lo vio un momento, y de repente ya no estaba.
Desde el hallazgo de las cabañas colgantes y el silencioso vigía, Ayla y Sam habían podido descubrir otras construcciones de los habitantes del Bosque: casitas en troncos huecos o excavadas en las rocas y cada vez más y más ojos púrpuras se posaban en ellos. Al principio no decían nada, los miraban (a ellos y a sus dragones) y se esfumaban. A medida que avanzaban, los 'elfos' ya no se ocultaban tanto, y les miraban con ojos curiosos hasta que desaparecían de su vista, cada vez eran más y más descarados al seguirlos con la vista, en silencio. Había de todo tipo: hombres y mujeres de todas las edades pero con los mismos rasgos en común: cabello rubio casi blanco, con reflejos dorados o plateados y liso como la seda, y ojos que oscilaban entre el violeta, el púrpura y hasta el malva. Se movían silenciosamente, como gatos, entre las ramas, eran delgados y con la piel blanca, sin ningún tipo de señal, ni una peca ni una cicatriz. Nada. Al principio se mantenían en silencio, pero después comenzaron a susurrar palabras que Ayla no comprendía. Cuando se detuvieron para descansar en un claro, el Viserión se acercó para hablar con ella:

-No están acostumbrados a ver extranjeros, ni mucho menos montados en dragones. Las Islas del Norte son como un mundo imaginario para muchos de ellos.-Dante tenía una voz grave y seseaba como una serpiente. Sus palabras eran largas y elegantes como una dama de alta cuna. Agarró la capa de la muchacha y se la arrebató de un tirón, la chica calló al suelo. Sam, que estaba cerca atendiendo a los dragones, se llevó la mano al puñal al observar la escena. Ayla lo detuvo con la mirada, Acamar se puso nervioso y el joven tuvo que calmarlo, aunque no apartaba la vista de la joven. Ayla se puso en pie, Dante la agarró del pelo, y le quitó la trenza-¡Mírate! Estás hecha un desastre... Debes parecer una princesa, no una prostituta. Estamos muy cerca de palacio y no quiero que la Corte se ría del monigote con el que me tengo que casar-tiró de su túnica de lana, desgarrándole y dejando su pecho al descubierto. Ayla se lo tapó con los brazos y los ojos se le llenaron de lágrimas.-No te escondas-dijo él apartándole los brazos-tienen que ver que tu sangre es pura, que eres una auténtica jinete de dragón...

La comitiva había menguado bastante desde que la escolta que les había asignado Svend regresó a Halogala. El grueso del ejército marchaba a pie y aún tardarían varias semanas en llegar. Una vanguardia se había adelantado saltando entre los árboles para advertir de su llegada, y en seguida mandaron una escolta a caballo para recibirlos. Detrás de una diminuta guardia, cabalgaba Dante envuelto en terciopelo, sobre una yegua dorada, a su lado Ayla guiaba a Acamar, con la túnica caída para mostrar su marca de nacimiento. A unos pasos por detrás iba Sam, con Violetta y Dzigan acurrucado en el calor de su pecho. La procesión la cerraba un grupo de arqueros a pie y una retaguardia a caballo. A medida que se acercaban a palacio, más y más 'elfos' asomaban sus cabezas entre las hierbas, curiosos. Ayla comenzó a entender algunas palabras que susurraban: "princesa", "dragones" "Antiguos Clanes" eran algunas de ellas. El palacio era la primera gran edificación que Ayla veía en el Bosque. Estaba construido aprovechando el tronco y las ramas del roble más grande y robusto que Ayla había visto jamás. El mármol blanco y rosa y los detalles de oro había servido para construir alrededor y formar el palacio más majestuoso del continente. A pesar de su estructura de madera, no le faltaba muralla, ni torreones, ni balconadas, ni impresionantes pórticos de columnas. Cuando la princesa visualizó por primera vez la imponente estructura, oculta entre los árboles, la melodía de una flauta comenzó a resonar entre los árboles, de repente, las personas de cabello blanco y ojos lilas se pusieron a cantar: era una canción sin letra, grave y solemne. Algunos empezaron a encender farolillos de hoja que lanzaron al cielo para recibir a los invitados e iluminarlos el camino. Las voces se le metieron en la cabeza; resonaban en su cerebro con un rostro oscuro y maquiavélico, sentía como un fantasma la perseguía silencioso entonando esa fúnebre melodía. Sintió náuseas y se le nubló la visión, estuvo a punto de perder el equilibrio y caer del dragón. La silueta del castillo comenzó a esfumarse y por un momento todo fue oscuro. Los susurros seguían rebotando en su mente: "princesa", "dragones", "Antiguos Clanes", "princesa" "dragones" "Antiguos Clanes", "princesa", "dragones" "Antiguos Clanes". Lo último que escuchó fue la voz bífida del Viserión y sus ojos violetas clavados en ella: "Ya estamos en casa, mi reina..."


*       *        *

-Este vestido os queda realmente bonito. el verde claro resalta los destellos de vuestros ojos.- dijo la mujer de piel oscura mientras le arreglaba las capas de seda que componían la prenda. Alegría era otra de las pocas personas que le hablaban en la lengua del continente y no en la del Bosque. Había sido su dama desde el momento de su llegada, a Ayla le sorprendió porque jamás había conocido a alguien con la piel tan oscura como Alegría. Era una mujer de unos cuarenta años, pequeña y regordeta, con los pechos caídos y los muslos anchos. Vestía ropas sencillas y casi siempre iba descalza. Su cabeza la decoraba un moño de cabello negro y  exageradamente rizado. Tenía los pómulos altos y los ojos oscuros como la boca de una cueva y bajo los gruesos labios ocultaba una ámplia sonrisa de perlas blancas. La trataba bien, la cuidaba y era amable con ella, a Ayla le recordó a su tía, que a pesar de no tener un vínculo de sangre directo con ella, la había cuidado como a su propia hija. Alegría venía las tierras de Vero, donde era común tener la piel tan oscura. (la princesa recordó a Tabitah Vero, la ex-prometida de Robb, que también tenía la tez morena), su hogar había sido un pequeño pueblo entre las dunas de arena y su verdadero nombre no era Alegría, pero si su significado. Ayla intentó aprender la complicada pronunciación de su auténtico nombre, al no lograrlo, la criada le permitió que la llamase Alegría. La joven miraba por la ventana, nostálgica, desde la altura en la que se encontraban sus aposentos podía ver la sierra que separaba el Bosque del Valle de Land, las palabras de Magnus Madden resonaban en su mente: "Siempre habrá para ti un hogar en Land", estaba tan cerca de casa, de Robb, pero a la vez lo sentía tan lejano...-¿Os ocurre algo, mi señora?-preguntó la doncella-No es este el semblante que debería tener una princesa el día antes de su boda...

-Lo siento Alegría...-Dante le había dicho miles de veces que no debía pedir disculpas al servicio-pero siento que no estoy haciendo lo correcto...

-¿Por vuestro reino?-preguntó la mujer.

-Por mi corazón. No hay día en que no sueñe en huir y cruzar esas montañas para abrazar a Robb de nuevo... Pero si lo hago... -suspiró decepcionada-Ya hay suficientes tensiones entre el Bosque y el Valle para hacer estallar otra guerra. Ya ha muerto demasiada gente por mi culpa.

-Sabéis...-interrumpió Alegría-yo también tenía a un ser amado en mi pueblo, bueno, en realidad tenía cuatro.-Ayla la miró curiosa-Así es, mis cuatro hijos. Tenía que alimentarlos, vestirlos, darles refugio y estaba sola, solo tenía a mi anciana madre y a mi hermana para ayudarnos. Pero un día llegó el Viserión y su séquito, compraban mujeres para ejercer de doncellas en palacio. El dinero que ofrecieron por mi no sería demasiado para ellos, pero podía alimentar a mi familia hasta que mis hijos fuesen mayores, así que acepté. Dejé a mis pequeños, a mis tesoros y me vine aquí.-Alegría cogió un taburete y se lo ofreció a Ayla, la joven se sentó sin dejar de mirar por el ventanal, mientras la doncella cogía un cepillo de plata de la cómoda y comenzaba a sacarle brillo a su melena amarilla-A veces debemos hacer sacrificios por nuestros seres queridos, princesa, por muy duro que nos parezca...

Unos pasos suaves y blandos interrumpieron en la enorme sala de mármol rosado y cortinajes color pastel que era la habitación de Ayla. El roble se alzaba por encima del resto de los árboles y por tanto la estancia estaba inundada por una agradable luz natural. El ocaso estaba cerca, y el cielo se había teñido de naranja para dar la bienvenida a su oscura esposa. A través del reflejo del cristal del ventanal pudo ver como los ojos violáceos y el cabello blanco de Dante se acercaban sigilosos:

-Que esas sedas no se ajusten tanto a su cuerpo, Alegría,-ordenó el Viserión-intenta disimular sus caderas todo lo que pueda. Las damas de la Corte deben creer que me caso con una princesa, no con una vaca...

A Ayla se le hizo un nudo en la garganta y se tuvo que aguantar el llanto:

-Viserión ¿A qué se debe esta agradable visita?-mostró una sonrisa forzada.

-¿A caso no puede venir un hombre a hacerle un regalo a su futura esposa?

Dante se plantó frente a ella y depositó en sus manos una peineta en forma de flor, con los pétalos blancos de marfil y esmeraldas en las hojas. Las púas eran de oro y tenía dos brillantes rosas en el pístil.  Realmente era una pieza exquisita, Ayla la contempló brillar en sus manos unos instantes hasta que el Viserión se la arrebató y se la tendió a Alegría para que se la colocase en el pelo:

Hazle algún recogido en el cabello,-ordenó mientras le apartaba un mechón que le caía sobre el pecho izquierdo-quiero que todos vean bien que por sus venas corre la pureza de la familia del dragón.-el hombre bajito le agarró la barbilla con fuerza y la obligó a mirarlo a los ojos-¿Sabes una cosa? No eres tan fea al fin y al cabo... Apenas tienes la piel manchada y el cabello tan claro casi podría pasar por el de una doncella del Bosque... Pero esas piernas, la curva de tus caderas, el pecho...-Dante se estremeció mostrando una mueca de repugnancia en el rostro-solo de pensar de que tengo que tocar ese cuerpo lleno de grasa me entran náuseas...

Las gentes del Bosque casi rechazaban el alimento. Apenas comían dos veces al día, y sus menús consistían en un único plato de caldo de verduras, en escasas ocasiones acompañados por un poco de carne o un trozo de pan blanco... Ayla había pasado mucha hambre desde que había llegado: estaba más delgada y consumida que cuando dejó Malmö, el cansancio del viaje y la pena de abandonar a sus seres queridos le hicieron perder el apetito y los 'suculentos' platos del Bosque tampoco la ayudaban a recuperarlo. Por suerte, tenía a Alegría, que le traía de incógnito algún que otro grasiento y suculento muslo de pollo, una tarta de limón dulce o una jarra de vino tinto. Los 'elfos' rechazaban el alimento porque creían que subir de peso les haría menos hábiles y más ruidosos a la hora de desplazarse por los árboles. Esta insana creencia provocaba que fueran extremadamente delgados, las mujeres apenas tenían curvas: ni pecho, ni cintura, ni caderas y lucían un aspecto enfermizo y demacrado. "Si no tienen un cuerpo sano y bien alimentado, no podrán gestar niños fuertes" pensó Ayla la primera vez que las vio. La joven princesa tenía el pecho abultado y las caderas voluptuosas, le daba vergüenza pasearse por los pasillos de palacio, mientras escuchaba como las damas de alta cuna cuchicheaban sobre las curvas de la muchacha. Ayla agarró con fuerza la muñeca que le oprimía la mandíbula y la apartó bruscamente. Dante se la agarró dolorido; había dejado una marca roja en su preciada y limpia tez blanca.

-¿Si soy tan horrible como decís, por qué pedisteis mi mano en matrimonio?-le reprochó la joven.

Ayla junto al Viserión, quien no para de repetir
que va a casarse con una mujer fea y repugnante
Dante no se lo pensó dos veces y la abofeteó en la cara. Ayla giró el rostro por el impacto y se acarició la mejilla agredida mientras apretaba los dientes y una lágrima resbalaba por su pómulo. La Ayla de hacía unos meses jamás hubiese permitido que nadie la tratase así, pero la Ayla del Bosque, la que había perdido a su pueblo, a su familia y a su amado ya no tenía ningún motivo por el que luchar.

-¡Por tu sangre estúpida niña!- Dante la miró con fiereza y después se volvió hacia el ventanal y desde la altura contempló como trabajaban las gentes de su pueblo-Necesitamos la pureza de tu sangre para salvar nuestra raza.-confesó con un tono de voz sombrío-Llevamos demasiado tiempo procreando entre nosotros, por eso nos parecemos todos tanto, nuestra sangre está sucia. Cada vez nacen menos niños, nuestras mujeres no soportan los embarazos y muchos de los niños que naces son débiles o tienen algún tipo de malformación... Yo no debía ser el heredero, mi madre sufrió cinco abortos, el sexto se la llevó a ella también. De los tres niños que sobrevivimos al parto: uno nació enfermo, no sabe hablar y tiene la mentalidad de un niño de dos años, y el otro murió a los cinco años por culpa de un resfriado. Se que tú y tu maravillosa y codiciada sangre me daréis muchos hijos, sanos y fuertes, eso me ayudará a consolidar mi mandato...-Dante se acercó a ella y acarició su marca de nacimiento-En fin... ya sabes lo que dices de la sangre pura de los Antiguos Clanes...-Ayla abrió la boca para preguntar pero el Viserión no la dejó terminar: Agarró con brusquedad el cordel que le envolvía el cuello y tiró de él. Era la talla de madera que le había regalado Robb cuando se prometieron. Ayla le había añadido la punta de flecha negra que había matado a Axel-¿Qué diablos es esto?

La joven le arrebató el colgante de la mano y lo ocultó en su espalda, protegiéndolo:

-Fue un regalo... De uno de mis oficiales...

-Guárdalo. No quiero volver a verlo, es ordinario y feo... No es la joya de una auténtica dama, y de paso quítate también ese collar de plata-se refería al collar de su madre, el que tenía forma de alas de dragón-la plata es para las cortesanas. Las princesas llevan oro, diamantes y marfil...-Dante se alejó hacia la puerta, refunfuñando-Más vale que esa maldita zorra me de un millón de hijos, la vergüenza que pasaré con ella en las demás Cortes... ¡Por favor! Si hasta una prostituta de Land tiene más clase que ella...

A Ayla no le sorprendieron sus palabras de reprocho hacia ella, pero si la referencia al reino de Robb. Alegría cogió un paño y la dejó reposar en agua, mientras cogía los dos collares de Ayla y los guardaba en un cajón. Colocó el trapo húmedo en la mejilla que le habían golpeado y siguió cepillando le el pelo. Se mantuvo un silencio un rato, con la vista fija en el suelo, Alegría le pidió que le sujetase la joya que le había regalado mientras terminaba de trenzar le el cabello. Ayla la acarició con la yema de los dedos:

-Alegría...-la llamó con la voz temblorosa.

-¿Si, su alteza?

-¿Por qué hay tanto odio entre Land y el Bosque?

-No conozco muy bien la historia de estas tierras, princesa, pero existe una leyenda, rumores, historias que se cuentan en la cámara de los criados, aunque más bien suenan a cuentos infantiles para dormir:

-Contádmela-ordenó Ayla

-Como deseéis. Tres siglos atrás, los árboles del Bosque se extendían hasta el norte, hasta casi rozar el mar. La región más norteña estaba vigilada por una Viseriona, no recuerdo su nombre, pero si que era más bella que cualquier mujer que jamás hubiese pisado la tierra. Su pelo era blanco como la nieve, con reflejo cual hilos de la más pura plata y sus ojos de un violeta tan intenso que los marineros corrían en busca de tormenta si se sumergían en ellos. Pero, ante todo, la princesa estaba soltera, había heredado su región a muy temprana edad y no había tenido tiempo para buscar un marido apropiado, así que tenía una infinidad de pretendientes de todas las etnias y tribus del
Alegría cuenta una historia sobre una doncella que murió
por amor, a la joven princesa le recuerda su historia
con Robb Madden.
continente: desde el sur del Bosque, hasta en las islas donde habitan los lagartos que vuelan... pero de todos ellos, ella eligió al único hombre capaz de competir con su belleza: un hombre alto y apuesto, con una sonrisa capaz de iluminar el amanecer y unos ojos grises como la niebla matutina, misteriosos, pero sinceros...-Ayla se imaginó como el hombre descrito era Robb Madden, pero con ropas antiguas y los ojos grisáceos de su padre en lugar de los añiles de Margaret Usher- Él decía ser un príncipe, hijo de reyes al que le habían arrebatado el reinado y solo buscaba la protección de la Viseriona hasta poder regresar a su hogar. La bella guardiana accedió a custodiarlo en su castillo, pero a medida que pasaban las lunas, se fue enamorando más y más del apuesto príncipe, de hecho, se enamoró tanto que dejó de comer y de dormir porque solo podía pensar en su amado. Tampoco atendía a sus compromisos con su región, ni se iba de caza, ni siquiera bebía agua porque solo podía pensar en los ojos grises y la sonrisa de su príncipe.. Se terminó debilitando tanto que quedó postrada en una cama, donde en sus últimos días se casó, por fin, con su amado príncipe. Una vez falleció la Viseriona, su marido comenzó a talar los árboles y a destruir las cabañas de los arqueros, convirtiéndolo todo en un páramo seco y sin vida. Las gentes del Bosque se vieron obligadas a retroceder hacia el sur. Después, el malvado príncipe llamó a sus lagartos voladores y con su fuego hizo brotar montañas que rodearon el campo que había talado y guardó a sus bestias en ellas, para que rugiesen y formasen con el eco grandes tornados cuando alguien intentase atravesarlas... Y después de todo ello...

-Nació el Valle de Land-concluyó Ayla-Tenéis razón, solo es un estúpido mito para niños.

Alguien llamó a la puerta y Alegría fue abrir:

-Ya sabéis que dicen de los cuentos, mi princesa... Que siempre tienen algo de verdad...

Sam esperaba al otro lado de la puerta: vestía ropas de montar, tradicionales de las Islas del Norte, al contrario que Ayla, que desde que había pisado el Bosque, el Viserión la había envuelto en finas telas y terciopelos ornamentados para protegerse del frío... Su vestido de boda estaba hecho de muchas capas de seda verde claro. Se aferraba al pecho con unos finos tirantes de perlas en el y se aferraba bajo el pecho con un cinturón de flores naturales, blancas, bajo los senos. Caía en varias capas hasta el suelo, transparentando gran parte de sus piernas y dejando un gran agujero en la espalda, que lo cubría la melena de ondas rubias, suelta en esos momentos. En los pies calzaba delicadas sandalias de hilo de oro decoradas con las mismas flores que el vestido y un suave chal de tela transparente cubría sus hombros y parte de los brazos. El atuendo estaba diseñado expresamente para mostrar su mancha de nacimiento al mundo: el dragón serpenteado en el pecho, aunque irremediablemente también mostraba el tatuaje hecho con hierro ardiente que lucía sobre su hombro izquierdo, aquel que le habían hecho con fuego sagrado cuando terminó su adiestramiento como jinete, y que la identificaba como la líder de un grupo de jinetes. Aunque el dragón escupefuego que formaba un círculo con su cuerpo, ya no era igual que aquel que le hicieron cuando tenía dieciséis años: la carne quemada había adquirido una tonalidad rosada y una cicatriz reciente partía a la bestia por la mitad.

-Sam, me alegro de verte-Ayla esbozó una media sonrisa mientras lo saludaba en el idioma arcaico de las Islas del Norte.

"Yo también me alegro"-respondió Sam en una mezcla de signos manuales y gruñidos-Si me permitís el atrevimiento, estáis preciosa, princesa...

-Gracias, Sam-el muchacho era un par de años mayor que Ayla y era pura cortesía y educación. Un mechón castaño claro se le escapó de la cinta que le sujetaba el pelo y se posó sobre su nariz.-Disculpadme si os interrumpo, pero mi hermano Jen me ha escrito...

-¿Se sabe algo de Robb?-preguntó inquieta levantándose del taburete y andando hacia Sam-¿Y de mi primo? ¿Y el resto de mis jinetes?

-Bien... Jen solo habla de que el grueso de los ejércitos de Svend ya han comenzado a retirarse... Theo Pike ha levantado el bloqueo sobre el campamento Madden y el ejército ya esta de vuelta hacia el Valle, mientras que los barcos has puesto rumbo hacia la Bahía Usher. Aysel también ha partido hacia el este y el grueso del ejército del Viserión será escoltado a las península de Vero por una escolta de dragones... Jen también explica que muchos de tus jinetes se han negado a abandonar Halogala: tienen negocios, familiares ancianos o enfermos que no aguantarían un viaje en dragón o en barco y han decidido servir a Svend. No se sabe nada del príncipe Ryden. pero Jen asegura que está vivo, el rey no se atreve a hacerle nada hasta tener un hijo sano para sucederle. Se rumorea que la reina Linda ha sufrido un aborto... Svend teme que el Primer Dragón haya castigado sus crímenes impidiéndole tener más hijos...-Ayla recordaba lo mucho que respetaba su gente a su fe. Se alejó de Sam y volvió a clavar sus ojos en el ventanal. Bajo sus pies, un grupo de 'duendes' preparaba el altar y decoraba los jardines para la ceremonia de mañana. Se le vinieron a la mente las palabras de su padre cuando la llevó por primera vez a la tumba de su madre: "Tiana era hermosa, elegante, muy querida... Pero no todas las mujeres son capaces de parir a un Adger" se preguntó si ella sería capaz de hacerlo e inconscientemente se acarició el vientre.

-¿Qué hay del Consejo de Ancianos?

-Jen dice que Svend ha seguido haciendo lo mismo que durante la Guerra, intenta que los tronos de piedra los ocupen familias leales a su causa y a sus intereses, independientemente si son de los Antiguos o de los Nuevos Clanes...

"Eloff es el patriarca del clan Mann... tendrá problemas..."-suspiró Ayla para si misma-¿ Hay noticias del príncipe Robbert? ¿Se sabe si ha llegado ya a Land?

-Mi hermano no menciona nada sobre él... supongo que partiría hacia los Acantilados de Pike, con el grueso de su ejército...

Pero Ayla sabía que hasta que Robb no terminase todos sus asuntos en Halogala no volvería a casa.

-¿Alguna cuestión más?-preguntó a Sam sin apartar la vista del cristal...

-Solo una, su alteza...-el muchacho se atragantó al hablar-Mi hermano está preparando su partida hacia el Bosque, pero ha caído enfermo y se recupera en Malmö, no quiere que vaya en su ayuda, dice que cuando se ponga mejor viajará hasta aquí, pero es un cabezota y se que me necesita... Por favor, os ruego que me dejéis ir con él, partiré esta noche y volveremos lo antes posible, os lo juro...

Una lágrima resbaló por su mejilla.

-Mañana es mi boda Sam... sois lo más parecido a un familiar que tengo en este sitio, no me pidáis que os deje partir...

-Por favor...-suplicó poniéndose de rodillas-es mi hermano... mi única familia...

Si cualquiera de sus amigos estuviese en peligro ella acudiría sin pensárselo dos veces. Tenía que superar ese miedo de estar sola el día de su boda y afrontarlo como la guerrera que era... Aunque ni en su batalla más sangrienta se había sentido tan asustada...

-Levantaos, por favor...-Ayla tiró de su brazo, no quería que se humillase de ese modo. Sam se levantó-Sois un buen hombre Sam....lo siento, acabo de darme cuenta de que no conozco vuestro apellido, ni siquiera se a que Clanes pertenecéis...

-No hay apellido, su alteza... Es solo Sam.-respondió él dubitativo. El gesto de confusión de la princesa provocó que Sam se explicase mejor-Si preguntáis a mi hermano os responderá que estamos emparentados con el Clan Niara...

"La familia de mi madre" pensó Ayla. Los Niara se habían extinguido con el fallecimiento de Tiana, después de que su tío Morgan desertase como jinete y desapareciese sin dejar rastro...

-Así que el Clan Niara, entonces somos casi familia...-la joven miró los antebrazos del muchacho, estaban cubiertos con dos protecciones de bronce. Un jinete jamás escondería su marca si no fuese por pura necesidad y esas prendas no eran necesarias en el palacio del Viserión. Muchos jinetes de otras islas se habían unido a la causa de Ayla, aunque también lo habían hecho a la de Svend. En el año entero que estuvo en el Peñón del Diablo jamás había visto a Sam ni a Jen, normal con la de cantidad de jinetes que había, pero el dragón de los vientos de pelaje púrpura del muchacho llamaba especialmente la atención como para pasar desapercibido...-No sois de Halogala ¿verdad?-Sam negó con la cabeza-¿De dónde sois entonces? ¿Y por qué os unisteis a mi causa? ¿Por qué salvasteis mi vida y os ofrecisteis como mi doncel?

-Por dinero, su alteza...-respondió él-por una comida y una cama donde pasar el invierno. Mi hermano y yo somos de Sasak...

-Sasak-suspiró Ayla. Isla de piratas y mercenarios, al sur este de Halogala. No era ni la mitad de grande pero si tenía el doble de habitantes: corsarios y jinetes desertores, bastardos sin nombre... todos iban a la rocosa y desértica isla de Sasak a ganarse la vida con el contrabando de mercancías
Sam, su fiel doncel, es en realidad
un jinete a sueldo al que han pagado
por protegerla.
del archipiélago y como jinetes mercenarios, especialmente contratados por los sultanes del este...-Ensillad a vuestro dragón e id con vuestro hermano, pero regresad lo antes posible.-Ayla comenzaba a dudar de la lealtad de su doncel, pero si tenía que desaparecer mejor que fuese de inmediato, antes de que le cogiese más cariño-Y traed más carbones de la Montaña de Fuego, Acamar tiene que pasar el invierno...

-Si, mi señora...-Sam inclinó la cabeza respetuoso y abandonó la estancia a toda prisa.

Alegría, que había permanecido en silencio durante toda la charla se acercó a Ayla y le puso una mano en el hombro, maternal: la mujer no era tonta, y se había dado cuenta de que algo malo sucedía...

-¿Crees que lo volveréis a ver?-era lo único que le quedaba de su tierra.

Ayla se encogió de hombros. En realidad no pasó demasiado tiempo hasta que volvió a ver a Sam, fue durante esa misma noche, cuando llamó alarmado a su puerta:

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