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Capítulo VII: Pequeños Comienzos

El agradable contacto del sol en la cara no ayudaba a desperezarme, había dormido tanto que ni siquiera sabía si ya caía la tarde o aún era mediodía. El viento me revolvía el pelo y se me metía en los ojos, impidiéndome ver con claridad la altura del sol ni el color del mar. Las furiosas olas alaskeñas chocaban con fuerza contra el viejo casco del Integrity, pero éste las cabalgaba rompiéndolas en mil trocitos de espuma blanca. Me apoyé en la baranda e intenté contemplar el cielo y el mar: el sol se alejaba por el horizonte: “ya es media tarde y el tiempo es favorable, no debe quedar demasiado tiempo para atracar”. El resto de la familia había buscado algún pasatiempo que hacer durante el trayecto entre Hoonah y Juneau. Observé a Matt en la popa del barco, no muy lejos de mí: los rizos del pelo se le metían en la cara y las gafas verdes sobre la cabeza no paraban de resbalárseles. Estaba haciéndose un lío desenredando unos cabos, yo debía estar ayudándolo, pero preferí hacerme la perezosa un ratito más y observar como su excéntrico cerebro trabajaba a toda prisa para intentar deshacer aquellos nudos mientras él se liaba cada vez más. Llevaba un jersey verde arremangado y unos vaqueros desgastados, y su inseparable colmillo sobre el pecho, cada vez lo veía más bonito. No pude evitar soltar una risita, cuando, sin saber cómo, sus manos quedaron atrapadas en un cabo, aunque él estaba tan concentrado que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia, a unos escasos metros de él.
Las nubes corrían deprisa, arrastradas por el viento sobre mi cabeza, la larga siesta me había sentado fenomenal, y había servido para calmarme los nervios. Estaba tan exaltada por la visita de Alba que apenas había dormido la noche anterior, pero bastó el balanceo del Integrity y unas cuantas caricias de Matt para caer rendida en una de las literas de la embarcación. Mi amiga Alba volaba desde España para pasar unos días con nosotros: había sido idea de Matt, volver a tener algo de mi antiguo mundo, después de la horrible visita de Frank, recordarme que aún tenía algún amigo en el antiguo continente era justo lo que necesitaba. Toda la familia se había subido en el barco para ir a buscarla a Juneau, yo hubiese preferido no causar tantas molestias a todos y tampoco quería que Alba se asustase al ver a toda la tropa esperándola en el puerto, hubiese preferido ir sola con Matt, y quizá también con Gabe, pero habían insistido en acompañarnos. Todos estaban entusiasmados con la llegada de Alba: querían hacerle un montón de preguntas sobre nuestro país, sobre nuestra amistad… y Matt tenía aún a dos hermanos solteros dispuestos a lo que fuese por conseguir una chica. De entre todos, yo era la más emocionada con la llegada de Alba, aunque disfrutaba en la compañía de los chicos y de Bird y Rainy, también echaba de menos hablar sobre determinados temas con alguien que no llevase el apellido Brown. La familia entera también insistía en que Alba se hospedase en Brown Town, pero por temor a asustarla o a que fuese demasiado para ella marcharse en seguida al bosque, había preferido prestarle la bungalow que tenía alquilada en Hoonah, yo dormiría con ella, y por la mañana, alguien vendría a recogernos en el esquife. Matt se quedaría en Chichagof, muy a su pesar, puesto que quería disfrutar de la compañía de Alba al máximo, aunque supusiese renunciar al calor de Matt en las noches gélidas de Alaska. Birdy, él y yo habíamos ido a limpiar la cabaña unos días antes, allí nos dimos cuenta de que habíamos tenido sexo en casi todos los rincones de la casa, y eso nos hizo rememorar grandes momentos e hizo más difícil la separación de viviendas durante las próximas semanas.
Estiré los músculos de la espalda, de los brazos y el cuello para intentar despertarme: “dos minutitos más y voy a ayudar a Matt”. Me dije a mi misma para darme ánimos:
-Hace una tarde muy apetecible para navegar ¿verdad?-La voz grave y áspera me sobresaltó por la espalda y di un pequeño salto.-Lo siento, no pretendía asustarte.
Era Billy Brown, el patriarca de la familia y el padre de Matt.
-No, no se preocupe, es que soy muy asustadiza.-intenté responderle con una sonrisa. Billy siempre me había impuesto respeto, igual que a todos sus hijos, y aunque tenía un buen corazón, pensé que iría a regañarme por estar haciendo el vago:-Voy a ayudar a Matt con los cabos…-dije titubeando con intención de marcharme.
-Por favor, tutéame y deja que se las apañe solito, que ya va teniendo edad.-me sorprendió su respuesta-quédate aquí conmigo un rato, a hacerme compañía…
Me quedé anonadada y despacio y con todos los músculos del cuerpo tensos me volví a agarrar a la barandilla del Integrity, a observar como un chorro de espuma blanca brotaba a lo lejos de entre las olas. Con Billy era una de las personas con las que menos había interactuado desde mi llegada a Brown Town, al principio se mostraba reacio a hablar conmigo, decía que “mi mundo” era el culpable de la partida de Matt y apenas respondía con gruñidos cuando le preguntaba por él. Sí que habíamos tenido un par de charlas sobre trabajo, pero, a parte, nuestra relación era puramente superficial:
-Creo que aún no te he dado las gracias…-me sorprendió que Billy dejase de lado su carácter de macho de los bosques para agradecerme algo que se me escapaba.
-¿Gracias por qué?-pregunté tímidamente sin saber porque me estaba llevando el mérito de algo que no había hecho.
-Ya sabes, por traer a Matt a casa… -“Por Dios, hace siglos de eso…”-Por ayudarle a salir del hoyo…
-En realidad,-le sonreí-él me ha ayudado más a mí que yo a él.
Mirar a Billy a los ojos implicaba contemplar un rostro demacrado por el paso del tiempo, pero a la vez: lucía unas arrugas de felicidad  y una sonrisa de estar en paz con la vida. Tenía el pelo completamente blanco y un largo bigote a juego, sus ojos eran pequeños y azules, pero no eran tan bonitos como los de Matt, y apenas distinguía sus labios bajo el vello facial. Bear me recordaba mucho a Billy, en cambio, Matt, Gabe y Birdy se parecían más a Ami. Era bajito pero fornido, desgastado por la vida en el bosque, pero con una expresión de libertad que eclipsaba todo lo demás. Le costaba mirarme a la cara, quizá le avergonzaba tener que someterse de esa manera ante mí, pero yo estaba demasiado entusiasmada con la visita de Alba y el buen humor y las ganas de sonreír me invadían mientras inspeccionaba su rostro descaradamente:
-Matt te aprecia mucho.-dijo en un ataque de sinceridad y con un hilo de voz, sin mirarme a la cara-hace unos días, vino a verme y nos pusimos a hablar como hacía tiempo que no nos poníamos. Creía que volvía a ser el de siempre, volvía a sonreír y a reír, volvía a ser mi cabeza de chorlito, mi hijo mayor, pero me equivocaba-el corazón se me paró por un momento, ¿volvía Matt a estar en un lío?- No era el de siempre, era mejor: ha crecido, ha madurado, aunque sigue siendo mi cabeza de chorlito, ¿Sabes cuál fue el tema de conversación?-me imaginaba de que habían hablado, Noah y Bam ya me lo habían explicado antes, aun así, negué con la cabeza. Billy sonreía y empezaba a adquirir la confianza necesaria para mirarme a la cara: tenía los dientes amarillentos y torcidos. Olía como Bear, a bosque y a barro, solo que de una manera más fuerte, mezclado con ese aroma tan intenso que caracteriza las personas de avanzada edad, especialmente su aliento era fuerte, pero también lo era el de varios de sus hijos, me pregunté si sería un gen de la familia Brown, al igual que el hecho de tener el cabello y los ojos claros. Instintivamente, me llevé una mano al abdomen, y dejé que Billy siguiese hablando con su voz áspera-De ti.-“lo que me pensaba”-me preguntó, como quien pregunta la hora: “oye papá, ¿tú como sabías que mamá era la indicada?”- Billy soltaba pequeñas carcajadas a medida que seguía hablando, quizá algún día yo también me enorgullecería de esa manera ante un hijo-y le respondí: había algo que me lo decía dentro, era como una vocecilla que no paraba de repetirme: es ella Billy, es ella, no la dejes escapar. ¿Por qué lo preguntas, hijo? Entonces, Matt se puso rojo como uno de esos pimientos que tanto me gustan y me dijo: porque creo que es ella-una sonrisa bobalicona me apareció en el rostro, los ojos debían brillarme como dos estrellas y también noté como mis mejillas se calentaban-No le digas que te he contado todo esto porque me mataría…No te gires, pero nos está viendo hablar y se cree que no le vemos, no va a tardar nada en hacerse un hueco entre los cabos y a echarse una cabezadita antes de llegar-ambos nos reímos cuando, efectivamente, Matt se puso a dormir. Billy siguió con su relato- Luego estuvimos hablando largo rato sobre ti, sobre como os conocisteis, que le gustaba de ti… Volvía a ser mi Matt, mi hijo… Gracias Ayla, gracias por traerle de vuelta.-El abrazo de oso me cogió desprevenida y de repente me vi envuelta en el fuerte aroma del anciano bosque y con unos pelos gruesos y grasos rascándome la mejilla. Cuando me soltó, se frotó el ojo con la manga de la chaqueta-Gracias,-sollozaba levemente, y yo no sabía que hacer: agarré sus robustas y gruesas manos, eran ásperas y arrugadas, con los dedos regordetes y las uñas ennegrecidas, y me apretaban con fuerza las mías:-Gracias, gracias por este nuevo comienzo que le has dado…
-Sic parvis magna- pronuncié casi automáticamente.
-¿Cómo dices?
Solté una risita y fijé la vista en el sol brillante, lamido por unas lenguas de fuego naranja que poco a poco teñían el agua del océano con destellos dorados.
-Sic parvis magna-repetí-es una frase que suelo decirle a Matt cuando tiene alguna de sus ideas, significa: “la grandeza nace de pequeños comienzos”.
-¿Te refieres a que Matt, hará algo grande con este nuevo comienzo?-sonreí y volví a acariciarme la barriga. Billy se dio cuenta, pero no dijo nada y siguió mirándome a los ojos.
-¿Matt te ha contado algo sobre mí? ¿Sobre mi pasado?
-No me ha dado muchos detalles, solo me ha dicho que has sufrido mucho…
Asentí con la cabeza:
-Antes de tener a Matt en mi vida, mucho antes, yo no tenía a nadie-me pareció que contar eso era una buena manera de hacer entender a Billy todo lo que Matt había hecho por mí.-Mi refugio para escapar de la soledad eran mis historias, las películas, los videojuegos, mis personajes… En uno de mis juegos, solían repetir esa frase: Sic parvis magna, y la tomé como mi lema. Desde siempre he sabido que mis historias me llevarían lejos, eran mis pequeños comienzos, y pensaba que los best sellers, el dinero y la fama serían mi grandeza…-sonreí tontamente y sacudí la cabeza-que equivocada estaba…-Sí, mis historias me llevaron lejos, eran mis pequeños comienzos, pero mi grandeza…-señalé hacia la popa, donde oculto entre los cabos, Matt se estaba echando una siesta-cada vez estoy más convencida de que él es mi grandeza-temía sonar demasiado cursi, pero Billy me entendía, igual que entendía los poemas de Noah, los llantos de Bird y las ideas de Matt. Un buen padre que se esforzaba por entender a sus hijos-él es mi grandeza, y aunque quizá no sea el hombre de mi vida, aunque sucediese algo que nos separase, él seguiría siendo mi grandeza, y a su lado, cada día es un nuevo pequeño comienzo…
Billy me miró satisfecho, a veces hablaba como sacada de un libro de princesas, lo que solía ser motivo de burla, pero Billy me miraba orgulloso y yo le correspondí de la misma manera, estaba muy orgullosa de cómo había criado a Matt y a todos los chicos, como también estaba orgullosa de cada pequeño logro de Matt: “algún día, miraré a mi hijo a la cara y me sentiré igual de orgullosa que Billy de Matt”.
-Después de explicarle esa historia a Matt, cada vez que tiene una idea, por muy descabellada que sea, me echa en cara el sic parvis magna, y me dice que sin mis pequeños comienzos, sin mis historias, yo no estaría ahí con él… Me fastidia tener que darle la razón siempre-bromeé-pero es así.
Hablar con Billy limpiaba el alma, era como hablar con el bosque, te sentías libre y comprendido, confiado, sin temor…
-¡Je! Viéndolo de ese modo: Ami era mi pequeño comienzo, y Brown Town, nuestros chicos, nuestro sueño… Ha sido nuestra grandeza, aunque hayamos empezado un pequeño comienzo con cada chico, que a la vez va creando sus grandezas y más pequeños comienzos…Creo que he hecho un buen trabajo creando unos cuantos grandes pequeños comienzos…-ambos nos reímos.
-¡Papá!-la cabeza del capitán Bam asomó por la puerta de la cabina del timonel-ya nos acercamos a Juneau…
-Será mejor que vaya a ordenar a esos pequeños comienzos antes de que formen un gran estropicio,-bromeó de nuevo-¿Por qué no despiertas a ese cabeza de chorlito para que se prepare para atracar?-me dijo en tono confidente antes de ponerse a gritar-¡a babor Bam, empieza a virar hacia babor!-se alejó dando gritos hacia su segundo hijo, aunque apenas se había desplazado un par de metros cuando pronunció mi nombre, en el mismo tono confidente, aunque más serio que antes:
-Ayla-alcé la vista hacia él-Matt me ha contado que perdiste a tu padre cuando eras pequeña…-asentí con la cabeza, a pesar de que hacía más de una década que había sucedido, seguía formándose un nudo en la garganta cada vez que lo recordaba.-quiero que sepas que, estoy seguro, de que fuiste su grandeza…-su tono de sinceridad hizo que se me saltasen algunas lágrimas que intenté disimular con una sonrisa de agradecimiento-y, por lo que a mí respecta y pase lo que pase: tengo nueve pequeños comienzos.
Y desapareció en la cabina. Me otorgué unos segundos para llorar y reír a la vez, para agradecer a quien fuese, a Dios, a mí misma, al destino, al karma… Ese pequeño comienzo que había logrado alcanzar después de muchos esfuerzos, después de todas las decepciones y las caídas estaba viviendo mi sueño: no el de ser una escritora de éxito, sino aquel sueño, aquella grandeza que había anhelado en silencio tantos años: tener una familia, una familia que me quisiese, que me amase y me valorase, sentirme querida, amar y ser correspondida… Y después de lograr esa ansiada grandeza, era mi labor seguir formando pequeños comienzos para alcanzar más grandezas. “Sir Francis tenía razón: cuando luchas con algo y crees en ello con todas tus fuerzas se acaba haciendo realidad”. Que le den a la opinión de la gente, me da igual si piensan que estoy loca o desperdiciando mi vida… Estoy logrando mi propia grandeza, mi grandeza interior, a base de pequeños comienzos, de tropiezos y de sueños, pero lo estoy consiguiendo, lo estoy logrando…
Me acerqué a Matt aún con la sonrisa estampada en el rostro, feliz por la inminente llegada de Alba, por la confesión de Billy de aceptarme en su manada como una más. Feliz por haber alcanzado la grandeza y por iniciar nuevos pequeños comienzo. Matt dormía bocarriba entre los cabos, con las gafas verdes sobre los ojos mal colocadas y las manos entrelazadas sobre la barriga. Me arrodillé ante él, fui a despertarle con una caricia, pero ya debía de estar medio despierto, ya que antes de tocarlo se incorporó perezosamente. Se quitó las gafas con dificultad puesto que se le habían enrededado entre los rizos y se frotó los ojos con la palma de la mano.
-Buenos días…-me susurró somnoliento.
-Buenas tardes-le corregí con una media sonrisa-¿has dormido bien?
-De maravilla-me rodeó con sus brazos el abdomen y me atrajo hacia él para volver a acomodarse contra la pared del barco: apoyó mi espalda contra su pecho, sentía su olor a tierra húmeda y el calor que desprendía su cuello me acariciaba la mejilla: de repente tenía muchas ganas de acurrucarme de nuevo a su lado a dormitar- ¿estás nerviosa por la llegada de Alba?
-Un poquito…
-Será genial, ya lo verás…-Matt empezó uno de sus monólogos que podían alargarse horas y horas, pero que yo solía escuchar maravillada-el primer día, la llevaremos al campo de tiro y le enseñaremos a lanzar cuchillos, bueno, yo la enseñare, porque Bear es un patoso tirando cuchillos, pero intentará impresionarla, así que se hará el gallito un rato y cuando haya hecho bastante el ridículo…-Veía los labios de Matt moverse velozmente; sus ojos, tan azules y ovalados, estaban inquietos mirando hacia todos los lados y las facciones de su rostro no paraban de cambiar. Estaba contando algo super excitante, pero era incapaz de concentrarme en sus palabras. El balanceo del barco y el acogedor y cálido cuerpo de Matt invitaban a dejarse llevar por el sueño: sobre nuestras cabezas, sentados en la popa del Integrity distinguía las nubes deslizarse suavemente por el cielo. Las olas impactaban contra el casco en un domesticado ronroneo, a lo lejos, Bam y Gabe discutían sobre donde atracar. Las palabras de Billy se entremezclaban en mi cerebro junto con la risa de Matt y el sic parvis magna-acaricié inconscientemente sus brazos que rodeaban mi cintura-Ayla-me sacudió débilmente-¡Ayla!
-¿Qué pasa?-grité sobresaltada, como si me hubiese acabado de despertar de un profundo y largo sueño.
-No me estabas escuchando…
-¡Por supuesto que sí!
-¿A sí? A ver, ¿qué te he dicho?
-Que Bear no sabe tirar un cuchillo…
-Evidencias a un lado, ¿de qué te estaba hablando?
Tardé unos segundos en procesar la información e intentar buscar un significado lógico a las palabras sueltas que creía recordar que había pronunciado Matt.
-Algo sobre Alba y que Bear no sabe lanzar cuchillos.
Matt me hizo cosquillas como castigo y pegó su frente a la mía. Me gustaba como me miraban esos ojos y como me sonreía de esa manera tan sincera y acogedora.
-¿En que estabas pensando?-dijo entre risas.
-En nada.-le respondí aun recuperándome de las cosquillas.
-¡Venga! Dime en que pensabas o volverá a atacarte el monstruo de las cosquillas.
Convulsioné levemente mientras intentaba deshacerme de los dedos traviesos de Matt:
-Pensaba en las grandezas y en los pequeños comienzos.
Me miró orgulloso.
-Sic parvis magna.-pronunció con una de sus preciosas sonrisas.
Cogí su mano, la que estaba sobre mi abdomen, acaricié la piel áspera y apreté los dedos anillados aún más contra mi barriga. Sus pupilas se desplazaron hasta nuestras manos entrelazadas sobre mi cuerpo. Matt las miraba fascinado, y yo lo miraba a él. Sentía su brazo temblar bajo mi mano protectora y como su corazón se aceleraba tras mi espalda. Nuestras miradas se cruzaron, sus labios estaban a tan escasos centímetros de los míos que casi podía beber de su saliva.
-Así es, pensaba en nuestro pequeño comienzo…

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