Dean recogió los dos vasos que la camarera le tendía y le sonrió como solo él sabía hacerlo. La joven se sonrojó. Dean se dio la vuelta y se dirigió a la mesa donde estaba Sam husmeando con su ordenador...
Dean le tendió su vaso y Sam lo cogió sin apartar la mirada de la pantalla
-¿Encuentras algo?-preguntó el hermano mayor
-Nada, ni cortes de electricidad, ni luces muy fuertes, ni pitidos anómalos... Nada de nada, es como si los ángeles jamás hubiesen existido.
Dean sorbió café y miró seriamente a Sam...
-Pues mira, casi que lo prefiero. Si no hay ángeles podremos volver a nuestra "aburrida" vida de caza... Sam- Dean miró a lo lejos, perplejo, como si acabase de ver un espíritu, o algo peor...
-¿Qué pasa? ¿Dean?... -se extrañó el pequeño al ver la cara desencajada de su hermano.
Dean señaló con un dedo tembloroso a una mesa del fondo.
-Mira esa chica, ¿no te recuerda a alguien?
Sam observó a una muchacha rubia que esperaba sentada en una mesa, envuelta en un abrigo blanco y con una bufanda y un gorro rosa cubriéndole el rostro. Debía de tener mucho frío para estar tan tapada dentro de una cafetería... La chica le resultaba familiar, pero no sabía de qué...
-Me suena su cara, ¿alguna superviviente de una caza?
-¿Pero que dices? Es que no lo ves?-gritó Dean-Es Ayden...
-¿Ayden?- Sam miró a Dean incrédulo, la última vez que vieron a la pequeña Ayden se había desgarrado el cuello para salvarlos... Sin la sangre de uno de los tres Winchester los demonios no podían completar el ritual para invadir el cielo.
"Tres seres nacidos del mismo vientre, uno corrompido por las llamas del Infierno, otro bañado por la gracia de Dios, y un tercero de carne y hueso. Solo su sangre, vertida a la vez sobre los labios de un inocente, será capaz de abrir las puertas del reino del más grande."
Tras recitar la profecía en voz alta, Ayden decidió que no vertería su sangre sobre los labios de ningún inocente, y decidió verterla allí mismo, al lado de sus hermanos, en la cuneta de una carretera solitaria. Fue un duro impacto para Dean y Sam ver a su hermanita desangrándose y después quemar el cadáver, como todo deber de cazador. Fue incluso más duro que cuando murió su padre. Ayden era la menor, tenía que ser al revés, no debía morir ella primero...
La chica de la cafetería sin duda se parecía a Ayden, solo que ésta era rubia, mientras que Ayden tenía el pelo negro y solía vestir con vaqueros rotos y cazadoras. La chica de la cafetería llevaba medias y botas y un abrigo largo, Ayden jamás se hubiera vestido de esa manera...
Dean se levantó y se dirigió hacia ella, Sam intentó detenerlo, pero fue en vano. Dean se sentó delante, ante la mirada perpleja de la muchacha.
-Hola, ¿puedo ayudarte en algo?- dijo la joven anonadada, mientras se quitaba el gorro y la bufanda.
Sam se acercó por detrás y claramente vio el parecido entre esa muchacha y su hermana fallecida...
-Dios mío... Eres idéntica. Tienes que ser tu, eres Ayden...
-Lo siento, pero creo que se está confundiendo, no conozco a ninguna Ayden...
-Vamos, eres tú, tienes que ser tú, no le encuentro otra explicación. -reflexionó un instante y se le iluminó el rostro-Los ángeles, eso es, tienen que haber sido los ángeles. Por eso no encontramos ningún rastro de ellos en esta ciudad, porqué estás tú... Alguien te está protegiendo de ellos.
-Creo que debería irme. -la chica, asustada se levantó, pero Dean la agarró de la manga del abrigo.
-Ayden, por favor, haz un esfuerzo, recuérdeme. Soy yo, Dean, tu hermano Dean...
-No tengo ningún hermano. Soy hija única.- dijo ella sacudiendo el brazo intentando librarse del agarrón del muchacho.
-¡Suéltala!-dijo una voz tras los Winchester, Dean soltó a la muchacha y ella se cobijó en los brazos del muchacho alto y rubio que la había defendido- ¿Estás bien Ayla? ¿Te han hecho daño?
-Ayla... -susurró Sam para sí...
-No, tranquilo, pero vayámonos de aquí.
El muchacho, que también vestía ropa de abrigo y llevaba dos vasos humeantes en las manos, miró amenazante a los hermanos.
-No quiero veros molestando a mi novia otra vez, ¿de acuerdo?
Sam se interpuso entre el joven y Dean.
-Tranquilo, ha sido solo un malentendido, ya nos vamos.
El chico rubio se dio la vuelta, llevándose a la tal Ayla rodeada por los hombros.
-Eee, Ayla, o como te llames...- se pronunció Dean en voz alta- ¿A caso un desconocido sabe que llevas un tatuaje en forma de estrella en llamas en la clavícula izquierda?
La joven se quedó de piedra...
-Ayla... ¿Cómo sabe eso este chico? Has dicho que no lo conocías...
-Zack, vete, déjanos solos...
-No creo que pueda marcharme, la cornamenta no me cabe por la puerta.
-Zack, que te vayas.
Los Winchester se acercaron y se colocaron uno a cada lado de la muchacha.
-Ya has oído a la señorita- dijo Sam.
-Largo.- señaló Dean con la cabeza mientras Zack se dirigía a la puerta, furioso.- Bien, ahora, vamos a hablar de ese tatuaje tan especial...
Dean le tendió su vaso y Sam lo cogió sin apartar la mirada de la pantalla
-¿Encuentras algo?-preguntó el hermano mayor
-Nada, ni cortes de electricidad, ni luces muy fuertes, ni pitidos anómalos... Nada de nada, es como si los ángeles jamás hubiesen existido.
Dean sorbió café y miró seriamente a Sam...
-Pues mira, casi que lo prefiero. Si no hay ángeles podremos volver a nuestra "aburrida" vida de caza... Sam- Dean miró a lo lejos, perplejo, como si acabase de ver un espíritu, o algo peor...
-¿Qué pasa? ¿Dean?... -se extrañó el pequeño al ver la cara desencajada de su hermano.
Dean señaló con un dedo tembloroso a una mesa del fondo.
-Mira esa chica, ¿no te recuerda a alguien?
Sam observó a una muchacha rubia que esperaba sentada en una mesa, envuelta en un abrigo blanco y con una bufanda y un gorro rosa cubriéndole el rostro. Debía de tener mucho frío para estar tan tapada dentro de una cafetería... La chica le resultaba familiar, pero no sabía de qué...
-Me suena su cara, ¿alguna superviviente de una caza?
-¿Pero que dices? Es que no lo ves?-gritó Dean-Es Ayden...
-¿Ayden?- Sam miró a Dean incrédulo, la última vez que vieron a la pequeña Ayden se había desgarrado el cuello para salvarlos... Sin la sangre de uno de los tres Winchester los demonios no podían completar el ritual para invadir el cielo.
"Tres seres nacidos del mismo vientre, uno corrompido por las llamas del Infierno, otro bañado por la gracia de Dios, y un tercero de carne y hueso. Solo su sangre, vertida a la vez sobre los labios de un inocente, será capaz de abrir las puertas del reino del más grande."
Tras recitar la profecía en voz alta, Ayden decidió que no vertería su sangre sobre los labios de ningún inocente, y decidió verterla allí mismo, al lado de sus hermanos, en la cuneta de una carretera solitaria. Fue un duro impacto para Dean y Sam ver a su hermanita desangrándose y después quemar el cadáver, como todo deber de cazador. Fue incluso más duro que cuando murió su padre. Ayden era la menor, tenía que ser al revés, no debía morir ella primero...
La chica de la cafetería sin duda se parecía a Ayden, solo que ésta era rubia, mientras que Ayden tenía el pelo negro y solía vestir con vaqueros rotos y cazadoras. La chica de la cafetería llevaba medias y botas y un abrigo largo, Ayden jamás se hubiera vestido de esa manera...
Dean se levantó y se dirigió hacia ella, Sam intentó detenerlo, pero fue en vano. Dean se sentó delante, ante la mirada perpleja de la muchacha.
-Hola, ¿puedo ayudarte en algo?- dijo la joven anonadada, mientras se quitaba el gorro y la bufanda.
Sam se acercó por detrás y claramente vio el parecido entre esa muchacha y su hermana fallecida...
-Dios mío... Eres idéntica. Tienes que ser tu, eres Ayden...
-Lo siento, pero creo que se está confundiendo, no conozco a ninguna Ayden...
-Vamos, eres tú, tienes que ser tú, no le encuentro otra explicación. -reflexionó un instante y se le iluminó el rostro-Los ángeles, eso es, tienen que haber sido los ángeles. Por eso no encontramos ningún rastro de ellos en esta ciudad, porqué estás tú... Alguien te está protegiendo de ellos.
-Creo que debería irme. -la chica, asustada se levantó, pero Dean la agarró de la manga del abrigo.
-Ayden, por favor, haz un esfuerzo, recuérdeme. Soy yo, Dean, tu hermano Dean...
-No tengo ningún hermano. Soy hija única.- dijo ella sacudiendo el brazo intentando librarse del agarrón del muchacho.
-¡Suéltala!-dijo una voz tras los Winchester, Dean soltó a la muchacha y ella se cobijó en los brazos del muchacho alto y rubio que la había defendido- ¿Estás bien Ayla? ¿Te han hecho daño?
-Ayla... -susurró Sam para sí...
-No, tranquilo, pero vayámonos de aquí.
El muchacho, que también vestía ropa de abrigo y llevaba dos vasos humeantes en las manos, miró amenazante a los hermanos.
-No quiero veros molestando a mi novia otra vez, ¿de acuerdo?
Sam se interpuso entre el joven y Dean.
-Tranquilo, ha sido solo un malentendido, ya nos vamos.
El chico rubio se dio la vuelta, llevándose a la tal Ayla rodeada por los hombros.
-Eee, Ayla, o como te llames...- se pronunció Dean en voz alta- ¿A caso un desconocido sabe que llevas un tatuaje en forma de estrella en llamas en la clavícula izquierda?
La joven se quedó de piedra...
-Ayla... ¿Cómo sabe eso este chico? Has dicho que no lo conocías...
-Zack, vete, déjanos solos...
-No creo que pueda marcharme, la cornamenta no me cabe por la puerta.
-Zack, que te vayas.
Los Winchester se acercaron y se colocaron uno a cada lado de la muchacha.
-Ya has oído a la señorita- dijo Sam.
-Largo.- señaló Dean con la cabeza mientras Zack se dirigía a la puerta, furioso.- Bien, ahora, vamos a hablar de ese tatuaje tan especial...
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