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La Primavera

1953
CAPÍTULO I: LA VISITA

Nueva York, 1952, un oscuro y pequeño despacho y un hombre oculto bajo un sombrero que lo inunda con el humo de cigarrillos baratos... una llamada telefónica y una menuda secretaria...

-Su cliente ha llegado

-Hágalo pasar... -murmura el hombre quitando los pies de encima de la mesa y recobrando la compostura.

Un hombre entrado en los cuarenta, con una abrigo largo y negro y una oscura y espesa barba pasa al despacho y toma asiento delante del otro. Es un hombretón realmente grande, si ha venido a por algo más que negocios nuestro amigo tendrá problemas...

-¿Detective Howard Montana?- pregunta el recién llegado con una voz muy grave que recuerda a la de los locutores de radio.

-Depende, ¿Quién lo pregunta?

El hombre metió la mano bajo el abrigo, pero Howard ya palpaba su 38 que tenía oculta bajo la mesa. El "cliente" sacó una botella de whisky escocés, de un dorado brillante, que resaltaba en la oscura habitación. Howard lo observó con detalle...

-¿Es de importación?

-Traído del mismísimo Edimburgo.

-Está bien,- aceptó el detective- Hablemos de negocios... ¿Señor?

-Olvídese de los nombres Sr. Montana y observé esta delicia.

El hombre mostró una fotografía de una hermosa mujer rubia, vestida de gala y con guantes largos posando con una copa en la mano. Howard la miró detenidamente:

-Muy guapa ¿es su mujer?

-¡La chica no!- se exaltó el otro- El anillo, hombre el anillo- La mujer de la fotografía lucía una enorme sortija en el dedo anular derecho con motivos florales hechos con grandes piedras preciosas... -Se llama "La Primavera" y es una joya única. Contiene un diamante de 50 quilates, así como rubíes, esmeraldas, zafiros y amatistas. Cuesta una fortuna...

-Entiendo... ¿Y quiere "recuperarlo"?

-Si me está insinuando que lo quiero robado está muy equivocado Sr. Montana… “La Primavera” hace años que pertenece a mi familia…. Es a mí a quien se la han robado…

-Y ¿tiene alguna pista de quien pudo ser?

-Ninguna, lo guardaba bien, oculto en una caja fuerte en mi despacho. No la forzaron, quien la robó averiguó la contraseña y se dio a la fuga.

-¿No la tenía vigilada?

-Por supuesto, debió ser alguien de confianza, eso lo tengo claro. Pero tengo miedo de levantar sospechas y de destapar mis “asuntillos”… No sé si me explico…  Por ese motivo he acudido a usted y no a la policía… ¿Me entiende?

-Perfectamente. Es decir, que no me va ayudar en nada…

-Lo único que puedo ofrecerle es el dinero que le haga falta y whisky de importación.

-Me las apañaré. He resuelto casos con menos. Pero necesitaría que aquí y ahora redacte una lista de persona cercanas a usted y a “La Primavera”, y describa el lugar exacto de donde se encontraba escondida.

El hombre asintió y redactó todo lo que Howard Montana le pedía.

-Aquí tiene, si eso es todo, debería  marchárme. Si necesita algo de mí, no se preocupe, ya me encargaré de encontrarle.

Los dos hombres se levantaron y se dieron la mano…

-Ha sido la reunión más rara que he tenido nunca.

-Ha sido normalmente rara.- afirmó el misterioso hombre mientras salía por la puerta.


Montana se quedó pensativo mientras encendía otro cigarro y fumaba observando los espectaculares rascacielos de la ciudad. Echó un vistazo a la lista, solo eran una serie de nombres que no le decían nada. Era un caso realmente complicado, incluso para él, el detective privado Howard Montana, no tenía nada. Solo una fotografía y una lista. Tendría que tirar de sus contactos para averiguar algo más. Descolgó el teléfono y marcó un número….



Había quedado con Ego Alex… Un periodista de Europa del Este que trabajaba de día para el World y por la noche captaba información para quien lo necesitase, más bien para quien mejor le pagase. Conocía todos los asuntos sucios de Nueva York. Nadie sabía su verdadero nombre, así que sus conocidos le apodaban “Ego” o “Ego Álex”.

Montana se reunió con el periodista en el callejón cercano a su edificio.

-Que privilegio que el gran detective Howard Montana quiera contar con mis servicios. ¿En qué puedo ayudarle?

-Tengo un caso, y necesito que busques información para mí. Te mostraré una lista, y tú me dirás si te suena alguno de esos nombres…

-Debes de estar muy perdido para recurrir a mí…- Ego tomó bruscamente la lista y la fotografía que le tendía Montana y las observó a través de las gafas.

-¿Y bien?

-Puede que haya algo…- le tendió de nuevo los papeles pero cuando Montana la iba a coger, Ego Alex apartó la mano- Antes tenemos que hablar sobre mis honorarios, no es barato comprar mi silencio.

-Agradece que no te denuncie a la policía…

-¿Denunciarme tu? ¿Howard Montana? A caso creerás que no se lo tuyo con la policía de Nueva York, ¿verdad?

Montana apretó las manos para evitar machacar a ese periodista arrogante.

-¿Cuánto?- le consolaba saber que ese dinero no saldría de su propio bolsillo.

-Diez mil y que me dejes seguir la investigación.

-Cinco mil.

-¿No es negociable?

-Está bien…-asintió Montana de mala gana.

Conozco la sortija de la fotografía, es “La Primavera” pertenece a una familia de traficantes muy importantes, los De Reois, y supongo que se la habrán robado.
Montana asintió.

-La lista contiene personas que podrían haber tenido acceso a la caja fuerte donde estaba guardada la sortija. ¿Puedes decirme algo más?


-No sé quién puede ser la mujer de la fotografía, pero reconozco el escenario. Es un club llamado The Wild Lemon, un lugar de negocios que frecuentan tipos como yo o como los De Reois y en los que tu jamás entrarías… -Montana volvió a asentir, se estaba metiendo en asuntos en los que no le gustaba inmiscuirse, pero era una primera pista- La estrella del The Wild Lemon es una joven bailarina pelirroja- Ego mostró la lista a Howard Montana y señaló un nombre: “Ayla Hurst”.

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