Esa misma noche,
Ego llevó a Montana al The Wild Lemon. La
noche en Nueva York es fría, Montana vagaba oculto bajo una larga gabardina y
su inseparable sombrero. Ego vestía de traje, con un largo abrigo y también con
sombrero, aunque no tan elegante como el atuendo de Howard Montana.
Llegaron a un
callejón oculto entre los rascacielos, el local estaba señalado con un pequeño
y luminoso cartel junto a la silueta de una mujer con un traje de baño amarillo
limón y con un león agarrándola por el abdomen.
Había gente
alrededor intentándose colar en el local, la mayoría hombres maduros de aspecto
descuidado pero con ropa cara. En la entrada, un gorila trajeado les impedía el
paso. Ego y Montana se abrieron paso entre la gente hasta llegar al
guardaespaldas. El periodista susurró algo al oído del hombretón y éste le dejó
pasar, pero le cerró el paso al detective.
-Es un amigo- dijo
Ego Alex.
El guardaespaldas
tendió la mano y Montana acarició en su bolsillo el fajo de billetes que le
había dado De Reois para cubrir los gastos del caso.
En el interior les
esperaba un antro oscuro y lleno de humo. Un escenario con una alfombra roja de
terciopelo y un telón morado y una pasarela rodeada de mesas con manteles
blancos y sillas negras…
Una mujer de unos
treinta años se acercó a recibirlos a la entrada, llevaba puesto un vestido
negro y largo y un collar de perlas… Tenía el pelo cortado a la moda, media
melena negro con una cinta de plumas en la cabeza y una boa a juego sobre los
hombros. Caminaba forzadamente sobre unos tacones de aguja.
-¡Álex!-exclamó al
verlos- Hacía tiempo que no te veía por aquí…
-¡Bethany! Tan
simpática como siempre. –Se abrazaron amistosamente-He estado muy ocupado
últimamente. Negocios, ya sabes. ¿Está mi mesa disponible?
-A primera fila,
tal y como te gusta. Veo que hoy vienes acompañado…
-Sí, este es mi
amigo, el señor Peter Hammer, hacemos negocios juntos.
-¡Es adorable!
Venid, os llevaré a vuestra mesa…
Bethany acompañó a
los dos hombres a su mesa. Y les preguntó que iban a tomar. Aun estando de
servicio, Montana no pudo resistirse a una copa bien fría de bourbon con hielo,
Ego le imitó.
-Bethany, antes de
que te vayas…- interrumpió Ego- ¿Va a actuar Ayla esta noche?
La mujer asintió
con la cabeza y se retiró en silencio.
-Parece simpática-
aclaró Montana.
-Es una puta.
Ya con su whisky
en la mano, el detective Howard Montana examinó el local… Seguramente que
ninguno de aquellos hombres había dicho cuál era su nombre real y seguro que
las damas que los acompañaban no eran sus esposas. Montana se fijó en una joven
de ojos grises y pelo castaño, Vestía con una especie de traje de baño negro,
palabra de honor, con una pajarita alrededor del cuello y medias de rejilla. La
chica sonrió pícara cuando se percató de que Montana la miraba, el detective,
que no tenía muy buena mano con las mujeres, enrojeció y se sumergió en el
bourbon. La joven se acercó a ellos, tenía unas piernas largas y delgadas y
mucho pecho. Caminaba contoneando las caderas exageradamente.
Se sentó en la
mesa delante de los dos hombres. Montana casi se atraganta con el whisky.
-Hola guapo, no te
he visto mucho por aquí, ¿eres nuevo? ¿Me invitas a una copa?
-Lo siento
señorita,-interrumpió Ego- pero mi amigo ya se ha comprometido con una dama
esta noche, sin embargo yo estoy completamente disponible.-dijo mientras se
ajustaba la corbata.
-No hablaba
contigo cuatro ojos, sino con tu amigo,- le respondió con desprecio- dime
guapo… ¿Cómo te llamas?
Montana enrojeció
aún más y bebió más bourbon…
-Pe… Pe… Peter
Hammer.- tartamudeó- ¿Dónde diablos me has traído, Ego? –le susurró a su
compañero…
-Bienvenido a la
auténtica Nueva York.-respondió entre risas
-Yo me llamo
Emily, delicia, pero puedes llamarme como te plazca… ¿Qué tienes pensado para
esta noche?
Emily se sentó
sobre su regazo y pegó su rostro al del detective
-He venido a ver a
una bailarina… Se llama Ayla, Ayla Hurst.
-¿En serio? Vienes
a ver a esa cría, a esa puta barata a ver como mueve un poco el culo… Me tienes
delante, dispuesta- la muchacha se abrió de piernas frente a Montana que no
podía estar más sonrojado- ¿Qué más quieres?
Las luces se
apagaron y un gran amarillo iluminó el escenario y la pasarela carmesí. Bethany
se subió al escenario y cogió el micrófono:
-Buenas noches
caballeros. Al fin ha llegado el momento de la noche que tanto ansiabais, dadle
la bienvenida a Ayla Hurst.
El público rompió
en aplausos. El pianista comenzó a tocar una melodía lenta, pero con notas
agudas que le proporcionaban cierto ritmo y mantenían atentos al público.
Una voz grave,
sensual, empezó a cantar siguiendo el compás de la música. Despacio, dejándose
llevar por la melodía… La chica apareció tras el telón, pegándose el micrófono
en los labios rojos. Llevaba un vestido carmesí de lentejuelas, de finos
tirantes y que caía por encima de las rodillas. El vestido se abría por un
costado y dejaba al descubierto el muslo. Llevaba altos zapatos de tacón, como
la mayoría de las señoritas del antro, y unos largos guantes púrpuras. El
cabello era anaranjado, y ondulado, con las ondas bien peinadas recorriéndole la
espalda. Sin duda era una chica muy bonita, pero demasiado joven para
frecuentar ese tipo de locales.
La muchacha
desfiló por la pasarela, recogiendo los billetes verdes que los clientes le
tendían. Alex sacó un billete y lo mostró para que la chica se acercase. La
joven dio la vuelta por la pasarela y se arrastró hasta el detective y el
periodista. Cogió el billete que le tendía, y miró a los ojos a Howard Montana.
Él, sin embargo, se fijó en cuello, de donde colgaba una pequeña pieza de oro
con piedrecitas de colores. Instintivamente se abalanzó hacia ella, pero su
compañero le sujetó.
-Tranquilízate.-le
aconsejó
-Tengo que hablar
con ella. Estoy seguro de que sabe algo sobre “La Primavera”.
-Está bien,-
afirmó el otro- Pero se discreto.
Alex se levantó y
llevó a Montana a la otra punta del local, frente a una puerta verde,
custodiada por otro gorila. El periodista cogió algunos billetes del bolsillo
de Howard Montana y se los mostró al segurata.
-Venimos a ver a
Ayla Hurst.
-La señorita Hurst
no acepta visitas esta noche- murmuró sin apenas mirarlos.
Montana sacó otro
par de billetes de su bolsillo y se los mostró.
-Si quieres
sobornarme, deberás hacerlo mejor.
El detective sacó
más dinero del señor De Reois y se lo ofreció al segurata.
-Un momento.
El guardaespaldas
llamó a Bethany.
-¿Álex?- se extrañó
la mujer cuando llegó- ¿Por qué quieres ver a Ayla?
-Yo no, pero a mí
amigo Peter le ha gustado. Vamos Bethany, hazlo como un favor hacia mí. Déjalo
entrar solo a él, y mientras tú y yo tendremos una de esas charlas que tanto te
gustan.- le guiñó el ojo.
Ella sonrió
sonrojada.
-Está bien,
Curtis, deja pasar al señor Hammer,- miró al detective- tienes treinta minutos.
Cogió el puñado de
billetes y se marchó con Álex, mientras el guardaespaldas conducía a Howard
Montana hacia el camerino de Ayla.
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