Llevaba demasiado tiempo sin verla, y apenas podía concentrarme en dar la clase sin dirigir la vista a la tercera fila y encontrarme con esos curiosos ojos verdes y esos labios carnosos que iluminaban una media sonrisa.
Las vacaciones de Navidad se habían cruzado entre Ayla y yo, ella había ido a pasar las fiestas con su padre. No había sabido nada de ella desde entonces, desde que la vi salir de clase un jueves de diciembre, envuelta en un abrigo rosa y con una bufanda alrededor del cuello, cargando con su mochila. Habíamos acordado no comunicarnos durante las vacaciones para no levantar sospechas
La noche anterior nos habíamos despedido como a mi me gustaba: desnudos, entre gemidos y orgasmos y con mi boca entre sus piernas. Ahora dominaba yo, y le había dejado tal recuerdo que no se olvidaría de mi durante todas las fiestas.
Yo había pasado las Navidades solo, pero no necesitaba a nadie más. Utilicé mis dotes de escritor para escribir un diario sobre mis fantasías con la chica, fantasías que cada vez se alejaban más de la realidad y se sumergían en un perturbador sueño erótico. Gracias a ello, comencé a escribir un libro, más bien un diario, sobre las aventuras entre un rico sultán de Oriente Medio con una joven y bella esclava y regresé a mi mejor época como artista literario. Pero para hacer realidad mi libro, tenía que hacer realidad mis fantasías con Ayla...
Cuando acabó la clase la seguí con la mirada y vi como se detenía delante de la puerta. Iba vestida con un jersey verde con un generoso escote de pico y unos vaqueros ajustados. Yo recogía mis apuntes en mi cartera, y me puse nervioso al ver que me esperaba. Empecé a sudar, incluso me tuve que aflojar el botón de la camisa mientras acababa de recoger... De repente, alcé la vista y mis ojos se chocaron con una mirada gris y unos labios finos medio sonrientes.
-¿Puedo hablar con usted un momento señor Landom?- me preguntó la alumna
Miré a Ayla, que me esperaba en la puerta
-¿También necesita hablar conmigo, señorita Hurst?-ella asintió- Espere fuera a que termine su compañera, por favor.
Sin decir nada Ayla Hurst salió de la habitación dando un portazo tras de si.
La alumna, de nombre Haley Duncan (tuve que mirarlo en la ficha, porque el único nombre que me sabía era el de Ayla) me habló sobre sus aspiraciones de ser escritora y de que estaba escribiendo un libro que le gustaría que le revisase. No escuché ni siquiera el argumento de su historia, tenía curiosidad por saber que era lo que quería Ayla de mi... Por qué me esperaba... Al final terminé por decirle a la chica que cuando tuviese algún esbozo algo más elaborado me lo hiciese llegar. Ella se fue contenta y a mi me iban a alegrar el día en unos instantes.
Apenas un segundo después de que Haley abandonase el aula, Ayla entró sigilosamente y cerró la puerta tras de si mientras colocaba el pestillo disimuladamente... Antes de que pudiese decirle nada ella se abalanzó sobre mi, besándome desesperadamente, casi me tira las gafas y aunque sorprendido, reaccioné a sus efusivas muestras de cariño. Ella me empujaba hacia atrás mientras que con los dedos agarraba mi pantalón y desabrochaba los botones. Se quitó el jersey y me deleitó con una apretada camiseta de tirantes. Me besó el cuello, con besos rápidos y sensuales, y me mordió la oreja justo donde sabía que me encantaba. Me deshice en una ola de placer y la estreché con fuerza, mientras ella seguía con sus besos y con sus manos juguetonas me bajaban los pantalones y me desabrochaban la camisa. Entre beso y beso dejó escapar un "te he echado de menos, Henry" pero no me dejó responder nada, ya que cuando intenté hablar su boca se encontraba ocupada entre mis piernas y no pude pronunciar palabra. Le agarré el pelo y la empujé con fuerza hacia mi mientras me impulsaba con la pelvis para lograr llegar lo más profundo que podía.
-Joder Ayla, no recordaba que lo hicieses tan bien- fue lo único que fui capaz de pronunciar.
Seguía empujando su cabeza contra mi entrepierna, mientras estallaba en auténticos gemidos y me movía cada vez más rápido. Al final terminé estallando en un fantástico orgasmo sujetando con fuerza su pelo. El verla ahí, de rodillas, recibiendo con ansias mi esencia, mirándome con sus enromes ojos verdes, me hizo desearla aun más, pero me había dejado demasiado extasiado como para hacerle el amor de nuevo. Nos tumbamos detrás de la mesa, entre profundos suspiros y con la ropa a medio quitar. Nos mirábamos sonrientes.
-Temía que no volvieses a querer que hiciera esto. Haley Duncan tiene fama de ser muy puta, ¿no te has dado cuenta de que desde su escote podía leerse el numero de sus zapatos?-dijo divertida
-¿Muy puta? ¿Lo dice la alumna que acaba de hacerle una mamada a un profesor en un aula?
Ayla se rió y fingió indignarse. Luego se tumbó sobre mi y le acaricié la espalda con dulzura. Me gustaba verla así, sonriente y divertida, y lo mejor de todo... Muriéndose por mi. Pero ahora tenía una nueva meta, cumplir todas esas fantasías que había escrito durante las vacaciones en mi diario.
-Ayla... - ella apoyó la barbilla en mi pecho y me miró curiosa- ¿Podemos vernos esta noche?
-Está bien-dijo ella algo dubitativa- ¿En qué estás pensando, Henry?
-En nada... solo... ¿Confías en mi?
Ella asintió con la cabeza. La acurruqué de nuevo en mi pecho y le besé el cabello.
Las vacaciones de Navidad se habían cruzado entre Ayla y yo, ella había ido a pasar las fiestas con su padre. No había sabido nada de ella desde entonces, desde que la vi salir de clase un jueves de diciembre, envuelta en un abrigo rosa y con una bufanda alrededor del cuello, cargando con su mochila. Habíamos acordado no comunicarnos durante las vacaciones para no levantar sospechas
La noche anterior nos habíamos despedido como a mi me gustaba: desnudos, entre gemidos y orgasmos y con mi boca entre sus piernas. Ahora dominaba yo, y le había dejado tal recuerdo que no se olvidaría de mi durante todas las fiestas.
Yo había pasado las Navidades solo, pero no necesitaba a nadie más. Utilicé mis dotes de escritor para escribir un diario sobre mis fantasías con la chica, fantasías que cada vez se alejaban más de la realidad y se sumergían en un perturbador sueño erótico. Gracias a ello, comencé a escribir un libro, más bien un diario, sobre las aventuras entre un rico sultán de Oriente Medio con una joven y bella esclava y regresé a mi mejor época como artista literario. Pero para hacer realidad mi libro, tenía que hacer realidad mis fantasías con Ayla...
Cuando acabó la clase la seguí con la mirada y vi como se detenía delante de la puerta. Iba vestida con un jersey verde con un generoso escote de pico y unos vaqueros ajustados. Yo recogía mis apuntes en mi cartera, y me puse nervioso al ver que me esperaba. Empecé a sudar, incluso me tuve que aflojar el botón de la camisa mientras acababa de recoger... De repente, alcé la vista y mis ojos se chocaron con una mirada gris y unos labios finos medio sonrientes.
-¿Puedo hablar con usted un momento señor Landom?- me preguntó la alumna
Miré a Ayla, que me esperaba en la puerta
-¿También necesita hablar conmigo, señorita Hurst?-ella asintió- Espere fuera a que termine su compañera, por favor.
Sin decir nada Ayla Hurst salió de la habitación dando un portazo tras de si.
La alumna, de nombre Haley Duncan (tuve que mirarlo en la ficha, porque el único nombre que me sabía era el de Ayla) me habló sobre sus aspiraciones de ser escritora y de que estaba escribiendo un libro que le gustaría que le revisase. No escuché ni siquiera el argumento de su historia, tenía curiosidad por saber que era lo que quería Ayla de mi... Por qué me esperaba... Al final terminé por decirle a la chica que cuando tuviese algún esbozo algo más elaborado me lo hiciese llegar. Ella se fue contenta y a mi me iban a alegrar el día en unos instantes.
Apenas un segundo después de que Haley abandonase el aula, Ayla entró sigilosamente y cerró la puerta tras de si mientras colocaba el pestillo disimuladamente... Antes de que pudiese decirle nada ella se abalanzó sobre mi, besándome desesperadamente, casi me tira las gafas y aunque sorprendido, reaccioné a sus efusivas muestras de cariño. Ella me empujaba hacia atrás mientras que con los dedos agarraba mi pantalón y desabrochaba los botones. Se quitó el jersey y me deleitó con una apretada camiseta de tirantes. Me besó el cuello, con besos rápidos y sensuales, y me mordió la oreja justo donde sabía que me encantaba. Me deshice en una ola de placer y la estreché con fuerza, mientras ella seguía con sus besos y con sus manos juguetonas me bajaban los pantalones y me desabrochaban la camisa. Entre beso y beso dejó escapar un "te he echado de menos, Henry" pero no me dejó responder nada, ya que cuando intenté hablar su boca se encontraba ocupada entre mis piernas y no pude pronunciar palabra. Le agarré el pelo y la empujé con fuerza hacia mi mientras me impulsaba con la pelvis para lograr llegar lo más profundo que podía.
-Joder Ayla, no recordaba que lo hicieses tan bien- fue lo único que fui capaz de pronunciar.
Seguía empujando su cabeza contra mi entrepierna, mientras estallaba en auténticos gemidos y me movía cada vez más rápido. Al final terminé estallando en un fantástico orgasmo sujetando con fuerza su pelo. El verla ahí, de rodillas, recibiendo con ansias mi esencia, mirándome con sus enromes ojos verdes, me hizo desearla aun más, pero me había dejado demasiado extasiado como para hacerle el amor de nuevo. Nos tumbamos detrás de la mesa, entre profundos suspiros y con la ropa a medio quitar. Nos mirábamos sonrientes.
-Temía que no volvieses a querer que hiciera esto. Haley Duncan tiene fama de ser muy puta, ¿no te has dado cuenta de que desde su escote podía leerse el numero de sus zapatos?-dijo divertida
-¿Muy puta? ¿Lo dice la alumna que acaba de hacerle una mamada a un profesor en un aula?
Ayla se rió y fingió indignarse. Luego se tumbó sobre mi y le acaricié la espalda con dulzura. Me gustaba verla así, sonriente y divertida, y lo mejor de todo... Muriéndose por mi. Pero ahora tenía una nueva meta, cumplir todas esas fantasías que había escrito durante las vacaciones en mi diario.
-Ayla... - ella apoyó la barbilla en mi pecho y me miró curiosa- ¿Podemos vernos esta noche?
-Está bien-dijo ella algo dubitativa- ¿En qué estás pensando, Henry?
-En nada... solo... ¿Confías en mi?
Ella asintió con la cabeza. La acurruqué de nuevo en mi pecho y le besé el cabello.
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