El hombre alto y joven de cabello largo y pequeños ojos azules, transportaba en brazos a una débil y herida Ayla hasta la sala de reuniones, donde aguardaban Ryden, Eloff, Tavi y algunos otros oficiales. En cuanto vieron entrar al jinete por el arco de piedra, manchado de sangre y con la princesa en brazos, saltaron las alarmas. Ryden y Eloff arrebataron a Ayla de los brazos del joven y la sentaron en una silla. Su primo comenzó a dar órdenes para que le trajesen agua y una manta. Ayla tenía los ojos abiertos, pero la mirada perdida en el suelo, estaba empapada, su piel era fría como el hielo y sus labios habían perdido todo rastro de color; pero no temblaba, se sujetaba el hombro izquierdo, casi como un acto reflejo más que por el dolor, le brotaba un líquido que con el contacto con el agua que envolvía su cuerpo se volvía de una tonalidad rosada. Su rostro estaba completamente pálido y los ojos vidriosos, le goteaban pequeñas gotas del cabello que resonaban al caer y rebotar con la m...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.