El hombre alto y joven de cabello largo y pequeños ojos azules, transportaba en brazos a una débil y herida Ayla hasta la sala de reuniones, donde aguardaban Ryden, Eloff, Tavi y algunos otros oficiales. En cuanto vieron entrar al jinete por el arco de piedra, manchado de sangre y con la princesa en brazos, saltaron las alarmas. Ryden y Eloff arrebataron a Ayla de los brazos del joven y la sentaron en una silla. Su primo comenzó a dar órdenes para que le trajesen agua y una manta. Ayla tenía los ojos abiertos, pero la mirada perdida en el suelo, estaba empapada, su piel era fría como el hielo y sus labios habían perdido todo rastro de color; pero no temblaba, se sujetaba el hombro izquierdo, casi como un acto reflejo más que por el dolor, le brotaba un líquido que con el contacto con el agua que envolvía su cuerpo se volvía de una tonalidad rosada. Su rostro estaba completamente pálido y los ojos vidriosos, le goteaban pequeñas gotas del cabello que resonaban al caer y rebotar con la madera vieja y podrida del suelo. La envolvieron con una manta y la colocaron cerca de la chimenea.
-Me temo que eso será más difícil de lo que crees...-Ayla miró a Robb, el gesto de preocupación seguía perturbando sus facciones-Sin los dragones, las tropas de Theo Pike son más poderosas que las nuestras, han cerrado las fronteras. Los hombres de mi padre no pueden traer provisiones a mis soldados del campamento, y tampoco pueden enviarlas aquí. Están atrapados...
-Id a buscar a una de los médicos del príncipe Madden-ordenó Ryden, alzando la voz, algo poco usual en él.
-Señor-se quejó un guardia-la princesa ordenó que no confiáramos en los hombres de Madden.
-Si no lo traes pronto: morirá.
El guardia salió corriendo a través del arco de piedra que servía como entrada a la gran sala de reuniones. Se trataba de una cámara alargada, situada en los primeros niveles de la fortaleza subterránea. En una de las paredes habían construido una enorme chimenea, que permanecía casi siempre encendida desde que los fuertes vientos del norte empezaron a anunciar que la llegada del invierno estaba cerca.
-¿Qué le ha pasado?-preguntó Ryden mientras intentaba que Ayla reaccionase.
-Una flecha, -respondió el hombre alto-mientras huíamos, la ha tirado del dragón y ha caído en la barrera de hielo.
"Como a Axel", pensó Ryden que ahora entendía porqué estaba tan fría y mojada, y porqué tenía tantos morados y magulladuras en el cuerpo.
-¿Y su dragón?
-Está bien, Señor-respondió un segundo hombre que había acompañado al jinete alto pero que había pasado desapercibido por la angustia de la situación-Yo me encargué de él y está en las cuadras descansando.
El guardia llegó con uno de los pocos médicos que habían permanecido en la fortaleza, después de que Ayla ordenase a toda la flota de Robb que fuese en busca de provisiones a Pike.
No hubo tiempo de administrarle ningún tipo de analgésico, pero la joven parecía tan sumida en su mundo que en un primer momento ni se enteró que la estaban operando, hasta que gritó de dolor al extraerle la punta de la flecha. Nadie dijo nada, solo miraban expectantes como el medico le desinfectaba la herida y como la joven se retorcía de dolor. Sus ojos cobraron vida de nuevo, el frío gris desapareció y volvió su cálida tonalidad verde oscura con sus destellos anaranjados. Buscó con la mirada una rostro familiar, una mirada de apoyo, y se encontró con los diminutos ojos azules del chico alto del pelo largo. Ayla cerró los ojos del dolor, ya casi habían terminado con el hombro, pero había caído de costado y una enorme mancha morada y amarilla se extendía por todo su lado izquierdo, causándole un dolor insoportable.
-Hay que asegurarse de que no hay ninguna costilla rota-explicó el médico-podría dañarle algún órgano interno. El hombrecillo menudo y con bigote blanco y un par de jinetes se disponían a tumbar a Ayla en la mesa cuando ella los detuvo con un grito.
-Esperad un momento, ¿cómo te llamas?-preguntó la joven a su salvador.
-Sam, su alteza. Y este es mi hermano Jen, él se ocupó de vuestro dragón.
-Os debo mi vida Sam y Jen,-ellos asintieron con una inclinación leve de cabeza, en señal de respeto y agradecimiento. El tal Jen llevaba el pelo más corto que Sam, era más bajo pero más corpulento, y sus ojos relucían verdes como las brillantes escamas de un dragón de los bosques.-Espero que no sea abusar demasiado de vuestra generosidad si os pidiese que me hicierais un gran favor.
-Lo que sea, su alteza-respondió Jen rápidamente, ansioso de cumplir los deseos de su princesa-Lo que queráis...
-Traed a Robb-dijo en un jadeo y con un palpable tono de súplica.
Cuando Robbert Madden llegó a la sala de reuniones, el médico ya había terminado de vendar el costado a Ayla, que seguía sentada en la silla al lado de la chimenea, afortunadamente no había ningún hueso roto y solo había sido un fuerte golpe. La muchacha miró a Robb con un ápice de arrepentimiento en la mirada, veía la preocupación en sus grandes ojos añiles. Ayla le tendió el brazo con el puño cerrado, ocultaba un objeto en su mano. Robb se acercó y lo recogió. Era una punta de flecha de obsidiana, igual que la que había matado a Axel y con la que lo había acusado de traidor.
-Creo que te debo una disculpa.-dijo ella.-No debí desconfiar de ti ni de tus hombres... Lo siento mucho Robb. Si lo deseáis, cuando vuestra flota vuelva se unirá a la batalla con nuestros jinetes...
Ayla ha culpado injustamente a Robb Madden de la muerte de Axel |
Ayla se levantó enfadada, a pesar del gesto de precaución del médico para que no realizase esfuerzos. Tiró la silla de una patada y se asomó al agujero natural excavado en la roca que servía de ventanal y que medía como un hombre adulto en altura y como un carromato con caballo incluido a la ancho. El mar estaba agitado, se avecinaba una fuerte tormenta, ya había empezado a llover débilmente, y los relámpagos brillaban acercándose por el norte. El sonido de un trueno se confundió con el choque de las olas al golpear la roca. El viente soplaba fuerte y gélido desde el norte, cortándole los labios como cuchillas.
-Desde la muerte de Axel todo ha ido de mal en peor-dijo Ayla con la mirada fija en las olas rompientes-intentamos tomar la playa solo con jinetes y perdimos a Lis, hemos intentado liberarla de todas las formas posibles, pero Svend la ha escondido bien. Cada vez más jinetes desertan, las provisiones escasean y pronto nos azotará el invierno. Esta fortaleza es muy fría, sin la comida y las pieles suficientes más de la mitad no sobreviviremos, y los dragones tampoco. Y luego están esas estúpidas flechas...
Ayla no era la única preocupada por las flechas negras. A Robb le tenían muy intrigado, era lógico que hubiesen desconfiado de él, puesto que ese material solo se encontraba en los Acantilados de Pike o en las minas del este del Valle de Land. Existía la posibilidad de que el bastardo de Theo Pike se hubiese aliado con Svend, pero Robb no había visto hombres con su armadura en las escasas batallas que se habían planteado en tierra, quizá solo hiciese el bloqueo sobre sus hombres y le proporcionase el material al tío de Ayla. Pero la joven había afirmado que, a pesar de todo, los jinetes de Malmö no eran tan buenos arqueros como para acertar con tanta precisión y a tanta distancia y derribar a un jinete de su dragón. El príncipe miró a su prometida mirando por la ventana, envuelta en una piel de lobo y con el viento agitándole el cabello. No había sido la misma desde la muerte de Axel, los dioses parecían estar en su contra, habían perdido muchos jinetes, ahora también la flota de su madre y habían secuestrado a Lis, otro duro golpe para Ayla... Estaba a punto de caer, lo notaba en su rostro, en esa expresión de culpa y arrepentimiento por iniciar una guerra que no podían ganar. Ella lo había acusado de traidor, pero estaba seguro de que se arrepentía, la princesa no era dada a mostrar sus sentimientos en público, pero Robb la perdonaba, y solo deseaba que llegase la noche y estar a solas en la intimidad de su cámara, dormir junto a ella de nuevo, ofreciéndole su cuerpo como protección, manteniéndola cálida y a salvo...
-¡Por el Primer Dragón!-gritó Ayla de repente sin apartar la vista del mar.
Robb, Ryden y Eloff se asomaron al ventanal para averiguar porque gritaba Ayla. Señaló un punto marrón que se ocultaba entre las grandes olas y que venía desde la playa. Era un bote, un pequeño y destartalado bote que arrastraban fuertemente las olas y que se encontraba a medio camino entre Halogala y el Peñón. En el bote podía verse una figura, Robb entrecerró los ojos para agudizar la vista: en el bote había un chiquillo! un niño. No lo veía del todo bien, pero a simple vista no debía de tener más de diez o doce años.
-Que preparen mi dragón-ordenó Ayla lanzando la manta y dirigiéndose hacia la puerta. Robb se cruzó en su camino:
-Estás herida. No puedo permitir que vayas.
Ella lo apartó bruscamente de un empujón:
-Ya han muerto demasiadas personas por mi culpa.
* * *
La lluvia le empapaba el cabello, no le había dado tiempo a cambiarse de ropa y la sangre y la suciedad se le pegaban al cuerpo, ni siquiera había cogido una capa para protegerse de las lágrimas de las nubes. Acamar volaba incómodo, los dragones de las tinieblas tenían cierta sintonía con las tormentar, pero el pobre animal estaba exhausto de tanta batalla y se inquietaba cada vez que veía a Ayla montar sobre su lomo. La muchacha dirigió al animal lo más cerca del agua que podía, con cuidado para que las embravecidas olas no le mojasen. Las crestas espumosas azotaban la pequeña embarcación en la que un niño pequeño y empapado, vestido con harapos se balanceaba al compás de la tormenta. El chiquillo no tendría más de siete u ocho años, el cabello castaño se le pegaba a las mejillas y, a pesar de la oscuridad de las primeras horas de la noche, Ayla observó como dos inquietos ojos oscuros vigilaban todos sus movimientos. El pequeño estaba sentado en uno de los bancos de la barca de madera, sin remos ni nada, solamente sujetaba una caja de madera sobre su regazo. Acamar se situó sobre la embarcación, pero las olas no le dejaron que se acercase lo suficiente como para agarrar al chico al vuelo. Ayla buscó en las alforjas de su montura y ató a la silla una gruesa soga:
-¡Escúchame, chico!-le gritó-Voy a lanzarte una cuerda para subirte, átatela al rededor de la cintura y tiraré de ti. Pero tendrás que dejar esa caja, no voy a tener la suficiente fuerza como para levantaros a los dos.
-No puedo soltar esta caja-gritó el pequeño con una voz grave pero infantil
-¿Por qué no?-se quejó Ayla preocupada por la situación del chiquillo
-Es muy importante, no lo entenderías. Pero tengo que entregar esta caja. Es un asunto de vida o muerte.
-Está bien. Haremos una cosa: voy a lanzarte la cuerda y tú la atarás a la caja, la subiré y después lanzaré la cuerda de nuevo y te subiré a ti ¿de acuerdo?
El niño asintió mientras un rayo le iluminaba la mitad del rostro y un trueno resonaba en la cercanía. Ayla lanzó la cuerda y subió la caja lo más rápido que pudo, no sabía que había dentro, pero al vida de ese niño corría peligro si no la ponía a salvo. Guardó la caja de madera, decorada con cenefas florales talladas y volvió a lanzar la soga. El chico se ató la cuerda a la cintura y Ayla comenzó a subirlo, con cuidado, pero cuando estaba a medio camino, un rayo calló en el bote, haciéndolo estallar en mil pedazos, Acamar se asustó y se revolvió en el aire mientras graznaba asustado. Con el zarandeo, la joven casi pierde el equilibrio, pero se aguantó bien mientras observaba como el nudo se deshacía de la cintura del chico y el niño caía al agua. Ayla actuó rápida. se ató la soga al cinturón y se lanzó de cabeza al agua fría. Estaba tan mojada por la lluvia que apenas notó el cambió de temperatura al zambullirse, pero no veía nada, la oscuridad lo envolvía a su alrededor, apenas distinguía algunos trozos de madera que salían a flote a su alrededor, tanteó el agua a oscuras, pronto le faltaría el agua, tiró de la cuerda para darle una señal a Acamar. Los Instructores de la Academia siempre decían que los jinetes y las monturas estaban unidos por un vínculo más fuerte de lo que nadie podría imaginar, era tan intenso que incluso podían llegar a saber lo que pensaba o lo que sentía el otro. Acamar demostró ser el dragón más inteligente y más fiel de lo que los instructores de Ayla habrían visto jamás. Utilizó su don con las tormentas para canalizar los rayos hacia él, provocando que un haz de luz amarilla iluminase el agua bajo sus patas y Ayla pudiese ver como la mano del chico estaba apenas a unos centímetros de su bota. Agarró al chico con todas sus fuerzas y Acamar los levantó de un tirón. Cuando llegaron a la fortaleza, Robb les esperaba en la entrada de la boca de la cueva. La joven bajó de un salto del dragón, donde ya había un par de mozos listos para hacerse cargo de él. Estaba empapada y llevaba al niño en brazos, con el rostro oculto en su pecho, la muchacha notaba como el pequeño no paraba de llorar. Se dirigió a los hombres que se estaban haciendo cargo de Acamar:
-Secad lo bien y dale un buen plato de comida, se lo merece.-le dio unas palmaditas en el lomo y se dirigió donde la esperaba Robb. Al lado del joven príncipe, uno de sus mayordomos aguardaba con un montón de toallas sobre los brazos. Robert cogió una y se dispuso a envolver a Ayla, pero la chica se negó y envolvió al niño con ellas. Ayla temblaba, el cabello rubio empapado se le enganchaba al rostro y la ropa sucia se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Robb se quitó su capa de piel de oso y envolvió a Ayla, después cogió al niño en brazos.
-Está bien, deja que yo me encargue-le suplicó-tú debes descansar.
Ella lo miró con los ojos verdes humedecidos:
-Vamos a la Sala de Reuniones. Reúne a los oficiales. Creo que este chico tiene muchas cosas que contar.
Cuando llegaron a la Sala, Robb sentó al niño en una silla cerca de la chimenea. Intentó que Ayla se sentara y descansara también, pero la joven estaba demasiado nerviosa como para estarse quieta.
-Traed ropa seca y algo de comida caliente para el chico, por favor-ordenó Ayla.
-Y también para la princesa-dijo Robb alzando la voz.
Ayla se sentó en el suelo, delante del niño, envuelta en la capa de piel de oso de Robert, y lo observó: tenía la piel muy pálida, casi parecía enfermiza, como si llevase mucho tiempo encerrado sin que le tocase el sol, algo que sorprendió a la joven, ya que el sol de Malmö en verano siempre tostaba su piel blanca. Tenía el cabello castaño claro, liso, por encima de los hombros. En su rostro brillaban dos ojitos pequeños y oscuros, sobre unos pómulos marcados, una nariz pequeña y delicada y unos labios finos y rosados. Sus harapos no dejaban ver bien la constitución del niño, pero cuando le tendió el plato de cocido caliente pudo observar unos dedos huesudos y delgados en una mano temblorosa.
El niño comenzó a comer, primero despacio, porque la comida estaba muy caliente, después a grandes sorbos. El mayordomo tendió otro plato de cocido a Ayla, pero ella lo declinó con un gesto con la mano, ante la mirada de desaprobación de Robb.
-Cómo te llamas, pequeño?-preguntó ella con un suave hilo de voz.
-Brandon-dijo entre sorbo y sorbo-Brandon Jory,
-¿Jory?-repitió Ryden en voz alta, aunque nadie pareció escucharlo.
-¿Y cuántos años tienes?
-Siete años, casi ocho.
-¿Y, eres de Malmö? ¿Tienes familia allí?
-Mis hermanos y yo hemos nacido en Malmö, mi padre es jinete de dragón, al servicio del rey Haakon, pero mi madre es de otra isla.
-¿Tú padre es Cassius Jory?-preguntó Ryden de repente, abriéndose paso entre la gente para situarse al lado de Ayla. El niño asintió con la cabeza.-Ayla, su padre es Cassius Jory de los Antiguos Clanes, miembro del Consejo de Ancianos...
-Ya no lo es...-dijo Brandon con tristeza-El rey Svend hizo desaparecer a todos los miembros del Consejo que no se unieron a su causa. Ahora hay familias de los Nuevos Clanes en el Consejo.
-¿Como los Pendragón?-preguntó Ayla.
El niño asintió de nuevo con la cabeza:
-Y los Pendragón también. Cuando mi padre se negó a aceptar a Svend como rey no volvió a casa. Unos jinetes entregaron las cenizas de su dragón a mi madre. Después ella se puso enferma y a mis hermanos y a mi nos llevaron a la Fortaleza de las Escamas...¡Mis hermanos!-gritó de repente, sobresaltado-¿Dónde está la caja? Debo entregársela a Ayla Adger, o sino mis hermanos morirán... me lo dijo el rey.
-Cálmate-dijo Ayla sujetando al chico por los hombros. El niño estaba realmente asustado, temblando de miedo. La joven no lo podía creer... la pena de muerte estaba prohibida en Malmö desde la Gran Guerra porque arrebataba lo que el Primer Dragón más apreciaba: la vida-Jen, en las alforjas de mi dragón hay una caja de madera, de este tamaño, más o menos-recreó con las manos el tamaño de la caja-decorada con flores, ¿te importaría traérmela?
Jen asintió y salió de la estancia.
-Yo soy Ayla Adger...-pronunció ella en un tono firme y serio-Háblame de tus hermanos...
-Mi hermana mayor se llama Tamy, tiene diez años y a veces es un poco mandona conmigo, mi hermano menor se llama Ryon y tiene seis, siempre está pegado a mi e intenta hacer todo lo que yo hago... Él... tiene una marca como la tuya-dijo señalando el dragón serpentado en el pecho de Ayla-pero en la mano, y en forma de rosa.
-Es un Sangre Pura.-afirmó Ryden.
-Svend los tiene encerrados en la Fortaleza de las Escamas, me dijo que si no entregaba la caja a Ayla Adger los ahorcaría...-el niño se echó a llorar y Ayla lo abrazó contra su pecho.
-Nadie va a ahorcar a nadie Brandon, te lo prometo.
Jen volvió con la caja de madera. Ayla se levantó y la cogió de sus brazos y la dejó sobre la mesa. La abrió sola, con cuidado, cogió un pequeño pergamino de su interior y lo leyó despacio. Después cogió la caja y la tiró contra el suelo, rompiéndola por la mitad y dejando que su contenido se esparciera por el suelo. Era una trenza de pelo, negra como el azabache, solo una persona en toda Halogala tenía el cabello tan oscuro; Lis.
-¿Qué pone en la nota?-preguntó Ryden.
-Svend quiere que nos reunamos mañana al mediodía, en La Roca, para anunciar nuestra rendición. Sino... la próxima vez enviará una parte que duela más al cortarla...
Ayla golpeó la mesa con el puño, mientras sus ojos se salpicaban de lágrimas. Miró los ojos inocentes de Brandon, la mirada de preocupación de Robb, la mueca de incertidumbre de Ryden... Se acercó a su prometido y le agarró la mano entre las suyas. A través de su grueso guante de cuero, Robb sintió el gélido tacto de las manos de ella y las magulladuras de la soga.
-Sabes que mi prioridad siempre ha sido mantenerte a salvo, y no te pediría que vinieses conmigo si no supiese cuanto te necesito a mi lado...-apoyaron la frente del uno sobre la del otro.
-Te prometí que siempre estaría a tu lado...-dijo él con todo el amor del mundo-en los buenos momentos y en los malos.
-¿Es que vas a rendirte?-se sorprendió Ryden-¡No puedes hacer esto!
-Nos estamos muriendo de hambre, Ryden-protestó ella-No sobreviviremos al invierno. Ya ha sufrido demasiada gente por esta guerra estúpida... Nos rendiremos, pero negociaremos las condiciones. Ayla miró al grupo de oficiales reunidos a su alrededor y proclamó en voz alta:- A primera hora de la mañana nos reuniremos en la cima del Peñón y elegiré a doce jinetes que me acompañaran a la negociación: el príncipe Robb, mi primo Ryden Adger y yo encabezaremos el Consejo de la negociación, mientras que Tavi y Eloff se quedarán al mando del Peñón del Diablo durante nuestra ausencia. Ahora id a cenar y descansad bien, que los dragones estén limpios y lustrosos, mañana nos espera un gran día...
* * *
Era más de media noche cuando Ayla, por fin, pudo encerrarse en su cámara a descansar. Cerró la pesada puerta de madera de roble tras de si. Robb la esperaba, acurrucado entre sus pieles, con el torso desnudo al descubierto: desde el incidente de Axel que no habían compartido lecho, pero esa noche, ella lo necesitaba a su lado. Apenas habían pasado un par de semanas, pero a Ayla se le había hecho eterno el no poder sentir la piel cálida de Robb pegada a la suya ni esa sensación de tranquilidad que le transmitía.
-Brandon se ha quedado dormido como un tronco-dijo Robb, aunque Ayla parecía no escucharlo.
Había entrado descalza, con la mirada perdida, con la mente ausente y su ropa sucia y ensangrentada en la mano. La cámara de piedra negra estaba apenas iluminada por un par de lámparas de aceite y a pesar de la cortina, el viento azotaba la estancia como si estuviesen en la intemperie. Ninguno de los dos solía usar ropa de dormir, les gustaba sentir la piel desnuda del otro sobre la suya, pero esa noche, Ayla vestía una túnica de tirantes y un pantalón corto de algodón, solo usaba ropa en los días que estaba en el periodo. Robb vio una mueca de tristeza en su rostro, mientras lavaba sus ropas de
montar manchadas de sangre en un barreño de madera. Cuando terminó se sentó en la esquina de la cama, abatida. Él se acercó a ella y le besó los hombros con ternura mientras le acariciaba el pecho con delicadeza:
-No te preocupes,-dijo él entre susurros-Es posible que aún no sea el momento...
-¿Y cuándo lo será? -preguntó muy preocupada-Llevamos casi un año intentándolo... Mi madre concibió antes de la Ceremonia de Unión, y mi tía dio a luz apenas unos meses después de la boda...
-Quizá el Primer Dragón no quiere crear vida en tiempos de guerra, pero tranquila: acabaremos teniendo un hijo, te lo prometo.
Robb la tumbó en la cama y la acarició para que relajarla mientras hablaba sobre como serían sus hijos:
-A mi madre le gustaría que si tenemos una niña, la llamásemos como ella, aunque se que ni se te ocurriría por la cabeza llamarla Margaret, pero tranquila, hay nombres de niña muy bonitos tanto en Malmö como en Land. Si es chico me gustaría un nombre completo, podríamos llamarlo Haakon-Magnus, como nuestros padre o un nombre famoso de nuestra dinastía como Trystan Madden "el rey de las montañas" o Gareth Adger "el jinete de las sombras"...
-Axel.-dijo ella con un golpe seco de voz.
-¿Cómo has dicho?
-Axel. Si tenemos un niño se llamará Axel.
A pesar de las preocupaciones que inundaban a Ayla, el cansancio y el frío, junto con el cálido abrazo de Robb lograron que la joven durmiese como un lirón durante toda la noche. El que no consiguió conciliar el sueño fue el príncipe Madden, que parecía que el nombre que había elegido Ayla para su hijo no nato no era de su total agrado.
* * *
El viento soplaba violentamente aquella mañana de finales de verano. Ayla Adger se había vestido con una túnica azul marino, la más hermosa que tenía, aunque la había combinado con un pantalón de montar y unas gruesas botas. Se había dejado el cabello suelto, revoloteándole alrededor de las mejillas. Ayla se había estado dejando el pelo largo, pero a raíz de la entrega de la trenza de Lis, se lo había cortado esa misma mañana hasta dejarlo por encima de los pechos. No vestía ostentosamente, apenas llevaba joyas, solo el collar de plata de su madre y la talla de madera que le había regalado Robb. Sobre los hombros lucía una capa del mismo color que la túnica, larga hasta los pies y con capucha. En el cinturón se había colgado su daga, que llevaba a la espalda, oculta bajo la capa. Dzigan se revolvía entre sus hombros.
En la cima del peñón de roca negra aguardaban Acamar y Gorgonea, con las escamas bien brillantes y ensillados con sus mejores monturas, con el arco y el carcaj de Ayla. Robb aguardaba al lado del dragón negro, él también se había vestido con sus mejores galas de guerra. Una pechera de cuero marrón flexible y pantalones negros, llevaba guantes y botas de invierno, una espada colgada del cinto y una capa de piel de oso sobre los hombros. Ryden, en cambio, se había vestido como siempre: una casaca negra sobre la camisa blanca y pantalones de montar. En su cinturón llevaba colgada su arma y los guantes de montar, ni siquiera llevaba una capa para protegerse del frío viento. Ayla ya había elegido a los doce jinetes que la acompañarían, entre ellos estaba su salvador: Sam, y su hermano Jen. Sam montaba un dragón de los vientos: una de las pocas razas que tenía pelo en lugar de escamas: era de color gris con manchas blancas y azuladas, tenía garras de león y unas orejas grandes y afiladas. Jen tenía un dragón de fuego llamado Magma, se asemejaba a un lagarto gigante, con afiladas garras negras y grandes alas que le permitían ser de los más ágiles, a diferencia de Hydor, el dragón de Axel, mucho más grande y pesado que que el de Jen.
-Tavi Zaid y Eloff Mann quedan al mando de la Fortaleza del Peñón del Diablo-proclamó Ayla en voz alta para que todos lo escuchasen-Si algo me ocurriese, llevaos a todos los jinetes hacia Pike, ayudad a las tropas del príncipe Robert y regresad todos a Land, allí estaréis a salvo...
-Ayla...-intentó protestar Robb.
-Tu padre dijo que siempre habría un hogar para mi en Land, si yo no regreso con vida, al menos que lo hagan mis hombres...-dijo Ayla en tono de súplica. Robb asintió con la cabeza-Mi prioridad es que vuelvas con vida Robb, ya lo sabes... Si solo el príncipe Robert regresa, él quedará al mando, es mi único deseo. Os llevará a Land o a otras Islas del Norte, pero os doy mi palabra de que os mantendrá a salvo, aunque haré todo lo posible para que podáis regresar a casa con vuestras familias...
Entre los reunidos se escuchó una vocecilla y un cuerpecito que se coló entre los dragones:
-¡Yo también quiero ir!-era Brandon, el muchacho que había traído la caja con el cabello de Lis. Se plantó delante de Ayla-Quiero ir con vosotros, Svend tiene a mis hermanos...-dijo sollozando.
Ayla se arrodilló y le colocó una mano en el hombro:
-Es muy peligroso hombrecito...-le dijo ella con un suave tono de voz-Necesito que te quedes aquí, si las cosas no salen bien podrías ser el último Jory de los Antiguos Clanes...
-Pero mis hermanos...-protestó.
-Haré todo lo posible por traerlos de vuelta, te lo prometo.-Ayla se levantó y buscó con la mirada a Tavi y a Eloff-Cuidad bien de él, por favor...-ellos asintieron.
Luego se dirigió a Ryden y le cogió las manos. Le miró a los ojos, su mirada decía que le quería, que no era solo su primo, era su hermano: el único miembro de su familia que seguía a su lado y que jamás lo había abandonado... pero sus labios se dirigieron a su prometido:
-Robb, necesito que me hagas un favor...
-Adelante-respondió él.
-Necesito que lleves tú a Acamar a La Roca-con un movimiento rápido como el viento, Ayla bloquó a Ryden y le colocó la cabeza contra las escamas de Gorgonea mientras le ataba las manos a la espalda.
-¿Qué diablos estás haciendo Ayla?-protestó Ryden anonadado, aunque ninguno de los presentes dijo nada, solo se mantuvieron en silencio.
-Lo siento mucho Ryden...-dijo ella entre lágrimas-Es la única manera de garantizar la seguridad de Lis, Svend no jugará con ella sabiendo que tenemos a su hijo de rehén.
Con la ayuda de Sam y Jen montó a Ryden en Gorgonea y ella cogió las riendas, aguardó a que todos los jinetes de hubiesen colocado y levantó el vuelo bajo los rugidos de los dos dragones a la cabeza, al que después se unieron las doce monturas que los acompañaban, en medio de tanta confusión, Robb hizo un gesto a Brandon y subió al chiquillo a Acamar. Instantes después los catorce jinetes ponían rumbo a La Roca.
La lluvia le empapaba el cabello, no le había dado tiempo a cambiarse de ropa y la sangre y la suciedad se le pegaban al cuerpo, ni siquiera había cogido una capa para protegerse de las lágrimas de las nubes. Acamar volaba incómodo, los dragones de las tinieblas tenían cierta sintonía con las tormentar, pero el pobre animal estaba exhausto de tanta batalla y se inquietaba cada vez que veía a Ayla montar sobre su lomo. La muchacha dirigió al animal lo más cerca del agua que podía, con cuidado para que las embravecidas olas no le mojasen. Las crestas espumosas azotaban la pequeña embarcación en la que un niño pequeño y empapado, vestido con harapos se balanceaba al compás de la tormenta. El chiquillo no tendría más de siete u ocho años, el cabello castaño se le pegaba a las mejillas y, a pesar de la oscuridad de las primeras horas de la noche, Ayla observó como dos inquietos ojos oscuros vigilaban todos sus movimientos. El pequeño estaba sentado en uno de los bancos de la barca de madera, sin remos ni nada, solamente sujetaba una caja de madera sobre su regazo. Acamar se situó sobre la embarcación, pero las olas no le dejaron que se acercase lo suficiente como para agarrar al chico al vuelo. Ayla buscó en las alforjas de su montura y ató a la silla una gruesa soga:
-¡Escúchame, chico!-le gritó-Voy a lanzarte una cuerda para subirte, átatela al rededor de la cintura y tiraré de ti. Pero tendrás que dejar esa caja, no voy a tener la suficiente fuerza como para levantaros a los dos.
-No puedo soltar esta caja-gritó el pequeño con una voz grave pero infantil
-¿Por qué no?-se quejó Ayla preocupada por la situación del chiquillo
-Es muy importante, no lo entenderías. Pero tengo que entregar esta caja. Es un asunto de vida o muerte.
-Está bien. Haremos una cosa: voy a lanzarte la cuerda y tú la atarás a la caja, la subiré y después lanzaré la cuerda de nuevo y te subiré a ti ¿de acuerdo?
El niño asintió mientras un rayo le iluminaba la mitad del rostro y un trueno resonaba en la cercanía. Ayla lanzó la cuerda y subió la caja lo más rápido que pudo, no sabía que había dentro, pero al vida de ese niño corría peligro si no la ponía a salvo. Guardó la caja de madera, decorada con cenefas florales talladas y volvió a lanzar la soga. El chico se ató la cuerda a la cintura y Ayla comenzó a subirlo, con cuidado, pero cuando estaba a medio camino, un rayo calló en el bote, haciéndolo estallar en mil pedazos, Acamar se asustó y se revolvió en el aire mientras graznaba asustado. Con el zarandeo, la joven casi pierde el equilibrio, pero se aguantó bien mientras observaba como el nudo se deshacía de la cintura del chico y el niño caía al agua. Ayla actuó rápida. se ató la soga al cinturón y se lanzó de cabeza al agua fría. Estaba tan mojada por la lluvia que apenas notó el cambió de temperatura al zambullirse, pero no veía nada, la oscuridad lo envolvía a su alrededor, apenas distinguía algunos trozos de madera que salían a flote a su alrededor, tanteó el agua a oscuras, pronto le faltaría el agua, tiró de la cuerda para darle una señal a Acamar. Los Instructores de la Academia siempre decían que los jinetes y las monturas estaban unidos por un vínculo más fuerte de lo que nadie podría imaginar, era tan intenso que incluso podían llegar a saber lo que pensaba o lo que sentía el otro. Acamar demostró ser el dragón más inteligente y más fiel de lo que los instructores de Ayla habrían visto jamás. Utilizó su don con las tormentas para canalizar los rayos hacia él, provocando que un haz de luz amarilla iluminase el agua bajo sus patas y Ayla pudiese ver como la mano del chico estaba apenas a unos centímetros de su bota. Agarró al chico con todas sus fuerzas y Acamar los levantó de un tirón. Cuando llegaron a la fortaleza, Robb les esperaba en la entrada de la boca de la cueva. La joven bajó de un salto del dragón, donde ya había un par de mozos listos para hacerse cargo de él. Estaba empapada y llevaba al niño en brazos, con el rostro oculto en su pecho, la muchacha notaba como el pequeño no paraba de llorar. Se dirigió a los hombres que se estaban haciendo cargo de Acamar:
-Secad lo bien y dale un buen plato de comida, se lo merece.-le dio unas palmaditas en el lomo y se dirigió donde la esperaba Robb. Al lado del joven príncipe, uno de sus mayordomos aguardaba con un montón de toallas sobre los brazos. Robert cogió una y se dispuso a envolver a Ayla, pero la chica se negó y envolvió al niño con ellas. Ayla temblaba, el cabello rubio empapado se le enganchaba al rostro y la ropa sucia se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Robb se quitó su capa de piel de oso y envolvió a Ayla, después cogió al niño en brazos.
-Está bien, deja que yo me encargue-le suplicó-tú debes descansar.
Ella lo miró con los ojos verdes humedecidos:
-Vamos a la Sala de Reuniones. Reúne a los oficiales. Creo que este chico tiene muchas cosas que contar.
Cuando llegaron a la Sala, Robb sentó al niño en una silla cerca de la chimenea. Intentó que Ayla se sentara y descansara también, pero la joven estaba demasiado nerviosa como para estarse quieta.
-Traed ropa seca y algo de comida caliente para el chico, por favor-ordenó Ayla.
-Y también para la princesa-dijo Robb alzando la voz.
Ayla se sentó en el suelo, delante del niño, envuelta en la capa de piel de oso de Robert, y lo observó: tenía la piel muy pálida, casi parecía enfermiza, como si llevase mucho tiempo encerrado sin que le tocase el sol, algo que sorprendió a la joven, ya que el sol de Malmö en verano siempre tostaba su piel blanca. Tenía el cabello castaño claro, liso, por encima de los hombros. En su rostro brillaban dos ojitos pequeños y oscuros, sobre unos pómulos marcados, una nariz pequeña y delicada y unos labios finos y rosados. Sus harapos no dejaban ver bien la constitución del niño, pero cuando le tendió el plato de cocido caliente pudo observar unos dedos huesudos y delgados en una mano temblorosa.
El niño comenzó a comer, primero despacio, porque la comida estaba muy caliente, después a grandes sorbos. El mayordomo tendió otro plato de cocido a Ayla, pero ella lo declinó con un gesto con la mano, ante la mirada de desaprobación de Robb.
-Cómo te llamas, pequeño?-preguntó ella con un suave hilo de voz.
-Brandon-dijo entre sorbo y sorbo-Brandon Jory,
-¿Jory?-repitió Ryden en voz alta, aunque nadie pareció escucharlo.
Brandon Jory: el pequeño que trae la amenaza de muerte de Svend |
-¿Y cuántos años tienes?
-Siete años, casi ocho.
-¿Y, eres de Malmö? ¿Tienes familia allí?
-Mis hermanos y yo hemos nacido en Malmö, mi padre es jinete de dragón, al servicio del rey Haakon, pero mi madre es de otra isla.
-¿Tú padre es Cassius Jory?-preguntó Ryden de repente, abriéndose paso entre la gente para situarse al lado de Ayla. El niño asintió con la cabeza.-Ayla, su padre es Cassius Jory de los Antiguos Clanes, miembro del Consejo de Ancianos...
-Ya no lo es...-dijo Brandon con tristeza-El rey Svend hizo desaparecer a todos los miembros del Consejo que no se unieron a su causa. Ahora hay familias de los Nuevos Clanes en el Consejo.
-¿Como los Pendragón?-preguntó Ayla.
El niño asintió de nuevo con la cabeza:
-Y los Pendragón también. Cuando mi padre se negó a aceptar a Svend como rey no volvió a casa. Unos jinetes entregaron las cenizas de su dragón a mi madre. Después ella se puso enferma y a mis hermanos y a mi nos llevaron a la Fortaleza de las Escamas...¡Mis hermanos!-gritó de repente, sobresaltado-¿Dónde está la caja? Debo entregársela a Ayla Adger, o sino mis hermanos morirán... me lo dijo el rey.
-Cálmate-dijo Ayla sujetando al chico por los hombros. El niño estaba realmente asustado, temblando de miedo. La joven no lo podía creer... la pena de muerte estaba prohibida en Malmö desde la Gran Guerra porque arrebataba lo que el Primer Dragón más apreciaba: la vida-Jen, en las alforjas de mi dragón hay una caja de madera, de este tamaño, más o menos-recreó con las manos el tamaño de la caja-decorada con flores, ¿te importaría traérmela?
Jen asintió y salió de la estancia.
-Yo soy Ayla Adger...-pronunció ella en un tono firme y serio-Háblame de tus hermanos...
-Mi hermana mayor se llama Tamy, tiene diez años y a veces es un poco mandona conmigo, mi hermano menor se llama Ryon y tiene seis, siempre está pegado a mi e intenta hacer todo lo que yo hago... Él... tiene una marca como la tuya-dijo señalando el dragón serpentado en el pecho de Ayla-pero en la mano, y en forma de rosa.
-Es un Sangre Pura.-afirmó Ryden.
-Svend los tiene encerrados en la Fortaleza de las Escamas, me dijo que si no entregaba la caja a Ayla Adger los ahorcaría...-el niño se echó a llorar y Ayla lo abrazó contra su pecho.
-Nadie va a ahorcar a nadie Brandon, te lo prometo.
Jen volvió con la caja de madera. Ayla se levantó y la cogió de sus brazos y la dejó sobre la mesa. La abrió sola, con cuidado, cogió un pequeño pergamino de su interior y lo leyó despacio. Después cogió la caja y la tiró contra el suelo, rompiéndola por la mitad y dejando que su contenido se esparciera por el suelo. Era una trenza de pelo, negra como el azabache, solo una persona en toda Halogala tenía el cabello tan oscuro; Lis.
-¿Qué pone en la nota?-preguntó Ryden.
-Svend quiere que nos reunamos mañana al mediodía, en La Roca, para anunciar nuestra rendición. Sino... la próxima vez enviará una parte que duela más al cortarla...
Ayla golpeó la mesa con el puño, mientras sus ojos se salpicaban de lágrimas. Miró los ojos inocentes de Brandon, la mirada de preocupación de Robb, la mueca de incertidumbre de Ryden... Se acercó a su prometido y le agarró la mano entre las suyas. A través de su grueso guante de cuero, Robb sintió el gélido tacto de las manos de ella y las magulladuras de la soga.
-Sabes que mi prioridad siempre ha sido mantenerte a salvo, y no te pediría que vinieses conmigo si no supiese cuanto te necesito a mi lado...-apoyaron la frente del uno sobre la del otro.
-Te prometí que siempre estaría a tu lado...-dijo él con todo el amor del mundo-en los buenos momentos y en los malos.
-¿Es que vas a rendirte?-se sorprendió Ryden-¡No puedes hacer esto!
-Nos estamos muriendo de hambre, Ryden-protestó ella-No sobreviviremos al invierno. Ya ha sufrido demasiada gente por esta guerra estúpida... Nos rendiremos, pero negociaremos las condiciones. Ayla miró al grupo de oficiales reunidos a su alrededor y proclamó en voz alta:- A primera hora de la mañana nos reuniremos en la cima del Peñón y elegiré a doce jinetes que me acompañaran a la negociación: el príncipe Robb, mi primo Ryden Adger y yo encabezaremos el Consejo de la negociación, mientras que Tavi y Eloff se quedarán al mando del Peñón del Diablo durante nuestra ausencia. Ahora id a cenar y descansad bien, que los dragones estén limpios y lustrosos, mañana nos espera un gran día...
* * *
Era más de media noche cuando Ayla, por fin, pudo encerrarse en su cámara a descansar. Cerró la pesada puerta de madera de roble tras de si. Robb la esperaba, acurrucado entre sus pieles, con el torso desnudo al descubierto: desde el incidente de Axel que no habían compartido lecho, pero esa noche, ella lo necesitaba a su lado. Apenas habían pasado un par de semanas, pero a Ayla se le había hecho eterno el no poder sentir la piel cálida de Robb pegada a la suya ni esa sensación de tranquilidad que le transmitía.
-Brandon se ha quedado dormido como un tronco-dijo Robb, aunque Ayla parecía no escucharlo.
Había entrado descalza, con la mirada perdida, con la mente ausente y su ropa sucia y ensangrentada en la mano. La cámara de piedra negra estaba apenas iluminada por un par de lámparas de aceite y a pesar de la cortina, el viento azotaba la estancia como si estuviesen en la intemperie. Ninguno de los dos solía usar ropa de dormir, les gustaba sentir la piel desnuda del otro sobre la suya, pero esa noche, Ayla vestía una túnica de tirantes y un pantalón corto de algodón, solo usaba ropa en los días que estaba en el periodo. Robb vio una mueca de tristeza en su rostro, mientras lavaba sus ropas de
Ayla y Robb intentan, sin éxito, concebir un hijo |
-No te preocupes,-dijo él entre susurros-Es posible que aún no sea el momento...
-¿Y cuándo lo será? -preguntó muy preocupada-Llevamos casi un año intentándolo... Mi madre concibió antes de la Ceremonia de Unión, y mi tía dio a luz apenas unos meses después de la boda...
-Quizá el Primer Dragón no quiere crear vida en tiempos de guerra, pero tranquila: acabaremos teniendo un hijo, te lo prometo.
Robb la tumbó en la cama y la acarició para que relajarla mientras hablaba sobre como serían sus hijos:
-A mi madre le gustaría que si tenemos una niña, la llamásemos como ella, aunque se que ni se te ocurriría por la cabeza llamarla Margaret, pero tranquila, hay nombres de niña muy bonitos tanto en Malmö como en Land. Si es chico me gustaría un nombre completo, podríamos llamarlo Haakon-Magnus, como nuestros padre o un nombre famoso de nuestra dinastía como Trystan Madden "el rey de las montañas" o Gareth Adger "el jinete de las sombras"...
-Axel.-dijo ella con un golpe seco de voz.
-¿Cómo has dicho?
-Axel. Si tenemos un niño se llamará Axel.
A pesar de las preocupaciones que inundaban a Ayla, el cansancio y el frío, junto con el cálido abrazo de Robb lograron que la joven durmiese como un lirón durante toda la noche. El que no consiguió conciliar el sueño fue el príncipe Madden, que parecía que el nombre que había elegido Ayla para su hijo no nato no era de su total agrado.
* * *
El viento soplaba violentamente aquella mañana de finales de verano. Ayla Adger se había vestido con una túnica azul marino, la más hermosa que tenía, aunque la había combinado con un pantalón de montar y unas gruesas botas. Se había dejado el cabello suelto, revoloteándole alrededor de las mejillas. Ayla se había estado dejando el pelo largo, pero a raíz de la entrega de la trenza de Lis, se lo había cortado esa misma mañana hasta dejarlo por encima de los pechos. No vestía ostentosamente, apenas llevaba joyas, solo el collar de plata de su madre y la talla de madera que le había regalado Robb. Sobre los hombros lucía una capa del mismo color que la túnica, larga hasta los pies y con capucha. En el cinturón se había colgado su daga, que llevaba a la espalda, oculta bajo la capa. Dzigan se revolvía entre sus hombros.
En la cima del peñón de roca negra aguardaban Acamar y Gorgonea, con las escamas bien brillantes y ensillados con sus mejores monturas, con el arco y el carcaj de Ayla. Robb aguardaba al lado del dragón negro, él también se había vestido con sus mejores galas de guerra. Una pechera de cuero marrón flexible y pantalones negros, llevaba guantes y botas de invierno, una espada colgada del cinto y una capa de piel de oso sobre los hombros. Ryden, en cambio, se había vestido como siempre: una casaca negra sobre la camisa blanca y pantalones de montar. En su cinturón llevaba colgada su arma y los guantes de montar, ni siquiera llevaba una capa para protegerse del frío viento. Ayla ya había elegido a los doce jinetes que la acompañarían, entre ellos estaba su salvador: Sam, y su hermano Jen. Sam montaba un dragón de los vientos: una de las pocas razas que tenía pelo en lugar de escamas: era de color gris con manchas blancas y azuladas, tenía garras de león y unas orejas grandes y afiladas. Jen tenía un dragón de fuego llamado Magma, se asemejaba a un lagarto gigante, con afiladas garras negras y grandes alas que le permitían ser de los más ágiles, a diferencia de Hydor, el dragón de Axel, mucho más grande y pesado que que el de Jen.
-Tavi Zaid y Eloff Mann quedan al mando de la Fortaleza del Peñón del Diablo-proclamó Ayla en voz alta para que todos lo escuchasen-Si algo me ocurriese, llevaos a todos los jinetes hacia Pike, ayudad a las tropas del príncipe Robert y regresad todos a Land, allí estaréis a salvo...
-Ayla...-intentó protestar Robb.
-Tu padre dijo que siempre habría un hogar para mi en Land, si yo no regreso con vida, al menos que lo hagan mis hombres...-dijo Ayla en tono de súplica. Robb asintió con la cabeza-Mi prioridad es que vuelvas con vida Robb, ya lo sabes... Si solo el príncipe Robert regresa, él quedará al mando, es mi único deseo. Os llevará a Land o a otras Islas del Norte, pero os doy mi palabra de que os mantendrá a salvo, aunque haré todo lo posible para que podáis regresar a casa con vuestras familias...
Entre los reunidos se escuchó una vocecilla y un cuerpecito que se coló entre los dragones:
-¡Yo también quiero ir!-era Brandon, el muchacho que había traído la caja con el cabello de Lis. Se plantó delante de Ayla-Quiero ir con vosotros, Svend tiene a mis hermanos...-dijo sollozando.
Ayla se arrodilló y le colocó una mano en el hombro:
-Es muy peligroso hombrecito...-le dijo ella con un suave tono de voz-Necesito que te quedes aquí, si las cosas no salen bien podrías ser el último Jory de los Antiguos Clanes...
-Pero mis hermanos...-protestó.
-Haré todo lo posible por traerlos de vuelta, te lo prometo.-Ayla se levantó y buscó con la mirada a Tavi y a Eloff-Cuidad bien de él, por favor...-ellos asintieron.
Luego se dirigió a Ryden y le cogió las manos. Le miró a los ojos, su mirada decía que le quería, que no era solo su primo, era su hermano: el único miembro de su familia que seguía a su lado y que jamás lo había abandonado... pero sus labios se dirigieron a su prometido:
-Robb, necesito que me hagas un favor...
-Adelante-respondió él.
-Necesito que lleves tú a Acamar a La Roca-con un movimiento rápido como el viento, Ayla bloquó a Ryden y le colocó la cabeza contra las escamas de Gorgonea mientras le ataba las manos a la espalda.
-¿Qué diablos estás haciendo Ayla?-protestó Ryden anonadado, aunque ninguno de los presentes dijo nada, solo se mantuvieron en silencio.
-Lo siento mucho Ryden...-dijo ella entre lágrimas-Es la única manera de garantizar la seguridad de Lis, Svend no jugará con ella sabiendo que tenemos a su hijo de rehén.
Ayla se ve obligada a traicionar a Ryden para salvar a sus seres queridos. |
Con la ayuda de Sam y Jen montó a Ryden en Gorgonea y ella cogió las riendas, aguardó a que todos los jinetes de hubiesen colocado y levantó el vuelo bajo los rugidos de los dos dragones a la cabeza, al que después se unieron las doce monturas que los acompañaban, en medio de tanta confusión, Robb hizo un gesto a Brandon y subió al chiquillo a Acamar. Instantes después los catorce jinetes ponían rumbo a La Roca.
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