Desde que se había graduado como jinete de Malmö, de la isla de Halogala, la vida de la joven princesa era un no parar. No solo debía atender sus ajetreados entrenamiento con Acamar y el equipo azul, sino que también tenía que terminar su formación como sacerdotisa del Primer Dragón, algo a lo que estaban obligadas todas las muchachas de la aldea, además de asistir con su padre a las reuniones de Malmö, consejos de guerra, acuerdos comerciales, quejas de los habitantes de la aldea... A las únicas reuniones que no asistía eran a las del Consejo de Ancianos, puesto que estaban reservadas estrictamente para los patriarcas de las familias de los Antiguos Clanes. Ayla estaba tan ocupada que dejó al margen las clases de "princesa" que debía tomar como cantar, bailar o tocar algún instrumento musical... dejar de lado esas lecciones en realidad fue un alivio para la muchacha, ya que las artes femeninas y de seducción no eran su punto más fuerte. Se marchaba temprano, nada más salir al sol, a entrenar con los dragones.
Ser la líder del equipo azul fue más complicado de lo que creía: para empezar, trabajar con Axel fue más sencillo de lo que Ayla pensaba. Al parecer, el joven y egocéntrico Pendragon y la heredera de Haakon Adger pensaban de forma similar: Axel apoyaba a su líder cuando tenía que tomar una decisión importante, y cuando otro de los miembros del equipo la cuestionaba, Axel siempre defendía la decisión de Ayla. Axel y Ayla no volvieron a hablar de lo que sucedió durante la celebración de la graduación, pero la muchacha notaba algo diferente en Axel, ya no se portaba como un idiota con ella, la respetaba, e incluso le sonreía... Sabía que haría muy feliz a su padre y contentaría al Consejo si se casaba con él, pero su fe y su devoción por el Primer Dragón no le dejaban hacerlo. El no era el otro extremo de su hilo rojo.
Fue más complicado trabajar con Lis, su amiga de toda la vida, que con Axel. La chiquilla de cabellos negros estaba convencida de que había habido un error, no podía ocupar el rango más bajo dentro del equipo, hasta el vago de Eloff tenía un puesto superior. Había sido la decepción de la familia, era la primera promoción donde se aceptaban chicas, y sus padres y sus abuelos no se habían mostrado demasiado convencidos en que Lis comenzara sus entrenamientos en la academia de dragones, y sumado a que ocupaba una denigrante posición en el grupo... Lis se estaba alejando cada vez más de su familia. Eso, sumado a que tampoco quería ejercer como sacerdotisa en la Montaña de Fuego, Lis Solberg se estaba convirtiendo en la decepción de los pobres Solberg. Por ese motivo, y porque era tozuda como una mula, Lis cuestionaba todas las decisiones de Ayla, o no acataba sus órdenes, a su líder no le quedaba más remedio que castigarla limpiando los establos de sus dragones, algo que ella odiaba todavía más.
Otra de las obligaciones de Ayla, era formarse como sacerdotisa del Primer Dragón. Todas las jóvenes se preparaban para cumplir los ritos y ceremonias correctamente. La vida religiosa estaba muy presente en la sociedad de Malmö, y Ayla, especialmente, tenía una especial devoción por el Primer Dragon y asistía encantada a las clases. Se purificaba siempre que podía y ofrecía todos sus logros a su Dios. Sabía que su deber como buena creyente era crear vida, casarse y darle a su marido muchos hijos, aunque temía ese día con toda su alma. Primero por su futuro, una reina guerrera que tuviese que amamantar a una criatura no podría asistir a las batallas y combatir junto a los suyos, después por la presión que ejercía su padre sobre la continuidad de la dinastía, el heredero... Y por último porque le aterraba la idea de que un hombre estuviese dentro de ella... Ayla no era virgen, ni ninguna de las chicas de Malmö que ya hubiese sangrado por primera vez. Las muchachas eran sometidas a los Primeros Ritos, en las cavernas de agua termal, cercanas a la Montaña de Fuego. Apenas terminaban su primer periodo, una sacerdotisa purificaba a las jóvenes y ofrecían un regalo al Primer Dragón, como agradecimiento al don de la fertilidad que les había concebido. Después, un jinete del dragón elegido por los padres de la criatura desvirgaba a la joven en una de las cavernas. Ayla recordaba traumatizada su primera experiencia con un hombre. Su padre había elegido para ella el jinete Momo Thibute, un venerado y respetado guerrero, que medía casi dos metros de alto y que era el hombre más bestia y más bruto que Ayla había conocido jamás. La experiencia fue muy dolorosa, y desde ese día, que la joven no había vuelto a yacer con un hombre desde sus doce tiernos años. Lis no asistía a las clases del Templo, no era tan devota como Ayla, especialmente en el tema de gestar niños y crear vida, ya que Lis prefería otro tipo de compañía, más femenina.
Y luego estaba el tema de ser la heredera de Malmö y guardiana de la Isla de Halogala y de sus dragones. El Consejo de Ancianos aun no había tomado una decisión sobre el futuro de Ayla. Barajaban varias opciones: Podían dejarla reinar, con todos los derechos, como si se tratase de un varón. Podían casarla con un príncipe extranjero, en contra de su fe y de su voluntad, y dejar que su primo Ryden ocupase su lugar como rey. También existía la opción de que ambos reinasen conjuntamente y que un príncipe extranjero se casase con ella y viniese a vivir a Malmö y que ella ejerciese de consorte. La opción más aplaudida por el Consejo era la de casar a la joven Ayla con Axel Pendragón. La familia encabezada por Kristian Pendragón era la más acaudalada de la isla, y la más importante de los Nuevos Clanes, gracias a sus conocimientos de navegación y sus relaciones con el continente, los Pendragón controlaban la mayor parte de los movimientos comerciales de Malmö, pero no podían participar en las decisiones políticas del Consejo de Ancianos. La unión entre Axel y Ayla, permitiría al patriarca unirse al Consejo y la ansiada corona sería para un joven nacido y criado en la isla. Una de las desventajas de esa unión era mezclar la sangre pura de Ayla con una la sangre de los Nuevos Clanes.
Ayla era pura, así llamaban a los miembros de los Antiguos Clanes que poseían la Marca. Las familias de los Antiguos Clanes se diferenciaban mediante marcas de nacimiento que poseían sus miembros. Cada vez más, la sangre de los Nuevos Clanes invadía la de los Antiguos, y nacían menos niños completamente puros. Incluso dos hermanos, uno podía poseer la marca y otro no. La familia se extinguía cuando la Marca dejaba de aparecer en sus recién nacidos. Haakon temía que eso sucediese con los Adger, y que eso conllevase a la pérdida de su lugar en el Consejo y que el pueblo perdiese el respeto por su dinastía. Haakon poseía la marca, un dragón en forma de serpiente que le rodeaba la muñeca derecha, de color rosa muy claro, casi imperceptible. Ni su hermano Svend ni Ryden habían nacido con la marca, pero Ayla sí, en su pecho, sobre el corazón, roja como el vino negro, en forma de dragón serpenteado. El objetivo de Kristian era conseguir que el dragón serpenteado fuese el sello de su familia.
La única hija de Haakon, también debía atender a muchos embajadores que presentaban sus respetos al rey y pedían su consentimiento para realizar transacciones comerciales con Malmö. Las tierras de Halogala no eran muy fétiles y los cultivos no eran abundantes, pero era la única isla donde habitaban dragones: escamas, dientes, garras y el sinfín de piedras preciosas que surgían en las minas de la Montaña de Fuego. Esos objetos de lujo eran objetos codiciados por los sultanes del este, y Ayla estaba harta de recibir a príncipes indios con propuestas comerciales y peticiones de matrimonio para ella. Aunque en ocasiones se llevaban cierta decepción al conocer a la famosa princesa.
Ayla Adger no era precisamente la típica "princesa". Por muchas telas finas, sedas y gasas que le regalasen, a causa de sus obligaciones como jinete, la muchacha solía vestir con pantalones elásticos, y túnicas cortas de algodón, bajo un corpiño de cuero que le sujetaba los pechos cuando montaba. Tampoco gozaba de una belleza extraordinaria: era rubia, con mechones de ondas de distintos tono, pero la mayoría de personas de Malmö tenían el cabello y los ojos claros, así que no destacaba como Lis, que lucía una melena negra azabache, en una larga trenza que le caía por la espalda. Ayla no llevaba el pelo largo, siempre lo había llevado a la altura de los hombros, y odiaba ponerse diademas o hacerse incómodos peinados, a pesar de las insistencias de su padre y de su tía. Tenía los ojos verde oscuros, con destellos anaranjados. No había heredado la delgadez y la esbeltez de su madre: era una chica pequeña, con marcadas curvas que ocultaba bajo su ropa masculina y a pesar de su baja estatura, el ejercicio y el entrenamiento constante la habían dotado de fuertes músculos. No tenía los pechos grandes como la mayoría de las mujeres, eso también le hacía perder cierto punto de belleza en Halogala, pero si tenía las caderas anchas, perfectas para dar a luz a muchos hijos. Fue un alivio para su padre ver que durante la pubertad, la muchacha se desarrollaba bien. Su madre, había fallecido al dar a luz, porque sus estrechas caderas no soportaron el parto y casi mueren ambas durante el alumbramiento. Elisabetha, que era más ancha, también tuvo problemas al nacer Ryden, pero una cesara le salvó la vida a ella y a su bebé, aunque no pudo volver a concebir jamás. En la estatura tampoco se parecía a su familia paterna, Haakon medía más de dos metros, y Svend le seguía de muy de cerca. Ryden tampoco se quedaba corto, puesto que a sus diecinueve años, uno más que su prima, le sacaba más de una cabeza de ventaja. En lo que se parecía a Tiana, su madre, era en la cara. Ayla no lo sabía, puesto que Tiana había muerto en su parto, pero ambas poseían el mismo rostro ovalado, con pómulos altos y rasgos delicados, la nariz pequeña y los labios finos y rosados. De una belleza extraordinaria que denotaba la alta cuna de la que provenían. A pesar de no poseer una extrema feminidad, Ayla era una muchacha muy educada, que sabía respetar a su interlocutor, era culta e inteligente, y causaba una sensación de bienestar y comodidad a sus interlocutores. Algo de que carecía era de la picardía y las artes de seducción por las que destacaba Tiana, Ayla era tímida y discreta, y le daba mucha verguenza intentar seducir a un hombre para convencerle de algo, otro aspecto que a su padre preocupaba.
Ayla era tan común y tan poco llamativa que ningún príncipe se fijaba en ella, solo un sultán indio advirtió del delicado rostro de la muchacha: Aysel.
El príncipe Aysel venía del este, de las Indias. Era un hombre muy rico, y desde un principio fijó un gran interés en Ayla. Era mucho mayor que ella, tenía el cabello negro, los ojos azules y los rasgos afilados. Vestía una larga túnica negra cerrada, con dragones rojos bordados y de manga larga. Y mostró desde un principio un especial interés en las gemas de Halogala y en la princesa Ayla...
Las últimas palabras que dijo ese arrogante príncipe antes de que la guardia de Haakon se lo llevasen arrastras de Malmö al intentar forzar a Ayla mientras charlaban "amigablemente" sobre telas y gemas:
-¡Te arrepentirás de esto Haakon! Me necesitas, a mi y a mi flota... Los Madden están en Pike, Adger, ya vienen hacia aquí y no vas a poder detenerlos con un puñado de dragones. ¡Me necesitas Haakon Adger, tú y tu niña mimada me necesitáis!
Ser la líder del equipo azul fue más complicado de lo que creía: para empezar, trabajar con Axel fue más sencillo de lo que Ayla pensaba. Al parecer, el joven y egocéntrico Pendragon y la heredera de Haakon Adger pensaban de forma similar: Axel apoyaba a su líder cuando tenía que tomar una decisión importante, y cuando otro de los miembros del equipo la cuestionaba, Axel siempre defendía la decisión de Ayla. Axel y Ayla no volvieron a hablar de lo que sucedió durante la celebración de la graduación, pero la muchacha notaba algo diferente en Axel, ya no se portaba como un idiota con ella, la respetaba, e incluso le sonreía... Sabía que haría muy feliz a su padre y contentaría al Consejo si se casaba con él, pero su fe y su devoción por el Primer Dragón no le dejaban hacerlo. El no era el otro extremo de su hilo rojo.
Fue más complicado trabajar con Lis, su amiga de toda la vida, que con Axel. La chiquilla de cabellos negros estaba convencida de que había habido un error, no podía ocupar el rango más bajo dentro del equipo, hasta el vago de Eloff tenía un puesto superior. Había sido la decepción de la familia, era la primera promoción donde se aceptaban chicas, y sus padres y sus abuelos no se habían mostrado demasiado convencidos en que Lis comenzara sus entrenamientos en la academia de dragones, y sumado a que ocupaba una denigrante posición en el grupo... Lis se estaba alejando cada vez más de su familia. Eso, sumado a que tampoco quería ejercer como sacerdotisa en la Montaña de Fuego, Lis Solberg se estaba convirtiendo en la decepción de los pobres Solberg. Por ese motivo, y porque era tozuda como una mula, Lis cuestionaba todas las decisiones de Ayla, o no acataba sus órdenes, a su líder no le quedaba más remedio que castigarla limpiando los establos de sus dragones, algo que ella odiaba todavía más.
Otra de las obligaciones de Ayla, era formarse como sacerdotisa del Primer Dragón. Todas las jóvenes se preparaban para cumplir los ritos y ceremonias correctamente. La vida religiosa estaba muy presente en la sociedad de Malmö, y Ayla, especialmente, tenía una especial devoción por el Primer Dragon y asistía encantada a las clases. Se purificaba siempre que podía y ofrecía todos sus logros a su Dios. Sabía que su deber como buena creyente era crear vida, casarse y darle a su marido muchos hijos, aunque temía ese día con toda su alma. Primero por su futuro, una reina guerrera que tuviese que amamantar a una criatura no podría asistir a las batallas y combatir junto a los suyos, después por la presión que ejercía su padre sobre la continuidad de la dinastía, el heredero... Y por último porque le aterraba la idea de que un hombre estuviese dentro de ella... Ayla no era virgen, ni ninguna de las chicas de Malmö que ya hubiese sangrado por primera vez. Las muchachas eran sometidas a los Primeros Ritos, en las cavernas de agua termal, cercanas a la Montaña de Fuego. Apenas terminaban su primer periodo, una sacerdotisa purificaba a las jóvenes y ofrecían un regalo al Primer Dragón, como agradecimiento al don de la fertilidad que les había concebido. Después, un jinete del dragón elegido por los padres de la criatura desvirgaba a la joven en una de las cavernas. Ayla recordaba traumatizada su primera experiencia con un hombre. Su padre había elegido para ella el jinete Momo Thibute, un venerado y respetado guerrero, que medía casi dos metros de alto y que era el hombre más bestia y más bruto que Ayla había conocido jamás. La experiencia fue muy dolorosa, y desde ese día, que la joven no había vuelto a yacer con un hombre desde sus doce tiernos años. Lis no asistía a las clases del Templo, no era tan devota como Ayla, especialmente en el tema de gestar niños y crear vida, ya que Lis prefería otro tipo de compañía, más femenina.
Y luego estaba el tema de ser la heredera de Malmö y guardiana de la Isla de Halogala y de sus dragones. El Consejo de Ancianos aun no había tomado una decisión sobre el futuro de Ayla. Barajaban varias opciones: Podían dejarla reinar, con todos los derechos, como si se tratase de un varón. Podían casarla con un príncipe extranjero, en contra de su fe y de su voluntad, y dejar que su primo Ryden ocupase su lugar como rey. También existía la opción de que ambos reinasen conjuntamente y que un príncipe extranjero se casase con ella y viniese a vivir a Malmö y que ella ejerciese de consorte. La opción más aplaudida por el Consejo era la de casar a la joven Ayla con Axel Pendragón. La familia encabezada por Kristian Pendragón era la más acaudalada de la isla, y la más importante de los Nuevos Clanes, gracias a sus conocimientos de navegación y sus relaciones con el continente, los Pendragón controlaban la mayor parte de los movimientos comerciales de Malmö, pero no podían participar en las decisiones políticas del Consejo de Ancianos. La unión entre Axel y Ayla, permitiría al patriarca unirse al Consejo y la ansiada corona sería para un joven nacido y criado en la isla. Una de las desventajas de esa unión era mezclar la sangre pura de Ayla con una la sangre de los Nuevos Clanes.
Ayla era pura, así llamaban a los miembros de los Antiguos Clanes que poseían la Marca. Las familias de los Antiguos Clanes se diferenciaban mediante marcas de nacimiento que poseían sus miembros. Cada vez más, la sangre de los Nuevos Clanes invadía la de los Antiguos, y nacían menos niños completamente puros. Incluso dos hermanos, uno podía poseer la marca y otro no. La familia se extinguía cuando la Marca dejaba de aparecer en sus recién nacidos. Haakon temía que eso sucediese con los Adger, y que eso conllevase a la pérdida de su lugar en el Consejo y que el pueblo perdiese el respeto por su dinastía. Haakon poseía la marca, un dragón en forma de serpiente que le rodeaba la muñeca derecha, de color rosa muy claro, casi imperceptible. Ni su hermano Svend ni Ryden habían nacido con la marca, pero Ayla sí, en su pecho, sobre el corazón, roja como el vino negro, en forma de dragón serpenteado. El objetivo de Kristian era conseguir que el dragón serpenteado fuese el sello de su familia.
La única hija de Haakon, también debía atender a muchos embajadores que presentaban sus respetos al rey y pedían su consentimiento para realizar transacciones comerciales con Malmö. Las tierras de Halogala no eran muy fétiles y los cultivos no eran abundantes, pero era la única isla donde habitaban dragones: escamas, dientes, garras y el sinfín de piedras preciosas que surgían en las minas de la Montaña de Fuego. Esos objetos de lujo eran objetos codiciados por los sultanes del este, y Ayla estaba harta de recibir a príncipes indios con propuestas comerciales y peticiones de matrimonio para ella. Aunque en ocasiones se llevaban cierta decepción al conocer a la famosa princesa.
Ayla Adger no era precisamente la típica "princesa". Por muchas telas finas, sedas y gasas que le regalasen, a causa de sus obligaciones como jinete, la muchacha solía vestir con pantalones elásticos, y túnicas cortas de algodón, bajo un corpiño de cuero que le sujetaba los pechos cuando montaba. Tampoco gozaba de una belleza extraordinaria: era rubia, con mechones de ondas de distintos tono, pero la mayoría de personas de Malmö tenían el cabello y los ojos claros, así que no destacaba como Lis, que lucía una melena negra azabache, en una larga trenza que le caía por la espalda. Ayla no llevaba el pelo largo, siempre lo había llevado a la altura de los hombros, y odiaba ponerse diademas o hacerse incómodos peinados, a pesar de las insistencias de su padre y de su tía. Tenía los ojos verde oscuros, con destellos anaranjados. No había heredado la delgadez y la esbeltez de su madre: era una chica pequeña, con marcadas curvas que ocultaba bajo su ropa masculina y a pesar de su baja estatura, el ejercicio y el entrenamiento constante la habían dotado de fuertes músculos. No tenía los pechos grandes como la mayoría de las mujeres, eso también le hacía perder cierto punto de belleza en Halogala, pero si tenía las caderas anchas, perfectas para dar a luz a muchos hijos. Fue un alivio para su padre ver que durante la pubertad, la muchacha se desarrollaba bien. Su madre, había fallecido al dar a luz, porque sus estrechas caderas no soportaron el parto y casi mueren ambas durante el alumbramiento. Elisabetha, que era más ancha, también tuvo problemas al nacer Ryden, pero una cesara le salvó la vida a ella y a su bebé, aunque no pudo volver a concebir jamás. En la estatura tampoco se parecía a su familia paterna, Haakon medía más de dos metros, y Svend le seguía de muy de cerca. Ryden tampoco se quedaba corto, puesto que a sus diecinueve años, uno más que su prima, le sacaba más de una cabeza de ventaja. En lo que se parecía a Tiana, su madre, era en la cara. Ayla no lo sabía, puesto que Tiana había muerto en su parto, pero ambas poseían el mismo rostro ovalado, con pómulos altos y rasgos delicados, la nariz pequeña y los labios finos y rosados. De una belleza extraordinaria que denotaba la alta cuna de la que provenían. A pesar de no poseer una extrema feminidad, Ayla era una muchacha muy educada, que sabía respetar a su interlocutor, era culta e inteligente, y causaba una sensación de bienestar y comodidad a sus interlocutores. Algo de que carecía era de la picardía y las artes de seducción por las que destacaba Tiana, Ayla era tímida y discreta, y le daba mucha verguenza intentar seducir a un hombre para convencerle de algo, otro aspecto que a su padre preocupaba.
Ayla era tan común y tan poco llamativa que ningún príncipe se fijaba en ella, solo un sultán indio advirtió del delicado rostro de la muchacha: Aysel.
El príncipe Aysel venía del este, de las Indias. Era un hombre muy rico, y desde un principio fijó un gran interés en Ayla. Era mucho mayor que ella, tenía el cabello negro, los ojos azules y los rasgos afilados. Vestía una larga túnica negra cerrada, con dragones rojos bordados y de manga larga. Y mostró desde un principio un especial interés en las gemas de Halogala y en la princesa Ayla...
Las últimas palabras que dijo ese arrogante príncipe antes de que la guardia de Haakon se lo llevasen arrastras de Malmö al intentar forzar a Ayla mientras charlaban "amigablemente" sobre telas y gemas:
-¡Te arrepentirás de esto Haakon! Me necesitas, a mi y a mi flota... Los Madden están en Pike, Adger, ya vienen hacia aquí y no vas a poder detenerlos con un puñado de dragones. ¡Me necesitas Haakon Adger, tú y tu niña mimada me necesitáis!
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