-¡Retirada!-gritó Ayla desde Acamar mientras veía como una lluvia de flechas se acercaba a sus naves. El sultán Aysel les había engañado, y había puesto sus tropas al servicio de la causa de Svend. Les habían cogido por sorpresa mientras intentaban tomar la playa oeste con las naves de Robbert Madden.-¡Retirada!-gritó de nuevo.
Era una mañana demasiado bonita, soleada, sin una nube en el cielo, solo un poco de brisa que refrescaba el ambiente, parecía imposible que un día tan despejado pudiera salir algo mal. Algunos de sus hombres ya habían desembarcado en la arena, Robb entre ellos:
-Que los dragones más grandes remolquen los barcos hasta el Peñón, el resto id a la playa a buscar a nuestros hombres.
Con esas palabras, Ayla ya había encaminado a Acamar a toda prisa en busca de Robb. El joven príncipe, al ver a los dragones acercarse tan deprisa hacia ellos, se percató enseguida de que algo iba mal, vio como las flechas se dirigían directas hacia sus hombres, gritó un "A cubierto" y se refugió bajo su escudo, sintiendo como las afiladas puntas se clavaban en el metal pintado con el blasón del oso. Ordenó a sus hombres meterse en el agua e ir en busca de los dragones que iban a buscarlos. Estiró una mano y Ayla lo alcanzó al vuelo, montándolo detrás del lomo de Acamar, y alejándose lo más rápido que podía del alcance de las flechas. Se detuvo justo en la línea de fuego, donde las flechas ya no llegaban, a observar como los dragones remolcaban naves y transportaban a los hombres de vuelta al Peñón del Diablo. Habían ardido dos barcos, afortunadamente las bajas habían sido mínimas, y no habían perdido ningún dragón. Las manos de Robb le rodeaban la cintura, sintió su pecho contra su espalda, y como el corazón le latía muy deprisa. Se había llevado un buen susto, igual que ella, pero estaba a salvo. Le agarró la mano y el le acarició la oreja con los labios: "Estoy aquí, estoy bien, estamos bien"-le susurró-"Ya ha pasado todo". Sin duda, las palabras de su prometido consiguieron aliviar un poco el miedo que había sentido la joven, y se dispuso a localizar a sus amigos para terminar de replegarse a la fortaleza: Tavi Zaid y su dragón del hielo, junto a otros jinetes y bestias de la misma raza, estaban terminando de crear una franja helada en el mar para evitar el paso de las naves enemigas. Zaniah estaba terminando de remolcar uno de los barcos, en cuanto vio a Ayla se situó a su lado. el dragón de Ryden, Gorgonea, llevaba a dos hombres en su lomo, y se colocó al otro lado de Acamar. Eloff se había quedado en la fortaleza, parecía que todos estaban a salvo. Pero, de repente, Ayla escuchó unos gritos de socorro, un barco se había quedado atrás, aún podían alcanzarle las flechas, delante de ellos, volaba nervioso un dragón de escamas rojas: Hydor.
"¿Qué le pasa a Axel?"-se preguntó Ayla, ¿por qué no estaba controlando a su montura? La realidad le golpeó la cara como un buen puñetazo: el dragón iba sin jinete, Axel no estaba. La joven no se lo pensó dos veces y guió a su montura al encuentro de Hydor y calmó a la bestia con unas caricias en el hocico.
-Robb, toma las riendas-dijo poniéndose de pie en su montura.
-Ayla, ¿qué vas a hacer?-dijo el otro temeroso mientras Ayla saltaba sobre el lomo del enorme dragón rojo.
-Tengo que encontrar a Axel. Me has visto llevar a Acamar miles de veces, Robb, por favor, necesito que vayas al Peñón y comiences a organizarlo todo: heridos, bajas, pérdidas...
-Ayla... pero yo...
-Por favor...-le suplicó ella-necesito saber que puedo confiar en ti.
Robb asintió con la cabeza, no muy convencido.
-Está bien, pero llévate a Dzigan-le tendió al dragoncito verde que había estado dormitando en su alforja-por si necesitas ayuda.
Ella obedeció y acomodó a su compañero escamoso en su hombro
Ryden y Lis se acercaron a ellos.
-Necesito que remolquéis ese barco hasta el Peñón y ayudéis a Robb con los heridos. Voy a buscar a Axel.
Le costó manejar a Hydor, era más grande y más pesado que Acamar, y no sabía aprovechar las corrientes de aire como Acamar, por su enorme peso, tampoco podía planear con facilidad, y a Ayla le costó guiarlo hacia donde quería. Zaniah ya se había llevado el barco, Ayla siguió el rastro que había dejado, con temor a que Axel se hubiese caído al agua, pero no encontró ni un rastro del joven Pendragón. Justo delante de ella se asomaban unas rocas, Axel podría haberse golpeado la cabeza al caer y perdido el conocimiento mientras se hundía en el mar. Ayla se sintió tentada de lanzarse al agua en busca de su amigo, peor Hydor se revolvió y obligó a la joven a mirar hacia delante: había una pequeña cala, escondida entre los acantilados, y sobre la arena, acariciado por las olas, había un cuerpo tendido...
-Axel...-susurró Ayla, mientras enviaba a Dzigan de vuelta al Peñón y se acercaba a la cala.
El aterrizaje fue forzoso, Hydor era demasiado grande para aterrizar en la arena, así que lo hizo en el agua, cerca de la orilla. Una mueca de dolor se apoderó de su rostro cuando sus rodillas recibieron el impacto de una caída de tanta altura. El agua le cubría los muslos, se acercó dando grandes zancadas hacia el cuerpo. Efectivamente, era Axel, tumbado de costado, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Ayla lo colocó boca arriba, estaba empapado en sangre, una flecha le había perforado el pulmón. Ella intentó reanimarlo, respiraba débilmente, le golpeó el pechó para intentar despertarlo, pero solo consiguió una tos encharcada y que entreabreise los ojos:
-¿Ayla?-preguntó Axel con la voz ahogada. La flecha le había alcanzado mientras remolcaba el barco, y había caído al agua, con sus últimas fuerzas se había arrastrado hasta la cala, pero se estaba desangrando y la herida del pulmón no le dejaba respirar bien, y cada vez que lo intentaba el agua salada le subía por la garganta. Ayla le acomodó la espalda contra una roca:
-¿Axel? Estoy aquí... No te preocupes, ya he pedido ayuda... Solo tienes que aguantar un poco ¿está bien? Mantente despierto, conmigo...
La mano ensangrentada de él, acarició su mejilla, ella le respondió sujetándole la mano con cariño:
-Sabes tan bien como yo que en cuanto me quiten esta flecha, moriré desangrado en instantes...
-No digas eso, Axel. Vivirás, ya lo verás... Te necesito, eres mi segundo al mano. Venga Axel, lucha...
La mente del joven parecía no escuchar las palabras de la muchacha. Hablaba con un débil hilo de voz:
-Lo que me consuela es saber que moriré por una causa en la que creo. Y al lado de la mujer de la que estoy enamorado.Y cuando me reúna con el Primer Dragón, le suplicaré que intervenga por ti en la guerra.-Axel tosió de nuevo, se ahogaba cada vez que intentaba hablar, Ayla le sacudió el cuerpo para mantenerlo despierto-Ayla, te lo suplico... si hay algún tipo de afecto en tu corazón hacia mi, acaba con esto rápido. El dolor, y la sensación de ahogamiento es insoportable...
-No me pidas que haga eso Axel...-dijo ella entre lágrimas
Pendragón seguía divagando:
-Solo espero que cuando mires a los ojos a ese kuti, lo beses y le hagas el amor, te acuerdes de mi...-volvió a atragantarse con sus palabras-Ayla, te lo ruego...
Hydor rugió, preocupado por su dueño y ambos lo miraron, apenados. Ayla sabía bien cual era el destino de un dragón al morir su jinete.
Ayla acarició la mejilla de Axel y sus frentes se tocaron. Le besó suavemente en los labios:
-Nunca te olvides de mi, Ayla Adger-pronunció él, ya muy débil-Nunca te olvides del hombre que te amó desde el principio, y que dio la vida por ti y tu causa.
-Jamás te olvidaré Axel Pendragón...-susurró ella con los ojos cerrados.
Le besó de nuevo en los labios. Escuchó como otros dragones se acercaban, pero siguió besándolo. Su boca sabía a sal y a sangre, la mano manchada de él le acarició la mejilla hasta que sus fuerzas se lo permitieron, y en el momento más inesperado: le arrancó la flecha de cuajo. Respiró ahogándose y escupió sangre, manchándole la camisa y la cara. Dejó caer su frente sobre el hombro de Ayla y le susurró un débil: "Gracias" antes de expirar y cerrar los ojos para siempre. Ayla apretó la punta de la flecha en la palma de su mano, hasta que un hilo de líquido rojo como el vino manchó la arena bajo sus pies.
Gorgonea y Zaniah habían venido en su ayuda, con Ryden, Lis y Robb. La joven princesa se volvió hacia ellos, con Axel en sus brazos, y cuando escuchó el aterrizaje se volvió a mirarlos: un escalofrío le recorrió la espina dorsal a Robb, montado detrás de Lis, ya había visto esa mirada antes, cuando su madre la humilló, pero jamás había desprendido tanto odio, ni tanta sed de sangre. Los destellos anaranjados de sus ojos se habían extendido y cubrían todo el iris, la pupila se había contraído y se había alargado, convirtiéndose en un afilado cuchillo negro en el centro de los ojos. Ya no parecían ojos humanos, sino de dragón, cargados de odio, rabia, y maldad, y estaban fijos en él...
Sin decir nada, Ayla se colgó la espada de Axel en la espalda y arrastró el cuerpo por la arena. Intentó montarlo en Hydor, pero Axel, aunque no era tan alto como Ryden, si que era más corpulento y el dragón de fuego demasiado alto como para poder alzarlo. Ayla pateó la arena enfadada, llorando de rabia e impotencia, golpeó las piedras a sus pies y golpeó con los puños la dura piel del dragón de fuego. Lis hizo ademán de desmontar para ayudarla, pero Ayla la fulminó con su mirada de reptil y la muchacha de cabellos negros se quedó inmóvil, temblando de miedo encima de su dragón. Robb si que se bajó de Zaniah de un salto, Ayla se había sentado en la arena, mirándose los pies, lanzó la misma mirada a Robb, pero él hizo caso omiso y levantó el cuerpo de Axel sobre su espalda y lo montó sobre Hydor, ella no se lo agradeció, ni siquiera lo miró, se limitó a subir al dragón y a marcharse hacia el Peñón.
El viaje de los tres dragones fue incómodamente silencioso: Ayla parecía ausente, apretó las manos en las riendas de Hydor hasta que sangraron y se mordió el labio inferior hasta arrancarse un trozo de piel. El odio y la venganza estaban anidando en un alma que solo había desprendido amor en sus diecisiete años de vida. En cuanto aterrizaron dentro de la fortaleza subterránea que escondía el Peñón del Diablo, Ayla comenzó a dar órdenes:
-Llevad el cadáver de Axel a la Cámara de los Caídos, alimentad a su dragón y preparadlo junto con Acamar para salir en un par de horas.
Ayla andaba deprisa por los pasillos, dando órdenes, Robb la intentaba seguir, aunque casi tenía que trotar para alcanzarla:
-¿Se puede saber que vas a hacer?-preguntó preocupado.
-Voy a devolver el cadáver de Axel a su familia.
La muchacha se deshizo de su ropa de montar y empapada en sangre y se vistió con una túnica corta, color hueso y se recogió el pelo en una cola alta. La Cámara de los Caídos era una gran sala escavada en la roca negra donde se preparaban los cadáveres de los fallecidos en las batallas para su incineración. Aún no habían terminado de limpiar y preparar todos los cuerpos de los que habían muerto ese día, pero el de Axel tenía prioridad. En el centro de la sala circular, iluminada por pequeñas lámparas de aceite, había una mesa de piedra, donde se preparaba el cadáver, pegados a las paredes estaban amontonados en fila el resto de cadáveres; a la izquierda, ensangrentados y sucios, a la derecha, envueltos completamente en sábanas de lino blanco, listos para el funeral. Al rededor de la mesa había cubos de agua y mesitas con utensilios para preparar el cadáver, y alrededor de la sala, varios cubos de mimbres para depositar las ropas y otros utensilios que les quitaban a los cuerpos: Axel estaba tumbado en la mesa, boca arriba, pálido y gélido como un témpano de hielo. Desnudo,
solo cubierto hasta la cintura por una fina sábana de lino. De su cuello colgaba el diente de dragón que se concedía a los jinetes de su cargo. Ella se acercó temerosa, con los ojos empapados en lágrimas, y comenzó a limpiar el cuerpo con un paño húmedo. Cosió la herida de la flecha concienzudamente, para que no le quedase cicatriz, aunque en realidad, eso ya no importaba. Cogió un cubo de agua y se lo tiró sobre el pelo, se lo peinó suavemente, acariciándole y cantando las canciones en su lengua sagrada, pidiendo al Primer Dragón que velase el alma de ese pobre chico. Le acarició el rostro y la barba incipiente y los labios gruesos y rosados. Cuando terminó de limpiarlo comenzó a envolverle entero en la sábana blanca con una técnica que, como sacerdotisa del Primer Dragón, dominaba, se detuvo al llegar al pecho, acarició el diente de dragón que colgaba de su cuello y se derrumbó: comenzó a llorar desesperadamente tendida sobre el pecho de Axel:
-Axel, por favor, vuelve conmigo. No me dejes sola-sollozaba entre lágrimas-Te necesito, por favor Axel, me casaré contigo si es lo que quieres, pero por favor, vuelve, no voy a poder hacer esto sin ti... Te quiero, te necesito, por favor, me casaré contigo te lo prometo... Axel, vuelve...
Robbert observaba la escena desde la penumbra de la puerta. Había visto a Ayla besar a Axel en sus últimos instantes, y esas palabras le estaban perforando el alma. Él la quería, la quería con todo su corazón y deseaba ir a ayudarla, consolarla entre sus brazos y decirle que todo iría bien. Pero la mirada de odio que le había lanzado lo tenía aterrorizado, era como si le echase a él la culpa de la muerte de Axel. El joven había seguido a Ayla, por temor a que hiciese una tontería, pero no se había atrevido a entrar en la sala, solo podía quedarse ahí, inmóvil, impotente, viendo como la mujer que amaba sufría y derramaba lágrimas por otro hombre, y no podía hacer nada para evitarlo.
Cuando terminó, pidió que llevasen el cuerpo de Axel a la entrada de la cueva y lo cargasen sobre Hydor. Ella se había vuelto a poner ropas de montar limpias, a su espalda llevaba colgada la espada de los Pendragón: de acero de doble filo, con la empuñadura de hueso de dragón y con la forma de un reptil de fuego tallado en el mango y una capa gris con capucha le cubría los hombros. Una cuerda unía a Hydor y a Acamar, que también aguardaba en la entrada, junto con Robb, Lis, Ryden, Eloff y otros oficiales de la resistencia. Ayla llevaba consigo una bandera blanca atada a la mano, montó al dragón negro y comenzó a dar órdenes, sin mirar a nadie a los ojos:
-Mi equipo y Robb quedan al mando de la fortaleza hasta que vuelva: si ya habéis hecho el recuento de bajas y pérdidas ocupaos de que los heridos estén bien atendidos y que no les falte de nada a los dragones. Volveré lo antes posible.
Robb se adelantó y se agarró a la pierna de Ayla:
-Déjame ir contigo...-le suplicó son los enormes ojos añil humedecidos.
Ella sacudió la pierna para que le soltara:
-No puedo...-Y emprendió el vuelo.
Ayla surcó las pocas millas de distancia que separaban el Peñón del Diablo con la costa oeste de Halogala. No tuvo ningún problema al atravesar la primera línea de vigilancia con la bandera blanca izada, pero tuvo que detenerse delante de la Montaña de Fuego, sobre una construcción de piedra amarillenta donde dos vigías, vestidos con casco de punta y armadura de escamas negra, vigilaban el paso a Malmö junto a sus dos dragones. Eran dos jinetes algo mayores que Ayla, pero jóvenes y confiados, y aunque iban armados con lanza y puñal a Ayla no le parecieron ninguna amenaza.
-Alto, ¿quién anda ahí?-preguntó uno de los guardias blandiendo su espada contra la joven.
-Ayla Adger, hija de Haakon, vengo a proponeros una tregua...-dijo ella mostrando su marca de nacimiento y la bandera blanca.
-¿Cómo sabemos que no es una trampa?
-¿Una única jinete en frente a un ejército? Por favor, no soy ninguna amenaza, solo quiero proponer una tregua...
Los guardias susurraron algo entre ellos.
-Está bien, puesto que eres la sobrina del rey y te debemos un respeto, te escoltaré personalmente hasta la Fortaleza de las Escamas.
-No-se negó ella ante la sorpresa de los guardias-con quien debo hablar es con Kristian Pendragón, debo informarlo sobre su hijo.
Los vigías volvieron a hablar entre ellos y al final aceptaron que uno de ellos la escoltase hasta el hogar de los Pendragón. La mansión de la familia más rica de los Antiguos Clanes se encontraba apartada del centro de la aldea, una ventaja para Ayla, ya que así no la reconocerían al entrar. Se cubrió la cabeza con la capa y siguió al guía. Ya pasaba el mediodía cuando sobrevolaron la construcción. La casa estaba en medio de un bosquecillo, justo delante de un estanque donde nadaban una pareja de cisnes, estaba hecha de mármol blanco y rosa, con cortinas en la entrada del pórtico, coronado por seis columnas dóricas con tocados dorados y unas escaleras que daban al estanque: el patriarca de los Pendragón desayunaba en el porche: iba vestido con una larga túnica púrpura con brocados de oro y el cabello largo y rubio oscuro peinado hacia atrás, sujeto por una corona dorada con incrustaciones de piedras preciosas, que dejaba a la vista sus pequeños ojos azules y su rostro de rasgos punzantes. Tenía ya más de cincuenta años, era un hombre menudo que en sus años mozos había sido jinete, aún se divisaba la marca en su antebrazo entre las pulseras y los pliegues de la ropa, no había destacado como gran guerrero, pero era un hombre inteligente y locuaz que pronto cambió la espada y el dragón por los negocios. Kristian estaba recostado en una litera, bebiendo vino y comiendo queso de una copa de oro, cuando vio aterrizar al guardia con Ayla, que se quitó la capucha, y el dragón de su hijo, tragó saliva y salió en su encuentro, se imaginaba lo peor.
El vigía ayudó a la joven a descargar el cadáver de Axel y a depositar lo sobre uno de los bancos de mármol que rodeaban el estanque:
-Dejadnos solos...-ordenó Kristian al vigía nada más llegar en un tono solemne y serio
-Pero señor...-protestó el otro.
-Te he dicho que nos dejes solos. Y por favor, se discreto con la visita de Ayla, yo mismo informaré al rey.
-Como ordenéis.
El guardia se marchó, y Kristian destapó el rostro del paquete de lino que le había dejado Ayla, para descubrir que efectivamente, se trataba de su primogénito. Una vocecilla gritó desde el pórtico de la casa:
-¡Padre! ¿Ese es Hydor? ¿Ha vuelto Axel a casa?
-Llevaos enseguida a Berto a casa-ordenó Kristian con los ojos empapados en lágrimas. El niño protestó cuando las sirvientas lo agarraron y lo metieron dentro de casa de nuevo. El hombre se volvió hacia Ayla-¿Cómo fue?
-Una flecha, en el ataque de esta mañana. Murió en mis brazos. Ayla se quitó la espada y sacó de su riñonera la cinta azul de Axel, la que le habían dado el día de su graduación, que envolvía su diente de dragón-Creo que esto os pertenece, como también el destino de su montura.
-Hydor es un macho grande y fuerte, lo soltaremos en el bosque para que engendre otros bellos dragones de fuego. Son tiempos difíciles. Ayla le agradeció con la mirada que no sacrificase al dragón de Axel, era un especímenen muy hermoso y sin duda que tendría crías preciosas.
-Un Pendragón nunca olvida Ayla Adger, agradezco de todo corazón que hayas traído el cuerpo de mi hijo de vuelta a su casa.
-Axel era mi mejor amigo y un gran jinete. En su honor, vamos a proclamar una tregua de tres días, como manda la tradición para que puedas incinerar y llorar a tu hijo. Escampa sus cenizas en la cala que hay entre los acantilados del oeste, para que haya un lugar donde pueda ir a llorarle, y cuando todo esto acabe, construir un altar en su honor.
-Agradezco tu consejo, pero enterraré las cenizas de Axel en la cripta de mi familia...
Ayla se extrañó:
-Pero allí hay hueco para tres: el jinete, su montura y el otro extremo de su Hijo Rojo.
-Axel te esperará allí, a ti y a tu dragón el tiempo que sea necesario: como ha hecho desde siempre, y como siempre hará.
-Estoy prometida...-se excusó ella con un hilo de voz.
-Te esperará.
Ayla asintió con la cabeza, con los ojos humedecidos y se dispuso a partir, pero Kristian la detuvo y le tendió la venda azul con el diente de dragón:
-Ofréceselo al Primer Dragón en nombre de mi familia, él siempre te escucha, ruega porque el alma de mi hijo.
La muchacha aceptó y se marchó, viendo como el hermano pequeño de Axel descubría el cadáver y se echaba a llorar en brazos de su padre...
* * *
Ayla no pegó ojo en toda la noche, el viento nocturno entraba a través de la abertura natural de su cámara, que ejercía de ventana, y le acariciaba el rostro. Escuchaba como las olas del mar rompían contra las paredes de la roca. A su lado, sentía a Robb, dormido, su aliento le acariciaba la nuca, y pese a estar a escasos centímetros de su pecho, no lo tocaba. No le había dirigido la palabra al llegar, ni siquiera había acudido a la cena, había pasado la tarde ayudando a los hombres de la Cámara de los Caídos y después se había encerrado en su habitación. Robb entró ya bien entrada la noche, con una bandeja de comida para ella que dejó intacta en la roca que servía de mesilla. Se había pasado horas llorando en silencio, sentada sobre la cama, mirando el horizonte, como el mar se unía con los destellos anaranjados del sol en el fin de la tierra y daban paso a la fría oscuridad que ocultaba las lágrimas de su rostro de los indeseados. Él se desnudó sin decir nada, apagó su lámpara de un soplido y se acurrucó entre sus pieles. Ella hizo lo mismo pasado un rato. Las palabras de Axel no paraban de repetirse en su cabeza: "Solo espero que cuando mires a los ojos a ese kuti, lo beses y le hagas el amor, te acuerdes de mi...". Amaba a Robb, y no solo eso, sino que lo encontraba irresistible, él respetaba su luto, y no había tenido intención de tocarla, pero sabía que tarde o temprano terminaría besándolo, acariciándole y haciéndole el amor, y temía que ne lugar de ver sus enormes ojos azules, viese los de Axel, más pequeños y del color de la miel, o en lugar de acariciar sus rizos rojizos, pensar que seguía lavando aquellos mechones rubio oscuro.
Robbert Madden tampoco podía dormir, estaba muy preocupado por Ayla, deseaba poder abrazarla, dormir junto a ella como cada noche, y no estar a tan pocos centímetros sin poder tocarla, aspirando el aroma de su pelo, luchando consigo mismo para no comérsela a besos. Le invadía un sentimiento
de impotencia y medio a la vez, por un lado, ver a Ayla sufriendo, y no poder consolarla y por el otro, sentir de nuevo la mirada de reptil de la joven, posada sobre su ser. La muchacha se percató de la inquietud de Robb, él tampoco dormía, recordó como aquella mañana, él había conseguido calmar su angustia cogiéndole la mano y susurrando al oído. Buscó a oscuras la mano de Robb entre las pieles, hasta que sintió sus cálidos dedos entre los suyos, él se dio cuenta de como la buscaba y pegó su cuerpo al de ella. El vello de su cuerpo le hizo cosquillas en la espalda, y le invadió un hormigueo al sentir el calor de su cuerpo, como le besaba el pelo, la oreja y el cuello, con sus dedos entrelazados. Él se sintió feliz al ver que ella demandaba su cuerpo de nuevo, pero esta vez, no le invadió la calma, y no pudo dormir, mientras él la acariciaba, su mirada naranja, de odio, seguía fija en la pared, perdida entre las sombras, clamando venganza.
* * *
Ayla se levantó muy temprano y fue a realizar una Ceremonia de Purificación, no le pidió a Robb que la acompañase, y por tanto no honró al Primer Dragón. Se vistió con una túnica negra y gruesa, que le llegaba más a bajo de las rodillas y que por la parte de fuera de la pierna izquierda se le abría hasta la mitad del muslo. Era de tirantes gruesos con un generoso escote en forma de pico y una cinta granate apretada bajo los pechos. Llevaba el cabello suelto y bien cepillado, su cuello lo adornaba el collar de plata de su madre, y en los pies se había calzado unas sandalias negras de hilo vegetal. Era una mañana nublada, y soplaba el viento: Ayla reunió a sus amigos y a un grupo de jinetes veteranos en la cima del Peñón, donde se encendió una gran hoguera con fuego sagrado para quemar los cadáveres de los caídos la noche anterior. La joven recitó unas palabras en su lengua sagrada y lanzó el collar de diente de dragón y la cinta azul al fuego, pidiendo a los congregados que rezasen porque Axel se hubiese reunido con su creador. Kristian Pendragón, aunque hubiese declinado la propuesta de Ayla de tirar las cenizas de su hijo en la cala, si que celebró el funeral allí, y desde el Peñón del Diablo se visibilizaba la enorme columna de humo que desprendía la pira funeraria en llamas. Ayla la contempló largo rato entre lágrimas, con el viento revolviéndole el cabello, y no se movió de allí hasta que el fuego se apagó. Después, mantuvieron unos minutos de silencio, rezando por el alma de los fallecidos, y cuestionándose por primera vez desde que tenía uso de razón como el Primer Dragón, el creador de vida, se había llevado a un joven tan lleno de vitalidad.
Ayla regaló a Ryden un collar con un diente de dragón, otorgándole el puesto de su segundo al mando, Lis fue nombrada contramaestre y Robb, peón. Ayla sabía que había muchas cosas que hacer: organizar las tropas, planear una nueva estrategia, ir en busca de comida... pero la joven líder estaba demasiado dolorida como para ponerse a pensar estrategias militares: Ryden, Tavi, Eloff y Lis también estaban dolidos por la muerte de Axel, pero la manera en la que estaba reaccionando su jefe, su firme guía, no les dejaba tiempo para lamentaciones y se pusieron manos a la obra, olvidándose por completo de Ayla.
Robbert tenía que atender a sus tropas, y no encontró ningún momento para reunirse con su prometida hasta la noche. No la había visto en todo el día, ni en la comida ni en la cena, y la preocupación por ella iba cada vez en aumento, pero en su ausencia, no podía liberarse de sus tareas como heredero de Land y futuro rey de Malmö.
Robb entró en la cámara cuando el sol se ponía en el horizonte, llevaba un plato de comida y una copa de vino para Ayla. La encontró sentada en la cama, mirando al horizonte a través de la ventana, vestida todavía con la túnica negra de la ceremonia. Se sentó a su lado y observó que entre sus manos, jugueteaba con un objeto negro. Le acercó la comida a los labios, pero ella le giró la cara.
-Tienes que comer algo...-le suplicó, pero ella no pronunció palabra.- Al menos bebe un poco de vino.
Le tendió la copa, ella depositó el objeto negro en la mesilla y bebió el vino.
-Ayla, escúchame- el tono de voz de Robb era firme, pero dulce a la vez-se que es un momento difícil, no solo a ti te duele la muerte de Axel, pero debes superarlo, en estos muros se encuentra un ejército entero que confía en ti, que cree en tu liderazgo para volver a sus casas y destronar al usurpador. Tienes que ser fuerte Ayla, tienes que superar esto, no lo hagas por ti si no quieres, hazlo por Axel, él no querría verte así, hazlo por tus dragones, por Ryden, por Lis, por todos esos hombres que confían en ti. Hazlo por mi...-los ojos de Robb comenzaban a llenarse de lágrimas. Ella dejó su copa en la mesilla y le acarició la mejilla. Acercó sus labios hacia él y lo besó, primero con dulzura, después con cada vez más pasión. Ayla se sentó sobre él, besándole con ganas, acariciándole el pelo y sujetándole la cabeza por la nuca. Ella misma se desabrochó la cinta de la túnica y dejó que él palpase el interior, le apretase los pechos y le pellizcase los pezones, mientras ella suspiraba, deseándole. Ayla le desabrochó la casaca y le quitó la túnica, acarició el vello rojizo de su pecho mientras acababa de quitarle los tirantes y le mordía la carne de los pechos como si fuese un mendigo que llevase días sin probar bocado. Dejó que él le hiciese al amor, la colocó a cuatro patas y la penetró con fuerza, con ansia, como si quisiese hacerle daño. Le clavó las uñas en los muslos, la obligó a incorporarse y la agarró del cuello mientras la embestía como si no hubiese mañana. Sus gemidos de placer resonaban por todas las paredes, pero ella no emitía sonido alguno, simplemente se dejaba hacer. Sus muslos y sus nalgas se sonrojaron por los arañazos y los azotes del imparable muchacho, que no solo volvía a disfrutar del cuerpo de su prometida, sino que volvía a sentir que era él, el que llevaba la batuta. La joven tumbó a Robb boca arriba y le hizo el amor salvajemente, sintiendo sus uñas clavándose en sus muslos. Él estaba a punto de terminar, cerró los ojos y apretó los labios y dejó después de un profundo orgasmo que su esencia la inundara. Ayla respiró hondo, deseando, suplicando al Primer Dragón que la semilla de Robb Madden germinase en su interior y le engendrase un hijo. Quería tener algo de él, un recuerdo de él, algo que fuese de los dos, un niño de preciosos ojos azules que al mirarlo se acordase de todo el amor que le profesaba a su padre. Miró a su prometido, jadeando, con los ojos cerrados, con el miembro hinchado aún en su interior, ella alargó la mano hacia el objeto negro que había dejado sobre la mesilla y arañó en diagonal el pecho de Robb, desde el pectoral izquierdo hasta el lado derecho de la pelvis. Él se quejó por el dolor, el corte no había sido profundo, pero sangraba y escocía, apartó a Ayla de encima e intentó parar la hemorragia, con su camisa blanca, empapándose los dedos de sangre:
-¿Por qué has hecho eso?-dijo con la frente empapada de sudor y el rostro desencajado por el dolor.
Ayla se acercó a él, le acarició el pelo de la nuca y le mostró el objeto negro punzante que tenía en la mano. Robb lo miró con sus grandes ojos añil inyectados en miedo.
-Con esta flecha mataron a Axel.- el tono de voz de Ayla era suave, con matices de odio y rencor que asustaban todavía más a Robb-Es de obsidiana, no hay obsidiana en Malmö, por lo tanto, no pudieron ser los arqueros de Svend, sin embargo, tus hombres encontraron una mina de obsidiana cuando estábamos en Pike... Los hombres de mi tío no mataron a Axel, fueron los tuyos...
Era una mañana demasiado bonita, soleada, sin una nube en el cielo, solo un poco de brisa que refrescaba el ambiente, parecía imposible que un día tan despejado pudiera salir algo mal. Algunos de sus hombres ya habían desembarcado en la arena, Robb entre ellos:
-Que los dragones más grandes remolquen los barcos hasta el Peñón, el resto id a la playa a buscar a nuestros hombres.
Con esas palabras, Ayla ya había encaminado a Acamar a toda prisa en busca de Robb. El joven príncipe, al ver a los dragones acercarse tan deprisa hacia ellos, se percató enseguida de que algo iba mal, vio como las flechas se dirigían directas hacia sus hombres, gritó un "A cubierto" y se refugió bajo su escudo, sintiendo como las afiladas puntas se clavaban en el metal pintado con el blasón del oso. Ordenó a sus hombres meterse en el agua e ir en busca de los dragones que iban a buscarlos. Estiró una mano y Ayla lo alcanzó al vuelo, montándolo detrás del lomo de Acamar, y alejándose lo más rápido que podía del alcance de las flechas. Se detuvo justo en la línea de fuego, donde las flechas ya no llegaban, a observar como los dragones remolcaban naves y transportaban a los hombres de vuelta al Peñón del Diablo. Habían ardido dos barcos, afortunadamente las bajas habían sido mínimas, y no habían perdido ningún dragón. Las manos de Robb le rodeaban la cintura, sintió su pecho contra su espalda, y como el corazón le latía muy deprisa. Se había llevado un buen susto, igual que ella, pero estaba a salvo. Le agarró la mano y el le acarició la oreja con los labios: "Estoy aquí, estoy bien, estamos bien"-le susurró-"Ya ha pasado todo". Sin duda, las palabras de su prometido consiguieron aliviar un poco el miedo que había sentido la joven, y se dispuso a localizar a sus amigos para terminar de replegarse a la fortaleza: Tavi Zaid y su dragón del hielo, junto a otros jinetes y bestias de la misma raza, estaban terminando de crear una franja helada en el mar para evitar el paso de las naves enemigas. Zaniah estaba terminando de remolcar uno de los barcos, en cuanto vio a Ayla se situó a su lado. el dragón de Ryden, Gorgonea, llevaba a dos hombres en su lomo, y se colocó al otro lado de Acamar. Eloff se había quedado en la fortaleza, parecía que todos estaban a salvo. Pero, de repente, Ayla escuchó unos gritos de socorro, un barco se había quedado atrás, aún podían alcanzarle las flechas, delante de ellos, volaba nervioso un dragón de escamas rojas: Hydor.
"¿Qué le pasa a Axel?"-se preguntó Ayla, ¿por qué no estaba controlando a su montura? La realidad le golpeó la cara como un buen puñetazo: el dragón iba sin jinete, Axel no estaba. La joven no se lo pensó dos veces y guió a su montura al encuentro de Hydor y calmó a la bestia con unas caricias en el hocico.
-Robb, toma las riendas-dijo poniéndose de pie en su montura.
-Ayla, ¿qué vas a hacer?-dijo el otro temeroso mientras Ayla saltaba sobre el lomo del enorme dragón rojo.
-Tengo que encontrar a Axel. Me has visto llevar a Acamar miles de veces, Robb, por favor, necesito que vayas al Peñón y comiences a organizarlo todo: heridos, bajas, pérdidas...
-Ayla... pero yo...
-Por favor...-le suplicó ella-necesito saber que puedo confiar en ti.
Robb asintió con la cabeza, no muy convencido.
-Está bien, pero llévate a Dzigan-le tendió al dragoncito verde que había estado dormitando en su alforja-por si necesitas ayuda.
Ella obedeció y acomodó a su compañero escamoso en su hombro
Ryden y Lis se acercaron a ellos.
-Necesito que remolquéis ese barco hasta el Peñón y ayudéis a Robb con los heridos. Voy a buscar a Axel.
Le costó manejar a Hydor, era más grande y más pesado que Acamar, y no sabía aprovechar las corrientes de aire como Acamar, por su enorme peso, tampoco podía planear con facilidad, y a Ayla le costó guiarlo hacia donde quería. Zaniah ya se había llevado el barco, Ayla siguió el rastro que había dejado, con temor a que Axel se hubiese caído al agua, pero no encontró ni un rastro del joven Pendragón. Justo delante de ella se asomaban unas rocas, Axel podría haberse golpeado la cabeza al caer y perdido el conocimiento mientras se hundía en el mar. Ayla se sintió tentada de lanzarse al agua en busca de su amigo, peor Hydor se revolvió y obligó a la joven a mirar hacia delante: había una pequeña cala, escondida entre los acantilados, y sobre la arena, acariciado por las olas, había un cuerpo tendido...
-Axel...-susurró Ayla, mientras enviaba a Dzigan de vuelta al Peñón y se acercaba a la cala.
El aterrizaje fue forzoso, Hydor era demasiado grande para aterrizar en la arena, así que lo hizo en el agua, cerca de la orilla. Una mueca de dolor se apoderó de su rostro cuando sus rodillas recibieron el impacto de una caída de tanta altura. El agua le cubría los muslos, se acercó dando grandes zancadas hacia el cuerpo. Efectivamente, era Axel, tumbado de costado, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Ayla lo colocó boca arriba, estaba empapado en sangre, una flecha le había perforado el pulmón. Ella intentó reanimarlo, respiraba débilmente, le golpeó el pechó para intentar despertarlo, pero solo consiguió una tos encharcada y que entreabreise los ojos:
-¿Ayla?-preguntó Axel con la voz ahogada. La flecha le había alcanzado mientras remolcaba el barco, y había caído al agua, con sus últimas fuerzas se había arrastrado hasta la cala, pero se estaba desangrando y la herida del pulmón no le dejaba respirar bien, y cada vez que lo intentaba el agua salada le subía por la garganta. Ayla le acomodó la espalda contra una roca:
-¿Axel? Estoy aquí... No te preocupes, ya he pedido ayuda... Solo tienes que aguantar un poco ¿está bien? Mantente despierto, conmigo...
La mano ensangrentada de él, acarició su mejilla, ella le respondió sujetándole la mano con cariño:
-Sabes tan bien como yo que en cuanto me quiten esta flecha, moriré desangrado en instantes...
-No digas eso, Axel. Vivirás, ya lo verás... Te necesito, eres mi segundo al mano. Venga Axel, lucha...
La mente del joven parecía no escuchar las palabras de la muchacha. Hablaba con un débil hilo de voz:
-Lo que me consuela es saber que moriré por una causa en la que creo. Y al lado de la mujer de la que estoy enamorado.Y cuando me reúna con el Primer Dragón, le suplicaré que intervenga por ti en la guerra.-Axel tosió de nuevo, se ahogaba cada vez que intentaba hablar, Ayla le sacudió el cuerpo para mantenerlo despierto-Ayla, te lo suplico... si hay algún tipo de afecto en tu corazón hacia mi, acaba con esto rápido. El dolor, y la sensación de ahogamiento es insoportable...
-No me pidas que haga eso Axel...-dijo ella entre lágrimas
Pendragón seguía divagando:
-Solo espero que cuando mires a los ojos a ese kuti, lo beses y le hagas el amor, te acuerdes de mi...-volvió a atragantarse con sus palabras-Ayla, te lo ruego...
Hydor rugió, preocupado por su dueño y ambos lo miraron, apenados. Ayla sabía bien cual era el destino de un dragón al morir su jinete.
Ayla acarició la mejilla de Axel y sus frentes se tocaron. Le besó suavemente en los labios:
-Nunca te olvides de mi, Ayla Adger-pronunció él, ya muy débil-Nunca te olvides del hombre que te amó desde el principio, y que dio la vida por ti y tu causa.
-Jamás te olvidaré Axel Pendragón...-susurró ella con los ojos cerrados.
Le besó de nuevo en los labios. Escuchó como otros dragones se acercaban, pero siguió besándolo. Su boca sabía a sal y a sangre, la mano manchada de él le acarició la mejilla hasta que sus fuerzas se lo permitieron, y en el momento más inesperado: le arrancó la flecha de cuajo. Respiró ahogándose y escupió sangre, manchándole la camisa y la cara. Dejó caer su frente sobre el hombro de Ayla y le susurró un débil: "Gracias" antes de expirar y cerrar los ojos para siempre. Ayla apretó la punta de la flecha en la palma de su mano, hasta que un hilo de líquido rojo como el vino manchó la arena bajo sus pies.
Gorgonea y Zaniah habían venido en su ayuda, con Ryden, Lis y Robb. La joven princesa se volvió hacia ellos, con Axel en sus brazos, y cuando escuchó el aterrizaje se volvió a mirarlos: un escalofrío le recorrió la espina dorsal a Robb, montado detrás de Lis, ya había visto esa mirada antes, cuando su madre la humilló, pero jamás había desprendido tanto odio, ni tanta sed de sangre. Los destellos anaranjados de sus ojos se habían extendido y cubrían todo el iris, la pupila se había contraído y se había alargado, convirtiéndose en un afilado cuchillo negro en el centro de los ojos. Ya no parecían ojos humanos, sino de dragón, cargados de odio, rabia, y maldad, y estaban fijos en él...
Sin decir nada, Ayla se colgó la espada de Axel en la espalda y arrastró el cuerpo por la arena. Intentó montarlo en Hydor, pero Axel, aunque no era tan alto como Ryden, si que era más corpulento y el dragón de fuego demasiado alto como para poder alzarlo. Ayla pateó la arena enfadada, llorando de rabia e impotencia, golpeó las piedras a sus pies y golpeó con los puños la dura piel del dragón de fuego. Lis hizo ademán de desmontar para ayudarla, pero Ayla la fulminó con su mirada de reptil y la muchacha de cabellos negros se quedó inmóvil, temblando de miedo encima de su dragón. Robb si que se bajó de Zaniah de un salto, Ayla se había sentado en la arena, mirándose los pies, lanzó la misma mirada a Robb, pero él hizo caso omiso y levantó el cuerpo de Axel sobre su espalda y lo montó sobre Hydor, ella no se lo agradeció, ni siquiera lo miró, se limitó a subir al dragón y a marcharse hacia el Peñón.
El viaje de los tres dragones fue incómodamente silencioso: Ayla parecía ausente, apretó las manos en las riendas de Hydor hasta que sangraron y se mordió el labio inferior hasta arrancarse un trozo de piel. El odio y la venganza estaban anidando en un alma que solo había desprendido amor en sus diecisiete años de vida. En cuanto aterrizaron dentro de la fortaleza subterránea que escondía el Peñón del Diablo, Ayla comenzó a dar órdenes:
-Llevad el cadáver de Axel a la Cámara de los Caídos, alimentad a su dragón y preparadlo junto con Acamar para salir en un par de horas.
Ayla andaba deprisa por los pasillos, dando órdenes, Robb la intentaba seguir, aunque casi tenía que trotar para alcanzarla:
-¿Se puede saber que vas a hacer?-preguntó preocupado.
-Voy a devolver el cadáver de Axel a su familia.
La muchacha se deshizo de su ropa de montar y empapada en sangre y se vistió con una túnica corta, color hueso y se recogió el pelo en una cola alta. La Cámara de los Caídos era una gran sala escavada en la roca negra donde se preparaban los cadáveres de los fallecidos en las batallas para su incineración. Aún no habían terminado de limpiar y preparar todos los cuerpos de los que habían muerto ese día, pero el de Axel tenía prioridad. En el centro de la sala circular, iluminada por pequeñas lámparas de aceite, había una mesa de piedra, donde se preparaba el cadáver, pegados a las paredes estaban amontonados en fila el resto de cadáveres; a la izquierda, ensangrentados y sucios, a la derecha, envueltos completamente en sábanas de lino blanco, listos para el funeral. Al rededor de la mesa había cubos de agua y mesitas con utensilios para preparar el cadáver, y alrededor de la sala, varios cubos de mimbres para depositar las ropas y otros utensilios que les quitaban a los cuerpos: Axel estaba tumbado en la mesa, boca arriba, pálido y gélido como un témpano de hielo. Desnudo,
Ayla, abatida, después de limpiar el cuerpo de Axel |
-Axel, por favor, vuelve conmigo. No me dejes sola-sollozaba entre lágrimas-Te necesito, por favor Axel, me casaré contigo si es lo que quieres, pero por favor, vuelve, no voy a poder hacer esto sin ti... Te quiero, te necesito, por favor, me casaré contigo te lo prometo... Axel, vuelve...
Robbert observaba la escena desde la penumbra de la puerta. Había visto a Ayla besar a Axel en sus últimos instantes, y esas palabras le estaban perforando el alma. Él la quería, la quería con todo su corazón y deseaba ir a ayudarla, consolarla entre sus brazos y decirle que todo iría bien. Pero la mirada de odio que le había lanzado lo tenía aterrorizado, era como si le echase a él la culpa de la muerte de Axel. El joven había seguido a Ayla, por temor a que hiciese una tontería, pero no se había atrevido a entrar en la sala, solo podía quedarse ahí, inmóvil, impotente, viendo como la mujer que amaba sufría y derramaba lágrimas por otro hombre, y no podía hacer nada para evitarlo.
Cuando terminó, pidió que llevasen el cuerpo de Axel a la entrada de la cueva y lo cargasen sobre Hydor. Ella se había vuelto a poner ropas de montar limpias, a su espalda llevaba colgada la espada de los Pendragón: de acero de doble filo, con la empuñadura de hueso de dragón y con la forma de un reptil de fuego tallado en el mango y una capa gris con capucha le cubría los hombros. Una cuerda unía a Hydor y a Acamar, que también aguardaba en la entrada, junto con Robb, Lis, Ryden, Eloff y otros oficiales de la resistencia. Ayla llevaba consigo una bandera blanca atada a la mano, montó al dragón negro y comenzó a dar órdenes, sin mirar a nadie a los ojos:
-Mi equipo y Robb quedan al mando de la fortaleza hasta que vuelva: si ya habéis hecho el recuento de bajas y pérdidas ocupaos de que los heridos estén bien atendidos y que no les falte de nada a los dragones. Volveré lo antes posible.
Robb se adelantó y se agarró a la pierna de Ayla:
-Déjame ir contigo...-le suplicó son los enormes ojos añil humedecidos.
Ella sacudió la pierna para que le soltara:
-No puedo...-Y emprendió el vuelo.
Ayla surcó las pocas millas de distancia que separaban el Peñón del Diablo con la costa oeste de Halogala. No tuvo ningún problema al atravesar la primera línea de vigilancia con la bandera blanca izada, pero tuvo que detenerse delante de la Montaña de Fuego, sobre una construcción de piedra amarillenta donde dos vigías, vestidos con casco de punta y armadura de escamas negra, vigilaban el paso a Malmö junto a sus dos dragones. Eran dos jinetes algo mayores que Ayla, pero jóvenes y confiados, y aunque iban armados con lanza y puñal a Ayla no le parecieron ninguna amenaza.
-Alto, ¿quién anda ahí?-preguntó uno de los guardias blandiendo su espada contra la joven.
-Ayla Adger, hija de Haakon, vengo a proponeros una tregua...-dijo ella mostrando su marca de nacimiento y la bandera blanca.
-¿Cómo sabemos que no es una trampa?
-¿Una única jinete en frente a un ejército? Por favor, no soy ninguna amenaza, solo quiero proponer una tregua...
Los guardias susurraron algo entre ellos.
-Está bien, puesto que eres la sobrina del rey y te debemos un respeto, te escoltaré personalmente hasta la Fortaleza de las Escamas.
-No-se negó ella ante la sorpresa de los guardias-con quien debo hablar es con Kristian Pendragón, debo informarlo sobre su hijo.
Los vigías volvieron a hablar entre ellos y al final aceptaron que uno de ellos la escoltase hasta el hogar de los Pendragón. La mansión de la familia más rica de los Antiguos Clanes se encontraba apartada del centro de la aldea, una ventaja para Ayla, ya que así no la reconocerían al entrar. Se cubrió la cabeza con la capa y siguió al guía. Ya pasaba el mediodía cuando sobrevolaron la construcción. La casa estaba en medio de un bosquecillo, justo delante de un estanque donde nadaban una pareja de cisnes, estaba hecha de mármol blanco y rosa, con cortinas en la entrada del pórtico, coronado por seis columnas dóricas con tocados dorados y unas escaleras que daban al estanque: el patriarca de los Pendragón desayunaba en el porche: iba vestido con una larga túnica púrpura con brocados de oro y el cabello largo y rubio oscuro peinado hacia atrás, sujeto por una corona dorada con incrustaciones de piedras preciosas, que dejaba a la vista sus pequeños ojos azules y su rostro de rasgos punzantes. Tenía ya más de cincuenta años, era un hombre menudo que en sus años mozos había sido jinete, aún se divisaba la marca en su antebrazo entre las pulseras y los pliegues de la ropa, no había destacado como gran guerrero, pero era un hombre inteligente y locuaz que pronto cambió la espada y el dragón por los negocios. Kristian estaba recostado en una litera, bebiendo vino y comiendo queso de una copa de oro, cuando vio aterrizar al guardia con Ayla, que se quitó la capucha, y el dragón de su hijo, tragó saliva y salió en su encuentro, se imaginaba lo peor.
El vigía ayudó a la joven a descargar el cadáver de Axel y a depositar lo sobre uno de los bancos de mármol que rodeaban el estanque:
Ayla se presenta en casa de los Pemdragón para devolver el cadáver de Axel |
-Dejadnos solos...-ordenó Kristian al vigía nada más llegar en un tono solemne y serio
-Pero señor...-protestó el otro.
-Te he dicho que nos dejes solos. Y por favor, se discreto con la visita de Ayla, yo mismo informaré al rey.
-Como ordenéis.
El guardia se marchó, y Kristian destapó el rostro del paquete de lino que le había dejado Ayla, para descubrir que efectivamente, se trataba de su primogénito. Una vocecilla gritó desde el pórtico de la casa:
-¡Padre! ¿Ese es Hydor? ¿Ha vuelto Axel a casa?
-Llevaos enseguida a Berto a casa-ordenó Kristian con los ojos empapados en lágrimas. El niño protestó cuando las sirvientas lo agarraron y lo metieron dentro de casa de nuevo. El hombre se volvió hacia Ayla-¿Cómo fue?
-Una flecha, en el ataque de esta mañana. Murió en mis brazos. Ayla se quitó la espada y sacó de su riñonera la cinta azul de Axel, la que le habían dado el día de su graduación, que envolvía su diente de dragón-Creo que esto os pertenece, como también el destino de su montura.
-Hydor es un macho grande y fuerte, lo soltaremos en el bosque para que engendre otros bellos dragones de fuego. Son tiempos difíciles. Ayla le agradeció con la mirada que no sacrificase al dragón de Axel, era un especímenen muy hermoso y sin duda que tendría crías preciosas.
-Un Pendragón nunca olvida Ayla Adger, agradezco de todo corazón que hayas traído el cuerpo de mi hijo de vuelta a su casa.
-Axel era mi mejor amigo y un gran jinete. En su honor, vamos a proclamar una tregua de tres días, como manda la tradición para que puedas incinerar y llorar a tu hijo. Escampa sus cenizas en la cala que hay entre los acantilados del oeste, para que haya un lugar donde pueda ir a llorarle, y cuando todo esto acabe, construir un altar en su honor.
-Agradezco tu consejo, pero enterraré las cenizas de Axel en la cripta de mi familia...
Ayla se extrañó:
-Pero allí hay hueco para tres: el jinete, su montura y el otro extremo de su Hijo Rojo.
-Axel te esperará allí, a ti y a tu dragón el tiempo que sea necesario: como ha hecho desde siempre, y como siempre hará.
-Estoy prometida...-se excusó ella con un hilo de voz.
-Te esperará.
Ayla asintió con la cabeza, con los ojos humedecidos y se dispuso a partir, pero Kristian la detuvo y le tendió la venda azul con el diente de dragón:
-Ofréceselo al Primer Dragón en nombre de mi familia, él siempre te escucha, ruega porque el alma de mi hijo.
La muchacha aceptó y se marchó, viendo como el hermano pequeño de Axel descubría el cadáver y se echaba a llorar en brazos de su padre...
* * *
Ayla no pegó ojo en toda la noche, el viento nocturno entraba a través de la abertura natural de su cámara, que ejercía de ventana, y le acariciaba el rostro. Escuchaba como las olas del mar rompían contra las paredes de la roca. A su lado, sentía a Robb, dormido, su aliento le acariciaba la nuca, y pese a estar a escasos centímetros de su pecho, no lo tocaba. No le había dirigido la palabra al llegar, ni siquiera había acudido a la cena, había pasado la tarde ayudando a los hombres de la Cámara de los Caídos y después se había encerrado en su habitación. Robb entró ya bien entrada la noche, con una bandeja de comida para ella que dejó intacta en la roca que servía de mesilla. Se había pasado horas llorando en silencio, sentada sobre la cama, mirando el horizonte, como el mar se unía con los destellos anaranjados del sol en el fin de la tierra y daban paso a la fría oscuridad que ocultaba las lágrimas de su rostro de los indeseados. Él se desnudó sin decir nada, apagó su lámpara de un soplido y se acurrucó entre sus pieles. Ella hizo lo mismo pasado un rato. Las palabras de Axel no paraban de repetirse en su cabeza: "Solo espero que cuando mires a los ojos a ese kuti, lo beses y le hagas el amor, te acuerdes de mi...". Amaba a Robb, y no solo eso, sino que lo encontraba irresistible, él respetaba su luto, y no había tenido intención de tocarla, pero sabía que tarde o temprano terminaría besándolo, acariciándole y haciéndole el amor, y temía que ne lugar de ver sus enormes ojos azules, viese los de Axel, más pequeños y del color de la miel, o en lugar de acariciar sus rizos rojizos, pensar que seguía lavando aquellos mechones rubio oscuro.
Robbert Madden tampoco podía dormir, estaba muy preocupado por Ayla, deseaba poder abrazarla, dormir junto a ella como cada noche, y no estar a tan pocos centímetros sin poder tocarla, aspirando el aroma de su pelo, luchando consigo mismo para no comérsela a besos. Le invadía un sentimiento
Robb y Ayla, durmiendo juntos después de la terrible muerte de Axel |
* * *
Ayla se levantó muy temprano y fue a realizar una Ceremonia de Purificación, no le pidió a Robb que la acompañase, y por tanto no honró al Primer Dragón. Se vistió con una túnica negra y gruesa, que le llegaba más a bajo de las rodillas y que por la parte de fuera de la pierna izquierda se le abría hasta la mitad del muslo. Era de tirantes gruesos con un generoso escote en forma de pico y una cinta granate apretada bajo los pechos. Llevaba el cabello suelto y bien cepillado, su cuello lo adornaba el collar de plata de su madre, y en los pies se había calzado unas sandalias negras de hilo vegetal. Era una mañana nublada, y soplaba el viento: Ayla reunió a sus amigos y a un grupo de jinetes veteranos en la cima del Peñón, donde se encendió una gran hoguera con fuego sagrado para quemar los cadáveres de los caídos la noche anterior. La joven recitó unas palabras en su lengua sagrada y lanzó el collar de diente de dragón y la cinta azul al fuego, pidiendo a los congregados que rezasen porque Axel se hubiese reunido con su creador. Kristian Pendragón, aunque hubiese declinado la propuesta de Ayla de tirar las cenizas de su hijo en la cala, si que celebró el funeral allí, y desde el Peñón del Diablo se visibilizaba la enorme columna de humo que desprendía la pira funeraria en llamas. Ayla la contempló largo rato entre lágrimas, con el viento revolviéndole el cabello, y no se movió de allí hasta que el fuego se apagó. Después, mantuvieron unos minutos de silencio, rezando por el alma de los fallecidos, y cuestionándose por primera vez desde que tenía uso de razón como el Primer Dragón, el creador de vida, se había llevado a un joven tan lleno de vitalidad.
Ayla observando como arde la pira funeraria de Axel |
Robbert tenía que atender a sus tropas, y no encontró ningún momento para reunirse con su prometida hasta la noche. No la había visto en todo el día, ni en la comida ni en la cena, y la preocupación por ella iba cada vez en aumento, pero en su ausencia, no podía liberarse de sus tareas como heredero de Land y futuro rey de Malmö.
Robb entró en la cámara cuando el sol se ponía en el horizonte, llevaba un plato de comida y una copa de vino para Ayla. La encontró sentada en la cama, mirando al horizonte a través de la ventana, vestida todavía con la túnica negra de la ceremonia. Se sentó a su lado y observó que entre sus manos, jugueteaba con un objeto negro. Le acercó la comida a los labios, pero ella le giró la cara.
-Tienes que comer algo...-le suplicó, pero ella no pronunció palabra.- Al menos bebe un poco de vino.
Le tendió la copa, ella depositó el objeto negro en la mesilla y bebió el vino.
-Ayla, escúchame- el tono de voz de Robb era firme, pero dulce a la vez-se que es un momento difícil, no solo a ti te duele la muerte de Axel, pero debes superarlo, en estos muros se encuentra un ejército entero que confía en ti, que cree en tu liderazgo para volver a sus casas y destronar al usurpador. Tienes que ser fuerte Ayla, tienes que superar esto, no lo hagas por ti si no quieres, hazlo por Axel, él no querría verte así, hazlo por tus dragones, por Ryden, por Lis, por todos esos hombres que confían en ti. Hazlo por mi...-los ojos de Robb comenzaban a llenarse de lágrimas. Ella dejó su copa en la mesilla y le acarició la mejilla. Acercó sus labios hacia él y lo besó, primero con dulzura, después con cada vez más pasión. Ayla se sentó sobre él, besándole con ganas, acariciándole el pelo y sujetándole la cabeza por la nuca. Ella misma se desabrochó la cinta de la túnica y dejó que él palpase el interior, le apretase los pechos y le pellizcase los pezones, mientras ella suspiraba, deseándole. Ayla le desabrochó la casaca y le quitó la túnica, acarició el vello rojizo de su pecho mientras acababa de quitarle los tirantes y le mordía la carne de los pechos como si fuese un mendigo que llevase días sin probar bocado. Dejó que él le hiciese al amor, la colocó a cuatro patas y la penetró con fuerza, con ansia, como si quisiese hacerle daño. Le clavó las uñas en los muslos, la obligó a incorporarse y la agarró del cuello mientras la embestía como si no hubiese mañana. Sus gemidos de placer resonaban por todas las paredes, pero ella no emitía sonido alguno, simplemente se dejaba hacer. Sus muslos y sus nalgas se sonrojaron por los arañazos y los azotes del imparable muchacho, que no solo volvía a disfrutar del cuerpo de su prometida, sino que volvía a sentir que era él, el que llevaba la batuta. La joven tumbó a Robb boca arriba y le hizo el amor salvajemente, sintiendo sus uñas clavándose en sus muslos. Él estaba a punto de terminar, cerró los ojos y apretó los labios y dejó después de un profundo orgasmo que su esencia la inundara. Ayla respiró hondo, deseando, suplicando al Primer Dragón que la semilla de Robb Madden germinase en su interior y le engendrase un hijo. Quería tener algo de él, un recuerdo de él, algo que fuese de los dos, un niño de preciosos ojos azules que al mirarlo se acordase de todo el amor que le profesaba a su padre. Miró a su prometido, jadeando, con los ojos cerrados, con el miembro hinchado aún en su interior, ella alargó la mano hacia el objeto negro que había dejado sobre la mesilla y arañó en diagonal el pecho de Robb, desde el pectoral izquierdo hasta el lado derecho de la pelvis. Él se quejó por el dolor, el corte no había sido profundo, pero sangraba y escocía, apartó a Ayla de encima e intentó parar la hemorragia, con su camisa blanca, empapándose los dedos de sangre:
-¿Por qué has hecho eso?-dijo con la frente empapada de sudor y el rostro desencajado por el dolor.
Ayla se acercó a él, le acarició el pelo de la nuca y le mostró el objeto negro punzante que tenía en la mano. Robb lo miró con sus grandes ojos añil inyectados en miedo.
-Con esta flecha mataron a Axel.- el tono de voz de Ayla era suave, con matices de odio y rencor que asustaban todavía más a Robb-Es de obsidiana, no hay obsidiana en Malmö, por lo tanto, no pudieron ser los arqueros de Svend, sin embargo, tus hombres encontraron una mina de obsidiana cuando estábamos en Pike... Los hombres de mi tío no mataron a Axel, fueron los tuyos...
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