Salí corriendo tras Matt por la puerta de madera, iba
en tirantes y el frío alaskeño me cortó el cuerpo como si en lugar de a la
calle estuviese recorriendo un pasillo de cuchillos afilados. Matt se paró en
seco, apenas podía distinguir su silueta, iluminada por las farolas de la pared
del bar.
-No me lo puedo creer-suspiraba pasándose las manos
por el cabello plateado repeinado-Ayla, es mi hermano…
-¡No pasó nada, Matt!
-¡Os bañasteis juntos!
-Estaba enfadada contigo, Matt. Fue hace meses, no
hemos vuelto a hablar desde entonces, tú me amenazaste con marcharte… ¡Estaba
furiosa!
-No, furioso estoy yo ahora.-golpeó un cubo de basura
con todas sus fuerzas. Me acerqué a él, pero con la oscuridad casi no podía
distinguir las facciones de su rostro, aunque podía imaginármelas casi a la
perfección: el rostro congestionado, la mandíbula contraída, los ojos vidriosos
y los puños apretados, dilatándole las venas de los brazos. Se acercó para
mirarme a los ojos, no era mucho más alto que yo, pero imponía como si fuese un
demonio.-Tú estabas…
-Caliente, dilo Matt, dilo…-le desafié.
Eso no le sentó demasiado bien y por un momento tuve
miedo, tuve mucho miedo. Deseaba con todas mis fuerzas que Bear se arrepintiese
de haberse marchado corriendo y volviera para apartar a Matt de mí.
Afortunadamente, consiguió calmarse, se dio la vuelta y pisoteó el suelo con
rabia.
-¿No puedes perdonarme y ya está?-pregunté con la voz
más suave. Quería acercarme hasta él y abrazarle, pero una parte de mi seguía
teniendo miedo. Matt se volvió levemente. Parecía decepcionado:
-No, no puedo Ayla.
-¿Por qué, no? Yo te he perdonado muchas cosas.-“y
Ayla abriendo el cajón de mierda”-Te perdoné cuando amenazaste con marcharte a
la clínica de nuevo, te perdoné cuando me pediste que cambiara. Matt, yo no te
pido nunca nada, lo sabes bien, por una vez, solo por una vez te ruego que
olvides esto… Estaba enfadada contigo, y Bear… él es muy dulce Matt. Yo no
quería, y no pasó nada, solo fue un baño. ¡Un estúpido baño!
Matt soltó una risita.
-Sí, Bear es muy dulce, y Bam muy guapo y Gabe es muy
simpático… -odiaba cuando se ponía a compararse con sus hermanos-y Matt, ¿qué
es Matt? Nada, solo es un idiota que hace daño a las personas que quiere…
El frío se me calaba cada vez más en los huesos y
empezaba a notar como la humedad se me colaba en las botas, pero no iba a dejar
a Matt allí, ni siquiera un momento para ponerme una chaqueta. Me acerqué a él
con los brazos alrededor de mi cuerpo. Matt iba en mangas de camisa, pero
estaba más que acostumbrado a ese clima y no parecía importarle el frio que
arreciaba. Le obligué a mirarme a los ojos, aunque en la noche, sus irises
azules apenas eran dos estrellas brillantes en el infinito.
-Tú no le haces daño a las personas que quieres.
-A mí no me has hecho nunca daño, Matt.-mentí.
-Pero quiero hacértelo…
La respuesta me dejó más helada de lo que estaba. ”
¿Por qué Matt quería hacerme daño? Yo creía que me quería” Me interpuse entre
él y la puerta de madera, veía la intención en sus ojos, si le dejaba entrar lo
habría perdido, pero tenía miedo de quedarme allí, había dicho que quería
hacerme daño. ¿A qué tipo de daño se refiere? ¿Quiere pegarme o quiere romperme
el corazón? Instintivamente me froté los antebrazos, Matt se percató de ello,
pero no dijo nada. Él tenía mucha fuerza y a veces no la controlaba, una vez,
durante una discusión, me había sujetado tan fuerte por los antebrazos que me
había dejado las marcas.
-¿A qué te refieres con hacerme daño?-pronuncié con un
nudo en la garganta, demostrándole a Matt que no le tenía miedo.
“Bear, por favor, ¿dónde estás? Sácame de aquí”
Se acercó a mí con pasos firmes, me temblaron las
piernas y se me aceleró la respiración. Me obligué a mirarle a los ojos,
desafiante, mientras me hacía cada vez más y más pequeña. Matt tuvo intención
de agarrarme los antebrazos de nuevo, pero se controló. Se dio la vuelta y se
alejó unos pasos: quería hacerme daño, lo sabía, en ese momento quería hacerme
daño… ¿Por qué Matt? Tú me querías”.
-Me refiero a… a que quiero hacerte cosas que te
dolerán. Cuando estamos solos, tengo que controlarme, porque si no te haría daño,
Ayla. Siento ese impulso, de…-a Matt le temblaron las manos y su voz empezaba a
atragantarse con las lágrimas.
Empecé a sospechar a que se refería. Tenía arañazos en
los muslos y en la espalda cuando dábamos rienda suelta a nuestra pasión. La
manera en la que me sujetaba, apretando contra él… ¿Se refería a eso a hacerme
daño? ¿Se contenía cuándo hacíamos el amor? Se me vino a la memoria el día
después de la discusión que conllevó el baño con Bear: Matt se metió en la
cama, empezó a acariciarme y por mucho que le suplicase que parase, él
respondía que no podía. Casi había olvidado lo asustada que estaba mientras él
me tocaba. El polvo de después casi había borrado todo recuerdo de aquello,
pero seguía allí.
Matt volvió a pasarse una mano por el pelo:
-Necesito una copa.
El corazón se me rompió en mil pedazos. “No Matt, no
me hagas esto. No te hagas esto”. No iba
a permitir que entrase de nuevo a ese bar. Él me había advertido de que sería
difícil para él volver a estar tan cerca del alcohol y que probablemente
necesitase un respiro. Sus ojos me decían que se lo impidiese, pero él era más
fuerte que yo, y quería hacerme daño. “Prometí que te sacaría de eso, Matt, y
yo no falto a mis promesas.” Dio unos pasos hacia mí, que me interponía entre
su objetivo y él. Le agarré del brazo con todas mis fuerzas, pensé que
forcejearíamos, pero se detuvo al instante, “Él no quiere hacerlo”.
-¿Confías en mí?-asintió con la cabeza-Bien, espérame
aquí dos minutos. Y por mucho que digas que quieres hacerme daño, si una mínima
gota de tu cuerpo aún siente un mínimo aprecio por mí, no entres a ese bar.
No esperé a oír su respuesta, tenía demasiado miedo a
oírla y que no fuese de mi agrado. “Me quiere, sé que me quiere. Y yo le quiero
a él”. Me repetía a mí misma cuando el calor del bar me descongeló la sangre de
las venas. Entre empujones y disculpas llegué a la mesa donde estaban sentados
Bam y Noah, Gabe y Alba seguían sin aparecer por ningún lado, y Bear tampoco
había vuelto. No me gustaba pedir favores, ni mucho menos a tipos tan
orgullosos como Joshua Bam Bam Brown, pero era una emergencia, y solo él
entendería la situación. Y tenía que hacerlo cuanto antes, antes de que a Matt
se le volviese a pasar por la cabeza entrar en el bar. Puse una mano en el
hombro de Bam:
-Voy a pedirte un favor enorme.
Me retiré a un lado con él, mientras él escuchaba con
su pose soberbia y sus ojos verde oliva a través de los cristales de las gafas.
-Necesito estar a solas con Matt, no está bien Bam.
Tengo que sacarlo de aquí. Voy a llevarlo a mi casa, por favor, dile a Alba que
lo siento y espero que no le importe dormir en el Integrity-sabía que no le iba
a importar- Mañana por la mañana volveremos a tiempo para partir hacia
Browntown. Lo prometo. Y por favor, ve a buscar a Bear, habla con él, tú sabrás
que decir Bam.
Puso una mano en mi hombro, fraternal, y me habló en
susurros, casi parecía que con cariño:
-Márchate tranquila, yo me encargo de todo-que le
hiciera a él responsable era todo un alago para el Capitán Bam.
-Siento haberos estropeados la fiesta.
-No te preocupes, márchate ya…-“¿tenía intención de
darme un abrazo?”
-Gracias Bam.-le susurré entre lágrimas, si no tuviese
tanta prisa, yo misma se lo habría dado.
Empecé a alejarme, para recoger las llaves del bolso
de Alba y nuestras cosas, Bam me retuvo por la muñeca.
-¿Estás bien?-asentí con la cabeza mientras sorbía los
mocos. En su rostro pude leer claramente la respuesta: “No, no lo estás”.
El trayecto hasta mi bungalow era corto, pero esa
noche se me hizo eterno. Matt caminaba a mi lado, en silencio y con el ceño
fruncido, yo intentaba aparentar normalidad, pero no podía apartar la vista de
mis zapatos. Sin querer me rozó el brazo y sentí como un escalofrío recorría mi
espina dorsal. “Quiere hacerme daño…” Por fin llegamos a casa, abrí la puerta
con la llave que le había quitado a Alba y dejé pasar a Matt antes de cerrar
por dentro. Encendí la luz mientras Matt se quitaba la chaqueta, las botas y el
sombrero. Comencé a bajar las persianas del salón lentamente, sin apartar la
vista de él, que investigaba la estancia como si fuese la primera vez que
pisaba ese lugar. El sofá cama estaba desplegado y con las mantas revueltas,
Alba llevaba durmiendo allí el último par de semanas, había insistido en
cederle mi cuarto, el loft del segundo piso, pero ella se negó, incluso me
había dicho que no le molestaba si traía una noche a Matt, pero no me pareció
un gesto cortés por mi parte. Encendí la calefacción:
-Si tienes frío, la puedo poner más alta…-al instante
me sentí idiota al preguntar eso, pero Matt parecía estar demasiado distraído
para darse cuenta.
-No, estoy bien.-respondió mientras observaba los
detalles de la escalera de madera.
Lo cierto es que ese bungalow nos traía a ambos
recuerdos de toda clase: recuerdos tristes, divertidos, excitantes… La lluvia
empezó a caer fuera, las tormentas que surgían de la nada eran un fenómeno con
el que ya empezaba a acostumbrarme en Alaska, pero Matt volvió los ojos,
grandes como naranjas, hacia el ventanal que daba al mar, se asomó entre los
boquetes de la persiana cuando un rayo cayó cerca de la cabaña. Oíamos el mar
rugir con furia no muy lejos de nosotros, pero la oscuridad no nos dejaba ver
como las lenguas de agua espumosa acariciaban la costa. Me situé junto a Matt y
observé la negrura junto a él, aún podía verle allí, descamisado y con una
botella precintada en la mano.
-Allí fue donde te besé por primera vez…-dijo entre
risas.
No habíamos estado solos en el bungalow desde aquellos
primeros días, donde solo éramos dos jóvenes deprimidos que buscaban sentir el
calor de un cuerpo humano durante un instante. Yo había dormido allí durante
las últimas semanas, con Alba, y había añorado sentir el calor de Matt durante
las noches frías, incluso llegué a echar de menos sus ronquidos. Solo él sabía
cómo hacerme arder, donde tocar, donde lamer, como provocarme… Echaba de menos
su olor, su esencia cálida dentro de mí, sus uñas clavándose en mis muslos.
Incluso llegué a despertarme en medio de la noche, pensando en él y en un
bosque, cubierta en sudor y con la entrepierna empapada buscando desesperada el
cuerpo de Matt. Tuve que aliviarme sola, haciendo el mínimo sonido posible,
ahogando los gemidos y haciendo un gran esfuerzo creativo imaginándome a Matt
desvistiéndome en el bosque. Se me vino a la mente el cuadro de: El Almuerzo Campestre de Manet, y me
pregunté si él también tendría un amante alaskeño que lo desnudaba en el
bosque. Antes de la llegada de mi amiga, habíamos acudido a preparar el
habitáculo para ella, fuimos ambos, con Bird, y la tensión sexual se palpaba en
el aire cuando nos poníamos a limpiar a conciencia un lugar donde habíamos
derramado una cantidad importante de fluidos corporales, mientras sentíamos un
hormigueo crecer en nuestro interior e intercambiábamos sonrisas tontas a la
espalda de Bird. Me hubiese gustado recrear con Matt todas y cada una de
aquellos lugares donde hicimos el amor durante aquellos primeros días, antes de
saber que terminaríamos enamorados el uno del otro. Tragué saliva y me obligué
a contener el tembleque de mis manos. Él me quería hacer daño, pero yo no iba a
ponérselo tan fácil.
-Te cogí en brazos, entonces pesabas un poco más que
ahora, pero no tenías tanta fuerza-el trabajo duro del bosque me había sentado
bien-me empezaste a besar tú también, y subimos la escalera, casi me
tropiezo,-rememoró entre risas mientras señalaba la estructura de madera
nombrada- estaba tan excitado que mi cerebro no funcionaba con claridad. ¿Lo
recuerdas?
-No podría olvidarlo.-“¿Cómo iba a olvidar la manera
en la que me estudió?”
Permanecimos en silencio un rato, como dos tontos,
mirando la escalera, con la esperanza de que nos transportaría en el tiempo y
volveríamos a subirlas enredados en un nudo de brazos, piernas y lenguas.
-Matt…-me vibraron con fuerza las cuerdas vocales y
apenas pude pronunciar la última sílaba del miedo que tenía. Sus ojos azules
con la gruesa línea marrón que los circulaba se clavaron sobre los míos:
heterocrómicos.- ¿Por qué quieres hacerme daño?-Matt suspiró hondo y se pasó
los dedos por el engominado cabello plateado. No quería hablar de ellos. Dio
vueltas en círculos por la habitación, pensando que responder:-¿Acaso ya no te
gusto?
-No, Ayla, por favor cállate…
-¿Es por qué no me quieres?-no lo hice, estaba muerta
de miedo pero le desobedecí y fui a darle en el punto donde sabía que más le
dolía. Se detuvo en seco y le faltó coraje para mirarme a los ojos-¿Quieres que
me vaya?
Esa frase le sentó como una patada en el estómago, era
consciente de que ese era el mayor miedo de Matt, y mientras pronunciaba cada
palabra de esa maldita frase mi temor a que contestase: “Sí, quiero que te
largues…” aumentaba por minutos. La lluvia caía fuera, cada vez más fuerte, un
trueno retumbó por toda la casa, Matt apretó los puños y contrajo la mandíbula.
Se volvió hacia mí y avanzó hacia grandes pasos. Su intención era agarrarme por
los antebrazos, tenía las mejillas coloradas y los ojos vidriosos, me haría
daño, pero se contuvo, su autocontrol era admirable. Sentí su aliento sobre mis
labios y su voz sonaba tan áspera como lo eran sus dedos, después de treinta
años viviendo y trabajando en el bosque.
-Quiero sujetarte muy fuerte, contra mí, para que no
te vayas.-Los dientes le carraspeaban al hablar.-Cuando estoy contigo siento
algo dentro, un instinto animal, primitivo que me obliga a agarrarte todo lo
fuerte que pueda, a hacerte mía, a hacerte sentir que es un verdadero hombre
del bosque…- no solo sentía como su voz se quebraba, meditaba mucho las palabras
antes de decirlas, para que no sonase tan mal como lo hacía en su mente.
“Quiere que sea suya, que sepa quién es el que manda”. La imagen de Matt
poseyéndome, dejándose llevar por su instinto animal me excitaba y me asustaba
a la vez. “¿Se sentiría así la pequeña Daenerys cuando su Khal fue a poseerla
delante de todo el khalasar?”. Se
tapó los oídos, como si alguien le estuviese gritando, se avergonzaba de sus
pensamientos, agarrándome, forzándome a hacer lo que él quisiera, incluso
hiriéndome para que supiese quien era el macho alfa de la manada. Le acaricié
el hombro, mis manos rodearon su cuello, por instinto, llevó las suyas a mi
cintura. Le susurré al oído:
-Estamos solos, nadie nos escucha ni nadie puede
entrar… Sujétame todo lo fuerte que quieras.
Me apartó de un empujón:
-¡Ni hablar!-gritó
-¿Por qué no? ¿De qué tienes miedo Matt Brown?-alcé
más la voz para provocarle.
-¡Cállate Ayla!
-No, no pienso callarme, ¿por qué no quieres hacerlo
Matt? ¿De qué tienes miedo?
-¡Ayla, para!
-¿Por qué no le
haces caso a tu instinto? ¿¡De qué tienes miedo?!
Volvió a dar pasos largos hacia mí y fundió su boca
con la mía mientras me sujetaba con fuerza las muñecas. Sin decir nada, me alzó
sobre sus caderas y me empujó contra una pared, mientras seguía besándome y
mordiéndome los labios. Me golpeé la cabeza contra la madera, pero no me
permití el
lujo de quejarme. Rápido como una serpiente se deshizo de mi blazer
y de la camiseta interior, y cuando quise darme cuenta sus dientes jugueteaban
con mis pezones, mordiéndolos, exprimiéndolos. Los nervios de las piernas me
temblaban con cada mordisco, incluso notaba sus dedos más ásperos de lo
habitual mientras pasaban por encima de las corolas rosadas. Me sujetaba con
fuerza contra la pared y su peso sobre mi pecho empezaba a ser una sensación
asfixiante. Se alzó de nuevo y su intenso aliento me invadió las fosas nasales.
-He dicho que pares.-se deleitó unos instantes mordiendo
mi labio inferior, el sabor a sangre me recorrió las encías. El contacto
directo con su cuerpo me hizo darme cuenta de lo excitado que estaba y de lo
veloz que le latía el corazón.
-No quiero parar, quiero que sigas, quiero que me
hagas tuya…-le susurré mientras él paseaba sus labios sobre mi cuello y mi
mejilla.
-Te voy a hacer daño.
-Entonces gritaré mucho.-empezaba a gustarme aquel
juego de provocar al primitivo Matt que se escondía tras aquella sonrisa alegre
y esos brillantes ojos azules. Debí tomarme más en serio sus advertencias…
-No sabes lo que has hecho Ayla…
“Acabo de encerrar al sabueso para dejar salir al
huargo”.
Me cogió en brazos y subió las escaleras de tres en
tres, me dejó caer sobre la cama y se tumbó sobre mí: sentí su lengua en el interior
de mi boca de nuevo, sus dientes en el cuello, sus uñas sobre mi piel… Me
estremecí cuando me arañó el pecho, pero Matt parecía no haberse dado cuenta.
Me desabrochó los vaqueros y me los quitó de un tirón. Las costuras me rasgaron
los muslos. Me incorporé ligeramente, mientras observaba como lanzaba la camisa
de cuadros al suelo y se deshacía de la camiseta interior. Matt me tomó por la
nuca y me besó, estrellando mí boca contra él, apenas podía respirar: sentía su
mano apretando contra mi cuello, y su lengua, ávida como una víbora impedía que
entrase suficiente aire en los pulmones. Me volvió a empujar hacia la cama, y
sus labios y sus dientes resiguieron la silueta de mi cintura. Un cosquilleo me
recorrió el cuerpo y me estremecí entre risas, a Matt no le gustó: me cogió de
las muñecas y las sujetó contra la cama, con fuerza, mientras me miraba
desafiante con el rostro congestionado: empezaba a notar como la sangre no
corría por mis dedos, intenté flexionarlos para no perder la sensibilidad. Se sentó
sobre mí y sus rodillas empezaron a apretarme los muslos para que no me soltase.
-Si no te estás quieta, al final tendré que
atarte…-tragué saliva, ¿lo decía en serio? En su tono de voz parecía que sí...
Firme y autoritario. La idea de ser atada por Matt me tentaba y me asustaba a
la vez. No me daba miedo que me atase las manos a la cama, pero sí que se le
fuese la mano y me hiciese “daño” como él sostenía que terminaría haciendo.
Sentado sobre mí notaba su respiración agitada y la presión del vaquero en las
ingles. El colmillo que se balanceaba sobre su pecho se movía nervioso por los
esfuerzos de Matt por mantenerse controlado.-Tu cuerpo…-dijo entre
suspiros-dices que jamás le has parecido atractiva a nadie, pero… es percibir
la silueta de tu cuerpo y volverme loco. Quiero que sea mío, quiero hacer lo
que me apetezca con él… Quiero que me digas que es mío, que tú eres mía… -“¿des
de cuando se había vuelto un obseso del control?” Sabía de sus inseguridades y de
sus miedos, las sombras que lo despertaban por la noche entre sudores fríos y
el corazón en la garganta, pero no tenía ni idea de que ese terror podía
personificarse de esa manera. Los dedos empezaban a dolerme, los músculos de
Matt estaban tensos alrededor de mis muñecas, me tenía completamente inmovilizada.
Acercó su rostro al mío, tragué su intenso aliento y aspiré los restos de cedro
que quedaban como su perfume mientras que el almizcle y el sudor iban
apoderándose de todos los poros de su piel.-Dilo, di que eres mía…
Quería decírselo, quería acariciarle el pelo con
ternura, acercar su oído a mi pecho, que se diese cuenta de que mi corazón
latía por él… Intenté mover la mano, pero solo sirvió para que me apretase más.
Me temblaron las piernas. Quería gritar que me estaba haciendo daño, pero me obligué
a tragar saliva y a ser fuerte, me contuve las lágrimas. “¿Quién eres tú y que
has hecho con mi pequeño Matt?”
-¡Dilo! ¡Dilo, maldita sea!-cerré los ojos para no
verle, pero notaba su respiración sobre mi rostro. Una gota de saliva le cayó
de la boca y fue a parar a la comisura de mis labios.-Si no lo dices me
obligarás a que te haga mía… ¿Es lo que quieres? ¿Qué te haga mía? ¿Qué te
demuestre como soy en realidad?
Me quedé callada, aguardando a su próximo movimiento y
deseando que no me pegase. “Si me golpea es el final, me largo, no pienso
tolerarlo… Pero ¿y si vuelve al alcohol? ¿Por qué he tenido que provocarle de
esa manera? Estábamos bien, bailando juntos… Eso es Ayla, acuérdate de cuando
bailabais, lo dulce que era entonces, lo que lo querías... Piensa en eso y
terminará rápido”. Casi sin darme
cuenta, Matt agarró mi cuerpo y me dio la vuelta, menos mal que estaba sobre un
colchón porque mi mejilla impactó bruscamente contra él. Sus manos ásperas
recorrieron la silueta de mi cuerpo y arrancaron la última prenda de ropa que
me quedaba, se la acercó al rostro y aspiró su aroma. Sus rodillas volvieron a sujetarme por las caderas, no podía verle,
pero escuchaba el tintineo de la hebilla de su cinturón y la cremallera deslizarse
hacia abajo. Me clavó las uñas en los muslos y alzó las caderas hacia su
cintura. Separó las nalgas. “No, por favor, Matt, no lo hagas…” supliqué para
mí misma. Tuve el tiempo justo de agarrar desesperada una almohada y morderla
con todas mis fuerzas para ahogar el grito del primer impacto. El segundo llegó
un instante después y con la misma fuerza. Su cuerpo impactaba contra mis
caderas, me sujetaba con fuerza, la brutalidad de sus impulsos me provocaban
tanto dolor que impedían que me sostuviese por mí cuenta. Tercera embestida y
las lágrimas empezaron a recorrerme las mejillas y a empapar el almohadón. Me
cogió del pelo, lo enredó en torno su muñeca y tiró de mí hacia él, para
sujetarse mejor mientras me embestía, me obligó a colocarme a cuatro patas. Mis
brazos temblaban con cada sacudida. Tiró más fuerte de mi pelo para obligar a
que me incorporase, mi espalda se apoyó en torno a su cuerpo: cálido, empapado
en sudor y con la respiración agitada. Seguía dentro de mí, sus manos
acariciaron mi torso desnudo, apoyado contra el suyo, me apretó los pechos mientras
sentía de nuevo su aliento en mi oreja. Me mordí el labio para no gritar, ya
era inútil sostener las lágrimas, pero a Matt parecía no importarle ya que las
lamió victorioso de mi mejilla. Estaba empezando a sentir asco hacia él. Solo
quería que me soltase, pero él seguía forzándome a mover la pelvis en torno a
él. Me sujetaba con toda su fuerza, entre gruñidos de placer, mis muñecas
estaban enrojecidas y empezaban a dolerme los muslos y a escocerme los
arañazos.
-Dilo, di que eres mía…-me suplicó en el oído mientras
me sujetaba la mandíbula. Ahogó un gemido. Si no se había corrido ya estaba a
punto de hacerlo, estaba disfrutando como nunca.-Dilo, dilo una vez…-Dejé
escapar un suspiro, pero me negué a darle aquella satisfacción.-Lo eres, eres
solo mía.
Me empujó hacia delante y caí apoyando los brazos, por
fin había dejado de sentirlo en mi interior, pero no había terminado. Me agarró
por el pelo de nuevo y atrajo mi cara hacia su cintura, justo en el momento en
el que el cálido líquido blanquecino me salpicó el rostro y el pecho. Matt me
soltó de golpe y me dejé caer sobre la cama, hecha una bola, entre lágrimas,
aguantando para no llorar… No iba a llorar delante de él. Escuché como se
recolocaba el cinturón. Iba a decir algo, pero no lo hizo, solo de marchó
escaleras abajo.
Aguardé hasta estar segura de que se había marchado
antes de echarme a llorar, me limpié como pude con las sábanas, pero seguía
pringosa y asquerosa. Me sentía sucia, dolorida y utilizada, ¿por qué lo había
hecho? ¿Era así como me quería? Haciéndome daño de esa manera… “No me ha
golpeado, no lo ha hecho… Se ha estado resistiendo”. Luchaba por no hacerlo, lo
notaba. “He sido una estúpida, ojalá jamás hubiese llegado aquí, ojalá jamás le
hubiese conocido… Le odio, le odio muchísimo” ¿A quién quería engañar? ¿A quién
trataba de convencer? No le odiaba, no podía odiarle, al menos no tan de
repente. Había demasiados recuerdos bonitos tras esos ojos azules, en la manera
en la que me miraban. Me levanté de la cama despacio, en medio de la oscuridad,
cubriéndome el cuerpo desnudo con los brazos. Sentí un pinchazo de dolor al
ponerme de pie, me escocían los muslos y me ardía todo al caminar. Comencé a
dar pasitos pequeños por la habitación, en busca de algo que ponerme, pero mi
ropa seguía en el piso de abajo, donde estaba Matt. Fui a ponerme su camisa, la
recogí del suelo y me la llevé a la nariz, rápidamente la deseché y la lancé:
olía demasiado a él… Suspiré resignada entre tembleques de terror, mientras un
par de lágrimas me recorrían las mejillas. “¿Por qué Matt? ¿Por qué lo has
hecho? Tú me querías… Al menos eso pensaba, solo soy para ti un saco de carne
al que utilizar de vez en cuando, echarme un buen polvo como a una puta barata,
dominarme, sentirte fuerte sobre mí. Si me quedo, ¿va a ser eso sí siempre? Vas
a hacerme daño cada vez que quiera hacerte el amor. No recuerdas aquella vez,
en la choza de neumáticos, todo fue tan suave y bonito, fue precioso Matt,
¿dónde ha quedado eso? ¿Es que no significó nada para ti?”
Afortunadamente, de uno de los armarios colgaba el
albornoz de la ducha, caí en la cuenta en ese momento que necesitaba con
urgencia meterme bajo el agua caliente, limpiarme su saliva y su esencia, y
cualquier rastro de fluido corporal que hubiese dejado en mi cuerpo. Me envolví
en él y me dispuse a bajar las escaleras, dando pasos pequeños y soportando las
punzadas de dolor. No caí hasta demasiado tarde que Matt estaba allí, dando
vueltas en el salón como si fuera un león enjaulado. Se pasaba constantemente
los dedos por el pelo, solía hacerlo cuando estaba nervioso o frustrado, quizá
estaba preocupado… Me detuve en seco y examiné el terreno, solo tenía que bajar
despacio las escaleras, sin que me oyese, dar un par de pasos a la derecha y
cerrar con pestillo el baño. Estaba oscuro, no me vería si era sigilosa como un
gato. A mi izquierda se abría el salón, por donde paseaba Matt, si se iba hacia
las ventanas del fondo ni siquiera se daría cuenta de mi presencia. Di el primer
paso, con los pies descalzos y con un cuidado absoluto, Matt seguía andando, se
sentó en el sofá y se frotó la cara con ambas manos. Bajé al segundo escalón,
silencio absoluto. Me sentía más confiada y di dos pasos, Matt seguía quieto,
di uno más y la madera crujió bajo mis pies. Cerré los ojos y contraje la
mandíbula: “¡Mierda!” Matt se levantó rápido como un rayo del sofá y me vio
bajar las escaleras.
-Ayla.
No le hice caso, bajé a grandes zancadas los escalones
restantes, suplicando que mi torpeza no me traicionase en ese momento. Nos
cruzamos al llegar al final de la escalera, lo empujé sin mirarlo a la cara y
cerré la puerta del baño tras de mí en el momento justo. Matt aporreó la
puerta:
-Ayla, por favor, vamos a hablar de esto… Ayla.
Si no me hubiese tapado los oídos quizás hubiese
escuchado mejor su tono de súplica y de arrepentimiento, pero en su lugar me
hice un ovillo bajo el lavabo y lloré sin cesar hasta que dejé de escuchar los
golpes en la puerta. La lluvia repiqueteaba furiosa contra el tejado de la casa y los truenos se mezclaban con los golpes en la puerta. No sabía si habían pasado minutos u horas, ni si se había
marchado o seguiría postrado delante de la puerta aguardando a que saliese.
Sentía el cuerpo entumecido y las piernas me temblaban cuando me levanté, no me
sentía con suficiente fuerza como para darme una ducha, por mucho que la
necesitara, así que me lavé como pude en la pica de agua. Di varias vueltas en
el estrecho baño antes de adquirir la suficiente valentía como para salir. Abrí
la puerta apenas lo justo para ver que sucedía alrededor, la oscuridad no me
permitía ver más allá de las siluetas de los muebles y las sombras que
proyectaba la escasa luz de la luna que entraba entre los huecos de las
persianas. La tormenta no había cesado todavía, pero la lluvia era más amena y
los rayos y los truenos se alejaban cada vez más. No me hizo falta mucha luz
para saber que Matt se había dormido en el sofá, emitía suaves ronquidos y era
sencillo distinguir su respiración calmada y regular en la abultada silueta que
había sobre el sofá. Abrí un poco más la puerta, y en cuanto mi cuerpo cupo por
la abertura me escabullí como una rata, evitando así el chirrido de las bisagras.
Subí las escaleras con la espalda pegada a la pared, sigilosa como un gato,
saltando aquellos escalones que sabía que emitirían un chirrido en cuanto los
pisase. Matt tenía un sueño muy ligero, el mínimo ruido le despertaría,
incluidos mis pasos desplazándome por el loft del piso superior, que ni
siquiera tenía puerta, pero al llegar allí me sentí más segura y protegida que
encerrada en el baño. Cogí las sábanas de la cama y las tiré al suelo, olían
demasiado a Matt. Las pateé haciendo el menor ruido posible y en plena
oscuridad, solo alumbrada por las luces de las estrellas. No había corrido las
persianas del piso superior, así que tenía algo más de luz que en el inferior,
evité encender las lámparas y despertar a Matt. Cogí un jersey y un pantalón
corto del armario, un par de mantas y me hice una bola sobre la cama. Había
mordido tan fuerte la almohada que incluso había dejado un rastro de saliva
sanguinolenta. Le di la vuelta y me
volví para no ver la entrada de las escaleras. Una ráfaga de viento golpeó las
ramas contra los cristales, un tintineo que me recordaba al canto de las hadas
resonó por toda la habitación: “mi atrapa sueños indio, je, estúpida de mi…” apenas
me sobresalté, pero me pregunté si Alba me estaría maldiciendo por hacerle
pasar la noche en un barco con el constante y nauseabundo balanceo que
provocaba el viento y la tormenta. Pensar en Alba me distrajo un instante
mientras intentaba conciliar el sueño, me pregunté si se habría acostado con
Gabe o si solo le habría besado. A lo mejor habían discutido y se había ido con
Bear, y como venganza le hubiese echado a él el polvo. “Yo lo habría hecho,
pero yo soy idiota y ella no, si no me hubiese acostado con Matt aquel primer
día… pero ambos estábamos tan necesitados de afecto, de calor humano. Podría
haber sido un polvo sin más, pero no, tuve que enamorarme de él. Le deseaba
tanto en aquel momento… y él a mí, de hecho, creo que lo sigue haciendo, pero
de una manera muy distinta…” Solté una risita para mí. “Estaba tan necesitado
de afecto que se metió en la cama conmigo solo para ver como dormía, y yo como
una tonta, dejé que lo hiciera…” El cuerpo se me puso rígido y frío como el
hielo en cuanto noté como una mano se posaba sobre mí y un bulto tomaba asiento
al otro lado de la cama. “No.” Cerré los ojos con fuerza para despertarme de
aquella pesadilla y aparentar que estaba dormida, pero Matt me conocía lo bastante
bien como para saber que no lo estaba.
-Sé que no estás durmiendo,-aun así, seguí
fingiendo-aunque entiendo que no quieras hablar conmigo. Lo que he hecho hace
un rato ha estado mal, ha estado muy mal, y me arrepiento con toda mi alma. No
quiero hacerte daño, Ayla, es lo último que querría en el mundo… Pero tengo
miedo, tengo miedo a perderte, a que te vayas, a que me dejes por otro. Sé que
a veces no soy el príncipe encantador que te mereces-“ni yo soy la preciosa
princesa que debería estar a tú lado”-pero eres paciente conmigo, me
comprendes…-“y tú a mí, Matt, pero me has hecho daño…”-A veces, ese miedo se
vuelve tan palpable que tengo que luchar conmigo mismo para no atarte y
vigilarte para asegurarme de que no me abandonas… porque no sé qué haría si lo
hicieras.-“no vuelvas al alcohol, haré lo que sea, pero no hagas eso… Le
prometí a tu madre que te sacaría de ello y yo siempre cumplo mis promesas, por
mucho que duelan”-Debí confiar en ti en lugar de enfadarme, si me dijiste que
no pasó nada entre mi hermano y tú debí creerte… A veces me enfado demasiado y
no pienso con claridad. Después me arrepiento de todo, como estoy haciendo ahora,
y entenderé perfectamente que no quieras volver a verme…-pronunció esas últimas
palabras entre balbuceos, afortunadamente no veía que yo también tenía el
rostro empapado en lágrimas. Apreté las sábanas con fuerza para obligarme a no
sucumbir a sus encantos. “Menos mal que está oscuro y no puedo verle los ojos,
sino ya me habría derrumbado”.
Noté como se hacía un ovillo a mi lado, sin tocarme,
aun así sentía su calor, su respiración, su olor…
-Ahora voy a tumbarme aquí, a tu lado. Puedes
empujarme, patearme o lo que te dé la gana, o puedes fingir que estás dormida
como hasta ahora, pero si mañana vas a fingir que no hemos tenido nada durante
estos últimos meses ni vas a querer hablarlo, al menos déjame pasar esta última
noche a tu lado.-“justo como hizo aquella primera noche”.
Me enfurecí con él por recordarme mi tendencia a
escapar de los problemas, a fingir que nada había sucedido, pero el muy idiota
tenía razón: habría hecho exactamente eso. Entonces me enfadé conmigo misma,
con el mundo, con Matt de nuevo por tener razón, con Alba por hacerme creer en
esa tontería del amor, con Gabe por decirme que todo parecía muy fácil, con
Bear por derrumbarse sobre mí… Incluso busqué motivos para enfadarme con el
resto de la familia aunque no me hubiesen hecho nada. Quise darle una patada a
Matt y echarlo de mi cama, echarlo de mi vida, pero fui incapaz. Sentí ganas de
patalear algo, romper cosas, llorar desconsoladamente… Finalmente, suspiré
hondo para calmarme y tragarme la poca dignidad que me quedaba. Perdía la noción
del tiempo, ni sabía cuánto rato había estado cerrada en el baño, ni cuento
tiempo había estado maldiciendo al mundo por ser una imbécil redomada. Ni
siquiera había mirado a la hora que habíamos llegado a la cabaña ni sabía
cuánto tiempo quedaba para el amanecer… Me di la vuelta convencida y apoyé la
mejilla sobre el pecho de Matt y busqué refugio en sus brazos. Estaba medio
dormido, pero el contacto de mis manos frías sobre su cuerpo desnudo lo
despertó y se enroscó como un niño sobre mí, acogiéndome entre sus brazos.
Sentí como el corazón le latía a toda velocidad y como los brazos le temblaban
incontroladamente. Respondí a su abrazo, acariciándole la espalda y empapando
su pecho en un mar de lágrimas saladas.
-Gracias a Dios…-murmuró con la voz atragantada
mientras depositaba un tierno beso sobre mi pelo.-Ayla yo…
-Por la mañana, Matt. Ahora duerme…
-Sí…
Pero no durmió, ni yo tampoco conseguí conciliar el
sueño. Se pasó gran parte de lo que quedaba de noche acariciándome el pelo,
besándomelo y dando gracias a todos los dioses de todas las religiones habidas
y por haber.
El amanecer me sorprendió dormitando sobre el pecho de
Matt, sus caricias me habían dejado en un estado catatónico, relajada… Aún
tenía dolores si realizaba algún movimiento brusco con las caderas, pero mi
cerebro asociaba el cuerpo de Matt con seguridad y protección, y aunque me
hubiese hecho daño, para él seguía siendo un síntoma de un refuerzo positivo.
-Le prometí a Bam que volveríamos pronto…-pronuncié
cuando la luz del sol estaba lo suficientemente alta para que, por mucho que
cerrase los ojos, me insistía en que me levantase. Ya no llovía.
-No veo que tengas mucha intención de
levantarte…-bromeó Matt en un tono ronco y adormilado.
-Me pasaría aquí todo el día…
-Hagámoslo.
-No puedo, se lo prometí y yo nunca rompo mis
promesas.
-Entonces le diremos que ha sido culpa mía. No es
ninguna novedad que Bam se enfade conmigo por algo…
Me separé de él y me incliné sobre el codo para
mirarlo, él hizo lo mismo. Acercó una mano temblorosa hacia mi rostro, con la
intención de acariciarme la mejilla, pero se detuvo al darse cuenta de que mi
cuerpo se ponía tenso con la simple idea de que me tocase.
-Lo sabía, ahora me tienes miedo. Eso ha sido lo que
he estado intentando evitar todo este tiempo…
-Ya me has pedido disculpas, Matt… Yo también te las
debo. No debí engañar de esa manera a Bear, ahora el sentimiento de culpa hacia
ambos me está devorando viva…
-Por muchas disculpas que me pidas, me seguirás
teniendo miedo: a que te toque, a que te bese o a que te haga el amor… Es una
parte de mí que no puedo controlar: ese miedo irracional a que te vayas, a
volver a estar solo… Sé que dices que no lo harás, pero no puedo evitar
sentirlo… Y tengo miedo, tengo miedo de volver a hacerte daño y de que te
vayas. Tendrías motivos…
Le di un suave beso en los labios, para demostrarle
que no le tenía miedo y le acaricié tiernamente el pelo, mirándole enamorada:
“Mi pequeño manojo de inseguridades, lo valiente que
puede parecer delante de un oso y lo cobarde que se vuelve cuando piensa en
quedarse solo. Ha estado solo mucho tiempo, no quiere volverse a sentir así,
abandonado por los que creía que le querían…No lo hará, no me hará más daño, lo
sé. Lo creo, lo quiero creer de verdad” Una frase de la autora E.L James se me
vino a la mente al pensar en el turbio pasado de Matt: sus problemas con el
alcohol, las batallas con su hermano, sus decepciones amorosas… oculto todo tras
esa maravillosa sonrisa y esos ojos azules: “Tiene más sombras que luces,
cincuenta sombras más…”
-¿Dónde iba a ir si me marchase de aquí, Matt? ¿A una
ciudad donde me despierto sola cada mañana? Donde nadie me respeta, nadie me
valora, nadie me toma en serio… Podría volver a España, donde hay una familia
que ni siquiera se ha preguntado que he estado haciendo los últimos meses…-Matt
miró el suelo avergonzado, a veces se olvidaba de que yo también tenía más
sombras que luces. Suspiré una sonrisa y alcé la vista para que las lágrimas
volviesen a introducirse en mis lagrimales.-Si quieres que me largue, lo haré,
pero por favor, no me pidas que vuelva a entrar en una oficina, donde nadie me
habla, donde soy la fea, la tímida, la torpe… Incluso llegué a pensar que era
una mala persona, porque nadie quería estar conmigo. No quiero volver a tener
una relación vacía, solo por rutina, solo por no sentirme sola.-“¿por qué
siempre me ponía sentimental cuando me tumbaba con Matt en esa cama?”-Quiero
despertar a tu lado…
Matt no supo que decir, una parte de él quería
abrazarme y decirme que estaba ahí para lo que necesitase, la otra le decía que
se mantuviese al margen y que no me tocara, si lo hacía, podría rechazarle de
nuevo, y no lo soportaría…
-No eres mala persona…-balbuceó al final dejando salir
un saco de palabras vacías.
-Lo soy, si no lo fuera, no habría jugado de esa
manera ni contigo ni con Bear…-le estaba demostrando a Matt que no huía de mis
problemas, que era valiente y fuerte y que podía superarlos. Eso implicaba que
tendría que hablar con Bear tarde o temprano y pedirle disculpas sobre mi
comportamiento de niña de quince años, personalmente, esperaba que ese momento
llegase tarde…
Matt se colocó las manos bajo la nuca y se tumbó
bocarriba para fijar sus ojos en el techo inclinado de madera:
-Todos somos un poco malas personas en el fondo…
-¿Sabes una cosa, Matt?-giró levemente el rostro hacia
mí-Mientras estaba en aquella charca con Bear, por muy dulce que estuviese
siendo conmigo, yo solo podía pensar en una cosa…
-¿En qué?
-En que quería hacerte el amor en todos los lugares
posibles de aquel rincón.
Matt sonrió.
*
* *
Cerré la manivela del agua caliente con una mano
temblorosa, pero por mucho que insistía, no conseguía que se cerrase del todo,
y un irritante goteo empezaba a irritarme el cerebro. Matt cerró el grifo por
mí.
-Está muy duro…-dije en susurros con las mejillas
sonrojadas. “Si hubiese sido la Ayla de siempre, probablemente le hubiese
respondido con un: no es lo único que está duro” Pero tenía miedo de que,
efectivamente, estuviese duro y me volviese a hacer daño.
Matt soltó una risita traviesa.
-¿Estás lista?
-Sí.
Habíamos llenado la bañera hasta arriba de agua
caliente. El vapor inundaba la habitación y cubría nuestros cuerpos con una
fina película de humedad. Lo que podía pasar perfectamente por una escena
romántica de película era en realidad un ambiente tenso e incómodo entre dos
personas desnudas que parecían dos adolescentes en su primera vez. Matt no se
había molestado en vestirse y llevaba paseándose en bóxer toda la mañana. Yo
seguía con el jersey y el pantalón corto, aunque el caldeado ambiente y el
cuerpo de Matt me provocaban que sudase por todas partes. Tragué saliva, tenía
que mantenerme tranquila y relajada, y no asustarme cuando Matt me tocase. “No
me hará daño, no me hará nada…” Acaricié el agua caliente con dos dedos
mientras se me erizaba el vello de la nuca.
-Ponte de pie.-me dio una mano y la agarré para que me
ayudase a levantarme. Los dolores habían disminuido progresivamente, pero aun
sentía molestias cuando andaba o realizaba algún movimiento brusco. Intenté
ocultarlo con toda mi fuerza de voluntad. “Si ve que estoy dolorida, el que
tendrá miedo será él…”-Levanta los brazos.-obedecí sin rechistar.
Sus manos ásperas se colocaron sobre mi cintura,
cogieron el jersey y lo deslizaron hasta sacármelo sobre la cabeza. El primer
instinto que tuve fue ocultar mi pecho con los brazos, pero en su lugar, cogí
aire y lo desafié. Matt sonrió y soportó la tentación de no juguetear con
ellos. Mis manos se desplazaron hasta su elástico y comenzaron a toquetear la
goma por ambos lados, creí que lo tendría bajo mi control, pero entonces me
bajó los pantalones de un tirón y pasó sus dedos entre mis muslos, provocando
que espirase un suspiro de excitación. A pesar de su sonrisa, ese gesto me
relajó: había sido una caricia, muy agradable, muy suave, apenas me había tocado
con la yema de los dedos pero había activado los nervios necesarios para
activar el recuerdo bueno de lo que implicaban sus caricias.
-Estabas haciendo algo…-bromeó.
Pero no era momento para bromas, la tensión se palpaba
en el aire. Íbamos a acostarnos, a demostrar que no nos teníamos miedo el uno
del otro, que todo volvía a ser como antes. Había sido una noche, una noche y
ya está, pero ese temor permanecería ahí siempre. “¿Y si un día nos
descontrolamos y termina haciendo lo de anoche? ¿Podré soportarlo de nuevo?”.
Le bajé los calzoncillos envuelta en temores, evitando volver la vista hacia
abajo. No quería saber si estaba excitado, tranquilo o como quisiera que se sentía.
Nos quedamos mirando el agua un buen rato, pasmados
como dos tontos ante un cartel de neón.
-¿Te ayudo a entrar?-preguntó él por fin
interrumpiendo el incómodo silencio.
-No, puedo sola.
Había tanta agua que al entrar la derramé por todo el
cuarto de baño. Casi resbaló al intentar entrar. Tenía la piel ardiendo y cada
vez que intentaba acomodarme, derramaba más agua. Me sentí torpe y humillada,
“al menos espero que el vapor disimule mi sonrojo”. Matt soltó una risita para
intentar acomodar el ambiente, pero odiaba que se riesen de mí.
Afortunadamente, se percató de ello, aunque demasiado tarde:
-Lo siento.-dijo aguantándose la risa. Apreté los
puños y contraje la mandíbula para no salpicarle los ojos con el agua ardiendo.
Él se metió detrás de mí. Se impulsó con los brazos y
metió la cabeza en el agua, se pasó los dedos por el pelo para repeinárselo. Yo
estaba hecha un ovillo negándome a mirarle: estaba demasiado atractivo con el
pelo mojado, desnudo y con aquel colmillo que le hacía parecer tan sexy
balanceándose sobre su cuello. Su mano me rodeó la cintura y se me tensaron los
músculos… “No, él
te gusta, no te va a hacer daño.” Me atrajo hacia sí, de
manera que podía sentir su pecho contra mi espalda. Con manos hábiles deshizo
la trenza de mi cabello y me empujó suavemente la cabeza para que me empapase
el cabello. Sentí una milésima de terror el estar sumergida bajo la presión de
sus brazos, sabía la fuerza que tenía, pero el instante me sentí imbécil por
haber podido pensar algo así. Apoyé la cabeza sobre su pecho, desprendía un
calor agradable y su olor era distinto a la tierra húmeda o al cedro al que me
tenía acostumbrada. La noche había sido verdaderamente agitada y el movimiento
del agua y el contacto con la piel invitaban a dormir:
-Esto está bien…-susurró Matt.
-Es agradable.-reconocí con la voz fija en las
burbujas que se hinchaban y deshinchaban descompasadas en la superficie del
agua.
Nos lavamos el pelo mutuamente, primero él a mí:
cepillándomelo con delicadeza y sin mucha idea, y luego yo a él, que disfruté
masajeándole el cuero cabelludo hasta que ambos quedamos en un estado catatónico
de meditación y relajación.
Sin duda, ambos habríamos preferido encontrarnos en un
río, desafiando al frio, desnudos en la naturaleza haciendo el amor a orillas
de un estanque. Con el riesgo de ser pillados por algún oso, un ciervo o
cualquier miembro de la familia.
Matt agarró una esponja, la metió en el agua y dejó
que chorrease sobre mi hombro y mi pecho para después frotar con delicadeza mi
piel, con temor de rozarme un pecho, como si en su vida hubiese visto uno. Su
otra mano me abrazaba suavemente por el abdomen, también tenía miedo de
sujetarme demasiado fuerte y de que me asustase otra vez. Y así era: una parte
de mí no quería que su brazo me rodease, podía atraparme y meterme la cabeza
bajo el agua, o peor, podía hacerme daño de nuevo, pero por otro lado: sus
caricias eran muy tiernas y relajantes. Sus labios se pasearon por mi pelo
húmedo y mi cuello y volví a sentir la mezcla de sentimientos: temor y
excitación a la vez. Cerré los ojos y me mordí el labio. Los músculos de mi
cuerpo se contraían y se relajaban a la vez, mi espalda se arqueaba y comencé a
sentir un cosquilleo en la entrepierna. Sin duda, la estimulación estaba
ganando al miedo… Agarré la mano de Matt, la que me abrazaba y la coloqué sobre
mi pecho, pero rápidamente la apartó, apenas rozando los pezones con las yemas.
-Me gusta mucho que me toques así, Matt…-le
confesé-Nadie antes ha sabido hacer lo que tú haces. Lo que despiertas en mí.
-Si te toco, podría hacerte daño de nuevo…-admitió.
“Por eso no quiere hacerlo, él también está asustado”. Era el primer indicio de
que no lo volvería a hacer, se controlaría, lo sabía, o al menos eso creía
creer.
Sin hacer caso de sus advertencias, otra vez, acerqué
mi mano hacia el interior del muslo. Lo evitó todo lo que pudo y sus atenciones
se basaron en caricias en las ingles, pero finalmente, Matt Brown no pudo
resistirse más y acarició mi entrepierna con la punta de los dedos. Solté un
exagerado gemido, para que se diese cuenta de que ya no le tenía miedo, sino
que le deseaba… Escucharme disfrutar le excitó a él también y me mordió la
oreja para ahogar su jadeo. Arqueé la espalda mientras sus dedos separaban mis
labios y buscaban el nódulo que era la fuente de placer.
-No pares ahora, Matt.-dije dejándome llevar por el
placer que me producían sus dedos
moviéndose en pequeños círculos. Acaricié su rostro y su pelo mientras,
por fin, conseguía relajarme y dejarme llevar.
Pero no se atrevió a seguir.
-Entenderé si no quieres acostarte conmigo durante
algún tiempo. Esperaré todo lo que sea necesario hasta que estés lista.-su tono
de voz parecía algo sombría. Me recordaba a Tyrion Lannister en su noche de
bodas con Sansa Stark.
-Matt, vamos a la cama.-solté de repente.
-¿Cómo? ¿Ahora?
-Sí, ahora mismo. Venga vamos.
Salí de un salto de la bañera, empapando aún más el
baño y me envolví en un albornoz. Matt me miró desconcertado.
-¿Has visto como está el baño?
-Ya la ordenaremos después. Venga sal, vamos a la
cama…-metí la mano dentro del agua y quité de un tirón el tapón del desagüe.
Subí las escaleras de dos en dos, empapándolo todo a
mi paso, Matt me seguía, con apenas una toalla envuelta alrededor de la
cintura. Llegamos a la habitación, le cogí las mejillas y le devoré la boca a
besos. Jugueteé con la lengua y los mordiscos en el labio antes de empujarlo a
la cama y sentarme sobre él y seguir besándolo. El suelo, las sábanas… Estábamos dejando todo
empapado a nuestro paso. Nuestros cuerpos chocaban y chorreaban agua. Matt me
acariciaba la espalda y el cabello húmedo mientras yo seguía explorando cada
centímetro de su boca. No sabía porque pero me producía mucho placer
acariciarle el cabello mojado. “La lujuria y el deseo han vencido al miedo.
Eso, o que me estaba volviendo un poco Ana Steele con ese morbo que producía
estar con un Christian Grey”. Lo cierto era que nuestros cuerpos empapados y
resbaladizos excitaban mucho más que lo habitual. Matt desprendía un olor
diferente, el agua había eliminado los restos de cedro y de tierra húmeda que
solían invadir sus poros, sus axilas desprendían un olor fuerte por la
excitación, pero no era una sensación desagradable, sino todo lo contrario:
olía a hombre en su más primitiva esencia, natural, sin químicos fruto del
desodorante: un sudor cálido, intenso y excitante que me volvía extrañamente
loca.
-Matt ¿confías en mí?
-Por supuesto, pero…-el rostro de confusión y
excitación de Matt daba para escribir un poema.
Le coloqué un dedo en los labios.
-No te muevas. ¿Dónde están tus vaqueros?
-Los tiré al suelo anoche.-pronunció entre balbuceos.
No fue difícil dar con ellos, los recogí del suelo,
extraje el cinturón de cuero marrón por las clavijas y volví a sentarme sobre
Matt. Le empujé suavemente, se había incorporado para ver lo que hacía.
-Estira los brazos.
-Ayla ¿qué vas a hacer?-aunque protestó obedeció a la
primea orden.
-Anoche dijiste que querías atarme, pues voy a atarte
yo a ti… -le solté mientras anudaba el cinturón entorno a sus muñecas bien
prieto y entre el hueco del cabezal de madera.
Matt me miró inseguro, no le hacía demasiada gracia que
le atase las muñecas al cabezal de la cama, pero el pobrecito se dejó hacer.
-No te preocupes, si te molesta pararé enseguida.
-¿Has hecho esto antes?-preguntó entre curioso y
asustado. Le guiñé un ojo traviesa.
En aquel preciso momento me pareció el ser más
sumamente adorable del mundo. “El amo dominado” Anoche quería tenerme bajo mi
control, quería que fuese suya, y ahora, míralo, parece un adolescente
dispuesto a hacer cualquier cosa por echar un polvo”. Me quité el albornoz y empecé a crear los efectos
que quería en Matt Brown. Se aferró a la correa que le sujetaba y se mordió el
labio cuando se percató que tenía a su objeto de deseo tan cerca y que no podía
tocarlo. Se le tensaron los músculos de los brazos y tiró el cuello hacia atrás
mientras balbuceaba maldiciones. Me incliné sobre él, dejando que mis pechos y
mi piel rozasen su cuerpo. Me deleité mordiéndole el labio, el cuello, la
oreja…
-Anoche me suplicaste que te dijera que soy tuya. Soy
tuya Matt, siempre lo he sido y siempre lo seré… Pero ahora, tú eres mío.
Y fundí su boca con la mía mientras él luchaba con el
prieto cinturón para envolverme con sus brazos. Nuestros cuerpos estaban
pegados, empapados y sudados, cálidos… Uno encima del otro, introduje mi lengua
dentro de su boca, le acaricié con suavidad el pelo, el pecho mientras veía
como Matt se resistía a sus impulsos y agarraba fuertemente la correa que lo
sujetaba.
-Quiero abrazarte, y él no poder hacerlo me está
volviendo loco…-musitó mordiéndose el labio. Mi mano se deslizó por su torso y
se introdujo bajo la toalla, Matt se estremeció cuando acaricié el vello que le
crecía en la entrepierna. Seguí besándole la boca, el cuello, y comencé a
descender por el pecho, deteniéndome en uno de los pezones, que mordisqué un
instante, seguí recorriendo lentamente el abdomen, jugueteando con el ombligo,
hasta llegar a la zona aún envuelta por la toalla. Me detuve allí, acariciando
el nudo largo rato, pero en seguida volví a su boca, Matt dejó escapar un
suspiro de impotencia, los músculos de sus brazos se tensaron y volvió a
agarrar con fuerza la correa.
-Tengo una idea.
-No sé si eso es bueno o malo…-bromeó.
Junto a la ventana de mi escritorio había un atrapa
sueños que tintineaba cuando se golpeaba con el cristal. La corriente que
entraba por la chimenea e inundaba toda la casa, hacía balancearse la pieza de
tela redonda de cuero marrón y mecía al compás del canto de las hadas las tres
plumas de águila que colgaban bajo la telaraña con abalorios rojos. Me levanté
y arranqué una de las plumas. Volví a acomodarme sobre Matt y reinicié la tarea
de besar y estremecer todo su cuerpo sin que él pudiera hacer nada para corresponderme.
La piel se le erizaba al contacto con la suavidad de la pluma: al principio,
las caricias en las mejillas y en el cuello le parecieron muy relajantes, los
pezones también se le erizaron y arqueó la espalda cuando deslicé la pluma
sobre el torso. El contacto en el ombligo y en los brazos le hizo cosquillas,
más insoportables de lo habitual, puesto que cuando su cuerpo realizó el acto
reflejo de encogerse, el cinturón que le ataba las manos le dio un tirón que
sintió un molesto desgarrón en los brazos. Matt tenía el rostro congestionado
por la excitación, el sudor que le corría por la frente se confundía con el
goteo que desprendía su pelo húmedo. Se le había erizado la piel, y su olor corporal era más intenso. Desencajaba la mandíbula y cerraba los ojos con fuerza
para luchar contra ese deseo que tenía tan cerca pero que no podía tocar.
Acaricié con la pluma la suave línea de vello rubio que le recorría del ombligo hasta la pelvis, seguí por los muslos y le quité la toalla. Su cuerpo se debatía
entre el placer, la excitación y la fuerza bruta en un combo mortal que
transformaba a mi osezno en el gran oso de las montañas. Aun así, que tuviese
los brazos sujetos no afectó al reguero de sangre de su entrepierna. A pesar de
que él esperase que jugase un poco más con él, le sorprendí llevándome su
miembro, hinchado y palpitante, a la boca, no se lo esperaba. Soltó un gruñido
de alivio y su cuerpo convulsionó de placer. Esta vez sí que me dediqué a jugar
un rato con él, mi lengua lo recorría de arriba abajo, con suavidad, del tronco
al glande, deteniéndose para saborear la punta. Hacía ademán de introducírmelo
todo en la boca, pero me detenía nada más superar el glande y Matt se volvía
loco. Su pelvis se movía hacia mí con la intención de penetrarme hasta la
garganta, sujetarme el pelo y empujar la cabeza contra él. Un chorro viscoso de
fluido de Cowper, me inundó la boca. Tenía un sabor fuerte, intenso, el más
intenso que había experimentado jamás, pero todo lo que tenía que ver con Matt
Brown era más fuerte e intenso que en cualquier otro ser humano. Me acomodé
sobre él, de manera que nuestras pelvis se rozasen levemente. Me incliné sobre
él para besarlo de nuevo, los mechones largos de mi pelo le acariciaron los
pómulos mientras en nuestras bocas danzaban con un sinfín de sabores y fluidos.
Mis pechos hinchados y los pezones erectos sobre su pecho le comunicaban que yo
estaba igual de excitada que él. Tuve que reprimir el dolor durante la
penetración, aún me sentía incómoda por el daño que me había causado la noche
anterior, pero tenía que demostrarle que ya no tenía miedo y que le deseaba más
que nunca. Un escalofrío de placer me recorrió la espalda cuando lo sentí
dentro, ni yo misma era consciente de cuanto lo necesitaba en aquel momento.
Nuestros gemidos se fundieron en uno y sentí la tentación de soltarlo para que
me agarrase y me clavase las uñas en los muslos.
-Oh Dios mío…-invocó entre suspiros.
Matt dio un fuerte tirón, luchando para soltarse,
quería agarrarme contra él. Me acaricié los pechos y el vello púbico y me
empujó con su cadera mientras se mordía el labio inferior en un gesto que cada
vez me provocaba más. Me incliné sobre él para mirarle a los ojos cuando le
hacía el amor. Empecé a mover las caderas suavemente, hacia arriba y hacia
abajo…
“toc, toc, toc”
Me detuve al instante. “No puede ser. Están llamando a
la puerta”
“toc, toc, toc, toc”.
Me derrumbé sobre Matt.
-¿Por qué? ¿Por qué ahora?-lloriqueé
-Debe de ser Bam…-“Bam, te voy a matar”.
“toc, toc, toc, toc”
-Será mejor que vayas…-susurró Matt algo apenado.
Él estaba triste, yo enfadada. Un cosquilleo me
recorrió los muslos empapados cuando dejé de sentirlo dentro, mi cerebro,
inundado de oxitocina, me gritaba que ¡qué demonios estaba haciendo! Busqué por
el suelo mi albornoz, aún llevaba el pelo mojado, así que me envolví en él lo
mejor que pude. La puerta no paraba de resonar.
-¡Maldita sea! Ya voy.-grité asomada por el hueco de
las escaleras.
-Ayla.
-¿Qué?-respondí a Matt secamente.
-Desátame.
Se me subieron los colores a las mejillas y con manos
torpes le quité el cinturón de las muñecas. Matt se las frotó para combatir la
rojez. “Al menos ya se le ha pasado el calentón. Yo tengo ganas de matar a alguien”.
-Vístete,-le dije con la voz más suave que mi furia me
permitió.
Bajé las escaleras dando saltitos. La puerta seguía
sonando. “Esa insistencia solo puede ser de Bam. Ahora estoy cabreada, pero
quizá solo quiere asegurarse de que estoy bien, anoche se quedó preocupado, y
al ver que no llegaba a la hora acordada…” Podría haber pensado aquello, pero
en su lugar seguía maldiciéndolo. Apenas me había acordado de Bam en todo el
día, y ya era casi la hora de comer. Había prendas de ropa tiradas por toda la casa,
el baño inundado de agua y las persianas seguían bajadas… Parecía que hubiese
habido una pelea. “Abriré lo justo para que no vea todo esto. Madre mía, que
vergüenza.”
Las llaves se me cayeron al suelo mientras intentaba
encontrar la correcta.
“toc, toc, toc, toc, toc”
-¡Ya voy, un segundo!-finalmente, con las manos
sudorosas y ardiendo conseguí abrir la puerta. Tenía los muslos empapados, el
pelo mojado y enredado y caminaba torpemente entre muecas de malestar. Tenía la
cara roja de furia. Abrí la puerta de mala manera.
-Ayla, menos mal que sigues aquí. Necesito hablar
contigo con urgencia… ¿tienes un momento?
-¿Alba?-“Hay que ver que inoportuna eres, hija mía”.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN AQUÍ.
-¿Alba?-“Hay que ver que inoportuna eres, hija mía”.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN AQUÍ.
hola ayla muy lindo lo que has escrito...me encanto y a la vez te felicito! ow a mi me encanta matt..😍 ❤
ResponderEliminar¡¡¡Me alegra que te guste!!!
EliminarAyla recien empese leer esta historia y me atrapo de tal manera que leo y las imagenes pasan como una pelicula por mi cabeza. Tenes una manera de escribir que atrapa al que esta leyendo. Te puedo preguntar porque Matt??? Porque no con otro de los hermanos??? Igual no te equivvocaste me encanta!!! Otra duda el sabe de tu trabajo?? Lo conoces en persona??? Me encanta tu trabajo y te voy a seguir leyendo beso grande te escribo de Uruguay
ResponderEliminar¡Hola! Encantada de conocerte, espero que pases muy buenos ratos navegando por mi blog. Respecto a tu pregunta, ¿por qué Matt? Pues la verdad es que no lo sé. La historia apareció en mi cabeza una tarde, así porque sí, y decidí escribirla. Y no, no lo conozco, y no sé si me gustaría ver su cara al leer mis historias jajajaja. ¡Un abrazo!
EliminarMuchas gracias por responder. Si cada ves que puedo sigo leyendo esta historia que me atrapo de tal manera que que cuando no puedo leer repaso lo que ya e leido en mi cabeza. Yo creo que estaria muy halagado de que lo allas elegido a el para esta historia que hasta el capitulo 11 que es por el que voy la ciento como muy fuerte y me encanta.la forma como lo describis como seria en la intimidad sus miedos y todo y creo que le diste en el clavo jajaja. Segui asi con tu trabajo que es exelente y muchas gracias por responder me dajaste muy contenta. Un abrazo grande!!!
Eliminar¡Muchas gracias a ti por comentar! No sabes lo que me gusta recibir vuestros comentarios, son como un rayo de sol en un día nublado. ¡Un abrazo!
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