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Capítulo XII: Bird y Rainy

-Cuando abrí la puerta-comencé a relatar- intenté que Alba no viese el desastre que habíamos causado, pero era imposible que no se fijase en el baño: estaba la puerta abierta y el suelo empapado, me preguntó que habíamos estado haciendo, había ropa mía tirada por todo el salón…
-Ayla, te estás hiendo por las nubes.
-¡Mira quién habla! Don “siempre voy al grano y no mantengo monólogos de cinco horas con un trozo de madera”.
-¡Estás intentando distraerme!
-¡Mentira!-Matt se abalanzó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas bajo los brazos, estallé en carcajadas, mientras sentía como mis músculos se contraían y me asfixiaba entre las risas. Mi espalda terminó reclinada en el suelo, intenté deshacerme de las cosquillas de Matt dándole patadas, pero su peso sobre mi cuerpo me impedía moverme. Aspiré hondo para recuperar el aliento, pero sentía como mis pulmones se llenaban a medias y jadeaban desesperados en busca de oxígeno. Matt agarró mis muñecas y las sujetó a ambos lados de mi cabeza. Sentía un dolor gélido en las cosquillas: en el forcejeo, Matt me había clavado uno de sus anillos: el plateado con piedrecitas verdes que llevaba en el dedo anular derecho. También llevaba un anillo de hueso negro en el dedo corazón, contiguo al de plata, pero si me había rozado con él, apenas lo había notado.
-Has dicho que me lo contarías.-por mucho que se propusiera sonar serio, no lo conseguía. Me vibró el pecho aguantando la risa. Sentía como el colmillo que pendía de su cuello se interponía entre su pecho desnudo y mi cuerpo. Su intenso aliento me golpeaba la boca. Arqueé la espalda y nuestras pelvis se rozaron. Me mordí el labio ante el contacto tan íntimo. Matt cerró los ojos un instante.- ¡Estás intentando distraerme!-protestó entre medio de una carcajada y una mueca de indignación. “Y lo estoy consiguiendo”.
Unos gritos procedentes del exterior hicieron que Matt se levantase de un salto y se asomase por la puerta. Me incorporé para escuchar mejor, pero sinceramente, solo escuchaba el agua correr. La lluvia caía con más fuerza que antes y su intenso repiquetear entre los árboles había ahogado prácticamente los lamentos para mí, pero no para alguien que se había criado entre chasquidos de oso y pisadas de ciervo. La voz volvió a resonar, esta vez me mantuve alerta y logré distinguir una lejana letanía.
-¡Oso! ¡Oso! ¡Oso!-por la lejanía del interlocutor y el murmullo constante de la lluvia no podía asegurar a ciencia cierta si quien gritaba era un hombre o una mujer.
-Mierda.-murmuró Matt entre dientes.
-¿Qué pasa?-pregunté casi por inercia, aunque sabía que no iba a obtener respuesta.
Cogió mi sudadera gris, tirada en el suelo y me la lanzó a la cara.
-Vístete, deprisa.
Obedecí sin rechistar, sin ni siquiera preguntar qué pasaba. Conocía demasiado bien a Matt para saber que cuando se le metía algo en la cabeza era muy difícil hacer que reaccionase a cualquier otro estímulo, y ahora en lo único que pensaba era en: “Oso, oso, oso”. Me puse los vaqueros y me calcé las botas sin ni siquiera ponerme calcetines. Matt se pasó un viejo polar verde sobre la cabeza, se anudó correctamente los vaqueros y se puso los botines sin desabrochárselos. Me dio las manos para ayudarme a ponerme en pie, se puso el sombrero y cargó el rifle con un sonido agudo y metálico.
-¿Estás lista?-Asentí con la cabeza y prácticamente por auto-reflejo, no sabía que pasaba, me temblaba todo el cuerpo y me ardía la garganta. Tragué saliva, lo único que podía hacer era confiar en él y aguantar la presión, cuando sucediese, Matt ya me contaría qué diablos estaba pasando.-Dame la mano.
El frío se me caló hasta las huesos nada más salir de la cabaña, el pelo se me empapó y me caía desordenado sobre la cara, impidiéndome ver. Era tanta la lluvia que caía que todo lo que veía a mi alrededor era una masa amorfa de verdes, grises y marrones, guiándome por la silueta de Matt, andando dos pasos por delante de mí, con pasos firmes, salpicándose los bajos de barro con cada avanzadilla. El agua me impregnó hasta la piel y sentía mis pies chapotear con cada paso. Gracias a la reducción de mi campo de visión, sumado a mi naturaleza torpona, resbalé en más de una ocasión con el barro húmedo, en los apenas cincuenta metros que separaban el palacio de neumáticos con la casa principal. En el segundo traspiés, casi caí de espaldas contra el suelo, si no llega a ser porque Matt me sujetó con todas sus fuerzas e impidió que colisionara. Me alzó con apenas aplicando la fuerza de un brazo, “es más fuerte de lo que cree, tanto física como de espíritu”. Fuimos los últimos en llegar al porche de la casa de dos pisos de madera: allí aguardaban casi todos los miembros de la familia. Bear estaba tan empapado como nosotros: los mechones color oro fundido se le pegaban a las mejillas sonrojadas, tornándose marrón oscuro al contacto con el agua y la barba se le rizaba por la humedad. La sudadera roja y los pantalones de estampado de camuflaje formaban pesados bultos en torno a su diminuto cuerpo. Bam había sido más listo y se había cubierto usando como paraguas su largo abrigo negro, aunque tenía las gafas salpicadas de gotas transparentes. Noah se había acercado a paso ligero utilizando un paraguas que se había fabricado él mismo, el largo pelo rubio paja se le rizaba a través de la coleta por la humedad. Billy, Ami y Rain se asomaban secos y calentitos por la puerta de la casa, aunque era tanta la lluvia que caía que a la joven Rainy se le encrespó la melena castaña nada más poner un pie fuera.
Nada más alcanzar la seguridad del porche, Matt me soltó la mano. La intensa lluvia no me había permitido centrarme en nada más que en seguir adelante y no tropezar, así que no me di cuenta hasta ese instante la fuerza con la que me había sujetado Matt, sentía los dedos fríos e insensibles y un agitado latido me recorría la palma, fundiéndose con el zumbido de los nervios que luchaban por recuperar el flujo sanguíneo. Me abracé a mí misma para intentar entrar en calor, ni siquiera me di cuenta de la larga mirada que me había lanzado Bear.
-¡Uno!-gritó Matt siguiendo el protocolo no escrito que tenían los Brown en caso de avistamiento de oso.
-Dos.-prosiguió Bam Bam.
-Tres.-era el turno de Bear.
El número cuatro se perdió entre los susurros del viento reptando entre los árboles.
-Gabe ha ido a llevar a Alba a Hoonah.-aclaró Ami-probablemente aguardará allí hasta que cese la tormenta.
“¿Alba se ha ido sin mí? ¿Para darme intimidad a mi o a ella?
-¿Cuánto hace que se ha marchado?-preguntó el siempre preocupado Bam.
-Hará más de dos horas. ¿Creéis que habrán llegado bien?-el agudo gallo que soltó la mamá osa al final de esa frase ahogaba sus increíbles ganas de lanzarse al mar en pos de su osezno.
-Seguro que sí.-la tranquilizó Matt.
“Y yo pensando en con quién se estará acostando. A veces me sorprende mi gran falta de empatía”.
El número cinco y el número siete también estaban presentes en el porche, pero no había rastro de la número seis.
-¿Dónde está Birdy?-cuando se trataba de sus niñas, el pacífico Billy Brown se convertía en el más fiero y feroz lobo de los bosques. Dispuesto a dar cualquier cosa con tal de poner a salvo a sus pequeñas.
Las miradas se volvieron por instinto hacia la pequeña del grupo, que a pesar de intentar esconderse tras los hombros protectores de su madre, hacía tiempo que ya la había superado en altura. Rainy se mordisqueó el pulgar nerviosa. Sus redondos ojos azules se movían inquietos buscando un punto de apoyo, evitando las miradas acusadoras de su padre y de sus hermanos.
-Rain, ¿dónde está Bird?-si la pequeña ya estaba sometida a suficiente presión, el tono soberbio de Bam no ayudaba a calmar el ambiente.-Rainy hizo ademán de pronunciar algo, pero no terminaba de atreverse, eso solo logró que Bam se pusiera más nervioso, avanzase a grandes zancadas hacia la pequeña y la sacudiese de los hombros. Tropecé con Matt en mi retroceso impulsivo para dejarle paso.- ¿Dónde está Bird?
Rainy hizo un esfuerzo para no echarse a llorar.
-Ha ido a buscar a Sunshine. Salió justo después de Gabe…
-¡Tu hermana lleva más de dos horas desaparecida, y no has dicho nada!-exclamó el segundo hijo pasándose las manos por la barba dorada: un tic nervioso que hacía siempre que algo le preocupaba, que solía ser en más ocasiones que a la mayoría.
-Sabíamos que os ibais a enfadar,-intentó excusarse Rain con un hilillo de voz aguda- los gatos son responsabilidad nuestra. Cuando empezó a llover, mamá nos dijo que los recogiéramos, pero nos distrajimos jugando con unas viejas muñecas que encontramos y Sunshine se escapó.-dos churretones de lágrimas negras empezaron a correrle por las mejillas. Intentaba ser más madura, más mayor, que sus hermanos la tomasen en serio, pero solo tenía catorce años. “Todos nos distraemos y cometemos errores a esa edad” quise saltar en defensa de la pequeña, pero ya podía escuchar la respuesta de Billy y de Bam gritándome a la oreja: “los errores de ese tipo se pagan caros en el bosque”. Así que decidí permanecer en silencio.
-¡Debisteis decirnos lo del gato en cuanto sucedió!-le gritó Bam. La pequeña se estremeció y se agarró con fuerza al brazo de su madre.
-Está bien.-terminó interviniendo el patriarca-Hablaremos de eso luego. Bear, ¿dónde has visto el oso?
-Cruzando el arroyo. Creo que era una hembra grande, pero no he visto oseznos.
“una hembra con crías sería la perdición para cualquiera, no bastaría con asustarla con un par de tiros, sino que embestiría al cazador con un cargador vacío sobre la piel si creía que eso iba a salvar a sus crías.” El rostro de todos palideció de miedo, pero nadie se atrevió a pronunciar palabra alguna. Rainy seguía abrazada al brazo de su madre, mientras que Ami jugueteaba nerviosa con los anillos de sus dedos.
-Va hacia el huerto.-dedujo Billy en seguida.- ¡Escuchadme bien!-alzó la voz para hacerse oír bien entre todos sus hijos.-La prioridad es encontrar a Birdy, pero no debemos descuidarnos. No quiero ver a nadie solo, ¿me habéis entendido? ¡Nadie irá solo! Matt y Bear iréis al arroyo a vigilar al oso, Bam y Noah cubriréis la bahía y buscaréis a Bird y yo, excepcionalmente, aseguraré el perímetro del campamento y la buscaré por los alrededores ¿Sabéis si Bird va armada?-el agua le chorreaba por los largos bigotes blancos.
Ami se asomó dentro de la casa y dirigió la vista a la pared donde colgaban los tres rifles que guardaban en la casa principal. El arma púrpura y rosa de la muchacha estaba colgado en el centro, expectante, a la espera de ser utilizado.
-No.
Billy maldijo entre dientes. “¿Cómo podía Bird, una experta cazadora alaskeña haber olvidado su arma?”
-¡Venga chicos, venga! Tenemos que encontrarla.
Sujeté a Matt por el brazo antes de que se marchara.
-¿Cómo puedo ayudar?-pregunté tímidamente. Lo cierto es que estaba muerta de miedo y extrañamente preocupada, después de todas las historias sobre osos que me había contado Matt…
-Quédate aquí y mantente a salvo.
-¡Matt yo puedo ayudar a buscarla!-protesté dando una patada al suelo y apretando los puños. Había parecido una niña pequeña y malcriada delante de toda la familia, pero mi intervención había encorajado a otra persona.
-Yo también quiero ayudar.-gritó Rain-Al fin y al cabo ha sido culpa mía…-reconoció terminando la frase con una larga cola que apagó su voz.
Matt clavó sus ojos vidriosos en mí. No era mucho más alto que yo, pero sus anchos hombros y el pecho hinchado me imponían respeto. Tenía los labios blancos y agrietados y le caían gotitas de agua del borde del sombrero.
-Tengo que encontrar a mi hermana, Ayla. No tengo tiempo de discutir contigo ni de estar pendiente de si te resbalas en el barro o te cortas con una rama.
Apreté los puños con más fuerza y me sonrojé. Fijé la vista en el suelo para no tener que enfrentarme a Matt y darle la razón, aún me palpitaba la mano por la fuerte que me había agarrado para evitar que me cayese.
-Por una vez estoy de acuerdo con Matt-le apoyó Bam envuelto en cuero negro con el rifle apoyado en el hombro-Rain y Ayla se quedan.
-Pero…-murmuró la pequeña Brown.
-Mete a las niñas en casa y asegura la puerta.-ordenó Billy a su esposa con un ápice de melancolía en la voz. Le dio un ligero beso en los labios y chasqueó el rifle al aire en un sonido metálico que se alejó vibrando a través de las gotas de lluvia.
Los dedos huesudos y enjoyados de Ami me rodearon la cintura y me invitaron a entrar en la casa.
“Si Matt está aquí, es que todo está bien” pero Matt no estaba, ni tampoco Birdy. La lluvia caía intensamente en el exterior, un millar de canicas rodaban por el tejado a dos aguas de la cabaña. Tenía la vista fija en la ventana, pero, aparte de una cascada de agua no veía nada más allá que masas verdes y marrones inmóviles. Me había cambiado de ropa, tenía las botas mojadas en la puerta y me había trenzado el pelo, el calor de la camiseta térmica y la chimenea encendida habían hecho que olvidase casi por completo el frío y la humedad que envolvían la isla, sin embargo, seguía sintiendo un constante cosquilleo en la mano. Flexioné los dedos para recuperar del todo la sensibilidad.
Ami tenía su arma cargada sobre la mesa: un viejo Colt del calibre 4’5, un revolver pequeño de acabado negro, con madera oscura en el puño y con capacidad para seis balas. Ligero, sencillo y letal. Desprendía un aura inquietante, no podía apartar la vista de él y me revolví incómoda en el banco. Rain se sentó delante de mí: de todos los hermanos, era la que más me recordaba a Matt: era alta y delgada, a diferencia de su hermana Birdy que era menuda y voluptuosa, llevaba el pelo largo y castaño recogido en una cola alta que no impedía que le cubriese las orejas grandes, con los pabellones abiertos hacia delante. “igual que Matt”. Ambos tenías los rasgos finos y poco marcados, al contrario, que, por ejemplo Gabe: que tenía la mandíbula cuadrada y los pómulos rasgados. Rainy tenía el rostro alargado y la barbilla terminada en punta, sobre la piel clara y rodeados por dos líneas negras de maquillaje brillaban dos ojos azul cielo, no tan claros como los de Matt, ni tan cóncavos, pero tampoco tan oscuros como los de Noah o Gabey. Llevaba un polar rosa que le cubría la boca, formada por dos labios finos y oscuros, que no amplificaba bien su voz y provocó que le pidiese que me repitiera lo que acababa de decirme.
-Digo que es un fastidio que tengamos que quedarnos aquí-hasta ahora apenas había compartido un par de palabras cordiales con Rain, y me sorprendió la confianza con la que me hablaba-mis hermanos siempre me dicen que soy una vaga, pero la verdad es que tampoco me dejan participar en ninguno de sus proyectos…
Rain se dejó caer en el banco y tiró la cabeza para atrás.
-Te entiendo perfectamente-le confesé-Matt pone mucho empeño en enseñarme a disparar, a cazar, a construir e incluso a llevar un barco… pero nunca me deja intentarlo, siempre tiene miedo a que me corte, me tropiece o me haga daño. Por mucho que me esfuerce, para él siempre seré la “chica del continente”.-suspiré resignada y fijé la vista en el cristal empapado.
Rain también miró hacia el exterior:
-Podríamos estar allí fuera, ayudando a los chicos a buscar a Bird. No es solo mi hermana, es mi mejor amiga, y si está ahora allí fuera es por mi culpa…-la joven tuvo que sostenerse el llanto de nuevo, me deslicé por el banco hasta su lado y le rodeé los hombros con el brazo. No sabía porque lo hice, no era demasiado partidaria a las muestras de cariño, pero Rain era tan adorable y parecía tan frágil que no pude resistirme. “Ahora entiendo porque la protegen tanto, es delicada como una rosa en un frasco de oro y cristal” Rain apoyó la cabeza en mi hombro, su pelo desprendía un olor a hierba aceitada. “Es adorable, pobrecita, lo preocupada que está por su hermana, ojalá mi hermana se preocupase así por mi alguna vez… ¿Qué estará haciendo ahora mismo? ¿Le irá bien la facultad de medicina? ¿Saldrá con alguien? ¿Se acordará de mí?”
-Ya sabes cómo es Bird con los animales,-intenté explicarle de la manera más comprensiva que conseguí-no iba a dejar a su gatita sola con esta tormenta.
-¡Me siento idiota aquí encerrada! Y una inútil. Ellos solo son cuatro y no conocen a nuestros gatos, yo podría estar ayudándolos, cuando Sunshine tiene miedo suele ir a refugiarse a los arbustos de bayas del otro lado de la bahía, Bam y Noah tardarán siglos en llegar y más si Matt y Bear no encuentran al oso…
-Me gustaría demostrarles que no somos un estorbo y que podemos ayudar a encontrar a Bird e incluso hasta contener un oso.
-Hacedlo.-Ami surgió de la nada, silenciosa como un felino al acecho de entre la penumbra del salón. Rainy y yo la miramos anonadadas. Sus ojos pequeños de rapaz nos miraban acusadores. Avanzó hacia la mesa  donde estábamos sentadas, arrastrando un laego abrigo de piel y se plantó allí con Carnicero, el fusil púrpura de Snowbird. Su rostro medio-iluminado la envolvía de un aura mística, de muerte y de vida, del bien y del mal, de blanco y negro, estuve a punto de saludarla con un Valar Morghulis.-Hacedlo, id a buscad a Birdy, pero no lo hagáis para demostrar a los chicos lo que valéis, hacedlo para demostrarlo a vosotras mismas, demostraos que no sois una vagas ni unas inútiles, sino mujeres de Alaska-nos repitió- Rain,-acercó el Colt hacia su hija de catorce años ante la atónita mirada de la joven-¿Sabes dónde está tu hermana, cierto?-Rain asintió con la cabeza, no demasiado decidida, pero lo suficiente como para convencer a su madre, que entonces se dirigió a mi.- Ayla, ¿Matt te enseñó a manejar un rifle, verdad?-asentí insegura, dispuesta a levantar mi escudo de roble y replicar que no era demasiado buena con ello, pero Ami no me lo permitió-y sé que no vas a permitir que le pase nada malo a mi hija, ¿verdad?
-La protegería como si fuera mi hermana.-esta vez no dudé en mi afirmación.
La ventaja de tener una autoestima tan baja como la mía, es que dejabas de preocuparte por ti misma casi por completo y tu obsesión se centraba en proteger y ayudar al resto. “Mi vida comparada con la de Bird y Rainy no vale nada. La entregaría para que ellas estuviesen a salvo”.
-Bien.-me tendió a Carnicero.
Jamás había tenido algo en la mano que me hiciese sentir tan poderosa. Incluso notaba el frío metal a través de la tela de los guantes. “No puede ser que me lo esté tendiendo a mí, no, se lo debe estar dando a Rain, yo no puedo manejar esto” Ami casi tuvo que tirármelo encima para que me atreviese a cogerlo. Lo acaricié con los dedos, reseguí la silueta del gatillo con la misma ternura con la que Matt recorría mi cuerpo con los labios. Miré a Rainy, tenía la boca entreabierta y los ojos perfectamente perfilados por una gruesa línea marrón que envolvía los irises azules. “No te pasará nada, te lo prometo”. Susurré mientras colgaba a Carnicero de mi hombro. Me subí los calcetines hasta las rodillas y me cubrí con un impermeable de camuflaje, muy ancho y recubierto de lana por dentro. Me calcé las botas impermeables y colgué el rifle de mi hombro. Rainy se recogió el pelo en una gorra y se puso un anorak blanquecino. Llevaba la Colt colgada del cinturón. Antes de despedirnos en el portal, Ami me dio el cuchillo de Bam, con las prisas se lo había olvidado en la casa. Me lo enganché a los vaqueros con dedos temblorosos.
-Id con mucho cuidado niñas.-dijo Ami con un tono arrepentimiento en la voz.
“Sino nos marchamos ya, no nos va a dejar ir. Quiere darle ese voto de confianza a Rain, pero al fin y al cabo, sigue siendo su niña pequeña”
-¿Tú no nos acompañas?-preguntó la joven.
Ami se enjuagó una lágrima con el dorso de la mano.
-No cariño, yo tengo que quedarme aquí a cuidar de papá. Está solo dando vueltas por el campamento y también por si vuelve a Bird. ¿Conocéis la norma por si hay una emergencia, verdad?
-Tres tiros al aire.-respondí.
-Vosotros contestaréis con uno.
-Y luego nosotras con un cuarto.
-Esas son mis chicas.-respondió entre orgullosa y triste.
Avanzamos por el bosque a paso ligero, yo iba por delante, Rain me seguía a un par de pasos por detrás. Escuchaba como sus botas chapoteaban tras de mí, aunque la capucha me reducía el campo de visión por los lateras y me volvía a menudo para ver si la chiquilla seguía ahí. Aun así, la lluvia se me había calado hasta los huesos, sentía como me corría por las mejillas y destemplaba mi pecho al caer por mi cuello. Rain señaló un punto entre unos arbustos, había oído un chasquido de una rama al partirse. “Los ojos son muy silenciosos,-me había explicado Matt-puedes estar a dos metros de ellos sin ni siquiera enterarte a no ser que pisen una rama y la rompan al caminar.” Apunté con el rifle hacia el punto que señalaba Rain, me situé a dos pasos por delante de ella, ejerciendo de escudo. “Si me come, al menos estará entretenido largo rato devorando mis suculentas caderas”. El corazón me latía a cien por hora, tenía el dedo sobre el gatillo. La lana de los guantes se me había empapado y me provocaba la sensación de llevar pesas atadas a las manos. Tenía la última falange descubierta, empapada y congelada, y aun así notaba el gélido contacto del metal de gatillo. Aguardamos un par de minutos y no apareció nada, para gran alivio de ambas. Cuando volví a colgarme a Carnicero en el hombro aun temblaba como un pollo, y no precisamente de miedo. “¿me habría atrevido a hacerlo? ¿Si un oso estaba a punto de atacar a Rain, habría disparado? ¿Sin dudar?” Resbalé con el barro al intentar avanzar de nuevo y me golpeé las rodillas con unas rocas. El dolor me recorrió la espina dorsal y contraje las mandíbulas. Rainy me preguntó si estaba bien, o eso creo, porque la capucha de la sudadera no solo me quitaba campo de visión sino que también bloqueaba mis pabellones auditivos. Observé mis manos llenas de empapadas y llenas de barro, tenía las uñas sucias y algún que otro callo. Me imaginé por un momento de vuelta en Nueva York, observando Central Park una tarde de domingo lluviosa, con las uñas limadas e impecablemente pintadas, limpia, cómoda y calentita, con una taza humeante en las manos, una manta de franela en las piernas y un buen libro sobre la mesa. Las lágrimas se mezclaron con las gotas de lluvia. “No soy una inútil Matt, me han llamado inútil y vaga toda mi vida, pero no lo soy. Soy una cobarde, pero no voy a dejar que le pase a nada a tu hermana, no, eso jamás.” Me levanté de un brinco mientras aun sentía como me vibraban las rodillas, me quité los guantes empapados y sucios y me los metí en un bolsillo. Tiré la capucha hacia atrás, “más empapada no podía estar” y seguí adelante, con Rainy a mi lado. La niña miraba al suelo con tal de no tropezarse. Carnicero se balanceaba a mi espalda con cada paso que daba.
“Soy la espada en la oscuridad. Pero con la espada soy un desastre y la oscuridad me da miedo”.-había citado en alguna ocasión Samwell Tarly. “Si Sam el Mortífero acabó con uno de los Otros, yo puedo proteger a Rainy de un oso de peluche”-me auto convencí a mí misma en voz alta. La muchacha no me había oído, estaba demasiado ocupada distinguiendo el accidentado terreno a través de las gruesas matas de lluvia para llegar a la zona de los matorrales de bayas.
-Lo más rápido será cruzar el arroyo.-gritó Rain para hacerse oír entre la estruendosa lluvia. Tenía los ojos casi cerrados por el agua que le impedía ver.-pero no sé si habrá crecido mucho por las lluvias.
Me encogí de hombros:
-Más mojadas no podemos estar.
La muchacha señaló el punto que tenía que seguir para llegar al mencionado arroyo, pero no pasó mucho tiempo, mientras avanzábamos por el barro cuando noté un fuerte pinchazo en los riñones que se deslizó por el corriente sanguíneo hasta provocar que me fallasen las piernas durante un instante. “Ahora no, mierda, ahora no”.
-¿Estás bien?-preguntó Rain preocupada apoyando una mano en mi hombro. Era inútil esconder que algo me había sucedido, pero no podía detenerme ahora. “Volvería a casa empapada y embarrada y solo me ganaría unas palabras de decepción de Matt y una de esas odiosas y soberbias miradas de Bam. Ami y Gabe me mirarían con pena, y Billy con desaprobación, igual que Noah y Bear… No quiero ni pensar en cómo me miraría Bear”.
Forcé una sonrisa.
-Estoy bien, solo ha sido un pinchazo.
-¿Estás segura? ¿Quieres que volvamos?
-Tenemos que encontrar a Birdy.-y continué caminando con los riñones hinchado y las piernas palpitándome mientras notaba como la sangre me recorría los muslos. “En que estupendo momento me suceden las cosas, creo que Matt me ha traspasado la famosa suerte de los Brown”.
No tardamos mucho en llegar al arroyo, pero como nos temíamos, el agua corría furiosa hacia el mar, arrastrando piedras y ramas a su paso. A Rainy le daba miedo meterse en el agua, aunque no podía mojarse más de lo que estaba…
-No sabemos si Bird está allí. ¿Y si no lo está?-gritó la pequeña asustada-Deberíamos ir a casa a avisar a los chicos, si, será lo mejor…
Cogí a Rain por la solapa del anorak y la sacudí:
-¿Y si está allí, Rainy? ¿Y si está herida, desarmada y la está rondando un oso?-“Quizá estoy siendo demasiado dura con ella, al fin y al cabo, solo es una cría, a lo mejor tiene razón y debería llevarla a casa y avisar a Matt. Prometí que cuidaría de ella, está congelada y asustada…” –Pasaré yo primero.-afirmé convencida y echaré un vistazo si no veo nada, nos volveremos. ¿Está bien?
Rain asintió con la cabeza. Ahora era yo la que estaba muerta de miedo. Suspiré hondo. El agua corría furiosa cuesta abajo, había cruzado aquel arroyo un millón de veces y el agua jamás había superado la altura de los gemelos. “Vamos Ayla, un paso tras otro”. Metí la bota dentro y enseguida noté como la fuerza del agua luchaba para arrastrarme, si lo conseguía, podría caer y golpearme la cabeza con una de las rocas del fondo. Metí el otro pie, me tambaleé pero conseguí mantener el equilibrio. Avancé un par de pasos más y el agua ya me superaba la altura de la rodilla. Rain seguía parada al otro lado de la orilla, sin atreverse a mojarse. Una rama afilada pasó rozándome las piernas, pero conseguí esquivarla. El corazón me latía muy deprisa y sentía las piernas cansadas y doloridas. El agua había penetrado las capas de ropa y la sentía punzante como carámbanos cortándome los pies.
-¡Ayla, mira!
Rain señalaba al otro lado de la orilla, y entonces oí un ladrido: “¡Cupcake!” el joven pastor belga ladraba al pie del arroyo. Girando en torno a si, dudando si meterse en el agua para rescatarme. Estábamos todos tan preocupados por el oso y por buscar a Birdy que nadie se había dado cuenta de que el miembro más peludo de la familia había desaparecido también.
-Debe haber seguido a Birdy-grité a Rain desde el medio del arroyo usando mis manos como amplificadores-Rainy, debemos seguirlo, si se mete en el agua podría arrastrarlo la corriente. Venga, date prisa.-alargué la mano para que me agarrara. Sentía el agua congelada cortándome las plantas de los pies. Un poco de grava del fondo cedió bajo la suela de la bota.- ¡Vamos, date prisa!
-Ayla… yo, yo no puedo.
-Si yo he podido seguro que tú puedes Rainy, venga, yo te cojo.
No muy decidida y sin apartar la vista del fondo del agua, la joven Brown dio un paso adelante, con los brazos en aspa para mantener el equilibrio.
-No mires el agua, Rain, mírame a mí. Venga, mírame a mí. Eso es, muy bien. Agarra mi mano, genial, ya la tienes.-Noté como los dedos finos y huesudos de Rain se aferraban a mi mano con todas sus fuerzas, la grava cedió bajo mis pies, pero conseguí mantener el equilibrio-No te pares ahora.
Estaba a mi lado, pero era tanta la lluvia que caía que apenas podía verla, pero creo que asintió levemente con la cabeza. El viento rugía furioso y prácticamente me había desecho la trenza y los mechones se me pegaban a la frente o revoloteaban en torno a mis ojos. El agua corría bajo nuestros pies, blanca y espumosa, ni siquiera podía ver el fondo, así que tanteaba con el pie con cada paso que daba. Cupcake ladraba nervioso al otro lado, escuché un chapoteó, había metido las patas dentro del agua, si trataba de llegar a nosotras la corriente se lo llevaría. Tiré de Rain para apresurarla, la joven se resistió levemente y casi por auto-reflejo, la dejé de presionar, ella aflojó la fuerza y di un fuerte tirón para obligarla a dar un paso adelante. Ya tanteaba con los pies la subida que marcaba el fin de la parte más profunda del arroyo, y volví a sacar la cintura del agua. Estaba empapada y congelada, sentía los músculos de las piernas rígidos como piedras y no sabía si obedecerían la próxima orden que mi cerebro les ordenase. Caí de rodillas en la orilla del arroyo, “no podía tener la ropa más empapada” y rodeé al cachorro húmedo con los brazos, él me lamió la cara. Olía a perro mojado, con un aroma extrañamente similar al de Bear, y a pesar de estar chorreando, seguía teniendo el pelaje suave. Acurruqué la mejilla en su cuello, era suave como una almohada, ya no sentía la lluvia caer sobre mí, tampoco sentía el frío, solo el suave pelaje de Cupi acariciándome la mejilla. Solo quería descansar, dormir, ni siquiera pensaba en entrar en calor, ya no sentía frío ni humedad y la ropa me pesaba una tonelada, solo tenía sueño, muchísimo sueño…. Rain tiró de mí para levantarme.
-Debemos seguir Ayla.-su voz aguda no era más que un susurro entre los repiqueteos de la lluvia gris.
-No puedo Rainy, ve tú a buscar a Bird. Yo no puedo seguir, tengo frío y sueño…
-Si te quedas cogerás una hipotermia, debes seguir. Vamos Ayla-Rain no paraba de insistir mientras tiraba de mí. Cupcake se revolucionó en mis brazos, dio unos saltos a nuestro alrededor y comenzó a ladrar.-Quiere que lo sigamos, vamos Ayla. Levántate.
Era increíble como el cuerpecito de Rain consiguió hacer que me levantase, a pesar del frío, notaba los riñones palpitantes y ardientes, pero la sangre había dejado de correr entre los muslos. Cupcake ladró. Rainy me dio la mano y comenzó a trotar tirando de mí para que la siguiese. Corríamos sin rumbo, solo guiándonos por la mancha marrón, peluda y ruidosa que era Mr. Cupcake mientras corría insistente delante de nosotras. La lluvia había reducido su intensidad y había dejado paso a una densa niebla gris oscura que obstaculizaba aún más nuestro campo de visión, y no quedarían demasiadas horas de luz… Caminábamos por arena oscura, estábamos al lado del mar, cuya primera línea estaba cubierta por abundantes arbustos de zarzamoras. Cupcake se metió entre las ramas espinosas, en un agujero que el mismo había cavado, en cuanto nos acercamos para ver por donde había desaparecido el cachorro, oímos una voz.
-¡Cupi! ¡Has vuelto! ¿Has venido solo, chico?-venía del otro lado de los arbustos.
Rain y yo nos miramos aguantando la respiración
-¡Birdy! Soy yo Rain.-gritó su hermana menor como si le estuviese hablando a la nada-Hemos venido a buscarte. Ayla y yo, quiero decir…
-Por favor, venid a ayudarme.
Saqué el cuchillo de Bam de su funda y comencé a cortar las ramas de los matorrales, rasgándomelas con las cortezas rasgadas de los troncos. Rain se acuclilló a mi lado e intentó partir la gruesa madera sin éxito. Ella aún conservaba los guantes, así que las ramas apenas la habían cortado, pero cuando me levanté para aplastar los matorrales con el pie y poder pasar sin temor a caer notaba como me ardían las manos por los cortes. El viento se había llevado la goma de mi pelo, y ahora el pelo mojado me caía empapado por la espalda y se me pegaba a las sienes. Birdy estaba sentada en el suelo, con la pequeña gata blanca y gris oculta dentro del forro polar negro, asomando la cabecita y observándonos con dos enormes ojos azules. Snowbird estaba empapada, el pelo largo y castaño se le pegaba a la espalda. Tenía las gafas llenas de barro y agua, el gorro empapado y goteándole por el borde de lana roza. Tres arañazos granates brillaban en su mejilla derecha. Rainy se agachó a su lado y le preguntó si estaba bien, intentó mirarle la herida del rostro, pero Birdy se apartó salpicándola con el movimiento del cabello. Yo me quedé de pie y eché un vistazo a nuestro alrededor, estábamos en territorio de osos y había que mantener los ojos bien abiertos. Cupcake se sentó a mi lado “A ti también te resulta familiar este lugar, ¿verdad?”. Estaba tan exhorta intentando averiguar de qué me sonaba ese paraje que me perdí la mitad del relato de Birdy:
-Cuando no encontré a Sunshine, sabía que estaría por aquí, siempre se mete entre estos arbustos cuando oye truenos, le dan mucho miedo… Cuando la encontré, estaba tan asustada que me hizo esto-se señaló los arañazos de la cara-y me caí al suelo y en fin, me quedé atrapada…
Se señaló el tobillo, enrededado entre las gruesas espinas de las zarzamoras. Había forcejeado para liberarse y tenía el borde del pantalón lleno de agujeros y puntos de sangre.
-No te preocupes, te sacaremos de aquí.-afirmé yo
.-Chicas,-Bird tenía la voz ahogada y los ojos llorosos. Había estado llorando, de frío, de miedo, de impotencia-al caer creo que he hecho un mal gesto y me duele mucho el tobillo, no sé si podré andar de vuelta al campamento.
La joven había pronunciado esas palabras con terror: sabía que una de nosotras tendría que marcharse sola, entre la lluvia y la niebla para avisar a alguien y pensar en su hermana pequeña corriendo sola por el bosque la aterraba, pero no tanto como la idea de que nos marchásemos las dos y la dejáramos sola de nuevo.
-No te preocupes Bird, lo primero de todo, vamos a sacarte de aquí.-me arrodillé a su lado y saqué el cuchillo de nuevo para cortar las ramas que le envolvían el tobillo.
-Has traído a Carnicero…-su voz sonaba decepcionada al ver que era yo la portadora de su preciado rifle. “Sé que no te gustan las personas, a mí tampoco, pero es lo que hay, Birdy”. No respondí, me mordí el labio inferior y comencé a cortar los gruesos tallos, quizá se sentía mal por haberse olvidado el rifle y como yo, sentía la mirada de desaprobación de su padre y Bam clavándosele en la nuca. “Un erros así se paga caro en el bosque” solían recitar a menudo. Sentía sus ojos pequeños y claros analizar cada uno de mis movimientos con el cuchillo, Birdy se parecía muchísimo a su madre, tenía esa misma mirada aguileña que me ponía los pelos de punta. Se me habría puesto la piel de gallina sino hubiese sido porque ya la tenía erizada por el frío. Solté el cuchillo de golpe y ahogué un gemido cuando noté un fuerte arañazo en la muñeca. Me arremangué la sudadera, tenía el brazo rojo y me escocía, no tardaría en hincharse y empezar a picarme a horrores. Enseguida distinguí las hojas verdosas y llenas de espinas pegadas al suelo, ocultas entre la raíz de la zarzamora “Garrote del diablo” lo supe en seguida, Bird también tenía el tobillo lleno de ronchas, las espinas le habían rozado mientras luchaba para liberarse. “Ahora la suerte de los Brown se ha traspasado a la suerte de Ayla Hurst”. Cogí de nuevo el cuchillo, con la mano temblorosa y terminé de cortar la rama, sin ni siquiera escuchar el “¿estás bien?” que me dedicó Rain. Tenía los dedos llenos de sangre, sucios y resbaladizos, los riñones me seguían ardiendo y ahora para colmo tenía los brazos repletos de ronchas. Entre ambas logramos poner a Bird en pie, era más bajita que su hermana menor, pero pesaba más. Estábamos empapadas, magulladas y llenas de barro, y con la niebla no podíamos avanzar. Sunshine iba envuelta en el anorak de Rain y Cupcake revoloteaba a nuestro lado, esperando que nos moviésemos, pero estábamos allí paradas, viendo caer la lluvia, con Birdy lesionada… Se hacía oscuro, los osos merodeaban a nuestro alrededor y con Snowbird y el cachorro no podíamos cruzar el arroyo sin que nos arrastrase la corriente. Solo nos quedaba aguardar a que los chicos nos encontrasen, pero, ¿cómo llamar su atención? ¿Cómo evitar coger una hipotermia? Siempre me ha sorprendido el sexto sentido que tienen los animales para saber que pensamos y Cupcake respaldó mi teoría una vez más. Dio un salto y comenzó a correr bosque a dentro, entre los arbustos, yo me quedé con Birdy mientras Rain echaba un vistazo hacia donde había ido a correr Cupi. Detrás de los matorrales, entre los nudosos y curvados árboles, de cortezas blancas y troncos esbeltos y frondosas copas verdes, había un viejo cedro caído entre unas rocas, apenas podía distinguirse el que fuera el árbol porque estaba totalmente cubierto de musgo. La chiquilla se acercó, podíamos verla desde nuestra posición, ¿cómo no habíamos visto ese gran árbol entonces? Rain llamó a su perro varias veces, usando las manos como amplificadores, se había quitado la capucha porque ya no llovía tanto, pero seguía manteniendo su pelo recogido bajo la gorra. Cupcake surgió de entre las ramas del viejo cedro y se lanzó sobre la joven para lamerle la cara. En cuanto Rain consiguió liberarse de las muestras de cariño del cachorro, se agachó y rebuscó entre las ramas por donde había salido Cupcake.
-¡Hay un agujero aquí abajo! El árbol debió caer sobre un hueco y ha formado una pequeña cueva.
-¡Ya lo recuerdo!-exclamé en voz alta-Matt y Gabe estuvieron jugando aquí hace unos días. Decían que eran Bilbo y Thorin.
Sonreí nada más pensar en la imagen de Matt, con sus treinta y cuatro años y su cabello plateado, espada-palo en mano reclamando el trono de Eregorn y convenciendo a un Bilbo (mucho más alto y musculoso que él) que saliera de su madriguera y le acompañase en su inesperado viaje.
Llevamos a Birdy hasta la cueva y la ayudamos a entrar.
-¿No habrá arañas?-preguntó Rain.
-Seguramente, pero creo que las prefiero a la lluvia, el frío y el garrote del diablo. Venga, adentro.-le di una palmadita en la espalda y la ayudé a entrar.
-¿Tú no vienes?
-Enseguida.
Cupcake también se metió dentro de un brinco, aunque veía a sus ojitos brillantes y naranjas observarme detenidamente. Rain tuvo que agarrarlo del cuello para que no volviese a salir a la lluvia. Me descolgué a Carnicero del hombro, apunté al cielo y disparé tres veces. Mientras recordaba lo que me habían repetido tantas veces desde que había llegado a Browntown: “Si estás en apuros lanza tres tiros al aire, te responderemos con uno y tendrás que responder con otro”. Mientras aguardaba la respuesta otra cita alaskeña se me cruzaró por la mente: “Nunca sabes cuándo volverás a ver a alguien en Alaska, asegúrate de que sabe que lo quieres”. De repente me sentí la persona más horrible del mundo: no me había despedido de Alba, había discutido con Matt y aún no había hablado con Bear… “¿Y si no llegan a tiempo y nos ataca un oso? ¿Y si el oso los ha atacado a ellos? ¡Podría no volver a ver a Matt jamás!” De repente estaba muerta de miedo, quería volver a casa, acurrucarme junto a la chimenea y escuchar los monólogos de Matt: seca, caliente, cómoda. Los brazos me ardían y los dedos me escocían, y volvía a notar como la sangre corría entre los muslos. Un disparo, a lo lejos, desde el este, desde la dirección que habíamos seguido. “Nos han oído, están de camino”. Volví a cargar el rifle, pero la bala se me cayó al suelo. La recogí: era fría, resbaladiza y la estaba tiñendo de rojo. La metí en el cañón y apreté el gatillo. “Ya vienen”.
El interior era frío y estrecho, ni siquiera cabíamos de pie. El suelo estaba recubierto de hojas secas y tierra negra e iluminado por los últimos rayos de sol que se colaban por el agujero de entrada, pero al menos estábamos a cubierto de la lluvia. Apenas cabíamos las tres junto con Cupi tumbado sobre nuestras rodillas y la gata revoloteando nerviosa en el abrigo de Rain, nos apretujamos para darnos calor. El musgo que recubría el viejo cedro actuaba como aislante impidiendo que las molestas gotas se filtrasen al interior. Rain dio un bote al ver una araña y se echó sobre nosotras y no pudimos evitar reírnos a carcajadas ante su reacción.
-Solo es una arañita.-se rio la mayor de las hermanas.
“Que gracioso, a Matt tampoco le gustan las arañas”.
Birdy tenía los ojos castaños y un diente partido, pero era la sonrisa más dulce que había visto jamás. Forzó una mueca de dolor cuando intentó mover el tobillo.
-¿Te duele mucho?-pregunté preocupada
-Un poco, pero se me pasará en seguida. Soy fuerte, he tenido que convivir con cinco hermanos mayores, estoy acostumbrada a las torceduras, esguinces, rasguños…
-Eres muy fuerte.-dijo sonriendo satisfecha.
-Tú también lo eres.-intervino Rain.
-No es cierto.
-Lo es, hay que ser muy fuerte y muy valiente para afrontar los ronquidos de Matt.
Echamos a reír.
-¡No es para tanto!
-En serio Ayla, ¿cómo lo haces? ¿Usas tapones o algo así?-continuó Rainy
-¡Jamás develaré mi secreto! Tendréis que escuchar ronquidos para el resto de vuestras vidas.
Hasta ese momento no me había dado cuenta del tiempo que hacía que no compartía esos momentos con una chica, estaba Alba, sí, pero por una vez, estaba dentro de un grupo, integrada, sintiéndome respaldada.
-Ahora en serio, Ayla fue la primera en ofrecerse voluntaria para venir a buscarte.-le explicó tiernamente la hermana más joven.
Me sonrojé y aparté la vista, pero la mirada de Birdy era demasiado tierna, demasiado sincera, me encogió el corazón. Noté como su mano se aferraba a la mía y me clavaba los anillos gélidos que llevaba en los dedos.
-Yo habría hecho lo mismo.
-Lo dices por decir… No te preocupes, estoy acostumbrada a que la gente no se preocupe por mí. Yo no hubiese ido a por mí.
-Matt tiene razón, debes empezar a quererte un poco a ti misma.-me regañó Snowbird, y cuando la chica se ponía seria, no había quien le replicase nada-Eres parte de la familia, Matt te adora, le haces feliz, si te pasara algo, moveríamos cielo y tierra para encontrarte.-Una parte de mi quería creer que eso era verdad, que había alguien en este mundo, alguien que no fuera Matt Brown, que se preocupase por mí, alguien a quien yo le importara… Desde mi marcha de Nueva York, apenas había recibido noticias de nadie, solamente de Frank que insistía en que le enviase algo sobre mi nuevo “super éxito”. Ni siquiera había hablado con productores o guionistas con los que estaba trabajando, quería suponer que Frank se habría encargado de ellos, ni siquiera tenía noticias de mis supuestos amigos neoyorkinos, por no hablar de la poca gente que me quedaba en España, mi madre y mi hermana entre ellos.-Siempre sonríes Ayla, pero, por dentro estás destrozada…-“esos ojos de águila lo ven todo”-Mírate, estás aquí: mojada, ensangrentada, congelada, por mí. ¿Crees que no valoro esto?-“En mi mundo no se hubiese valorado, somos demasiado egoístas y egocéntricos como para pensar en los esfuerzos que hace el resto por nosotros”-Te voy a ser sincera, cuando Matt te trajo aquí, no me entusiasmó demasiado tener una chica nueva en Browntown, los chicos no te quitaban el ojo de encima, para ellos, todo es como una competición y se peleaban para que les prestasen atención-“madre mía, y yo como una idiota centrada únicamente en Matt, ¿por qué no me daré cuenta de esas cosas?”-pero trajiste a Matt de vuelta, sano y salvo, y le hiciste feliz, y te esforzaste por mantener nuestro estilo de vida… Querías estar aquí. Siempre he preferido a los animales antes que a las personas, Ayla, pero contigo…-a Birdy le estaba costando mucho trabajo pronunciar esas palabras-contigo puedo hacer una excepción.
Sentí ganas de abrazarla, pero me contuve. Rainy nos abrazó a las dos.
-Deberíamos tener estas charlas de chicas más a menudo. Está bien eso de que haya otra mujer viviendo en Browntown.
La menor tenía razón, me gustaría compartir unos momentos más con Birdy, nunca había tenido nadie de mi edad que se preocupase por mí, que fuese mi amiga. Siempre había estado rodeada por mis personajes, y la mayoría de veces eran mujeres solitarias, fuertes, pero con un brillo melancólico en su mirada… No podía escribir sobre una ‘heroína’ rodeada de amigos, confidentes, seres queridos porque yo no los había tenido nunca, y no sabía el por qué siempre había sido una niña tan tímida y solitaria. Pensé en como giraba mi mundo alrededor de Matt, como fue el primer día que llegamos a Browntown, como me aferraba a su mano, sin despegar la vista del suelo… “Siempre me ha resultado más sencillo hablar delante de cien personas que de una a cara a cara”, creo que por eso me hice comunicadora, mis dotes sociales eran limitados, prefería la soledad y la desconfianza a que me hicieran daño por confiar erróneamente, a que me dejaran sola después de haber hecho lo imposible por el resto. Olvidarme de mi misma, de ser yo misma… era algo que jamás me perdonaría haber hecho. No aceptarme me había llevado a la más remota soledad, aunque bien visto, de allí habían salido mis personajes, ¿valía la pena? ¿Estar sola y triste para inventar historias? Mis historias hacen felices a otras personas, que importa entonces mi melancolía, ¿a quién le importa? Ni siquiera a mí misma me importa…
Me enjuagué una lágrima con el dorso de la mano, dejando una mancha rojiza en mi mejilla pálida.
Me hubiese gustado tener un tiempo a solas con Birdy, preguntarle por qué no había querido asistir a la fiesta de Hoonah, por qué le gustaban tan poco los humanos, pero a la vez por qué sentía esa gran curiosidad por la ciudad. ¿Tendría miedo a que le gustase más que el bosque y destruir así el sueño por el que sus padres tanto habían luchado?
-Chicas, necesito que me hagáis una promesa-dije armándome de valor. Ambas asintieron expectantes-Si algún día hago algo mal, algo que os moleste, que os invite a dejarme sola, por favor, decidme qué he hecho, qué he hecho mal, para poder remediarlo, y no quedarme sola de nuevo.
Bird me miraba con sus ojos de águila a través de los cristales de las gafas de pasta. Tenía el rostro redondo, la piel pálida y las mejillas sonrojadas. Cuando sonreía a través de unos labios finos y blanquecinos se iluminaba una sonrisa desgastada con un diente mellado, pero era la sonrisa más sincera y dulce que había visto jamás, mejor dicho, que me habían dedicado nunca.
-Te lo prometo.-respondió la joven.
Se lo agradecí como pude. Las lágrimas no paraban de brotar de mis lagrimales, me sentí tonta, inútil… Rainy me miraba intranquila “¿cómo una alma podía estar tan torturada? Espero que en el bosque jamás tengas que experimentar la soledad de un colegio, mi pequeña”.
-Y ya que nos estamos sincerando…-intervino la más joven para romper el silencio incómodo que se había formado entre las tres. Se acercó a mí con una sonrisa en los labios-¿Por qué Matt?
-¿Cómo?
-¿Por qué Matt? ¿Por qué el precisamente? ¿Por qué no Gabe o Bear, por ejemplo?
La verdad es que tampoco me lo había planteado, ¿por qué Matt? ¿Por qué me parecía atractivo? ¿Por qué era un manojo de inseguridades peor que yo? ¿Por qué me veía reflejada en él? En su soledad, sus penas, sus miedos… O simplemente por qué Noah tenía razón y la leyenda del hilo rojo invisible era cierta:
“Una antigua leyenda oriental cuenta que las personas destinadas a unirse tienen un hilo rojo atado a sus dedos. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni el tiempo, ni la distancia, ni siquiera si vive en la otra punta del mundo. El hilo se tensará más o menos, pero nunca se romperá. Un momento, ¿cómo puede ser un hilo rojo si es invisible?”
-¿Por qué Matt?-no sabía exactamente que responder, simplemente ¿por qué no? Pero mientras pensaba, Cupcake dio un salto y salió de la cueva, tuvimos que taparnos los ojos para que no se nos llenasen los ojos de tierra, el cachorro comenzó a ladrar y de fondo oímos una inconfundible voz aguda:
-¡Birdy! ¡Rain! ¡Ayla!
Rainy se asomó por el agujero de la cueva que había formado la caída del tronco y gritó que estábamos allí. En seguida reconocimos las botas negras con llamas, y la melena rubia que se asomó por el agujero.
-¿Cómo os habéis metido ahí dentro?-preguntó Bear con su característica sonrisa traviesa y los ojos iluminados.
-Es una larga historia…-intervine yo.
-Un momento, os ayudaré a salir.
Bear se alzó y se pudo aullar para llamar a su manada, un aullido le respondió en la cercanía, y otro algo más lejos, se acercaba desde el campamento. Después se acuclilló de un salto y estiró las manos, enguantadas en guantes negros, sin dedos y desgastados para ayudarnos a salir.
-Saca primero a Rain, Bird que sujete a Sunshine.-utilicé mis manos como punto de apoyo para que la joven se alzara a la altura de la entrada, pero con un simple salto, Rainy consiguió salir.
Bear le dio las manos a su hermana y la ayudó a salir, despeñando un montón de tierra negra sobre nuestras cabezas, le di al animal una vez estuvo fuera y ayudé a Birdy a ponerse en pie. Fue más complicado sacarla a ella, no podía saltar como Rain, ni impulsarse por el tobillo, y pesaba mucho más que su hermana menor, así que mientras Bear tiraba, yo utilicé las manos como punto de apoyo para que la muchacha se alzase. Apenas noté la suela de sus botas clavarse en mis manos llenas de cortes y arañazos. Esta vez tenía las manos ocupadas, así que no pude cubrirme la cara cuando la tierra negra cayó sobre mi pelo y mi rostro, solo pude que cerrar los ojos y notar como los gruesos granos se posaban sobre mis pestañas. Me sacudí el polvo del pelo y los brazos como pude y me dispuse a salir. Agarré ambas manos de Bear,  di un pequeño salto y conseguí agarrarme a la entrada del agujero, me impulsé reptando hasta que el joven agarró mis brazos y dio tal tirón de mí que prácticamente me puso en pie. Me sobresalté de tal manera que permanecí largo rato agarrada a su antebrazo, temblando de miedo: quería preguntarle dónde había estado, dónde estuvo cuando le necesité aquella noche, por qué me abrazó, qué significaba que no había olvidado lo de aquella noche, pero no pude decir nada, solo agarrar su mano enguantada y desgarrada y sentir la punta de sus dedos destrozados de tanto escalar.
-Gracias Bear.-conseguí susurrar mientras mantenía fija en mi aquellos profundos ojos azules, sin respetar como era normal en él, mi espacio personal.
Esos ojos oscuros como pozos que te absorbían y te lanzaban al más hondo y negro de los abismos, que ahogaban mis gritos de socorro entre el eco de los muros. Nadie me oía y yo caía a toda velocidad hasta las puertas del Averno. “El gran deseo que ahora te urge y quema, de que te diga que es esto que ves, más me complace cuanto más intento; más de esta agua es preciso que bebas antes que tanta sed en ti se sacie. De este modo me habló el sol de mis ojos” ¿Qué significaba esa cita de Dante y por qué la escuchaba mientras caía al Infierno de los ojos de Bear? La intensa oscuridad me absorbía y el pozo gritaba mi nombre. Lovebug sonaba de fondo en un gramófono. Las paredes negras y rojas se cernían sobre mí. De repente, el eco se convirtió en la voz de Matt, el pozo desapareció y regresó la luz. Bear se agachó para atender a su hermana. No recordaba haber visto a Matt correr hacia mí, apretar mis costillas contra su pecho y rasgarme el lagrimal con el ala del sombrero. El olor a tierra húmeda se mezcló con el olor a sangre que emanaba y una lágrima me resbaló por la mejilla al sentir el contacto del cuerpo de Matt.
-Menos mal que estás bien…-pronunció con la voz temblorosa-No sabes lo asustado que estaba.
-Ya me echarás la bronca luego Matt.-sentía un enorme alivio y una increíble sensación de calma al sentirlo a mi lado.
-Sí, y no veas la que te va a caer…-su tono de voz sonaba como si me estuviese cantando una nana-ya verás, te va a caer una buena regañina, pero ahora estás aquí, estás bien.-Matt me soltó para observarme, costó que nos despegásemos, tenía una sustancia viscosa y oscura por toda la camiseta, incluso unas costras quebradizas en su mejilla. Intenté limpiárselas rascándole con el dedo.
-¿Pero mírate cómo estás?-Matt sonreía satisfecho y tranquilo. “Qué idiota soy, ni siquiera me había dado cuenta del miedo que pasaba Matt cuando me alejaba de él. Pobrecito, seguro que lo ha estado pasando fatal mientras yo me hacía la Lara Croft entre los bosques y las zarzas de Alaska. Me arremangó las mangas para examinar las ronchas de mis brazos.- ¿Qué te ha pasado en las manos? ¿Esto ha sido un garrote del diablo? Estás empapada, y congelada… Por dios, estás hecha un desastre.-se quitó la chaqueta, me la pasó por los hombros y volvió a pegarme a su pecho.
Junto con Matt había llegado Bam que estaba con Bear y Rain atendiendo a Birdy. Billy y Noah estaban de camino, a un paso mucho más lento. Bam, como era habitual, estaba de mal humor, echando la bronca a Birdy y a Rain por haberse descuidado el gato y haber salido sin arma. Bear le decía que se relajase, que lo importante era que estábamos bien, a salvo, y que habíamos sido muy valientes. La lluvia había cesado por fin, y una suave niebla se colaba entre los árboles a medida que la oscuridad se cernía sobre nosotros.
-Matt, estás lleno de sangre…-susurré con un tono de voz extrañamente tranquilo al darme cuenta de que era la sustancia pegajosa que le cubría la ropa y la mejilla. Su rostro cambió completamente:
-La osa se estaba acercando demasiado, no tenía miedo… No me quedó más remedio.-sujeté a Matt por la nuca y lo acerqué a mi pecho, sabía lo duro que había sido para él matar a un oso y que no se recuperaría fácilmente del trauma-Estaba muy cerca de Bear, y apreté el gatillo… Las crías huyeron… eran dos, dos oseznos… los perdí de vista enseguida. A estas alturas ya se los habrá comido un macho joven.
-No pasa nada Matt,-le consolé-hiciste lo que debías. Protegiste a tu hermano, a toda la familia… No pasa nada, no has hecho nada malo.
Sentía su intenso aliento susurrándome en la oreja y sus rizos plateados acariciándome la mejilla. Echando un vistazo sobre su hombro pude ver entonces que Bear también estaba cubierto de sangre, pero estaba tan perdida cayendo en sus profundos ojos que no me había fijado. Ahora, nos miraba descaradamente.
-Solo podía ver a esa osa, con las fauces abiertas, dirigiéndose hacia ti… y me dije, no puedo permitirlo, tengo que mantenerla a salvo.
-Hiciste bien Matt, estoy bien, has sido muy valiente y estoy muy orgullosa de ti.-le mecí entre mis brazos. Su calor me inundó al igual que la sensación de seguridad y calma que me producía cuando mi cuerpo estaba en contacto contra el suyo. “Si Matt está aquí, es que todo está bien”.
-Yo también estoy muy orgullosos de ti, Ayla.-se despegó de mí para mirarme a los ojos, mientras me sujetaba por los antebrazos- Me has demostrado que eres más valiente de lo que creía, y que puedes cuidarte sola…
-¿No soy solo una chica del continente, verdad?-le sonreí.
-No, no lo eres…-me devolvió la sonrisa.-pero no vuelvas a poner tu vida en riesgo de esa manera, por favor. Menudo susto me has dado.
-No iba a permitir que le pasase nada a Bird ni a Rain.
-Lo sé, pero prométeme que tampoco dejarás que te pase nada malo a ti.- Asentí con la cabeza, más para contentarle que por cumplir mi promesa-Esa es mi chica, ven te llevaré a casa.

Envuelta en su cazadora, Matt me cogió en volandas, era increíble cómo me alzaba con tanta facilidad, aunque acostumbrado a arrastrar venados muertos por el bosque, yo debía pesar como una pluma. Antes de acomodarme en su pecho eché un vistazo a los chicos: Bam y Bear cogían a Birdy entre ambos y la ayudaban a desplazarse. Rain andaba a su lado, con Carnicero en el hombro y la Colt en el cinturón. Tenía las manos goteando por la sangre, me quedarían cicatrices, y lo peor de todo, es que había dejado un rastro: un rastro rojo en la hojarasca, fino y tenso como un hijo, que conducía hasta la mano que me había sacado del agujero, la mano de Bear.

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Comentarios

  1. Dios mío. Que historia más increíble

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    1. ¡Me alegra que te guste! Estás a punto de llegar a la mejor parte de la historia ;)

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