La ola de placer se intensificó en cuanto noté los
dientes de Matt pellizcarme suavemente. Arqueé la espalda y las piernas me
temblaron, no contuve el gemido y dejé que mi voz deleitase los oídos de él.
Apreté los muslos en torno a su rostro y sentí como sus labios devoraban los
míos: primero lentamente, después aceleraba el ritmo y solo utilizaba la punta
de su lengua. Luego despacio otra vez y utilizando toda su boca, en alguna
ocasión se ayudó un poco de los dedos. Era curiosa la sensación que despertaban
en mí el tacto de esos dedos tan ásperos en una zona tan fina. Los dientes otra
vez: aplicando la fuerza justa para que no me hiciera daño, pero la suficiente
como para activar todas mis terminaciones nerviosas. Su lengua giraba en
diversas direcciones: en movimientos rápidos hacia arriba y abajo o en círculos
más lentamente. Cuando volvió a utilizar todos los labios ya no le permití
parar, empujé la cadera contra su rostro y agarré con fuerza la tela del saco
de dormir para no sostener violentamente su rostro contra mí. La humedad me
invadió la entrepierna, me sentía pegajosa, sucia y avergonzada, pero suspiraba
tranquila, aliviada, relajada. Leí el orgullo en el rostro de Matt cuando alzó
la cabeza de entre mis muslos y se deslizó hacia mí. Me tomó por la nuca y me
besó con pasión. En mi boca se mezcló el aliento intenso de Matt, con mi saliva
y mis fluidos de aroma intenso. Lo que para muchos podía resultar algo
desagradable, para nosotros se había convertido en una práctica casi habitual
cuando la lengua de uno complacía al otro.
-Eso ha sido…-ni siquiera encontraba una palabra digna
para describirlo-increíble.
Cubrí mi cuerpo desnudo con el saco de dormir negro
mientras Matt se tumbaba a mi lado. Aunque tuviésemos la estructura de la cama
nueva amontonada en el exterior de la cabaña de neumáticos, seguíamos durmiendo
en el suelo, envueltos en mantas y sacos de dormir. Me detuve a observarle un
instante, probablemente su corazón latiría a cien por hora y la presión en los
boxers le estaría atormentando, pero apenas me había dejado fuerzas para
complacerle con las manos. La lluvia caía con violencia en el exterior, si
cerraba los ojos podía escucharla a lo lejos caer sobre el mar. No sabía que
estaría haciendo el resto de la familia: probablemente las chicas estuviesen
jugando en la casa principal, Gabe estaría con ellas, y probablemente Alba
también. Noah estaría enfrascado en alguno de sus proyectos en su laboratorio y
Bear, bueno, había visto a Bear correr por el bosque cuando decidimos
escabullirnos después de la comida para poder pasar algún tiempo a solas…
“Quizá aún siga corriendo”. La tarde era fría, pero el pecho de Matt me
otorgaba el calor que necesitaba, había añorado pasar tiempo a solas con él,
incluso dormir en ese camastro de madera con un saco de dormir, una parte de mí
deseaba que Alba se marchase ya para poder regresar a mi palacio de caucho. “Si
la lluvia es intensa quizá no podamos volver y tengamos que pasar la noche
aquí” malpensé para mis adentros.
-¿Te ha gustado lo que he hecho con la lengua,
verdad?-bromeó él.
-Ha sido increíble. ¿Dónde lo has aprendido? Déjalo,
no quiero saberlo…-me replanteé. Después de todo lo sucedido un par de noches
atrás, la suavidad y el cariño con el que me había tratado Matt esa tarde
compensaban aquellas lágrimas de dolor y la esperanza de que no volvería a
pasar aumentaba dentro de mí.
-¿Sabes que ha sido lo mejor de todo?-Matt apoyó las
manos bajo la nuca y fijó la vista en el techo.
-Sorpréndeme.-dije incorporándome sobre un codo para
observar mejor los labios gruesos y pálidos y la silueta de su rostro.
-Que por fin podemos estar solos… Hablando de nuestras
cosas.
-¿De nuestras cosas?-no pude evitar soltar una
carcajada-¿De qué cosas?
“¿No querrás que nos pongamos a confesar secretos otra
vez y que terminamos llorando y consolándonos el uno al otro, verdad?
-Ya sabes, de nosotros. Qué haremos mañana, alguna
manía extraña, lo fantástico que he estado hoy…. Qué pasó entre Gabe y Alba la
otra noche…
-¡Lo sabía!-me incorporé de un brinco, cogí la
camiseta gris de tirantes de Matt y la deslicé sobre mi cabeza-¡Sabía que
querías algo Matt! Ya te he explicado que le prometí a Alba que no diría nada a
nadie, especialmente a ti. ¿Gabe no te ha contado nada?
-Si lo hubiese hecho no te lo estaría preguntando a
ti.-“¿me has hecho todo eso con la lengua para saber si tu hermano se acostó
con mi amiga hace dos noches? Es para matarte, Matt Brown”.
-No seas tan cotilla. Te he dicho que no te voy a
decir nada…-hice ademán de marcharme, pero me sujeté fuertemente por la muñeca.
-Por favor, no te vayas. Lo siento… No hablaremos de
eso si no quieres, pero no te vayas.-era imposible resistirse a los ojos de
cachorrito abandonado de Matt, y aunque me enfadase que solo me hubiese
complacido para sacarme algún cotilleo, en el fondo, quería quedarme. “No tomes
decisiones precipitadas, Ayla, escúchale, quizá te dé un buen motivo para no
estamparle la cabeza contra el suelo.” Me obligué a respirar hondo para
tranquilizarme pero me negué a mirarle de nuevo a los ojos.-Podemos hablar de
otra cosa, ¿por qué no me cuentas como va avanzando tu libro?
-No finjas que te interesas por mi trabajo,
Matt-“nadie lo hace, ni siquiera mi propio editor. Tampoco quiero que lo hagas
por obligación”.
-¿Estás de broma? Me encanta cuando me cuentas historias…
Hablar contigo es como leer un libro de poemas victorianos. Tienes una voz
bonita y cautivadora. Creo que eres la única persona en el mundo que consigue
que me calle para que la escuche.
-No lo dices en serio. Lo dices porque te acuestas
conmigo.-aun así me senté a su lado y me cubrí con el saco de dormir. Apoyé la
mejilla en su pecho y dejé que me rodeara los hombros con su brazo: olía a
almizcle y a tierra húmeda, a tarde lluviosa de historias junto al crepitar del
fuego.
-Lo digo porque aunque no me guste leer, me gusta
escuchar tus historias. Además, se trata de un héroe prehistórico inspirado en
mí. ¿Cómo no voy a querer escucharlo?
-Está bien. Te contaré una historia:
* * *
Corazón de Ciervo apretó las pantorrillas contra el
pelaje frondoso y blanco de la pequeña yegua que montaba. Se aferraba a las
crines para mantener el equilibrio, el animal protestó y retrocedió unos pasos.
Luchó para mantener el equilibrio durante unos instantes, si se caía, se
partiría el arco largo que llevaba cruzado a la espalda y no tendría tiempo
para repáralo hasta el invierno. El cazador intentó recordar los consejos que
le había dado la muchacha: “espalda atrás, fuerza en los muslos y no le tires
muy fuerte de las crines. Háblale para tranquilizarla… los caballos son muy
sensibles a los cambios de humor de los humanos. Si tú estás tranquilo, ella lo
estará” Le había costado creer en esas advertencias, ¿cómo iba un caballo a
saber lo que sentía un cazador? Aunque hasta hacía pocos años ni siquiera sabía
que las personas podían montarse sobre el lomo de esas bestias. La yegua se
tranquilizó, el cazador le dio una pequeña patada y arrancó al trote hasta
llegar a los límites del poblado. La muchacha sí que entendía sobre caballos,
había montado toda su vida y había enseñado a Corazón de Ciervo como hacerlo,
aquello le había otorgado cierto renombre en la aldea, incluso por encima de su
hermano: era el único cazador que disfrutaba de las ventajas de un caballo a la
hora de perseguir a las presas o transportarlas de nuevo al poblado. Los
pequeños empezaron a asomarse entre las puertas de las chozas de pieles, y
empezaron a reunirse a su alrededor, admirando su montura y a las dos gordas
perdices blancas que colgaban de sus alforjas. El sol brillaba y acariciaba
agradablemente la piel en aquel mediodía de mediados de otoño, el clima aún era
lo suficientemente benévolo como para permitirle salir a cazar, pero el
invierno se acercaba. Guio a la yegua con cuidado, para no atropellar a ningún
niño mientras las madres corrían en pos de ellos para alcanzarlos y llevarlos
de vuelta a sus casas. Por fin visualizó su choza entre el resto. En la piel de
ciervo curtida que ejercía de puerta había pintadas las tres rayas de sangre
que identificaban a los miembros de su familia. Era una choza circular, como el
resto, con una estructura de madera recubierta de musgo que ejercía como
aislante y de pieles de presas. El tejado terminaba en punta, recubierto de
ramas y musgo para que la lluvia no se acumulase, no tenía ninguna ventana, el
interior no era más que una sala común donde dormir, comer y guarecerse del
invierno. Era cierto que había otras chozas más grandes en la aldea, incluso
algunas que tenían varias estancias, pero Corazón de Ciervo no necesitaba mucho
espacio más. Había compartido cabaña con seis hermanos menores, la falta de
espacio propio era algo que no le preocupada. En cambio, Loba Blanca,
acostumbrada a vivir en grandes castillos le tomó algo más de tiempo
acostumbrarse a estar recluida en una sola habitación, aunque nunca protestó
por ello. Muchas cabañas también tenían a su alrededor pequeños huertos o
corrales para gallinas o vacas, solo su corral era distinto, contiguo a la casa
y con un establo a medio construir. A medida que se acercaba, pudo distinguir
las dos bolas peludas: una gris y una blanca que se enroscaban al pie de la
puerta. “Ese vago de Lobo Gris… ha
preferido quedarse durmiendo a venir a cazar conmigo…” No pudo evitar reprimir una sonrisa cuando su
compañera, al escuchar los pasos del caballo, salió a recibirlo con el niño en
brazos envuelto en pieles. Llevaba la cabellera rojiza y dorada recogida en una
gruesa trenza, con algunos mechones rebeldes revolviéndole el rostro. Vestía
con pantalones de piel clara, botas y una túnica de manga larga que se anudaba
a la cintura y podía abrirse como una cortina. Él vestía como los cazadores,
con colores oscuros y el rostro embarrado. El esfuerzo mañanero le había
cubierto el cuerpo de sudor, los mechones de pelo plateado se le pegaban a la
frente y el contacto frío de su colmillo sobre su pecho contrastaba con el
calor que desprendía su piel. Se sentís sucio y cansado, comenzaba a dolerle el
trasero de tanto cabalgar, pero no podía sentirse más feliz por llegar a casa.
En cuanto le olfatearon, los lobos se levantaron de su plácido descanso al sol
y fueron a recibirle trotando entre las patas del caballo. Aún le sorprendía
como el hecho de haber criado a la potra entre ellos provocaba que no se
espantase de sus lobos, aunque hubiesen tenido algún que otro susto con el lobo
de otro cazador que asociaba a su yegua con comida. Loba Blanca le dedicó una
de sus encantadoras sonrisas cuando bajó de un salto del caballo. Dio un par de
traspiés por culpa de los lobos que saltaban a su alrededor felices por su
llegada hasta conseguir besar en los labios a su compañera. El pequeño alargó
los brazos y le dedicó unos gorgojitos y unas sonrisas para que lo cogiera.
Corazón de Ciervo no podía resistirse a los encantos de su pequeño y lo tomó en
brazos entre risas. El niño estaba a punto de cumplir un año y ya tenía una
espesa mata de pelo rubio platino cubriéndole la cabeza, la piel pálida y dos
grandes ojos azul claro. La muchacha decía que se parecía mucho a él. Todo el
mundo coincidía en que tenían un niño encantador. Ella también sonreía cuando
los veía juntos.
-Te ha echado de menos.-Al intrépido cazador le
sorprendía como podía echarle de menos si le había visto aquella misma mañana.
“Debe de quererme mucho”.
Loba Blanca acarició a Pequeña, en el cuello y comenzó a quitarle las alforjas, el carcaj
y las dos presas que había traído. Sacó la manta roja que usaba para montar y
la tendió sobre uno de los postes de la valla, para secar el sudor. Le pasó los
dedos por las crines para desenredarlas y le recolocó las plumas que llevaba para
identificarla, después metió a la yegua en el corral. Llenó el abrevadero con
agua fresca del río y le dio unas cuantas manzanas silvestres como recompensa.
Corazón de Ciervo las miró orgulloso mientras abrazaba a su hijo: sin duda la
yegua tenía mejor sintonía con la muchacha que con él. Prácticamente la había
criado ella, cuando sin querer dieron caza a su madre. Los cazadores seguían un
código: No se matan a las madres con crías, pero no habían visto a la potrilla
hasta que fue demasiado tarde. En un caso así, lo usual hubiese sido matar a la
cría, mejor cazarla que dejarla morir a su suerte a manos de algún depredador,
pero Loba Blanca se había opuesto. Pasaron varios días acechando a la potra,
hasta que el hambre provocó que confiase en la piel de cordero repleta de leche
caliente que le tendía la cazadora.
El animal había crecido hasta convertirse en una dócil
yegua de montura, pequeña y robusta, con las patas cubiertas de pelo. El cuerpo
recubierto con un pelaje color crema y las crines blancas. Era su mejor amiga,
aunque en la aldea al principio la criticasen. No habían visto jamás a una
mujer criar a un caballo como si fuese un niño, y mucho menos montarlo, pero
según le explicó la muchacha, era algo muy usual en las tierras de los señores,
y ella había aprendido a cabalgar desde niña. A Loba Blanca le encantaba
montarla, pero sus obligaciones como madre le impedían salir a cazar tan a
menudo como desease. El niño aún mamaba, no podía pasar demasiado tiempo lejos
de su madre y el vientre comenzaba a abultarle de nuevo…
-Durc, ¿quieres venir a darle una manzana a Pequeña?
Corazón de Ciervo se escabulló con el niño en brazos
entre las maderas del corral. Cogió una manzana del cesto y entre él y el
pequeño se la dieron a la yegua entre risitas. Loba Blanco tenía la costumbre
de poner nombre a todo, incluso a cosas que su tribu no solía otorgar. Los
lobos no tenían nombre propio, aunque fueran los compañeros más fieles de sus
cazadores. Solo se les otorgaban nombres relacionados con su aspecto físico o
su personalidad, el llamaba al suyo Lobo
Gris, por el color de su pelaje, igual que su hermano llamaba a su bestia Ojos Verdes por la tonalidad de sus
ojos. Algunos, simplemente los llamaban: Lobo.
En cambio, Loba Blanca se había empeñado en llamar a su loba Pluma y a la yegua Pequeña. Lo mismo pasaba con los niños, los infantes no recibían un
nombre hasta que se convertían en cazadores, a los once o doce años, como muy
tarde a los trece. Era normal que las madres pusieran apelativos cariñosos a
sus hijos para llamarlos durante su infancia, pero acostumbraban a ser nombres
de cazadores infantilizados: por ejemplo, su madre lo llamaba Pequeño
Cervatillo, en su niñez. Recordaba con orgullo el día que su padre les otorgó a
su hermano y a él sus nombres de cazadores: Corazón de Ciervo y Ojos de Halcón,
su hermano tenía dos años menos que él cuando lo nombraron hombre, pero Ojos de
Halcón siempre había estado más centrado que él, y además, tenía una vista de
rapaz insólita para cazar. Jamás se habían sentido tan importante, toda la
aldea le felicitaba y le vitoreaba. Aún recordaba como protestaba cuando su
madre le llamaba por su nombre de niño delante del resto de cazadores, aunque
en la intimidad seguía siendo Pequeño Cervatillo. Del mismo modo que Loba
Blanca seguía siendo la muchacha y él el cazador cuando se hallaban en el calor
de su hogar.
-¿Dónde está Bram?-recordó de repente Corazón de
Ciervo. Los padres no solían llamar a los niños por los apelativos cariñosos de
sus madres, pero los nombres que había elegido Loba Blanca para ellos,
transformando sonidos guturales en sonoros nombres propios, gustaban y a
cualquiera se le contagiaban.
Hasta la edad adulta, los niños eran llamados Primer
Hijo de o Segundo Hijo más el nombre del padre. Las niñas, Primera Hija o
Segunda Hija y el nombre de la madre. Pero sus hijos eran Bram y Durc para todo
el mundo.
-Tu padre se lo ha llevado a él y al Primer Hijo de
Ojos e Halcón a practicar con la honda. No tardarán en volver. ¿No te parece
que Bram es un poco pequeño para manejar una honda?
-Desde que mi padre se rompió la rodilla, mi madre
dice que está muy triste, el no poder cazar le está volviendo loco, pero pasar
algo de tiempo con sus nietos y enseñarles todo lo que sabe le está dando la
vida…
La muchacha asintió no demasiado convencida. A las
madres siempre les costaba asumir que sus hijos se hicieran mayores, pero Bram
ya tenía casi cuatro años, en cuanto menos se lo esperase estaría cogiendo una
lanza y un arco y acompañándolo a cazar. Corazón de Ciervo desvió el tema para
despreocupar a su mujer:
-Esta tarde, mi hermano Gran Toro vendrá a ayudarme a
reparar el establo de Pequeña para el
invierno. Podríamos invitarle a cenar para agradecérselo…
-Hornearé las perdices que has traído hoy.
-¿Tendrás tiempo para hacerlo?
-Ya he ayudado a tu madre y a tus hermanas esta
mañana, si no ocurre nada, puedo cocinar para vosotros esta tarde.
Corazón de Ciervo cocinaba mejor que ella, aunque
nunca lo admitiría delante del resto de cazadores. Pero la muchacha tenía un
don con la gente, se le daba bien cuidar y sanar, así que había empezado como
aprendiz de curandera junto a sus hermanas, bajo la maestría de su madre. La
Vieja Loba era de las pocas personas que había aceptado a la muchacha como su
compañera nada más presentarla en la aldea, y aunque Loba Blanca aprendía
rápido y sabía cómo tratar diversas enfermedades, muchos pacientes se negaban a
ser tratados por ella.
-¡Madre! ¡Padre!-Bram tenía una inconfundible y
agudísima voz. Sus padres se volvieron para observar como abandonaba a su
abuelo y a su primo para correr a meterse en el corral de Pequeña y mostrarles al cazador y a la muchacha su última
adquisición-el abuelo me ha hecho una honda.
El niño mostró orgulloso su herramienta a sus padres.
A diferencia de su hermano, Bram tenía el cabello castaño oscuro y los ojos
marrones y estaba envuelto en una diminuta túnica de manga larga y unos
pantalones de gamuza con los puños y la capucha forrados de pelo gris. No
despertaba tanta simpatía como Durc, era más desconfiado y tímido, pero era un
niño muy dulce y cariñoso. El Gran Oso se tomó su tiempo hasta llegar, iba
vestido con una larga túnica de pelo de jac, se apoyaba en un cayado para andar
y el pelo blanco y los bigotes largos le colgaban hasta la altura del pecho. Le
acompañaba su otro nieto: el Primer Hijo de Ojos de Halcón, tenía un par de
años más que Bram y el cabello negro azabache de su madre, aquella que un día
amó Corazón de Ciervo. Andaba con el mismo porte orgulloso y soberbio que su
padre, con el ceño fruncido. Loba Blanca alzó al niño en brazos y lo cubrió de
besos, Bram protestó, le daba vergüenza que le tratasen como a un bebé delante
de su abuelo y de su primo. Al cazador también avergonzaba cuando su madre lo
cogía en brazos o le llamaba “Cervatillo” delante de otros niños. Cuando el
Gran Oso estuvo a su lado, la muchacha inclinó la cabeza respetuosa: su padre
era de los pocos miembros de su familia que no había aceptado que trajese una
mujer de la tierra de los señores, el Gran Oso era desconfiado por naturaleza,
y no le gustaba nada la chica extranjera que vestía con largas túnicas sin
pantalones y montaba caballos en lugar
de comérselos, y encima les ponía hasta nombre. La actitud fría y distante del
viejo cambió cuando nació Bram y se dulcificó con Durc, aunque la muchacha
seguía teniéndole mucho respeto. En la aldea, se consideraba a una familia
afortunada cuantos más hijos varones tuvieran, el Gran Oso había tenido cinco
chicos y dos niñas. Corazón de Ciervo iba por el tercero, mientras que la
compañera de Ojos de Halcón solo había concebido una vez. El jefe de la aldea
no le quedó más remedio que aceptar a la muchacha, si los dioses del bosque le
habían dado dos niños sanos y fuertes era que bendecían la unión, la Vieja Loba
alentaba a su marido a que había sido así, omitió la parte de que Loba Blanca
era de caderas anchas comparada con la delicada cintura de Lirio Azul, junto
con qué Corazón de Ciervo era mucho más cumplidor en sus deberes en el lecho
que el siempre ofuscado Ojos de Halcón.
El Gran Oso devolvió el saludo a la muchacha
inclinando levemente la cabeza, cuando habló por fin, lo hizo en dirección al
cazador, como si la chica no estuviese presente:
-El niño es un poco inseguro, pero tiene un don
natural, duda un poco a la hora de lanzar la piedra, pero acierta la mayoría de
las veces. Cuando llegué la primavera y se me haya curado esta maldita rodilla,
me lo llevaré a cazar lebratos.
Bram soltó una carcajada de alegría y se abrazó a la
pierna de su abuelo. El Gran Oso le dio unas palmaditas en la espalda, sin
mostrar demasiado aprecio.
-¡No es justo!-protestó el hijo de Ojos de Halcón-yo
soy mayor que él y a mí nunca me has llevado a cazar lebratos.-dio unas patadas
en el suelo polvoriento y se le escapó un pucherito. “Tiene el mismo carácter que
su padre” pensó el cazador.
-Ya te lo he explicado, tú madre te va a necesitar
mucho estos meses…-le intentó explicar el Gran Oso lo más amable que pudo,
aunque seguía sonando a bronca preventiva.
-Ya tendrás tiempo de cazar lebratos.-intervino a
posteriori el cazador-en primavera tu madre estará a punto de tener el bebé y
necesitará toda la ayuda posible…
La muchacha le puso una mano en el hombro y lo miró
apenada.
El cazador notó como se le agrietaban los labios al
contacto con el caldo caliente, pero no hizo ademán de mostrar molestia alguna
delante de su compañera para evitar darle la razón. El interior de la cabaña no
estaba muy bien iluminado, aunque fuese mediodía, apenas entraba luz por la
cortina de la puerta corrida y un pequeño ventanuco cortado en la piel de las
paredes. Los lobos descansaban en un rincón sobre un lecho de pieles, a la
espera de que sus amos terminasen la comida para lanzarse a las sobras. Encima
de las brasas ardía una olla de piel de cordero, repleta de caldo con las
últimas setas de la temporada, trocitos de zanahoria y cebolla silvestre
troceada y bolas de carne de ternera. Corazón de Ciervo miró a su alrededor, su
compañera estaba demasiado ocupada, sentada al otro lado del fuego, regañando a
Bram por no comerse las verduras que apenas se había dado cuenta de que se
había quemado al sorber el caldo hirviendo. Durc gateaba inquieto por la
estancia, mordiendo un trozo de cuero, buscando a su madre para que le
amamantase. Loba Blanca cogió a Durc e intentaba calmarlo mientras obligaba a
Bram a comer, todo ello mientras estaba embarazada de seis meses, al cazador le
sorprendió como la muchacha podía con todo, y eso que aún no había cumplido
veinte años. Cuando por fin, Bram se comió las zanahorias y empezó a sorber el
caldo, Loba Blanca se sentó con las piernas cruzadas, se desabrochó la túnica y
acomodó al niño para que mamara. Cada vez le resultaba más complicado, por el
tamaño de su vientre que Durc adoptase una postura cómoda para mamar. El niño
le dio un pequeño mordisco en el pezón y la muchacha se resintió, le estaban
empezando a crecer los dientes y el pequeño mordía todo objeto que se cruzase
en su camino, incluyendo a los lobos y a su hermano. El cazador también se
moría por morder y succionar de aquellos pezones rosados y rebosantes de leche.
-Así que Lirio Azul ha perdido al bebé…- a Loba Blanca
le cambió la expresión de repente, parecía relajarse cuando amamantaba al niño,
pero hablar de aquello le agrió la leche.
-Sí,-respondió con un hilillo de voz-anoche, tu
hermano fue a buscar a tu madre, Lirio Azul sangraba mucho y tenía fuertes
dolores… Estuvieron con ella hasta el amanecer.
-Lo siento mucho por ella, esta tarde iré a visitar a
Ojos de Halcón para reconfortarle.
-No lo hagas-suplicó ella- se supone que no lo sabe
nadie. Yo me enterado por Gota de Lluvia, me lo ha contado al llegar esta
mañana y encontrar a tu madre y a Pájaro de Nieve exhaustas, aún no están
listos para comunicárselo a tu padre ni a nadie.
Sin duda su padre se iba a decepcionar mucho. Eso le
otorgaba ventaja a Corazón de Ciervo como su sucesor, pero tampoco quería
ganarse el puesto a costa de los bebés no nacidos de su hermano.
-Está bien, no diré nada…-utilizó su cuchillo para
pinchar un trozo de carne que flotaba entre el caldo de su cuenco de barro-Lo
siento mucho por ellos, ¿de cuánto estaba?
-Cuatro lunas.-Loba Blanca estaba de seis-Iba a nacer
a principios de primavera. Al menos no ha sido tan traumático como el anterior.
-¿De cuánto estaba entonces?
-De ocho lunas.-Bram había nacido a los ocho meses y
medio. Sano y fuerte.
-Es una pena, una mujer joven y hermosa como ella.-a
Loba Blanca no le gustaba que hablase así de Lirio Azul, lo veía en sus ojos,
recubiertos por una fina película de envidia. Aunque si se hubiera unido con
ella, hubiese corrido él la desgracia por la que estaba pasando su hermano.
Miró a los dos niños y le agradeció en silencio a los dioses del bosque porque
estuvieran sanos y felices.
-Es el tercer bebé que pierde…-dijo ella casi
sintiéndose culpable-tu madre dice que si pierde otro le dará infusiones de
miel y corteza de cedro.
Corazón de Ciervo no entendía demasiado acerca de los
medicamentos que su madre enseñaba a preparar a su compañera y a sus hermanas,
pero podía imaginarse para que serviría la infusión de miel y cedro.
-No creo que a ella o a mi hermano les haga gracia no
poder volver a concebir…
-Es lo mejor para ella, otro aborto podría matarla. Tu
hermano aún es joven, es un buen cazador y es el hijo del jefe… Si quisiera
tener más hijos podría tomar una segunda compañera, alguna que ya haya tenido
algún hijo sano. Así Lirio Azul podrá descansar un tiempo y centrarse en criar
al hijo que ya tiene… ¿No crees que Ojos de Halcón la repudiaría, verdad?
-Ojos de Halcón puede ser muchas cosas, pero no es
mala persona. Lirio Azul es la madre de su Primer Hijo, quizá sí que adopte una
segunda compañera para tener más niños, pero no repudiará a la que tiene, te lo
aseguro…-aquello pareció aliviar a Loba Blanca, que se sentía culpable
inexplicablemente por los abortos de la compañera de su hermano.
“Antes de llegar ella tuvo un niño sano, llamado a ser
el futuro jefe, y ahora la muchacha tiene dos hijos varones y fuertes y ella es
incapaz de llevar a término un embarazo”.
El cazador observó cómo los trocitos de zanahoria y
cebolla giraban en su cuenco, entre el caldo y los trozos de ternera, pero se
le había cerrado el estómago de repente. Loba Blanca se cambió al niño de
pecho, Bram también reclamaba atención, así que después de terminar su sopa,
acomodó la cabeza en la falda de su madre para que le durmiese. Lobo Gris abandonó sus pieles donde
dormía su compañera, se estiró perezosamente y se tumbó junto al cazador para
que le rascase las orejas.
-No todos tienen tanta suerte como nosotros.-suspiró
la muchacha abrazando a sus dos hijos-debemos agradecer a los dioses que nos
hayan bendecido de esta manera.
Corazón de Ciervo no quiso decir nada, sí, era cierto
que iban a tener un tercer hijo, pero apenas se llevaría un poco más de un año
con Durc y eso preocupaba al joven cazador. Los niños en la aldea mamaban hasta
los tres años, aunque en los últimos meses alternado con carne blanda y
preparados de cereales. Sin la leche suficiente, se consideraba que el niño no
tendría suficiente fuerza para ser un cazador, y sería toda una deshonra para
la aldea. En otras ocasiones había sucedido aquello, que los niños se llevasen
poco tiempo o que a la madre no le subiese suficiente leche, en ese caso, mujeres
de la aldea con leche de sobras la ayudaban a amamantar a su bebé. Pero Loba
Blanca no era una cazadora de la aldea, al menos no reconocida por todos, su
hijo no sería un verdadero cazador, la sangre de los señores corría por sus
venas. ¿Y si no querían darle leche a sus hijos? Como norma general se le daba
relevancia al mayor, que tenía más probabilidades de sobrevivir, pero Corazón
de Ciervo conocía lo suficientemente bien a su esposa como para saber que antes
se dejaría morir que elegir entre sus hijos. Muchas mujeres la culpaban a ella
de los abortos de Lirio Azul, su presencia y sus niños de sangre mezclada
habían enfadado a los dioses y habían maldecido a la pobre compañera de Ojos de
Halcón por unirse al cazador con quien debería haberse unido. “Apenas tardó un
par de meses en cortejar a mi hermano cuando me fui” refunfuñó el cazador la
primera vez que escuchó semejante rumores. Para colmo, el bebé nacería a
mediados de invierno, cuando se encontraban recluidos en sus chozas, sin apenas
poder salir más allá de los límites del poblado, con el frío debilitando los
niños, la carne almacenada perdiendo sus nutrientes y la nieve y el
imprevisible tiempo dificultando las comunicaciones. Loba Blanca, en cambio, no
parecía preocupada: el embarazo se había desarrollado con normalidad, sin más
molestias que algún dolor de espalda, miembros y pechos hinchados y náuseas
matutinas durante los primeros meses. En general no había tenido ningún
problema con sus otros embarazos, solo el de Bram pareció resentirse un poco
más. Tampoco le asustaba el tema de la lactancia: había tenido leche de sobras
siempre, incluso se había ofrecido para amamantar algún bebé ajeno, aunque
siempre la rechazaban por no ser de “la aldea”. Además, Durc ya tenía dientes,
tan solo empezaría a comer cereales y carne antes que los otros niños. Corazón
de Ciervo no lo veía tan claro, si no tomaba suficiente leche no se haría lo
suficiente fuerte para ser un cazador, y sabía cuál deshonra para el chico
significaría aquello.
-Debes aprender a controlarte, Pequeño Cervatillo.-le
había dicho su madre con sus penetrantes y pequeños ojos de roedor, cuando le
contó que estaban esperando otro hijo.-No es bueno ni para la madre ni para el
niño tener dos partos tan seguidos…
-Solo cumplimos la promesa que le hicimos a los dioses
del bosque-se excusó él-calentamos el lecho mutuamente. Yo planto mi semilla y
ella me da hijos… ¿En eso consiste la ceremonia de unión no? Tú misma la
oficiaste…
-Lo se hijo, sé que solo cumples con tu deber, pero
también debes aprender a controlar tu lívido. Déjala descansar unos meses
después del parto, como hiciste la primera vez.-Loba Blanca era una muchacha
inteligente, conocía remedios para no concebir, el lado negativo era que esos
remedios agriaban la leche materna, y durante la lactancia debía abstenerse a
tomarlas. Entre Bram y Durc habían tenido suerte, él derramaba su simiente
fuera de ella la mayor parte de las veces, pero en esta ocasión fue diferente.
Ella aún no se había recuperado de dar a luz, y su cuerpo curvilíneo despertaba
en él deseos inexplicables.-Si te ves muy necesitado haz como tu padre y tu
hermano, que buscan consuelo en las muchachas del poblado sin emparejar, más de
una estaría encantada de aliviar al hijo del jefe.
Corazón de Ciervo se sintió ofendido ante aquella
propuesta, era algo usual que los cazadores, durante largas jornadas de caza
alejados de sus compañeras, compartiesen sus pieles con alguna muchacha sin
emparejar que los acompañase, así nacían los Hijos Perdidos del Viento, hijos
varones de mujeres sin emparejar. En la aldea del otro lado de la colina, donde
dos de sus hermanos habían pasado un verano reconstruyendo cabañas, una
muchacha había tenido un Hijo Perdido del Viento con los ojos verde oliva de
Ojos de Halcón, la chiquilla aseguraba que había nacido de la simiente del hijo
del Gran Oso, pero Ojos de Halcón jamás había confirmado ni desmentido nada.
Sin embargo, el joven cazador no sentía deseo por nadie más que no fuese su
compañera. En otros tiempos le volvían locos los mechones negro azabaches de
Lirio Azul, pero todo su fuego se centraba únicamente en el cuerpo curvilíneo
de su esposa encinta.
-Pareces cansado…-dijo ella de repente despertándolo
de sus pensamientos.
-Solo un poco. Ya sabes que las semanas antes del
invierno hay mucho trabajo que hacer y el bebé llora mucho.
-Le están saliendo los dientes.-excusó al niño con un
ápice de culpabilidad en su voz- Esta noche le daré algo de valeriana para que
descanse mejor. Tú también deberías tomarla, te ayudaría a conciliar el sueño.
¿Por qué no te echas una siesta con Bram antes de que venga tu hermano? Te
despertaré en cuanto llegue…
Corazón de Ciervo aceptó la propuesta, cogió a su hijo
mayor en brazos, que también se derretía en pucheritos de sueño y lo acomodó a
su lado en el lecho de madera y pieles. A medida que aumentaba la familia,
tuvieron que ir reformando la zona de dormir. Cuando la muchacha pasó a ser su
compañera, construyeron una plataforma nueva, lo suficientemente grande para
que durmiesen bien los dos, hecha a base de madera y ramas atadas o pegadas con
resina. El colchón estaba fabricado con varias pieles de venados cosidas y
relleno con hierba y paja que la muchacha cambiaba a menudo para asegurarse de
que oliera bien. Las mantas y la ropa de cama también estaban hechos de piel de
las presas del cazador: tenían un gran edredón para las noches más frías: una
piel de oso entera relleno de plumas de ganso y varios almohadones de conejo, tejón
o mapache. Cuando nació el primer bebé, Loba Blanca tejió una cuna con ramas de
mimbre y la recubrió con piel de conejo. Cuando nació Durc, el bebé se quedó
con la cunita de mimbre y construyeron un lecho nuevo para Bram, parecido al
suyo pero más pequeño, con un colchón de gamuza y un suave edredón de piel de
armiño blanca. Al principio le hizo mucha ilusión dormir en una cama de
mayores, pero en cuanto vio que su hermano se encontraba más cerca de su madre
comenzó a mostrarse en desacuerdo con la decisión de dormir solo. Cuando
naciese el nuevo bebé, éste se quedaría la cuna y Durc pasaría a dormir con
Bram, algo que no hacía demasiada ilusión al mayor, que desde el nacimiento de
su hermano tenía algo de celos y ocupaba la cama de sus padres siempre que
tenía la ocasión. Como Durc aún necesitaba más a su madre, la cuna estaba situada
en el lado en el que dormía ella, mientras que la camita de Bram se encontraba
a la derecha del camastro de sus padres.
Corazón de Ciervo había compartido el lecho con hasta
sus cuatro hermanos varones, los inviernos eran muy fríos y el calor corporal
era la mejor forma de mantenerse caliente, a Bram no le quedaría otro remedio
que acostumbrarse a dormir con Durc, por mucho “pis qué se hiciera por la
noche” solía quejarse el niño.
Loba Blanca mecía al bebé en sus brazos para dormirlo.
Bram estaba sentado a su lado, aguantando por no dormirse mientras se le
entrecerraban los ojos y se le caía la cabeza. Si se mantenía despierto el
suficiente tiempo después de que se durmiera Durc, su madre lo cogería en
brazos para mecerlo a él también. El cazador sonrió al verlo luchar para
mantener la conciencia. Lo cogió en brazos, y aunque protestó levemente, en
seguida se durmió cuando se tumbó junto a su padre en el lecho grande. El
cazador también intentó descansar, pero seguía estando medio consciente,
escuchaba a Loba Blanca desplazarse por la habitación: depositando al bebé en
su cuna, echando las sobras de la comida a los lobos y limpiando los utensilios
de cocina. Bram silbaba al respirar y Corazón de Ciervo se concentró en el
silbido agudo del niño para conciliar el sueño. No sabía cuánto tiempo había
pasado desde que se había acostado, pero despertó al notar peso sobre el lecho
y dejar de oír la respiración de Bram. Abrió los ojos, Loba Blanca había cogido
a su hijo en brazos y lo depositaba en su cama entre besos y susurros para que
no se despertase. En cuanto quiso darse cuenta, ella estaba sentada sobre su
pelvis y le había desabrochado los calzones. Su cuerpo se alegró de recibirla,
con apenas rozarla ya estaba listo para cumplir con sus obligaciones. Su peso
había aumentado y los movimientos eran menos fluidos que cuando no estaba
embarazada, pero seguía causándole un inexplicable deseo. La tomó por las
caderas y marcó el ritmo de sus movimientos, apenas suspiraban y se mantenían
en el más cauto silencio para no despertar a los niños. El lívido de ella
aumentaba cada vez que esperaba un niño, a pesar de los dolores y las molestias
que le generaba, y él no la rechazaba, únicamente se controlaba más en las
semanas anteriores al parto, fue entonces cuando pensó en hacer caso a su madre
y tomar una jovencita que aliviase sus necesidades mientras su compañera estaba
de parto, pero desechó la idea en seguida al percatarse de que ninguna de las
muchachas de la aldea despertaba el mismo deseo que su compañera. Derramó su
simiente en su interior sin cargo de conciencia, en alguna ocasión la derramaba
sobre su vientre para evitar otro embarazo, como hacían cuando Bram era un
bebé, aunque no fuese un método con resultados óptimos. Ella se tumbó a su lado
a reposar la espalda y acercó una de las manos de él a su abultado abdomen,
notó una pequeña patada y ambos sonrieron.
-Da más guerra que los otros dos.-afirmó ella-seguro
que es un niño, y será un gran cazador.
“También podría ser una niña con el carácter fuerte y
cabezota como su madre”.
Gran Toro llegó a primera hora de la tarde, cuando los
niños aún dormían. A pesar de la brisa del otoño, el hermano menor de Corazón
de Ciervo vestía una túnica sin mangas y unos pantalones de piel de gamuza: la
melena rizada y larga recogida en una trenza que le acariciaba la nuca. Le
faltaban varios dientes, aun así tenía una amigable sonrisa y silbaba una
alegre canción mientras. A Gran Toro se le daba bien la caza, como a todos los
hijos del Gran Oso, pero era especialmente bueno en la construcción, era fuerte
y grande como una roca, y aparte de compartir una tierna relación con su
hermano mayor tenía un corazón tan grande como sus espaldas. Gran Toro venía
acompañado de su lobo: una fuerte bestia de pecho amplio y pelaje cobrizo que
se lanzó sobre Corazón de Ciervo en cuanto lo vio salir de la cabaña. El recién
llegado saludó amigablemente a la pareja y preguntó por los niños. Loba Blanca
le invitó a compartir unas gordas perdices blancas para cenar, él aceptó
encantado. Desafortunadamente, apenas la muchacha había empezado a desplumar
las perdices que Gota de Lluvia apareció jadeante deslizándose entre las
cabañas. Loba Blanca se levantó del porche para recibirla: la niña no hacía
demasiado que se había convertido en mujer, y había optado por no ser cazadora,
así que había recibido su nombre de adulto con el primer sangrado: La túnica de
martas y armiño blanco se le pegaba a la cara por el sudor, al igual que los
largos mechones de pelo castaño: Los dos hombres pararon de trabajar al instante,
preocupados por el rostro de angustia de su hermana. Loba Blanca intentó
calmarla, pero la jovencita parecía demasiado excitada para escucharla:
-Rosa de Invierno está de parto.-dijo entre jadeos.
-¿Qué? No puede ser, aún le queda más de una luna…-respondió
con los ojos desorbitados la compañera de Corazón de Ciervo.
-¡Debes acudir en seguida!-Gota de Lluvia comenzó a
tirar de la manga de su túnica par arrastrarla, pero la muchacha clavó los
talones en el suelo para resistirse.
-Yo, yo no puedo… No lo aceptará. No soy de la sangre
de los cazadores.
-Deberá hacerlo, eres la única que puede ayudarlos.
Pájaro de Nieve se ha marchado con una partida de caza y mi madre está
atendiendo a dos cazadores que han sido atacados por un oso esta mañana. ¡Rápido!
Solo tú puedes salvar a ese bebé.
La muchacha se frotó el vientre hinchado, Corazón de
Ciervo observó los gestos de su compañera, ella también era madre y por mucho
que no le gustase la persona que atendiese el parto, si podía salvar al bebé,
no le impediría hacer su trabajo. Loba Blanca puso una mano en el hombro de la
muchachita y le miró a los ojos claros, envueltos por una gruesa línea oscura:
-Está bien, iré, pero deberás estar preparada para
ayudarme en cualquier momento. ¿Podrás hacerlo?-Gota de Lluvia asintió
convencida. Era una muchacha muy madura para su edad, valiente y decidida,
digna hija de sus padres-Voy a por Durc y nos vamos.
Loba Blanca entró en la cabaña, envolvió al niño en
mantas y se lo sujetó sobre la cadera, aun medio dormido. Antes de salir
disparada les dedicó unas palabras a los dos hombres:
-Bram aun duerme, si tiene hambre cuando se despierte
hay carne seca en la despensa.-dijo dirigiéndose al cazador quien debería estar
pendiente del niño durante su ausencia-Siento tener que aplazar nuestra cena
para otra ocasión.
-El deber con la manada es lo primero.-respondió Gran
Toro comprensivo.
-Sí, el deber con la manada…-respondió ella antes de
marcharse.
-Loba Blanca es toda una cazadora.-le comentó su
hermano una vez ya se habían marchado las mujeres-Debes estar orgullosa de
ella, los dioses os bendicen ¿crees que os darán otro niño?
-Ella cree que sí.-afirmó Corazón de Ciervo.
El cazador omitió la parte en la que había deseado
tener una niña y los terrores que a la vez le invadían. Pedirles a los dioses
una niña era de mal fario, los cazadores debían tener muchos hijos varones para
que proveyesen a la manada en el futuro. Las chicas también podían ser
cazadoras, incluso recibir un nombre de cazador, como habían hecho su compañera
y Pájaro de Nieve. Lamentablemente, cuando las muchachas se emparejaban muchas
se veían obligadas a dejar la caza, como le había pasado a Loba Blanca en
cuanto se quedó embarazada de Bram. Corazón de Ciervo soñaba a menudo con una
niña menuda de cabellos rojos y ojos azules, de rasgos suaves y piel clara, una
mezcla de las características físicas de su madre y de su compañera: hábil para
la caza, valiente y fuerte como la Vieja Loba y cariñosa y protectora como la
muchacha. Podrías ser cazadora, sería muy buena, él le enseñaría a cazar y
también Pájaro de Nieve, que en más de una ocasión había demostrado ser más
hábil que cualquiera de sus hermanos varones. Así podría proveer para sí misma,
como estaba haciendo su hermana. Al cazador le asustaba tener una niña que no
se emparejase jamás: sería nieta del Gran Oso, pero su sangre estaba mezclada
con la tierra de los señores, ¿quién querría a una mujer con sangre mezclada? A
pesar de estar bendecidos, muchas personas del clan no aceptaban a Loba Blanca
como miembro, ni permitían que sus hijos jugaran con los suyos, ¿le pasaría lo
mismo a su hija? De repente se sintió culpable por haber deseado una niña y
pidió perdón a los dioses por ellos. “Ahora nos maldecirán y el parto no irá
bien…” se lamentó. Los quejidos de los lobos despertaron a Corazón de Ciervo de
sus pensamientos, el lobo de su hermano intentaba jugar con Pluma, que se desperezaba en el porche,
pero en cuanto el macho de pelaje cobrizo se había acercado a olfatearle el
trasero, la menuda hembra blanca se dio la vuelta, se le erizó el pelo y le
enseñó los dientes. El lobo de su hermano hinchó el pecho y alzó el rabo, pero Pluma le lanzó un mordisco de
advertencia al cuello. Pequeña relinchó
y el macho terminó retirándose cabizbajo y con el rabo entre las patas. El sol
comenzaba a caer y el frío de las tardes de otoño le erizaba el vello de los
brazos.
-Cuando llegue la primavera-comentó su hermano sin
apartar la vista de los lobos-me gustaría que me ayudaras a construir mi propia
cabaña.
Corazón de Ciervo no iba a negarle nada a su hermano,
pero la idea no terminaba de convencerle.
-Te ayudaré si quieres, pero ¿estás seguro de ello?
Aun eres joven.
-Soy el único hijo del Gran Oso que sigue viviendo
bajo su techo, creo que ya es hora de que tenga mi propia choza, mi propia
marca de cazador, mi propia compañera…-pronunció esto último en una especie de
letanía. El Gran Oso era tímido y bonachón, pero a pesar de tener un estatus
tan alto en el clan no tenía demasiada buena suerte en la búsqueda de
compañeras. Y la marca: era el único de los hijos varones que seguía llevando
la marca de cazador de su padre: la línea negra que atravesaba el rostro en
horizontal. Corazón de Ciervo había elegido como marca tres dedos de sangre de
venado en la mejilla izquierda, que lucían su compañera y sus hijos durante las
ceremonias y los rituales. La marca de Ojos de Halcón y su familia era una
línea marrón horizontal en la mejilla izquierda y un círculo rojo entorno al
ojo derecho.
-Piénsalo bien, hermano-le aconsejó el mayor-quizá no
sea el mejor momento para fundar tu propia familia.
Pensó en Ojos de Halcón, quizá se plantearía tomar una
segunda compañera, tendría que proveer para ella y no podría ayudar a su
familia. Incluso él mismo en ocasiones requería la bondad de sus padres y
hermanos para proveer lo suficiente para su compañera, sus hijos y la nueva
boca que no tardaría en llegar.
-Lo sé, pero fíjate en Oso Salvaje, aun no tiene
compañera, pero tiene su propia choza y puede proveer lo suficiente para él y
para el hogar de padre…-Oso Salvaje había escogido como marca personal
embadurnarse todo el rostro de barro.
-Oso Salvaje es mayor que tú.
-¿Y qué me dices de Lobezno?-se dirigió a uno de sus
hermanos usando su nombre de niño, no hacía demasiado que se había convertido
en cazador así que aún no se habían acostumbrado a usarlo.
-Ya sabes lo que opinan nuestros padres acerca de la
decisión de Joven Lobo.
El hermano más joven había sufrido un trágico
accidente pocos meses después de convertirse en cazador. La traicionera lluvia
de sus valles provocó que el joven se despeñara por una pendiente resbalando
por el barro. El muchacho sobrevivió, con la mala suerte de que fue a caer
sobre su rodilla, destrozándosela. El chico podía andar y casi hacer vida
normal, pero no podía cazar, lo que significaba que no podría jamás fundar su
propia cabaña y tener una familia. Viviría con sus padres quienes proveerían
para él hasta que no pudiesen cazar más, después pasaría a estar bajo el
cuidado de alguno de sus hermanos o sobrinos. Toda la familia se volcó en la causa
de Joven Lobo, trayendo todos sus excedentes al hogar que habían compartido de
niños. Entonces ocurrió lo insospechado, una partida de caza de otra caverna,
más allá de la colina, se alojó con los cazadores una temporada, una muchacha
iba con ellos, una cazadora: Lluvia de Primavera, una joven morena con el pelo
corto, la mandíbula cuadrada y voluptuosa figura, no tenía la belleza elegante
y delicada de la extranjera de la tierra de los señores, pero tampoco era
desagraciada. Lobezno y la chica decidieron fundar su propia cabaña y se
unieron poco tiempo antes que Corazón de Ciervo con Loba Blanca. Escogieron
como marca unas líneas rojas en forma de lágrima: una en cada mejilla. La
muchacha podía proveer para su compañero, excepcionalmente, ya que él había
demostrado ser un cazador excepcional con el arco antes del accidente.
-Si Joven Lobo preña a su compañera-continuó Corazón
de Ciervo-ella no podrá cazar más. ¿Y quién va a tener que proveer para ellos?
Sabes que te aprecio hermano, pero pronto voy a tener que proveer para otro
bebé. Ojos de Halcón también tiene una familia que alimentar y si Oso Salvaje
encuentra a una compañera…
-¿Entonces cuál es mi papel en esta familia? ¿Proveer
para la familia de mi hermano? ¿Y qué hay de mí? Yo también tengo derecho a
tener mi propia cabaña…
Corazón de Ciervo le puso una mano en el hombro, fraternal.
Entendía muy bien lo que sentía su hermano, pero las normas son las normas.
-El deber con la manada es lo primero.
Y el deber con la manada exigía que tenía que proveer
para los hermanos que no podían proveer por si solos.
-El deber con la manada.-suspiró resignado.
En ese momento la cabecita morena de Bram asomó por la
abertura de la casa, frotándose los ojos y despeinado por la siesta que se
acababa de echar. Corazón de Ciervo dejó las maderas del establo y se acercó a
recoger al niño en brazos, inmediatamente preguntó por su madre. El cazador le
respondió que estaba atendiendo a una paciente e inmediatamente le ofreció algo
de comer para que se olvidara del tema de su madre. Una figura alta y delgada
hizo su aparición entre las cabañas cercanas, andaba con paso firme y soberbio,
instintivamente, el cazador apoyó a su hijo sobre su pecho, protector e
intercambió una mirada de preocupación con su hermano. Los inconfundibles ojos
verdes de Ojos de Halcón y su cabellera rizada balanceándose en el viento se
aproximaban hacia su cabaña. Su lobo andaba igual de orgulloso que él. Lobo Gris, que había estado dormitando
en el porche se puso en guardia en cuanto captó su olor: “Algo no va bien”. Pluma se metió dentro de la casa y Pequeña trotó en círculos por su corral.
Los animales advertían de que ocurría algo, aun así, Corazón de Ciervo le
recibió con una sonrisa:
-¡Hermano! ¿A qué se debe esta inesperada visita?
Gran Toro se bajó del establo de Pequeña y se aproximó para escuchar que tenía que decir su hermano.
-¿Está tu compañera en casa?-preguntó sin ni siquiera
saludarle.
-Está atendiendo un parto…-casi se le olvida de que no
debía comentar nada acerca del aborto de Lirio Azul-No sé cuándo volverá.
Íbamos a cenar perdices, ¿por qué no te unes a nosotros mientras la esperas?
-En realidad, quería hablar contigo. A
solas.-respondió casi empujando a Gran Toro a un lado.
El hermano menor se dio por aludido, cogió a Bram de
los brazos de su padre y se lo llevó a dar un paseo mientras los hijos mayores
de Gran Oso hablaban. Ya casi había anochecido y el frío le arreciaba los
brazos desnudos. Ojos de Halcón parecía no sentir nada, a veces le daba hasta
miedo ver como su hermano podía ser tan insensible.
-Supongo que Loba Blanca te habrá comentado que mi compañera
ha perdido al bebé que esperábamos, otra vez.-como hablaba casi parecía que
hubiese sido culpa suya.
-Sí, me lo ha dicho. Lo siento mucho por vosotros
hermano, y de verdad espero que los dioses del bosque os bendigan de nuevo lo
antes posible.
-De eso quería hablarte, hermano… Es una maldición que
los dioses no te otorguen hijos, pero también lo es que te otorguen demasiados,
y muy seguidos.-al cazador no le gustaba hacia donde estaba dirigiendo su
hermano la conversación.-Lirio Azul y yo no hemos contado a nadie que ha
perdido el bebé. Solo lo sabéis vosotros, madre y las chicas y pronto nos
confinamos para pasar la estación fría.
-¿A dónde quieres ir a parar?
-Tu hijo nacerá a mediados de invierno, una época
peligrosa, hace frío y escasea el alimento. Tu Segundo Hijo aun mama y si Loba
Blanca no tiene suficiente leche… Las mujeres no amamantarán a un niño de
sangre mixta, pero sí que ayudarían encantadas a una pobre madre de la aldea.
Corazón de Ciervo contrajo los puños y apretó la
mandíbula. Ya conocía todos esos riesgos.
-¿Qué me estás intentando decir?
-Quiero decir que vengo a proponerte algo: cuando
nazca vuestro hijo, dádnoslo. Lo criaremos como si fuera nuestro, podréis verle
crecer sano y feliz a diario. Así Lirio Azul no caerá en la desgracia por haber
perdido tres bebés y tu hijo no sufrirá las consecuencias de haber sido
destetado demasiado pronto.
-¿Es que te has vuelto loco?
-Loco lo estás tú, hermano, si no aceptas lo que te
propongo. El deber con la manada es lo primero.
* * *
-¿Me vas a dejar así?-protestó Matt-¿Qué pasa con el
hijo de Corazón de Ciervo? ¿Se lo entregará? ¿Y qué opina Loba Blanca de todo
eso? Venga Ayla no me dejes así…
Me levanté de la cama y me arrodillé delante de la
puerta para ver como la lluvia caía sobre Brown town. El frío alaskeño me erizó
el vello de los brazos desnudos y me desgarró los labios.
-Eso lo dejaré para otra ocasión. Un escritor se
guarda lo mejor para el final
-¿No quieres oír mi opinión sobre tu historia?-preguntó
Matt aún semidesnudo, en penumbra desde la cama.
-Si va a lastimarme, prefiero no hacerlo…-“y no me
digas: que siempre evito los problemas, porque ya lo sé”.
-No es una crítica, solo tengo una pregunta.
-Adelante.
-¿Loba Blanca no echa de menos nada de su vida en la
tierra de los señores?
“Ni siquiera me lo había planteado”.
-Puede que sí, probablemente eche de menos vivir como
una princesa, rodeada de criados que la bañen, la vistan, le preparen la
comida… Huyó de su padre, esas comodidades no eran nada comparado con la vida
que le tenían preparada con el viejo con la que la querían casar.
-Aun así, ¿no lo echa nada de menos? ¿No piensa nunca
en coger a sus hijos y regresar a su castillo?
Me volví para mirarlo, sus ojos azules eran más
transparentes que las gordas gotas de lluvia que repiqueteaban en el caucho de
la cabaña de neumáticos. Tenía el cuerpo oculto en la sombra, apenas iluminado
por los escasos rayos de sol de ese mediodía lluvioso que se colaban por la
puerta. Le mostré una sonrisa y volví a fijar la vista en el cielo, pálido como
los muslos de una doncella antes de su primera luna, aunque lloraba de la misma
forma que en su noche de bodas. A nuestro alrededor se alzaban unas cuantas
casitas de madera, la lluvia se filtraba entre los árboles y marcaba un ritmo
de percusión en los tejados de las cabañas. Una ardilla recorrió el campamento
entre chirridos, perseguida por uno de los gatos de las niñas al que no le
importaba demasiado mojarse. Un nubarrón negro y esponjoso danzaba sobre la
bahía, tiñendo el agua de gris mate. Los árboles verde oscuro, empapados eran
lo único que destacaba en aquella melancólica tarde norteña. La imagen de Noah
se me pasó un momento por la mente, “quizá ha provocado él esta tarde tan
triste…”
-Lo que siente por el cazador le hace olvidar todas
las comodidades a las que ha renunciado…
El aroma a tierra empapada embriagaba toda la zona,
cerré los ojos para dejar que me empapase los pulmones. El aire fresco y frío
me erizaba el vello de los brazos, era una sensación agradable, pura…
-¿Y tú Ayla Hurst?-a pesar de intentar mostrar
seguridad notaba la vibración de sus cuerdas vocales al pronunciar mi
nombre-¿Tú no echas nada de menos de la gran ciudad?
“Sabía que era allí donde quería ir a parar”.
Me acerqué a Matt, únicamente cubierta por una de sus
camisetas de tirantes grises. Le quité el saco de dormir que le envolvía las
piernas y me senté sobre él, mirándole a los ojos. Envolví su cuello entre mis
brazos, los rizos de la nuca me hacían cosquillas en las manos. Matt resiguió
la silueta de mi cuerpo con la yema de los dedos. Me miró a los ojos, con un
deje de temor en las pupilas.
-Echo de menos muchas cosas Matt Brown: echo de menos
los cafés de Starbucks por la mañana, las duchas de agua hirviendo después de
un largo día, los baños calientes por la noche, con un buen cd de música y una
copa de vino dulce. Añoro ver películas los domingos por la tarde envuelta en
una manta en el sofá, leer frente a la cristalera de mi edifico, observando
cómo pasa la vida en la Gran Manzana… Ponerme vestidos elegantes y sexys, pintarme
los labios de rojo, sonreírle al chico que me guiña un ojo al otro lado de la
barra del bar. El vodka ardiéndome en la garganta y los besos sin amor de un
completo desconocido.-le acaricié con un dedo los labios y descendí por su
cuello, resiguiendo la forma de la nuez hasta el esternón.
A medida que hablaba, Matt bajaba la mirada y reseguía
la silueta de mi cintura con los ojos.
-Son muchas cosas-dijo por fin-y se te ve muy feliz
ahora que está Alba…
-Y soy feliz, es de las pocas amigas que tengo, y la
voy a extrañar muchísimo cuando se vaya. Pero, a un lado, no echo de menos nada
lo suficiente como para dejarte…-no parecía convencido.
-Cuando yo estuve ingresado… No paraba de pensar en
volver al bosque, lo añoraba tanto: correr libre, salir a cazar, pescar… por
eso ahora no puedo evitar pensar en que tú también echas de menos tu hogar…
-Dejé mi hogar hace dos años, Matt, cuando dejé las
costas mediterráneas y el cálido clima español para meterme en una enorme
ciudad de aire podrido y glaciales inviernos blancos. También añoraba muchas
cosas en ese momento: mi familia, los pocos amigos que me quedaban, incluso una
pareja que me quería… aunque al ver el poco interés que mostraban por mí
enseguida se me pasó el disgusto. Lo mismo ha sucedido cuando dejé Nueva York para
venir aquí.
-Nunca me has hablado de tus parejas anteriores a mí.
-Ni pienso hacerlo hoy, algún día lo haré, lo prometo,
pero no va a ser hoy.-recordar mis errores del pasado no era algo que me
gustase compartir, y mucho menos con Matt.
-Yo te he hablado de Gina y de Hellen…
-Y siento miedo cada vez que lo haces: Siento miedo de
no ser tan buena como ellas.
-No me gusta que pienses eso-“¿te crees que a mí me
gusta?”-¿Por qué siempre tienes miedo a enfrentarte a tus problemas? ¿Has
hablado ya con Bear?
-Porque estoy harta de llevarme patadas.-Matt me
acarició el rostro, con ternura. Mi respuesta le hizo deducir que aún no había
tenido aquella necesaria charla con su hermano y que estaba intentando evitar a
toda costa. Parecía decepcionado conmigo por no ser lo suficientemente valiente
para enfrentarme a los obstáculos, aun así, intento ser lo más cariñoso que
pudo, al confesarle que no me creía lo suficientemente buena para él.
-Si estoy contigo es porque tú eres mucho mejor que
cualquier chica con la que haya estado antes.
-Si estoy aquí en lugar de en Nueva York es porque mi
vida aquí es mucho mejor que antes.-Matt no sabía si sentirse orgulloso o
avergonzarse. Sus ojos azules se alternaban entre los míos o la apenas marcada
silueta de mis pechos.-Aquí he aprendido a apreciar cosas que antes no hacía-le
revolví el pelo cariñosamente.
-¿Cómo qué?
-El sexo, por ejemplo.-me miró curioso-No te puedes
llegar a imaginar la de veces que he rechazado un polvo por estar cansada, el
trabajo de oficina es agotador y ni siquiera puedes concentrarte en lo que
estás haciendo porque tienes mil cosas en la cabeza. Haces el amor por
obligación y no por placer, sin disfrutarlo, por qué si no te acuestas con
veinte mil tíos eres una sosa, una amargada o una mal follada. Incluso he
llegado a estar con alguien por rutina, por no quedarme más sola de lo que
estaba, con un sexo pésimo y con cada vez sintiendo más asco hacia mí y hacia
la otra persona cada vez que me besaba o me ponía la mano encima. ¿Quién
disfruta del sexo con semejante tensión? En un ambiente nada romántico e
incluso con menos intimidad que aquí. Y en Nueva York… todos son chulos de
gimnasio a los que les hacía gracia contar que se habían tirado a una escritora
“famosa” y yo ni siquiera gozaba de la suficiente autoestima como para
desnudarme completamente.-me mordí el labio inferior solo con imaginarme en
volver a hacer el amor con Matt, le acaricié los rizos de la nuca-en cambio
aquí, aquí es distinto: el ambiente relajado, sin quebradores de cabeza…
¿Cuántas ocasiones te he rechazado Matt? ¿O tú a mí? No sé si es este lugar o
que el chico con el que me acuesto lo hace realmente bien, pero contigo tengo
una confianza y un deseo que no había sentido antes.-solté una risita y abracé
a Matt. Sus grandes manos abarcaban mis hombros estrechos y sentía su
respiración y su olor a tierra húmeda que me hacía sentir tan bien, tan a
salvo-Quizá Noah tenga razón y eso del alma gemela es real.-pensé en voz alta
sin apartar la mejilla del hombro de Matt.
-Eso, o que el chico alaskeño con el que te acuestas
lo hace realmente bien…-bromeó. Me separé de él y le empujé los hombros, aunque
no pude evitar sonreír ante su ingenio.-Te he hecho reír.-dijo señalándome con
un dedo acusador-Es el primer paso para gustarle a una chica.-“gustarme, tú me
vuelves loca, Matt Brown”-En fin, ¿me vas a contar ya lo que pasó entre Alba y
Gabe? ¿O tengo que hacer el tonto un poco más?
-Está bien, pequeño.-sonreí resignada. “Eres como el
resto: solo escuchas mis historias para complacerme, porque quieres sacarme
algo, pero, de todos modos, sabes que soy incapaz de negarte cualquier cosa”-Te
lo contaré.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "MI FAMILIA VIVE EN ALASKA" ESTÁN COLGADOS AQUÍ.
* * *
¡Hola a todos! Me alegra ver que hayáis llegado hasta el final y para agradecéroslo me gustaría invitaros a que participarais a un pequeño juego que me inventado, como os habéis podido dar cuenta, la familia de Corazón de Ciervo (el personaje que se ha inventado Ayla) está basada en la familia Brown. Me gustaría que intentarais identificar los nombres de los nueve miembros de la familia del cazador e intentar adivinar en que personaje de los Brown está basado cada uno y porque (algunos son muy evidentes).
Agradecería que comentarais vuestras respuestas en los comentarios de este mismo post y lo compartierais con vuestros amigos. Desgraciadamente, no os puedo ofrecer mucho de regalo, ya que este blog para mi es un pasatiempo y no una manera de ganar dinero, sino de compartir todo aquello que pasa por mi mente con todos vosotros, así que, en mi humilde modo de escritora ofrezco dos premios a los que acierten todos los nombres: uno, el ganador podrá enviarme un escrito suyo que publicaré en el blog con su nombre (el post no debe de ser ofensivo, tiene que seguir un poco el estilo del blog y ser original, aunque no tiene que tener una extensión concreta) segundo, si lo de escribir no es lo vuestro y os encanta leer, recibiréis una copia encuadernada y en papel de los once capítulos de Alaskan Bush People que he escrito.
Repito, para participar en el concurso debéis de:
1. Localizar los nueve personajes cazadores de la historia de Ayla.
2. Identificar a cada personaje con el miembro de la familia Brown en el que se ha inspirado.
3. Decir el porque creéis que han recibido ese nombre. (Aquí no hay respuesta 100% correcta, quiero saber donde os lleva vuestra imaginación)
4. Comentar en el post vuestra respuesta y dejarme vuestro nombre (o alias) y una red social para que pueda comunicarme con vosotros (preferiblemente Twitter)
5. Tenéis hasta el 25 de febrero.
6. Los ganadores podrán elegir entre recibir una copia en papel de mis historias de Alaskan Bush People o poder publicar un post en mi blog con su autoría.
¡Gracias a todos y disfrutad del capítulo de hoy!
Con cariño,
Ayla
Bueno, por mi parte personajes encontrados e identificados. La imaginacion mia muy mala he puesto a cada pesonaje por primero que se me ha pasado por la cabeza, he echo lo que he podio. Gracias por hacerme pasar un buen rato con esto 😘
ResponderEliminarCorazon de ciervo----Matt
Corazon de ciervo por su humildad, por su grandeza
Ojos de alcon---Bam Bam
Ojos de alcon por ser el mas obtinado, firmes en sus ideas
Gran toro---gabe
Gran toro porque es el "increible hulk" alaskeño
Gran oso---Billy
Gran oso el lider, el patriarca
Vieja loba---Ami
Vieja loba por consejera
Gota de lluvia---rain
Gota de lluvia---unos de sus nombres
Oso salvaje---Bear
Oso salvaje---asilvestrao
Joven lobo---noah
Joven lobo---me suena a un protagonista de una serie, que no caigo cual,
Pajaro de nieve...bird
Pajaro de nieve---no se, me pierdo
Tweet @maria5377
¡Me encantan tus respuestas! Soy muy fan del "Increíble Hulk alaskeño! jajaj Gracias por participar.
EliminarCorazón de Ciervo.-Matt, Pienso que es él porque de los hermanos es el mayor de todos y puede hacer referencia a eso y al ser el mayor siente que debe hacer más o lo mejor por su familia y para él mismo.
ResponderEliminarOjos de Halcón.-Bam, Por el color de sus ojos y por como lo describe hace referencia a como es él y su carácter por el cual lo caracteriza.
Gran Toro.-Gabe, Basándome en la descripción que hace de él está más que claro que se refiere a el y a como es, además la familia le llama así cariñosamente o bromeando, describe con las pieles la camiseta que suele usar y el sobrenombre hace referencia a lo fuerte que es.
Vieja Loba.-Ami, Hace referencia a ella ya que describe como es Ami y a como es con sus hijos, lo protectora que es con ellos.
Gran Oso.-Billy, Por el mote o sobrenombre ya deduje que era él y la descripción que hacia de sus bigotes y a cuando sufrió un accidente con la rodilla, y por su carácter en como es el.
Gota de Lluvia.-Rain, Es la más joven de las dos hermanas y a pesar de su edad es muy madura por su carácter y personalidad, y ese nombre sería su traducción al español.
Pájaro de Nieve.-Snowbird, Es una hábil y experta cazadora y es la mayor de las dos hermanas, tiene una fuerte personalidad y carácter ya que no le da miedo a enfrentarse a sus hermanos y decir lo que piensa o siente, y el sobrenombre e su nombre traducido al español.
Joven Lobo.-Noah, Por el sobrenombre se entiende que es él ya que es el más joven de todos sus hermanos y describe lo hábil e ingenioso que es útiles inventos para su familia, cuenta cuando sufrió aquel terrible accidente por el cual hace que camine con bastón.
Oso Salvaje.-Bear, Describe como es Bear ya que dice que vive en una casa en los árboles y por el sobrenombre se entiende que es él y muestra su espíritu salvaje e indomable, esa forma de ser que lo caracteriza tanto.
Alba (Twitter @browntownspfans).
Esta es mi respuesta al juego, los he encontrado por intuicion y semejabza a como son ellos.
ResponderEliminarCorazon de ciervo: Matt, es el mayor de los hermanos en el cuento y su actitud es muy parecida a la suya en la vida real. El nombre me recuerda a una foto que hay de el con la cara llena de sangre de un corazon creo que de ciervo.
Ojos de halcon: Bam, es frio y distante por eso creo que es el. Su nombre puede ser porque tiene los ojos bonitos.
Gran Toro: Gabe, el nombre lo dice todo, es un chico fuerte y es el que mas se parecia.
Vieja Loba: Ami, por el papel que hace en la familia, su edad le ha dado experiencia y ella se encarga de ense;ar todo lo que puede a sus hijos, como bien hace en alaskan bush family. El nombre puedde venir por la edad.
Gran Oso: Bily, puede que el nombre se le de por ser el cabeza de familia y protector.
Gota de lluvia: Rain, su nombre me recuerda, como es normal, al que tiene en la vida real.
Oso salvaje: Bear, el nombre lo dice todo. yo le hubiese puesto oso extremadamente salvaje.
Joven lobo: Noah, su nombre puede ser por ser el menor de los hermanos.
Pajaro de nieve: Snow bird, tambien es muy revelador el nombre.
PD: Mi teclado se ha comido las tildes y por eso no hay ni una.
Me quedo con lo de Oso Extremadamente Salvaje
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