-¡Bam!-a pesar del estridente grito, Joshua Bam Bam
Brown fingió no sorprenderse y siguió con su tarea de despejar el claro de
hierbajos.
Ayla surgió de entre los matorrales con un aspecto
lamentable: tenía los vaqueros llenos de barro, el pelo sucio y enredado y la
sudadera salpicada de tierra y sangre. Apenas le dirigió una leve mirada a
través del cristal oscuro de las gafas de sol. Otro de los muchachos se hubiese
abalanzado sobre ella para preguntarle si estaba bien, pero no sería él, a él
le daba exactamente igual si la chica se hubiese despeñado por un acantilado y
se hubiese hecho algún que otro rasguño. Ayla se plantó entre trompicones a su
lado, pero Bam ni siquiera dejó el machete al lado para hacerle caso:
-¿Necesitas algo?-preguntó con su voz soberbia al ver
que la muchacha no iba a alejarse hasta que le prestase atención.
-Tengo que hablar contigo.
-Estoy trabajando.
-Es urgente.-respondió en un tono de autoridad que
sorprendió al mismísimo Bam.
-Puedo hablar mientras trabajo-cortó un matojo de
hierbas doradas de un tajo cual la mismísima muerte empuñando su guadaña. Ayla
se sobresaltó y retrocedió un paso. Él dejó escapar una risita. Un mechón de
pelo ondulado le cruzó el rostro pálido. La muchacha se lo apartó de la cara
tímidamente y miró a Bam con esos ojos multicolor tan extraordinarios.
A Bam le gustaba Ayla, especialmente por su carácter,
es ese aspecto se parecía a él: era perfeccionista y cuidadosa, extremadamente
detallista. Le asombrara su capacidad de observación, de memorizar hasta la
información más pequeña y relevante. Pero a pesar de todo era tímida e
insegura, algo con lo que a él le divertía jugar. Clavó el machete en el suelo
entre destellos plateados y aleteos lívidos. Se cambió las gafas de sol por las
de ver y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Contempló como
la chica se hacía cada vez más pequeñita ante su impresionante estatura.
-Tú dirás…-pronunció en lugar del “¿y a mí que más me
da?” que había pensado inicialmente. Se quitó la camiseta negra con la que
había estado trabajando. Largos ríos nacían de su nuca y le empapaban la
espalda fibrosa.
Ocultó su sonrisa traviesa mientras veía los ojos de
la muchacha moverse a toda prisa, buscando un lugar cómodo desde el cual poder
concentrarse. Ella era demasiado tímida y él tenía unos ojos extremadamente
orgullosos como para atreverse a mirarlos directamente, y tampoco se sentía a
gusto observando su torso desnudo, perlado de sudor. La situación de visible
incomodidad de la muchacha le divirtió.
-Se trata de Matt…-soltó en un susurro con la vista
fija en sus zapatos y las mejillas ruborizadas.
Bam se puso a trabajar de nuevo, no le importaba en
absoluto los líos amorosos de su hermano mayor ni quería que Ayla se los
contase, ni siquiera se inmutó cuando la chica le confesó que podría estar
embarazada de él. Eso no era un problema, él, él sí que tenía problemas de
verdad y no iba molestando a la gente mientras trabajaba para comerles la
oreja.
-Matt es mayorcito para para cuidarse solo.-las
briznas de hierba dorada le acariciaron la mejilla. Quizá había hablado en un
tomo demasiado brusco, pero ella estaba más que acostumbrada a su carácter, y
al parecer, no cogió la indirecta.
Ayla no se movió, permaneció ahí, aguardando
expectante, silenciosa como una gata. Bam le echó una rápida mirada: no tenía
un cuerpo espectacular, si es que tenía cuerpo, porque siempre ocultaba su
forma bajo amplias sudaderas. Pero sin duda tenía uno de los rostros más bellos
que había visto jamás. “Rosas, delicadas rosas blancas, rosas y rojas” eran las
palabras que se le venían a la mente cuando miraba a la chica. Cuando le
dijeron que vendría a conocerlos una escritora del sur de Europa, Bam se
imaginó a una chica de piel morena, voluptuosa, de cabello y ojos oscuros,
pómulos altos y labios carnosos. Ayla era completamente distinta: su piel era
blanca, y se sonrojaba con facilidad, tenía los rasgos finos y delicados como
una princesa, una exquisita dama francesa. El cabello le caía en largas hondas
hasta la mitad de la espalda, los mechones se entrelazaban entre ellos formando
divertidos tirabuzones. Cuando la conoció llevaba el pelo teñido de rubio, pero
a medida que pasó el tiempo y Ayla dejó de usar tinte, el cabello se le tornó
castaño, con reflejo de cobre y de bronce, ya únicamente quedaba un rubio
blanquecino en las puntas. El color castaño no hizo más que acentuar los rasgos
de la muchacha. Un hombre observador como Bam se fijaba en esos pequeños
detalles, como la pequeña cicatriz morada de su mejilla derecha. Sin dudar, lo
que más destacaba de la novia de su hermano eran sus facciones: tenía un ojo de
cada color, el derecho marrón claro y el izquierdo verde oscuro, apenas se
notaba a simple vista, pero él era lo suficientemente atento como para
describir las pequeñas motas naranjas que surcaban sus irises. La boca, la boca
era otro aspecto fascinante de la joven escritora: pequeña, en forma de pico de
pato, pero de un color rosa muy intenso, que se curvaba melancólicamente hacia
abajo, destacando aún más la grosos de su labio inferior. Bam pensaba en un
palacio barroco en Francia, con la muchacha tímida vestida de dorado entre los
galantes invitados. “Es muy bonita-decidió por fin-lástima que Matt no sepa
apreciarlo”.
Aunque ahora le caía bien Ayla, no siempre había
sentido aprecio por ella. Él era así, desconfiado, escéptico y no pudo por más
que pensar mal el día que Matt la trajo a Browntown: con el pelo tapándole los
ojos y aferrándose con todas su fuerzas a la mano de su hermano mayor.
“Es una cría”-fue lo primero que pensó al darse cuenta
de la diferencia de edad entre la chica y Matt “se está aprovechando de ella”,
aunque tampoco hizo nada para evitarlo, con quien se acostase su hermano era
problema de él y de nadie más.
Pero, ¿a quién pretendía engañar? En su interior se
estaba librando una guerra: Le había tomado cariño aquella chiquilla, aunque
jamás se lo confesaría a nadie. Bam era extremadamente protector, especialmente
con sus hermanas, y había terminado viendo a Ayla como una de ellas, quizá,
aunque muy a su pesar, miraba a Ayla con otros ojos: no como a una posible
conquista, sino como a un reflejo. La cría era su misma imagen: ambos tenían el
mismo carácter temperamental, ocultaban sus emociones al resto y cuando
llegaban al límite, ¡pum! Explotaban en gritos, reproches y llantos de los que
más tarde se arrepentían. Él siempre estaba pendiente de que nadie se hiciera
daño, lo calculaba todo al milímetro para que no hubiese imprevisto y todo
saliese a la perfección. Ayla tenía un tremendo terror al fracaso, a la
desaprobación, por eso repasaba varias veces todos sus movimientos antes de
llevar a cabo cualquier acción. Siempre advertía a los otros para que fuesen
con cuidado, pero ponía especial atención en Matt. Sus pupilas se movían
inquietas allá donde estaba su hermano: siempre pendiente de él, siempre atenta
por si tenía que socorrer a ayudarle, siempre dispuesta…No podía negarle nada a
aquellos ojos que juran amarme-solía recitar Ayla citando a su querida Frida.
“Matt es un pajarito que se ha caído del nido, y Ayla
le ahueca las manos hasta que esté listo para volar”.
Bam suspiró resignado, hundió el machete en un tocón
de una estocada y puso los brazos en jarra:
-A ver, ¿qué le pasa a Matt ahora?
Ayla se hizo pequeña ante su estatura y su porte
soberbio. Los labios le temblaban igual que a un niño cuando le quitaban sus
golosinas de Halloween.
-¿Por qué empezó Matt a beber?-a Bam le sorprendió lo
complicado que había resultado para ella pronunciar esa pregunta, pero a la vez
el tono de calma y tranquilidad con el que lo había dicho. Aun así, no se iba a
dejar engatusar por los pucheritos de Ayla.
El muchacho desenvainó de nuevo su machete y continuó
con su labor:
-Eso no es asunto mío, si quieres saberlo, deberías
preguntárselo a él…
-Matt no va a responderme, nunca habla de eso, finge
que no ha ocurrido. Me dice que confía en mí y que no me oculta nada, pero
nunca me ha explicado el por qué empezó a beber.
Bam se frotó las barbas con la mano y examinó a la
joven de arriba abajo: daba auténtica pena. Los ojos verdes le suplicaban
ayuda, tenía el pelo enmarañado y sangre en los dedos y en la ropa. “Solo son
trucos de una mocosa. No caigas en ellos”.
-Se lo que quieres decir, pero no entiendo por qué me
preguntas a mí sobre esto.
-Porque sé que tú tuviste algo que ver-“que insolente,
¿no ve qué está tratando con un hombre que lleva un machete en la
mano?”-¿Rompiste la norma no escrita de los Browns?
Bam se limitó a ignorarla y continuó con su tarea de
cortar la maleza de su nuevo terreno. “Lo sabe”. ¿Pero por quién se habría
enterado? ¿Por Matt? No, acababa de decirle que Matt no había abierto la boca.
Se prometieron los unos a los otros que nunca volverían hablar de ello, ni
siquiera con sus padres, era algo que había quedado entre cuatro de los
hermanos Brown. Gabe había sido el primero en enterarse del problema de Matt,
bueno, en realidad había sido el primero al que se lo había contado, pero Bam ya
hacía tiempo que se olía algo: era el más observador de los hermanos y el que
conocía a Matt desde hacía más tiempo. Aun así, Gabe se quedó fuera del pacto,
era demasiado inocente como para que se lo contaran, y demasiado charlatán para
guardar el secreto. Podría contárselo a Snowbird en alguna de sus salidas, y lo
último que querían era hacer a las chicas partícipes de todo este embrollo.
Además, Gabe idolatraba a Matt, conocer esa debilidad de su hermano mayor le
había hecho elaborar alocadas teorías a la cual más improbable.
La otra gran mente de la familia involucrado en el
pacto: era Noah, era demasiado inteligente para saber que algo pasaba, y Bam no
pudo ocultárselo por demasiado tiempo. Al menos Noah era callado y discreto y
no lo corearía a los cuatro vientos. Además, le venía bien tener el respaldo de
su hermano menor, aunque intentase disimularlo, Bam Bam estaba sometido a una
gran presión por esconder el secreto de Matt, y la compañía de Noah volvía esa
carga un poco más amena. Bear se había enterado por casualidad y esa fue su
perdición, si había alguien capaz de igualar las facultades verbales del
bocazas de Matt ese era Bear. Bam y Noah comentaban lo sucedido, tan exhortos
en sus palabras que no se dieron cuenta de que estaban siendo acechados por
Bear, e inevitablemente lo acabó oyendo todo. Afortunadamente, Bear era tan
distraído que cuando parecía que el tema se dirigía hacia terreno pedregoso, no
resultaba difícil desviar al intrépido muchacho hacia aguas más calmadas.
Pensándolo de ese modo, probablemente había sido Bear el que había abierto la
boca. Matt quedaba descartado y con Noah casi ni se hablaba, por otro lado,
Ayla era muy leída, no le habría costado sacar sus propias conclusiones por su
cuenta.
Cada vez que la miraba, se preguntaba qué diablos
había visto aquella princesita francesa en el cabeza hueca de su hermano mayor.
Qué había visto él en ella lo sabía de sobras, Matt había dado explícitos
detalles sobre la manera en la que se la follaba:
-Una cintura estrecha, estrecha, parece de
porcelana…-relataba Matt a dos de sus hermanos menores una tarde de viaje en el
Integrity. Bam estaba al mando del navío, mientras que sus tres hermanos
charlaban en la cocina. Debía concentrarse en coger bien las olas: soplaba un
poco de viento y el cielo tenía un tono plomizo, ¿o era azul brillante? No
conseguía recordarlo con claridad. De vez en cuando se volvía y asomaba la
cabeza en la cocina: Matt estaba sentado en el medio, sus manos dibujaban en el
aire las sinuosas curvas de una mujer. Gabe y Bear lo escuchaban con los ojos
brillantes.-Y las caderas… ¡Madre mía! Que caderas, encajan a la perfección
conmigo. No sé si me entendéis-Bear y Gabe rieron como niñitas adolescentes,
Matt les siguió el rollo.
Bam Bam giró los ojos e intentó concentrarse en la
mar, su hermano era un poco fantasma, y un bocazas ¿cómo iba a hacer la pequeña
y dulce Ayla esas cosas tan obscenas que explicaba Matt? Seguro que se lo
estaba inventando todo. ¡Por dios! Era una niña… Bam se imaginaba aquella dama
francesa, después del baile, exhausta y recostada en la cama, cubierta de sedas
doradas y rosas. Se tapaba los pechos, aún en desarrollo con los brazos y las
puntas del cabello castaño, que caía en bucles por sus hombros blancos y
desnudos. No sabía qué hacer, no sabía qué se esperaba de ella. ¿Debía abrirse
de piernas ya? ¿Por qué tardaba tanto? ¿Es qué no le parecía bonita? ¿Estaba
haciendo algo mal? Nadie le había explicado que debía hacer y todo el mundo
tenía grandes expectativas sobre aquella noche. Alzó la vista, entre temblores
y lágrimas hacia la imponente bestia de ojos azules, peluda y con cuernos que
aguardaba erguida, ante la enorme cama de tallas barrocas, con el miembro
hinchado y palpitando en la mano. Listo, a punto…
Estuvo a punto de caer el suelo cuando la ola impactó
contra el barco. Se irguió rápidamente y volvió a coger el timón. Gabe protestó
desde la cocina, pero Bam hizo caso omiso a sus reproches y continuó
capitaneando el Integrity. Intentaba concentrarse en el mar de nuevo, pero la
charla que mantenían sus hermanos era demasiado jugosa como para no intentar
meter el oído. Al principio se dijo que eran cosas de críos, los adultos no
comentaban las mil y una maneras en las que se habían acostado con una chica,
ni tampoco idolatraban al orador como a un antiguo dios de oro del Imperio
Inca. Pero entonces Gabey lanzó aquella pregunta, y Bam no pudo evitar poner
toda su atención en las palabras de Matt.
-¿Qué tiene de especial Ayla?-Bam sabía que aquella
pregunta iba formulada al revés y en realidad quería decir: “¿qué tienes tú en
especial que yo no tenga para ella?”, aun así, el joven intentó explicarse
mejor-Quiero decir, ella no es el prototipo de chica con el que te gusta salir,
es todo lo contrario…
Gabe tenía razón: las chicas con las que rondaba Matt
solían ser altas, rubias, de ojos azules y rasgos picasianos, Iban
excesivamente maquilladas y eran igual de charlatanas que él. Ayla era menuda,
con el cabello castaño-rojizo, ojos oscuros y rasgos suaves. No se pintaba la
cara y prefería permanecer en segundo plano en las conversaciones.
-Es cierto.-corroboró Bear-normalmente suelen gustarte
las chicas con más-dibujó en el aire, sobre su pecho, dos protuberancias de
gran tamaño-personalidad…
Matt rio con aquellas carcajadas tan suyas, apoyó el
codo sobre la mesa y alzó el puño para que sus hermanos lo observasen. Era como
si estuviese sujetando un corazón de ciervo invisible, aún latente y sangrante
en su mano. Bear y Gabe lo contemplaban tan maravillados como ET a la luna.
-Veréis, la personalidad de Ayla tiene el tamaño ideal-a
medida que hablaba no podía parar de sonreír de una forma muy perturbadora-ni
muy grande, ni muy pequeño: perfecto para sujetarlo con una mano, al alcance
perfecto cuando necesitar morderlo…-se acomodó en el asiento. Rodeando con un
brazo una figura femenina invisible, sentada sobre su regazo.-Ayla no es como
las demás, no necesita tener unos pechos enormes para seducir a un hombre, no,
ella tiene algo mejor-Matt se señaló la sien, “al menos le gusta algo que no
sea su físico”- ella solita sabe lo que quieres, lo que necesitas. Sabe
exactamente a qué velocidad tiene que moverse, que ritmo seguir. –“ya me
parecía que Matt acababa de decir algo demasiado sensato”-La rodeo con una
mano, y así la otra me queda libre para tocar, acariciar o pellizcar lo que
desee. Ella se encarga del resto: de acariciarme, besarme, morderme… Sabe
exactamente lo que deseo, o sino hace que lo deseé.-golpeó el trasero de la
muchacha invisible que tenía sobre la falda y se mordió el labio inferior. Bear
y Gabe devoraban la escena con ojos de lobo.
Otra violenta ola les hizo perder el equilibrio y Bear
estuvo a punto de aplastar a Matt.
-¡Bam! ¿Qué te pasa hoy, tío?-protestó Bear.
Volvió a ignorarlos, no iba a decirles que esta vez
había cogido mal la ola apropósito. Se negaba a seguir escuchando las mentiras
que Matt soltaba por la boca, con los simple que era decir que la quería…
aunque eso jamás lo admitiría, y mucho menos delante de sus hermanos. La niña
francesa estaba sola y asustada, sentada sobre el regazo de la bestia de los
ojos azules y rodeada por las grotescas gárgolas de Notre Dame, con los dientes
puntiagudos y las lenguas salivando. Alargaban las garras hacia ella, con
sinuosos movimientos, mientras la bestia seguía montándola, humillándola delante
de los monstros. “Pobre criatura-pensó el veterano capitán que se encontraba
entre los invitados-la han obligado a casarse con esa bestia. Él la necesita
para mantener su estatus, su clase… La violará lo que haga falta hasta meterle
un bebé en la barriga y luego saciará su sed con prostitutas de puerto e hijas
de campesinos. Pobre infeliz, ¿por qué tiene que pagar esa niñita sus
desgracias?”
Bam intuía que Ayla quería a Matt, y que Matt quería a
Ayla, pero no se querían de la misma manera: Matt había desarrollado una
obsesión enfermiza hacia la muchacha: la quería tener a la vista el máximo
tiempo posible, no separarse de ella, la necesitaba para vivir. Ella era su
sustento, su motivo para seguir adelante. Ayla representaba seguridad,
compañía, estabilidad, protección… pero no la amaba, Matt solo amaría a una
mujer en toda su vida. Y por mucho en que él insistiese en que amaba a Ayla,
Joshua Brown estaba seguro de que mentía. Necesitaba a la chica para seguir
adelante y ella estaba dispuesta a permanecer a su lado. “Es su problema-meditó
mientras surcaba las aguas color índigo recubiertas de crestas blancas-Aunque
es cierto que me da un poco de pena: La chica no tiene la culpa de esto, no se
merece vivir con un idiota como Matt”.
No sabía exactamente si decía esas palabras por ella o
por él. ¿Se merecería él algo más?
Bam suspiró hondo e intentó recordar si aquel día el
cielo estaba color plomizo o azul brillante. Echó un rápido vistazo a Ayla, que
seguía aguardando su respuesta. La ropa le caía en bolsas alrededor del cuerpo,
aquello dificultaba confirmar si de verdad tenía una cintura tan delicada como
la porcelana o era otra de las extremosidades de Matt “A pesar del miedo que me
tiene sigue ahí, expectante, y no se va a ir hasta conseguir una explicación, y
si no lo logra hurgará hasta descubrirlo. Es más persistente que un pez espada
luchando para liberarse de una red de pesca”. Se secó el sudor del torso con la
camiseta de tirante negra y se acomodó en un árbol caído, con el machete entre
sus manos. La muchacha tomó asiento a su lado.
-Allison…-el nombre le atormentaba cual pesadilla.
Ayla lo examinó con aquellos ojos grandes y verdes.-Se llama Allison, trabajaba
como productora para Discovery cuando vinieron a grabarnos. Es preciosa: pelo
negro, ojos oscuros. Una gran sonrisa… Además de agradable y divertida. Siempre
se reía de las bromas de Matt, él estaba loco por ella… Estaba dispuesto a
todo, a separar a la familia, a dejar Browntown, el bosque, la caza, la pesca e
irse a Colorado a encerrarse en una oficina de nueve a cinco. Todo por ella.
Veía como los lagrimales de Ayla se iban humedeciendo
a medida que seguía hablando. Un fuerte nudo en el estómago le devolvió la
comida a la garganta y el sabor a ácido gástrico le invadió la boca, sabía
exactamente lo que estaba pensando: “a Ayla le dice que se quede, a Allison que
se marcharía con ella…”
-Pero ella te eligió a ti.-le había costado un mundo
pronunciar aquello, aun así había sacado la suficiente fuerza para hacerlo. Bam
asintió con la cabeza. Sentía la fría hacha del verdugo encapuchado rozándole
los pelos de la nuca.-A Matt le gustaba más que a ti, pero tú rompiste la norma
y no te apartaste.
-Ella me quería. Matt no lo soportó y…
-Y empezó a beber, hasta que encontró a una niña
estúpida que aún cree en el amor y en la bondad de los hombres. Una niña
estúpida dispuesta a darlo todo por él…
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, quería
decir algo, consolar a Ayla, pero las palabras le temblaban en la garganta y no
se atrevía a tocar aquel cuerpecito de cristal. La muchacha ocultó el rostro
entre los cabellos castaños. Estaba luchando por no echarse a llorar, el labio
inferior le temblaba y una gota de lluvia salada le surcó la mejilla.
-Lo siento mucho, Ayla…-consiguió escupir.
-Cuando creo que no puedo caer más bajo me encuentro
al borde del abismo.-pronunció con su lengua de terciopelo. Las mejillas se le habían
puesto de un color rosa muy bonito que resaltaba la mirada felina.-No lo
sientas por mí, capitán Bam.-“capitán Bam era el apodo cariñoso con el que le
llamaba Ayla, por su obsesión por controlarlo todo y estar siempre al mando. Al
principio se lo tomó como una ofensa, pero acabó gustándole- Siéntelo por ti,
¿dónde está ella ahora?
“¿Sentirlo por mí? ¿De qué me está hablando?”
-En Anchorage, terminando de rodar un documental sobre
las minas de plata en Alaska. Cuando acabe pasará una temporada en Nueva York
arreglando los temas de posproducción y después supongo que volverá a Colorado.
-¿Por qué no te marchaste con ella? ¿No te lo ofreció?
-Sí, sí que lo hizo…-admitió muy a su pesar-Tuve que
rechazarlo.
-¿Por qué motivo?
-¿Cómo qué por qué motivo?-alzó los brazos para que
Ayla mirase a su alrededor-Mis padres, mis hermanos, Browntown… ¿Quién
enseñaría a disparar a Rain? ¿Y quién le recordaría a Bear que no debe ponerse
bajo el cargamento del Integrity? ¿Y a Gabe que amarrase bien el esquife?
¿Quién advertiría a Matt del peligro de sus inventos?
-Tú mismo has dicho que ya son mayorcitos para
resolver sus problemas solos…
Bam se pasó los dedos por las mejillas recubiertas de
pelos gruesos y dorados:
-¿Y mis padres, qué? Llevan luchando treinta años por
conseguir esto, por conseguir Browntown… Es su sueño.
-¿Y cuál es el tuyo?-No se sintió con suficiente
fuerza para apartar su orgullo y decir: “ella”.
-No es tan sencillo para todos como lo fue para ti…-incluso
él pudo visualizar como el dardo envenado que le acababa de lanzar le perforaba
el corazón- Muchas personas tenemos responsabilidades, deberes, obligaciones, no
podemos dejarlo todo y cruzar el océano por un sueño.-intentó hablar como un
hombre adulto y severo, pero en su mente había sonado como un crío repelente
durante una rabieta.
-Hasta esta mañana, yo hubiese ido hasta el fin del
mundo por Matt…-su tono de voz eran tan auténtico que a Bam le costó descifrar
si hablaba metafóricamente. Sintió ganas de coger su mano entre las suyas,
ofrecer su hombro para llorar, pero no lo hizo. Le sorprendió que ahogase
aquella risa:-Ahora entiendo a Éponine, dio la vida por él, pero aun así nunca
lo perdió, porque nunca fue suyo para perderlo. Víctor Hugo-aclaró al ver la
mirada de incertidumbre de su interlocutor. Bam asintió aunque aún no lo
hubiese comprendido del todo.
Se preguntó que estaría haciendo la niña francesa en
aquel momento, después de enterarse de que su esposo le era infiel y de que
ella solo servía para asegurar su posición en la Corte. Casi podía oler el vino
de los viñedos del sur de Francia que burbujeaba en su copa de cristal fino. Si
cerraba los ojos y se concentraba, podía escuchar como las ninfas jugueteaban
con Apolo en la Gruta de Tetis. Para aquella ocasión se había puesto su
uniforme de gala: un jubón azul oscuro con la flor de lis borbónica bordada en
plata, calzones a juego y un abrigo largo con los puños y los ribetes de hilo de
oro. El cabello largo y rizado le caía bien arreglado por los hombros, y sobre
la cabeza llevaba un sombrero azur con una gran y pomposa pluma gris. La niña
estaba contemplando los jardines desde el balcón, aunque en la lobreguez lo
único que podía percibir era el croar de los sapos del Estanque de Latona.
Habían embutido a la cría en un corsé y la habían cubierto de sedas y satenes
rosas y encajes blancos, dejando los hombros y gran parte del busto al
descubierto. El lazo del cabello debía pesar más que su propio cráneo y no
quería ni pensar en la cantidad de artilugios que habían utilizado para que se
le aguantase el semi-recogido. El vano intento de incrementar su edad había
acabado otorgándole un aspecto más infantil e inocente. El veterano capitán se
alejó de los compases del vals, los sombreros extravagantes y el ambiente
infestado de todo tipo de carísimos perfumes, para dejar que el embriagador
aroma nocturno de los jardines le inundase los pulmones. En una mano llevaba
una copa cristal con vino especiado, en la otra un bastón con un pomo de oro
que le recordaba su época en primera línea de batalla. En cuanto lo vio
acercase, la chica se irguió como una señorita y le saludó con una gentil
inclinación de cabeza.
-Mi capitán.
-Mi señora.-por el rubor de sus mejillas sabía que
había estado llorando. Pero él no era más que un viejo capitán, con
insuficiente rango para intervenir en los asuntos de la Corte. Tenía una espada
afilada como la lengua del diablo que debía permanecer envainada.
-Aún no os he dado la enhorabuena por vuestro
casamiento.
-Soy muy feliz.-mintió la niñita.-Yo tampoco os he
felicitado por vuestra jubilación.
Aunque le apenaba hablar de eso, el veterano capitán
se obligó a forzar una sonrisa.
-El Anne-Lisset
ha realizado su último trayecto como navío de batalla.-si cerraba los ojos aún
podía sentir el viento marino a través de las velas blancas del aparejo de cruz
y la madera astillada de los dos mástiles en sus dedos arrugados por el trabajo
y la experiencia.
-Es una lástima, mi esposo adoraba ese barco. Tenía el
deseo de adquirirlo, si los gastos de la boda lo hubiesen permitido-un ápice de
tristeza se reflejaba en la vocecita infantil de la criatura.
-Vuestro esposo llega tarde, el Anne-Lisset ejercerá como navío mercante hasta que Dios lo permita.
-Perdonadme por la indiscreción, mi capitán, ¿pero no
os apena despediros de vuestro compañero de viaje durante tantos años?
-Tanto como si me hubiesen arrebatado a un amor de la
infancia.
-Pues id a buscarlo. Id tras él. No dejéis que nadie
os arrebate lo que amáis, no dejéis que os arrebaten vuestra libertad.-el
veterano capitán se sorprendió ante la respuesta de la niña francesa. Estuvo a
punto de decirle que se fuera con él, pero su esposo interrumpió en la
balconada. Iba borracho como una cuba, los cuernos le salían por encima de la
espesa cabellera marrón y tenía los colmillos amarillentos y pútridos y los
ojos azules inyectados en sangre-Disculpadme, mi capitán, pero mi esposo me
necesita.
Y siempre que la necesitaba, ella acudía.
-¿Puedo confiar en ti?-de repente tenía un mar sabor
de boca, la visión se le tornó borrosa. Un tango argentino sonaba de fondo, un
cantante con acento inglés, su mano en la espalda de ella, los ojos verdes
llenos de lágrimas, un tirón por la muñeca, una mentira… El llanto de un bebé
se mezclaba con el de la niña francesa, la bestia rugía, dos niñas con máscaras
corrían hacía ella, lanzaba entre lágrimas la bandeja de plata con comida. El
tango argentino sonaba de fondo, el acento inglés, el llanto, la mentira, el
rugido…
-Sí-Bam asintió con la cabeza despertando de repente
de morir ahogado “¿en quién iba a hacerlo sino?” Ya había visto que no podía
confiar en Matt, tampoco en Bear, apenas se hablaba con Noah y no mantenía una
estrecha relación con el resto de sus hermanos. Solo le quedaba él, a él había
recurrido cuando creía que estaba embarazada y él había acudido a ella cuando
Frank la atacó. “Por supuesto que puedes confiar en mí, hermanita. Eres
demasiado pequeña para saberlo, pero tú eres yo, lo entenderás cuando seas
mayor, pero hasta ese momento, el capitán Bam estará aquí para protegerte de
bestias y esposos infieles”. Podría haberle dicho todo aquello y más, pero como
siempre, se limitó a asentir con orgullo. Esa mocosa y sus trucos no podían
derrumbar los muros de orgullo de Joshua Brown, pero conmocionaban el
corazoncito que Bam ocultaba envuelto en soberbia.
-No he hablado de esto con nadie, ni siquiera con
Matt, pero la primera vez que lo vi parecía más un desecho que una persona
real: tenía el pelo sucio y enmarañado, la ropa mugrienta, la barba descuidada
y los ojos inyectados en sangre. Y los pies…-se negaba a llevar zapatos Bam,
era la penitencia que se había sentenciado el mismo. Tenía los pies llenos de
heridas y yagas supurantes, casi no podía andar. Estaba tirado en el suelo de
aquella pequeña y claustrofóbica celda. Cuando lo saqué de allí, tuve que
hacerlo a rastras, no tenía ganas de vivir, de salir adelante, ni siquiera sé
cómo pudo aguantar tanto. Daba auténtico asco verlo… pero me compadecí de él y
del dolor de tu pobre madre: le sané las heridas, le di de comer y una cama
caliente para pasar la noche. Lo vi como miraba el mar y pensé que se iba a
tirar, lo digo en serio, Bam, pasé auténtico miedo por la vida de tu hermano, y
después de todo eso, sigo preguntándome porque motivo me enamoré de él.-rio
deplorada-no sé si fue porque vi en él los mismos sentimientos de soledad que
tengo yo, o por esa estúpida manera que tenía de sonreírme, o porque, cuando me
hacía el amor, parecía que lo hacía con auténtico cariño… Lo voy a echar de
menos, y voy a echar de menos esto.-Bam quería gritar que no cometiese el mismo
error que él y que se quedase, pero cada vez que intentaba abrir la boca un
cuchillo le atravesaba la garganta-¿Sabes lo que más voy a echar de menos? Los
paisajes, pero no me refiero a las montañas ni a la bahía, ni a las ballenas…
Mi paisaje favorito es tu hermano, levantándose a hacer café de buena mañana,
vestido y tal y como llegó al mundo. Es todo un espectáculo.
En un día normal, Joshua Brown le hubiese pedido que
se ahorrase esa información, pero estaba increíblemente anonadado, ¿cómo podía
bromear en un momento así? Le acababan de partir el corazón en mil pedazos,
casi podía ver las esquirlas escarlatas esparcidas a su alrededor. ¿Y ella
bromeaba sobre el trasero de Matt? “Es muy fuerte, más bien, su escudo es muy fuerte, oculta tras
esa máscara de sonrisas no puede pasarle nada, se encuentra a salvo: su corazón
es una mina de roca dura, solo necesita a una pica paciente para que extraiga
todos los diamantes que hay dentro”. Quería cogerle la mano, decirle que estaba
allí con ella, que la entendía, su dedo índice tembló ligeramente hacia ella,
pero ni siquiera la rozó. Ayla continuó hablándole a Artemisa, que había salido
de caza con su arco y su venado:
-Tú también deberías marcharte,-sus ojos no lo
miraban, sino que la miraban a ella: no querían chocar con sus irises verdes de
orgullo. Tenía aquella sonrisa melancólica y la mirada centelleando fulgores
naranjas de añoranza-Quizá no tengas la mala suerte que tengo yo, y ella te
esté esperando, y solo haya hecho que pensar en ti como yo he pensado en Matt
durante los últimos meses.
-Ayla, ya te lo he explicado…-de repente estaba
tremendamente cansado y solo deseaba acurrucarse en su choza a dormir.
-Sí, lo sé. Responsabilidades con la familia y todo
ese rollo…. Pero yo iría, igual que hubiese ido por Matt.-suspiró resignada.
Parecía tranquila, pero Bam podía ver como tenía los músculos de los brazos
rígidos como piedras. La sangre goteaba entre sus dedos y se fundía con el
barro rojizo. En sus mejillas habías aparecidos dos largos y sucios churretones
de lágrimas marrones- Soy solo un arlequín, y él es el diablo al que me aferro.
Solo me gustaría saber una cosa, aunque solo sea por el hecho de torturarme.
¿Tan fantástica era ella? ¿Tan genial para que Matt se rindiese de esta manera?
¿Para qué no pudiera olvidarla?
Bam Bam inspiró para responderle, pero un chasquido
entre los árboles le obligó a contener el oxígeno en sus pulmones. El cielo
gris predecía una noche húmeda, típica de finales de primavera. No se había
dado cuenta de lo avanzada que estaba la tarde hasta ese momento, en el que su
hermano mayor apareció de entre los arbustos, oculto en la penumbra: con la
mirada oculta bajo el sombrero y cubierto con un abrigo marrón. Colgado en el
hombro llevaba el rifle de caza.
-Lo es.-se precipitó a responder con una voz ahogada-Es
la mujer más increíble que haya conocido jamás. Ayla se levantó de su asiento y
se situó a escasos centímetros de Matt.-Tenía el pelo largo y negro azabache,
los ojos azules. Era alta, esbelta y grácil como la Psique de Cánova, pero un
millón de veces más guapa.
-Yo te enseñé esa escultura…-Matt hizo caso omiso.
-Siempre sonreía, siempre se esforzaba por mejorar el
día de los demás. Da igual que estuviese hecha una mierda, siempre sacaba
tiempo para compartirlo contigo, por muy cansada que estuviese. Se reía
conmigo, me escuchaba. Y tenía aquella sonrisa tan maravillosa… se ponía de un
color rosa muy bonito cuando sonreía.-“eso es que no te has fijado bien en la
chica que tienes delante, hermano”.
-Y yo soy todo lo contrario de ella. Ya he vivido esto
antes, ofuscada por una chica más guapa y más simpática-Ayla se cruzó de
brazos. Estaba al borde del derrumbamiento, aun así luchaba con todas sus
fuerzas para seguir en pie.-Entonces, todo ha sido mentira, ¡he estado viviendo
una puta mentira!-soltó un montón de palabras malsonantes en su español natal,
de las cuales Bam, solo logró entender dos o tres-¿Por qué, Matt? ¿Por qué has
hecho todo esto? Podría haberse quedado en un polvo pasajero y podríamos haber
continuado con nuestras patéticas vidas sin tanto cuento.
-Tú besaste a Bear.-Ayla lo tenía atrapado entre la
espada y la pared. Un hilillo de sangre le corría por el cuello bajo el frío
acero. Fue la única excusa que Matt encontró en la que saliese menos
perjudicado. En un primer momento, Bam Bam no se creyó que la muchacha hiciera
tal cosa, pero hasta hacía pocas semanas nadie sabía que Bear estaba enamorado
de la chica…
-Y me
arrepiento de no habérmelo follado ahí mismo, al menos sus palabras son
sinceras. Deberías haber seguido la norma Matt Brown-cuando le llamaba así
significaba que algo no iba bien-ambos nos hubiésemos ahorrado mucho dolor. Bam
no supo cómo reaccionar, “la opción más factible era suicidarse con el machete,
o quizá matarlos a ambos, y a Bear por meterse donde no le llaman, y a
Allison…
De repente volvía a ser el capitán francés, tenía la
espada desenvainada pero no se movía, no podía moverse. La bestia arrastraba a
la niña, desgarrándole el vestido mientras las gárgolas la manoseaban con
garras afiladas y la mordían con dientes puntiagudos como dagas. La pequeña
gritaba, pero la orquestra del salón de baile eclipsaba sus gritos. Uno de los
esbirros de la bestia estaba quieto, arrinconado en una esquina temblando de
miedo, con el cuerpo hecho un ovillo y los ojitos negros y brillantes
moviéndose inquietos. Tenía patas de gatito en lugar de fieras garras y
pequeños colmillos de felino en vez de esos pútridos dientes de acero de sus compañeros.
El amo lo había azotado por revolotear cerca de su esposa. “¡Ayúdala!-quiso
gritar el capitán, pero las palabras no le salían de la boca y sentía el cuerpo
petrificado. El Anne-Lisset estaría
surcando tranquilas aguas mediterráneas a leguas de Versalles, ¿dónde habían
quedado sus tiempos de recorrer el mundo con su amado barco? Tenía que ir a
buscarlo, pero ¿sería capaz de dejar a esa pobre niña a merced de esa bestia?
Le volvió a suplicar ayuda a la gárgola desobediente, pero ésta se limitó volver la cara de piedra con cuernos y melena
de león hacia él. “Estaría mejor con la gárgola pasiva que con su amo”. Iría a
buscar a su querido Anne-Lisset,
porque sin él estaría perdido, después volvería a por la niña y los pondría a
salvo de la bestia, lejos, muy lejos de la Corte. Lo sentía por la muchacha,
pero tendría que arreglárselas sola hasta que su barco estuviese a salvo.
Conocía a un tullido en la corte, un viejo brujo solitario que entretenía al
señor con sus trucos de magia baratos. A él no le gustaba la niña francesa,
pero si se lo pedía por favor, estaba seguro de que cuidaría de ella hasta su
regreso.
-Matt, lo hice por ti, por nosotros…-la voz de Ayla
parecía la de una joven viuda turca suplicando una comida caliente a los pies
de un cliente adinerado- Fue solo un simple beso, tú llevas meses acostándote
conmigo imaginándote que era otra persona, mintiéndome. Tú no lo sabías, pero
yo también arrastraba esa carga, arrastraba a Allison, la norma de los Brown,
el alcohol, pero no me importaba… porque te quería, Matt.-Ayla debía sentirse
tan sucia y utilizada como la prostituta de Oriente Medio que ofrecía sus
servicios a cambio de un trozo de pan duro,
-No todo ha sido mentira, quería que te quedaras aquí
conmigo, en Browntown, y yo…
-Dilo Matt, di que me quieres, dilo como tantas veces
lo has dicho antes.-pero se quedó en silencio. Ayla pateó el suelo,
furiosa-¡Dilo! Maldita sea.
Matt alargó una mano para acariciarle el brazo, pero
antes de que pudiera tocarla, ella ya se había sacudido para impedirlo.
-Te necesito.-si Matt tenía miedo de que Ayla se
marchase en ese momento no lo aparentaba. Su voz era extrañamente tranquila,
más propia de Bam que de él mismo.
-“Te necesito” no es lo mismo que “te quiero”.-la muchacha
tenía aquel tono tan grave y pausado.
-Lo sé.-admitió Matt.
Ayla le dio un empujón pero él ni se inmutó.
-Tanto tiempo preguntándome por mi pasado: por mi
padre, por mis amigos, por los chicos con los que me he acostado… y tú me has
estado ocultando todo esto.
-Nunca preguntaste.
-¡No quería hacerte sufrir como me hacías sufrir tú
cada vez que preguntabas! No quería hacerte revivir esos momentos tan
dolorosos. Creía que con el tiempo acabarías contándomelo por tu propia
iniciativa. ¡Qué ingenua he sido! Pensaba que por fin se había acabado todo: la
soledad-en su voz había signos de añoranza, como si hubiesen pasado siglos
desde la última vez que se vieron-creía que había encontrado mi lugar en el
mundo…
-Ayla…
Bam estuvo a punto de pegarle un tortazo a su hermano.
“¿Ayla? Eso era lo único que se le ocurría decir: ¿Ayla?”. La muchacha dio un
salto hacia atrás, impidiendo que Matt la tocase de nuevo. “Tiene
miedo-comprendió de repente Bam-tiene miedo a tocarlo, a recordar todo lo bueno
que han vivido y a arrepentirse de lo que está diciendo”.
-¡No me toques Matt! No quiero saber nada más de ti,
ni de Browntown, ni de Alaska. Jamás me había sentido tan humillada. Ahora
entiendo muchas cosas, ¿sabes? Entiendo
porque te gustaba tanto hacérmelo por detrás, para no verme la cara e
imaginarte que era ella. Y también se por qué querías hacerme daño: no, no era
por miedo como yo pensaba. Nunca ha existido ese miedo a perderme, en realidad
era por impotencia, porque yo no era ella.-Ayla hablaba con autoridad, infundía
tal respeto que ni Matt ni Bam se sentían con suficiente coraje de replicarle.
“Me importan una mierda vuestras disputas sobre
posturas sexuales-quiso gritarles-pero yo tengo que trabajar” Sin embargo
permaneció en silencio un rato más, observándolos. No sabía por cuál de los dos
empatizaba más: con Matt por haber sufrido un desengaño amoroso o con Ayla, por
ver toda su personalidad acumulada en aquellos ojos verdes y en las manos
apretadas llenas de sangre. “Es un carácter muy fuerte para un cuerpecito tan
pequeño”-concluyó.
-Será mejor que os deje a solas. Tenéis mucho de qué
hablar.
Bam se volvió para marcharse cuando el estruendoso
golpe provocó que los pájaros se agitasen entre las ramas: las hojas de los
cedros cayeron danzando al compás de un vals. La mano le sudaba a borbotones, y
empuñó su machete cual espada legendaria. Volvió a girarse, no sabía si llegado
el momento tendría que intervenir en favor de la chica, ni si sería capaz de
levantar la mano en contra de Matt. Los encontró encaradas, mirándose a los
ojos. Ayla estaba de espaldas a él, podía reseguir a lápiz cada uno de los
músculos de su cuerpo, tensos como el cabo de una vela al viento. La sangre le
goteaba por los puños apretados y se fundía con el barro de sus pies. No podía
ver su rostro, pero estaba seguro que estaba cubierto por un mar de lágrimas
saladas. En cambio, él parecía tranquilo, sereno, con las manos
despreocupadamente metidas en los bolsillos del abrigo y el sombrero
ocultándole la mayor parte del rostro. Tenía tres marcas de dedos rojos en la
mejilla derecha. “El cazador cazado”. Sintió que el machete se le resbalaba por
la mano sudorosa cuando Matt se descolgó el rifle del hombro. Se le hizo un
nudo en el estómago: “No, él no haría eso. No, tampoco está tan mal…” se repetía
para auto convencerse. Le temblaba todo el cuerpo, aunque intentó disimularlo
manteniendo su pose erguida y altiva. Cambió el machete de mano y se limpió el
sudor en los vaqueros. “Un machete contra un rifle. Una chica contra mi
hermano. ¡Esto es una puta locura! ¿Cómo se le ha ocurrido abofetear a un
hombre adulto armado con un rifle?” Tragó saliva. Quería correr, desarmar a
Matt, coger a la chica y huir todo lo lejos que las piernas se lo permitieran,
pero en cambio se quedó allí, quieto como un árbol, esperando a que sus
músculos recibieran un impulso nervioso del cerebro que jamás llegaría. La
reacción de Matt tardó escasos instantes en aparecer, aunque a Bam le pareció
que habían pasado siglos: No respondió impulsivo al golpe, simplemente se acarició
la mejilla golpeada y contempló la sangre empapando sus dedos. Ayla no le dejó
tiempo para replicar, le cogió por el cuello de la camisa y le devoró los
labios. Tenía tanta rabia acumulada que bien podría haberle arrancado la lengua
de un mordisco, pero fue todo lo contrario: le dio el beso más tierno y
cariñoso que hubiese visto jamás. Fue un beso dulce e interminable, de añoranza
y de despedida. Cuando se separaron, Ayla le arreó en la otra mejilla, tan
fuerte que Matt giró la cara. Bam la escuchó gemir, pero su cuerpo seguía sin
reaccionar y simplemente observó cómo la chica se alejaba corriendo hacia la
playa.
Los dos hermanos se quedaron mirando el camino,
paralizados, fue otro corto instante que pareció años, hasta que Bam consiguió
que las piernas volviesen a obedecer. Se acercó a Matt y le puso una mano en el
hombro: su hermano mayor se volvió hacia él. Tenía los ojos llorosos y el
rostro congestionado. Una mancha ardiente y palpitante le cubría la mejilla y
parte del pómulo izquierdo:
-¿Sabes por qué estaba con ella?-le hablaba a él, no
había nadie más allí, pero parecía que estuviese conversando con el
viento-porque es como una tormenta: caótica e impredecible, nunca sabes si te
amará o te odiará. Si va a huir o te pedirá que no te vayas nunca, porque podía
ofrecérmelo todo o dejarme sin nada. –“y de hecho, te ha dejado sin nada”-Tiene
una tristeza que duele, sin embargo no he visto a nadie reírse tan fuerte de la
vida. Por eso la quería a mi lado, porque es lo más parecido a la felicidad que
he encontrado.
Bam sabía que esos versos no eran suyos, probablemente
los hubiese sacado de alguno de los libros de poemas de Ayla, pero la describía
a la perfección.
“Eres idiota,
Matt. ¿Por qué no le has dicho todo eso a ella? Te lo dije, te advertí de esto.
Si me hubieras hecho caso no la habrías perdido. Te lo repetí una y mil veces:
si se lo ocultabas pasaría esto. ¡Cabeza de chorlito! ¡Irresponsable! Tienes
treinta y cuatro años, ya es hora de que madures un poco y afrontes los
problemas como un hombre. Si no hubieras hecho el gilipollas “improvisando” y
hubieras planeado como decírselo, ella seguiría contigo. ¡Estúpido! No vas a encontrar a nadie capaz de soportar
tus tonterías”.
Todo eso y un montón más de palabras malsonantes se
pasaban por el pragmático cerebro de Joshua Bam Bam Brown, pero en lugar de
gritarlas a los cuatro vientos, se limitó a ser el hermano comprensivo que Matt
necesitaba:
-Ella no va a volver.-explicó dejando de lado todo el
orgullo que lo caracterizaba-Si la quieres, tendrás que ir a buscarla…
-Ha besado a Bear.-se excusó Matt. Un deje de furia
asomaba entre sus palabras.
-No eres el más adecuado para hablar de buenas
conductas.
Matt se quitó el sombrero y fue entonces cuando Bam
pudo comprobar lo abatido que estaba en realidad: se estaba muriendo por
dentro. “Si la pierde a ella, lo perderemos a él también”.
-Se trata de mi hermano pequeño, no solo ha jugado
conmigo, sino también con él.
-Como tú jugaste con ella cuando pensabas en otra persona
mientras os acostabais.-Matt no parecía convencido. Una parte de él quería
correr tras ella y besarla, la otra quería estrangularla. Bam suspiró hondo-Tú
fuiste el que te empeñaste en que te desvelara su pasado, sin caer en la cuenta
de que tú también tienes uno, y trece años más extenso que él de ella.-el joven
comenzaba a exasperarse. Sentía calambres en los dedos de tanto rascarse la
barba-¿Por qué no le has dicho que la quieres? Ella necesitaba oírlo.
Su hermano se atragantaba al hablar:
-Porque no es cierto. Sé que lo he dicho millones de
veces, pero únicamente era para auto convencerme a mí: la necesito, porque si
ella está a mi lado sé que todo está bien, sé que cuida de mí, que no va a
dejar que pase nada. Con Allison era distinto, a ella no quería retenerla aquí,
quería marcharme con ella…-Matt tenía la vista fija en las briznas de hierba y
los pegotes de barro de sus botas, con los ojos ocultos de la soberbia mirada
de Bam; no sabía a ciencia cierta si porque le intimidaba o porque en realidad
se avergonzaba de cómo había utilizado a Ayla.
-Si a Ayla le pasase algo malo, ¿Te preocuparías por
ella?-el hermano de más edad le miró de reojo, Bam Bam conocía aquella mirada,
reconocía el “por supuesto” a leguas de distancia-Quieres retenerla en
Browntown, pero si supieses que ella sería más feliz de vuelta en España, ¿no
la dejarías marchar? ¿No te irías con ella?
Matt golpeo una piedra con la punta de la bota y se
pasó los dedos por los rizos plateados:
“Iría con ella, no quiere admitirlo pero iría con
ella. Dejaría todo lo que ama: su hogar, sus hermanos, el bosque… por ella,
para que fuese feliz. La quiere, y quiere que sea feliz aquí. Ha cambiado, el
alcohol lo ha cambiado, ya no es tan egoísta como antes: piensa en los demás y
en los sacrificios personales antes que él, y aunque echase de menos esto y no
pudiese retenerla aquí, iría con ella. Es una niña muy fuerte, se repondrá de
esto, él que no sé si saldrá adelante es él. Tengo que convencerle de que se
vaya con ella, ¿o quizá tenga que convencerme yo?”
-No sé qué hacer tío.-farfulló por fin- Ese chico,
Alfie, dijo que la esperaría toda la vida ¿Dónde me deja a mí eso? Y lo de
Bear… eso ya ha sido el colmo.-“excusas baratas”- He intentado que se abra a
mí, comprenderla, hacerle ver de que ya no está sola en este mundo…. De que
somos un equipo, pero cuando empiezo a perforar su armadura, levanta su escudo
y huye.
Bam se encogió de hombros, sin saber qué hacer: veía
la súplica reflejada en los ojos de su hermano y se sentía impotente por no
poder ayudarlo.
-Aunque nunca me hagas caso cuando te advierto de las
cosas, escúchame por una vez en tu vida. Está bien, Ayla levanta su escudo,
pero tú también haces lo mismo. Si quieres que ella se abra a ti, debes hacer
tú lo mismo, por mucho que te avergüence. Ve tras ella, persíguela, si la
quieres ve tras ella, porque ella no volverá.
Quiso añadir que sino empezaba a correr cuanto antes,
otro atleta se sumaría a la carrera para coger el relevo, y se trataba de un
competidor muy veloz.
Matt dio una patada a una piedra.
-Déjalo, se ha acabado todo. Ayla va a volver a Nueva
York. Lo nuestro…-dejó escapar una risita nerviosa para no echarse a llorar-lo
nuestro no tiene ningún futuro.
“Se ha rendido. Sin ella no encuentra motivo para
salir adelante. Va a volver a beber. Tengo que impedirlo, pero no puede ser
a costa de Ayla. No puede retenerla aquí eternamente, ella no tiene la culpa.
Tengo que hacerle ver a este idiota de que la quiere”.
-Porque tú no quieres-le reprochó Bam recuperando su
imponente orgullo-Le guardas a ella más rencor por lo de Bear que a mí por lo
de Allison.-la saliva se le volvió rancia en la boca. Su hermano lo miró con
aquellos grandes y expresivos ojos claros.
-Tú eres mi hermano.
-¿Y qué? Ambos hemos roto la norma no escrita de los
Brown,-esa chorrada de norma- Matt, ella no va a volver a por ti, pero tú
puedes seguirla. Corre tras ella, explícaselo todo desde el principio, deja de
ocultarle historias. No se lo merece, olvídate de lo de Bear y ella se olvidará
de lo de Allison.-pronunciar aquel nombre le enredaba las cuerdas vocales-Dile
que la quieres, y si no te cree, bésala hasta que tu sabor sea lo único que
sienta. Pero ve tras ella, sino no la vas a recuperar…
-¿Hasta dónde? ¿Hasta dónde tengo que seguirla?
-Hasta el fin del mundo.
TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA BASADA EN "ALASKAN BUSH PEOPLE" ESTÁN SUBIDOS AQUÍ.
Impaciente por el siguiente capitulo. El hombre perfecto no existe pero de hacerlo sería uno de ellos,jajaja. Todo es tan superficial y vacío aquí, ya no miramos lo importante de la vida, por eso me encanta esta familia y todos y cada uno de sus miembros(unos mas que otros). Muchas gracias
ResponderEliminar¡Gracias por el comentario! Siempre a vuestra disposición
EliminarMe encantan matt y bam bam y tus relatos me tienen enganchada
ResponderEliminar¡Muchas gracias por el comentario, siempre es un placer hacer sonreír a alguien. Para cualquier cuestión no dudes en ponerte en contacto conmigo. :)
EliminarP.D. Por si es de tu interés, publico contenido en el blog cada fin de semana, capítulo de Alaska cada 2-3 semanas.
Bueno me gustaría saber como se te ocurrio crear esta historia de Alaska bush , soy una fanatica de la serie y los describes tan bien a cada miembro de la familia deberías plasmarlo en un libro , creeme q esto es mucho mejor q 50 sombras de grey ja ja ja un saludo guapa ..
EliminarPues sinceramente no se como se me ocurrió, la idea apareció en mi cabeza sin más y comencé a escribirla. En un principio iban a ser cinco capítulos (titulados con el nombre de cada uno de los chicos) pero me convencieron para seguir adelante y ya tengo pensados hasta el xvi... jajaja. Un placer ayudarte.
EliminarTengo que decir que me gusta mucho esta historia. Me he enganchado desde el principio, así que quiero más, muuuuuchos capitulos más jajajajaja
ResponderEliminarEn capitulos anteriores, pensé(ojo spoiler: que Ayla estaba embarazada, por lo de las manos en el abdomen y demás....), pero eres una maestra en darle un giro brutal(cómo diría Bear jajaja), a la historia.
Lo dicho, esperando el próximo cap..... Y por cierto, te has planteado escribir la historia de Gabe con Alba?
Un saludo!
Por supuesto que me he planteado lo de Alba y Gabe, Alba no deja de insistir en que lo haga, jajaja, pero al ser una historia muy personal tengo miedo de desviarme del estilo principal y que termine quedándome un relato muy llano, con mucha paja y que al final no cuente nada.
EliminarHola! Gracias por contestar.
EliminarEstoy segura que será una historia fascinante, si al final decides hacerla. No creo que te vaya a quedar "llano" como dices, ya que los personajes tienen personalidades totalmente diferentes y la historia es distinta también. Además si Alba insiste(aquí no hay emoticonos pero si hubiera, aquí habría uno silbando).... jajajaja
;)
Me ha encantado, no esperaba lo de Allison. La verdad que es unos de los mejores capitulos que he leido, todos son geniales y te atrapan pero este es lo mas. Deseando leer el proximo capitulo. Enhorabuena por el exito que estas teniendo. Un beso
ResponderEliminarMuchas gracias por estar ahí desde el primer día. Espero poder tener listo el siguiente capítulo para la semana que viene. Un beso para ti también! :)
EliminarUna pregunta ? Por q elegiste a matt como personaje en el q gira tu historia?
ResponderEliminarPues sinceramente no lo sé. Siempre ha sido mi Brown favorito, a parte de que me parece súper atractivo. Me siento algo identificada con él: cuando el sufrió con el tema del alcoholismo, me animó a contar algo que yo padecía y que jamás me había atrevido a confesar por miedo, así decidí explicarlo mediante la ficción de mi novela.
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