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El Corazón de Ayla

Ayla tiene el corazón roto, el recuerdo de su hermano sigue demasiado presente en ella. Era su todo, vivía para él, y sin Gavroche Ayla está rota. Su mente le dice que ya es hora de superarlo, el tiempo ha cerrado las heridas, pero las cicatrices permanecen, el simple roce ya le hace recordar la suave risa de Gavroche, sus tiernas manitas, sus preciosos ojos azules, su cuerpecito cálido al que se abrazaba por las noches...

Pero el cuerpo de Gavroche se enfría, y se vuelve rígido y pálido, se le escapa la vida con cada ínfimo aliento que espira... "Mi niño, mi Gavroche, ¿por qué has tenido que dejarme sola?" El corazón de Ayla llora, se derrumba, su profunda fe consigue recomponer los cimientos, "Está en un lugar mejor Ayla" le dice la conciencia católica que su madre implantó en ella a muy temprana edad. Pero no es la única que quiere recomponer el corazón de Ayla, los sentimientos hacia Enjolras también están allí, discretamente, en silencio, recogiendo pedacitos de corazón roto y volviendo a unirlos en un costoso intento de sacarle una sonrisa.

Pero el amor de Enjolras no es suficiente para recomponer el corazón de Ayla. Sin duda que su apoyo había sido imprescindible para superar esos primeros momentos. Su rostro empapado en lágrimas, sobre su hombro, con el cuerpo de Gavroche aun caliente, y su tierno abrazo. Pero Ayla es reacia a que la toque, ¿cómo puede confiar en el hombre que "mató" a su hermano? Por la noche, él abandona su camastro para tumbarse junto a ella, en el frío suelo. Su calor le ayuda a superar las heladas noches, pero al mismo tiempo le recuerda los abrazos de su hermano, y llora, llora en silencio, avergonzada, por querer hacer el amor con el hombre que asesinó a su hermano.

Ayla no es la única con sentimientos encontrados, el mismo Enjolras se debate entre esa mujer o la revolución. Desde que Ayla le contó que el pueblo planeaba otra rebelión, inspirada por su figura, Enjolras no podía pensar en otra cosa que abandonar su escondite y liderar a las gentes. ¿Pero y si salía mal? ¿Y si moría tanta gente como en la primera vez? ¿Y que pasaría con Ayla? No quería dejarla sola... A la mujer que le salvó la vida, de la que se enamoró des del primer minuto, su Ayla, su dulce Ayla... Pero el pueblo lo necesitaba, su hazaña les había inspirado, quizá era mejor así, si no había rebelión no había más muertes... ¡Pero el pueblo pasa hambre! ¡Y Ayla también! Esa maldita y valiente chica atravesó París para buscar a su hermanito, y arrastró ella sola a un hombre adulto por los túneles subterráneos... y le salvó la vida. No podía dejarla sola, ella le necesitaba, y él a ella también, más de lo que se pensaba... ¿Pero que pasa con el pueblo? ¿Que podía hacer? Su corazón no podía estar más en guerra...

Enjolras con el corazón dividido, y Ayla con el corazón roto, pero... ¿y Javert? ¿Qué pasa con el inspector Javert? El también está enamorado, no, más bien obsesionado con la joven doncella... Y esa chiquilla de la taberna de Thénardier le ha dicho que esconde un rehén en su cama, y no un simple rehén, al mismo Enjolras Pontmercy, su archienemigo, su figura alienta a las gentes a rebelarse contra la monarquía y le humilla a él, a Javert, ante las cortes. ¡Ese muchacho debe morir! Pero si el muere... ¿que será de Ayla? No querrá casarse con el hombre que asesinó al chico al que amaba. Pero sabía donde estaba, su honor por la ley le obligaba ir a entregarlo, la autoridad del Barón Pontmercy estaba por encima de la suya, pero la ley es la ley y no hay excepciones. Ese chico ha intentado acabar con el rey, eso es una traición a la patria, y merece ser juzgado y condenado como tal... Y Ayla, ¿que será de Ayla? No querrá seguir trabajando para él, le odiará, y si Ayla le odia, y si Ayla muere... Javert también morirá.

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