Ayla recordaba perfectamente el día que su padre la llevó por primera vez ante el Consejo de Ancianos. Acababa de cumplir los seis años, cuando aquella fría mañana de invierno, la que tía Eli la levantó a toda prisa de la cama. La esposa de Svend entró en la habitación de piedra y madera dando gritos de buenos días, deposito una bandeja con comida en la mesita y encendió la chimenea. A la pequeña le costó trabajo abandonar la calidez de sus pieles para enfrentarse a la gélida brisa matutina de Halogala. Elisabetha abrió las cortinas para que entrase la luz, pero no sirvió de mucho, los rayos del sol apenas habían comenzado a rozar los tejados de las cabañas de Malmö. “¿Por qué la levantaba tan temprano?” se preguntaba la jovencísima Ayla tapándose la cabeza con las mantas de piel de zorro. Tía Eli era una mujer bajita y regordeta, Ayla no recordaba haberla visto jamás sin su moño y su delantal. Tenía fama de ser la joven más hermosa de Isla Corazón, pero los abortos, el embarazo y el ...
La Grandeza nace de los Pequeños Comienzos.