La Roca era un islote de piedra volcánica situado al noreste de Halogala, en línea recta desde la Fortaleza de las Escamas. El paso de los años y los vientos que chocaban contra los acantilados habían transformado el relieve pedreagoso de la isla en una superficie totalmente llana, capaz de sostener a un ejército de 1000 dragones. Ayla sobrevolaba La Roca montada en Gorgonea, con Ryden maniatado a su espalda, unos metros por detrás Acamar y Robb la seguían de cerca, e iban acompañados por sus doce jinetes más leales. Desde los cielos, la joven princesa contempló como su tío ya la esperaba, y no estaba solo. Sin duda, Svend Adger había sabido aprovechar el espacio que ofrecía La Roca y había venido escoltado por un centenar de jinetes de dragón, unos ciento cincuenta arqueros y dos centenares de soldados de infantería. Ayla reconoció las vestiduras orientales de los soldados, probablemente, Svend se hubiese aliado con algún sultán del este a cambio de las piedras preciosas que crecían bajo La Montaña de Fuego, pero no reconoció la procedencia de los arqueros, podrían ser de un pueblo de las montañas del continente, Robb conocía mejor a sus gentes y seguramente los reconocería mejor que ella.
en una línea recta delante del ejército aguardaba otra fila de hombres: El Consejo de Svend, acompañados por dos dragones, uno de ellos tenía las escamas del color verde oscuro, Ayla sabía que también tenía la panza amarilla y la lengua bífida, se trataba de Calígula, el apestoso dragón del pantano de Svend, el otro le recordaba a Hydor, la montura de Axel, pero con la piel más oscura y lleno de cicatrices y marcas de batalla, sin duda se trataba de Picadura, el dragón del patriarca de los Pendragon. En primera fila y frente al espacio que les habían dejado para aterrizar se distinguían cuatro figuras humanas: una de ellas sería Svend, sin duda, y por el dragón, otro de los hombres sería Kristian Pendragon, pero Ayla no tenía ni idea de quien podrían ser los otros dos individuos. Después de examinar bien el terreno desde el aire, la princesa dio la orden, y su pequeña escolta aterrizó en La Roca.
Descendió del dragón y se ofreció a ayudar a bajar a Ryden, pero este se negó. Le había dolido mucho tener que tratar a su primo de esa manera, traerlo esposado ante su padre, humillándolo frente al pueblo de Malmö. Ryden siempre había tenido fama de débil y torpe, siempre a la sombra de Ayla, se había sentido un líder por primera vez cuando la joven lo nombró Segundo al mando y demandaba sus consejos a la hora de tomar una decisión importante. Ryden no calculó bien la distancia y cayó de rodillas al suelo, Ayla lo ayudó a incorporarse y sintió como su mirada llena de odio le perforaba el corazón. Sus doce jinetes y Robb también habían aterrizado, observó como el príncipe de Land bajaba en brazos a Brandon Jory, a pesar de que hubiese ordenado que se quedase en el Peñón, pero debía medir sus palabras y regañar a Robert en aquel preciso momento hubiese puesto en duda el respeto y la obediencia que le procesaban sus hombres.
-Me alegro de verte, sobrina-saludó Svend, a pesar de todo, Ayla se percató de la sinceridad del tono de su tío.-Estás más delgada...
-Y yo a ti, tío.-Ayla había sufrido una notable pérdida de peso, no solo por la falta de alimento que sufría el Peñón del Diablo por el bloqueo de Pike, sino que las terribles circunstancias que había sufrido recientemente empezaban a causar mella en su salud.
Svend no era tan alto como Haakon, aunque seguía siendo más alto que la mayoría de los hombres de Malmö. Tenía el cabello rojizo y llevaba los bigotes y las barbas trenzadas. Lucía un casco con cuernos y el pelo exageradamente largo le caía por la espalda. Hacía dos años que Ayla no lo veía, pero parecía que hubiese envejecido una década: un montón de arrugas y patas de gallo le cubrían el rostro y enmarcaban unos ojos verdes y exhaustos. Lucía una túnica negra con un dragón dorado bordado en el pecho, y una capa de pelo negro que le protegía del viento. La joven dio unos pasos al frente, llevando a Ryden a su lado, y examinó a los hombres que acompañaban a su tío: uno de ellos era Kristian Pedragón: vestía de manera oriental, con una larga túnica roja decorada con bordados de dragones entrelazados, y el cabello rubio peinado hacia atrás, sujeto por una corona de piedras preciosas, parecida a la que llevaba el día que Ayla fue a entregarle el cuerpo de Axel. El patriarca de los Nuevos Clanes todavía no había superado la muerte de su primogénito, también parecía mayor, pálido, cansado, el cabello rubio oscuro comenzaba a teñirse de blanco y los pequeños ojos azules habían perdido su brillo. Ayla reconoció al tercer hombre: se trataba del sultán Aysel, de las Tierras de la Seda, había venido a verlos cuando su padre aún gobernaba con el propósito de comerciar con dragones vivos en el este y demandar la mano de la joven princesa, Haakon se opuso a ambos tratos y Aysel no se marchó contento de Halogala. El sultán era un hombre muy atractivo, a pesar de haber llegado ya a los cuarenta años; al contrario que los hombres del norte, que lucían largas melenas, los sultanes llevaban el cabello corto, Aysel tenía el pelo negro y muy brillante, unos ojos enormes y azules, intensos, expresivos y unos labios gruesos y sensuales. Vestía una túnica larga, púrpura, decorada con brocados en oro y plata, aunque apenas podía lucirla por la casaca larga y basta que llevaba sobre los hombros, y que probablemente le habían prestado para la ocasión, en el este no soplaban vientos tan intensos como en el archipiélago de las Islas del Norte, y el sultán no llevaría la ropa apropiada. El cuarto hombre le llamó especialmente la atención, estaba situado en el centro, a la izquierda de Svend y al lado del sultán oriental. Miró a Robb, que se había quedado unos pasos tras ella, tenía miedo, mucho miedo, pero se mantenía firme por ella. Su orgullo no iba a permitirle mostrar debilidad ante los enemigos de su futura esposa, pero la manera en la que apretaba la mandíbula y como sujetaba a Brandon por los hombros, delataban, que en realidad, estaba muerto de miedo.
-Es un duende...-le susurró Robb a Ayla.
-¿Un duende?-se extrañó ella.
Y es que "duende" era el apodo burlón con el que las gentes de Robb denominaban a los arqueros del Bosque. Era cierto que el hombre era más pequeño que el resto de sus acompañantes, pero tampoco era extremadamente bajito, era muy delgado y tenía la piel muy pálida, casi mortecina, sin ninguna tipo de peca, arruga o cicatriz. Vestía ropas de telas caras: un traje de dos piezas de terciopelo morado con cenefas doradas y una larga capa de los mismos colores. No debía tener más de veinticinco años, algo mayor que Robb. Pero lo que de verdad le llamaba la atención era su cabello: lo llevaba a la
altura de los hombros, con el flequillo recogido en una pinza en la parte de atrás de la cabeza, lacio como una cascada y del color de la plata. La mayoría de la gente en Malmö, tenía el cabello claro, pero no tan blanco como ese hombre que brillaba como si en lugar de pelo lo formasen hilos de plata. No solo su pelo llamaba la atención, sus ojos eran de color violeta, Ayla jamás había visto unos ojos de ese color, eran grandes y redondos y la abducía con el mágico color de su mirada. Más tarde se percató de que todos los arqueros de Svend tenían el cabello y los ojos iguales que el hombre delgado.
-Así que los rumores son ciertos...-prosiguió Svend-una Adger y un Madden trabajando juntos. Pensé que te habíamos educado bien, Ayla...
-Con quien me alío y con quien no es solo cosa mía, Svend. Vamos al grano.-Ayla sacó el cuchillo de su espalda y apuntó al cuello de Ryden-Venimos a firmar la paz, pero exigimos ciertas condiciones.
-Ryden.... mi querido hijo-la sinceridad de Svend se disolvió para convertirse en un tono sarcástico y burlesco-Me alegro de verte, aunque sea en estas condiciones... Tu madre también se alegraría de verte, bueno, en realidad se alegraría de veros a ambos. En sus últimos días no paraba de susurrar: "Trae a Ryden a casa" "No le hagas daño a Ayla" "¿Dónde están mis niños"? y un montón de palabrería maternal sin sentido...
-¿madre ha muerto?-una mueca de dolor se apoderó del rostro de Ryden y le temblaron las piernas, Ayla lo sostuvo al notar como se tambaleaba.
-¿Qué le ocurrió?-preguntó ella conteniéndose por no estallar a llorar.
-Una maldita enfermedad. De repente contrajo mucha fiebre, perdió el apetito y se fue debilitando cada vez más hasta que murió, postrada en una cama...
-¿Cuánto hace de eso?-volvió a preguntar Ayla.
-¿A caso importa? Elisabetha no era más que una pobre muchacha tímida e introvertida de otra isla a la que su padre obligó a casarse con el hijo de un rey a cambio de una generosa dote. Se vio obligada a criar a una niña que no era suya, y a mi solo me dio un crío, un débil, cobarde y patoso niño... Mi nueva esposa no tardará en darme herederos dignos para sucederme en el trono de Malmö.
-¿Te has vuelto a casar?-Ayla no cabía en si de su asombro-El Primer Dragón no permite celebrar una unión tan temprano. Hay que guardar un tiempo de luto...
-¿Sabes cual ha sido tu mayor problema, sobrina? Eres demasiado devota, olvídate del Primer Dragón y de todos esos cuentos infantiles que te contaban cuando eras niña... Un matrimonio no es la unión entre los dos extremos de un hilo rojo. Solo es un negocio...
-¡Cómo osas mancillar de esa manera la memoria de mi tía!
-Traed a la reina-ordenó Sven. La joven comenzó a distinguir a ciertas personas del Consejo de Svend. Knight Kobu, el instructor de la academia, el del equipo rojo, e Ingrid Alexandra, la traidora... Ayla se acarició instintivamente la cicatriz que Ingrid le había dejado en la mejilla izquierda el día que intentó matarla. La sonrisa que le dedicó le puso los pelos de punta, especialmente cuando acompañó a Linda Huffle al lado de Svend. Ayla no soportaba a esa muchacha, pertenecía a los Antiguos Clanes y había conseguido llegar a jinete gracias a los contactos de su padre.
-Me alegro de verte Ayla...-dijo ella, arrogante-O debería decir, sobrina...
-¿Te has casado con Linda Huffle?-se sorprendió ella-¿Pero.... cómo? ¿Por qué?-Ayla era incapaz de articular palabras con sentido...
-Es más joven que Elisabetha y estoy seguro que me dará muchos hijos, y, lo más importante:-Svend arremangó la manga del costoso vestido de Linda y mostró una marca en forma de serpiente en el interior del bíceps izquierdo-Es una Sangre Pura. Ni te imaginas como valoran en el extranjero la sangre de los marcados por los Antiguos Clanes.
Empujó a Linda bruscamente hacia Ingrid y esta volvió a llevársela a la segunda fila.
-¿Después de faltar al respeto de esa manera tan insolente a mi tía, pretendes que sea benevolente con tu hijo?
-¡Vaya! Mi hijo...-casi me había olvidado de él. El tono de Svend seguía siendo de burla-Adelante, mátalo...-Ayla y Ryden se miraron desconcertados-Venga, adelante, córtale el cuello, dególlalo como a un cordero, a mi no me sirve de nada...
-¡Cómo puedes decir eso! Es tu hijo...
-Ya tendré más. Además, no he venido aquí por Ryden... ese imbécil dejó de ser mi hijo el día que se exilió contigo. Organicé todo esto por él, para que algún día fuese el rey, y huyó como un cobarde... Aunque debo agradecerte que te marchases Ayla, estuve a punto de depositar el futuro de Halogala en las manos de una niñita...
Ayla miró a Ryden. Su primo tenía los ojos llenos de lágrimas, y miraba al suelo avergonzado, intentando evitar que su padre le viese llorar. La muchcaha rompió sus ataduras y le abrazó con fuerza:
-Lo siento mucho Ryden...-se disculpó-Sabes que yo no quería hacerlo...
Pero el chico se limitó a guardar silencio.
-Si no quieres a Ryden, entonces... ¿Qué es lo que quieres?-gritó ella muy enfadada.
-A ti. Te quiero a ti.
* * *
-Déjame que te presente a alguien, querida sobrina,-Svend se dirigió al hombre delgado del cabello plateado-Este es el Viserión Dante, el vigilante del Bosque. Él nos ha proporcionado valiosos arqueros con los que defender la playa de tus patéticos ataques. Puede que seas buena arquera Ayla, eso jamás lo he puesto en duda, pero tus flechas de madera son juguetes para los arqueros del Bosque...
-La obsidiana Ayla....-exclamó Robb-¡Era suya!
Ayla miró su hombro herido y recordó cuando le extrajo la flecha a Axel... Ahora se sentía aún más culpable por haber culpado inocentemente a Robb. El Bosque se encontraba al sur del Valle de Land, después de las montañas y la rivalidad entre los Madden y los Adger no era nada comparada con la enemistad entre Land y los vigilantes del Bosque. El valle se interponía entre Kiruna y Pike, e impedía, de ese modo, que los arqueros consiguieran las rocas necesarias para construir sus flechas. Los Madden habían formado alianzas con los nobles que rodeaban el Bosque, obligando a los vigilantes a esconderse entre sus árboles y a vivir como salvajes. Robb temía el Bosque, sus cabellos plateados y sus flechas eran sinónimo de guerra, destrucción y muerte. De vez en cuando, atravesaban las montañas e incendiaban algún pueblecito del Valle, no había piedad para nadie: los hombres eran asesinados a flechazos, las mujeres violadas, y utilizaban a los niños como dianas de caza, secuestrándolos y cazándolos en sus bosques. Robb quería huir, montarse en su dragón y volar lo más lejos posible, alejarse de ese monstruo de ojos violetas, miró a Ayla, ella todavía no entendía lo que quería Svend de ella, peor el astuto príncipe comenzaba a verse cada vez más alejado de la joven Adger.
-Vas a casarte con él, Ayla...-su tono de voz era suave, incluso paternal, cuando pronunció esas palabras.
-Ni hablar...-sentenció ella.
-No tienes opción. ¿Qué vas a hacer? ¿Huir? Te atraparíamos antes de llegar a tu fortaleza. ¿Te enfrentarías a mi? Te mataríamos antes de que lanzases una flecha... Se sensata por una vez en tu vida, Ayla... Ofrezco la paz, se acabaron los enfrentamientos sin futuro, adiós a las alianzas, Malmö volvería a ser un pueblo de paz...
Ayla miró a Robb, con los ojos llenos de lágrimas. Le decía que no lo hiciese, que podían luchar... que en Land siempre tendría un hogar...
-Si acepto, ¿cuál sería el destino de mis seguidores?
-Una muerte digna para ellos y sus monturas y un entierro según la tradición en la Montaña de Fuego, mucho más honorable que servir eternamente como un esclavo...
Ayla miró a los doce jinetes que la habían acompañado. Distinguió la mirada de preocupación de los dos hermanos que la habían salvado, miró a Brandon, cogido de la mano de Robb, Ryden, cabizbajo, humillado... Pensó en todos los jinetes que la esperaban en la Fortaleza, la imagen de su padre cruzó su mente, también la de Axel, la de Lis, incluso la de su tía Elisabetha, recordó las palabras que le dijo Magnus Madden la noche anterior a que Robb y ella partieran del Valle: "Si esto no sale bien, recuerda: siempre tendrás un hogar en Land". Observó su daga, con el mango de cobre y la hoja de acero deslumbrando por el sol de mediodía. Empujó a Ryden juntó a Robb y empuñó el cuchillo contra su vientre. La primera línea de soldados de Svend se pusieron en guardia, pero los doce jinetes, encabezados por Jen la envolvieron en un círculo con sus armas preparadas. Acamar y Gorgonea rugieron, y a su canto se sumaron la docena de dragones que los acompañaba.
-Me casaré con el Viserión si eso trae paz a Malmö, pero se hará bajo mis condiciones.-afirmó muy segura de si misma.
-Es un farol...-gritó Ingrid desde su posición. Ayla recordó su enfrentamiento con la líder del Equipo Rojo, sino hubiese sido por Axel, la hubiese matado. Acarició su mejilla izquierda, donde Ingrid le había dejado una pequeña cicatriz con una de sus espadas.
La princesa presionó el puñal contra su piel y un hilo rojo manchó su elegante túnica azul. Ayla apretó la mandíbula para contener el dolor. Sven intercambió una mirada cómplice con Pendragón y con el Viserión. El hombre delgado de cabello blanco miraba a la joven como si en lugar de una muchacha se tratase de una mercancía cara y exclusiva que no podía estropearse...
-¿Qué quieres Ayla?
-Primero de todo: los hombres que se unieron a mí tendrán derecho a regresar a la isla para recoger a sus familias y sus pertenencias, después de marcharán. No serán perseguidos, no serán detenidos y por supuesto, nadie les matará.-Svend asintió con la cabeza-Después soltarás a Lis, a mi padre y a los hermanos de Brandon Jory...
Svend llamó a Knight Kobu y le susurró algo al oído. Inmediatamente, el instructor, que iba vestido con una ornamentada coraza decorada con piedras preciosas, partió inmediatamente en un dragón dorado para Malmö. Después dos jinetes que Ayla no conocía salieron de la multitud llevando a Lis maniatada. La muchacha tenía el cabello negro mal cortado, con mechones de distintos cabellos rozándole la nuca. Estaba llena de moratones y cortes y sus ropas estaban sucias y roídas. Svend cortó la cuerda que unía sus manos y la empujó violentamente contra Ayla. La princesa la recogió entre sus brazos, Lis tenía los ojos llenos de lágrimas, una mancha morada y amarilla le cubría el ojo derecho y parte de la mejilla, también tenía el labio partido, con manchas de sangre seca todavía recorriéndole la barbilla.
-Ayla... ¿qué has hecho?-dijo ella entre sollozos, sujetándola por los brazos.
-No te preocupes-la tranquilizó la joven princesa-ya ha acabado todo.
Se quitó la capa azul y dorada y envolvió a Lis con ella, la empujó suavemente hacia donde estaban Ryden y Robb.
-Te entregaré a la niña Jory, pero el niño se queda aquí...-le explicó Svend.
-¡Ni hablar!.
-Lo siento Ayla... Pero no puedo entregarte al chico.
-Deberás hacerlo...-la muchacha apretó los dientes y empuñó con firmeza su puñal.
-No te entregará a Ryon Jory...- el que habló fue el sultán Aysel, tenía la voz ronca pero firme y autoritaria-Pero dejaré que sus hermanos lo vean. Está bien, y no va a sufrir ningún daño...
Uno de los guardias trajo del brazo a una chiquilla bajita y regordeta de cabello castaño y ojos oscuros. "Una belleza exótica, como Lis". Pensó Ayla. Brandon llamó a su hermana, se deshizo del brazo protector de Robb y corrió hacia Tamy, ella también se deshizo del guardia y corrieron a abrazarse. El príncipe de Land corrió tras ellos, con la mano en el puño de la espada, listo para proteger a esos niños con su vida. Los ornamentados guardias de Aysel trajeron a un pequeño de cabellos rubios y ojos claros con ropas al estilo oriental. El chiquillo corrió hacia sus hermanos y los tres se fundieron en un abrazo. Los dejaron llorar abrazados un buen rato. Aysel miró a Ayla:
-Te prometo que no le pasará nada.
La muchacha no se fiaba del sultán que quería comerciar con dragones vivos, ¿por qué narices quería ahora a ese niño? Ella no podría averiguarlo, se marchaba lejos, y temía que si Robb se inmiscuía estallase la guerra entre el Valle de Land y Malmö. Ayla observó nostálgica el reencuentro familiar, sin saber cual sería el destino de ese pequeño que ahora felizmente abrazaba a sus hermanos. Ayla y Aysel se miraron. La joven se acercó a los muchachos y miró a Brandon a los ojos:
-Estos señores van a llevarse a Ryon con él...-intentó explicarle al niño.
-¿Por qué?¡No pueden llevárselo! Es mi hermanito y debo cuidar de él...-Brandon estalló en llantos.
-Eres un niño Brandon, no puedes cuidar de otro niño...-a Ayla se le partió el corazón- Estará bien, no le pasará nada. Aysel cuidará de él...
Brandon se negaba a soltar a Ryon, la niña también lloraba, pero no decía nada. La joven cogió al niño con sumo cuidado y se lo entregó a los guardias de nuevo mientras Brandon y Tamy lloraban y suplicaban que no se lo llevasen. Robb se encargó de los dos muchachos y se los llevó al pequeño grupo que comenzaba a formarse alrededor del príncipe de Land. Ayla lo miró a los ojos, con
lágrimas recorriendo sus mejillas: Robert era el perfecto rey para Malmö, justo, honorable, inteligente y un gran guerrero. Veía como trataba a Brandon, hubiese sido un buen padre para los hijos que nunca tendrían. Y lo más importante: lo amaba, pero jamás sería suyo...
-Knight está de camino con tu padre, en cuanto llegue, partirás con el Viserión Dante.-interrumpió Svend-una escolta os llevará hasta el Bosque. Ayla asintió entre lágrimas.-Has puesto tus condiciones princesa, voy a pagar un precio muy alto por esta paz, he liberado a todos lo que me has pedido, pero hay algo que quiero que me des a cambio...
Ayla se enjuagó las lágrimas y adoptó una postura firme y segura de si misma y un tono de voz grave y autoritario. A Robb le gustaba ver como su exprometida se transformaba: de la inocente joven que dormía desnuda a su lado a la princesa guerrera, la líder; y él estaba enamorado de ambas.
-Voy a darte mi libertad, mi derecho por nacimiento, mi corona... ¿qué más quieres?
-A mi hijo...-respondió él muy autoritario.
A Ayla no le dio tiempo a responder:
-De acuerdo.-afirmó Ryden muy seguro de si mismo. Jamás le había oído hablar así, el tímido e inseguro Ryden, la sombra de Ayla. Siempre obediente, siempre haciendo lo que se esperaba de él, pero siempre por detrás de su prima... El exilio había sido la primera ocasión en su vida en la que había podido tomar una decisión por su cuenta, podría haber sido príncipe, pero había preferido seguir siendo el escudero de Ayla y seguirla hasta el fin del mundo. Ahora volvía a tomar otra decisión: por la paz.
-¡No puedes hacer eso Ryden!-le gritó Ayla cayendo de rodillas al suelo-No quiere una muerte digna para ti. Te encerrará, te humillará y te hará servir como esclavo. No voy a permitirlo.
Ryden comenzó a avanzar hacia Svend. La miró desde arriba, más arriba de lo que solía hacerlo normalmente. Él era un joven exageradamente alto para su edad, pero Ayla proyectaba una sombra muy alargada...
-Tenías razón Ayla: Ya ha muerto demasiada gente en esta guerra.-dos guardias tomaron a Ryden y se lo llevaron a la fila de los guardias.
-Knight no tardará en llegar,-dijo Svend con un hilo de voz-si quieres despedirte, ahora es un buen momento...
Robb se acercó a Ayla y la levantó del suelo. Se cogieron de las manos. Ella deseaba que la abrazase y se la llevase de allí, que la llevase a Pike de nuevo, o a Land, que fuesen a cazar juntos y honrasen al Primer Dragón después de un largo y cálido baño. Las palabras de Lady Margaret resonaban en su cabeza: "No es su guerra, Ayla". La joven observó el rostro de Robert, estaba cansado, devastado, dos grandes bolsas negras habían aparecido bajo sus ojos, y su mirada había perdido el brillo del océano y la alegría que los caracterizaban.
-Vuelve a casa Robb,-le suplicó- cásate con Tabitah, olvídate de Malmö, de los dragones y de Halogala. Regresa a Land y gobierna como tu sabes hacerlo. Abraza a tu padre, besa a tu madre, haz el amor y ten muchos hijos... Solo te pido un favor: acoge a los jinetes que te lo pidan, dales tierras o un taller, y protegerán tu reino con su vida.
-Descuida, lo haré...-dijo él suavemente mientras apoyaba su frente en la de ella.
-Y cuida de Brandon y de su hermana, por favor, no tienen a donde ir...
-Tranquila, haré todo lo que quieras, pero por favor, no me pidas que me olvide de ti porque no lo haré. Te amo Ayla Adger, y te amaré siempre...
Ella le besó tiernamente la cara y le acarició el rostro mientras una lágrima le recorría la mejilla.
-Y yo a ti Robb Madden...
Ella hizo ademán para quitarse la talla de madera en forma de oso que le regaló, pero él se lo evitó alegando de que había sido un regalo.
Se sentía avergonzada, humillada cuando recorrió la escasa distancia que le separaba de su nueva vida, pensó en Axel. Su cabello rubio oscuro, su arrogancia fingida, su seguridad en si mismo... también habría sido un marido excelente, no le amaría como a Robb, pero no le habría tratado mal. Se arrepintió de haberse fugado, si no lo hubiese hecho Axel estaría vivo y sería su marido, Ryden no estaría siendo tratado como un esclavo, no habrían torturado a Lis, ni a su padre, ni a su tía. No habría conocido a Robb y no sabría que es amar.... Solo si no se hubiese escapado... Se plantó delante del hombre delgado de ojos violáceos y este le besó la mano. Tenía el rostro impecable, sin ni un pelo de la barba, ninguna marca, nada, era blanco inmaculado... El Viserión Dante le besó la mano:
-¿Estáis lista para volver a casa, su alteza?
-¡Yo iré con ella!-la voz venía de los doce jinetes que habían acompañado a Ayla, era Sam, su salvador, que avanzaba corriendo hacia ella. Su hermano Jen le persiguió un instante e intercambiaron algunas palabras al oído-¡Soy su doncel!-le gritó al Viserión-mi trabajo es asistir a la princesa en cualquier momento y en cualquier lugar.
Dante miró a Ayla, interrogándola con la mirada. Era tan pequeño comparado con Ryden...
-Está en lo cierto. Sam es mi doncel, le necesitaréis para que atienda a los dragones. ¿O pretendéis fardar de una princesa de la isla de los dragones que viene sin montura?
El Viserión le dio la razón y ordenó a Sam que se acercara con su dragón. El hombre obedeció y se acercó con Violetta, su peluda dragona de los vientos.
-Ata la montura de la princesa a la tuya, ella viajará contigo e iréis a mi lado.-Sam obedeció.
-Yo también debo partir con ellos-gritó Jen, acercándose-Soy su mozo de cuadra, me ocupo de sus dragones.
-A vos os necesito aquí, Jen.-Sam y Jen intercambiaron una mirada de sorpresa y se dirigieron a Ayla-Seréis mis ojos en Malmö, os aseguraréis de que mi tío cumple sus promesas y que ninguno de los jinetes que me han servido sufre daño alguno. Me iréis avisando mediante cartas-Ayla sacó a Dzigan de las alforjas de Acamar y le entregó el pequeño dragoncito a Jen-No os preocupéis, él siempre me encontrará. Cuando el exilio haya terminado y la paz haya sido restaurada podréis venir al Bosque con nosotros. ¿Está bien? Jen asintió con la cabeza.
Los jinetes exiliados de Ayla, Robb y los niños Jory ya estaban listos para partir, también lo estaba la guardia de dragones que Svend había dispuesto para acompañar al Viserión y a Ayla a su nuevo hogar. Gorgonea refunfuñaba nervioso al ver que la ataban con correas y se lo llevaban. Ryden intentaba tranquilizarlo con palabras bonitas, pero todos sabían cual sería el cruel destino que le aguardaba a aquel pobre dragón de los pantanos. Ayla ya estaba montada en Violetta, lista para el despegue cuando apareció Knight con su padre: si Svend había envejecido en aquellos dos años, Haakon Adger parecía todo un anciano. Tenía arrugas por toda la cara, los dedos de las manos esqueléticos y la piel pálida, enferma. La larga barba y el cabello rubio estaban cubiertos de canas y los ojos pequeños y verdes inundados en lágrimas. Ayla no podía distinguir lo delgado que estaba porque lo habían vestido con elegantes ropajes orientales: una larga y ancha túnica negra decorada con un dragón escupiendo fuego cosido con hilo de plata. Sobre sus espaldas llevaba una piel de lobo para resguardarse del frío. Knight lo bajó de un empujón de su dragón, como Lis, tenía las manos atadas a la espalda, de un tirón de pelo y amenazándolo con un cuchillo lo colocó de rodillas delante de Svend. Haakon miró a Ayla, con el corazón partido...
-Mi hija...-susurró entre lágrimas mientras la miraba con los ojos de un moribundo.
-Padre...-fue lo único que alcanzó a pronunciar Ayla antes de que Sam le tapase los ojos e iniciase el vuelo para evitar que viese como Svend le cortaba el cuello.
* * *
Era ya de noche, mientras Robb acariciaba con la yema de los dedos el agua caliente de su bañera. En su rostro se reflejaba una clara mueca de decepción. El viento resonaba a través de las paredes, pero
en su estancia de paredes de roca negra no hacía frío. Deseó que Ayla estuviese compartiendo el baño con él, la abrazaría entre sus piernas y le lavaría el cuerpo con sumo cuidado, deleitándose con cada centímetro de su piel, blanca como la nieve. El sonido de un goteo le devolvió al mundo real y sintió como un paño suave le frotaba las espaldas. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras le limpiaban los rizos cobrizos.
-Se que es duro, su alteza, pero habéis hecho lo correcto. Ha vuelto la paz a Malmö y el Bosque no dará más problemas a Land. Ayla va a ser princesa de un lugar muy lejano, en una sofisticada Corte y rodeada de vestidos y perfumes, como debe ser...-dijo Ingrid con su áspero tono de voz de víbora mientras se deshacía de la túnica de lana y se metía en la bañera con Robb,
en una línea recta delante del ejército aguardaba otra fila de hombres: El Consejo de Svend, acompañados por dos dragones, uno de ellos tenía las escamas del color verde oscuro, Ayla sabía que también tenía la panza amarilla y la lengua bífida, se trataba de Calígula, el apestoso dragón del pantano de Svend, el otro le recordaba a Hydor, la montura de Axel, pero con la piel más oscura y lleno de cicatrices y marcas de batalla, sin duda se trataba de Picadura, el dragón del patriarca de los Pendragon. En primera fila y frente al espacio que les habían dejado para aterrizar se distinguían cuatro figuras humanas: una de ellas sería Svend, sin duda, y por el dragón, otro de los hombres sería Kristian Pendragon, pero Ayla no tenía ni idea de quien podrían ser los otros dos individuos. Después de examinar bien el terreno desde el aire, la princesa dio la orden, y su pequeña escolta aterrizó en La Roca.
Descendió del dragón y se ofreció a ayudar a bajar a Ryden, pero este se negó. Le había dolido mucho tener que tratar a su primo de esa manera, traerlo esposado ante su padre, humillándolo frente al pueblo de Malmö. Ryden siempre había tenido fama de débil y torpe, siempre a la sombra de Ayla, se había sentido un líder por primera vez cuando la joven lo nombró Segundo al mando y demandaba sus consejos a la hora de tomar una decisión importante. Ryden no calculó bien la distancia y cayó de rodillas al suelo, Ayla lo ayudó a incorporarse y sintió como su mirada llena de odio le perforaba el corazón. Sus doce jinetes y Robb también habían aterrizado, observó como el príncipe de Land bajaba en brazos a Brandon Jory, a pesar de que hubiese ordenado que se quedase en el Peñón, pero debía medir sus palabras y regañar a Robert en aquel preciso momento hubiese puesto en duda el respeto y la obediencia que le procesaban sus hombres.
-Me alegro de verte, sobrina-saludó Svend, a pesar de todo, Ayla se percató de la sinceridad del tono de su tío.-Estás más delgada...
-Y yo a ti, tío.-Ayla había sufrido una notable pérdida de peso, no solo por la falta de alimento que sufría el Peñón del Diablo por el bloqueo de Pike, sino que las terribles circunstancias que había sufrido recientemente empezaban a causar mella en su salud.
Svend no era tan alto como Haakon, aunque seguía siendo más alto que la mayoría de los hombres de Malmö. Tenía el cabello rojizo y llevaba los bigotes y las barbas trenzadas. Lucía un casco con cuernos y el pelo exageradamente largo le caía por la espalda. Hacía dos años que Ayla no lo veía, pero parecía que hubiese envejecido una década: un montón de arrugas y patas de gallo le cubrían el rostro y enmarcaban unos ojos verdes y exhaustos. Lucía una túnica negra con un dragón dorado bordado en el pecho, y una capa de pelo negro que le protegía del viento. La joven dio unos pasos al frente, llevando a Ryden a su lado, y examinó a los hombres que acompañaban a su tío: uno de ellos era Kristian Pedragón: vestía de manera oriental, con una larga túnica roja decorada con bordados de dragones entrelazados, y el cabello rubio peinado hacia atrás, sujeto por una corona de piedras preciosas, parecida a la que llevaba el día que Ayla fue a entregarle el cuerpo de Axel. El patriarca de los Nuevos Clanes todavía no había superado la muerte de su primogénito, también parecía mayor, pálido, cansado, el cabello rubio oscuro comenzaba a teñirse de blanco y los pequeños ojos azules habían perdido su brillo. Ayla reconoció al tercer hombre: se trataba del sultán Aysel, de las Tierras de la Seda, había venido a verlos cuando su padre aún gobernaba con el propósito de comerciar con dragones vivos en el este y demandar la mano de la joven princesa, Haakon se opuso a ambos tratos y Aysel no se marchó contento de Halogala. El sultán era un hombre muy atractivo, a pesar de haber llegado ya a los cuarenta años; al contrario que los hombres del norte, que lucían largas melenas, los sultanes llevaban el cabello corto, Aysel tenía el pelo negro y muy brillante, unos ojos enormes y azules, intensos, expresivos y unos labios gruesos y sensuales. Vestía una túnica larga, púrpura, decorada con brocados en oro y plata, aunque apenas podía lucirla por la casaca larga y basta que llevaba sobre los hombros, y que probablemente le habían prestado para la ocasión, en el este no soplaban vientos tan intensos como en el archipiélago de las Islas del Norte, y el sultán no llevaría la ropa apropiada. El cuarto hombre le llamó especialmente la atención, estaba situado en el centro, a la izquierda de Svend y al lado del sultán oriental. Miró a Robb, que se había quedado unos pasos tras ella, tenía miedo, mucho miedo, pero se mantenía firme por ella. Su orgullo no iba a permitirle mostrar debilidad ante los enemigos de su futura esposa, pero la manera en la que apretaba la mandíbula y como sujetaba a Brandon por los hombros, delataban, que en realidad, estaba muerto de miedo.
-Es un duende...-le susurró Robb a Ayla.
-¿Un duende?-se extrañó ella.
Y es que "duende" era el apodo burlón con el que las gentes de Robb denominaban a los arqueros del Bosque. Era cierto que el hombre era más pequeño que el resto de sus acompañantes, pero tampoco era extremadamente bajito, era muy delgado y tenía la piel muy pálida, casi mortecina, sin ninguna tipo de peca, arruga o cicatriz. Vestía ropas de telas caras: un traje de dos piezas de terciopelo morado con cenefas doradas y una larga capa de los mismos colores. No debía tener más de veinticinco años, algo mayor que Robb. Pero lo que de verdad le llamaba la atención era su cabello: lo llevaba a la
El Vierión Dante, vigilante del Bosque y aliado de Svend |
-Así que los rumores son ciertos...-prosiguió Svend-una Adger y un Madden trabajando juntos. Pensé que te habíamos educado bien, Ayla...
-Con quien me alío y con quien no es solo cosa mía, Svend. Vamos al grano.-Ayla sacó el cuchillo de su espalda y apuntó al cuello de Ryden-Venimos a firmar la paz, pero exigimos ciertas condiciones.
-Ryden.... mi querido hijo-la sinceridad de Svend se disolvió para convertirse en un tono sarcástico y burlesco-Me alegro de verte, aunque sea en estas condiciones... Tu madre también se alegraría de verte, bueno, en realidad se alegraría de veros a ambos. En sus últimos días no paraba de susurrar: "Trae a Ryden a casa" "No le hagas daño a Ayla" "¿Dónde están mis niños"? y un montón de palabrería maternal sin sentido...
-¿madre ha muerto?-una mueca de dolor se apoderó del rostro de Ryden y le temblaron las piernas, Ayla lo sostuvo al notar como se tambaleaba.
-¿Qué le ocurrió?-preguntó ella conteniéndose por no estallar a llorar.
-Una maldita enfermedad. De repente contrajo mucha fiebre, perdió el apetito y se fue debilitando cada vez más hasta que murió, postrada en una cama...
-¿Cuánto hace de eso?-volvió a preguntar Ayla.
-¿A caso importa? Elisabetha no era más que una pobre muchacha tímida e introvertida de otra isla a la que su padre obligó a casarse con el hijo de un rey a cambio de una generosa dote. Se vio obligada a criar a una niña que no era suya, y a mi solo me dio un crío, un débil, cobarde y patoso niño... Mi nueva esposa no tardará en darme herederos dignos para sucederme en el trono de Malmö.
-¿Te has vuelto a casar?-Ayla no cabía en si de su asombro-El Primer Dragón no permite celebrar una unión tan temprano. Hay que guardar un tiempo de luto...
-¿Sabes cual ha sido tu mayor problema, sobrina? Eres demasiado devota, olvídate del Primer Dragón y de todos esos cuentos infantiles que te contaban cuando eras niña... Un matrimonio no es la unión entre los dos extremos de un hilo rojo. Solo es un negocio...
-¡Cómo osas mancillar de esa manera la memoria de mi tía!
-Traed a la reina-ordenó Sven. La joven comenzó a distinguir a ciertas personas del Consejo de Svend. Knight Kobu, el instructor de la academia, el del equipo rojo, e Ingrid Alexandra, la traidora... Ayla se acarició instintivamente la cicatriz que Ingrid le había dejado en la mejilla izquierda el día que intentó matarla. La sonrisa que le dedicó le puso los pelos de punta, especialmente cuando acompañó a Linda Huffle al lado de Svend. Ayla no soportaba a esa muchacha, pertenecía a los Antiguos Clanes y había conseguido llegar a jinete gracias a los contactos de su padre.
-Me alegro de verte Ayla...-dijo ella, arrogante-O debería decir, sobrina...
-¿Te has casado con Linda Huffle?-se sorprendió ella-¿Pero.... cómo? ¿Por qué?-Ayla era incapaz de articular palabras con sentido...
-Es más joven que Elisabetha y estoy seguro que me dará muchos hijos, y, lo más importante:-Svend arremangó la manga del costoso vestido de Linda y mostró una marca en forma de serpiente en el interior del bíceps izquierdo-Es una Sangre Pura. Ni te imaginas como valoran en el extranjero la sangre de los marcados por los Antiguos Clanes.
Empujó a Linda bruscamente hacia Ingrid y esta volvió a llevársela a la segunda fila.
-¿Después de faltar al respeto de esa manera tan insolente a mi tía, pretendes que sea benevolente con tu hijo?
-¡Vaya! Mi hijo...-casi me había olvidado de él. El tono de Svend seguía siendo de burla-Adelante, mátalo...-Ayla y Ryden se miraron desconcertados-Venga, adelante, córtale el cuello, dególlalo como a un cordero, a mi no me sirve de nada...
-¡Cómo puedes decir eso! Es tu hijo...
-Ya tendré más. Además, no he venido aquí por Ryden... ese imbécil dejó de ser mi hijo el día que se exilió contigo. Organicé todo esto por él, para que algún día fuese el rey, y huyó como un cobarde... Aunque debo agradecerte que te marchases Ayla, estuve a punto de depositar el futuro de Halogala en las manos de una niñita...
Ayla miró a Ryden. Su primo tenía los ojos llenos de lágrimas, y miraba al suelo avergonzado, intentando evitar que su padre le viese llorar. La muchcaha rompió sus ataduras y le abrazó con fuerza:
-Lo siento mucho Ryden...-se disculpó-Sabes que yo no quería hacerlo...
Pero el chico se limitó a guardar silencio.
-Si no quieres a Ryden, entonces... ¿Qué es lo que quieres?-gritó ella muy enfadada.
-A ti. Te quiero a ti.
* * *
-Déjame que te presente a alguien, querida sobrina,-Svend se dirigió al hombre delgado del cabello plateado-Este es el Viserión Dante, el vigilante del Bosque. Él nos ha proporcionado valiosos arqueros con los que defender la playa de tus patéticos ataques. Puede que seas buena arquera Ayla, eso jamás lo he puesto en duda, pero tus flechas de madera son juguetes para los arqueros del Bosque...
-La obsidiana Ayla....-exclamó Robb-¡Era suya!
Ayla miró su hombro herido y recordó cuando le extrajo la flecha a Axel... Ahora se sentía aún más culpable por haber culpado inocentemente a Robb. El Bosque se encontraba al sur del Valle de Land, después de las montañas y la rivalidad entre los Madden y los Adger no era nada comparada con la enemistad entre Land y los vigilantes del Bosque. El valle se interponía entre Kiruna y Pike, e impedía, de ese modo, que los arqueros consiguieran las rocas necesarias para construir sus flechas. Los Madden habían formado alianzas con los nobles que rodeaban el Bosque, obligando a los vigilantes a esconderse entre sus árboles y a vivir como salvajes. Robb temía el Bosque, sus cabellos plateados y sus flechas eran sinónimo de guerra, destrucción y muerte. De vez en cuando, atravesaban las montañas e incendiaban algún pueblecito del Valle, no había piedad para nadie: los hombres eran asesinados a flechazos, las mujeres violadas, y utilizaban a los niños como dianas de caza, secuestrándolos y cazándolos en sus bosques. Robb quería huir, montarse en su dragón y volar lo más lejos posible, alejarse de ese monstruo de ojos violetas, miró a Ayla, ella todavía no entendía lo que quería Svend de ella, peor el astuto príncipe comenzaba a verse cada vez más alejado de la joven Adger.
-Vas a casarte con él, Ayla...-su tono de voz era suave, incluso paternal, cuando pronunció esas palabras.
-Ni hablar...-sentenció ella.
-No tienes opción. ¿Qué vas a hacer? ¿Huir? Te atraparíamos antes de llegar a tu fortaleza. ¿Te enfrentarías a mi? Te mataríamos antes de que lanzases una flecha... Se sensata por una vez en tu vida, Ayla... Ofrezco la paz, se acabaron los enfrentamientos sin futuro, adiós a las alianzas, Malmö volvería a ser un pueblo de paz...
Ayla miró a Robb, con los ojos llenos de lágrimas. Le decía que no lo hiciese, que podían luchar... que en Land siempre tendría un hogar...
-Si acepto, ¿cuál sería el destino de mis seguidores?
-Una muerte digna para ellos y sus monturas y un entierro según la tradición en la Montaña de Fuego, mucho más honorable que servir eternamente como un esclavo...
Ayla miró a los doce jinetes que la habían acompañado. Distinguió la mirada de preocupación de los dos hermanos que la habían salvado, miró a Brandon, cogido de la mano de Robb, Ryden, cabizbajo, humillado... Pensó en todos los jinetes que la esperaban en la Fortaleza, la imagen de su padre cruzó su mente, también la de Axel, la de Lis, incluso la de su tía Elisabetha, recordó las palabras que le dijo Magnus Madden la noche anterior a que Robb y ella partieran del Valle: "Si esto no sale bien, recuerda: siempre tendrás un hogar en Land". Observó su daga, con el mango de cobre y la hoja de acero deslumbrando por el sol de mediodía. Empujó a Ryden juntó a Robb y empuñó el cuchillo contra su vientre. La primera línea de soldados de Svend se pusieron en guardia, pero los doce jinetes, encabezados por Jen la envolvieron en un círculo con sus armas preparadas. Acamar y Gorgonea rugieron, y a su canto se sumaron la docena de dragones que los acompañaba.
-Me casaré con el Viserión si eso trae paz a Malmö, pero se hará bajo mis condiciones.-afirmó muy segura de si misma.
-Es un farol...-gritó Ingrid desde su posición. Ayla recordó su enfrentamiento con la líder del Equipo Rojo, sino hubiese sido por Axel, la hubiese matado. Acarició su mejilla izquierda, donde Ingrid le había dejado una pequeña cicatriz con una de sus espadas.
La princesa presionó el puñal contra su piel y un hilo rojo manchó su elegante túnica azul. Ayla apretó la mandíbula para contener el dolor. Sven intercambió una mirada cómplice con Pendragón y con el Viserión. El hombre delgado de cabello blanco miraba a la joven como si en lugar de una muchacha se tratase de una mercancía cara y exclusiva que no podía estropearse...
-¿Qué quieres Ayla?
-Primero de todo: los hombres que se unieron a mí tendrán derecho a regresar a la isla para recoger a sus familias y sus pertenencias, después de marcharán. No serán perseguidos, no serán detenidos y por supuesto, nadie les matará.-Svend asintió con la cabeza-Después soltarás a Lis, a mi padre y a los hermanos de Brandon Jory...
Svend llamó a Knight Kobu y le susurró algo al oído. Inmediatamente, el instructor, que iba vestido con una ornamentada coraza decorada con piedras preciosas, partió inmediatamente en un dragón dorado para Malmö. Después dos jinetes que Ayla no conocía salieron de la multitud llevando a Lis maniatada. La muchacha tenía el cabello negro mal cortado, con mechones de distintos cabellos rozándole la nuca. Estaba llena de moratones y cortes y sus ropas estaban sucias y roídas. Svend cortó la cuerda que unía sus manos y la empujó violentamente contra Ayla. La princesa la recogió entre sus brazos, Lis tenía los ojos llenos de lágrimas, una mancha morada y amarilla le cubría el ojo derecho y parte de la mejilla, también tenía el labio partido, con manchas de sangre seca todavía recorriéndole la barbilla.
-Ayla... ¿qué has hecho?-dijo ella entre sollozos, sujetándola por los brazos.
-No te preocupes-la tranquilizó la joven princesa-ya ha acabado todo.
Se quitó la capa azul y dorada y envolvió a Lis con ella, la empujó suavemente hacia donde estaban Ryden y Robb.
-Te entregaré a la niña Jory, pero el niño se queda aquí...-le explicó Svend.
-¡Ni hablar!.
-Lo siento Ayla... Pero no puedo entregarte al chico.
-Deberás hacerlo...-la muchacha apretó los dientes y empuñó con firmeza su puñal.
-No te entregará a Ryon Jory...- el que habló fue el sultán Aysel, tenía la voz ronca pero firme y autoritaria-Pero dejaré que sus hermanos lo vean. Está bien, y no va a sufrir ningún daño...
Uno de los guardias trajo del brazo a una chiquilla bajita y regordeta de cabello castaño y ojos oscuros. "Una belleza exótica, como Lis". Pensó Ayla. Brandon llamó a su hermana, se deshizo del brazo protector de Robb y corrió hacia Tamy, ella también se deshizo del guardia y corrieron a abrazarse. El príncipe de Land corrió tras ellos, con la mano en el puño de la espada, listo para proteger a esos niños con su vida. Los ornamentados guardias de Aysel trajeron a un pequeño de cabellos rubios y ojos claros con ropas al estilo oriental. El chiquillo corrió hacia sus hermanos y los tres se fundieron en un abrazo. Los dejaron llorar abrazados un buen rato. Aysel miró a Ayla:
-Te prometo que no le pasará nada.
La muchacha no se fiaba del sultán que quería comerciar con dragones vivos, ¿por qué narices quería ahora a ese niño? Ella no podría averiguarlo, se marchaba lejos, y temía que si Robb se inmiscuía estallase la guerra entre el Valle de Land y Malmö. Ayla observó nostálgica el reencuentro familiar, sin saber cual sería el destino de ese pequeño que ahora felizmente abrazaba a sus hermanos. Ayla y Aysel se miraron. La joven se acercó a los muchachos y miró a Brandon a los ojos:
-Estos señores van a llevarse a Ryon con él...-intentó explicarle al niño.
-¿Por qué?¡No pueden llevárselo! Es mi hermanito y debo cuidar de él...-Brandon estalló en llantos.
-Eres un niño Brandon, no puedes cuidar de otro niño...-a Ayla se le partió el corazón- Estará bien, no le pasará nada. Aysel cuidará de él...
Brandon se negaba a soltar a Ryon, la niña también lloraba, pero no decía nada. La joven cogió al niño con sumo cuidado y se lo entregó a los guardias de nuevo mientras Brandon y Tamy lloraban y suplicaban que no se lo llevasen. Robb se encargó de los dos muchachos y se los llevó al pequeño grupo que comenzaba a formarse alrededor del príncipe de Land. Ayla lo miró a los ojos, con
El sultán Aysel se lleva a Ryon Jory, el último sangre pura de los Jory, bajo su tutela |
-Knight está de camino con tu padre, en cuanto llegue, partirás con el Viserión Dante.-interrumpió Svend-una escolta os llevará hasta el Bosque. Ayla asintió entre lágrimas.-Has puesto tus condiciones princesa, voy a pagar un precio muy alto por esta paz, he liberado a todos lo que me has pedido, pero hay algo que quiero que me des a cambio...
Ayla se enjuagó las lágrimas y adoptó una postura firme y segura de si misma y un tono de voz grave y autoritario. A Robb le gustaba ver como su exprometida se transformaba: de la inocente joven que dormía desnuda a su lado a la princesa guerrera, la líder; y él estaba enamorado de ambas.
-Voy a darte mi libertad, mi derecho por nacimiento, mi corona... ¿qué más quieres?
-A mi hijo...-respondió él muy autoritario.
A Ayla no le dio tiempo a responder:
Ryden y Ayla en el momento en el que él decide entregarse como esclavo a su padre |
-¡No puedes hacer eso Ryden!-le gritó Ayla cayendo de rodillas al suelo-No quiere una muerte digna para ti. Te encerrará, te humillará y te hará servir como esclavo. No voy a permitirlo.
Ryden comenzó a avanzar hacia Svend. La miró desde arriba, más arriba de lo que solía hacerlo normalmente. Él era un joven exageradamente alto para su edad, pero Ayla proyectaba una sombra muy alargada...
-Tenías razón Ayla: Ya ha muerto demasiada gente en esta guerra.-dos guardias tomaron a Ryden y se lo llevaron a la fila de los guardias.
-Knight no tardará en llegar,-dijo Svend con un hilo de voz-si quieres despedirte, ahora es un buen momento...
Robb se acercó a Ayla y la levantó del suelo. Se cogieron de las manos. Ella deseaba que la abrazase y se la llevase de allí, que la llevase a Pike de nuevo, o a Land, que fuesen a cazar juntos y honrasen al Primer Dragón después de un largo y cálido baño. Las palabras de Lady Margaret resonaban en su cabeza: "No es su guerra, Ayla". La joven observó el rostro de Robert, estaba cansado, devastado, dos grandes bolsas negras habían aparecido bajo sus ojos, y su mirada había perdido el brillo del océano y la alegría que los caracterizaban.
-Vuelve a casa Robb,-le suplicó- cásate con Tabitah, olvídate de Malmö, de los dragones y de Halogala. Regresa a Land y gobierna como tu sabes hacerlo. Abraza a tu padre, besa a tu madre, haz el amor y ten muchos hijos... Solo te pido un favor: acoge a los jinetes que te lo pidan, dales tierras o un taller, y protegerán tu reino con su vida.
-Descuida, lo haré...-dijo él suavemente mientras apoyaba su frente en la de ella.
-Y cuida de Brandon y de su hermana, por favor, no tienen a donde ir...
-Tranquila, haré todo lo que quieras, pero por favor, no me pidas que me olvide de ti porque no lo haré. Te amo Ayla Adger, y te amaré siempre...
Ella le besó tiernamente la cara y le acarició el rostro mientras una lágrima le recorría la mejilla.
-Y yo a ti Robb Madden...
Ella hizo ademán para quitarse la talla de madera en forma de oso que le regaló, pero él se lo evitó alegando de que había sido un regalo.
Se sentía avergonzada, humillada cuando recorrió la escasa distancia que le separaba de su nueva vida, pensó en Axel. Su cabello rubio oscuro, su arrogancia fingida, su seguridad en si mismo... también habría sido un marido excelente, no le amaría como a Robb, pero no le habría tratado mal. Se arrepintió de haberse fugado, si no lo hubiese hecho Axel estaría vivo y sería su marido, Ryden no estaría siendo tratado como un esclavo, no habrían torturado a Lis, ni a su padre, ni a su tía. No habría conocido a Robb y no sabría que es amar.... Solo si no se hubiese escapado... Se plantó delante del hombre delgado de ojos violáceos y este le besó la mano. Tenía el rostro impecable, sin ni un pelo de la barba, ninguna marca, nada, era blanco inmaculado... El Viserión Dante le besó la mano:
-¿Estáis lista para volver a casa, su alteza?
-¡Yo iré con ella!-la voz venía de los doce jinetes que habían acompañado a Ayla, era Sam, su salvador, que avanzaba corriendo hacia ella. Su hermano Jen le persiguió un instante e intercambiaron algunas palabras al oído-¡Soy su doncel!-le gritó al Viserión-mi trabajo es asistir a la princesa en cualquier momento y en cualquier lugar.
Dante miró a Ayla, interrogándola con la mirada. Era tan pequeño comparado con Ryden...
-Está en lo cierto. Sam es mi doncel, le necesitaréis para que atienda a los dragones. ¿O pretendéis fardar de una princesa de la isla de los dragones que viene sin montura?
El Viserión le dio la razón y ordenó a Sam que se acercara con su dragón. El hombre obedeció y se acercó con Violetta, su peluda dragona de los vientos.
-Ata la montura de la princesa a la tuya, ella viajará contigo e iréis a mi lado.-Sam obedeció.
-Yo también debo partir con ellos-gritó Jen, acercándose-Soy su mozo de cuadra, me ocupo de sus dragones.
-A vos os necesito aquí, Jen.-Sam y Jen intercambiaron una mirada de sorpresa y se dirigieron a Ayla-Seréis mis ojos en Malmö, os aseguraréis de que mi tío cumple sus promesas y que ninguno de los jinetes que me han servido sufre daño alguno. Me iréis avisando mediante cartas-Ayla sacó a Dzigan de las alforjas de Acamar y le entregó el pequeño dragoncito a Jen-No os preocupéis, él siempre me encontrará. Cuando el exilio haya terminado y la paz haya sido restaurada podréis venir al Bosque con nosotros. ¿Está bien? Jen asintió con la cabeza.
Los jinetes exiliados de Ayla, Robb y los niños Jory ya estaban listos para partir, también lo estaba la guardia de dragones que Svend había dispuesto para acompañar al Viserión y a Ayla a su nuevo hogar. Gorgonea refunfuñaba nervioso al ver que la ataban con correas y se lo llevaban. Ryden intentaba tranquilizarlo con palabras bonitas, pero todos sabían cual sería el cruel destino que le aguardaba a aquel pobre dragón de los pantanos. Ayla ya estaba montada en Violetta, lista para el despegue cuando apareció Knight con su padre: si Svend había envejecido en aquellos dos años, Haakon Adger parecía todo un anciano. Tenía arrugas por toda la cara, los dedos de las manos esqueléticos y la piel pálida, enferma. La larga barba y el cabello rubio estaban cubiertos de canas y los ojos pequeños y verdes inundados en lágrimas. Ayla no podía distinguir lo delgado que estaba porque lo habían vestido con elegantes ropajes orientales: una larga y ancha túnica negra decorada con un dragón escupiendo fuego cosido con hilo de plata. Sobre sus espaldas llevaba una piel de lobo para resguardarse del frío. Knight lo bajó de un empujón de su dragón, como Lis, tenía las manos atadas a la espalda, de un tirón de pelo y amenazándolo con un cuchillo lo colocó de rodillas delante de Svend. Haakon miró a Ayla, con el corazón partido...
-Mi hija...-susurró entre lágrimas mientras la miraba con los ojos de un moribundo.
-Padre...-fue lo único que alcanzó a pronunciar Ayla antes de que Sam le tapase los ojos e iniciase el vuelo para evitar que viese como Svend le cortaba el cuello.
* * *
Era ya de noche, mientras Robb acariciaba con la yema de los dedos el agua caliente de su bañera. En su rostro se reflejaba una clara mueca de decepción. El viento resonaba a través de las paredes, pero
Robb, arrepentido de haber entregado a Ayla al Viserión. |
-Se que es duro, su alteza, pero habéis hecho lo correcto. Ha vuelto la paz a Malmö y el Bosque no dará más problemas a Land. Ayla va a ser princesa de un lugar muy lejano, en una sofisticada Corte y rodeada de vestidos y perfumes, como debe ser...-dijo Ingrid con su áspero tono de voz de víbora mientras se deshacía de la túnica de lana y se metía en la bañera con Robb,
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