-Perdonad...-aparté los labios un minuto de la botella de ron para observar a la criatura que llamaba mi atención-¿Sois vos Jeffrey Croft?
-Eso depende de quién lo pregunte... ¿os debo dinero?-la muchacha no debería tener más de trece o catorce años. Vestía un vestido amarillo, sucio y desgarrado e iba descalza. Le habían cortado el pelo a trasquilones y de manera desigual a la altura de la nuca, de manera que, si no llegase a ser por el vestido podría pasar perfectamente por un chiquillo. El barro que cubría su cuerpo no dejaba ver el color de su pelo ni de su piel, así que no sabía si me estaba hablando un indio, un mestizo o un blanco.
-¿Sois, o no sois Jeffrey Croft?-repitió insistente.
Johan se rió a carcajada limpia, estrellando la jarra de cerveza contra la mesa de madera podrida. El humo y el ruido de la taberna no disimulaban su grotesca risa germánica. Tenía un aspecto temible: era increíblemente grande, calvo y tenía todos los dientes podridos, pero era, sin duda, el hombre más honesto (dentro de nuestra profesión) con el que había navegado.
-Parece que ésta se ha encaprichado de ti, Croft.-Johan dio una torta al trasero de la muchacha y ésta enrojeció avergonzada. Lo siento, pero me temo que al capitán le gustan las damas un poco más... formadas.-Johan dibujó en el aire las curvas de una mujer.
La chica pareció no escucharlo, me miraba don dos afilados ojos grises y el cabello goteando sobre la mesa. Bebí otro trago de ron:
-Hace mucho tiempo que no me llaman así, por aquí me conocen como Jack Croft o Jack el Rojo. Y mi compañero tiene razón... Tendréis que buscaros otro vástago para calentar vuestro lecho esta noche.
-No soy una prostituta-murmuró la joven con un hilo de voz casi imperceptible-me llamo Lara...-a primera instancia el nombre no significaba nada para mi.-mi madre es Mary Read- la muchacha sacó de su cuello un colgante de oro, en forma de moneda con runas grabadas y una calavera con pendientes en el centro-abrí los ojos como platos, ya sabía de quién se trataba-Soy tú hija...
Cubrí a Lara con mi abrigo y pedí al tabernero que preparase un plato de comida caliente para que entrase en calor. La niña llevaría días sin comer, devoraba con mucha anisa el estofado de carne, y mientras Johan me llevaba a parte para hablar a solas le pedí que le sirviesen otro plato.
-¿Cuánto llevo navegando contigo, Croft? ¿doce años, trece? y no me habías dicho que tenías una hija... Se lo del niño de La Española, pero jamás me habías hablado de Lara... Y aparece justo hoy, esta noche... Jack, mañana zarpamos hacia el Pacífico... ¿Qué vas a hacer con ella?
-El niño de La Española es un bastardo Johan, ni siquiera se si es mío... Mary es mi esposa...
-¿Encima estás casado? ¿Qué será lo siguiente?
-Johan cálmate, sí, estoy casado, pero hace más de diez años que no veo a mi esposa. Vive en Santa Marta, regenta una panadería allí. Mañana la tripulación estará tan borracha que no se dará cuenta que dirección tomamos, cuando se enteren, les diré que hemos tenido un problema en el cálculo de las provisiones y que tenemos que ir a por más...
-¿Provisiones? ¿En Santa Marta? En esa isla no hay más que plantaciones de tabaco y putas...
-¿Y crees que se quejarán?-Johan me dio la razón.
-No puedo volver a Santa Marta...-Lara había escuchado toda la conversación. Estaba allí, de pié, plantada detrás de nosotros. La invité a sentarse de nuevo-No puedo regresar a Santa Marta...-repitió-De verdad que no puedo...
-¿Cómo que no puedes Lara? Debes hacerlo...
-Por cierto,-interrumpió Johan-¿Cómo una mequetrefe como tú ha viajado desde Santa Marta hasta aquí sin nada más que lo puesto?
-Me escondí en una barcaza tributaria. Van por todas las islas, recaudando el dinero para el gobernador. En las bodegas tenía provisiones para ir tirando, y los mozos de almacén hablaban sobre dónde estábamos y hacia dónde nos dirigíamos... Así que cuando llegué aquí, me escapé...
-Sin duda esta mocosa es hija tuya, Croft-Johan me dio una fuerte palmada en la espalda y se rió a carcajadas, pero yo no estaba para ese tipo de bromas. Pensaba la de cosas que podrían haberle pasado a mi hija durante la travesía, al fin y al cabo, debía tener algo de instinto paternal.
-¿Y cómo sabías que estaría aquí?
-No lo sabía, pero madre siempre decía: "si quieres encontrar a un pirata, ves a Tortuga".
"Qué razón tenías, Mary".
-¿Por qué no puedes volver a Santa Marta, Lara? ¿Qué hay allí que te impide volver?-intenté hacerme el padre comprensivo, pero nunca se me había dado demasiado bien interpretar ese rol.
-Porque no tengo a nadie...-susurró mirando los restos de comida en su plato vacío.
-¿Cómo que no tienes a nadie? ¿Dónde está tu madre?-"Mary no habría dejado abandonada a su hija de esa manera, algo muy grave tendría que haberle pasado".
* * *
Conocí a Mary cuando teníamos unos quince o dieciséis años, ella era la hija del panadero y aunque vivíamos en una colonia española, éramos hijos de ingleses: yo tenía una abuela india, mientras que ella tenía parientes franceses. Era una dama hermosa: rubia, piel clara y ojos azules, al contrario que yo: que tenía la piel morena, curtida, el cabello negro como el carbón y los ojos del color de la miel... Nos enamoramos siendo muy jóvenes y soñábamos con recorrer el Caribe en nuestro propio barco, Mary adoraba el mar, y yo la adoraba a ella. Pero yo era pobre, un mestizo, necesitaba ahorrar mucho dinero para poder sacarla de allí. Un día me embarqué en una nave comercial como grumete, y le prometí que cuando fuese capitán de mi propio navío, volvería a Cuba y cumpliríamos nuestro sueño... Pasaron diez años antes de conseguir hacerme con mi primer barco: El llanto de María un precioso y veloz navío inglés que bauticé con ese nombre en honor a mi adorada princesa y a la Madre de Dios. Fue el primero de muchos, y al que más cariño tomé. Ella me había esperado a pesar de las insistencia de su padre para que buscase un buen marido. Mary y yo nos fugamos una noche de finales de septiembre y pasamos un año maravilloso: nos casamos en alta mar y viajamos de un lado a otro del Caribe, visitando todo tipo de islas y ciudades, comerciando con delicadas telas, metales preciosos y especies exóticas... iba a darle a Mary la vida de princesa que se merecía, pero entonces ella se quedó embarazada... Esperaba con mucha ilusión el nacimiento de mi primer hijo, pero El llanto de María no era lugar para una mujer embarazada, y mucho menos para criar a un niño. Con mis ahorros compré una casa en Santa Marta, un islote cercano a Cartagena de Indias, con un gran horno de piedra, así podría seguir con el negocio familiar mientras yo navegaba para sacar adelante a nuestro bebé y para descansar, pasaba largas temporadas en nuestra casita de Santa Marta.
* * *
-¿Dónde está tu madre?-volví a preguntar a Lara.
Le tembló el labio inferior y se le humedecieron los ojos:
-Murió hace como tres meses.-la noticia me golpeó como una jarra de agua fría, y tardé en reaccionar. ¡Era mi mujer! ¡Mi reina, mi vida! Llevaba más de diez años sin verla, pero la quería. En ese momento me sentí un imbécil, un estúpido. Hice lo mismo que mi alcohólico padre, que desapareció sin dejar rastro cuando era un niño. Tenía la certeza de que Mary siempre estaría allí, esperándome en Santa Marta, pero no había pasado por allí en una década...
-¿De qué murió?-conseguí escupir sin derrumbarme delante de Johan y de mi hija.
-Se puso enferma.-respondió ella con toda naturalidad-no se que la mató, pero supongo que la mala alimentación tuvo algo que ver... Nos moríamos de hambre. Había habido muchas rebeliones de esclavos en los últimos años: nos queman los campos y atracan a los galeones que nos abastecen.
-¿Por qué no comprasteis más comida?-cogí la moneda de Lara y se la mostré-Os di un cofre lleno de estas para que no os faltase de nada...
La muchacha me arrebató el colgante:
-Hace más de diez años...-protestó ella-Ésta es la única que queda. Madre la guardó para recordarte.
Lara tenía razón. Juré a Mary que la amaría y cuidaría toda la vida, y la dejé morir de hambre. Me había convertido en mi padre, pero a pesar de todo, no estaba listo para hacerme cargo de Lara, tenía algo muy importante entre manos. Le daría algo de dinero y la llevaría de nuevo a Santa Marta.
-¿Y qué hay de los chicos?-pregunté angustiado.
-¿Chicos? ¿qué chicos?-sin duda estaba siendo una jornada muy reveladora para Johan.
* * *
No tuvimos problemas en escoger el nombre del primer niño: simplemente juntamos el nombre de sus dos abuelos, Jeffrey Croft (mi padre) y Dean Read (el de Mary). Pasaba largos ratos con Jeff cuando era niño, por entonces la vida aún me sonreía. Pero entonces llegaron los problemas: perdí una parte importante de mi flota en una tormenta, y un motín acabó con la otra mitad y casi con mi vida. Solo quedábamos El llanto, un puñado de hombres y yo. Y en camino otra boca que alimentar.
El gobernador de Port Royal había oído de mis dotes como comerciante, y la oscura historia que se ocultaba sobre como conseguí hacerme con mi primer navío, y me ofreció que trabajara para la corte británica como corsario. Acepté sin pensarlo demasiado, solo pensaba en Mary y en los niños, mis ausencias eran cada vez más largas y mis viajes a Europa cada vez más constantes. Me enteré por carta del nacimiento de mi segundo hijo, Mary se puso patriótica y escogió para él los nombres de los reyes de nuestras patrias y del imperio que nos había acogido. Llamó al niño George (por el rey de Inglaterra), Philip (por el de España) Louis (por el de Francia), pero desde pequeño lo apodamos Renly, que significa "pequeño".
Desgraciadamente, la Corte británica, no pagaba demasiado bien a los corsarios, y el horno de pan de Mary no daba a basto. Cuando por fin conocí a mi hijo menor, ya tenía casi dos años y estaba en cama con anginas. Gasté todo lo ahorrado como corsario para traer a los mejores médicos de Cartagena de Indias y que le aplicasen los medicamentos más caros. La enfermedad se había asentado en su pierna, ésta se volvió débil y blanquecina, los especialistas dudaban que el niño volviese andar. Permanecí con mi familia el tiempo necesario hasta que Renly se recuperó. A pesar de todo, fueron los mejores días de mi vida, enseñé a Jeff todo lo que sabía del mar y le conté las leyendas más mágicas que escondía y cuidé a Renly mientras se recuperaba, adoraba pasear con los dos niños por el puerto, enseñarles El llanto y prometerlos que cuando creciesen, los llevaría en él. Y cada noche, me acostaba al lado de mi preciosa mujer, mi adorada sirena. Cuando Renly comenzó a andar de nuevo tuve que volver a partir. Los tratamientos del niño me habían dejado sin blanca, y tenía que traer el pan a la mesa.
Realicé un par de saqueos más para la Corte, pero me harté de que apenas me dejasen para resistir el viaje de vuelta y terminé colgando una bandera negra del palo mayor de El llanto de María. Pensaba en Mary y en los niños a menudo, o al menos durante los primeros años, la fortuna, el alcohol y las prostitutas me alejaban cada vez más de ellos. Intentaba visitarlos un par de veces al años y les escribía constantemente. Jeff me pedía que le llevase con él, sin duda ese niño era como yo: había nacido para la mar, mientras que Renly siempre se mostraba más distante, más tímido. Había aprendido a andar de nuevo, pero cojeaba levemente de la pierna izquierda, los niños del pueblo no querían jugar con un tullido, así que el niño creció sentado bajo un árbol, rodeado de libros que yo le proporcionaba de mis viajes, y aprendiendo a leer gracias al amable sacerdote de la villa. Me detuve en Cartagena para intercambiar algo de tabaco que habíamos saqueado a un galeón holandés. Para mi había una carta de Mary, anunciándome su tercer embarazo. Mi respuesta fue breve y concisa: "Si es otro niño, llámalo William". Ella me contestó unos meses después. "Se llama Lara."
Solo había visto a la niña una vez en la vida, cuando tenía unos tres o cuatro años. Les traje un cofrecito de monedas aztecas, Mary lo aceptó, aunque estuvo a punto de no hacerlo por orgullo, la horrible reputación de Jack "El Rojo" se iba extendiendo cada vez más y no era del agrado de Mary, pero tenía que alimentar a los niños.
Me detuve un instante a analizar el rostro de Lara, mis recuerdos no conseguían asignarle una cara concreta y me tornaba la visión borrosa. Tenía el cabello castaño, a la altura de la nuca por detrás pero hasta la clavícula por delante, la humedad se lo había ondulado ligeramente. Los ojos alargados y grises, y las facciones finas, muy afrancesadas, aunque tenía la piel morena y curtida por el sol. Sin duda, tenía un aire a Mary. Me recordaba a uno de los chicos, de los que si tenía más recuerdos, pero había pasado tanto tiempo que no sabía si era el mayor o el pequeño. El niño también tenía el cabello castaño, los ojos azules y las facciones delicadas de su madre. El otro se parecía más a mi: su rostro era basto y tosco, como el de los indios, y la mirada más oscura que los otros dos, aunque el cabello era de tonos más claros.
* * *
-Jeff siguió tus pasos. Se embarcó para alimentar a la familia hará como unos dos años, y aunque
escribe de vez en cuando no ha vuelto a aparecer por Santa Marta.
No me sorprendía, Mary siempre decía que el mayor se parecía mucho a mi. El nombre Jeffrey Croft está condenado, todos los que los llevamos sentimos esa atracción por la mar, ese deseo y nos acaba corrompiendo tarde o temprano. Si Jeff había seguido mi ejemplo, probablemente estaría bebiendo ron a un par de tabernas de aquí.
-¿Y qué hay de Renly? ¿Dónde está?
-¿Renly?-ironizó ella-Querrás decir el capitán George Read, de la marina de Inglaterra.-abrí los ojos como platos y le demandé una explicación-Cuando cumplió dieciséis años-prosiguió Lara-Renly se hartó de ser el hijo tullido de la panadera, y se marchó a Cartagena de Indias para alistarse en la flota de galeones españoles. Lo rechazaron, no por tener ese pequeño defecto en la pierna, es más, casi ni se le nota, sino por llevar el apellido Croft. No es un buen nombre si quieres hacerte un hueco en el ejército...
-Así que se cambió el nombre por el apellido de tú madre y se alistó para Inglaterra...-terminé yo. Lara asintió.
-Se marchó a Port Royal, para estar bajo las órdenes del gobernador. Están a punto de nombrarlo comodoro-"debe de ser muy bueno en su trabajo, ¿cuántos años debe de tener ya Renly? veintiuno o veintidós si no recuerdo mal. Demasiado joven para tanta responsabilidad. Al parecer, mis dos hijos han heredado el talento por la navegación de su padre, ¿me pregunto qué don poseerá Lara?-Cuando murió mamá, el sacerdote del pueblo me ayudó a enviar una carta para Renly, y me vino a buscar. Me llevó a Port Royal, y me colocó como doncella de las hijas del gobernador...-"Bien pensado Renly"-Fue la peor idea que pudo tener. Esas chicas estaban totalmente locas. Jugaban con las armas de su padre y rompían todos los muebles de la casa y siempre me echaban las culpas a mi. La institutriz me pegaba con la vara en los brazos.-ahora entendía porque la muchacha estaba tan llena de costras y cicatrices-¡incluso me cortaron el pelo por que se aburrían! La situación era insostenible...
-¿Hablaste con Renly?
-Renly no me escucha... Está demasiado ocupado cazando piratas. Está detrás de un capitán muy importante, no recuerdo su nombre...-"por favor, que no sea yo"- tenía una pista sobre él así que se embarcó para capturarlo. Y yo aproveché para fugarme... Renly siempre decía que si quieres saber algo de un pirata, tienes que ir a Tortuga. La verdad, no esperaba encontrarte, solo quería saber si alguien tenía noticias de Jeff, es el único familiar que me queda... bueno, hasta ahora-Lara alzó la mirada y me disparó con sus tristes ojos grises.
Llevé a Lara a bordo de el Llanto. Le proporcioné algo de agua y jabón para que se lavase y busqué algo de ropa de algún marinero para que se vistiese. No encontré botas de su talla, pero a ella parecía no molestarle ir descalza. Vestida de grumete sin duda pasaba perfectamente por muchacho. Dejé que se quedase en mi camarote, sus ojos no paraban de moverse entre libros, mapas y todo tipo de objetos que almacenaba allí. Le administré una pomada para las heridas de los brazos.
-¡Aish!-se quejó ella-Escuece.
-Es una pomada especial que prepara Johan, allí donde lo ves es un médico excelente. Esto ayudará a que no se infecten...
-¿Por qué te llaman Jack el Rojo?-preguntó descarada.
No iba a hablarle a mi hija adolescente de la horrible reputación que me proseguía. Así que cambié de tema...
-Cuando termine con esto deberías acostarte, puedes dormir aquí, en mi camarote. Nos queda un largo camino que recorrer...
Lara volvió a mirarme con sus ojos llenos de pena.
-¿Vas a devolverme a Port Royal?
Suspiré hondo, e intenté que mis responsabilidades paternas floreciesen de nuevo.
-Sería lo correcto. Tengo negocios en Cuba, y no implicaría alejarme demasiado de la ruta que he previsto.-Lara bajó la mirada-sin embargo, voy a darte algo de dinero y te voy a llevar de vuelta a Santa Marta, para que te ocupes de la panadería de tu madre... Mis hombres se pondrán furiosos, así que ves con cuidado cuando andes por cubierta...
Estuvimos en silencio un buen rato, mientras le vendaba algunas heridas aún abiertas.
-¿Por qué no puedes llevarme contigo?-ese día no estaba ganando para sustos.
-Un barco pirata no es lugar para una muchacha... ya he llevado a mujeres a bordo, y supersticiones a un lado, créeme, no es algo sencillo...-Mary sangraba cada mes y las condiciones de higiene del navío casi la matan de una infección. A parte de ver como los marineros la devoraban con los ojos-Tengo un negocio muy grande entre manos, Lara, cuando termine mis asuntos en Cuba me embarcaré hacia el otro lado del mundo, y no se si regresaré para contarlo...
-Déjame acompañarte, por favor-suplicó-uedo trabajar en las cocinas... o como grumete. Aprendo rápido, y Jeff me enseñó mucho sobre barcos...-me zarandeó por la solapa del abrigo-Por favor papá... no quiero volver a Santa Marta, no quiero estar sola...
Esos ojitos casi hacen que se me ablande el corazón, pero no iba a cometer el mismo error dos veces.
-Entonces te llevaré a Port Royal, con tu hermano...
-¡Eres peor que mamá!-gritó antes de salir corriendo hacia la cubierta.
Pasé un largo rato examinando mis cartas de navegación, intentando no pensar en la exhausta jornada que había tenido. Sin duda, viajar hasta Santa Marta nos retrasaría bastante. Tenía que conseguir un puerto donde poder dejar la flota que no me llevaría, había pensado en San Juan, allí conocía a un hombre de confianza que usaría bien mis barcos en mi ausencia, pero Santa Marta era tan buen puerto como otro cualquier... Pero no iba a subir a mi hija en una de esas naves con los lobos de mis marineros acechándola todo el viaje. Quizá podría llevar a Lara conmigo a Cuba, resolver mis asuntos y antes de partir hacia el Pacífico la dejaría en Santa Marta con la flota restante...
-Croft...-Johan interrumpió mis pensamientos entrando bruscamente a mi camarote. Alcé la vista de las cartas para observarlo, tenía la frente perlada de sudor, parecía haber visto un fantasma-La niña canta.
-Eso depende de quién lo pregunte... ¿os debo dinero?-la muchacha no debería tener más de trece o catorce años. Vestía un vestido amarillo, sucio y desgarrado e iba descalza. Le habían cortado el pelo a trasquilones y de manera desigual a la altura de la nuca, de manera que, si no llegase a ser por el vestido podría pasar perfectamente por un chiquillo. El barro que cubría su cuerpo no dejaba ver el color de su pelo ni de su piel, así que no sabía si me estaba hablando un indio, un mestizo o un blanco.
-¿Sois, o no sois Jeffrey Croft?-repitió insistente.
Johan se rió a carcajada limpia, estrellando la jarra de cerveza contra la mesa de madera podrida. El humo y el ruido de la taberna no disimulaban su grotesca risa germánica. Tenía un aspecto temible: era increíblemente grande, calvo y tenía todos los dientes podridos, pero era, sin duda, el hombre más honesto (dentro de nuestra profesión) con el que había navegado.
Jeffrey Croft y Johan, su segundo al mando bebiendo en una taberna de Tortuga. |
-Parece que ésta se ha encaprichado de ti, Croft.-Johan dio una torta al trasero de la muchacha y ésta enrojeció avergonzada. Lo siento, pero me temo que al capitán le gustan las damas un poco más... formadas.-Johan dibujó en el aire las curvas de una mujer.
La chica pareció no escucharlo, me miraba don dos afilados ojos grises y el cabello goteando sobre la mesa. Bebí otro trago de ron:
-Hace mucho tiempo que no me llaman así, por aquí me conocen como Jack Croft o Jack el Rojo. Y mi compañero tiene razón... Tendréis que buscaros otro vástago para calentar vuestro lecho esta noche.
-No soy una prostituta-murmuró la joven con un hilo de voz casi imperceptible-me llamo Lara...-a primera instancia el nombre no significaba nada para mi.-mi madre es Mary Read- la muchacha sacó de su cuello un colgante de oro, en forma de moneda con runas grabadas y una calavera con pendientes en el centro-abrí los ojos como platos, ya sabía de quién se trataba-Soy tú hija...
Cubrí a Lara con mi abrigo y pedí al tabernero que preparase un plato de comida caliente para que entrase en calor. La niña llevaría días sin comer, devoraba con mucha anisa el estofado de carne, y mientras Johan me llevaba a parte para hablar a solas le pedí que le sirviesen otro plato.
-¿Cuánto llevo navegando contigo, Croft? ¿doce años, trece? y no me habías dicho que tenías una hija... Se lo del niño de La Española, pero jamás me habías hablado de Lara... Y aparece justo hoy, esta noche... Jack, mañana zarpamos hacia el Pacífico... ¿Qué vas a hacer con ella?
-El niño de La Española es un bastardo Johan, ni siquiera se si es mío... Mary es mi esposa...
-¿Encima estás casado? ¿Qué será lo siguiente?
-Johan cálmate, sí, estoy casado, pero hace más de diez años que no veo a mi esposa. Vive en Santa Marta, regenta una panadería allí. Mañana la tripulación estará tan borracha que no se dará cuenta que dirección tomamos, cuando se enteren, les diré que hemos tenido un problema en el cálculo de las provisiones y que tenemos que ir a por más...
-¿Provisiones? ¿En Santa Marta? En esa isla no hay más que plantaciones de tabaco y putas...
-¿Y crees que se quejarán?-Johan me dio la razón.
-No puedo volver a Santa Marta...-Lara había escuchado toda la conversación. Estaba allí, de pié, plantada detrás de nosotros. La invité a sentarse de nuevo-No puedo regresar a Santa Marta...-repitió-De verdad que no puedo...
-¿Cómo que no puedes Lara? Debes hacerlo...
-Por cierto,-interrumpió Johan-¿Cómo una mequetrefe como tú ha viajado desde Santa Marta hasta aquí sin nada más que lo puesto?
-Me escondí en una barcaza tributaria. Van por todas las islas, recaudando el dinero para el gobernador. En las bodegas tenía provisiones para ir tirando, y los mozos de almacén hablaban sobre dónde estábamos y hacia dónde nos dirigíamos... Así que cuando llegué aquí, me escapé...
-Sin duda esta mocosa es hija tuya, Croft-Johan me dio una fuerte palmada en la espalda y se rió a carcajadas, pero yo no estaba para ese tipo de bromas. Pensaba la de cosas que podrían haberle pasado a mi hija durante la travesía, al fin y al cabo, debía tener algo de instinto paternal.
-¿Y cómo sabías que estaría aquí?
-No lo sabía, pero madre siempre decía: "si quieres encontrar a un pirata, ves a Tortuga".
"Qué razón tenías, Mary".
-¿Por qué no puedes volver a Santa Marta, Lara? ¿Qué hay allí que te impide volver?-intenté hacerme el padre comprensivo, pero nunca se me había dado demasiado bien interpretar ese rol.
-Porque no tengo a nadie...-susurró mirando los restos de comida en su plato vacío.
-¿Cómo que no tienes a nadie? ¿Dónde está tu madre?-"Mary no habría dejado abandonada a su hija de esa manera, algo muy grave tendría que haberle pasado".
* * *
Conocí a Mary cuando teníamos unos quince o dieciséis años, ella era la hija del panadero y aunque vivíamos en una colonia española, éramos hijos de ingleses: yo tenía una abuela india, mientras que ella tenía parientes franceses. Era una dama hermosa: rubia, piel clara y ojos azules, al contrario que yo: que tenía la piel morena, curtida, el cabello negro como el carbón y los ojos del color de la miel... Nos enamoramos siendo muy jóvenes y soñábamos con recorrer el Caribe en nuestro propio barco, Mary adoraba el mar, y yo la adoraba a ella. Pero yo era pobre, un mestizo, necesitaba ahorrar mucho dinero para poder sacarla de allí. Un día me embarqué en una nave comercial como grumete, y le prometí que cuando fuese capitán de mi propio navío, volvería a Cuba y cumpliríamos nuestro sueño... Pasaron diez años antes de conseguir hacerme con mi primer barco: El llanto de María un precioso y veloz navío inglés que bauticé con ese nombre en honor a mi adorada princesa y a la Madre de Dios. Fue el primero de muchos, y al que más cariño tomé. Ella me había esperado a pesar de las insistencia de su padre para que buscase un buen marido. Mary y yo nos fugamos una noche de finales de septiembre y pasamos un año maravilloso: nos casamos en alta mar y viajamos de un lado a otro del Caribe, visitando todo tipo de islas y ciudades, comerciando con delicadas telas, metales preciosos y especies exóticas... iba a darle a Mary la vida de princesa que se merecía, pero entonces ella se quedó embarazada... Esperaba con mucha ilusión el nacimiento de mi primer hijo, pero El llanto de María no era lugar para una mujer embarazada, y mucho menos para criar a un niño. Con mis ahorros compré una casa en Santa Marta, un islote cercano a Cartagena de Indias, con un gran horno de piedra, así podría seguir con el negocio familiar mientras yo navegaba para sacar adelante a nuestro bebé y para descansar, pasaba largas temporadas en nuestra casita de Santa Marta.
* * *
-¿Dónde está tu madre?-volví a preguntar a Lara.
Le tembló el labio inferior y se le humedecieron los ojos:
-Murió hace como tres meses.-la noticia me golpeó como una jarra de agua fría, y tardé en reaccionar. ¡Era mi mujer! ¡Mi reina, mi vida! Llevaba más de diez años sin verla, pero la quería. En ese momento me sentí un imbécil, un estúpido. Hice lo mismo que mi alcohólico padre, que desapareció sin dejar rastro cuando era un niño. Tenía la certeza de que Mary siempre estaría allí, esperándome en Santa Marta, pero no había pasado por allí en una década...
-¿De qué murió?-conseguí escupir sin derrumbarme delante de Johan y de mi hija.
-Se puso enferma.-respondió ella con toda naturalidad-no se que la mató, pero supongo que la mala alimentación tuvo algo que ver... Nos moríamos de hambre. Había habido muchas rebeliones de esclavos en los últimos años: nos queman los campos y atracan a los galeones que nos abastecen.
-¿Por qué no comprasteis más comida?-cogí la moneda de Lara y se la mostré-Os di un cofre lleno de estas para que no os faltase de nada...
La muchacha me arrebató el colgante:
-Hace más de diez años...-protestó ella-Ésta es la única que queda. Madre la guardó para recordarte.
Lara tenía razón. Juré a Mary que la amaría y cuidaría toda la vida, y la dejé morir de hambre. Me había convertido en mi padre, pero a pesar de todo, no estaba listo para hacerme cargo de Lara, tenía algo muy importante entre manos. Le daría algo de dinero y la llevaría de nuevo a Santa Marta.
-¿Y qué hay de los chicos?-pregunté angustiado.
-¿Chicos? ¿qué chicos?-sin duda estaba siendo una jornada muy reveladora para Johan.
* * *
No tuvimos problemas en escoger el nombre del primer niño: simplemente juntamos el nombre de sus dos abuelos, Jeffrey Croft (mi padre) y Dean Read (el de Mary). Pasaba largos ratos con Jeff cuando era niño, por entonces la vida aún me sonreía. Pero entonces llegaron los problemas: perdí una parte importante de mi flota en una tormenta, y un motín acabó con la otra mitad y casi con mi vida. Solo quedábamos El llanto, un puñado de hombres y yo. Y en camino otra boca que alimentar.
Jack y Mary tienen tres hijos: Jeff, Renly y Lara |
Desgraciadamente, la Corte británica, no pagaba demasiado bien a los corsarios, y el horno de pan de Mary no daba a basto. Cuando por fin conocí a mi hijo menor, ya tenía casi dos años y estaba en cama con anginas. Gasté todo lo ahorrado como corsario para traer a los mejores médicos de Cartagena de Indias y que le aplicasen los medicamentos más caros. La enfermedad se había asentado en su pierna, ésta se volvió débil y blanquecina, los especialistas dudaban que el niño volviese andar. Permanecí con mi familia el tiempo necesario hasta que Renly se recuperó. A pesar de todo, fueron los mejores días de mi vida, enseñé a Jeff todo lo que sabía del mar y le conté las leyendas más mágicas que escondía y cuidé a Renly mientras se recuperaba, adoraba pasear con los dos niños por el puerto, enseñarles El llanto y prometerlos que cuando creciesen, los llevaría en él. Y cada noche, me acostaba al lado de mi preciosa mujer, mi adorada sirena. Cuando Renly comenzó a andar de nuevo tuve que volver a partir. Los tratamientos del niño me habían dejado sin blanca, y tenía que traer el pan a la mesa.
Realicé un par de saqueos más para la Corte, pero me harté de que apenas me dejasen para resistir el viaje de vuelta y terminé colgando una bandera negra del palo mayor de El llanto de María. Pensaba en Mary y en los niños a menudo, o al menos durante los primeros años, la fortuna, el alcohol y las prostitutas me alejaban cada vez más de ellos. Intentaba visitarlos un par de veces al años y les escribía constantemente. Jeff me pedía que le llevase con él, sin duda ese niño era como yo: había nacido para la mar, mientras que Renly siempre se mostraba más distante, más tímido. Había aprendido a andar de nuevo, pero cojeaba levemente de la pierna izquierda, los niños del pueblo no querían jugar con un tullido, así que el niño creció sentado bajo un árbol, rodeado de libros que yo le proporcionaba de mis viajes, y aprendiendo a leer gracias al amable sacerdote de la villa. Me detuve en Cartagena para intercambiar algo de tabaco que habíamos saqueado a un galeón holandés. Para mi había una carta de Mary, anunciándome su tercer embarazo. Mi respuesta fue breve y concisa: "Si es otro niño, llámalo William". Ella me contestó unos meses después. "Se llama Lara."
Solo había visto a la niña una vez en la vida, cuando tenía unos tres o cuatro años. Les traje un cofrecito de monedas aztecas, Mary lo aceptó, aunque estuvo a punto de no hacerlo por orgullo, la horrible reputación de Jack "El Rojo" se iba extendiendo cada vez más y no era del agrado de Mary, pero tenía que alimentar a los niños.
Me detuve un instante a analizar el rostro de Lara, mis recuerdos no conseguían asignarle una cara concreta y me tornaba la visión borrosa. Tenía el cabello castaño, a la altura de la nuca por detrás pero hasta la clavícula por delante, la humedad se lo había ondulado ligeramente. Los ojos alargados y grises, y las facciones finas, muy afrancesadas, aunque tenía la piel morena y curtida por el sol. Sin duda, tenía un aire a Mary. Me recordaba a uno de los chicos, de los que si tenía más recuerdos, pero había pasado tanto tiempo que no sabía si era el mayor o el pequeño. El niño también tenía el cabello castaño, los ojos azules y las facciones delicadas de su madre. El otro se parecía más a mi: su rostro era basto y tosco, como el de los indios, y la mirada más oscura que los otros dos, aunque el cabello era de tonos más claros.
* * *
-Jeff siguió tus pasos. Se embarcó para alimentar a la familia hará como unos dos años, y aunque
para mantener a su familia, Jack pasa de ser corsario a pirata, pasos que sigue su primogénito. |
No me sorprendía, Mary siempre decía que el mayor se parecía mucho a mi. El nombre Jeffrey Croft está condenado, todos los que los llevamos sentimos esa atracción por la mar, ese deseo y nos acaba corrompiendo tarde o temprano. Si Jeff había seguido mi ejemplo, probablemente estaría bebiendo ron a un par de tabernas de aquí.
-¿Y qué hay de Renly? ¿Dónde está?
-¿Renly?-ironizó ella-Querrás decir el capitán George Read, de la marina de Inglaterra.-abrí los ojos como platos y le demandé una explicación-Cuando cumplió dieciséis años-prosiguió Lara-Renly se hartó de ser el hijo tullido de la panadera, y se marchó a Cartagena de Indias para alistarse en la flota de galeones españoles. Lo rechazaron, no por tener ese pequeño defecto en la pierna, es más, casi ni se le nota, sino por llevar el apellido Croft. No es un buen nombre si quieres hacerte un hueco en el ejército...
-Así que se cambió el nombre por el apellido de tú madre y se alistó para Inglaterra...-terminé yo. Lara asintió.
-Se marchó a Port Royal, para estar bajo las órdenes del gobernador. Están a punto de nombrarlo comodoro-"debe de ser muy bueno en su trabajo, ¿cuántos años debe de tener ya Renly? veintiuno o veintidós si no recuerdo mal. Demasiado joven para tanta responsabilidad. Al parecer, mis dos hijos han heredado el talento por la navegación de su padre, ¿me pregunto qué don poseerá Lara?-Cuando murió mamá, el sacerdote del pueblo me ayudó a enviar una carta para Renly, y me vino a buscar. Me llevó a Port Royal, y me colocó como doncella de las hijas del gobernador...-"Bien pensado Renly"-Fue la peor idea que pudo tener. Esas chicas estaban totalmente locas. Jugaban con las armas de su padre y rompían todos los muebles de la casa y siempre me echaban las culpas a mi. La institutriz me pegaba con la vara en los brazos.-ahora entendía porque la muchacha estaba tan llena de costras y cicatrices-¡incluso me cortaron el pelo por que se aburrían! La situación era insostenible...
-¿Hablaste con Renly?
-Renly no me escucha... Está demasiado ocupado cazando piratas. Está detrás de un capitán muy importante, no recuerdo su nombre...-"por favor, que no sea yo"- tenía una pista sobre él así que se embarcó para capturarlo. Y yo aproveché para fugarme... Renly siempre decía que si quieres saber algo de un pirata, tienes que ir a Tortuga. La verdad, no esperaba encontrarte, solo quería saber si alguien tenía noticias de Jeff, es el único familiar que me queda... bueno, hasta ahora-Lara alzó la mirada y me disparó con sus tristes ojos grises.
Llevé a Lara a bordo de el Llanto. Le proporcioné algo de agua y jabón para que se lavase y busqué algo de ropa de algún marinero para que se vistiese. No encontré botas de su talla, pero a ella parecía no molestarle ir descalza. Vestida de grumete sin duda pasaba perfectamente por muchacho. Dejé que se quedase en mi camarote, sus ojos no paraban de moverse entre libros, mapas y todo tipo de objetos que almacenaba allí. Le administré una pomada para las heridas de los brazos.
-¡Aish!-se quejó ella-Escuece.
-Es una pomada especial que prepara Johan, allí donde lo ves es un médico excelente. Esto ayudará a que no se infecten...
-¿Por qué te llaman Jack el Rojo?-preguntó descarada.
No iba a hablarle a mi hija adolescente de la horrible reputación que me proseguía. Así que cambié de tema...
-Cuando termine con esto deberías acostarte, puedes dormir aquí, en mi camarote. Nos queda un largo camino que recorrer...
Lara volvió a mirarme con sus ojos llenos de pena.
-¿Vas a devolverme a Port Royal?
Suspiré hondo, e intenté que mis responsabilidades paternas floreciesen de nuevo.
-Sería lo correcto. Tengo negocios en Cuba, y no implicaría alejarme demasiado de la ruta que he previsto.-Lara bajó la mirada-sin embargo, voy a darte algo de dinero y te voy a llevar de vuelta a Santa Marta, para que te ocupes de la panadería de tu madre... Mis hombres se pondrán furiosos, así que ves con cuidado cuando andes por cubierta...
Estuvimos en silencio un buen rato, mientras le vendaba algunas heridas aún abiertas.
-¿Por qué no puedes llevarme contigo?-ese día no estaba ganando para sustos.
-Un barco pirata no es lugar para una muchacha... ya he llevado a mujeres a bordo, y supersticiones a un lado, créeme, no es algo sencillo...-Mary sangraba cada mes y las condiciones de higiene del navío casi la matan de una infección. A parte de ver como los marineros la devoraban con los ojos-Tengo un negocio muy grande entre manos, Lara, cuando termine mis asuntos en Cuba me embarcaré hacia el otro lado del mundo, y no se si regresaré para contarlo...
-Déjame acompañarte, por favor-suplicó-uedo trabajar en las cocinas... o como grumete. Aprendo rápido, y Jeff me enseñó mucho sobre barcos...-me zarandeó por la solapa del abrigo-Por favor papá... no quiero volver a Santa Marta, no quiero estar sola...
Esos ojitos casi hacen que se me ablande el corazón, pero no iba a cometer el mismo error dos veces.
-Entonces te llevaré a Port Royal, con tu hermano...
-¡Eres peor que mamá!-gritó antes de salir corriendo hacia la cubierta.
Pasé un largo rato examinando mis cartas de navegación, intentando no pensar en la exhausta jornada que había tenido. Sin duda, viajar hasta Santa Marta nos retrasaría bastante. Tenía que conseguir un puerto donde poder dejar la flota que no me llevaría, había pensado en San Juan, allí conocía a un hombre de confianza que usaría bien mis barcos en mi ausencia, pero Santa Marta era tan buen puerto como otro cualquier... Pero no iba a subir a mi hija en una de esas naves con los lobos de mis marineros acechándola todo el viaje. Quizá podría llevar a Lara conmigo a Cuba, resolver mis asuntos y antes de partir hacia el Pacífico la dejaría en Santa Marta con la flota restante...
-Croft...-Johan interrumpió mis pensamientos entrando bruscamente a mi camarote. Alcé la vista de las cartas para observarlo, tenía la frente perlada de sudor, parecía haber visto un fantasma-La niña canta.
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