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Las Mujeres del Hierro

Naerys se casó de azul, ella misma elaboró su vestido. Lo normal era que vistiese con los colores de su casa, pero como Naerys no tenía casa, decidió casarse de azul. El azul era frío como el hielo, como las tierras que la habían visto crecer, pero también representaba el mar: esa enorme masa de agua, de la que entre afilados acantilados se encontraba su nuevo hogar:
El vestido era largo hasta los tobillos, y caminaba descalza por la arena de la playa, acompañada de Asha. Las mangas y parte del escote era de tela transparente, igual que la capa, que llevaba bordados copos de nieve, como simbolismo de la tierra que la vio crecer. El cabello blanco le caía ondulado sobre los hombros, brillante, resplandeciente, iluminado por reflejos de plata. Una trenza le rozaba la mejilla izquierda y en toda la cabellera le habían colocado flores de cristal blanco y azul. Theon aguardaba junto a su tío Aeron, Asha lo observó, volvía a sonreír, por primera vez en muchos años, pero ya no esbozaba esa sonrisa repelente que la ponía de los nervios, no, era una sonrisa pacífica, totalmente diferente. Las olas golpeaban las rocas con fuerza, Theon se había vestido con la armadura ligera de las Islas del Hierro, con un gran kraken esculpido en el pecho en colores grises y plateados, sobre sus hombros portaba una capa negra y dorada, los colores de su casa. Estaba metido en el agua salada, hasta los tobillos, junto a su tío Aeron Pelomojado, sacerdote del Dios Ahogado y el hombre que iba a unirlos en matrimonio. Caía la tarde, y la playa estaba desierta, solo se oía el rugido de las olas impactar contra las rocas y acariciar violentamente las costas arenosas.

Theon Greyjoy y su tío, el sacerdote Aeron Pelomojado,
aguardan la llegada de la novia.
-Es una mujer muy bella, sois muy afortunado…-le susurró Aeron a Theon mientras Naerys se acercaba. Había que romper ese silencio incómodo, era la boda más triste que había presenciado jamás. No había vino, ni música, ni siquiera invitados: solo los novios, el sacerdote y una testigo, y puesto la delicada situación del joven Greyjoy, nadie se atrevía a pronunciar ningún comentario subido de tono.

Pelomojado había oficiado muchas ceremonias, pero ninguna tan triste ni tan solitaria como esa, aunque Theon parecía feliz, y al fin y al cabo eso era lo que importaba. Intercambió una mirada cómplice con Asha, sin duda la gran artífice de todo. Poco tiempo después de la muerte de Balon, Theon Greyjoy había regresado a las Islas del Hierro, huyendo del bastardo de Bolton. Asha se mostró molesta, ella era la heredera de su padre, pero si aún vivía un hijo varón, él tendría preferencia respecto a ella en la sucesión como Señor de las Islas del Hierro.

Theon otorga su derecho de lord a su hermana Asha, a cambio
de que ésta le permita contraer matrimonio con la bastarda norteña.
-No vengo a reclamar tu trono…-tenía la voz más aguda que como lo recordaba, tenía el cabello largo y el rostro demacrado.-Sé que padre te entrenó y te educó para que lo tomarás tú, y voy a respetar su decisión… Votaré tú nombre en la asamblea…-Asha se sorprendió realmente ante las palabras de su hermano- Solo te pido que me concedas un favor.-la muchacha aceptó escucharlo. Theon le presentó a una joven, vestida con ropas de muchacho y con el cabello tan rubio que parecía blanco-Su nombre es Naerys Nieve, es una bastarda del Norte, me ayudó a escapar de las garras de Ramsay… Asha, yo no soy de utilidad, respaldaré tu candidatura y te ayudaré en lo que haga falta, pero por favor, permíteme, que me case con ella…

Naerys parecía tan sorprendida como ella, pero apenas pronunció palabra. Theon la tomó de la mano y la miró enamorado. Era la primera vez que veía al idiota de su hermano comportarse así, y no le quedó más remedio que aceptar.

Como la muchacha no tenía familia, fue ella misma la que se encargó de llevarla hasta su futuro esposo. Aunque tímida, Naerys era una joven muy agradable, y Asha enseguida congenió con ella, ayudándola a elaborar su propio vestido de novia.

El camino hasta Theon se le hizo interminable, esa playa parecía interminable, pero por fin, él le tendió una mano. Naerys recogió sus faldas y se introdujo en el agua, a su lado.

A pesar de la cercanía de las Islas del Hierro con el Norte, los ándalos habían introducido ciertas costumbres del sur, y por ese motivo, la ceremonia de unión era más parecida a la de la Fe de los Siete que a la de los Antiguos Dioses:

Habían preparado tan rápido la boda que ni siquiera se habían podido hacer los regalos correspondientes. Asha cedió unas bonitas estancias del castillo de Pyke para que pudiesen residir los recién casados, mientras que Aeron Pelomojado los bendijo ante el Dios Ahogado. Theon regaló a Naerys un broche de oro en forma de kraken, dándole la bienvenida a su nuevo hogar, la joven, en cambio sacó el tiempo suficiente como para construir un nuevo arco para Theon, era la pieza más fina y delicada que había visto jamás, perfecto para su altura y complexión y la curva perfecta para que las flechas llegasen lo más lejos posible: lo había construido con troncos a la deriva, bien pelados y tratados y recubiertos con una película de resina brillante que daba textura a los krakens y a los lobos que había tallado. Con el arco también le regaló una flecha, en la punta llevaba atada su viejo pergamino amarillo, aquel que decía su nombre y que era lo único que tenía de su familia. Quería que Theon lanzase la flecha lo más lejos posible, simbolizando así el fin de sus días como bastarda y el inicio como miembro de las casa Greyjoy. El joven agradeció el regalo con una sonrisa enternecedora, y se sintió decepcionado consigo mismo: su broche valía mil veces más, pero ese arco tenía un valor especial, e iba a darle el uso que le merecía.

Miró a Naerys a los ojos antes empezar la ceremonia, ella le sonrió nerviosa, el viento le revolvía los cabellos alrededor del rostro. Estaba radiante y emocionada como una niña por el día de su boda. Aeron ordenó que se tomasen de las manos.
“No sé qué debo haber hecho tan bien para que me envíes este regalo” agradeció Theon al Dios para sí mismo antes de comenzar con el ritual:

No hubo canto nupcial, y como apenas había asistentes, nadie se opuso al matrimonio. En el rito usual, el padre o tutor de la muchacha le hubiese quitado la capa con los colores de su casa para que él le colocase los de la suya, como símbolo de protección. Pero fue el mismo Theon el que desabrochó el nudito que soportaba la capa de Naerys y observó como una violenta ráfaga de viento se la arrancaba violentamente y la adentraba en el mar. Greyjoy observó como la capa se alejaba hasta que los fuertes rayos del sol del atardecer le impidieron ver más allá. La joven se tomó el asunto como una broma y rio satisfecha, era la señal que esperaba: su pasado se alejaba en el mar para dar paso al futuro, en aquella tierra de hombres de hierro. Theon le colocó su capa: con los colores de la casa Greyjoy. Naerys continuó con el ritual:

-Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como señor y como esposo.-pronunció intentando aparentar solemnidad.
Theon repitió el juramento:

-Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como señora y como esposa…
El muchacho no terminó de pronunciar la frase, sino que se lanzó a besarla en los labios. Naerys respondió al beso divertida. Incluso la fiera Asha no pudo evitar sonreír ante la estampa de la pareja, besándose, con el mar de fondo y los rayos del sol atravesándolos. Pelomojado concluyó la ceremonia:

-Aquí, ante los ojos del Dios Ahogado y los Hombres del Hierro, proclamo solemnemente a Theon, de la Casa Greyjoy y a Naerys Nieve marido y mujer, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre. Y maldito sea quien se interponga ante ellos.

Theon, siendo bendecido con agua salada
para honrar al Dios Ahogado
Theon y Naerys se arrodillaron en el agua, Aeron se acercó a ellos y colocó una mano sobre la frente de cada uno. Los empujó bruscamente hasta que ambos cayeron de espaldas y sumergieron sus cabezas en el agua salada. Los sostuvo allí, durante unos segundos que parecieron siglos, hasta exprimir al máximo lo que aguantaban los pulmones humanos bajo el agua. Después tiró de ellos hacia arriba, casi a la vez inspiraron una enorme bocanada de aire para volver a sentir el oxígeno fluir entre sus pulmones. Theon jadeó agotado, mientras Naerys tosía para escupir el agua que había tragado. Greyjoy se preocupó por ella y se arrodilló a su lado, pero la joven alzó la vista hacia él, sonriendo, con los ojos grises brillantes de júbilo. No pudo contenerse y besó de nuevo a su ya marido, aún arrodillados dentro del agua. Lo habían hecho: 

-A partir de ahora, tu nombre será Naerys Greyjoy…-pronunció sonriendo con los ojos escocidos por la sal. Apoyó su frente en la de ella-Ahora tú eres mía…

-Y tú eres mío…-respondió ella.

*     *      *

Y entonces llegó la tan temida noche de bodas, por respeto al novio, no hubo ceremonia de encamamiento ni nada parecido. Los sirvientes dejaron una cena en la alcoba que les habían preparado. Asha no paraba de mirar nerviosa a todas partes, buscando la mirada de apoyo de su tío, que también parecía excesivamente confundido con aquella extraña situación. El que parecía estar más despreocupado sobre lo que pasaría aquella noche era el mismo Theon, que aguardaba tranquilo, medio sonriente junto a su nueva esposa a que terminasen de preparar sus habitaciones.
La estancia era amplia y caliente, con las paredes recubiertas de madera y una enorme chimenea crepitante con un kraken de piedra tallado sobre ella. La enorme cama estaba cubierta con mantas moradas de terciopelo y cubiertas con un delicado cortinaje transparente. Sobre la larga mesa habían servido un suculento festín compuesto mayoritariamente de platos de pescado y marisco. Nada más entrar en la estancia y quedarse por fin solos, Naerys se quitó la pesada y empapada capa para tenderla junto a la chimenea. Ambos estaban empapados por la bendición del Dios Ahogado, así que también se había dispuesto para ellos una mesita sobre un brasero con toallas limpias y calientes. Theon cogió una y se secó la cabeza mientras tomaba asiento sobre la cama. Inmediatamente, Naerys le sirvió una copa de vino y se dispuso a desabrochar los protectores de hierro de sus piernas. Greyjoy tomó con delicadeza sus muñecas y la obligó a alzarse, los ojos grises y aterrorizados de ella se cruzaron con los ojos azules de Theon. Él notó como sus manos se tensaban entre las suyas, estaba helada:

-Ya no eres mi sirvienta, eres mi esposa…-la regañó suavemente-si necesito ayuda, la pediré… Vamos, ve a cambiarte o se enfriará la cena.

Naerys asintió con un movimiento de la cabeza:

-Como ordenéis, príncipe Theon…-la joven se incorporó y se encaminó hacia el otro lado de la estancia, donde habían colocado un biombo de mimbre tejido enfrente de su vestidor.

-Naerys…-la llamó antes de marcharse. Ella se volvió levemente-Solo Theon…
La muchacha asintió y siguió su camino. La tenue luz de las antorchas apenas le permitía distinguir la silueta del biombo, así que hasta que su esposa hubo terminado de arreglarse y regresó a su lado, no pudo distinguir como se había vestido. La túnica rosa semitransparente le caía por un palmo encima de las rodillas, se la ceñía al cuerpo con un cordel dorado, era de manga corta, pero dejaba sus estrechos hombros al descubierto. El cuello lo decoraba un pequeño kraken dorado y el cabello blanco caía ondulado sobre su espalda, disparando destellos plateados con la luz de las antorchas. Se quedó boquiabierto, observando a su hermosa esposa. Ella tomó asiento a su lado, silenciosa, como era siempre, y le ayudó a desabrocharle la coraza:

-Lleváis un vestido precioso…-un haz de la galantería que caracterizó al antiguo Theon se veía reflejado en aquel piropo. Naerys se sonrojó. Siempre la había visto vestida con ropas de muchacho y el cabello sucio, y no había podido apreciar esa belleza tan exótica: medio norteña, medio valyria- Disculpad… si os he ofendido…-dijo preocupado al ver como la joven giraba la mirada. Tomó su mano entre las suyas. Estaba fría, siempre tenía las manos frías…

-No me ofendéis prin… Theon…-Naerys se armó de valor y miró a su esposo a los ojos-Es solo… que… soñé tantas veces este momento cuando era niña… Y por fin, se ha hecho realidad, aún no logro creerlo… Cuando vivía en Invernalia, robé uno de los viejos vestido de Lady Sansa, para arreglarlo y que os fijarais en mí. Lo guardé durante muchos años, pero tuve que dejarlo cuando huimos… Se lo conté a Asha y consiguió este para mí… No es igual pero…
Theon la besó en los labios para hacerla callar:

-Estáis preciosa…

Naerys se sonrojó de nuevo, pero en seguida su expresión se volvió oscura y sombría, y volvió la mirada. Theon la obligó a mirarlo de nuevo.

-Siento no poder cumplir con mis deberes como esposa…-susurro ella casi entre lágrimas-No puedo complaceros, ni tampoco voy a daros hijos…

-Eso no es culpa vuestra… Fui yo el que os pidió que os casarais conmigo, y aceptasteis aun conociendo todo esto sobre mí… Fui traidor, un esclavo, me mutilaron… pero sois la única que se dignó a darme un voto de confianza, que me defendió… Y pensé “Por los Siete, si hay alguien en el mundo que se preocupe de esa manera por mí, quiero pasar con ella el resto de mi vida… Y aceptasteis”.  No sois vos la que debe complacerme, debo hacerlo yo… Por concederme el honor de hacerme el hombre más feliz del mundo conocido.

Ella sonrió por fin, y Theon soltó una carcajada.

-¿Confiáis en mí?-le preguntó. Ella asintió- Genial. Recostaos…

Greyjoy la empujó ligeramente hacia atrás y la tumbó en la cama y se quitó la camisa. Naerys alargó las manos y acarició sus viejas cicatrices… Él se llevó sus dedos a los labios y los humedeció suavemente, agradeciendo el gesto de cariño. Con delicadeza, le desabrochó el cordel que sujetaba su túnica y la deslizó hacia abajo. Contempló su hermoso cuerpo desnudo, joven, con curvas, pero con las piernas fuertes de un jinete. Se recostó sobre ella para besarla, mientras la muchacha envolvía su cabeza y la atraía hacia sí:

-Quizá me hayan mutilado… Pero en todos mis años como el principal mujeriego de Invernalia, aprendí algún que otro truco…-soltó orgulloso.

Sus labios comenzaron a besar el cuello de su esposa, mordió los pezones y los succionó con ansia. Sus hábiles dedos comenzaron a jugar con el vello de su sexo y a introducirse entre los labios. Naerys soltó un leve gemido de placer. Sin duda este hombre no era como Ramsay, recordaba con temor
Theon siento como vuelve a ser el que era
en su noche de bodas
como la penetraba, como la había robado la virginidad… Como le rajaba el cuello y chupaba su sangre mientras se la follaba… pero Theon era tan dulce, tan delicado… La estaba tratando como una princesa, en lugar de como la bastarda que en realidad ella. Su lengua se deslizó hasta el ombligo, jugueteó con él un rato y luego la introdujo entre su sexo. Ella se sobresaltó estallando en un sonoro gemido de placer que inundó la estancia. Estaba húmeda y caliente. Se sintió satisfecho al sentir como lo deseaba y como disfrutaba con sus besos, aunque una pequeña parte de él deseara penetrarla con todas sus fuerzas. Naerys también ansiaba sentirlo dentro, que la inundase con su semilla. Introducir su miembro en la boca, sentir como se deshacía en olas de placer al contacto con su saliva y su gemido, su éxtasis al estallar su cálida esencia sobre su cara. En su lugar debía confirmarse con sus lametones y sus dedos hábiles en la entrepierna que la hicieron estallar en un profundo orgasmo.
En el pasillo: Asha Greyjoy y Aeron Pelomojado se miraban confundidos ante los extravagantes gemidos que salían de la habitación.
Theon se tumbó a su lado, orgulloso, mientras ella se tapaba la cara avergonzada.

-No debéis avergonzaros por haber gozado...-se rió divertido, por la expresión de la muchacha.

-Lo siento, es que aún no me creo que sea la esposa de Theon Greyjoy…-cubrió su desnudez y el cuerpo de Theon con las mantas de terciopelo y le acarició el pelo mientras observaba aquella sonrisa impertinente que la había enamorado cuando era niña.- ¿Os cuento un secreto?-él asintió satisfecho al ver como por fin, Naerys parecía abrirse a él- Cuando era niña, soñaba que Lord Eddard se daba cuenta de que yo era una auténtica Stark, me legitimaba y me comprometía con vos para establecer una alianza entre las casas Stark y Greyjoy… Ya no era una bastarda, no era una don nadie… Era Naerys Stark de Invernalia, la hija de Lord Eddard Stark, hermana del Joven Lobo, princesa del Norte… Era alguien con título, alguien lo suficientemente importante para llamar vuestra atención…
Pero solo era un estúpido sueño de una niña de verano.

Naerys miró al techo,  con los ojos tristes, recordando aquellos lejanos días como jinete en Invernalia, en una mezcla de sentimientos entre nostálgica y apenada. Greyjoy se sintió culpable por haber estado tan ciego y no haberse percatado antes de la joven de cabellos blancos que los espiaba mientras entrenaban:
Theon se recostó sobre su esposa y sus ojos azules se entrecruzaron con su mirada canina:

-A veces los sueños se cumplen… Yo creía que jamás volvería a ser yo que moriría siendo Hediondo, pero aquí estoy, en casa, gracias a una simple muchacha que me salvó la vida… que me hizo ser fuerte, me hizo ser Theon Greyjoy de nuevo.-Naerys apartó la mirada, entre lágrimas; rememorar la tortura que los había hecho sufrir Ramsay Bolton siempre la hacía llorar:-Jamás volváis a decir que no sois nadie, jamás volváis a infravaloraros: sois Naerys Greyjoy de Pike, -proclamó orgulloso-esposa de Theon Greyjoy, hijo de Balon Greyjoy señor de Las Islas del Hierro y capitán del Gran Kraken. Sois una mujer del hierro, tan fuerte que habéis conseguido romper este maltratado corazón de metal y enamorarme con vuestra valentía…

Theon se tapó la boca, no esperaba pronunciar aquella última frase, pensó que avergonzaría a Naerys, pero en su lugar, ella le sonrió enamorada:

-Yo también estoy enamorada de vos… Theon Greyjoy… Yo también os amo.


La joven lo atrajo hacia él y le besó con cariño, bajo las mantas moradas de terciopelo, iluminados por las febriles luces de las antorchas y vigilados por la escultura de kraken sobre la chimenea. A lo lejos, el rumor de las olas impactaba contra los acantilados de la isla, mientras que aquella fría luna de finales de verano era testigo de que a veces: los dulces sueños de los niños de verano, se hacen realidad.

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