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Targaryen

Jaime recibió el Impacto del pelaje cálido y oscuro del caballo sobre su mejilla: era una bestia inmensa, fuerte, puro músculo que le había derribado de una embestida. Había salido de la nada, de entre los arbustos, silencioso como un lobo y se había lanzado sobre él. No era demasiado hábil con la mano de oro, todavía, pero fue lo suficientemente ágil como para agarrar la bota del encapuchado jinete y bajarlo del caballo. El impulso del impacto le ayudó para lanzarlo contra el tronco de un grueso y viejo árbol a un lado del camino. El jinete gimió levemente cuando su cabeza impactó contra la madera, el corcel se alejó al galope y pronto lo perdió de vista. Ser Jaime se levantó del polvoriento suelo, veía borroso por la caída y por la suciedad que había levantado el caballo y expulsó mediante tosidos ásperos la arena que se le había colado en los pulmones. Desenvainó su espada, y en cuanto se le aclaró la vista se acercó tambaleante hacia el jinete derribado. La hermosa capa blanca de la Guardia Real se había tornado marrón, y el peso de su valiosa armadura dorada le impedía moverse con la agilidad deseada. El muchacho parecía inconsciente, ahora que lo tenía delante, Jaime se dio cuenta que no debía tener más de catorce o quince años. Era menudo y delgado, vestía unos pantalones de lana blancos y una camisa larga beige, ceñida a la cintura por un cinturón de cuero donde colgaba una pequeña bolsita y un puñal. Las botas eran viejas y estabas desgastadas, igual que la capa gris, con el cuello forrado de un espeso pelaje oscuro, probablemente de lobo. “Una prenda muy norteña para estar tan lejos del cuello” pensó Jaime. El muchacho no se movía, una mancha negra había aparecido sobre las raíces del árbol. El caballero temió que el golpe en la cabeza lo hubiese matado… Alargó la punta de la espada para quitarle la capucha y desvelar su identidad. El contacto frío del hacer sobre su mejilla pareció despertar al chico, que abrió los ojos como platos y comenzó a jadear exageradamente, Jaime se asustó y apartó la espada bruscamente, cortándole accidentalmente la mejilla. El joven se llevó ambas manos a la herida y se sacudió bruscamente, provocando que la capucha se deslizará de su cabeza herida. Una espesa cabellera de pelo blanco y plateado calló sobre los hombros del jinete…

-Targaryen…-no pudo evitar susurrar Jaime en voz alta, atónito, ante el reconocible atributo de la antigua dinastía. La muchacha desenvainó su rudimentario puñal y apuntó con dos manos temblorosas al caballero:

-No… Nieve…-su voz vibraba tanto por el miedo como sus manos al sostener el arma.
Jaime dio un paso hacia delante, la chica alargó los brazos hacia él y giró la cara, contrayendo con fuerza el rostro por el miedo…

-Por favor, no me hagáis daño…

“¿daño? Yo no me dedico a lastimar a doncellas, y mucho menos a doncellas tan extraña como ésta” Recordó apesadumbrado como empujó al niño Stark por la ventana de la torre “Las cosas que hago por amor” aquellas palabras retumbaban en su cabeza mientras oía el grito ahogado del chico mientras caía de la torre”. Pero él ya no era ese Jaime, no, había cambiado, especialmente después de que su hija Myrcella muriese entre sus brazos de vuelta a Desembarco del Rey…

-Tranquila…-le susurró con voz tranquila-Solo quiero ayudaros…

-No os acerquéis…-gritó la muchacha, desafiante. Pero Jaime no obedeció y dio un paso adelante, con las manos arriba y la espada envainada-He dicho que no os acerquéis… Aemon, Aegon ¡aquí! 
Aemon (el claro) y Aegon (el oscuro) son los dos perro-lobos
de Naerys Nieve
De entre los arbustos del frondoso camino comenzaron a surgir una serie de gruñidos… Sin duda no eran los de ningún perro, pero tampoco eran tan potentes como para ser de un lobo… Dos cánidos rodearon al caballero saliendo de ambos lados del camino. Uno era gris oscuro y tenía los ojos amarillos, el otro era de un color amarillento y mucho más peludo, de mirada oscura. Ambos tenían el aspecto de un lobo, solo que algo más pequeño, con los morros alargados y las orejas afiladas. El claro tenía el morro más aplastado y el cuerpo más redondeado, mientras que el oscuro tenía más forma de lobo… Lannister odiaba a esos bichos, aún tenía pesadillas cuando Robb Stark ordenó a ese Viento Gris suyo que lo acobardase cuando lo tenían preso en aquella apestosa jaula. Jaime miró a ambas bestias, sin saber dónde meterse, si atacaba a uno de los perros, el otro o la muchacha se abalanzarían sobre él, y aunque matase a la chica, estaba seguro de que se convertiría en la cena de los animales. Estaba demasiado lejos del campamento como para pedir ayuda, así que se limitó a usar las técnicas que su hermano Tyrion dominaba: había vencido a reyes, a ejércitos enteros, sin duda debía tener el suficiente poder de negociación para derrotar a una muchacha…

-¿Aegon y Aemon? ¿Seguro que no sois Targaryen?

-¡Silencio!-ordenó apuntando con su puñal- u os convertiréis en la cena de mis hermanos…
Entonces Jaime se percató, la muchacha seguía sentada bajo el árbol, a pesar de que los lobos lo rodeasen, estaba a su merced, podía atarlo al árbol y huir tranquilamente, pero seguía sentada…

-¿Creéis que matarme sería la opción más sensata? ¿Quién os ayudaría a sanar vuestras heridas?

-Solo es un corte en la mejilla…

-Puedo ver la sangre que os mana de la cabeza.-el cabello blanco de la parte superior de su cráneo se había teñido de rojo. También sé que no podéis huir porque la caída os ha lastimado la pierna… Dejadme ayudaros… por favor…

Con un gesto de la cabeza los lobos dejaron de gruñir y se situaron mansamente a ambos lados de la joven. El más claro golpeó la mano de la muchacha para que le acariciase la cabeza, el oscuro, en cambio, seguía atento a cada uno de sus movimientos. A Jaime le sorprendió el dominio que tenía la muchacha sobre las bestias, sin duda le recordaba mucho a los Stark… El caballero se arrodilló a su lado:

-Me llamo Jaime, por cierto…- la chiquilla abrió los ojos como platos y entonces reconoció los leones de la armadura y la capa blanca de su rango:

-¿Jaime Lannister?-pronunció tartamudeando, atónita-¿El Matarreyes?

-Matarreyes, no Matadoncellas… Podéis estar tranquila.

Examinó el corte de la mejilla, apenas era superficial y ni siquiera necesitaría puntos, pero no estaría de más que uno de sus maestres lo examinara por si acaso… No podía ver bien el de la cabeza, manaba demasiada sangre y con una mano era difícil apartar la espesa melena. Entonces llegó el turno de la herida que le impedía caminar, le dolía el tobillo derecho y no se podía levantar. Era la parte por donde la había agarrado para desmontarla del caballo, y accidentalmente se la había fracturado. Jaime se sintió culpable…

-Mi campamento no está lejos de aquí, allí tengo un par de maestres que podrían ayudaros…

-No necesito vuestra compasión…-la joven silbó y el corcel que la había envestido regresó al trote y le frotó el morro contra su mejilla. La doncella se agarró de sus bridas y de un empujón se puso en pie, aunque sin apoyar el derecho. A Jaime no dejaba de sorprenderle la facilidad con la que esa mujer domaba a las bestias y lo difícil que había sido para ella comunicarse con él. A pata coja y vigilada muy de cerca por los dos lobos, se desplazó alrededor del potro castaño, sujetándose en él hasta colocarse en la posición ideal para saltar a la silla. Lo intentó varias veces, pero con una pierna no tenía la suficiente fuerza como para montarse sobre el corcel. La muchacha se puso roja al ver como fracasaban sus intentos bajo la cómica mirada del Lannister. Finalmente, Jaime dio un paso adelante, con su mano buena dobló la pierna de la chiquilla y la empujó hasta que se colocó sobre el caballo.

-Gracias…-susurró tímidamente. Avanzó unos pasos hacia delante, pero con una pierna inútil no tenía la suficiente fuerza como para guiar al caballo, que comenzó a dar vueltas a galopé corto. Jaime lo detuvo agarrándole por las riendas.

-Dejad de ser tan testaruda, si no se cura ese tobillo no podréis montar…-la joven resopló-Yo os he tirado del caballo, así que es responsabilidad mía curaros, y un Lannister siempre paga sus deudas.
La chiquilla aceptó de mala gana que Jaime la llevase a su campamento. Caminaron tranquilamente y en silencio por el polvoriento camino que llevaba hasta Aguasdulces, castillo asediado por el ejército de Lannister para arrebatárselo al Pez Negro.

-Hace un día precioso ¿verdad?-el caballero intentó en vano romper el incómodo silencio que se había formado entre ellos. Pero la joven pareció no escucharle- ¿Cómo es el clima de vuestra tierra?

-Frío.-respondió secamente.

-¿Venís del Norte?-ella asintió con la cabeza-Yo estuve en Invernalia hace algunos años…

-No es necesario que intentéis establecer conversación conmigo Lord Jaime…

-Solo Ser Jaime.-corrigió él-Los caballeros que juramos como guardias reales no podemos poseer títulos ni tierras… -ella miró al frente sin responderle, se balanceaba suavemente por el movimiento del caballo y la brisa la agitaba los cabellos blancos-Acabo de darme cuenta que aún no me habéis dicho vuestro nombre…
La joven le dedicó una áspera mirada:

-Naerys. Naerys Nieve.

Jaime echó un vistazo a los dos lobos que andaban a su lado: “Es una bastarda, lo que implica que es medio-noble, igual que estas bestias: son mitad perro mitad lobo, por eso los llama sus hermanos y les ha puesto los nombres de los hermanos de la reina Naerys: Aegon IV y Aemon el Caballero Dragón.

-¿Con que Nieve? ¿A qué casa pertenecéis?

-A ninguna…-respondió fríamente y sin mirarlo a los ojos.

-No voy a aprisionaros seáis de la familia que seáis…-Jaime comenzaba a cansarse de la impertinencia de la muchacha. El cabello rubio sin duda era un característica muy Targaryen, él había servido muchos años al rey Aerys, lo conocía a él y a su familia. El monarca tenía el cabello plateado, igual que la reina, mientras que los dos príncipes lo tenían más tirando a dorado. La chica era demasiado joven para ser una posible bastarda de Aerys o de Rhegar, quizá fuese de alguna rama secundaria o tuviese un antepasado Targaryen lejano y la muchacha hubiese adquirido ese rasgo por casualidad. Sin embargo, esos ojos… grises, fríos… Jaime estaba seguro que los había visto en algún lugar, tiempo atrás, pero no lograba averiguar dónde…

-Lo digo en serio… No sé a qué familia pertenezco,  me abandonaron en una fortaleza cuando era un 
bebé con una carta donde decía mi nombre, nada más…

Hasta llegar a Aguasdulces, Jaime Lannister estuvo reflexionando sobre el posible origen noble de la joven: había decenas de casas menores que no querrían hacerse cargo de una bastarda y lo más sencillo era dejarla en el septo nada más nacer, para evitar complicaciones. Bien podía ser hija de un criado y de algún pequeño señor: podría tener sangre Bolton, o Karkstark, o incluso Glover o Mormont… pero esos ojos, esa mirada canina, nocturna, lunar… le recordaba demasiado a los lobos… Pero como bien le pasaba con los Targaryen, las fechas no le cuadraban: Ned Stark ya tenía un bastardo, fácilmente podría haber engendrado otro, y conociendo el temperamento de Lady Catelyn era lógico que lo hubiese ocultado, luego estaba su otro hermano: Benjen, el de la Guardia de la Noche, si, ese era el más probable… No era secreto de nadie que muchos hermanos negros frecuentaban los burdeles de Villa Topo en sus noches libres, y por muy honorable que fuesen los
¿Residirá el extraño aspecto de la joven en una antigua
mezcla entre los dragones y los lobos?
Stark; los hombres tienen necesidades. Si Benjen hubiese preñado a una puta de burdel probablemente hubiese dejado al crío en un lugar seguro, para asegurarse de que nadie contaba nada y así permanecerían sus votos intactos, y al mismo tiempo recibiría una buena vida y una buena educación. Si, esa era la teoría más probable, la chica era demasiado mayor para haber sido engendrada por uno de los hijos mayores de Ned y al mismo tiempo era demasiado joven para ser de Brandon o de Lord Rickard…

“La niña del pelo valyrio y los ojos de lobo…” susurró Jaime para sí mientras llegaban al campamento.

El caballero le había cortado la mejilla izquierda. El maestre le limpió la herida, y como suponía Jaime, no necesitaría ningún punto, aunque le quedaría una pequeña cicatriz. Ya tenía una en la misma sien, fruto de una desafortunada caída a caballo, como bien explicó Naerys.
Ser Jaime había ordenado que se hiciesen cargo de su caballo mientras llevaba a la joven a su pabellón personal. Ambos lobos los siguieron y se tumbaron ante el brasero encendido. No hacía demasiado frío fuera, pero nadie se negaría a acurrucarse junto a las brasas. Lavaron toda su ropa mientras ella se envolvía en una capa Lannister rojo escarlata. Una sirvienta le lavo la piel y el cabello con una esponja y mientras se preparaba un suculento guiso caliente, el maestre de Jaime se ocupó de sanarle las heridas.
El golpe del cráneo sí que necesitó sutura. El maestre le sugirió que para evitar el dolor bebiese un poco de la leche de la amapola, pero la muchacha se negó, debía estar lúcida en el menor tiempo posible para reprender la marcha. Lo peor fue el tobillo, era tanta la fuerza con la que la mano metálica de Jaime la había agarrado que había separado el pie y de la pierna de la muchacha.

-Afortunadamente, no se ha roto ningún hueso y podrás andar de nuevo en seguida-explicó el pequeño y redondo maestre de cabeza pelada y manto gris- pero la recolocación del tobillo va a ser muy dolorosa, y es probable que me lleve varios intentos, ¿seguro que no quieres tomar la leche de la amapola?

-Nada de leche.

El maestre asintió mientras de sus herramientas extraía un pequeño bastón con una gasa envuelta que empapó en vino. Naerys también se mostró reacia a eso, pero terminó aceptando a ponerse el palo en la boca. El vino extremadamente agrio le hizo que le llorasen los ojos y sintió como la visión se le nublaba por el olor.

-Cómo no vais a estar dormida, lo ideal sería que os atara a la camilla…

-Ni hablar…-se negó Naerys rotundamente.

-Pero señora, sería lo más sensato… Si no os moveréis y el resultado podría ser catastrófico…

-He dicho que nada de ataduras…

-Yo mismo la sujetaré…- se ofreció Ser Jaime en un tono que no permitía ningún tipo de reproche.

-Está bien…-el maestre accedió no demasiado convencido.

Naerys se incorporó ligeramente sobre la mesa que le servía de camilla y Jaime tomó asiento a su espalda. Varias cicatrices rosadas cubrían su piel pálida y tenía marcas de ataduras en el cuello. Jaime ajustó la vista por encima de su hombro, también tenía esas marcas blancas en los tobillos, y probablemente en las muñecas… “La tenían prisionera y ha escapado…-dedujo el primogénito de Lord Tywin-por eso no quiere que la aten, tiene miedo de que la vuelvan a apresar… Por eso habla tan poco sobre de donde viene…”
Naerys cruzó los brazos sobre su pecho y Jaime la abrazó con fuerza para evitar que se moviera. Notó su cuerpo juvenil pegado al suyo: estaba completamente desnuda, apenas cubierta por la capa roja que le había prestado. Notaba sus pechos pequeños y la piel tersa y pálida, mientras que el cabello blanco le acarició el rostro como una pluma… Echaba demasiado de menos a Cersei, la necesitaba… pero esa joven… ¿Qué tenía que le llamaba tanto la atención? ¿Quizá su aspecto exótico lo tenía hipnotizado? ¿A lo mejor era su carácter? Era agresiva, valiente, una leona delicada una flor. Poseía los aspectos que más le gustaban de las dos mujeres de su vida: Brienne y Cersei. Empujó su cuerpecito hacia delante y lo presionó contra su pierna, para inmovilizarla completamente, entonces el maestre prosiguió:
Lannister quedó impresionado: la joven intentaba con todas sus fuerzas no gritas. No mostrar dolor. Cerraba los ojos y contraía la mandíbula, pero al tercer intento estalló: su cuerpo se sacudió y Jaime tuvo que esforzarse para impedir que se moviera…

-Tiene que aguantar un poco más-explicó el maestre-Ya casi lo tengo…

Jaime estaba rojo de presión, pero asintió y volvió a colocar en la posición óptima a Naerys para el cuarto intento del maestre.
La mañana terminó con Naerys sentada junto al fuego con sus lobos sorbiendo un guiso de carne de un cuenco de madera. Jaime la miraba como un padre orgulloso por el esfuerzo que había realizado. El maestre se había retirado, la muchacha ya podía andar y los puntos de la cabeza terminarían cayéndose solos, le dio algunas instrucciones para tratar el corte y mantenerlo limpio y se ofreció a preparar una pócima para el dolor que se negó a aceptar. El tobillo se había colocado perfectamente de nuevo, y aunque al principio le daba miedo andar, al poco tiempo se había puesto a brincar con sus mascotas por todo el pabellón. Su ropa ya estaba limpia, pero había preferido permanecer con la capa roja en lugar de su andrajosa y antigua capa.
Jaime la observaba comer cuando Bronn entró al pabellón deseándole buenos días.

-¿Novedades?

-Nada. Ese Pez Negro es más tozudo que vuestro hermano…

Jaime se rio mientras el mercenario se servía un tazón de guiso.

-¿Quién es?-preguntó al ver a Naerys.

-Eso estoy intentando averiguar…

Jaime Lannister cogió un taburete y se sentó junto al fuego, al lado de Naerys. Las llamas se reflejaban en sus ojos grises como el sol naciente después de una tormenta.

-Está bien, -admitió el caballero-comprendo que no quieras hablarme de tu pasado, eso es algo personal… Pero no me negarás que es extraño que una doncella solitaria, vestida como un muchacho me envista a caballo mientras paseaba para despejarme-Naerys se encogió de hombros:

-En mi tierra siempre me han dicho que los hombres del camino son peligrosos y que violan a las niñas. Que nunca debía ir sola por los bosques… Me asusté al oíros, y pensé que una huira rápida sería la mejor opción.

“¡Qué tontería! Si hubiese pasado a mi lado tranquilamente con su caballo apenas me habría fijado. 

¿Quién le metería todo eso en la cabeza? ¿Las septas o algún pequeño y graciosillo señor?”

-¿Y hacia dónde os dirigís?-Naerys tragó saliva-¿O me diréis que una muchacha norteña estaba de pase tan al sur del cuello?

La bastarda escupió la comida de nuevo al plato:

-Estoy en misión para mi señor. Debo entregar un mensaje…

“¿Así que hay un señor eee?

-¿A quién?

-No es asunto vuestro…

"¡Pero que niña más insolente!"

-¿Sabéis dónde está el destinatario?

-No exactamente… Sé que viaja por las Tierras de los Ríos. Cabalgaré hasta encontrarla…

“¿Así que es una ‘la’?

-Bronn-el mercenario se acercó a él con su porte dejado y la mano sobre la empuñadura de la espada. -¿Podéis llamar a Podrick Payne, por favor?-Bronn asintió y desapareció entre las cortinas del pabellón.

El rato hasta que llegó Pod, Jaime lo pasó intentando averiguar quién era su señor, el receptor de la carta y que contenía el mensaje, pero todos sus esfuerzos resultaban inútiles. La chica se negaba a hablar… Al poco tiempo, y para el alivio de Jaime, quien comenzaba a desesperarse por las respuestas impertinentes de la joven, el mercenario regresó acompañado por el regordete y bajito escudero de cabello negro.

-Naerys… Este es Podrick Payne, de la casa Payne. Antaño fue escudero de mi hermano: Tyrion Lannister, aunque ahora es el encargado de servir a Lady Brienne de Tarth…-los ojos de la joven se abrieron como platos. Probablemente preguntándose como lo habría sabido- Lady Brienne no se encuentra ahora mismo en el campamento, volverá en apenas unos días. Doy mi palabra de Lannister de que Pod es el escudero más leal y fiel que podréis encontrar en los Siete Reinos. No leerá el mensaje ni soltará prenda sobre ello…

Bronn también dio su palabra. La promesa de un Lannister y de un mercenario parecían no valer demasiado para Naerys, sin embargo, se acercó al joven escudero y extrajo un pequeño pergamino amarillo que ocultaba en la empuñadura de su puñal “muy astuta” pensó Jaime. Quizá fuese el bondadoso rostro del chiquillo, o las ganas de deshacerse de una vez de ese mensaje, la cuestión es que Naerys, por fin y desde que había llegado podía confiar en alguien. Se llevó a Pod a parte, el caballero pudo oír lejanamente lo que le decía…

-Decidle a vuestra señora que el Norte se está… y que….necesitará de sus servicios…
Podrick Payne agradeció con un gesto con la cabeza y se retiró para retomar sus quehaceres. Enseguida que hubo entregado el mensaje, Naerys comenzó a recoger sus pertenencias:

-¿Ya os marcháis? ¿Ni siquiera vais a pasar aquí la noche? No me hace ninguna gracia que os paseéis por el bosque sola…- sin duda, todo el instinto paternal del que Jaime había carecido con sus hijos biológicos estaba surgiendo a raíz de conocer a esa joven…

-No os preocupéis, se defenderme…- rió divertida.

Jaime no paraba de interponerse en su camino, haciéndole preguntas de las cuales como respuesta solo obtenía más risas y miradas incrédulas.

-¿Hacia dónde os dirigís? ¿Volvéis al Norte? Es peligroso, he oído de que los Bolton acechan los caminos, y esos sí que no son tan bondadosos como yo…

-Me dirijo a las Islas del Hierro…-respondió por fin exasperada-Mi señor me espera allí, probablemente me necesite en cuanto antes… Debo acudir.

Naerys agarró su zurrón, Jaime se lo intentó impedir tirando de él, en su lugar tiró al suelo un montón de papeles y trastos que había sobre la mesa. La muchacha se agachó para recoger sus cosas, cuando entre los mapas de las Tierras de los Ríos encontró un objeto brillante: lo cogió con delicadeza con ambas manos, hipnotizada por su belleza. Se trataba de un espejito ovalado, hecho completamente de oro y adornado con cenefas y estampados. Su peculiaridad: el león que tenía grabado en la parte superior y el venado coronado de la inferior. Naerys lo abrió y contempló las cicatrices de su rostro, acarició los mechones blancos de su pelo y palpó los pómulos y el resto de facciones de su cara. Sin duda se encontraba realmente consternada:

-No, eso no, ese espejo perteneció a mi hija… Fue un regalo de su madre el día que se marchó a Dorne…-Naerys cerró el espejo avergonzada y tragó saliva. Jaime, que se había agachado junto a ella, observó su rostro aturdido, sin duda, hacía mucho tiempo que no se miraba en un espejo… La muchacha le tendió el artefacto, peor Jaime cerró sus manos alrededor. El frio metal del oro y el de su mano parecían estar en sintonía con las gélidas manos de la joven:-Pensándolo mejor… Creo que deberíais quedároslo, mi hija falleció, no creo que vaya a utilizarlo más… Desde aquí debéis partir hacia el noroeste, atravesad las montañas y llegaréis a una pequeña península llena de pueblos pesqueros que visitan Pyke y el Gran Wyk casi a diario. Si empeñáis esto podréis conseguir un pasaje para que os lleven a vuestro destino…-Naerys observó atónita el discurso que le había dado Jaime Lannister, apenas le salían las palabras de agradecimiento-Bronn os acompañará hasta la península. No os neguéis, no conseguiréis libraros de ésta, quiero saber que llegaréis a salvo a vuestro destino, sino no podré dormir tranquilo por las noches…

La muchacha rodeó su cuello con sus brazos, casi derribándolo. Tantos años sin ejercer de padre y ahora todo ese instinto afloraba al conocer la triste historia de la muchacha de ojos de lobo y pelo blanco.

-Pero me gustaría pediros un favor:-Naerys asintió convencida. El caballero trenzó un mechón de pelo plateado escondido bajo la nuca y lo cortó con una navaja. En la parte interior, su cabello era de un gris plateado en lugar de blanco como en la raíz, pero le serviría-Quiero quedarme esto a cambio, para recordaros…

Con la caída del sol Naerys con su capa escarlata ondeando con la brisa, Bronn y sus perro-lobos
Jaime Lannister despidiéndose de
Naerys Nieve.
dejaron las Tierras de los Ríos, Jaime salió a despedirlos montado en su caballo blanco. Se detuvo en los límites del campamento, entrecerró los ojos y utilizó su mano izquierda como visor: el aire frío de la tarde le pegaba la capa al cuerpo y le revolvía la cabellera rubia. Los rayos naranjas como el fuego apenas le dejaban distinguir cuatro figuras negras que se alejaban al galope convirtiéndose a cada paso cada vez más diminutas. Cuando las perdió de vista, Jaime contempló el mechón de pelo trenzado que le había cortado: Quizá había dejado escapar a una fugitiva, o una pequeña lady, a una prisionera de mucho valor… Quizá el mensaje era una amenaza de muerte o un intento de asesinato hacia su persona, quizá era un aviso de guerra, de revuelta, una traición… Jaime jamás lo sabría, había pagado su deuda, aunque se sentía vacío por dentro. Se había sentido orgulloso, quería cuidar de ella, mantenerla a salvo sin saber exactamente porque motivo, se había sentido el padre que nunca tuvo… Cerró el puño en torno al mechón plateado y observó el horizonte:


-Espero que nos volvamos a encontrar, Naerys Nieve… De verdad que lo espero.

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